SER MAESTRO.
Pareciera una frase insignificante, pero es quizá la frase con mayor carga semántica del lenguaje
universal.
Nos vamos a la era clásica de los griegos quinientos años antes de Cristo y nos encontramos con
un Sócrates que muere por enseñar la verdad, lo mismo sucede a Cristo, llegamos a Galileo y a
otros grandes que han sido sacrificados, como monseñor Romero por predicar la verdad.
En algún escrito expresé que “Maestro” es quien deja el alma en el aula y lleva el aula en el alma,
para señalar la entrega del maestro a su escuela, a los niños-as a quienes prepara para la vida.
Ser maestro significa una infinidad de obligaciones, significa atender las necesidades de los niños
dentro y fuera de la escuela, significa poner el alma en el hecho educativo, significa meterse en el
cerebro los alcances de la Nueva Escuela, tanto inclusiva como la transversalidad tecno-científica,
significa conocer la Psicología Infantil, la Axiología, la Filosofía de la Educación, significa ser
responsable socialmente y si así lo queremos, significa acompañar al pueblo en sus luchas por una
patria mejor.
Sólo a mal pensados, se les puede meter en la cabeza que el trabajo del maestro es fácil o que el
maestro es un haragán, ignoran cuantas horas pasa el maestro preparando clases, revisando
tareas, calificando exámenes, haciendo cuadros de inicio y final del año lectivo, cuadros de
asistencia y de promoción de año, cuadros de reunión con los padres de familia y las autoridades
locales, cuadros de días festivos y más que todo el trabajo del aula donde tienen que tratar con
niños enfermos, mal nutridos, anémicos genéticos y con toda clase de patologías con las cuales el
niño llega a la escuela y que el maestro debe atender prioritariamente.
Entonces ser “Maestro” conlleva ser padre, hermano e hijo para tratar a los niños como un padre,
hermano o hijo lo haría.