CRUCIFICADO CON CRISTO Crucificado con Cristo Introducción “Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gal. 2:20, LBLA). El versículo anterior es citado a menudo para hacer un punto acerca de la vida de Jesús, nuestro Salvador. Es fácil citar rápidamente este pasaje, sin embargo, hay mucho en este versículo que no podemos obviar. ¿Qué significa estar crucificado con Cristo? Veamos lo que nos enseña el apóstol Pablo al respecto Yo ¿Quién está escribiendo? “Pablo, apóstol (no de hombres ni por hombre, sino por Jesucristo y por Dios el Padre que lo resucitó de los muertos)” (Gal. 1:1). Sin embargo, lo que veremos aquí, es que Pablo no está hablando de algo que se aplica solamente a él en su papel como apóstol. Si queremos agradar a Dios debemos imitar a éste gran hombre de Dios (1 Cor. 11:1). “Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros” (Fil. 4:9). La responsabilidad delante de Dios es un asunto individual. Es decir, nadie puede obedecer por nosotros. El proceder de cada cual no es un asunto vicario (Ez. 18:20). He sido crucificado La crucifixión implica una muerte. Esto había tenido sucedido al apóstol Pablo y también a los Gálatas. Esta muerte es una simbólica. “sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado” (Rom. 6:6). “Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Rom. 6:11). Esta muerte nos separa de la pasada manera de vivir: “habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos” (Col. 3:9). “Y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, sino más bien reprendedlas” (Ef. 5:11). “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” (Rom. 6:1-2). Con Cristo ¿Se nos ha olvidado el sacrificio de Cristo? Él voluntariamente ofreció su vida por nosotros: “Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre” (Juan 10:17-18). Sin el sacrificio de Cristo no tendríamos ninguna esperanza: “A la verdad, como éramos incapaces de salvarnos, en el tiempo señalado Cristo murió por los malvados” (Rom. 5:6, NVI). Jesucristo nos mostró el camino, para que nos conformemos a su muerte, sepultura y resurrección (Rom. 6:3-6). “porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos” (Gal. 3:27). *** Por Josué Hernández www.JosueEvangelista.com 1 CRUCIFICADO CON CRISTO Y ya no soy yo el que vive Pablo seguía viviendo en la carne, pero no según la carne: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional” (Rom. 12:1). Para algunos, el sacrificio involucrará la muerte física (ej. Esteban, Hech. 7). No obstante, siempre tenemos que ofrecer un “sacrificio vivo”. “Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo” (Gal. 6:14). “Para Pablo no existía el mundo y para el mundo Pablo no existía” (Notas sobre Gálatas, Wayne Partain). El que ha sido crucificado con Cristo, se niega a sí mismo: “Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará” (Luc. 9:23-24). Sino que Cristo vive en mí ¿Cómo es que Cristo vive en nosotros? Es una pregunta similar a la que se realiza acerca de la morada del Espíritu Santo. No de forma directa y personalmente. Jesús está en el cielo a la diestra de Dios: “pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies” (Heb. 10:12-13) Cristo puede vivir en nosotros por la fe: “para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones…” (Ef. 3:17). Y sabemos que la fe viene por oír la palabra de Dios (Rom. 10:17). Así es como la ley de Cristo llega a estar escrita en nuestros corazones (Heb. 8:10). Y la vida que ahora vivo en la carne A pesar de estar muertos al mundo (Gal. 6:14) seguimos viviendo en el mundo, pero siempre como extranjeros y peregrinos (1 Ped. 2:11). La vida terrenal es temporal (Sant. 4:14; Heb. 9:27). Todos los crucificados con Cristo se preparan para la muerte física y su despedida de éste mundo. Yo la vivo por fe La fe es imprescindible para la salvación: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Heb. 11:6). La fe es más que una “creencia”, es una forma de vida (Rom. 1:16-17; Sant. 2:24). En el Hijo de Dios Debemos creer en la identidad de Jesucristo: “Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis” (Jn. 8:24). Su divinidad es el fundamento de la iglesia (Mat. 16:18). Debemos obedecer el evangelio de Cristo para salvarnos (Mar. 16:15-16). Los desobedientes no pueden ser salvos: “en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo” (2 Tes. 1:8). El cual me amó El amor es de Dios: “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor” (1 Jn. 4:7-8). Podemos ver el amor del Padre *** Por Josué Hernández www.JosueEvangelista.com 2 CRUCIFICADO CON CRISTO en la persona de Cristo: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer” (Jn. 1:18; cf. 14:18-19). El amor de Dios es la base del sacrificio de Cristo por nosotros: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Jn. 15:13). “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rom. 5:8). Y se entregó a sí mismo Cristo dejó su trono de gloria y se humilló por nosotros (Fil. 2:6-7). Cristo obedeció hasta el final: “y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Fil. 2:8). Por mí La salvación es para todos. Jesucristo vino “para dar su vida en rescate por muchos” (Mat. 20:28), vino a salvar “al mundo” (Jn. 3:16). Dios “quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Tim. 2:4). La salvación es personal: “Cristo… me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gal. 2:20). Conclusión “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gal. 2:20). ¿Podemos decir lo mismo? Si no puede decir lo mismo que Pablo afirmó, hay un problema en su vida. Hoy es día de salvación. Adaptado de la obra “Crucified with Christ”, escrita por Andy Sochor. *** Por Josué Hernández www.JosueEvangelista.com 3