TERESITA ARCE LOS HERMANOS MUÑOZ DE BARAITA CARLOS RODRIGO CUCHITA SALAZAR CARLOS REBOLLEDO AUGUSTO FERRANDO CARLOS ONETO ANTONIO SALIM MABEL DUCLOS AURORA ARANDA JORGE MONTORO ALEX VALLE MARIO VELASQUEZ RUBEN FERRANDO CAMUCHA NEGRETE RICARDO FERNANDES GUILLERMO ROSSINI ADOLFO CHUIMAN CLAUDIA DAMMERT NESTOR QUINTEROS ALBERTO SOLER HUGO LOZA VIOLETA FERREYROS GUILLERMO CAMPOS DELFINA PAREDES JUSTO ESPINOZA LEONIDAS CARBAJAL HUGO SALAZAR LUIS LA ROCA VICTOR PRADA CARLOS TOSSO MARICARMEN URETA RUTH REVOREDO RUTH RAZZETO ALVARO GONZALES LOURDES MINDREAU ETHEL MENDOZA PIWIT RECARDO COMBI PEDRO YUFRA MARGOT URETA ANA LUISA CABRERA IVONNE FRAYSINET ANA SARAVIA ATILIA BOSCHETI CARLOS CANO PATRICIA FRAYSINET RODOLFO CARRION RICARDO CABRERA HERNAN ROMERO JORGE SARMIENTO AMPARO BRAMBILLA FELIPE SANGUINETTI OSWALDO VASQUEZ FERNANDO FARRES RAUL MEDINA ELIAS ROCA FERNANDO DE SORIA SILVIA GALVEZ MAR IANELA URETA GUSTAVO MACLENAN CECILIA CAMPOS JOSE CENTURION NORA GUZMAN SONIA OQUENDO MIGUELITO BARRAZA ENRIQUE AVILES ALICIA ANDRADE ANGEL PINASCO RICARDO TOSSO FELIPE PONCIANO NERON ROJAS JESUS MORALES TAMARA BROWN ROMAN GAMEZ CESAR URETA BENJAMIN URETA ELMER ALFARO LUIS CABRERA TERESA RODRIGUEZ JOSE VILAR LUIS ALVAREZ CONSUELO GARCIA ESMERALDA CHECA TULIO LOZA TERESA OLMOS MOSSI GENSOLLEN HUGO PORTOCARRERO 1 2 RISA Y CULTURA en la televisión peruana 3 4 Risa y cultura en la televisión peruana Luis Peirano Abelardo Sánchez León Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo Asociación Civil de Estudios y Publicaciones Urbanas 5 Carátula: E l e na Gonzá le z Bi l ly Ha re Foto Cesar "El Loco" Ureta, por Raúl Sagástegui, Archivo La República. : © DESCO Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo Av. Salaverry 1945. Telé f. 724712 Novi e mbre 1984 6 CONTENIDO PRESENTACIÓN 11 DESTERNILLANDOSE: A MANERA DE INTRODUCCIÓN Y PROPUESTAS DE TRABAJO 21 I PARTE: REALIDAD SOCIAL Y LECTURA DE PREJUICIOS 39 Capítulo I: Populorum y la salita de la clase media 41 Capítulo II: Los divos: osamenta cultural 75 Capítulo III. Tulio Loza: "El cholo de acero inoxidable" 87 Capítulo IV: Román Gámez: el "Ronco", ronca 107 Capítulo V. Adolfo Chuiman: "¿Quién soy yo? ¡Papa!" 125 7 II PARTE: LA TELEVISIÓN "INCULTA" 145 Capítulo VI: ¡Señoras y señores! Pasando revista a los programas cómicos de la televisión 147 Capítulo VII: Personajes y lenguaje 175 Capitulo VIII: Los principales temas. Tres cosas hay en la vida... 219 Capítulo IX: En los corrillos del set 271 A MANERA DE COLOFÓN: 8 "APAGA Y VÁMONOS, MALDITA SEA" 301 BIBLIOGRAFÍA 313 "Un país que hace de la broma un sustituto de la rebeldía". Pablo Macera - 1984 9 10 PRESENTACION 11 12 Hay niños que crecen en la calle, limpiando lunas de los autos, escupiendo perfectamente por entre los dientes, usando la cabeza para dar el golpe preciso; los hay también en su casa, protegidos por su mamá, bañados a sus horas y despreocupados por ganarse algo de dinero; para muchos niños, como para la gran mayoría de los migrantes que vienen a Lima, la ciudad es sólo la parcela inmediata en que se desenvuelven: la cuadra, la bodega, el parque o las inmediaciones de los cerros y los descampados. Antes —y este antes se asemeja al "había una vez" de los cuentos infantiles— algunos niños podían empinarse a través de la literatura hacia otros mundos, fuera de su esfera doméstica. Hoy, la televisión ha reemplazado al viejo libro que utilizaban los padres como preámbulo del sueño. La mansión de Monterrico, la casita enrejada de Magdalena y la morada a punta de esfuerzo de las barriadas, todas, casi todas, tienen una antena en el techo. Las implacables diferencias que separan a uno de otro desaparecen momentáneamente cuando se está frente al televisor; los dibujos animados, las telenovelas, los programas cómicos, los enlatados, constituyen horas en que todos los niños de Lima miran una misma imagen, participan de un mismo sueño, anhelan un idéntico deseo. Pero esta ilusión se desvanece cuando se apaga el televisor y surgen, de nuevo, las diferencias. Nuestra infancia no tuvo televisor en casa; apenas, cuando nos despedíamos de ella, algún vecino incorporaba a su vi da diaria ese aparato en su sala: sin duda, como la máquina de escribir de un escritor, era el centro de todas las actividades. In- 13 gresando a la pubertad, muy pocos se mantuvieron leales a la radio; Sandokan, La Escuelita Nocturna, El Zorro Iglesias, fueron quedando como parte de una memoria que, definitivamente, no guardaba relación con los nuevos tiempos. Para algunos, los programas nacionales de humor fueron siempre de mal gusto, chabacanos, simples; no debían ser vistos por los niños porque estropeaban su educación. Pero el Perú, esa gran abstracción, no ingresaba a la mente de los niños sólo a través de los textos escolares y las formas elaboradas para educarlos. Dicho groseramente, Miguel Grau o "Achicoria" tenían la misma presencia y, en cierta medida, "Achicoria" les resultaba más cercano. Expresiones típicas, personajes típicos, ambientes típicos, recreados por los programas cómicos, conformaban una galería en la mente de los niños como parte fundamental de su idea del Perú. Hoy ya estamos grandes. Hemos perdido parte de nuestra inocencia y ganado mucho en recelo, una forma astuta de ser también agresivos. Pero cuando la idea, de hacer un estudio de los programas cómicos se hizo insistente, encaramos la necesidad de vencer ciertos pudores y advertencias sobre los peligros de volver a ser niños sin ser pueriles, intentando combinar la mirada que ellos tienen, siempre encandilada y que equivale en mucho a la popular, con la de los adultos, siempre desconfiada y que en este caso se resume en la del intelectual. Ambas miradas debían valer para este tipo de estudio. No podíamos tratar el humor sin la alegría y la seriedad con la que se lucha y vive por el humor, y los tremendamente serios motivos sobre los que se basa. En el desarrollo del trabajo debíamos confirmar que no sólo nos estábamos refiriendo a los programas cómicos, sino que éstos nos remitían cada vez más a nuestro país y a nuestras propias vidas. Decidimos combinar así, en lo posible, este propósito, al realizar un tratamiento del tema que cuidase el rigor formal sociológico necesario, sin descartar la intuición y las ventajas del ensayo, así como la incursión, que las palabras permiten, en la experiencia vital de los autores y de nuestros múltiples entrevistados. Este libro pretende ser de aquellos que se pueden leer por partes, empezando por donde uno elija pero está dividido en . 14 dos secciones. La primera referida a una lectura de la realidad social y de los prejuicios y estereotipos que aparecen en los programas cómicos de televisión, tal como funcionan, a cargo de los representantes de los diversos segmentos sociales que la componen y que son fuertes ente sesgados por la óptica de los sectores tradicionalmente rectores del ordenamiento ideológico y cultural del país. La segunda, a realizar un seguimiento de los programas cómicos que actualmente se propagan en la televisión nacional, en una referencia explícita y constante a la realidad que les sirve de base, los alienta y los celebra. La introducción da cuenta de los criterios y limitaciones del estudio, del procedimiento seguido para el abordaje del tema y de las principales propuestas de trabajo. De manera exprofesa, esta introducción elimina la discusión teórica sobre aquellos conceptos que utilizados implícitamente en el trabajo, resultan claves en la discusión actual sobre la orientación de este tipo de estudios en América Latina. Esto no significa rehuir la tarea del necesario avance y clarificación conceptual, ni la discusión sobre los aciertos y limitaciones de nuestra implícita manera de usar estos conceptos. La tarea debe ser retomada, queremos imaginar que también a partir de las respuestas y opiniones que merezca el avance que aquí intentamos. El capítulo I intenta resumir, a través de lo que den ominamos una lectura de prejuicios, el conjunto de concepciones que se manejan en el mundo popular urbano y que se expresan, con distintos grados de sutileza, en los programas cómicos de la televisión. Siendo el aspecto étnico-cultural elemento vertebrador de 'estos prejuicios, los siguientes capítulos (II, III, IV y V) ilustran, a manera de osamenta cultural, el papel que juegan los principales cómicos de hoy día, a quienes hemos llamado divos, con una fundamentación que enfatiza los aspectos sociológicos antes que artísticos. La segunda parte se inicia con una breve historia de los programas cómicos de televisión. Si bien ésta interesa primordialmente para la ubicación y definición del "tronco común" de los mismos, se incluye un ordenamiento de los principales programas y sus protagonistas, hasta nuestros días, con el fin de alcanzar parte de la información sobre la que nos basamos y también a manera de homenaje a muchos de los que con la mejor vena y buena gana han dado su vida a este tipo de labores, sin intención . 15 alguna de negocio. Tampoco queremos pecar de ingenuos, no, y dar la impresión de que todo este material es el más digno y representativo de la historia cultural del Perú. Pero el comercio y la utilización de los cómicos, en ocasiones alentados por ellos mismos, no debe inhibimos de reconocer el sentido y calidad de su aporte al entretenimiento y a la cultura del país. El capítulo VII ofrece elementos para el análisis de los principales personajes de estos programas a partir de la estructura y sus significaciones lingüísticas. Este es un campo para el cual estamos seguros el presente trabajo no es más que un estímulo que intentamos resulte sugerente. El capítulo VIII se refiere a tres tópicos principales y recurrentes de estos programas, a través de las relaciones que de ellos se derivan: la relación hombre-mujer, la jerarquía burocrática jefesubordinado y las que se originan en el manejo del dinero. Sin pretender extenderlas al resto de temas y situaciones que se repiten en los programas cómicos, resumen la mayor parte de las "preocupaciones" a partir de las que se ordenan los contenidos de los mismos. El capítulo IX se origina en el intento de volver a la realidad a la que se refieren los programas cómicos. Con un pie dentro de la pantalla y otro afuera, se dibujan algunas imágenes y se presentan otros tantos ejemplos para reformular el problema de la relación televisiónrealidad cultural, medios modernos de comunicación y procesos políticos y culturales. Finalmente, con el legendario estribillo de los cómicos: ¡Apaga y vámonos, maldita sea!, intentamos presentar un resumen de las principales incógnitas que nos quedan. No podemos dejar de señalar en esta introducción algo que un editor nacional señala como parte de la mejor tradición de la sociología nacional: que este libro es un trabajo exploratorio, una primera aproximación o avance sobre el tema. Y lo decimos tanto por la riqueza del mismo como por las dificultades para el tratamiento de problemas de esta naturaleza. En el futuro se debería realizar un mejor seguimiento de estos programas de televisión, especialmente en relación a sus audiencias. En esta oportunidad, señalamos la gama de expresiones culturales, de raíz popular urbana, en relación a una de sus manifestaciones más continuadas y de larga trayectoria, como son los programas cómicos. No debe resultar curioso ni paradójico que agradezcamos a los principales actores que nos han ayudado a realizar este tra. 16 bajo, si consideramos que no todo en él son elogios; pero debemos ser claros al respecto: la lectura de nuestra realidad sociocultural, sustentada en prejuicios y estereotipos que nuestra historia muestra casi inmutables, los exime de responsabilidad absoluta. Muchas personas han aportado, aun sin quererlo, al material que es aquí motivo de reflexión. Además de todos los anónimos colaboradores, debernos agradecer formalmente a Elizabeth Fox, del IDRC, por su entusiasmo, apoyo y confianza, para la realización del estudio. A Carlos Oneto, Hugo Muñoz de Baratta, Jorge Donayre, Luis Alvarez, Tulio Loza, Román Gámez, Enrique Victoria, Benjamín Arce, Augusto Polo Campos, Alicia Andrade, Alex Valle, Benjamín Ureta, Hugo Salazar, y otros actores y cómicos que sostuvieron largas y a veces accidentadas entrevistas con nosotros. A Silvia y María Blume, Alberto Isola, Hilda y Percy Urday, que generosamente nos grabaron los programas cada trimestre y/o nos prestaron sus sistemas de video para observar y analizar detenidamente los programas. A Julio Cotler, Orlando Plaza, Eduardo Ballón y Julio Calderón que leyeron los manuscritos, los comentaron, nos alentaron y nos hicieron numerosas críticas y sugerencias, a algunas de las cuales nos fue lamentablemente imposible dar mejor uso. A Elsa Bravo, Norma Remicio y María Gómez que pasaron a máquina y comentaron con nosotros muchas veces los manuscritos de este trabajo. Finalmente a Annie Ordoñez que cuidó esmeradamente la edición. 17 18 "Es el único artefacto que se ve limpio, derecho. Parece recibir solícitos cuidados para evitar su deterioro. Se ubica en el lugar central de la casa y la vida cotidiana gira en torno a él. Su desperfecto alteraría la rutina y la vida volvería a la normalidad sólo cuando pueda ser reparado. En su interior está el mundo colorido y brillante. Fuera de él todo es oscuro, sucio, feo, desvencijado. Uno de nuestros entrevistados, justificando las cinco o seis horas diarias dedicadas a la T. V., se paró y corrió un paño sobre lo que debería haber sido una ventana: `mire ¿qué ve? mierda. ¿Dónde miraría Ud. en mi caso?' ". Augusto Góngora La televisión del mundo popular. 1983. 19 20 DESTERNILLANDOSE: A MANERA DE INTRODUCCION Y PROPUESTAS DE TRABAJO 21 22 1. ¿QUE SE PRETENDE, Y POR QUE? Este libro es, fundamentalmente, el fruto de una reflexión compartida entre los autores con el objeto de entender lo que sucede en la cultura de este país cuando se entreteje con los hilos de un medio de comunicación masivo. La tarea de conocer la dinámica cultural de nuestra realidad, en relación a la creciente e importante industria de los medios de comunicación, empieza en este caso por escoger una muestra de cultura que, probablemente, sea la que menos merezca en términos comunes el nombre de tal. Sin embargo, los programas cómicos de la televisión aparecen respaldados por la observación y el análisis más elemental —como por todas las estadísticas — como las más significativa, además de rentable, producción de la televisión peruana. Los medios de comunicación, como el humor, adquieren sentido por su referencia indirecta, pero contundente, con la realidad social en la que se producen. Por esta razón, los programas cómicos de la televisión son, en el presente estudio, motivo y recurso principal para referirnos a la realidad sociocultural. Más allá del estudio de la trascendencia cultural de la televisión por sí misma, de sus recursos técnicos y su programación, es importante entender desde qué bases culturales se gestan los productos que la caracterizan. En ese sentido, el trabajo no se reduce al análisis exclusivo de estos programas, sino que incluye también los elementos sociales que están presentes en la realidad y que son reproduci- 23 dos por la televisión. Nuestro objetivo consiste en relacionar las expresiones culturales, expresadas a través de los medios masivos de comunicación, con los procesos culturales vigentes hoy en el país. Este objetivo, por su amplitud y pretensión, ciertamente funciona como telón de fondo de nuestras interrogantes y propuestas, pero de ningún modo se agota en este trabajo. EL HUMOR NACIONAL Las compañías que estudian el mercado de la televisión utilizan el término rating para designar los niveles de sintonía de la programación de los distintos canales que compiten en el medio (1). La competencia es parte del negocio y es obvio que en ella se superponen intereses diversos que a veces pueden disentir, pero que por lo general coinciden. Los rating de sintonía indican siempre que los programas cómicos son importantes por donde se les mire. Entre veinte y treinta puntos de promedio en el rating demuestran que, por más habilidad de manipulación que puedan tener quienes presionan interesadamente por mantenerlos allí, es obvio que estos programas tienen sintonía preferencial. Al margen de los rating, no es difícil constatar que el público los celebra, los comenta, los sigue. Al igual que los análisis clínicos, que muchas veces no hacen sino confirmar el diagnóstico médico hecho sobre los signos exteriores de una determinada enfermedad, los rating confirman, con cierto rigor empírico, el éxito de un programa. En todo caso, los análisis de los rating de los programas cómicos son ya un ajedrez más fino sobre la base de una garantía mínima de funcionamiento. Para este tipo de análisis interesa ya no el programa en sí mismo, cuanto qué otro programa le hace competencia y por qué razones. Pero de los datos más gruesos es posible extraer importantes comprobaciones. No todo el éxito de estos programas reside en que sean programas de humor, cuando en que sean programas de humor na(1) 24 Rating: relación porcentual entre el número de hogares que sintonizan un determinado medio y el total de hogares propietarios de dicho medio. Rating sintonía programas cómicos televisión (2) Promedios Dic. 1983 Programas Nacionales Programas Nacionales Nuevos Programas Abril 1984 Risas y salsa Tulio Loza Te mato Fortunato Humor redondo 28.00 21.00 15.00 16.00 33.00 24.00 11.00 13.00 Benny Hill Show de los Muppets Chavo del 8 Super Agente 86 Chespirito 8.00 15.00 13.00 3.00 6.00 10.00 13.00 13.00 4.00 10.00 -.-.-.- 19.00 7.00 14.00 Detectilocos Supershow del Ronco El Dedo Lo saben muy bien los programadores y gerentes de la televisión, lo confirman los rating de sintonía. Los excelentemente realizados programas extranjeros, como el Show de los Muppets y Benny Hill, no tienen nada que hacer con la sintonía de los nacionales Show de Tulio Loza o Risas y Salsa. Ni siquiera el excepcional programa mexicano El chavo del ocho, puede competir con los programas nacionales mencionados. Los peores, indefinidos y mediocres programas de risa y humor hechos en el Perú, tienen por lo menos un rating comparable a este último. Nos preguntarnos muchas veces por qué, especialmente cuando descubrimos que buena parte de los libretos de los programas nacionales vienen de afuera. Parece que un "algo" nacional procesa estos insumos, que a veces son copias directas de libretos extranjeros, y los refunde en una síntesis atractiva y entretenida para una vasta audiencia de televidentes peruanos. Es en la bús(2) Cifras redondeadas sobre la base de los rating elaborados por las entidades especializadas en estudios de mercado a disposición de las agencias de publicidad en Lima. 25 queda de este "algo" que nos empeñamos en este estudio. ¿Qué hace que el público siga mayoritariamente estos programas? ¿Cómo y por qué son entretenidos? ¿Qué pistas pueden darnos para entender quiénes somos? Quiérase o no, los programas cómicos de la televisión son también hoy un lugar preferencial donde se puede hablar sin solemnidad y con crudeza sobre el Perú. No sólo por lo que se dice a través de las parodias o comentarios que los cómicos se permiten hacer con bastante frecuencia, sino por lo que muestran de las raíces culturales de donde se originan. Este fenómeno ha ido en aumento desde que los programas cómicos nacionales adquieren una mayor independencia, tanto en los libretos corno en el peso propio de sus principales intérpretes. En la historia del teatro popular, como de la radio y la televisión, se han dado casos en los cuales el éxito especial de un autor—libretista— guionista y sobre todo de actores que han adquirido un peso propio, indiscutible, les permite hacer y decir —sin más reparos que su propia censura— un poco lo que quieran, para bien o para mal. REIR, QUIÉN HABLA DE REIR... Canta Jesús Vásquez un famoso vals, dándonos a entender que el corazón sirve más para sufrir o llorar. La presencia de los programas cómicos en la televisión, sin embargo, constituye una terca muestra del afán de hacer reír a la población como criterio fundamental del entretenimiento. En el sentir común de la gente, e incluso de los productores y programadores, lo serio, el drama o la tragedia, no son equivalentes a "pasar un buen rato"; la risa, en cambio, sí garantiza que los momentos libres sean de descanso. Al margen de consideraciones valorativas desde el punto de vista artístico, los programas cómicos de la televisión constituyen una forma de entretenimiento que resulta más o menos válida en la vida cotidiana actual. Alguna vez el teatro popular fue su equivalente, pero corno todo en esta vida, el entretenimiento se presta también a las múltiples diferencias que los hombres han establecido entre sí a lo largo de la historia. Así, hoy como ayer, no todos nos entretenemos de la misma manera, y las diferencias en este rubro entre los distintos seg- 26 mentos sociales son cada vez más complejas y sutiles. En este trabajo, perseguimos como objetivo establecer un vínculo entre el proceso de masificación del entretenimiento, a través de los medios de comunicación, y la perdurabilidad y evolución de las características sobre las que basan sus diferencias los distintos segmentos sociales de la realidad urbana. Sin duda, las sociedades contemporáneas se caracterizan por una respuesta propia: las fases avanzadas de industrialización y de transnacionalización de esta industria, han producido la masificación. El consumo masivo, que alienta consecuentemente la industria, es ratificado en realidad por todos los medios, incluso los de comunicación. Como quiera que estos medios constituyen una de las maneras principales del hombre moderno para satisfacer necesidades muy importantes y entretenerse, se han convertido —hoy por hoy, como dicen mucho los anunciadores por la radio— en el mejor ejemplo de la masificación del momento histórico que vivimos. ¿Pero cuánto queda relegado y es distinto en el camino desde lo que fuimos hasta lo que somos? No todo en el teatro popular de hoy es masivo, actual ni moderno; y, querámoslo o no, todavía el teatro, el teatro popular, es una referencia básica para en- tender estos programas. Entre lo colectivo popular de ayer y lo masivo popular de hoy hay un sinnúmero de diferencias y desbrozos que establecer. Sin embargo, éste no constituye un objetivo específico del trabajo. Nuestra preocupación está dirigida, más bien, a buscar y rebuscar los ingredientes populares que están presentes en los programas cómicos y la mutación que éstos sufren cuando se expresan a través de un medio masivo, tal como la televisión. Los programas cómicos, que son de origen popular y que continúan siendo --tal vez de modo distinto— básicamente populares, han sufrido, en distintas épocas, varios intentos de "lavadas de cara". La mayoría de estos intentos se han dado en la televisión y han terminado en una suerte de regresión hacia ciertas formas de jugar a "populachero", una especie de idéntico juego protagonizado por gente que viste mejor y se mueve en mejor ambiente, desnaturalizando sin talento los esquemas originales del género. Esta dinámica, ciertamente, nos dice mucho sobre los procesos culturales vigentes en el Perú, y es en esa dirección 27 que el análisis de la evolución de las formas de la risa nos puede ser útil para una mejor comprensión de los mismos. En cierto modo, los programas cómicos en el Perú constituyen un "hecho cultural" excepcional, una voz, casi un grito, en medio del caos en que se encuentra la sociedad peruana y que debe expresarse de diversas maneras en la esfera de la cultura. En una época de conmoción, de cambios sociales, estos programas son también de alguna manera representativos y serios en el fondo, aunque cómicos en su forma. Las peripecias urbanas de los sectores populares, la presencia cada vez mayor de los sectores medios —ascendentes o pauperizados—, la mención constante a los ricos y al dinero, son, entre muchas cosas más, reflejo de una sociedad cuyos pilares se muestran débiles. Los objetivos mencionados suponen encarar el viejo problema de los conceptos y de las palabras cuando se habla de cultura popular. Como este trabajo no tiene como pretensión principal la elaboración teórica, los términos de cultura y de cultura popular son asumidos en su expresión más generalizada, especialmente en el último caso, el mismo que es empleado para referirnos a los esfuerzos y reivindicaciones populares por mantener y desarrollar sus valores, usos y costumbres, frente a aquellos impuestos por las clases dominantes. Usualmente, estos últimos son los que traen consigo los conquistadores o colonizadores de una región, y por tanto las reivindicaciones populares aparecen también vinculadas a la afirmación y defensa de lo propio, de lo nacional, frente a lo extranjero o ajeno a la identidad popular. Esto supone que la cultura popular es mayoría, como que la mayoría son los dominados o conquistados. La idea de resistencia y de reproducción resulta, por lo tanto, inherente a la existencia de la cultura popular, al punto de constituir a la cultura es decir a las formas propias de expresarse, entretenerse y divertirse, en núcleo principal de afirmación por la vida. El tratamiento del problema de la definición de la cultura popular es asumido, así, implícitamente. Para nuestros fines resulta principal, sin embargo, recordar que la cultura popular no es un objeto fácilmente aislable para su análisis directo, porque lo popular, como se ha afirmado muchas veces desde Gramsci, no es un dato homogéneo sino que, por el contrario, se ofrece dentro de la ambigüedad y conflicto propio de los procesos culturales. Esta observación cobra mayor relevancia referida a algunos de los productos de los medios masivos de comunica. 28 ción, donde se entrelazan manifestaciones culturales de diversas procedencias para configurar realidades peculiares en las que es fácil perder la raíz popular de la que se nutren. En la dirección de reconocer las bases sociales desde donde se construyen estos programas, se originan nuestras principales propuestas de trabajo. La cultura popular se manifiesta a través de productos culturales cada vez más distintos, donde interesa tanto sus raíces como su articulación con el todo social en el cual funcionan. 2. PROPUESTAS Y POSIBILIDADES DE EXPLICARNOS EL PROBLEMA La propuesta que orienta el seguimiento de los programas cómicos de la televisión, consiste en que, de maneras distintas y con los recursos más variados, éstos reproducen y resumen —en forma disparatada, pero con una coherencia y fidelidad básica— la dinámica actual del cambio socio cultural de nuestro país. Es explicable que muchas personas no den crédito alguno a estos programas, considerándolos incapaces de poder formular algo que vaya más allá de lo vulgar y banal. Sin embargo, varios elementos contribuyen a refutar esta idea. En primer lugar, porque las características de los personajes que protagonizan las situaciones y conflictos de estos programas resumen en gran medida los 'arquetipos culturales básicos en el país. Resulta interesante y factible realizar un seguimiento de los programas a través de sus principales personajes en relación a su capacidad de representar los tipos que existen en la sociedad, su aparición, sus modificaciones, su extinción. La evolución de los personajes guarda relación con las ideas que de ellos se tiene en la sociedad y con las propias transformaciones sociales expresadas en los actores que los representan. Asimismo, la constante referencia y las sugerentes menciones que en los programas se hace de la realidad social, hace posible interpretar las imágenes y expresiones de nuestra historia, y de su condición política y cultural. Por último, porque a partir de definiciones más o menos propias de los principales personajes, todos los segmentos sociales representados aspiran a un mismo objetivo superior y común: prevalecer sobre los demás y encarnar la peruanidad como valor supremo. Como consecuencia de esta perspectiva de trabajo, la lectura e interpretación de los programas cómicos no puede agotarse en sí misma, como tampoco pretende explicar la realidad al margen . 29 de los múltiples condicionantes que la constituyen. La dinámica sociocultural en el país, teñida por prejuicios que en su gran mayoría se originan en la justificación de un ordenamiento social determinado, es un complejo objeto de análisis en el que se articulan elementos culturales muy dispares. El orden social político y cultural, que se manifiesta en una escala jerarquizada, tiene elementos comunes para el manejo de estos prejuicios por los diferentes segmentos sociales. Los programas cómicos de la televisión recogen y elaboran los estereotipos que funcionan en la realidad, estableciendo una relación que confirma la validez y el peso de los prejuicios que sustentan, sin por esto dejar de mostrar, de alguna manera, las diferentes imágenes propias a través de las cuales cada uno de estos segmentos se asume socialmente con mayor libertad y espontaneidad. Nuestra propuesta reposa en que Lada vez más, la lectura de la realidad peruana se expresa a través de esta yuxtaposición de imágenes que da cuenta de una trama imbricada, donde lo dominante y lo dominado pasan a formar parte de un todo mucho más complejo, en buena parte debido al peso homogeneizador de los medios de comunicación. Así, los programas cómicos constituyen una lectura del ordenamiento social vigente en el país donde se intenta escudriñar en las imágenes originadas en los lugares comunes de todo el sistema social y aquellas que provienen de segmentos o grupos específicos, analizando cómo se confrontan mutuamente a partir del escape que permite la risa. Como correlato de la formulación anterior, el trabajo es en principio una lectura de prejuicios y estereotipos en la cual se Mezclan e intercalan los que existen en las audiencias (en la sociedad) en los realizadores y los cómicos (en los programas), e incluso tal vez en los autores, articulados desde la óptica que ha prevalecido en la historia del país, la del conquistador en sus diferentes versiones. Se indaga, a la vez, sobre las alternativas a estos prejuicios propuestas por los representantes de los distintos segmentos populares que acceden a los medios de comunicación a través de la necesidad de la risa. La preocupación de fondo de este trabajo y que amerita un desarrollo más amplio en el futuro, está en la interrogante sobre las formas en que se da la presencia de lo popular en los grandes medios de comunicación. Este caso circunscrito a los . 30 programas cómicos en la televisión, nos conduce a una reformulación pragmática de la idea generalizada y romántica de que la cultura popular en el Perú se refiere a lo andino, a lo rural, a lo "puro" y "bueno". Nada nos garantiza que la cultura popular tenga algún grado de pureza frente a los llamados "males de la sociedad". De hecho, la cultura popular en el Perú está hoy casi por completo contextualizada y condicionada por la ciudad. La ciudad se expande a través de los medios de comunicación, pero también se "andiniza" con la presencia concreta de los migrantes que llegan de provincias. Toca a la ciudad contextualizar las circunstancias y las peculiaridades del mundo popular, responsabilidad que se expresa a través de los personajes populares de la radio y la televisión. Cuerpos narrativos de la cultura presentes en los medios se estructurarán temática y formalmente sobre un contexto urbano, cuestionando el esquema clásico de la manipulación y el manejo maquiavélico de los valores de las culturas nativas, que determinó muchos estudios de comunicación en la década pasada en América Latina. Un primer avance sobre este esquema se produjo a partir de la constatación antropológica de la resistencia cultural. No todo es dominación, también hay resistencia. El Perú es en este sentido, además, un terreno vasto y vivo para estudiar las múltiples formas de sobrevivencia de patrones culturales, anteriores a la llegada de los españoles y que, a través de diferentes formas de sincretismo, se mantienen vivos. Pero la defensa de la llamada cultura popular apareció también muchas veces, como una nueva forma de oposición entre sectores hegemónicos y de resistencia, idealizada y representando la vocación por un orden social justo y de compromiso con los sectores populares secularmente oprimidos. Frente a esta nueva forma de explicitación del conflicto incuestionable, se establece también la necesidad de una superación en el concepto de cultura popular que no lo reduzca a los límites más obvios de dicho conflicto. Pensamos que no todo en el campo de la cultura popular se explica por esta oposición. Hay terrenos donde la cultura popular no es perceptible exclusivamente por su antagonismo a la cultura hegemónica o incluso se encuentra incrustada en ella. 31 Necesariamente presente y articulada en los medios de comunicación, por ejemplo, resulta obvio que no todo en la cultura popular es resistencia a la presión hegemónica de los sectores dominantes. La cultura popular no es, por lo tanto, tampoco necesariamente revolucionaria o exclusivamente alternativa, especialmente cuando, contextualizada en la ciudad, accede a la masificación cargando con todas las consecuencias. ¿Qué hay de popular en la T.V.?, es una pregunta clave para el propósito de este estudio y puede ser formulada de distintas maneras. Ella parte prácticamente de una hipótesis que no exige mayor demostración y que, por tanto, tomamos aquí como un axioma. Esto es, que al margen de la definición analítica y la especificidad de la llamada cultura popular, lo que interesa es el análisis de la cultura como tal y de las maneras cómo se constituye en los medios masivos de comunicación, a partir de los valores, usos y costumbres auténticamente sentidos por las clases populares. Al separarse de sus primeros sentimientos indigenistas, José María Arguedas abogaba por la superación de la añoranza y el deseo de recuperación de la pureza del legado cultural indígena y propugnaba, cada vez más, el seguimiento de esta nueva cultura mestiza, sin dejar de admitir, según anota Ángel Rama, inquietudes y suspicacias frente a los distintos roles que los mestizos cumplen en uno y otro bando, sin comprometerse moralmente con ninguno (3). A veces parecerá exagerado preguntarse por la presencia popular en los grandes medios de comunicación modernos. Sin embargo, no lo es. De muy diferentes maneras la radio y la televisión han constituido a lo largo de su historia en América Latina una serie de espacios de expresión de valores y usos populares, básica y principalmente en relación al entretenimiento. La herencia europea ha sido clave para definir las formas de expresar sus intereses, pero el aporte original para la formación progresiva de una cultura distinta no es despreciable. En este terreno es muy difícil separar el trigo de la paja y así resulta imposible hacer un claro deslinde listando los valores o el . (3) 32 Crf. ARGUERDAS, José María... Formación de una cultura nacional indoamericana, Siglo XXI Editores, México, 1975 y 1977. Selección y prólogo de Ángel Rama. aporte popular de la cultura española, por ejemplo; como sería absurdo intentar un listado de diferencias precisas entre aquello que es popular frente a lo que no lo es. En la televisión, se hace evidente un complejo cultural de origen diverso y múltiple, que es sin embargo necesario desbrozar para empezar a entender el problema. A pesar de que no se ha realizado un sondeo exhaustivo de la audiencia de estos programas, es posible constatar la actitud de "guardar distancias" frente a ellos en ciertos sectores urbanos con educación media. Es casi un lugar común señalar que la vulgaridad y la simpleza de los personajes cómicos de la televisión no son dignas de consideración, a pesar de su éxito de sintonía. Al igual que las telenovelas, que tienen su público en las amas de casa, " en los enfermos y los ociosos", para lo que algunos entrevistados definen como una ideología moderna, educada y racional, los programas cómicos son relegados a la condición de pan fácil y barato para el populacho. Nuestra propuesta de trabajo nos lleva, sin embargo, también a relativizar esta opinión: el paulatino desplazamiento de las ambientaciones populares hacia los sectores medios urbanos, representados así, como antaño los populares, a través de personajes y situaciones preponderantes, nos hace pensar que la audiencia de estos programas no estaría conformada exclusivamente por lo popular, sino también en gran medida, y gracias a una paulatina presencia de personajes que los hacen sentirse representados, por los sectores medios. La hipótesis que de aquí se deriva consiste en que los personajes de mayor raíz cómica son los que menor estabilidad social tienen; la movilidad social —ascendente o descendente— alrededor de la idea de pertenencia a "la clase media" es lo que motiva la mayor risa, a pesar de la angustia o el nerviosismo propios de los personajes que buscan consolidar una posición en ella. Los blancos de la clase alta y los indios de la sierra, ausentes prácticamente en estos programas, tampoco los ven. Así, doblemente ausentes, darán risa sólo en sus referencias indirectas, mientras los sectores medios, en la heterogeneidad que les es propia, buscan una identidad social política y cultural con una vehemencia fácilmente susceptible de sátira y risa. El desarrollo de este estudio muestra también cómo, en otro nivel, los representantes de la comunicación masiva popular y 33 los intelectuales en el país, se miran mutuamente. No podernos negar que las denominaciones para señalar estos interlocutores tienen un contenido muy grueso, pero lo podemos ejemplificar a través de las formas en que el mundo académico aparece en estos programas y cómo los intelectuales opinan y juzgan acerca de los cómicos. Los prejuicios contra lo popular masivo presente en la televisión no han sido, ni son, patrimonio de los sectores conservadores o de derecha. En los sectores progresistas o de izquierda puede encontrarse el mismo rechazo y actitud etnocentrista. Además, porque la sátira que en ellos se hace contra la solemnidad de la política los ha tocado fuertemente y porque los programas cómicos son también un medio de combate político y el macartismo suele ser una de sus características. Debe verse aquí que la actitud frente a lo cómico popular y masivo no depende de la línea política o ideológica y que, por lo general, los distintos grupos políticos han hecho caso omiso del problema que su tratamiento supone, reduciéndolo a la esfera de lo doméstico o personal. Al respecto, es interesante indagar, también, qué sucede al revés; es decir, qué piensan los cómicos de la televisión sobre los intelectuales y la denominada cultura "culta". Si bien la actitud básica es de exagerado respeto, en el que se mezclan la admiración con el desconocimiento, la condescendencia reciente por parte de los intelectuales, con una disposición más democrática y moderna, trae consigo una actitud similar por parte de los cómicos. Así como ya no resulta raro ver, por ejemplo, a un escritor participando en un programa de corte popular, saliendo de su castillo de seriedad intelectual, tampoco resulta raro que un cómico construya otra imagen del intelectual, más cercana al común de los mortales. A pesar de la vigencia de esta brecha entre los dos mundos y sus expresiones, debemos reconocer que un poco como los islotes culturales que tipifican a nuestro país hasta hace dos décadas, éstos empiezan a mirarse. Si bien no se entienden y no se quieren del todo, y desconfían mucho mutuamente, ya saben que existen. Un intelectual puede hablar sobre cómicos y programas de televisión y estos últimos saben de la existencia de escritores e intelectuales. Esta relación se ha visto enriquecida por la creciente aparición de algunos intelectuales en medios . 34 de comunicación; éste es el caso de la televisión, donde antes no ingresaban, ya sea porque su status no guardaba relación con las exigencias del medio o porque los mismos intelectuales la miraban por sobre el hombro, considerándola muy por debajo de sus preocupaciones. Por último debemos señalar que pocos recursos existen en la actualidad que vinculen, como la televisión, la vida cotidiana con la gama de problemas que usualmente eran tratados por otros medios, permitiendo, de ese modo, eliminar progresivamente la frontera que separaba drásticamente lo "culto" de lo "popular". 3. COMO ENFRENTAR ESTE TIPO DE PROBLEMAS Desde el punto de vista metodológico, el presente trabajo resume información obtenida por un conjunto de procedimientos aplicados de manera bastante abierta y heterodoxa. Nuestro interés por el estudio de la realidad cultural, a partir de aquellos aspectos indiscutiblemente populares que tienen una presencia masiva en la televisión, ha requerido de una aproximación que combinase una serie de recursos. El primero, y en muchos casos el principal, ha sido la entrevista abierta con muchos protagonistas de los programas cómicos de la televisión, sobre cuyas opiniones, juicios y comportamientos —dentro y fuera de la pantalla— se teje gran parte de la trama argumental que fundamenta nuestras propuestas de interpretación del universo cultural en el que la televisión funciona. Aunque también se ha entrevistado a libretistas, directores y productores con este propósito, el énfasis de este seguimiento ha sido puesto en los actores, atendiendo. tanto al análisis de su rol personal, como al de los personajes principales que interpretan. Desde el último trimestre de 1982 hasta el primero del pre sente año, hemos sido asiduos y atentos telespectadores de programas cómicos, sobre la base de una devoción fomentada en función de nuestro objetivo. Pero si bien hemos atendido a estos programas durante todo el período de estudio, el análisis más detallado —como la utilización de los ejemplos que se citan— corresponde principalmente a grabaciones de los programas correspondientes a las últimas semanas de cada trimestre. La ubicación e intento de definición de los personajes que apa recen en los programas cómicos de televisión, el seguimiento de 35 su comportamiento en situaciones específicas recurrentes, su actitud frente a los problemas principales que deben resolver en su vida, la peculiaridad de su lenguaje, son los criterios del ejercicio analítico que se ha hecho tratando de establecer constantemente una analogía con la coyuntura y el devenir cultural en el que vivimos. Las largas sesiones en las que veíamos repetirse una y otra vez ocurrencias y chistes de personajes y situaciones ya muy conocidos, en las que ordenábamos el conjunto de elementos que componen estos programas, ha favorecido esta analogía imperfecta pero sugerente. La depresión que ella nos produjo muchas veces no eliminó, sin embargo, la sonrisa y aún la carcajada. La lectura y análisis de los guiones de los programas más representativos ha sido otra de las vetas de indagación sobre este fenómeno. Pero el aspecto más claro que queda de los mismos es que constituye un mero referente —y de ninguna manera el principal— para el espectáculo que finalmente producen los cómicos y que guarda una relación directa con la realidad social y cultural a la que aluden. Muchos de los temas, personajes y situaciones de estos guiones tienen un enorme parecido con sus similares extranjeros, pero éstos tienen una aceptación ostensiblemente menor del público, tal como se desprende del cuadro de sintonía presentado. Por esta razón, el seguimiento analítico ha puesto mayor énfasis en el desarrollo personal que de los guiones hacen los cómicos, que es, en definitiva, donde está presente buena parte de la materia cultural a la que se refiere este estudio. Los guiones, por otra parte, nos han mostrado la recurrencia permanente y válida más allá de los límites de este análisis, de temas, situaciones y personajes que usan los cómicos como punto de partida de su ingenio y creatividad. En este campo podría pensarse, como en realidad piensan algunos productores de televisión, que "no hay nada nuevo bajo el sol". Viejísimos libretos de sainetes y juguetes españoles e italianos son lugar de referencia obligada de los libretistas modernos, que funden y refunden las viejas tramas para actualizar pretextos sobre los que cómicos con talento puedan dar vida a un espectáculo. Un rastreo histórico elemental ha sido consecuencia de la necesidad de entender mejor las fuentes del quehacer de los cómicos populares, desde la época de los teatros y la radio hasta la televisión. Este esfuer- 36 zo es, sin embargo, simplemente indicativo de un campo de investigación a ser cultivado en el futuro. Finalmente, la atención a las reacciones y juicios del público ha sido una vertiente importante para completar y configurar mejor nuestras propuestas. Si bien no hay aquí una presentación explícita de la actitud de los distintos sectores o segmentos sociales sondeados de manera informal por nosotros, gran parte de los juicios y propuestas de este trabajo se derivan de entrevistas con entusiastas espectadores de estos programas. Un análisis de audiencias más ambicioso aportaría elementos de entendimiento e interpretación de los procesos culturales, tal como se muestran a través de uno de los canales más importantes de socialización de los pobladores urbanos. Los niños, como los migrantes, tienen, a través de estos programas, una de las mejores vías para aprender cómo se sobrevive en las ciudades del Perú, sobre todo en su capital. 37 38 I PARTE: REALIDAD SOCIAL Y LECTURA DE PREJUICIOS 39 40 CAPITULO I POPULORUM Y LA SALIDA DE LA CLASE MEDIA 41 42 "El concepto de raza adquiere en el Perú un contenido que no es biológico strictu sensu, porque tiene ingredientes económicos y culturales. Pertenecer a un grupo étnico implica ya una posición en la sociedad, arriba o abajo". Luis E. Valcárcel. Ruta Cultural del Perú. 1945. 43 44 1. LIMA ES EL PERÚ En un país mestizo como el Perú, traumatizado por la conquista española y que no ha consolidado los elementos necesarios para construirse como nación, los tratamientos de índole étnico cultural suelen ser complicados. Nada mejor que un programa cómico de televisión para demostrarlo. En este capítulo vamos a preocuparnos en mostrar cómo es que aparecen los distintos tipos raciales en la sociedad peruana, especialmente urbana, vinculándolos a un modelo cultural común: el ser criollo. Esta aproximación toma en cuenta, sobre todo, la imagen que cada segmento étnico cultural tiene de sí mismo y de los otros. En una sociedad como la nuestra, en la cual los prejuicios y los estereotipos raciales se multiplican, es importante resaltar el hecho de que estas "miradas culturales mutuas" parten del modelo que la clase dominante, blanca de piel, traslada al resto de grupos y clases sociales. En la pirámide social, el color de la piel y las mixturas cobran valor, pero, sobre todo, la manera de entenderse, ubicarse y compararse, parte de la lógica de los que se hallan arriba: el cholo, el zambo y el negro harán suyo —en este nivel de los estereotipos— lo que los blancos piensan y valoran (positiva o negativamente) de los cholos, los zambos y los negros. Es importante hacer explícito al empezar el tratamiento de estos problemas, que los programas cómicos de la televisión han favorecido siempre a la ciudad para contextualizar las circunstancias y sus personajes de humor. No existe ningún pro. 45 grama de este tipo que haya escogido para su representación a la provincia o al campo, como personaje significativo a un campesino o a un indio, sea de la sierra o de la selva peruana. Si bien la complejidad del país se ve de ese modo reducida, el lugar ideal para estos programas es la ciudad de Lima, nuevo ombligo del Perú, terreno natural de los criollos, que el desarrollo de nuestra sociedad ha convertido en el hervidero de las expresiones culturales más variadas. Lima propicia la presencia de personajes disímiles que encuentran en ella vigencia, como es el caso del provinciano-serrano, del cholo, del zambo, del mulato, del negro, del chino y del blanco. Lima es el lugar escogido donde suceden todas las situaciones de humor, todos los sketches cómicos de la televisión, porque esto es garantía de éxito. Situar una circunstancia en la provincia, en el campo o en un caserío de la selva, significa no estar con los tiempos ni con las situaciones que motivan tensión o humor, pues en ellos no se reflejan las peripecias por las cuales pasa la gran mayoría de los tele-espectadores. En todo caso, tratar sobre Lima es tratar también, y a veces especialmente, sobre los provincianos: Lima es el gran horno de actualidad, conflicto y cultura. Si se trata de provincias, se trata de Lima: a los serranos, pero en Lima; a los "chontriles", a los cholos de la sierra, pero siempre en relación a los criollos nativos, populares como los zambos, y a los sectores medios. El famoso mosaico racial del que nos han hablado los antropólogos como esencia visual del país, encuentra así un denominador común en la ciudad de los programas cómicos de la televisión. Lima es el campo fértil para el humor que se-inspira, principalmente, en los programas que suscita la integración de los distintos segmentos sociales en este universo, la supervivencia y la reproducción en la ciudad. La heterogeneidad de la urbe, la convivencia conflictiva de diversos grupos y clases sociales, azuzados por las diferencias raciales, en un enorme espacio que incluye tanto zonas consolidadas como baldías, se pueden expresar a través de una amplia red de comunicación de masas, incluyendo, por supuesto, a la televisión, que permite la "integración visual", una supuesta homogeneidad de los distintos grupos sociales que la conforman. 46 Como ejemplo, Pedro Camacho, el personaje de la novela La tía Julia y el escribidor de Mario Vargas Llosa, percibía claramente el problema cuando graficaba los distintos barrios de la ciudad de Lima, para conocer la distribución espacial de los distintos segmentos sociales que la componían con la finalidad de poder emitir sus mensajes, tipificando, previamente, a su audiencia. Pero Camacho había aislado su audiencia a través de círculos rojos que marcaban los disímiles barrios de Miraflores y San Isidro, de La Victoria y El Callao. Se preguntaba, por ejemplo: ¿San Isidro es un barrio de Alto Abolengo, de Aristocracia Afortunada? De este modo, según su criterio, a Jesús María le correspondería -dentro de su estratificaciónel título de Me-socracia Profesionales Amas de Casa; a La Victoria y El Porvenir el de Vagos Maricones Maleantes Hetairas; al Callao el de Marineros Pescadores Zambos; y al Cercado y El Agustino el de Fámulas Operarios Labra-dores Indios. Esta caricatura de Lima, por imágenes sociales y culturales, resulta significativa, pues parte de una constatación empírica de cómo el común de los ciudadanos concibe que está distribuida la población. Esta caricatura remarca las diferencias, pero señala de qué manera Lima concentra diversas procedencias socio culturales del país: el abolengo rancio, las migraciones de fortuna, las clases medias, los zambos y los indios. De ello se deriva de antemano que los programas cómicos de la televisión privilegien el mundo popular vía el zambo (Callao, La Victoria), al indio—cholo (por las barriadas) y a los sectores medios (Jesús María). En estas zonas viven los personajes principales que suben a escena y constituyen la trama sustancial de su humor. Tulio Loza, por ejemplo inicia su carrera artística desde la barriada con su cholo provinciano bajo el brazo incorporándose luego a la ciudad tradicional. Los sketches del programa Risas y Salsa privilegian a los criollos nativos, a los zambos y a los blancos, a través de las actuaciones del "Ronco" Gámez y de Adolfo Chuiman, de Antonio Salim y Alex Valle. Por último, el fallido show de Rulito y Sonia y el reciente-mente suspendido Te mato Fortunato incorporan lo supuestamente blanco y sofisticado. Los programas cómicos de la televisión resaltan las diferencias sociales fundadas en la raza y sus condicionantes culturales de 47 } manera excepcional. La ocupación y la clase aparecen siempre como una consecuencia. “¡Que tal raza! ", diría Tulio Loza. Esto puede encontrar su explicación por el uso cotidiano y la reproducción vertiginosa de este estereotipo profundo, que prolonga y acentúa las diferencias sociales expresadas en principio a través de los rasgos físicos. El lenguaje popular es rico en matices para señalar el grado de integridad e identidad que guardan los miembros de cada segmento étnico cultural. En el país, "cuñao", los blancos son los "firmes", los que la llevan. En el país, "paisa", los serranos, los provincianos, somos los de verdad. En el país, "familia", los negros somos los bacanes. Y en el país, "cholo", los cholos somos el Perú. A partir de estas expresiones, es posible recoger de las intervenciones explícitas de los cómicos la idea de que cada uno de ellos se propone como el símbolo de la nacionalidad, que encarna una raíz y tiene el grado suficiente de solidez para reclamarse como el espejo en el cual se refleja la gama, el mosaico racial peruano. Pero, frente a esta idea, se contrapone la figura del criollo como elemento vertebrador de las diferencias sociales y raciales. Este concepto, que no ha merecido todavía un tratamiento sistemático e integral, y que se usa más como estereotipo que como categoría sociológica, nos será útil para ver cómo cada uno de estos segmentos lo utiliza a su manera, para poder ser reconocido y valorizado en el conjunto de la sociedad urbana. La idea de lo criollo es recogida, posteriormente, por los principales actores divos de estos programas, que moldeando a sus personajes como representativos de un segmento social específico, se proponen luego como válidos para el conjunto de la sociedad por su capacidad de funcionar como criollos. 2. ESE FISICO POPULAR La programación de la televisión en general hace evidente que lo popular en el Perú se filtra, irremediablemente, por lo menos en primera instancia, por las connotaciones raciales de sus miembros. No se concibe un origen popular si se es blanco, aunque este sea real; necesariamente, como condición previa, se debe ser cholo, negro o zambo. Estos tres componentes étnicos garantizan que se es popular. Un blanco causa extrañeza o desconfianza cuando se introduce en un barrio popular. Sin duda, . 48 es cuestionado: es visto como un intruso, de igual manera que un cholo, un negro o un zambo si irrumpiera en los salones de la alta burguesía (4). IDENTIFICACION La mayoría de los actores de los programas cómicos populares de la televisión nacional provienen de los sectores populares o de los estratos bajos de la pequeña burguesía. Esto permite, entre la audiencia, una primera identificación popular y los mismos actores cómicos de la televisión harán explícita constantemente su extracción social expresada a través de sus rasgos físicos. Un recurso de identificación consiste en anteponer a su nombre su característica física o utilizarla como apodo. Así, por ejemplo, los principales actores de la televisión son reconocidos por ese rasgo: el Cholo Tulio Loza, el Zambo Ferrando. la Gringa higa. el Cholo Leonidas Carbajal. el Negro Gutapercha, el Negro Tribilín. Estos ejemplos hacen evidente la asociación que existe entre un actor determinado y el rasgo físico que lo particulariza. A su vez, este elemento racial le permite asociar. aún más, su nivel socio-cultural con un grupo social determinado, de un modo de vida que se desprende de lo anterior, de un modo de pensar. de actuar, de responder socialmente. Los actores cómicos funcionan casi como el tipo ideal, el modelo de conducta a seguir, y desarrollan, sobre esta base todas sus características. El humor que se practica en los programas cómicos responde también, en gran medida, a la vinculación que existe entre lo popular y lo racial. Esta característica física, necesario sustrato de lo popular, es casi como un carnet de presentación. El "Ronco" Gámez puede repetir las veces que quiere en sus en(4) "En general todos los futbolistas venimos del barrio —dice Roberto Challe— y ahí es donde se ve que el Perú tiene buen fútbol. Lo que pasa es que nuestra gente es mestiza, ve un gringo y por ser gringo ya cree que tiene plata. Aquí el blanquito no puede parar con los negritos, el blanquito, que se vaya a Miraflores, eso se cree. Pero yo he convivido mucho tiempo con todos mis compañeros jugadores y todos hemos sabido respetarnos... Lo que pasa es que es difícil contentar al público. Sucede lo que decíamos sobre los gringos. Si eres negro, no gustas porque eres negro y si eres gringo porque eres gringo. Acá tienes que ser mezclado." QueHacer, No. 16, DESCO, Lima, 1982. 49 } trevistas, por ejemplo, que de chico era pobre, pues es casi lógico que un zambo en el Perú lo sea. Un blanco puede hacer la misma afirmación, pero estará sujeto a una eventualidad, a un caso visto como extremo. Será uno de los que el "Ronco" Gámez denomina "gringos misios", herederos de migrantes empobrecidos excepcionalmente y por sorpresas del destino, que terminan afincados en un distrito pobre e incluso en un pueblo joven. Estos programas de gran audiencia en los sectores populares urbanos sirven para mostrar, sin pudor, las caras del pueblo. La burguesía peruana lamenta que nuestro pueblo sea tan feo, a diferencia del chileno o el argentino; por suerte histórica, enfatizan, los españoles no encontraron allí indios o los barrieron, y se produjo, luego, una avasalladora inmigración italiana o alemana. El Perú, dicen por lo general, es como México, ¡pobres!, con mucho petróleo pero con mucho indio. Pero a pesar de esto, el pueblo —especialmente el de la gran ciudad— sabe que si quiere sobrevivir y afirmarse tiene que mostrar la cara, y por esto se siente identificado con los actores que lo hacen por él en estos programas. Esta identificación racial parece ser exclusiva de los programas cómicos y tal vez, aunque en menor medida, de aquellos programas en los que explícitamente se ensalza la fuerza, la inteligencia y el éxito de un determinado personaje con caracteres raciales precisos. Pero estos programas son la excepción. El triunfador —y la risa es un mecanismo para ser un triunfador aún en las peores circunstancias— pone muy en alto el color social de su raza. Más aún, la condición de quien nada tiene que perder hace que el cómico se entregue a la lucha por triunfar con todos los recursos de la comicidad, desde la picardía y la gracia, y aún con la lisura hasta el límite de la grosería, en un medio que tiende desde su organización de base a negarle este derecho. Por el contrario, este fenómeno no está presente, por ejemplo, en las telenovelas, género donde por lo general, el respeto pudoroso a la legitimidad de la raza blanca prevaleciente es casi una necesidad y un punto de partida. VERACIDAD La procedencia social de estos actores, además, permite dar veracidad a la función que cumple su personaje. El público cree, verdaderamente, lo que sucede, asociando con facilidad el físico 50 (del actor) con la acción (que cumple el personaje). El aspecto físico otorga una mayor consistencia y resalta, a través del humor, los aspectos sociales que se quieren evidenciar. No es curioso o accidental, por lo tanto, que se asocie lo popular a lo racial en la medida en que cada actor acentúa sus rasgos físicos y alienta un personaje cuyas acciones son coherentes con las de la vida diaria. Entre los actores no existe uno solo que represente el papel del burgués y tenga para ello los rasgos físicos y los modales que funcionen como respaldo material y veraz a su actuación. Sí existe, en cambio, la parodia sobre los sectores medios a través de actores secundarios, que representan esos roles en tono de sátira o burla. En estos programas no tiene cabida el humor en base a sutilezas propias de los salones aristocráticos. Llana y sencillamente, la burguesía peruana no aparece en estos programas. Solamente las actrices representan ocasionalmente roles estelares de clases acomodadas y, por esta razón, los principales personajes de este sector social suelen ser femeninos. Estas actrices son, por lo general, mujeres jóvenes y atractivas o mujeres que fueron guapas y hoy son de mediana edad y físico llamativo: sus personajes exageran abusivamente su gordura, sus rubios de peluquería, su voz altisonante y chillona. Sin embargo, resulta sintomática la relativamente reciente ambientación de estos programas en la clase media baja urbana, utilizando para ello decorados y estereotipos, adornos y vestidos que son representativos de los empleados, de los burócratas o de sus mujeres. Generalmente en los sketches hay un sofá aterciopelado o cubierto con un plástico y dos cuadritos al costado, unas Meninas de Velásquez y una bailarina de Degas, o un par de cisnes en un lago de celeste intenso con marco dorado. En estos ambientes surge, eventualmente, la presencia popular, ya sea a través de la doméstica, el mayordomo o de un mensajero desconcertado. A veces surge por la irrupción violenta del orden público en el personaje de, un policía, o más a menudo por unos ladrones: " ¡rateros, rateros!", grita una señora gorda, y éstos aparecen: con barbas de días, gorra, polo de presidiario, cigarrillo en la boca, casaca de cuero, con un hablar entre grosero e impositivo. El aspecto físico, básicamente popular que caracteriza a estos programas, no se limita ya a los lugares típicos de los pobres en 51 } la ciudad: barriadas, tugurios, callejones. Al contrario, lo popular tradicional cede parte de su lugar en los sets a los ambientes de la pequeña burguesía. UN EJEMPLO: ARRIBANDO EN ESTILO: "TE MATO FORTUNATO" La ambientación original de este programa fue en el Country Club de Lima, un hotel decadente y aún elegante, usado tanto por turistas gringos y despistados corno por la Federación Peruana de Fútbol para que la selección nacional se concentre. Allí aparece el personaje el Padrino (Jorge Montoro) con un atuendo que responde a los años de oro del hotel: una sarita, un "bastón", un terno veraniego, flor en el ojal. Las ambientaciones interiores tendrán una mayor sofisticación: cuadros abstractos en lugar del cisne en la laguna turquesa (color que subyuga a los habitantes de Pueblo Libre), mesitas de vidrio en la sala, sofás modernos (obviamente el programa ha logrado un canje publicitario con una firma de peso en el ramo), alfombras que no quieren ser colombianas imitación persa; en los exteriores se privilegian los cafés tipo Haití, aunque sea el del centro, restaurantes con mozos de blanco y corbata michi, nada de desarreglados, teléfonos para disculparse ante la esposa e invitar a la amante. Los personajes son de cuello y corbata. Las mujeres, bien asesoradas, han dejado la estridencia de un lado. Se comportan como una dama, sí, una dama. Definitivamente: " ¡estamos arribando!" dirían los productores del programa. 3. DINERO, ESE PODEROSO CABALLERO, Y ORIGEN SOCIAL DE LOS ACTORES El cambio de ambiente —de lo provinciano popular urbano a los sectores medios— que es posible detectar en estos programas, está en relación al ascenso social de muchos de sus principales actores. Existe, de ese modo, una asociación entre el actor y sus personajes: su nueva situación social implica también concepciones distintas para sus personajes, una evolución paralela, envueltos todos en acciones que corresponden a otros ambientes. Si bien es claro que la procedencia social de los actores có micos de la televisión es fundamentalmente popular. su modo . 52 de vida por razón de sus ingresos, corno por el conocimiento y el prestigio que adquieren en la profesión se asemeja más, en algunos casos como una caricatura forzada, a la denominada clase media acomodada, es decir, a los llamados sectores medios instalados en las más saludables zonas de la ciudad. La mayoría de los cómicos considera que Augusto Ferrando es de clase alta. un millonario que se da todos los lujos y satisface todos sus gustos. Por más que Ferrando declare que nació en una caballeriza —quizá sea una metáfora por su afición a la hípica— y que fue, inicialmente, muy pobre, ninguno de sus colegas duda en considerarlo como el más adinerado de la profesión y. por eso, un zambo de la clase alta. La visión que tienen los cómicos de sí mismos y de sus colegas es muy particular y subjetiva, pero no por ello menos importante. Afirman que representan al pueblo, al po-pu-lo-rum. y por esta razón saben que venden una imagen. necesariamente cercana a lo popular. El "Ronco" Gámez dice, por ejemplo, que Tulio Loza y Augusto Polo Campos no son ya del pueblo, no viven con el pueblo; pero que por criterios comerciales no pueden expresar su conducta social distinta a la de los sectores populares. El caso de Tulio Loza es singularmente útil para ilustrar el problema. Primero, porque es un provinciano que procede de una familia cuya pobreza es relativa si la comparamos con el atraso económico y social de Abancay, capital del departamento de Apurímac. uno de los más atrasados del país. La pobreza provinciana de Tulio Loza, que vivió sus primeros 18 años en Abancay, se expresa en una relación muy cercana con los pobres: compañeros de aula, amigos. domésticos. y en el limitado ingreso de su padre. funcionario público de rango menor, con más de diez hijos que mantener. Tulio Loza, sin embargo, es el único que ha seguido estudios universitarios —en la Universidad de San Marcos— y uno de los muy pocos que tiene una biblioteca personal en su casa; biblioteca formada por libros de chistes, pero biblioteca. Tenemos así que mientras Augusto Polo Campos hace una apología de su ignorancia y el "Ronco" Gámez jamás va a es pectáculos teatrales o al cine, Tulio Loza es una persona "for mada". Del mismo modo, en la concepción del "Ronco" Gá mez, Polo Campos es una persona que si bien nació en Puquio 53 y creció en el Rímac no es del pueblo, porque es de "cuna de oro", y es una persona culta porque es capaz de hacer humor por escrito, o sea, de escribir libretos. La valoración que se tiene en los sectores populares de la capacidad de expresarse con la escritura es enorme, y es siempre garantía de inteligencia y formación, aunque el "Ronco" ignore que Polo Campos, aunque escriba, confiese que nunca leyó un libro. El desfase que existe siempre, a pesar de estos comentarios entre la pobreza inicial y la riqueza posterior (5), de acuerdo a los casos, permite explicar dos hechos importantes. Primero, la necesidad y la convicción personal de estar vinculado siempre a su origen social como requisito de éxito. Tulio Loza es muy claro cuando dice: "yo tenía que conquistar a los cholos provincianos de Lima, tenía que representarlos". Con el mismo criterio el "Ronco" Gámez afirma que su público, su "mancha", es el pueblo, los pueblos jóvenes. Y, segundo, la valoración de lo económico como único criterio sustancial a partir del cual podría cuestionarse la diferencia entre su origen y su estado actual. En este sentido, Tulio Loza es otra vez claro: "el dinero es el canal de ascenso social más importante, incluso capaz de romper las barreras raciales que existen en el país". Este tipo de planteamientos nos lleva a hacer evidente el avance vertiginoso de los sectores medios urbanos, sustentado aparentemente en el factor económico y no en lo social ni en el cultural. Los sectores medios, representados por estos cómicos de la televisión, irrumpen con la convicción de que la oligarquía mantenía su fuerza social en base a círculos cerrados, que la propia oligarquía denomina "nuestra gente, nuestros modales, nuestros gustos". En muchos casos es posible constatar el intento de formular una réplica o caricatura de las formas oligárquicas o de la clase alta, en la creencia de que a través del dinero se puede ascender y arrebatar el poder económico a la oligarquía. Los cómicos saben, por ejemplo, que Ferrando puede . (5) 54 Es necesario aclarar que no todos los actores cómicos hacen dinero y arriban socialmente. La mayoría conserva una condición popular más o menos variable y están sometidos a salarios eventuales y condiciones impuestas por las empresas de televisión, frente a las que no tienen posibilidad de reclamo alguno. ser muy mal visto en el Club Nacional, pero saben también que puede darse gustos que muchos de sus socios no se pueden dar. Y eso es lo importante, por lo menos en primera instancia. Esto se expresa en muchos de los programas cómicos de la televisión, en los cuales las situaciones y los conflictos principales no se remiten ya a la vida en los pueblos jóvenes o en los barrios populares, sino a las salas y conversaciones de los empleados públicos, de los comerciantes urbanos que, aunque carentes de modales, tienen plata: "que es lo que importa en este mundo, hermano..." Los problemas que se derivan -de esta situación se expresan de distintas maneras. Una de las bromas vitales de los sectores medios, por ejemplo, es contra los nombres y los apellidos sonoros, compuestos, rimbombantes, con los cuales se asocia rápidamente no sólo el dinero, sino también la elegancia, la belleza física de las mujeres, el aplomo y la solvencia de los varones. La nueva clase media puede no tener nombre, pero tiene que tener plata. Los nombres importantes son como cáscaras vacías, viven del pasado, pero se comen las uñas. Eso se sabe en todos los segmentos sociales que aspiran a convertirse en legítimos representantes de la clase media, y por eso se hace burla, llamando pituco tanto a quien hace gala de su refinamiento des- de las clases altas, blancas del país, como al apitucado, es decir, a quien adquiere gustos refinados o demasiado complicados. Este desfase social entre el origen social de los actores y su nueva posición, marca por lo menos una línea importante del complejo espectro que presentan los procesos de transformación de la sociedad peruana. El comúnmente conocido fenómeno del arribismo está siempre expresado, tanto en el comportamiento de los cómicos, como en los motivos principales de sus ocurrencias y bromas. La afirmación y el éxito de los cómicos, logrado en base a su talento e identificación racial, se desbarata y debe reformularse en cada ocasión, con toda la irresponsabilidad que permite la risa. Pero al momento de plantear su nueva definición e identidad personal como parte de los sectores medios con más dinero, los cómicos y aún sus personajes hacen evidente un problema más complejo. Una aproximación psicoanalítica resultaría importante para poder entender los problemas que surgen en torno a la falta de identidad personal y social, ya que arribar no es 55 sólo escalar económicamente posiciones en la sociedad —pasar de pobre a rico— sino que supone la definición de referentes sociales, políticos y culturales, cuya ambivalencia y ambigüedad se agudiza hasta el extremo de convertirse en el tópico de cuyo tratamiento y definición pueden resultar consecuencias de considerable trascendencia para la orientación del curso político, social y cultural de la sociedad peruana. El que viene de abajo y gana dinero es visto como un cholo o un zambo con plata; quien lo tuvo y lo -perdió es un "gringo misio". En el primer caso —especialmente en el cholo— hay un cambio de valores: debe comportarse como alguien que tiene (linero (es decir. como blanco). debe vivir y pensar, sobre todo políticamente. como ellos. Por lo general. quien se preocupó sólo por ganar (linero, el que se conoce comúnmente como el "arribista", suele ser, una vez logrado su propósito, políticamente conservador o reaccionario. Hace suya la defensa de los valores liberales y critica a los partidos de izquierda por representar a aquellos que están en contra de los que. como él, tienen lo que tienen porque se lo han ganado. En este sentido, algunos cómicos, sin dejar de reconocer que fueron pobres y tienen éxito porque los apoya el pueblo. preconizan una actitud favorable a posiciones políticas de corte clásico liberal. "Si todos queremos ser mejores. tener más dinero, vivir con comodidad y ventajas de todo tipo, hay que incentivar esto como se pueda", y el mejor ejemplo son ellos mismos. Esto nos indica que el problema que los cómicos y sus personajes evidencian, no se presenta por el obvio y justificado deseo de superación personal, que todo actor social, en mayor o menor medida, hace evidente y que la institucionalización del orden social reprimió ideológicamente acuñando el término i ¡Arribista!! El problema también consiste para los cómicos. una vez logrado este propósito de hacer dinero y vivir con comodidad, en quiénes somos y cómo vivimos. A pesar de tener dinero y de calificar al otro (nunca a sí mismo) de ser "de clase alta", como lo hacen Tulio Loza, Polo Campos. Augusto Ferrando y el "Ronco" Gámez. es importante señalar que existe todavía en los cómicos cierto encono -muchas veces sutil, otras obviamente grosero- contra la "oligarquía" de los blancos. En este sentido, su mensaje político se ve nuevamente condicionado por lo racial: ellos son cholos, zambos, negros, con plata; un peruano, sí señor, con billete, pero no como 56 los burgueses. En este cuadro social retoma vigencia aquel fenómeno histórico que produjo "los sin padre" --hijos de la gran violación histórica, la conquista- que saben quién es su madre, pero no su papá. Escandalizará el modo distinto de llamar a los progenitores. Pero la madre tiene siempre una aureola de santidad y fuego, los cómicos siempre se referirán a ella "poniéndose, muy serios" y con sumo respeto, mientras el padre, el papá, puede ser un pendejito cualquiera. Esta falta de paternidad cultural —asociada, además, a la violencia— explica en parte las declaraciones de Tulio Loza sobre el Perú corno un país donde faltan "huevos". donde los hombres no son valientes, emprendedores. arremetedores, ejecutivos, fundamentando un prejuicio que sustenta el del arribismo y que tiende a hacer más gaseoso. frágil y difícil de manejar el proceso de movilidad social en la ciudad. El color de la piel no es aparentemente la única barrera infranqueable —el cholo será cholo "por más telada que lleve encima"— sino que exige, a quien desea ascender. hacer suyo el comportamiento, las formas, los gustos y la ideología de los que sí tienen padre. Lo complejo es que este problema tiene una expresión política ambigua. Por un momento se resuelve gracias a un nacionalismo a ultranza expresado en la afirmación de lo cholo y de "lo nuestro", contrastado a lo blanco; por otro lado, por la asimilación de los valores de quienes tienen dinero, sin tomar en cuenta mucho el aspecto racial, incluso blanqueándose, desacholándose. El hombre de éxito surgido del pueblo no se concibe como alguien que abandonó a los suyos por otros —jamás un cómico de los mencionados haría una afirmación en ese sentido—, sino todo lo contrario: son ejemplos a seguir por parte del pueblo. el pueblo ya convertido en sólo una palabra borrosa y cubierta de polvo, sin una cotidianeidad ni identidad compartida. Tal vez por esto, y con la sola excepción del "Ronco" Gámez, se consideren de la clase media: clase media que oscila entre su lugar de origen popular y el de la clase adinerada, la clase que se encuentra en la búsqueda de su lugar histórico, de su dinero, de sus representantes políticos; clase media donde todos resbalan (de abajo y de arriba) y que busca definirse por donde se pueda, en medio de la crisis cada vez más generalizada. Las innovaciones en el lenguaje incluyen hasta la alternativa extranjera era como posibilidad: Tulio Loza mezcla así palabras 57 nativas con términos ingleses, e incluso el propio "Ronco" —pueblo, pueblo— llega al extremo de lo burlón y lo desconcertante, cuando opta por el francés au revoir corno clave personal para despedirse. 4. CRIOLLO POR LOS CUATRO COSTADOS: VIGENCIA DE UN ESTEREOTIPO El criollismo es un concepto utilizado en la sociedad peruana de manera compleja y subjetiva. En buena medida corresponde a una forma cultural urbana, a un código de comunicación y a una moral que se escabulle de los cánones éticos y legalmente establecidos. No existe una sistematización académica del término, más allá de una recopilación de características que son más o menos propias de quienes socialmente reconocemos como criollos. El criollo posee, ante todo, un estilo que conlleva, inherentemente, la gracia, el juego y el humor. Su contexto ideal es el marco festivo; su capacidad para convertir una situac.ión seria en motivo de risa no tiene límite. Recogernos aquí el término en su versión más estereotipada y propia del lenguaje de la calle, y por ende de los programas cómicos: valor cultural que está representado en aquellas personas de la costa, mestizas, que hablan castellano, ignoran idiomas indígenas y son "vivas", es decir, despiertas, astutas, a quienes nunca se podrá engañar. El criollismo constituye en los programas cómicos de televisión el recurso más eficaz del que disponen los sectores populares urbanos para su sobrevivencia y ascenso social. El criollismo no guarda condicionamiento necesario por el color de la piel: todos pueden ser criollos; es más, todos deberían serlo. La condición de criollo tampoco guarda relación con la clase social: antaño, era el "señorito" o el "señorón" de la clase alta, pero con el irrumpir de la clase obrera, la condición de criollo fue también patrimonio de las clases populares de Lima. Los barrios tradicionales populares —los ambientes donde nació y se cultivó el vals criollo— capitalizarán, en buena parte, el término. En general, quien se desligaba de su origen tuvo siempre la mejor chance para desarrollar una concepción de la vida y una conducta criollas. Con el tiempo, el criollismo —sus variantes y modalidades, como la criollada— fue progresivamente apropiado como estilo por los diferentes segmentos sociales que componían 58 la ciudad. Al punto que hoy nadie puede reclamarse propietario de tal condición o estilo por razón de su clase o su color. El criollismo tiene ya sabor nacional. Sin embargo, este sabor también es fundamentalmente costeño y citadino. El conflicto de los Zorros, de José María Arguedas, está aún vigente: los del "pelo", los de la "lana", los "amamarrachados", o los "chontriles", "los crolos", los "ponjas", los "pitucos", los "blanquiñosos", juntos y a veces superpuestos o amontonados en una ciudad, conforman un vasto espectro en el cual lo racial, lo social y lo cultural intentan vertebrarse de alguna manera. En los programas cómicos de la televisión, esta posibilidad se expresa por el intento de presentar la imagen plural, la condición, los valores y la conducta del ser criollo. Si bien el dicho del abuelo: "Líbreme Dios de cholo con mando, de negro con plata y de blanco con hambre", no ha perdido del todo vigencia en este país, nuestra historia puede dar cuenta de una multiplicación progresiva de incumplimientos de este dicho segregacionista. El prejuicio que sostiene esta invocación divina trata justamente de preservar un orden y una jerarquía que ya ha dado muestras de resquebrajamiento. Y porque hay situaciones en que se ha transgredido el dicho —aunque sea de manera eventual— es que el mismo se refuerza. Sin embargo, las consecuencias de la diferenciación racial no impiden que existan canales de movilidad social. favorecidos por un ensanchamiento de los sectores populares urbanos y de los estratos bajos de la pequeña burguesía. El centralismo limeño —desde el nivel productivo, administrativo, financiero y de servicios— incluye también el aspecto cultural. Todos estos grupos, a través de distintos mecanismos y de acuerdo a sus propias características, pretenden hacer suyo el valor predominante de la ciudad: el criollismo. Y los actores más importantes de los programas cómicos populares de la televisión, pretenden encarnar o encarnan este valor cultural, ya sea a través del símbolo que propagan a través de su propia persona o por las caracterizaciones de los personajes que representan en calidad de actores. Puede así decirse que en el actual mundo popular el valor más cotizado es el criollo, garantía para sobrevivir en la ciudad, . 59 para poder salir adelante, para contrarrestar los ataques inclementes del medio. El criollo. ¡se pasa! El que no es criollo, ¡se queda! El criollo se pasa sin sujetarse a principios morales clásicos o al ordenamiento legal, pero no importa: ser criollo equivale a ser pícaro, gracioso, simpático, cautivador. Siempre encontrará el perdón, la complicidad, la comprensión final de los demás, sobre todo si hay público que lo festeje, que lo absuelva. ¡Y vaya si tiene público un criollo que aparece en la televisión! El paso siguiente, reforzado a través de otras producciones de la televisión tales como los cortos publicitarios de productos nacionales, como por ejemplo la cerveza —cualquiera que sea la marca—, consiste en establecer una asociación entre criollo y peruano: criollo, entonces, es un grosero y gaseoso término que resume lo nacional. Criollo no es solamente el cultor de música criolla, el diestro bailarín. el mañoso seductor que ejerciendo el encanto del perfil. algo barrigón quizá, pero dando a entender que en cuestión de mujeres, señor. quien es criollo es un maestro: un bohemio o un jarro, cabeza de plomo, ágil en la conversación, amigo de conocidos personajes públicos. ¡grandes personajes! señores en el ambiente del fútbol, del comercio, hasta de la política... Ser criollo es. sobre todo en la actualidad, un valor cultural que se debe alcanzar para poder mantenerse en la sociedad limeña. Entre ellos, el más necesitado es el serrano, aquél que proviene de la sierra, provinciano por antonomasia, de las alturas. que baja a la costa, llega a la ciudad, y "recién bajado" es motivo de burlas, insultos y engaños. El serrano descubre que es mejor ser identificado como criollo que como serrano, pero también descubre que es difícil cambiar sus hábitos de vestimenta, su lenguaje, sus modales. Si bien los aspectos raciales son inamovibles, adquieren otra connotación cuando el comportamiento se rige de acuerdo a normas de conducta que responden a otro contexto social. Tulio Loza es probablemente el que más ha hecho uso de este doloroso proceso de "acriollamiento" del cholo. Aparentemente lo mucho que sufrió y soportó durante sus primeros años en Lima es tema recurrente de sus autobiografías periodísticas. Incorporarse a la vida limeña desde abajo es difícil y penoso: tugurios, en condición de alojado, en hoteles de mala muerte, formando barriadas, trabajando como do- 60 méstico, como vendedor ambulante, como obrero no calificado, implica. también, adquirir nuevos valores. "Mientras más indio, más peor. Mientras menos indio, mejor". Ese parece ser el dilema y esa parece ser la decisión. UNA CIERTA IMAGEN: CRIOLLOS DE ANTAÑO Y DE HOY Cuando Lima era una ciudad más pequeña, sin la población y sin la superficie de hoy, el término criollo tenía una aceptación más particular. Sobre todo, criollo equivalía al señorón de antaño, al personaje de la ciudad, definitivamente blanco, de buenos modales, de porte, capaz de sacarse la corbata para estar entre aquellos que no son igual a él en términos sociales, pero que aún sabiéndolo, los trataba como si lo fueran; hábil en el piropo, con verso y sin agresión, dicharachero, amante de la comida, de la música, de las costumbres de su ciudad... En la actualidad, esta figura se ha ido diluyendo para dar paso a una imagen del criollo "no oligárquico", que no incorpora dentro de ese estereotipo la elegancia, los modales refinados y la seguridad en el trato, pero que conserva la rapidez mental, la fluidez en las respuestas y es siempre gracioso. La versión actual del criollo está, pues, mucho más vinculada a los sectores medios, que en los últimos 40 años han tenido una mayor presencia política y capacidad de consumo. La burocracia estatal, la compleja gama jerárquica de las dependencias públicas, los técnicos y los profesionales, forman parte sustantiva de este sector social: ternos planchados y lavados con esfuerzo, sacos a cuadros combinados con camisas y corbatas a cuadros; manos limpias aunque uñas sucias; palillo entre los dientes; lenguaje formal, pomposo y lisurero, de acuerdo a las circunstancias: viernes con cacho, mangas remangadas, corbata suelta y saco en el respaldar de la silla; anécdotas de amantes y de aventuras nocturnas, contadores de chistes, de gruesa carcajada y convencidos del estrépito como manifestación de la diversión. . . Podría ser ésta, quizás, cierta imagen de un tipo de criollo de la ciudad, de la clase media, con casita propia, mujer y amante, que hace carrera en alguna dependencia pública. Este estereotipo, así descrito, es uno de los más recurrentes en los programas cómicos de la televisión, así como el parro quiano más asiduo de la Peña Ferrando o de espectáculos de . 61 revista como "Hablemos a calzón quitao" en el ex-.teatro Arequipa o de algún café teatro miraflorino, que alterna con naturalidad un chifa con pescaditos de colores, un bar o cantina del centro, el hipódromo y la tribuna de oriente del Estadio Nacional. Este estereotipo suele aparecer en estos programas en su casa, junto .a, su señora, shhhsss, que se piensa escapar esta noche, con los amigos o con una... como jefe secundario —el Gran Jefe sale poco o sólo se escucha su voz— coqueteando con su secretaria en la oficina, un lomito, pero un lomito que no hay que perder de vista... La paulatina ambientación de los programas cómicos en los sectores medios corresponde, pues, a un fenómeno creciente en la realidad. Este sector social funciona como el lugar de encuentro, mucho más viable que antes, para los emergentes sectores populares y para las hornadas de profesionales que provienen de la clase media acomodada. En una sociedad que hoy es inestable, resbaladiza, con toboganes y abismos, los sectores medios se amplían en su heterogeneidad: baja, media, alta, acomodada, pobretona, dignísima, guardando apariencias, emergiendo... Cada vez más los distritos limeños de Jesús María, Magdalena, Pueblo Libre, San Miguel o Lince, se aclaran y se oscurecen simultáneamente, y funcionan como receptores de los estratos arriba mencionados. De un lado son espacios consolidados de viviendas sólidas y enrejadas, pero de otro, son ambientes tugurizados, sobrepoblados y mal mantenidos en sus servicios. De allí que los programas cómicos escojan entre sus personajes a aquellos que provienen de esta amalgama que es la actual "clase media limeña", punto de referencia obligado para los de arriba y para los de abajo; asequible formal e ideológicamente, a través del criollo urbano. EL CRIOLLO ANTICOMUNISTA: EL TIPO ESCOGIDO EN LOS PROGRAMAS DE HUMOR Bien podríamos decir que para un criollo ser comunista, es el equivalente 'del "monse", del "tonto" del grupo, ¡pobrecito!, no sabe lo que hace. Los juicios negativos sobre el comunista no están en relación a un sistema determinado (pues los cómicos no leen ni han leído, según declaraciones propias, nada o casi nada), sino en relación a un juicio con características de comportamiento social: el comunista es un idiota o un farsante. Y esto está en relación con otro componente del demos criollo: . 62 la viveza, la acción individual como garantía de éxito. El criollo sólo confía, paradójicamente, en otro criollo, aunque sabe que todo criollo es mañoso, esquivo, tramposo, mentiroso, y justamente por esas razones es que confía en él y desconfía de quien no lo es. De un serrano, jamás. Ese miente, se dice, nunca se sabe lo que piensa. Te da una mano y con la otra te mata. Dicen que decía el italiano acriollado: "serrano nunca son buono, y si buono nunca perfeto, y si perfeto, siempre serrano”. La desconfianza del criollo frente al comunismo se debe a que está compuesto por comunistas, por gente que dice ser buena, honrada, que se preocupa por el prójimo, por el pueblo, que lo representa, que todo es de todos, que no debe haber propiedad. Cuidado —dice el buen criollo, remangándose las mangas, aflojándose la corbata—, cuidado, mucho cuidado, acá debe haber gato encerrado. Esas personas dicen que no buscan lo que uno anda buscando (su platita, su "hembrague". su "jatito" para la noche. sus cositas), claro, esas cosas no se dicen, pero se hacen, se anhelan; por eso, algo se traen, como los serranos (6). La aversión al comunismo se acentúa sobre todo -y se insiste en esto por ser el ejemplo más extremo y a la vez más explícito en los programas cómicos—, en los libretos de Polo Campos que recita Tulio Loza como "Camotillo el Tinterillo". Además de triunfadores de acuerdo a los cánones de un sistema vigente, se sienten explícitamente comprometidos con los intereses de los que triunfaron. Pero, al mismo tiempo, valoran lo nacional, lo genuino, como elementos constitutivos del criollismo, de lo que son. Ciertamente, lo nacional está vinculado a un buen cevi- (6) Esta actitud también la tiene el criollo frente al cristianismo, especialmente a través de los interminables chistes sobre los curas y Jesucristo. Más allá de la irreverencia que lo caracteriza, hay en él un afán inocultable de humanizar a estos personajes a través de las tentaciones carnales. En los chistes el cura suele aparecer siempre como un mañoso, alguien que bebe el vino de la cocina o del cáliz, seductor con las mujeres o que utiliza su condición de cura para sacar provecho. San Pedro y Jesucristo son reasumidos desde la posición del criollo como personas desprovistas de divinidad; ambos suelen aparecer en los chistes con órganos genitales, prestos a ceder a las tentaciones y con debilidad y actitudes propias del hombre común. El mejor y más reciente ejemplo 4de lo dicho lo personificó recientemente el actor Álvaro González, en el papel del cura criollo, lisuriento y vividor en el espectáculo Hablemos a calzón quitao, con libretos y dirección de Augusto Polo Campos. 63 che, a su saltado y a la música nuestra, pero también está en relación a lo político. En ese sentido, tanto Ferrando, Tulio Loza como Polo Campos, se llenan la boca de lo nuestro, de lo lindo que es ser peruano, de lo genial que es ser cholo. La combinación de nacional y conservador tiene buenos exponentes, sin duda, en los políticos, pero es mucho más compleja y expresiva en los cómicos de la televisión: los tres personajes mencionados —y por ende sus programas— reclaman una connotación nacional para sus juicios políticos de derecha. Son así porque son criollos, y cuando se es de la clase media y de éxito se es más conservador aún, casi como el mayordomo de la hacienda o el administrador de la empresa. La aversión del criollo al comunismo se puede ver, claramente, en los sectores de la pequeña burguesía urbana, sobre todo entre los jóvenes, que vislumbran dos esferas: la vida cotidiana en torno a la necesidad de ganarse la vida, con un criterio de rentabilidad, y la "comunista/intelectual/universitaria", que los distancia de la vida del barrio. El universitario, el intelectual, y Finalmente el comunista, se vuelve sospechoso en una primera instancia porque abandona la vida y los valores culturales de su barrio, toma distancia, señala juicios sobre esas conductas diciéndoles que son flojos, apolíticos, borrachos, y se convierte, en gran medida, en el juez o el aguafiestas: quien da un mensaje, quien quiere abrirles los ojos, quien critica, "concientiza". Además, la sospecha se convierte en interrogante cuando los jóvenes de la pequeña burguesía urbana de un distrito popular reconocen que el móvil que mueve al comunista no es el dinero, sino un conjunto de ideas abstractas; que eso no le va a dar plata sino dolores de cabeza y, entonces, no lo entiende. Allí es que empieza la gran sospecha: debe ser, como dice Tulio Loza. que hay plata por algún lado, que los mantienen las grandes potencias, Rusia, así de grande como un oso, China o Cuba. "Claro, claruuu... —continúa Tulio Loza-- son esas potencias las que ponen sus chivilines —en textos de Polo Campos— para que estos comunistas criollos, que dicen que luchan por grandes ideales, tengan su platita, y hagan sus fechorías en esta tierra linda, querida, de gente buena y sencilla". Es en este punto que la sospecha se aclara y da lugar al jui cio: son tan criollos como los criollos, lo de comunista —como lo de cura— no es más que un recurso para "ganarse", una arti. 64 maña, y es por eso que el comunismo criollo tiene ese nombre, no sólo porque sea de acá, sino porque está compuesto por criollos. Esta sospecha sobre el comunista es presentada coherentemente por los cómicos de la televisión, porque ellos, además, han internalizado el valor supremo del esfuerzo personal, y del dinero. ¿Qué podrá querer si no quiere lo que yo y todo el mundo quiere? ¿Quién no quiere su dinerito? "Por mi madrecita --diría Tulio Loza— que no los entiendo. Debe ser, pues, de ese mundo raro, triste, infeliz, frío, que llaman Rusia, de donde provienen los chivilines." DESGARRAMIENTO HISTORICO Y CHACOTA CRIOLLA La complejidad del mestizaje cultural en el Perú, y su expresión violenta y conflictiva en las relaciones sociales, no encuentra en los programas cómicos de la televisión toda su gama de variedad y riqueza. La "trabazón crujiente, la múltiple realidad peruana, los cuadros individuales y comunitarios, lo lugareño y lo nacional, lo mágico y lo realista, lo providencial y lo empírico, lo político y lo humano", que reconoce Alberto Escobar en la obra Todas las sangres de José María Arguedas, por ejemplo, está simplificada en este tipo de programas. Según Arguedas, "no hay país más diverso, más múltiple en variedad terrena y humana que el Perú, todos los grados de calor y color, de amor y odio, de urdimbres y sutilezas, de símbolos utilizados e inspiradores" (7). Ese país se circunscribe en los programas cómicos de televisión a Lima, a interiores —salitas, alcobas— o, a lo más, a algunos bares y a una calleja con su farol. La búsqueda de la peruanidad --anhelo y paradoja de los peruanos— que se sustenta en esta multiplicidad contradictoria que es el país, cobraría sentido si se lograra hacer confluir los opuestos en una unidad. Manuel González Prada señalaba esta posibilidad, Si de esta mezcolanza o fusión pudiera surgir "una síntesis humana, algo muy superior a lo antiguo y a lo moderno". Pero simultáneamente, González Prada señalaba las dificultades al afirmar que: "no forman el verdadero Perú las agrupaciones de criollos y extranjeros que habitan la faja de (7) ARGUEDAS, José María, "No soy un aculturado". Palabras de Arquedas en el acto de entrega del Premio Garcilaso de la Vega, Lima, 1958; reproducido en LARCO, Juan (ed.), Recopilación de textos sobre José María Arguedas, Casa de las Américas, La Habana, 1976, p. 433. 65 tierra situada entre el Pacífico y los Andes: la nación está conformada por las muchedumbres de indios diseminados en la banda oriental de la cordillera" (8). Curiosamente, justamente los habitantes que se encuentran en la franja que está entre el Océano Pacífico y los Andes, son los que aparecen en estos programas. Y es más: esta población donde viven hoy muchos más que los criollos y extranjeros de entonces, se jacta de ser criolla, en alma y cuerpo, y pretende resumir una definición del Perú. No obstante, podemos inferir por los rasgos de esta personalidad y por su conducta histórica —como veremos más adelante— que el ánimo que los habita es muchas veces el de un remedo de la peruanidad, sin sangre ni fuerza, pero cuya imagen aparece vigente y vigorosa como el mejor modelo cultural que nos anima. El criollismo puede entenderse también como sinónimo de mediocridad, de medias aguas, de gato por liebre. Esta idea debería llevarnos a analizar si la propuesta común a los distintos segmentos sociales representados en la televisión, esto es, el modelo de comportamiento criollo, funciona como alternativa de construcción del país. Lamentablemente, la mentira, el engaño, la trampa, la irresponsabilidad, el desgano, la desidia, parecen ser características irrenunciables del modelo que se presenta hoy en la televisión. Así como una lectura histórica nos muestra expresiones del fracaso sublimado, de la ira domesticada, de la rebeldía convertida en risa, de la voluntad en depresión... Ambas dimensiones aportan material para convencernos, muy en concreto, que en lugar de cambiar el país sólo se puede "trafear", a nivel individual, en beneficio propio. La visión que tenía Manuel González Prada de nuestra realidad socio-cultural, puede ser mejor entendida si analizamos el papel de los movimientos insurgentes indígena y criollo, consecuentes con la idea de que el Perú es una nación en formación. La independencia no pudo resolver el problema nacional producido por la conquista y la colonia que contrapusieron dos sociedades distintas económicas, cultural y racialmente. En este contexto. resulta sumamente didáctico el caso que Sinesio López ha confirmado en sus estudios sobre los diversos ciclos de lucha . (8) Ibid, p. 386. 66 del movimiento nacional indígena. Los criollos provincianos, que en un primer momento trataron de encabezar estas luchas, no mantuvieron ninguna lealtad en su alianza con este movimiento. Ante el enorme movimiento de masas indígenas se replegaron, dejando la dirección en manos de algunos caciques cuya actividad principal era el comercio. Esta traición de los criollos y de los mestizos tuvo hondas consecuencias históricas, pues implicó la culminación militar del proceso socio-económico de la transformación de la sociedad andina en campesinado feudal colonial. Su triunfo hubiera señalado otro derrotero al curso de la independencia y a la posibilidad de la construcción del Perú como nación. Con la derrota del movimiento nacional indígena —concluye Sinesio López— el movimiento indigenista perdió su carácter democrático, su fuerza social y su filo revolucionario. Sobre su derrota se levantó el anémico movimiento nacional criollo, ambiguo, minoritario, elitista y predominantemente urbano. (9). La conciencia andina, eminentemente rural, tuvo su contraparte en la conciencia criolla que se identifica voluntariamente como conciencia urbana y costeña. Históricamente, el criollo carece de una raíz profunda, pero necesita no sentirse a sí mismo como un invasor. Por esta razón empieza a pregonar de diferentes maneras que este es su territorio, que si no nació aquí se siente ganado por el ambiente y por tanto aquí radican sus intereses aunque no tengan la fuerza ancestral de los del indígena. De esta manera intenta superar esa especie de "esquizofrenia cultural" que caracteriza a .la mayoría de los peruanos y que hace que muchas veces se sientan extranjeros en su propia patria. El indio, por haber sido despojado de lo suyo y ubicado en los estratos serviles de una sociedad ajena; el mestizo por su rol histórico de intermediario entre el indio y el español; y el blanco por invasor, gringo, hijo o nieto de padres o abuelos extranjeros. Ser criollo no fue siempre una panacea y produjo no pocos desgarramientos y complicaciones. Obviamente no frente al indio, cuanto en relación a quienes ostentaban el poder. Si bien (9) LOPEZ, Sinesio..., "De imperio a nacionalidades oprimidas", en Nuera historia general del Peri Mosca Azul Editores, Lima 1979. 67 a los criollos "nadie les pisa el poncho", porque indios no son, ¡imbécil!, por otro lado, deben rendirse frente a la aristocracia que por sangre o por dinero, reclama el poder político. César Arróspide de la Flor (10) recoge una frase de Luis Alberto Sánchez sobre don Pedro Peralta Barnuevo para ilustrar el caso: "de no haber sido limeño, habría llegado a Presidente de Audiencia, quizás a Virrey. Como criollo, hubo de contentarse con el Rectorado de la Universidad de San Marcos". El ejemplo de Pedro Peralta Barnuevo, a pesar del Don y de su apellido sonoro, ejemplifica su frustración en una sociedad dividida a rajatabla. Pero desde pocos años más tarde, a pesar de las excepciones de rigor, la movilidad ascendente se vio facilitada por el color de la piel. Al italiano o irlandés que ancló en el sur del país, le fue más fácil ingresar a los circuitos oligárquicos o pudientes que a un cholo de pura cepa, que a un japonés o a un chino (por favor, no mencionar a los zambos o a los negros). Llegar a los sectores medios fue el tope de la carrera social del cholo, que con su ambición de subir y subir disputa eventualmente al blanco el poder, pidiéndole a su hijo que lo ayude, que intente casarse con una blanca: "vaya con el cholo pretencioso, insolente había sido, qué lisura, qué se habrá creído", dice la mamá de la niña. Arróspide ha elaborado una excelente descripción del demos criollo en el siglo pasado, como la expresión local marginada del poder y alejado del sentir indígena. "Lejos del campo, la conciencia crítica del criollo da sus más significativos frutos en ambientes urbanos, dijéramos mejor, de barrio, como los cafés, los corrillos de plazuela o los teatros populares. Estos ambientes son la contrafigura de las 'academias cortesanas, ampulosas, convencionales y formalistas y también de los círculos intelectuales’, realistas y científicos, dentro del nuevo espíritu, pero distantes culturalmente. El espíritu crítico callejero se hace definitivamente satírico, burlón y hasta irrespetuoso frente a la autoridad. Es más local que el de los intelectuales, todavía demasiado europeos por ser hijos espirituales de la Ilustración; pero esos criollos del llano, por más que viven el problema muy (10) ARROSPIDE DE LA FLOR, César... "El arte como expresión de nuestra identidad nacional", en Perú: Identidad nacional, CEDEP, Lima, 1979. 68 personal y humano de la protesta, que hace de su impotencia despreocupación y burla, son demasiado criaturas de la urbe y de su agitación superficial para sentir profundamente la tragedia del indio" (1l). El humor que se realiza en los programas de la televisión corresponde, de ese modo, a una exageración extrema propia de la crisis actual de este sentir criollo, que nace de la ciudad, desde abajo, y llega a atisbar los salones de la burguesía y a instalarse, poco a poco, en los sectores medios. El desarrollo del espíritu criollo funcionó en principio como la contraparte de la aristocracia, su marco de referencia constante, en el afán de parecerse más a ella y alejarse de lo indígena. Hoy en día, los criollos se definen como contraparte de la burguesía intermediaria y su sub-cultura transnacional y, en su afán de parecerse a ella y separarse del migrante, especialmente serrano, del recién llegado, contraponen, más bien, los pasillos de los ministerios, los clubs recreativos, los chifas, los café-teatro. La semblanza antropológica del indígena es respetada en la literatura y como preocupación académica. Al común de los citadinos, sin embargo, la tiene sin cuidado y guardan hacia el indígena el desprecio de siempre... Sólo "la invasión de la costa", es decir, el proceso migratorio del campo a la ciudad que tuvo en la década de los años 60 el éxodo más importante, logró preocupar al citadino clásico, a aquél que muy pocas veces se ha movido de Lima y conoce tanto Europa como la sierra por lecturas o relatos de viajeros. El burgués aborrece al migrante desaliñado y analfabeto, síntoma sin discusión de la pobreza del país: los sectores medios, haciéndose campo con esfuerzo, pulcritud. e indiferencia, lo miran de soslayo y con insulto; los criollos populares "sacan su cuarta" para no ser confundidos con esa horda. José María Arguedas, en cambio, describió con rasgos de epopeya cultural los procesos migratorios en su inicio: "Después de 600 años, acaso de mil años, otra vez la gente de los Andes bajaba en multitud a la costa. Mientras los gobiernos abrían sus avenidas de cuatro pistas de asfalto y hacían levantar edificios 'americanos' , mientras los periódicos y las revistas publicaban versos (11) ARROSPIDE DE LA FLOR... Op. cit., p. 451. 69 bonitos a la europea, y los señores asistían con tongo y levita a las invitaciones del gobierno, de las embajadas y de los clubs: los serranos, indios. medio mistis y 'cholos' , bajaban de la altura, con sus charangos. sus bandurrias, sus kirkinchos y su castellano indio". (12). En ese contexto se explica la anécdota que relata Rodrigo Montoya. En 1930 Moisés Vivanco —esposo y promotor de Ima Súmac y a su vez compositor ayacuchano— se indignó al fracasar su espectáculo de bailes folklóricos en una función realizada en el Teatro Municipal de Lima. Al terminar la función, frente a las 12 personas que quedaron hasta el término de la misma, Moisés Vivanco hizo la promesa —que cumpliría 20 años después— de llenar el Teatro Municipal cuando quisiera. El peso andino creciente en Lima, como producto de las migraciones hacia la capital, lo aseguraba. Pero la ausencia del indígena en la cultura urbana expresada en los medios de comunicación, es prácticamente total. En los programas cómicos de la televisión, los criollos excluyen a los indios o los retoman como mera referencia, objeto de burla y escarnio, refiriéndose a ellos como inferiores, social, cultural y mentalmente. El criollo y el cholo acriollado de la ciudad, utilizan al indio recién bajado como objeto de su burla. "Calla, calla, Huainán", le dice Tulio Loza en tanto "Camotillo el Tinterillo" a "Piquichón", como una especie de insulto o de marca de inferioridad: y Huamán es un apellido que en la ciudad suena a sierra, o a serrano, a indio (13). Un ejemplo: Fiesta nacional en la TV. Cuando Risas y Salsa rindió homenaje a la patria por un 28 de julio, realizó una programación especial en base a espectácu. (12) Recogido por José Luis Rouillón en "Arguedas y la idea del Perú" en Perú: identidad nacional, p. 392-393, Ediciones CEDEP, Lima, 1979. (13) Huamán reemplaza a huevón, a tonto, en completa oposición al significado original de la palabra que quiere denominar una variedad peruana del halcón. Cfr. DEGREGORI, Carlos Iván... en Materiales para la comunicación popular, No. 2, Enero 1984 p. 21, Centro de Estudios sobre Cultura Transnacional, IPAL, Lima. 70 los de canto y baile. Allí podríamos encontrar a "Las criollatas", a "la muchachada de Karamanduka" (conocido restaurant/peña frecuentado por la burguesía), al "Ronco" Gámez declamando versos al más puro estilo de Nicomedes Santa Cruz, a "Los boleros criollos", "Los Diábalos", "Cecilia Saltamonte": todos ellos criollos de ahora, de antaño, que nos harían revivir nuestra música; "moreno, píntalo a Cristo", en la voz de "Oscar Hábiles" ("por eso es que yo mismo soy. Oscar Avilés, otra vez") en medio de una gran jarana que concluye con una imitación de Luis Abanto Morales ("cholo soy, y no me compadezcas"), realizada por el "Ronco" Gámez, como el gran símbolo del migrante a Lima. El resto del país, por supuesto, fue el gran ausente en la Fiesta Nacional. 5. SECTORES MEDIOS Y PROGRAMAS COM ICOS Los programas cómicos no se reducen exclusivamente al ámbito popular, a los sectores urbanos más empobrecidos de nuestra sociedad. Muestran de manera creciente la presencia de la clase media que ha tenido un auge significativo, y que marca. por lo menos en la televisión, la modificación sustancial de la imagen tradicional con la cual se caracterizaba al Perú de la primera parte de este siglo: un país que se dividía groseramente en una clase dominante, una minoría blanca, afincada en la costa, en la ciudad, cuya fortuna procediera de sus grandes latifundios, del comercio o de la banca; una gran masa de explotados, de indios, localizados en el campo. ; Hoy existe, por fin, señoras y señores, disfrútenla y rían con sus ocurrencias, la llamada clase media! los profesionales, los empleados, los intelectuales, los artistas, los burócratas, los técnicos; en fin, la clase media. Ella se merece lo mejor en los programas cómicos de televisión. Como la burguesía propiamente dicha, el proletariado tampoco existe en estos programas. Los obreros tienen, en la opinión de libretistas y cómicos, una definición laboral demasiado precisa para "sacarle punta" a un personaje. El amplio y surtido espectro de la antigua clase media es suficientemente rico para trabajar personajes y situaciones de risa. En la gama entreverada de personajes que conforman los sectores medios presentes en la televisión, existen dos extremos de estereotipos altamente significativos por la disonancia de criterios sobre los cuales sustentan su posición. Uno, el de clase media, de "color modesto" pero con dinero, y dos, el blanco (hi. 71 jo de migrante italiano, por ejemplo), sin mucho dinero, pero que tiene sus relaciones principales con cholos populares. En este segundo caso se trata muchas veces de cholear, de hacer evidente cierto menosprecio que haga evidente que él, o ella, no son racialmente como la mayoría. "Cholea" para no ser reconocido como tal o para no descender más, y así recalcar su condición de blanco de piel. No tiene plata pero sí buen color y frunce el ceño o levanta la ceja. Al hacerlo, sin embargo, hace el ridículo. Nos reímos de él. En el primer caso, se trata de aquél que tiene dinero y oculta su color codeándose con los ricos, con los de San Isidro, Miraflores, con los blancos "pituquitos". Se viste "raro", afecta su modo de hablar y caminar y, al hacerlo, hace también un papelón y por eso en los programas cómicos de la televisión es siempre motivo de burlas y sarcasmos. Los sectores medios representados como espacio social incipiente y significativo son siempre motivo de burla a través de una concepción satírica de la puesta en escena. A veces se opta directamente por la parodia y se ridiculiza el intento de los sectores medios de parecerse a la alta burguesía cuando tienen dinero. Lugar deseado pero inseguro éste de la clase media. Todos quieren estar allí pero sin sufrir el riesgo de hacer el ridículo. Los únicos que parecen no temerle, por lo menos mientras están en el set, son los cómicos de estos programas. El ama de casa cuyo esposo tiene dinero, pero no modales, ilustra el dicho "aunque la mona se vista de seda, mona se queda" y para abundar sobre el mismo tema aparecen microbuseros, comerciantes, camioneros y sus mujeres que lucen enormes aretes, vestidos llamativos y son gritonas, gordas, están fuera de lugar. Pero confirmada esta contradicción se retoman como motivo de humor, las relaciones inter étnicas que se entablan en la sociedad peruana, como una manera de intermediar, aunque no las reemplacen, a las relaciones entre clases sociales, propias del marco urbano. En el físico de los actores, como en el uso del lenguaje, de los gestos, los personajes típicos nos remiten siempre a los actores sociales de nuestro país. Un ejemplo: Nemesio Chupaca y el Danubio Azul En un sketch del programa Tulio de América, "Nemesio Chupaca" y su esposa "Ursula", están grotescamente vestidos para . 72 no desentonar en la celebración de un matrimonio típico de la pequeña burguesía capitalina. "Chupaca", pícaramente, recolecta firmas entre los asistentes para hacer una supuesta bolsa a los novios y estafar, de ese modo, a la concurrencia. El fondo musical, a qué dudar, es el Danubio Azul. La decoración ambiental huachafa, remeda un hogar elegante. "Chupaca" se burla de la calidad del champagne y se queja de que no hay "papen" (comida). El matrimonio es una triste simulación de los de la burguesía. Al final "Chupaca" —sin saberlo— tropieza con el novio y le pregunta por la huachafa que está al fondo, que lleva inmensos aretes. "Chupaca" emite ese juicio desde su posición social —un advenedizo, alguien que se, ha "zampado" a la recepción y a ese círculo social desde abajo, acompañado por su esposa que no hace más que resaltar su dejo serrano: "Chopaca, Chopaca, Chopaca", recalcando en la pronunciación su procedencia provinciana— sin saber que esa mujer, justamente esa mujer, es la novia. Y por ese juicio los arrojan a los dos de la recepción. Paradójicamente, la clase media en estos programas no debe ser entendida a priori como políticamente conservadora. No. interesa hacer un recuento de los políticos, revolucionarios o artistas que surgen de su seno, ni afirmar que la clase media resulta parecida a aquella "mayoría silenciosa" norteamericana que emite su voto conservador en las elecciones. Importa, sí, reconocer a manera de hipótesis, que los sectores más dinámicos de la creciente clase media capitalina carece, para su integración, de marcos políticos e ideológicos estables más allá del precario pero permanente estímulo de la movilidad social empujada por el proceso migratorio. La inseguridad que le es propia es trasmitida al conjunto de la sociedad. Aún desde el punto de vista estrictamente político, el problema se expresa en las figuras de estos programas y la actitud de los personajes que representan. No son de derecha, ni de izquierda. Se sienten atraídos por la izquierda pero comen aceptando condiciones de trabajo y la precaria seguridad política que les ofrece la derecha. En cualquier caso, no tienen bases sólidas en las cuales apoyarse. Esta hipótesis se nutre de la comprobación de que, en estos programas, los personajes que tienen mayor arraigo humorístico son aquellos que presentan una gran inestabilidad y fragilidad económica, como social; aquellos que no tienen una historia de lucha propia, ni son representados objetiva y directamente por ningún partido político en el poder. 73 Estos programas pueden leerse también como una manera de exorcizar, de representarse —caricaturizándose, ironizándose— a sí mismos como los modelos que se propone imitar. Muchas veces, así, los problemas y peripecias de los personajes son adaptaciones de aquellos que pasan los propios actores en la vida real. Su humor será conflictivo, descarnado, violento, agresivo, y la manera de representar este sentimiento será a través del griterío, ¡en alta voz!, nerviosamente. En estos programas no hay lugar para sutilezas, para finezas. No. Se están jugando el pan con la obligación y el placer de decir las cosas por su nombre, aunque suene feo, desagradable, chabacano, cursi. Los blancos —temerosos acomodados—, como los tercos indios sojuzgados, como los precarios obreros encapsulados, no tienen humor público en este país. Tienen estabilidad en su bonanza, en su miseria, en su aparente seguridad. Están ubicados en la escala social. Cuando el migrante "se las juega" a ser criollo y quiere dejar de ser visto como tal, o cuando el blanco quiere mostrar más de lo que es, o entra en desgracia y quiere conservar las apariencias, recién se permite la risa. Quienes están metidos en la vorágine de los complicados procesos sociales de este país, están comprometidos con estos programas. No es casualidad que para ilustrar este proceso se escoja como protagonistas a los que de una u otra manera se reclamen criollos. Aquellos que, en su desgarramiento histórico, pueden utilizar la chacota, la palomillada, la gran pendejada, la extraordinaria criollada, como su tipo de humor, para revertir situaciones de frustración. 74 CAPITULO II LOS DIVOS: OSAMENTA CULTURAL 75 76 1. LOS DIVOS Por lo común, se llama divo al hombre excepcional en el mundo del teatro. Un divo es un cantante, bailarín o actor extraordinario, generalmente cabeza indiscutible • de un elenco, antes de que surgiese el director en el teatro. Hasta finales del siglo pasado, y aún hasta bien avanzado el presente, un actor, llamado el primer actor, reunía todo el poder de la compañía y muchas veces le daba su nombre. El divo hacía y deshacía a conveniencia, al punto de expulsar a quien despuntaba sobre el resto del elenco y podía hacerle sombra. Su poder casi absoluto hasta el límite del capricho y el súbito arrebato, tenía como sustento el incuestionable apoyo y admiración del público, así como su indiscutible talento. El divo tenía poder al punto de cuestionar todo el sustento material de la empresa, aunque finalmente su arrebato no llevara siempre la sangre al río. Del divo se podía decir que hasta sus impromptus temperamentales tenían un aire de genialidad teatral que los hacían, al fin y al cabo, parte de su vida: el divo, con nombre y apellido muy propio, tenía también una manera excepcional de ser y de vivir. Todavía hay de estos divos en el mundo de la ópera, de la danza, del teatro, pero mucho ha variado su estilo y su performance excepcional. Los tiempos ya no son los mismos. El surgimiento del director, especialmente desde principios de este siglo, ha alterado mucho la actuación y el peso social de los divos en los conjuntos teatrales. La radio, el cine y la televisión han trastocado mucho este orden. Y "los tiempos" en general, no sólo los de teatro, han variado. María Callas, la excepcional 77 cantante de ópera, una de las más famosas divas contemporáneas, así como Isadora Duncan, un mito cantado por doña Celia Cruz al son de la Sonora Matancera —probablemente uno de los pocos ritmos que la Duncan no llegó a bailar en su afán de búsqueda, de liberación a través de la danza—, son en cierto sentido herederos de los divos del pasado. Pero todavía existen los divos; y, aunque no son los mismos de antes los que tienden a convertirse en mitos, los de hoy tienen también un significado propio y muy importante para el conjunto social. Así como cada país tiene su teatro, su música, su danza, cuando no cine y televisión propios, también tiene sus divos. Hay así divos nacionales, como también divos internacionales, creados especialmente para un consumo masivo. Los medios de comunicación pueden fabricar un ídolo, aunque éste tenga pies de barro. Ahí están los Parchis, los Menudos y los Chamos, como el último exponente de este poder de fabricar figuras excepcionales de los que el público se prende y arrebata. El talento y el genio individual de ayer están reemplazados por el poder de utilización del medio y de la ilusión de que el conjunto de voces e instrumentos sumados a la imagen de TV y las luces de un espectáculo conocido, resulta genial. Pero un divo no es, en sentido estricto, un ídolo de barro. Por el contrario, es alguien que por su talento y/o carisma excepcional, ha logrado asimilar en sus actuaciones, incluso en las de su supuesta vida privada, todo el potencial magnético del gusto, las necesidades y el deseo de un público; de un conjunto significativo de personas que se divierten y aún gozan al mirarlo. El divo es, en este sentido, alguien cuya posición no es fruto de un capricho o gusto ocasional; por el contrario, su figura se encuentra sustentada en el esqueleto social a partir del cual se le puede explicar a cabalidad. Estudiar los divos no es, pues, un mero ejercicio psicológico, en tanto ellos aluden a una osamenta cultural que nos interesa entender. La significación social del divo nos induce a rastrear primero su historia personal, interesados más por sus características y fundamentación sociológica que por su talento y creatividad artística, aún en aras del sacrificio de obviar en el análisis sus contribuciones individuales de mayor originalidad. Los divos conocen intuitivamente la razón de su sustento social y saben de su vinculación vital con la osamenta que los sostiene. Algunos de ellos la manejan con mayor o menor grado de consciente sutileza, y es por ello que esta vía me- 78 todológica de reconocer su historia aporta réditos sumamente ricos y novedosos, aunque nuestras posibilidades de conceptualizar sistemáticamente toda esa información sea todavía problemática. LOS DIVOS NACIONALES Es interesante hacer una breve historia de nuestros divos más recientes. Pocos se acuerdan de los divos del teatro peruano. Nuestro teatro fue un lugar de paso, inclusive para quienes nacieron aquí y emigraron, al incorporarse a las compañías itinerantes, dejando una estela demasiado pálida en círculos de elite atentos al teatro. El teatro costumbrista y el de revista fue quizás la excepción. En ellos, es posible rastrear actores, cantantes y bailarines que fueron, a su manera, auténticos divos. El teatro llamado culto, entre el que podemos considerar a la ópera, impone otro tipo de análisis del que vamos a prescindir aquí. Alejandro Granda, por ejemplo, el notable cantante peruano, es parte de la historia del arte culto de este país y tiene allí considerable significado propio, como lo tuvo don Pedro López Lagar, divo a cabalidad, que actuó mucho en nuestro país y de quien cuentan que abandonó y expulsó de su Compañía, en plena gira, a su propia hermana doña Carmen López Lagar, porque en Santiago de Chile la aplaudieron más que a él. Pero no son éstos los divos más importantes para nuestro propósito. Nos interesa aquí recordar, principalmente, a los divos del teatro popular: Carlos Rebolledo, Teresita Arce, Antonia Puro, Edmundo Moreau, Paco Andreu, y aún al cubano Carlos Pous, que se pintaba de negro para cantar en los teatros de revista. También a Betty Di Roma, Anakaona y Mara, nuestras "Isadoras" de los años cincuenta. Hay otros divos significativos en nuestra historia. Ernestina Zamorano y Pedro Ureta, por ejemplo, comediantes excepcionales que han dejado también huella en la historia del teatro, aquella que está fundamentalmente en las tablas, en la memoria de sus hombres y mujeres, antes que en ningún libro. Todavía andan por allí, radiantes y zumbones, don Alej andro Valle, Carlota Ureta Zamorano, hija de doña Ernestina (hacien do hoy teatro experimental con un grupo joven), y andaba, has ta hace muy poco, don Benjamín Arce, hermano de Teresita 79 Arce, como los herederos más significativos de una importante tradición teatral. Todos ellos recuerdan sus días de gloria, aunque muchas veces también de hambre. Recuerdan así los años en los que eran asediados en el Jirón de la Unión por los transeúntes que buscaban estrechar sus manos. Recuerdan también "La pampa del hambre", el Café de León, que quedaba en el Jirón de la Unión frente a la Iglesia de la Merced. Los días sin trabajo y sin dinero, y aquellos en los cuales, por el contrario, llovían de un solo plumazo contratos para hacer mucho más de lo que es posible imaginar pudiese hacer un actor: trabajar en cinco o seis teatros la misma noche, por ejemplo, y luego hacer radio. LOS DIVOS COMO REPRESENTANTES SOCIALES Pero todo esto es historia y habrá que tratarlo como tal. Interesa sí señalar aquí que los divos peruanos, como los divos en general, fueron siempre representativos no solamente de las diferentes tendencias, estilos y formas de hacer teatro, sino de las distintas maneras y criterios sobre los que se ordena una sociedad. Los divos, como todos los hombres excepcionales, basan su poder en el manejo de características que los hacen representativos de vastos sectores sociales. Habrá que verificar históricamente y en detalle la validez de esta hipótesis, especialmente en una sociedad como la nuestra, básicamente plural y compleja culturalmente. Por tanto, estimamos muy sugerente el intento de rastrear una relación entre los personajes sociales, convertidos en divos a través de su figuración entre las diferentes manifestaciones del teatro popular, primero, y de la radio y los distintos medios de comunicación masiva más tarde, con sectores sociales que, agrupados en primer lugar con una fuerte base étnica, logran catalizar las líneas principales del desarrollo de las clases sociales en el capitalismo peruano. Los divos son en este sentido ampliamente útiles, no solamente para estudiar el desarrollo de la cultura y el teatro en el país, sino también ayudar a visualizar aquello que Valcárcel denominó la ruta cultural del Perú. La raza será un principio ordenador del auge de un personaje del teatro popular y del surgimiento de un divo. La raza y todo lo que ello implica culturalmente en el Perú, en donde coexisten múltiples orígenes y mezclas raciales. Una idea de objetivos, rumbos, de formas de ordenar la vida, que liarán referencia constante y machacona, variable hasta el 80 límite de lo insólito, a través de la risa, a las formas más tradicionales de vida de los sectores mayoritarios de la población. 2. QUIENES SON REALMENTE I:OS DIVOS Alberoni hizo un necesario deslinde cuando separó del concepto de divo a aquellos hombres de notable prestigio y excepción, pero que tenían poderes políticos y económicos concretos sobre los que se basaba principalmente su apoyo y adoración por vastos sectores y movimientos sociales. La falta y vocación de prescindencia casi absoluta del llamado poder formal, usualmente sustentado en el dinero o la posición política —de clase y/o de gobierno—, le parecía a Alberoni una característica fundamental. La prescindencia de un rol político y económico institucional en la consideración de la excepcionalidad de un hombre reconocido, seguido y apoyado por la gente, otorga en efecto la definición de un campo peculiar donde el sujeto puede ser analizado en una relación menos determinada por las llamadas estructuras sociales de una sociedad. Distanciándose de la tradición francesa propuesta por Morid (para quien eran divos tanto Charlie Chaplin como Mussolini, tanto Greta Garbo como Stalin), Alberoni recuerda el sentir de los italianos frente al término y del cual somos por lo general herederos (14). En América Latina a nadie se le ocurriría llamar divo a Pancho Villa, Fidel Castro o Juan Domingo Perón. Tampoco a políticos o empresarios, por más que algunos tengan "aires" de tal. Nuestros divos son Gardel, Cantinflas, Jorge Negrete o gente por el estilo. Ninguno con pretensiones de político u hombre de negocios, aunque todos llegaran a ser ricos y ganaran fácilmente una elección democrática si se les antojase. Tulio Loza, quizás el más importante de nuestros divos actuales, es perfectamente consciente de esto cuando explica que su popularidad ha crecido tanto la última década que, si hubiese habido elecciones, él les hubiese ganado fácilmente a sus codepartamentanos y que ahora podría ganar las elecciones para la presidencia. (14) ALBERONI, Francisco . . . en Introduzioni a COSTA, Nicoló . Il dirisino e il comico, Edizioni RAI, Torino, 1982. También ALBERONI, F. L 'elite senza podere, Milano Bompiani, 1973. ROSITI, Franco... Historia v teoría de la cultura de masas, Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 1980, Cap. III. 81 No obstante, la posición moral, y a veces moralista, del divo, estriba en una actitud básicamente política; y el cuidado de su imagen le depara trabajo y sacrificios. "Mis caquitas —dice Tulio Loza—, si las hago, tengo que hacerlas lejos", y añade: "Es- toy jodido, hermano, yo no puedo salir a la calle así nomás, o ir al fútbol como cualquier vecino. Tengo que estar saludando y atendiendo a los reclamos de la gente para no parecer sobrado". Todo esto lo manejan también quienes lo acompañan. "El cholo tiene una casa muy buena y dos carros último modelo en la puerta, que le dieron por renovar el contrato con el canal de televisión, pero no puede salir así nomás; sobre todo al principio, tenía que cuidarse. ¿Cómo así, pues, iba a salir ese cholo pobre que representa con tal casa y tales carrazos...?". La última observación nos obliga a unos pocos deslindes que referiremos a la adecuación entre el actor y el personaje que representa. El divismo no es un hecho casual o superficial en el campo de la cultura y por el contrario se ofrece, en palabras de Rositi (15), como un "centro de relaciones estructurales entre la cultura y la concreta actividad social" de las sociedades contemporáneas. En este sentido, es interesante estudiar la relación personaje(s)-actor en tanto de uno(s) y de otro proceden elementos que constituyen una figura final que es la significativa desde el punto de vista social y es la que analizamos aquí. Esto sucede no solamente a partir de la llamada industria cultural, con la televisión y el cine, como afirma Nicoló Costa (16), sino también en el teatro popular en sus diferentes etapas. La commedia dell'arte y, en general, el teatro popular marcan personajes para cada actor al punto de identificar uno con otro. En nuestra historia del teatro Carlos Rebolledo y Teresita Arce, cholos por definición, no se explican sin el "cachaco-cholo-Rebolledo" o la "chola Purificación Chauca". El extremo de esta identificación se ofrece cuando el personaje divo se origina, sustenta y desarrolla sobre el esquema personal de pensamiento-acción y movimiento del "actor" popular: nombre propio del personaje, animador popular, cantante, bailarín, actor de un solo personaje. (15) ROSITI, Franco, op. cit., pág. 110. (16) COSTA, Nicoló, op. cit., pág. 17. 82 En las coincidencias y diferencias de las características propias del personaje, o los personajes, que representa el actor, así corno en las de los contextos sociales, económicos y políticos en los que unos y otros viven su cotidianeidad, se encuentra una de las claves más interesantes para obtener una imagen de la osamenta cultural del Perú. 3. LOS DIVOS DE LA TV PERUANA A alguien le sonará extrema la calificación de divo conferida a los actores cómicos de la televisión peruana. Todavía hay quienes refieren el término con exclusividad a los exponentes máximos de las llamadas "artes cultas". A esto contribuye mucho una tendencia, señalada de alguna manera por Rositi, a ver el divismo clásico desde el punto de vista psicológico en base a un interés básicamente proyectivo, por la adoración o fascinación que el divo despierta en el público. Por el contrario, el divismo contemporáneo que nos interesa, sin olvidar la vieja perspectiva, enfatiza los aspectos de imitación que el divo propone. sin por ello neutralizar los aspectos de atracción y entretenimiento. "El divismo contemporáneo posee ciertamente muchos componentes proyectivos, pero lo que más lo caracteriza, respecto a épocas anteriores, es la riqueza de sus componentes imitativos, su representación no sólo a través de símbolos que indican una distancia insalvable entre el divo y el hombre común, sino también y sobre todo, a través de la exhibición de cualidades y virtudes o en cualquier caso susceptibles de ser sometidas a normales criterios de valoración: o sea, a través de la propuesta. rechazada o aceptada colectivamente, de modelos de comportamiento realizables". (17) En este sentido es que puede entenderse cómo la teleaudiencia nacional reclama, en sus programas cómicos, más claramente que nunca, un actor divo que represente para los distintos sectores populares una manera de integrarse a la vida moderna y urbana, de ser criollo, para poder defenderse en la vida. El conjunto de estos divos y sus relaciones nos ofrecen una osamenta cultural sobre la que discurren las situaciones de los programas cómicos y una serie de actividades complementarias entre las que destacan algunas fiestas urbanas, donde su presencia como . (17) ROSITI, Franco, op. cit., pág. 111. 83 "animadores" es principal, y el uso de su figura para fines de publicidad comercial y, cada vez con mayor intensidad y de manera más obvia, para fines de apoyo político. La televisión ha producido divos cuya condición se nutre de su innegable raigambre y representatividad racial, como del talento de cada uno para explotar facetas originales en base a su ingenio y creatividad. A esto se añade con notable grosería, pero sin malograr del todo las características anteriores, un manejo manipulatorio propio de los intereses comerciales por mantener un elevado rating y mejorar las ventas publicitarias. La falta de poder formal —aquella característica que reconocimos como fundamental para definir al divo— es una bandera que los cómicos luchan por conservar como amuleto casi indispensable para su éxito y prestigio. Sin esconder sus ganancias, tampoco pueden hacer ostentación del dinero que poseen si no es con propósitos muy específicos, casi solamente cuando se ven forzados a ello y ven una excusa para hacerlo. Yo nací en la sierra, en el suelo, en una lancha pesquera o en la caballeriza de un stud —dirá cada uno a su turno (el lugar importa poco, pero será siempre pobre) — y pude hacer dinero. mis chivilines, unos cuantos dolarillos, hice la mía, con esfuerzo y sudor— concluyen tajantemente. Además de la estructura de la situación cómica, el esqueleto de relaciones inter étnicas y culturales que ofrecen los divos populares de la risa a través de la televisión, brinda un nivel de análisis importante. A diferencia de los actores famosos que protagonizan las telenovelas, estos divos nos remiten a lo cotidiano en términos que sólo la risa puede permitir, para darnos un retrato la más de las veces grotesco de nuestra propia realidad. El reconocerse feo es más que un recurso humorístico; el alarde del mal gusto, casi una necesidad de afirmación. Partir del nivel cultural más bajo, de lo que se sabe que el Perú es —aunque no le guste a nadie— para reconocerse y a la vez distanciarse de este nivel, es garantía básica de adhesión. Desde allí habrá de construirse un continuum de ascensiones que tienen en un con- junto de clichés sobre lo que significa la burguesía su punto límite. Los divos de la televisión tienen un poder informal conside rable del que hacen muchas veces innecesaria y agresiva osten. 84 tación. Augusto Ferrando, por ejemplo, conductor de programas concurso de aspirantes a artistas de la canción, elige como interlocutores, de manera casi espontánea y regular en su programa semanal, a quienes ocupan altos cargos públicos. El propio Presidente de la República se merece frecuentemente un consejo o algunos comentarios porque es "su amigo", igual que el Canciller y otras autoridades políticas. Obviamente, los líderes de la oposición son también amigos, aunque finalmente, cuando el conflicto político se agudiza, sean ellos directa o-indirectamente el blanco de la crítica. Pero ésta es la más vulgar de las formas de definición política y la explicación de cómo y por qué sucede no requiere de mayor análisis. Es en la definición que los animadores de televisión hacen de su propia condición a través de su relación con la audiencia, y especialmente con sus ayudantes y colaboradores, que se presenta un valioso y sugerente material de estudio. Los más famosos cómicos de la televisión tienen, a la manera clásica del señor y el criado de la comedia occidental, una relación de dominación con otros personajes. En el caso de los programas populares de concursos y chistes sin argumento narrativo, esto se expresa por la existencia de "ayudantes" que sirvan para todo propósito, empezando por el de hacer evidente la superioridad, la capacidad y el talento del divo como guía del programa. Ferrando, por ejemplo, tiene cuatro ayudantes: una señorita criolla solterona y desenvuelta, un cholo fuerte de bigote y actitud de galán, una señora extranjera, gringa, alta y flaca que habla muy mal el castellano, y un negro callado, lento y tristón. Todos, sin excepción, son objeto de burla por parte de Ferrando, porque una es solterona, el otro ridículo, la otra chiflada y el último bobo. Dicho de mil maneras, repetido en cada edición del programa, el propósito es el mismo: reafirmar su condición de criollo por encima de estos frágiles representantes de la pureza de otras razas: la mujer blanca limeña, el serrano migrante, la gringa extranjera y el negro casi puro, "casi recién traído del África". Ferrando es, en este caso, el zambo limeño que se levanta por encima de los demás como el prototipo del criollo, de quien se maneja bien, de quien "la lleva". Pero es en los programas donde se presentan situaciones dramáticas en las que se explicitan con mayor profundidad estas nuevas relaciones de dominación. El personaje de "Camotillo el Tinterillo" es probablemente el más significativo. Su asisten- 85 te es una caricatura del abogado, tal vez un tinterillo en el sentido estricto del término. Es el "misti" que los estudios de sociología rural en el Perú definían por su papel intermediario en los procesos de dominación. Este "misti", gracias a su manejo del castellano y algunos conocimientos legales, era el que explotaba a los serranos representándolos en juicios interminables de defensa de sus. tierras, y es ahora el asistente del serrano migrante ya acriollado. del cholo de "acero inoxidable". A continuación pasaremos a analizar los casos de Tulio Loza, Román Gámez, Adolfo Chuiman y Rulito Pinasco, quienes en mayor o menor medida, representan, cada uno a su manera, a un importante segmento de la sociedad peruana. Su importancia no se reduce al rol de actor en estos programas, por el contrario, se extiende de manera mucho más intensa fuera de la pantalla, como símbolos culturales de estos sectores. La situación de estos divos no es, sin embargo, la misma al interior de la industria de la televisión nacional. El caso extremo, de autonomía en la negociación de sus contratos y en la decisión de sus personajes, es el de Tulio Loza, cuya fama, corroborada por el éxito, le permite mantener su independencia. Adolfo Chuiman, en cambio, no está en la misma situación. Su personaje más famoso, como "Papá Manolo" en Risas y Salsa, no es el único; además, tiene que representar a otros personajes ----con su voluntad o sin ella-- que incluso contradicen el espíritu que alienta a ese personaje. Por ejemplo, Adolfo Chuiman, conocido por el gran público a través de su bacán "Papá Manolo", imita también, y con inusitada frecuencia, a personajes afeminados o tiene roles que, en mucho, son lo opuesto a "Papá Manolo": por ejemplo, el reciente sketch sobre la familia que tiene un hijo hippy y otro —Chuiman— "razonable y bien educado"; en este caso, Chuiman es más bien el "monse" cuyo hermano, incluso, frecuenta a su supuesta novia. Respecto a Román Gámez y a Ángel Pinasco, debemos decir que ninguno de los dos es muy conocido por los personajes que representan: Gámez es más bien un animador y/o imitador, y Ángel Pinasco fracasó en su representación de "Mr. Jhonny". Sin embargo, estos cuatro actores son, en última instancia, los que en la actualidad tienen la capacidad de representar a vastos sectores étnico culturales que ven en ellos un símbolo, una síntesis, a través de su evolución y modificaciones posteriores, tanto en su vida real como actores o por los personajes que han creado en compañía de los libretistas. 86 CAPITULO III TULIO LOZA: “EL CHOLO DE ACERO INOXIDABLE” 87 88 "El indio se diluye en el Perú con una lentitud pavorosa" José María Arguedas El complejo cultural en el Perú, 1952. 89 90 1. LIO DE CHOLOS "Si no trabaja, el cholo es un cholo flojo; y si trabaja. y el éxito le sonríe, es un arribista". Con esta sentencia se ha tratado de cerrar los canales de movilidad social existentes en nuestra sociedad, y reafirmar el espíritu de casta por el cual se consolidan las diferencias de clases que existen en el país. El cholo es un excelente emparedado en nuestra sociedad, desgarrado entre el indio y el blanco. Algo así corno "el hijo de la fusilada, de las 7 leches, de la chingada, en México" (18): el híbrido acerca del cual los antropólogos norteamericanos han desarrollado variadas tesis sobre las sociedades que han sufrido un proceso de conquista (19): el resumen de una de las más interesantes vetas de análisis sociológico de la realidad social peruana. La palabra cholo ha tenido y tiene todavía múltiples usos. Durante la colonia fue utilizada para designar al grupo de mes tizos cuyos rasgos físicos eran todavía predominantemente indios, es decir, aquellos "que ya no eran indios ni racial ni cul . (18) Sobre la repercusión literaria de este fenómeno de violación histórica véase FUENTES, Carlos... La nuera novela hispanoamericana. México, Editorial J. Mortiz, 1969,pp. 45.y 46. (19) Ver por ejemplo PARK, Roberto... Hace and Culture, Illinois, The Free Press Glencoe, 1950, entre otros. 91 turalmente, pero cuya condición de mestizos era una barrera para ser admitido con todas las consecuencias en la sociedad occidental española, esto es en la casta dominante" . Pero, las barreras eran y siguen siendo más complicadas. Aquella que no pudo franquear don Pedro Peralta Barnuevo, quien en palabras de Luis Alberto Sánchez "por su condición de criollo debió contentarse con el Rectorado de San Marcos", abre otra de igual dimensión que se ha multiplicado y complicado. El Inca Garcilaso de la Vega sella el vocablo cholo como procedente de las islas de Barlovento, que quiere decir "perro, no de los castizos, sino de los muy bellacos y gozones; y los españoles usan del por infamia y vituperio" (20). Esta dimensión peyorativa ha permanecido hasta nuestros días y de alguna manera adquiere a veces una impresionante vigencia. Cuando Tulio Loza llegó a la televisión en 1964, Pedrín Chispa, considerado el mejor libretista cómico de ese entonces, buscaba un cholito que fuera motivo de "cachita", de risa, de burlas. Había, en todo caso, un tremendo antecedente histórico para que el cholo fuera concebido en estos términos y un consenso generalizado en la sociedad blanca urbana, que lo miraba de arriba para abajo, sobre el hombro, o no lo miraba en absoluto. Pero el cholo no aceptó. "Está Ud. muy equivocado. Los cholos no somos así, Los cholos, aunque parezca raro, somos vivos, sapos, acriollados", le dijo el cómico... "Pero yo quiero un cholo gil, tonto, al que lo engañan ", dijo Pedrín. "Búsquese otro ", fue la respuesta, y Tulio Loza se quitó del lugar muy seguro de sí mismo. (21). Finalmente, y a fuerza de empeño, le aceptarían más tarde su posición: haría de cholo "pendenciero, cachaciento, acriollado". El hombre de su personaje quería decirlo todo: "Nemesio Chupaca Porongo", más conocido como "el gringo Williams". (20) De manera especial, QUIJANO, Aníbal... Dominación y Cultura. Lima, Mosca Azul Editores, 1980. (21) La República, "Tulio Loza a Cholo Calato". Reportaje de Lorenzo Villanueva, pp. 21-24, 30 de Agosto de 1982. 92 ¡De cholo a gringo! ¡ ¡"Chupaca Porongo" dice, sobre sí mismo, ser más conocido con el alias de "gringo Williams"!! El ingreso del cholo a la televisión nacional a través de Tulio Loza, haría ostensible las diferencias a partir de las cuales su personaje podía buscar una identidad propia. Traía al indio y al gringo como los extremos sobre los que intentaba probar todas las vías para acriollarse. El criollo no es el indio, pero tampoco el extranjero. El criollo es oposición con lo extranjero; su identidad se reafirma a través de los valores nacionales —especialmente por la música costeña, su bohemia, sus peñas, su guitarra y su cajón— en contra de valores cosmopolitas. Sin embargo, esta combinación de indio—cholo—criollo—gringo, no es fortuita: en buena medida, y con los años, la cultura urbana costeña, y especialmente limeña, incorporó a través de los sectores dominantes un comportamiento y un conjunto de valores que provienen de la llamada cultura transnacional de origen principalmente norteamericano. Es un hecho que sectores medios y populares urbanos también incorporaron dichos marcos culturales a su actividad cotidiana, especialmente entre los jóvenes de los tugurios y de barriadas. Para ser criollo había ya que incorporar en su nombre, en su comportamiento, algo de gringo, aunque fuese "en joda". NOMBRE DE CHOLO El juicio despiadado de los niños—jóvenes de la ciudad y más propiamente de la burguesía, es contundente. -Oye, tú tienes nombre de cholo" . Los nombres tienen, como todos, sus connotaciones. Nemesio suele ser un nombre que, así como el de Gilberto tipifica al "gil", se refiere a quien tiene mucho de indio o de cholo, ¡nombre de campo, vamos! Existen nombres, propios del mayordomo o la empleada de la casa, como Segundo, Toribio, Celestino, Aquilino, Justino, Celedonia. Ernestina, Melchora, Cesárea. Como reacción resulta asombrosa la cantidad de nombres de estirpe nórdica que abundan en los pueblos jóvenes, entre aquellos adolescentes que nacieron alrededor de los años 60: Johnny (muchas veces Jhonny), Jenny, Glen, Doris, Henry, Willy, Fredy, son nombres que tienen una connotación moderna, extranjera, ajena a lo indígena, que sirve para aliviar o alejar toda asociación inmediata con su pasado serrano. De un porrazo, parece haberse perdido la continuidad que encarnó en sus 93 nombres Andrés Ignacio Gacilla Condori, de Azángaro, líder de las sublevaciones de 1637. que resulta de la combinación entre lo nativo y lo hispano, sin la presencia aún de lo sajón y lo rubio descabellado. "Nemesio Chupaca Porongo", más conocido Como "el gringo Williams", cumple con lo insólito y crudo del humor. Su presentación es una cachetada en el rostro: el proceso de acriollarse del cholo implica como defecto, como situación ridícula, querer "asemejarse" al otro extremo: convertirse en un gringo cultural a través del nombre, de la camiseta, la peinada y el swing al caminar. Todo es ajeno y todo es legítimo como referencia. El grupo existe y es bueno para reírse de él, para-saber cómo pasarla mejor y sacar más provecho a la vida. Al respecto. vale la pena hacer notar la variación del nombre del personaje de Tulio Loza: desde "Nemesio Chupaca Porongo", a su llegada a la radio hace casi treinta años, hasta "Nemesio Chupaca Seminario", protagonista de la película Compre antes que se acabe, coproducción argentino peruana, exhibida en 1983, en el pináculo de su fama. Seminario no es nombre de cholo, es nombre costeño, con un matiz ilustre, por los demás, pero que se integra al Chupaca para demostrar su -acriollatniento. Pero volvamos a la televisión. En los estereotipos de humor televisivo, el gringo representa siempre al "monse". Pero aún más, como una especie de venganza. como una forma de sacarle la vuelta al destino. a veces se generaliza y se identifica al blanco en general con el gringo. Hay situaciones en las que todo blanco es gringo: medio desteñido, sin gracia, azonzado, que no capta el chiste, que no da bien el paso. Se le puede robar la billetera en el micro en el medio de las mariposas en que anda metido, se le puede "atrasar" con su mujer, "pa' que conozca el gusto, primo". CONDICION DE CHOLO El drama del cholo, ha dicho Aníbal Quijano, es también el de funcionar como intermediario entre dos polos que no le son propios ni totalmente ajenos. Peón o mayordomo en la hacienda, sirviente o doméstico en la ciudad. ¡Trabajo de cholo!, ¡resistente al golpe!, ¡cholo barato!, ¡cholo chambero, duro, maceta, tronquito, cuadrado, recio, terco corno mula! 94 El cholo, vía su ancestro indio, retorna el valor de la dureza, el tesón y el esfuerzo. En ese sentido, su proceso de "acriollamiento" es peculiar, distinto al acriollamiento del blanco, del negro o del zambo, todos estos quizás más perezosos, zánganos. traferos, pero al mismo tiempo más vistosos, más peliculeros. astutos y palabreadores. El cholo, por el contrario, ha sentido el peso del poder político y económico en sus espaldas desde que era indio; cargador, excelente cargador, considerado animal de carga en el campo, como peón de hacienda, será también cargador en La Parada. Lento en sus desplazamientos, con cierta dificultad para hablar, el cholo encuentra en la ciudad, sin embargo, un motivo de orgullo en su capacidad de trabajo, que es para él sinónimo de hombría y para los criollos urbanos síntoma de idiotez: es macho, un cholo macho, puro pecho, de piernas cortas, de pelo enjuto, pero con un tórax enorme. Este marco valorativo hace que el indio—cholo diga parcamente que el blanco sólo sabe mandar, pero no sabe hacer ,las cosas: o que el negro y el zambo sólo saben hablar, llenarse la boca de mentiras lindas. Cuando el periodismo, por ejemplo, analiza el fútbol provinciano a través del torneo Copa Perú, asocia inmediatamente al fútbol que se practica en las provincias —y, en especial, en las serranías— con el "fútbol fuerza, macho, guapo, de entrega" . El cholo Hugo Sotil era, más allá de cualquier interpretación, y por consenso, un jugador valiente, que no cuidaba las piernas y se andaba sin remilgos por el terreno de juego. Sin embargo, esto no exime la condición de servidumbre que caracteriza al cholo en la sociedad. Este es de todas maneras el principio de su historia. La mayoría de los personajes cholos en los programas cómicos están caracterizados como domésticos. El cholo de cuello, señor de la casa, será una excepción y aparecerá casi tentativamente en los más recientes programas de televisión. Sólo un ejemplo: en un sketch del programa Risas y Salsa se desarrolla la siguiente confusión absurda: Adolfo Chuiman espera a la tía de su mujer y a una nueva sirvienta. Ambas de ben llegar a la casa casi al mismo tiempo y la confusión es la clave del humor. La sirvienta (a la cual Chuiman confunde con . 95 la tía) exagera todos los rasgos estereotipados de la doméstica; es arequipeña, serrana con dejo, usa poncho, es gorda, y se comporta como la chola "caderona" tema de una "chicha" famosa; grita, limpia, ordena, consciente de lo que es. La tía llega después como representante típica de la clase media urbana, peinado de peluquería con laca, vestimenta llamativa, voz impositiva. algo chillona. Al abrirle la puerta Chuiman dice: "Usted debe ser la cho... la cholita.. . la chola de la agencia de servicios domésticos La perezosa". La asociación sirvienta—chola ha sido confirmada. EL CHOLO EMERGENTE La figura del cholo encarnada por Tulio Loza nos aleja, sin embargo, cada vez más de la del indio o serrano. Para algunos periodistas, y gibe hacer notar que el periodismo ha tomado un notable y persistente interés en el tema, Tulio Loza Bonifaz es el hombre que encarna, mejor que nadie, al cholo emergente de nuestro país, "el cholo que reivindicó nuestra raza". El propio Tulio Loza, especialmente a través de su personaje "Camotillo el Tinterillo", se encarga de hacer gala de su condición cultural de cholo, aunque su personaje "Nemesio Chupaca" pueda obviar su acriollamiento a través de las funciones de soldado. "Quien olvida a su tierra, olvida a su madre", dice Tulio Loza, vestido de "Camotillo". Aunque esté vestido como el personaje es el mismo Tulio Loza, el actor—divo, el que habla cuando envía un saludo conmemorativo de un aniversario más de "Abancaycito" (capital de Apurímac) su tierra natal. Tulio Loza ha llegado al extremo de reivindicar para el cholo el papel de jefe, de dueño, de "quien la lleva" y decide qué hacer con los problemas, no sólo de su bufete, cuando hace de "Camotillo", ¡sino del país entero! A estos efectos es bueno repensar la relación entre "Camotillo" y su "Piquichón". Si alguna vez el indio—cholo fue explotado e insultado en su condición servil, el que supuestamente debió ser el abogado y se quedó en su condición de "misti", de tinterillo explotador, es hoy el peor de los "chulillos" de este nuevo cholo que avanza con una fuerza arrolladora. Hasta el elogio será motivo de una chanza, de una pulla de este cholo simpático pero mandón y directo como todo jefe que se precie de tal en la jungla diaria de la vida en Lima para cualquier migrante. En la caracterización de "Camo- 96 tillo" parece confirmarse ese dicho de los blancos: "Líbreme Dios de cholo con mando". Al decirlo quizás avizoraban el peligro de convertirse en Piquichones en esta tierra de cholos cada vez más acriollados. Lo dicho hasta ahora no debe inducirnos a pensar que todo migrante provinciano serrano es automáticamente cholo. Si bien la manera de hablar, el estilo campestre —"hasta el olor" dirán los limeños más tradicionales y racistas— hace paisanos a los hacendados y principales de las provincias. Con los demás habitantes de la sierra, la diferenciación social en las provincias obliga a señalar notables diferencias en el proceso de integración de los migrantes en la ciudad. Interesa para estos efectos la construcción de una historia personal que Tulio Loza ha convertido a través de sus personajes en la anécdota privada de todo pobre migrante provinciano. Guardando las diferencias, con este migrante serrano ocurre lo que Juan Larco (22) señalaba como característica de la vida de Arguedas, cuya historia personal se ha convertido en resumen de la historia del país. En este caso, Loza construye y desarrolla anécdotas sencillas sobre su proceso personal, ofreciendo como una estructura edificada para la identificación de la masiva inmigración serrana a la par que como mecanismo de explicación de los problemas básicos que enfrenta el país. Esta vía simple tiene diferencias y hace homogénea una vasta audiencia migrante. Tulio Loza llegó de Abancay a Lima en 1956, una vez terminada su educación secundaria y, "como hijo de todo cholo, lo primero que me dijeron —cuenta con fluidez— es que tenía que seguir una profesión liberal. Si era abogado, mejor. Ustedes no saben lo que en la sierra es tener un abogado, un militar y un cura en la familia... Llegué a Lima —prosigue— e inmediatamente me presenté a la Universidad de San Marcos. Yo no necesité ir a las academias ni cojudeces que hay ahora para prepararse. Yo vine bien estudiado e ingresé a San Marcos. Por mi madre. En Abancay los Loza éramos famosos por chancones. Ahora somos famosos por cojudos", concluye sin perder la ocasión de un chiste. (22) LARCO, Juan... en Prólogo a Recopilación de textos sobre José María Arguedas, Casa de las Américas, La Habana, 1976. 97 Tulio Loza es un cholo abancaino educado en San Marcos; de su promoción de Derecho son, por ejemplo, personalidades como Alfredo Bryce Echenique, José Santos Chichizola, Aníbal Aliaga Iparraguirre, Félix Vernazza, etc. Cuando ingresó a la Universidad, su padre le mandaba 400 "mangos" mensuales para que "este cholo se gradúe de Presidente de la Corte Suprema. Era lo menos que pedían los viejos". La historia personal de Tulio Loza gravita sobre una concepción del humor expresada a través de situaciones en que está siempre presente su condición de cholo. Cuando lo expresa en primera persona, por ejemplo, a través de su personaje "Camotillo el Tinterillo", se refiere siempre a un cholo lleno de virtudes, bueno, con aire a campo, a salud. Su familia, su Abancay, su tierra, significan una especie de arcadia. La imagen del cholo de Tulio Loza es la del migrante a finales de la década de los años 50. a la usanza del vals de Luis Abanto Morales: "cholo soy y no me compadezcas". En la mejor tradición del "cholo Rebolledo" y la chola "Purificación Chauca". busca una identificación con los migrantes serranos. El primer bastión de Tulio Loza estará así en los pueblos jóvenes de Lima. Esta identificación podrá ser forzada, pero no es falsa. Ciertamente él no participó nunca en una invasión ni en la construcción a punta de "brazo y lampa" de aquellas ciudades al norte, sur y este de la capital, ni tampoco se ubicó como muchos cholos serranos en un cuarto en la azotea de un hotel de La Parada. Pero su identificación con los cholos de la barriada corresponde a la primera etapa de estos asentamientos humanos; a la época en que conservaban los lazos culturales con su lugar de origen, con sus parientes, donde el mecanismo de los "alojados" y de los "allegados" funcionaba. La imagen del cholo con camisa a cuadros, con blue-jean, anteojos ahumados, pelo hacia adelante, tipo cerquillo, y que corresponde a la imagen que propagara el jugador de fútbol Hugo Sotil a mediados de los años 70, y con la cual se identificó la mayoría de los jóvenes mestizos de Lima, es una imagen que Tulio Loza no tendrá en cuenta sino como un referente de burla muy eventual. El aculturado a la mala. lleno de angustias, es propio de un drama que no le interesa. Es por esto que a pesar de que Tulio Loza no es un cholo representante de la "mancha india" y es más bien un cholo blancón y de pelo en 98 pecho, casi un español —moro en las serranías—, es consciente de que debe representar a ese provinciano, a ese cholo migrante (no indio) que llega perdido, en un primer momento, a Lima. De hecho, las situaciones que Tulio Loza narra en su premiada película Allpa—Kallpa son dramáticas y podrían desarrollarse en un tono trágico, tan chocante como la realidad. Pero Tulio Loza escoge otro camino: el del candor y la ingenuidad, aunados a la fortaleza. Recién bajado de la sierra se sube a un microbús, por ejemplo, con su loro al hombro como testimonio de vistosidad y de campo, de compañero de conversaciones, de extraño en el medio urbano, y le pregunta al chofer "donde vive su tío, si lo conoce". Hace así evidente su deseo, ahora consciente, de representar y reivindicar al cholo migrante en la capital. De un lado, porque el personaje es cercano a él y de otro porque lo que no tiene lo aporta la teleaudiencia por su necesidad de verse representada. El mismo hace sus cálculos, que son los que importan: más del 600/o de los que viven en Lima son provincianos, ése es su principal mercado (23). 2. LA BARRIADA: "LOS LORCHOS DEL PERU Y BALNEARIOS" El novelista Gregorio Martínez considera que la cholificación comienza en el campo. "Ser cholo —dice— significa usar el pañuelo en el bolsillo trasero del pantalón con la puntita salida. Y eso no es de la ciudad. Eso es del campo"—afirma con seguridad (24). Esta imagen corresponde literariamente a lo que Quijano estudió como el proceso de cholificación y que tiene, como es obvio, las características de todo gran problema: su inmediatez, su complejidad, su cada vez mayor importancia. El indio parece haber dejado de ser la preocupación central de la polémica sobre el problema cultural, como lo fue en los años 20, (23) Para conocer los cálculos recientes de un sociólogo y que no distan mucho de los del cómico, Cfr. VERGARA, Ricardo... Población y desarrollo capitalista. DESCO, 1982. (24) Quehacer, No. 16, Abril 1982, Entrevista con Abelardo Sánchez León y Luis Peirano. 99 entre intelectuales como José Carlos Mariátegui y Luis Alberto Sánchez, entre otros: y de otro lado, la concepción del indio en la ciudad, convertido en cholo, no es solamente de mayor relevancia cuantitativa, sino que ha dejado de ser un problema de adaptación a nuevos marcos de conducta y de valores. Por el contrario, después de más de 30 años, el cholo de la ciudad es un personaje clave que ha recreado el contexto cultural en el que le tocaba actuar y al que las nuevas generaciones aportan elementos de agresividad y violencia. El cholo de ahora no tiene que "desembolarse" como dice el vals, no se amilana así nomás, no es, en definitiva, el simplón, el ingenuo, el "chontril" de antaño. La identificación de Tulio Loza con los cholos de los Pueblos Jóvenes responde en primer lugar a la idea de que el cholo de barriada, a diferencia de los tugurios y de las áreas más antiguas de la ciudad —el Rímac, el Cercado, los Barrios Altos, Surquillo o El Callao—, tiene una conducta que lo asemeja más a los primeros migrantes. Su actitud aparentemente ingenua y candorosa se condice con su actitud mental y física, ellos son igualmente confiados y solidarios. En ese ámbito no existirán tantos "achorados", delincuentes, criollos avezados, zambos ni negros. Allí existiría puro cholo de las alturas, trasladados a las pampas periféricas de la ciudad. Ese cholo se caracteriza por oponer su reciedumbre y su terquedad a la viveza criolla, su silencio a la habilidad y a la chispa del lenguaje, el esfuerzo a la picardía ese cholo suele recrearse más en un ambiente de campo que de ciudad, es el que escoge antes que una cantina un recreo, o se fabrica su cantina de esteras y ladrillo en la cual se combinan las funciones de vivienda, bazar, bodega, y se alterna la presencia de los nifios, los adolescentes, los ancianos y las mujeres, en torno a la actividad deportiva, escuchando "chicha", mezcla de huayno con cumbia. Un parlante narra los acontecimientos del barrio un día domingo, o las incidencias del partido de fútbol o de vóley entre distintas zonas del pueblo joven. Ese es el primer acto de la historia de los Tulios Lozas. Esta visión un tanto idílica que presenta Tulio Loza del cholo se emparenta con su necesidad de dar un mensaje positivo y de reivindicar al "cholo bueno, solidario, cooperativo" y que coincide con la primera aproximación culturalista a los habitantes de las barriadas de Lima. Porque entre las dificultades que el cholo enfrenta en la ciudad, debe existir siempre una esperanza. 100 En el segundo acto, este anhelo entra en contradicción con la situación cada vez más alarmante de miseria en que viven los habitantes de las barriadas, y que ha producido una conducta que incorpora la violencia, el desacato, la desesperación. Es decir, incorpora a su conducta un ethos enfrentado con la realidad circundante, hostil, amenazante. Ante ella, es explicable que asuma un comportamiento agresivo, individual, que no se ciñe necesariamente a las normas sociales establecidas (que, por supuesto, no se limita a los sectores populares), y que ha modificado la imagen del cholo recién bajado, ingenuo, propenso a ser objeto de burlas. En oposición al cholo bueno, este tipo de cholo, en segunda o tercera generación, es un jovenzuelo que siente el peso de la dificultad económica y se mueve en relación a horizontes que no le ofrecen mayores alternativas. La frustración, la escasez de oportunidades, la miseria, condicionan su conducta, sin la resignación o la ignorancia de antaño. Tulio Loza no procesa directamente el mundo popular actual de vastas dificultades sociales (capitalizada por partidos políticos, las sectas religiosas y el consumo masivo) y empieza un proceso de distanciamiento y desconocimiento paulatino, pues ese mundo no se ajusta a la imagen que él mantiene del cholo, bueno sin ser servil, solidario, ingenuo, que intenta hacer trampitas pero que ríe siempre aunque salga perdiendo. Finalmente, la historia y la evolución personal de Tulio Loza lo introduce así cada vez más al ámbito de los sectores medios y se nos presenta como un síntoma del surgimiento de una cultura criolla mestiza nacional, que busca el apoyo de los sectores populares e intenta perfilarse como alternativa política en la sociedad peruana. Esta ubicación distinta, peculiar, abierta a la historia, es la que permite que Tulio Loza pueda salir fotografiado por la re- vista Caretas durante el verano de 1982, en el yate de un acaudalado notario, sonriendo con otra gente de modo y dinero en el balneario exclusivo de Ancón. Pero sobre todo, es interesante notar que no es simplemente Tulio Loza quien reclama esta posición entre los actores de la vida social y política del país. El cholo "Nemesio Chupaca", ya no se mueve necesariamente en el ámbito popular barrial. 101 Desde una nueva perspectiva, la de los sectores medios, utilizará otros ambientes para lanzar sus abiertos mensajes políticos. El cholo "Camotillo el Tinterillo", aliado con el criollo Polo Campos, será quien elabore de manera excepcional los contenidos de humor político en la televisión. Ningún otro programa asume con tanto desenfado este tipo de temas. El cholo de los sectores medios que intenta prevalecer allí mayoritariamente. se alía con el zambo pícaro y conocedor de los ambientes criollos. "Mejorar la raza" es una idea generalizada en el ambiente popular urbano. Un razonamiento popular aplica así esa idea: lo negro puede llevar a lo zambo, a través de un emparejamiento con lo cholo y, más aún, a lo que se denomina "sacalagua", cuando lo hace con lo blanco. El cholo sería, así. el lugar de encuentro ideal, sobre todo si se es cholo costeño, buen partido para cualquier mujer. El cholo. además, puede ser cholo blanco y de ojos verdes; es decir, cholo blancón, es decir. casi no cholo, aunque hable quechua como Tulio Loza, -porque no todo el que hable quechua es cholo—; y. por lo tanto, puede aspirar. más que el negro o el zambo. a trabajar en lugares como los blancos en el comercio, en las dependencias del Estado; no como conserje, sino con cuello y corbata en invierno y guayabera en el verano. 3. EL CHOLO POLITIQUERO El acceso del cholo a los llamados sectores medios tiene una serie de implicaciones políticas. donde no es difícil encontrar intenciones de conformar un grupo coherente e insurgente que busca representación en partidos políticos populistas, nacionalistas, antioligárquicos e incluso anti-imperialistas. Desde los cholos parece ser, a juzgar por sus opiniones, más fácil explicarse sentimientos políticos de nacionalismo y la reivindicación de lo propio frente a lo extranjero. "11 cholo de acero inoxidable" de Tulio Loza persigue, por supuesto, la reivindicación de la identidad del cholo, pero también, de manera creciente, el derecho de mejorar su situación en la escala social, a subir, a tener dinero, a "codearse" con los blancos y, por lo menos, compartir con ellos el poder, al no poder --o no querer— arrebatárselo del todo. El mensaje político del cholo está cargado gruesamente de oposición al poder y a quienes tienen el dinero y manejan al . 102 país. En este sentido, los juicios de Tulio Loza sobre la oligarquía son contundentes: pero, al mismo tiempo, su identificación política (hecha pública) es con Luis l3edoya Reyes, líder del Partido Popular Cristiano, el partido de la derecha peruana. Tulio Loza aclarará, sin embargo, que no es porque sea de derecha, sino porque tiene su hombría bien puesta, valor sublime. Es decir, su identificación ideológica con Bedoya Reyes se ve reforzada por su físico: un hombre mestizo, oriundo de El Callao, ahogado como él, político cunda como él, buen hablador como él, polemista como él --que reconoce que a través de la política el cholo-criollo sector medio-profesional obtiene dinero y poder, individual y grupalmente y porque Bedoya se ha introducido en los sectores altos de la sociedad: es valiente, es arremetedor, es pragmático, eficiente, llega donde quiere. Según este personaje clave de la televisión popular en el mundo urbano de hoy, conviven: el cholo pobre popular y el cholo encorbatado de los sectores medios. Tulio Loza encarna a los dos, pero ha evolucionado del primero al segundo, y optado personalmente por el segundo. Con los primeros tiene una irremediable y creciente distancia, pues muchas veces viven cargados de agresividad y están ganados (son terreno abonado) por el inconformismo en todas sus variantes y pueden ser pasto de la violencia. Los segundos, en cambio. buscan consolidar un status en el sistema social, anhelan organizarse políticamente, ser alternativa de poder, ascender socialmente, enfrentándose o conviviendo con los rezagos del poder blanco oligárquico, cuyo ciclo histórico consideran caduco, mostrándose abiertos a una nueva alianza en la que puedan tener mayor peso y reconocimiento a su esfuerzo y habilidad. La identificación de Tulio Loza con este tipo de cholo lo convierte también en el portavoz de los demás sectores medios más modernos, ávidos en su ascenso, pero que sufren los embates de la crisis económica y temen la pobreza. así como por aquellos empeñados en la construcción de una burguesía nacional. En este aspecto sobresale fuertemente, por ejemplo, el cariz ideológico anti-comunista que tienen los mensajes políticos de humor de Tulio Loza. así como su alejamiento del mundo popular enfrascado en la lucha final por su sobrevivencia. Tulio Loza, a través de su personaje "Camotillo el Tinterillo", ha creado también su propio partido como una manera . 103 de distanciarse de las organizaciones políticas que, bien o mal, representan con mayor crudeza los intereses de los sectores más pobres del país. Todo el mundo está en la mira de su crítica, pero los acentos se cargan con frecuencia sobre los dirigentes sindicales y parlamentarios de izquierda, así como a la CGTP y a la CNA cuando éstas han decretado un paro nacional o regional. Su mayor enfrentamiento ha sido con los que son, al margen de toda consideración política, probablemente los peores cholos del mundo: los cholos de Sendero Luminoso. Como muestra en este enfrentamiento radical hizo público que Sendero Luminoso lo había amenazado de muerte y tuvo que recurrir a protección policial permanente. Sendero Luminoso encarna el extremo opuesto del cholo asimilado, con cuello y corbata, que pretende ganarse un sitio en la sociedad establecida. Sendero Luminoso opta por la guerra, la dinamita y la acción violenta y, más allá de cualquier consideración étnica sobre la violencia armada que se desprende de los juicios de Tulio Loza, interesa conocer sobre qué bases establece sus diferencias, a pesar de que los dos parten originalmente de un lugar común: los rasgos étnicos y sociales de lo popular. Un reportaje concedido al periodista Hernán Velarde (25) es especialmente significativo en este aspecto. Tulio Loza alterna niveles distintos, pero complementarios, en la discusión para responder a preguntas sobre: su situación personal en relación a Sendero Luminoso, la democracia, la justicia social y, por último, su propia situación económica. Algunos puntos resumen su posición actual en relación a su evolución personal, aquella que propone como modelo de lo que son y pueden ser los cholos de este país. En primer lugar: el enfrentamiento Sendero Luminoso—Tulio Loza es entre hombres. "Pichón, ¿a los hombres?", responde cuando el periodista insinúa que lo quieren matar. "Ellos tienen el poder de las armas, pero yo el de la risa". Luego afirma que "a ellos les falta, lo que a mí me sobra", —en sus propias palabras— "huevos, cojones, ser macho, caramba", para el que no ha entendido. (25) Expreso, 5.9.1982. 104 Un segundo punto se centra en la discusión sobre la democracia y la filosofía, aunque el periodista aclara que no es el tema de ambos. A partir de las discusiones clásicas sobre la democracia se llega a la justicia social, donde, según Tulio Loza, estarían las coincidencias con Sendero Luminoso, aunque los métodos difieran. Tulio Loza, adjetiva duramente a los terroristas, llamándolos "perroristas", "traidores a la patria", que "reciben dinero de afuera para hacerle daño al país". Sin embargo, afirma que ellos también buscan la justicia social y, para asombro del periodista, declara finalmente que él "cree en cualquier doctrina que sea capaz de erradicar las lacras sociales del país, cortarle la mano a los ladrones y aliviar la tortura del hambre, porque yo no vine a 'este mundo como todos los niños, con un pan bajo el brazo, sino con un vale por un mendrugo". Y así aparece el tercer tema, el de su nueva situación económica En la introducción al reportaje, Hernán Velarde escribe: ¿,Qué pasa cuando un humorista millonario y más popular que el hambre se coloca en la mira de los fusiles terroristas y tiene que vivir con su respectivo policía de cabecera...? Ajá, parece que lo agarraron a Tulio, infraganti, pero desde una perspectiva moralista, incapacitándolo, por su situación económica, de convertirse en el representante de los pobres que tanto reclama. Y es más: espetándole que ha hecho dinero de los pobres y de la miseria, que hablando de ellos es como se ha enriquecido. Ante tal arremetida, contesta: "Lo que da dinero es la calidad que es hija del sacrificio. No puedo evitar ganar mucho dinero, teniendo en cuenta que mi programa es el de mayor sintonía, y lo es, porque detrás de él están todos los cholos del Perú y Balnearios". Y por último, algo molesto, dice: "No me la hagas preguntón, te la responderé sin que me la preguntes: cierto que me hice rico defendiendo a los pobres, lo que es una paradoja, pero soy sincero cuando digo que al hablar de la miseria, lo hago principalmente a nombre de un chiquillo abancaino que nunca tuvo juguetes. Pero si ese chiquillo (por él) siguiera a los cuarentaitantos años sin tener juguetes, habría demostrado que no los merecía, y yo merezco todo lo que tengo, incluido mi felicidad con Mirna, Anita y Tulito (su mujer e hijos), anclas y hélices del motor que impulsa mi vida y si quieres, también de mi muerte, si ésta llega antes de lo previsto por Dios". 105 La paradoja está resuelta a partir de una enumeración de los valores del cholo urbano: el esfuerzo personal es garantía de éxito, quien lo dice es un hombre de éxito, un millonario --así lo califica el periodista—, que no puede pensar de otro modo sin entrar en una contradicción personal. Sin embargo, repone sobre el tapete la escisión de Tulio Loza: ¿cómo poder seguir interpretando, representando y entendiendo a sus cholos, más allá de constatar su miseria, si no indaga en las causas y razones que la producen, sin cuestionar el sistema social vigente, sin ponerse a pensar ¿,por qué cuernos son pobres? ¿Será, quizá, porque son flojos, que no tuvieron juguetes y no quisieron como él tenerlos a los 40 años? Sendero Luminoso, sin entrar a un examen detallado de este fenómeno socio-político, insinúa que sus seguidores son los más miserables del país, los no sindicalizados. al margen de todo aparato formal, que ven en esa posibilidad un asidero de transformación radical, opuesto a todo aquello que forme parte del sistema vigente, incluido no sólo lo más rancio y oligárquico, sino las capas medias, urbanas y del campo, los comerciantes. los burócratas, los quejumbrosos del centavo y de la miseria plena. Frente a este mensaje Tulio Loza acaba representando concepciones políticas de centro, aunque su afinidad como el líder del Partido Popular Cristiano lo distancia de sus "cholos inoxidables, de sus lorchos queridos de los pueblos jóvenes, de su Abancaisito, de sus indiecitos —, que con el correr de las décadas van volviéndose más complejos y para quienes la mención a su pobreza es sólo un lugar común, un punto de partida. que se repite con el riesgo de no convencerlos más. 106 CAPITULO IV ROMAN GAMEZ: EL “RONCO”, RONCA 107 108 1. EL ZAMBO En el Perú no sólo se ronca cuando se duerme; se ronca fundamentalmente a través del uso de la palabra. Mediante el vozarrón, inherente a Román Gámez, se puede fustigar, atacar, "cochinear" y se tiene la capacidad de destrozar al contrincante de turno, disminuirlo, vejarlo incluso, si fuera necesario, si, por casualidad, es un desatino, pretende responder. Tradicionalmente el cholo no es respondón y, cuando lo es, se dice que ha asumido una post- rebelde, irreverente, probablemente insólita, o que ha llegado al límite de su paciencia y ha sacado las garras, su otra cara, la verdadera, la expresión "se me subió el indio", alude precisamente a esto. Del cholo se espera siempre sumisión y obediencia, aunque sea a regañadientes. Se sabe también que puede responder y ser violento. Por esa razón su silencio es considerado por el blanco, como hipócrita, desconfiado y sus ocasionales reacciones abruptas han mostrado el fondo, lo que verdaderamente es. De ese modo, todas las otras actitudes no serían más que máscaras hábilmente urdidas, propias de su procedencia india, que está sujeto a la lógica de las dos caras debido a las condiciones estructurales de nuestra sociedad. El zambo, en cambio, es reconocido como una persona franca, directa, sin "pelos en la lengua", que dice las verdades a boca de jarro, que no tiene miedo y utiliza la palabra como su mejor arma. Así opinan sobre él los personajes que lo rodean en los programas cómicos de la televisión. 109 De toda la gama socio-cultural de la Lima de hoy. el zambo parece haberse llevado todos los méritos por el desarrollo de esta capacidad. Esto le ha permitido desarrollar la imagen de que un zambo jamás será visto como un tonto, que es muy difícil que exista un zambo a quien se le toma el pelo, que sea el "peje", el "gil". el "lorna" o el "pavo", palabras todas que ha desarrollado el argot urbano para designar al "punto", es decir, al cual se puede hacer bromas, de buen y mal gusto. El zambo, a través de un elaborado léxico, en el cual cada palabra se amolda al gesto y es usada en el momento preciso, expresará su sentido del humor, peculiar en el campo del humor popular, donde la burla incluye a uno mismo. Parece que un zambo nunca se burlará de sí mismo y para confirmarlo con la excepción de rigor Ferrando aclara que él también es pobre y zambo, y que nadie debe ofenderse porque él le tome el pelo. "Es por jugar, con cariño". Polo Campos empieza su espectáculo Hablemos a calzón quitao, presentando a Alicia Andrade, que representa a una actriz de revista que llega borracha a la función y que lo insulta con palabras del más grueso calibre: zambo, ratero, maricón. Lo usual en el zambo, sin embargo, es una postura a la ofensiva: de un zambo se espera siempre que coloque apodos, que use su ingenio, la zamarrería, la travesura, la finta, el uso pintoresco de palabras y giros para desarmar y burlarse del otro. El zambo es esencialmente de la ciudad, de la gran ciudad, aunque no naciera en ella. En su caso no hay necesidad de ambientación a los edificios ni a la vorágine del tráfico. En la 'ciudad tiene sus barrios, sus amigos de infancia, su jerga, su humor. que tiene en el "cochineo" su máxima expresión. Cochinear es burlarse, tomar el pelo. El zambo nace en esa onda, especie de contraseña de la sobrevivencia. Se debe "cochinear" para no ser "cochineado". De eso el zambo ha hecho un arte: un arte de palabras que apunta a los defectos particulares o grupales de los otros sectores sociales. En Lima los zambos suelen vivir en los barrios antiguos y de franca connotación urbana: el Rímac o Bajo el Puente —sinónimo de habilidad. malicia. criollismo y eventual delincuencia— así como en El Callao, Surquillo —ex-famoso Chicago Chico—, en Barranco o Chorrillos. 110 En términos de un ordenamiento cultural y social, el zambo. es la mezcla del negro con cualquiera de las ya mezcladas razas de la costa. FI pelo enmarañado, el rostro con tajo, barba de días marcan el prototipo del zambo portuario, que puede incluso lucir ojos verdes. El negro mezclado con el cholo y el chino diversifican sus variedades: los hay altos y color de aceituna, de ojos rasgados, parsimoniosos al andar, confiados en su talla y presencia, se saben dignos exponentes del habitante popular de Lima. Como el cholo, el zambo tiene también creado un estereotipo sobre su estilo cultural, su manera de ser, de expresarse, de ver el mundo y su gente. El zambo está apto para, superando su condición de negro esclavo, tratar de igual a igual a sus congéneres, sean quienes sean, y discutir el mejor lugar en el mundo popular urbano. El zambo puede "cochinear" tanto a los cholos y por supuesto los serranos, pero también a los blancos que rozan el mundo popular urbano. El estereotipo clásico del zambo urbano arriesgado y peleador lo remite al mundo del hampa, del lumpen, de la delincuencia. En los reportes policiales siempre se dice "un individuo de tipo `azambado'...". En esta línea se sitúa el personaje de la televisión "Roncayulo", interpretado por Antonio Salim, que curiosamente tiene también el significado de "roncar" en sus primeras sílabas. "Roncayulo" encarnaba al zambo cafichero, maloso, con barba de días. delincuentoso, originario de los barrios populares urbanos. UNA GARANTIA DE CRIOLLISMO Resulta curiosa la naturaleza y la aceptación que tiene el apodo genérico de zambo en la ciudad, especialmente entre los enes. Los adolescentes pueden llamarse entre sí zambo. zamhito: un mozo, es "oye. zambo": así como también un vendedor de helados o eventualmente cualquier peatón. Lo más interesante es que nadie se siente ofendido. Aunque tampoco halagado. El zambo funciona en la televisión como un lugar de encuentro cultural. En el mismo sentido que lo hace el cholo, pero sin los problemas de éste. Lo cholo reserva una connotación . 111 capaz de aglutinar a una gran cantidad de personas, pero conservando ciertas características que son motivo de diferencia. El zambo, en cambio, aunque ha dado lugar a clasificaciones raciales específicas, se proyecta en lo primordial como un modelo de conducta urbana, con un espíritu capaz de ser generalizado a otras personas, como un modelo a seguir. Incluso en los colegios de la alta burguesía hay siempre "un zambo"; y ese "zambo" —de pelo encrespado, pero castaño, y de ojos verdes, por lo general descendiente de italianos— goza de mucho prestigio entre sus compañeros de aula por su habilidad en el deporte, su destreza en la gresca y por haber propagado aventuras fuera de los linderos convencionales en los que se mueven los de su edad y clase social. Podríamos hipotetizar en el sentido de que lo zambo en el Perú expresado a través de los medios de comunicación, constituye un modelo de valores y de conducta netamente urbana, que es capaz de llevarla a cabo y de generalizar a partir de su extracción popular. Los zambos, a diferencia de los cholos, parece que nacieron criollos y no sufren el síndrome de la escisión con su pasado, no tienen necesidad de acriollarse y no les interesa, tal vez porque no pueden, escalar posiciones hacia los sectores medios. Los auténticos zambos, por lo general, tienden a mantenerse en los sectores populares y de allí proyectan una imagen propia, apegada a sus valores, que no les produce vergüenza ni malestar. El zambo asume el criollismo con tal naturalidad debido a su ancestro negroide, ya que se entiende que la primera expresión popular de lo criollo fue el criollismo colonial de los negros y los pardos. Según Roberto Mac Lean ;26), el clima y el trabajo marcaron el destino del negro en el Perú y en otras partes de América. Los negros no pudieron aclimatarse en la región andina y se vieron obligados a establecerse en los valles de la costa. Allí desarrollaron sus actividades en el trabajo doméstico y rural en los ingenios azucareros de Lambayeque, Chicama, Saña, Pativilca, Supe y Cañete; en los olivares de Yauca e 'lo; en los viñedos de Lima, Chincha, Pisco, Moquegua y Lo'cumba; y en las curtiembres de Cañete, Ica y Piura. (26) Citado por Sinesio López. El mundo escindido de la cultura criolla, separata de la Jornada de Balance de Estudios Urbano-Industriales. PUC, 1982. 112 LO ZAMBO TRAE Y LEVANTA LO NEGRO Lo interesante de rescatar para propósitos de este trabajo, es que el negro, a pesar de su situación de la más explícita y cruel dependencia, porque llegó al Perú en calidad de esclavo, desarrolló y mantuvo siempre una arrogancia peculiar que en mucho se asemejaba a la de sus amos en el campo y a la de sus patrones en la ciudad. El negro es el habitante popular primigenio de la urbe, el habitante de los barrios populares y de los callejones, de los barrios más antiguos, como El Cercado y su periferia, y de la primera expansión popular, como fue La Victoria. El mundo negroide en Lima ha estado caracterizado por la idea de cohabitar en un espacio específico. como en las rancherías de la hacienda, donde se ha desarrollado una cultura propia: canto, baile, lenguaje. La altivez —"sobradera"— del negro, siempre correctamente vestido, a la percha si era posible, con un porte alto para el promedio en el país, es producto de una extraña combinación histórica que incluye al mito: ser más fuertes y buenos amantes, las adolescentes blancas lo confirman, al menos como un deseo verbal. El personaje Candelario Navarro, de la novela Canto de Sirena de Gregorio Martínez, tiene una característica particular entre los negros; su no asimilación a la estructura económica y de poder en la hacienda. En buena medida, es un negro libre de las ataduras del sistema. Gregorio Martínez presenta al negro ideal, que corresponde con el deseo profundo del mismo: ser libre. El estereotipo del zambo parte del prejuicio del blanco sobre el negro. "Es más fiel, es más limpio...", dice el señor. En realidad, la imagen ratifica la condición servil del negro que se origina y es propia del contexto social de la Lima antigua, donde al igual que en las comarcas del sur norteamericano, era común ver a una ama negra, siempre vestida de blanco completo, con cofia y mirada austera, protegiendo por completo a la niñita blanca .y rubia, quien no solamente no le teme sino que la adora. Según el estereotipo, el ama negra es el ama por excelencia, como el portero de un club de prestigio tiene que ser negro, de impecable abrigo rojo y gorra negra. Un Mercedes Benz camina siempre mejor si el chofer es un negro. El negro tiene la connotación del doméstico elegante, de ser para el patrón y su señora un indudable signo exterior de riqueza, junto al perro afgano y la vajilla de plata. 113 Superada su condición de esclavo, desde principios de siglo, la servidumbre del negro tiene peculiaridades que es importante resaltar, sobre todo en la ciudad. Al negro se le prefiere en las tareas "refinadas" como servir la mesa, manejar el auto o ser el ama de las niñas, cuando es mujer. Lo que mejor le queda son los guantes blancos, la corbata michi y el chaleco (27). La que friega y refriega los salones, los patios y los corredores, es la chola o la india. Esta pequeña. pero significativa diferencia de status, impregna el espíritu aristocratizante con que se quiere explicar la conducta del negro en la ciudad: una tendencia al aseo y los modales, una pronunciación exagerada de las palabras y una manera de caminar altiva y elegante. "Un negro fino", en rasgos y en conducta, es la observación que tiene el blanco sobre el negro, no así ante el cholo: para él, a lo más, el mejor piropo es: "un cholo fuerte". El negro encuentra una cada vez mayor integración en la sociedad a través del zambo, que si bien reconoce su ancestro en lo negroide, no se considera a sí mismo negro. El negro, convertido en zambo, logra superar las estrecheces de un espacio social y cultural exageradamente propio y singular, y desarrolla así nuevas características, producto de sus transformaciones raciales y culturales. No es curioso el rechazo que tienen los otros representantes étnicos de los sectores populares ante el negro, expresadas por lo general a través de las bromas, que en muchos casos no pueden escamotear el espíritu agresivo que las anima: "el negro sólo piensa hasta las doce" se le dice cuando está jugando fútbol y comete una falta garrafal. El negro comparte con el indio su condición de bestia, al fin y al cabo para eso lo trajeron. Este menosprecio no proviene, sin embargo, necesariamente de los blancos, para quien históricamente ha sido una especie de soporte y figura próxima, cuanto de los cholos de la ciudad. Por lo general, el "punto" en un partido de fútbol es un negro, de allí que sea excepcional o salga de la cancha. (27) Sebastián Salazar Bondy contaba durante los años sesenta que el día que invitó a comer a su casa a Nicomedes y Víctoria Santa Cruz, había confrontado uno de los más graves problemas del país: su empleada Dolores, vieja negra limeña, se negaba a servirle a esos "negros como yo, ¡qué lisura!". El arreglo exigió que ella serviría a los blancos e Irma, su esposa, a los negros. 114 El zambo, en cambio, jamás es visto de esa manera, porque tiene algo de blanco y de cholo. El zambo es, a nivel hipotético, el lugar de encuentro cultural de los sectores populares, que trae lo negroide como ancestro así como el cholo trae al indio. Cholo y zambo implican una relación más fluida que negro e indio. Los extremos del mundo popular peruano (física, social y culturalmente) encuentran en estas dos esferas culturales un vínculo que antes no existía: indio y negro, en sí mismo, superan las barreras de aceptación que producen en el conjunto social, a través del cholo y el zambo. No es raro, por eso, encontrar que los propios zambos en la televisión se burlen de los negros. El caso más extremo es el de Augusto Ferrando que tiene en su programa al popular "Tribilín", cuyo rol es hacer el papel de negro idiota, que no entiende absolutamente nada, que no sabe hablar, que usa una palabra por otra y su única misión es sonreír en el programa ante las burlas que le endilga Ferrando. Augusto Ferrando se burla del concursante "Dúo la Victoria", compuesto por un tío negro y su sobrino, cuando le dice al niño: "oye, ¿tu te peinas o te pintas el pelo?". En esta óptica no resulta extraño que tanto el indio como el negro "puros" no tengan actores divos en los programas cómicos de la televisión, como lo tienen el cholo y el zambo. El indio no aparece, y el negro lo hace sólo a través de "Tribilín" o "Gutapercha", haciendo los roles de atrasados mentales aunque, como en todo, existan casos excepcionales como algunos papeles de Enrique Avilés en El Dedo. Los zambos de la televisión pueden mofarse de los negros, aunque sean los que están más próximos a ellos y los representan indirectamente, a veces hasta reivindicándolos. Así como al cholo le sale el indio, al zambo le sale el negro. "Líbreme Dios de negro con plata..." decía el blanco. 2. " ¡QUE TAL!..." SOY EL RONCO Román Gámez es el representante de una variante del zambo urbano. Pero ésta se resume categóricamente al identificar su comportamiento con otros. El "Ronco" es el principio y Ferrando, tal vez, el final de las variantes del zambo. A pesar de haber nacido en Cañete, está identificado con Chorrillos, con su mar y la pesca. Un pescador no puede ser con- 115 siderado como un "monse", un idiota, un "gil". Al contrario. es valeroso al extremo, como lo fue José Olaya, héroe chorrillano, barrio de mariscos, de malecones. de aire marino, zambo también. El pescador se encuentra a mitad de camino entre el marinero y el ciudadano, entre la aventura y la rutina, siempre en contacto con el peligro y el riesgo. El pescador es el símbolo de la fonda compartida, del estrépito y la alegría. Román Gámez representa al zambo saludable, vinculado a la naturaleza, canchero, que ha conocido la vida desde abajo. Autodefinido como "misio" (pobre), lo que más teme Román Gámez es la pobreza. "Y le temo —dice— porque la he vivido, la he sufrido". Sin embargo, la gran virtud del zambo es su identificación con lo que es: un zambo nunca tiene vergüenza porque ha impuesto respeto sobre los demás. "Igualito nomás es, compadre —dice—. Yo me siento igual, como sea, nada me va a cambiar ni la miseria ni la riqueza, si algún día soy millonario" (28). El humor de Román Gámez refleja los valores esenciales del zambo: la viveza y la trampa son los elementos inherentes a su humor y a su manera de concebir las relaciones sociales. En el colegio, por ejemplo, lo que más temía era el examen oral porque no se podía plagiar. Obviamente, reconoce que era un flojo como corresponde a un zambo que se jacta de ser tal, y goce del aprecio y del respeto de sus compañeros. Lo contrario —de manera simple— es ser el "chancón", el estudioso y disciplinado, que no corresponde a la conducta de un representante típico de su condición cultural casi congénita para ser eximio ejecutor del "vicio" en el aula escolar. En su proceso de socialización, el zambo es el palomilla; así, Gámez dice: "Cómo era de palomilla que el primero de media lo hice en 4 colegios. De todos me botaban por mala conducta. Cochineaba a los profesores y a los compañeros". En este proceso de socialización, sin embargo, resalta la lógica de su conducta: serle útil a los demás —especialmente por su capacidad y temeridad para romper las reglas establecidas— y sacar algún provecho de su acción. En el colegio, por ejemplo, había . (28) La República, 30.7.82, entrevista por Víctor Robles. 116 un profesor miope y é1 tenía la capacidad de imitar la voz de todos sus compañeros, de tal manera que podía contestar la lista y dar los pasos orales por ellos. Esto, por supuesto costaba, y el "Ronco" tenía su tarifa establecida: 50 centavos por dar paso oral y 20 centavos por contestar la lista. Nunca lo hacía con cualquier profesor; sólo con el maestro miope, pues sacaba ventaja de esa limitación física, y de esa manera también se "recurseaba" unos centavos de los bolsillos de sus compañeros de clase. La imagen generalizada que se tiene del zambo en la sociedad urbana es que está hecho, como lo evidencia Román Gámez, en cuerpo y alma para la fiesta, el colorido y la alegría. Difícil concebir a un zambo enfrascado en sus pensamientos o sumido en una depresión, escarbando alguna idea que no logre plasmar en la convicción de los sentidos. Quizás, y corriéndonos el riesgo de ser parciales, Gregorio Martínez propicia la misma imagen que el "Ronco" Gámez: una de sus fotografías más conocidas (tomada por Carlos Domínguez) es sentado ante una enorme fuente de comida (de mar, por supuesto), rodeada de cervezas, con los botones de la camisa casi abiertos, y una sonrisa que evoca paz interior y fortaleza comprobadas. Ambos comparten, además, el gusto por contar historias, por contarlas primero, aunque éste luego las escriba, como continuación de su ancestro negroide. Así se socializan y transmiten los cuentos a la comunidad rural. La capacidad de encandilar ha sido desarrollada por los sectores populares vinculados a las tareas agrícolas a través del don de las palabras escogidas. Este hecho los faculta a convertirse en el centro de la atracción, aptos para el espectáculo, para el show. A ello podemos agregar otra característica propia de los zambos que se emparenta y que, probablemente, ha contribuido a delinear el humor criollo tal como se entiende en la actualidad: su actitud terca para evitar cualquier tristeza y transformarla, si es necesario, en un motivo de risa. El "Ronco" no concilia con la tristeza ni con la tragedia, ¡nada de dramas, nada de telenovelas con el zambo!: las lágrimas, definitivamente, no forman parte de su repertorio. El programa más popular del "Ronco", especialmente durante 1983, ha sido el Concurso sencillo de las actrices, donde una concursante llama por teléfono para proponer el argumento de . 117 una radionovela de la que luego interpretará el rol protagónico. El "Ronco". Kiko (su disc-jockey) y, eventualmente un artista visitante cualquiera, interpretarán los otros papeles. Todo el concurso, que luego pasó a llamarse "la radionovela", debido al interés de algunos hombres por participar, consiste en reír sobre las situaciones tragicómicas planteadas en el argumento. El "Ronco" califica y premia los argumentos y las interpretaciones con productos básicos que publicita en su programa: aceite, fideos, detergente, discos, etc. La ligereza, la picardía, la risa a flor de labios y la salida ingeniosa, antes que la observación detallada y el afán de indagación, no quiere decir necesariamente que el zambo sea superficial. Cuesta, es cierto, aceptarlo como filósofo o matemático en nuestra sociedad, como puede suceder con otro tipo de cholos no analizados aquí porque no existen para la televisión: por ejemplo el cholo Tello, "serial" entre sus huacos, sumido en sus estudios o como poeta, cuyo exponente máximo sería César Vallejo, melancólico, profundo, fruncido. aunque su risa —cuando reía— según relatan sus amigos, era como la de todos, sonora. La actividad principal del "Ronco" Gámez estuvo, hasta hace muy poco, en la radio y no en la televisión. En la televisión participó durante 1983 como actor en el programa Risas y Salsa, y ahora tiene su propio programa en el nuevo Canal 9: El Súper Show del Ronco. Sin embargo, desde hace unos años está en Radio Mar de lunes a sábado, de seis de la mañana a una de la tarde. La personalidad de Román Gámez y su significado socio-cultural es más obvia en la radio que en la televisión, don- de acostumbra hacer el papel de presentador-actor así como de imitador. En la radio, es la voz de los pueblos jóvenes de Lima. El "Ronco" vive en Chorrillos, donde está ubicada la radio: antes vivió en San Juan de Miraflores, luego de haber vivido en Cañete, y trabajó como vendedor de pescado desde que era niño. Román Gámez representa —por su manera de vestir, de hablar y de actuar— al ciudadano común de los sectores populares. Cuando trabaja en la radio lo hace con un blue jean local, en un ambiente estrecho y austero, que no ahuyente a las personas pobres. Estas suelen visitarlo constantemente para pedirle favores, que van desde el simple saludo por el cumpleaños de un pariente hasta trabajo. El "Ronco" asume este papel que el pueblo le ha encomendado: ellos dicen que prefieren ir donde él antes que a cualquier dependencia pública, porque lo sienten más cercano y . 118 lo identifican como uno de los "suyos". Román Gámez reconoce que cuando termina sus funciones en la radio y sale a las calles chorrillanas, es un "pata más", igual al resto. Nada lo diferencia. Solamente —y cuando está trabajando— es capaz de decir lo que el pueblo siente. Muchas veces las relaciones con el público las realiza directamente, cuando van hasta el local; pero en otras oportunidades utiliza las ondas radiales para comunicarse con ellos. Serio muchas veces, para cumplir con su trabajo de hacer "comerciales" o de enviar mensajes de apoyo a la comunidad traídos por dirigentes de asociaciones de pobladores, monjitas o madres de familia, en ocasiones filosofa sobre noticias que le cuentan. A pesar de salir al aire desde las 6 a.m. hasta pasado el mediodía, nunca lee noticias aunque las piensa: "cuando voy al baño"-, dice sin reír. Román Gámez tiene una serie de "sobrinos", muchachos pobres, del barrio, de unos 12 a 14 años, que ven en él al "tío". Esta relación "familiar" se lleva a cabo a manera de consejos, de advertencias y de cariños. Uno de sus "sobrinos" —Jesús— trabaja de cobrador en la línea 14 de Chorrillos. Cuando su "sobrino" deja de visitarlo, el "Ronco" se comunica con él a través de la radio. Radio Mar se ha convertido en la estación de los microbuseros, de los pueblos jóvenes y de las zonas populares de Lima. A sus "sobrinos" les dice que se cuiden, que no se metan con los bolsillos ajenos. que se porten bien. Esta actitud de presentarse ante el público de manera espontánea es compartida por otros animadores. rol paternal o de "tío", debido a las características de sus programas que tienen un fuerte apoyo en los regalos, despiertan la imagen de generosidad, de sabiduría ganada en la calle y en la pobreza, que les per- mite dar el ejemplo y ser un modelo de conducta popular. Estas actitudes permiten vincular, según sus criterios, el factor económico y el moral. Ellos dedican buena parte de su tiempo a hablar sobre su propia condición, libre de toda culpa o sospecha, pues como persona pública, están obligados especialmente a portarse así. Ellos deben ser, además, modelo explícito de los valores tradicionales respecto a la familia: buen padre, buen marido. buen hijo. Román Gámez lleva al extremo estas obligaciones. Muchas veces tiene que hacer el papel del cura en el barrio con jóvenes que están al borde de la delincuencia o ante la tentación del alcohol, la droga o la flojera. Desocupados y abandonados de . 119 toda índole —hasta ex-presidiarios— han llegado hasta la radio para pedirle trabajo. Romín Gámez privilegia los valores que se desprenden de la vida cotidiana. Su simpleza es la simpleza natural de las cosas, y acepta, sin mayores aspavientos ("ni que fuera un mérito, un sacrificio"), estar en el pueblo. Esto último, parece estar condicionado por la estructura social que exige del cholo una personalidad perseverante, una conducta que muestra sus ansias de "progresar", de "mejorar". El sentido del tiempo en el zambo urbano, sobre todo entre adolescentes, transcurre con displicencia. Sus expectativas no están fuera de su barrio, de su esquina. El zambo mira al pueblo y se mira a él mismo. En los programas cómicos, por ejemplo, no se preocupa por concebir o representar roles de connotación política o conflictivos socialmente; no es el caso del cholo, que genere conflicto porque no puede ser aceptado en determinados lugares de los sectores medios o altos, o cuando están en ellos establece diferenciaciones internas, jerarquías. 3. UNA NUEVA IMAGEN: LOS ZAMBOS MADE IN USA La imagen idílica y armoniosa del zambo —como ejemplar netamente popular— parece confirmar plenamente los prejuicios de la clase alta citadina, que engríe al zambo y tolera, a regañadientes, al cholo. El blanco prefiere al zambo o al negro porque sabe que ocupan un lugar establecido en la jerarquía social. Sin embargo, el zambo se ha "inquietado" al haber descubierto que puede imitar a los zambos norteamericanos tomando como modelos a aquellos que la televisión y el cine trae a estos lares, e incluso a los latinos en las grandes ciudades norteamericanas, como son los panameños, los puertorriqueños y los cubanos, y asumir, de ese modo, una mayor modernidad en su conducta y una mayor aceptación en la sociedad local. La introducción de la "salsa", además, como género musical urbano de hoy, contribuye a esta asimilación de lo cosmopolita: Oscar D'León o Willie Colón podrían ser, a juzgar por su éxito, los representantes latinoamericanos que han logrado conjugar esta simbiosis que acá intentan realizar. El fenómeno musical de la década del ochenta, Michael Jackson, un negro norteamericano que a través de múltiples 120 operaciones estéticas ha logrado "blanquear" sus facciones, es emulado por los jóvenes de Lima. Hay incluso "dobles" que, ayudados por la vestimenta, aumentan su parecido. La televisión no es ajena a este fenómeno y añade a los especiales musicales de este cantantebailarín en su programación, especiales y concursos en otros programas nacionales, como los de Belmont y Ferrando, ambos transmitidos el día sábado. A diferencia de otro impacto musical, como fue John Travolta, los concursantes en esta oportunidad, son cholos o zambos; los jóvenes blancos no están excluidos, pero no participan. La identidad con el cantante está fuertemente condicionada por el color, y los zambos locales se apropian de este modelo delimitando su nueva conducta modernizante. En las ciudades peruanas, el zambo tiene dificultades para ascender socialmente e integrarse al aparato burocrático institucional, porque a diferencia del cholo siente con mayor rigor el peso de los prejuicios raciales cuando intenta ascender socialmente. La imagen de los negros norteamericanos y de su versión latina en sus grandes ciudades, posibilita, en principio, una modificación en sus expectativas y conducta: la agresividad y la creación de una red laboral propia fortalece últimamente al negro estadounidense e, incluso, a los latinos en sus urbes. El reciente programa de Román Gámez, El Super Show del Ronco, muestra en parte estos sustanciales cambios en la cultura del zambo en nuestro país y en la evolución de su conducta caracterizada últimamente por una creciente asimilación de un modelo transnacional. Este show evoca, lingüísticamente, a los super shows norteamericanos, a los espectáculos en el Cesar's Palace, a los shows de los actores-comediantes-cantantes norteamericanos: Bob Hope, Frank Sinatra, Dean Martin, pero sobre todo a... Samy Davis Jr., ese zambito-negrito norteamericano casado una vez con sueca, de pésima dentadura, bizco, bajo, eximio bailarín, de atuendos llamativos, plagado de sortijas... De aquel zambo parlanchín, que es esencialmente Román Gámez, ha pasado a ser el animador de un programa de televisión, su figura estelar, un maestro de ceremonias de tipo popular. Para llevar a cabo este propósito toma como modelo dos vertientes: una local, interpretada por Augusto Ferrando, hablador por excelencia, cuyo público siempre pobre es igual al del "Ronco" y el ambiente musical que propaga la televisión . 121 del espectáculo norteamericano. Al inicio del programa, el "Ronco" hace su ingreso —con una tonada típica- intentando una carrerita y moviendo su sombrero a la manera de saludo en una parada yanqui: tiene dos acompañantes mujeres —guapas y modernas—, viste pantalón blanco, a veces saco a cuadros —como una reminiscencia del Tío Johnny—, a la manera de una nueva versión del zambo local. La conducta del "Ronco", sin embargo, en su reciente programa, no equivale del todo a este tipo de zambo cosmopolita, cuyo atuendo estrambótico es, a su manera, una forma visual de la agresión, de identidad modernizante, de imposición al resto, en sociedades que lo marginan y humillan.. La imagen que la cinematografía norteamericana nos trae de los negros, zambos y latinos, en sus principales ciudades, está siempre vinculada a negocios ilícitos o clandestinos en los barrios bajos. No se trata exclusivamente de los ghettos negroides del Harlem en Nueva York o de Watts en Los Ángeles, sino, sobre todo, del Bronxs neoyorquino, lugar en el que hay tanto de negro como de zambo y latino. El sombrero llamativo, el arete. el collar, la camisa chillona, paseándose con una inmensa radio portátil en plena avenida de los rascacielos, es imitada acá a través de los mejores exponentes del éxito social: los futbolistas, los cantantes y las estrellas de la televisión. Sin descartar la "percha" inherente de los negros, los nuevos zambos limeños optan por una vestimenta que los asemeje a sus similares norteamericanos, corno expresión tal vez de una nueva conducta en la sociedad. La relación entre los zambos peruanos y los norteamericanos también se da en la realidad; para muchos zambos, Estados Unidos —en especial Nueva York— es un marco de referencia, don- de no habita solamente lo gringo tradicional, blanco, sajón, protestante, sino también lo latino, lo cutato. La Sonora Matancera, Celia Cruz, la charanga en Nueva York, los variados Combos Latinos, las salsas "Pedro Navaja" y "Plástico" forman parte del imaginario del zambo sudamericano que añade al color de su piel el color de su cultura y el de la metrópoli norteamericana. "Melcochita" —famoso zambo— cómico de la Peña Ferrando, cuando estuvo de gira por Estados Unidos, se fugó de la compañía con otros artistas para trabajar allá: la posibilidad de mejorar su situación económica estaba garantizada por el mercado de latinos que existe. No sólo de ese modo, la clase alta peruana toma como marco de referencia a los Estados Unidos. 122 sino que los emergentes sectores medios y populares también lo hacen, pero con otros indicadores en su identificación cultural. Estas modificaciones en el estereotipo que proyecta el zambo actualmente en Lima, tiene un evidente carácter juvenil, que como veremos a continuación, reproduce Adolfo Chuiman en la imagen del blanco popular urbano. No es difícil advertir en este show, por parte del "Ronco", el intento de recuperar una cierta "blanqueada" cultural. institucionalizándose y ascendiendo socialmente, para acceder a otros estratos ocupacionales y de con- sumo en la ciudad. Así, modifica la idea que en la sociedad existe, por parte de otros segmentos sociales, de que el zambo se resigna o le encanta mantenerse en su ubicación tradicionalmente popular, al margen de una movilidad o cambio en sus valores. Para llevar a cabo este propósito, el "Ronco" rehúye la imagen juvenil y agresiva que proyecta Chuiman, por ejemplo, y que anteriormente proyectaba el personaje "Roncayulo", para diferenciarse del zambo "bueno, chistoso, gracioso" que había en los primeros programas cómicos de la televisión. Román Gámez es en la actualidad, también ,por ejemplo, un zambo capaz de hacer publicidad en la televisión y que en su show, muy naturalmente dice, a la manera de "un comercial y regreso" de Augusto Ferrando, "ya regreso; voy a hacer una llamadita por teléfono a Miami y regreso". No resulta difícil, por lo tanto, bosquejar la imagen de un nuevo zambo. Así como existe un cholo "encorbatado" propio de los sectores medios y otro "achorado" de raigambre, situación y conflicto popular, también el "Ronco" proyecta últimamente la imagen del zambo que ingresa a otros estratos sociales para turbar el sueño de los sectores altos. Esta nueva imagen no es la del zambo agresivo y delincuentoso que alimenta más bien la imagen norteamericana, sino la del zambo-show-bueno, siempre bajo la influencia del mismo modelo, made in USA. 123 124 CAPITULO V ¿QUIÉN SOY YO? ¡PAPA CHUIMAN! 125 126 1. REY DE BACANES El criollo no puede quedarse en esta vida que pasa así de rápido, y menos en Lima: "ponte mosca hermano, no te quedes, despierto, vivo, ligerito, ponte ágil. ponte en onda". La ciudad constituye para la juventud actual un vértigo en el cual: el que pestañea, pierde. Esta sentencia implacable tiene en los barrios populares —y populosos— de Lima, la característica de una verdad a toda prueba. Los días se suceden unos a otros en la incertidumbre, y las decisiones se deben tomar rápidamente hoy mismo. Esta rapidez citadina es relativamente nueva en Lima, que hace unos 40 años se caracterizaba por la molicie y la siesta. Hoy, la misma apariencia de la ciudad es la del caos y el movimiento, y la conducta debe ser diestra y ejecutiva. sea cual sea la acción o la meta a lograr, sobre todo para los jóvenes de los barrios populares ( 29). En esta vorágine desordenada y plena de acontecimientos simultáneos, sobre todo si se trata de una ciudad corno Lima, carente de servicios en los barrios populares y barriadas, se esti mula la acción personal como una contraseña de la sobrevivencia. Y éste es el contexto propicio para que aparezca Adol . (29) Con respecto a la evolución de la población véase VERGARA, Ricardo, op. cit., DESCO, 1982. 127 fo Chuiman en el programa Risas y Salsa con su famoso "compadre, yo mismo soy. ¿Quién soy yo? ¡Papá!"; es decir, el criollo bacán, en una versión moderna y juvenil. Entre todas las acepciones del término criollo, la del bacán es una que está enraizada como lugar común y se expresa especialmente en los jóvenes. La versión del criollo bacán supone un grado de agresividad y confianza en sí mismo excepcionales. Bacán corresponde —en sus variadas acepciones— a un tipo al que no le pueden hacer nada que lo veje o lo humille, que en todas las circunstancias sabrá salir adelante, siendo él quien pone las reglas del juego. El bacán, el trome, es el líder de la pandilla, de la esquina; es la voz cantante en las cantinas, el seductor de las muchachas, el peleador. El bacán urbano hereda del criollo lo esencial de la ortodoxa destreza de éste, su imagen está indudablemente coloreada con aire local: no tiene por qué ser un conocedor de las letras completas dé los valses, aunque los tararee todos y frecuente las Peñas Criollas del Rímac o los Barrios Altos; un bailarín heterodoxo de marinera, un bohemio acompañado ocasionalmente de guitarra y cajón; gracioso con los giros, poblando su léxico de ocurrencias. El criollo bacán no es una versión del nacionalista cultural, ni ha reelaborado su mensaje al interior de un ghetto negroide o andino. Tiende al cosmopolitismo desde su barrio (incluso desde su esquina), pero retorna del criollo la convicción de que es el mejor o que debe serlo: "el que la lleva". Por lo general, el criollo bacán es bueno para la "trafa" (engaño) ya sea en el trabajo o en su barrio (proximidad al robo ligero y a la estafa); es bueno para el licor (bebe pero no se emborracha estrepitosamente, no hace "papelones"); bueno para las mujeres (las seduce con convicción y machismo, sin avergonzarse de ser machista: las engaña o las burla y si es casado tiene su vida "por la libre"); es bueno para el liderazgo con los amigos (propone, hace y deshace); bueno para la gresca (usa los pies y la cabeza para golpear). Corno todos los demás representantes populares, el criollo bacán que aparece en la televisión tiene que ser una persona que añada al consenso externo un rasgo físico particular. Cholo no . 128 puede ser (al menos que sea costeño y sin ápice de indio), porque este término tiene mucho de insulto reivindicado; negro tampoco, porque su marginalidad y singularidad lo convertiría sólo en bacán en sitios muy específicos; igual ocurre con el chino o el japonés, zambo quizás, pero éste permanecerá siempre en un segundo plano. Sólo queda para encarnar al criollo bacán el blanco popular; es decir aquella persona que siendo blanca no tiene dinero, pero tiene la confianza en sí misma, la certeza de gustar a las mujeres del barrio popular y la necesidad de demostrarle a sus amigos que no es un cobarde ("el gringo se hace la pichi") o un ingenuo. Nadie mejor que el tipo de Adolfo Chuiman para representar este papel en la televisión, y desde aquí se explica su gran éxito. EL AS BAJO LA PIEL El criollo juvenil de los barrios populares limeños está representado por este actor de tipo racial blanco, nacido en Breña, que tiene, como él mismo afirma, "mucha calle". La ciudad exige un roce con la vida, pero en la calle (maestra vida de todos los aprendizajes verdaderamente profundos), cuyo lenguaje se va reelaborando constantemente y donde ocurren todas las peripecias: los amigos, las mujeres, las palomilladas, e incluso el roce con los delincuentosos, con los avezados que habitan los corralones del costado, a dos cuadras del edificio, a la vuelta de la esquina, en el barrio de los negros —el "Congo" lo llaman— don- de hay chaveta, hay mitra, hay que pegar duro. El que se queda en su casa, en su ca-si-ta, se queda con su mamá, con su mamita. "¿Quién soy yo? ¡Papá!, ¿con quién estás? Con Papá. ¡ ¡ ¿Entonces?! !:' El papá está en la calle, con los hombres, entre hombres, para buscar a las hembritas. Adolfo Chuiman declara que a él le gusta hacer personajes populares, como el microbusero por ejemplo; pero el que lo hizo más famoso, el que lo hizo famoso a secas, fue Papá, el trome, el firme, yo mismo soy. Es interesante constatar el grado de identificación que Adolfo Chuiman logró despertar en la teleaudiencia a través de la creación de un personaje netamente urbano, de origen social medio, de un barrio tan limeño corno Breña, distante del mundo de las barriadas, de los migrantes y de los provincianos. En cierta medida, Chuiman puede ser entendido como la respuesta a Tulio Loza, que representa al cholo proveniente de la sierra afincado en la capital, mientras que él encuentra en el li- 129 meño una posibilidad de representarlo a través de aquellos barrios populares que no tienen la connotación de la barriada. Para muchos, para muchísimas personas, la barriada equivale a indiada. En cambio los tugurios, los corralones, los callejones de Barrios Altos, del Callao o de Surquillo, son netamente limeños. Pero, además, existen los edificios, los edificios escasamente mantenidos de hace unos 30 ó 35 años en los cuales habitan los sectores medios y bajos, profesionales y empleados públicos, como son los de Lince, Rímac, Surquillo y en el centro de la ciudad. De ese mundo surge Chuiman y encarna especialmente a esa juventud, a través de una conducta que revive los espíritus propios del limeño, entendido como el propietario original de la ciudad, el auténtico, que en cierta medida se ha visto desplazado por el provinciano (recordemos el porcentaje de provincianos que vive en Lima), que teniendo en el cholo a su representante puede significar una amenaza a quien se sabe dueño del lugar, mazamorrero, pobre pero legítimo. La presencia de "Papá" Chuiman en el programa Risas y Salsa desencadenó, de esa manera, un espíritu fogoso, que tiene sus ancestros bien definidos en lo urbano; el más antiguo toque de la ciudad actual expresado a través de los nuevos jóvenes que se saben distintos al cholo, que oyeron toda su vida que debían distinguirse de él. Esa muchachada se encontrará hoy parada cualquier atardecer en las esquinas de una bodega, tomando, fumando, soñando, rumiando, odiando y amando, como los mismos dioses de la Unidad Vecinal. En el caso de Chuiman, el ámbito de lo político no existe; se trata, más bien, de una exposición costumbrista que tiene tradición en el teatro de revista de los primeros años de este siglo y que para algunos es heredera —aborto, insistirán otros— de la misma. "Papá" aparece siempre acompañado de "Machucao" (el tímido de la película) que lo sigue en todo, que lo ve hacer sus palomilladas, que lo observa impotente, que le teme pero finalmente lo admira. En todo barrio popular urbano existe el "Papa" y el "Machucao"; algo así como el bueno y el malo, el "trome" y el "monse". Y el gran éxito de "Papá" Chuiman es la travesura, que para muchos linda en lo inmoral, en lo incorrecto. En realidad, se opone a la imagen que Tulio Loza elaboró del provinciano, inicialmente, a través de "Nemesio Chupaca": tímido, sin ser zonzo, ingenuo, sin ser bruto, bueno sin ser el "punto". 130 En Chuiman ocurre todo lo contrario: él parece decirle a todos los provincianos que quien la lleva en Lima, definitivamente. es el limeño de los barrios de adentro, de los barrios populares y populosos, donde los pitucos tienen miedo de entrar, donde hay sombra, hay fresco, hay maña, hay alguien siempre parado en la esquina para que vea; cuidado, a esa zona no entra cualquiera. Zonas de cantinas, de billares, de droga, de hembritas, de tono, donde moran los valientes y mueren los que no lo son. Esas zonas están intercaladas con las de los sectores medios — cuyos rasgos físicos son cholos o blancos-- y cuyos adultos llevan una vida cronometrada por el sistema. Barrios donde también se juega pelota, en pampones o en calles estrechas de Unidades Vecinales, de conversación en las escaleras, de reglas y rutinas. Chuiman es, en ese sentido, el blanco de extracción media. baja, que convive, por su proximidad, con los sectores populares —zambos, "criollos", "ponjas"— pero que no les teme; los conoce, les dice chau, qué tal, los maneja porque los ampaya. No está demás aclarar que la mayoría de los cómicos censura esta conducta, aunque la reconozcan como real. "Eso no se debe hacer en televisión, es una falta de respeto. No hay que ser moralista, pero sí hay que tener moral". 2. EL BLANQUIÑOSO Y EL BLANCON El blanquiñoso es en realidad el blanco, una especie de desteñido, ajeno por completo al mundo popular. Sin embargo, el blanquiñoso no vive en los barrios populares, llega a él de cacería, se levanta a la zamba más guapa y luego la deja como el vals que cantaba el "carreta" Jorge Pérez: "el blanquiñoso que la tenía la abandonó, y dicen que está la negra sufrida para el castigo, que ella está de cualquier cosa y su hijito de mendigo". El blanquiñoso entra y sale de los barrios populares, nunca se queda. Entra y pica. Trae siempre sospecha y malicia en la población. ¡Qué querrá! (" ¡Qué quedrá, el gringo!; probablemente levantarse a una hembrita, sacarle algo y dejarla después"). El blanquiñoso llega y no busca bronca, saluda a los zambos que le silban "hojita 'de té" pero que se resignan a verlo pasar hasta la casa de donde sale satisfecho de zumbarse a la zamba. En el país, el blanquiñoso es entendido como el representante de aquella minoría étnica que ostenta el poder político y eco. 131 nómico, la oligarquía que tanto detesta Tulio Loza, la clase dirigente que históricamente tiene sus antecedentes más remotos en los conquistadores españoles y, posteriormente, en las corrientes migratorias europeas. Sin duda, el ánimo del blanquiñoso corresponde al del conquistador: avasallar, hacer suyo lo que es de otro, teniéndose la confianza cultural de que es superior. De acuerdo a la lógica del conquistador, como señala Manuel Burga, los españoles se repartieron el oro, después los hombres (encomiendas) y finalmente la tierra. Atahualpa, al igual que Moctezuma —continúa Burga—, dudó si eran hombres o dioses los que habían desembarcado en las costas de Tumbes. Pero muy pronto la masacre de Cajamarca, el saqueo de Pachacamac y la marcha violenta y devastadora sobre el Cusco mostraron a los linajes cusqueños la fragilidad de su imperio y los reales objetivos de los barbados "wiracochas". La conquista comenzó a adquirir, así, una dimensión de violencia pura y simple (30). Esta violencia no fue sólo económica y política, sino también cultural y sexual: el blanco irrumpió en todas las esferas, destrozó y asentó sus reales en estas comarcas. No es por eso raro que el blanco entienda su conducta con las mujeres populares —cholas, negras o zambitas— como lo recoge el vals de Jorge Pérez. Y esto . representa un trauma en los sectores populares que, históricamente, asumen la metáfora de la "gran violación histórica", los que carecen de paternidad, revelado en la actualidad por la versión de la "maroca", de la "pampita", de la "perrita". Los sectores populares han recreado la idea, como un mecanismo compensatorio, de que ellos, en cualquier momento, le hacen una jugada al blanco, le dan vuelta. Pero esto no deja de ser un mecanismo de defensa, porque el propio Román Gámez comparte esta idea, pero añade: lo más probable es que esos jóvenes (los blanquiñosos) sean los gerentes (de las empresas, la radio donde trabaja incluida) del mañana. Es decir, que los blancos seguirán ejerciendo el control de la situación. (30) BURGA, Manuel… Nueva historia general del Perú, Mosca Azul Editores Lima, 1979 132 Asimismo, la mujer blanca es vista por los sectores populares como un manjar que nunca habrán de comer, a menos que sea una de esas gringas locas que quieren aprender las costumbres locales, o viajando a Europa o a EE.UU. El blanquiñoso no es siempre el gringo: puede ser rubio. pero es de acá, el que cholea a la chola en su casa, el que tiene obreros o empleados, el muchachón de tabla hawaiana que hace su incursión por los barrios de Adolfo Chuiman para ver a quién se levanta... Pero el blanquiñoso es visto siempre por el pueblo como un mecanismo de compensación, como quien sólo goza de su señora, ¡bien pavazo!, que probablemente hace mal el amor "y ella debería aprender a hacerlo con nosotros, que sí que sabemos, de eso que no quepa la menor duda". El blanquiñoso es también el que no sabe hacer otra cosa que trabajar; claro, tiene plata, pero no sabe nada del mundo, de las cosas de verdad. "Nosotros, en cambio, pa' qué vamos a comer bisté, si con frejoles estamos contentos". Entre la realidad y el deseo, entre lo que se siente y se piensa, los sectores populares urbanos elaboran una imagen del blanquiñoso: "el que vive bien, tiene comodidades, el que hace lo que no hacemos, pero a qué dudar, nosotros lo hacemos mejor": más chéveres con las mujeres, más cabeza para el trago, más astucia para los dados, más apetito para la comida, más bacilón para el tono, aunque no tengamos plata...". El "blancón", de otro lado, es el cholo que no actúa culturalmente como cholo sino como blanco, que vive con pobreza de barrio popular, con trabajo decente, corbata, familia, con pretensiones. El o ella es medio blanco o media blancona. Tira para blanca. Le sale lo blanco. Y le sale por la piel como por la manera de caminar y de hablar. Le sale, en realidad, por todos lados. El blancón tiene vocación de blanco. Se ha blanqueado, ha dejado de ser como era, es aspirante a cambiar de barrio, de amistades, de tentar otros trabajos. En los barrios populares como el Rímac, Surquillo o El Callao, los blancos jóvenes tienen la posibilidad de alternar con todos los tipos raciales de los sectores populares y pretender ser más que ellos. El blancón tiene siempre una ventaja que debe capitalizar. Si se trata de la mujer, lo más probable es que ponga los ojos afuera o en un blancón de su barrio, de pelo ne gro y hasta de ojos verdes. Lo más probable es que no invite a su casa a los otros, que no los invite a su fiesta de los 15 años o . 133 a su matrimonio. Allí sólo irán los blancones y el resto la considerará una pituqueada, una que quiere casarse con un cholo costeño (universitario, militar o empleado bancario). La blancona también tiene ventajas que debe capitalizar, aunque en su caso debe administrarlas con mucha cautela. pues la tentación de caer con un blanquiñoso puede resultar mortal: para él, para un blanquiñoso, hay diferencias de color: ella no es más que una blancona. una mujer para levantarla en su auto, quererla, y después dejarla. En este abismo que las posibilidades le abren, ella suele escoger a personas de su barrio: existe por supuesto en la realidad y en la literatura. el caso de la blancona que intentó cazar al blanquiñoso y terminó siendo la hembra más apetecida por los otros, los "tutifrutis" del barrio: es decir, por la mancha. que ahora en su desgracia, pueden pretenderla (31). En el caso del hombre la situación tiende a ser menos confusa que para la mujer. El blancón tiende a ser el líder, pues todas las mujeres del barrio lo prefieren a él, y mientras más cosas haga con ellas mejor: si la seduce. si la hace abortar, tendrá más prestigio. Generalmente el blancón de los barrios populares comparte todas sus experiencias juveniles con el resto del barrio. Está con ellos en las cantinas, en los billares, en los prostíbulos, en el estadio, en el hipódromo, pero es el único que la blancona pituqueada del barrio invita a su casa..., y va... En ese momento deja a sus amigos. Amigos de farra, pero no de salitas. Amigos de juerga, pero no con las damitas. Esto motiva que el resto del barrio, los cholos, los zambos, lo tengan como de los suyos, pero no puedan seguirlo a todos los sitios. En este contexto, brevemente esbozado, la figura de "Papá" Chuiman cobra su verdadera dimensión: es la voz que habla por todos aquellos jóvenes de los barrios populosos de Lima que son, o se creen sobre todas las cosas, unos bacanes con las mujeres, con los amigos, y con el prójimo. El blanco de la ciudad, pero no el blanquiñoso, sino el blancón típico, el cholo o acholado que tira para blanco. A la blancona, a la pretenciosa, a la "pituqueada", que ni mira, que ni habla, ansiosa de subirse al carro del blanquiñoso, a esa, Chuiman, "Papá", como si nada se (31) Para mayores y mejores referencias Cfr. BARRIL, Maruja... "Pitucas y marocas en la narrativa peruana" en Hueso Húmero, No. 9, Lima, Mosca Azul, Abril de 1981. 134 la lleva donde quiere: y no para casarse, porque "Papá"... "Papá" sabe lo que hace. 3. ADOLFO CHU1MAN ENTRE LA CALLE Y LA CASA Adolfo Chuiman responde a un periodista Cuántos hijos tiene de la siguiente forma: "dos con mi esposa y tres con mi amante". Claro, no es verdad, es un chiste, sólo tiene dos con su esposa. Pocha: Giancarlo y Carla, de 4 y 8 años. nosotros lo confirmamos. "Ahí nomás, yo quiero tener más pero ella no quiere. Ella es la que se lo pierde". Pero, cómo perderse la oportunidad de hacer el chiste de la amante (a pesar de que en otro momento de la entrevista se autodefine como en el fondo muy "hogareño"), si ese es el valor del criollismo respecto a la mujer, el sexo fuera y dentro del matrimonio: y eso, por supuesto, además de hacerlo hay que propagarlo. Está de más decir que su mujer no puede repetir la misma broma. En su casa, es normal: imaginar a "Papá" Chuiman monógamo y hogareño debe ser toda una frustración entre los jóvenes "chéveres" del barrio de Breña. Para el criollo, y especialmente para el criollo bacán, es muy difícil creer que la felicidad pueda darse con su esposa y en su hogar. Aceptarlo significa no tener prestigio entre el grupo de amigos que lo llamarán "pisado", "saco largo". Esas son, además, parte de las bromas que hace Chuiman en la televisión: la "sacada de vuelta" a su mujer o el engaño, llano y simple, a la mujer. La esposa y el hogar, no pueden ser el lugar ideal para el criollo. Ya lo dijimos: Chuiman tiene mucha calle, allí sí, en la esquina, en el billar, en la cantina, en la vereda, el criollo encuentra su ambiente para las frases y las poses. La vida normal, rutinaria (con su mujer e hijos, junto al aparato de televisión), es la anti-vida del criollo bacán. El héroe de la televisión, el de las grandes criolladas, junto a su inseparable "Machucao", "se debe" a todas las mujeres que osen cruzarse con él. Adolfo Chuiman, como buen criollo pícaro, pues, se divierte y bromea, mientras trata de disminuir a su mujer, ratificando su condición de ama de casa que "no se divierte nada, al contrario, el único día que está riéndose es cuando llego con el sobre (del dinero), pero después...". Y se detiene: corrigiéndose mientras ríe: "No, es una broma. Soy un buen esposo, pienso que parte del éxito se lo debo a ella también". 135 En el fondo, uno no sabe con certeza si Chuiman es un monógamo hogareño, que respeta a su mujer por su inteligencia y su lealtad, más allá del sueldo, o un mujeriego empedernido, lleno de amantes y aventuras, si no de hijos por todos lados. Pero lo cierto es que — aunque no lo sea— debe proyectar esa imagen, que es la de su personaje, un seductor de chiquillas, que es lo que otorga prestigio social. La casa, la mujer, los hijos, no es el ambiente digno para hacer criolladas bacanes, es un poco como son el comunismo o la Iglesia. ¿Podemos, acaso, imaginarnos a un criollo con todas sus letras bien puestas, haciendo de las suyas en la atmósfera familiar, que sale de su casa al trabajo y del trabajo regresa a su casa? ¿Podemos imaginarnos un criollo, militante del Partido Comunista, zalamero, gracioso, divertido...? ¿A un criollo rezando o comulgando, sin estar enfermo y con dinero suficiente...? La imposición de la imagen del personaje ratifica la imagen social del criollo y condiciona la que tendrá que asumir mientras pueda el actor. Adolfo Chuiman puede declarar que es casero —medio en broma, medio en serio— pero debe también insinuar que tiene sus "amantes" —medio en serio y medio en broma— como corresponde a todo bacán, a todo buen criollo. Consecuentemente, el criollo bacán representado por Adolfo Chuiman, al igual que sus personajes socios y colegas de los programas cómicos, tampoco se interesa por la política. La política queda como patrimonio del blanquiñoso y de la alta burguesía, la esfera financiera o de los salones, lugares ignotos en estos tipos de programas. El criollo bacán, Chuiman, no incursiona en política, a través de contenidos o sugerencias. El programa Risas y Salsa, hecho principalmente por zambos y blancones, no lo hace en general, privilegiando las situaciones costumbristas, de parodia y a lo más de crítica burlona. El mundo es el barrio. La historia es la escapada del hogar, la cerveza con los amigos, la travesura, la estafa, cuando no el robo. La crítica tiene como límite el humor ácido al interior del mundo burocrático ante las altas esferas del poder, siempre etéreas y nunca presentes. 4. RULITO PINASCO: EL AGRINGADO MR. JOHNNY El gringo tiene también su imagen en el Perú. Su imagen y su lugar. El gringo es en principio "otra cosa"; no pertenece 136 al lugar, aunque se haya apropiado de las tierras, las casas y las cosas que nos rodean. Pero, como en todo en la vida, el gringo produce también sus excepciones. Hay así gringos de la sierra y gringos que viven en barriada. Gringos que no son Henrys, Jennys o Willis, es decir, por puro afán de imitación de sus padres: sino que se apellidan Gibbons, Williams o Cockburn, haciendo sangre en la conjunción de razas y culturas que forman esta patria. El gringo ofrece una infinita gama de identificaciones visuales. Un gringo es también un costeño blanco y de ojos azules, en la medida en que recuerda al conquistador español, inglés o norteamericano. Pero hasta la concreción de la imagen de este último, se abre un abanico que muestra un conjunto parcialmente superpuesto de imágenes que ofrecen un juego social muy significativo y usualmente implícito o latente en las acciones sociales y la perceptividad de los pobladores urbanos, especialmente. "Todos, de una manera u otra —nos dice un actor metido a cómico— jugamos con los símbolos que nos identifican o nos separan de la idea, posibilidad, pecado o suprema aspiración, de ser gringo privilegiado en esta tierra de indios, cholos y derivados". En esta gama de posibilidades hay, por supuesto, varios clichés visuales o estereotipos que facilitan enormemente la manera de tratar la imagen, un tanto oscura o difusa, pero perenne y definitoria del gringo. Uno de estos estereotipos es el que ofrece la imagen del gringo inofensivo, torpe pero de buen humor, tonto pero con dinero en el bolsillo, soportable e interesante en función del período más o menos previsto de su presencia: el turista. El gringo turista ha sido recientemente en la televisión uno de los intentos más significativos por lograr una imagen que aspira a tener un lugar fijo en la osamenta cultural del país. Por una serie de circunstancias que vale la pena analizar, este gringo turista no tuvo éxito en la televisión peruana, a pesar de que hubo mucho dinero por hacer de él una necesidad colectiva en el inundo de las pantallas de la televisión. Pero rastreemos un poco esta historia. Después de una larga trayectoria por las pantallas, Luis Ángel "Rulito" Pinasco, incorporó en los últimos años a sus numero. 137 sos trabajos en la televisión, una nueva faceta: la del cómico, junto a su esposa Sonia Oquendo, conocida modelo y narradora de noticias. Rulito Pinasco era conocido, esencialmente. como maestro de ceremonias, y había recibido su espaldarazo en la televisión presentando a María Félix, allá por la década del 60, cuando, siendo todavía un jovencito --con su famoso rulito en la frente— reemplazó al animador titular, aquél que tuvo que renunciar porque María Félix le negó un beso en la mejilla, en el antiguo Canal 2. Luego, durante dos décadas, fue el hombre orquesta del Canal 4, alternando su función de maestro de ceremonias con las de locutor y comentarista deportivo. Su faceta de cómico era desconocida por la teleaudiencia hasta que se animó a realizar un show en el café teatro —junto a Sonia Oquendo— y demostró su talento histriónico. En el Show de Rulito y Sonia, creó un personaje que ya tenía vida en el café teatro y en la prensa escrita: "Mr. Johnny", un típico turista gringo con su bermuda a cuadros, su camisa tropical, su cámara fotográfica al cuello y su gorrito pretencioso. Este personaje repetía una frase que lo hacía conocido: hi, every-body, un equivalente al "qué tal" del "Ronco" Gámez o a "mis queridos lorchos del Perú y Balnearios" de Tulio Loza que, dicha en inglés, tenía otra connotación y se dirigía a otro(estrato social. El hi, every-body, pronunciado con un dejo americano, quería incorporar la malicia latinoamericana, acompañado de un movimiento de dedos que, con malicia o sin ella, era grosero, sin ambages: "ésta" o "con ésta", aludiendo al sexo masculino. "Mr. Johnny" no logró tener un significado social preciso; por momentos se trataba de un gringo que venía al Perú y en otros representaba el afán de "agringarse" que tienen los sectores medios en el país. En ningún caso producía una identificación con la teleaudiencia. No es difícil adelantar una hipótesis al respecto, señalando que el Show de Rulito y Sonia buscaba ganarse el apoyo social de un sector medio de la población a través de una concepción del espectáculo tipo show —con bailes, cantantes, movimiento y luces— al estilo de los clásicos de la televisión norteamericana, como pueden ser los de Sonny and Cher o los hermanos Donny and Marie. En esta estructura tenía vigencia la presencia del artista estelar, el agringado "Rulito Mr. Johnny —, que representaba el ansia generalizada del mito Es- 138 tados Unidos, a través de sus costas de Florida, especialmente de Miami. No resulta curioso que su show apareciera a inicios de la década del ochenta, después del nacionalismo que propugnara el gobierno militar del general Velasco, en un momento en que se abrían las puertas a las importaciones y, por lo tanto, al gusto por el extranjero, por los productos de fuera: corn-flakes, papitas en latas, cualquier cosa importada. Los programas cómicos producidos en el país venían sufriendo modificaciones sustanciales, y comenzaban a ubicar sus sketches más en los sectores medios urbanos que en los típicos ambientes de los sectores populares. En ese sentido, podemos comparar el relativo éxito que tuvo Te mato Fortunato con el fracaso del Show de Rulito y Sonia. Mientras en el primer caso se plantea el personaje del cholo blancón con éxito económico incorporado en los sectores medios ascendentes, en el segundo se trata del "agringado", del gringo, del famoso "gringo bachiche saca tu pichi pa' hacer ceviche", como fue entendido por los sectores populares en los años cincuenta. Fortunato sí tiene una base social real, que existe en la ciudad, y que puede encontrar en él un tipo de identificación. Se trata, como se ha señalado, del cholo blancón con terno y corbata, con su casita en un barrio consolidado, con su mujer bien vestidita, con mucama que le dice señor, que se codea con los que se encuentran semi-arriba, pero que ya tiene ingresos que le dan aplomo. "Mr. Johnny", en cambio, era un personaje que si bien respondía a aspiraciones innegables de los sectores medios, tenía que luchar contra muchos prejuicios populares para tener aceptación y debía buscar, entre su clientela, al espectador con ánimos de parecer gringo sin avergonzarse, que tiene la ilusión de viajar a Miami, pero del que se puede hacer burla por su burda desfachatez para reconocerlo, por su falta de pudor, de conocimiento y de cuidado por lo propio del país. En este último aspecto, tenemos que aceptar que "Mr. Johnny" podía tener una base de apoyo social, pues es cierto que existe entre los sectores medios un cómico imitativo, en buena medida, de los "blanquiñosos" o "pitucos". Pero lo que no tenía correlato era la capacidad de burlarse, que requiere mayor elaboración por ambas partes. 139 GRINGO, GO HOME En el Perú, especialmente en Lima, se confunde al "blanquiñoso" con el gringo —sobre todo al "blanquiñoso" niño, cuando es rubio, de pecas y blanquísimo, a tal punto que su mamá tiene que embadurnarle la cara con crema cuando va a la playa— y, una vez convertido en adulto, lo asocia a la conducta prepotente de aquél que tiene dinero y se ha acostumbrado a dar las órdenes. Sin embargo, el gringo despierta una cierta atracción entre los sectores medios, especialmente, por ser la persona que los puede llevar al éxito económico. Cuántas personas se jactan, y tienen un impresionante sentido de la suficiencia, cuando cuentan que trabajan con gringos o con los gringos en una empresa americana. Cuando un blancón es empleado de una transnacional siente que se ha blanqueado, que, en cierta medida, ha asimilado mucho de los valores del gringo, pero, sobre todo, que está ajeno a los vaivenes e inseguridades del patrón nacional. Las mujeres también tienen esa atracción por el gringo: se casó con un gringo quiere decir que llegó a la felicidad o que logró un imposible, que hizo realidad el sueño de muchas mujeres. El gringo, por lo tanto, a pesar de no ser querido en el continente, de despertar un rechazo generalizado en la población, encuentra canales por los cuales logra convertirse en necesario, no como habitante de los Estados Unidos, sino cuando se anima a llegar a estas tierras. "Mr. Johnny" es uno de esos casos. La mayoría de las escenas del show tenían una misma trama, que consistía en contarle a Sonia sus anécdotas en Estados Unidos o intentar "soplársela". es decir, llevarla a la cama. Por su lado, ella pretendía con él lo que pretenden la mayoría de las mujeres de la clase media, "pescarlo", es decir, casarse con él. En ese toma y daca de intereses contrapuestos reposaba el humor, pero sobre todo, se expresaba la trama social que existe cuando el gringo llega a América Latina. La gran novedad consistía en que el gringo de "Rulito" también era un pendejerete a su manera, pues es común entenderlo como el zonzo, el "punto", que, en este caso, la mujer "pesca". Mientras la mujer suele "fracasar" o arriesga demasiado cuan do intenta "pescar" a un blanquiñoso local, cuando lo intenta . 140 hacer con el gringo, el margen de error disminuye. Ella parte de un principio: el gringo es inocente, un "huevo frito" con dinero que puede sacarla de su estrechez económica o llevarla a los Estados Unidos, sinónimo del paraíso o la felicidad. En cambio, cuando se trata del blanquiñoso, hay demasiados riesgos, pues éste conoce de memoria los prejuicios nacionales y los distintos escalones de la jerarquizada escala social. En este caso, si la pareja se logra, la blancona sube, pero el blanquiñoso baja; el gringo que se casa con una blancona aquí ni sube ni baja, pero ella sí sube; quizá allá en los Estados Unidos no, pero acá sí, ante sus amigas, su familia, su barrio, sus compañeras del centro de trabajo. GOOD BY, MR. JOHNNY El fracaso del Show de Rulito y Sonia, programa que trasmitía el Canal 4 en su horario estelar de los sábados, puede deberse a muchos aspectos. Podemos discutir que "Rulito" Pinasco no fuese un buen actor cómico, juicio que comparten varios de los entrevistados en este trabajo, pero hay otras razones. Una de ellas estriba en su pretencioso objetivo de competir con Risas y Salsa, programa que trasmite el Canal 5 los sábados a las ocho de la noche desde hace varios años. En este caso se trata de una razón que involucra aspectos sociológicos, aparte de los puramente técnicos o artísticos, si es que se caracteriza a Risas y Salsa como un programa estrictamente popular, en el cual aparecen las vías de acceso e identificación con los sectores medios y los personajes típicos del contexto urbano. El show, por el contrario, no logró despertar el interés del público por la dificultad de identificarse con el personaje estelar. Por último, la ambigüedad del personaje de "Rulito" Pinasco, que no lograba componer su imagen en situaciones concretas. Por un lado, le era extraño al público porque era extranjero, ya que venía de los Estados Unidos y contaba situaciones que le habían ocurrido allá; y, de otro, cuando actuaba con Sonia quería "soplársela" —siendo gringo— papel reservado para sus homólogos seductores locales. Preferible la situación en la que el cholo blancón se "soplara" a una blanquiñosa o a una gringa, corno hace Tulio Loza. Claro, el cholo de acero inoxidable tal como Chuiman, el gran bacán, se levantan a cualquiera. Esta posibilidad linda con la ofensa, y despierta viejos maremagmas del inconsciente histórico. 141 Cuando, después de seis meses, se canceló el programa, los de Risas y Salsa les dedicaron una sátira titulada Good by, Mr. Johnny, corno respuesta a un endeble "hi, every body", porque ese "every body" no tenía olor de multitud, y menos de santidad, y buscaba un público que, si bien existe, no es mayoritario. El gringo no pudo competir en gracia, en habilidad, en pendejada con el cholo, el blancón o el zambo acriollados. Y corno "punto", como objeto de burla y risa, no tuvo para mucho. Del gringo se puede uno burlar pero no mucho rato sin repetirse, sin perder la gracia, que es de lo que se trata al contar un chiste. "Mr. Johnny", sin embargo, fue el primer intento y habrá de reaparecer con otra cara y nuevos bríos, porque lugar y razón tiene de sobra en el imaginario popular. "Henricito de la Piedra y Candamo", el novedoso personaje del reciente programa El dedo, del Canal 9, es otra versión del gringo, pero a través del "pituco" de cierta clase alta de nuestra sociedad. No se trata del hijo de familia de la antigua oligarquía con mansión en la avenida Salaverry, que hereda los negocios del padre o estudia abogacía para continuar con el bufete de sus antepasados, sino de un jovenzuelo desenvuelto e irreverente, tanto con su propia familia como con el resto del país: los cholos. Desde la óptica de "Henricito de la Piedra y Candamo", el 99 por ciento de la población peruana debe ser chola. Mientras en los sectores medios y populares esta definición se vuelve cada día más compleja, por la gama de posibilidades que existen y por la distinta manera de asumirse cada cual, desde la perspectiva de este rico, la mayoría del país es simplemente eso: chola. Este personaje, sin tradición en los programas cómicos de la televisión nacional, tiene corno antecedente inmediato a "Pepe del Salto", nacido de la pluma de Rafael León en la revista Monos y Monadas, y que fuera llevado a las tablas bajo el nombre de La divina comedia. Henricito es un jovenzuelo que habla la jerga de los sectores adinerados limeños: "Ya me vino la palta", "estás rayadasa, vieja" (ambos términos referidos a desórdenes mentales y/o depresivos) característicos del personaje, que, como si nada, les pide a sus padres "una camioneta Nissan Patrol del año pasado, porque no pide mucho, no pide la del año". Flojo. desadaptado, encerrado en su mundo de frenesí y (linero familiar, usa lentes ahumados y se contorsiona a la manera de jóvenes de la clase alta, americanizada a tra . 142 vés del consumo: motos areneras, navegaciones recreativas, alimentos enlatados. A pesar de sus dos apellidos, de la Piedra y Candamo, que recuerdan la común simbiosis entre la oligarquía agro exportadora de los años cincuenta y la formación intelectual, su Henricito le da un toque de modernidad que los mismos sectores populares y barriales buscan: el nombre gringo. Chuiman, por un lado, como "Papá Manolo", y Hugo Salazar, como "Henricito de la Piedra y Candamo", y ese "y" también es importante, son las dos expresiones de los jóvenes de la ciudad de Lima; uno, popular sin ser barrial, y el otro pituco, el canto del cisne, pero reaccionario cuando las contradicciones se azuzan y debe enfrentar la realidad fuera de su ámbito familiar. 143 144 II PARTE LA TELEVISION “INCULTA” 145 146 CAPITULO VI ¡SEÑORAS Y SEÑORES! PASANDO REVISTA A LA HISTORIA DE LOS PROGRAMAS COMICOS DE LA TELEVISION 147 148 1. LOS ANTECEDENTES LEJANOS La historia de los programas cómicos en el Perú es sumamente útil para analizar la progresiva transición de las formas del teatro popular de comedia, el teatro costumbrista y, finalmente, el de la revista, a las condiciones que impone el desarrollo de la radio y la televisión. Esta transición se da principalmente a través de la asimilación que la radio primero, y la televisión bastante después, hacen de los actores, directores y dramaturgos nacionales. Casi inmediatamente, sin embargo, se incorpora la utilización de materiales y recursos producidos en otros países donde la radio y la televisión habían avanzado más rápidamente. Argentina habría de jugar un papel preponderante en el desarrollo de los programas cómicos y de las telenovelas. La compra "al peso" de los libretos y guiones para estos programas, algunos de los cuales se reproducían casi idénticamente, contando con la adaptación de algún encargado ocasional —muchas veces también argentino— y el libre y espontáneo trabajo creativo de los actores. Si bien no todos los programas cómicos fueron hechos sobre esta base, existiendo notables excepciones, la mayoría supone la utilización de una estructura narrativa básica fabricada fuera del país, que era adoptada y utilizada agregándole ingredientes locales y los propios de la coyuntura. 149 EL TEATRO POPULAR En este sentido es importante tomar nota del desarrollo del teatro popular en otros países de América Latina y, para el caso de la utilización de los esquemas clásicos de los espectáculos teatrales populares, atender a la historia del teatro argentino. Los condicionantes propios de la migración masiva a la Argentina hacen más obvias en ese país una serie de características propias del nuevo teatro popular que habría de forjarse también en nuestra patria. La formación de la ciudad de Buenos Aires a partir del aluvión de migrantes -los "agregaos al país", en la expresión de Leopoldo Marechal— ofrece, por ejemplo, a partir del fenómeno de los conventillos, así como los conflictos y enfrentamientos entre los porteños afincados y los nuevos migrantes, las situaciones básicas para la reformulación de los esquemas de la comedia italiana y española, explicando en parte el surgimiento de los nuevos autores (32). La zarzuela, el sainete, el género chico y aún el llamado "ínfimo", se expanden por Buenos Aires y más tarde por Lima en versiones con cada vez más notorias y notables contribuciones locales. En el Perú, tal vez el más significativo autor popular fue Leonidas N. Yerovi, quien reformula en situaciones locales esquemas sencillos y aún simplones del sainete popular español. Ajeno a todo interés de autor "serio" y a toda pretensión falsa de literato, se convierte en portador de las aspiraciones del entretenimiento popular. Sus pretensiones de lirismo son utilizadas por él mismo como objeto de risa y distracción. Al establecer esta relación entre su condición de creador de imágenes líricas, cultivadas y eruditas, y su capacidad de someterla a fiscalización y aún al ridículo, Yerovi instauró, tal vez, una de las claves para entender el humor de las formas del teatro popular en el país. A pesar de las variaciones históricas y la adopción de características propias de cada país, es evidente que el rastreo temático y formal nos llevará a las raíces del teatro cómico, cuyo antecedente básico es la formulación propia de la comedia del arte italiano y la utilización que de ella hicieron los clásicos. Sus representantes más inmediatos durante este siglo son probablemente el sainete y la comedia costumbrista, de incuestionable simili. (32) Cfr. ORDAZ, Luis, Zarzuelistas y Saineteros, en Colección La Vida de Nuestro Pueblo, No. 25, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1981. 150 tud básica a nivel estructural y temática. En realidad ése era el teatro popular propio de la época en que surgía en nuestras ciudades la radio. En muchos casos los programas cómicos de la radio se harían sobre la base de la presentación de los personajes principales de estas obras, especialmente de aquellas que habían logrado permanecer como tales a través de distintos espectáculos. Eran tiempos en los que el público teatral era, en cierta medida, comparable al radioescucha. Las compañías de teatro utilizaban este hecho programando los capítulos finales de la radionovela de éxito (algunos viejos actores recuerdan el caso de Cumbres Borrascosas, por ejemplo) en forma de obra teatral que cerraba —"con broche de oro"—, se solía anunciar, una brillante temporada de radio. Se daba también lo contrario: los personajes famosos del teatro debían pasar por la radio, y la gran mayoría accedió a ello como nueva fuente de subsistencia (33 ). Probablemente la característica más importante de estos programas cómicos fuera presentar personajes prototipo de la vida política y cultural limeña. Si bien algunos personajes tenían alguna raíz común o equivalente en otros países —en Argentina, por ejemplo—, desde los años treinta surgieron personajes auténticamente peruanos, representativos de las clases populares limeñas, tanto para satirizarlas y burlarse de ellas como para erigirse como verdaderos representantes de las mismas. Si revisamos la historia de los programas cómicos desde la época de la radio, y además pedimos opinión y juicio a los viejos actores y libretistas de aquella época, encontraremos un acuerdo casi absoluto en explicar la aparición de estos personajes protagónicos, representativos de las clases populares, basando su fuerza y eficacia en sus características raciales. El serrano, el negro en todas sus variantes, el chino y las distintas gamas del blanco criollo —cada vez menos blanco y más popular—, han de ser, de manera tan fuerte como el bobo clásico, el pícaro o el buscón, los protagonistas que reviven los mismos viejísimos cuentos y situaciones cómicas de la historia del teatro, al tiempo que van incorporando progresivamente sus problemas, su interpretación de la realidad, sus propios sueños. (33) Este fenómeno se dio muy fuertemente en la Argentina, Cfr. TERRERO, Patricia, El Radioteatro, en colección La Vida de Nuestro Pueblo, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1981. 151 Entre los más famosos y recordados actores cómicos del teatro popular y la radio están precisamente dos cholos: el "Cholo Rebolledo" y la "Chola Purificación Chauca". Sus verdaderos nombres quedan, comparativamente, en el olvido frente a la contundencia de las figuras que logran imponer en una vasta audiencia. El cholo, es el serrano migrante que llega a la ciudad a ocupar posiciones de siervo en cualquiera de las muchas modalidades que el sistema oligárquico le ofrece. Sin embargo, hay cierto orden y preferencia con el que los blancos utilizan la fuerza de trabajo del cholo. Este no será, por ejemplo, mayordomo o portero del club, lugar que conviene mejor a un negro; ni cocinero, puesto que viene mejor a un chino. El cholo es bueno —en la concepción del blanco— para el trabajo duro, para el ejército o para guardián público en la ciudad. El primer cholo del teatro cómico de los treinta será, así, un policía urbano, un "cachaco". Carlos Rebolledo, más conocido como el "Cholo Rebolledo", interpretará al "cachaco" con gran dignidad. Gracioso, pero seguro de sus derechos, será vocero de muchos que como él pugnan por encontrar un lugar en esa ciudad que empieza a crecer vertiginosamente. El "Cholo Rebolledo" se hará respetar a pesar de las muchas circunstancias difíciles que tiene que vivir en un medio ajeno, donde ser criollo, ser blanco en principio, es la única posibilidad de identidad social permitida y avalada socialmente. Teresita Arce, actriz heredera de rancia familia de comediantes, será a través de la "Chola Purificación Chauca" el otro caso excepcional. Aprovechando su presencia escénica (es claro que no hemos hablado de talento, de carisma, en estos casos, pero lo damos por sentado), despliega una campaña turística y de vocación por la unidad nacional. Acuña así una frase que años más tarde habría de retomarse en la década del sesenta: " ¡Visite el Perú primero! ". La "Chola Purificación" actúa por la radio y también en los escenarios de cabaret nacional —boites fue la palabra de moda—, compartiendo aplausos con vedettes internacionales. En ambos casos se despide, para sorpresa de muchos, cantando huaynos. Continuará esta brega hasta avanzados los años cincuenta en los que, habiendo dejado la posta a otros nuevos cholos que pugnaban por ocupar un lugar como representantes de las grandes mayorías del país, parte sin mayor publicidad a recorrer el mundo convertida en misionera de una secta evangélica, hasta su muerte. 152 Ninguno de estos dos cholos, sin embargo, pretendió explícita y abiertamente ser criollo. Desde el siglo pasado lo criollo fue ajeno a los intereses mayoritarios; y a pesar de pleitos y diferencias (como la del teatro de Pardo y Aliaga y el de M.A. Segura, por ejemplo), continuó siendo así hasta el surgimiento de los movimientos urbanos de los años veinte, donde es posible seguir un proceso de incorporación popular de lo criollo. Este proceso habría de desencadenar un peculiar y progresivo recurso de apropiación de lo criollo. Así, el concepto de criollo se habría de desnaturalizar al asumir las nuevas capas urbanas, fundamentalmente migrantes, un peso cada vez más decisivo en la vida política y cultural del país. Fue ésta también, con las ocho horas, una conquista del naciente movimiento obrero. LA PRENSA POPULAR Así como el teatro de revista, la prensa popular aportó una vertiente considerable al humor nacional y a su reformulación a través de los medios de comunicación masiva. La revista Monos y Monadas contribuyó, tanto como el mismo Yerovi a través del teatro, a engrosar una vertiente de humor popular que habría de hacerse camino a través de los nuevos medios. Algunas veces la relación entre la prensa de humor y la radio fue obvia. Entre otros casos que mencionaremos luego, esto sucedió con Loquibambia, revista de humor que daría lugar a uno de los más celebrados programas de humor radial: "Loquibambia, la emisora que trasmite a toda hora ". De allí, como de Escuelita nocturna, habrían de surgir los actores de los primeros programas cómicos de la televisión. Sólo los que se inhibieron de lucir su cara, produciendo un fenómeno muy interesante de estudiar, salieron del elenco: Pablo de Madalengoitia y Joaquín Roca Rey, entre ellos, serían en adelante un compuesto y elegante maestro de ceremonias en la televisión y un famoso escultor que trabajaría en el extranjero. El célebre personaje de la "Dodiyuda" de este último habría de quedar, sin embargo, en la mayoría de nuestros entrevistados, como el más recurrente ejemplo de personaje original y representativo de los muchos creados en estos programas. LA RADIO De esa época, en la que los limeños seguían las aventuras de Sandokan o Tamakún, son también los éxitos de uno de los más . 153 famosos cómicos de la radio en Latinoamérica: El zorro Iglesias y sus múltiples personajes; y más tarde Herbert Castro. Y aunque nos sorprenda el hallazgo, todavía hoy pueden escucharse algunos programas aislados de uno de los más grandes programas cómicos de la radio peruana: Ceferino el Adivino con Carlos Oneto "Pantuflas" y Violeta Bourget a partir de los libretos de Sofocleto primero y de Pedrín Chispa después. 2. LOS PRIMEROS PROGRAMAS COMICO--POPULARES DE LA TELEV!SION En estas cosas de producir espectáculos y entretenimiento, ser el primero es importante y significativo. El Muñoz de Baratta Show nació durante los primeros años de la televisión peruana (1959-62), en tiempos en que no existía el video-tape. El programa se transmitía durante dos a tres horas del horario estelar de los sábados o domingos, en el Canal 4 primero y luego en el Canal 2. Se trataba, fundamentalmente, de un show de parodias, vertiente típica del humor en el país, cuya tradición llega hasta la actualidad. Todo era motivo de burla: los personajes políticos y los del espectáculo, figuras de la historia e incluso de la literatura y de los programas de moda de la televisión, eran víctimas de los libretos de Daniel Muñoz de Baratta, bailarín extraordinario, ex-capitán del ejército peruano, que, junto con su hermano Hugo, fueron de jóvenes, cuando aún eran amateurs, la delicia en cualquier velada. Daniel muere en 1962. Con su fallecimiento termina este programa que marca, definitivamente, en vivo y en directo --sin videos tapes ni "trabajo de post producción"—, el ingreso del humor a la televisión peruana. Como en esa época no existían las grabaciones, las cosas tenían que salir bien. Para ello la gracia innata e instantánea, el aporte personal, la improvisación, eran indispensables. Juan Silva Villacorta, productor del programa, era además propietario de El Saoco (boite chorrillana que estaba de moda en aquella década) y traía, al programa y a la boite, a las más rutilantes y luminosas estrellas del cancionero latinoamericano. La lista es interminable: Bárbara Codina, Norma Marini, Mabel Duclós —entonces bellísima y escultural vedette antes que actriz cómica—, Rolando La Serie, Bienvenido Granda —"los bigotes que cantan"—. Toda una época; todos pasaron por el Muñoz de Baratta Show... 154 Entre las grandes parodias que realizaron los Muñoz de Baratta estaba la de Xavier Cugat, aquel viejito genio merenguero acompañado por la monumental Abby Lane y su perrito chihuahua, que se acomodaba entre sus senos. Daniel hacía de Cugat, Hugo de modisto francés y Norma Marini de Abby Lane: fue por consenso lo mejor que hubo en parodia. En el show actuaban el gordo Daniel y Hugo; hizo su debut en TV Chuchita Salazar, Oswaldo Vásquez (34) —que de disc- jokey y primera imagen de prueba en Canal 4 fue llevado a la actuación—, Trini Cámera (algún cómico la recuerda así: "qué suerte la de algunas mujeres, se fue a USA, se casó con un millonario, enviudó y se vuelve a casar con otro millonario"), Leontina (una argentina), Cachencho (un chileno), Néstor Quinteros (su primera actuación fue imitando a Leo Marini, "la voz que acaricia"), Milita Brandon, Antonio Salim y otros. El Muñoz de Baratta Show contaba con varias partes o secciones. Entre las más celebradas estaban El hombre Philips nunca muere y El Concurso de los gordos ("su peso en soles"); sí, era un programa "para todos los gustos": de parodias, de concursos, de espectáculo, con bailes y cantantes, pero sobre todo de humor. Si bien el conjunto de artistas extranjeros era al principio numeroso, por esa época habían surgido ya varios programas cómicomusicales y de entretenimiento en el Canal 13 (hoy 5), con cada vez mayor número de cómicos y actores nacionales. El primero fue La bodega de la esquina, con libretos de Pedrín Chispa, protagonizado por Carlos Oneto que hacía el personaje del bodeguero Don José. En este programa surgió "Achicoria", el personaje más famoso de los muchos que interpretó Mario Velásquez, como dependiente de la bodega. Mario Velásquez conservaría el resto de su vida el apodo de "Achicoria" surgido de este personaje. También actuaron en La Bodega de la es(34) Oswaldo Vásquez fue co-productor y animador con Humberto Vílchez Vera, del programa radial Los fantasmas se divierten, que tuvo un éxito extraordinario a fines de la década del cincuenta. Años más tarde Vílchez Vera se asociaría a Julio Winitzki, llamado "el hombre del domingo", para producir Domingos gigantes, el primer "programa ómnibus" de la televisión. 155 quina Teresa Olmos, Carlos Velásquez, Benjamín Ureta, entre otros. A La Bodega de la esquina le siguió La Revista de Pantuflas, un programa cómico musical donde actuaba Antonio Salim y cantaba Humberto de la Cruz. además de artistas que pasaban por Lima. El Canal 13 programó luego La comedia de los sábados, que tuvo un espacio de dos horas, transmitidas, como siempre en ese tiempo, en vivo y en directo. Allí se presentaban adaptaciones de obras teatrales, así como obras breves originales de Pedrín Chispa, que además era su director. Actuaban Carlos Oneto "Pantuflas", Elías Roca, Teresa Olmos, Ricardo Tosso, Manuel Delorio, Enrique Victoria, Malú Gatica, Nelly Dougan y Manolo Salerno. Posteriormente, cuando terminó el Muñoz de Baratta Show, ambos hermanos iniciaron en el Canal 9 El juego de las cinco llaves, programa de concursos, pero también con sketches cómicos. Entre los primeros programas populares de la televisión estuvo también Bata pone el mundo a sus pies (Canal 5), conducido por Kiko Ledgard, que fue el segundo programa vivo de importancia en nuestro medio. Era un programa de concursos, pero tenía lo que los entendidos denominan "pantallazos cómicos"; allí actuaron Jesús Morales, Antonio Salim, Tulio Loza y "Patinan" (35). Pero parece ser incuestionable que Bar Cristal y El festival Cristal del cuento peruano fueron, en la década de los años 60, los principales programas cómicos en privilegiar, los sketches y los personajes nativos, modalidad preferida en los programas que habrían de producirse luego. (35) "Petarán", Justo Espinoza en la vida real, es sin lugar a dudas el más famoso enano de los programas cómicos de la televisión. Apareció en el viejo Canal 9 en la Escalera del triunfo, producido por Guido Monteverde y animado por Augusto Ferrando; y "Pimbolo", payaso del "clan Cavallini", que reaccionaba con mímicas diversas de aprobación y/o desagrado a las bondades o desaciertos de los concursantes. 156 Bar Cristal marca, probablemente, los inicios de la producción nacional de tele-series y tenía como sus principales libretistas a Jorge —"el Cumpa"— Donayre y a Benjamín Cisneros. En este caso ya existían personajes típicos de nuestra sociedad limeña: "Don Ramón" (interpretado por Jorge Montoro), "Rita" (por Betty Missiego), "Agustín" (por Guillermo Nieto) y "Rosaura" (por Saby Kamalich). Además, el Ingeniero Fernando Vargas Caballero (apodado "Plato Roto") que cantaba letras satíricas sobre canciones populares, contando con el apoyo de los finos versos costumbristas de Benjamín Cisneros y Jorge Donayre. El Festival Cristal del cuento peruano fue el programa donde se consagró por primera vez en la televisión un personaje popular: "Pablo Zambrano", creación de Jorge Donayre, que había aparecido antes en la revista Loquibambia y cuyas cartas fueron luego editadas en un libro con sugerente prólogo de Mario Castro Arenas (36). "Pablo Zambrano" fue interpretado por Luis Álvarez, actor cabal con notables recursos tanto para la vena cómica como para la dramática. Según el propio Donayre, se trataba de un "zambo pendejo, pero no malo, al cual había que redimirlo de su mala leyenda", aquella que hace que todos los partes policiales describan al delincuente como "un sujeto zambo o azambado". Bar Cristal presentaba por primera vez un esquema donde los personajes tenían un referente étnico-social en Lima: "Don Ramón" era así el propietario de la bodega con aires aristocratizantes o, en todo caso, pasadistas; "Rita", su hija, era una clásica limeña bonita y graciosa, a quien "Agustín" enamoraba; y "Rosaura" una amiga de "Don Ramón" y "Rita". El ambiente era agradable, el humor formal, no había ninguna insinuación a la grosería y, más bien, los libretos tenían el aura de la elegancia y el buen decir. Pero es en el Festival..., en cambio, donde los personajes adquieren todavía una mayor connotación popular: "Pablo Zam brano", era el zambo ya descrito; el "Travieso Lira" (interpreta do por Jorge Montoro), el blancón criollo y zalamero; el "Men tado Arrieta" (interpretado por Carlos Andrade), el cholo acrio(36) DONAYRE, Jorge... Pablo Zambrano, Prólogo de M. Castro Arenas, Lima, Editorial Imprenta Amauta, 1963. 157 llado. Estos tres personajes tendrán un vasto y complejo desarrollo posterior y darán lugar, sin exageraciones, a importantes arquetipos para entender la cultura popular urbana. Otro programa que descolló en los años 60 fue La escalera del triunfo, conducido por Augusto Ferrando, que dio lugar al actual programa Trampolín a la fama. Era un espectáculo de canciones y regalos, donde había un espacio cómico-satírico que debemos rescatar: El Doctor Rochabús. Este fue el primer sketch de sátira política y en términos locales, el antecesor inmediato del actual Camotillo el Tinterillo de Tulio Loza. El "Dr. Rochabús" era un censor, interpretado por Alex Valle, que hizo así su ingreso a la televisión. Valle era un cómico de colendas en el mundo del varieté, y dicen algunos colegas suyos que tuvo dificultades para ingresar al set, pues era visto por los productores como poco elegante: la pantalla, desde esa concepción, era de élite, de smoking, y para ella parecía no importar que el "Mono" Valle hubiese trabajado desde los 15 años en el mundo del espectáculo. Pero Alex Valle impuso su entrada a la televisión por la puerta grande. El origen del "Dr. Rochabús", al igual que el de "Pablo Zambrano", proviene del nombre de la revista escrita. Era ésta una revista de humor cuyo responsable principal fue Guido Monteverde. El "Dr. Rochabús" era un viejito que podría tener su equivalente con Cordero Velarde, aquel orate urbano de la década de los 50 que, vestido de grandilocuente presidente de la República, deambulada por el Jirón de la Unión con la banda presidencial y cubierto de condecoraciones. "Juan Mamani" era el personaje complementario del "Dr. Rochabús", un indio flaco, "pionono" (obrero de construcción civil) o mozo de chifa, popular por excelencia, que conversaba con el Dr. sobre la política nacional, especialmente la cuestión petrolera, tema candente de la época. Cuando el "Dr. Rochabús" llegó a la televisión lo hizo acompañado por tres personajes políticos: uno era el popular "Belagogo", es decir Belaúnde, el Presidente de aquel entonces, interpretado por el mejor imitador de Belaúnde de todos los tiempos: Elmer Alfaro; "Falla de la Torre" (interpretado por Carlos Tosso) era, obviamente, Haya de la Torre; y el "General Podría" (interpretado por Nerón Rojas) era también obviamente, Manuel Odría, el "General de la Alegría". En la televisión, "Juan 158 Mamani" —es decir don nadie— fue reemplazado por estos tres personajes. La lógica del scketch radicaba en una conversación del "Dr. Rochabús" con cada uno de los políticos mencionados. realizada en distintos ambientes y sobre diversos temas de interés político nacional. Entre los programas de la década de los sesenta debemos mencionar también el Supermarket Show, animado por Kiko Ledgard, y protagonizado por Carlos Oneto. Entre los elementos importantes a resaltar en este programa está la aparición en televisión de Tulio Loza. Pedrín Chispa fue el libretista, así como de Festejos con Cartavio que le habría de suceder en la programación del Canal 13, siempre con "Pantuflas", Tulio Loza, Benjamín Ureta y Enrique Victoria, entre otros. También debemos mencionar en esta somera revisión de los primeros programas de la televisión, a Charlas de Café, de Vicente González Montolivo, y a Cámara Pilsen que incluía Las cosas de Cuchita (Salazar) en Panamericana. Varios entrevistados recuerdan que César Durán sugirió la idea del programa: poner las "burradas" de Cuchita en televisión, pues era ésta una muchacha guapa e ingenua a la vez, cuyos comentarios revelaban una impresionante candidez. Cámara Pilsen fue un programa conducido por tres animadores: Pablo de Madalengoitia, Mario Cavagnaro y Norma Belgrano, para muchos uno de los mejores programas de la televisión peruana, que incluía bloques cómicos. Los directores musicales fueron Mario Cavagnaro y Augusto Polo Campos; los reporteros eran Luis Ángel Pinasco —que se iniciaba en la televisión—, Carlos Jiménez y Ricardo Müller. Otros programas de esta década fueron Romero y Julieta, en el Canal 13, en 1965, donde actuaban Blanca Rowlands, Carlos Velásquez, "Pantuflas" y Cuchita Salazar, y Matrimonios y algo más, con el elenco de José Vilar, ex-miembro de la compañía española de Tarcila Criado que habría realizado una gira artística por América Latina. José Vilar se afincó e hizo teatro, fama y dinero en nuestro medio, especialmente con las obras del comediógrafo hispano Alfonso Paso. Terminando la década de los sesenta estaban en el aire El polifacético y Los tintilocos, antecesores inmediatos de El 159 tornillo, que habría de durar ocho años en las pantallas nacionales. El polifacético tenía como protagonista a Mario Velásquez, "Achicoria", perteneciente al clan de los hermanos Velásquez, animadores del grupo teatral Histrión, y que hoy tiene a Carlos Velásquez como director artístico y libretista del programa Risas y Salsa. "Achicoria" era un personaje múltiple, apoyado en la capacidad histriónica de Mario Velásquez, prematuramente muerto, que explotaba, como el nombre del programa lo indica, todas las muecas y posibilidades del humor. En el elenco estaban, entre otros, Jesús Morales y Esmeralda Checa. Los tintilocos, por su parte, fue un programa cómico-musical, cuyo libretista era Enrique Manuel Puente, de nacionalidad mexicana. A MITAD DE CAMINO: LOS AÑOS 70 El tornillo fue el programa cómico de la televisión más importante durante la década de los 70 (febrero 1968-enero 1975), y su principal director fue Carlos Oneto. El programa desarrolló situaciones y elaboró personajes que hasta el día de hoy quedan en la memoria de muchos tele espectadores (37). Uno de ellos fue Hugo Muñoz de Baratta, conocido en esa época como "Mon cheri", porque siempre decía: "cómo le va mi querido mon cheri", y creó entonces varios giros, como ñaca ñaca (previa movidita de mano, ondulante, con los cinco dedos juntos como si hiciese una ola); se hizo famoso como "Mon cheri" y "Che mon cheri". De acuerdo con el esquema clásico de la situación de conflicto típica de un conventillo bonaerense, representaba a un porteño de saco ribeteado y escarpines, y que enamoraba a "La morocha del abasto" (interpretada por Camucha Negrete) que era la esposa de "El ropero de 3 cuerpos" (interpretado por Luis Cabrera), también conocido como "Testaforte" -el clásico rival de Charles Chaplin-. La trama era simple y siempre la misma: "La morocha del abasto" le contaba sus quejas a "Che mon cheri", vecino del conventillo . (37) Es necesario reparar en el hecho de que El tornillo fue también exportado al extranjero y se programó frecuentemente en las principales ciudades de los Estados Unidos. En cierta forma, El tornillo abrió camino a otro fenómeno de la televisión peruana, la telenovela Simplemente María. 160 y luego su marido, "El ropero de 3 cuerpos" le armaba la gran bronca, le pegaba, lo hacía volar, le sacaba el alma; pero al final, siempre "Che mon cheri" y "La morocha" se iban bailando una milonga. Una versión nacional de un motivo y clásica situación bonaerense. El actor y la solterona fue otro sketch de gran éxito, que mostraba mayor riqueza de elementos aportados por los actores nacionales, en El tornillo. El actor era Luis Cabrera —"Cabrerita"— y la solterona era una "huachafa", Jesús Morales, que salía con una nariz horrible, roja, pero pretendía ser una damita joven, aspirante a actriz. En la misma línea estaba el sketch Doña María, interpretado por Jesús Morales y Antonio Salim. Ambos eran grandes parlanchines, super habladores, que enumeraban las "virtudes" de sus hijos. Jesús Morales empezaba con las de la suya, "Mariquita" (tenía 14 años y ya sabía decir "papá y mamá"), y no dejaba hablar a Antonio Salim, que se desesperaba por empezar a enumerar las del suyo. El sketch concluía con la misma frase: "hay gente que necesita babero", dicha por Jesús Morales —justamente la que había hablado— refiriéndose a Salim, a quien no había dejado de hablar. Famoso por otra frase fue el sketch La santa paciencia, leit motiv que repetía el viejito Alex Valle ( ¡ya era un viejito!) que limaba las asperezas y discusiones entre Antonio Salim y Fernando Farrés, siempre encontrados en grescas y enfrentamientos. Como ejemplo, una situación típica: en una gestión, ante un reclamo burocrático, uno decía "yo, tú, usted", y el otro exigía que no lo tutearan... entonces, en plena discusión, ingresaba "La santa paciencia", hasta que le decían: "qué te metes viejito" y Alex Valle, olvidándose del viejo Job, respondía indignado: " ¡A los hombres!... ¡Qué cosa! !! ! !" con su típico chillido, imposible de imitar y de escribir. Alex Valle ha retomado este personaje —con muy leves variaciones— en el programa Risas y Salsa. "El poeta hippy", interpretado por Jorge Montoro, fue otro personaje que obtuvo gran éxito, a tal punto que relegó a un segundo plano a otros dos excelentes y representativos persona jes suyos: "Don semilla" y "Don tembleque", con los cuales no tuvo sin embargo gran resonancia. En el primero imitaba a un . 161 campesino piurano, lento en el hablar, que decía: "si hacen estos calores me voy a tener que bañar"; y, como el viejito "Don tembleque", era un excelente cantante y bailarín provinciano. "La vampi" fue otro personaje de gran suceso, dando lugar al desarrollo artístico de Camucha Negrete, que había surgido como la primera modelo de La escalera del triunfo en el Canal 9 y que luego pasó a Canal 5. El tornillo fue uno de los escasos programas que privilegió a las modelos, haciéndolas alternar papeles de damitas jóvenes con su función de tales. "Franz y Shultz" (Pepe Morelli y Ricardo Fernández, respectivamente) protagonizaron otro de los sketch de gran aceptación en la teleaudiencia. Eran dos alemanes, un general y su valet (con el grado de cabo) presentando situaciones tipo Otto y Fritz, con los cuales el humor criollo se burlaba del humor europeo, blanco, desarrollado, que podía tener todo menos salsa, chispa o picardía. "Juanacha" fue otro personaje importante en El tornillo; estuvo interpretado por Teresa Rodríguez, como la chola sirvienta "metete", siempre en relación con la patrona. También fueron importantes "Amadeo Tapera" y "Camilo Merengue" interpretados por "Pantuflas" . "Amadeo Tapera" era el cantante de tangos incapaz de concluir una intervención musical porque acababa sumido en llanto y por eso le decían "el pañuelo mayor del tango". "Camilo Merengue" era el kioskero buenmozo que voceaba: "La Cró... La Pré... El Có... Hóraaa. . ." (La Crónica, La Prensa, El Comercio, Ultima Hora...) y que dudaba de cualquier avance científico con su típica frase: (No puede ser pues,...) "Se sabría Ricardito, se sabría...". "Mesié Canesú" fue el primer afeminado importante. Lo tenía a su cargo Luis La Roca, y presentaba las ocurrencias y problemas de un modisto francés, que tenía como modelo a Camucha Negrete a quien siempre le demandaba: "muestra el detalle", dando ocasión a que luciera sus encantos. Otros personajes que tendrán un desarrollo mucho más rico en el programa posterior, Estrafalario, fueron "Roncayulo" (Antonio Salim) y "Doña Cañona" (Alicia. Andrade), ambos . 162 creados por Augusto Polo Campos y ambientados en el mundo lisurero del callejón limeño, sin pelos en la lengua. A mediados de 1975, El tornillo se dividió en dos programas, La matraca en el Canal 5 y La cosquilla en el 4. Esto se debió a que la nueva administración televisiva en el país (38), optó por reducir la participación de los actores; como respuesta a esta medida de restricción y austeridad, se decidió dividir el programa en dos, separando de esa manera al elenco. Durante esta década estuvo también en las pantallas Epicentro médico, un programa dirigido por Hugo Muñoz de Baratta, de "pantallazos" cómicos localizados en una clínica y cuyas escenas privilegiaban ocurrencias sobre enfermos y médicos. Duró seis meses. Otro programa fue Se necesita muchacha, cuya protagonista, "Doña Evangelina", fue interpretado por Delfina Paredes, y La tuerca que dirigía Carlos Velásquez. Estrafalario fue otro de los grandes programas de esta década dirigido por el fallecido actor Felipe Sanguinetti, en el Canal 7. Este programa, al estilo de El tornillo, privilegiaba los sketches. Entre ellos se recuerdan a Los compadres, El profesor Jarabe, El consultorio médico, y los legendarios Loquibambia y Escuelita Nocturna que se remontan al humor radial. En Estrafalario actuaron Mario Velásquez, César —el loco— Ureta, Alicia Andrade, El "Ronco" Gámez, Cayo Pinto, Teddy Guzmán, Támara Brown, Nora Guzmán y el "Chino" Yufra, entre otros. Los sketches mencionados privilegiaban, como los programas anteriores, a los arquetipos étnico-sociales de los estratos populares, como fue el caso de "Los Compadres": éstos eran Rossini y el "Ronco" Gámez, el primero el esposo de "Doña Cañona" y el segundo su amigo, a quien ella, en expresión popular, "le tiraba el calzón", es decir, le "daba bola". Cada vez que Rossini se iba, Gámez llegaba a su casa, donde "Doña Cañona" le hacía todo tipo de firuletes. "El profesor Jarabe" fue otro personaje importante, pues se trataba de un serranito, un cholito, que sin tener la importancia . (38) Telecentro, entidad centralizadora de la televisión peruana, fue creada, a partir de la expropiación de las acciones mayoritarias de los medios de radio y televisión por el gobierno militar del Gral. Velasco Alvarado, como única productora. 163 de "Nemesio Chupaca", fue un eslabón más en este arquetipo recurrente en los programas cómicos nacionales. En Estrafalario hubo grandes imitadores, entre ellos César Ureta que se hizo conocido en su interpretación de Rita Pavone, actriz y cantante italiana. Guillermo Rossini, famoso en la interpretación de Pepe Biondi, el cómico argentino; Miguelito Barraza y el "Ronco" Gámez. ENTRANDO A LOS AÑOS 80 Un programa, relativamente singular en esta trayectoria de los programas cómicos, fue el que dirigió Enrique Victoria en el Canal 7 llamado La comedia peruana. Se trataba de comedias costumbristas, de sainetes, que tenían como "estrella" a Eddy Guzmán. Este tipo de programas ha sido poco común en la televisión nacional, a pesar de tener un origen remoto y una presencia intermitente en la pantalla. En cierta medida, se entronca con El festival Cristal del cuento peruano, pero, sobre todo, con la veta humorística teatral, costumbrista y criolla, del humor costeño. No podemos dejar de percibir cierto parentesco con las obras del cholo Carlos Rebolledo, con los padres del teatro nacional que son Segura y Pardo, y posteriormente con el teatro costumbrista de Leonidas Yerovi ya mencionado, así como con el programa Este Lucho sabe mucho, del comediante nacional Lucho Córdova y su esposa Olvido Leguía, cuya carrera artística se hizo esencialmente en Chile. Los programas cómicos de 1980, con excepción del Show de Rulito y Sonia, se han mantenido los últimos años. Este show tuvo una excelente y ambiciosa producción —incluso pretendía competir con Risas y Salsa en el horario estelar, los sábados a las 8 de la noche— pero hubo una mala definición de su audiencia, así como libretos y personajes de menor calidad. Había bailes, se privilegiaba el espectáculo pero carecía del humor popular presente en El tornillo, Estrafalario y Risas y Salsa, en los cuales se puede percibir una más clara continuidad en su concepción del humor. Los nueve programas cómicos de más reciente difusión son los siguientes: A. Trampolín a la fama, cuya estrella máxima es Augusto Ferrando, producido y comercializado por Panamericana TV, Ca- 164 nal 5. Horario: todos los sábados, a las 18 horas. 100 minutos efectivos de duración. Hasta hoy, ¡hoy!, más de 1,000 programas, más de 16 años viendo ustedes, los niños que ya son grandes, los grandes que ya son mayorcitos, los mayores que son ancianos, viendo esta imagen, escuchando esta voz, reconociendo el rostro de Augusto Ferrando. El programa es producido y animado por Augusto Ferrando, que también es publicista, relator hípico y empresario de espectáculos: cuando algo resulta bueno, "va para la Peña". A los comerciales del Canal le añade los suyos: "Uno más y regreso". Es el propio Ferrando quien consigue a los anunciadores, quien reparte los regalos en cada programa, quien maneja su propia agencia de publicidad. El público, señoras y señores, hace cola desde la madrugada del viernes para ser de los primeros en ingresar al local y tener acceso a los premios. ¡Frazadas, ternos, medicinas, sándwiches, pelotas! Vea usted a Leonidas Carbajal, el popular "Enciclopedia"; a la "Gringa" Inga en su acento natural; a la "Solterona" Violeta Ferreyros; a Felipe Ponciano, "Tribilín". Ferrando es su propio libretista y maneja el programa sobre ciertos lineamientos básicos a los que añade inspiración, improvisación, el factor sorpresa, lo mejor de su personalidad. ¡¡Qué personalidad con más de 16 años en su pantalla!! B. Qué mejor que un lunes para presentarles a Tulio Loza, hasta 1984 como Tulio de América a Cholocolor, ¡TATATATAAAN!, al "Cholo de acero inoxidable, por mi madre, por mi madrecita", y hoy a CamoTulio en el Canal 5, en el cual asocia explícitamente al actor y a uno de sus personajes de mayor éxito: "Camotillo el tinterillo". Luis Carrizales Stoll, de amplia experiencia en la TV, era el productor y director del programa en el Canal 4. El director artístico era el mismito Tulio Loza. Hoy ambos trabajan para el Canal 5. Sin cuestionamiento alguno, la estrella máxima del programa era Tulio Loza. Lo apoyaban: Ricardo Fernández, hoy convertido en la estrella del nuevo programa Los detectiocos, que produce el Canal 4 para llenar el vacío dejado por Loza. María del Carmen Ureta, Ruth Revoredo, Mirna Bracamonte, César Valer y Luis La Roca, quienes si bien podrían ser considerados acto . 165 res principales por su prestigio personal, no lo eran por su gravitación en el programa. Los personajes que interpreta Tulio Loza son diversos, pero la gran mayoría son, como él mismo, primero y fundamentalmente cholos. De todos estos personajes sobresalen dos: "Nemesio Chupaca" y "Camotillo el tinterillo". Lo que dice "Camotillo" lo escribe Augusto Polo Campos, quien también se cambió de canal con Tulio Loza. El programa no cuenta por lo general con un libretista oficial para los sketches del elenco. No hay concursos ni sorteos, pero ¡no importa!, hay imitadores. Entre 19821983 surgieron allí dos nuevos valores: Cecilia Campos y Hugo Salazar. Cecilia Campos podía ser, entre otras, Saby Kamalich, Elvira de la Puente, Betty Missiego; Hugo Salazar era Pocho Rospigliosi, Raphael, Mario Vargas Llosa, Ricardo Blume, Alfonso Tealdo; Vinko, eventualmente, Chabuca Granda o Miguel Bosé. C. Risas y Salsa es un programa de Producciones Panamericana S.A., emitido y comercializado por Panamericana TV, Canal 5. Se trasmite todos los sábados a las 20 horas a nivel nacional. Tiene también una hora de duración (45 a 50 minutos efectivos). Ha superado con creces al resto de programas para convertirse en uno de los "fenómenos" de la televisión actual en el Perú. A diferencia de los otros programas, Risas y Salsa no tiene ninguna "estrella" o "cabeza de programa", pues sus productores dicen haber reunido a los mejores actores del medio. Actúan Alejandro (Alex) Valle, Antonio Salim, Mabel Duclós (argentina radicada hace años en el país), Alicia Andrade, Camucha Negrete, Adolfo Chuiman y Guillermo Rossini. Aquí trabajó también César "el loco" Ureta, que en paz descanse, y el "Ronco" Gámez antes de pasar al Canal 9 con su propio Supershow. Sólo hay sketches y musicales. El libretista fue durante mucho tiempo Aldo Vega, de nacionalidad argentina, Ché, que según los chismes de los actores: "no ampayaba ni una, porque aquí prima la inspiración, la magia, la cancha del actor nacional". El libretista fue luego Carlos Oneto "Pantuflas" y finalmente Carlos Velásquez, que también es el director artístico. Como es usual, los nombres de algunos personajes prototipo dan título a los principales sketches. Tal es el caso de "Toto", conformado por una pareja (Camucha Negrete y Guillermo Campos) huachafa, vulgar y arribista. "Lucas", el esposo pisado, . 166 interpretado por Antonio Salim, teniendo como esposa a Camucha Negrete y como su madre a Alicia Andrade, quienes discuten siempre en torno a él, el pobre "Lucas". "El hombre invisible", interpretado por Antonio Salim, presenta a un invisible amante de las mujeres. "Don Hipócrita" una especie de "revival" del sketch del mismo nombre de El tornillo, y "Don Pésimo" interpretados por Alex Valle, a la antigua usanza de este veterano cómico nacional, se presentan como monólogos. "El novio" y "El pícaro", interpretado por Adolfo Chuiman, nos muestran a un jovenzuelo urbano popular de carácter amoral y, sobre todo, pendenciero, seductor, pandillero, flojo, que sale siempre con la suya, a pesar de su conducta anómala. "Madame Sapatini", interpretada por Esmeralda Checa, es una gitana que lee la suerte a través de su bola de cristal, fue reemplazada por Las clases de urbanidad, una especie de clases de charme. Sobresalen, El inspector, interpretado por Alex Valle (Un ayayero del "Dr. Chantada") y El jefecito (quizás el más recurrente y característico sketch del programa). En él intervienen Antonio Salim, el jefe; su secretaria "Chelita"; Analí Cabrera; y "Felpudini", interpretado por Rodolfo Carrión. En referencia a estas situaciones y personajes volveremos al estudiar los principales temas de los programas cómicos. D. Humor redondo es un programa producido por PROPAN y PANTEL que se transmitía los jueves a las 20.30 horas y hoy se mantiene en dos tandas semanales en horario variable. Se graba la tarde del martes muy fácilmente, porque el programa se limita a presentar a cinco cómicos que cuentan chistes. Hasta la fecha se han producido más de cien programas. El productor y libretista es Delfor (de nacionalidad argentina). Los cómicos que cuentan los chistes no son siempre los mismos, pero son básicamente los siguientes.: Miguelito Barraza, el "gordo" Cassaretto, Esmeralda Checa, Néstor Quinteros, Guillermo Rossini e incluso Alex Valle. El "animador" es un joven que se limita a saludar, presentar cada serie de chistes entre las tandas de comerciales y despedir el programa. E. Te mato Fortunato, también producido por PROPAN y distribuido por PANTEL, es un programa de sólo media hora grabado principalmente en exteriores y difundido los jueves antes o después de Humor redondo. Tiene una estructura narrativa excepcional por su pretensión y carácter episódico en las situaciones que presenta, en lugar de los sketches característicos . 167 a estos programas de humor. Tiene un elenco de actores reunidos alrededor de la figura de Hugo Loza, hermano de Tulio, en el que sobresalen Jorge Montoro y Camucha Negrete. Se grabó primero en el antiguo y aristocrático Country Club Hotel, pero ha pasado luego a realizarse en el hotel "Carusso", típico ejemplo del gusto que se denomina huachafo en la ciudad. F. Matrimonios y algo más, nueva versión de un antiguo programa de Panamericana Televisión, que era conducido por el actor español José Vilar. Conocida en el ambiente de la televisión como "Argentinos y algo más", presenta una adaptación de los antiguos libretos argentinos, de Hugo Mosser a cargo del libretista Delfor. La dirección es de Leonardo Torres. Los principales actores son Fernando de Soria, Ricardo Combi, Ruth Razzeto, Gustavo Mac Lennan, Lourdes Mindreau, Ethel Mendoza, Claudia Dammert y Hernán Romero. Compuesto originalmente de sketches que resumían situaciones prototípicas de los problemas matrimoniales de los sectores medios, fue incorporando temas que intentaban ampliar el interés y sintonía del programa especialmente en los sectores medios. No tuvo el éxito previsto y ha sido reemplazado por Los Pérez-Gil, versión nacional de la antigua serie Gorosito y familia, también argentina. G. El dedo, es el programa cómico del nuevo Canal 9 Andina de Televisión. Para su producción fue contratado Carlos Oneto "Pantuflas", libretista, actor y director de programas cómicos, de amplia experiencia, quien produce y dirige el programa. Los libretos son de Fernando Barreto. El dedo ha reunido a un con- junto de jóvenes actores cuya procedencia de clase no es principalmente popular y algunos de los cuales tienen experiencia en el teatro propiamente dicho. Si bien nadie es presentado como estrella del programa, destacan lvonne Fraysinet, Piwit, Enrique Avilés, Manuel Moreno Martí, Isabel Duval, Hugo Salazar (el buen imitador que empezó en el show de Tulio Loza), Anita Saravia y Atilia Boschetti. Su audiencia está prevista entre los sectores medios y se encuentra probando cómo definirse. Tiene una hora de programación semanal los martes a las 9.00 p.m. H. El supershow del Ronco, es igualmente producido por Andina de Televisión para el Canal 9, con la misma estructura y estilo . 168 que el programa de Ferrando; pero el "Ronco" le imprime su estilo peculiar e incluye sketches en donde actúa encarnando a algunos de los personajes creados durante su larga trayectoria en otros programas cómicos. El productor es también Carlos Oneto. Para la conducción del programa el "Ronco" cuenta con el respaldo de su colaborador en Radio Mar, el disc-jokey Kiko y dos guapas modelos Erika y Amparito. Se programa los miércoles por la noche en horario principal, de 8 a 10 de la noche. I. Los detectilocos es el programa creado por Canal 4, América Televisión, luego de que perdiese por mejor oferta del Canal 5 a su máxima estrella Tulio Loza, así como al libretista Polo Campos y al director de televisión Luis Carrizales Stoll. Los libretos y dirección están a cargo de Carlos Guille, experimentado guionista de amplia labor en el medio. Los roles estelares corresponden ahora a quienes secundaban a Tulio Loza: Ricardo Fernández, Enrique Victoria, Fernando Farrés, Ricardo Tosso, Ricky Tosso y Mirna Bracamonte, entre otros. Es una especie de serie continuada de incidentes sobre la base de las aventuras de, según reza el título, unos detectives-locos. Se programa los viernes a las 9.00 p.m. 3. EN BUSCA DEL TRONCO COMUN La cronología de los programas cómicos de la televisión nos permite realizar una síntesis apretada de las características que le son comunes, y que serán guía del seguimiento de los mismos. LOS ARQUETIPOS ETNICO-CULTURALES Los arquetipos étnico-culturales privilegian los del cholo y el zambo. En el primer caso, debemos remontarnos a los ídolos de la radio y el teatro, que fueron Teresita Arce y Carlos Rebolledo, conocidos artísticamente como la "Chola Purificación Chauca" y el "Cholo Rebolledo". Ambos proponían una reivindicación de lo nacional a través de este mestizo cultural, arraigado y vilipendiado. Es importante acotar que la reivindicación autóctona de Teresita Arce se situaba frente a la música caribeña y no norteamericana, como ocurre en la actualidad, y escogía preferentemente para ello la música de las serranías. Era una chola con ancestro indio, principista, de autoridad moral, que representaba a la chola reivindicativa, luchadora, peleadora, cu- 169 yo parangón más cercano es el programa que, en los años 70, representó Delfina Paredes como "Doña Evangelina". El cholo fue luego retomado en la imagen de Tulio Loza, a través de su famoso "Nemesio Chupaca Porongo", conocido luego con su alias del "gringo Williams" o el "gringo Julián". La primera aparición de "Nemesio Chupaca" fue por los años 60, y tenía una connotación popular mucho mayor que la que tiene ahora, donde acostumbra ubicarse en situaciones propias de la pequeña burguesía. "Camotillo el Tinterillo" también se enlaza a este tronco común, pero lo hace con características propias, al asumir un mensaje político e ideológico, en el cual es difícil separar al actor (Tulio Loza) del personaje. Posteriormente, lo cholo tendrá su expresión en estos programas a través de Teresita Rodríguez como "Juanacha", una chola que a diferencia de "Purificación Chauca", no sólo carece de un carácter reivindicativo, sino que está completamente instalada en la sociedad urbana en condición de empleada doméstica o sirvienta. "Juanacha", para hacer reír, será una chola respondona, que no encuentra "su sitio", aunque lo tiene muy preciso y delimitado. Teresita Rodríguez vuelve a representar a este personaje, ya no como "Juanacha", en Te mato Fortunato, pero con la misma lógica: será otra vez la sirvienta de "Fortunato", con su dejo de chola serrana, media sumisa, media "metete", pero sobre todo bien instalada, con su informe negro, su delantal blanco y su cofia. Otro personaje masculino que debemos rescatar es "Eleuterio" en el programa Te mato Fortunato, que hace de cholo acriollado en la urbe, siguiendo los pasos que "Nemesio Chupaca" ha ido dejando en su proceso de ascenso social. A diferencia de Teresa Rodríguez (tanto como "Juanacha" como en el programa de Fortunato), "Nemesio" y "Eleuterio" no son nunca domésticos. Los cholos de estos programas son seres que no están atados a un contrato ni están instalados socialmente en una modalidad de trabajo: son "informales", vendedores, trabajadores por cuenta propia, gasfiteros, plomeros, callejeros, móviles, transeúntes, migrantes en el pleno sentido de la palabra. La mujer siempre —con excepción de la "Chola Purificación" o de "Doña Evangelina"— está ligada a un trabajo estable, dependiente, al interior del sistema al cual es útil y funcional. 170 El zambo, de otro lado, es un personaje que también tiene su tradición en los programas cómicos. Se remonta al famoso Carlos Rodrigo en la radio, un excelente actor de monólogos que interpretó al zambo costeño, de la ciudad. El zambo de Carlos Rodrigo fue antecesor del "Pablo Zambrano" de Jorge Donayre. El último zambo de esta secuencia es "Roncayulo", creado por Augusto Polo Campos y actuado por Antonio Salim. Vinculado al mundo del callejón popular urbano, con barba crecida y atuendo cantinflesco, jergoso y prepotente, "Roncayulo" está siempre en amores con "Doña Cañona", zamba lisurienta, callejonera también, graciosa y, sobre todo, con agallas. Todos ellos incluido el "Ronco" Gámez, merecían los calificativos que Jorge Donayre acuñó para "Pablo Zambrano": "son zambos pirigalleros, quimbosos, currupanteosos..." PRINCIPALES PERSONAJES Además del elemento racial, existen en estos programas de humor ciertos personajes con inclinaciones y características similares. Entre ellos, el más típico es el político, que en la actualidad tiene en "Camotillo" su mejor expresión. Este personaje tiene antecedentes tanto locales como extranjeros. El antecedente nacional más importante fue el "Dr. Rochabús", con el cual mantiene diferencias significativas. El "Dr. Rochabús" era un señor limeño —nativo, por cierto— y con ciertos aires pasadistas; mientras "Camotillo el Tinterillo" es de origen serrano, conquista la metrópoli e introduce una concepción agria del humor y un lenguaje con giros y expresiones populares creados en convenio con su libretista. Sin embargo, ambos recrean el lugar común del personaje político, de la trama política como motivo de humor, y asumen el rol de fiscal frente a las inmoralidades de la sociedad. A estos dos personajes podemos agregar a "Don Protestón", interpretado por Alex Valle, en Risas y Salsa. Este personaje puede ser interpretado como una réplica actual de "Camotillo", pues se trata de alguien que protesta ante cualquier cosa. Sin embargo, "Don Protestón" es un personaje de segundo rango, que escoge tanto temas políticos como costumbristas. 171 LOS AMBIENTES Las ambientaciones y los temas también tienen vasos comunicantes entre los distintos programas cómicos de la televisión. En buena parte porque los libretistas son, por lo general, los mismos, e incluso, como se ha señalado, "voltean" libretos de otros países a las situaciones nacionales. Entre ellos, el deseo obvio por lograr una ambientación popular predomina, a través de personajes que le son propios. Sin embargo, podemos notar una evolución del ambiente popular tradicional (es decir, local, de esquina, de barrio) hacia dos vetas posteriores: una, hacia los sectores medios, con su salita, su ambientación en interiores, de hogar y flores de plástico; y otra hacia lo popular callejonero, de vecindario. El ambiente popular tradicional equivale a esa Lima que todavía no había sido remecida por el proceso migratorio, que tenía en esa esfera social un gusto por lo refinado, esencialmente blanco, criollo con residuos de abolengo, donde siempre había un "señor, aunque venido a menos" que, democráticamente, dialogaba con los criollos populares. La ambientación en estos casos se hacía en la vida de barrio, entre vecinos, en torno a la bodega o la esquina. Estas dos vetas indican modificaciones profundas en la sociedad peruana: de un lado, el incremento de los sectores medios urbanos, especialmente en Lima, y su ingreso al humor tratando de definir una ambientación propia. Las situaciones de clase media, sin embargo, son tratadas desde la perspectiva de los sectores populares que crean y representan las aspiraciones de vida de los estratos económicamente altos. Aparecen, así, la huachafa, ("Doña Epidemia"), el burócrata, el jefecito ("Federico Lanserote"), la señora de la casa con sus utensilios y sus pretensiones de ser o llegar a ser. Esta perspectiva propicia las principales intrigas: los amoríos extraconyugales y las inmoralidades laborales. Surge así una veta de humor que se repite hasta el infinito; las "sacadas de vuelta", los "cuernos", los seductores empedernidos y las esposas sumisas, celosas o intrigantes; y también los "ayayeros", los "coimeros", los supuestamente insobornables inspectores de la administración pública. La veta popular, por su parte, se verá enriquecida con las nue vas situaciones que ocurren en la sociedad urbana, como es la . 172 violencia y la agresividad cotidiana. El mundo de la bodega de los primeros programas (recuérdese, por ejemplo, La bodega de la esquina), es reemplazado por el mundo del bar o la cantina, el robo y los asaltos como motivo de humor. Siempre en esta veta de argumentos está el pillo, el criollo nativo a acriollado, el pendejerete a flor de piel: pueden ser el "Travieso Lira" o el "Mentado Arrieta" de antaño, el zambo "Roncayulo", el mismo "Nemesio Chupaca" en sus más recientes y audaces intervenciones, o "Papá" Adolfo Chuiman, cuando representa al "blancón urbano bacán" en sus periplos populares. Los libretos contribuyen aportando un lenguaje descarnado, actualizado y jerguero. Podemos encontrar, sin embargo, como parentesco entre ambas situaciones, la misma violencia urbana contemporánea, pero mucho más abierta en los estratos populares, mientras que la otra veta opta por el andamiaje de las formas, de las aparentes buenas maneras, para realizar lo mismo: la mentira, la intriga, el desfalco o el robo. En los recientes programas de humor televisivo, como en las peñas o cafés teatros, se introduce como un toque de modernidad ambientes que permiten la aparición de afeminados y de mujeres bellas. En los primeros programas el tema de la homosexualidad no era tratado con la persistencia actual, en que aparece frecuentemente como motivo de una situación o tema de un chiste narrado. Incluso, como se verá posteriormente, actores como Tulio Loza o Adolfo Chuiman aparecen constantemente vestidos de mujer. Desde los tiempos de "Mesié Canesú", el primer exponente afeminado, ha existido una constante recreación sobre el tema, que ha llegado hasta hacerle un lugar imprescindible en el humor de estos programas. La presencia femenina también ha tenido virajes importantes en relación a los programas de antaño. Hasta El tornillo, las mujeres estaban en una situación secundaria, de adorno o apoyo a los actores masculinos. A partir de la aparición de Cuchita Salazar es que la vampi, la vampiresa, hace su aparición en la pantalla. Entre el modelaje y la actuación empieza a surgir una simbiosis interesante: la mujer aparece con sus encantos físicos y desarrolla breves papeles de actuación. Mientras Gladys Arista se mantenía exclusivamente como modelo, Cuchita Salazar irrumpe en la actuación, al igual que Camucha Negrete, Teddy Guzmán o Daysie Guzmán, sobre todo en los ambientes conyugales y de alcoba en el actual programa Matrimonios y algo más. 173 Es claro que los programas cómicos nacionales reproducen las situaciones que ocurren en nuestra sociedad, sus modificaciones, sus principales avatares. Al contenido de sus argumentos le sucede una forma particular de abordarlos, propia del espíritu costeño y criollo, que es una manera, una perspectiva, de ver el resto del país: aquel misterioso, lejano y sospechoso país de una mayoría de indios y serranos que, sólo convertidos en cholos, se hacen un lugar en la ciudad. Benjamín Cisneros, Jorge Donayre, Pedrín Chispa, "Pantuflas", Augusto Polo Campos, e incluso libretistas extranjeros como los hermanos Guille o Delfor, serán los encargados de imaginar las tramas, de dar léxico a los sketches. También, muchos de ellos, deberán crear los personajes, es decir, los arquetipos étnico-culturales del país, y con ello, una visión histórica, cultural y política, desde el humor de la ciudad costeña, de Lima, frente a otros exponentes culturales del país, a los cuales, además, se les concibe sin chiste, sin gracia, sin picardía. 174 CAPITULO VII PERSONAJES Y LENGUAJE 175 176 1. LA BOQUILLA Y EL ATARANTE: DOS EXPRESIONES DEL PALABREO En el terreno de las imágenes, el Perú es un país silencioso. La idea, propagada durante siglos, de que el indio es un individuo taciturno y callado, encuentra su asidero en la conquista española, que lo redujo a ser un ciudadano de "tercera categoría". El quechua y el aymara son, en principio, lenguas reducidas a una porción de la población y a espacios determinados de la geografía nacional. El idioma predominante, el que se escucha más fuertemente,es el del criollo, el castellano salpicado con "peruanismos": jerga y bacanería. En ninguna dependencia del Estado ni en ningún barrio limeño se habla el lenguaje de los indios. Ellos, para poder hablar, deberán sufrir un proceso de acriollamiento, deberán aprender a hablar "como Dios manda". Esta imagen de país silencioso se extiende curiosamente a la vida urbana. A los personajes andinos y desteñidos que habitan en Lima, se añade la idea de su silencio político, no a la manera de la "mayoría silenciosa" americana, que en cierto modo decide sacar del bolsillo su voto conservador en las elecciones, sino en la incapacidad de expresar sus reivindicaciones y su manera de ver las cosas a través de los canales formales de comunicación social. Tal vez para graficar esta imagen generalizada, el narrador Julio Ramón Ribeyro puso como título a la colección de sus cuentos La palabra del mudo, una alegoría que le permite representar a aquellos que no tienen la oportunidad de expresar. 177 se en este país. No en vano existe la expresión "lío de blancos", para dar a entender que muchos de los problemas nacionales y su difusión no logran superar la barrera de una minoría social. Sin embargo, no todo tiene el vaho de la melancolía en este mundo de bocas cerradas. Los programas cómicos de la televisión son la expresión máxima de lo contrario, al privilegiar el humor que se desprende de quienes son los protagonistas de la vida en la ciudad: esos individuos hábiles en el verbo, graciosos y pícaros en los giros lingüísticos y la palabra. Estos individuos son, por supuesto, los criollos, porque no hay criollo callado;ellos desarrollan esa diversidad en el uso de la palabra que se ha dado en llamar "el palabreo", "la boquilla", "el atarante". De los programas cómicos se desprende un lenguaje característico y un orden condicionado por el mismo. En el mundo en que se desenvuelven sus personajes, la palabra cobra un valor insólito, porque sólo a través de ella se puede construir un mundo a la dimensión de sus expectativas, disconformes con la realidad que les toca vivir, los criollos no aceptan su condición de existencia. Para superar esa situación nada mejor que "atarantar", utilizando "la boquilla" como arma de ataque y defensa. Una característica del mundo popular urbano es la agresividad verbal; el insulto se expresa oralmente a través de un comportamiento gestual que evita el enfrentamiento corporal. "Pura boquilla", eres "pura boca", "pura palabra". Pero en esa capacidad de usarla, está el "atarante" que permite desconcertar a la otra persona, achicarla, bajarla, reducirla. Mucho de este "atarante" se orienta a los rasgos étnicos de la otra persona: cholo, negro, indio; o todo a la inversa: blanquito, blanquiñoso, "rosquetón". El que habla primero y más rápido es quien gana. No es necesario para ello un ring de box; cualquier lugar es suficiente para un cambio de palabras. Por eso hay que estar siempre prevenido. No hay que lamentarse después: "le hubiera dicho esto y replicado de esta otra manera...". Con las palabras, además, se conquista a una mujer. Un buen criollo diría: "no hay mujer que diga que no, si está bien trabajada". Y el trabajo, en este caso, se da, principalmente, a través del palabreo. El don de la palabra se convierte, de ese modo, no sólo en símbolo de prestigio sino también en una herramienta de lucha . 178 social indispensable. La sociedad urbana en el Perú -sobre todo en Lima- carece de un ordenamiento claro y explícito; por esa razón el palabreo encuentra su lugar con naturalidad en el ánimo del criollo, permitiéndole actuar en ese medio ambiguo y de fronteras no precisas. "Me lo palabrié" quiere decir lo convencí, que atracó con mi mentira, que se la creyó. Puede ser una mujer, una jovencita, un burócrata en pleno trajín de los trámites, un comerciante; cual quiera, en realidad, puede ser el atarantador o la víctima. De lo que se trata es de vender la imagen de que se es fuerte, poderoso, ingenioso o hábil. Que no se es "monse", sobre todo eso. En el Perú que muestran estos programas de televisión, se confunde bondad con estupidez; apego a las normas con "boludez"; seriedad con imbecilidad. Una de las formas de alterar este orden de valores es mediante la palabra, pero como palabreo, con "boquilla". Los principales personajes de estos programas cómicos son siempre parlanchines, charlatanes, imitando el profundo sentido latinoamericano que representó "Cantinflas", el gran charlatán, enredado, pero legítimo al mismo tiempo. Sin la lógica de Pascal y con el barroquismo español de la colonia, estos cómicos nacionales se dedican principal-mente a hablar en la pantalla. Sus personajes sustentan su humor y su personalidad en la capacidad de hablar. A veces son monólogos con la teleaudiencia, en los cuales hablan "hasta por los codos", aunque la lógica del discurso no sea muy exigente. Inventan palabras, retoman jergas, reviven expresiones antiguas, utilizan giros de otros idiomas. Todo vale, la cuestión es hablar. Los "vivos" son los locuaces, los "puntos" son los silenciosos. Los personajes más conocidos son los que más hablan. Los secundarios, los callados. No deja de ser interesante el carácter compensatorio que tiene el valor de la palabra en los sectores populares urbanos, como una manera de sobrevivencia y de dejar constancia de que, en esta jungla, hay que creer en quienes pueden –porque saben- hablar. En la televisión la lógica está en "pitear", en hacer pública la crítica o la queja. Tulio Loza calificó su sentido del humor "como de queja", pues claro, él es el "gran protestante", porque protesta. El hombre de la calle no lo puede hacer, pero cuando ve en la televisión a alguien, como "Camotillo el Tinterillo", que dice hablar en repre-sentación del pueblo, sesiente cerca de ese personaje. 179 El palabreo, de otro lado, aparece en los programas cómicos de televisión como una forma de responder a los enredos formales que impiden una aproximación directa al objeto. El palabreo va socavando un mundo establecido, intrincado, burocrático, a través de su desorden verbal, que es como una catarata, que funciona como una manera de ingresar a aquel aparato inexpugnable, aunque no en forma directa y franca, sino a través de recovecos. Al respecto, el "atarante" no es más que la versión vanidosa y agresiva del palabreo; en este mundo de grandes y chicos, de blancos y cholos, de ricos y pobres, establecido a raja tabla y sin concesiones, el "atarantamiento" es otra herramienta que utilizan los sectores populares para revertir ese orden, aunque sea verbalmente. De ese modo, una persona no tiene por qué aceptarse como es visto por el estereotipo que propagan los sectores dominantes: "cholo desgraciado", "zambo pretencioso", "negro bruto", sino al contrario: ser alguién que va a desconcertar a los otros, comportándose de acuerdo a una personalidad que él pueda valorar. Habrá que analizar las características psicológicas de este comportamiento, pero es innegable que, de esta manera fácilmente verificable, los sectores populares empiezan a verse a sí mismos con más respeto, con más dignidad. El país silencioso y la ciudad solitaria serían, pues, solamente imágenes de una realidad que bulle en la bullanga interna, igual a una carraspera. Alberto Escobar dice "que la lengua suele inspirar desde atracción hasta rechazo y temor mágico" (39). En el problema que nos ocupa esto es cierto, desde varias perspectivas. No puede ser de otro modo en una sociedad donde la realidad se torna insoportable, la vida es demasiado estrecha y la lengua una manera de superar sus límites y defenderse con agresividad. Atracción -sin duda- por la capacidad que tiene la lengua de modificar un estado de cosas; de poder combatir con los contrincantes de clase o de color; de poder confundir un ordenamiento económico que se sustenta en la desigualdad y funciona burocráticamente; de poder crear una nueva realidad que, aunque irreal, permite sentirse más de lo que uno es y atacar -sin matar- con sendas habilidades verbales. Atracción también . (39) ESCOBAR, Alberto... "El problema de la lengua y la identidad nacional" en Perú: identidad nacional, Lima, CEDEP, 1979, p. 169. 180 por el regocijo que su uso produce. Pero también rechazo cuando no se entiende, o no se quiere entender. Finalmente temor, porque la palabra -aún como palabreo- constituye una posibilidad de verse agredido; la palabra puede introducirse, fustigar y romper la solemnidad de lo hecho, de desordenar lo ordenado. Probable-mente, para el espíritu criollo, irónico y cáustico, burlón y zalame-ro, la boquilla y el atarante como expresiones populares de la confusión, del mal hablar, rápido y desordenado,constituyen una forma de evitar las responsabilidades de la precisión y moverse mejor en el terreno del aprovechamiento de la situación que produce la ambiguedad. La finta, además, la gracia y la picardía, necesitan de la frondosidad del lenguaje y no de su desnudez lógica y mesurada. El volumen tiene también algo que decir. Los gritos, la voz alta o en cuello, también se derivan de este estilo de utilizarla boquilla y el atarantamiento. No se trata de convencer a la otra persona o mostrar sus argumentos a la luz de la razón y el equilibrio; no, justamente es todo lo contrario, en el torbellino de la gritería, en el desencadenamiento de las palabras, en los tonos altos, es que uno puede atarantar y palabrear; es decir, engaña, confunde, mezcla, salpica de aquí y de allá. "Heme aquí, aquí heme" - dice "Camotillo el Tinterillo"-, el mejor exponente de este ánimo churrigueresco traído desde los Andes, voz que descolla desde abajo, de su aparentemente simple condición de tinterillo. La habilidad en el lenguaje, costeño, criollo, soterrado, establece la relación entre el cómico y el "populorum", entre el "vivo" y el "punto", entre el criollo y el intelectual, entre el gracioso y el serio. La mayoría de los cómicos reconoce que sus programas y su persona tiene como principal audiencia al "populorum", a "la mancha" o "mi mancha", como la llama el "Ronco", "porque de otra manera no nos entienden, y de lo que se trata es que lo entiendan a uno", repite constantemente hasta en los sorteos que hace por la radio: "El nombre del ganador es... Rosa...Rosa... Rosa..., ¡el apellido no se entiende, no vale, eliminado, lo que no se entiende no vale!", concluye decidido el "Ronco". El cómico principal del programa será siempre el "vivo" y no el "punto". Y es a través de su habilidad con los giros que se . 181 convierte en un pícaro: el criollo que "pitea" y dice las cosas con gracia, bien dichas, con humor. El "punto", que siempre existe como segundo, es su víctima, a menos que sea otro criollo y se arme un contrapunto, cosa excepcional. El lenguaje de los cómicos se debe diferenciar del lenguaje que utilizan las personas serias; cuando se parodia un acontecimiento se cambian las palabras como una manera de hacerlo gracioso y accesible al gran público. Casi es una traducción del lenguaje formal al informal. Lo sacan de sus cuatro paredes y lo proyectan al "populorum". Asimismo, el lenguaje popular de los cómicos se convierte en un bunker frente al intelectual, pues ambos funcionan casi como dos ríos paralelos, sin mayores vínculos entre sí. 2. LAS CHAPAS O CHAPLINES Una de las maneras más explícitas de utilizar la boquilla es a través del uso de los apodos, "chapas" o "chaplines". Allí sí que se está en el reino "impajaritable" del humor, del ingenio que trastoca los nombres, de la matadera de risa. Cuántos "puntos" son los que han circulado por los programas cómicos de la televisión, desde el popular "Corneto", el que tú Chávez, el político Héctor Cornejo Chávez. La lista es numerosa: "Gallo hervido" (Carlos García Bedoya), "Cara de flecha", "Cara de caigua", "Ancla de buque" (el ex-Premier Manuel Ulloa), "el karateca" (el Presidente Belaúnde), "Moco seco" (el exMinistro Pedro Pablo Kuczynski), "Lechuzón" (Javier Alva Orlandini).¡Líbreme Dios!, debe exclamar un político nacional, de tener un defecto físico o un rasgo demasiado protu-berante, como la mandíbula de Manuel Ulloa o la nariz de Luis Bedoya Reyes. Pero el uso de los ápodos no se reduce a los políticos; incluye también a los periodistas metidos en política y conocidos por las cámaras de televisión, como César Hildebrandt, parodiados como "César Hitlerman", serio y con sus bigotitos; Mario Castro Arenas, conocido como "Mario Apenas un saco", o Enrique Zileri Gilbson, más conocido en Risas y Salsa como "Enrique Sile Di un Guiso". Otros puntos clásicos son las figuras de la televisión que son motivo de "cochineo", y el "cochineo" empieza por casa, por lo inherente del humor, su "chapa": "Los trabajadores criollos" . 182 son los Embajadores Criollos, "Pablo Mal de la Gota" es Pablo de Madalengoitia, "Calvito Pinasco" es Rutilo o Angel Pinasco,n cuando no es "Rulito Del Asco" y Sonia Oquendo, su mujer y partenaire, "Sonia Horrendo"; Tulio Loza es "Chullo" Loza, Oswaldo Cattone es Oswaldo "Cuetone", "Choclo" es Chocco –el peinador-, César "Murió" o "Mirón" es César Miró, etc. (40). A partir de los apodos, como motivo de burla, el personaje escogido adquiere una nueva personalidad con la cual alcanza un peso y consideración mayor. Por ejemplo: "Calvito" Pinasco alude al moño que en algún momento le caía con mayor naturalidad por la frente; "Chullo" Loza permite una tomadura de pelo a su condición de indio o cholo; "Cuetone" y "los ojos más lindos que Silva Maccera" da a entender, incluso por los movimientos de su imitador, su amaneramiento, como sucede con el peinador Chocco ("Choclo"), a quien se le dice que tiene un "peinado salchipapa". El criollo se burla y luego remata exclamando, a través de Adolfo Chuiman: " ¡como esto se pega, yo me voy!". La burla de lo serio como elemento constitutivo del humor criollo adquiere en los programas cómicos de la televisión un ingrediente más: la agresividad. Cierto que el moralismo es una limitación de la inteligencia, pero no podemos negar que el humor de los apodos apunta -como expresión del ingenio verbal- a resaltar aquello que desagrada o incomoda a la otra persona. En este sentido, el lenguaje de los apodos en estos programas no hace sino reproducir la agresividad que caracteriza a los muchachos de barrio o de los colegios. Virolos, cojos, mancos, gordos, flacos, enfermos y tímidos, son motivo de un apodo implacable. Y, filosofías aparte, el humor puede trastocar lo triste por lo alegre, de tal modo que la desgracia o la limitación ajena acaba siendo motivo de risa. Sin embargo, podemos distinguir dos tipos de apodos en los programas de televisión; uno, sobre todo en los programas de Tulio Loza, que relaciona el apodo a una determinada corriente ideológica; y otro, sobre todo en Risas y Salsa, que podríamos denominar costumbrista. (40) En el humor escrito el periodista Luis Felipe Angell -Sofocleto- es, sin lugar a dudas, el padre de esta tradición del apodo o sobre-nombre para los hombres públicos. 183 Genaro Ledesma, líder del FOCEP, miembro de la Izquierda Unida, es conocido como "Geranio" y constituye un motivo inacabable de burla para Tulio Loza. En la mayoría de sus programas aparece como el bobo de la familia, atrapado en su aserranado comunismo. Esto bordea la contradicción con su propósito declarado de reivindicar lo serrano, porque, por supuesto, Ledesma es el mejor ejemplo para ridiculizar a la izquierda, al parlamentario de izquierda. ¡Que bestia! dirá cualquier tele espectador, cuando se usa la figura de Ledesma que aparece satirizado en su condición de comunista, de "rábano", con su pronunciación de eses y erres exageradas y una cara que ahuyenta a quien valore en algo la virtud de la inteligencia. Así como judío y comunista era entendido como un doble pecado en la Alemania Nazi, en las imitaciones de Ledesma hay el doble pecado de ser serrano y comunista. La mejor manera de "levantar" o "bajar" a un político, es a través del humor, y en eso Tulio Loza no tiene ningún temor de simplificar: el comunista es el "idiota" (Ledesma), el "sucio" (Blanco), el "traidor" (Diez Canseco), mientras que por otro lado se habla de "ciego" como Luis Alberto Sánchez, "alcohólico" como Morales Bermúdez, "volado" como Fernando Belaúnde Terry, sin asociar, necesariamente, esos rasgos personales a una corriente ideológica determinada. En Risas y Salsa se privilegia el apodo costumbrista, ingenioso para dar en el clavo o por hacer una asociación descabellada. En este caso, con algunas excepciones, el apodo reemplaza el nombre del personaje. Resalta por ejemplo, La Banda del Choclito, un sketch del programa, cuyos miembros tienen sus alias convertidos en nombre, al estilo del hampa: "Guayabera Loca", "Mapache", "Mango Chupado", "Sancochado", "Tombo de Funeraria", todos dirigidos por el popular "Choclito", que tiene además de su nombre-apodo, varios alias más: "Medio Cuy" y "Bocadito de Judío", porque es enano. Tan recio como enano. 3. LA CARA TIENE SU LENGUAJE Estos programas no dejan de tomar en cuenta el aspecto físico de los personajes como motivo de humor. Mario Vargas Llosa declaraba en un reportaje a propósito de su novela La tía Julia y el escribidor que lo que más lo había desconcertado en el mundo interno de las radionovelas era el divorcio que existía . 184 . entre el físico de los locutores, generalmente feos (as), gordos (as), o viejos (as) y el rol que representaban, a través de una voz grata, de personajes bellos o interesantes. En la televisión, sin embargo, ocurre todo lo contrario: existe una relación estricta entre el físico del actor y su personaje; e incluso una comunicación gestual y muchas veces silenciosa, utilizando para ello su propio cuerpo. La aparición de los rostros de los cómicos en la televisión significó un cambio substancial en los mismos, especialmente con respecto a los programas cómicos de la radio. El paso de las radionovelas a las telenovelas ilustra este cambio más grosera-mente. ¡Cuántos galanes de bella voz quedaron en el camino! Y cuántas sorpresas al ver a la joven simpática de melodiosa y sensual voz luciendo volúmenes físicos nada coherentes con su imagen. La televisión obligó a buscar rostros bellos y a empezar a dibujar imágenes de acuerdo a las que los personajes sugerían en los espectadores. La telenovela latinoamericana es todo un arte del dibujo que merece estudiarse como tal. Pero los cómicos no tuvieron este problema. Salvo algunos personajes (significativa-mente aquellos que venían de sectores medios más bien altos, y que se auto excluyeron de hacer en la TV lo que hacían por la radio), el resto puso su cara y su alma con gran felicidad. La historia debería haber registrado este paso trascendental de la historia del teatro cómico, cuando los actores volvían, luego de varios años de encierro en la radio, a sentir algo fundamental en el teatro, como es saberse mirado por completo. La ausencia del video-tape en este caso fue grave. Como todos los momentos gran- des del teatro, este acontecimiento quedará sólo en la memoria de quienes lo presenciaron y vivieron (41). Con la excepción de Te mato Fortunato, la mayoría de estos programas resaltan la fealdad de los rostros a través de una serie de gestos y movimientos faciales, que acompañados por la gordura, la delgadez o el ropaje llamativo, pretenden ya hacernos reir. (41) Cuando Alfonso Rospigliosi ingresó al mundo de la televisión, enfrentó el mismo problema. "A mí me dijeron que yo era gordo, que Koko era viejo, que Izusqui era cholo, que el otro era flaco, que Chung era chino, y que todo eso no iba a triunfar en la TV. Fuimos y triunfamos". Entrevista en Debate No. 23, Noviembre 1983, . 185 El finado César Ureta, el ―Loco‖ Ureta, fue quien llevó al extremo de lo inverosimil la deformación del rostro. Era un actor bajo, casi calvo, de dudosa dentadura, siempre con unos mechones desordenados, que hacía de su cara un proteico esperpento vigente. Alicia Andrade y Esmeralda Checa, entre las mujeres de mediana edad, caracterizan a la mujer que se divierte a gritos sin importarle su gordura. "Es que la cara tiene su lenguaje", dicen los cómicos, y es muy cierto especialmente por el manejo clave de códigos subyacentes que no están en el texto ni en el lenguaje verbal. No es solamente que el color sea fundamental como recurso expresivo, -y vale la pena repensar en el color rosado del frac de "Camotillo"- al constatar la reacción del público cuando pasa a la televisión a color. Es el conjunto de gestos y movimientos que tienen para el público referentes fácilmente comprensibles, aunque sea práctica-mente imposible explicitar un código específico y menos una gra-mática. Viendo estos programas (que obviamente unos entienden y siguen más que otros) y tratando de descubrirlos, adquiere mucho sentido la especificidad del lenguaje teatral como algo distinto al texto literario y al lenguaje formal cotidiano. Es en este simulacro de acontecimientos donde se encuentra lo medular del teatro; y del teatro cómico, especialmente. Estos "códigos" del movimiento y la fugacidad de un gesto, son los más propios de los actores y los que se transmiten a través de las familias o las "escuelas" de teatro. Es quizá a través de las imágenes donde puede percibirse mejor las exigencias del análisis del lenguaje cómico, especialmente allí donde, como en el Perú, bajo la apariencia de un solo lenguaje existen varios. Las imágenes de relación hombremujer, por ejemplo, nos sugieren muy distintos niveles de lectura. Desde el cuestionamiento absoluto de las formas institucionalizadas de esta relación, como en el matrimonio, hasta el más estricto moralismo. Son los gestos sobre los que se definen, las más de las veces, las situaciones cómicas y especialmente los resultados de cada aventura. La predominancia de los físicos "no bellos" –pongámoslo entre comillas implica, además, en algunos casos, el uso de un determinado tipo de lenguaje, más bien grosero, de baja estofa. En buena medida, el lenguaje se amolda a los físicos que salen en la pantalla, además. de la capacidad que ya tienen de exprsarse y comunicarse visualmente. A su vez, estos cuerpos permi. 186 ten desarrollar el tipo de humor que estos programas privilegian; es decir, estrafalario (como se llamó un programa dirigido por el desaparecido actor Felipe Sanguinetti), bullanguero, estrepitoso, utilizando los recursos del griterío, de las persecusiones y las caídas aparatosas. Ver a una gorda persiguiendo a su marido debe dar mucho más risa que si lo hiciera una mujer esbelta. Las escenas de amor son mucho más graciosas si quienes se acarician en la banca de un parque público son un gordo y una gorda, en lugar de dos personas bellas o "normales". Sin dudas, da mucho más risa ver a un enano haciéndose pasar por un niño que a un niño; o a una gorda en minifalda caracterizando a una niñita, que a una niñita. Es el caso de los prototipos que resumen el enano, las gordas, el feo. EL ENANO El humor del enano empieza por su tamaño, como el de Esmeralda Cheá, Alicia Andrade y Mabel Duclós por su gordura. El enano hace del hijito de la familia, con pantalones cortos y bigotes, baila con un polito Roller Boogie o es el jefe de la banda, conocido como "Choclito". En todos estos roles se busca concientemente, como ingrediente clave del humor, vincular dos elementos opuestos que den como resultado lo absurdo y lo grotesco. El enano, como jefe de la banda, bien premunido de abrigo y sombrero, es ya un absurdo, pues es el líder de un conjunto de delincuentes mucho más grandes que él, mucho más fieros, pero que son unos tremendos manganzones. El enano "Medio cuy", como se le conoce, o "Choclito", su nombre más legal, les llega al vientre, pero es capaz de imponer su ley y les pega, obligándolos previamente a arrodillarse frente a él. Sin embargo, el enano y el manganzón podrían tener –exagerando, como todo recurso de humor- un parecido con Sancho y el Quijote. Tan absurdo resulta un enano líder como un hombre alto, fuerte, de pelo en pecho, totalmente azonzado, sumiso, dependiente. Toda la banda de "Choclito", como el regimiento de soldados en el programa de Tulio Loza, o como la mayoría de los maridos pisados en estos programas, aparecen como manganzones: para ello hay que afear el rostro, idiotizándolo, privilegiando las expresiones de atraso mental, de indecisión, de atolondramiento. Este recurso ofrecerá una de las herramientas más comunes del humor de la televisión, a partir de las que se proponen situaciones absurdas -por ende gro. 187 tescas- como la de ver a un enano pegándole a un hombre muy alto, a un conjunto de soldados vestidos de uniforme en el más completo desorden, o a un marido mareado de imbecilidad. LAS GORDAS Alicia Andrade realiza elaboraciones con el mismo criterio para desarrollar su humor. En un espectáculo de farándula aparece como niña, o vestida de niña, con su minifalda, sus mediecitas blancas cubanas que no guardan armonía con su gordura. Es absurdo pensar que vestida así pueda decir tantas malas palabras juntas durante más de media hora, sola en el escenario, como lo hizo durante varios meses en Hablemos a calzón quitao, un espectáculo de revista, con libretos y producción de Augusto Polo Campos que duró mucho tiempo en cartelera. Igualmente resulta difícil imaginar que esa mujer -y la actriz maneja esto perfectamente- tan gorda y entrada en años, pueda ser un peligro para la esposa que está con su marido en la platea, cuando ella empieza a piropearlo. El absurdo y lo grotesco de la situación es el elemento de la risa; ver a la gorda de niña, o a la niña lisurienta, a la gorda seduciendo a un señor espectador cualquiera; al revés la risa sería imposible. Esmeralda Checa en su rol de "Madame Sapatini" o el de Maricarmen Ureta en el de "Ursula", la esposa de "Nemesio Chupaca", resaltan también su humor vía la gordura. En ambos casos se trata de resaltar la papada o los rollos de los brazos; aunque "Ursula", con el pelo pintado de rubio, es para Tulio Loza un claro ejemplo de las posibilidades y pretensiones de "mejorar la cara" que tienen los sectores populares cholos en el país. Para muchos, "Ursula" puede ser sólo una chola pintarrajeada, bañada en agua oxigenada, alienada; para otros puede reflejar otra vez lo grotesco sustentado en lo inauténtico, pero para Tulio Loza refleja un ansia de superación y pretensión femenina que no debemos boicotear. Al presentar su espacio Correo Sentimental, "Madame Sapatini" se define a sí misma "gordasa como un camión" y su eventual cliente, que recurre a ella por problemas amorosos, le dice que "es una bestia, pero cuando quiere ser finol" aludiendo a que, a pesar de su físico, pues ella también es gorda, puede asumir poses elegantes o refinadas ("finol"). En el transcurso de la conversación, "Madame Sapatini" le dice "que con ese . 188 verbo de oro -con el cual se expresa- se mete a la censura en el . . . bolsillo", dando a entender con esa pausa, con los puntos suspensivos, que podría meterse a la censura en otro sitio por todos conocido. El nombre del ex-esposo de la cliente, "Machucafuerte Quispe", va al pelo con el asunto que están tratando, y que "hace ratón (rato) que lo hice"; en cambio, con su esposo, "como diría Martínez Morosini -el relator del fútbol, de quien se prestan una expresión muy propia- no pasa nada". Nuevas apariciones de "Madame Sapatini" dejan de lado El correo sentimental, para privilegiar las Clases de urbanidad, entendida como "la diplomacia ciudadana", cuyo público podría encontrar una similitud con las Clases de charme que se dictan en los almacenes Sears. En este caso no se trata de aprender a moverse, sentarse y caminar con distinción -lo que no se hereda es aprendido por los emergentes sectores medios- sino a utilizar las palabras adecuadas a cada situación. Los diálogos vuelven a apoyarse en el físico de las actrices, siempre gordas y con la picardía a flor de labios; haciendo obvia la contradicción visual, entre el cuerpo y las expresiones propias de supuestos y ajenos salones; entre la gorda pendejereta a quien le bailan los ojos y la manera como habla. "¿Agape? ¿Qué es?". Ay madrina, sólo faltaría que "Madame Sapatini" le citara el poema de nuestro vate, César Vallejo, para desconcertarla totalmente, y le añadiera un toque de cultura a su refinado vocabulario. "Madame Sapatini" en sus Clases de urbanidad resulta muy diferente, por cierto, a "Doña Cañona", aquella mujer de la Peña Ferrando que es de armas tomar, de los callejones limeños, amedrentadora de hombres y espíritus, sin pelos en la lengua, que llama a cada cosa por su nombre (42). (42) Este tipo de mujer no es una rara excepción. En la literatura tiene equivalentes muy precisos, con Alejandrina Custodio, "el vientre que dio vida a 24 hijos, una negra espigada y retinta que hablaba con ojos y boca, ensartando el nombre de Dios y el de la Vírgen Purísima con una retahila de ajos y especerías. A cada trecho de la conversación le metía su condimento y una vez que le pagaron una libra esterlina para que no dijera una sola lisura en toda la reunión, a los 5 minutos ella prefirió devolver la moneda de oro con tal de desatarse la lengua y decirle al pan, pan; y al vino, vino". QueHacer No. 16, Abril 1982, avance de ―Los músicos negros de Cahuachi‖ de Gre-gorio Martínez. 189 "Madame Sapatini" y sus Clases de urbanidad señalan la sofisticación de algunos exponentes de los sectores medios que tienen que añadirle a su ascenso social un cierto encanto de la burguesía, a través de cualquier medio, aunque sea a través de "Madame Sapatini", una mujer decadente, con aires de aristocracia latinoamericana, vestimenta estrambótica, que se las desquita con su secretaria, la cual acude, por momentos, a la ciencia y la especialización. "Doña Cañona" en cambio, es el pueblo a flor de labio. Au revoir, se despide "Madame Sapatini", igual que el "Ronco" Gámez, muy a la francesa; mientras "Doña Cañona" diría "chau, cumpa", y en lugar de ágape, diría simplemente "merco", "combo". EL PATITO FEO Buscando adjetivos, comparaciones y recursos para entender la utilización pícara de la fealdad, podemos encontrar dos vertientes principales: la primera es la del simple rechazo y desagrado. La segunda es la de la celebración festiva de los defectos que todos, al fin y al cabo, de una u otra manera, tenemos. En estos programas predominan los feos graciosos, contentos, dicharacheros, incluidas -y a veces especialmente- las mujeres. El actor Guillermo Campos, por ejemplo, se ha especializado en ser el "feo de la película". En todos los sketches se alude a su fealdad: habla lenta y perezosamente, como si le pesaran las ideas en la cabeza. Cuando Campos representa a un delincuente en la parodia del programa político Frente a Frente, en este caso titulado Cara a Cara, el reportero entrevista a la banda del delincuente Federico Perochena, y cuando llega a Guillermo Campos (-que ni lo vea su mamá, más feo que nunca-) sus amigos de la banda le dicen "no saques la cara porque no te la devuelven". Las mujeres no pierden ocasión de reirse de la transgresión de las normas, echando por tierra toda preocupación por las proporciones del cuerpo femenino. En el programa Risas y Salsa, las exponentes de la simpatía, de la gracia y la gordura, Mabel Duclós, Alicia Andrade y Esmeralda Checa, vestidas de caribeñas, bailan teniendo como fondo un paisaje tropical, mueven sus canastas y sus delantales verdes igual que todas las partes posibles de su cuerpo, entre palmeras, con pañuelos en la cabeza y sendos aretes, cantando: "y con esta hierba se cura usted", se cura de todo lo feo, de todo lo enfermo, de todo lo que no queremos. 190 4. EL NOMBRE DE LOS PERSONAJES El nombre de los personajes nos remite siempre a un esquema socio-cultural determinado. En muchos casos, el nombre es el sobrenombre o lo que se conoce como un apodo, o en su defecto el nombre va antecedido por un apodo o "chapa". Hay nombres que parecen "chapas", pero no lo son, aunque suenen como tal. Entre el nombre curioso y ambiguo y el sobrenombre que deforma el esquema físico y cultural hasta la caricatura, se resuelve un nombre definitivo y original. Hay buenos ejemplos sobre la posibilidad de indagar a través del nombre. Jorge Luis Borges en su Milonga a Jacinto Chiclana indaga sobre el mismo a partir de su nombre. Lo único que el poeta conoce es el nombre: Jacinto Chiclana.Sin embargo, esa seña, esa sonoridad, constituirán el camino por el cual se llegará hacia el personaje. "Quién sabe por qué razón -escribe- me anda buscando ese nombre; me gustaría saber cómo habrá sido aquel hombre". Y concluye: "señores, yo estoy cantando lo que se cifra en el nombre". Gran parte del humor en estos programas cómicos empieza con la elección del nombre. Los cómicos saben que éstos deben tener sonido y rapidez para ser retenidos por el espectador, así como cualidades que permitan sintetizar su personalidad. Su elección no es gratuita. Además de ser gracioso, es evidente su intención de guardar relación con un tipo cultural o extracción social, como "Nemesio Chupaca", "Fortunato" o "Juanacha"; y finalmente algunos pretenden convertirse en un prototipo más complejo de la vida social, un símbolo mayor, como "Papá", "Machucado", el "Jefecito", "Felpudini". Todos resumen, en mayor o menor medida, una determinada y especial característica del personaje, o un conjunto de características o rasgos secundarios que componen también un tipo. Además de los diálogos entre los personajes, o en las frases o giros que éstos utilizan, también es importante rescatar el principio verbal expresado en los nombres y apodos con que son conocidos. Allí se inicia, de un lado, el humor, y de otro la raigambre íntima de los personajes. Los cómicos parten, en su afán de ganarse al público, de la orientación personal que les ofrece un nombre, al señalar un tipo, un esquema de acción, que les permite improvisar más allá de cualquier libreto o guión de televisión. 191 Revisemos algunos de los nombres y apodos de los personajes más representativos de los actuales programas cómicos de la televisión. NEMESIO, FORTUNATO Y ELEUTERIO Estamos sin duda alguna frente a los tres cholos más conocidos de la pantalla de la televisión actual; tres cholos de cuerpo y alma pero, sin embargo, con toques distintos. Aparte de "Nemesio Chupaca" el público recuerda, y tal vez solamente, a otro Nemesio famoso, el exfutbolista Nemesio Mosquera. Nombre peculiar el de Nemesio que junto al apellido Chupaca, agarra un fuerte olor a sierra: "Chupaca" o "Chopaca", como lo llama su esposa "Ursula", suena a auquénido, a puna, a papas, tierra y poncho. "Fortunato" y "Eleuterio", por su parte tienen un aire a antiguo, como Belisario o Nicanor; a provincia, a campo. Resulta interesante reparar en la presencia de estos tres personajes simultáneamente, tal como aparecen en dos programas distintos: ―Nemesio‖ en el Show de Tulio Loza; "Fortunato" y "Eleuterio" en Te mato Fortunato. No es extraño que Risas y Salsa no tenga un personaje cholo, pues el programa privilegia, casi como testimonio de una actitud más modernista y empresarial, a los criollos natos de la ciudad: el blanco y el zambo. Cada uno de estos cholos de la televisión representa una situación distinta del cholo en la ciudad. "Nemesio", a aquél que se va aclimatando a la urbe y está consolidando su ascenso social hacia los sectores medios: su mujer se llama "Ursula", nombre occidental y moderno, y es blanca y rubia, símbolos de belleza. "Fortunato" es un cholo de cuello y corbata, adentrado desde el inicio en los sectores medios acomodados; maneja su auto, es novio o esposo (alternadamente), de una mujer guapa, cena en restaurantes elegantes, frecuenta el Country Club, su hogar está arreglado con esforzado esmero y gusto, tiene sirvienta, etc. "Eleuterio", por su parte, es el cholo que ocupa el puesto que "Nemesio" deja vacante: el desarraigado sin destino fijo a corto o mediano plazo, mezcla de todo, popular, "sapo", despercudiéndose cada vez más, superando sus complejos. Como testimonio de su informalidad trabaja a domicilio arregla y desarregla los aparatos eléctricos-, pero no está integrado ni a los de arriba ni a los de abajo. 192 MADAME SAPATINI Y DOÑA GERTRUDIS Las mujeres que aparecen en estos programas suelen tener un rol bastante secundario, sujeto a las aventuras y peripecias de los hombres, de los que son esposas, novias, amantes o secretarias. Rara vez hacen algo más de lo debido o aparecen en la pantalla más tiempo del necesario. Ellas son, más bien, soportes de las acciones varoniles, réplica en los diálogos o simples comparsas en el set. Por eso quizá sus nombres sean aparentemente insípidos o intrascendentes, anónimos, propios de la muchedumbre. Es el caso de "Chelita", la secretaria del "Jefecito" en el programa Risas y Salsa: de "Ursula", la esposa de "Nemesio Chupaca"; de "Leonor", la esposa celosísima; "Doña Lucha", "Ruth" la esposa de "Fortunato", o "Margarita" la esposa de Tito, o, simplemente: la secretaria, la novia o la esposa. La excepción más notable la constituyen "Doña Gertrudis" y "Madame Sapatini", estrellas rutilantes de dos secuencias de este tipo de programas, el núcleo central de la risa. Ambas, curiosamente, no guardan relación alguna con un hombre. No son madres, ni esposas, ni amantes, ni hijas o abuelitas. Ellas salen solas, están solas, como mujeres independientes, libres y casi soberanas. Realizan labores bastante singulares, como son la adivinanza y la consultoría sentimental. Pero, ¡oh, sorpresa!, "Doña Gertrudis" es un hombre que hace de mujer, un travesti nacional bastante descuidado en su aspecto físico, que es nada menos que Tulio Loza. Así, como están las cosas, la única mujer-mujer con nombre, prestancia e importancia en uno de estos programas, es "Madame Sapatini", puesto que "Doña Gertrudis" es sólo una parodia de la coquetería de la mujer, de sus tribulaciones por los ministerios, del engaño que es capaz de hacer con un bajar de ojos, para lograr su cometido. "Madame Sapatini", curiosamente, no deja de ser popular a pesar del nombre, en principio extraño: vestida con atuendos llamativos (típicos de las gitanas), sofisticada en el hablar, llena de cábalas y conocimientos extraños, es un personaje reconocido por los sectores populares como una versión excepcional que mezcla las características de la adivina, la gitana y la bruja popular con la imagen de los autores de ciertas columnas de los . 193 periódicos o programas de la radio, persona que conoce y atiende las penas del corazón. Para poder cumplir con este rol prototípico se busca desarrollar cierta singularidad por el lado de lo extraño, de lo ajeno. No puede ser una señora más que hace las compras en el mercado, sino todo lo contrario: debe ser sofisticada y nada mejor para ello que una afrancesada. Madame, mamá protectora, por encima de la cotidianeidad trivial, a la cual regresa en base a su experiencia y sus conocimientos. Ella tiene algo de decadente, de aristocracia venida a menos, y que la inserta en lo popularcomo un bicho raro, pero que puede comunicarse con la genteporque no tiene nada que perder. El ánimo cosmopolita de los sectores populares urbanos, la atracción por los confines desconocidos, por lo extraño allende los mares, está encarnado enesta mujer que tiene en la callejonera y legendaria "Doña Ca-ñona" su extremo opuesto. Ella es Sapatini, de zapato, mezcla de francesa con criolla, como chuzo que viene de chús (shoes), o chusco; por más europea —au revoir o turbante o arete—que pretenda ser:"Madame Sapatini" no es Madame Bovary. "Doña Gertrudis" es también una mujer singular como sunombre, nombre que difícilmente tendría una secretaria o una doméstica. Una adivina no es un ser común; "Doña Gertrudis" escapa a la norma y posee un conocimiento extraño e inaccesible, una bola de cristal, que le permite acercarse al más allá y a los misterios de la vida. No exageramos al comprobar que ambas exhiben afanosamente una supuesta esencia cultural masculina en su comportamiento. Primero, no dependen de ningún lazo familiar o sentimental; no tienen que responder ante nadie de sus acciones, viven solas, tienen un oficio y lo ejercen con corrección. Además, podríamos decir que las dos poseen también el ánimo criollo de la picardía, la trampa y la astucia. Son casi hombres vestidos de mujer (y en el caso de "Doña Gertrudis", esto estotalmente cierto), ya que su mismo oficio se los permite. Claro, la trampa está latente en cada adivinadora o consultora sentimental, actividad cuya subjetividad y clandestinidad facilita el engaño. para tomar al cliente como "punto-. Su conducta sería una especie de venganza de la mujer frente a loshombres, si no tuvieran una conducta propia de los hombres, desde el nombre que las saca del anonimato y la comparsa, . 194 hasta su conducta desenvuelta, pícara, coqueta, independiente, que incluye la trampa y la estafa. Otro elemento, que ya hemos señalado, está referido a que ambas mujeres no son ni jóvenes ni bellas. Todo lo contrario son personas de edad, gordas. No atractivas por su belleza en cualquier caso. Todo hace suponer, por los ejemplos que nos brindan estos programas, que las mujeres bellas no dan risa. Para que una mujer nos haga reir tiene que ser gorda y fea, nunca joven ni bonita. "Chelita" provoca otras pasiones. Pero la esposa de "Federico Lanserote", "Ursula" o "Leonor" la esposa celosa, nos dan risa cuando las vemos envueltas en conflictos conyugales, persecusiones o emboscadas, exagerando sus caras pintadas y deformes (43). Por eso es que la mujer, en tanto mujer, antepone a su nombre el Doña o el Madame, como testimonio de su edad, que conlleva un físico y una actitud ante la vida. A esa edad, por el modo como estos programas presentan a las mujeres, pareciera ser que ellas han perdido su encanto, su cualidad esencial de atraer físicamente. Y es más: a esa edad adquieren una independencia social y psicológica que las aproxima a una conducta masculina -entendida según los criterios que rigen en nuestra sociedad. "Doña Cañona", por ejemplo, es una mujer de callejón que trata a los hombres como si ella fuese hombre, de igual a igual, y utiliza para ello un lenguaje picante. "Doña Gertrudis" y "Madame Sapatini" -ya feas y entradas en años— protagonizan con derecho propio aventuras y tribulaciones, que son propias de los hombres. DON PROTESTON, DON PESIMO Y DON HIPOCRITA Alex Valle, el más antiguo cómico en ejercicio, es quien lleva a cabo estos tres personajes que no necesariamente coinciden en cada programa de Risas y Salsa. Tres Dones, como las Doñas en el caso de las mujeres, exhiben como credencial, en primer lu. (43) La presencia más notable que marca la línea opuesta a estos personajes es la de la vedette Amparo Brambilla, de exhuberante físico, en Risas y Salsa, así como lo fueron, en su momento, Camucha Negrete y Cuchita Salazar. Debemos mencionar, sin embargo, que Amparo Brambilla no actúa en episodios cómicos; sólo baila en su espectáculo aparte dejando concentrada en las Doñas la representación femenina. 195 gar, su edad. Alex Valle ya es una persona mayor, grande como dirían los mexicanos, y puede hacer estos monólogos tanto por su propia representatividad profesional como por su experiencia artística. Se trata, en cada caso, de un individuo que, como sus diversos nombres lo indican, tiene un rasgo esencial que es el que va a desarrollar: como hipócrita, como pesimista y como protestón. Se trata de secuencias cortas, en las cuales realiza variaciones sobre una misma idea, hasta que esa idea se agote y canse al espectador. La hipocrecía y el pesimismo pueden ser dos actitudes universales, pero, para Alex Valle, en el Perú adquieren formas peculiares. "El hipócrita" es un tipo de mentiroso, que como Tartufo, el legendario hipócrita de las letras francesas, oculta su rostro para mostrar otro. Alex Valle no llega a esa elaboración ni a sutilezas tales en estos sketches, pero en cambio sí permite entender un tipo de comportamiento sustentado en la doble cara, la careta, diciendo lo que no piensa y mostrando sentimientos que no siente. "Don Pésimo" es mucho más local y tiene más posibilidades de variedad. El pesimismo en el Perú no tiene esa connotación de crítica y de ansia de transformación, sino de "que hagas lo que hagas, todo te saldrá mal"; el desengaño de los esfuerzos es nuestro pan de cada día, y "Don Pésimo" no hace sino atestiguarlo. "Don Protestón", en cambio, es un personaje que podría parecer una respuesta al "primer protestante" de la televisión, "Camotillo el Tinterillo". "Camotillo" representa en la actualidad al "piteador" por excelencia y, por eso, podría entenderse que "Don Protestón" es la respuesta de Risas y Salsa a ese personaje. Se trata de monólogos en los cuales Alex Valle se queja, protesta, pitea, sobre cualquier tema que su libretista le propone y escribe unas cuantas líneas de partida. Pero, en realidad, este es un personaje con varios antecedentes en la historia de estos programas. Estos tres nombres -por cierto no muy originales- son un recurso viejo del humor, facilitando las cosas para que el espectador se entretenga. Son nombres síntesis del contenido, de la esencia de la situación que, sin embargo, podría tener un asidero en los rasgos que se presentan como importantes de la idio. 196 sincracia nacional. Se habla hasta la saciedad de un peruano promedio (en abstracto, por supuesto), mentiroso, tramposo, trafero, que también puede ser hipócrita como una variante de lo anterior; pesimista, pues reniega de su suerte antes de haber empezado, y protestón, porque todo le parece mal a la primera de bastos, que levanta su voz, pero sin una acción que la acompañe. Véalo, si usted no conoce a este estereotipo de peruano, a través del más viejo actor cómico peruano en actividad: AlexValle. 5. CAMOTILLO EL TINTERILLO Las preocupaciones políticas de Tulio Loza, lo que él mismo llama su "vocación política", puede explicar la creación de este personaje, hace ya más de 15 años atrás. Hemos sustentado la tesis de que el cholo, ubicado en los sectores medios de la sociedad urbana, es el más preocupado por la política nacional, pues entre todos los exponentes étnicos del mundo popular es el que más posibilidades de ascenso social tiene. La explicación de esta tesis nos lleva a señalar la existencia de dos tipos de cholos: el que se ha quedado en los sectores populares, pobre, con una conducta activa a través de una búsqueda de canales de protesta, propicio para ser reclutado entre los partidos de izquierda; y el cholo de "cuello y corbata", burócrata, empleado, que se encuentra al medio, entre los sectores dirigentes (blancos, pitucos, oligárquicos, industriales o financieros) y la"mancha o populorum". "Camotillo el Tinterillo" responde a las preocupaciones políticas de Tulio Loza. Augusto Polo Campos, su actual libretista, asume esta misma perspectiva. Al mismo tiempo, sin embargo, este personaje es un complemento lógico de "Nemesio Chupaca". "Camotillo el Tinterillo" vendría a ser la posibilidad latente, los pensamientos, las actitudes, la posición política de "Chupaca" si éste lograra enfrentar el problema de la política como preocupación vital en su vida. La política y los problemas de fondo superan los límites de la acción de "Chupaca". De allí la necesidad de un nuevo personaje y del extenso monólogo como recurso expresivo. La relevancia del tema lo amerita. EL TINTERILLO El viejo dicho popular: "Cusco me nace, Arequipa me cría y Lima me enseña la politiquería", y que usualmente se dice en . 197 castellano motoso original del quechua hablante, permite sintetizar el camino seguido por Tulio Loza, que empieza con su personaje "Nemesio Chupaca" y culmina con la creación de "Camotillo el Tinterillo". Dicen, ¿cómo será?, que la sierra es el lugar de trabajo apropiado para los litigantes, para los tinterillos, los abogaduchos de segunda categoría, hábiles con la labia y los giros, enredados barrocos, mitad mentira, mitad verdad, que prolongan los líos hasta el infinito por el afan de lucro y el placer de pelear con las leyes y las personas. Dicen que la pobreza del medio explica esa conducta. Los lotes y las aguas que quedan a las comunidades luego de la voracidad con la que se expanden las haciendas, son escasas, y este condicionamiento natural explica la presencia del tinterillo y el leguleyo, que tienen como clientes suyos a los indios, a los campesinos, debido a líos entre las comunidades y los hacendados, o porque las comunidades requieren integrarse al sistema legal vigente, si a conocer el idioma y los procedimientos legales básicos. El tinterillo aparece, así, como "el ángel de la guarda", el intermediario entre el sistema legal y el indio, la persona que es capaz de ayudar y, al mismo tiempo, de engañar, de darle vuelta, utilizarlo, robarle su dinero en trámites y discusiones infinitas. El tinterillo, este torvo personaje de las serranías, existe por-que el indio lo necesita, tiene un trato utilitario con él, que in-cluso motiva su personalidad esencial: confusionista, barroca,entreverada (44). Esta es la clave sociológica elemental sobre la que surge "Ca-motillo el Tinterillo" en la televisión. Para hacer más evidente su compleja interioridad psicológica, utiliza una estrafalaria vestimenta: un tongo, un enorme pañuelo, un frac rosado. Es casi un payaso que remeda la vestimenta del poder, pero que lejos de burlarse de las condecoraciones que caracterizan a los militares, dictadores y presidentes civiles latinoamericanos, pretende apropiarse -vía la chacota- de ese ropaje. Asume como suyo el bagaje propio de Occidente, de la costa, del Perú moderno: sus leyes, sus expresiones en latín, sus gestos, su grandilo. (44) Sobre este punto se concentraron muchos de los mejores esfuerzos de las ciencias sociales en el Perú durante los años sesenta. Cfr. Cambios y dominación en el Perú rural, MATOS, COTLER y otros, IEP, 1968. 198 cuencia, su demagogia, su populismo a través del don de la palabra que ha descubierto como la clave para llevar a cabo sus propósitos. La diferencia sustancial entre "Camotillo" y los tinterillos de la sierra es que su preocupación es política y no legal. La política, ¡sí señor!, con todas sus palabras, es la fuente de humor de "Camotillo el Tinterillo". Por momentos su posición es propia de un editorial periodístico, desprovisto de toda gracia; en otros, reasumirá a través de la risa toda la irresponsabilidad, y el sabor que, al fin y al cabo, lo justifican. PA PE PI PO PU Pa de Partido, pe de peruano, pi de picante, po de popular y pu de puñales. No se requiere un serio análisis político para reconocer que las preocupaciones políticas que se desprenden de los textos de "Camotillo", aluden a la inexistencia en el país de un partido de centro, con la capacidad de aglutinar y representar los intereses de los heterodoxos sectores medios. "Camotillo" no es lo que en principio aparenta ser: un político charlatán suelto en plaza. Por el contrario, como todo político peruano que se precie, tiene su partido propio: ¡el PA PE PI PO PU! Bromas aparte, un partido de centro, nacionalista, no comunista, antioligárquico. Aunque nadie se identifique con el lugar político señalado por "Camotillo", todos quisieran ocuparlo (45). El carácter antioligárquico y anti-comunista que produce un cholo de "acero inoxidable", que rechaza por igual al gringo, al extranjero, al que "se la mama toda y nos deja sin nada", como al que quiere "quitarnos el alma y que pensemos como ellos", que son los comunistas. Difícilmente puede encontrarse en el repertorio ideológico de nuestro país mejor vía de llegada para una propuesta política. Sobre ella, hay que reconocerlo, surgió también Velasco, le sobrevive Tulio Loza y aprovechará quien sepa hacer del problema del desarrollo de la naciona. (45) Véase al respecto las opiniones del ex-Premier y Senador Manuel. Ulloa en Debate, No. 22. Lima, setiembre de 1983. 199 lidad un esquema que capitalice el autentico deseo de los sectores mayoritarios de este país. NACIONALISMO: RACISMO Y ROJIMIOS El cholo acriollado para Tulio Loza, es la síntesis de todas las diferencias; lo más profundo, lo mejor del Perú. Tulio Loza aprovecha muy bien este planteamiento para desarrollar su crítica a quien no esté de acuerdo con él. En sus monólogos, ―Camotillo‖ desarrolla frecuentemente una prédica anti-racista: ―somos un país racista -afirmó una vez- aquí están prohibidos los negros, los cholos, que sólo aparecen en el fútbol o en el box. ¿Acaso se ha visto –pregunta- un Almirante, un Obispo, un Senador, un Diputado negro? En USA discriminan al azulito, allá tienen hasta su Casa Blanca; si allá van los tres reyes magos, el negro se queda. ¡Hay racismo en el Perú! -afirma enfático-, bueno es culantro, pero no mucho. En el concurso Miss Mundo hubo muchas gringas, como si fueran gringas auténticas; acá nosotros somos cholos o zambos, no gringos‖, quejándose que la Señorita Perú era rubia y de ojos claros. El nacionalismo a ultranza de ―Camotillo‖ -enemigo feroz de la Thatcher y los ingleses, durante el conflicto de las Malvinas- redunda en un anti-comunismo feroz, satanizado especialmente por provenir de fuera. ―Estamos en las entretelas, por la crisis de los textiles, ya que todo es importado... de Rusia.., hasta la cancha salada...‖ (haciendo referencia a un comercial de televisión en el cual se anuncia una bebida a través de personajes rusos) para afirmar luego ―amigos entre comillas, los yanquis‖, porque son los que verdaderamente atentan contra los textiles nacionales. El ataque a los yanquis justificado por el bloqueo a la exportación de productos textiles del Perú a USA, se ve de esta forma amenguado con otro ataque sin ninguna relación directa más allá del comercial, a los detestables rusos. Pobres rusos, son más osos que nunca en boca de ―Camotillo‖, con gorro, bota, colmillo, cuchillo,sangre de niño y todo lo demás... ―Y Cuba y Nica... ragua...‖,dos de sus hijos dilectos, son también motivo de preocupaciónpor la expansión comunista. Y para rematar, un chiste: ―Cuba es el territorio más grande de América, porque tiene a su pobla. 200 ción en Miami, a su casa de Gobierno en Rusia y a su ejército en Angola. Y Nica... ragua...qué queremos eso para nosotros‖. Con Estados Unidos, ―Camotillo‖ emplea la misma lógica pero con otro contenido. Ante ellos sólo se trata de demostrarles que nosotros, los valientes, tenemos que jugarles de igual a igual. Así, ―Camotillo‖ le exige a Belaúnde que ―saque al gringo al fresco (lugar de las peleas) y que le demuestre que los cholos somos de acero inoxidable‖. El Pacto Andino es un motivo de euforia para ―Camotillo‖, pues representa a la Región, a América Latina Unida y debe obligar a los gringos ―a jalar la pita‖. Sin embargo, como ya hemos señalado, las críticas más ácidas corresponden a los comunistas criollos, a los sapos de acá, a los avispados. ―Saca choro, por mi vieja‖, exclama. ―Hay que señalar a los pendencieros, a los que se prendieron del Sinamos, a los que se prenden de la teta dictatorial, qué más mejor, que se vayan a buscar las democracias de la URRSSS..., de Cuba, de Pulunia... Como decía un famoso filósofo chino -continúa- Choncholi Calato, los lobos ya se comieron a todas las Caperucitas Rojas, hasta a Lulú‖. Con ocasión de un Paro Agrario convocado por la CNA y la CCP, ―Camotillo‖ les dirigió todas sus flechas llamándolas comunistas: ―cerrarle el camino al papeo popular, éstos que se disfrazan de campesinos pobres son sus verdugos, manyan y chispean‖. ―Queridos flacuchentos sin zapallo ni culantro... no hay para pagar el país, nos dejaron la coronta y se comieron el maíz. Quieren embarrar la época de democracia, prefieren las dictaduras rojas o verdes (comunistas o militares)‖. ―Marca choro‖ -se amarga, porque ―Camotillo‖ se amarga y mira feo por la televisión-. Después se ríe, claro, saca su risita, ―por mi madre‖, porque ―en casa soy muy católico, pero en pantalla me vuelvo el primer protestante...‖. ―¿Huelga de panzas caídas?‖, interroga serio. ―¿Quién ganó?‖, vuelve a interrogar, más serio todavía. ―That is the question‖, exclama, hamletiano, y responde más serio aún: ―los que recibieron su aguinaldo de fuera, Ni... caragua‖. Por último, arremete con todo: ―mercenarios, crean el caos, esos partidos y sus representantes cobran en el Congreso, hay . 201 que darles una buena yuca, fresca como lechuga‖. Ah, y a continuación, seguidito, el mismo día niega toda posibilidad de ayuda a Nicaragua. ―Ni..., país donde impera la dictadura, financiados por los Taparoscas, los Rusos... El Perú les va a prestar 10 millones, así fuéramos ricos. Ni... ca... ragua, por mi madre...‖. MI POPULORUM QUERIDO Pero hay que repartir bien, tampoco ―Camotillo‖ es zonzo, y ―hay que darle a todo el mundo‖, como repite constantemente su libretista Polo Campos. A derechas e izquierdas, nadie debe salvarse; cuando hacen algo malo, ―Camotillo‖ les cae. El PA PE PI PO PU es un partido nacionalista y del pueblo, el ―populorum‖, no puede ser olvidado, pues, y como todo partido nacionalista y de centro, cuenta con su voto. Luces, cámara y acción: la principal crítica al gobierno, para estar bien con el ―populorum‖, tiene que ser el ―papeo‖. El ―papeo‖, el ―combate‖, el ―combo‖, la comida. Sí, sí, sí, con su risita: ―estamos en el paraíso, todos calatos, robando en los árboles; los hombres las manzanas y las mujeres, los miembrillos‖. ―Las casas para tuertos, cuestan un ojo de la cara. Un cuchitril por 200 dólares, con baño común, ¡no joroben! Y la ley (del inquilinato) que no la dan, no la dan, no la dan, (con obvias connotaciones sexuales). Ellos son los fabricantes del embudo, lo ancho para ellos, lo angosto para el que no pudo. Qué tal conciencia, de dónde michi, pregúntale a Chávez (el ministro), si tú no Chávez, yo tampoco ché. Más mejor, pues. En el Perú todo está muy Caracas‖. ―El 'populorum' , los lorchos del Perú y Balnearios‖, conforman para el partido PA PE PI PO PU su clientela esencial. Ellos son el producto de la crisis económica y su pobreza no puede mantener indiferente a ―Camotillo‖, ni su conciencia tranquila. Ah, ―populorum‖, confirma tu suerte con los epítetos de ―Camotillo‖. ―Heme aquí, aquí heme, 'Camotillo el Tinterillo'; queridos huelequesos, como el que más gana y el que no a la cana, más fríos que pan de hospital, mis queridos calaveras gordas, calapitrinches, enemigos en huelga de vitaminas caídas, tramboyos sudados, supaypahuahuas, amadísimos carcanchas . 202 ambulantes, queridísimos muertos de hambre, no estiran la pata porque no tienen dónde caerse muertos...‖. Este ―populorum‖, así adjetivado por ―Camotillo‖, debe ser fiel a su suerte y destino, pues pareciera que tratara de identificarse con él, pero solamente a través de una constatación, no para cambiarlo. Apenas aparecen las críticas de la oposición al gobierno, ―Camotillo opta‖ por este último y por atacar a la oposición. Pobre sí, calapitrinchis sí, pero no me vengan con críticas, revueltas, paros, huelgas; no pues, mi ―populorum‖ querido, hasta elegante, refinado, con esos modales no. Entonces, el ―populorum‖ está para ser ―populorum‖: con hambre, porque de otro modo no sería ―populorum‖. Los políticos que encarnan la lucha contra el gobierno o el sistema establecido serían meros infiltrados, disfrazados de campesinos pobres, falsos obreros, ambulantes ficticios, que comen bien, se visten bien, que no son ―populorum‖, pues no son pobres, no tienen hambre, viven y obtienen sus aguinaldos de fuera. ―Qué tal conciencia, por mi madre. Los más pobres no tienen refrigeradora, y quienes han ejecutado esta canallada (por el Paro Agrario) apoyan a los terroristas, te dan un balazo por la espalda‖. EL REY DEL PALO Las constataciones de miseria del pueblo por parte de ―Camotillo‖ no lo llevan a cuestionar el actual sistema social; a lo más, constata que la corrupción y el delito forman parte del gobierno por todo lo ancho y largo del territorio nacional. ―Tanto comechado, tanto sinverguenza; día de los muertos (1 de noviembre) en nuestro pueblo, todos muertos, y los vivos, los muy vivos, tremendos...‖. El Perú, cruzado por el tráfico de drogas, que origina nuevas y violentas fortunas, merece una explicación de ―Camotillo‖, pero esta explicación no alude nunca para nada, a las llamadas instituciones tutelares. ―Claro, en Cocache (Tocache), en Tocache, han cambiado en un banco de dos por dos, 5 mil millones de soles, dinero con el cual -hay que propagandear la ideología del PA PE PI PO PU en el 'populorum'- comerían todas las barriadas durante un mes. Las mafias se matan –confirma . 203 'Camotillo'- como en Chicago, como en las coboyadas, sólo falta que alguien jale la cadena. Al Zar (un traficante trujillano) le deberían dar cadena perpetua, por blanca nieves, por cocaloca, pero éstos entran y salen (de la cárcel) y se van a los toros‖. Al que pitea, le doy, y con palo, pareciera ser el lema del PA PE PI PO PU. Acá critico yo, ―Camotillo el Tinterillo‖, pareciera decir Tulio Loza, los otros a verme en la pantalla. Esos rabanitos, esos piteadores, esos mercenarios, esos traficantes, traidores a la patria, esos sucios, esos que se visten de pobres, esos no son mi ―populorum‖, no son mis lorchos del Perú y Balnearios. CAMOTILLO EL CARBONERO Cuando la oposición arreció en sus críticas a su amigo el ex Premier Manuel Ulloa, ―qué miércoles‖, dijo ―Camotillo‖, ―ellos se dan el gusto y dejan de pagar...‖ (utilizando otro comercial de televisión que tenía ese slogan publicitario, para señalar que la oposición sólo critica sin prever las consecuencias). ―Ojo por ojo, diente por diente, chupamedias, choclossin dientes, huevos sin yema ni clara... Cuando hay elecciones todos ofrecen mentiras y tiran por la culata. A ver, a ver, saquenlos dos sus cosas al fresco (por el caso Vollmer, que comprometía al ex-Premier) hagan el aclare... Que haiga el premio Vollmer, que salga el Karateca Bruce Lee (por el Presidente Belaúnde) que esto se pone color Violeta (por su esposa). Onstá, entonces, la libertad de expresión, qué tal conciencia. Quién pisa la babita o son unos babosos, chicheros norteños en huelga de potos caídos, qué gane el más mejor. Cara de flecha, Cara de caihua, te están sacando la chochoca, pero cuidado, no mojen que no hay quien planche‖, advirtiendo que no critiquen tanto, no joroben tanto, que existen en la democracia los canales apropiados para hacer las críticas y no a través de la fuerza y la exigencia. En la concepción de ―Camotillo‖ existiría una zanja entre el pueblo y la oposición, que invalidaría moralmente a representarlos. Quien los representa es él, ―Camotillo‖ quien pitea es él, ―Camotillo‖, y no la oposición, a la cual descalifica para esa tarea, incluso en el Congreso, donde está justamente para cumplir esa función. ―Camotillo el Tinterillo‖ puede criticar, sin embargo, hasta al Canciller con motivo de la demarcación de los hitos en la frontera con el Ecuador. ―Es un Canciller brillante, lo pu. 204 len todos los días‖. Pero ¡ay! de la oposición si ella hubiera hecho una crítica al Canciller. Llegando la Navidad, en lugar de merry christmas, nos dice‖very crisis‖ y discursea: ―Hay una crisis moral, cuyo origenes sucio, narcos, coimas, contrabando‖. Para ―Camotillo‖ la oposición no está conformada solamente por los que viven con Caperucita Roja (los rojos, los comunistas) sino también por los apristas. Claro, como dice ―Camotillo‖, ―lo del clima no es no-vedad: todos estamos calientes‖, pero apenas uno alza la voz opitea, palo con él. ―Estamos fritos y con esta ola de calor, estamos calatos de pies a pelos, Hayan García, el bebecrece y la izquierda, puro blablablá.‖ Paradójicamente, ―Camotillo‖ se burla de la izquierda por habladora, cuando su propio poder reposa en la palabra. Pero intenta descalificar también a la oposición por su incapacidad de gobierno: una cosa es gobernar y otra criticar, sugiere con malicia, cuando propone a Ledesma como Ministro de Energía y Minas y a Hugo Blanco como Ministro de Salud, cuyo programa se iniciaría construyendo duchas... La crítica de ―Camotillo‖ a la actual situación de crisis no logra superar la constatación de la pobreza del populorum y a burlarse, poniendo apodos a los gobernantes más conocidos. Incluso, cuando el Premier Ulloa renuncia, se lamenta de no tener a quién tomarle el pelo: ―a quién vamos a cochinear si ya no está el 'Flaco Cara de Ancla'; sólo quedaría el 'karateca', porque incluso el 'Flaco Moco Seco', más 'Seco que Caquita de Dromedario'. (por el ex-ministro Pedro Pablo K.) se fue también a Estados Unidos‖. Mientras descalifica a la oposición para gobernar por –―ignorante, sucia o infantil‖- plantea que no se puede criticar al entonces nuevo ministro Carlos Rodríguez Pastor por haber trabajado en Estados Unidos. ―Qué quieren, un analfabeto de Cocachacra?‖ interroga poniéndose muy serio. Claro, el ―populorum‖ es pobre, de Cocachacra, analfabeto, no sabe, son ―tramboyos sudados, calaveras gordas‖, y la oposición no es el pueblo, son unos disfrazados de campesinos pobres, sus líderes no reúnen las condiciones, además, los rojitos están financiados de fuera, de Rusia, ―qué tal con... ciencia...‖. A los gobernantes hay que reconocerlos, ponerles apodos pero respetarlos, porque vivimos en una situación de crisis económica que pareciera caída del cielo, donde algunos individuos corruptos, de Tocache, . 205 contrabandistas, coimeros, producen y se aprovechan de la crisis moral. Nada más, mis queridos lorchos del Perú y Balnearios. Y para ti, tele espectador, ¡viva el rating!, qué importa si a alguien no le gustó: ―choncholi calato, never in the life, pichón, wiflas‖. 6. PALABRAS EN JUEGO Los divos de los programas cómicos utilizan giros y expresiones -generalmente creados por ellos mismos- para facilitar ser identificados por la teleaudiencia y el público en general. Con frecuencia, muchas de estas expresiones son utilizadas también en diversos momentos de la vida social e incorporadas al lenguaje común y son la envidia de los publicistas. La facilidad con que se identifica a un cómico con una frase nos lleva a entender esta relación como una necesidad básica, un prerequisito de la popularidad. ―Qué tal‖, ―au revoir‖, exclama el ―Ronco‖ Gámez al saludar y al despedirse en sus programas radiales o televisivos, y todos saben que esas expresiones son del ―Ronco‖. -―Un comercial y regreso‖ es la típica expresión de Augusto Ferrando. Cada vez que su programa se ve interrumpido por una tanda de comerciales, usa su conocida expresión, que identifica a su programa con un sorteo de regalos y permite; a la vez, introducir los cortes comerciales. Tan popular es esta expresión que la muchachada de los barrios limeños la utiliza cada vez quealguno quiere ir al bario: ―un comercial y regreso‖. El mismoTulio Loza, en uno de sus programas como ―Camotillo‖, le ha dado toda la vuelta y la utiliza en ese sentido: ―voy al pichin room y regreso‖. -―Hi every body ― decía ―Rulito‖ Pinasco cuando interpretaba a su personaje ―Mr. Johnny‖, en su afán de introducir expresiones en inglés. En realidad, no deja de ser altamente significativa la cantidad de frases y giros sajones en los cómicos de la televisión, especialmente entre los divos cuando ejecutan monólogos ante los tele-espectadores. -―Wiflas, pichón, choncholí calato‖ es una de las tantas expresiones de Tulio Loza, hábil creador de giros y palabras, mu. 206 chas de ellas provenientes de su propia cosecha. Tulio Loza tiene cantidad de expresiones inglesas como ―never in the life, pichón wuiflas‖, que suponen un cierto rebuscamiento en su léxico. El famoso ―Nemesio Chupaca Porongo‖ -conocido como el ―Gringo Williams‖- tiene, pues, que hablar su poquito de inglés. -―¿Quién soy yo? ¡Papá!‖, es la contraseña de Adolfo Chuiman en su personaje de ―Papá Manolo‖, el bacán blancón de los barrios populosos de la gran Lima. Muchos jóvenes de la ciudad la utilizaron frecuentemente cuando estuvo de moda el personaje sinónimo de virilidad y mando, de autoridad y picardía: ―papito, el capo, el men, el que la lleva‖, como ustedes quieran, son giros que derivaban del famoso ―papá‖ que, teniendo antecedentes suficientes en el habla popular, Adolfo Chuiman llevó al extremo de la popularidad los primeros años de los ochenta. Esta costumbre responde a una larga tradición de los programas cómicos, desde las épocas en que Hugo Muñoz de Baratta introdujo el famoso ―mi querido mon cheri‖, ―ñaca ñaca‖ o ―chochera/ chocherita‖, como exclamación típica de su personaje (antes de la aparición en el firmamento futbolístico de Chochera Castillo en los años 80), o ―mis queridos hanny boy's‖. Incluso Hugo Muñoz de Baratta introdujo -como lenguaje visual- una serie de objetos, como los anteojos, para ser identificado por el público, y se dejó crecer el pelo -para imitar a John Canon de la serie televisiva El gran chaparralhasta tal punto que por esa época a todo señor de mediana edad con pelo largo y canoso, le decían ―mon cheri‖. Esta costumbre, ciertamente, también tiene su asidero en las situaciones de los programas de humor, donde se facilita la retención del mismo con una expresión característica: La santa paciencia era la frase preferida de Alex Valle; ―muestra el detalle‖ era la expresión del sketch de ―Monsieur Canesú‖, para que Camucha Negrete pudiera enseñar lo más atractivo de su cuerpo. Estas expresiones no sólo se reducen a las escenas de los programas sino que forman parte sustancial de la acción de los divos; por ejemplo, cuando venden su imagen para hacer comerciales televisivos o en pancartas, aparecen sus rostros con palabras que les son propias. Augusto Ferrando sale anunciando cualquier producto -en la Tienda del Descuento, entre otras. 207 con todo su vocabulario querendón que le es tan familiar: ―ven primito, ven hermanito, ven a la tienda del descuento‖. Cuando el ―Ronco‖ Gámez hace un comercial de un banco utiliza su clásico: ―¡Qué tal!‖ sumado a ―yo ahorro en el Continental‖... Muchas de estas expresiones quieren decir lo mismo, pero cada cómico debe utilizar vocablos propios, distintos. Ser original es un requisito primordial. Nadie se copia, ni repite sin citar, al autor de un vocablo o expresión, popularizada a través de los medios por un actor. Entre mi ―mancha‖ del ―Ronco‖ Gámez y mi ―populorum‖ de Tulio Loza sólo hay diferencias sonoras, pero su significado es el mismo. Para ambos quiere decir el pueblo, esa porción masiva y dispersa que constituye la gran realidad del país, de la ciudad, y de su audiencia. Los dos se dirigen a ella, pero decir pueblo, suena barato y hasta político, por eso mejor se opta por ―la mancha‖ o el ―populorum‖. La diferencia más sutil está en que, hipotéticamente, los zambos responden más al primero y los cholos al segundo. Las palabras, los giros y las expresiones, han dejado de provenir solamente de la vida social para ser producto de la voluntaria creatividad de sus autores; ellos son conscientes de ello al punto de exigir una especie informal de copyright o derechos de autor por sus expresiones lingüísticas. Cada cual prefiere arriesgar e inventar nuevos giros, muchos de los cuales llegan a formar parte del léxico cotidiano de los habitantes. El carácter ―popular‖ de estas palabras no nace así siempre del pueblo; muchas veces pasa lo contrario: nacen en la televisión y de allí se introducenen la vida social. Esto es importante, porque otorga a la televisión y a los cómicos un papel activo, algunas veces decisivo en el habla, especialmente entre los jóvenes. Aquel mundo que encierra la pantalla, no sólo recoge situaciones sociales, sino que también crea e introduce sus palabras e imágenes en la sociedad. 7. PARA MUESTRA UN BOTON: EL LENGUAJE DE LOS PERSONAJES DE TULIO LOZA. EL HUMOR GRASOSO DE CAMOTILLO Cuando Tulio Loza humor no es, -lo dice decir, áspero, duro, casi que interpretó en un . 208 interpreta a ―Camotillo el Tinterillo‖ su él mismo-: ―gracioso, sino grasoso‖; es como el cholo chambero de las barriadas primer momento con toques de picar- día criolla. Su personaje ―Camotillo‖ -el político, el fiscal, el metete, el tinterillo- no es duuuulce, ni usa palabras duuuuuulces, melosas, al estilo de Augusto Ferrando -―hermanito, primito‖- sino que es agresivo y punzante; por momentos, no hace humor, sino crítica abierta; ataca, insulta, agrede. Sus palabras preferidas optan por la ch que con-tiene muchas de las palabras que sirven para insultar: ―chato de...‖, ―cholo de...‖, ―chu... cha‖ (la vagina en jerga popular), ―achorado‖, ―churreta‖, ―chupa‖. ―chapa‖. ―chelfa‖, ―chuchumeca‖ (prostituta en jerga), ―choro‖ (ladrón en jerga), ―chupajeringa‖ (vividor en jerga), ―cachalote o Chapalote‖ (utilizado en Te mato Fortunato como quien manosea a las mujeres), etc. Las palabras de ―Camotillo‖ sirven para la agresión, para el maltrato, unas veces en contextos de humor y otras simplemente como mensajes ideológicos, políticos, coyunturales. Su principal víctima es ―Piquichón‖. su acompañante, el ser diminuto, vestido con su terno pintoresco, que está allí para sobarlo y recibir los insultos. (46). - ¡Ay! ¿Para qué se le ocurrió a ―Piquichón‖ decir: ―su franqueza le alabo‖? Para que ―Camotillo‖ le responda: ―calla, calla, cara de nabo‖. Y, por el estilo, diez veces por noche: - ―Ud. siempre es el men‖; ―calla, agua de culem‖. - ―Colón, Colón‖; ―calla. hue...‖. - ―El gobierno torea su cuarto toro‖; ―calla, caca de loro‖. - ―Señores, campo y magistratura‖: ―calla, hijo de cura‖. - ―Eso ya lo dijo Agamenón‖; ―calla, gue...n ... hombre‖. anchura para que pase su (46) O cualquiera de las variantes que, por razones de distinta índole que se tratan en el último capítulo, asume el personaje de su secretario o ayudante. 209 - ―Yo me opongo‖; ―calla, mondongo‖. - ―Calla, lávate el juanete...‖ La agresividad de ―Camotillo‖ con su ―Piquichón‖ arranca desde el momento en que no lo deja hablar. Cuando ―Camotillo‖ habla, y sí que habla, nadie puede interrumpirlo. Curiosamente, el sentido democrático que tanto halaga ―Camotillo‖ en el actual régimen y lo define a él como el ―paladín de la libertad de expresión‖, no lo cultiva con su propio acompañante: ―Calla‖, le dice, y después viene el insulto. Muchas veces las interrupciones de ―Piquichón‖ no tienen relación con el mensaje que está exponiendo ―Camotillo‖, pero sirven para que Tulio Loza haga alarde de su capacidad de crear frases y respuestas. Sobre todo respuestas, a la usanza medieval, cuando los versadores eran considerados por su capacidad de responder al reto de un verso con otro, de un insulto con otro, de una insinuación con otra. Esta costumbre llegó a nuestro país a través de los criollos de la ciudad, de los bohemios, de los cantores de valses, tal vez como herederos del canto español. Clásicas han sido las disputas en diferentes peñas limeñas entre verso y verso, como sinónimo de ingenio e inteligencia. Y ―Camotillo‖ -el tinterillo- el gran palabreador, el men de la boquilla, la utiliza a través de la modalidad del atarante. ―Grasoso y atarantador‖ puede ser el humor de ―Camotillo‖. siempre rápido con las palabras y sus respuestas. Acá no sólo se trata de quién golpea primero, sino de qué se debe responder para apabullar definitivamente. Por eso, el libretista Pedrín Chispa se inventó un pseudónimo para explicitar que no puede haber un libretista sin chispa, elemento necesario para derrocar al contrincante en las batallas verbales. Cu, en boca de ―Camotillo‖, implica lo, pero después del silencio de ley, optar por la tangente; juanete suena tanto a pie como a nalga. El humor del doble sentido sirve para acrecentar el insulto, llevándolo al terreno coprolálico: excrementos, anos y avatares naturales de orines, urinarios, mingitorios, baños, ropa interior y comarcas adyacentes. No debemos olvidar que ―Camotillo‖ es ―el rey de la puna‖, que viene de su Abancaysito, que huele a sierra. Llegado a la ciudad se instala y vencida su primera timidez, irrumpe. Su léxico y su humor será entonces duro, ni finamente gracioso ni querendón, como el del zambo y el negro. ―Camotillo‖ con . 210 frecuencia está ―asado‖, está ―recontra asado‖ y con su cara de molesto, de malhumorado, agriará su lenguaje. Después soltará su risita, esa risita que parece que lo inflara más en su gordura para después desinflarlo. ―¡Marca choro!‖, exclama confrecuencia, es decir, ―dá pica‖, cólera. ―Camotillo‖ tiene muchas cóleras, su personaje es colérico, amargo, hasta ―achorado‖. ―¡Marca choro!‖, porque la realidad que él describe es desagradable, fea, injusta, pobre, mezquina. La realidad, vista por ―Camotillo‖, se traduce en la calificación que dá a sus televidentes. Los adjetivos que utiliza se extienden infinitamente en el mismo sentido: ―muertos de hambre‖, ―loncheras de perro‖, ―fantasmas sin sábanas‖, ―amadísimas momias‖. También acá es duro, no dulce, sino agresivo: ―Camotillo‖, como buen ―protestante‖, según su propia definición, no pone el dedo en la llaga como Manuel González Prada, sino en el ...‖quetejere...‖; ―en el quetedije‖, en el ―quetejeri‖,en el ―quetejedi‖, es decir, en el culo. LA CARCAJADA COPROLALICA Es teniendo a la política como tema central, que Tulio Loza desarrolla principalmente su humor coprolálico, aunque, en realidad, el conjunto del programa tiene ese espíritu oloroso como trasfondo esencial. Si analizamos la presentación del programa, desde que aparecen los créditos van surgiendo una serie de situaciones entre las que destaca una, que se resuelve cuando, desde el fondo de su excusado, taza de baño o water, sale una mano que intenta coger a una señora dispuesta a hacer sus necesidades corporales: en otra secuencia, que también enmarca los créditos, vemos luego a Tulio Loza en un juego que lo muestra orinando, mientras esconde tras su cuerpo una manguera con la que, en realidad nos muestra luego que riega un jardín. Este sentido del humor grotesco/grasoso, es compartido sobre todo por los shows y/o espectáculos de café teatro y afines. El nombre de uno de los programas de más éxito en 1983 era, Hablemos a calzón quitao, título que alude directamente a un tipo de lenguaje, sin pelos en la lengua, y en el cual se utilizan la lisura y la coprolalia abiertamente. El lenguaje de ―Camotillo‖/Loza, resume la idea de que la política es un asunto que interesa, pero también es desagradable. En la política abundan los coimeros, los comechados, hay mu. 211 cho conchu.... hay demasiado roche, mucha gente indigna. Desde su óptica, los políticos de la izquierda merecen más estos adjetivos, pero, de todas maneras, es un rasgo general de los políticos. Y siendo la política un asunto desagradable, su lenguaje lo será del mismo modo. - ―Para tí mi voto‖ -exclama ―Piquichón‖: ―Lávate el pescuezo‖ -le responde ―Camotillo‖. En realidad, lo que debería lavarse ―Piquichón‖ es el trasero, lugar recurrente del humor de ―Camotillo‖ y que en este dime y te contesto, tiene estricta relación con la política: ―voto/poto‖ es, para ―Camotillo‖, un juego sonoro de palabras, pero también el equivalente de un programa político. Voz y Voto, transmitido por el mismo canal, y él le añade este ingrediente elemental de grosería, clásico de la vida popular que contiene la palabra poto en nuestro lenguaje. Al momento, una nueva obra de café teatro se anunciaba en pleno período electoral: Dame tu... voto. El espíritu que impregna la visión política de ―Camotillo‖, aparece expresado también 'en la sátira a los ―comechados y los coimeros‖ de la política nacional en el programa Risas y Salsa. De la misma forma que en ese programa, pero no a partir de situaciones sino a través de monólogos, ―Camotillo‖ va a referirse a la política nacional, desnudando su fealdad. De manera asociativa, enumera el significado de cada mes en el país: así agosto está identificado como ―haga su agosto‖ (especialmenteen términos comerciales de grandes gangas y rebajas) pero también de aprovecharse, de sacar partido: en política, según ―Camotillo‖, los políticos ―hacen su agosto‖: cómo no, en agosto y en el resto del año. Tan sucia es la política que, jugando con los nombres, ―Camotillo‖ dirá: ―el país se asemeja a una gigantesca peña, porque está llena de choros (ladrones)‖ e incluso han metido a un ministro que se apellida Hurtado. ―que es indudable que no viene de hurtar‖, se apresura a aclarar ―Camotillo‖, porque es pariente político del Presidente. ―Choros‖, ―marca choro‖ -o ―roche‖- son palabras constantes en su léxico. La primera alude a los ladrones y la segunda a su ira, ira por los robos que lastiman su autotitulada honestidad. Sin embargo, la suciedad de la política -y el lenguaje ad hoc para referirse a ella- tiene sus bemoles. ―Camotillo‖ asume un . 212 rol moral para referirse a la suciedad de la política, por eso está ―asado‖, ―recontrasado‖, porque le ―marcha choro‖ lo que ve, y desde esa condición se permite eliminar moralmente a algunos políticos. Veamos, por ejemplo, un programa que toma como tema el caso del ex-ministro Javier Silva Ruete. ―Camotillo‖ afirma que Silva Ruete está ―moralmente prohibido‖ de hacer juicios políticos, ―prohibido de poner su cachete‖ -de nuevo alude al poto o a las nalgas (cachete también significa nalga)- ―porque los comodines sólo sirven para los juegos de naipes‖ (criticándolo de ser un ―comodín‖, es decir, de haber estado en distintos regímenes políticos). ―Menestrón de arquitecto‖ (menestrón/ministro), luego se ―reclutó con los milicos‖, ―se quedó con Cuartelón‖ (por el ex-presidente Morales Bermúdez), ―apristón‖ y ―quién juega así con su cachete‖, no tiene para ―Camotillo‖ nivel moral para opinar en política‖. En este caso, la palabra ―cachete‖, de doble referencia corporal, a la cara y a las nalgas, ejemplifica los riesgos de la política. Cómo se usan los ―cachetes‖, lo más íntimo y sagrado, sugiere una manera de sacar la cara y de entregarse sexualmente. Si analizamos un poco más los mensajes políticos de ―Camotillo‖ encontraremos una ambiguedad constante. Para él sólo existen tres caminos políticos para el Perú de hoy: ―otro golpe militar, situación en la cual sólo veríamos comer a los milicos‖, pero como éstos no son ―cojinovas‖ (es decir, cojudos...), ―no quieren golpe porque las vacas están flacas‖. Podemos deducir, con la lógica de ―Camotillo‖, que si las vacas estuvieran gordas sí buscarían el golpe, para hacer ―su agosto‖. como ambicionan todos los políticos. El segundo camino es ―más peor‖: ―amarrarnos con los rojos, para que estemos tan felices como detrás de la Cortina de Hierro‖. Y el tercer camino es la democracia,‖ con los artistas, los populistas‖. ―Camotillo‖ sabe que ―estamos hasta el perno‖ en política, ―porque hay malos funcionarios, hay robo, hay coima‖, pero esto no es lo más importante porque hay libertad para enjuiciarlos, ―como lo hago yo, cada semana‖. El punto de partida sigue sin ser modificado: la política, incluso en el actual régimen, incluso con libertad, es sucia: robos y coimas, pero en este caso no está tan ―asado‖, ni le ―marca choro tanto choro suelto‖. 213 No dejan de ser recurrentes las expresiones de ―Camotillo‖ que mezclan el sexo con la política. ―Mis queridos pipi-richongos: ni de huaylas hay que tenerle miedo a nada, nadie se muere la víspera, sino en el día‖. La apreciación que Tulio Loza tiene de la virilidad y del valor, tiene estricta relación con la capacidad sexual: mientras que los cojinovas son los cojudos, los cojones son los testículos, los huevos, símbolo del valor. Testículos con las mujeres y huevos con los hombres, parece ser sulema en la lucha por la vida, sin tenerle miedo a nadie, ni a los terroristas, que lo amenazaron de muerte. Tulio Loza repite sin empacho en entrevistas personales que los peruanos son cobardes y maricones, que, en su opinión, a los peruanos les faltan huevos porque no enfrentan las situaciones. Su discurso se enriquece cuando Loza insinúa, de diferentes maneras, que entre la virilidad y el dinero existe un vínculo esencial: la frase ―un huevo de plata‖, para escoger la más sencilla y repetida, permite relacionar lo sexual con lo económico, ambos como garantía de potencia, de virilidad y de valor. En este país, cada vez más, hay que tener dinero para tener mujeres, y no miedo. Esta relación curiosa, pero recurrente en sus chistes -dinero, virilidad y valor-, es curiosamente lo que le falta a esta sociedad en su conjunto. DERRAMANDO LISURA En el camino de la insinuación a la grosería, está la lisura. En el caféteatro, Tulio Loza puede decir todas las lisuras que quiera sin límite alguno; no así en la televisión. Casi todos los cómicos afirman que la lisura libera al auditorio, especialmente a las mujeres, porque pueden oir en público lo que no pueden decir. El ―humor grasoso‖ de ―Camotillo‖ es coherente con la violencia que hoy existe en Lima y el Perú. Su filosofía del chiste es la del ―humor con golpe‖, para que duela, utilizando la lisura con frecuencia para agredir y humillar. A ―Piquichón‖ se le humilla; a la teleaudiencia se le humilla; puede que esto guste, puede que les guste escuchar la verdad, que les digan sus pobrezas y miserias. - ―Ud. siempre es el padre‖, le dice ―Piquichón‖; ―calla, concha...‖ le responde ―Camotillo‖. A diferencia de ―Nemesio Chupaca‖, las lisuras de ―Camotillo‖ no se refieren casi nunca a actividades sexuales o amorosas, sino a las zonas inferiores del cuerpo humano. 214 ―Si el pueblo no tiene pantalón ni calzoncillo, heme aquí, aquí heme, Camotillo el Tinterillo‖. Como todo lisurero, ―Camotillo‖ se defiende con lisura: ―¡ché, su madre! ¿cuál lisura?... ¡Nunca!, que se laven bien las del burro!!!‖. Así pone ―las cosas en su sitio: los oyentes son los que tienen la conciencia sucia cuando creen entender lisuras donde no las hay‖, dice ―Camotillo‖; pero de inmediato, añade: ―lávense las del burro‖, animal conocido tanto por las dimensiones de un falo como de sus orejas. Y Loza se apura en aclarar aún más las cosas: ―yo pongo mis chapas propias, mis frases propias‖, no uso lisuras, aunque todos saben que las insinúa como soporte de su humor. Las lisuras queman en la boca cuando no se pueden decir, y si existe el lema nacionalista ―Viva el Perú... Carajo‖ (recogido en un extenso poema de Jorge Donayre Belaúnde y llevado al disco en la voz de Luis Alvarez), que fuera utilizado por el candidato Bedoya Reyes del PPC en las elecciones de 1980, ¿porqué, carajo, los cómicos se van a quedar con las ganas?: ―qué tal con... ciencia.‖ Con los tiempos, la televisión va mostrando con más crudeza la realidad y el lenguaje cotidiano. Tulio Loza es en este sentido para bien o para mal un pionero, punta de lanza y audaz innovador. Cada vez más claras las lisuras; y, aunque no se ufana, lo reconoce, ―sí, yo la llevo.‖ Pero quien dijo una mala palabra, una lisura completa por la TV., todita, no fue ―Camotillo‖ sino ―Piquichón‖. ¡Vaya uno a creer!, justo a quien no lo dejan hablar. Un lunes, a mediados de 1983, ―Piquichón‖ se sale de su papel, pierde los papeles, totalmente, se pone liso como ―Camotillo‖, y empieza a hablar contra los políticos de izquierda, acallando a su jefe: ―Mercenarios, crean el caos y cobran en el Congreso, hay que darles una buena yuca, pero fresca como lechuga‖. Interrumpido por ―Camotillo‖ con una frase que termina en ...ierda, ―Piquichón‖ le responde con todas sus letras: ―ándate a la mierda‖. Toda la palabra se hace presente en la televisión, como en los teatros ―achorados‖, como en el café-teatro. ―Piquichón‖ de inmediato se retracta, pide disculpas, se pone sumiso: ―me mandé de hacha‖ le dice, y ―Camotillo‖, reasumiendo su papel, remata: ―calla cucaracha‖. 215 VIVA EL SEXO! ―NEMESIO CHUPACA‖ ESTA DE JUERGA El ―humor grasoso‖ de ―Camotillo‖, se modifica cuando‖ Nemesio Chupaca‖ saca a relucir toda la gracia de las palabras que invitan a mujer. Sí; ―Nemesio‖ es un personaje que ama a las mujeres, a su Ursula, a Orsola, a todas las que se le cruzan por el camino. ―Nemesio‖ no dice ―una ca... che.., te voy a dar‖, esas expresiones son para ―Camotillo‖, el ―recontrasado‖.‖Nemesio‖ es zamarro y pendejerete, y sus palabras tendrán la gracia de la picardía. UNA SITUACION APARENTEMENTE AJENA... Un detective privado, ―Chupaca‖, se dirige a la agencia de detectives dispuesto a enfrentar una tarea dificilísima, a la manera de la serie Misión imposible. Se presenta como ―Nemesio Chupaca Porongo‖, gran espía extra motor oil... Su atuendo es estrambótico y utiliza unos anteojos con lunas oscuras, donde, cuando le agarran la nariz, aparecen unas mujeres danzando.‖Agárrame la nariz‖ le dice al jefe de la agencia, ―agárramela otra vez‖ y en su cara de pícaro nos da a entender que le agarre otra cosa. ―Soy un espía que se pasa de vueltas, me ocuparé de esta gran movida‖. La movida, ―eso es lo que voy a hacer‖: movida como sexo y movida como pendejada, jugada astuta, zamarra, criolla. Cuando el jefe le habla sobre la ―movida‖, sobre la misión, Nemesio responde ―tengo voluntad para la movida‖. La historia, ―la movida‖, trata de una aventura con jeques y harenes, donde la hija del jefe ha sido raptada. ―Al jequetepeque por el jeque lo pongo en jaque‖, responde ―Nemesio‖ con naturalidad. Entonces, el jefe le dice que ―ellos tienen los planos (motivos de la trama) en su poder‖; ―Nemesio‖, como buen Nemesio gracioso, responde: ―tienen los pies planos por joder‖. De pronto, como el jefe es francés, claro, tenía que ser francés para dar el toque exótico, le dice Chupacá, y ―Nemesio‖ le responde Chupa-yá. Como buenos detectives, sacan una radio a través de la cual van a comunicarse a la distancia cuando ―Chupaca‖ vaya a cumplir su misión. Cuando el jefe francés le muestra cómo usarla y saca la antena, Chupaca exclama: ―uy, qué larga la tiene, es de largo alcance...‖ 216 En el momento crucial, cuando ―Chupacá-Chupayá‖ llega al harem del jeque donde está detenida la hija del jefe francés (―ay qué lindo‖, exclaman todas las mujeres, ¡qué lindo!!!‖ y ―Nemesio‖ responde: ―y eso que no me puse mi ropa de domingo‖), el desorden cunde en la trama de la historia, resolviéndose la situación por el juego de palabras. Luego de fricciones y bailes, donde ―Chupaca‖ hace de las suyas, llega donde la hija: ―en qué buena me has metido‖ dice ella, y ―Nemesio‖ responde ―yo no he metido nada‖. Y, juácata, los agarran a los dos, entonces ―Chupacá‖, de pronto se vuelve latino y se autotitula ―El Preso Número 9‖, vieja canción del repertorio del continente. Una vez en la cárcel, coge su radio y habla: ―Aló, sí, aquí KH3/AP/AP2/FRENATRACA‖, donde mezcla desde productos farmacéuticos con siglas de partidos políticos. Desde el otro lado, escucha la voz del jefe francés que le dice: ―hemos tomado Palacio‖, ―el karateka (por el presidente Belaúnde) no está aquí‖. Y súbitamente cuando ―Chupacá‖ y la hija están en la celda en pleno romance, aparece el jefe con sus tropas para liberarlos. Como recurso permanente, Tulio Loza le presta a ―Nemesio Chupaca‖ su capacidad de contar chistes, chistes colorados, rojitos, no rojimios. - ―Un hombre sale con un calzón en la mano y dice: 'busca puesto, pero debe llenarlo bien'―. - ―Cómo se aman los erizos‖ -pregunta a una rueda de amigos-: ―con mucho cuidado‖. - ―Qué le dice el timbre al dedo‖: ―si me machucas, grito‖. 217 218 CAPITULO VIII LOS PRINCIPALES TEMAS TRES COSAS HAY EN LA VIDA... 219 220 … LA RELACION HOMBRE-MUJER, LA JERARQUIA BUROCRÁTICA JEFE-SUBORDINADO Y EL PROBLEMA DEL DINERO Hurgar en estos programas ofrece un cúmulo de sorpresas. ¡Cómo no! La sorpresa es una característica básica de la comicidad. Sin embargo, estos programas tienen como característica principal la repetición. Su historia nos la ha mostrado claramente. ―En esto, por lo demás, el libro manda‖, nos dijo repetidamente un libretista al reconocer que la mayor parte de los libretos de hoy son versiones nuevas de los de ayer; y los de ayer, como ya vimos, se compraban ―al peso‖ donde se hubiese desarrollado más el género, principalmente en la Argentina. Pero no es ésta -la carencia de libretistas nacionales y/o de originalidad en el planteo de situaciones cómicas- la razón principal de la repetición. Más emparentada con el cuento y con la tradición oral que con la literatura y el teatro moderno, la repetición de situaciones, de personajes y de motivos de conflicto entre ellos, parece ser una necesidad inherente al género. El talento de los cómicos, por su parte, no parece estribar tanto en inventar situaciones nuevas, como en recrearlas en función de nuevos contextos sociales, a partir de los cuales adquieren sentido. Son los contextos los que, de una u otra forma, condicionan las características de los personajes y sus acciones, así como las situaciones concretas que los entretienen y les dan motivos para el desarrollo de su ingenio personal. Es interesante tomar en cuenta, para explicar la variación de los contextos de estos programas, los distintos lugares en los que . 221 se ubican sus principales situaciones. Desde la plaza pública (la misma desde la cual siglos atrás los juglares de feria llamaban la atención de los transeúntes) y, en general, la calle, los espacios abiertos, hasta su abandono en una sucesión de escenarios cada vez más privados y domésticos. En nuestros programas se suceden así la bodega de la esquina -o la esquina simplemente-, el callejón en sus diferentes versiones, el restaurant, el café, el bar, como lugares públicos, pero siempre vinculados a la familia y al barrio. Nos encontramos luego con las oficinas y lugares de trabajo de los sectores medios urbanos de cuello blanco. Nada de fábricas o de trabajo manual. Las oficinas públicas y dependencias administrativas oficiales han tenido presencia relevante en los últimos tiempos, así como las salitas, sencillas pero correctas, equipadas con todos los muebles y adornos propios de un hogar promedio de la realidad urbana, que es su referente principal. Los dormitorios y, más recientemente, el mismo lecho conyugal, completan este conjunto de escenarios que grafican muy bien la evolución propia del género. La abundante y profusa referencia coyuntural que desarrollan estos programas no es accidental. En realidad, ésta es una de las más socorridas vías de actualización de viejas situaciones protagonizadas por entusiastas descendientes de antiguos personajes. Las referencias constantes a la coyuntura política y social del país, en todos sus niveles y estamentos, y la utilización de expresiones lingüísticas muy recientes (el lenguaje de moda), elevan el factor novedad y el recurso sorpresa, favoreciendo el reconocimiento de uno mismo y de personajes públicos de hoy en una situación más cercana. Pero el tópico en discusión, así como los conflictos que enfrentan los personajes, son repeticiones, formuladas con mayor o menor calidad, y programadas con intuición y habilidad por los productores de estos programas. En la estructura de los programas actuales encontramos un sin número de situaciones repetidas a lo largo de la historia de estos programas en el país; pero también temas y situaciones que se repiten semanalmente, a veces durante largos períodos. En ocasiones dos programas en competencia tratan un mismo . 222 tema, y al mismo personaje en una idéntica situación: y el chiste con el que termina el sketch, está fraseado casi idénticamente, quedando libradas sólo al talento del actor la originalidad y vitalidad del mismo. Usualmente, los tópicos más recurrentes son los que propician un conflicto vital a resolver por la vía cómica. De los conflictos y atracciones, rechazos y necesidades, exaltaciones y negociaciones, semejanzas y diferencias presentes en los diferentes tópicos tratados reiteradamente en estos programas, existen tres muy representativos de la curiosa combinación entre lo mucho que se repite y está siempre presente, y lo mucho que se ofrece hoy como paliativo de la risa a los problemas de la salud, del dinero y el amor: aquellas tres cosas que hay en la vida y que canta el valsón con su tundete invariable. La primera tiene como referente principal el matrimonio y sus avatares. No se trata, necesariamente, del amor, sino de su caricatura: los excesos, los celos, la evasión. Las ―sacadas de vuelta‖, las disputas y las discusiones de pareja son el motivo fundamental. En estas situaciones participan también los novios, los suegros, los amantes, como personajes típicos e indispensables a los problemas propios de estas relaciones. La ubicación social predominante es cada vez más caracterizada como propia de la clase media presentada en sus diferentes variantes, a través de sus salitas, sus sofás o alguna esquina clandestina cerca al propio lugar de trabajo, cuando las relaciones son conla secretaria. El amor, esa bella palabra que invoca pañuelos y suspiros, no es el tema central de los programas de humor. El amor es el tema de las telenovelas, que conmueve a los espectadores de toda edad y sexo. En estos programas el amor no es mero motivo de parodias o burlas, sino de un análisis despiadado de los avatares degradados que de él se desprenden. El dinero constituye de manera diferente pero constante, una segunda preocupación central de estos programas, sobre todo en los que de una u otra manera se concursa y/o compite por un premio. Tal es el caso del programa de Augusto Ferrando, que, entre la música y la risa, tiene como mecanismo fundamental llevarse un regalo. El dinero es siempre en estos programas el resumen constante de una gran mayoría de las acciones de los . 223 sketches o situaciones. Las relaciones hombre-mujer están también contaminadas por el dinero, y resulta difícil diferenciar una de otra en tratamiento aparte. En las relaciones de trabajo y en las del amor, el dinero está siempre presente. Por último, las relaciones jerarquizadas de poder constituyen una réplica importante de la realidad social urbana de las oficinas, los pasillos de los ministerios, las gestiones en las entidades del Estado, la oficina de correos, etc., lugares predilectos para ambientar el humor de estos programas. Se trata, sin duda, del manejo de lo popular en los sectores medios encorbatados, de sueldo ajustado, de pequeños jefes, de subalternos, secretarias, porteros, clientes, que se ven envueltos en un conjunto de relaciones sociales jerarquizadas, de las cuales no pueden escapar. La evolución hacia los sectores medios se ve agudizada en estos programas cuando se presentan tres esferas de su vida diaria: el hogar (relaciones hombre-mujer), el trabajo (relaciones laborales), ambas enlazadas bajo las circunstancias de consecusión y uso del dinero. I. PALIZAS Y ARRUMACOS Como el triángulo clásico de los melodramas, estos programas giran en torno a las aventuras extra conyugales, como tema clave del humor. Estas relaciones parecieran reflejar directamente preocupaciones vitales de nuestra sociedad, especialmente en la ciudad, y sobre todo en los sectores medios. Podríamos construir una hipótesis sobre la base de la siguiente secuencia lógica presente en estos programas: el arribismo, en todas sus variantes, como característica sustantiva de quien aspira, a como dé lugar, a ubicarse en los sectores medios, genera la necesidad de complementar a la esposa (conocida como ―la señora‖ que está en el hogar, con los hijos, y cumple con las tareas domésticas) con la amante. En realidad, el ascenso social de una gran parte de los sectores medios urbanos no se decide ni conforma exclusivamente a partir de una mayor comodidad económica, sino por una mayor complejidad en el manejo de símbolos culturales y relaciones sociales. Para quien llegó a los sectores medios, el hogar le resulta estrecho para su realización individual, porque su mujer no tiene las mismas oportunidades que él para . 224 . alternar con nuevas relaciones; superada su condición de novia, su lugar está en la cocina, o en la cama, mientras no esté gorda. Una de las principales características de los hombres de éxito -que sirve como modelo a seguir-, es el reemplazo que hacen los esposos de su mujer por una juvenil belleza, que se fija en él a partir de su nueva situación. Uno de los casos más publicitados por la televisión y la prensa fue el del boxeador Carlos Monzón, que dejó de lado a su señora por la vedette Susana Giménez al obtener el título mundial de los medianos. Sin embargo, esta veta rica y variada, que tiene como denominador común el hecho de mirar como mujer a la que está fuera, y como estorbo a la que está dentro de casa, no sirve para plantear el hecho de la separación. Ese no es tema de humor, ese es tema demasiado dramático, válido para una telenovela. La separación de cuerpos y almas, el divorcio y sus trámites, la herencia y la educación de los hijos, no producen una pizca de humor; al contrario, son garantía de lágrimas y suspiros. El humor, en estos casos, reposa en la picardía, en la aventura, en las ganas y el prestigio de salir con otra mujer, sin alterar su vida conyugal. ―La casada es ella‖, es una famosa frase del espíritu criollo masculino de nuestra sociedad, que quiere decir que la que está prisionera en su hogar y en el matrimonio es la mujer, pero no el hombre. ¡Qué va; al contrario! El hombre, el verdadero, es aquél que está constantemente piropeando, seduciendo a la secretaria, a aquella que está en la calle y puede ser ―levantada‖. El matrimonio y la familia es, no obstante, el contexto privIlegiado para que se lleven a cabo las relaciones entre el hombre y la mujer. No es por accidente que un programa de larga historia en la televisión argentina y peruana lleve como nombre Matrimonios y algo más. El matrimonio es más que una institución, una cárcel para la pareja, una jaula en el zoológico de los sentimientos y pasiones del hombre y la mujer. - ―Mira compadre‖ -exclama uno de los personajes de este programa- ―mi matrimonio es como la nación: el Ministro del Interior es mi suegra; el Ministro de Economía es mi esposa y el Ministro de Turismo es mi hija‖. 225 - ―Y tú eres el Presidente‖, le responde incrédulo su interlocutor. ―No, ¡qué va!, yo soy el pueblo que lo aguanta todo...‖. El matrimonio es así: la síntesis del amor, donde el amor muere. Lo interesante, sin embargo, es que el tipo de matrimonio que presentan estos programas es cada vez más el de los sectores medios, el de los empleados y los profesionales. En Matrimonios y algo más, se lo presenta como un engranaje aceitado en su más descarnada cotidianeidad. El matrimonio no sólo es un contrato por lo civil, sino que funciona de manera evidente como una rueda sin fortuna en la esfera de lo doméstico. Ese programa nos muestra a una joven esposa que realiza sus tareas diarias: pone las tazas, sirve la mesa, levanta la mesa, lava las tazas. Cuando llega el esposo preguntando si está lista la comida, ella responde, gritando, que sí, que ya puede sentarse, sin ocultar su cólera. Esta cólera se quiere presentar como propia de la mujer de los sectores medios, en la antesala de la conducta feminista reciente en el país y que hace su aparición cada vez más en este tipo de programas. Incluso puede verse aquí una corriente de humor que se proyecta cada vez más hacia los sectores de altos ingresos en relación a la vida matrimonial. En uno de los sketches de Matrimonios y algo más, una esposa le cuenta sus cuitas a su amiga. Lecuenta que su esposo -un ejecutivo muy moderno, por cierto- se ha comido un reloj y tiene su vida programada desde el desayuno hasta las diez de la noche, en que se acuesta para dormir. La vida ordenada y programada descarta lo esencial de la vida y del humor: el sexo. Pobre chica, pobre mujer, pobre esposa. A ella sólo le dedica un minuto. Su protesta tiene eco en su amiga quien decide actuar. Después de una conversación con el marido, logra convencerlo de que decida que lo operen y le saquen el reloj. Desde entonces éste modifica su horario, para incluir una dedicación sexual a su esposa cada dos horas, de día y de noche. El otro extremo es la única alternativa al inexorable abandono de la esposa por el trabajo, los amigos o la amante. Los principales personajes de estos programas son casados y tienen aventuras extraconyugales. Podemos citar a ―Nemesio Chupaca‖ y su esposa ―Ursula‖, a ―Federico Lanserote‖, o al . 226 novio/esposo ―Fortunato‖. Los tres, a su manera y con distinto éxito, están constantemente envueltos en escenas de ―sacada de vuelta‖. Curiosamente, no hay posibilidad de presentar escenas ―de cuernos‖ en las cuales el hombre sea el engañado, posibilidad que generaría el rechazo del público y lesionaría la moralidad más conservadora. ―CHUPACA‖ Y ―URSULA‖ Este cholo, que ha sufrido una gran transformación con el correr de los años, suele aparecer en la televisión con su esposa ―Ursula‖, pero responde ante cualquier mujer con naturalidad, saludablemente: hembra que ve, hembra que sigue, sin cuidado por la que tiene en casa. Las relaciones de ―Nemesio Chupaca‖ con su esposa ―Ursula‖ son armoniosas; no hay peleas, no hay disputas, ella no lo tiene en jaque averiguando dónde va ni con quién. Al contrario, ―Ursula‖ es dulce, comprensiva y fiel. Las aventuras de ―Chupaca‖ nunca la involucran. El las tiene por su cuenta, con prescindencia total de su esposa, y se comporta con acierto. No las busca, las encuentra. Son como la tentación que se asume con naturalidad. Generalmente ocurren de improviso y adquieren un toque de modernidad desconcertante, tratándose de ―Chupaca‖, con su ancestro indio, chontril y lorcho. Esto no quiere decir que ―Ursula‖ sea tonta y no sepa castigar con energía las ligerezas de su marido, pero lejos de ser fiscalizadora, su actitud es permisiva y cariñosa. En estas escenas ―Chupaca‖ deja de ser un poco ―Chupaca‖, el personaje se esfuma para mostrar al mismo Tulio Loza, que sale en pantalla un poco tal cual es, con su terno, su corbatita, su panzita, su risita, poniendo en acción sus habilidades de seductor. Los encuentros no tienen prolegómenos, de pronto se encuentra con una mujer en un parque y están sentados en una banquita: ―mi chelfa‖ le dice, ―un chupete, dos dientes de oro, acá en el quetejedi‖; en otras oportunidades la escena es más audaz, como la vez aquella en que entreabre una puerta y se encuentra a una atractiva mujer que baila sola, le explica que entró ―porque la vi abierta..‖ (la puerta) y él es el cobrador de la casa. La Yuca (cuya connotación en el país denota sexo; ―nos metieron la yuca‖ es decir, nos engañaron). Una vez dentro, . . 227 Tulio Loza prosigue: ―he venido... se me viene...n... malas ideas... por unas facturitas...‖. En esta oportunidad ―Nemesio Chupaca‖ es conocido ya no por el ―gringo‖ Williams de antaño, sino por el ―gringo‖ Julián, que olvidando su condición de cobrador empieza a bailar con la mujer. ―Que bien mueve la cocktelera‖ exclama Tulio Loza, ―págame en efectivo‖, y la mujer acepta. Cuando le da un beso -ambos empiezan a divertirse y quedan en ropa interior-mientras ella le dice: ―te doy la cuota inicial‖. Súbitamente ―Chupaca‖ recapacita y dice: ―voy a traer a mi socio‖. ―Tráigalo, nomás‖ dice la mujer, y aparece Guillermo Campos, el feo de la película poniendo su peor cara. ―Chupaca‖ remata el sketch, diciendo: ― ¡Al rey de la puna le van a vender llamas!‖. Recién con esta frase ―Chupaca‖ recupera su verdadera personalidad referida al hombre de los Andes, al serrano. Chupaca no es sólo un mujeriego, también es alguien que sabe comportarse con las mujeres y no se deja engañar por ellas. Ya es un lugar común en la literatura peruana la imagen de la mujer que, utilizando sus encantos, hace de las suyas con los hombres, a quienes roba o engaña. Pero a ―Chupaca‖ no le pasa eso, porque él es, en una variante moderna y musical, como la de este sketch, el serrano a quien ya no le hacen el ―cuento del tío‖. ―Chupaca‖, por supuesto, no evade el reto: va a la hembra cuando ella está; es más, se comporta a la altura de los acontecimientos, baila raro, pero con mucha gracia, y su rostro expresa diversión e incredulidad ante los ritmos modernos. Por último, él es quien la engaña, mandándole a su feo socio y saliendo bien de la escena. ―Nemesio Chupaca‖ no es la persona infiel por prestigio social o aburrimiento conyugal; ―Ursúla‖, por su parte, es cariñosa y, lo más seguro es que se resigne a esta conducta de ―Chupaca‖: ―Chopaca‖, al fin y al cabo, es su hombre. A ―Ursula‖, no se le pasa por la cabeza ―sacarle cuernos‖ a su marido; esa idea no responde a una necesidad corporal ni social. Ella está feliz, como es, como está. Es una madonna gorda, de pelo rubio pintado, buenísima, casera, sencilla, hasta ingenua. A ―Chupaca‖, en su condición de esposo, tampoco se le ocurre que ella, su mujer, podría tener una aventura; si esa remota posibilidad ocurriese, le rompería todos los esquemas. Para ―Chupaca‖, ―Ursula‖ es el símbolo de la mujer: no le hace problemas, nunca lo cuestiona, y si por casualidad se enterase de las . 228 aventuras de su ―Chopaca‖ hasta lo admiraría, porque en esas aventuras hay prestigio, prestigio social, ya que involucran a mujeres jóvenes, bonitas y modernas, que no son como ella, sino de otra escala social. Las aventuras de Tulio Loza guardan relación con la actitud personal que tiene ante las mujeres y el sexo, casi, casi como comer, como cambiar de camisa, suave, como el jabón, se desliza entre ellas, sin ocurrírsele que eso podría molestar a su ―Ursula‖. Esta idea se ve reforzada cuando las aventuras de ―Chupaca‖ suceden en ambientes exóticos, distantes, como el señalado líneas arriba, con una mujer que se contorsiona en un departamento al ritmo de la música moderna, o en un harem, con tules y bailes de los 7 velos. Las aventuras extra conyugales de ―Chupaca‖ no se pueden asociar a lugares populares, ni a mujeres de procedencia social provinciana o de los sectores medios limeños. Por lo general, las mujeres de ―Chupaca‖ son la antítesis de su esposa: mujeres modernas (por su vestimenta o costumbres) que sí tienen la posibilidad de hacer el amor por el amor mismo, sin remilgos, ni malas conciencias. Casi podrían representar a las ―gringas‖ que se acuestan con el primero que les gusta, según la concepción del criollo, y ante las cuales, como buen criollo, el hombre responde al reto. ―Chupaca‖ no es un seductor: él ―se encuentra‖ a las mujeres ―que se le mandan‖, mujeres que le hacen el camino fácil, ante las cuales no necesita de prolegómenos ni de la capacidad del ―amante latino‖ para llevarlas al lecho de un hotel. Allí está su gracia. LA ETERNA TRAVESURA DE FEDERICO LANSEROTE ―Federico Lanserote‖, el ―Jefecito‖, es un caso distinto que el de ―Nemesio Chupaca‖, cuando de aventuras se trata. ―Federico‖ está casado con una mujer que no tiene nombre propio, es simplemente ―la esposa‖ y lo tiene constantemente vigilado; está en guardia ante cualquier intento de que su marido se escape con ―Chelita‖, su secretaria. A diferencia de ―Chupaca‖, ―Federico‖ tiene en ―Chelita‖ a la única mujer de sus aventuras. La relación entre ambos se apoya en que él es el jefe y ella su secretaria; ella es gentil no sólo porque le guste, sino por jerarquía; coquetea, pero no sólo por placer, tal vez por obligación. En ese sentido, ―Federico‖ es para la teleaudiencia un seductor de segunda mano, forzado, . 229 que no cumple su rol a cabalidad y lo hace como parodia. ―Federico‖ representa a la persona ―que quiere pero no puede‖, y ―Chelita‖ es la mujer que se deja estar tal vez en busca de algún provecho. A diferencia de ―Nemesio Chupaca‖, las aventuras de ―Federico‖ incluyen siempre la presencia de su esposa. Ella nunca es indiferente y está dipuesta a intervenir desde el hilo telefónico, mediante el cual se entera de las intenciones de su esposo. ―Federico‖ es una persona que no quiere separarse de su mujer, pero que aporta a sus aventuras con ―Chelita‖ una serie de planes a futuro. Le dice lo que podrían hacer, le comenta sus proyectos en caso de salir bien. Sus planes no son, por cierto, muy santos. Implican un engaño a su esposa, no sólo amoroso y sexual, sino económico. Planea desfalcos, secuestros, semi-robos, para poder zafarse e irse con ella. ―Federico‖ es, en esencia, inmoral. Todo vale, pero nada le sale bien. ―Por la mermelada‖, en expresión de ―Federico‖, es capaz de todo, haciendo muy difícil de diferenciar si su acción trae consigo desembarazarse de su esposa, escapar con el dinero o huir con ―Chelita‖ por amor. ―Federico‖ no ama a su esposa. Cuando ella está secuestrada, se alegra, y planea todo a partir de ese suceso. Pero ella siempre logra capturarlo y humillarlo, ya sea golpeándolo a carterazos, desvistiéndolo en la vía pública o arrojándole huevos en la cara. En uno de los sketches ―Federico‖ planea, por ejemplo, un autosecuestro de 30 millones, y aunque le diga a ―Chelita‖ que él es ―su cachetoncito del alma‖, cuando hacen los brindis por la idea que, se le acaba de ocurrir, ―lo hacen por su afecto, su amistad y por el gran negocio‖. La actitud de ―Chelita‖ es diametralmente opuesta a la de ―Ursula‖, la esposa de ―Chupaca‖. Mientras ―Ursula‖ es la esposa de la casa y del hogar, ―Chelita‖ es la chelfa, la mujer de la calle, la hembrita que se debe seducir. Entre los prejuicios comunes del ambiente burocrático de las oficinas públicas en el país, está la idea generalizada de que la secretaria es propicia para ser llevada a la cama. Esta idea se ve reforzada con los condicionamientos raciales que se han expuesto en otro capítulo: la secretaria suele ser ―la cholita‖ y el jefe ―el blanquito‖. Ambos entablan una relación desigual, en el supuesto de que la primera desea ascender, casarse con un blanco, y el segundo aprovecharse de esta situación sin hacer mayor esfuerzo. 230 ―Federico Lanserote‖ no es, en definitiva, el gran galán, porque no está ―sacándole la vuelta‖ a su esposa con una mujer blanca, moderna, un hembrón que motive el asombro, la envidia y el elogio entre sus compañeros de trabajo, sino con una ―cholita o una morenita bien potable‖, pero que no es más que eso. Además, el único testigo de sus aventuras es un pinche: ―Felpudini‖, un don nadie, con su visera de tramitador de documentos de poca monta y su saco a rayas de pretencioso sin gusto. El ambiente de la oficina, de otro lado, reduce el ámbito en que estas situaciones suelen darse en la sociedad peruana, que suponen el traslado físico de los blanquitos a los barrios populosos de la ciudad. De esa forma, ―Federico Lanserote‖ tiene a su ―cholita‖ cerca, a su ―Chelita‖, bien delgadita, arregladita, simpática, coqueta, a quien puede pretender. Sin embargo, la relación entre los dos es turbia, no amorosa en el sentido clásico de pasión honesta o sentimientos nobles, capaz de emocionar a la platea, por más extraconyugal que sea. Se trata de una relación que incluye, por parte de ella, también una manipulación de la situación: aprovecharse, obtener ciertos permisos, trabajar menos horas, en fin, hacer otras cosas sin él, pero a través de él. ―Federico Lanserote‖, a su vez, es un personaje ambiguo, porque si bien responde a la imagen de un jefe de segunda categoría, también, en ciertas ocasiones, refuerza su atractivo a partir de una sólida posición económica. ―Lanserote‖ habla con desparpajo de millones, de empresas, de status, pero a diferencia de ―Chupaca‖ sus aventuras no son producto del azar: al contrario, es un obsesivo carnal que nunca logra su objetivo. LA ESPOSA CELOSA Y EL CASADO PALOMILLA El amor para el humor está desagregado en dos esferas: en el romance de los pretendientes y en el hogar matrimonial, con el ingrediente de los celos femeninos, las escapadas de los maridos, y ―las pisadas‖ de la mujer. Las dimensiones psicológicas principales se expresan tanto a través de los celos, de la disminución física del hombre, de su conducta don juanesca, y de la estrecha vinculación afectiva con la madre. Los celos matrimoniales sí que son un tema de humor. Celos enfermizos, carcelarios, dominan la mayoría de las escenas ma. 231 trimoniales en estos programas. Esto se explica porque ninguna de las mujeres casadas es bonita: al contrario -son como ―Ursula‖, como ―Leonor‖, como la esposa de ―Federico Lanserote‖- gordas, feas, entradas en años, simples, verdaderas pesadillas para cualquier hombre medianamente inteligente, un suplicio, un Gólgota. Entre los cónyuges ya no hay posición ni entendimiento intelectual; sólo parece haber rutina, costumbre, pero que ninguno de los dos quiere romper. La aventura masculina no significa dejar a su mujer; sólo significa que quiere vivir, ser libre, tener una chelfa guapa a su costado, pero siempre regresa a casa, a su esposa, con una resignación que no excluye la alegría. Esta ambivalencia no deja de ser curiosa, porque, también en estos programas, está presente el ―esposo pisado‖, altamente representativo de un estereotipo de marido en la sociedad peruana. La imagen del ―esposo sacolargo‖ se asocia directamente con la madre, muy presente en estos programas: el esposo cuando regresa, sobre todo en el caso de ―Leonor‖, lo hace como si regresara al regazo materno. Ella es, obviamente, gorda, en el fondo bonachona y comprensiva, y le perdona siempre sus aventuras, como si fuese su hijito, su lindo hijito, y ella su dulce mamá. ―La celosa‖ es un sketch de Risas y Salsa, interpretado por Alicia Andrade y Guillermo Campos (actores que siempre representan a la gorda y el feo, respectivamente). Ella hace el papel de la esposa guardiana y él de un caballero supuestamente atractivo. ―Leonor‖ no hace otra cosa que perseguirlo y decirle cosas agradables cuando está en casa: ―acurrúquese a este pechito‖ (que muestra sus dos enormes senos), pero al mismo tiempo indaga: ―el olor de tu ropa... por qué tartamudeas, boludo‖. Los argumentos son breves y tienen en el malentendido la base del humor. En realidad él no es un don Juan, sino que sus amigos siempre le hacen bromas, como por ejemplo, rociar en su ropa el perfume de la muchacha que acaba de contratar como secretaria en la oficina. El nudo de la acción llega a su clímax cuando la secretaria llega de visita a su casa y huele como él:‖ ¡es el mismo perfume!‖ exclama iracunda ―Leonor‖ y él se disculpa ante la secretaria explicándole que ―cuando mi señora está cruzada... cualquier cosa puede pasar‖. Explicada la broma, ―Leonor‖ se vuelve hacia su esposo y lo colma de caricias: ―arrebatador‖ le dice, ―estampa varonil, exótico, combinación . 232 de lord inglés y bestia, mi muñeco, el hombre más bonito del mundo‖. Otra vez, por supuesto, el humor tiene su base en la contradicción de los sentimientos y el físico de los personajes. Ambos son feos, ella gorda y él con cara de espantamuertos, pero sumidos en la más violenta pasión de los celos. Pero el tema de los celos llega a su clímax con la pareja de ―Federico Lanserote‖. Son tales los celos de la esposa, que llegan a modificar la conducta de su marido no sólo en su casa, sino en la oficina, considerada casi ―como un motelito‖, el lugar de sus caricias y arrumacos con su ―Chelita‖. A través de unos micrófonos ocultos logra intervenir, escuchando sus conversaciones, tipo escándalo Watergate; así la esposa lo obliga a cambiar totalmente su conducta fuera del ámbito del hogar: es decir, convierte a su oficina en la casa, y a ―Chelita‖ la transforma en ―la esposa‖. Por ejemplo, ―Federico Lanserote‖ deja de llamar a su secretaria ―Chelita‖ y lo hace como señorita Chela. Cuando ella se acerca encaramelada exclama indignado ―soy don Federico‖ o ―el Señor Gerente‖. De pronto, se convierte en un hombre duro que deja de darle permisos y la amenaza con que, si no lo obedece, ―tendrá que atenerse a las consecuencias, según ley‖. Prohibe los cotorreos y chismes propios de los empleados: ―no debe haber nada fuera de los intereses de la compañía‖. El espionaje de su esposa ha modificado totalmente su conducta, e incluso es ella quien se permite tratar a la secretaria desde su condición de mujer legítima: la llama ―cara de toffee‖ o ―anchoveta en tiempo de guerra‖. De pronto, la secretaria es la fea y ella la bonita; ―Federico‖ es su ―cachetoncito‖, como si fuese su amante, y ella la ―palomita‖. Al final, el dominio llega a tal extremo que a partir de los celos, el control de la esposa sobre su marido es total; y vemos al pobre de ―Federico‖, al ―Jefecito‖, probando todos los micrófonos que ella ha instalado en la oficina para vigilarlo: ―el uno, el dos, el tres, probando probando...‖. EL SACO LARGO Y EL SAPO CRIOLLO Pero el hombre no siempre goza de mejor condición. El matrimonio para los muchachos de barrio es una jaula. El ―saco largo‖, ―el pisado‖, el ―machucado‖, son un tipo de marido protagonista de estos programas. Uno de ellos ―Lucas‖, interpretado por Antonio Salim en un sketch de Risas y Salsa que. 233 ría tal vez representar la idiosincracia del esposo latinoamericano, entre su esposa y su mamá. La primera lo tiene totalmente ―pisado‖ y la segunda lo protege como gallina a su polluelo. ―Lucas‖ recurre a su mamá y huye de su esposa; las disputas finales son entre las dos mujeres y ―Lucas‖ es sólo el motivo de las discusiones, una persona desprovista de la capacidad de enfrentarse a las circunstancias. El extremo opuesto del Don Juan está puesto de manifiesto por personajes como El hombre invisible, que curiosamente representa el mismo actor, Antonio Salim. Esta es la historia del hombre que desaparecía, se convertía en fantasma, para poder agarrar a las mujeres. Era, como en las fantasías de los primeros años de la adolescencia, la posibilidad de ver desnuda a una mujer en el baño, sin ser visto. Como el clásico reprimido sexual, El hombre invisible puede hacer todo con las mujeres pero no conquistarlas como hombre, porque no existe. Este Gasparín criollo, zamarro, no tiene el encanto, la inteligencia ni la pinta para seducir a una mujer; desprovisto de físico, sólo muestra su incapacidad de poder hacerlo. Este tópico está también presente en un sketch de Te mato Fortunato, cuando varios hombres descubren unos anteojos que permiten ver a las mujeres en paños menores. No se trata de la incapacidad de El hombre invisible, sino de la ocasión de aprovecharse de un instrumento para acercarse al sexo. Antes de comprar los anteojos, cada uno de los personajes se los prueba, y uno le dice al otro, ―estás casado, tienes cara de casado‖, dando a entender que se lee en su cara las ganas de ver a través de los anteojos. Claro, un soltero empedernido como ―el padrino‖, personaje representado por Jorge Montoro, es a pesar de su edad, un ―chapalotodo‖, un ―cachalote‖, que no necesita de los anteojos; en cambio el casado, este sí, está fregado y a la primera, ¡zaas! pierde los papeles. Sin embargo este último programa, de toques modernizantes, permite que las mujeres, por descuido o casualidad, también vean a través de los anteojos. Sin embargo hay decepción: aquellas les sucede lo contrario que a los hombres, ellas se desmayan. No se sabe si sus desmayos son porque los hombres desnudos son feos o porque no están acostumbradas a verlos así. Mientras los hombres quieren ver más y más, las mujeres se desmayan: aunque, de todas maneras, se empeñan en ver, y al final . 234 . del sketch las vemos a todas tumbadas, unas encima de otras, por la gran impresión. BLANCO Y RADIANTE ESTA EL NOVIO El novio, en cambio, otro sketch interpretado por Adolfo Chuiman, lleva como protagonista de la situación al sujeto pendenciero; es el eterno novio, un zángano que no piensa trabajar, y menos casarse. Entre ser novio y esposo, radica la gran diferencia entre el astuto y el imbécil. Para la mujer, en cambio, es a la inversa. No se trata exactamente de Rosita la Soltera, pero como en el Lenguaje de las Flores, la novia tiene que medir muy bien sus acciones para llegar al matrimonio antes de marchitarse como aquella... En este toma y daca está el humor: seducida y abandonada sería demasiado mediterráneo, demasiado sol, demasiada pasión desencadenada; el humor criollo se queda en algo mucho más tibio, en el novio palomilla que la hace larga, que se aprovecha, que no trabaja, y hace puros firuletes. A diferencia de El hombre invisible, ―el novio‖ sí saca la cara, ―su instrumento de trabajo‖, y cuando Alex Valle (el padre de la novia) intenta pegarle por su conducta, responde: ―en la cara no, en la cara no‖,preservando su pinta, aquello que le permite ser como es. Mientras se es soltero -porque el novio es, ante todo, un soltero- se puede ser ―un vividor‖, un pendenciero, alguien que la pasa bien; una vez casado, se convierte en el ―pisado‖, en el ―saco largo‖. Cómo si no, entender al ―Padrino‖ o ―Chapalote‖ del programa Te mato Fortunato, el eterno soltero feliz, que ve pasar con indiferencia y sabiduría los problemas conyugales de los otros personajes. Este ―viejo verde‖, que está siempre acompañado por muchachitas en el hotel Country Club o el Carusso, es la feliz encarnación del soltero en nuestro medio, de quien la supo hacer. Además, su nombre es ―Chapalote‖, que quiere decir que puede chapar, agarrar, coger a los lotes, y los lotes son los ―lomos‖, las hembras, las mujeres. Este ―padrino‖, cuyo estilo sugiere reminiscencias de la maffia italiana y le atribuye un rol por encima de las cosas, capaz de proteger y decidir sobre el destino de las otras personas, es sin embargo, mucho más local, casi como ―el tío‖, la persona buena gente, soltera, que se aprovecha y goza de la vida. 235 Las muchachas lo invitan y él responde ―no, no... no puedo decirte que no‖. ―El padrino‖, de Te mato Fortunato y ―el novio‖ de Risas y Salsa, son los dos extremos de la imagen social del soltero. El primero, como decíamos, es un viejo sabio, cuya relación con las muchachitas en flor es eso, sexo sublimado pero intenso, que goza del placer de la compañía femenina, pero no establece ninguna relación continua. ―El novio‖, en cambio, está ad-portas del matrimonio, y va a dejar de ser soltero para ingresar a las terribles cuevas del pisito conyugal. De allí su esfuerzo por mantenerse en esa condición, y nada mejor para llevar a cabo su cometido que no trabajar, ser un zángano por excelencia. Como todo novio que se jacte de serlo, éste debe ser un excelente vividor. ―Abelardo‖, uno de los novios de Matrimonios y algo más, es una continuación del ―novio‖ de Risas y Salsa. ―Llegó el autogol‖, exclama cuando su suegro irrumpe en la sala en la cual visita a su prometida. ―Atorrante‖, le grita el suegro, indignado por tanta flojera. ―Hace diez años que visita a la nena, y nada‖. Luego viene el típico comentario sobre la comida -recurso también utilizado en los sketches de Risas y Salsa- para demostrar que el novio es un vividor, un zángano, alguien que está engañando a su hija. ―Ya comí, pero quiero más‖, exclama ―Abelardo‖. Y la novia irrumpe, junto a la madre: ―dentro de diez minutos estarán los fideos‖. ― ¡Fideos no, fideos no!‖, grita indignado ―Abelardo‖, ―todos los días es lo mismo...‖. Por último, de improviso, ―Abelardo‖ se decide y le pide a su prometida una ―prueba de amor‖. Como este programa ya se permite licencias y sutilezas propias de los sectores medios, los espectadores tienen derecho a pensar que va a exigirle ―una entrega por amor‖, cuando en realidad se ha quitado la camisa, la camisa, sólo para que se la planche, ¿qué mejor prueba de amor? Este personaje tiene que establecer adicionalmente una relación continuada con una mujer (su novia) y al mismo tiempo con otro personaje típico: el suegro. Mientras el personaje es soltero, el suegro cumple el papel principal: casado ya, es que aparece la suegra como el símbolo de la antimujer. Según ―Fortunato‖, a la mujer hay que tratarla como a una rosa, una orquídea, ―la mujer es la flor de la naturaleza, la madre, la esposa, la hermana... ¿La suegra?, la suegra... claro, también hay flores que son carnívoras‖. Es importante recalcar que ―Fortunato‖ . 236 Ha olvidado adrede a la mujer que no está en los status mencionados, a la mujer-mujer, de lo cual podríamos deducir que, en ese caso, ya no es flor, sino carne: flor sólo es como madre, esposa o hermana. ―El novio‖, de ese modo, establece relaciones intensas tanto con su novia como con el futuro suegro; la principal preocupación del padre de la novia es que el futuro esposo de su hija la mantenga económicamente bien, que sea alguien que trabaje, con status y prestigio. A diferencia del suegro, la suegra aparece en estos programas cuando la pareja está ya casada. Se supone, y con razón, que el padre sólo se preocupa por su hija mientras no está casada; una vez que se consuma la relación, desaparece de su mente, y a veces de su bolsillo, el motivo de preocupación. En ese preciso instante es que surge la suegra en escena, como una especie de confidente de las relaciones maritales. Pero también lo hace, como lo hacía ―el novio‖, de una manera interesada. Mientras se sea novio se es un vividor o un ―recostado‖, pero cuando se convierte en el marido, la suegra asume ese rol. El marido, en todos estos programas, es un excelente saco largo, un ser idiotizado, cuando no cumple el papel del que ―saca la vuelta a su mujer‖. ―Lucio‖, uno de los personajes de El dedo, tiene una suegra a la que llama ―elefante‖. Ella vive con la joven pareja y no los deja ni a sol ni a sombra. La suegra interfiere en todos los momentos pero, sobre todo, concentra su atención en las finanzas familiares, tal vez como una revancha por lo que hacía el esposode su hija cuando sólo era novio. En uno de sus más recientes roles, Adolfo Chuiman, protagoniza Avelino y su negocio, sketch en el cual está presente este trío: los dos novios y el suegro. La muchacha está ansiosa porque su novio debe llegar anunciándoles que ha conseguido trabajo, mientras el suegro afirma ―que va a traer un hambre deasilado político‖, ―Don Picho, Don Pichón‖, exclama Avelino al entrar, y el viejito le responde indignado: ―Pepe o Pepito‖, así nomás puedes llamarme, ―Tobías, porque te llamas To...bías, tuabía... todavía... no encuentras chamba‖. El novio es el gran pícaro: quiere su comida, que su Carmencita se la prepare,‖un tatu-tacu, su vaina así, su apanao, su calentao‖. Ya no hay dudas: la trama gira no sobre el amor, sino sobre el dinero. 237 ―¿Y el trabajo?‖ pregunta el suegro, y no sale de su asombro cuando Avelino le responde que es El Rey del Volante. El ansia de grandeza y ascenso social del suegro se hace presente en la fantasía de imaginar a su yerno trabajando en la fábrica Maserati, en las Escuderías Alfa Romeo, corriendo al lado de Fitipaldi, un Negocio de Arriba, mucho Circuito. Pero de inmediato duda y aparece otro lado mezquino de los hombres, cuando piensa: ―se quiere aprovechar, como vienen mis beneficios sociales, éste quiere morder de allí‖. Una vez más, el supuesto amor de los novios es reemplazado por el engaño, los turbios deseos, las ganas de aprovecharse, de evitar el matrimonio. El Rey del Volante, sólo iba a ser el mejor distribuidor de votantes. Entonces, entre los dos, lo arrojan de la casa a empujones, expulsan al ―mal partido‖. DE PAPA MANOLO A TITO EL DOMINADO Adolfo Chuiman es el principal actor en ocasiones importantes del programa Risas y Salsa; como el criollo bacán, soltero, en El Pícaro, y como ―Tito‖ en el Departamento compartido, parodia de la película La pareja dispareja. En el primero es ―el rey del mambo‖, un joven netamente urbano que tiene como acompañante de aventuras a ―Machucao‖, que, como su nombre lo indica, está totalmente opacado por el ingenio y el desparpajo de ―Manolo‖ ante cualquier circunstancia de la vida. Como recurso clásico de la literatura, para que la inteligencia, la belleza o el ingenio puedan sobresalir, estos sketches necesitan de la simpleza, de la fealdad: de ―Machucado‖. Sherlock Holmes, el famoso personaje de Conan Doyle, tiene como acompañante al Dr. Watson, un hombre de menores luces que el famoso detective. Para que ―Manolo‖ pueda ser El Pícaro verdadero del sketch, necesita de la compañía opaca y simplona de‖Machucao‖. Las bizarrías de ―Manolo‖ involucran necesariamente a la mujer, que en este caso es la víctima de sus engaños o estafas. En estos sketches la mujer es una persona anónima, encontrada casualmente por ―Manolo‖; no sabemos nada de su vida y resulta útil en la trama para que el popular ―Manolo‖ haga de las suyas y se convierta en el héroe de su barrio. Las peri. 238 pecias de ―Manolo‖ hacen que se encuentre, unas veces arriba, otras abajo, casi en el fango, pues es una persona que no tiene trabajo fijo y vive a salto de mata. Sin embargo, es la persona que sabe llevarla, salir adelante y que busca a ―Machucao‖ cuando está en situaciones difíciles y necesita ayuda. ―Machucao‖, en cambio, es una persona que intenta ―regenerarse‖ trabajando en un horario y en un puesto estable. Sus encuentros suelen mostrar dos actitudes distintas ante la vida, pero ―Manolo‖ posee el don de la persuasión y siempre logra convencerlo. De este modo, cuando ―Machucao‖ acepta participar en alguna de las picardías de ―Manolo‖, se convierte, irremediablemente, en su ―punto‖, en su víctima: saldrá mal de todas maneras. En un sketch que puede ejemplificar los principales rasgos de estos personajes, ―Manolo‖ está en una cantina con unos impresionantes anteojos ahumados y con tres botones de la camisa abiertos. El ambiente de bulín está garantizado por la música y la presencia de varias personas alrededor de las mesas. ―Manolo‖, apoyado en el bar, observa cual lince qué puede suceder cuando, ¡justo!, hace su aparición ―Machucao‖ que viene acompañado por unos compañeros de la empresa donde trabaja. ―Manolo‖, inmediatamente, trata de convencerlo para que lo ayude, ―yo tu maestro, el que te hizo hombre‖ le dice cuando ―Machucao‖ instintivamente se niega. ―Manolo‖ le cuenta que ha estado de mal en peor de: ―choro (ladrón) en el Callejón del Buque‖, de ―vendedor de chancay en La Colmena‖, no puede abandonarlo, no puede dejarlo así, porque en definitiva: ¿‖quién soy yo y seré siempre, con quién estás y estuviste? ¡Con Papá!‖. Manolo representa, en su relación con ―Machucao‖, a la persona que se quedó en un modo de vida propio de los adolescentes cuando, pasados los años, los demás compañeros de juerga y picardía han sentado cabeza o pretenden hacerlo. Es común en los barrios populares del centro de Lima que el paso de la juventud a la adultez motive un cambio de símbolos en el comportamiento y en la referencia a distintos valores culturales y sociales: el bacán juvenil empieza a perder consistencia cuando pasa el tiempo y la mayoría decide pasar a otra forma de vida y ―claudicar‖, en cierto sentido, de lo que hacían en las pandillas cuando eran jóvenes. El criollo bacán -necesariamente joven- se aferra entonces a seguir viviendo como tal y se ve obligado a . 239 recurrir a argumentos nostálgicos, o a plantear como irremplazables los valores propios de esa edad. Entonces ―Manolo‖ le cuenta su plan. A diferencia de ―Federico‖, que se lo cuenta a su secretaria ―Chelita‖, con un vago trasfondo de romance, ―Manolo‖ se lo propone a su compañero ―Machucao‖. Se trata de la recompensa por una hija raptada que tiene tres lunares y una cicatriz en la nalga izquierda. ―Machucao‖ debe vestirse de mujer (otro elemento cada vez más frecuente del humor de estos programas) para poder cobrar la recompensa, haciéndose pasar por la hija. Para eso, gran parte de las escenas consisten en transformarlo en mujer y pintarle los tres lunares en el muslo. La preocupación central es el dinero, la recompensa: ―el medio palo‖ ofrecido, ―la guita‖, ―la mermelada‖. Una vez vestido de mujer ―Manolo‖ le dice ―igualito es compadre‖ cuando pretende arreglarse en exceso: ―ponte mosca‖, ―mosca‖, y ―Machucao‖ protesta: ―ya pues hermanón‖, aludiendo con esta expresión varonil y de barrio a una contradicción con lo que el teleespectador está viendo: la imitación procaz y grotesca de una mujer. El desenlace es el esperado: cuando los padres de la hija raptada están a punto de aceptar a ―Machucao‖ como su hija, la verdadera hace su aparición desconcertando a todos. Mientras ―Manolo‖ se da a la fuga, ―Machucao‖ intenta mostrar la cicatriz en la nalga izquierda, y es descubierto, golpeado y humillado. Recientes programas de Risas y Salsa muestran a Adolfo Chuiman en otro rol, totalmente distinto al de ―Papá Manolo‖. Se trata de ―Tito‖, un turbio personaje, separado de ―Margarita‖, que suele estar sumergido en las tareas domésticas y constantemente aparece como travesti. De aquel pícaro-bacán, Chuiman pasa a representar al exesposo pisado, con delantal, que limpia la sala y le tiene pavor a su exmujer. Ella, curiosamente, es bonita, joven, desenvuelta, y no tiene ningún reparo en pegarle cada vez que puede. A diferencia de los criollos netos, ―Margarita‖, está en la calle y ―Tito‖ en la casa; los papeles se han invertido y la mujer rompe con las concepciones tradicionales de los sketches del programa que la colocan como la celosa, la engañada, la esposa fea y simple. En departamento compartido, ―Tito‖ aparece limpiando, luciendo corbatita michi, chaleco y delantal, por supuesto; más que marido, parece un eficiente mucamo de hotel. En ese mo. 240 mento aparece ―Utropio‖ (interpretado por Antonio Salim ), le cuenta que se ha quedado en la calle, que su mujer lo abandonó, y le propone a ―Tito‖ reemplazar a su esposa porque su mamá va a llegar y no quisiera que lo encuentre solo. ―Tito‖ se niega, ―soy un hombre‖ exclama, pero luego acepta y lo disfrazan de Periquita. Cuando llega a casa, la mamá de ―Utropio‖ le pide que le de un besito a su mujer: ―dale un besito en la boquita‖. ―Ya guarda, guarda...‖ le responde ―Tito‖. En esos momentos hace su aparición ―Margarita‖ y le pega e insulta: ― ¡es un taparrosca!‖ dice parafraseando un comercial sobre gaseosas con tapa rosca y que estaba en el aire con gran éxito por aquella época; pero lo que importa es que lo insulta: es rosca, rosquete, maricón. LA FEMINISTA Tal vez sea poco ortodoxo afirmar que el feminismo es un ingrediente del humor en estos programas de la televisión; pero lo cierto es que Te mato Fortunato, dentro de su preocupación por arribar a los sectores medios, por hacer un programa moderno, ambientado en lugares más bien selectos de la ciudad, trae consigo un personaje con aires feministas. La concepción de este programa propone una trama única a través de episodios que se suceden aunque no tengan necesariamente que ver entre sí. Los episodios más importantes por el tiempo que tienen en cada programa, se concentran en las situaciones protagonizadas por ―Fortunato‖, su esposa ―Ruth‖ y sus aventuras; otro por ―el padrino‖ (o ―chapalote‖) y sus amiguitas; y, por último, una pareja, más bien seria, siempre peleando, discutiendo temas alturados y sin comunicación alguna entre sus miembros. Esta última pareja, secundaria en relación a ―Fortunato‖,constituye una novedad: se trata de un marido que en lugar de salir con otras mujeres intenta entender a su mujer y sus reivindicaciones, pero también quiere consolidar sus ideas tradicionales sobre lo que debe ser el matrimonio: es decir, la mujer debe estar donde la naturaleza la ha confinado, en la cocina y el dormitorio. Lo otro no equivaldría más que a forzar sus leyes elementales. 241 Pero ella no acepta estas ideas sobre el matrimonio. Es una mujer moderna, guapa, bien vestida, sin aspavientos, gorduras, ni aretes deslumbrantes. El, un caballero de mediana edad, con bigotes, terno y corbata, o bien vestido a lo sport. Tienen un Volkswagen como muchos en Lima. entran y salen de su casa, no se habla de hijos, de domésticas, ni de peluquerías. Lo que se escucha es: ―que me anulas como mujer‖ y ella es ―una mamacita para la gente de la calle... casada con un infeliz‖. Sus inquietudes por lograr una independencia, por ―ser‖ mujer, la llevan en una ocasión a intentar integrarse a un grupo de baile. Por supuesto que el encargado de estos grupos de danza, muy de moda en Lima hoy, gimnasios con música, adelgace usted bailando, en un afeminado. Es lo normal, lo moderno. ―Levanten más las piernas, cualquiera diría que han tenido una noche agitada‖, les reclama, indignado. Cuando su esposo se entera de sus deseos de superación artística, no entiende nada y la reduce al simple rol de bataclana. Ella teme el papelón, ―yo no puedo triunfar‖, le dice, en un acto de debilidad femenina, pero él dale que te dale, sólo le preocupa una cosa: ser cornudo porque ella se ―exhiba encueros‖. Estamos lejos de la celosa ―Leonor‖, de la esposa de ―Federico Lanserote‖ o de la comprensiva ―Ursula‖: esta mujer es de polendas porque no discute como ―Margarita‖ con ―Tito‖, su antecesora inmediata, que lo abandonó, o como ―Chelita‖ la secretaria –solteraespíritu de amante del jefe, que saca provecho de la situación. No: acá estamos -sin mucho humor- en la discusión dentro del matrimonio, sobre el matrimonio. En este mismo programa hay también concepciones mucho más despercudidas y machistas sobre lo que es el amor y el sexo. El hermano de ―Ruth‖, la esposa de ―Fortunato‖, (―mi hermanito, el bebe'', o sea el ―atorrante ése, de 25 años‖, como lo llama ―Fortunato‖) acaba de embarazar a la flaquita de la bodega de la esquina y hay que ayudarlo a salir del problema en que se ha metido. Claro, para la familia se trata de una mataperrada que nada tiene que ver con el amor. La idea de que debe casarse es rápidamente descartada por el cónclave familiar. Por tradicional, esta posibilidad es quizá válida para quienes van a la iglesia de la Virgen del Pilar. Pero para ellos, no funciona. Además, . 242 ―esa flaquita, es una mayorista de novios, han habido 5 antes que él, entonces que otro cargue con el hijo‖. El tema es, más bien, propio de una telenovela, El derecho de nacer, por ejemplo: pero en busca del humor produce más un diagnóstico frío que puede ocasionar algo de risa. Lo curioso es que todos. ―Fortunato‖ y ―Pocho‖, su cuñado, cuando conversan ―entre hombres‖ y las mujeres después, cuando participan de las discusiones, piensan que ―la flaquita‖ es la culpable y la conducta a seguir es el viaje, la desaparición o el olvido. Ya hablarán con el padre de la muchacha y lo entenderá... Sin embargo, el tema del feminismo vuelve a aparecer con insistencia. Aunque el retruque final vuelva a ser machista. En Matrimonios y algo más, la feminista adquiere por fin una personalidad más cuajada. La actriz, encargada de representar este estereotipo es Claudia Danunert, quien hace verosímil un tipo de actitud feminista. Pero la feminista viene con trampita en este programa, cuando se encarna en la hermana de una esposa totalmente esclavizada. El caso de la esposa puede tener un cierto aire a época superada, pero con la presencia de la hermana/feminista las escenas encuentran su complemento polémico. El esposo está, por cierto, echado en la cama un domingo a las once del día. La esposa llora desconsolada porque tiene que hacer todo el trabajo y no recibe cariño ni atenciones. La hermana/feminista reclama de ella una acción decidida, ―al menos que tenga alma de mujer‖. ―¡Si este esposo fuera mío...!!‖, exclama constantemente. Le pide que reclame sus derechos, que reivindique su condición, su verdadera condición de mujer. Después de discutir en la sala, ambas ingresan al dormitorio donde yace el guerrero en reposo, y lo despiertan a gritos reclamándole que se levante y haga el mercado, que trabaje en algo de la casa, que no sea un... Recuperado de la primera impresión, el esposo no es débil y se defiende pone ―las cosas en su sitio‖ y ordena que le sirvan el desayuno rápido. Su esposa obedece y sale entre lágrimas del cuarto y, para su desconcierto, con la aprobación de su hermana/feminista. Una vez solos (y en la cama), la hermana feminista desata su pasión ante el asombro del marido: ―si este esposo fuera mío‖, repite pícaramente apachurrándolo. La presencia reciente de este estereotipo de mujer responde a la intención, cada vez más obvia, de ―modernización‖ de estos programas, planteando situaciones más propias de los sectores . 243 medios urbanos. La feminista suele ser aquí la mujer casada (o no) que se rebela ante las reglas tradicionales de la vida conyugal. Su presencia, sin embargo, se relaciona con las escenas conyugales más clásicas que, sin ser las de Ingmar Bergman, están muy bien localizadas en Jesús María o Miraflores. HOJITA DE TE Los programas cómicos de televisión reflejan el temor común en la costa del Perú de ser o parecer un maricón. En ninguna esquina de barrio, en ninguna dependencia pública o centro de educación se admite abiertamente, así nomás, a un homosexual. Muchas son las palabras para designarlo. Una de ellas, bastante antigua y sofisticada, es ―hojita de té...‖. Su sutileza ha quedado reducida al silbido propio que la acompañaba y simplificado su sentido: maricón, homosexual, rosquete. En la televisión, por cierto, no se usa ninguna de las múltiples y groseras palabras que tiene el argot criollo para nombrar al homosexual, aunque en los cafés-teatros, sí. Los gestos amanerados, sin embargo, lucen todo su esplendor en las pantallas de la televisión y son motivo constante de los chistes que cuentan en Humor redondo; los actores cómicos de mayor calibre, a su vez realizan frecuentemente versiones criollas de travestis. En Humor redondo el gordo Cassaretto y Miguelito Barrazano pueden con su genio: la mayoría de sus chistes reflejan muy bien la obsesión popular por el tema. ¡Ellos no son maricones, qué ocurrencia!, apenas terminan el chiste; ponen voz varonil y toman distancia, ―hacen su aclare, sacan su cuarta‖. Un buen contador de chistes es siempre buen criollo y el buen criollo jamás es maricón. Les toma el pelo, los imita, eso sí, pero no es como ellos. Miguelito Barraza cuenta un montón de chistes de maricones, pero una vez terminados, aclara que nada que ver, que con él no van esas cosas. Igual sucede con el ―Ronco‖ Gámez y Guillermo Rossini. Cuando Adolfo Chuiman imita al peinador Chocco -conocido como ―Choclo‖-: concluye su imitación de un golpe: ―eso se pega‖ dice y se aleja rapidito. Los maricones suelen aparecer en los programas cómicos a propósito de imitaciones o como eventuales colaboradores para el mejor desarrollo de un sketch. 244 En el primer caso, se toma como punto de referencia a personas que son ―asumidas públicamente‖ como afeminados o amanerados, sean o no homosexuales. Por lo general, son personas que no asumen el criollismo como valor de su vida, como por ejemplo Pablo Madalengoitia, imitado por Guillermo Rossini en su sátira El centro de notitas (por el Centro de Noticias), donde no sólo imita su voz a la perfección, sino que exagera sus ademanes. El actor teatral Osvaldo Cattone es otra de las víctimas, frecuentes de este tipo de sátira, y es conocido en Risas y Salsa como ―Osvaldo Cuetone‖. Los cantantes Raphael y Miguel Bosé no pueden tampoco escapar a las burlas de los imitadores nacionales, especialmente cuando están en giras por el país. Tal vez en relación directa con una moda internacional generada a través de los grandes medios, la tendencia a presentar personajes femeninos interpretados por actores ha tenido un notable aumento. Tulio Loza hace lo propio con frecuencia, interpretando a ―Doña Lucha‖, una ―viejita‖ buena, coqueta, ingenua, que le gusta bailar, mover el huerequeque, acercarse a los hombres. El caso de Chuiman es mucho más extraño, porque después de representar al ―Papá Manolo‖ -un bacán machista- encarna constantemente roles de mujer o de homosexual. En una oportunidad, en Risas y Salsa se presentaba una imitación de Pocho Rospigliosi entrevistando al entrenador de volei nacional, Man Bo Park. El asunto no pasaba de ser una imitación del programa deportivo que conduce Rospigliosi, hasta que hizo su aparición Chuiman, vestido como marica, deschavado, camisa abierta, collar inmenso, peinado hacia adelante, pantalón apretadito. Se trataba de una imitación del peinador Chocco, ―Choclo Couffiure‖. Aparece en el set justo cuando ―Karate Manbo, qué rico manbo‖ le explicaba a Pocho que si quería ―hacía puré a una de las chicas‖ (del volei). ―Choclo‖ lo interrumpe diciendo: ―es un chino machista, está resentido conmigo‖. Man Bo Park amenaza con irse -‖esto no me gusta‖- y cuando ―Choclo‖ insiste: ―chino pegador de mujeres desarmadas, eres un machista‖ termina explicándole a Pocho el nuevo deporte, ―el juego de los ñocos‖. Cuando Pocho entiende de qué se trata el juego, ―Choclo‖ le pregunta: ―¿Te gustó?‖ Al final del sketch, Chuiman/‖Chocco‖ termina peleando con ―el feo‖ Guillermo Campos (que hace de boxeador Rocco) totalmente amariconado, hasta caer noqueado. 245 En Matrimonios y algo más la atracción de presentar personajes femeninos protagonizados por hombres llega a su cúspide. En uno de los sketches del programa aparecen cinco o seis ―mujeres‖ entre jóvenes y viejitas. Todos son actores vestidos de mujer que actúan, hablan y se contorsionan como tales. ―Los hombres las prefieren rubias‖, dice una de estas gatas pintarrajeadas con una inmensa peluca. ―Creí que me ibas a encender (el cigarro) con el fuego de tus ojos‖, dice otra gata cuando un joven llega a la casa a recoger a la menor, a quien ha conocido en el ―fútbol rápido‖. Cuando la pareja abandona la sala, las demás bailan desatadas, gritando a coro a este único hombre en escena: ―señor jugador de fútbol, métame un gol a mí también‖, agitando en el aire, y mostrando a la cámara con su mejor y más provocativa sonrisa, un banderín del club Alianza Lima, el club de los negros más famosos del Perú. En el caso de Adolfo Chuiman se trata, con frecuencia, de imitaciones de cantantes afeminados. Miguel Bosé es uno de sus favoritos. Bajo el nombre de Miguel Nosé, Chuiman juega en dos planos. Uno de ellos se da en una entrevista que concede al periodismo local y el otro cuando actúa cantando y bailando. En ese plano, Chuiman/‖Nosé‖ baila jugando con el micro entre las piernas, contorsionándose con un pantalón apretado y un polo naranja. En el transcurso de la entrevista que sigue a su actuación, no entiende cuando le preguntan si es gay, pero se irrita ( y se afemina) cuando su mánager le articula el oído que gay quiere decir maricón. Como el hippie, el ―raro‖, la oveja negra de toda la familia, la feminista y el homosexual son los representantes de cierta modernidad que estos programas empiezan a privilegiar. Los afeminados aparecen, justificados, en el mundo del espectáculo, de las luces, de los grandes círculos del jet set, donde no cuenta principalmente la familia, antes que en los sectores medios o populares de Lima. ¡Allá ellos! parecen decir estos programas, si les gusta o se les ve contentos: pero en el fondo desagradan, no gustan y por eso es mejor burlarse de ellos. Las insinuaciones que las mujeres hacen sobre la homosexualidad de los hombres, llamándolos incluso maricones, son un notable índice de la evolución que van teniendo estos programas, por decir lo menos, antes más recatados y restringidos al mundo . 246 popular. En los escenarios de la pequeña burguesía, e incluso en lugares más sofisticados, se justifica, se ve como ―normal‖ que aparezcan homosexuales o mujeres que se refieren a los hombres (a sus ex-esposos o novios) como ―taparroscas‖. En este caso, la mariconada es un insulto abierto, sobre todo porque atenta contra la virilidad y proviene de una mujer. El hombre criollo puede ser cualquier cosa: feo, gordo: pero nunca ―atrasado'' ni maricón. Es más: cuando la mujer insulta al hombre diciéndole maricón, lo hace porque éste asume una pose de debilidad, no sólo física, sino económica. En el sketch de La pareja dispareja, ―Tito‖ (otra vez Adolfo Chuiman) hace del ex esposo abandonado y pisado, sin trabajo y que limpia la casa. Ha perdido todo prestigio, está alicaído, pobre, bajetón, y por lo tanto ha perdido su virilidad, su dinero, su posición. La mujer puede llamarlo, entonces. ―taparrosca‖. La mariconada aparece, por otra parte, como signo de modernidad, de liberación, de asumir la ida cosmopolitamente; en las ciudades conservadoras ( como Lima) rompe prejuicios muy hondos, sobre todo en la cultura popular y en los sectores medios. La alta burguesía puede permitirse incluso, desde esta concepción, muchas más liberalidades: la mujer que tiene relaciones extraconyugales es ―liberal‖ y no ―pampera‖: así como el hombre puede ser maricón de verdad y encontrar su círculo sin que le fastidien la vida. La modernización paulatina de los sectores medios -que se refleja en estos programas- podría explicar en parte la aparición constante del homosexual, pero no su incorporación y, por lo tanto, se burlan de él, y con él de todos los ―raros‖, los artistas y cantantes peculiares, los personajes públicos reconcentrados y serios, que para los criollos, muchas veces, por serios son maricones, así como el ―chancón‖ del colegio era, qué duda cabe, un excelente rosquete, porque leía mucho, porque escuchaba música clásica, o porque iba al teatro. Algunos ejemplos literarios y artísticos nos han mostrado cómo se ubica al homosexual en nuestro país. Vargas Llosa, en Conversación en la Catedral, nos da un buen ejemplo cuando Zavalita descubre que su padre tenía relaciones homosexuales por boca de su chofer, el negro Ambrosio: el típico caso del homosexual camuflado, de las altas esferas sociales, donde el poder y el dinero van junto a la política y las intrigas. Al otro extremo, encontramos en Los amigos, corto cinematográfico . . 247 de Francisco Lombardi, que forma parte de Cuentos Inmorales, al negro popular que por accidente se descubre maricón, al fin de un encuentro de antiguos compañeros de colegio: una imagen novedosa, y por novedosa desconcertante; porque la idea que vende nuestra sociedad es que los de arriba, en su sofisticación, pueden ser maricones, pero en los sectores populares donde la familia y las relaciones heterosexuales son sagradas, jamás. Lombardi desconcierta al espectador presentando al negro, al más fuerte de los amigos, como el maricón. Para guardar las distancias, es mejor reconocer que hay maricones y presentarlos como motivo de burla o insulto; como a todos aquellos mundos cerrados y difíciles, tal como el de las elites intelectuales en el país, que no se entienden, que no se pueden asir. Hablar y comportarse con maneras no usuales merece el calificativo de raro, maricón; para no ser tal, hay que evidenciar distancia con ellos a través del lenguaje, ¡qué mejor que la jerga y la lisura! Un cómico nos contó la anécdota de Don Jacinto Benavente, el dramaturgo español, de quien cuentan que era homosexual. Preguntado en una entrevista de manera abusiva cómo había comenzado a serlo, contesto: ―preguntando, hijo, preguntando‖. Dicen también que en otra oportunidad cuando caminaba por Madrid, un grupo de adolescentes empezó a silbarle: volteando con dignidad, Benavente les dijo: ―cuidado muchachos, así empecé yo‖. El temor adolescente, el nerviosismo que explica la aparición agresiva tan frecuente del motivo homosexual en el humor y los chistes de los programas de la televisión nacional, merece atención muy especial. Los cómicos lo saben muy bien. 2. LA AUTORIDAD ENCORBATADA El universo cotidiano de los sectores medios en los programas cómicos de la televisión tiene una ambientación recurrente y expresiva en el mundo de las oficinas y los burócratas. Esta amplia y heterogénea capa social -de difícil medición y cuya presencia oscila entre la entelequia y su chocante imposición realse hace sentir cada vez más en la ciudad: el empleado, la secretaria, el jefe y el jefecito se encuentran entre los principales prototipos de estos programas. Como una versión aparentemente irremediable del orden de la vida, desde el que está más arriba . 248 hasta el que está más abajo, toda la escala tiene un ordenamiento rígido: hay quienes mandan y quienes obedecen. Ya no se trata exclusivamente de los pobres y de sus ambientes tugurizados y barriales, sino de una escala jerarquizada de relaciones sociales de poder y subpoderes, de órdenes y obediencias, sostenidas por criterios formales que deben ser respetados. El lenguaje, en ese sentido, contribuye a un rebuscamiento exagerado, un trato complicado y oscuro entre las personas, que a veces se queda en la superficie, y que se presta a lograr eludir una solución bajo el recurso del ordenamiento burocrático. El mundo de las oficinas funciona también como la prolongación del hogar. Si bien los sketches se ubican por un lado en la casa de los personajes, y de otro en la esfera laboral, la intimidad del primer contexto y el supuesto anonimato del segundo van encontrando, sin embargo, profundos lazos y traen como consecuencia que la oficina sea, muchas veces, el lugar de la intimidad, así como el hogar, el sitio de las formalidades. Para ―Federico Lanserote‖, por ejemplo, la oficina es el lugar de sus pasiones amorosas: allí, entre los trámites y las alfombras, rodeado de teléfonos, intentará encontrar su intimidad. En esta ambientación las caracterizaciones étnicas de los personajes van perdiendo importancia, a diferencia de las ambientaciones populares o callejeras. No importa tanto si se es cholo o no, blanco o blancón, zambo zamarro o negro pillo; lo que verdaderamente importa es en qué lugar de la escala burocrática está uno, cuál es su poder, su autoridad, su capacidad de dar órdenes. En ese sentido, surgen otras reglas de juego que reflejan, en síntesis, las que reglamentan la conducta en el país, a partir del ―dime quién eres y te diré como te trato‖, con el respaldo del poder y el dinero. Estamos en el mundo de las formalidades pequeño burguesas -con todo lo triste y ridículas que puedan ser- vestidos con ternos y sastres, que exigen un lenguaje escogido. Es obvio que detrás de estas situaciones cómicas está la idea común de que el ascenso social de los sectores medios se da principalmente en la burocracia: allí está la trocha en el follaje, los cuerpos que se deben pisotear, los cadáveres que deben dejarse de lado. La burocracia estatal se guía por los cánones formales e informales que la gobiernan y su aprendizaje resulta fundamental. 249 En ninguno de los sketches que tienen lugar en ambientes como las oficinas aparece la viejita por jubilarse o el señor que malgastó sus mejores años en esos lugares; no, la burocracia en estos programas tiene la vitalidad de la esperanza del ascenso social, el tema del dinero suficiente y siempre seguro, del poder nada definitivo pero permanente, de las órdenes nada trascendentes pero escritas, pero también de la habilidad y la destreza en el manejo del reglamento, en el empuje, el empujón, y el serrucho. No es un mundo muerto, tiene el encanto de la juventud, que busca finalmente hacerse de un sitio que la haga respetable. Entre las distintas posiciones a las que es posible aspirar, los programas cómicos parecen hacer obvia la preferencia por el rol de jefecito de rango intermedio, que puede ―darse aires degran cosa‖, ínfulas, como dicen las mujeres: el rol de secretaria, que con su inteligencia y coqueterías al jefe puede ―lograr algo‖; también hacen obvias las tácticas de los ―ayayeros, de los sobones y de los traferos‖, todos siempre en guardia, siempre diestros, siempre pícaros: es decir, criollos, aunque pasen como ―puntos‖. Lo importante y significativo de las ideas básicas de estos programas, es que se ven respaldadas por las opiniones de la mayoría de los actores cómicos, que, en cierta medida, representan en propia vida los avatares de sus personajes. Se trata de personas que han logrado un prestigio y ocasionalmente un real ascenso social y económico, y que se ven en la obligación de presentar con humor las situaciones conflictivas que produce vivir en este nuevo estrato social. Subir, subir, hasta donde se pueda, es casi una obligación, una necesidad de crecimiento, de expansión, de encontrar un equivalente político y moral en la sociedad peruana. Ninguno de los personajes goza ciertamente de la aprobación absoluta del público, se comparte el drama y la ambivalencia de la conducta, aunque no se justifique su actividad, poco ética pero conveniente a sus fines. Con el Gran Jefe, el ―jefecito‖ debe ser sumiso, pero con los ―pinches‖, se presenta como el Gran Jefecito. La secretaria debe coquetear al jefe para salir adelante: aunque no sea su gran amor, debe hacerle creer que lo es. El ―pinche‖, por último, mensajero o portapliegos, debe crear sus propias intrigas para no quedarse en la calle. 250 EL ―DR. CHANTADA‖ Y SU INSPECTOR AYAYERO No es accidental que los nombres de los personajes tengan relación directa con su manera de ser. Tal es el caso de los coimeros, ayayeros, sobones. Las características mencionadas son una temática recurrente en los programas, y van a ser el motivo principal de humor, así como el tema de la vida extra-marital lo es en los sketches sobre el amor conyugal. Los nombres funcionan a manera de santo y seña, de presentación del prototipo de los principales personajes que pueblan los pasillos, los ascensores y las oficinas de los ministerios. El ―Dr. Chantada‖ es, por ejemplo, uno de los casos más representativos de lo dicho. En el Perú la palabra ―chantada‖quiere decir algo así como ―siéntate‖, ―quédate quieto‖, ―pon tu plata‖, ―te agarraron‖, y permite asociarla con la coima; ―chántate‖, ―cáete‖, ―ponte‖, cuando se trata de una diligencia que, por supuesto, no es gratis, sino que permite agilizar los trámites por vías paralelas e ilegales. La coima en el Perú, como en muchos países latinoamericanos, es una institución vinculada a la ciudad y a la burocracia. Para nadie resulta un secreto que la coima genera sus propias reglas de juego, sus fajos por lo bajo, sus propinas, sus regalos: porque si no, de otro modo, la cola inmensa y la ventanilla inmunda serían el único desganado interlocutor de nuestras gestiones. Tan amplio es el sentido que tiene la palabra ―chantada‖ en el vocabulario nacional, que incluye la connotación sexual: ella revela una especie de posición incómoda ―entre la espada y la pared‖, cuando alguien se encuentra en una situación límite y no tiene manera de escapar. ―Chántate‖ le dice el hombre a la mujer cuando la obliga a hacer el amor: ―tuve que chantarme‖ dice un hombre cuando fue asaltado, emboscado, o estuvo en una situación límite: ―me chanté‖, es decir, ―no había más remedio‖. Alex Valle representa a uno de los personajes típicos de la burocracia nacional: al inspector. Supuestamente este cargo quiere decir que se está al lado de la ley, del orden, de los valores sacros de nuestra sociedad anónima y jerarquizada. Alex Valle interpreta a un viejito de saco y corbata que podría estar en uno de los tantos pisos de un edificio estatal: su apariencia . 251 es la de un funcionario enérgico y rígido, serio y compuesto, ciudadano decente, que cumple la ley al pie de la letra. Pero cuándo, cuándo se habrá visto que un criollo en la concepción nacional reúna estos atributos; corresponden entre los estereotipos posibles, al de un lord inglés, o al de un idiota o ―monse‖. El criollo nacional, en el mejor de los casos, se hace pasar por ―punto‖, o sea una persona leal a los dispositivos vigentes. En este caso preciso se trata, justamente, de un farsante, de alguien que se hace pasar por un correcto inspector. Pero, claro está, acá en el Perú, un inspector es todo lo contrario, y al que diga que no, ¡ya verá! La única diferencia entre este personaje y los inspectores de la aduana, por ejemplo, es que éste no usa anteojos ahumados ni tiene facha de maloso, para exteriorizar su pequeña pero importante autoridad. El inspector de Risas y Salsa tiene la presencia de un jefe formal, pero que tiene encima a otro jefe, al verdadero: al ―Dr. Chantada‖, quien da sentido al sketch. En realidad, el inspector sólo es un jefe de rango medio, obedece al Gran Jefe: es su eco, su representación física. En el fondo, es un tramitador de las órdenes superiores, que en la mayoría de los casos deben ser modificadas de acuerdo a la conveniencia del ―Dr. Chantada‖. En una ocasión, el inspector de la Compañía de Teléfonos empieza diciéndole a la muchacha, muy guapa: ―estoy acostumbrado a ver llorar a mucha gente, pues han venido mil solicitudes de línea telefónica antes que Ud.‖ para, casi luego, asumir una postura de sorpresa, al comprobar que la mujer resulta ser la esposa del ―Dr. Chantada‖. Entonces empieza el típico intercambio de frases ―sobonas‖ como ―que rico perfume tiene‖, y cuando la señora le ofrece coima, el inspector se la devuelve, ―su plata no vale‖, le dice; pero al final acepta cuando le insinúan que ―es para su carrera, para su gasolina‖. En este caso, está representando al burócrata ―coimero y sobón‖, características que, por lo general, van juntas. Por otra parte, ―la vara‖, típica ―institución‖ nacional, está vinculada al mundo de la empleocracia: los sectores medios vendrían a ser los meros tramitadores, los jefes de segundo rango, los jefecitos, de los intereses políticos y económicos de la alta burguesía, que también necesita de estos canales formales. El ―tarjetazo y la vara‖, el nombre y el parentesco, todavía tienen vigencia. Los ministerios y los jefes existen como corredores sin alfombras, para que éstos se lleven a cabo. Este inspector, in. 252 solente al principio, como en todo pequeño poder, cambia de actitud una vez que conoce el nombre de la persona que viene a hacer su trámite. En una oportunidad le dice a una de las personas ―que regrese a su pueblo, que ya arreglaron la carretera, que es una saboteadora, que va por muy mal sendero‖, pero apenas recibe la tarjetita en la cual dice que es pariente del ―Dr. Chantada‖, surge ―una amistad que nos acerca‖. La primera reacción no sólo expresa el desdén que estos funcionarios tienen por las personas anónimas, sino por los provincianos, que carecen de dinero, de poder. Además, en este caso, cuando menciona el ―mal sendero‖, está aludiendo al movimiento terrorista que convulsiona al departamento de Ayacucho. Pero, cuando se entera que es pariente del jefe, todo cambia, y aparece el típico pañuelo del inspector, el pañuelo del sobón, que limpia asientos, escritorios, trajes, cuerpos, etc. ―FELPUDINI‖: TRABAJA POR LO BAJO ―Felpudini‖ es el felpudo, el personaje de abajo, que anda por abajo, y que todo el mundo pisa siempre. Vive arrastrándose, pero alterna su sumisión característica con la maquinación y la intriga. Alejado de las relaciones de poder, asume que es un don nadie, un poca cosa, pero no se amilana y saca provecho de ser visto como el enemigo pequeño. A diferencia del inspector, sumiso con el ―Dr. Chantada‖ y fuerte con el débil, ―Felpudini‖ no necesita de ese doble rostro: él sólo tiene una alianza que le da ―poder‖, una extraña alianza que va más allá de los linderos de la burocracia, con la esposa de ―Federico Lanserote‖, su‖ ―jefecito‖. Su conducta debe, pues, explicarse a partir de esta lealtad y sociedad con ella. ―Felpudini‖ es quien desbarata siempre las relaciones entre ―el jefecito‖ y su secretaria: a veces utiliza un método por el que trata de aparentar que lo hizo sin querer, pero frecuentemente es un ardid tramado para hacerlo caer. ―Lanserote‖ tiene al enemigo en su oficina. Su pinche es quien lo hostiga. El débil es quien vence al fuerte. Su astucia lo lleva incluso a utilizar a la secretaria para sus fines, y muchas veces entre los dos traman contra ―el jefecito‖. Se trata acá de una situación inversa: los de abajo controlan los hilos del poder sobre una debilidad del jefe -su atracción por la secretariaaunque muchas veces tampoco se sabe si la ama o sólo quiere ―un plancito‖. 253 Entre los cuatro personajes se entablan siempre relaciones falsas: todas las caras son dobles, mentirosas, con argucias y engaños. Entre ellas, la de ―Felpudini‖ es la más clara: es un felpudo, no puede llegar más abajo y por esto es capaz de cualquier cosa. Su alianza con la esposa de ―Lanserote‖ es una manera de mantenerse en el trabajo, de tener poder, de no ser sólo ―Felpudini‖. Todo él es la imagen de la mentira: traiciona, rehuye, escapa, acepta castigos y humillaciones, pero triunfa, y eso es lo que queda. ―Felpudini‖ es el típico ―serruchador‖, pero no para escalar posiciones sino para mantenerse en la propia: éste es su recurso de defensa y supervivencia en el mundo jerarquizado de la burocracia. Mientras los otros aspiran a subir, y por eso soban y son ayayeros. ―Felpudini‖ es una hiena acorralada que recurre a la intriga para no morir, para no perder su condición de último lugar de la escalera. El no soba, se humilla: no halaga, se calla: maquina por abajo porque conoce -por su oficio de portapliegos-los recovecos de los pasillos. Escucha siempre las conversaciones detrás de la puerta, husmea a los grandes, o supuestos grandes, conoce los chismes, es chismoso, eso sí, chismoso, intrigante, informado, que no está en las nubes, ¡nunca en las nubes!, siempre en los pasillos, con su vicera, su saco a cuadros, su corbatita humilde, con su cara de mosca muerta, pero que las conoce todas, sobre todo la influencia de la esposa de ―Lanserote‖ sobre su ―jefecito‖. EL CULTO AL PAÑUELO Además de ser útil para secar lágrimas y limpiar mocos, y de ser el símbolo universal de la tregua, el pañuelo tiene en la burocracia nacional el significado de la sumisión. Para ―el inspector‖, el pañuelo es una herramienta de supervivencia, que a su vez lo va a caracterizar, pues es común verlo en distintas situaciones limpiando cuanto objeto lo rodea, especialmente el teléfono, que le sirve para comunicarse con el ―Dr. Chantada‖. También para ―Piquichón‖, el acompañante de ―Camotillo el Tinterillo‖, el pañuelo es su contraseña personal, el objeto que lo identifica. ―Saca, saca‖, le responde molesto ―Camotillo‖ cada vez que ―Piquichón‖ lo ―soba‖ con su pañuelo o con su cepillo, y ―Piquichón‖ lo soba todo el tiempo, cada vez que puede. En los programas cómicos el pañuelo no es instrumento de agresión, al estilo de una ―guerra de pañuelos'', conflicto verbal, formal, a . . 254 medias tintas, sin que la sangre llegue al río. Su uso es explícitamente sumiso, humillante, rebajado. Hay el fuerte y el débil: está el jefe y el que obedece. ―El inspector‖ y ―Piquichón‖ están unidos a través del pañuelo por un mismo significado frente a la autoridad. En los dos casos, están ante un jefe que los humilla constantemente, porque el mantenimiento de su poder exige denigrarlos, demostrarles que el jefe es uno: y el resto -ellos- sus dependientes. ―Felpudini‖, en cambio, no necesita sobar en forma tan descarada. Su intriga es más importante que su soberanía. Su fuerza guarda estricta relación con su capacidad de ir mellando, por debajo, minando la estabilidad del competidor, serruchando. Los otros dos, en cambio, se afirman en cierta posición ganada mediante el pañuelo. El caso de ―Piquichón‖ es tragicómico: cada vez que soba es insultado, porque ―Camotillo‖, el líder, el político, el fiscal de nuestra sociedad, conoce a los ―Piquichones‖ del Perú: porque también él, en el fondo, es un ―Piquichón‖ frente a los poderosos personajes de la política nacional. El rol de ―Piquichón‖ es el del tradicional personaje de nuestra sociedad que halaga a quien tiene poder, y en este caso ―Camotillo‖ representa el papel del político en estricta relación con la realidad nacional. Es quien tiene el poder de la palabra y de la audiencia, y ―Piquichón‖ sólo representa al pueblo, al ―populorum‖ que para sobrevivir se apoya en su líder. A otro nivel, ―Piquichón‖ tiene una similitud con los personajes del programa de Augusto Ferrando. Cuando no existen sketches argumentales, los divos, como Ferrando, utilizan a sus acompañantes con un propósito similar al que cumplen ―Piquichón‖ o ―Felpudini‖. En estos casos, existen como meros ayudantes que sirven de apoyo a la acción de la estrella principal. En ese sentido ―Tribilín‖, la ―gringa Inga‖ o la ―señorita Violeta‖ son sus puntos, ¡porque tiene que haber puntos!, ¿,qué quieren que haga?, podría responder Ferrando, ―a la gente le gusta‖. En este caso no se trata de escenas y de personajes, sino que el propio Ferrando es el Jefe, la autoridad, el poder y sus ayudantes sus ―Piquichones‖, necesarios en escena para que los divos se puedan lucir. De ese modo, tanto Ferrando como Tulio Loza -en el rol de ―Camotillo‖- están solos frente a la audiencia, pero necesitan de estos soportes capaces de aguantar de todo en aras del lucimiento de su jefecito... ―Piquichón‖ . 255 está allí como lo está ―Tribilín‖, para ser motivo de burla. Esa y no otra, es su función. El rol de ―Piquichón‖ es un complemento de la personalidad y el poder de ―Camotillo‖. ―Camotillo‖ es una especie de cholo aculturado -tinterillo hábil con las palabras y con el poder político-, que requiere de su ―Piquichón‖ para demostrar que tiene poder. ¡Cómo, si no, van a darse cuenta que tiene poder! El poder requiere demostraciones, de formas sólidas y consistentes, a veces drásticas, como en este caso. No estamos ya en el poder oligárquico, que empleaba a intermediarios y testaferros para que sacaran la cara, manteniendo en el anonimato sus crueldades. No es fácil recordar las caras de nuestros terratenientes de antaño ejerciendo una ―función de castigo‖. Su recuerdo se conserva mejor en los salones. ―Camotillo‖, aparece como un poder nuevo, emergente, que sale del silencio y de los golpes de la historia: amoratado, pero capaz de reconocer su nueva fuerza en la historia nacional. Y, para demostrar que es autoridad, agrede, tiene su pinche. Porque tener poder y autoridad es eso: golpe, humillación, insulto. Con el cholo los oligarcas hicieron eso, ahora él hace lo propio. ―Piquichón‖,el misti venido a menos, es el personaje necesario para que ―Camotillo‖ tenga su contracara. A ―Camotillo‖ no le van a vender cuentos así nomás: el cholo de acero inoxidable ha conocido de la vida en las serranías de Abancay, y ahora tiene siempre un ―Piquichón‖ para dar veracidad al ejercicio de su poder. CHANTADA Y CAMOTILLO: EL ROSTRO INVISIBLE Y LA CAROTA EN LA PANTALLA Así como entre ―el inspector‖ y ―Piquichón‖ existe un lazo fundamental, que es el sometimiento a las reglas del poder y la humillación ante sus jefes mediante el uso del pañuelo, entre el ―Dr. Chantada‖ y ―Camotillo‖ hay una gran diferencia. El primero representa a la autoridad burocrática del Estado y el segundo al caudillo, al político nacional. El ―Dr. Chantada‖ no aparece en la pantalla de la televisión -sólo su voz, a través del hilo telefónico- nos hace saber que existe, y está allí, vigilante y fiscalizador. ―Camotillo el Tinterillo‖, en cambio, presenta todas las dimensiones de su cara. El primero es el poder i ntrincado, cotidiano, nebuloso, que está en la médula del funcionamiento social y burocrático; el segundo es el buscador de poder político, sonoro, aparatoso. El ―Dr. Chantada‖ no tiene ideas o . 256 o las expresa en realidad; no tiene por qué hacerlo. ―Camotillo‖ sólo tiene ideas, posiciones, opciones, se encuentra siempre en campaña. El ―Dr. Chantada‖ representa la autoridad, en silencio, pero en funcionamiento sustentado con la misma estructura institucional del Estado. ―Camotillo‖ dialoga con el poder,e rigiéndose en representante de la mente y conciencia del pueblo. ―Camotillo‖ es un fiscal, según declaraciones de varios representantes del gobierno, a estas alturas casi un fiscal de la nación. Mientras el ―Dr. Chantada‖ y ―el inspector‖ se mantienen al ―interior del televisor‖, es decir, en la trama de los argumentos coherentes en sí mismos, como representación de la realidad, ―Camotillo el Tinterillo‖ tiene como principal interlocutor a los políticos de la realidad, fuera de la pantalla del televisor. ―Camotillo‖ se dirige a los que están en la vida, con nombres y apellidos, o a través de sus apodos. ―Camotillo‖ sigue la coyuntura política de la semana y la reordena a su manera, combinando ficción y realidad. ―Camotillo‖ es un ciudadano privilegiado. Mientras el resto de los mortales no podemos entablar un diálogo con las personalidades políticas, él lo hace de tú y vos, con sus ―jamones‖, ―cochineándolos‖. ―Camotillo‖ se dirige al Presidente, a los ministros, a la oposición, a Sendero, a los sindicatos, a todos. A ―Piquichón‖ ni lo mira, o lo hace por sobre el hombro. Su público está afuera, en la audiencia, es decir con sus ―lorchos del Perú y Balnearios‖ y los políticos con nombre y apellido. Esta característica de Tulio Loza -a través de ―Camotillo‖también la tiene Augusto Ferrando, sin representar a ningún personaje. Con toda naturalidad se dirige al Presidente, le hace sugerencias y le pide favores; que haga tal o cual cosa, que piense en tal o cual asunto. Otro rasgo peculiar y sugerente, es que tanto el ―Dr. Chantada‖ como ―Camotillo‖ son personajes sin vida privada. El primero por su ―invisibilidad‖. El ―Dr. Chantada‖ es un ser desconocido: sabemos que existe, pero no quién es. ―Camotillo‖es igualmente inasible; aparece en la televisón, como salido de la nada, y regresa a la nada exactamente como surgió. En este caso, sin embargo, hay una asociación directa entre el actor (Tulio Loza) y su personaje (―Camotillo‖): podríamos de. 257 cir que son la misma persona, que las ideas expresadas son las del actor, que sus problemas y concepciones son las suyas, porque incluso, en ciertos momentos, ―Camotillo‖ habla de sí mismo como si fuese Tulio Loza: su Abancaysito, sus indios, su infancia, su universidad, sus penas y alegrías. Tulio ―el Tinterillo‖ es igual a ―Camotillo‖ Loza. Su más reciente programa en Panamericana Televisión se llama finalmente así: Camotulio. De ese modo, el diálogo con la realidad ―fuera de la pantalla‖ resulta más claro y, por ende, mucho más verídico, porque quien está hablando no es el personaje, sino el actor; quien piensa lo que piensa tiene carne y hueso, es fácilmente reconocible; quien tiene tal o cual posición política vive en tal dirección y tiene ese teléfono. Eso no sucede con el resto de los personajes cómicos de estos programas, con excepción de Augusto Ferrando quien, como hemos dicho, nunca intentó ser otro personaje que las diferentes facetas de sí mismo. Debido a esta singularidad de ―Camotillo‖, es que Tulio Loza denunció haber recibido cartas anónimas que amenazaban su vida luego de sus ataques a Sendero Luminoso y necesitó de un policía que vigilara su casa. Las cartas no amenazaban la vida de ―Camotillo‖, sino la de Tulio Loza. Al ―Dr. Chantada‖ no se le puede eliminar físicamente porque no se le ve, no porque no exista; en su caso habría que destruir el ordenamiento social sobre el cual se apoya. Al ―inspector‖ o a ―Federico Lanserote‖ tampoco se les podría matar, porque son tipos representativos del sistema burocrático nacional, hay miles como ellos: coimeros, traferos, sobones, ayayeros, que sirven de enlace entre ―la mancha‖ y el poder. A Tulio Loza sí se le puede matar porque personifica una posición política e ideológica, que juega una opción ante cada coyuntura. No es curioso, por lo tanto, que Tulio Loza tenga un recuerdo ingrato del gobierno militar de 1968, porque fue en esa época que entró en conflicto con el poder real: su programa televisivo y su Café Teatro fueron censurados. La actitud pomposamente antisolemne que representa Tulio Loza a través de su personaje ―Camotillo‖ no fue aceptada por el Gobierno Militar, que no admitía ese poder verbal, que no requiere de una consistencia muy rigurosa en su interpretación de la realidad, sino que interfiere, opina, se burla y califica al poder real. Porque debemos repetirlo: ―Camotillo‖ es un personaje político tan importante como aquellos que reclaman esa condición. Lo que digan los comentaristas políticos defendiendo posiciones ideológicas, tiene su equivalente en lo que dice Tulio Loza como ―Camotillo 258 el Tinterillo‖. Su acceso a un público más amplio, al que va a entretener mediante la risa y el lenguaje asequible, le otorga, además, otro punto a su favor. 3. EL LUJURIOSO ENCANTO DEL DINERO Las relaciones de pareja, así como las relaciones de trabajo, están enlazadas por las circunstancias propias de la consecusión, manejo y uso del dinero. La vida matrimonial funciona muchas veces en estos programas, tanto debido a una supuesta pasión amorosa ( ¡cómo no, algo de amor tiene que haber!), como a una intrigante obsesión por el dinero. Así vemos a la pareja que, luego de arrumacos y caricias exageradas, palabritas ininteligibles para demostrarse rápidamente la felicidad de estar juntos y compartir la vida, discute inmediatamente sobre dinero, las carestías de la vida y la necesidad ―de ganar más‖. Ellos evidencian así que solos o juntos, no son nadie sin dinero y esto habrá de decidirse en la esfera laboral; no por la dignidad o el interés que les depare el trabajo, cuanto porque de su condición laboral y su habilidad para buscarse la vida dependerá una manera de clasificarse como persona más o persona menos en la sociedad en la que viven. La tendencia señalada de contextualización progresiva de las situaciones cómicas en los sectores medios trae consigo una particular concepción del dinero. Este es visto siempre, y por todos, como el canal más eficaz de ascenso social. El dinero es garantía de sobrevivencia y de ser, por lo menos, respetado en la sociedad. Tenerlo será una exigencia, un estímulo, la forma más convincente de superar las barreras de índole racial o cultural que postergan a los contingentes mestizos urbanos en su afán de incorporarse a una vasta y heterogénea clase media. Como consecuencia de la concepción propia de los sectores en ascenso, la cuestión del dinero está referida a la necesidad compulsiva de obtenerlo, de cualquier forma; y no a la pobreza, a la falta real de dinero. En otras palabras, en estos programas ya no aparecen los miserables de la ciudad, enfrascados en una búsqueda patética del dinero que garantice su sobrevivencia. Aparecen, en cambio, burócratas y empleados luchando por ganar más, por empujar más, por salir adelante en la selva de las oficinas públicas. 259 La conducta de muchos de estos personajes suele ser abiertamente inmoral: quedan atrás los buenos sentimientos, las relaciones de base, el amor a la familia, la lealtad a los amigos: eso, no produce risa de acuerdo al espíritu básico que anima cada vez más a estos programas. Los que aquí aparecen son personajes envueltos en una cacería de dinero, en la cual las normas básicas de la convivencia han sido reemplazadas por la ley del más astuto, del más pendejo. La mención al dinero no sólo es frecuente en aquellos programas que reposan en un mecanismo de regalos y concursos. De hecho, quien más ha desarrollado una obsesión por el tema así como una terminología verbal para referirse al dinero, es Tulio Loza. El utiliza el legendario ―mangos‖, por los soles de hace varias décadas y el sofisticado ―fiduciario‖, como los jergueros ―chivilines‖ y ―solifacios‖, tanto como el agringado ―money‖. En tanto ―Camotillo el Tinterillo‖ o ―Camotulio‖, Loza asocia frecuentemente los temas de sus monólogos con el dinero. El dinero parece guardar una estricta relación con su concepción de la política y la sensualidad. Si tuviéramos dinero... lo que haríamos con él sería: ¡qué duda cabe! sumergirnos en los más profundos placeres de la carne. Tener dinero, sin embargo, supone necesariamente una serie de acciones reñidas con los principios morales más elementales y fatalmente verse envueltos en coimas y chantadas. De ese modo, el tema de la sucia política que entretiene y fascina a Tulio Loza, implica una mención constante del dinero y de las sucias maneras de obtenerlo. Además de las múltiples referencias verbales al dinero en los monólogos, son muchas las situaciones que presentan tramas motivadas en la consecución y uso del dinero. Las formas en las que se lo menciona, en estos casos, también son variadas: ―un kilo‖, ―un loco‖, ―un palo‖, ―cinco o diez melones‖, ―la mermelada‖, ―la marmaja‖, términos frecuentes para referirse al motivo que compromete una determinada situación: Me costó ―un palo‖, me gané ―un melón‖, dice uno para señalar respectivamente las desventajas del dinero cuando se debe pagarlo, ventajas del mismo cuando se cobra. EL DINERO EN LOS PROGRAMAS DE CONCURSOS En la televisión nacional han existido varios programas que tienen en el dinero su eje fundamental. Podemos mencionar al . 260 famoso Haga negocio con Kiko, animado por el popular Kiko Ledgard y actualmente Diga lo que vale de Johnny López. Ambos, versiones más o menos inteligentes de programas de la televisión norteamericana y europea. En ellos, el dinero aparece y circula de mano en mano entre los asistentes. Igual sucede con el reciente Juego real que ha copiado esencialmente el estilo y la mecánica de los dos anteriores, añadiendo una dosis propia de excentricidad ítalo-peruana. También pueden mencio-narse programas en los cuales el concurso requiere de cierto conoci-miento o habilidad, como La pareja seis de antaño y programado en la actualidad como Confidencias o Musicalísimo, y aquellos que son abiertamente de concursos sobre la base del conocimiento: La pregunta de los diez millones, animado por Pablo de Madalengoitia, tuvo su primera versión hace muchísimos años con Helen Curtis pregunta por los 64,000 mil soles. . .‖ ¡Correcto, y muy bien contestado‖. Pero hay programas concurso populares que son también, en buena parte, programas cómicos, tal es el caso de Trampolín a la fama de Augusto Ferrando y del reciente Super Show del Ronco (Gámez). Augusto Ferrando En este caso, la persona y el programa hacen obvia, y a veces grosera, la presencia y la necesidad del dinero. Augusto Ferrando es un personaje que mueve dinero, que significa dinero y es principalmente y antes que nada un publicista. Su imagen pública está vinculada no sólo a los círculos del dinero sino a la proyección de una imagen comercial de su vida, a la capacidad del zambo criollo de hacer plata, de ―moverla‖ y de reprodu-cirla. Augusto Ferrando es un publicista que hace de todo. Tiene una intensa actividad de producción y actuación en bastantes comerciales que se transmiten por la televisión y la radio. Su rostro aparece frecuentemente en carteles y periódicos, haciendo publicidad en relación directa con su capacidad de saber cómo se hace dinero. Este aspecto muestra claramente su imagen ligada a la incorporación de los sectores populares urbanos a la actividad económica formal. 261 Cuando Ferrando fue contratado por los empresarios del Centro Comercial HIPER, en el distrito barrial de Comas, utilizaba la siguiente expresión por la televisión: ―te estás abrochando, hermanito‖; es decir, ―te estás ganando‖, estás haciendo una inversión –―la inversión de tu vida‖- repite sonriente en otro comercial, en un gran cartel a un lado de la carretera Panamericana Norte, muy cerca de Comas y del Centro Hiper. En su caso, no resulta extraño que combine dos expresiones de origen disímil: ―te estás abrochando‖, que tiene un origen popular y la ―mejor inversión de tu vida‖, de reminiscencias bancarias, especulativas o financieras. Ferrando siempre hace cortes publicitarios en relación a un producto que tiene como consumidor directo a los sectores populares; en este caso, a los pobladores y comerciantes de Comas. Otro ejemplo nos muestra a Ferrando cumpliendo ostensiblemente este papel. Se trata de la venta de terrenos en la urbanización popular San Eulogio, en el distrito barrial de Carabayllo, promovida por un aviso que muestra su cara, al interior de un billete, al estilo de Washington en los dólares norteamericanos o de Bolognesi y Grau en los billetes nacionales. Fuera del billetese lee el siguiente texto: ―PARA VIVIR GANANDO.. . Ahora que tu plata vale, gánale a la vida hermanón y asegura a tu familia comprando en San Eulogio de Carabayllo. Tienes movilidad, colegio, luz, agua, desagüe, y muy buen ambiente para tus hijos. Compra hoy mismo tu terreno desde 120 m2. En San Eulogio de Carabayllo. Y te lo asegura Ferrando... comprar en San Eulogio . ¡es vivir ganando!‖ Esta publicidad vuelve a mostrarnos a un Ferrando vinculado al consumo popular, pero sobre todo a realzar su imagen de empresario, de hombre de finanzas, de aquél que utiliza, invierte...su dinero: te lo asegura Ferrando. Más claro no canta el gallo: su rostro, su cabello engominado, su papada saludable, se parecen al billete, huelen a tal, llaman a la plata. Ferrando tiene el significado de la plata sin planchar, que se obtiene por el negocio -y no necesariamente por el estudio o la actividad profe. 262 . sional-. El suyo es un dinero incipiente, que viene desde abajo, del comercio, del intercambio, de la consolidación progresiva de algunos miembros de los sectores populares que se incorporan a base de los sectores medios. En esta misma línea podemos mencionar su publicidad sobre la Tienda del descuento o de los transportes terrestres TEPSA. En ambos, la lógica del mensaje no está en relación a la calidad del producto o del servicio, sino a la capacidad de hacer un buen negocio, privilegiando la capacidad adquisitiva del consumidor, los precios, las gangas, el mercado. Su programa está atravesado por el mismo espíritu que su personalidad: se trata de la oportunidad, de la ocasión, de ganarse algo. En teoría, los únicos que podrían tener un premio o regalo serían los cantantes/ concursantes, pero, en realidad, también pueden ser merecedores de algún tipo de recompensa los asistentes. Se trata de un público pobre que, muchas veces, tiene que pernoctar en las veredas aledañas al canal para tener acceso al local. Ingresar es un mérito: pasan la noche envueltos en frazadas, acompañados de termos de café con leche, de algunas viandas, conversando entre sí, acuclillados, echados, semidormidos en la madrugada. Para Augusto Ferrando este hecho podría ser la respuesta más contundente a sus detractores y el símbolo visual de su éxito. Sin embargo, la gran mayoría de ese público, sumamente pobre, tiene como motivación principal poder ganarse algo, no importa qué: una frazada, una pelota Vinibol, una bolsa de detergente, y, eventualmente, dinero, dinero contante y sonante. Su programa, de dos horas de duración, todos los sábados de seis a ocho de la noche, también está atravesado por la publicidad. ¡Cada cinco minutos, un corte! ―Un comercial y regreso‖ es su famosa expresión, para volver a la publicidad cuando da un regalo o premio. Ferrando juega con la plata; la saca de un bolsillo, la guarda en otro, la manosea, la regala. Con los objetos sucede lo mismo. Hay en el mecanismo del programa una subjetividad creciente por parte del animador, ya que depende de él a quién escoge. Al que le pide lo margina, él, por simple impulso decide a quién y cuánto da de acuerdo a su estado de ánimo, de la apariencia de la otra persona, de su habilidad, gracia o capacidad de responder o aguantar las bromas que le endilga Ferrando. La mayoría de las veces los concursantes o asistentes tienen que . 263 soportar las bromas (de buen o mal gusto) de Ferrando para poder llevarse algo a casa. Pareciera ser que Ferrando les dijera: ―miren hermanitos del alma, para ganarse alguito tienen que dejarse fastidiar, y si no les gusta, a la calle; ustedes tienen que hacer el programa conmigo, pararse allí, aguantar todo, responder fuerte sin ser respondones, y... allí sí se ganan su colchón Paraíso, su cama Comodoy, su pelota Vinibol‖. Mientras transcurrían los programas de Ferrando del año pasado surgió un fenómeno que, si bien tiene equivalentes esporádicos, adquirió ribetes de indicador excepcional de las motivaciones peculiares por el dinero de la cultura popular presente en la televisión comercial. Un corto publicitario, que presentaba una cola de ahorristas frente a una de las ventanillas del Banco Agrario, recreaba en cada uno de sus protagonistas representantes de los distintos estratos y niveles de condición social, una razón para guardar allí su dinero. De todos ellos, uno, una versión de zambito criollo que movía las cejas y los labios expresivamente, sustentaba su opinión con sencillez y contundencia: ―tú pones aquí tu platita... y en muy poco tiempo... ya te estás ganando alguito‖. Este ―ganando alguito‖, que dio lugar aque la frase se repitiera como expresión de ―moda‖, continúa siendo todavía un chiste popular pero que tiene un referente material muy concreto y crudo. Esto es lo que persiguen quienes hacen cola desde la madrugada por asistir a las grabaciones del Show de Ferrando y desde aquí, desde esta necesidad real, expresada sencillamente, es que se empieza a construir la maquinaria que capitaliza las necesidades y aspiraciones populares para el negocio de la televisión. Con modestia y buen humor, además de no poca resignación, ganarse alguito es ganar algo,tener con qué, no morirse de hambre ni de pena. Este trato de tú y vos que tiene Ferrando con el dinero le ha dado una fama de dadivoso, de buena gente, y muchas personas del pueblo lo confunden con un excelente Papá Noel local. Su fluidez con el dinero impide distinguir con certeza cuándo los billetes son suyos, de una empresa o producto de un canje publicitario. Un ejemplo. En uno de sus programas sabatinos, se dirigió a un joven que estaba con su esposa embarazada. Cuando se enteró que se llamaba Pablo Mesías, indagó con la prudencia de los tíos buenos si era pariente del periodista de espectáculos Pablo Mesías Antón... ―¿Pablo Mesías Antón es tu viejo? ¡bravoooo!‖; aplausos para él. La situación se ofrece propicia . 264 . para contar ―que hacía algunos días Pablo Mesías Antón le había hecho un reportaje lindo sobre su Peña, sobre los Café-Teatros, y ya que a tu viejo -le dijo al muchacho- no voy a darle dinero jamás porque es un periodista, y es uno de los mejores amigos que tiene Ferrando, y fue el primero que defendió con pruebas las falsedades que quisieron imputarme en relación al caso de Lucha Reyes, yo soy grato -le repite al joven- yo soy grato Pablito, hermanito lindo, recién vengo a conocerte, para que te compres, hermanito, lo que quieras, toma 10 mil, 15, 20, 25, 30 mil y 35, 40 y 45, 50, 55, 60 mil, ¡para qué traje tanto, Dios mío!, 70, 75, 80, 85, 86, 87 mil, lo único que he traído, para que le compres a tu hijo lo que quieras, 87,000 soles‖. Aplausos, ―Señoras y señores, qué lindo es ayudar a un muchacho de 21 años que ya va a ser padre a los 21 años, y que es un hijo de un hombre que yo quiero tanto, Pablo Mesías Antón. ¡Un comercial y regreso!. . .‖ El Ronco Gámez En su programa de Radio Mar, Román Gámez desarrolla una personalidad muy parecida a la de Augusto Ferrando. No con la imagen del magnate dadivoso, pero sí la del amigo de barrio a quien le va bien en la vida, que ha sabido escapar al destino aparentemente ineludible de todo muchacho pobre que juega su futuro entre la prisión, la cantina o el vagabundeo sin perspectivas. En Radio Mar, el ―Ronco‖ regala cosas elementales a la gente pobre, pobrísima: detergentes, discos, jabones, aceite, utensilios livianos de cocina, entre un público esencialmente femenino, casero, de mediana edad. Al igual que Ferrando, despierta la imagen de la generosidad, del amigo, casi un cura, bonachón, regalón, que se preocupa por el destino de su ―mancha‖, los provincianos como él que viven en los pueblos jóvenes. Román Gámez recién va incorporando a su imagen personal un ¿ toque de modernidad, que lo saca de su pobreza inicial y lo lleva por un camino ascendente. En el comercial que protagoniza para el Banco Continental, aparece, con el cuello de la camisa encima del saco, por supuesto, diciendo que ahorra en el Continental, y no bajo el colchón; pero, sobre todo, que puede ahorrar. Esta imagen moderna se ve reforzada por su reciente programa El super show del Ronco, que, como el de Ferrando, reposa en gran medida en los concursos, los premios y los regalos. En este caso tampoco el ―Ronco‖ está en capacidad de dar . 265 buenos regalos a su ―mancha‖, pero continúa en la línea de Ferrando -concursantes/cantantes, apoyo logístico, dos guapas jóvenes, unos cuatro muchachos que le traen las cosas o se las llevan- acompañando estas secuencias con su gracia personal, sus dichos y la improvisación de sketches cómicos al estilo de los otros programas de humor en los que siempre es el protagonista. El programa del ―Ronco‖, a pesar de los sketches cómicos, se asemeja mucho al de Ferrando. También está presente de variadas formas la necesidad de reirse de los concursantes, sabiendo que éstos van al programa en pos de ganarse unos cuantos billetes, y demostrándoles de ese modo que si quieren ganarse un regalito, tienen que colaborar con él para hacer humor, aunque sea a costa suya. Hablarles y hacerlos hablar es la vía de entrada; preguntarles por ellos, su familia, su enamorada, dándole motivo para lucir su gran habilidad y rapidez con las palabras. Enfrentarse al ―Ronco‖ o a Ferrando es sumamente difícil, porque a su capacidad de hablar se añade su condición de factotum del programa: ellos son los que dan los premios y el dinero. La burla se extiende también a sus propios acompañantes. En esto Ferrando tiene una larga tradición con el negro ―Tribilín‖, la ―Gringa Inga‖ o con la ―Señorita Violeta‖, pero el‖Ronco‖ recién empieza en esa dirección teniendo como ―puntos‖ a Erika y Charito, sus dos acompañantes. Su burla surge casi sin quererlas lastimar, consecuencia espontánea de hacer comentarios sobre ellas frente al público. La primera luce jeans cortos a la moda y el ―Ronco‖ le dice ―que están con los pantalones para cruzar el río‖, y a la segunda ―que el sol le ha malogrado el pelo y que mejor se ponga encima una peluca‖. Ellas ríen con clásica sonrisa de modelo. En el fondo, la imagen dadivosa que ambos se esfuerzan por proyectar entre los espectadores, se alterna violentamente con una crudeza frente a los asistentes y los concursantes. Para ganarse los regalos tienen que trabajar, hacer algo, casi soportar sus burlas. El poder del dinero -que ellos representan en tanto animadores de sus programas- trae consigo una cierta superioridad sobre el resto de los mortales, sobre todo si los concursantes son, ante todo, muy mortales, muy pobres, muy necesitados, incapaces de responder, de reclamar nada. 266 LAS SITUACIONES DEL DINERO No resulta difícil constatar a estas alturas que estos programas reproducen un estereotipo que intenta erigirse en la imagen constante de la vida urbana en el Perú, de la gran ciudad. Como en Nueva York, aquí también tenemos ya la jungla de cemento, la conducta individual expresada en una afirmación del individuo bajo la excusa del sálvese quien pueda. El problema de la identidad cultural en el Perú tendría que definirse así, desde la superación del prejuicio racial, a partir de la validez del manejo del dinero como el valor más importante. Los pobres -como hemos visto- aparecen cada vez menos en estos programas; ellos tienen necesidad, pero de comida más que de dinero, y por eso no interesan tanto. Más adelantados en el oficio, como en su tratamiento del hombre y el dinero, los mexicanos tienen, con El Chavo del ocho (programa de considerable sintonía también en nuestro país) un claro ejemplo de la diferencia entre uno y otro tema. ―El Chavo‖es muy pobre y tiene un hambre galopante, es capaz de hacer cualquier cosa por comer y come con voracidad, su hambre enternece y entretiene porque es real y vale la pena tomarlo en cuenta. Este tipo de personaje no existe en nuestros programas, como si no tuviera referente inmediato en la realidad. En cambio, privilegian los personajes que quieren tener plata o más plata. Los ejemplos son muy elocuentes a partir del recurso de la discusión conyugal. El amor a la cama, y el dinero al bolsillo: podría ser el lema de estos programas. Pero, cuando el amor empieza a desvanecerse y marchitarse, el bolsillo demuestra más su voracidad. En la nueva versión que se hizo recientemente de Matrimonios y algo más, como en todos estos programas, aparece la historia del secuestro. Han secuestrado a la mujer, a la esposa, a la señora. Gran alegría, o alegría cauta, calculadora, como la de este caso. La escena es simple pero llevada al extremo: por un teléfono los secuestradores le piden al marido una cantidad de dinero por su esposa, cantidad que el marido rebaja a la mitad, luego a un tercio, luego a casi nada, luego a 10,000 soles. Desesperado, uno de los secuestradores decide visitarlo a su casa para rogarle que le dé algo, aunque sea 5,000 soles. Ante la negativa del marido, el secuestrador decide darle dinero para librarse de esa ―mujer que tiene un genio inso. 267 portable‖, a la que ya no resiste. Entonces el marido acepta a regañadientes. Pero no importa, al fin y al cabo, contando el dinero recibido, algo ha ganado. Le devuelven la esposa –gran desgraciapero tiene unos billetes entre manos. El secuestro es hoy, lamentablemente, una realidad en el país; pero aún antes, tal vez por la influencia argentina, fue un recurso conocido en estos programas. El ―Jefecito‖ de Risas y Salsa planea constantemente secuestrar a su esposa o se alegra cuando ella es secuestrada por terceros. Pareciera ser que ante la disyuntiva del divorcio, estos personajes prefieren que otros les allanen el camino haciéndola desaparecer. El dinero, como hemos visto que se expresa en el lenguaje de Tulio Loza, tiene el significado de virilidad y poder. De hecho, la mayoría de los personajes de estos programas muestran esta asociación de ideas. El caso de ―Federico Lanserote‖ es uno de los más explícitos, aunque su situación económica sea muchas veces presentada con contradicciones: unas veces pareciera ser jefe de segundo rango y otras un gerente potentado de una empresa privada, lo que verdaderamente es. Sus escarceos amorosos con su secretaria están teñidos siempre por el dinero; no sólo planea con ella secuestrar a su esposa o realizar desfalcos en la oficina, sino que adquiere, como seductor, una mayor seguridad cuando menciona cantidades de dinero. No hacerlo así lo pone en condición menor, más cerca de ―Felpudini‖, esto es, de un cualquiera. Esta asociación también existe en el personaje de ―Papá Manolo‖. ―El pícaro‖ sustenta toda su personalidad y su conducta en la obtención del dinero por medios ilícitos. En su caso, sin embargo, no necesita del dinero para alardear de virilidad frente a las mujeres, o de prestigio frente a los hombres, sino que la conquista amorosa (sexual, sobre todo) lo lleva irremediablemente al engaño o al robo. No existe ninguna aventura de ―Papá Manolo‖ que no tenga al dinero como motivo central de la trama o al engaño como recurso de seducción. Las mujeres -desde su perspectiva- son como el dinero: tienen la fugacidad al pasar de mano en mano; son casi el instrumento por el cual lleva a cabo sus cometidos. Sólo en una oportunidad ―Papá Manolo‖ no logró seducir a las mujeres que pasaban por la vía pública. A una le dijo ―Anticuchito sin palo‖ y obtuvo como única respuesta ―¡anda a freir camotes!‖. Desconcertado .. 268 . se muestra débil y temeroso, porque no entiende qué sucede con sus encantos. En ese momento, suerte para él, ¡qué alivio!, lo vemos desperezarse en una banca pública y descubrir que todo ha sido una pesadilla, producto del libretista. Entonces, montando en ira y amargo, se levanta y se dirige a él para increparlo por este guión en el cual no ha podido ser el verdadero ―Papá‖. El ámbito laboral, por su parte, constituye muchas veces en estos programas de humor un buen escenario para una continuación de los percances cotidianos de la vida conyugal. En ambos predomina la sensación de encarcelamiento y las relaciones comerciales de intercambio. Sólo los novios están fuera de la esfera conyugal y laboral. ―El pícaro‖ Chuiman o ―Abelardo‖ de Matrimonios y algo más son, por encima de todas las cosas, grandes vividores, seres que no trabajan o ―trabajan‖ tan sólo a la novia. El alter ego institucional en estos casos, el suegro, quien constantemente los llama al orden, les exige una decisión, los insta a trabajar, a establecerse. Pero los novios prefieren la vida a salto de mata. ―Abelardo‖ es casi un gígolo. En uno de los sketches de Matrimonios y algo más, tirado en la cama, le ordena a su prometida que le saque los zapatos, que le planche la camisa, que le traiga un café. Chuiman -como ―El novio‖ o ―Avelino‖- cumple igual papel. Pero una vez casado, sin embargo, el amor ha sido reemplazado por otros intereses, por una maquinaria que no quieren o no pueden romper vía el divorcio. En la esfera laboral estos esposos están igualmente atados: introducidos en una escala jerarquizada, suplen sus frustraciones con pequeñas ―sacadas de vuelta‖ al engranaje institucional. Justamente, en ese funcionamiento con sus reglas formales y sus trampas subterráneas, ubicamos a los principales personajes de estos programas de humor. No podemos eludir la tentación de reseñar un sketch que deja una interrogante bastante grande y extrema al respecto. Sentados en un bar, una mujer entera -pero de cierta edad- y un caballero bien conservado, conversan para dar pie a una situación de Matrimonios y algo más. De pronto, ella le anuncia su deseo de casarse con él y enumera sus virtudes para aspirar a convertirse en su mujer: continúa siendo una mujer atractiva, a pesar del paso de algunos años, es bonita, todavía, (y es cierto, podemos confirmarlo) pero sobre todo es rica, millonaria. La mujer . 269 ha enviudado y tiene en el banco 50 millones de dólares, pero una soledad espantosa durante las noches. El, el caballero, sería un excelente marido. Lamentablemente, el caballero no puede aceptar la propuesta de la atractiva viuda y se disculpa con elegancia y corrección. Entonces, ella, con dignidad, se despide ys e va. Frente a la cámara surge entonces el rostro desesperadodel caballero, que grita: ― ¡50 millones de dólares!, maldición,Dios mío, quién fuera hombre‖, mientras se coloca un clavelen el ojal. La situación interesa porque no es prototípica. Los homo-sexuales lejos de las limitaciones de los grandes cantantes-están fuera de la vida conyugal y laboral en estos programas. Como están fuera de los ámbitos establecidos, no pueden sacar provecho de esas situaciones y por lo general no aparecen. A diferencia de los novios/pícaros que se aprovechan, parasita no hurtan, desde su inmoralidad, o de los maridos establecidos por la instituciónalidad tanto em-presarial como estatal, los homosexuales se encuentran al margen. ¡Quién fuera hombre!, ¡quién pudiera tener la virilidad necesaria para poder conquistar, arrasar, llegar a la mujer, a la viudita misericordiosa, a su dinero, a los 50 millones de dólares. . .! Pero no: el homosexual, sin virilidad, no tiene dinero, no tiene poder, no tiene familia, no tiene acceso a la mecánica institucional laboral ni a la pendejada criolla. El homosexual es demasiado, no nos pertenece. 270 CAPITULO IX EN LOS CORRILLOS DEL SET 271 272 1. EL HUMOR CERRADO Para entender muchos de los chistes y de las situaciones que ocurren en estos programas, los espectadores deben ser grandes consumidores de la televisión. Por lo menos deben pasarse un par de horas diarias frente a la pantalla y tener un radio de conocimiento bastante amplio acerca de la programación semanal. Los cómicos de la televisión en general, pero de manera muy peculiar aquellos que son animadores, gracias a la posibilidad de juntar su personaje más importante con su esquema físico y psicológico más espontáneo, son vistos así por los televidentes como un amigo. Saludarlo por la calle es casi una obligación, ¡cómo no!, si tiene una constante presencia en la casa de uno. Hablarle de tú es lo corriente y no sólo para los niños. Por el contrario, recuperar la condición de ―desconocido‖ frente a uno de estos peculiares actores de la televisión es un tantofrustrante para los niños, de la misma forma que exige un proceso de racionalización, a veces un tanto humillante, para los adultos televidentes cuya primera reacción equivale a la del niño. Muchos elementos nos hacen sentir a la audiencia parte comprometida y reconocida por los amigos de la televisión. El lenguaje coloquial es rigurosamente mantenido como un recurso que pretende retener para la comunicación masiva -para la televisión- la presencia y la respuesta del público, del interlocutor, tal como sucede en el propio teatro y en la comunicación interpersonal. El televidente se identifica con las reaccio. . 273 nes de quienes asisten al show o al concurso, de quienes ganan o pierden, de quienes, en fin, sufren y se divierten de alguna manera. Si el público no está allí realmente presente, se simula que lo está. Risas grabadas y aplausos festejan en reemplazo de un público que se mide ya de otra manera, por el rating de sintonía; pero la necesidad de hablar de tú a tú, ¿qué tal amigos?, está presente en el más solemne de los presentadores de la televisión, y la seguridad de que se es escuchado y se le atiende no puede perderse. Por esto la necesidad de que cada actor-divo sienta y haga explícita la obligación de compartir con el público sus penas, sus angustias, sus preocupaciones y sus ganas de reir. Un ejemplo límite: cuentan, no nos consta que sea cierto pero resulta verosímil y excelente muestra de lo dicho, que el recientemente desaparecido buen actor César Ureta, conocido como el ―loco‖ Ureta, empezó un día su intervención en el programa cómico en el que actuaba saliéndose del libreto; cosa más que usual, pero esta vez para dirigirse directamente a los telespectadores más o menos en estos términos: ―Perdonen, amigos, pero yo quiero interrumpir este programa un ratito nada más para hacerles llegar mi protesta. Yo soy un actor que me gano la vida decentemente haciendo comicidad y, como hago cosas raras para hacerlos reir, me dicen loco, el 'loco' Ureta. Pero una cosa muy distinta es que algunos crean que soy realmente loco y cuando me vean por la calle me griten ¡loco, loco, mira ahí va el loco, hola loco! A mí eso me parece mal porque yo soy un ser humano y tengo familia y mi sensibilidad, y a nadie le gusta que lo llamen loco, porque además eso no es verdad, y aunque lo fuera... a nadie le gusta. . . (y estando a punto de enjugar una lágrima, recupera el aliento para terminar) además, para terminar, les voy a decir la verdad, señores, ¡yo no soy loco! la verdad, señoras y señores, amigos míos, es que yo soy un LOCASO!!!‖. Pantallazos de distintos close-ups muestran sus gestos más estrambóticos, se revuelve el pelo, saca la lengua, arruga el rostro, contorsiona el cuerpo (risa y aplausos), una fanfarria final celebra la sorpresa de miles de televidentes a punto de conmoverse con las confesiones del señor actor, del gran ―loco‖ Ureta. No todos los actores-divos llegan, sin embargo, a estos extremos al burlarse de sí mismos, gran parte del humor reposa, en burlarse no sólo de los actores que se encuentran en la com. 274 petencia, sino de los demás programas; en definitiva, de la televisión misma. En los tiempos actuales viene ocurriendo un fenómeno interesante de observar: la televisión se constituye, cada vez más, en la verdad de la imagen (y del color). Nada que sea trasmitido por sus pantallas estará al margen de la posibilidad de ser usado por los cómicos, y todo aquello que no pase por sus pantallas quedará en la sombra y el olvido. La información, la publicidad, el comentario y las ―estrellas‖, forman parte de este conjunto de aconteceres y personas conocidas por el gran público. A partir de esta constatación, podemos inferir que la televisión empieza a sentir una autocomplacencia, una especie de ―etnocentrismo‖ creciente, una sensación de que se basta a sí misma. Y los programas cómicos van a ser los espacios que más van a evidenciar este fenómeno: para qué remitirse a la realidad, si la ―realidad‖ de la televisión es suficiente. Además, la realidad se reproduce en la televisión, vuelve a aparecer a través de las imágenes, de los comentarios, de las parodias, de los editoriales y los noticieros... Así como una obra literaria se interpone entre la realidad y el lector, la televisión hace lo mismo, pero con una pretención de veracidad: no es necesariamente ficción lo que en ella ocurre, sino la reproducción de la realidad, y para los efectos concretos, tal vez la realidad misma. De ese modo, se puede prescindir de esta última remitiéndose directamente a su aparato, en su casa, en contacto directo, vía satélite, casi en carne y hueso. Y esta realidad va a ser la privilegiada por los programas cómicos. De ese modo, los programas de humor evidencian un aspecto interesante de lo que ocurre en el mundo de la cultura; los marcos de referencia inmediatos empiezan a ser otros productos culturales -y no la realidad misma-; así como señalaba un estudioso de la historia del arte, que un referente vital de la poesía de un nuevo autor son, en cierta medida, los poemas producidos antes que los suyos, incluso por encima de la realidad misma; y el de la pintura, los cuadros de los grandes pintores antes que la naturaleza. Las referencias a la televisión y a la realidad que ella muestra son la base para recrear el mundo que comparte la audiencia de televisión. Esto, indudablemente, lleva a plantearnos el carácter ideológico que los programas tienen; pero sobre todo el papel que la televisión juega irremediablemente en la cotidianeidad familiar, en el lenguaje, en las síntesis culturales que ella produce. 275 En una entrevista con el ―Ronco‖ Gámez, el cómico definía su gusto televisivo como evasivo; prefería los programas que no le hicieran pensar en sus propios problemas y, por lo tanto, le gustaban los balazos y las series policiales. Consideraba que los programas políticos eran demasiado serios, incluso aburridos, pero sobre todo, lo remitían a la realidad que él quería olvidar en sus momentos de ocio o entretenimiento. Estas apreciaciones perso-nales de Román Gámez no valen aparentemente para lo que ocurre en los programas cómicos; aunque muchos de ellos tienen una relación directa y coyuntural con la realidad política semanal, la aparente falta de razonamiento y análisis permite, en lugar de hacer olvidar a los televidentes los sucesos ocurridos, que se los vuelvan a presentar, pero con humor, parodiándolos. La realidad vuelve a aparecer en los programas de humor a través de la imitación y la parodia de lo que la televisión ya mostró antes ―en serio‖, tal como se supone que es en la realidad. La imitación/parodia o la parodia/imitativa nos hacen suponer que la vida, en el fondo, es seria o triste, pero que el talento del cómico puede convertirla en motivo de risa. El gran criollo, el gran pendejo, es aquél que (desde la esquina, el barrio, el colegio, la universidad, el centro de trabajo o la calle) es capaz de cambiarle la cara a la vida: dejar la seriedad por lo ligero y la tristeza por la gracia. En la televisión este rol lo cumplirán los actores cómicos, todos ellos grandes palomillas, excelentes criollos, cómicos innatos. El humor cerrado, la televisión como motivo de humor, parte de la imitación de otros programas y de sus principales animadores. A la gracia de los apodos, le añaden también la imitación de sus actuaciones. Para que esto nos produzca risa, debemos conocer de antemano al personaje escogido, haber visto sus programas, conocer los detalles personales. Pero los programas cómicos parten de este supuesto, porque creen con firmeza que la televisión es el Centro del Mundo, el Gran Ombligo de la Humanidad. El Perú Entero. Cuando un cómico imita al actor Ricardo Blume en su papel de presentador de la serie Lo mejor de la televisión mundial, los telespectadores deben haberlo visto para poder reir. Igual ocurre con las imitaciones de César Miró -como presentador de programas culturales- y de Alfonso Rospigliosi, como conduc. 276 tor del programa Gigante deportivo. Entre los cómicos también se imitan, se toman el pelo y se tiran ―palos‖, como entre casa. El ―Ronco‖ imita a Ferrando o a Tulio Loza, otras veces le toca a él mismo ser sujeto de burla, pero siempre bajo el supuesto inicial: todos conocemos perfectamente a las personas imitadas porque tienen vida en sus respectivos programas. La lógica de muchos de los chistes en estos programas, consiste en remitirse a la televisión misma, imitando, parodiando, no sólo a las personas que allí trabajan sino a los productos de todo tipo que ella ofrece, como es el caso de las series televisivas. Esta es una antigua tradición que se remonta a los años de la década del sesenta. ¡Allá van los ejemplos recogidos del programa pionero, el Muñoz de Baratta show! Barrigón de Chiclayo. . .era... la parodia de la serie polícial Ballinger de Chicago. Jim Hueso, la parodia de Jim West. . . El Pepe B.I… de la legendaria serie policial FBI. La ciudad en bikini. . . de La ciudad desnuda. Sólo se bebe dos veces, de Sólo se vive dos veces. En ese entonces, pero hoy muchísimo menos, la parodia se salía de los marcos de la televisión, pero para recurrir a la ficción literaria. Los tres chicheros. . . en lugar de Los tres mosqueteros. El sordo . . . en lugar de… James Ron, el agente cerdo, cerdo, siete .. . Miguel en Tragos, el Corrido del Bar .. . Marco el Tongo y Cleopatra (vestido de romano pero con tongo). O Salomón y la Reina del Sábado .. . 277 En la actualidad, los programas cómicos continúan esta tradición privilegiando a las telenovelas. Hace poco Dancing day's, una producción brasilera, hizo furor en el Perú, y Risas y Salsa no dejó pasar esta oportunidad para parodiarla Como Panzas day's. En este caso, el reto para reir era mucho más exigente, pues suponía, casi, ser miembro del club de los que ven telenovelas. La parodia no reposaba en los personajes -aunque el humor consistía en cambiarles de nombre, como ya es obvio-: en lugar de Sonia Braga, la atractiva mulata brasilera. era Sonia ―Traga‖ y su partenaire ―Bragueta Carioca‖. Las dificultades de esta parodia están en reproducir con sentido la trama de la telenovela, como por ejemplo, el romance entre Julia y Carlos, del cual el espectador debe estar mínimamente enterado. Pero su importancia como revés del papel principal que juega el melodrama en nuestros países, es fundamental. La parodia de esta telenovela -que reposa en un código bastante restrictivo en una especie de circuito cerrado del humor- era caótica, pues introducía escenas de la vida diaria, intercaladas sin pausa. Adolfo Chuiman, el imitador de Carlos, estaba trabajando en ese momento en un show de café teatro en Miraflores, haciendo el rol de ―Papá Navaja‖, y en la parodia de la telenovela aprovechaba la ocasión para mencionar su espectáculo, hacerle un comercial, y decir que a Chuiman le iba muy bien... Esta especie de subcultura televisiva, de pequeñas informaciones previas, de relecturas aparentemente banales de la realidad, de diversos planos mezclados, de espejos borgianos, se sostiene también en la idea de que muchas de las imitaciones y parodias no toman a la realidad como su punto de partida, sino a los otros programas: a la ―realidad de la televisión‖. Las imitaciones llegan, en algunos casos, a ocuparse de obras de ficción o de la dramaturgia, siempre y cuando tengan que ver de alguna manera con la televisión. A guisa de ejemplo fue El diluvio que viene, el espectáculo teatral producido por Oswaldo Cattone en el teatro Marsano, parodiado en Risas y Salsa como El disturbio que se viene. En este caso, el telespectador debía saber de qué se trataba el asunto, pero no era imprescindible haber ido al teatro, porque ya sabe, por la televisión, quién es Cattone; lo ha visto en telenovelas y diversos progra. 278 mas, como en los avisos publicitarios que la televisión propala sobre esta obra donde se le puede ver bailando vestido de cura, con sotana. La imitación concluye, sin embargo, con una referencia explícita al mundo de la televisión, y remitiéndose a un programa que el tenía en la televisión: Comiendo con Cattone. Sacándolo del contexto de la obra de teatro, Cattone, vestido de cura, le dice al ―Ronco‖: ―a tí nunca te he invitado a cenar en mi programa porque eres chusco, comes con las manos‖. De esta manera el ―Ronco‖ tenía en bandeja la ocasión devestir su imagen popular, de defenderse diciéndole a su ―mancha‖, a sus pueblos jóvenes, a su ―collera‖, que él, al igual que ellos, no era aceptado en una cena de esa ―categoría‖. El ―Ronco‖ reivindicaba así su condición de clase; él no pedía ira la comida de Cattone, pero tampoco era maricón. Hay ejemplos más complicados aún que ilustran las diferentes dimensiones en las que actúa el lenguaje televisivo, en los que se alterna la realidad externa imitada, en su versión televisiva, con la imitación propiamente dicha: el producto finales un collage cuyas partes tienen tantos elementos de fuera como de adentro. Su uso más evidente es cuando se parodia a cantantes, alternando las imágenes de la imitación con las del verdadero show que el cantante realiza en la televisión de Lima, Sao Paulo o Nueva York, no interesa dónde. La mezcolanza resulta en una fusión que —fuera del dudoso logro artístico— ilustra la síntesis que la TV reclama a como dé lugar en estos programas. Los políticos son un material muy rico para este propósito, como se verá más adelante. Muchas veces, sin embargo, la presencia de los otros programas en los sketches cómicos no responden siquiera a imitaciones o parodias, sino a meras intromisiones en los diálogos e imágenes de la trama. Sutilezas aparte, y como ingrediente de este tipo de humor, el telespectador debe estar también al tanto de las pequeñas frases y gestos que son típicos de otros actores o animadores, y que dan risa fuera de su contexto habitual. Tomemos, por ejemplo, la risa estentórea de un miembro de una familia telespectadora; él conoce el motivo de la risa, y esto provoca un murmullo de explicaciones y a veces de tímidas disculpas de los que no saben, de los menos ―versados‖ de la familia; aclaradas las cosas pueden . 279 volver reconcentrados todos a no perderse ninguna ocurrencia, chiste o viveza del cómico de moda. —―Acá no pasa nada, como diría Martínez Morosini‖ —exclama ―Madame Sapatini‖ en una oportunidad, cuando su cliente le cuenta que su esposo no hace nada con ella por las noches. Esta expresión la hizo conocida Martínez Morosini como locutor de fútbol, para indicar que el marcador estaba en blanco, sin goles. —―Pidan nomás, ¡yo mismo soy!‖ exclama el ―Chino Yufra‖, cuando hace de mozo y unos parroquianos pretenden beber sin cancelar la cuenta. En esta oportunidad, la referencia alude a una expresión utilizada en el mismo programa, por el personaje de Adolfo Chuiman. —―Churro, igual al Puma‖ —exclama la ―Selvática‖, la mamá del chunchito, cuando quiere explicarle a su amiga cómo es su vecino. Claro, se trata de José Luis Rodríguez, ―El Puma‖, el furor de las adolescentes, el cantante venezolano, conocido en el Perú por la televisión. — Otro apodo que le endilgan a ―Mapache‖, aquel fiero miembro de la banda de ―Choclito‖, es ―el abuelo de la Abeja Maya‖, aludiendo a una serie televisiva infantil de dibujos animados. —―La voz de Blume‖— exclama una vecina que se despierta sobresaltada para referirse a la gravedad de una voz que la moviliza; voz sonora, actoral, llena, como la de Blume. Y etc. 2. LA GUERRA DE LOS CANALES La libre competencia que se reinstaura en la televisión nacional con el gobierno de Fernando Belaúnde en 1980, trajo consigo un enfrentamiento entre los diversos canales que no excluye, por cierto, a los programas cómicos. Así como en el colegio los niños de la burguesía se pulsan entre ellos enumerando los bienes que tienen sus padres, de igual modo los empresarios —en boca de los cómicos— enumeran sus virtudes frente a los otros canales. ―Mi canal es mejor que el tuyo. ¡ya!‖ podría . 280 ser el lema de fondo de muchos de los avisos publicitarios que se hacen a través de sus estrellas. Estas estrellas, en el firmamento del espectáculo, cubren numerosas páginas en los periódicos cuando son contratadas por otro canal. Sólo los jugadores de fútbol reciben la misma atención cuando firman por otro equipo. Los casos recientes más sonados han sido el paso de Tulio Loza, que pasó del Canal 4 al 5, su eterno rival, y el de Román Gámez del Canal 5 al 9. Cuando Tulio Loza era ―el alma mater‖, la estrella indiscutible del Canal 4, en el programa de Risas y Salsa se burlaban de él cada vez que podían. El popular ―Chullo‖ Loza —así era conocido en ese programa— dejó de ser motivo de las burlas una vez que fue contratado por los hermanos Delgado Parker. Antes, en cambio, era utilizado por los empre-sarios del Canal 4 para defender también sus intereses; por ejemplo, recién iniciado el régimen de Acción Popular se desató una disputa por el uso de las micro-ondas con la Compañía Peruana de Teléfonos. En esta oportunidad, Tulio Loza criticó duramente en la pantalla —a la manera de un editorial de su noticiero— a los de Canal 5 que habían sido favorecidos con el uso exclusivo de las micro-ondas; lo hacía con gracia, pero era el eco de los intereses de sus gerentes. A pesar de haber estado ligado hace muchos años a los del 5, Tulio Loza era entonces el hombre del 4: en uno de los últimos aniversarios de ese canal, se detuvo ―Camotillo‖ a hacer un elogio del equipo que trabajaba en ese entonces en el 4. Oigámoslo: ―contamos con los mejores prógramas y con las mejores estrellas; los del 5 cada vez que ponen el 4 se ponen en 4... A nosotros nos sintonizan desde los chicos hasta los grandes; con el señor Salinas y ―Rulo‖ nos pasamos para el Cusco; en la politiquería tenemos a César Hildebrant —―torero de cuy‖— y a Alfredo Barnechea, ―el churro‖; en la cultura a César Miró y a Vinko. Además, tenemos a los grandes ―lomazos‖. Mauricio y Nicanor (Arbulú y González, los gerentes del canal) han heredado lo mejor de sus viejos, esos capos‖. El contrato entre Tulio Loza y el Canal 5 motivó una serie de titulares en los periódicos acerca de la cantidad de dinero que éste iba a ganar. Incluso motivó, de parte de Eloísa Angulo, celebrada cantante de música criolla, un ácido comenta. 281 rio: ―no sé por qué se pelean tanto por los payasos y a los artistas no nos pagan ni la quincena‖. Lo cierto es que tanto el sueldo millonario de Tulio Loza, como la enfermedad que padeció Augusto Ferrando hace algún tiempo o el fallecimiento de su señora esposa, constituyeron en su momento noticias que sacaban a los divos de la pantalla, colocándolos en su condición de figuras públicas. El caso de Román Gámez, a pesar de no haber tenido el peso de Tulio Loza, también fue motivo de comentarios periodísticos, pero, sobre todo, replanteaba una situación relativamente propia del ambiente de la televisión: la necesidad que tienen los empresarios de contar entre sus filas con una persona que los represente, que lejos de ser un logotipo, un gerente, un símbolo de eficiencia y voluntad de trabajo, será primero una persona agradable, de rostro familiar, que los televidentes sepan aceptar como un amigo. Esta persona no puede ser por tanto un actor, alguien que represente varios papeles; en lo posible tiene que ser quien se representa a sí mismo como un interlocutor cuyo encanto esté fuera de duda y a quien sepamos perdonar una que otra torpeza. No hay duda así que la voz de Humberto Martínez Morosini es la de Panamericana y el Canal 5, tanto en cuerpo como en alma, y las de Luis Angel Pinasco y Eduardo San Román son las del Canal 4. Si bien Román Gámez estuvo siempre más identificado con Radio Mar que con el Canal 5, su contrato con el Canal 9 le provocó un interesante sentimiento de culpa, cierto malestar, cierta sensación de haber traicionado a sus compañeros de trabajo. Veamos por qué. En sus primeros programas en el Canal 9, Román Gámez no pudo evitar referirse varias veces, y con insistencia, a este asunto. En cierta medida, estaba con un pie dentro y con el otro fuera. Traía al programa su problema personal y hacía de él un motivo de confidencia y acercamiento al público a través del humor. ― ¡Qué tal!, tu Canal 9, mi canal 9, y de aquí nadie me mueve, nadie nos mueve‖. En esos momentos, el ―Ronco‖ Gámez no sólo no estaba seguro de la aceptación que su programa tenía en el público, tampoco lo estaba de que su contrato fuera mantenido. Pretendía establecer, de esta forma, sobre la base de una aceptación cotidiana de ese nuevo canal, cierta seguridad de ser aceptado. Por otro lado —en una esfera muy moralista—, estaba también afirmando que no haría lo que . 282 hizo en el otro canal; es decir, abandonarlo por una mejor perspectiva económica. El primer objetivo en su nuevo programa consistió en plantear una identificación bastante brusca, por lo reciente, con su nuevo canal, al modo de los militantes periféricos en los partidos políticos: y hacía suya la camiseta de la empresa por la cual estaba recién trabajando. Asimismo, enumerar repetidamente las características de su programa: ―La alegría, la payasadita, el espectáculo‖. ―Con el show – afirmaba- el pueblo peruano tiene música, alegría y regalos‖. Estas eran explicaciones no pedidas, ya que los programas suelen hablar por sí solos, sin necesidad de anunciador o presentador. Este caso, sin embargo, lo exigía más que ningún otro. En la búsqueda de un tono coloquial y familiar el ―Ronco‖ hace un alto para dirigirse a la teleaudiencia y explicarle que ciertos periodistas consideraban que, en su nuevo programa, no era ni animador ni humorista; por lo tanto ―estoy en la calle‖ deducía molesto. Pero no hay mejor recurso que resolver situaciones de duda con un tercero que permita decir las cosas claras: ―Sancochao‖ un muñequito tipo los Muppets. Este personaje permitía al ―Ronco‖ poner sus ideas en boca de este muñequito que compartía con élla carga de las acusaciones y, de paso, la animación del show. Proyectando en el muñequito su propia situación, el ―Ronco‖ discutía a ―Sancochao‖ el derecho a tener su propio show para el ―populorum‖, porque había sido ―tentado por otro canal‖ y quería irse. En el diálogo entre ―Sancochao‖ y el ―Ronco‖ iban apareciendo, estratégicamente, las maquinaciones que suelen hacer los cómicos en una economía de mercado para defenderse y promoverse, anunciando que se van, para que les mejoren el sueldo. Cuando el ―Ronco‖ le dice a su muñequito ―que tiene su carta libre, que puede dejar el canal y aceptar su nuevo contrato‖ (de paso bromea sobre él mismo), ―Sancochao‖ se retracta: ―no -dice- era sólo una estrategia, ¡del 9 nadie me mueve!‖. La necesidad del Canal 4 de tener otro programa cómico que reemplazara al de Tulio Loza, lo llevó a crear Los detectilocos, cuya estrella principal es Ricardo Fernández. En opinión de Tulio Loza, éste es un excelente actor secundario, dispuesto siempre a cumplir su rol sin intentar sobresalir y dándole todas las facilidades al actor estrella para que pueda lucirse. Pero, una vez que se fue Loza al 5, Ricardo Fernán. 283 dez se convirtió en la estrella; y, de paso, en uno de los primeros programas —sin mencionarlo por su nombre— aludió a Tulio Loza, cuando alguien ha sido secuestrado y deciden no buscarlo ―porque se ha ido al Canal 5‖. Anteriormente, esto mismo le sucedió al maestro de ceremonias Pablo de Madalengoitia. Antes de que fuese contratado por el canal 4, trabajaba, entre otras cosas, como relator del noticiero del canal 5. Entonces en Risas y Salsa, a través de Guillermo Rossini, fue imitado en el sketch El centro de notitas y con el apodo de Pablo Mal de la Gota. La guerra entre los canales se expresa a través de los propios programas, en los cuales el humor se apoya muchas veces en poner apodos al actor que se fue a otro canal. El ―Ronco‖, uno de los reyes de las ―chapas‖ y las ―puyas‖, recibe de sus excolegas del Canal 5 una andanada de bromas a las que debe responder solito. Antes, el ―punto‖ del ―Ronco‖ era Tulio Loza, hoy, Justo Espinoza -entre otros de Risas y Salsa- utiliza la chapa ―Cara de 0lla‖ que le han puesto al ―Ronco‖, para burlarse de él, pero utilizando la misma trama de su sketch. Llorando como el personaje niño que se llama ―Chunchito‖, papel que representa por su bajísima estatura, se muestra castigado por su mamá frente a un televisor en el que tiene que ver El dedo, programa de reciente aparición en el Canal 9. Sus compañeros ríen mientras él llora por el tremendo castigo de ver un programa escrito por el libretista que trabajaba antes con ellos y que ahora les hace la guerra por el rating. Pero éste no es un hecho aislado: en otra ocasión ―Chunchito‖ llora desesperado, llora a chorros, porque esta vez el castigo es todavía peor: ¡tiene que ver el show de ―Cara de olla‖! EL DUEÑO DEL NOMBRE Los problemas externos y propios al mundo del espectáculo y los artistas también constituyen escenas, tramas y motivos de humor. El caso más saltante fue el que protagonizó el actor Víctor Prada cuando interpretaba al famoso ―Piquichón‖, en el programa de Tulio Loza ―Camotillo el Tinterillo‖. Ambos constituían una yunta inseparable, complemento del humor; pero, cuando Víctor Prada pidió un aumento de sueldo que le fue negado y el Canal 5 supo de la ocasión, fue contratado de inmediato para integrarlo al equipo de Risas y Salsa, surgiendo . 284 . un problema filosófico/literario/legal: Víctor Prada podía irse, pero ―Piquichón‖ debía quedarse. El actor sí, pero el personaje no. Esta situación -lejanísima del marco de la pantalla- fue trasladada, sin embargo, a los sketches. Cuál no sería el asombro de los telespectadores cuando vieron a Víctor Prada dándole vida a ―Piquichón‖ en Risas y Salsa mediante un libreto novedoso que dejaba a su personaje libre, despercudido de su antiguo rol de ayayero de ―Camotillo‖: ―si algo te sacó pica, aquí `Piquichón' te replica‖. Con esta frase se hacía evidente, además del enfrenta-miento entre los canales resuelto por la vía económica, el pleito por los personajes. El Canal 5 se llevó a Víctor Prada, a ―Piquichón‖, y lo liberó, de paso, del yugo de su antiguo rol. En Risas y Salsa no tenían lugar ―Camotillo‖ ni ―Piquichón‖, pero éste último lo traía a escena a partir de constantes referencias, que hacían evidente tanto los líos entre ambos canales como la con-dición de triunfador del Canal 5. En sus primeros papeles en este programa, Víctor Prada -siempre con el nombre de ―Piquichón‖- representaba a un candidato a alcalde de Las Totoritas. Este candidato, este personaje ―es el auténtico 'Piquichón' , no el del anterior programa, sino en carne viva, en vivo y en directo‖, afirmaba. El problema legal del nombre se convertía, de ese modo, en un motivo de risa. ―El hombre es dueño de su nombre -explicaba este 'Piquichón'- el nombre con el cual es reconocido. Cada uno es lo que es -y por último se interrogaba-: ¿acaso se sabe quién le puso el Manco de Lepanto a Cervantes o el Chueco a Honores?‖ No todos los casos tienen la misma repercusión que el de ―Piquichón‖, pero algunos problemas externos condicionan las tramas de los sketches. Uno de ellos fue el alejamiento momentáneo de Hugo Loza -la estrella principal de Te mato Fortunato. Este programa debió concebirse sin ―Fortunato‖, dando lugar a que todo el peso reposara momentáneamente en Jorge Montoro, que representa el rol del ―Padrino‖. Otro caso, confuso en su aspecto legal, fue el del personaje ―Roncayulo‖, creación de Augusto Polo Campos, propiedad del Canal 5, y que no podía ser representado porque su creador trabajaba en otro canal. Cuando Polo Campos fue contratado por el Canal 5, su ―Roncayulo‖ pudo volver a las pantallas. El actor Antonio Salim de Risas y Salsa puede, entonces, en el programa de Tulio Loza, volver a interpretar a su famoso ―Roncayulo‖ junto a . 285 ―Doña Epidemia‖, que se había quedado ―viuda‖ en escena, sin poder compartir el humor con su famoso zambo del callejón. 3. LOS ANIVERSARIOS Y LA PUBLICIDAD Los aniversarios de algunos de estos programas constituyen una buena oportunidad para confundir planos y borrar fronteras, no sólo entre la realidad y el set, sino entre los personajes de un mismo programa. En estos aniversarios, a diferencia de la célebre obra de Luigi Pirandello, ninguno de los personajes está en busca de autor complaciéndose en el ejercicio de una libertad absoluta, por encima de la usual. Cuando Tulio Loza celebrada todavía con su más famoso ayayero un aniversario más de su programa en el Canal 4, aparece ―Piquichón‖ suelto en el set, motivando una serie de enredos, jugando con diversos planos de la ficción. ―Piquichón‖ aparece como ―Piquichón‖, pero cuando se acerca a ―Ursula‖ -la esposa de ―Nemesio Chupaca‖- ella le dice que sólo tiene ojos para su Doctor, asociando libremente a ―Chupaca‖ como ―Camotillo‖ (los dos personajes de Tulio Loza). En otro pasaje, ―Piquichón‖ descubre al Señor ―Chupaca‖, ―allá está‖ –dice- acercándose y preguntándole por el Doctor, por ―Camotillo‖, ―para brindar con champagne‖. ―Anda, ¡calla Huamán!‖, le responde ―Chupaca‖, como si fuese el otro personaje. Este tipo de enredos se acentúa últimamente cuando se aprovecha la oportunidad de hacer publicidad a otros programas de humor que se transmiten por el mismo canal. En su show, el ―Ronco‖ aprovecha para decir ―que El dedo está entrando suavecito. . .‖, es decir -mal pensado-, que el reciente programa El dedo está haciéndose un lugar entre la audiencia. Un chiste, un comercial publicitario. La autocomplacencia del humor cerrado llega al colmo cuando Risas y Salsa saca su ―Concesionario de TELO AVISO PASTEL, CALLE LOS DEDOS 999, preguntar por Cara de olla‖, en una sátira no sólo de los TELE AVISOS PANTEL del Canal 5, intercalados en su noticiero matutino Buenos Días, Perú, -la televisión dentro de la televisión, su referente inmedia. 286 to-, pero también su pequeña auto-publicidad graciosa, su ayudita, y finalmente la burla a otro canal. Al mismo tiempo que los del 5 se dan una manito mencionando su sistema de publicidad barata, aprovechan para meterle su ―palo‖ a los del 9 y a su programa El dedo: el gran finger, la gran trafa, el gran engaño, en una de las acepciones que tiene el dedo en el argot urbano. Y, por supuesto, ―Cara de olla‖, el ―Ronco‖, es hoy motivo de burlas; al gran zambo, a ése, poniéndole apodos como si fuera Caquita de Dromedario o Cara de Buque. . . un politiquero de por allí. En Matrimonios y algo más, programa que también propala el Canal 5, se hace la misma publicidad, pero utilizando la trama del sketch. En esa oportunidad -al estilo de las grandes parodias- se realiza uno de los matrimonios históricos, entre Nerón y Popea. Ella, echada cómodamente, le dice: ―te lo aviso Nerón‖, como una réplica al también publicitario ―tele guisos pastel‖. Pero los programas cómicos, en otra veta de humor de larga tradición en el medio, remedan, como parodia, a la publicidad que aparece en la televisión. Otra vez, para poder reir, se debe mirar hasta los comerciales. Este mensaje cotidiano que tiene a la pantalla como su principal medio de comunicación, vuelve a aparecer (y a su manera como una publicidad) en estos programas. Hace algún tiempo, la cantante y compositora Chabuca Granda hacía un comercial para la compañía estatal Aero Perú. Ese comercial se caracteriza por la frase final: ―que encanto. . . mi gente‖. Nancy Cavagnari la imitaba, no sólo parodiando la manera de decir la frase característica de Chabuca Granda, sino que escogía para acompañarla unos personajes miserables que se arrastraban por el suelo, mutilados, pobrísimos, zarrapastrosos. Ese ―¡¡qué encanto, mi gente. . .!!‖ surgía en oposición a los personajes bellos, sanos y opulentos del comercial. La publicidad es una de las formas que tiene la televisión para la reconversión y el manejo de la realidad. Los chistes de ―Camotillo‖ se apoyan frecuentemente en la actualidad de los principales acontecimientos políticos. No puede perderse, por esto, la ocasión en la que el Presidente Belaúnde aparece enfrentando el peligro en un desfile de Fiestas Patrias . 287 desde un carro descubierto, aunque protegido por un chaleco antibalas. ―Camotillo‖ insinuó que había frío y que se escuchaba primero TUN, segundo TAN y TATATATAN. .. por los balazos que se venían, utilizando para hacer explícito el sonido de las balas un spot publicitario de Guillete difundido en esos momentos por la televisión. El caso contrario es el de la publicidad que gran parte de los actores de Risas y Salsa realizan para la cerveza Cristal: ―yo tomo Cristal, porque es mejor‖, dice el spot publicitario, repetido por personas desconocidas. En este caso, sin embargo, se escoge a los cómicos, no como individuos-ciudadanos cualquiera, sino en relación a sus personajes, aunque estén fuera de contexto. Adolfo Chuiman dice ―¡cómo no!‖ y a una mujer ―mamita‖ -como si fuese ―Papá‖ Manoloy ―Chunchito‖/―Petipán‖/Justo Espinoza sale exclamando que para él, ―una botella chica, porque es chiquito‖. Los estamos vieendo... nos estamos vieendo. . ., son ellos, están en otro sitio, pero son: toman ―Cristal‖, y no en Risas y Salsa, pero como si lo fuera...(47). 4. LA TELEVISION POLITICA Pero estos programas no sólo se preocupan de los personajes que aparecen en el marco de la pantalla televisiva. Imitan a personas y parodian situaciones de la realidad, pero a través de una óptica que privilegia los aspectos más obviamente susceptibles de crítica: resaltando los defectos físicos de las personas, las frases que les son típicas hasta la deformación, el amaneramiento, o sacando a las personas de su contexto habitual. Los personajes políticos constituyen con todo mérito la veta principal al respecto; pero, a diferencia de los artistas o cantantes, ellos aparecen a menudo en situaciones recogidas y anun. . (47) La misma cerveza no tardó en desatar otra campaña contratando a Tulio Loza y su compañera para realizar un comercial. Y allí es posible ver a Ricardo Fernández y a Mari Carmen Ureta, como ―Ursula‖, acompañando a Tulio Loza. ¡TATATATAAAN!: cuando ―Ursula‖ le roba el vaso, Tulio Loza saca una copa enorme (dándole a entender que a ―Chupaca‖ nadie le engaña) y se la toma toditita 288 ciarlas por la TV, o en situaciones ficticias, creadas por los imitadores. Al margen del personaje imitado, lo que importa es la situación que se parodia. Los políticos aparecen, por lo general, en situaciones propias a su función cubiertas por la TV o en los programas políticos de la televisión. En el primer caso, las imitaciones recogen los tics y las obsesiones de los políticos, como son, en el caso del Presidente Belaúnde, la maqueta y el puntero. Su imitador Elmer Alfaro recurre siempre a este detalle fundamental: tan importante como la imitación de la voz del Presidente o su postura, resultan estos dos instrumentos de trabajo. Sin embargo, debemos mencionar que en este tipo de imitaciones también se recoge de la realidad política los últimos acontecimientos. El fallido viaje del Presidente Belaúnde a los Estados Unidos en 1983 fue una oportunidad para que Alfaro lo recreara de la siguiente manera: ―el viaje de la gran ruta, con un presupuesto más arrugado que el alcalde Orrego, empezó por la meseta del Quete, en Colombia: luego a Cuba -el territorio más grande del mundo- porque tiene su casa de gobierno en Rusia, su ejército en Angola y su población en Miami y, por Arequipa, Ciudad Blanca‖, en lugar de la Casa Blanca. Otros ejemplos sobre el mismo tema son las imitaciones de la época sobre la Primer Ministro británico, Margaret Thatcher, y el expresidente argentino Leopoldo Galtieri, a propósito del conflicto de las islas Malvinas. Pero también -como un recurso más creativo- se imaginaban situaciones políticas que no habían ocurrido, contando para ello con un texto apropiado. Por ejemplo: una conversación entre el presidente Belaúnde y el ex-presidente Francisco Morales Bermúdez, en el cual cada uno insiste en su propia obsesión: uno, los mapas y el otro, el alcohol. La gran característica, sin embargo, de las parodias políticas, es la imitación de los programas políticos de la televisión. ―¡Cara a cara, frente a frente, codo a codo, Frejolito a Frejolito!‖, imitan los de Risas y Salsa al alcalde de Izquierda Unida, el Doctor Alfonso Barruntes Lingán, teniendo como invitado especial al Doctor Alfonso Grados Bertorini, su ex-rival en las elecciones municipales, su tocayo-tocayito. El programa que dirige el periodista Alfonso Baella Tuesta, en el Canal 4. Frente a . 289 Frente, constituye, así, motivo integral de una parodia política. En esa misma oportunidad aparece, además, ―Jugo‖ Blanco -el líder trotskista en Polvos Azules- para que ―Frejolito‖ dé su opinión acerca de él y ―Jugo‖ Blanco opine sobre ―Frejolito‖. La conversación entre el alcalde de Lima y Grados Bertorini resulta pasada, pero ambos se hicieron conocidos por el gran público cuando la televisión los juntó en la Universidad del Pacífico, a propósito de una mesa redonda entre los candidatos a la alcaldía provincial y en la cual ambos monopolizaron la polémica. La parodia repite lo que ya vimos por otras vías: la televisión se imita a sí misma y no necesita recurrir a la realidad. Así, señoras y señores, a la semana tienen ustedes su programa político y su parodia. Uno en serio y otro en broma, pero cuidado, por la broma también se llega al terreno espinoso de la vida política. Esto supone, en una primera instancia, que los telespectadores deben haber visto el programa político y tener cierta opción o preferencia para poder reir con el cómico y, obviamente, que conocen los acontecimientos políticos para poder seguir el hilo del humor. En caso de que no hayan visto el programa político, y sólo hayan visto el segundo, tendrán de todas maneras una versión de lo que ocurrió en la realidad: se opta en nombre del televidente y se le convence de reir sobre esa opción. La televisión sin embargo, tiene un mismo lenguaje que se hace uniforme, un solo cuerpo. especialmente cuando se trata de eventos o personajes públicos de importancia. La diferencia entre los canales pasa a ser accidental y en todo caso a un segundo plano. Si el entrevistado de la semana en el programa político del Canal 4 fue el Vicepresidente Javier Alva Orlandini. en elprograma Risas y Salsa del Canal 5, aparecerán el sábado próximo ―César Hitlerman‖ y ―Javicho Alván Lechuzón‖ o ―Calva Reblandini‖. El motivo de la discusión puede ser el presupuesto general de la República o los líos internos entre Alva Orlandini y Manuel Ulloa. No importa. Lo que sí importa es que la imitación será reemplazada por la parodia, en la cual el personaje maneja por igual la situación. Por supuesto que Risas y Salsa no puede parodiar de la misma manera el programa político del Canal 5, pero a esto contribuye tanto la ausencia de un conductor de programa político igualmente sujeto de imitación como al hecho de que siempre la parodia es una forma de guerra entre los canales, parte de su competencia económica. 290 LAS MICROBIONDAS Y EL CANTA CLARO Estos dos recursos que utilizó mucho Tulio Loza en el Canal 4 para refrescar el monólogo de ―Camotillo el Tinterillo‖, son dos excelentes ejemplos que nos sirven para ilustrar la autocomplacencia de la televisión en su propia importancia. Al final de su programa, ―Camotillo‖ llama a su ―Piciuichón‖ de turno para que traiga al set ―una pantalla mágica‖, parodiando, así, una de las últimas técnicas visuales de información, de extendido uso en la actualidad: la transmisión por unidades móviles desde el lugar de los acontecimientos de las noticias de último minuto. Además de la transmisión desde las unidades móviles, ―Camotillo‖ enriquece esta moderna técnica aplicada en los mejores programas presentando una doble imagen simultáneamente en las pantallas: la del comentarista o realizador del programa, en este caso él y su ―Piquichón‖, y la de su entrevistado a través de las unidades móviles, presente en la pantalla mágica que este último sostiene. Este recurso televisivo fue utilizado tanto en el programa Visión, conducido por César Hildebrant, como en el de Tulio Loza, ambos a cargo de uno de los mejores entrenados directores de la televisión local. Luis Carrizales Stoll. En el primero se puede ver, por ejemplo, al propio conductor del programa en el set y a su entrevistado en otro lugar, su casa o su oficina, entablando una conversación. El espectador tiene la sensación de estar viendo a través de su pantalla dos situaciones que discurren en espacios diferentes pero al mismo tiempo, vinculados por esta técnica que da la impresión de dos planos en una misma trama. En el programa de Tulio Loza se parodia esta técnica llamándola ―microbiondas‖, y se utiliza para ello un cartón en el que se ha dibujado una pantalla de televisión. ―Camotillo‖ está, así, en el set y ordena a su ―Piquichón‖ que lo abra para que aparezca la imagen. Ambos (y nosotros) miran entonces dos televisores al mismo tiempo, dos imágenes que luego se concentran en una. Esta técnica reemplaza la imitación y la parodia por un montaje de la imagen con el audio. En esta ―pantalla . 291 mágica‖ que coge ―Piquichón‖, aparece un político al cual le han doblado la voz, repitiendo un texto que lo saca de su contexto habitual, pero que dice algo con sentido puesto por el autor del libreto. Podemos así ver a Javier Pérez de Cuéllar, a Luis Alberto Sánchez o a Fernando Belaúnde prestando declaraciones a la prensa, rodeados de micros, de periodistas, conversando sobre lo que se le ocurre al guionista Augusto Polo Campos. La situación no sucede en el set, ni en otro programa político parodiado, sino en el ombligo mismo de la televisión, en el útero materno: la realidad ha sido trasladada a la pantalla por doble vía, hasta su interior mismo. Cuando concluye esta parte, el ―Piquichón‖ cierra ostentosamente la ―pantalla mágica‖ dando por concluido ese show, y entonces concluye también el programa: Tulio Loza se despide, los especta-dores pueden cambiar el canal, soportar con estoicismo los comerciales o apagar definitivamente el televisor. Es lunes y el primer día laboral de la semana está por terminar. Para gusto ya está bueno, ya. 292 CUATRO ILUSTRACIONES El género humano no soporta demasiada realidad. T. S. Eliot 293 294 I El 27 de marzo de 1984, el Perú entero se estremeció por el amotinamiento de unos reclusos en el centro penal El Sexto ,que habían capturado, como rehenes, a más de una docena de trabajadores. Esa cruda realidad duró aproximadamente unas 15 horas y la televisión se ocupó de seguirla con sus cámaras, ininterrumpidamente. Los televidentes peruanos pudimos contemplar, en vivo y en directo, desde el televisor de casa, las más crudas escenas de horror captadas por las unidades móviles. Algunos niños y aún adultos entraron en crisis, cuando descubrieron que lo que allí veían no era película, sino la realidad al instante; que lo que estaba ocurriendo, era "verdad" y no "mentira". Por coincidencia, a eso de las 21 horas, en el Canal 9, que fue el único en seguir paso a paso todo el terrible acontecimiento, casi desde su inicio por la mañana hasta avanzadas horas de la noche, empezaba uno de los más recientes programas cómicos: El dedo, que salió efectivamente al aire pero era interrumpido frecuentemente para propalar las imágenes del motín y el rescate de los rehenes. Cumplido el informe, continuaba El dedo imperturbable. La tragi-comedia de la vida adquiría, así, su máximo exponente: por unos minutos los espectadores tenían la risa y en otros el espanto. Para colmo, la muerte de los rehenes se mezclaba con el desenlace de una parodia skakesperiana donde todos los actores del show acababan tirados en el suelo agonizantes, en la parodia de esa tragedia teatral, "hasta el autor había muerto". La rapidez con que la televisión llega como noticia del lugar de los hechos, ha eliminado las barreras del tiempo a las que . 295 nos tenía acostumbrados la prensa escrita. Al comentario tardío de las revistas, la televisión le opone la información inmediata de los hechos. Esto trae consigo, y refuerza, el fenómeno de autocomplacencia que tiene la televisión con capacidad de borrar las fronteras, cada vez más frágiles, entre la realidad y la imagen: ésta ocurre, con frecuencia, simultáneamente con los acontecimientos. El pasado mes de junio. cuando el programa Visión fue violentamente censurado e interrumpido, para desconcierto de los telespectadores, inmediatamente fue reemplazado por Los detec-tilocos, el reciente programa cómico del Canal 4. No hubo explicaciones. Las imágenes de humor adquirirán continuidad con lo anterior a partir de una lógica interna que le daba sentido: era el mundo articulado de la televisión, que prescindía de la otra realidad, la externa. II La televisión también sale de los estrictos marcos de la pantalla para incorporar la vida, la cotidianeidad. Los premios que Augusto Ferrando o Román Gámez regalan a la audiencia permiten hacer hincapié en este proceso: son los bienes útiles en la vida doméstica, y los animadores recuerdan, constantemente en sus monólogos, la importancia que tienen estos programas -es decir, estos premios y/o regalos- para la gente pobre en la vida inmediata. Si bien los asistentes y concursantes pasan un momento de diversión o descanso, su meta última no está en el programa o en la capacidad que éste tenga de hacerlos reir: lo que están buscando con ansiedad es un premio -una frazada, una botella de aceite, un detergente- para llevárselo a su casa, para usarlo, no en el set, ni ante cámaras, sino fuera de ella: en su vida. III Televisión, y realidad conforman, así, una sola unidad: y estos programas de humor lo evidencian cuando llevan y traen la realidad a la escena, pero también cuando la ficción llega y transita por las aceras de la realidad. Qué desconcierto, qué furor causó hace años el matrimonio de la heroína de la célebre telenovela Simplemente María. Un cura real se ofreció a casar a la pareja reemplazando al actor que debía hacerlo y "no lo hacía . 296 tan bien‖. La mutitud aclamó a la pareja que debió subirse a los techos de la casa parroquial para saludar a quienes se habían quedado fuera de la iglesia. De manera parecida, qué aconte-cimiento fue hace poco el matrimonio entre "Chelita", la secretaria de "Federico Lanserote", y "Felpudini", el don nadie de Risas y Salsa. Esta vez ocurría lo imposible de pensar, lo opuesto al happy end de la telenovela. Lo que nunca pudo el "Jefecito", lo logró "Felpudini", pero fuera de los libretos, de la pantalla, del guión, de su personaje y de los maderos del set. Analí Cabrera y Raúl Carrión no hubieran sido capaces de concitar la atención del público por el sólo hecho de contraer matrimonio. ¡Aunque lo hicieran en la capilla contigua a la Catedral de Lima un sábado a las seis de la tarde! Para el público se casaban "Chelita" y "Felpudini", nadie más: para la gente, a manera de reivindicación social, ocurría lo que no estaba en los libretos de Delfor, Carlos Oneto o Carlos Velasquez. ¡En cuántas oficinas públicas del país habrá algún empleado que apodan "Felpudini"!; ―no seas 'Felpudini', meloso, sobón…‖ ¡Cuántos "Papás" habrá en las esquinas de los barrios populosos de Lima!, porque hasta Chuiman traslada su personaje a su vida diaria, cuando aparece fotografiado -en tanto actor- con un polito veraniego en el cual está escrito "Papá". No interesa tanto que en Risas y Salsa deba representar otros papeles, incluso contradictorios con "Papá Manolo", o afeminado en sus imitaciones: Chuiman y "Papá" conforman una unidad, una misma persona, en el set y fuera de él, cuando es requerido por la prensa para un reportaje. De buenas a primeras, como una manada sin rumbo, los personajes más conocidos de los programas de humor hacen su aparición en la vida diaria. Se empieza a hablar como ellos: "mi querido moncheri" es todavía una expresión que personas que pasan de los 35 años utilizan antes de darse un abrazo. Giros y personalidades se entremezclan en los diálogos y situaciones de la vida con comodidad, poniendo énfasis en la estricta relación que existe entre ambos mundos. IV Pero el tránsito de los personajes del mundo de la televisión a la realidad puede adquirir un carácter más sutil: en algunas . 297 oportunidades no requieren salir de la pantalla, sino que desde ella, y sin necesidad de asumir un personaje, influyen con sus ideas y opiniones personales en la vida de las personas. Como ya vimos, el caso de Augusto Ferrando es el más explícito: fuera de los comerciales, a través de los distintos medios de información, es sobre todo, un hombre de la televisión. Escúchenlo a él y, después, a Tulio Loza como "Camotillo el Tinterillo". Ferrando habla de Schwalb (enero de 1983) ―. . . en lo de anteanoche el pueblo esperaba otra cosa de los congresistas, verdad que sí. Se había pensado que iba a ser un diálogo agradable, por supuesto con una oposición, pero no tan exagerada y que llegara a los insultos, y que Ud. veía a través de Panamericana que batió un récord. 14 horas sin un solo aviso. En verdad, que a mí hubo momentos en que me daba ganas de apagar el televisor, porque esa gente había ido a exponer un plan, un programa, y estuvieron expuestos a insultos, a agravios, menos mal, menos mal, que el Sr. Schwalb, a quien no tengo el gusto de conocerlo, al final, improvisó un discurso, pero tan humano, tan emotivo, tan lindo, que aquella persona que no le quiera creer, mejor que se dedique a otra cosa y no a estar ofendiendo a esa persona, que como él, estuvo 8 años desterrado, y ha venido a su país porque lo quiere, lo adora, él cree que con esa gente, ese gabinete que ha juntado el gobierno podríamos salir adelante, en un momento tan difícil, no solamente para el país, sino también para todo el resto del mundo. Yo le pido a la oposición, a la oposición moderada, perdón, a aquellos que se extralimitan, que tengan un poquito de paciencia, porque el pueblo, si hubiera una encuesta en este momento, todo el mundo estaría con esta opinión que estoy vertiendo: o sea, apoya a este nuevo gabinete, déjenlo trabajar, por lo menos déjenlo traba-jar, no han comenzado y ya le están tirando que da pena. Por esto dijo el Sr. Schwalb no hemos comenzado y ya me han dicho que estoy muerto. Tuvo palabras tan lindas, que veo que han convencido a todo el mundo, ahora esperamos, Sr. Presidente del Consejo de Ministros, que convenza con hechos a este país que está tan afligido, que sigue creyendo en la gente honorable como Ud. y con la gente que lo acompaña. 298 Y lo digo un día que no hay quien le haya tomado más elpelo a Belaúnde Terry que Augusto Ferrando. Alguna vez en elcine de Chancay nosotros parodiábamos a Fernando BelaúndeTerry, esperó que saliéramos, nos cuadramos los 26, y a uno poruno nos fue dando la mano, felicitándonos por el espectáculo dela Peña. Demócratas como él hay muy pocos en el mundo. Un hombre que respeta la libertad de expresión. Verdad que hoydía venía con ganas de improvisar, de hablar cosas más impresionantes, pero no, estoy pensando en lo que debe estar sufriendo el Presidente de la República, no se le puede insultar en la forma en que se le insultó anteayer, es un hombre que quiere a su patria, es un hombre que Ud. lo vé, está lleno de canas, desesperado, todo lo que ocurre en el norte, en el centro, no hay plata, hay crisis, y sobre eso le siguen dando, le siguen dando, ojalá que este gabinete acompañe a Fernando Belaúnde Terry. Y aquel que pidió la vacancia de la Presidencia, que la próxima vez pida su propia vacancia para que deje trabajar a los que quieren a este país. Muchísimas gracias." (Aplausos). Es costumbre de Ferrando hablar y expresar sus opiniones ("pensaba decir otra cosa") al modo de un editorial, dentro de una amplia gama de posibilidades. Y a ese discurso le introduce otra publicidad -la del propio canal- y la de su Peña, "cuando actuaba en un teatro de Chancay". En estos distintos niveles, no sólo la realidad externa se infiltra con naturalidad, sin decir permiso, buenas tardes, un minuto, ¡un flash!, nada, ¡así nomás!, sino que ingresa a los hogares como si estuviese conversando en la calle, exponiendo sus puntos de vista. El espectador de este programa está acostumbrado a estas visitas, pero, lo más importante, es que si no pudo ver el debate en la transmisión del Canal 5, lo hizo en el programa de Ferrando, en el mismo Canal, pero con otro tono, más cariñoso, más meloso, y con su aproximación. De tal manera que hubo dos transmisiones del debate: las dos muy válidas, pero una de ellas en un programa de concursos, de humor, de descanso. Camotillo habla de Schwalb (marzo de 1984) Inmediatamente después de la renuncia de Fernando Schwalb López Aldana como Primer Ministro del régimen de Fernando Belaúnde Terry, "Camotillo‖ no podía quedarse callado: antes . 299 de que se vaya definitivamente de la escena política, como noticia y motivo de parodias e imitaciones, ―Camotillo‖ tenía que darle su despedida al "viejito, al abuelito" Schwalb: ―Schwalb-SchialbSchuachsss- como un trapo viejo… como un trapo…‖ -abría y cerraba la boca guturalmente ―Camotillo‖ ¡Qué diferente al discurso pleno de entusiasmo, de elogios, de Augusto Ferrando, cuando asumía el cargo! De los elogios iniciales, a la leña del árbol caído. Dos discursos de tiempos diferentes, dos presencias de la realidad en la televisión, una en primera persona y otra mediante un personaje. 300 A MANERA DE COLOFON: ¡APAGA Y VAMONOS, MALDITA SEA! 301 302 EL ―TOMA Y DACA‖ DE LA TV. El ―Zorro‖ iglesias, uno de los más famosos actores cómicos de la radio durante la década del cincuenta, terminaba su programa con el grito: ―¡APAGA Y VAMONOS, MALDITA SEA!‖. Hacía obvia de ese modo la temporalidad de su presencia; la incursión especial que, como él, la mayoría de los cómicos hacían a la radio, para luego dejarla y volver al teatro o, simplemente, a la vida. Los cómicos de hoy saben que la televisión no permite este tipo de relación eventual con quienes trabajan en ella; menos aún si se trata de sus actores estrellas, sus divos, aquellos que funcionan como su permanente carta de presentación. La televisión vive en pos de un público cautivo, cuya sintonía casi eterna, así como su diversificada y permanente presencia, pueda cumplir el propósito, primordial de alimentación que ella requiere. Por esta razón los canales se sienten disminuidos cuando una de sus estrellas los abandona y este divorcio es motivo principal para la prensa que cubre el mundo del espectáculo y que utiliza la competencia en este mercado como noticia de primera plana. Los actores cómicos de hoy, los divos de los programas cómicos de televisión, establecen una relación entrañable con el medio a través de la presentación de un arquetipo étnico-cultural que les permite una relación más amplia entre su personaje y un vasto sector de la audiencia, fortaleciendo a través de una presencia cada vez más diversificada la continuidad que le es indispensable a la televisión. 303 Presentándose como la fuente principal de lectura de la realidad, la televisión aspira a que todos seamos uno: un mosaico social homogéneo e inquebrantable. Si bien no podemos seriguales porque no todos tenemos el mismo sexo, la misma edad, o la misma cuenta bancaria, la televisión no ve por qué no podamos pensar y sentir de una misma manera: sobre todo entretenernos y entender el mundo. Este afán homogeneizador cobra mayor vigencia si asumimos que las interpretaciones sociológicas que planteaban el dualismo estructural o el pluralismo cultural, no responden ya de la misma manera a las exigencias de entendimiento de la amalgama cultural de hoy y que encuentra en Lima su mejor expresión. Sabemos que Lima no es el Perú, y la frase de leyenda de Abraham Valdelomar que veía al Palais Concert del Jirón de la Unión como su ombligo, ha merecido ya suficientes comentarios. Pero Lima permite una curiosa mezcla cultural que la televisión recoge, señalando diferencias, para luego integrarlas. Los programas cómicos entienden el resto del país desde su capital. La visión histórica oficial vuelve a cobrar fuerza en los programas cómicos, que con la más nutrida, diversificada y permanente audiencia, plantean las diferencias que existen siempre y cuando se expresen en la ciudad, en Lima, y puedan luego, de alguna manera, reformularse en una propuesta de homogeneización. Como reflejo y versión de la realidad, la programación televisiva no puede negar las diferencias que existen en el país. Presentarlas será una obligación para la cual, recurre, de inmediato, a los prejuicios más valiosos del sistema cultural. A partir de ellos, los programas cómicos se convierten en los mejores exponentes de un doble propósito: de un lado, buscar la identificación y el segui-miento de las audiencias populares a través de distintas vías, para señalar las diferencias y el derecho a una autoafirmación cultural de quienes se sienten distintos por razones históricas, económicas y sociales: de otro lado, y de manera inmediata, busca integrar las diferencias presentadas a partir de una visión que se apoya en los prejuicios y estereotipos heredados del ordenamiento tradicional, reformulados por la machacada e imperiosa necesidad de construir una nación a como dé lugar, combinación a través de la cual se asignan valores y normas que no es posible rehuir. 304 El criterio racial, puesto de relieve en este trabajo, hereda por cierto un conjunto de aproximaciones valiosas hechas sobre el tema, tanto por las ciencias sociales como por la literatura en el Perú. Pero el predominio del mismo ha sido una constatación que hemos debido aceptar a lo largo del seguimiento de los programas cómicos. Pareciera ser que los sectores populares, cuando acceden a la televisión a través de los programas cómicos, son un portento paradójico de afirmación de su propia condición racial, por un lado, y de exponentes del racismo, por otro. En estos programas, la televisión reconoce una sociedad de clases, pero donde sobresale ―el color de la clase‖ para empezar a señalar las diferencias. Como reacción frente al racismo clásico, cada segmento se auto-afirma, pero se apoya mostrándose superior a los demás, mientras, simultáneamente, se resigna a aceptar una condición supeditada al esquema prevaleciente, donde ser blanco, todavía, es mucho mejor. La televisión se encarga de mostrar las rivalidades y desaveniencias populares debidas al color, y no a la clase, al interior de la sociedad, dando posibilidad de escape a este conflicto interior a través del diseño de una utopía criolla que se identifique con sus necesidades de homogeneización. La esquizofrenia y la paranoia encuentran, así, un lugar preponderante en los programas cómicos. Por encima de la aparente seguridad de cada personaje, nadie sabe muy bien quién es quién socialmente y todos tienen un tanto de verguenza sobre lo que cada uno es como individuo accionando finalmente tan sólo por temor a la visión e inter-pretación de los demás sobre sí mismos. Los segmentos sociales han elaborado en estos programas una serie de criterios para clasificarse y entenderse unos a otros; a la manera de espejos, el status, la condición social que cada uno posee y lo identifica en un segmento social que agrupa a los individuos similares, no es más que la forma como cada quien es asumido por los demás, cómo uno y la clase de uno, son vistos por los demás. El Perú es un caso complejo a juzgar por las características de los personajes populares que muestra la televisión. Nuestro proceso histórico deriva en una situación en la cual, nadie, o muy pocos, poseen un equilibrio psicológico suficiente que les permita una formulación cultural que guarde fidelidad con un pasado, una tradición, un proyecto coherente; y quienes creen tenerlo, deben mantener un enfrentamiento constante con . 305 los medios de comunicación que les niegan toda posibilidad de expresión, se burlan de ellos o los ignoran, no porque el medio sea necesariamente así, cuanto por la instrumentalización política que de él se hace. En este sentido, los cómicos que representan, a través de su propia figura o de su personaje, a un segmento socio-cultural, no pueden afirmar en exceso su procedencia, así como su auténtica vocación política. Su postura carecería entonces de la gracia necesaria: un cómico que reclamase este derecho no podría burlarse de sí mismo, requisito inherente al humor. Asumiendo una postura en exceso reivindicativa, perdería también la ambiguedad en la que necesita moverse para garantizar no sólo la gracia, el chiste, cuanto la homogeneidad que la televisión reclama. La comicidad acaba así convirtiéndose en la televisión en una forma de rehuir posiciones drásticas a las que podrían llevar un excesivo énfasis en las diferencias que, en principio, los cómicos no pueden dejar de señalar. Los estereotipos a través de los cuales cada segmento se ve y entiende mutuamente, tienen como eje vertebrador una propuesta común que los resume. El sistema cultural, que reconoce las diferencias raciales, no hace hincapié en ellos, en aras de un mensaje más consecuente con la vocación homogeneizadora, y no conflictiva, de la televisión. Así, ser criollo resulta más ambiguo y a la vez más rentable que ser ―cholo, zambo, ponja o blancón‖. Estas diferencias raciales y culturales, que en el Perú van acompañadas por procedencias de clase muy marcadas, encuentran en el criollo una sola voz, una sola fuerza, una sola expresión cultural, que los programas cómicos se esmeran en presentar. El criollo es el personaje por excelencia de la ambiguedad, e incluye, en su proceso histórico, tanto al blanco nativo (como fue don Pedro Peralta y Barnuevo), al señorón de antaño (representado en José Antonio de Lavalle), al artista bohemio, de origen urbano, poeta de las Peñas (como Pinglo y Acosta Ojeda), y al limeño de los sectores populares en proceso de incorporación a los sectores medios; pero no incluye de igual modo, al proletariado urbano ni al indio o al campesino. El criollo, tal como aparece en los programas cómicos, es hoy aquél que conoce las reglas de la institucionalidad social y sabe . 306 cuándo y cómo puede trasgredirlas. El ánimo del criollo, tal como aparece en la televisión, corresponde a la población que se halla dentro de la institucionalidad social, funciona en la jerarquía establecida y comparte los valores dominantes. El criollo puede hacer ―criolladas‖ porque el sistema lo permite y fomenta, como una forma de sobrevivencia individual y colectiva. La significativa ausencia en los programas cómicos del obrero y del indio resulta, así, sintomática: ellos no son criollos. Para el estereotipo de los programas, un obrero es un resentido, un amargado, hace huelgas, ―friega‖ al país, se enfrenta al sistema, y no trata (porque no puede/ no es criollo) de sacarle provecho. De igual modo, el indio es un hipócrita, otro resentido, otro amargado, que no forma parte del sistema cultural criollo. Además, ambos son buen pasto para el comunismo y merecen toda la desconfianza del criollo. Aunque la condición del criollo no tiene por qué convertirse exclusivamente en símbolo de lo popular, el sistema cultural que propone la televisión busca siempre asociar y proyectar la imagen de que se es popular sólo cuando se es criollo. Es decir, escéptico, tramposo, frustrado. El criollo es hoy funcional al sistema, forma parte del mismo: un criollo ―de adentro‖, es jaranista, timbero, zalamero, dicharachero, gracioso; está fuera del marco de la hacienda, de la comunidad o la puna, y próximo al contexto urbano-costeño... ― ¡Ah, si un obrero pudiera ser criollo, y no parte de la clase trabajadora!‖. De la misma forma que el obrero -que alguna vez reivindicó para sí la condición de criollo-, el mundo popular, andino, representa lo anticriollo que debe acriollarse para sobrevivir. Una manera que utiliza el criollo para entenderlo es ―humanizándolo‖ dentro de los parámetros del criollismo, así como ―humaniza‖ a la Iglesia o al Sindicato, presentándolos como tramposos para hacerlos humanos, bajados de su pedestal exótico e inaccesible, contaminados con su lógica. El crecimiento de los sectores medios urbanos, sobre todo en la capital, lleva consigo que en estos programas de humor, el criollo sea su representante. A través de la pantalla, lo popular será también las salitas y los comedores de las casitas de San Martín de Porres o de Magdalena; los empleados en el recreo o en los ministerios, la trama de sus pequeñas intrigas, sus quejas, sus frustraciones, su arribismo, en una sociedad que los relega . 307 del poder, pero no los confunde ni con los obreros ni con los indios. Desde este contexto, es importante analizar cómo en los programas cómicos, el espectro de lo popular se amplía cuando incorpora lo criollo a los sectores medios, pero se reduce cuando margina a la clase trabajadora y al campesinado indígena. La clase media es tan ambigua como lo criollo, y, en ambos casos, permite disminuir lo racial y crear mecanismos sociales más capaces de reconocer en lo económico la verdadera fuerza motriz. ―El cholo de acero inoxidable‖ es un intento representativo, pero aislado -a manera de slogan- de presentar conjuntamente elementos culturales articulados, con procesos que rebasan ampliamente a su personaje. Su afán de presentar al cholo en su proceso de acriollamiento en la ciudad, conservando idílicamente su procedencia india, se concreta, sin embargo, en la ambiguedad; hoy se trata de un cholo universal metido en los sectores medios, pero que clama audiencia en los ―lorchos del Perú y Balnearios‖ (antes era Lima y Balnearios /en la actualidad es Lima y sus Pueblos Jóvenes), que se remite siempre a su Abancaysito, pero que ataca sin contemplaciones a todo ese Perú no criollo, no acriollado, que no está en Lima, a pesar del esfuerzo que realiza por asociar a Lima con el Perú, en su conjunto y variedad. La actitud romántica y académica de seguir vinculando lo popular a lo andino como lo puro, se complementa con una interpretación más pragmática, a la cual las peculiaridades del proceso de urbanización de la sociedad peruana y el desarrollo de los medios de comunicación contribuyen: la urbe y la costa se deben fortalecer en favor del desarrollo y la definición de la identidad nacional. Esta es en el fondo la idea que permite explicar por qué los programas cómicos de la televisión recogen y proponen a lo popular desde lo criollo, articulando como valores preponderantes, la vida urbana, el arribismo, el racismo, el machismo. Estos elementos son vitales en los programas cómicos de televisión, que son vistos y gustados por todo el segmento social que se asume en Lima -más allá de las clases socialescomo criollo. El Perú, así, sigue siendo recreado, interpretado, como lo fue desde la colonia, desde Lima, la costa, a través de una nueva manera de ser criollo. La alianza de la imaginación y la chispa criolla, muestran también en toda su gama y riqueza, el círculo vicioso (de la impo. 308 tencia) que queda irresuelto gracias a la carcajada estrepitosa. La resignación convincente que la televisión, como resumen satisfactorio de la realidad, celebra. 2. A TENER EN CUENTA Con cargo a enriquecer y discutir los alcances de un listado preliminar de esta naturaleza, el abordaje de las manifestaciones culturales populares en la televisión debe tomar en cuenta los siguientes lineamientos: . La risa, en sus diferentes dimensiones, es la principal vía de acceso de las formas populares a la televisión peruana. . Las vertientes o fuentes de este humor provienen, en primera instancia, del teatro popular europeo latino y de libretos o guiones comprados a la televisión argentina: pero ha desarrollado, de manera significativa en extremo, el aporte creativo nacional, que se constituye en la actualidad en base del éxito de un programa. . Las referencias a la coyuntura política y social del país son fundamentales en la elaboración de estos programas y consti-tuyen crecientemente parte principal de los mismos. . Los personajes principales de los programas cómicos de tele-visión resumen los arquetipos culturales básicos del país. . El ingrediente primero o punto de partida para la constitución de un personaje cómico con arraigo popular, y que aquí hemos llamado divo, es su definición a partir de uno de los tipos étnicos prevalecientes o representativos de la variedad existente en el país. . Los elementos culturales sobre los que se hacen los programas cómicos de televisión son múltiples y resumen la dinámica cultural que tipifica la vida urbana en el Perú, centralizada de manera macrocefálica en su capital, Lima. . Como la ciudad de Lima es el referente principal, el campesino, especialmente indígena, es uno de los pocos protagonistas sociales ajenos al desarrollo de los programas, apareciendo sólo ocasionalmente como mero referente. 309 . De igual manera el trabajador industrial, obrero, como el burgués propiamente dicho son personajes que no tienen lugar principal en estos programas. . El análisis de los prejuicios sobre los que se sustenta cada personaje es la vía de acceso a su definición, así como a las relaciones que es posible esperar de cada uno. A su vez, la aparente superación de estos prejuicios es uno de los motivos más constantes del juego cómico. 310 . Parte del juego de superación de la condición social que impone el origen étnico estriba en la audacia de hablar de todo, de tocar cualquier tema o situación de la vida pública nacional, y de arriesgar una opinión y/o un chiste sobre el mismo. . Siendo la condición del cholo, zambo y blanco criollo los prototipos básicos sobre los que se sustenta la definición de los principales cómicos y animadores populares de la televisión, cada uno intenta presentar la anécdota de su historia personal como resumen de la de vastos sectores de la población activa del país. . El propósito final de cada uno de los divos de la televisión no es, sin embargo, limitarse a representar a quienes comparten su ori-gen étnico-cultural, intentando -cada uno a su manera- promoverse como representante del componente común a la nacionalidad, de la necesidad irreductible de ser criollo. . La televisión, a través de los programas cómicos, es el lugar donde se cocinan los componentes más fuertes de la necesidad imperiosa de acriollarse como una manera de sobrevivir y de lograr una identidad en el país. La evolución histórica del concepto de criollismo logra su referente más moderno a través de estos programas de televisión. . Todos los cómicos de la televisión son de origen popular; nacidos en la provincia, de familia más bien pobre. Sin embargo, todos aquellos que han logrado sobresalir sobre la base de un incuestionable talento y habilidad, como sobre la base de los elementos mencionados anteriormente, tienen ingresos considerables que los colocan en posiciones económicas privilegiadas en los sectores medios. . Por esta razón, entre otras, los programas cómicos han empezado a desarrollar cada vez más intensamente situaciones, personajes y conflictos, propios de los denominados sectores medios, sin que por esto se pierda el contacto con la problemática popular. . La vocación homogeneizadora de la televisión se expresa en estos programas a partir de la integración de los valores culturales populares en situaciones y ambientes cada vez más urbanos y modernos que se titulan como de clase media. . Las formas lingüísticas y visuales del lenguaje televisivo constituyen cada vez más un foco de definición y recurso expresivo original de estos programas. Las características más saltantes de las formas lingüísticas son las que resumen el afán de enfatizar una posición activa y protagónica para cada personaje. El palabreo aparentemente sin sentido y los distintos recursos para la agresión verbal constituyen ocasión para experimentar y ensa-yar esfuerzos de definición de una manera de hablar el castellano cada vez más propia, original y generalizada en el país. . El elemento visual básico, sobre el que también se elabora lingüísticamente, es el aspecto físico de los personajes. Reconocerse feo, a veces hasta el colmo de la deformidad, es un recurso sobre el que se elabora en pos de una identidad social. Los ingredientes van desde el color étnico-social, pasando por el tamaño, el peso, la configuración del rostro, y los defectos del alma humana, hasta el color político e ideológico de los personajes. Todos merecen por igual experimentación con el lenguaje, en el lindero mismo -usualmente rebasado- de la coprolalia. . La parodia del personaje de éxito es sin duda uno de los recursos más permanentes de los cómicos. Pero su referente es siempre la imagen que de este personaje hace la televisión, no importa de qué canal siempre y cuando sea la televisión. . Entre los temas más recurrentes sobre los que se elaboran situaciones en estos programas está en primer lugar el de las relaciones hombre-mujer, teniendo siempre como referente principal a la institución matrimonial y, a través de ella pero nunca de manera directa, a la familia. 311 312 . El tema de la jerarquía burocrática jefe-subordinado es un segundo tema recurrente en estos programas populares. Finalmente, tiñendo tanto éste como el anterior, aparece siempre el tema-problema del dinero. Su constante aparición nos hace pensar en casi la imposibilidad de plantear programas de este tipo sin referencia a estos tres tópicos- problema. . La publicidad comercial se encuentra eslabonada con los programas cómicos tanto en sus similitudes esquemáticas como en la constante utilización mutua. Los comerciales de televisión son constantemente utilizados por los actores en busca de elementos fácilmente reconocibles por el público a partir de los cuales pueden improvisar un chiste, y las compañías de publicidad usan frecuentemente de la fama de los actores para elaborar y presentar comerciales. . El debate político propio de cada coyuntura se hace también evidente a través de los programas cómicos de televisión, que prueban ser un lugar de confrontación y manejo de las distintas fuerzas políticas en pugna. BIBLIOGRAFIA 313 314 ARGUEDAS, José María... Formación de una cultura nacio-nal indoamericana. Selección yPrólogo de Angel Rama. Siglo XXI Editores, México, 1977. ARNOLD, Pedro y NEYRA, Walter… "El mundo cultural andino y su presencia en los medios de comunicación", en Scientia et Praxis, Revista de la Universidad de Lima, No. 14, Lima, agosto, 1979. ARROSPIDE DE LA FLOR, César y otros... Perú: Identidad Nacional, CEDEP, Lima, 1979. BARRIG, Maruja... "Pitucas y marocas en la narrativa peruana", en Hueso Húmero No. 9, Mosca Azul, Lima. abril,1981. BAJTIN, Mijail... La cultura popular en la Edad Media y el renacimiento, Breve Biblioteca de Reforma, Barral Editores, Barcelona, 1971. BERGSON, Henri... La risa. Ediciones G.P., Barcelona. 1960. BURGA, Manuel... "La sociedad colonial (1580-1780-, en Nueva historia general del Perú, Mosca Azul, Lima, 1979. Ediciones 315 CASTY, Alan... editor Mass media and mass man, Holf, Rinehart and Winston, Inc., New York, 1968. COSTA, Nicoló... II divismo e il comico, Introduzione di Francesco Alberoni, Edizioni Radio Televisione Italiana, Torino, 1982. DONAYRE, Jorge... Pablo Zambrano. Cartas de un zambo. Editorial Imprenta Amauta, Lima, 1963. DUNCAN, Hugh Daziel... Comunication and social order, Oxford University Press, New York, 1970. FREUD, Sigmund "El chiste y su relación con lo inconsciente" en Obras Completas. Biblioteca Nueva, Madrid, 1973. GARCIA CANCLINI, Néstor... Arte popular y sociedad en América Latina, Teoría y Praxis, Grijalbo, México, 1977. La Cultura Popular en el capitalismo, Editorial Nueva Imagen, México, 1982. 316 GONGORA, Augusto... La televisión del mundo popular, Estudios ILET, Santiago de Chile, 1983. GONZALES SÁNCHEZ, Jorge A. ... Sociología de las culturas subal-ternas. Taller de Investigación para la Comunicación Masiva. UAM. Xochimilco.México.1981. KLEYMEYER, Charles D. ... Poder y dependencia entre quechuas y criollos. Dominación y defensa en la sierra sur del Perú, CISE, Universidad Nacional Agraria, Lima, 1973. KUDO. Tokihiro... Hacia una cultura nacional DESCO, Lima, 1981. popular, LANDI, Oscar Crisis y lenguajes políticos. Estudios CEDES, Vol. 4, Buenos Aires, 1981. LAUER, Mirko... Crítica de la artesanía: plástica y sociedad en los andes peruanos, DESCO, Lima, 1982. LOMBARDI SARRIANI, Luigi María... Apropiación y destrucción de la cultura de las clases subalternas. Editorial Nueva Imagen, México, 1978. LOPEZ, Sinesio... El mundo escindido de la cultura criolla. Separata de la Jornada de Ba-lance de Estudios Urbano industriales, PUC, 1982. LLORENS AMICO, José Antonio... Música popular en Lima: criollos y andinos, Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 1983. MARQUES DE MELO, José Coordinador ... Comunicaçao e clases subalternas, Cortez Editora. Sao Paulo, 1980. MARTIN BARBERO, Jesús... "Prácticas de comunicación en la cultura popular", en Simpson Máximo, Comunicación alternativa y cambio social, UNAM, México, 1981. Comunicación masiva: Discurso y Poder, Ediciones CIESPAL, Quito, 1978. "Apuntes para una historia de las matrices culturales de la massmediation", en Materiales para la comunicación popular, No. 3, Centro de Estudios sobre Cultura Transna-cional, IPAL, Lima, Abril 1984. "Memoria narrativa e industria cultural", en Comunicación y Cultura No. 10, México, 1983. 317 MARTINEZ P., Hernando... "Lo popular en y ante la televisión: Una propuesta", en Debate político, Serie Controversia 112, Monografías del CINEP, Bogotá, 1983. MATTELART, Armand y PIEMME, Jean Marie... La televisión alternativa, Cuadernos Anagrama, Serie Comunicación, Barcelona, 1981. REAL, Michael R. ... Mass-mediated culture, Prentice-Hall Inc., Englewood Cliffs, N.J., 1977. REYES MATTA, Fernando... Compilador Comunicación alternativa y búsquedas democráticas. Ediciones ILET - Fundación Friedrich Ebert, México, 1983. RICHERI, Giuseppe, editor... ROSITI, Franco... La televisión: entre servicio público y negocio. Estudios sobre la transforma-ción televisiva en Europa Occidental, Gustavo Gili Editores, Barcelona, 1983. Historia y teoría de la cultura de Masas, Mass Media Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 1980. SARDON, Miguel A. ... Las sentencias de un peruano, Imprenta La Moderna, Lima, 1945. VALCARCEL, Luis E. ... Ruta cultural del Perú, Ediciones Nuevo Mundo, Lima, 1965. ARTICULOS Y ENTREVISTAS PERIODISTICOS 318 CAMPOS, Mario... "Loco ¿por qué nos haces llorar?" en La República, VSD, 15 de octubre de 1982. CASTILLO OCHOA, Manuel... ―Redescubriendo lo criollo‖ en El Diario, 21 de marzo de 1983. DONAYRE, Jorge... ―De Chaplin a Benny Hill, y en el Perú desde Daniel Muñoz de Baratta a Camotulio", en La República, 28 de abril de 1984. FUENTES, Carlos... "Historia de la barra y la risa en América Latina" en La República. Vía EFE, 21 de agosto de 1983. "HOY", Diario de la mañana "Tulio Loza, de sietemesino a cholo de acero inoxidable", 9 de junio de 1984. LA REPUBLICA, 10 de octubre 1982 "Descanse en Paz César 'Loco' Ureta". 20 de marzo 1983 ―Re-vista‖. 25 de mayo 1983 "¿Significa lo mismo humor y comicidad?" Opinan los capos de la risa: Carlos Oneto Pantuflas, Miguel Barraza, Luis Angel Pinasco, Carlos Velásquez, Román Gámez "El RoncoC. 18 de marzo 1984 "Ronco Gámez: la vida no es un chiste", en El mundo de Patricia. MACHER, Marisa... "¿Cómo puele chino cliollo, pé?", entrevista con Pedro Pacheco, en La República, VSD, 30 de julio de 1982. "Papá: que fácil te la llevas" enLa República, VSD, 19 de setiem-bre de 1982. RENTEROS, Juan... "Pantalla de papel" en El Observador, 19 de diciembre de 1982. REQUEJO ASTOLA, Nimia... "El humor es cosa seria" Observador, 24 de abril de 1983. ROBLES, Víctor... "Yo pescador me confieso a vos", en La República, VSD, 30 de julio de 1982. en El 319 "El Ronco habla claro" en La República, VSD, 9 de diciembre de 1983. "¡Nací papá! Chuiman se confiesa", en La República, VSD, 23 de diciembre de 1983. SANCHEZ HERNANI, Enrique... "A. Polo Campos: Disculpe Pinglo, yo soy el mejor", en La República, VSD, 10 de setiembre de 1982. "Eleuterio. Un cholo a la criolla", en La República, VSD, 10 de junio de 1983. "Una gorda feliz, feliz". Reportaje a Esmeralda Checa. TABOADA, Nieves... "65 años haciendo reir a la gente" (entrevista a Alex Valle), en Tercera de La Crónica, 6 de abril de 1983. "Por representar al Padre Canuto lo llevaron preso", en revista Tercera de La Crónica, 8 de abril de 1983. VILLANUEVA, Lorenzo... 320 "Tulio Loza a cholocalato", en La República, 3ra. sección, 30 de agosto de 1982. Impreso en los talleres de Editorial Alfa S.A. Pasaje Peñaloza 166 Teléfono 234160 Lima 1- Perú 321 NEMESIO CHUPACA RITA ACHICORIA DON RAMON AGUSTIN PABLO ZAMBRANO DOC TOR ROCHABUS DOÑA CAÑONA DOÑA MARIA DON SEMILLA EL PICARO ELEUTERIO LA VAMP1 ENCICLOPEDIA EL PROFESOR JARABE LUCAS EL NOVIO LA CHOLA PURIFICACION CHAUCA EL MENTADO ARRIETA AVELINO PANTUF LAS EL ROPERO DE TRES CUERPOS LA CELOSA EL POETA HIPPY HENRICITO DE LA PIEDRA Y CANDAMO EL HOMBRE INVISIBLE FELPUDINI PAPA MANOLO CAMOTILLO EL TINTERILLO MADAME SAPATINI FORTUINATO GUTAPERCHA LA MOROCHA DEL ABASTO FRANZ Y SHULTZ DOÑA EVANGELINA ABELARDO JUANACHA CHE MONCHERI MONSIEUR CANESU FEDERICO LANSEROTE TRAVIESO LIRA JUAN MAMAN1 DON PROTESTON RONCAYULO TRIBILIN DOÑA EPIDEMIA LA GRINGA INGA LA SANTA PACIENCIA DR. CHANTADA EL INSPECTOR LA SELVATICA CHELITA PIQUICHON LEONOR EL CHUNCHITO