A C U E R D O En la ciudad de La Plata, a 9 de junio de 2010, habiéndose dispuesto en siguiente orden establecido, el Acuerdo de 2078, votación: de que conformidad deberá doctores con lo observarse Negri, Kogan, el de Lázzari, Soria, Genoud, Pettigiani, se reúnen los señores jueces de la Suprema Corte de Justicia en acuerdo ordinario para pronunciar sentencia definitiva en la causa C. 85.692, "Gil, Exequiel Osvaldo y otro contra Sociedad de Fomento Deportivo y Cultural Siglo XX y otro. Daños y perjuicios". A N T E C E D E N T E S La Sala II de la Cámara de Apelación en lo Civil y Comercial del Departamento Judicial de San Martín rechazó la demanda instaurada. Se interpuso, por la actora, recurso extraordinario de inaplicabilidad de ley. Dictada la providencia de autos y encontrándose la causa en estado de pronunciar sentencia, la Suprema Corte resolvió plantear y votar la siguiente C U E S T I Ó N ¿Es fundado el recurso extraordinario de inaplicabilidad de ley? V O T A C I Ó N A la doctor Negri dijo: cuestión planteada, el señor Juez I. La Cámara resolvió que: "... la pelota de fútbol, puesta en juego, dentro del desarrollo regular de la contienda deportiva, hace que ésta pierda el carácter de cosa jurídicamente riesgosa en tanto forma parte de los elementos aleatorios en su desplazamiento, constitutivos del juego e inseparables de él, asumidos por el jugador en forma personal e indelegable ..." (pág. 381 vta.). II. Tal como manifestara en otras oportunidades, admito que la expresión "cosa riesgosa" y no "riesgo de la cosa" -que son los términos previstos por la ley- ha entrado en nuestro uso jurisprudencial frecuentemente y admito también que esta Suprema Corte ha empleado el término "cosa riesgosa" en fallos que yo mismo he suscripto. Pero también advierto, que ese uso no es acertado, relación expresa), ya que entre a traslada cosa una y una persona dimensión que configuración la dinámica formulación meramente (la legal estática (la cualidad de una cosa). En este caso, ese traslado ha venido a gravitar negativamente en la correcta solución del litigio. Afirmé expresión "cosa" en utilizada numerosos por el precedentes art. 1113 del que la Código Civil excede el marco restringido de la definición del art. 2311 del ordenamiento citado y en este sentido puede ser utilizado para designar una tarea. La naturaleza riesgosa de la cosa deviene de un cúmulo de circunstancias que le son idealmente referibles y en la medida que el accionar de un tercero integre el riesgo propio de la cosa, esa actividad no podrá ser al mismo tiempo responsabilidad (L. causa 35.089, de exculpación sent. del de la 16-IX-1986; L. 40.068, sent. del 16-VIII-1988; L. 43.428, sent. del 27III-1990, entre muchas otras). Esto expresara, 42.946, denuncia último minoritariamente, sent. de fecha violada el fue en precisamente el voto 9-IV-1991, recurrente. de cuya En lo que la causa doctrina dicho L. legal acuerdo, la integración mayoritaria de este Tribunal calificó de "cosa riesgosa al balón, por el modo de utilización en un encuentro futbolístico de primera división". Pese a que, en mi opinión, dicha doctrina legal no respeta la dimensión dinámica que corresponde atribuirle al carácter riesgoso de la cosa, entiendo (a contrario de lo afirmado en el voto precedente) que la misma deviene aplicable al caso de autos. A mi entender, el desarrollo de la actividad deportiva, llevada a cabo por jugadores profesionales o amateur no habilita a diferenciar en materia de riesgo de la cosa, riesgo", puesto está que en lo la que aquí actividad interesa misma, es y que en "el ambas situaciones, el desarrollo de la actividad es la misma y también en ambas, la cosa "pelota" juega un papel principalísimo. Más aún en el caso, donde el daño que se reclama se origina durante un partido de fútbol llevado a cabo en el marco de una organización deportiva. El jugador dañado, era un menor de 12 años, que integraba el equipo de fútbol infantil categoría 82 de la entidad Centro Cultural y Social Florentino Ameghino y su equipo representaba a dicha institución en un torneo organizado por la Liga Sanmartiniana de Minifutbol. En otro orden, si bien la teoría del consentimiento predica que es el asentimiento del dañado que participa de la contienda y su sometimiento a los riesgos inherentes al deporte que practica lo que elimina la ilicitud del hecho, entiendo que no es razonable derivar de allí la interpretación que el jugador consiente anticipadamente ser dañado. Mucho más cuando un asentimiento para ser dañado en la integridad física, es irrelevante, por tratarse la integridad de un derecho personalísimo, sobre el cual no se puede contratar (conforme Jorge Mosset Iturraspe, "Estudios sobre responsabilidad por daños". Tomo II. Edit. Rubinzal y Culzoni S.C.C., 11-06-1980 – Sta. Fe). Desde esta perspectiva jurídica, teniendo en cuenta los extremos de prueba a cargo de la demandada y la prueba producida al efecto, juzgo que no ha logrado demostrar que la conducta observada por la víctima haya tenido la necesaria eficiencia causal como para excluir su deber de responder por el daño en los términos del art. 1113 del Código Civil y su doctrina legal (arts. 279 y 289, C.P.C.C.). III. Si lo que dejo expuesto es compartido deberá hacerse lugar al recurso, revocando el fallo impugnado. Los autos deben volver al tribunal de origen para que debidamente integrado dicte el pronunciamiento que corresponda en orden a la magnitud del resarcimiento pedido, con costas (art. 68, C.P.C.C.). Voto por la afirmativa. A la cuestión planteada, la señora Jueza doctora Kogan dijo: Cuando el doctor Roncoroni integraba esta Corte proyectó su voto para ser propuesto en este acuerdo, al que ya había anticipado mi adhesión; con su expresa conformidad lo reproduzco: "I. En lo que interesa la Cámara fundó su decisión en que:" "1) Cuando el juego es lícito y lleva un componente de riesgo para la integridad física de los jugadores, la actualización de esa potencialidad en un daño concreto es algo aceptado por ellos de antemano como posible y entra, de algún modo, en la categoría de quien se ocasiona su propio daño (art. 1111 Cód. Civ.)". "2) No se encuentra probado que la pelota utilizada no fuera la indicada para el juego de menores agregando un plus de riesgo que se hubiera tornado en causa adecuada de las lesiones; y se trata, por otra parte, de un hecho no propuesto en la demanda". "3) No se ha acreditado que la falta de atención médica inmediata al menor se hubiera erigido en factor causal del daño sufrido". "4) El jugador, aún siendo menor, asume el álea del juego del que puede derivarse un daño físico para él, por lo que ninguna responsabilidad puede generar para los organizadores de la competencia ni para el club en el cual jugaba". "II. Contra dicho pronunciamiento se alzó la parte actora inaplicabilidad por vía del de ley en recurso el que extraordinario denunció absurdo de y violación de los arts. 1113, 1111 del Código Civil; 34 inc. 4º, 163, 164, 266, 384 y 456 del Código Procesal Civil y Comercial y la doctrina legal de esta Corte". "III. El recurso no puede prosperar". "1. El menor, Cristian E. Gil, hijo de los actores, integraba el equipo de futbol infantil categoría 82 de la entidad 'Centro Cultural y Social Florentino Ameghino' en calidad de arquero. El 25 de setiembre de 1995, el equipo disputó un partido en la 'Sociedad de Fomento Deportiva y Cultural Siglo XX' partido durante el cual el menor recibió un pelotazo en el ojo izquierdo que le produjo entidad las lesiones organizadora que era originan la 'Liga este proceso. Sanmartinense La de Minifútbol'". "2. Demandadas las instituciones señaladas los accionantes fundamentan su responsabilidad en el art. 1113, ap. 2º, parrafo 2º del Código Civil. Consideran a la pelota como 'cosa riesgosa' y aluden a la 'obligación de seguridad' asumida por los accionados". "a) En lo que hace a la responsabilidad derivada del riesgo o vicio de la cosa:" "Alega el recurrente que el caso que genera este proceso está encuadrado en el uso de una cosa riesgosa (pelota de futbol) con un 'plus de riesgo' agregado por las características del balón (se trataba de una Nª 5 de cuero) que no era el reglamentario para un torneo de menores". "Ello no es así". "Es cierto, como lo sostiene el quejoso, que esta Corte en anterior integración calificó de 'cosa riesgosa' al balón por el modo de su utilización en un encuentro futbolístico de primera división profesional (conf. L 42.946, sent. del 9-IV-1991). He resaltado 'primera división profesional' porque constituye la nota diferencial con el sub lite donde de lo que se trata es de un torneo de los denominados 'Mini Futbol' con categorías infantiles obviamente no profesionales". "Siendo cita de la ello doctrina así, legal resulta que alude irrelevante a la presupuestos distintos a los del caso en que se la invoca o que no guardan relación con los determinados en la causa (conf. L 34.651, sent. del 18-VI-1985; Ac. 62.742, sent. del 18-II-1997; Ac. 80.858, sent. del 16-IV-2003)". "El plus de riesgo denunciado por haberse utilizado en la ocasión una pelota nº 5 no autorizada por el Reglamento de los Torneos de Futbol de la Liga Sanmartinense (que describe las características de un balón Nº 3 como exigencia para los partidos de los menores) tampoco es audible". "Al respecto, la conclusión del a quo referida a que no se ha acreditado tal infracción no puede ser modificada en esta instancia desde que más allá de la necesariedad o no de la prueba pericial al efecto y de que la cuestión haya sido o no planteada en el escrito de demanda, los testimonios rendidos (fs. 158 vta., 160 vta., 163 y vta., 164 vta., 249 vta., 251, 252 y 274/275) y la documental agregada (fs. 198, 202 y 68) avalan la conclusión del tribunal. Es doctrina reiterada que todo lo atinente a la valoración de la prueba constituye una típica cuestión de hecho propia de los tribunales de grado salvo el supuesto excepcional de absurdo en su apreciación (conf. Ac. 33.458, sent. del 31-VIII-1984; Ac. 57.975, sent. del 10-VI-1997). Sabido es que se entiende por tal sólo al error palmario, grave y manifiesto que conduce a conclusiones contradictorias, inconciliables e incongruentes con las constancias objetivas de la causa (conf. Ac. 58.938, sent. del 17-X-1995; Ac. 63.556, sent. del 8-X-1996; Ac. 64.347, sent. del 18-II-1997; Ac. 71.327, sent. del 18-V-1999), y tal situación extrema en autos no sólo no se ha acreditado, sino que -reitero- las conclusiones arribadas se corresponden lógicamente con las probanzas señaladas (art. 384 C.P.C.)". A las consideraciones de mi ex colega que he transcripto, agrego por mi parte: Sostuvo el tribunal a quo que lo que ocasionó el daño no fue la pelota de fútbol utilizada fuera del partido de modo impropio, sino esta última puesta en juego dentro deportiva, lo jurídicamente del desarrollo que hace riesgosa que en regular pierda tanto el de la carácter forma parte contienda de cosa de los elementos aleatorios en su desplazamiento constitutivos del juego e inseparables de él, asumidos por el jugador en forma personal e indelegable (fs. 381 vta.). Coincido con la opinión vertida por el tribunal. Si bien el daño derivó del impacto de la "cosa" en el ojo izquierdo del menor, juzgo que no se trató -en la especie- de una cosa viciosa o riesgosa. Así pues, la lesión provino del riesgo normal que genera la pelota en el desenvolvimiento de un partido de fútbol, cuya práctica se desarrollaba regularmente y para la cual el menor Christian Gil había sido autorizado por sus padres (conf. fs. 245/247, art. 265, C.C.). No se ha acreditado anomalía alguna en el desarrollo de esa práctica deportiva, pues no se jugaba en un lugar impropio y tampoco se acreditó que el balón no fuera el reglamentario, por lo que el daño no derivó sino de las contingencias propias del juego al poner en movimiento la pelota dentro de la cancha, máxime teniendo en cuenta que el menor se desempeñaba como arquero. En todo partido de fútbol los jugadores se exponen a los riesgos propios de esa práctica deportiva que muchas veces derivan en lesiones. Cuando tales lesiones provienen del riesgo normal que imponen las reglas del juego, ellas quedan cubiertas por la "licitud" del mismo. Por consiguiente, en autos no se ha acreditado que el club al que pertenecía el menor, ni el club en cuyas instalaciones se desarrollara la contienda deportiva, ni la liga organizadora del evento hayan tenido una actitud negligente generadora o potenciadora del riesgo propio de un juego, el que en el caso había sido asumido por el jugador con la venia de sus padres. Retomo ahora el voto que dejó el doctor Roncoroni: "b) derivada de una En lo que obligación de hace a la garantía responsabilidad asumida por los demandados: Dijo el a quo: '... si bien la obligación de seguridad existe para las entidades que toman a su cargo a los menores o que organizan este tipo de encuentros, la misma lo es respecto de la custodia de los chicos en sus desplazamientos y en su permanencia en los distintos lugares donde recalan, pero no en orden a las contingencias propias del juego cuando están en actividad dentro de la cancha, las cuales además de asumidas por los participantes, aunque previsibles resultan inevitables para los organizadores inherente específica e por constituir inseparable -art. 514 de Cód. un esa Civ.- álea que práctica (el resulta deportiva subrayado me pertenece)'". "Tales medulares conclusiones no han sido idóneamente cuestionadas por el recurrente quien se limitó a recordar las circunstancias de la causa, comparar a las instituciones demandadas educacionales, pero sin con los refutar la establecimientos fundamentación que sostiene todo el fallo: que los menores asumieron el álea del juego que resulta inherente e inseparable de su práctica deportiva (v. consentimiento de fs.364 vta.); y sin hacer siquiera mención tampoco a la expresa alusión que se hace en la sentencia de la norma que tipifica el 'caso fortuito'". "Es doctrina reiterada de este Tribunal que resulta insuficiente el inaplicabilidad de esencial autonomía y con ley recurso que no extraordinario cuestiona bastante para un dar de basamento sustento al pronunciamiento (conf. Ac. 65.026, sent. del 16-II-1999)". "No está de más recordar en esta parcela del pronunciamiento lo dicho por Rezzónico en sentido concordante: 'que la irresponsabilidad en los accidentes deportivos, elementos: resulta la de licitud la del concurrencia juego o de deporte diversos mismo; el consentimiento de la víctima para exponerse y someterse a los riesgos inherentes al deporte que practica; la ausencia de dolo, culpa responsabilidad u del otra circunstancia autor del daño; que y comporte la finalmente la observancia de las reglas, pragmáticas o cánones del juego o deporte de que se trate (Estudio de las Obligaciones T.II, 9ª ed. Depalma, Buenos Aires, 1961, pg. 1529 citado por A.J.Bueres y A.Kemelmajer de Carlucci en 'Responsabilidad por Daños en el tercer Milenio', Homenaje al profesor doctor Atilio Alterini, pág. 821)". "Conclusivamente, la práctica del futbol es una actividad lícita que entraña ciertos riesgos. Quien practica este deporte y recibe un pelotazo que le ocasiona un daño durante el desarrollo normal del juego, no puede reclamar indemnización, no porque hubiera aceptado los riesgos, sino porque la actividad en que el juego consiste es lícita y no se trata de un riesgo extraordinario". "Por último, resuelve el a quo que no se hubo acreditado en autos que la falta de atención médica inmediata al menor se hubiera erigido en factor causal del daño sufrido ni en la irreversibilidad de la lesión y tal conclusión deviene también firme en esta instancia por falta de ataque eficaz (art. 279 C.P.C.)". Por lo expuesto considero que lo resuelto es ajustado a derecho y que el recurso debe rechazarse (art. 279, C.P.C.C.). Voto por la negativa. A la cuestión planteada, el señor Juez doctor de Lázzari dijo: Discrepando estimo que expondré. el recurso es con los procedente, votos en precedentes, la medida que I. Los problemas que presenta el deporte -señala Bueres- con respecto al campo de la responsabilidad civil pueden recaigan: 1) ser en clasificados el ámbito en de las tres grupos relaciones según entre los atletas participantes de un juego o certamen; 2) en las relaciones entre los organizadores del certamen o juego y los deportistas; 3) en las relaciones entre los organizadores y los espectadores ("La responsabilidad en los accidentes deportivos", Abeledo Perrot, págs. 11/12). El planteo que motiva esta decisión se centra en el segundo plano: ¿el organizador o empresario así como los clubes que intervinieron en el certamen son responsables ante el deportista por los daños sufridos a raíz de la práctica deportiva?; ¿asumieron el deber de garantir la integridad física del menor, pese a no existir norma que así lo estatuya? Previo a contestar este interrogante es necesario establecer cuál es la relación jurídica existente entre estos partícipes. El menor representaba al club Ameghino en una justa deportiva programada por la referida entidad. Actuaba bajo sus órdenes: horario de juego, lugar donde debía concurrir a jugar, reglamentos que debía acatar, subordinación técnica que debía aceptar. De ahí que pueda afirmarse que en la selección, preparación y control de los jugadores intervino el club, por lo que cabe calificar al socio jugador como dependiente del mismo. Incluso, pese a no ser un jugador profesional, ni percibir remuneración,"la índole de la relación es parecida y, en ambos casos, se trata de una persona que pone todo su empeño y esfuerzo en la defensa efectiva de los intereses deportivos del club que representa" (conf. Jorge Mazzinghi (h), "Los daños en el ejercicio del deporte", "El Derecho", T. 174, p. 215). En cambio, la relación entre la Liga Sanmartiniana y el menor jugador de un club adherido a la misma reviste las siguientes particularidades: por un lado, la referida institución organiza los torneos infantiles con el propósito de ocupar a los niños en el tiempo libre en una actividad dirigida que influya positivamente en su formación integral; por el otro, es muy común que durante las prácticas deportivas los niños sean víctimas frecuentes de accidentes en los cuales resulten afectados por graves incapacidades. Cierto es que si el deportista se ciñe a los reglamentos del certamen, consiente intervenir en la competición y el juego que practica está autorizado por el Estado, la actividad es lícita. En este orden, frente a las eventuales lesiones que padezca, el aludido marco en el que se encuadran constituye o configura un conjunto de circunstancias de persona, tiempo y lugar que conduce a la ausencia de culpa en el hecho generador del daño, por lo que no puede haber tampoco responsabilidad refleja de los organizadores del evento (art. 512, C.C.). Este criterio de imputación no cambia, en el caso, por el hecho de que la lesión en el ojo izquierdo del menor haya provenido de una pelota y pueda interpretarse, en la manera participación como el convirtió accidente a la se actividad produjo, en que su peligrosa o riesgosa y sea aplicable el factor de atribución objetivo previsto en el artículo 1113, 2ª parte del Código Civil. No obstante que comparto la opinión de extender su ámbito a los daños que resulten de la actividad riesgosa (conf. mis votos en causas L. 80.406, sent. del 29-IX-2004; L. 76.864, sent. del 13-IV-2004), en nuestro caso, por tratarse de un accidente en las excluirla. En deportista difiere condiciones efecto, la descriptas, asunción intrínseca y de corresponde riesgos sustancialmente por de el otro tipo de avatares a los que se enfrenta, por ejemplo, un trabajador en la ejecución de su tarea. II.- Sin embargo, desde el punto de vista de la integridad personal de un menor, cabe considerar si las normas que regulan el ordenamiento civil, brindan una respuesta adecuada a las particularidades propias de esta actividad, sobre todo a partir de la Convención de los Derechos del Niño que obliga a todos los órganos del Estado a garantizar en la máxima medida posible la supervivencia y el desarrollo del niño (arts. 6.2 de la referida Convención, 75 inc. 22 de la Constitución nacional). Como anticipé, las lesiones al cuerpo y a la integridad física ocasionadas durante la actividad deportiva no son descartables ni infrecuentes, dado que el desarrollo del juego potencia estos resultados. En este sentido, una conducta previsora de parte de los organizadores de los torneos infantiles, tanto del club que pertenece el menor como jugador como el de la Liga Sanmartiniana (ver Reglamento de fs. 68/74, art. 26, donde se detallan aconsejado cuya las edades contratar cobertura consecuencias un de los seguro sirviera de de perjudiciales participantes), responsabilidad base que hubiera para se civil mitigar desprendan de las las aludidas lesiones. En debiera crear especial, mi criterio, respecto con de el ordenamiento estas indemnizaciones víctimas tarifadas, un que jurídico régimen anticipara soluciones, aunque sin desentenderse de las consecuencias económicas que produciría esta regulación dentro del deporte amateur. Aída Kemelmajer de Carlucci plantea en este sentido accidentes de la problemática tránsito, en de los donde niños también víctimas reclama en una legislación especial (conf. "Daños sufridos y causados por niños", Revista de Derecho de Daños, 2002, Número 2, ed. Rubinzal Culzoni, p. 30/31). En el ámbito que estamos juzgando la mayoría de las veces participan asociaciones sin fines de lucro que cumplen una función contenedora y formativa de la niñez. Sindicar cause responsabilidad el inverso detrimento al buscado, sobre todos deportivo podría esto es los resultados producir desalentar la el que efecto promoción de eventos, tan necesarios para sustraer a la infancia de otras actividades perniciosas (ver Félix Trigo Represas-Marcelo López Meza, en "Tratado de la Responsabilidad Civil", T. II, p. 780; también Andrés Gil Domínguez, "El derecho al deporte y el derecho del deporte", en Revista Cuadernos de Derecho Deportivo N° 1, ed. Ad. Hoc, págs. 25 a 42, quienes se explayan sobre las virtudes del deporte). La ley provincial 12.108 tuvo en cuenta los aspectos singulares del deporte, como factor educativo y coadyuvante a la formación integral del hombre así como recurso idóneo para la preservación de la salud física de la población y la promoción de los valores éticos (ver entre otros, los objetivos descriptos en el artículo 1 del referido cuerpo normativo). Incluso dentro de su fines, pone énfasis en controlar que las entidades intermedias organizadoras partícipes de tengan espectáculos, la propendan seguridad de a un que los normal desenvolvimiento (art. 1 inc. e). Aún más, en el capítulo VII, referente a las entidades deportivas, se dispone que "en todos los deportivas, casos se en que deberá responsabilidad civil se desarrollen contar que con cubra un las actividades seguro de contingencias emergentes de las referidas actividades" (conf. art. 28). Estas previsiones, aunque no estaban vigentes al momento de producirse este lamentable accidente consolidan esta tendencia. III. No obstante la conveniencia de contar con una legislación especial que contemple estos aspectos estimo que, según la particular naturaleza del vínculo contractual que une al organizador con el deportista y en el que también está alcanzado el club al que pertenece el menor, focalizado en el rol de promoción de la salud física y el deporte que les cabe, la obligación de incolumidad esta ínsita, primer por párrafo, principios supranacional aplicación del de Código orden que serán de los Civil y sustantivo, motivo de arts. las 1197 demás y 1198, normas constitucional tratamiento. y y Esta interpretación de la voluntad expresa o presunta de las partes se apoya, entre otros, en el principio de la buena fe en los contratos, el que no sólo obliga al cumplimiento de lo prometido, sino también a todas las consecuencias implícitas o virtuales. En este sentido, considero que el recurso supera el umbral de suficiencia pues contiene adecuados desarrollos provenientes de la relación contractual entre el jugador, su club y la liga que ordena los torneos, que demuestran la infracción de la obligación tácita de seguridad tendiente a preservar la indemnidad del menor impúber (fs. 396 vta.). En este orden, cabe en mi criterio tener con ello por satisfechos los presupuestos exigidos en el art. 279 del Código Procesal Civil y Comercial. IV. Sostengo que las particulares relaciones contractuales que se advierten en el caso no conducen a garantizar que el menor se verá libre de accidentes sino que, ante su ocurrencia, ellas deben posibilitar alcanzar en alguna medida la recuperación de la salud física y psicológica, a través de tratamientos médicos o de otra especialidad. Este planteo habrá de conducir, en función del principio de equidad, a una conclusión en cuya virtud si bien los organizadores no están obligados a responder por todas las consecuencias dañosas del evento, en alguna medida deberán hacerse cargo de ellas. A tal efecto he de acudir al concepto de obligación de seguridad, cuya infracción ha denunciado el recurrente, y a las facultades que otorgan al magistrado los arts. 907 y 1069, ambos en los agregados introducidos por el dec. ley 17.711. Adelantando que en esta parcela acudo a Carlos Ghersi, ("La obligación de seguridad", en "La Ley", suplemento del 12/ag/2005, pág. 1 y sigtes.), el punto de partida radica en que la obligación de seguridad surge como expresión de protección jurídica de las personas en sus derechos económicos y extraeconómicos en lo que concierne a la preservación de su integridad, contra una posible acción u omisión dañosa. Señala dicho autor que el surgimiento de la obligación tácita de indemnidad (como primera versión de la de seguridad), a partir de la interpretación del art. 1198 del Código Civil, culmina en nuestra normativa de fondo con la sanción de la Ley de Defensa de los Derechos del Consumidor 24.240, cuyo art. 5 la convierte en una obligación legal expresa. Pero más allá de esa recepción vernácula, sobre la base de la Constitución Nacional de 1853, con más su reforma de 1994 y la incorporación de Tratados Internacionales con jerarquía constitucional, a lo que se agrega reciente doctrina de la Corte Federal, ha tenido lugar una nueva jerarquización de la obligación de seguridad instalándola en la categoría de principio general del derecho. Veamos. a) En la vieja Carta Magna, en textos de ella que aún subsisten, contamos con elementos embrionarios. En el art. 19 se consagra el paradigma de no dañar y en el 16 el de no discriminar. Con la reforma de 1957 se incorporaron los denominados derechos sociales, así por ejemplo trabajo, en el ámbito protección laboral contra los condiciones accidentes, dignas etc., y de la protección integral de la familia, acceso a una vivienda digna, etc. Todo ello indudablemente vinculado con el principio que venimos desarrollando. b) En 1994 irrumpieron nuevos factores: el art. 41 vinculado con la cuestión ambiental, como obligación de seguridad hacia generaciones venideras; el art. 42, imponiendo la seguridad en materia de productos y servicios para el consumo y también el art. 43, con la garantía constitucional del amparo, instrumento efectivo de prevención. c) Arribamos así a los Tratados, por la vía del art. 75 inc. 22 de la Constitución nacional. La Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre establece el derecho a la seguridad de su persona (art. 1). La Declaración Universal de Derechos Humanos dispone en su art. 3 que toda persona tiene derecho a la vida y a la seguridad. La Convención Americana sobre Derechos Humanos obliga a los Estados a respetar los derechos y libertades ... art. 4: derecho a que se respete su vida; art. 5: toda persona tiene derecho física, psíquica y a que moral. se El respete Pacto su integridad Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales enuncia que los Estados parte reconocen el derecho de toda persona a condiciones de existencia dignas, seguridad e higiene en el trabajo, conceder a la familia la más amplia protección (arts. 1, 10). La Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación Racial asegura el derecho a la seguridad personal (art. 5). Convención Estados derecho d) Y, sobre los deben en Derechos asegurar intrínseco particular, a al del niño la nos Niño, pues protección vida interesa ... la todos (art. los 2), respetarán el la supervivencia y desarrollo del niño (art. 6). Se trata de las exigencias que impone la protección de la infancia, destinadas a su pleno desarrollo, las que implican determinados comportamientos de las personas que asumen su cuidado. (arts. 3.3, 6.2, 23 y 27). e) La Corte Suprema ha consolidado esta concepción de la obligación de seguridad como principio general en el ámbito del derecho de daños. Así, aludiendo a los Tratados Internacionales, en el caso "Aquino" ha remarcado la necesidad de preservar la integridad de las personas en sus derechos económicos y extraeconómicos. Ha hecho pie en el art. 19 de la Constitución nacional, que prohíbe a los hombres perjudicar los derechos de un tercero; también ha reconocido la necesidad de proteger la integridad psíquica, física y moral, la prevención como principio, estableciendo que la dignidad del ser humano resulta intrínseca e inherente a todas y cada una de las personas y por el solo hecho de serlo. En definitiva, la obligación de seguridad se ha convertido en un principio general en el derecho de daños, como obligación del Estado, las empresas y los particulares, principio al que cabe acudir, en el caso, en virtud de lo dispuesto en el art. 16 del Código Civil. V.decisoria con Bajo otro ese prisma, trascendente integro principio, mi voluntad expresamente consagrado por el ordenamiento. Me refiero al de equidad. En su segundo párrafo, el art. 907 del Código Civil dispone que los jueces podrán también disponer un resarcimiento a favor de la víctima del daño, fundados en razones de equidad, teniendo en cuenta la importancia del patrimonio del autor del hecho y la situación personal de la víctima. He de conjugar todo ello con la obligación de seguridad precedentemente abordada. El incumplimiento de esta última, morigerado en por el las caso, ha de particulares ser equitativamente circunstancias de la relación jurídica y la plataforma fáctica que nos ocupan. En este sentido, comparto plenamente las afirmaciones de Marcelo López Meza y Félix Trigo Represas quienes expresan: "La equidad sirve de válvula de seguridad o muelle antichoque permitiendo al juez hacer lo que supone haría el legislador, en un caso concreto, si hubiera tenido en vista los elementos fácticos de esa causa" ("Tratado de la Responsabilidad Civil", págs. 761/762). Pues, como también señala Juan Carlos Rezzónico, este principio de equidad siempre debe tenerlo en cuenta el juez (art. 16, C.C.), especialmente tomando en consideración las circunstancias del caso (conf. "Principios fundamentales de los contratos", ed. Astrea, p. 1999, p. 360-361). VI.- Como quiera que la sentencia recurrida se ha desentendido de todo ello, ya que se apoya tan sólo en la noción de asunción de todos los riesgos que genera el deporte por quien participa en él (ver fs. 379 vta. y sigtes.), mas sin contemplar las circunstancias propias de la infancia (fs. 380 vta.) ni mucho menos el principio general del derecho ya seguridad), corresponde competencia positiva por exteriorizado casar dicho esta (la obligación decisorio Suprema Corte y de asumir (art. 289, C.P.C.C.). VII.- Doy en consecuencia por reproducidos aquí los conceptos atingentes a la responsabilidad del Club Ameghino y la Liga Sanmartiniana, correspondiendo evaluar el reclamo indemnizatorio. imposibilidad, en Ya atención se ha a las mencionado la particulares circunstancias del caso, de que la reparación pueda ser integral, y la necesidad de acudir al concepto jurídico de equidad. La gravedad del accidente obligó a la realización de varias consultas con el objetivo de lograr un diagnóstico certero de la lesión sufrida por el actor (fs. 9/13), sin que existiera, lamentablemente, posibilidad de recuperación de la función óptica. Las lesiones son descriptas por el perito médico oftalmólogo, doctor Gustavo Ungar, a fs. 228/230. Allí dice que "no existe un tratamiento para la lesión" (fs. 230). Justo es, entonces, reembolsar las erogaciones por gastos efectuados. También debe adicionarse una suma que contemple los gastos colaterales a la asistencia médica, como traslados, placas radiográficas, u otros implementos, el que estimo por los dos ítems en la suma de $ 2.500 (art. 165, C.P.C.C.). Un capítulo aparte merece la asistencia terapéutica. En este sentido, la opinión de la perito en psicología Silvia Antoce es ilustrativa. En las conclusiones de su informe (fs. 294/294 vta.) indica que sería conveniente, por la gravitación que produjo el accidente en una faceta sustancial de la vida del menor como es la etapa de la adolescencia, que realice un tratamiento psicológico a fin de mejorar su estado actual, que ayudaría a sobrellevar o neutralizar, en lo posible, las desventajas que la discapacidad le provocó (art. 23 de la Convención sobre los Derechos del Niño). Es por ello que corresponde reconocer los gastos que demande el tratamiento psicoterapéutico recomendado por la experta, que ascienden a $ 10.000 (art. 165, C.P.C.C.). Si lo que digo es compartido deberá hacerse lugar al recurso, debiendo responder en forma concurrente el Club Ameghino y la Liga Sanmartiniana, en la medida precedentemente individualizada, ya que si bien aparecen obligadas respecto al menor por una misma prestación, el origen radica en diferentes causas jurídicas. Las costas, por la propia peculiaridad de las circunstancias del caso suficientemente expuestas pronunciamiento, propongo en sean el correr impuestas por de este su orden (arts. 68, segundo párrafo y 289, C.P.C.C.). Con el alcance indicado, voto por la afirmativa. A la cuestión planteada, el señor Juez doctor Soria dijo: 1. El recurso no puede prosperar. 2. El eje central de la queja ensayada ante esta Corte se apoya en la responsabilidad objetiva que los accionantes atribuyen a los demandados con fundamento en el art. 1113, segundo párrafo in fine del Código Civil. Concretamente, sostienen los recurrentes que su reclamo encontró fundamento en "el uso de una cosa riesgosa, como lo es una pelota de fútbol n° 5 de cuero, por jugadores en edad impúber; y no, en la actividad riesgosa del fútbol como deporte". Apuntan que los riesgos que asumen los jugadores a los que se refieren la doctrina y el fallo atacado, son los propios del deporte, como actividad y frente a los restantes jugadores -de manera particular por la necesidad del roce físico-, pero no así los provenientes del uso del balón como cosa. Insisten que, en la especie, "el reclamo de la demanda no se plasmó en esa actividad riesgosa, sino en el hecho de la cosa, de naturaleza riesgosa" (v. fs. 389/390). Alegan, seguidamente, que la decisión del a quo contraría la doctrina de esta Suprema Corte que calificó a la pelota de fútbol como cosa riesgosa y juzgó por tanto aplicable el régimen de responsabilidad objetiva consagrado en la ya citada norma (v. fs. 390 vta./392 vta.). De otra parte, afirman que contrariamente a lo sostenido especie, por se el tribunal demostró que de el la instancia, balón en utilizado la era antirreglamentario y no apto para el uso de menores. Ello -expresan- agregó un plus de riesgo que se constituyó en causa adecuada de las lesiones sufridas (v. fs. 392 vta./394). 3. No asiste razón a los quejosos en tales planteos. Veamos. a. En el sub lite se persigue la indemnización de los daños sufridos por el hijo de los actores durante el desarrollo de un torneo de minifútbol amateur y recreativo, en el cual el menor se desempeñaba como arquero en representación del Centro Cultural y Social Florentino Ameghino-Excelsior, recibió pelotazo un lanzado oportunidad por un en jugador la del que equipo contrario (v. fs. 22/28). b. actividad Como deportiva es sabido, requiere de el un ejercicio esfuerzo de toda físico y/o intelectual superior al habitual, a la par que implica un riesgo en el que se ven comprometidos sus contendientes. Ello pues aun en aquellos deportes que no son esencialmente riesgosos es dable participantes a que causa sobrevenga de las alguna lesión alternativas a los normales del juego las que, conforme doctrina y jurisprudencia imperante en la materia, no resultan por regla indemnizables. En este sentido se sostiene que la autorización del Estado para practicar deportes constituye una causa de justificación antijuridicidad civil. Tal consecuencias reglamento, como licitud presupuesto del dañosas como suficiente así deporte que irroga también de para la la responsabilidad autorizado el excluir juego aquellas abarca las dentro del infracciones reglamentarias que son normales o inevitables en vista de las características de la actividad de que se trate (conf. Orgaz, Alfredo, "La ilicitud extracontractual", Ed. Lemer, Bs. As., 1974, págs. 177/180; Mosset Iturraspe, Jorge, "Responsabilidad por Daños", Edit. Ediar, Bs.As. 1979, t. II-B, págs. 91/95; C.N.Civ., sala D, in re "Cotroneo", sent. de 17-II-1982, "La Ley", 1983-D,385). No es, por cierto, la llamada aceptación de riesgos lo que excluye la responsabilidad, ya que ella por sí misma no constituye una causa de exoneración si no se demuestra una falta de la víctima -es decir, que ésta ha asumido, con su participación, un rol activo en la producción del siniestro (C.S.J.N., in re "Cohen c/Pcia. de Río Negro y ots.", sent. de 30-V-2006)-, sino la licitud de la actividad en la cual, reitero, los daños son contingencias habituales y normales. Los riesgos propios de la práctica deportiva quedan de tal modo absorbidos por la licitud de tal actividad, y no por el consentimiento de la víctima (v. Mayo, Jorge A, "La denominada aceptación de los riesgos", L.L.C., 2005 [julio], 489; Weingarten, Celia, "Los espectáculos deportivos y la asunción del riesgo", L.L.Gran Cuyo, 2007 [febrero], 27). Ahora bien, dado el riesgo que, en mayor o menor medida, implica toda actividad deportiva, y en tanto se trate de una actividad autorizada por el Estado en la cual participan voluntariamente los contendientes, la conducta juzgada del agente con que idéntico ocasiona criterio un con daño que no es puede ser apreciada la actividad de dicha persona en otro ámbito de relaciones en donde dicho riesgo no está presente (conf. Brebbia, Roberto H., "La Responsabilidad en los Accidentes Deportivos", Edit. Abeledo Perrot, Bs.As., 1962, págs. 27/30, Bustamante Alsina, Teoría General de la Responsabilidad Civil, Ed. Abeledo Perrot, Bs.As., 1972, págs. 424/425; C.N.Civ., sala A, in re "Parodi", sent. de 15-XI-2007, "La Ley online"). Así, surgimiento de la a los fines responsabilidad de en determinar debate deben el ser examinadas las normas o reglas que rigen la competición, conjuntamente con los principios que ordenan la responsabilidad civil. Tal determinación dependerá de las circunstancias del caso concreto, sin olvidar que la mera infracción a la reglamentación del juego no implica per se responsabilidad civil. c. No escapa a tales criterios la práctica futbolística. En efecto, quien tiene conocimiento de este deporte bien sabe que en todo partido inevitablemente se producen infracciones y se pueden lesionar uno o varios jugadores. Empero, en tanto tales infracciones no pasen de lo normal, ellas quedan cubiertas por la licitud dimanada de la aquiescencia realidad, conduciría estatal. El fatalmente desconocimiento a la supresión de esta de esta actividad colectiva (v. voto del doctor Bueres, en C.N.Civ., sala D, in re "Cotroneo" ya cit.; C.N.Civ., sala A, sent. de 18-XI-1996, in re "Iunti c. Miraldi y ots", "La Ley", 1997-D-861, 39.736-S; "La Ley", 1996-C-698). En síntesis, las lesiones deportivas sufridas por un jugador sólo dan lugar al deber de resarcir cuando media una accionar que viola el reglamento del juego y denota un obrar culposo por imprudencia o torpeza o, claro está, cuando existe un obrar intencional dirigido a provocar el daño (conf. Bustamante Alsina, J., Teoría General de la Responsabilidad Civil, Ed. Abeledo Perrot, Bs.As., 1980, pág. 488; Orgaz, ob. cit., pág. 189; Trigo Represas, Félix A.-López Mesa, Marcelo J., "Tratado de la Responsabilidad Civil", Edit. La Ley, Bs. As., t. II, pág. 790; C.N.Civ. Sala D, in re "Cotroneo" ya cit.; íd., sala G, 28-IV-1988, in re "Arit. C. Ventura", "La Ley", 1990-B, 138; íd., sala A, in re "Berman", sent. de 6-IV-1995, con nota de Mazzinghi (h), Los daños en el deporte. Una sentencia severa pero justa, "La Ley", 1996-C, 698). Desde ya que también quedan al margen de la predicada irresponsabilidad aquellas hipótesis en que el perjuicio sobreviene por la culpa o defecto en cuanto a la seguridad o modalidades de la competición imputable al club o ente organizador. intensificación del En estos riesgo casos por la se produce una provisión de instalaciones inadecuadas o uso indebido de cosas riesgosas o viciosas, donde la autorización estatal del deporte y participación voluntaria de los jugadores no excusan de responsabilidad (Trigo Represas-López Mesa, ob. cit., págs. 792/793). d. Partiendo de tales premisas cabe determinar si el hecho que motiva la presente litis genera -como predican los accionantes- la responsabilidad del club para el que jugaba el menor, de la sociedad de fomento en donde se desarrolló el partido de minifútbol y de la liga que organizó el evento. i] Liminarmente, cabe precisar que en la especie no se imputa -ni ello surge de las constancias y pruebas rendidas en la causa- que el daño hubiera sido intencional ni tampoco se ha reprochado un obrar culposo del contendiente que lanzara la pelota hacia el arco donde se hallaba el hijo de los actores. Antes bien, el hecho descripto en el escrito inicial y receptado en ambas instancias de grado ha sido lo que se denomina un accidente deportivo, esto es el daño no intencional ocasionado a otra persona (en el caso, a uno de los deportistas) durante la realización de un certamen o competición deportiva por uno de los participantes (conf. Brebbia, Roberto, ob. cit., pág. 16, n° 41, cit. por Trigo Represas-López Mesa, ob. cit., págs. 784/785). ii] Tampoco cuestionan los recurrentes la licitud el juego ni desconocen los riesgos que implica toda actividad deportiva y que son asumidos por los jugadores. Sin embargo, interpretan que tal asunción sólo cubre las eventuales lesiones que pudieren derivar del roce o contacto físico entre los participantes, no así los que resultan del empleo de cosas riesgosas, tal el caso de la pelota de fútbol (v. fs. 389/390). iii] Es por cierto dificultoso receptar la distinción Resulta en los al términos menos ensayados dudoso por sostener los quejosos. que quienes voluntariamente participan en un partido de fútbol amateur y recreativo que ineludiblemente requiere el uso de un balón, puedan abstraerse de las contingencias propias y normales que puedan sobrevenir de su uso regular. d. admitiera encuadre tal del De cualquier distingo, accidente luce modo, aun desacertado acaecido en el cuando el ámbito se invocado de la responsabilidad objetiva receptada en el art. 1113, segundo párrafo in fine del Código Civil. i] Conforme reza el citado precepto, en su segundo párrafo, "En los supuestos de daños causados con las cosas, el dueño o guardián, para eximirse de responsabilidad, deberá demostrar que de su parte no hubo culpa; pero si el daño hubiere sido causado por el riesgo o vicio de la cosa, sólo se eximirá total o parcialmente de responsabilidad acreditando la culpa de la víctima o de un tercero por quien no debe responder". El legislador ha distinguido de tal modo el régimen de "causado responsabilidad con la cosa" según se -primera trate parte de del un daño párrafo transcripto-, estableciendo un sistema de responsabilidad subjetiva con culpa presumida; del daño causado "por el riesgo o vicio de la cosa" que conlleva la responsabilidad objetiva de su dueño o guardián, salvo que se acredite la concurrencia de alguna de las causas de exención previstas por la norma. ii] Para la aplicación del art. 1113 en sus dos variantes no basta que una cosa haya intervenido en la producción del daño, sino que es menester que éste haya sido causado instrumento por que ella y responda la cosa no exactamente haya a la sido un voluntad mero del agente. Se requiere, pues, que se haya sujetado a la cosa a una fuerza o factor que se agregan a la fuerza originaria y propia del hombre, que la independizan en cierta medida del control absoluto de su guardián (v. Kemelmajer de Carlucci, Aída, en Belluscio [dir.]-Zannoni [coord.], "Código Civil y leyes complementarias", Edit. Astrea, Bs.As., 1984, t. 5, pág. 457). Demostrada tal intervención resta por deslindar si el perjuicio es imputable al riesgo o vicio de la cosa o si se trata de un daño causado con la cosa. Cierto es que el legislador jurisprudencial tal ha dejado al determinación. prudente Esta criterio tarea cobra especial trascendencia porque de ella habrá de derivar el régimen legal aplicable, debiendo el juez en cada caso plantearse si la cosa generó un riesgo en el que pueda comprenderse el daño sufrido por la víctima (doct. Ac. 90.681, sent. de 9-XI-2005). iii] En el sub examine, los accionantes insisten que la pelota que golpeó contra su hijo reviste el carácter de cosa riesgosa o viciosa, debiendo dilucidarse el caso bajo la órbita de la responsabilidad objetiva ya mencionada. No comparto tal tesis. De un lado, no basta al efecto pretendido la invocación de la doctrina de esta Corte -en su anterior integración- sentada en un aislado precedente dictado in re L. 42.946, "Roselli c/Gimnasia y Esgrima de La Plata", fallada el 9 de abril de 1991. El reclamo impetrado en la citada causa lo fue con motivo de un "accidente de trabajo" sufrido por un jugador profesional que se desempeñaba en el club demandado, considerándose que, en dicho supuesto, "el modo de utilización de la pelota" en el encuentro futbolístico de primera división autorizaba a subsumir los hechos allí debatidos en el régimen de responsabilidad objetiva del art. 1113 del Código Civil. Tales notas se encuentran ausentes en el caso bajo estudio, en el cual tampoco se advierte que el modo en que fuera empleado el balón de minifútbol importara un riesgo que autorice sin más al encuadre legal reclamado por los quejosos. De otra parte, resulta al menos dudoso que una pelota de minifútbol pueda ser catalogada como una cosa generadora de riesgos en los términos aprehendidos por el art. 1113, segundo párrafo in fine del Código Civil. Cierto es que no es posible definir a priori qué cosas resultan generadoras delimitación que -vale subrayar- dificultades interpretativas. De de ha riesgos o generado todos vicios, numerosas modos, en tal quehacer, no es dable ignorar que cuando la ley y la doctrina hablan del peligro o riesgo que encierran ciertas cosas centran su atención, principalmente, en las "modernas cosas riesgosas" cuyo empleo genera permanentes posibilidades de daños para terceros -v.gr. automotores, aviones, ascensores, productos elaborados, entre muchos otros-, las que ameritan acertadamente un se régimen ha particular. señalado, no debe De ahí soslayarse que, la naturaleza de la cosa de que se trate a fin de constatar su potencialidad dañosa conforme a su estado natural, ya que no parece razonable tratar de modo idéntico el daño causado por una rama de un árbol al caer por causas naturales -o, como en el caso, por una pelota de minifútbol empleada en un torneo recreativo- que el provocado por una usina atómica o un automóvil en movimiento. Ello, claro está, no importa olvidar que el peligro puede derivar del empleo o utilización que se haga de una cosa ya sea por su propia funcionalidad o por el estado o vicios que ésta presente en la ocasión y que la tornen peligrosa (v. Pizarro, Ramón D., en Bueres, Alberto J. (dir.)-Highton, Elena I. (coord.), "Código Civil y normas complementarias", Edit. Hammurabi, Bs.As., t. 3 A, págs. 534/536). En suma, no basta que una cosa haya intervenido activamente en la producción de un daño, ni es dable alegar que cualquier cosa en tanto causó un perjuicio habilita la aplicación del art. 1113, segundo párrafo in fine del ordenamiento civil. De lo contrario, se vaciaría el contenido del citado precepto que contempla dos modalidades: los daños causados con las cosas y los daños causados por el riesgo o vicio de las cosas. Pues bien, en lo que aquí nos concierne, estimo que una pelota de fútbol no presenta de por sí una naturaleza peligrosa -esto es conforme a su estado naturalni tampoco la utilización o uso que a aquélla se le da -y que en concreto se asignó en el partido donde acaeciera el accidente deportivo- cause generalmente un peligro a terceros. Tampoco especie, la tornaran pelota riesgosa es dable presentaba ni que predicar defectos -como o arguyen que, en la vicios que la los actores- resultaba inadecuada para el juego de niños de 12 años y por tanto inepta para la función que debía cumplir en el caso concreto. En este sentido, vale apuntar que la Cámara de Apelación descartó que la pelota utilizada en la contienda no fuera la indicada para el juego de menores (v. fs. 380 vta.), parcela del pronunciamiento que como bien señala la ponente no revela absurdidad. En consecuencia, pierde también sustento la queja esgrimida con base en el supuesto incremento competencia derivado del de riesgo tal o álea propio circunstancia (v. de fs. la 392 vta./394). En este contexto, la sola utilización de una pelota -insisto, juzgar el reglamentaria- presente caso bajo la no autoriza orbita del sin más régimen a de responsabilidad objetiva por el riesgo o vicio de la cosa consagrado en el segundo párrafo in fine del art. 1113 del Código Civil. Siendo ello así, de soslayarse las reglas aplicables en materia de prácticas deportivas a las que ya me he referido (v. aps. b y c del pto. 3), la eventual responsabilidad del accidente habría de resolverse a la luz del régimen primera subjetivo parte del del art. 1113, ordenamiento civil segundo que, párrafo como dije, permite que el dueño o guardián de la cosa se libere de responsabilidad demostrando que de su parte no hubo culpa. Con ello, la solución tampoco habría de variar, pues a estar a las conclusiones fácticas de la instancia de grado, en el sub examine no medió un obrar culposo de la Sociedad de Fomento Deportiva y Cultural Siglo XX a quien los actores sindicaron como propietaria del balón (v. fs. 23 y vta.). 4. crítica argüida responsabilidad Igual en suerte adversa relación imputada a con los el ha de seguir la rechazo de la organizadores de la contienda con base en la ausencia de un médico dentro de la institución mientras se desarrollaba el evento y, por el hecho de no haber llamado a una ambulancia para que socorriera al menor accidentado (v. fs. 398 y vta.). Como afirma la ponente, ha quedado en pie la conclusión del tribunal de la instancia que, ateniéndose a lo dictaminado por el experto, entendió que la falta de atención medica inmediata del menor no se ha erigido como factor causal del perjuicio sufrido ni de la irreversibilidad de la lesión (art. remarcar- es 279, C.P.C.C.), admitida por los circunstancia propios que recurrentes vale que aluden que el perito oftalmólogo determinó que la secuela incapacitante igualmente se habría producido, con o sin la presencia de un médico (v. fs. 398 y vta.). 5. En su intento de revertir el resultado desfavorable a su pretensión, la parte actora alega que tanto sobre el club al que pertenecía el menor como sobre la liga Sanmartinense organizadora del torneo pesaba una obligación de garantía que resultó incumplida (v. fs. 395 y ss.). a. Precisa en tal sentido que yerra la alzada al rechazar la asimilación del caso a los supuestos de responsabilidad de los establecimientos educativos. Aduce que tal decisión desoye la doctrina de esta Corte sentada en Ac. 45.645 de 11-V-1993 que entendió que el carácter de meros organizadores de las instituciones que se dedican a la práctica y fomento del deporte los torna responsables, en principio y al margen del fin de lucro o no que persigan, de los daños sufridos tanto por los espectadores como por los propios protagonistas del evento (v. fs. 395 vta.). Expone, a continuación, que cuando convino con el club demandado que enseñe y fomente en su hijo la práctica del fútbol, la institución asumió junto a aquel compromiso la obligación tácita de seguridad de indemnidad que, pese a su accesoriedad con la de enseñanza, posee un fin propio y cuyo incumplimiento responsabilidad (v. fs. 396/397 vta.). genera b. Los embates articulados en tales términos no son de recibo. i] En lo que concierne al club en cuyo equipo compitió el menor, no puedo dejar de observar que la existencia invocada escrito de en tal la contratación instancia inicial, los grado. accionantes exclusivamente contra asignaron carácter el de la Liga de no fue oportunamente Nótese que, en su enderezaron su demanda Sanmartinense -a la organizadora del que encuentro deportivo- y la Sociedad de Fomento Deportiva y Cultural Siglo XX -a quien sindicaron como encargada de la seguridad del espectáculo y propietaria de la pelota utilizada durante el partido- (v. fs. 23/28). La concurrencia del Centro Cultural y Social Florentino Ameghino- Excelsior lo fue a pedido de la Liga codemandada (v. fs. 88/93), siendo que al contestar tal solicitud los actores se limitaron a decir que dicha convocatoria quedaba a cargo exclusivo del codemandado peticionante, "tanto para su diligenciamiento como en costas" (v. fs. 96). En adición, la pretensión de juzgar el caso bajo la órbita de la responsabilidad contractual luce contradictoria con los fundamentos invocados por la propia parte actora al demandar. Al dirigir su acción contra la organizadora del torneo y la sociedad de fomento en que aquél se desarrolló atribuyó responsabilidad con base en lo normado Código por Civil el art. -y, 1113, reitero, segundo sin párrafo enderezar in fine reclamo del alguno contra el club Florentino Ameghino-Excelsior-. Pues bien, sabida es la imposibilidad de aplicar dicho precepto en el marco de un incumplimiento contractual (obligacional) como el que ahora se esgrime, a tenor de la regla sentada por el art. 1107 del Código Civil. No ignoro, desde ya, que por aplicación del principio iura novit curia es tarea propia de los jueces determinar el régimen jurídico aplicable a la pretensión articulada por las partes, independientemente del derecho que éstas invoquen en su sustento. Mas ello es así en tanto no se alteren los términos en que quedara integrada la litis y de tal modo se ponga en riesgo el derecho de defensa de su adversario, tal como en la especie insinúa el tercero al contestar los agravios ante la alzada (v. fs. 374; conf. mi voto en Ac. 79.290, sent. del 26-VIII-2009). ii] De todos modos, aun soslayando los reparos ut supra apuntados (v. ap. i), teniendo en cuenta que la Cámara de Apelación no desoyó los argumentos que en tal sentido la actora recién invocó al expresar agravios (v. fs. 364/365, 368, 380 y 381) y cuyas conclusiones son ahora materia de queja ante esta Suprema Corte, el examen propuesto por los recurrentes con apoyo de la obligación de seguridad no logra el resultado perseguido. Sabido es que, en ciertos contratos, las partes asumen una típica obligación accesoria consistente en garantizar que durante su ejecución no se causen daños a las personas de los contratantes, con fundamento en el principio de buena fe consagrado en el art. 1198 del Código Civil (conf. mi voto en Ac. 88.599, sent. 3-III-2010). En el caso, al decir de los accionantes, sobre el club citado como tercero y la liga organizadora del encuentro deportivo pesaba la obligación de preservar la integridad del menor en cuyo beneficio se habría celebrado el alegado contrato de instrucción y recreación deportiva. Su deber jurídico, a tenor de tal contrato, no se limitaría actividad a la mera deportiva, instrucción integrándose, y desarrollo entre otros, de la con el inherente al resguardo de la seguridad del educando. Ahora bien, como ya anticipara, la existencia de la alegada obligación de seguridad no fue marginada del examen llevado a cabo por la alzada. Sobre el particular, sostuvo el tribunal de la instancia que "si bien la obligación de seguridad existe para las entidades que toman a su cargo a los menores o que organizan este tipo de encuentros, la misma lo es respecto de la custodia de los chicos en sus desplazamientos y en su permanencia en los distintos lugares donde recalan, pero no en orden a las contingencias propias del juego cuando están en actividad dentro de la cancha, las cuales además de asumidas por los participantes, aunque previsibles resultan inevitables para los organizadores inherente e por constituir inseparable de un esa álea que práctica resulta deportiva específica -art. 514 Cod. Civ.-" (v. fs. 381) (el subrayado me pertenece). En el discurrir del fallo, el deudor de la mentada obligación responsabilidad de seguridad acreditando puede -entre otras exonerarse de circunstancias- que el daño se produjo por caso fortuito o fuerza mayor (v. Gregorini Clusellas, Eduardo L., La obligación de seguridad impuesta a quienes se encomiendan menores, "La Ley", 1989-B, 489; Sagarna, Fernando A., Responsabilidad civil de los institutos deportivos, "La Ley Buenos Aires", 1997, 56; C.N.Civ., sala C, in re hipótesis que el a quo discussio. Nótese que "Parras", juzgó incluso sent. de configurada los propios 6-IX-1988), en el sub demandantes admitieron tal posibilidad al expresar agravios ante la alzada, oportunidad en donde reseñaron diversos fallos que daban cuenta que el deudor puede liberarse acreditando la incidencia del caso fortuito (v. fs. 364 vta.). Pese a ello, los recurrentes omiten hacerse cargo de tal segmento de la decisión del tribunal que, con cita de lo normado por el art. 514 del Código Civil, tuvo por acreditada la concurrencia de un caso fortuito. En vía extraordinaria, la réplica concreta, directa y eficaz de los fundamentos esenciales del fallo comporta un requisito de ineludible cumplimiento para el impugnante. Va de suyo, entonces, que la insuficiencia recursiva deja incólume la decisión controvertida; déficit que, entre otros factores, resulta de la falta de cuestionamiento idóneo de los conceptos o fundamentos sobre los que -al margen de su acierto o error- se asienta el fallo del tribunal inferior (doct. Ac. 73.447, sent. de 3-V-2000; Ac. 75.204, sent. de 20-VI-2001; Ac. 81.965, sent. del 19-III-2003, entre otras). No se me escapa, por cierto, que como señala el doctor de Lázzari en su voto, la Convención sobre los Derechos del niño impone a los Estados partes el velar por los derechos de tales menores entre ellos su derecho a la supervivencia y desarrollo y a la salud (arts. 2, 6.2 y 24). Sin embargo ello no significa que las responsabilidades de terceros deban ser absolutas, aun sin causalidad adecuada. Vale observar que incluso el art. 1117 del Código Civil, en su texto ordenado por ley 24.830, contempla como eximente de responsabilidad de los establecimientos educativos el caso fortuito, habiéndose interpretado que tal previsión no violenta la citada Convención (v. Suprema Corte de Justicia de Mendoza, in re "T., M.S. c/Dirección General de Escuelas de la Pcia. de Mendoza", sent. de 22-III-2005, "La Ley online"). 6. Por lo expuesto, y razones concordantes apuntadas en el voto de la doctora Kogan, doy el mío por la negativa. Los Pettigiani, por señores los jueces mismos doctores fundamentos del Genoud señor y Juez doctor Soria, votaron la cuestión planteada también por la negativa. Con lo que terminó el acuerdo, dictándose la siguiente S E N T E N C I A Por lo expuesto en el acuerdo que antecede, por mayoría, se rechaza el recurso extraordinario de inaplicabilidad de ley deducido; con costas (arts. 84 y 289, C.P.C.C.). Notifíquese y devuélvase. HILDA KOGAN EDUARDO JULIO PETTIGIANI HECTOR NEGRI EDUARDO NESTOR DE LAZZARIDANIEL FERNANDO SORIA LUIS ESTEBAN GENOUD CARLOS E. CAMPS Secretario