JAVIER BARROS SIERRA Pablo García y Colomé “Hay una cosa superior y más grande que la libertad y que la patria misma: la verdad” “Lo que más profundamente molesta a los enemigos de la Universidad es el ejercicio de las libertades democráticas de reunión, de pensamiento y de expresión dentro de nuestra comunidad” “¡Viva la discrepancia, porque es el espíritu de la Universidad! ¡Viva la discrepancia porque es lo mejor para servir!” Antecedentes Javier Barros Sierra fue un ingeniero de calidad extraordinaria que buscó siempre, como constructor, como funcionario, como rector de la UNAM y como ser humano, la excelencia, siempre innovando, organizando, escuchando y con una profunda fe en el desarrollo de México. Su vida estuvo ligada a la educación y tuvo, como pocos, la oportunidad de impulsar su famosa frase: “La educación requiere libertad, y la libertad requiere educación”. Javier Barros Sierra vive en su descendencia, en su trascendencia y en su herencia, y por ello en él se cumplen con plenitud las famosas palabras del filósofo, poeta y héroe patrio cubano José Martí, quien dijera: “La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida”. Este ilustre mexicano siempre será recordado por encabezar, con honestidad y valentía, la defensa de la autonomía universitaria, durante los tristemente célebres acontecimientos de 1968, cuando expresara sin ambages: “La autonomía no es una palabra abstracta sino un ejercicio responsable que debe ser respetable y respetado”. Para él, nuestra querida Universidad Nacional era el instrumento más rico de la cultura nacional y el mayor logro del México contemporáneo. Llamó a la UNAM “El proyecto cultural más importante del siglo XX”. Su quehacer humano y público Con respecto al ejercicio de la profesión expresó: “En todo oficio debe haber un cariño, una amor al propio oficio tal, que aparte del estipendio, de la retribución justa que se obtenga por el esfuerzo, anime a quien lo practica una especial pasión por la tarea que realiza. Mediante este amor, conjugado con la técnica, es como se puede hacer una obra bien hecha”. Javier Barros Sierra nació en la ciudad de México el 25 de febrero de 1915 y sus padres fueron José Barros Olmedo y María de Jesús Sierra Mayora. Creció en un ambiente donde se intersecaban la rígida tradición de los hacendados con el espíritu liberal imbuido por su abuelo, el historiador y educador Justo Sierra, escritor, periodista, político, historiador, sociólogo, maestro y quien inició la educación pública en México, con carácter de nacional, integral, laica y gratuita y a él se debió, en gran medida, la creación de la Universidad Nacional en 1910. Estudió el bachillerato en la Escuela Nacional Preparatoria y ya desde entonces se desempeñó como consejero universitario. Se tituló de Ingeniero Civil en 1943 en la Escuela Nacional de Ingeniero, antecedente de nuestra Facultad, y en 1947 obtuvo el grado de Maestro en Ciencias Matemáticas. Fue profesor de 1938 a 1949 en la preparatoria y de 1943 a 1954 en la Facultad de Ciencias de la Universidad. En 1945 se casó con María Cristina Valero, con quien procreó dos hijos: Javier y Cristina. Fue socio fundador de la empresa ICA y participó directamente, entre un gran número de obras, en la construcción de Ciencias, Filosofía y Letras, Odontología, Veterinaria y parte del estadio en Ciudad Universitaria. Como ingeniero alentó en quienes trabajaban con él todo aquello que representara progreso tanto en lo técnico como en lo personal y resaltó invariablemente el valor de las personas, imponiendo un sentido humano a todas las relaciones empresariales. En 1955, con Nabor Carrillo al frente de la UNAM, la Junta de Gobierno lo designó Director de la Escuela Nacional de Ingenieros, y dejando su labor empresarial, se dedicó de lleno a las reformas educativa, administrativa y orgánica que fueron cimiento de nuestra hoy Facultad de Ingeniería. Cabe decir que sobre las ciencias básicas sostenía que: “tienen un carácter eminentemente formativo, por cuanto que adiestran al individuo en la función de pensar, pudiendo así plantear clara y correctamente los problemas, cosa que a veces es tan importante como el hecho mismo de resolverlos”. Para él era fundamental insistir en la humanización de la cátedra y en el entendimiento del estudiante, de las funciones sociales de su profesión como servicio, plenamente consciente de las relaciones humanas, la economía y los fenómenos sociales. Formalizó la División de estudios superiores, permitiendo que la escuela fuera reconocida en su aptitud de formar maestros y doctores en ingeniería. En 1958 terminó el cargo al frente de esta Facultad de Ingeniería y poco después fue nombrado Secretario de Obras Públicas, cargo desde el cual y para ejemplo de muchos servidores públicos, expresara: “Siguen y seguirán siendo cualidades esenciales del hombre de Estado, aparte de de la inteligencia: el buen sentido, que implica la prudencia, la ponderación y la serenidad; la intuición certera y la decisión valerosa; todas esas virtudes radicadas necesariamente en una entrega sacrificial a la Patria. Sin ellos, los enormes y complejos problemas de México no podrán ser resueltos; digo más, ni siquiera se logrará entenderlos”. Coordinó y culminó numerosas obras como carreteras, puentes, vías férreas y aeropuertos, que hasta la fecha siguen siendo vitales para el desarrollo del país. Y alentó inversiones de carácter preponderantemente social, con objetivo encaminado a servir a núcleos de población aislados, penetrar a regiones con grandes recursos naturales y que permitieran disminuir los costos del transporte. Hay que decir que como ingeniero, su pasión permanente fue el servicio a la patria. Javier Barros Sierra tomó posesión como Rector de la UNAM el 12 de mayo de 1966 y algunas de las reflexiones de su discurso inicial, que siguió y cumplió a cabalidad son las siguientes: “Llego sin compromiso alguno, salvo el que contraigo con la Universidad misma. Tendré la humildad necesaria para servirla y la firmeza y convicción suficientes para no convertirme en agente de ninguna facción”. “No trataré de hacer, ni permitiré que hagan de nuestra comunidad un instrumento de vanidades, intereses egoístas o pasiones espurias.” “Hay que abrirnos ampliamente a la comunicación y al diálogo de buena voluntad y en la búsqueda permanente de la verdad, profesar y discutir todas las creencias.” De todas las actividades que realizó en su vida, la más intensa, la más comprometida, sin menospreciar las otras, fue sin duda la de universitario y llevó a cabo profundos cambios en la docencia, la investigación, la administración y organización y la cultura y el arte. Siempre consideró a los jóvenes y al respecto valga citar sus palabras: “No sobra repetir que quienes renuncian a entender a la juventud de hoy y sus inquietudes, muy fácilmente caen en la creencia de que los únicos tratamientos que a ella pueden dársele son la represión o la corrupción, sea para neutralizar o para utilizarla como instrumento. Se les escapa que la única posibilidad eficaz y válida, para no hablar de lo puramente moral, es educarla. Se pude corromper a algunos jóvenes en un minuto, reprimir a muchos en un día, pero el proceso educativo lleva toda una vida y nosotros hemos escogido ese camino”. En todos los cambios y transformaciones que emprendió en la Universidad, jamás tomó una decisión por mayoría de votos sino por acuerdo unánime. Suscribió la frase de su ilustre abuelo: “La palabra es el fundamento de la democracia” y se esmeró en hacer ver la necesidad de practicar la palabra no sólo para adquirir el saber y la cultura, sino como fundamento de la convivencia humana solidaria con la democracia. Una de sus preocupaciones permanentes fue fortalecer la investigación pues a su juicio la verdadera independencia del país exige desarrollar una ciencia propia. Propuso la adopción del sistema de créditos para contabilizar los logros académicos del alumnado; con ello se permitía, adicionalmente, que el alumno cursara materias optativas en su propio plantel, en otras facultades y escuelas de la misma Universidad, o incluso en otras instituciones como universidades del país. Consideró que el arte desempeñaba un papel de importancia decisiva como factor de educación y de ahí nació su profundo interés por el fomento de toda manifestación artística y por hacer de la UNAM una promotora de la cultura. Era un hombre de gran sensibilidad por el arte y sentía una verdadera pasión por la música. Sobre la enseñanza superior decía que: “no debe buscar sólo el ajuste con la realidad, sino convertirse en el elemento dinámico que promueva la transformación económica y social del país. Debe ir delante de los problemas y no conformarse con una actitud pasiva de adaptación a las demandas de la sociedad”. Al respecto también señalaba: “La planeación de la educación superior implica una actualización no sólo del contenido de lo que enseñamos, sino también de los sistemas y métodos que empleamos para formar e informar a las nuevas generaciones. Supone, además, una estructura más flexible en nuestros planes y programas de estudio con objeto de fortalecer la formación social de quienes han elegido carreras científicas o tecnológicas, y la preparación técnica de quienes se inclinaron por áreas sociales y humanísticas”. Son dignas de mención sus palabras sobre la comunicación y el diálogo: “la participación de todos puede cumplirse estableciendo permanentemente un diálogo intrauniversitario abierto en el que tengan cabida todos los puntos de vista, dentro del más absoluto respeto a la libertad de expresión y de enseñanza”. Promovió el ejercicio de la libertad y la tolerancia en la Universidad y garantizó el derecho a examinar y discrepar, a disentir y discutir, como principios constitutivos de la persona, como actitudes inherentes a todo genuino proceso educativo y, por excelencia, de la vida universitaria. En una ocasión, como Secretario de Obras Públicas, en un discurso a estudiantes de ingeniería que se graduaban, mencionó: “los afanes y sacrificios del pueblo para sostener esta institución deben ser retribuidos por aquellos que forman la privilegiada minoría de quienes tienen acceso a la educación superior. Responder a esta obligación significa servir amplia y generosamente en el campo en el que les toque actuar: el del ejercicio privado de la profesión, dentro de la administración pública o en la enseñanza. Al prestar este servicio hay que recordar siempre que ninguna técnica representa un fin en sí misma, sino que sólo es un instrumento para mejorar la vida humana en una colectividad. Será el mejor quien más bien sirva.” Barros Sierra y el movimiento del 68 “Camino entre girones de fuego” Borges Los jóvenes vivían una profunda crisis, debida entre múltiples factores, a la guerra de Vietnam, la segregación racial, la guerra fría, la carrera armamentista, las condiciones de la ecuación superior, la falta de libertad política, el rígido autoritarismo de los gobiernos y la desigualdad económica y social, que marginaba a grandes núcleos de la población a condiciones de subdesarrollo. En México, sobre todo en la Ciudad capital, todo lo que ocurrió y que culminó con el cobarde crimen del 2 de octubre de 1968, se desarrolló de acuerdo con algunos de los sucesos y las respuestas a ellos que se citarán brevemente, sobre todo en su relación con la actitud asumida por el rector de la UNAM, Javier Barros Sierra. El 22 de julio hay un enfrentamiento entre estudiantes de la Vocacional 2 del IPN y de una preparatoria privada incorporada a la UNAM, debidas probablemente a provocaciones de grupos porriles. Intervienen después las preparatorias 2 y 6 de la UNAM, así como de la Vocacional 5 del IPN. Granaderos y policías reprimen con exceso de fuerza y tienden emboscadas a estudiantes cuando se había calmado el conflicto. El día 26 se realizan dos manifestaciones y hay enfrentamientos entre estudiantes de la Preparatoria 2 y la policía por ataques de éstos últimos, como declara el director del plantel universitario. Hay represión y aprehensiones domiciliarias. Se declaran en paro indefinido algunas escuelas de UNAM e IPN. El gobierno le echa la culpa al partido comunista mexicano de estar instigando al desorden y preparando una conjura. También declara haber detenido a extranjeros. El 29 de julio las autoridades del IPN suspenden las actividades. Siguen los violentos enfrentamientos entre policías y estudiantes. El 30 de julio el ejército entra en acción durante un enfrentamiento y detiene estudiantes. Se dan declaraciones como: “…la violencia injustificada puesta en marcha por una minoría mezquina que quiere desviar el camino ascendente de la Revolución Mexicana…”. “El gobierno actúa contra un plan de agitación y subversión perfectamente planeado…”. “La clase trabajadora pide a la juventud que no permita ser instrumento del enemigo de la revolución”. La puerta de la preparatoria 1 fue derribada con una bazuca. Había en las cárceles más de 500 detenidos. Chapingo se suma a la huelga, a la que se suman más escuelas y facultades. Hay escuelas de la UNAM y el IPN tomadas por el ejército. En Ciudad Universitaria, después de izar la bandera nacional a media asta, el rector Barros Sierra dijo: “varios planteles de la UNAM han sido ocupados por el ejército. Durante casi 40 años la autonomía de nuestra institución no se había visto tan seriamente amenazada como ahora. Culmina así una serie de hechos en los que la violencia de la fuerza pública coincidió con la acción de los provocadores de dentro y de fuera de la Universidad. La autonomía de la Universidad es, esencialmente, la libertad de enseñar, investigar y difundir la cultura. Estas funciones deben respetarse. Los problemas académicos, administrativos y políticos internos deben ser resueltos exclusivamente por los universitarios. En ningún caso es admisible la intervención de agentes exteriores, y por otra parte el cabal ejercicio de la autonomía requiere el respeto a los recintos universitarios. La educación requiere de la libertad. La libertad requiere de la educación… Dentro de la ley está el instrumento para hacer efectiva nuestra protesta. Hagámosla sin ceder a la provocación…” El 31 de julio se declaran en huelga la Universidad y el IPN. El 1 de agosto se realizó una gigantesca manifestación estudiantil con cerca de 80,000 asistentes, encabezada por el rector de la UNAM, quien invitó a los participantes a caminar de CU a Insurgentes y Félix Cuevas y a regresar después de manifestar ahí una expresión en forma de discursos. Barros Sierra mencionó entre otras cosas: “Necesitamos demostrar al pueblo de México que somos una comunidad responsable, que merecemos la autonomía…” “…en la medida en que sepamos demostrar que podemos actuar con energía, pero siempre dentro del marco de la ley, tantas veces violada, pero no por nosotros, afianzaremos no sólo la autonomía y las libertades de nuestra Universidad, sino que contribuiremos fundamentalmente a las causas libertarias de México”. Al regresar a CU declaró que sentía más que nunca, el orgullo de ser universitario, e invitó a todos a cantar el himno nacional. Se sumaron a la huelga muchas universidades de provincia. - El jueves 15 de agosto, el Consejo Universitario, máxima autoridad de la UNAM, elaboró un proyecto de demandas que incluía: Respeto a la autonomía. Respeto a las garantías individuales. No intervención del ejército y la policía. Reparación de daños. Libertad a los estudiantes presos. Deslindamiento de responsabilidades de las autoridades. El 23 de agosto Gobernación propuso un diálogo y profesores y estudiantes de un gran número de instituciones aceptaron, pero con la condición de que fuera público y que se resolviera el pliego petitorio, que demandaba: Libertad a los presos políticos Derogación de los artículos 145 y 145 bis del Código Penal Federal. (Instituían el delito de disolución social y sirvieron de instrumento jurídico para la agresión sufrida por los estudiantes) Desaparición del Cuerpo de Granaderos Destitución de los jefes policíacos Indemnización a los familiares de los muertos y heridos desde el inicio del conflicto Deslindamiento de responsabilidades de los funcionarios culpables de los hechos sangrientos El martes 27 de agosto se realizó en el Zócalo una manifestación de alrededor de 300,000 personas en la que se atacó al gobierno, a los líderes obreros, y a los poderes legislativo y judicial. En la madrugada del día siguiente hubo represión contra los estudiantes que habían permanecido en el Zócalo. Ese día fue agredido el ingeniero Heberto Castillo quien manifestó: “No tengo más armas que las ideas”. El lunes 9 de septiembre el rector Barros Sierra hizo un llamado a los universitarios para que retornen a la normalidad, exhortando a profesores y estudiantes para que lleven adelante su lucha cívica por medios en los que impere la inteligencia y la razón. Al día siguiente, en una decisión dividida, se rechazó la propuesta del rector y siguió la huelga. Ya estaba muy lastimado el movimiento por la represión. El miércoles 18 de septiembre la Ciudad Universitaria es ocupada por el ejército, con un saldo de 500 detenidos que incluían funcionarios universitarios. En la madrugada del día 19, el rector Barros Sierra declaró lo siguiente: “La ocupación militar de la Ciudad Universitaria ha sido un acto excesivo de fuerza que nuestra casa de estudios no merecía. De la misma manera que no mereció nunca el uso que quisieron hacer de ella algunos universitarios y grupos ajenos a nuestra institución. Habrá que repetir que el conflicto estudiantil no fue engendrado por la Universidad. La atención y solución de los problemas de los jóvenes requieren de comprensión antes que violencia. Seguramente podrían haberse empleado otros medios. De las instituciones mexicanas y de nuestras leyes y tradiciones se derivan instrumentos más adecuados que la fuerza armada”. “Así como apelé a los universitarios para que se normalizara la vida de nuestra institución, hoy los exhorto a que asuman, dondequiera que se encuentren, la defensa moral de la UNAM, y a que no abandonen sus responsabilidades”. El lunes 23 de septiembre el Rector presenta su renuncia, de la cual se citan los siguientes fragmentos: “…es obvio que la autonomía ha sido violada…” “…la Universidad no engendró el llamado conflicto estudiantil, sino que éste repercutió sobre aquella…” “…los problemas de los jóvenes sólo pueden resolverse por la vía de la educación, jamás por la fuerza, la violencia o la corrupción…” “…estoy siendo objeto de toda una campaña de ataques personales, de calumnias, de injurias y de difamación…” “…es insostenible mi posición como rector, ante el enfrentamiento agresivo y abierto de un grupo gubernamental…” El 25 de septiembre es ocupado el IPN por el ejército y ese día la Junta de Gobierno de la UNAM no acepta la renuncia del rector Barros Sierra. El viernes 27 el rector acepta seguir al frente de la UNAM. El lunes 30 sale el ejército de Ciudad Universitaria. Miércoles 2 de octubre. El Consejo Nacional de Huelga convocó a un mitin y manifestación a las 17:00 horas en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, acto al que asisten más de 15,000 personas. A las 18:10 horas cuatro bengalas parecen ser una señal de ataque. Comienzan los disparos. Las entradas son acordonadas por el ejército que impide la salida. Francotiradores disparan desde los edificios. Se captura a todos los líderes del movimiento. Hasta las 20:30 horas el tiroteo es continuo. Se calcula en 5000 el número de soldados participantes. Centenares de heridos fueron llevados al Campo Militar Número Uno. Se custodió la Unidad Habitacional durante la madrugada. El día 3 se habla de 30 muertos, 53 heridos graves y 1500 detenidos. El Senado justifica la acción. El rector Barros Sierra mencionó que había hablado con el Presidente y que éste primero mencionó algunos heridos y muertos y en una segunda comunicación dijo que era bastante mayor el número de víctimas. Al respecto el rector dijo: “las cifras verdaderas nunca se han conocido porque fueron deliberadamente reducidas a través de toda la maquinaria de publicidad gubernamental. El rector giró instrucciones para que se siguieran pagando sueldos con ciertas tareas académicas a los profesores presos y facilidades a los estudiantes para que pudieran seguir adelante en sus estudios. Javier Barros Sierra no aceptó la posibilidad de reelegirse y entre sus argumentos estuvo el hecho de no ser un buen interlocutor con el gobierno para obtener beneficios para la universidad, pero cuando asistió a la toma de protesta de Pablo González Casanova como nuevo rector, recibió conmovedoras muestras de simpatía y afecto de la comunidad asistente. Al respecto declaró: “Fue satisfactorio encontrar como balance, un balance no hecho por auditores de visera y mangas de lustrina, sino por el pueblo universitario, por la comunidad, muy expresivamente y en la forma más sencilla, era, así lo sentí yo, un balance plenamente aprobatorio”. Javier Barros Sierra, el hombre, el ingeniero, el funcionario público, el Rector de la UNAM, falleció el 15 de agosto de 1971 y el cuerpo de este mexicano extraordinario que con pasión trabajó y sirvió a México, fue velado aquí en nuestra Facultad de Ingeniería de la UNAM. El 16 de septiembre de 1959, ante los poderes ejecutivo y legislativo de la nación, pronunció un inolvidable discurso, del cual deseo presentar estos fragmentos: “No basta enorgullecerse de los héroes y agradecerles, como escueta práctica de una devoción, el haberlo dado todo sin pedir nada; debemos, aparte de esto, merecerlos, haciéndonos dignos de la independencia que crearon. Y no me refiero sólo a la Independencia Nacional, entendida en lo político y lo económico, sino también a la independencia individual que es, como la otra, esencialmente dinámica, y que sólo poseeremos plenamente cuando a la libertad ciudadana se sume una justicia social que alcance a todos”. “…hacer cuanto esté en nuestras manos con honradez, con eficacia y ¿por qué no?, con alegría, sin más límite que el de nuestras capacidades”. “Hay que merecer, con sencillez y hondura, que al final se diga de todos: esos hombres deseaban el bien de su patria y hacían cuanto les era posible por obtenerlo”. Y tú, Javier Barros Sierra, deseabas el bien de México y amabas profundamente a la UNAM e hiciste cuanto te fue posible por obtenerlo. Honor a ti, hoy y siempre: Deseo concluir esta conferencia con dos poemas que escribí hace tiempo, uno para el recto Barros Sierra y otro para los estudiantes caídos el dos de octubre. JAVIER BARROS SIERRA Pablo García y Colomé …“al ingeniero, al funcionario, al rector, al hombre”… En 1915 se conjuntaron exhalando estrellas, en una explosión de natividad y humanidad, un espíritu soñador e inquieto que venía del ayer y un recipiente capaz de cobijar las utopías del mañana. Así se concibió a uno de los grandes mexicanos del siglo de las sombras y luces desencadenadas, que parece querer recordar en su postrer aliento, la facultad del alma para reproducir a los estimados. No fue dios, poder evocador ni entidad sobrenatural, tan sólo vistió digno las galas de la substancia humana, se dedicó a colectar afabilidad y sabiduría en su entorno y fue marcado por el decoro de quienes se vuelven fantásticos. Cuando fue necesaria la cohesión de su comunidad universitaria, en torno a la paz, la justicia y el respeto a la discrepancia, se manifestó en toda la extensión de su principio vital y extendió su linaje convirtiéndolo en estandarte. Vivió como una entelequia destinada desde la eternidad, a buscar la imperecedera consecuencia de la gloria y encontró una multitud de voces solidarias dispuestas a la inmolación de la carne por el resplandor del aliento futuro. En 1971 en una jornada melancólica se desacoplaron Configuración y afán de quien había trazado su crónica humana, Lo que permitió a ese espíritu insumiso escurrirse a la historia Y trascender al porvenir una esperanza de resurrección. cisnes blancos Pablo García y Colomé “seamos realistas, pidamos lo imposible” llegaron diligentes y emotivamente agitados a su involuntaria cita con la expiación convite sin recreación muerte susurrada secreta murmuración en los vanos oscuros de las cómplices sombras penumbras sin repercusión allí tiñeron de rojo apretado su plumaje ultrajado arteramente mientras los asesinos iniciados de la perfidia disparaban la partida con la mano enmascarada dejaron la piel narrada en la plaza de amapolas y su aliento se contuvo en apresurada disgregación hacia la evocación que emprendió el vuelo en fugaz migración hacia la trascendencia novicia lucha de ideas que trazó la estela huella intransigente que se alojó amorosa en el corazón abierto del pueblo humillado por los siglos hartos de silencios mártires para rendir derrama a su recuerdo los hoy adultos ya no callan por miedo claman muertas existencias y no se alían por inercia comprometida la historia comenzó en los vientres abiertos como veneros detonados de consecuencia inmortal y nacieron vasijas áureas dispuestas al sacrificio a dar cálido cobijo a espíritus irreverentes crecieron como espigas diferentes al averío extraños ánades de repulsiva compostura a muchos atemorizó su graznido separado y los estigmatizaron candidatos al olvido pero su lamento escurrió por calles y barrios se deslizó furtivo en el alma de los justos su vocerío retumbó en la misericordia de todos y su valor asustó al imperio de la intolerancia en un día aciago se conjuró la sentencia inició la cacería de discernimientos excitados salieron a la ronda los demonios y saciaron su apetito con sangre humana de los cuerpos iluminados falleció la voz de sus fisiologías muertas brotaron surtidores se abrieron sus pechos sobresaltadas corolas y despegaron cisnes blancos a la historia