El gran problema de la basura en Buenos Aires Por Miguel von Rozenberg Director del Ente de la Ciudad El resguardo del medio ambiente se ha convertido hoy en un “bien público global”. Es por eso que se requiere de una visión estratégica para lograr una gestión integral de los residuos sólidos urbanos (RSU) sin olvidar los peligrosos y los patogénicos, asegurando su proyección hacia el futuro, para lo cual se deben alcanzar consensos que se constituyan en una verdadera política de Estado. Ha habido durante largo tiempo falta de inversión en infraestructura para el tratamiento de RSU, inadecuada legislación, superposición de jurisdicciones y carencia de capacitación. La llamada Ley de Basura Cero puede ser un punto de partida. Buenos Aires debe encarar la solución al problema de la basura con una visión metropolitana, de la misma manera como lo hacen Córdoba y Mendoza por medio de Consorcios Intermunicipales, para obtener los beneficios de escala, sin demora, reduciendo la producción de desechos que hoy van a los rellenos sanitarios, pues estos se van agotando (desde fines de 2007 prácticamente sólo funciona el Complejo Norte), situación que se ha acelerado con el crecimiento económico, generador de más residuos diarios. El Área Metropolitana produce aproximadamente 13.000 Tns. diarias de basura (de las cuales 5500 Tns. corresponden a Buenos Aires) y de ellas sólo el 30% es tratada correctamente y de manera formal, el resto se distribuye entre alguno de los más de cien basurales clandestinos a cielo abierto, que se convierten en fuente de contaminación ambiental, de aguas y napas, receptores de desechos peligrosos, todo resultado de falta de políticas, a veces por desidia o incapacidad. Algunos de los más grandes se encuentran en zonas urbanas y en los bordes de la cuenca del Matanza-Riachuelo. Esta visión del problema ha dado paso a reivindicaciones de las autonomías locales y a la oposición ciudadana que no sólo se niega a la creación de nuevas áreas para la disposición final, sino que obliga al cierre anticipado de los existentes, muchas veces sustentados en dudosos informes medioambientales y en la contradicción de no renunciar a una intensiva producción de residuos y no aceptar sus consecuencias. Los rellenos sanitarios siguen siendo el método más utilizado a nivel mundial. En el tema de la disposición final ya no hay posibilidades de eludir la toma de responsabilidades dirigenciales. Todo esto ha potenciado la búsqueda de alternativas, tanto desde el punto de vista tecnológicoeconómico (reducción productiva, segregación, compostaje) como social (empleo de recuperadores urbanos) que de cualquier manera en el largo plazo solucionará sólo un 30/40% del problema. La actual recolección no diferenciada ha hecho crisis en la disposición final. El sistema de recolección por “área limpia” en vigencia ha fracasado y dio lugar a sucesivas intervenciones (contenerización sectorial, empleo de recuperadores, creación de centros de acopio o verdes, lugares de transferencia) que en la práctica han contribuido a generar una cada vez más confusa gestión, con normas vigentes que ya no responden a la realidad. Al cuestionarse el sistema debemos encontrar una fórmula superadora y no sólo medidas mediáticas de resultado dudoso. Un primer paso, como lo señala la Agenda XXI, es propender a reducir la cantidad de basura producida propiciando la reutilización y reciclaje y la compactación individual. La recolección diferenciada implica modificar sustancialmente la logística actual en la que coexisten un sistema formal (a través de las empresas concesionarias del servicio) y otro informal (realizado por los “cartoneros”, pero que se completa con intermediarios, centros de acopio, mayoristas y transportistas). El sistema diferenciado puede incluir circuitos preestablecidos, recorridos puerta a puerta, la contenerización con separación inicial de húmedos y secos, recolección de residuos especiales (papel, latas, cuero, escombros, pilas), rutas a puerta de productores especiales (grandes centros comerciales, supermercados, hoteles, grandes edificios), pero su implementación requiere de equipamiento adecuado e implica un incremento de los costos operativos actuales. El reciclado es fundamental en una sociedad sustentable, pues contribuye a disminuir los volúmenes de residuos destinados a deposición final adecuada. La aparición del “cartonero” de manera masiva, producto de la crisis del 2001, incorporó al sistema una figura que ha adquirido importancia por su número creciente (algunas estadísticas los fijan en 12.000 personas en la Ciudad de Buenos Aires). Su intervención, verdadero fenómeno social, no debe hacernos olvidar que estamos ante un problema ambiental, se ha dado en la práctica en condiciones de escasa salubridad, al margen de la norma que los creó, (la Ley 992/02 constituyó el Registro Unico Obligatorio que instauraba la figura del Reciclador Urbano), provocando un problema sanitario de alto riesgo individual y colectivo por la diseminación de basura en el espacio público (calles, veredas, plazas, paseos) que genera subsidiariamente la imagen de “ciudad sucia” y aumento de tiempo y costos de la recolección formal. La contenerización es un modo interesante en la búsqueda de solucionar el problema, pero es sólo parte de un sistema que no resuelve la limpieza urbana por si sola pues debe incluir también en el plan global el barrido y lavado, los cestos papeleros, la limpieza de sumideros y la forma de intervención del sistema informal. El programa de contenedores contempla que se lo aplicará en vastas áreas de la ciudad y en barrios completos lo que implica hacer subsistir dos metodologías que plantean desigualdades entre vecinos a los que se les requiere diferentes tipos de conducta, y con el agravante de no haber modificado las normas que nos rigen. Paralelamente su instalación ha obligado a reformar los contratos vigentes con un incremento de costos, y que requieren de un sistema de penalidades adecuado. No debemos olvidar que el vencimiento de los contratos de “área limpia” operó en el año 2008. Si no hay claridad, concisión y previsión en la norma no es factible aplicar sanciones con mayor nivel de justicia. Finalmente, la puesta en marcha de cualquier método requiere de una intensa y sistemática campaña de concientización, para que la sociedad comprenda la importancia de su participación en la gestión de las políticas de higiene urbana. Todos los proyectos de gestión urbana requieren de aceptación pública mediante una comunicación estratégica que debe lograr un cambio en la conducta y en la falta de credibilidad de las decisiones políticas.