¿Cómo Transformar la evaluación como instrumento de mera medición y potenciarla como dispositivo para el aprendizaje y el cambio? Autor: Ps. Katusa Nishihara, 2015 Los buenos docentes, supervisores y guías del aprendizaje, cuidan a sus supervisados. Los contienen y cuidan. Por este motivo son muy cuidadosos a la hora de entregar feedbacks de desempeño o de evaluaciones; para no restar empoderamiento o desmoralizar a sus supervisados. Este artículo se enfoca en cómo hacer posible que estas instancias evaluativas, se puedan dar en un marco de cuidado hacia el supervisado de modo de no afectarlo negativamente; sino por el contrario, contribuir en conjunto con el supervisado a fortalecer mas sus competencias. Para ello, consideramos esencial el partir de la base de los recursos con que cuenta el supervisado, para desde ahí poder enfrentar y trabajar en los aspectos en que debe fortalecerse. Entonces se erige como una necesidad válida, el tratar de quitarle esta connotación negativa a la evaluación como medición, rescatando el hecho de su real valor como guía orientativa, de cuál puede ser el camino para llevar mis potencias a actos, mis falencias a recursos, mis fracasos a logros. En este sentido los puntos más débiles de la evaluación, pueden sin duda ser tremendamente aportativas en términos de aprendizaje, cambio y empoderamiento. Comparto plenamente la postura de trabajo desde los recursos, estoy muy en sintonía con ella en mi propio trabajo como terapeuta y mis actividades como supervisora en formación, sin embargo, en el plano de mis propios aprendizajes, siento, que me visto mas beneficiada, cuando se me han hecho mas evidente mis fallas. Pienso que esto puede estar dado por el hecho de que, es frecuente, que cuando sentimos que nos quedamos cortos en nuestro desempeño, no es necesariamente porque hemos dejado de creer en nuestros recursos, sino mas bien, porque nos hemos contactado con el miedo y con las cojeras que sabemos que tenemos, pero que en nuestro mejor afán por hacerlo bien; tratamos de que no aparezcan, de que no dominen la escena, de que no se noten. Por esto un real o mas completo empoderamiento para mi, estaría dado por, a la par que conocer y manejar mis fortalezas; conocer mucho mejor mis puntos más débiles, tenerlos identificados, saber que están ahí y tener una idea de qué hacer con ellos. Basarse sólo en las fortalezas para ir desarrollando el estilo propio, puede ir generando un falso self terapéutico, que pierda toda la riqueza y fuerza que puede aportar el tener como aliado un conocimiento y abordaje mas cercano de las debilidades que nos constituyen. En esto, la evaluación de nuestros puntos débiles es una ayuda estratégica esencial. Como los recursos (tiempo, energía, etc) no son ilimitados, para hacer un uso eficiente de estos, hay que seleccionar muy bien hacia qué los destinamos, en función de nuestras metas, parciales y finales. Estoy segura de que muchas organizaciones como por ejemplo los colegios, se benefician mucho de conocer los resultados de las evaluaciones como el simce o psu, no –tan sólo—para ver qué tan gloriosos (o no) son sus resultados en lenguaje o matemáticas, sino precisamente para ver dónde están sus puntos más débiles y planificar desde ahí sus gastos en capacitación de profesores, estrategias de desarrollo, etc El foco de que la medición deje de ser amenazante o descalificatoria genuinamente y no como mero mecanismo para hacerla mas amistosa y menos amenazante, está en el objetivo que se le dé a esta. Si el proceso tiene por punto de llegada el describirme qué tan hábil soy en ciertas competencias y qué tan inepto en otras y termina ahí, claro que se ve poco amistoso. Pero, si los resultados positivos y sobre todo falentes, son una bandera clavada en el medio del camino de un continuum entre lo desarrollado y lo por desarrollar; entonces medir, conocer y acercarme a mis falencias no es sólo inevitable, sino que se convierte en la piedra angular que orienta mi desarrollo; me señala la ruta a seguir. Para que esto funcione es imprescindible que yo valide el proceso y la guía y que esté abierto a un trabajo sostenido sobre mis vulnerabilidades; avalado esto por la necesidad de evidenciarlas para obtener luces que me orienten en el proceso de aprendizaje. Este foco en los puntos mas débiles de mi evaluación, junto con ser consonantes en el fracasar con éxito y estar abierto a la vulnerabilidad; no se fundamenta en un secreto masoquismo o apego irrestricto al rigor; sino que es lo que he podido ir recogiendo en mis experiencias personales de haber sido supervisada o asesorada, donde muchas veces este ha sido el aporte mas generoso que he recibido de un supervisor en términos de empoderamiento y desarrollo; bien entendido y realizado en tiempo y forma, claro está. Esto ya que las experiencias de supervisión y asesoría en distintas disciplinas; cuándo mas cuidada, contenida y asesorada me he sentido es cuando el asesor me ha hecho ver: “estás teniendo tal dificultad ¿logras verla?” y yo concuerdo (generalmente lo “se” difusamente desde hace mucho). Y entonces marcamos un hito que nos hace reorientarnos para seguir avanzando. Estas son las experiencias donde he podido sentir mas patente mi avance en el aprendizaje. En esto radica el que paradojalmente cuándo mas empoderada me he sentido no ha sido a través de mis experiencias de logro o cuando se han desplegado en amplitud mis fortalezas, sino cuando me han “mostrado” o hemos puesto en común, mejor dicho, mis errores, mis dificultades, mis carencias. Y cómo no, si mis fortalezas me las se de memoria; me levanto en ellas diariamente para seguir logrando lo que ya he sabido lograr hasta este momento, están a mi servicio, las controlo y las pongo a trabajar para mi cuando las necesito; sin embargo los ladrones de mi seguridad, de mi madurez, son aquellas cosas, mas difusas, mas en las sombras; esas, que en mi buen afán por hacerlo bien , trato de que no aparezcan, de que no me molesten, de que no se me noten, de que nadie me las note!; pero cuya gerencia sin cuartel comanda todos mis frenos y limitaciones. Pues bien, cuando alguien a quien yo valido me las señala, me dice: “te las veo, están ahí”, y ese alguien no por eso deja de creer en mi : eso me ha empoderado!, eso me ha inspirado!, eso me saca del interiorismo avergonzado y pesimista de la falla y me hace entrar en una comunidad luminosa y optimista del error, dónde estamos trabajando unidos por la antesala de nuestras carencias, tan humanas, tan nuestras y tan trabajables.