Mi última conversación con Rodrigo Lara Bonilla

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Mi última
Bonilla
conversación
Alonso Ojeda Awad
Ex embajador
de
Colombia,
Universidad Pedagógica Nacional
con
Rodrigo
Director
Programa
Lara
Paz
En el año de 1983 Cristina de la Torre, hoy importante columnista del diario El
Espectador, me invitó a participar, junto a un destacado grupo de colombianos
compuestos por políticos, militares, escritores, parlamentarios y ex guerrilleros
en la escritura de un libro, acerca del estado real de la Amnistía en Colombia y
sobre las circunstancias históricas y políticas que rodeaban, en ese momento,
el drama de la guerra y la paz. Efectivamente, nos pusimos en esa tarea y con
el aval de la editorial Oveja Negra salió a la luz el texto, muy conocido en la
época, titulado: “Amnistía, hacia una democracia más ancha y profunda”.
La intención del libro era proporcionar un riguroso análisis y además
suministrar elementos, amplios y suficientes, que permitieran leer
correctamente las múltiples contradicciones que estaba presentando la
sociedad colombiana y buscar entre todos una salida que facilitara la
construcción de una democracia real y participativa.
De los escritos más relevantes del libro, donde se encuentran los análisis de
maestros como Gerardo Molina, Alfredo Vásquez Carrizosa, Orlando Fals
Borda, el general Puyana García, entre otros, se destaca el artículo de Rodrigo
Lara Bonilla, titulado: “Paz, democracia y pluripartidismo”. Yo participé con un
artículo que titulé: “La amnistía política, una necesidad” y mi compañero de
lucha en el ELN Ricardo Lara Parada, participó con su artículo: “Amnistía,
Eslabón para la democracia o para la guerra”.
Esta feliz oportunidad académica me permitió alternar más frecuentemente con
el joven profesor universitario y ya destacado analista de la realidad nacional,
Rodrigo Lara Bonilla. Le había conocido unas semanas antes en la oficina de la
FEI (Estudios Políticos de la Universidad Javeriana). El padre Javier Sanín que
era el decano me lo había presentado. Debo reconocer que me impactó la
forma jovial de ser, irradiaba seguridad y era muy crítico con la clase política
tradicional colombiana. En forma muy rápida fuimos entrando en una atmósfera
de fraternidad, fortalecida en la admiración que profesaba por el proyecto del
sacerdote Camilo Torres Restrepo y su conocimiento de mi compromiso, desde
las épocas de la Universidad Nacional, con dicho proyecto. Se interesó por
conocer más al detalle lo que eran los últimos acontecimientos ocurridos al
interior del ELN y nuestra salida, cuando se originó lo que se conoció como El
Replanteamiento.
De allí en adelante, mantuvimos una muy fraternal comunicación. En las
reuniones de amigos comunes como Marco Palacios, Alicia Puyana, Javier
Sanín y otros que se me escapan de mi memoria, que compartíamos mi
esposa Gloria Amparo y yo con él, siempre sobresalía por lo ameno de su
disertación, matizada de hechos y anécdotas que hacían los encuentros
inolvidables.
En estas cálidas veladas siempre destinaba una parte de su tiempo para
mostrar la importancia de impulsar un nuevo proyecto político de nación,
recogiendo el pensamiento cristiano de Camilo Torres Restrepo, pero alejado
de la violencia y de la lucha armada, dado que esta ya no tenía razón histórica,
pues bien claro es que el momento era eminentemente político. La lucha
armada perdió su vigencia, la última oportunidad la tuvo la insurgencia de la
Guerra de los Mil Días cuando las fuerzas revolucionarias tenían un nivel de
desarrollo similar a las del Estado del momento. Hoy los estados han
alcanzado un alto desarrollo técnico en el campo militar haciendo imposible el
triunfo de las insurgencias. Es el tiempo de pensar un proyecto nuevo que
recoja lo mejor del país, deseche toda la corrupción y la mafia que tanto daño
nos está haciendo, exhortaba.
Por ser el político más aguerrido y destacado del Nuevo Liberalismo, el ex
presidente Belisario Betancur lo nombra Ministro de Justicia. En esta forma, se
reactiva una enconada lucha con los carteles de la droga, en especial, con el
grupo mafioso de Medellín, que a través de emisarios políticos le colocaron
una calumniosa celada, que prende las alarmas del enfrentamiento que se
venía entre la mafia y el Estado colombiano. El Ministro responde con la
gallardía, la claridad política y social de la significación de este conflicto para la
sociedad y con la valentía que el país lo conoció.
La situación del Ministro se tornó vulnerable para su seguridad personal. Se
descubrieron planes que buscaban atentar contra su vida. En la opinión
nacional comenzó a rumorarse la necesidad de que fuera nombrado embajador
en algún país que ofreciera seguridad o en una alta representación diplomática
en las Naciones Unidas.
En estos tiempos yo me encuentro trabajando como médico de urgencia del
Instituto de los Seguros Sociales, en Bogotá y en uno de mis turnos, recibo una
llamada del Ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla, quien con su sencillez y
jovialidad característica me invita a una reunión urgente el día siguiente en su
oficina a las 8:00 de la mañana, la cual confirmé gustoso y agradecido.
A todas estas, yo no sabía que estaba ocurriendo. Al día siguiente, dos días
antes de que lo asesinaran, muy puntualmente me presenté al despacho del
Ministro, y cual sería mi sorpresa al encontrarme allí a dos grandes amigos
revolucionarios, quienes eran: Ricardo Lara Parada y Medardo Correa, a quien
cariñosamente conocemos como el paisa. Con Medardo habíamos encabezado
el clamor político, al interior del ELN, que dio origen al ya referido
Replanteamiento.
Nos sentamos los cuatro en una pequeña sala y el Ministro, en un tono sereno
y fraternal, nos relata la celeridad con que se ha deteriorado su seguridad
personal, situación que lo obligaba a adelantar su salida del país por un tiempo.
Sin embargo, dice: yo estoy estructurando un movimiento político desde las
bases auténticas de la democracia y de alto compromiso social, razón por la
cual quiero que sigamos en contacto. Confió en ustedes, en su compromiso y
capacidad de trabajar y organizar. Yo me voy -dijo, pero nos mantendremos en
estrecha relación. Entre tanto, ustedes continúen en comunicación y
contactando líderes políticos. Con un tono de preocupación y tristeza expresó
no confiar en quienes manejaban su seguridad y por eso se había decidido su
salida del país, con la idea de garantizarla desde afuera. Después de una hora
aproximada de reunión, nos levantamos para despedirnos, expresándole
nuestra tristeza por su partida y nuestro entusiasmo y gozo por el nuevo
proyecto que nos llenaba de esperanzas.
Jamás pensé que el abrazo de despedida que daba al entrañable amigo y
Ministro iba a ser el último y que dos días después los disparos de los sicarios
acabaran con tan significativa y meritoria existencia. Al asesinarlo moría, como
murió en Camilo Torres Restrepo, una esperanza real para esta atribulada
nación colombiana.
Edición N° 00398 – Semana del 9 al 15 de Mayo – 2014
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