8. Hendaya: Entrevista Franco-Hitler El 17 de octubre de 1940, tras de los viajes ya descritos a Alemania e Italia, Serrano es nombrado Ministro de Asuntos Exteriores. He aquí cómo glosa la noticia La Vanguardia Española al día siguiente de la remodelación ministerial hecha por Franco: "El señor Serrano Suñer, Presidente de la Junta Política, asume la cartera de Asuntos Exteriores en la coyuntura trascendente, que es notoria, para España como para todas las naciones de Europa y aún del Mundo. De la certera elección del hombre para semejante función esencial, son garantía el prestigio y la autoridad con que el nuevo rector de nuestra política internacional ha obtenido, en sus conversaciones recientes con Hitler y Mussolini, para España, a quien tan dignamente representaba, no solamente respeto y alta estimación, sino comprensiva aquiescencia y cálida cordialidad para las reivindicaciones de nuestra nación soberana que a tan alto precio de sangre y de sacrificios ha rescatado la libre determinación de sus destinos. El señor Serrano Suñer, por intensa experiencia de gobierno y por el desvelo con que se ha entregado plenamente al servicio de España en la hora más difícil y ardua de la reconstrucción, está en condiciones impares para personarse en la política internacional con plenitud de conocimiento de los problemas de orden interno que tienen proyección exterior..." La crisis provocada por Franco es muy limitada. Serrano sustituye a Beigbeder y Demetrio Carceller a Alarcón de la Lastra en Industria y Comercio, mientras que la cartera de Gobernación la asume Franco. En su propio gabinete, Franco queda representado, pues, como Jefe del Estado, como Jefe del Gobierno y como Ministro de la Gobernación. Nunca el poder lo ha tenido más formalmente concentrado. Comentando este restringido cambio ministerial, dice Rafael Abella: "El cargo de ministro de Asuntos Exteriores recayó en Ramón Serrano Suñer, que nunca había ocultado su simpatía por los países del Eje, aunque también era notoria su mayor afinidad con Italia. Como buen político, su creencia en la victoria de Alemania no podía hacer más que aconsejarle una asociación más estrecha con Italia, asociación que fuera a modo de contrapeso de una hegemonía de lo germánico que se perfilaba abusiva sobre todo el continente"1. Asumida la dirección de la política exterior de España, y en estrecha colaboración con Franco, Serrano tiene que abandonar la tarea de la organización interior del régimen para entrar en lo que él mismo llamará "un mundo convencional e inseguro". 1 Rafael Abella: Por el Imperio hacia Dios. Crónica de una posguerra Ed. Planeta. Barcelona, 1978. Pág. 48. Coincide el traslado de Serrano al Palacio de Santa Cruz con el predominio en todos los frentes de la Alemania nazi, interesada en asegurarse triunfos en nuevos escenarios con la entrada de España en el conflicto. Faltan pocos días para que se celebre el histórico encuentro de Franco-Hitler en Hendaya, entrevista que acelera, desde Berlín, el general Espinosa de los Monteros, embajador de España y entusiasta germanófilo, buscando el apoyo de los alemanes ante el temor de ser sustituido. Concertada la entrevista entre los dos Jefes de Estado para el 23 de Octubre de 1940, Franco y Serrano preparan juntos la base argumental en torno a la que quieren centrarse en las previstas conversaciones. En compañía del general Moscardó, Jefe de la Casa Militar, del barón de las Torres, Jefe de Protocolo del Ministerio de Asuntos Exteriores, y de otros pocos colaboradores (Antonio Tovar, Giménez Arnau, Vicente Gallego...), Franco y Serrano, que el día antes han pernoctado en el palacio de Ayete de San Sebastián, se trasladan hasta la frontera hispano-francesa en el break de Obras Públicas. A su llegada a Hendaya, la estación aparece engalanada con banderas de España y Alemania. Son las 3.30 de la tarde. Hitler, con su séquito, ha llegado diez minutos antes. El breve retraso del convoy español lo atribuye Serrano al deficiente estado del dispositivo ferroviario en el trayecto Pasajes-Hendaya y no a un deliberado propósito de Franco para poner nervioso a Hitler, interpretación ésta que Serrano considera "enteramente contraria a la verdad y además grotesca y casi ofensiva para Franco"2. [La prensa española del día siguiente, al dar la noticia de esta entrevista entre los máximos dirigentes de España y Alemania, coincide en señalar las tres treinta de la tarde como la hora en que llega el tren español a Hendaya. Así, el diario Arriba, el jueves 24 de diciembre de 1940, en su primera página, dice: "Cerca de las tres y media de la tarde llegó al lugar de la entrevista el tren especial que conducía al Führer-Canciller y a su ministro de Relaciones Exteriores. Poco después, a las tres y media en punta, llegaba a la misma estación el tren especial del Caudillo, integrado por tres vagones, que ocupaban el séquito de Su Excelencia y otras personalidades. La estación estaba profusamente engalanada con banderas de España y Alemania, y había en ella formado, para rendir honores, un batallón integrado por tres compañías de los regimientos de Infantería alemana, números 2, 23 y 44 al mando del coronel Ricerm, con banda de música ..." (s/n).] Al detenerse el tren español, Hitler y su séquito, en el que destacan Von Ribbentrop y el mariscal Von Brauchitsch, se aproximan hasta el vagón que conduce a Franco y a sus colaboradores. Los dos altos jefes, como atestiguarán los documentales cinematográficos, se saludan expresivamente. Revistan a las fuerzas que rinden honores, y los interlocutores de esta primera entrevista suben al confortable vagón que Hitler dispone en su tren especial. Son las tres cuarenta de la tarde. (Esta histórica entrevista ha sido minuciosamente relatada, treinta y siete años después de celebrarse, por Serrano Suñer. Las razones de tan largo silencio 2 Ramón Serrano Suñer: Entre el silencio.... Pág. 290. han sido explicadas por el propio Serrano. Como es sabido, cuando Serrano saca a la luz, en mayo de 1947, su famoso libro "Entre Hendaya y Gibraltar" referencia clásica de cuantos se ocupan de este período de la vida política española- en él no hay ninguna alusión a las conversaciones sostenidas en la estación de Hendaya entre los más altos dirigentes de España y Alemania, pese a que la temática del libro se centra particularmente en la política exterior española. Esa laguna sorprendió a cuantos leyeron el libro y fueron muchas las personas que, desde dentro y fuera de España, incitaron a Serrano para que narrase, dado que participó en ella, la célebre entrevista. Serrano, al fin, en su nuevo libro Entre el silencio y la propaganda. La Historia como fue, publicado en 1977, relata minuciosamente el encuentro en Hendaya, al tiempo que da a conocer las razones que hasta entonces le impulsaron a permanecer callado. Como veremos, sólo una instancia patriótica, el afán de no perjudicar los intereses españoles -gravemente comprometidos con el resultado de la segunda guerra mundial-, le indujeron en 1947 a pasar por alto la entrevista en Hendaya. He aquí cómo lo explica el propio Serrano: "Diré ante todo y con entera franqueza que en mi libro no mencione la entrevista porque de ningún modo hubiera querido hacerlo mintiendo o deformando la verdad, y si decía la verdad habría en ella un punto que podía, entonces, ser peligroso para la seguridad de mi país. Si lo hubiera hecho, no habría tenido más remedio que hacer una revelación... Me refiero al 'protocolo' que de allí surgió; un protocolo en el cual, aunque de un modo ciertamente dilatorio y absolutamente condicionado..., España adquiría por primera vez el compromiso formal, aunque sólo fuera en principio, de terminar con su situación de 'no beligerancia' para pasar a ser beligerante a favor del Eje. Manteniéndolo secreto -hasta que la oportunidad de publicarlo llegara-, España se adhirió en Hendaya al 'Pacto Tripartito' que era la alianza militar3.) Es decir, el temor de descubrir el contenido del "Protocolo de Hendaya" y la esperanza de que el documento se hubiera destruido en los archivos alemanes, inducen a Serrano, tras del hundimiento del Eje, a guardar un riguroso silencio, para evitar que los aliados acentuasen sus represalias contra el régimen político español, cuando ya el clima de posguerra revelaba una clara hostilidad internacional hacia él. Este deliberado silencio de Serrano, sólo roto veintidós años después de finalizar la conflagración mundial, cobra especial relieve si se tiene en cuenta que cuando se derrumba el Eje, en las esferas oficiales españolas se desata -al menos tolerada por Franco-, una calumniosa campaña contra Serrano, haciéndole responsable de la política pronazi del Régimen, presentándole ante la opinión pública española como un decidido partidario de involucrar al país en la guerra mundial. Esa interesada campaña, como tendremos ocasión de ver, se desacredita con testimonios irrecusables procedentes del Estado Mayor alemán y del propio Hitler, pero hasta que tales pruebas fueron difundidas, se pretendió trucar los papeles desempeñados por Franco y Serrano durante la guerra mundial. La leyenda, derrotada Alemania, es puesta en circulación por "los mendaces" -dirá Serrano- que venían presentando al Generalísimo y a mí como el bueno y el malo; el firme y el entregado; repartiendo así, frente a los vencedores (y también frente a los españoles), cómodamente, los papeles en 3 Ramón Serrano Suñer: Entre el silencio… Pág. 284. nuestras relaciones con la Alemania nacionalsocialista"4. Pero las leyendas, por muy bien instrumentadas que estén, terminan desmoronándose cuando emergen los hechos objetivos. Por lo que respecta a esta concreta maquinación promovida precisamente por quienes no supieron mantener con dignidad su germanofilia de otrora-, tendremos ocasión de examinar más adelante hasta que punto queda descalificada. En el resumen que aquí hacemos de este ya famoso encuentro entre Franco-Hitler, hemos seguido el hilo narrativo de Serrano porque él fue protagonista directo de los hechos, mientras que otras versiones que han circulado, y de la que algunos historiadores se han hecho eco, con evidente ligereza, proceden de persones que no estaban en condiciones de dar testimonio de lo allí tratado sencillamente porque no estuvieron presentes en las conversaciones, aunque así lo hayan afirmado de modo absolutamente gratuit05. Vamos a precisar, pues, quienes son las personas que a las cuatro menos veinte de la tarde del día 23 de septiembre, se reúnen en el coche-salón de Hitler en la estación de Hendaya. Por parte de Alemania, están presentes Hitler, Von Ribbentrop y Gross, intérprete. Por parte de España, asisten Franco, Serrano Suñer y el barón de las Torres, que actuará como intérprete. Éstas son las seis personas que toman asiento en el histórico vagón. Así lo afirma rotundamente Serrano Suñer. Pero si su testimonio no es suficiente, he aquí el texto que envía el barón de las Torres a Serrano Suñer el 21 de diciembre de 1972, ante las inexactitudes que con notable ligereza se vienen prodigando, que precisa quienes fueron exactamente los que estuvieron presentes en estas conversaciones. Dice así el barón de las Torres: "Querido Ramón: "Atendiendo tu deseo, expresado en tu carta de ayer, tengo mucho gusto de enviarte dos planitos referentes a la colocación de las personas asistentes a la Conferencia de Hendaya, la primera en la mesa y la segunda a la colocación de las personas, todas de pie al dar Hitler por terminada la conversación, y en el momento en que dirigiéndose en alemán a Von Ribbentrop le dice 'Con estos tipos no hay nada que hacer'. "El señor Schmidt ha escrito de memoria o inventado, lo que ha querido, pero que es completamente falso, pues durante toda la Conferencia, sólo las 6 personas que se citan fueron las que estaban presentes y el señor Schmidt entró en la salida de la Conferencia cuando ya Hitler había dicho la frase citada. "Ya sabes que me tienes a tu disposición para ampliar cualquier detalle que desees y esperando verte pronto te envía un abrazo tu buen amigo "Luis de las Torres." 4 Ramón Serrano Suñer: Entre el silencio.... Pág. 285. Así el doctor Schmitd, a cuyo interesado relato no puede otorgarse credibilidad alguna, puesto que ni como intérprete ni bajo cualquier otro título, asiste a las conversaciones que se celebran en el vagón del Führer, pero cuyo presunto testimonio se ha considerado esencial por algunos historiadores. 5 Los croquis que de puño y letra hace el barón de las Torres, van acompañados de una nota que dice: "La frase que dijo el Führer, ya de pie dando por terminada la Conferencia fue la siguiente: "Con estos tipos no hay nada que hacer (en alemán: Mit diesen Kerlen kann man nichts machen), en forma airada y molesta y de malísimo humor. "El señor Schmidt todo lo que dice en sus memorias, es solo de oídas, pues no estuvo en la Conferencia ni un solo minuto, y llegó después de haber dicho Hitler la frase despectiva"6. No sirve, pues, de ningún modo, la pretendida versión del doctor Schmidt sobre las conversaciones que tienen lugar en el famoso vagón-salón de Hitler, porque tal versión queda absolutamente descalificada con el testimonio del barón de las Torres. Como se ha visto, las personas citadas por éste coinciden plenamente con las señaladas por Serrano. No aparece, pues, ningún otro participante, ni español ni alemán, ni intérprete ni no intérprete. Precisamente, y también contrariamente a lo que se ha dicho, tampoco participa Antonio Tovar, pues aunque Serrano le lleva con la intención de que también actúe como intérprete, junto con el barón de las Torres, los alemanes se oponen a que por parte española intervengan dos intérpretes cuando ellos solamente disponen de uno, él ya citado Gross. Antonio Tovar tiene que quedarse paseando por el andén de la estación de Hendaya mientras tiene lugar la conferencia FrancoHitler. Ni siquiera los embajadores español y alemán, Espinosa de los Monteros y Von Srohrer, tienen acceso al vagón de Hitler. Es una típica "conferencia en la cumbre". Iniciada la reunión, Franco expresa la satisfacción personal que le produce este su primer encuentro con Hitler, a quien agradece la ayuda recibida durante la contienda civil española. Hitler, por su parte, ensalza la gesta militar de Franco frente al comunismo y destaca el valor de esa reunión en el momento en que se halla la guerra, tras el derrumbamiento de Francia. Después de las frases preliminares, en las que la cortesía ha sido la nota dominante, Hitler expone con detalle la situación militar y el plan de integración de Europa en un nuevo orden político en el que desea ver a España ocupando un puesto relevante. Precisando más, el Führer se refiere a la necesidad de que España colabore activamente en la victoria del Eje. Destaca el valor estratégico de la península, pensando sobre todo en las costas africanas. A un cierto punto, en actitud enfática, dice: "Yo soy el dueño de Europa y como tengo a mi disposición doscientas divisiones no hay más que obedecer", frase que literalmente anota el barón de las Torres. 6 La carta y croquis elaborado por el barón de las Torres aparecen reproducidos en el libro de Serrano Suñer De anteayer y de hay, Ed. Plaza Janés, 2ª. Edición. Barcelona, 1981. Página 204-208. Hitler anuncia, después, el inmediato aniquilamiento de Inglaterra y sus tres preocupaciones sucesivas: Gibraltar, Marruecos y Canarias. Respecto del Peñón, cuyo reintegro al territorio nacional lo considera una cuestión de honor para los españoles, resalta su importancia para cerrar a los aliados la posibilidad de navegar en el Mediterráneo. En cuanto a Marruecos, cree justas las aspiraciones de España a posesionarse de la zona francesa y de Oran, pero aclara que no puede ofrecer nada de lo que todavía carece. De manera categórica, dice: "Mañana tengo que entrevistarme en Montoire con el mariscal Pétain para tratar de una mayor colaboración por parte de los franceses en la lucha contra la Gran Bretaña. No podría hacer mañana tal demanda si hoy firmara un compromiso solemne obligándome a entregar a España el Marruecos francés y otras posesiones que Francia tiene en África cuando se produzca la victoria, o sea el día en que la Gran Bretaña sea derrotada. Jamás podría yo pedir a los franceses, y ellos aceptarían, que lucharan para hacer triunfar una causa que significaría despojarles de una buena parte de su Imperio africano." Por lo que se refiere a Canarias, muestra su preocupación porque caiga en poder de Inglaterra, por entender que desde el archipiélago puede darse "un golpe muy fuerte contra la campaña submarina que con toda eficacia se está llevando a cabo". Termina Hitler insistiendo para que España entre en la guerra, dirigida contra enemigos que "si lo son del nacional-socialismo, lo son también de Franco". Franco toma la palabra para exaltar la sincera y leal amistad que siente hacia Alemania. "Los soldados españoles -dice- lucharon junto con alemanes e italianos y de ahí nació entre nosotros la más estrecha alianza, que seguirá en el futuro parque nadie podrá romperla y con gusto estaríamos luchando ya al lado de Alemania si no fuera por las dificultades económicas, militares y políticas que el Führer conoce". Su clara inclinación al Eje lo demuestra el hecho de que España se ha declarado país "no beligerante", actitud similar a la de Italia un año antes. En su intervención, en la que abundan anécdotas y digresiones reiterativas, Franco declara compartir los puntos de vista de Hitler, alaba el heroísmo del ejército alemán y lamenta que la carencia de medios les haya impedido estar ya en acción de guerra. Se muestra de acuerdo con la exposición de Hitler sobre Gibraltar, recalcando la necesidad de ocupar también el canal de Suez y África, diciendo que "una concentración de las tropas españolas en Marruecos obligará a los franceses a mantener allí unos efectivos importantes inactivos que no pueden así acudir a otros sectores". Luego Franco se refiere tras de un circunloquio sobre el calibre del material móvil que necesita- a la importancia que concede a la llamada "Batalla de Inglaterra", inquiriendo sobre la escasa actividad que esos días advierte en las fuerzas alemanas. En fin, Franco va desarrollando la dilatoria línea argumental preparada con Serrano, poniendo más énfasis en las cuestiones militares y en las reivindicaciones sobre Marruecos, apoyándose en su conocimiento directo del tema como militar africanista. Expone con detalle las razones históricas en que basa el mejor derecho de España, sobre Francia, para su expansión en África, por lo que pide un compromiso formal y previo, para participar inmediatamente en la guerra, que asegure las reivindicaciones españolas, a lo que Hitler opone numerosas objeciones dadas sus relaciones con el Gobierno de Vichy. Por último, Franco, "de manera minuciosa y detallista", -precisará Serrano-, repasa las necesidades materiales de todo orden que tiene planteadas España, con cálculos cuyas cifras son deliberadamente exageradas, solicitando amplísimas transferencias de recursos para poner al país en condiciones de beligerancia abierta. Según el testimonio de Serrano, Hitler, que al principio sigue con atención el parlamento de Franco, cae pronto en actitud que denota cansancio y aburrimiento, "bostezando con desenfado algunas veces". Termina esta primera sesión ordenando Hitler a Ribbentrop que entregue el documento que llevan preparado para su firma a los españoles, a fin de que éstos lo estudien. Al levantarse de la mesa, el barón de las Torres, que sale tras de Franco y Serrano, tiene ocasión de oír las airadas palabras, ya transcritas, que Hitler dirige a Ribbentrop. Son las seis y media de la tarde cuando los españoles abandonan el vagón, momento en que Franco, dirigiéndose a Hitler, en forma ritual, le dice: "Por otra parte, si algún día Alemania nos necesita, ya sabe que puede contar con nosotros." Al oír esas palabras, Serrano se alarma por si Hitler interpreta literalmente lo que no es más que una fórmula convencional de despedida. Pero afortunadamente el intérprete alemán no repite estas palabras, con lo que no llega a oídos de Hitler la inoportuna frase de Franco. Acto seguido, Franco y Serrano vuelven al tren español. Allí Franco exterioriza su indignación por el protocolo que los alemanes les han sometido, con cuya firma España quedaría comprometida a entrar en guerra cuando Alemania lo considere oportuno. "Es intolerable esta gente -le dice a Serrano-, quieren que entremos en la guerra a cambio de nada; no nos podemos fiar de ellos si no contraen, en lo que firmemos, el compromiso formal, terminante, de cedernos desde ahora los territorios que, como les he explicado, son nuestro derecho; de otra manera ahora no entraremos en guerra. Este nuevo sacrificio nuestro sólo tendría justificación con la contrapartida de lo que ha de ser la base de nuestro Imperio." Transcurrida media hora, Serrano vuelve al tren alemán para conferenciar con su colega, Ribbentrop, a quien repetirá las razones que les impiden la firma del protocolo. Ambos redactan un vago comunicado oficial destinado a la prensa. Esa misma noche tiene lugar la segunda ronda de conversaciones entre los dos jefes de Estado. Hitler invita a sus interlocutores españoles a cenar en el restaurante de su tren especial. Ha vuelto la cordialidad y durante la cena se tratan temas intrascendentes y episodios anecdóticos de la guerra mundial. Sobre las diez de la noche, se reanudan las conversaciones, que se prolongarán hasta la medianoche. Hitler y Franco insisten en sus respectivos argumentos. El general español reafirma que, sintiéndolo mucho, no es posible para España intervenir en la contienda en las condiciones comentadas. Añade que su buena disposición hacia el Eje ya la ha demostrado con la ocupación de Tánger, cuya acción la considera Hitler útil, aunque le parezca claramente insuficiente respecto de lo que Alemania necesita. Hitler y su séquito acompañan a los españoles al tren que ha de devolverlos a San Sebastián. La despedida oficial en el andén, entre los flashes de las fotografías, revela cordialidad. Mientras arranca violentamente el tren español, Franco, que permanece en la plataforma saludando militarmente a Hitler, está a punto de caer de bruces al andén, accidente que evita la ágil ayuda del general Moscardó. Con visible disgusto y preocupación, Franco departe en el break con Serrano, el barón de las Torres y Tovar. Cuando Franco le pide su opinión sobre Hitler y Ribbentrop al barón de las Torres, éste dice: "Son unos perturbados y unos mal educados." Sobre las dos de la madrugada, llegan de nuevo Franco y Serrano al palacio de Ayete, donde acto seguido se ponen a trabajar sobre el borrador del protocolo alemán con el fin de introducir modificaciones que recojan las condiciones dilatorias esgrimidas y las reivindicaciones concretas formuladas. A las tres de la madrugada, se retiran a descansar. Comienza a despuntar el día 24 de octubre cuando llaman insistentemente en la puerta del dormitorio de Serrano. Es el comandante Peral, ayudante de Franco, quien le anuncia que el embajador Espinosa de los Monteros acaba de llegar de Hendaya y tiene urgente necesidad de hablarle. Aparece Serrano ante el embajador, que se muestra nervioso, insistiendo en la necesidad de firmar el protocolo rechazado porque los alemanes, con los que ha permanecido en Hendaya esa noche, están sumamente irritados. Serrano trata de aplazar la conversación, pero Espinosa de los Monteros, cuadrándose militarmente ante él, le dice: "Usted no puede enajenar a nuestro Generalísimo la gloria de la amistad con Hitler y con el pueblo alemán. Por todo ella, por nuestro Generalísimo y por España, vengo a pedir y a recoger una conformidad. De otra manera puede ocurrir cualquier cosa." Ante tan oficiosa como tenaz actitud, Serrano, malhumorado, se decide a despertar a Franco, a quien le dice que le parece inadmisible y peligrosa la petición del embajador español, razonándole así: "Es absurdo que lo que tú te has negado a aceptar en presencia de Hitler y Ribbentrop lo hagamos ahora, aquí, para que cualquiera se apunte un tanto con ellos. Esperemos siquiera a que llegue el día y, si no tenemos más remedio, seremos nosotras quienes entreguemos personalmente a los alemanes el contraproyecto que de madrugada redactamos." Franco vacila, pero al fin responde a Serrano: "Mira, en estas circunstancias no es prudente hacer esperar más a los alemanes y lo mejor será entregar el proyecto que hicimos anoche, dándoles, sólo en base de éste, nuestra conformidad." Luego añade: "Hay que tener paciencia: hoy somos yunque, mañana seremos martillo." El protocolo, con las rectificaciones hechas por Franco y Serrano, es entregado al embajador Espinosa de los Monteros, que sin pérdida de tiempo lo entrega personalmente a Ribbentrop que se dirige a Montoire para asistir a la conferencia Hitler-Pétain. Este protocolo, extrañamente perdido el ejemplar en los archivos del Ministerio español de Asuntos Exteriores 7 , es descubierto en 1975 por el profesor Carlos Rojas entre la serie de documentos publicados por el Departamento de Estado de USA bajo el titulo "Documents on German Foreign Policy 1918-1945", todos ellos procedentes de los fondos requisados en 1945 en los archivos secretos de la Wilhelmstrasse y de la Cancillería del III Reich. Éste es el texto del llamado "Protocolo de Hendaya": "Hendaya, octubre 23, 1940. "Los Gobiernos italiano, alemán y español se han mostrado conformes en lo siguiente: "1. El intercambio de opiniones entre el Führer del Reich alemán y el Jefe del Estado español, siguiendo a esto conversaciones entre el Duce y el Führer así como entre los Ministros de Asuntos Exteriores de los tres países en Roma y Berlín, han aclarado la presente posición de los tres países entre sí, así como las cuestiones implícitas al modo de llevar la guerra y que afectan a la política general. "2. España declara estar dispuesta a acceder a la conclusión del Pacto Tripartito en septiembre 27, 1940 entre Italia, Alemania y Japón, y a este fin firmar, en la fecha en que sea fijada por las cuatro Potencias unidas, un protocolo apropiado que contemple su actual acceso. "3. Por el presente Protocolo, España declara su conformidad al Tratado de Amistad y Alianza entre Italia y Alemania y al mencionado Protocolo Secreto complementario de 22 de mayo de 1939. "4. En cumplimiento de sus obligaciones como aliada, España intervendrá en la presente guerra al lado de las Potencias del Eje contra Inglaterra, una vez que la hayan provisto de la ayuda militar necesaria para su preparación militar (sic), en el momento en que se fije de común acuerdo por las tres Potencias, tomando en cuenta los preparativos militares que deban ser decididos. Alemania garantizará a España ayuda económica, facilitándole alimentos y materias primas, así como a hacerse cargo de las necesidades del pueblo español y de las necesidades de la guerra. 7 En 1971, cuando Serrano se halla ultimando su libro Entre el silencio y la propaganda. La Historia como fue y desea insertar en él el texto del "Protocolo de Hendaya", se dirige infructuosamente al Ministerio español de Asuntos Exteriores. Personalmente le atienden los diplomáticos Gabriel Cañadas y Enrique Thomas de Carranza, de los que depende el archivo, quienes le dicen que ignoran la existencia del documento por el que tan vivamente se interesa Serrano. Pasados unos días, tras las correspondientes indagaciones, estos mismos diplomáticos le confirman que ese protocolo no se encuentra en el Ministerio, por lo que Serrano deduce que se ha hecho desaparecer deliberadamente por alguno de los Ministros de Asuntos Exteriores que ocuparon el cargo con posterioridad a él, probablemente por decisión de Franco, quien daría por supuesto que el ejemplar alemán se habría destruido irremisiblemente con los tremendos bombardeos a que fue sometida la Wilhelmstrasse. Pero los hechos sucedieron de forma distinta. "5. Además de la reincorporación de Gibraltar a España, las Potencias del Eje afirman que, en principio, están dispuestas a considerar, de acuerdo con una determinación general que debe establecerse en África y que puede ser llevada a efecto en los tratados de paz después de la derrota de Inglaterra -que España- reciba territorios en África en extensión semejante en la que Francia pueda ser compensada, asignando a la última otros territorios de igual valor en África; pero siempre que las pretensiones alemanas e italianas contra Francia permanezcan inalterables. (Nota escrita a maquina al pie del documento que dice lo siguiente: 'protegiendo hasta aquí las reclamaciones alemanas que sean hechas contra Francia' y fue corregido en la forma que figura más arriba de mano de S. E. el Ministro Ciano".) "6. El presente Protocolo será estrictamente secreto, y los aquí presentes se comprometen a guardar su más estricto secreto, a no ser que por común acuerdo decidan hacerlo público. "Hecho en tres textos originales en italiano, alemán y español". Pero la redacción de este documento, que el embajador Espinosa de los Monteros se encarga de entregar, no termina de satisfacer las exigencias de los alemanes, que lo encuentran demasiado vago e impreciso. De ahí que, al día siguiente de la entrevista en Hendaya, según señala Brissaud, "Ribbentrop, furioso contra este 'jesuita' de Serrano Suñer y este 'ingrato' de Franco, se hace conducir al aeropuerto más próximo y, en medio de la niebla, aterriza en Tour, desde donde se dirige a Montoire para la última y famosa entrevista de este viaje"8. El protocolo firmado se mantiene en el más riguroso secreto, pues ambas partes hacen solemne compromiso de honor de guardar absoluto silencio. Hitler, que no se recata de decir que "estos latinos son unos charlatanes", quiere que se mantenga la mayor reserva y así lo ha pedido Franco a Serrano diciéndoles, poco antes de la despedida, que "en la guerra, la sorpresa tiene un valor extraordinario". Por parte española, el hermetismo es total: los únicos que lo conocen son los primeros interesados en que la firma de ese compromiso no trascienda a las potencias aliadas, que lógicamente lo interpretarían como un claro acto de hostilidad, tomando probablemente la decisión de ocupar Canarias -operación siempre preparada-, lo que ya hubiera supuesto para España verse definitivamente involucrada en la guerra en curso. Recién llegado a Madrid, Serrano recibe la visita del combativo e incansable embajador ingles, sir Samuel Hoare, inquieto por la entrevista celebrada en Hendaya. Par el tono de sus primeras palabras, Serrano se percata de que el embajador no sospecha en absoluto que España se acaba de adherir al pacto tripartito. La natural curiosidad de Hoare la calmará Serrano diciéndole que "la reunión ha sido el lógico e inevitable encuentro entre dos políticos que coinciden en muchos puntos y que han repasado juntos la situación internacional, sin más trascendencia que la propia de un acto de cortesía". 8 Pierre Brissaud: Op. cit. Pág. 296. Seis días después de la entrega a los alemanes del documento transcrito, el 30 de octubre de 1940, Franco remite una carta a Hitler en la que insiste en las reivindicaciones españolas, carta que constituye otra prueba indubitable de la existencia del Protocolo de Hendaya9, negado o puesto en duda por algún historiador que se ha ocupado de este tenso período de la política española. 9 El texto de esta carta puede verse en el libro de Ramón Serrano Suñer: Entre el silencio... Pág.301-305.