PROPUESTAS PARA LA 5ª PREGUNTA DE EL JUGADOR Alexei Ivánovich: el protagonista de El Jugador, es, básicamente, el alma atormentada de Dostoievski. Pero también es un acertado retrato de gran parte de los rusos que viven en el extranjero: extravagantes, apasionados, orgullosos, ridículos y degradados en muchos casos. Como conclusión podemos decir que nos encontramos ante una novela de ágil, en la que se reflejan la avaricia por el dinero, la locura por laludopatía y la obsesión por el amor que llegan a alcanzar incluso un punto sádico. Las páginas desestructuradas explican, incluso en la forma (el relato aparece desordenado y casi improvisado, como un diario de viaje) el desorden y el caos que rigieron la vidaprivada y sentimental de su autor. Dostoievski teje los hilos de una historia de amorodio, dinero, y adicción: manjares del realismo social de la época. Podemos decir pues, que el azar era para Dostoievski la supeditación de la voluntad, del amor, de la vida y del sino abandonado a la suerte incierta de un juego: la ruleta. El tema tratado en la novela está muy ligado a la sociedad actual y se está haciendo cada vez más presente en nuestro día a día: Éste es la creciente adicción que se está desarrollando en torno a los juegos de azar, también conocida como ludopatía. Familias rotas, endeudadas e incluso con problemas legales, en el caso de personas que terminan robando para saciar su terrible vicio. Por ello existen una gran variedad de tratamientos para el juego patológico que incluyen el consejo, los grupos de autoayuda y la medicación psiquiátrica. Es por tanto una adicción reconocida como puede ser el tabaco o el alcohol, que aunque difíciles de superar, pueden ser vencidas a base de perseverancia, constancia, fuerza de voluntad, ayuda profesional y por supuesto el apoyo familiar. (Prof. Juanjo Serrano) (Cezane: “Los jugadores de cartas”) EL AZAR Y EL JUEGO EN LA LITERATURA El poeta Stéphane Mallarmé, muchos siglos después, refiere en uno de sus más grandes poemas: “Un golpe de dados jamás abolirá al azar/// Jamás/ aunque bien lanzados en circunstancias/ eternas” y esta misma idea luego la retoma César Vallejo, otro siglo después, llamando jugador a Dios: “Dios mío, prenderás todas tus velas, /y jugaremos con el viejo dado. /Tal vez, ¡oh jugador!, al dar la suerte /del universo todo, /surgirán las ojeras de la Muerte, /como dos ases fúnebres de lodo.” Imaginemos por un momento que la suerte del destino esté ordenada por un golpe de dados, habría certeza sobre nada, hoy podríamos vivir el momento más glorioso y mañana encontrarnos con la muerte en el desayuno. Pasa. El azar, la no convicción, la apuesta cotidiana sobre nuestras propias decisiones, rige, de uno u otro modo, nuestra propia existencia. Le tememos a la incertidumbre; antes nos refugiamos, como especie, en que dios hacía una sentencia basado en un plan divino; hoy fingimos, y la supuesta libertad de las sociedades modernas democráticas nos hace creer, que nuestras decisiones, nuestro trabajo, nuestros valores nos han acercado a la certeza del futuro. ¿Acaso podemos asegurarlo cuando nos preguntamos por qué a mí, si todo lo hice bien, o cuando imaginamos los hubiera de todos los días? Dostoievski llevó al límite esta idea más que ningún otro hombre, al grado tal que en su obra se puede observar una vuelta al clásico determinismo trágico. En mi opinión, Dostoievski supo que el hombre estaba destinado a mantenerse en este gran tapete de juegos al que llamamos existencia, a apostar con las fichas de su propia vida y a perder inevitablemente. Aunque es una constante en su obra, se puede apreciar particularmente en El jugador, donde, incluso, se plantea una utopía llamada Rouletemburgo, haciendo una alegoría del espacio como ruleta en el que se puede apostar por un número u otro, pero donde la bola a veces no cae en nuestra casilla. Está armada como una menipea en pos de la verdad, más allá de la concepción moral de un problema. El azar, en esta novela, quiere ser una negación del determinismo —la mujer que se tiene que casar con el francés para asegurar su futuro—, pero los personajes ya están determinados por el azar, por la circunstancia, por la decisión de la apuesta. El personaje principal, al final, ni siquiera se puede quedar con la chica, a pesar de haber ganado una fortuna en la ruleta; tuvo suerte en el juego, pero la vida se le niega: un golpe de dados jamás abolirá el azar. Es curioso el caso de esta novela, pues Dostoievski escribió El jugador porque necesitaba dinero, ahogado, precisamente, en deudas de juego. Para muchos críticos esta obra forma parte de su producción menor, pero vale la pena hojearla con mayor cuidado. (Fragmentos de un artículo de Alejandro Solano Villanueva)