Hacia la nacionalizacion petrolera

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Rubén Sader Pérez
Rubén Sader Pérez fue miembro del Directorio Ejecutivo de la
Corporación Venezolana del Petróleo (CVP) desde su fundación en
1960, y Director General de la misma empresa desde 1963 hasta
1969. Durante esos años dio una ardua, solitaria e infructuosa
batalla: intentó hacer de la CVP el camino hacia la auténtica
nacionalización de la industria petrolera venezolana. En sus textos,
proscritos por todos los poderes constituidos del país, argumenta,
razona y clama por una administración estatal del petróleo para
beneficio de todos los venezolanos.
RIF:G-20000110-0
La presente obra es testimonio del mencionado proceso de
nacionalización petrolera, y ofrece el análisis de los hechos y
controversias que marcaron tal etapa, al tiempo que devela la lucha
por la justa participación del Estado en los resultados de su principal
industria. “Es cierto que el petróleo es nacional en la medida en que
el Libertador Simón Bolívar, en el año 1829, decretó que los
bitúmenes o jugos de la tierra eran propiedad de la nación (…) pero
la Industria todavía está en manos ajenas. Bolívar hizo su tarea, pero
la nuestra es a nosotros a quien corresponde realizarla”, asentó
Sader Pérez.
Hacia la nacionalización petrolera
Hacia la
nacionalización
petrolera
Rubén Sader Pérez
Hacia la
nacionalización
petrolera
DIRECTORIO
Nelson J. Merentes D.
Presidente
Jorge Giordani
Armando León Rojas
José S. Khan
José Félix Rivas Alvarado
ADMINISTRACIÓN
Nelson J. Merentes D.
Presidente
Eudomar Tovar
Primer Vicepresidente Gerente
COMITÉ PERMANENTE
DE PUBLICACIONES
José Félix Rivas Alvarado
Presidente
Armando León Rojas
Carlos Mendoza Pottellá
Jaime Luis Socas
Iván Giner
Txomin las Heras
Colección
Venezuela
y
su
Petróleo
Rubén Sader Pérez
Hacia la
nacionalización
petrolera
Colección
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Venezuela
y
su
P eNota
t Editorial
róleo
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Catalogación en fuente de Biblioteca Ernesto Peltzer
Sader Pérez, Rubén
Hacia la nacionalización petrolera / Rubén Sader Pérez ; introducción [y
coordinación de la colección] Carlos Mendoza Pottellá.– Caracas: Banco
Central de Venezuela, 2013. – 196 p. –
Colección Venezuela y su Petróleo. –
ISBN: 978-980-394-078-2
1. Petróleo – Industria y Comercio – Venezuela. 2. Compañías petroleras –
Venezuela. 3. Industria petrolera – Política gubernamental – Venezuela 4.
Venezuela – Política económica 5. Petróleo – Venezuela – Nacionalización
6. Política energética – Venezuela I. Título. II. Mendoza Potellá, Carlos III.
Colección Venezuela y su petróleo
Clasificación Dewey: 338.27282/S125/2011
Clasificación JEL: L71; Q40, Q43.
© de esta edición: Banco Central de Venezuela, 2013
Coordinador de la Colección
Carlos Mendoza Pottellá
Producción editorial
Gerencia de Comunicaciones Institucionales, BCV
Departamento de Publicaciones
Avenida Urdaneta, esquina de Las Carmelitas
Torre Financiera, piso 14, ala sur
Caracas 1010, Venezuela
Teléfonos: 801.5514 / 8380
Fax: 536.9357
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www.bcv.org.ve
RIF: G-20000110-0
Diseño gráfico
José Gregorio Salazar Pinto
Diagramación
José V. Leal O.
Corrección de textos
Liliana Nunes De Gouveia
Transcripción
Bertha Castro
Impresión
Gráficas Acea C.A.
Hecho el Depósito de Ley
Depósito legal: lf35220123202849
ISBN: 978-980-394-078-2
Impreso en Venezuela - Printed in Venezuela
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ÍNDICE
Nota editorial..........................................................................................9
Introducción de Carlos Mendoza Pottellá............................................11
Presentación de Rubén Sader Pérez.....................................................13
CAPÍTULO I
Contratos de Servicio: relación de un proceso......17
Oportunidad para conocer las alternativas de las compañías . ............18
Las Bases Mínimas de la CVP proponían correctivos
y cambios estructurales .......................................................................20
Advertencia al Ejecutivo sobre el cambio
en las Bases de Contratación llevadas al Congreso..............................23
Información al Congreso Nacional de los cambios introducidos
por el Ejecutivo....................................................................................30
Infiel al pasado. La mayoría parlamentaria aprueba
fórmula contractual del Ejecutivo........................................................69
Salto atrás y manipulación publicitaria de la participación fiscal .......71
Los Contratos de Servicio violan las Bases de Contratación
aprobadas por el Congreso Nacional....................................................74
Otras violaciones contenidas en la Guía de Contabilidad
anexa al contrato...................................................................................80
CAPÍTULO II
Reversión y cambio político...................................................83
Plan de acción ante la reversión ..........................................................83
Silencio de las compañías y vaguedad de los políticos . .....................84
Esto es lo que piden las compañías......................................................85
Ya tienen los contratos o convenios.....................................................86
Primero tiene que hacerse efectiva la revisión.....................................87
Medidas y ventajas de la reversión......................................................88
La capacidad nacional de manejar la industria.....................................90
El camino político es indispensable.....................................................90
¿Nos estamos acercando?.....................................................................91
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CAPÍTULO III
¿Cuánto vale el gas venezolano?.....................................95
CAPÍTULO IV
Hacia un programa de investigación sobre
petróleo y petroquímica..........................................................99
CAPÍTULO V
Vía Crucis de las petroleras latinoamericanas...103
La pragmática de Betancourt ............................................................103
La YPF Argentina...............................................................................104
La EPF peruana..................................................................................104
Pemex.................................................................................................105
ANAP-Ancap.....................................................................................106
La boliviana YPFB.............................................................................106
La brasileña Petrobras........................................................................107
La Ecopetrol.......................................................................................108
Ejemplo para Venezuela.....................................................................108
La Corporación Venezolana del Petróleo...........................................109
Problemas comunes........................................................................... 110
Las nuevas perspectivas .................................................................... 111
Betancourt y su nuevo trato . .............................................................113
Efectos del deterioro de los precios y de otras medidas . ..................114
Divergencias y coincidencias............................................................ 116
Firmeza contra la nacionalización......................................................118
El pragmatismo como doctrina..........................................................118
Nadie niega el progreso......................................................................119
Convenios de transacciones...............................................................120
Los tiempos han cambiado.................................................................120
CAPÍTULO VI
La vía venezolana hacia la explotación directa
de los hidrocarburos.............................................................123
¿Qué significa nacionalización?.........................................................123
¿Por qué se nacionaliza?....................................................................124
Dependencia económica y política.....................................................124
Disminución de reservas....................................................................125
Áreas ociosas......................................................................................126
Baja en la perforación de la CVP...................................................... 128
La mala vía contractual......................................................................129
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¿Para qué contratos a estas alturas? ..................................................130
Ellas rechazan la reversión . ..............................................................131
Nacionalizar posiblemente antes de 1983 .........................................132
La CVP es rentable.............................................................................132
La factibilidad política.......................................................................133
La vía venezolana...............................................................................134
Dentro de un esquema constitucional o revolucionario.....................135
Bolívar nacionalizó el petróleo, pero la industria
está en manos ajenas..........................................................................135
CAPÍTULO VII
Transferencia tecnológica en un modelo
de puertorriqueñización: Venezuela.............................137
¿Qué es la transferencia tecnológica?................................................137
Ahorro del empresario privado..........................................................138
Ventajas para el sector estatal.............................................................138
La ITT y la guía de la Cantv..............................................................139
En la industria petrolera.....................................................................140
La otra experiencia.............................................................................140
No se salvan las Fuerzas Armadas.....................................................142
¿Una salida posible?...........................................................................143
CAPÍTULO VIII
Nacionalización de la industria petrolera
en Venezuela...................................................................................145
Inversión extranjera en petróleo.........................................................145
Participación del petróleo en la economía venezolana .....................145
Las concesiones de hidrocarburos......................................................146
Reversión de las concesiones............................................................ 146
Comportamiento de las compañías extranjeras . ...............................147
Ley sobre Bienes Afectos a la Reversión ..........................................150
Demanda de nulidad de la ley ...........................................................151
Experiencia de la explotación por el Estado .....................................153
Contratos de Servicio........................................................................ 155
Nacionalización de la industria......................................................... 160
El marco político............................................................................... 164
Los obstáculos de la integración....................................................... 166
Antes, las necesidades primarias....................................................... 167
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CAPÍTULO IX
La nacionalización como objetivo
de investigación científica....................................................179
Aspectos legales.................................................................................181
Recursos humanos............................................................................. 183
Adquisición de bienes y servicios extranjeros ..................................185
Transferencia tecnológica...................................................................186
Valuación de los activos de la industria.............................................188
Cambios en los patrones técnico-operacionales.................................189
La comercialización internacional.................................................... 190
Las inversiones y su financiamiento...................................................191
Nueva estructura organizativa............................................................191
Evaluación sociopolítica....................................................................192
La estrategia por definir......................................................................195
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NOTA EDITORIAL
El Banco Central de Venezuela presenta la Colección Venezuela y su Petróleo como un aporte al rescate de textos en los cuales ha quedado plasmada la lucha de la
nación venezolana por la soberanía sobre sus recursos de hidrocarburos.
Ese combate, librado en la mayoría de las oportunidades en condiciones de inferioridad frente a los carteles petroleros internacionales, fue registrado por cronistas e
investigadores en obras que, durante décadas, constituyeron las fuentes bibliográficas para la docencia en las universidades nacionales.
Sin embargo, desde mediados de los años ochenta del siglo pasado, por la imposición
de los dogmas del libre mercado y la aceptación acrítica de la globalización impulsada por el Consenso de Washington, el estudio de la política, legislación, sociología y
economía de los hidrocarburos fue minimizado y, en algunos casos, extirpado de los
respectivos programas de cada una de esas carreras en casi todas las universidades del
país. El enfoque de estos temas se redujo a lo estrictamente administrativo-técnico y a
la información corporativa orientada a la justificación de las políticas de privatización
y apertura incondicional al capital petrolero internacional.
Por ello, se puede afirmar, sin duda, que la mayoría de los profesionales de las
ciencias sociales egresados en los últimos 30 años de las universidades venezolanas han recibido una muy reducida información sobre la historia y fundamentos de
las políticas públicas en materia de hidrocarburos.
En el contexto de la profunda crisis económica y social que se vive en el mundo
y el consecuente derrumbe de la mitología neoliberal, se renueva la vigencia del
pensamiento económico nacionalista y se impone la revisión de sus fundamentos
filosóficos e históricos. Tal es el propósito al que quiere contribuir esta colección.
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INTRODUCCIÓN
La obra que hoy presentamos califica plenamente dentro de los objetivos de la
Colección Venezuela y su Petróleo: textos fundamentales para la comprensión
de la historia petrolera de Venezuela que fueron relegados al olvido por su carga
de denuncia y por sus postulados de lucha por la soberanía nacional sobre sus recursos y la justa participación nacional en los resultados de su industria.
Rubén Sader Pérez fue miembro del Directorio Ejecutivo de la Corporación Venezolana
del Petróleo (CVP) desde su fundación en 1960 y Director General de la misma empresa
desde 1963 hasta 1969. Durante esos años dio una ardua, solitaria e infructuosa batalla:
intentó hacer de la CVP el camino hacia la auténtica nacionalización de la industria
petrolera venezolana. En sus textos, proscritos como ya dijimos, por todos los poderes
constituidos de este país, argumenta, razona y clama por una administración estatal
del petróleo para beneficio de todos los venezolanos y combate todas las argucias
mediante las cuales se pervirtió la figura de los “Contratos de Servicio”, ideados
para facilitar el inicio de operaciones de la CVP, hasta convertirlos en concesiones
disfrazadas que violaban abiertamente la política de “no más concesiones”, la cual
había adquirido rango constitucional en el texto magno de 1961.
La frustración se comenzó a prefigurar desde el propio acto de fundación de la CVP.
En el mismo, el presidente Betancourt se curó en salud ante los concesionarios y
sus mentores al hacer referencia a los limitados fines de la CVP y el carácter
flexible de la política de no más concesiones:
Esta empresa no viene a competir con las empresas privadas. La misma modestia del
capital de trabajo que le hemos asignado, indica cómo son de limitados sus fines y
objetivos; pero la Corporación Venezolana del Petróleo debe ser y será el vehículo
de que se valga el Estado para otorgar, ya no concesiones sino Contratos de Servicio
y otras fórmulas de arreglo, que hay muchas, y muchas se están utilizando en varios
países petroleros, para desarrollar la explotación y producción de aceite negro en el país
(29/05/1961).
No hemos otorgado concesiones porque las muy ricas que quedan, bien ubicadas, en el
centro y en las riberas del lago de Maracaibo, estamos seguros que van a ser exploradas
y explotadas mediante Contratos de Servicio (29/06/1963).
No es extraño, pues, que el destino de la CVP fuera el de quedarse enana, al estilo
bonsái, hasta su languidecimiento final y su fusión con la filial de la Mobil en Venezuela para constituir Corpoven.
Introducción
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Pero esa batalla perdida de Sader Pérez no fue en vano. En sus escritos quedan
profundas enseñanzas que se hace necesario rescatar, porque los contendientes que
acechan la soberanía y la independencia nacional siguen siendo los mismos. En efecto, al releer esos textos se puede uno sorprender de la actualidad de los conflictos que
se forman en torno a la industria petrolera nacional: la misma insistencia en la fracasada política expansiva de la producción, la misma condena de la participación fiscal
como renta, gasto improductivo, los mismos especiosos argumentos sobre las bondades de la inversión extranjera y la necesidad de “estimular”, precisamente con sacrificios fiscales y dejación de soberanía, el arribo de esa bondadosa ayuda externa.
Del texto de 1972, que hoy publicamos, extraemos dos citas que lo presentan de
cuerpo entero:
Cuando hablamos de nacionalización a veces la imaginación tiende a caer en la tentación de recoger algunos alegatos que se plantean en el sentido de señalar la posible
participación de empresarios privados venezolanos en nuevas fórmulas de explotación
de hidrocarburos. La nacionalización es, más bien, una medida administrativa que
permite que la comunidad se haga cargo de la explotación de un renglón industrial o
de una materia prima en beneficio de toda la nación. Nacionalización significa así que
vaya la explotación a la nación y no a los particulares.
La dependencia de la industria petrolera no es solamente en el aspecto económico que
nos preocupa sino también en el aspecto político, en lo que concierne a nuestra suerte
como nación libre e independiente. Las compañías responden a los intereses de sus
accionistas extranjeros, mayoritariamente norteamericanos, pero no es ningún secreto
y lo vemos con frecuencia en los cables de prensa, que ellas están alineadas conforme a
las directrices que imparte el Departamento de Estado y el Foreign Office. Tal situación,
que no es producto de una imaginación sectaria, sino de hechos que están al alcance
de todos los venezolanos, es digno de tomarse en cuenta para que, cuando se analice
la conveniencia de la nacionalización como un negocio, se aprecie también que en ese
negocio está en juego nuestra independencia, nuestra soberanía.
Finalmente, lo dejamos hablar en uno de sus alegatos, inserto en otra de sus obras
paradigmáticas, Petróleo polémico y otros temas, recientemente reproducida en la
Biblioteca del Pensamiento Económico de la Revista BCV, para observar el sentido de su ácida polémica y, en gran medida, la actualidad de sus planteamientos y
su denuncia contra el neocolonialismo.
Si alguien quisiera valerse de un caso piloto para mostrar el poderío de las concesionarias extranjeras frente al Estado venezolano, podría echar mano de lo sucedido
con el abastecimiento del mercado nacional. Quedaría al descubierto en esta forma
la debilidad de recursos ordinarios como leyes, reglamentos, decretos, resoluciones,
circulares; el escaso peso de la voluntad oficial expresada a través de funcionarios de
turno y, en definitiva, la compleja estructura que caracteriza al sistema operado por
agentes locales del neocolonialismo.
Carlos Mendoza Potellá
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PRESENTACIÓN
Es un proceso en marcha hacia la nacionalización de la industria petrolera en Venezuela el revelado en este libro mediante la exposición y análisis de hechos y
controversias seguidos muy de cerca por el autor. Tienen sus páginas, por ello, un
sabor de testimonio cuya sinceridad no es alarde sino atributo imprescindible para
entrar en materia en un campo dominado por la presencia de intereses pertenecientes a la más alta jerarquía económica internacional.
Nada fácil fue la selección de textos elaborados bajo diversas circunstancias, y el
eludir la tentación de pecar contra el margen de objetividad exigido al ponente de
tesis cuyos fundamentos comparte. ¿No es distinta acaso la moral del ensayista al
enjuiciar el diario acontecer con frialdad científica, que la del hombre convencido de
la urgencia de provocar transformaciones en la sociedad en cuyas luchas participa?
Cierto que la diferencia existe, y en tan alto grado, como la del riesgo de quien cita a
los toros en la mitad del ruedo y aquel del crítico enciclopedista trepado como espectador en los distantes tendidos. Permítaseme, pues, que vaya hilando los capítulos
conforme al recuento en orden cronológico de ciertas peripecias de una contienda en
la que toman parte, de un lado, una nación suramericana “en vías de desarrollo”, y
del otro, los más calificados exponentes del oligopolio mundial del petróleo.
Sirve de escenario el país de mayor exportación en el hemisferio occidental, y las
reglas de juego para el arbitraje de la contienda son las de un régimen democrático-representativo en berlina, cuestionado como viene siendo en su legitimidad
por el uso preponderante del dinero-elector en las técnicas de manipulación de la
voluntad colectiva. Sin embargo, torpe y estéril sería desdeñar la concurrencia al
debate –para hacer uso del derecho de pataleo, si se prefiere– que facilita llevar
el mensaje hasta sectores no comprometidos con el establecimiento, con el orden
impuesto. En ningún delito de optimismo a ultranza se incurre a estas alturas,
como aquel de los vaticinadores de la inminente quiebra del sistema capitalista
en el arranque de la revolución industrial, cuando se proclama la viabilidad de
medidas quebrantadoras de la dependencia que estamos padeciendo. Bastaría un
solo vistazo al contorno latinoamericano para descubrir un ascenso de los valores
conceptuales y la afluencia de elementos logísticos requeridos para la nueva etapa
emancipadora; entre estos últimos conviene señalar el cambio de mentalidad, la
toma de conciencia que cunde entre clásicos soportes del absolutismo –fuerzas
militares y clero– para no aludir a la rebelde juventud, inmunizada ante los requiebros de anticuados predicadores.
Venezuela cuenta con una trayectoria de progresiva participación fiscal en los ingresos que origina el petróleo. No obstante, en los últimos años se han fortalecido los vínculos de la subyugación extranjera de su economía, y ha aumentado la
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desigualdad social, con el auxilio de una injusta distribución del ingreso nacional,
esquema este que prospera mientras crece su vulnerabilidad bajo el control foráneo
de sus fuentes de suministro de energía. Recientemente, en medio de la algarabía
dictada por la aprobación de una ley tendiente a lograr la reversión de las concesiones en el término previsto en los títulos otorgados, le fueron entregadas 250.000
hectáreas en el lago de Maracaibo a compañías –Shell, Standard Oil de Nueva York
y Occidental– que así aseguran su permanencia en el país más allá de 1983, y según
estipulaciones cuyo análisis es uno de los temas de este libro.
Al mismo tiempo, la paralización desde 1969 de los mecanismos de captura del
mercado interno –el Decreto 187, especialmente– descubre, más que una inercia
de los burócratas oficiales, una actitud de complacencia de los partidos del estatus
con los intereses de las concesionarias, puesta en evidencia con el filibusterismo legislativo desplegado para engavetar el tibio texto legal casi listo para su
aprobación en las sesiones de este año. Igual podría afirmarse con relación a las
autorizaciones dadas a las empresas para que violen los principios recogidos en
el estatuto que regula el traspaso de áreas, derechos e instalaciones a la nación sin
indemnización alguna.
Una conducta oficial contradictoria y vacilante, impuesta una y otra vez bajo diferentes signos político-partidistas, y cuya consistencia radica en el mantenimiento
de la debilidad de la pequeña empresa estatal, ha colocado así en peligro el derecho de recibir por vía de reversión, áreas e instalaciones en condiciones que
permitan al Estado asumir eficientemente la generación de ingresos necesarios
para la subsistencia de una nación venezolana libre e independiente. Dicho comportamiento, unido a las prácticas retaliatorias desplegadas por los dirigentes de
los consorcios, hace cobrar un carácter de inminencia, de imperativo categórico, a
la solución recomendada en estas páginas: nacionalizar la industria petrolera con
anterioridad a 1983.
Rubén Sader Pérez
Agosto, 1972
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Rubén Sader Pérez
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petrolera
Colección Venezuela y su Petróleo
Banco Central de Venezuela
Caracas, 2012
Contratos de Servicio: relación de un proceso
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CAPÍTULO I
CONTRATOS DE SERVICIO:
RELACIÓN DE UN PROCESO
Casi con la creación de la Corporación Venezolana del Petróleo (CVP) se inició
el proceso de los Contratos de Servicio como solución administrativa ideada para facilitar el desarrollo del ente estatal mediante acuerdos con otras empresas.
Antes de haberse elaborado el instrumento jurídico llamado a reglamentar la facultad otorgada a la CVP para celebrar convenios, las concesionarias extranjeras
y otras compañías internacionales presentaron ofertas, ávidas como estaban de
quebrantar la barrera erigida ante ellas con el anuncio de la política de no más
concesiones. A partir de septiembre de 1967, luego de la reforma de la Ley de
Hidrocarburos, se entró de lleno en la etapa de las negociaciones subordinadas
a unas Bases Mínimas reveladoras de la pretensión de utilizar el nuevo régimen
como una modalidad de la explotación directa por el Estado de sus áreas petrolíferas. La trayectoria recorrida desde entonces muestra para esta fecha, con la
abundancia de incidencias merecedoras de un más detenido análisis, el fracaso
del proyecto concebido con propósitos y fines diferentes de los que permite entrever el texto final de los contratos publicados en la Gaceta Oficial Extraordinaria
del 13 de diciembre de 1971, Nº 1.495.
Fue preciso antes alterar las Bases Mínimas con la colaboración de las fracciones
parlamentarias de los partidos AD, Copei y Perezjimenista, en forma tan substancial como para lograr el cambio de actitud que se observa entre la declaración
del presidente de la Creole Petroleum Corporation el 23 de mayo de 1967, quien
objeta la alta carga fiscal que impide la competencia en los mercados, reclama
la total responsabilidad administrativa de las operaciones y señala un plazo no
menor de 30 años para la duración del período de explotación, y la de Guillermo
Rodríguez Eraso, hoy vicepresidente de la misma empresa, cuando, teniendo a
la vista las condiciones llevadas al Congreso Nacional en noviembre de 1969,
exclama: “Bienvenidos los Contratos de Servicio. Ojalá que ellos nos logren para
los años que vienen lo que no pudimos dar en doce años”. Pero se llegó más allá
en el trance de complacer a las compañías extranjeras: las Bases de Contratación,
modificadas por el Congreso Nacional y ya en manos del Ejecutivo y de la Corporación Venezolana del Petróleo, fueron violadas a la hora de redactar el texto
definitivo de los contratos.
El ciclo cumplido convirtió en realidad las ofertas de nuevas áreas a las compañías
internacionales, formuladas sin disimulo en las reiteradas declaraciones oficiales
del presidente Betancourt: “No hemos otorgado concesiones, porque las muy ricas que quedan bien ubicadas en el centro y en las riberas del lago de Maracaibo,
estamos seguros de que van a ser explotadas mediante Contratos de Servicios”
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(29/06/1963 Mensajes presidenciales, tomo IV, p. 141). Semejante actitud de compromiso es la que da escape a la irritación del ministro Mayobre cuando repudia
la licitación para perforación de pozos en las áreas del sur del lago de Maracaibo,
convocada por la CVP en pleno período de negociaciones de los Contratos de Servicios, como se revela en la correspondencia que me dirigió en octubre de 1968
(Cartas petroleras, pp. 165-176).
No es de extrañar, por consiguiente, que el nuevo gobierno demócrata-cristiano,
presidido por el doctor Rafael Caldera, preste oídos sordos a las voces de alerta
elevadas hasta él para detener la conspiración en marcha. La euforia nacionalista
despertada por la puesta en vigencia de la Ley sobre Bienes Afectos a la Reversión, la cual suscita el rechazo de las compañías concesionarias y sus demandas
de nulidad, sirvió más bien para disimular el otorgamiento de contratos con una
duración que trasciende al período de vencimiento de las concesiones cuya reversión pretende asegurar la nueva ley; y a todas estas, en pleno auge de la demanda
mundial que convierte en un mercado de vendedores a la temida red de distribución ubicada en Norteamérica como en Europa Occidental.
Poniendo a un lado los sentimientos de modestia o de personal delicadeza que
puedan obligar a un hombre a silenciar sus propias actuaciones en la crónica de
acontecimientos históricos, surge como un deber de lealtad hacia la nación en
cuyas reservas de justicia se tiene fe depositada, la reproducción de argumentos
esgrimidos en su oportunidad frente a organismos, dignatarios, personalidades y
sectores de la opinión pública, y los cuales fueron desechados, en sus aspectos fundamentales, tanto como pueden comprobarlo los textos que recoge este capítulo.
Oportunidad para conocer las alternativas de las compañías1
La situación de las compañías con relación a las reservas varía de una a otra, en
Venezuela y en el resto del mundo, debe apreciarse el factor de diversificación de
las fuentes que las lleva a no concentrar sus reservas en una sola área y menos en
alguna amenazada en su estabilidad política e institucional. Es importante precisar, además, la composición de las reservas; es decir, la clase de petróleos que las
forman, y en el presente, mientras efectuamos nuestro análisis, que el aumento de
reservas prolonga la vida de las compañías y ellas tienen que tratar de acaparar las
que puedan restar en un país, como Venezuela, dotado de una infraestructura –carreteras, viviendas, servicios, facilidades, etcétera– que difícilmente algún otro país
con perspectivas petrolíferas –quizás ninguno– pueda ofrecer en los momentos. De
poner nosotros en juego el mecanismo de los contratos, las compañías, para controlar estas posibles nuevas fuentes, tendrán que competir entre ellas, enfrentarse a las
alternativas de las empresas estatales internacionales y ofrecer a la empresa nacional
–como establece la Ley de Hidrocarburos– mejores condiciones que las brindadas
por el régimen de concesiones en la situación presente. Abstenerse de participar en
1 De la comunicación al doctor J.P. Pérez Alfonzo, 23/01/1968 (Cartas petroleras, pp. 189-202).
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la competencia podría significar para las compañías la aceptación de su liquidación
en un plazo cierto y relativamente breve, si se toma en cuenta las predicciones sobre
el papel que le corresponderá jugar al petróleo por muchos años todavía como fuente de energía, materia prima para la industria petroquímica y hasta como alimento
en un mundo de hambrientos y cuya población crece explosivamente.
Control de las reservas
El aumento de reservas debe analizarse desde el punto de vista nacional. Cuando
usted dice que Venezuela tiene suficientes reservas probadas mucho mayores que
las acusadas por las compañías con fines fiscales, pienso que esas reservas están
en manos de esas mismas compañías que las producen a su antojo, halagando o
penalizando a los gobiernos de turno. Cuando afirma que en el área ociosa de las
concesiones –cualquiera que sea su extensión– pueden descubrirse reservas adicionales, pienso otra vez que las tales áreas están en manos de las compañías, las
cuales no las desarrollan sino a su arbitrio cuando las circunstancias nacionales o
internacionales, interpretadas a su exclusiva conveniencia, así lo aconsejan.
La nación debe evaluar su potencial petrolífero real con un criterio diferente al
que podrían seguir las compañías extranjeras cuando vacilan entre un proyecto en
uno u otro país. Estas quizás puedan optar por irse a otra parte, pero nosotros, que
tenemos que quedarnos, debemos cuidarnos de no oponer al criterio de las áreas
ociosas el criterio de los recursos ociosos; esto es, mantenernos inmóviles frente
a la dinámica actitud de otros países cuyas reservas petroleras son superiores a
las nuestras conocidas y con los ojos vendados frente a la incógnita del monto
verdadero de nuestros recursos, cuyo conocimiento nos podría permitir la programación a largo plazo de nuestro desarrollo, así como suministrarnos un factor de
negociación en el prorrateo del aumento de las tasas de producción con los países
de la OPEP, a la vez que un elemento imprescindible para la mayor eficiencia de
una política de defensa de los precios.
La vía del desarrollo totalmente independiente –directo, por la CVP– de las áreas
libres, es en verdad nuestra máxima aspiración. Para lograrlo de inmediato se requeriría un cambio violento en la política que se ha venido siguiendo hasta ahora,
de manera de aportar, con cargo al Presupuesto de la Nación, las grandes sumas que
la explotación de dichas áreas reclama, pues debemos tener presente para ello lo
que usted afirma en El pentágono petrolero, página 53: “Lo que queda a Venezuela
fuera de las concesiones tiene que ser relativamente menor en cantidades absolutas,
mayor en dificultades de encontrarlo o producirlo”. De mantenerse la actual actitud
con respecto a los fondos públicos que se aportan a la CVP, esta no puede sino desarrollar un modesto programa exploratorio y hacer uso del instrumento incorporado
por la reforma de la Ley de Hidrocarburos: los Contratos de Servicio.
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Probablemente estoy pecando de optimista cuando creo que las compañías sí
pueden ofrecernos mejores condiciones que las de esperarse en un inversionista
carente de expectativas de recuperación según el cuadro evocado con la cita de
Adelman. Averigüémoslo. Temo al mismo tiempo que en esta primera etapa va a ser
difícil que las empresas estatales, en general, ofrezcan las ventajas que seguramente
darán más adelante. Las limitaciones financieras de algunas de ellas les impedirán
comprometerse en grandes inversiones de riesgo, mientras que otras lo harán como
ENI o ERAP, pensando no sólo en sus mercados nacionales y razonando en ocasiones como los miembros del consorcio. La situación será distinta cuando, al regreso
de las áreas cuya explotación se inicie, podamos discutir términos más favorables
con quienes representen directamente a sus consumidores nacionales.
Usted afirma: “Lo que salta a la vista no es pues, sino la necesidad de esperar para
negociar”, “continuar el juego de la espera”. Creo por mi parte que ya es tiempo de
iniciar el proceso de las negociaciones, lo que no quiere decir que debamos “precipitarnos a celebrar contratos que no ofrezcan el mínimo de ventajas que, en la presente
situación del país, los venezolanos tienen derecho a esperar”. Particularmente en
este año final del presente período constitucional debemos ofrecerle al país el conocimiento de las alternativas reales que puedan existir, al lado de lo que podríamos
llamar el deseo de las compañías de “celebrar Contratos de Servicio que resulten en
el fondo otras cuantas concesiones encubiertas”. Luego de analizar dichas alternativas mediante el sano procedimiento previsto en la ley que requiere para la aprobación de las Bases de Negociación la intervención del Congreso Nacional, y por ende
de la opinión pública, decidirá Venezuela el camino a seguir.
Las Bases Mínimas de la CVP proponían
correctivos y cambios estructurales2
El contrato de servicio no está definido en la Ley de Hidrocarburos y se ha dado
en llamar con este nombre a la relación contractual que permite al instituto autónomo o empresa de propiedad exclusiva del Estado, con el objeto de ejercer el
derecho de explorar con carácter exclusivo y el de explorar, manufacturar o refinar
y transportar por vías especiales los hidrocarburos, llegar a acuerdos con empresas, públicas o privadas, sujetos a las limitaciones y regulaciones de la misma ley.
Consiste en la práctica, en el ejercicio de la autorización para contratar que se da
al ente estatal, pero con la obligación de que este incorpore a las cláusulas, entre
otras, las disposiciones del artículo 3 sobre: la duración que no debe exceder los 20
años; a partir del comienzo de la explotación; la extensión del área que, determinada por las Cámaras Legislativas en cada caso, debe reducirse hasta una superficie
no mayor de 20% mediante la aplicación de un proceso de selección alternada que
garantice al país la retención de áreas con posibilidades; el aseguramiento de que
las tierras y las obras e instalaciones, accesorios y equipos serán conservados para
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Revista SIC, noviembre, 1969.
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su entrega en propiedad a la nación a la extinción de los convenios; la aplicabilidad de
los impuestos y contribuciones que garanticen la participación fiscal establecida en la Ley de Hidrocarburos u otras leyes. Además, el legislador especifica que
estos convenios sólo podrán celebrarse “siempre que los términos y condiciones
que se estipulan en cada contrato sean más favorables para la nación que los previstos para las concesiones en la presente Ley”. El ente estatal, luego del proceso
de negociaciones cumplido con posterioridad a la promoción de la concurrencia
de ofertas, efectúa la selección de los contratistas con los cuales haya arribado a
un entendimiento de cuyo contenido el Ejecutivo Nacional procede a informar
debidamente a todas las circunstancias pertinentes a las Cámaras Legislativas
para que estas, en sesión conjunta, aprueben “las Bases de Contratación dentro
de las condiciones que fijen”. Esto es, que adicionalmente a la comprobación del
acatamiento de los extremos señalados, las Cámaras podrían establecer nuevas
exigencias a las cuales estaría sometida su autorización.
Si el funcionamiento del sistema de concesiones está ampliamente descrito en la
ley y la actividad de la empresa se reduce a ejercer los derechos que el Estado le ha
cedido por vía de concesión a cambio del pago de los impuestos y contribuciones
aplicables, el esquema de los Contratos de Servicio se caracteriza por la constante
regularización de la actividad de la compañía contratista por la empresa estatal cuya
dedicación a la explotación del petróleo la capacita para determinar con propiedad,
no solamente los términos y condiciones que –además de los genéricos ya previstos
en la ley– puedan esperarse de la evaluación técnico-económica de un área en particular, sino aquellos que dicte la situación internacional de la industria, el adelanto
tecnológico y hasta las particulares conveniencias de la economía nacional en un
momento dado. Es por ello que, para negociar, se parte de las llamadas Bases Mínimas elaboradas por la empresa estatal tomando en cuenta las características especiales de un área, en este caso de los bloques en que se dividió el sur del lago de
Maracaibo, con sus peculiaridades geológicas llamadas a determinar diferencias
entre los contratos que podrían suscribirse sobre cada uno de los bloques. Tampoco se reduce el problema a lograr la aceptación de estas Bases Mínimas, las cuales
requieren, por lo demás, de una discusión al detalle de una serie de conceptos
fundamentales, puesto que influyen en el monto y distribución de los beneficios
a obtenerse; el ente estatal debe, al mismo tiempo, perseguir objetivos políticos
–mejor dicho, de una política petrolera– como son, por ejemplo, el implantamiento de correctivos hábiles para modificar la situación vigente en los aspectos en que
sea procedente y también la introducción de cambios estructurales, particularmente de aquellos que nos puedan colocar en posición de programar el desarrollo de la
explotación petrolera conforme a nuestras necesidades, algo fuera de acceso bajo
el sistema de concesiones.
Para mencionar uno de tales correctivos podríamos examinar el caso de las áreas
inactivas que forman parte de las concesiones otorgadas y en las cuales el hecho de
no haber sido exploradas a satisfacción, impide conocer la magnitud de su poten-
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cialidad petrolífera, a la vez que priva al país de su posible aprovechamiento. Tales
áreas suman 2.060.441 hectáreas o sea 81,44% de un total de 2.542.499 hectáreas,
según Memoria del Ministerio de Minas e Hidrocarburos, (1968, p. IV-104). ¿No es
acaso lógico que quien retiene en su poder grandes extensiones en donde no ha mostrado interés en incrementar sus labores, deba justificar antes la necesidad de áreas
adicionales? ¿No valdría la pena comprometer a tales empresas en un programa de
obligatoria activación de tales áreas en la oportunidad en que pretenden acogerse al
nuevo sistema de Contratos de Servicio?
El cambio estructural básico tiene que radicar en la participación real de la empresa estatal en las operaciones, de manera que no se reconvierta en un nuevo
espectador condenado a revisar cuentas a posteriori, pendiente no más del ingreso
a percibir por encima de lo que tome el fisco. Si en algo han adquirido experiencia
los venezolanos ha sido en las fases de exploración y producción, puesto que el
mercado ha venido siendo como un fruto prohibido, ajeno, más allá de los propósitos de “venezolanización” de la industria. Las mismas tendencias descubiertas
por reputados economistas petroleros –sospecho que poco independientes de los
consorcios– acusan la posibilidad de que los países productores, en un juego de
inescrutable sabiduría, podrían tratar de colocar la responsabilidad de la producción en manos de los países propietarios de los yacimientos para librarse de la
inestabilidad impositiva, pero conservando, eso sí, el centro de los mercados. ¿No
sería hasta facilitar dicha tarea, cuando no prepararnos responsablemente para tal
eventualidad –o alguna otra– el asumir un papel más determinante que el posiblemente disimulado con un lenguaje esotérico, de frases ampulosas pero inasibles?
Ya en contratos firmados en Irak, por ejemplo, cuya capacidad técnica es evidentemente inferior a la de Venezuela, se prevé que a la vuelta de cinco años del
convenio con la compañía extranjera la empresa nacional asuma la totalidad de las
operaciones.
En cuanto a los beneficios económicos mejorados cuantitativamente con la retención de 10% del petróleo al costo y la pequeña percepción que permite el factor de
agotamiento –5% de la regalía– deben ser complementados con la adopción de fórmulas factibles, capaces de permitir al Estado una participación adicional de acuerdo con la productividad de los yacimientos descubiertos y que en alguna forma
establezcan una relación aceptable entre la inversión y la utilidad de la contratista.
El escaso riesgo económico del sistema de contratos –se limita a un modesto bono
deducible de futuros ingresos y a la ejecución de un programa exploratorio que
no va más allá de 5 millones de dólares en ningún caso– bien puede dar margen a
estipulaciones que impidan que las compañías retiren por vía de utilidades netas y
depreciaciones, cada dos o tres años, el monto total de sus inversiones en el país.
Otro cambio estructural recomendable es el de una efectiva participación en el
capital social de la contratista, mediante el pago de acciones que aseguren la representación nacional en su directiva y en sus mecanismos de control administrativo,
aspiración conforme con el acuerdo aprobado recientemente por Venezuela y los
demás países miembros de la OPEP.
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No basta con enunciar las anteriores demandas ni con insistir en su razonabilidad,
ni siquiera con alegar su vigencia dentro de convenios suscritos en otras áreas. Las
compañías se aferran a su statu quo tratando a toda costa de no perder terreno, sobre todo cuando median los valores extraordinarios que ofrece nuestro petróleo; su
variedad, la infraestructura del país, su ventajosa ubicación geográfica en relación
con el mercado norteamericano. Es cuestión entonces de asumir la firmeza del
negociador que sabe lo que tiene en sus manos, condición que se demostró cuando
a raíz de la publicación de las Bases Mínimas en marzo de1968 se obtuvo aquella
reacción orquestada a través de los poderosos mecanismos de opinión pública
que las calificaba de “duras”, “irreales” e “inaceptables”, porque si la capacidad
competitiva estaba perdida era insensato pretender hacerles a las compañías todavía más penoso el vía crucis de su concurrencia a los mercados. Recuerdo que
hasta en el mismo seno del gobierno, a muy altos niveles, repercutió aquello de
la “dureza”; sin embargo, lo que para algunos no fue sino obstinación patriotera,
vino a resultar en la numerosa asistencia que obtuvimos y en las mejoras logradas
en el proceso de negociaciones que me tocó conducir, aunque ya después de conocer las cifras finales de la elección presidencial, era evidente que las compañías
difícilmente se moverían de la posición hasta donde se las había llevado, a menos
que la empresa estatal aceptara sacrificios de cuantía en aras de una engañosa pero
rápida culminación de las tareas que se había propuesto. Correspondía al nuevo
equipo de gobierno continuar las negociaciones y tomarse para ello todo el tiempo
que considerase conveniente. Es en este punto donde algo debe haber fallado, pues
las Bases de Contratación no parecen terminadas como tales, sino redactadas en
forma tan genérica que revelan un aparente propósito de complacer parcialmente
a comentaristas pertenecientes a partidos políticos invitados al Despacho de Minas
e Hidrocarburos, lo que va a debilitar la posición gubernamental a la hora en que
trate de ejecutar la autorización de las Cámaras. Las compañías van a tener, en
efecto, frente a ellas, a negociadores urgidos políticamente –aclaro, no por razones
de política petrolera– de concluir los contratos, por cuanto que su no terminación
probaría la falta de legitimidad de las Bases llevadas al Congreso. Podría suceder,
inclusive, que en un momento dado el rechazo de las Bases diera a las compañías
la oportunidad de demostrar ellas “la dureza”, “la irrealidad” del nuevo régimen,
para que pudiese surgir con el carácter de una alternativa –frente al creciente déficit fiscal– la vuelta a las difamadas concesiones.
Advertencia al Ejecutivo sobre el cambio
en las Bases de Contratación llevadas al Congreso3
El texto de Bases de Contratación enviado al Congreso Nacional ha sido elaborado
mediante un esfuerzo de transcripción literal de las Bases Mínimas aprobadas por el
Consejo Directivo de la Corporación Venezolana del Petróleo el 13 de marzo de 1968,
pero luego de haber introducido en ellas el Ejecutivo Nacional, modificaciones que
3 Carta abierta al presidente Rafael Caldera (07/11/1969).
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alteran la naturaleza y propósitos previstos en el artículo 3 de la Ley de Hidrocarburos. Contienen las tales Bases elementos tomados en forma aislada de algunas de las
ofertas recibidas, a la vez que términos y condiciones incorporados unilateralmente,
ya como ocurrencia de los funcionarios públicos o en aceptación parcial de ideas de
los dirigentes de partidos políticos expresadas en reuniones con el titular de Minas e
Hidrocarburos y sus asesores. Carecen así, por su contenido pleno de generalidades
y por el hecho de estar pendiente su aceptación por las compañías participantes en la
concurrencia de ofertas, de la condición propia del proyecto de Bases de Contratación
que debiera ser aprobado por las Cámaras. En conocimiento el Ejecutivo de la incertidumbre que arroja el texto sometido al Congreso, pretende de este una aprobación
sui géneris, para poder entrar en una nueva etapa de negociaciones no prevista en
las leyes, reglamentos y normas vigentes, y cuya culminación queda sujeta a la fiel
interpretación de los conceptos que anticipen el legislador y la buena voluntad de las
compañías interesadas, dueñas entonces de dejar al gobierno con la mano extendida si
no logran sus objetivos en la nueva ronda a que se las invite, tentadas como pudieran
sentirse de desacreditar una fórmula que pretende lograr su colaboración, pero al precio de un sustancial progreso hacia el objetivo de mayor participación que persigue el
Estado venezolano.
La modificación o deterioro de las Bases Mínimas se aprecia mediante un simple análisis que puede facilitarse siguiendo el mismo orden del texto publicado el 13 de marzo
de 1968 y este del Ejecutivo, pero limitaré mis comentarios a algunos aspectos, dejando
para una posterior oportunidad otras observaciones que no conviene silenciar.
Importancia de la información que debe acompañar a las ofertas
Aparte de la capacidad técnica, económica y de la demostración de los mercados
del oferente, se exigía, en términos categóricos, una “exposición de las empresas que operan en el país con el carácter de concesionarias sobre la necesidad
de áreas adicionales para su desarrollo a través de un contrato de servicio”. Se
pretendía así, a través de esta exigencia y como cuestión a ser resuelta antes de
la elaboración de las Bases de Contratación, corregir la situación de las llamadas “áreas ociosas” o “inactivas”, mediante la implantación de programas que
llevaran a su evaluación inmediata o a su renuncia antes del vencimiento de las
respectivas concesiones. Sin embargo, no figura en las Bases del Ejecutivo ninguna información sobre lo que se haya convenido al respecto con las compañías
aparentemente favorecidas en el proceso hasta ahora cumplido y de lo que puede
inferirse en cuanto a su identidad –nada difícil de precisar para los conocedores de
la industria– se aprecia que una de las tales compañías con 155.000 hectáreas en
concesión apenas tiene un área probada de 14,83% y en una de sus filiales del país
alcanza 11,34% de 63.000 hectáreas y en otra 5,48% de 30.000 hectáreas, según
datos de la Memoria del Ministerio de Minas e Hidrocarburos, 1968, mientras que
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la otra compañía con más de 150.000 hectáreas bajo su control, su zona probada
alcanza sólo 25% de tal superficie. Si como explicación se alega que la selección de
las contratistas aún no ha sido hecha porque está pendiente “la nueva ronda” a la que
ya se refiere la prensa petrolera extranjera, es prudente que se le diga al Congreso
que los únicos aspectos concretos incluidos en el proyecto del Ejecutivo –número
de pozos del programa exploratorio mínimo y monto de los bonos “de riesgo” y de
producción– corresponden en los tres bloques que cuentan, a una oferta de una compañía determinada en cada bloque, para que en última instancia se intente asegurar el
cumplimiento del extremo solicitado en relación con las áreas ociosas.
Naturaleza de los contratos
En las Bases Mínimas al definir en el numeral 4 el contrato como de servicio directo, se establece la obligación de la contratista de explorar a su riesgo y “extraer
el petróleo recuperable, entregándolo a la CVP, la que a su vez traspasará a la
contratista una cantidad que se fijará en el contrato y que no será mayor de 90%
de la producción, para su venta en el mercado externo”. Se precisa cómo está
constituido el ingreso de la contratista y su utilidad neta que estará “determinada
finalmente por la aplicación del Esquema de Participación Adicional de la CVP
según la Productividad”. El objeto del contrato se restringe así a la extracción del
petróleo, excluyéndose el gas sobre cuyo aprovechamiento se hace más adelante
la reserva para la CVP, la que lo traspasa –quiere decir: lo entrega– a la contratista
para su venta en el mercado externo. Las condiciones de la venta deberán establecerse conforme el mecanismo a preverse en el contrato y el cual ciertamente ha de
asegurar la intervención del propietario (CVP) en los precios y condiciones de la
venta, para que este, luego de aceptar la rendición de cuentas, pueda determinar
el monto de la remuneración que adeuda a la contratista o sea la que en la Base se
describe como “utilidad neta”.
En el proyecto del Ejecutivo, el numeral 1 señala que la contratista acometerá las
actividades de explotación, desarrollo y producción de los hidrocarburos” (ya no
solamente del petróleo) “en nombre y representación de la CVP” y al precisar, por
separado, sobre la disposición del petróleo y del gas, dice en el primer caso que la
“contratista efectuará las ventas en su propio nombre y por su propia cuenta”, y en
el segundo, al mencionar la explotación de los yacimientos de gas libre los sujeta
a la celebración de acuerdos con la contratista, privando a la CVP de su aprovechamiento independiente o mediante acuerdo con una tercera persona, como
era el alcance de la reserva hecha en las Bases Mínimas. Gracias al proyecto del
Ejecutivo la contratista extranjera adquiere, en nuestro propio territorio, el carácter
de representante de la CVP –ante el fisco y terceros– en las operaciones de exploración y producción, pero en las de disposición del petróleo en el exterior recobra
su propio nombre como si fuese propietaria del petróleo extraído, carácter que por
lo demás se desprende de varias de las disposiciones del proyecto del Ejecutivo,
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entre ellas la referente al Régimen Impositivo cuya modificación no puede dejar
de relacionarse con este cambio en la naturaleza y objeto del contrato.
El numeral 17 de las Bases Mínimas –17 del proyecto del Ejecutivo– señalaba que
los impuestos de la Ley de Hidrocarburos serían pagados “por la contratista por
cuenta y orden de la CVP”, base que posteriormente se fue ajustando con el criterio que expresé a nombre de la CVP en la oportunidad de la presentación oficial de
las Bases en el Colegio de Ingenieros el lunes 29 de abril de 1968, cuando afirmé:
“Los impuestos los pagará al Fisco la CVP y ella pagará, o se le cargará en el costo
de producción, lo correspondiente a 10% de la producción retenida” (La Empresa
Estatal y los Contratos de Servicio, segunda edición, p. 147). Ahora, conforme al
proyecto del Ejecutivo, la contratista paga al Fisco los impuestos en nombre y por
cuenta de la CVP –distinto del por cuenta y orden, indicado inicialmente– y un
nuevo párrafo añade: “La contratista deberá celebrar un convenio sobre valores
de referencia con el Ejecutivo Nacional, a los fines de determinar sus ingresos
gravables”. ¿Cómo puede la contratista, que no es ni debe ser reconocida como
propietaria del petróleo extraído, celebrar un convenio sobre los precios el cual va
a determinar la ganancia de la CVP y la participación misma del Fisco a través del
Impuesto sobre la Renta? ¿Qué habríamos ganado con la participación operativa
si a fin de cuentas quedamos en la misma situación que confronta hoy el Fisco con
las concesionarias, esto es, suscribiendo convenios para fijarle valores de referencia al petróleo en la imposibilidad –aceptada por el Gobierno– de determinar su
valor real, pero al fin y al cabo partiendo del criterio de que la concesionaria se
hace propietaria del petróleo una vez extraído este del yacimiento?
¿A qué se reduce el papel de la CVP, cuál es la naturaleza de su gestión intermediaria si se le niega la condición de propietaria del petróleo extraído de sus asignaciones y hasta el derecho de influir efectivamente en la fijación de los precios que
han de determinar su ganancia y la remuneración del contratista? Y si se acepta
como válida la explicación de la Exposición de Motivos que califica al petróleo
extraído como adquirido en propiedad, a precio de costo, por las compañías ¿qué
autoridad le resta a la CVP para contribuir a fijar los precios del petróleo de las
compañías? Podría, quizás, ser conveniente la venta cierta del petróleo de la CVP
a la contratista, pero según condiciones que entonces habría que precisar.
Participación operativa de la CVP
Se había afirmado en las Bases Mínimas, numeral 9.1, que “uno de los objetivos
fundamentales de los Contratos de Servicio es el logro de una amplia participación
operativa de la nación a través de la CVP”, la cual se aseguraría a través de organismos integrados con representantes de la CVP y de la contratista; pero, a la hora
en que ya se tienen como ciertas las negociaciones cuya autorización para celebrar
los convenios se solicita al Congreso, era de esperarse que el Ejecutivo presentase
a este las características de la participación operativa que se ha logrado asegurar
en el proceso cumplido con las compañías. En su lugar el Ejecutivo repite la misma
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aspiración expresada en las Bases Mínimas y, lo que es más grave, no tiene para
esta fecha definido con ninguna empresa en qué consiste dicha participación, ni
cómo se va a reglamentar su funcionamiento. Me consta la resistencia de las compañías y sé que, particularmente, las concesionarias que aparecen como seleccionadas para tal fecha, sostenían al respecto un criterio muy opuesto al de permitir
que la titular de los derechos de exploración y de explotación, la CVP, aprobase los
programas, las inversiones, los gastos de operación o cualquier otra cuestión que
pudiera afectar los precios o las mismas ratas de producción.
No debemos aceptar a estas alturas que se insista en considerar como una absurda
pretensión el ejercicio de la CVP de los derechos que se reconocen las empresas
entre ellas a través de los joint operating agreement, por ejemplo, y que ya se han
incorporado en contratos suscritos en países del Medio Oriente, donde inclusive han
logrado que la operación total del área vuelva a la empresa estatal a los cinco años
del descubrimiento de producción comercial. ¿No es acaso necesario definir por anticipado conceptos como los de costo de producción, o los que tienen que ver con el
mecanismo de fijación de los precios o con el control y auditoría de la administración
misma? Es cierto que existen una serie de circunstancias que no pueden ser abarcadas
en las Bases que se presenten al Congreso, pero ninguna de las mencionadas tiene
características de cuestiones de segunda importancia; por el contrario, por no estar
definidas con las presuntas contratistas podrían dar lugar a la alteración de los pronósticos que se tienen como válidos a la hora de solicitar del Congreso la autorización
para contratar. Otras de las condiciones involucradas en la participación operativa,
de ser consideradas como secundarias, como por ejemplo la aplicación efectiva del
Decreto Compre Venezolano, la formación entrenamiento y utilización de personal
nativo, el régimen de licitaciones o de cotizaciones para la adquisición de bienes
dentro y fuera del país, los principios contables que han de aplicarse, etcétera, darán
lugar a discrepancias de cuantía con las presuntas contratistas y es un error no haberse
procedido a aclarar tales conceptos antes de iniciar el Ejecutivo la nueva ronda que
se propone cumplir.
Obligaciones financieras de la contratista
En las Bases Mínimas, numeral 16, se requería de las contratistas el que procedieran a constituir una compañía anónima en Venezuela y al expresarse que las
inversiones y gastos estarían sujetas a su riesgo exclusivo se precisaba que, “en
caso de pérdidas esta, así como sus accionistas, se comprometen a no deducirlas
de otros ingresos gravables en el país”. En el proyecto del Ejecutivo, numeral 16,
se limita la exigencia a pedir que “deberá ser una compañía anónima constituida o
domiciliada en Venezuela”, extremo que llenan todas las actuales concesionarias,
y al referirse a la no deducción de las pérdidas elimina a los accionistas, dejando la
prohibición vigente sólo para las contratistas. Es evidente que las actuales concesionarias serían las accionistas de las compañías a constituirse y si se les permite,
con tal carácter, deducir las pérdidas de una explotación infortunada, el Estado va
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a absorber parte de dichas pérdidas por vía de deducción a los ingresos que ellas
obtengan en otras operaciones. El nuevo sistema de Contratos de Servicio debe,
en mi concepto, individualizarse, evitando su vinculación al antiguo de las concesiones, de manera que ni siquiera las ganancias convendría consolidarlas con los
resultados de otras actividades, pues el Estado debe obtener por su petróleo de hoy
lo que realmente este puede producir en las circunstancias vigentes.
Participación financiera de la CVP
Es engañoso contabilizar como ventaja el beneficio económico que se pretende
obtener a través del pago de unos bonos sujetos a niveles de producción muy por
encima de las expectativas técnicas. En cuanto a los llamados bonos de riesgo
–que dejan de serlo en la medida en que pueden deducirse de otros ingresos gravables– se ofrecen –¿y solicitan también?– por un monto que no resiste comparación
con los logrados en las concesiones de 1956-1957, ni con los pagados en países del
Medio Oriente en fechas más recientes. Esta participación financiera, sin embargo,
debe analizarse tomando en cuenta a los otros ingresos que pueda percibir el Estado en su conjunto –fisco más la CVP– y solamente la actualización de los valores
a recibirse podría darnos un término de comparación a oponerse al mismo examen
efectuado con base en los ingresos reales obtenidos en las aludidas concesiones,
examen que hasta la fecha, según tengo entendido, no se ha hecho. Posiblemente el
análisis final arroje ligeras, muy ligeras ventajas económicas, por lo que conviene
insistir en los otros aspectos –naturaleza del contrato, amplia participación operativa y en la dirección y control de la contratista– para destacar los progresos que debe
aportar el nuevo sistema como instrumento que debe significar un paso de progreso
hacia la explotación directa de nuestro petróleo.
Dos elementos de importancia parecen pasados por alto en el proyecto del Ejecutivo: uno es la participación adicional de la CVP según la productividad y otro es la
opción de la CVP para participar en el capital social de la contratista. La primera
que se había eliminado para el Bloque C, se incluye para el Bloque B cuando se
arribe a una cifra de producción irreal de 200.000 barriles diarios, y para el Bloque
E se fija una escala a partir de una utilidad neta por barril para una contratista cuyos
costos de producción y eficiencia operativa están por probarse, escala que se fija
ahora, unilateralmente, para los bloques C, A y D. Lo que podría interpretarse como
flexibilidad al aceptar respuestas diferentes a la aspiración de la Base Mínima que
perseguía –conforme a una resolución reciente de la OPEP– limitar las ganancias
excesivas en función del capital invertido, no muestra –por sus términos prácticamente no viables– sino una falta de interés en sostener el dicho criterio selectivo.
Igual trato se le ha dado a la Base Mínima que demandaba la opción para la participación en el capital social de la contratista. Apenas la mencionaba el Ejecutivo
en el Bloque B con una limitación de 5%, no obstante que ya viene siendo incorporada a diversos convenios suscritos en otros países y la cual en nuestro caso debe
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significar la representación en la Junta Directiva de la contratista. El Ejecutivo no
parece atribuirle la debida importancia y se reduce a incorporarla en el texto de las
Bases correspondientes a la compañía que la acepta en tan pequeño grado y en los
otros Bloques ni siquiera señala el monto de su aspiración. ¿Será que cree que las
compañías que anteriormente la negaron, hoy van a ofrecer más de 5% que parece
satisfacer al Ejecutivo en el mejor Bloque?
No pretendo argüir que cualquier diferencia con las Bases Mínimas sea razón válida para desechar toda innovación, por cuanto que fue propósito enunciado en el
momento de su publicación el de someterlas a la confrontación con las ofertas de
las compañías, con vistas a probar su viabilidad y a mejorar aspectos que aconsejaran la experiencia de la negociación misma, los avances que se pudieran realizar
en otras partes y hasta algún cambio favorable de la situación internacional. Pero es
el caso, señor Presidente, que las modificaciones que he enumerado me bastan para
denunciar el deterioro de una posición orientada, dentro del cuadro de objetivos
de la política petrolera nacional, hacia la elaboración de una fórmula de entendimiento, hábil para corregir los defectos del sistema de concesiones y la cual, bajo
el disfraz de una distinta denominación, no sirviese para encubrir el mismo tipo de
relaciones contra el cual se ha pronunciado la nación en forma casi unánime.
El Ejecutivo no ha presentado un proyecto de Bases de Contratación, sino un esquema para continuar negociando con las compañías y cuya aplicación demandará una
posterior intervención del Congreso; pero sí es atributo de las Cámaras el establecer
condiciones que en algunos casos pueden devenir, en la forma indirecta de fijar
cláusulas inaceptables, en un rechazo de las Bases de Contratación que el Ejecutivo
le llegue a proponer, la obligación de este consiste en presentar Bases ciertas, que de
ser aprobadas por las Cámaras puedan dar lugar a la celebración de los contratos.
Con fundamento en la anterior exposición afirmo que el proceso de negociaciones
a nivel de la CVP aún no ha concluido y me temo que la ingerencia gubernamental no ha contribuido –no por falta de buena voluntad– a la mejor terminación de
las tareas que ahora se le transfieren a las Cámaras en una solución políticamente
cómoda, pero inaceptable dentro del criterio de división del trabajo que rige en la
Administración Pública.
Su gobierno no tiene por qué sentirse empujado hacia una mágica demostración
de eficiencia como sería la de ofrecer una apresurada solución de tan complejo problema, a los pocos meses de haber asumido el mando. Tal conducta sería reprochable,
culposa, aunque no tanto como la de anunciar el ensayo, a este nivel de su experiencia, de modalidades algo más peligrosas de ser aceptadas por vía de innovación a
ultranza en relación con el pasado régimen, como aquella sociedad 50-50 que nos
propuso en 1964 una de las más grandes concesionarias para desarrollar un área doce
veces mayor que la hoy prevista, por un término de 59 años –19 años más que el de
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las concesiones– y sujeta a condiciones que, si hoy se publicasen, podrían dar nuevo
aliento a los movimientos insurreccionales. Nadie puede ignorar que el vencimiento
de las concesiones se acerca, y a medida que se pruebe irrealizable cualquier otro
sistema de cooperación, por la tozudez de nuestros huéspedes, no existe otra manera
cónsona con las aspiraciones del país que la de fortalecer el papel de la empresa estatal dotándola de mayores recursos para la gestión directa y de mayores atribuciones
en las fórmulas de operación conjunta que las que parecen derivarse del Proyecto de
Bases de Contratación del Ejecutivo y –me atrevería a decir– de la forma mediatizada
como se han conducido sus operaciones últimamente.
Una materia que compromete nuestras posibilidades de desarrollo independiente conviene decidirla con mejores elementos de juicio que la aprobación que en
las Cámaras pueda otorgarle una mayoría circunstancial. Particularmente, en las
delicadas cuestiones petroleras, no bastan convivencias parlamentarias como la
que confabuló el partido del presidente Belaúnde con el de la oposición aprista
para darle estabilidad legal al convenio con la Internacional Petroleum Company.
¿Cuál estabilidad?
Información al Congreso Nacional de los cambios
introducidos por el Ejecutivo4
Presidente de la Subcomisión
Diputado francisco faraco
Se declara abierta la sesión de la Subcomisión Bicameral de Minas e Hidrocarburos del Congreso Nacional. El objeto de la reunión es oír las opiniones del doctor
Rubén Sader Pérez, en relación con los Contratos de Servicio. De acuerdo pues
con la metodología determinada para este tipo de consultas, el doctor Rubén Sader Pérez hará la exposición que crea conveniente en relación con los Contratos
de Servicio y luego los ciudadanos Diputados y Senadores podrán pedir algunas
aclaratorias en relación con el criterio o los criterios que exponga el ciudadano
invitado hoy que es el doctor Rubén Sader Pérez, ex presidente del Directorio de
la Corporación Venezolana del Petróleo. Tiene la palabra el doctor Sader Pérez.
Doctor Rubén Sader Pérez
Ciudadano Presidente y demás miembros de la Subcomisión Bicameral de Minas
e Hidrocarburos del Congreso Nacional: tengo mucho gusto en atender esta invitación que me ha sido formulada por ustedes, por cuanto me da oportunidad para
expresar mi opinión sobre una materia que ha venido siendo objeto de mi estudio
desde hace ya varios años. Recuerdo que en el año 1962, cuando formaba parte del
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Sesión en la Subcomisión Bicameral de Minas e Hidrocarburos del Congreso Nacional
(12/12/1969).
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Consejo Directivo de la Corporación Venezolana del Petróleo, se me confió la responsabilidad de dirigir la Comisión de Negociaciones que debía atender las proposiciones que varias empresas petroleras le estaban haciendo a la CVP con el objeto
de solicitar nuevas áreas para su desarrollo. Posteriormente, con el carácter de
Director General de la CVP, cargo que asumí el 22 de marzo de 1963, fue bastante
directa mi participación en esta materia y así continué colaborando hasta el año de
1964, en que se constituyó entre la CVP y el Ministerio de Minas e Hidrocarburos
el grupo mixto para elaborar las bases y normas de los Contratos de Servicio, bases
y normas recogidas en un informe que se presentó con fecha 2 de julio de 1964.
Después, en forma sucesiva, se fueron elaborando informes que en su forma ya
final se llevaron ante el Consejo de Energía, cuya opinión fue incorporada al texto
preparado por los técnicos y directivos del Ministerio de Minas e Hidrocarburos
y de la Corporación Venezolana del Petróleo. Ese texto se envió al Congreso por
el Ejecutivo con el criterio que entonces se tenía de lograr una autorización para
contratar con las empresas, partiendo de una aprobación de aquellas Bases que con
carácter muy general se le representaban. Recuerdo que entonces tuve el gusto de
venir aquí, a este recinto, y me complace encontrar, aún después de la renovación
operada en las pasadas elecciones, a activos miembros del Congreso que venían
conociendo esta materia, ya que en esta forma ellos tienen mayores facilidades
para discutir sobre el asunto que atrae el interés nacional en la presente circunstancia. En definitiva se reformó la Ley de Hidrocarburos introduciéndose unas
bases que se consideraron como inmodificables en el texto de la ley y se confió al
Ejecutivo la capacidad de contratar en la forma prevista en el artículo 3 de dicha
ley. Esta fórmula requiere una posterior intervención del Congreso, en virtud de
la cual pueda este autorizar al Ejecutivo a contratar a través de la empresa estatal
correspondiente, a cuyo efecto estudiará los elementos que se le suministren a
las Cámaras para su conocimiento. Hemos visto así cómo el Ejecutivo Nacional,
dando ya por terminado el proceso de negociación con las compañías petroleras,
ha suministrado un texto de Bases de Contratación que está pendiente de su aprobación por las Cámaras. Puedo entonces, tomando en cuenta la experiencia que
me ha tocado vivir como servidor del Estado y hoy en mi carácter de servidor
público, venir ante ustedes para expresarles mi opinión que necesariamente tiene
que tener un carácter comparativo, en función del criterio que venía sosteniendo
anteriormente sobre la materia y el que se encuentra condensado en las Bases que
han sido enviadas por el Ejecutivo.
Contradicciones y diferencias peligrosas
Cuando se aprobó elaborar las bases y normas de los Contratos de Servicio, se partió de
un criterio político, que fue el de que el Estado no quería hacer uso del sistema de concesiones previsto también –y previsto todavía– en la Ley de Hidrocarburos. Se creía que
se podía lograr un nuevo sistema que permitiera la colaboración de las empresas con el
Estado, pero con la condición de que se pudiera obtener una mayor participación económica en los beneficios de la industria petrolera, y al mismo tiempo una participación
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operativa del Estado. Estos dos objetivos se mantienen constantes en todos los estudios
que se han venido haciendo desde hace varios años en torno a esta materia. Se creía que
ya era tiempo de que se lograra una mayor participación económica y que eso era lo
justo y equitativo para el país; y se creía que ya era tiempo de que se lograra la participación operativa. Esto, podríamos decir, fue la filosofía que orientó la decisión política
que luego se vino a estructurar en las Bases que hemos venido estudiando. Ahora bien,
cuando en estos momentos se someten esas Bases de Contratación ante las Cámaras,
en la Exposición de Motivos que presenta el ciudadano Ministro de Minas e Hidrocarburos, se hace la referencia de que “dentro del régimen de concesiones las perspectivas
de nuestro avance están bloqueadas, ya que una mayor participación fiscal no parece
práctica ni recomendable y no hay manera de lograr ninguna participación operativa”.
Esta versión del Ministro está corroborada en una exposición que posteriormente hizo
ante el Congreso de Trabajadores Petroleros, donde en el curso de su discurso dijo
textualmente: “Ya se ha llegado a un punto en que no es posible avanzar más en una
participación económica”. Existe aquí una primera diferencia que observo, en cuanto a
la justificación del cambio de sistema, entre lo que anteriormente se consideraba y en lo
que ahora se está planteando como un punto político. Sin embargo, nos toca a nosotros
analizar el texto de las Bases de Contratación para ver si realmente se ha logrado una
mejora económica y se ha logrado una participación operativa independientemente del
criterio que pueda haber expresado el ciudadano Ministro de Minas.
Cambios en la naturaleza del contrato
Encuentro que lo que podría llamarse la naturaleza el Contrato ha sido cambiada
en el actual texto sometido a las Cámaras. En efecto, el texto de las Bases Mínimas
se refería en principio a la producción y extracción del petróleo y en el texto que
presenta el Ejecutivo se refiere al desarrollo y a la producción de los hidrocarburos, lo que es más amplio todavía y aparece la compañía contratista actuando
en nombre y representación de la CVP. Esto me parece a mí que constituye un
hecho que debe analizarse con bastante cuidado. En las Bases Mínimas nosotros
consideramos que la contratista “se obliga a explorar suficientemente a su exclusivo riesgo el área contratada y a extraer el petróleo recuperable entregándolo a la
CVP” y que ella, la contratista, iba a recibir por sus servicios una remuneración
que estaba determinada en el numeral 4 de las Bases. Se le entregaba así una
cantidad de petróleo para su venta en el exterior, y en las otras disposiciones que
contienen las Bases se precisa la intervención de la CVP en la fijación de los precios, en la discusión de los mercados y en otros aspectos que tienen que ver con la
negociación del petróleo que continúa siendo de la CVP. En las Bases sometidas
a la consideración del Congreso no se determina la remuneración del contratista y
se dice en la Exposición de Motivos que cuando se produce el petróleo, la CVP se
lo entrega a la compañía, quien se hace propietaria al costo del petróleo.
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Este concepto se vino discutiendo en oportunidades anteriores a la fijación de las
Bases que son las que tienen que orientar la conducta del Ejecutivo, de la CVP y
la conducta del Congreso Nacional en esta materia. Sobre el particular no existen
dudas en cuanto a la propiedad del petróleo por parte de la CVP y puedo añadir que,
en las conferencias en que me tocó explicar estas Bases, dejé expuesto en forma bien
clara dicha posición. Así, en la página 133 del libro La empresa estatal y los Contratos de Servicio está la exposición que hice frente a las Fuerzas Armadas en el Círculo
Militar; allí se dice: “Y 90% restante o la cantidad a que se llegue con las empresas,
ellas lo tomarán a su cargo para su venta en el mercado externo, porque el mercado
interno está reservado para la CVP”. En la Sociedad de Ingenieros de Petróleo, en la
conferencia que dicté el 27 de marzo de 1968, expuse: “Y entregará hasta 90% para
que las compañías lo vendan en los mercados del exterior”. De esta manera la CVP
conserva la propiedad del petróleo y la empresa contratista, con los servicios que
presta de exploración y explotación, presta el servicio de colocarlo en los mercados.
Por ello posteriormente es que se determina cuál es la remuneración que va a recibir
la empresa contratista y se determina a base de una rendición de cuentas finales en la
cual la CVP ha tenido que ver, con mucho interés, cuál es el monto de los precios así
como las demás condiciones en que este petróleo ha salido al mercado externo. Hay
además una Base Mínima que establece una participación del Impuesto sobre la Renta, lo que quiere decir que la CVP no pierde en ningún momento el interés en el precio
al cual se va a realizar este petróleo, porque es el que va a determinar finalmente cuál
es el beneficio de la CVP y cuál es el beneficio de la compañía petrolera. Este criterio
ha sido cambiado en las Bases de Contratación, pues aparece claramente en ellas que
la empresa petrolera extranjera se hace “dueña del petróleo al costo”.
¿Cuál es entonces –podríamos preguntar– la capacidad de la CVP, para intervenir,
participar en la fijación de los precios que las compañías van a obtener en el exterior por un petróleo –que ya es de ellas– porque lo han obtenido a precio de costo?
Más todavía, en las nuevas Bases se le añade a la compañía contratista la capacidad de discutir con el fisco nacional los precios de referencia del petróleo, acto que
confirma su condición de propietaria, pero algo que al mismo tiempo disminuye
el papel activo que se piensa que la CVP tiene que jugar en todo este proyecto.
Expresamente en las nuevas Bases la compañía contratista aparece sustituyendo
a la CVP en el territorio nacional, y en el exterior, donde a nosotros nos interesa
ir adquiriendo esa experiencia y penetrando en los mercados internacionales en
forma directa, aparece la compañía contratista extranjera actuando en su propio
nombre. Esta situación debe ser objeto de consideración y bien valdría la pena que
en esta oportunidad se examinaran de nuevo las razones que pueden haber llevado
al Ejecutivo Nacional, en las actuales circunstancias, a introducir tales modificaciones. Creo que un buen diálogo, un buen análisis de esta materia, podría llegar a
aclarar mejor cuál es el verdadero interés nacional.
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Alcances precisos de la participación operativa del Estado
El otro aspecto que considero que ha sido, no digamos deteriorado, pero que ha
sido pasado por alto en lo que tiene que formar parte de una Base de Contratación
real, es el de la participación operativa. Cuando en las Bases Mínimas nosotros
establecimos que se deseaba una amplia participación operativa, estábamos conscientes de que tenía que discutirse con las empresas punto por punto las características y alcances de esta participación operativa. No solamente los mecanismos
a través de los cuales se podría lograr, sino el alcance de la participación en lo que
tiene que ver con la fijación de la rata de reproducción, con los programas, con los
presupuestos, con las inversiones que deben hacerse y con una serie de aspectos
que aunque aparentemente podrían pasarse a un segundo plano, van a influir en los
resultados económicos del contrato, como son, pongamos por caso, la definición
de los costos de producción y de algunos otros conceptos de tipo contable, los gastos generales, por ejemplo, los procedimientos que deben tomarse en cuenta para
la adquisición de bienes tanto en Venezuela como en el exterior, la aplicación del
Decreto Compre Venezolano, la venezolanización del personal, etcétera. Es decir,
que la intervención del Estado tiene que definirse en forma tangible como resultado de un entendimiento con la empresa que está haciendo la oferta, pues esta es la
única manera que permite apreciar desde afuera, si ha habido una participación, es
decir, qué se ha logrado. Pero si en lugar de tal definición se trae al Congreso un
texto como el de las Bases de Contratación que solamente refleja la aspiración del
Ejecutivo, yo diría que el Congreso no tiene realmente en esta etapa materia sobre
la cual esté en capacidad de pronunciarse, porque ni siquiera se sabe si las compañías están dispuestas a aceptar los términos que el Ejecutivo les va a proponer y
los cuales, necesariamente no son estos genéricos que están aquí. Es conveniente
precisar inclusive que no todas las compañías coinciden en la interpretación de
los mismos conceptos en relación con los aspectos económicos y contables, y que
esto es algo que influye en el resultado final de una negociación. De manera que si
el Ejecutivo presenta en estos momentos unos resultados, pero esos resultados no
son producto de un entendimiento con las empresas, cuando se llegasen a discutir
tales conceptos va a suceder que posiblemente, dichos resultados se verán modificados, porque ¿quién nos dice a nosotros que las compañías van a aceptar en
todos y cada uno de los casos las pretensiones del Ejecutivo? En esta situación nos
encontraríamos si aquí se dan por aprobadas unas Bases de Contratación, tomando
en cuenta unos resultados económicos que luego en la práctica pueden no probarse
correctos. En este aspecto de la participación operativa nos estamos encontrando,
entonces, con un defecto básico del texto que nos ha sido traído y sobre el cual voy
a insistir más adelante.
El proyecto elimina conquistas consagradas en las Bases Mínimas
Encuentro –para seguir adelante– que la Base que se refiere a la necesidad de
constituir una compañía nacional ha sido modificada. Voy a leerles el texto para
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que ustedes aprecien a simple vista el alcance de la modificación en las Bases Mínimas. Se decía: “Para suscribir los Contratos de Servicio Directo, las empresas
procederán a constituir una compañía anónima en Venezuela y para responder al
cumplimiento de las obligaciones contractuales prestarán las garantías que se consideren suficientes a juicio de la CVP”. Decía la Base 15-1: “Es condición expresa
que tales inversiones y gastos estarán sujetos al riesgo exclusivo de la contratista
y que en caso de pérdida, esta, así como sus accionistas, se comprometen a no
deducirlas de otros ingresos gravables en el país”.
En las Bases de Contratación se dice, no que procederán a constituir una compañía
anónima en Venezuela, sino que: “La contratista debería ser una compañía anónima constituida o domiciliada en Venezuela”. Lo que quiere decir que cualquiera
de las compañías que estén en Venezuela, por el hecho de estar domiciliadas en
el país, sin necesidad de constituir una compañía nueva, podrían contratar directamente con la CVP. Ahora, si es una compañía constituida –no de las que ya esté
constituida en el país sino que pueda constituirse– entonces nos encontramos con
que la nueva Base dice: “Es condición expresa que tales inversiones, pagos y gastos, quedarían sujetos al riesgo exclusivo de la contratista y que esta convendrá
en que si resultaren pérdidas en sus operaciones, no podrá deducirlas en ningún
momento de otros ingresos gravables en el país”. Nosotros en las Bases Mínimas
–y digo nosotros, porque todavía no me he podido liberar de esta costumbre de
hablar un poco en carácter de funcionario de la CVP– las Bases que todavía son
las que el Estado venezolano tiene como aprobadas, las legítimas Bases Mínimas
dicen: “tales inversiones y gastos estarán sujetos al riesgo exclusivo de la contratista y que en caso de pérdidas, esta, como sus accionistas, se comprometen a no
deducirlas”. Esta frase, “así como sus accionistas”, fue eliminada también de las
nuevas Bases de Contratación. Esto es para nosotros un punto que se viene sosteniendo desde los primeros momentos, desde más allá de 1966, desde más allá
de 1964. En todos los textos puede leerse que si las compañías quieren trabajar
nuevas áreas en el país, no deben en ninguna forma consolidar los resultados de
sus operaciones en las nuevas áreas con los resultados de las operaciones que tengan en el país con el carácter de concesionarias para evitar que las pérdidas que
puedan obtener por razón de sus operaciones en los Contratos de Servicio no vaya
a soportarlas posteriormente el Estado, como sería el caso de que una compañía
directamente o sus accionistas –que indiscutiblemente serían las compañías petroleras concesionarias que procedieran a constituir la nueva compañía– podrían
entonces hacerlo disminuyendo los ingresos gravables a los efectos de la aplicación del Impuesto sobre la Renta.
El Estado debe tener mayor participación en el capital social
Otra modificación que tendría que introducirse dentro de las Bases de Contratación,
para corregir el texto que ha sido sometido por el Ejecutivo Nacional, es la que
atañe a la participación en el capital social. Esta es una reforma de tipo estructural.
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No interesa exclusivamente a Venezuela tener una mayor participación económica
sino que interesa al mismo tiempo cambiar la estructura misma de la explotación
del petróleo, pues cuando se afirma que el sistema de concesiones no es el correcto,
no es solamente porque los resultados económicos que se obtienen no sean satisfactorios en un momento dado, ya que después de todo, existen los mecanismos
para lograr una mayor participación económica dentro del sistema de concesiones
y el cual es precisamente, el mecanismo que ustedes manipulan y manejan, y es de
la responsabilidad de ustedes, es decir, la ley. Pero en este aspecto de las Bases se
busca que la empresa estatal sea también responsable del patrimonio económico
de la compañía que participa en las operaciones de las áreas asignadas a la CVP.
No se trata de intervenir estando del lado de afuera, sino de formar parte ya del
cuerpo mismo de la compañía. Es esta una aspiración que se ha logrado en otras
áreas con un desarrollo político institucional muy inferior al de Venezuela; es algo
que la industria petrolera ha aceptado y que si Venezuela es o se piensa que es, o se
dice que es, la pionera en esta materia, no tiene por qué admitir un retroceso como
sería el que implicaría el establecer que solamente la participación en el capital
social podría llegar hasta apenas 5% del total. Esta cifra es irrisoria.
Hay además un hecho que vale la pena también mencionar. No se trata solamente
de que la cifra es irrisoria, sino de que las compañías todas no aceptaron que se introdujera esta participación de la CVP en el capital social, pero cuando una empresa
la acepta señalando 5%, el Ejecutivo la recibe complacido y dice: “La participación
será 5%”. Pero en las otras áreas que se le otorgarían a empresas que han hecho
sus ofertas sin haber incluido ninguna participación en el capital social, entonces el
Ejecutivo –vamos a decir– a nivel de ministro y posiblemente como resultado de las
conversaciones que el mismo ministro ha tenido con dirigentes políticos y otros representantes de sectores, resuelve unilateralmente introducir como una aspiración
la participación en el capital de la contratista. ¿Qué significa esto? Primero, que no
hay ninguna seguridad en cuanto a que estas empresas acepten esta participación
que ellas no incluyen en su oferta a la CVP. Significa, luego, que si el gobierno o el
Ejecutivo ha aceptado 5% en el área con perspectivas más favorables, difícilmente
podrá mejorar en el texto que presenta el Ejecutivo que señala un límite en esta participación; lo que en definitiva significa que este aspecto tan importante está todavía
en el aire cuando dice la Base de Contratación Nº 18-4:
Una vez determinada la producción comercial y dentro de los 60 días siguientes a la selección
por parte de la contratista del primer lote, la CVP podrá ejercer el derecho de adquirir acciones
del capital social de la contratista, mediante el pago a los otros accionistas del valor nominal
correspondiente a las acciones adquiridas según el convenio respectivo.
Es decir, no hay, pues, una Base de Contratación cierta sobre esta materia que es
tan importante desde el punto de vista estructural. Podríamos afirmar que el Congreso no tiene materia sobre la cual pronunciarse. No puede decir: “esta participación es satisfactoria o no es satisfactoria”. También el Congreso podría actuar en
una forma que yo diría arbitraria –pero en el sentido más amplio de la palabra– que
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sería estableciendo un límite de esa participación; pero ya sabemos que esta tiene
que ser objeto de negociaciones, por cuanto sería una modificación unilateral de
un convenio, la cual para poderse incluir en cualquier convenio, tiene que contar
con la aceptación de ambas partes.
La participación adicional sería un mito
En la participación adicional, las fórmulas que se han traído a la consideración del
Congreso no parecen viables. Ustedes saben que en esta materia se está procediendo
luego de estudios técnicos bastante laboriosos emprendidos por el Estado y también
por las diferentes compañías. Hay estimaciones en relación con las reservas y con la
rata de reproducción óptima que pueda lograrse y, como no es ningún secreto, no he
tenido inconveniente en manifestar que señalar 200.000 barriles diarios de producción
en un bloque, en las actuales circunstancias y con las estimaciones que se tienen, es
un absurdo, además de ser un absurdo, es una falta de seriedad que se incluya tal
cifra en un texto que se trae al Congreso para que la autorice. Cuando una Compañía
propone una participación adicional para el Estado a partir de la producción de los
200.000 barriles diarios, eso quiere decir que esa compañía no está ofreciendo ninguna participación adicional.
Nosotros establecemos una fórmula que está en las Bases Mínimas, fórmula que
algunas de las empresas utilizaron, y en la cual se determinaba una participación en
función del margen de utilidad técnica. A medida que existiera un mayor beneficio,
en esa misma medida aumentaba la captación de la empresa estatal. Esto tendía a
favorecer al Estado en circunstancias excepcionales, como serían aquellas de una
gran productividad, debido a un yacimiento muy prolífico, ya que, en estas condiciones se piensa que habiendo la empresa tomado inclusive una ganancia después
del Impuesto sobre la Renta, viene entonces la aplicación de dicha fórmula. Se
trabajó también a base de la rentabilidad, es decir, estableciendo una relación entre
la inversión de la compañía y sus beneficios; claro, no con ese criterio que figura
en los textos de propaganda de las compañías petroleras, cuando dicen que lo que
sucede es que el gobierno cree que es pecado ganar dinero. No, no con ese criterio,
porque el Estado venezolano ha creado una empresa para ganar dinero y no para
perder; en realidad, para ganar más dinero a través de la participación de la empresa
estatal que el dinero que podría ganar con la exclusiva participación de las compañías petroleras extranjeras.
Esto en el fondo, es una gran razón –y voy a utilizar la palabra– una gran razón
moral que respalda el cambio de sistema. De manera que la rentabilidad se analizaba con el criterio de que, a partir de una determinada relación que se consideraba
normal para la industria, el Estado empezaba a captar más que la industria, pero
siempre dándole oportunidades a las compañías para que ellas captaran parte de
ese beneficio adicional que se podría obtener. Fue siempre una pretensión fundamentada en los resultados de la explotación y no es la misma Base que puede servir a una reforma legal que posiblemente no contempla los resultados económicos,
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sino que, por anticipado, establece un determinado impuesto. En este caso no; en
este caso se subordina al resultado económico de la operación. Después de que se
vende, se pagan los costos de producción, se pagan los impuestos de hidrocarburos, se pagan impuestos sobre la renta, se pagan los beneficios adicionales que se
señalan para la CVP, y entonces, si queda un margen de beneficios, este margen
de beneficios es tratado a través de la fórmula que viene incluida en las Bases
Mínimas. Cuando algunas de las empresas usaron la relación propuesta (y = a X2
+ b X + c) a nosotros nos costó mucho trabajo averiguar cuál era la participación
adicional que se nos estaba ofreciendo. Después de muchos análisis llegamos a la
conclusión de que no se nos estaba ofreciendo una participación adicional, porque
las cuentas no resultaban, porque para que pudiera operar la fórmula se necesitaban costos extremadamente bajos que no los tenía la industria en el país y que
no se piensa que la industria pueda lograrlos en el curso de los próximos años, o
precios muy altos, que tampoco tiene el petróleo, ni se piensa, lamentablemente,
que puedan lograrse en los próximos años.
En esa oportunidad yo llamé a cada uno de los presidentes de las compañías petroleras
que habían presentado la misma fórmula y les pedí que trajeran a sus técnicos porque
a nosotros esa cuenta no nos estaba saliendo. Yo llegué a pensar, en el primer momento, que era cuestión de que nuestros técnicos no estaban manejando bien el análisis
de la proposición, pero en las reuniones conjuntas apareció también que allí no había
ninguna oferta real de participación adicional. Descubierto entonces este concepto, es
decir, el de que las compañías no estaban ofreciendo ninguna participación adicional,
les dijimos que este era un punto básico que tenía que ir incluido dentro de los convenios, y las compañías empezaron a introducir modificaciones dentro de las fórmulas
que habían presentado y se efectuaron algunos correctivos. Por supuesto que ahora
me sorprende a mí que se haya aceptado una cosa todavía mucho más simple, que ni
siquiera tiene el sortilegio este de la complejidad matemática, sino una cosa tan simple como la de obtener una participación adicional cuando se produzcan 200.000 barriles diarios. Aún más, otras compañías se negaron rotundamente a ofrecer cualquier
tipo de participación adicional. Por ello me parece que tal participación está incluida
aquí arbitrariamente, y digo arbitrariamente porque en una negociación cuando una
sola de las partes fija los términos de ella y la otra no está obligada a aceptarlos, su
inclusión es arbitraria, pues no quiere decir que vayan luego a ser aceptados.
Se establece al mismo tiempo otra fórmula de participación que es la que se basa en
una utilidad unitaria, es decir, por barril producido, a partir de 20 céntimos de dólar por
barril. Esta fue una fórmula presentada por una sola compañía que no había operado
en el país, y cuya eficiencia como operadora no era conocida por nosotros, porque aquí
hay compañías muy buenas operadoras, pero hay otras que son muy malas y quien está
metido en el negocio lo sabe. Hay unas que tienen costos altos de producción, otras
tienen costos bajos de producción, unas tienen altas rentabilidades, otras tienen bajas
rentabilidades y por eso cuando discutimos los asuntos de la industria es necesario
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particularizar. Esto es, precisamente, lo que se requiere en esta etapa en que se viene al
Congreso a solicitar una autorización para contratar. Se debe venir con casos concretos
como lo exige la ley para dar al Ejecutivo –en este caso a la empresa estatal– una autorización para contratar y la empresa estatal, después de haber cumplido el proceso
de negociaciones previsto en la ley y en sus reglamentos, es cuando puede acudir a
las Cámaras y decir: “Tengo esta negociación lista; esto es algo concreto. Me parecen satisfactorios los términos a que yo he llegado. Autorícenme a contratar”. Pero
no es evidentemente, lo que se ha hecho y se ha generalizado la aceptación de una
fórmula, que como es conocida por parte de toda la gente de la industria petrolera,
proviene de esta compañía extranjera que no ha operado en el país. Digo que se le
ha aceptado esta fórmula, porque aparentemente es una de las empresas que ha sido
seleccionada hasta este momento; y esa fórmula que presenta dicha empresa se traslada a las otras Bases de Contratación, es decir, que se impone a otras empresas que
no la han ofrecido. Nos encontramos entonces con que el Ejecutivo, en este caso
tiene dos maneras de medir la participación o de establecer la participación adicional
conforme a la productividad: una, la de los 200.000 barriles diarios de producción, y
otra, la participación a partir de 20 céntimos de dólar por barril producido. Yo considero, pues, que en esta materia es conveniente y lo más deseable para el país, lograr
una fórmula de participación real, pero también presentando términos concretos que
permitan al Congreso pronunciarse sobre la materia.
La participación financiera. Una incógnita
En la participación financiera ya hemos visto –como ustedes conocen el texto– que
se va a sostener el criterio de que todos los impuestos de la Ley de Hidrocarburos y
de las otras leyes, deben ser percibidos por el Estado, además de las otras ventajas
que se señalan, como por ejemplo, el bono que llaman de riesgo, el bono de producción, 10% del petróleo al costo, el factor de agotamiento y esta participación
adicional de la que hablábamos, aparte de las ventajas que podrían estar envueltas
en la exploración que se ha efectuado sobre un área mayor que se reduce luego
hasta 20%. Pero ahora, cuando se ha llegado al momento de solicitar la autorización para contratar, se tienen que traer aquí, al Congreso, no solamente los casos
concretos, sino la explicación suficiente como para que ustedes puedan determinar
cuál es la verdadera participación financiera del Estado. Deben entonces prepararse cuadros comparativos con elementos reales.
¿Cuáles son los elementos reales? Son los que permiten, si estamos tratando de
lograr que las ventajas que se obtengan hagan que el mismo sistema sea superior
al de las concesiones, demostrar que la fórmula de la participación financiera se
prueba superior a la aplicación sobre las mismas áreas del sistema de las concesiones. Podríamos, inclusive valiéndonos de un factor histórico, analizar las concesiones otorgadas en los años 1956 y 1957, porque se dispone de estas cifras, para
ver cuál ha sido la exacta participación que ha tenido el Estado a través del sistema
de concesiones aplicado en esa fecha, y compararla con lo que se espera para este
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momento, con vista a los términos de contratación que presenta el Ejecutivo. Es la
manera como nosotros podríamos trabajar con factores reales de comparación, y
al mismo tiempo que trayendo los casos de otros Contratos de Servicio aprobados
en otras áreas del mundo. La única manera –diría yo– de poder formular un criterio
en torno a lo que nosotros estamos percibiendo en los actuales momentos y a lo que
podemos percibir de acuerdo con la estimación oficial, para decir si luego es o
no es satisfactorio el resultado. De esto estaríamos juzgando un porcentaje, que es
un término de relación bastante engañoso, cuando estamos en capacidad de hacer
análisis partiendo de términos absolutos. También la falta de unas Bases concretas
nos impide calificar a estos elementos como reales, porque bien sabemos –como lo
hemos dicho– que faltan por precisarse conceptos que van a influir en los resultados
económicos del contrato y que todavía no han sido aceptados por las compañías, y
otros que no han sido definidos entre la empresa estatal y las compañías.
Curiosa modificación para cálculo del impuesto de explotación
Hay un punto que yo quisiera tocar, porque me parece que es bastante curiosa la
modificación que se ha introducido en las Bases de Contratación. Nosotros decimos en las Bases Mínimas –y cuando digo nosotros, quiero que se entienda nosotros, los venezolanos que hemos aprobado unas Bases Mínimas que son las legítimas: “Nº 17. El impuesto de explotación será calculado tomando como base los
precios de referencia para regalía de los convenios vigentes sobre hidrocarburos
similares”. Este ha sido uno de los puntos que las compañías han tratado de modificar en todo tiempo y circunstancia. Es decir, el que la regalía que percibimos se
nos está pagando con base en el precio del petróleo en el Estado de Texas, en los
Estados Unidos, significa que esos barriles se nos pagan a una suma de alrededor
de US$ 2,62 por barril, mientras para los efectos del Impuesto sobre la Renta el
precio promedio del barril es de alrededor de US$ 1,85 o algo por allí. La diferencia se obtiene por la aplicación de un convenio que se tiene entre el Ministerio de
Hacienda y las compañías petroleras.
En varias oportunidades, y en esto no estoy tratando de hacer ninguna exclusión en
función de la responsabilidad que le pudiera corresponder a cualquier gobierno o a
cualquier tendencia ideológica que haya ejercido la responsabilidad de gobierno,
dije –inclusive en una publicación– que en el año de 1959 desde el Ministerio de
Hacienda se trató de modificar esta manera de calcular el impuesto de explotación,
para rebajarlo, porque se pensaba que así se iba a hacer justicia a las compañías a las
cuales se les había aumentado los impuestos que el doctor Sanabria, antes de dejar
la Presidencia, fijó por decreto en diciembre de 1958. Y ha sido una labor sostenida
a través de conversaciones, de recomendaciones técnicas, de consultas, la de las
compañías tratando de tocar estos convenios. Consideramos que es una protección
del ingreso petrolero nacional, porque establece como un piso para el precio del
petróleo que varía en el mercado internacional; por lo menos para una sexta parte
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del petróleo que se produce, este convenio nos protege contra la fluctuación de los
mercados. Por eso consideramos conveniente incorporar en las Bases Mínimas a
los convenios vigentes ahora. En las Bases de Contratación que trae el Ejecutivo
dice (17): “En el caso de que el Ejecutivo Nacional opte por recibirlo en efectivo,
dicho impuesto será calculado tomando como base los precios de referencia para
regalía de los convenios vigentes entonces para hidrocarburos similares”. Este es
un aspecto que vale la pena de razonar y considerar, sin el prurito de estar diciendo
que lo que hicimos antes era lo correcto y lo que ahora se introduce no es lo correcto. Pero hay una modificación que debe dar origen a análisis, a estudios, antes
de que se precise la posición final.
Áreas ociosas y áreas adicionales
En las Bases Mínimas establecíamos, en su parte inicial, la necesidad de que las
compañías presentaran cierto tipo de informaciones, no como un requisito de tipo
puramente formal, porque en esas informaciones iban involucrados elementos que
podrían llegar a constituir la justificación para que, en un momento dado, se acordara
o no la autorización para contratar con una determinada empresa. Los Contratos de
Servicio han establecido, en efecto, una fórmula que permite al Congreso y en este
caso a la nación, a través de su máximo organismo de representación que es el Congreso, apreciar las circunstancias que pueden aconsejar en un momento dado la explotación de un área. Es decir, se ha hecho algo bastante flexible; unos principios
mínimos que han sido incluidos en la ley y que no se pueden modificar, y otros
que pueden establecerse por vía de Bases Mínimas; esto es, las otras bases que
considere la empresa estatal en el momento, con vista al mercado internacional,
con vista a la situación venezolana, con vista a las características de las áreas, con
vista a la economía del país, etcétera, y los traiga entonces al Congreso para que en
dicho momento el Congreso pueda decir: “Sí, en este momento, soy partidario de
que se contrate en esa forma”. Una de las informaciones que pedíamos, era la contenida en el Nº 1.2 de las Bases Mínimas: “Exposición de las empresas que operan
en el país con el carácter de concesionarias sobre la necesidad de áreas adicionales
para su desarrollo a través de un Contrato de Servicio”.
Es muy importante saber si una compañía que va a contratar con el Estado tiene
realmente necesidad y posibilidad de desarrollar un área. Hay una manera de juzgarle que es muy simple, particularmente para las empresas que se encuentran en el
país, y es ver cuál ha sido su comportamiento en las áreas que tienen otorgadas en
concesiones. Yo hice un análisis en la carta que le dirigí al ciudadano Presidente de
la república, sobre la situación de las tres empresas que en principio aparecen como
favorecidas y señalaba: “Se aprecia que una de las tales compañías con 150.000
hectáreas en concesión apenas tiene un área probada de 14,83%”. Quiere decir que
de 150.000 hectáreas solamente tiene como probada un área de 14,83%; el resto
no es área probada y las reservas de esa compañía las tiene en esa área probada. Y
en una de sus filiales –la misma compañía– 11,34% de 63.000 hectáreas, y en otra
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filial 5,48% de 30.000 hectáreas; filiales que ustedes saben como las compañías
tienen aquí; por ejemplo, la Texas tiene a la Coro y tiene a la Sociedad Petrolera
Las Mercedes. Estos datos provienen de la Memoria del Ministerio de Minas e
Hidrocarburos de 1968; son datos oficiales. Otra compañía con 150.000 hectáreas
bajo su control, cuya zona probada alcanza sólo 25% de tal superficie.
Lo de las áreas probadas y la extensión que todavía retienen las concesionarias
en su poder, es algo que ha sido bastante discutido, porque ha sido una especie de
caballo de batalla, particularmente del doctor Pérez Alfonzo cuando se refiere a las
áreas ociosas. Pero el hecho para nosotros los venezolanos es que las compañías
retienen en su poder un área muy superior al área que están realmente trabajando,
cualquiera que sea el concepto que se pueda tener en función de que si las áreas
han sido suficientemente exploradas, de que si las áreas no se pueden renunciar
por razones técnicas, de que si el petróleo no es económico en este momento pero
puede ser económico en posteriores circunstancias. Para nosotros tiene que ser
motivo de preocupación que una compañía que presenta este cuadro de inactividad
se haga todavía de extensiones adicionales dentro del país. Recuerdo que sobre
el particular tuve mis discrepancias, en cierta forma con el mismo doctor Pérez
Alfonzo, las que se recogen en una carta que publiqué en Cartas petroleras. El
mismo libro trae una carta que dirigí al ministro Pérez Guerrero el 7 de octubre de
1966, donde decía:
Que las concesionarias o sus filiales deberán someter planes concretos para el desarrollo
de áreas ociosas, como condición previa a la firma de Contratos de Servicio […] que las
contratistas no podrán colocar su producto en el mercado doméstico y las concesionarias establecidas en el país deberán cumplir con las disposiciones regulatorias de dicho
mercado para poder obtener un Contrato de Servicio.
Sobre la conducta de las empresas
con el Estado y el pueblo venezolano
Este también es un momento que se puede aprovechar para que aquellas empresas
que han estado en rebeldía frene a un decreto oficial, se sometan al ordenamiento
jurídico vigente. En las Bases Mínimas se solicitaba además información sobre los
mercados de los cuales dispone el proponente. Claro que cuando uno habla con
una compañía grande, así sea chiquita en Venezuela, se ríe si uno le pide información sobre sus mercados. Presentan esos informes muy bonitos que salen todos
los años, los informes anuales, donde aparecen mapas mundiales y la empresa con
operaciones en casi todo el mundo.
Es importante saber que uno está tratando con alguien de real significación internacional, pero interesa saber cómo se ha comportado en Venezuela que es lo que a
nosotros nos consta; cómo es que esa empresa ha venido vendiendo el petróleo que
produce en el país; cuáles son los descuentos que esa empresa ha venido otorgando;
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cuál es la realización que el Estado ha venido percibiendo como consecuencia de
las operaciones de esa determinada empresa; si esa empresa se ha estado valiendo
de mecanismos para –podríamos decir– reducir la carga fiscal, para evadir en algunos casos las obligaciones fiscales, como son, por ejemplo, las ventas internas
que se efectúan a precio de costo y se saca el petróleo por una tercera compañía
al exterior en condiciones menos ventajosas para el Fisco, por cuanto que la compañía exportadora no tiene los mismos ingresos que tiene la compañía grande
y en consecuencia la captación por el Impuesto sobre la Renta es muy inferior.
Esto es lo que nosotros tenemos que analizar: ¿Cuál es su comportamiento? Usted
es importante, lo reconocemos; pero, ¿cómo se ha portado usted con nosotros
los venezolanos? Si usted antes tenía que vender en el interior porque no tenía
clientes afuera, eso es lo que cuenta para nosotros; no que usted está vendiendo
en Indonesia, en Corea, en África del Sur y en donde usted quiera, sino aquí, en
Venezuela. Es una información que el Ejecutivo debe tener o debe solicitar y se
solicitó en efecto en las Bases Mínimas. No sé si en el curso de las discusiones que
se tuvieron posteriormente se hicieron algunos arreglos sobre el particular, pero
sí creo que debe ser de aquellas informaciones que la ley señala como obligatoria
para traer al Congreso, cuando dice en el artículo tercero: “Las Cámaras en sesión
conjunta, debidamente informadas por el Ejecutivo Nacional de todas las circunstancias pertinentes, aprobarán las Bases de Contratación”. Yo creo que esas son
–las áreas ociosas, los mercados– algunas de esas circunstancias pertinentes que
valdría la pena que el Congreso tuviera en cuenta para dar su autorización y para
que se pueda efectuar en un momento dado una determinada negociación.
Información insuficiente del proyecto
El procedimiento que se ha seguido últimamente en las negociaciones, presenta
algunos elementos que podríamos calificar de no satisfactorios. Digo no satisfactorios, porque el criterio que se tenía era de que se trajeran al Congreso las Bases
de Contratación con información suficiente para que el Congreso pudiera autorizar
o no la contratación con unas empresas que ya estuvieran conformes con los términos que el Ejecutivo sometiera al Congreso.
Cuando se publicaron las Bases Mínimas ustedes seguramente recuerdan toda
aquella campaña que se desarrolló en relación con la dureza, la inflexibilidad de
las Bases, las cuales no podrían ser aceptadas por ninguna compañía. Particularmente la Creole, en su rechazo fue bastante clara, y nombro la Creole porque a
nosotros nos importa mucho lo que diga la empresa concesionaria más grande de
hidrocarburos; sin embargo, en días pasados en El Nacional un calificado directivo
de la Creole Petroleum Corporation, decía textualmente: “Los Contratos de Servicio presentan sus peligros y sus oportunidades, pero yo creo que todas las ventajas
que se dice que representan, perfectamente cabían dentro de las concesiones. Esas
ventajas podrían haberse conseguido sin que tuviéramos que esperar diez años”.
Ya no le parecen las Bases tan malas como le parecían en un comienzo; pero no
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solamente eso, sino que cuando el Ministro acababa de decir, aquí en el Congreso
Nacional, que el sistema de concesiones no permitía ninguna nueva participación
económica pues se había llegado al tope, ni tampoco permita participación operativa, sale el portavoz de la Creole y dice que se podían lograr todas esas ventajas
dentro del sistema de concesiones. Termina el portavoz Rodríguez Eraso con esta
expresión: “Bienvenidos los Contratos de Servicio. Ojalá que ellos nos logren para
los años que vienen lo que no pudimos dar en doce años”.
Dije antes que aquí se ha traído un esquema para continuar negociando. Aunque
tiene algunos elementos reales que han sido tomados de algunas de las ofertas presentadas por las Compañías, debido al procedimiento que se ha seguido por parte
del Ejecutivo, nos encontramos en los actuales momentos frente a un serio problema. Un problema que consiste en que las Bases actuales no son bases reales de
contratación. Creo inclusive –y lo digo con toda sinceridad– que se ha actuado con
la mejor buena fe. Se ha llamado a gente de diferentes sectores y se le ha pedido su
opinión y entonces se le ha incorporado al texto de las Bases. Cuando salió de la
CVP se le hicieron nuevas adiciones, como es fácil de verse comparando el texto
que repartió el Ministro antes y el texto que después presentó al Congreso luego de
las reuniones que ha sostenido con diferentes sectores. Esto muestra que son modificaciones unilaterales y no interpretando como alguien lo hizo por allí: unilaterales
del Ministro a su leal saber y entender, no. Unilaterales quiere decir, proveniente de
la parte del Ministro con los representantes de los paridos o de los sectores o los
consejeros o asesores técnicos; pero no han tomado en cuenta la opinión de la otra
parte, porque un convenio bilateral tiene dos partes que necesariamente tienen que
llegar a un acuerdo.
Lo que se le trae al Congreso constituye lo que llamo una violación del criterio de
división del trabajo que debe existir entre el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo. La capacidad administrativa, de negociar, esa es del Ejecutivo, y el Ejecutivo
no debe cederla. El Poder Legislativo en materia de Contratos de Servicio ya fijó
un criterio: ahí está en la ley y la ley ya tiene unas Bases y fijó un procedimiento,
se le dijo al Ejecutivo: usted puede contratar, pero antes explíquenos cuáles son
esos términos de contratación. Es cuando el Ejecutivo debe presentar un texto
concreto de Bases de Contratación y el Congreso lo aprueba comprobando si se
han cumplido los extremos establecidos en la ley, o resuelve añadirle otras condiciones porque las circunstancias puede que hayan cambiado para el momento –y el
Estado, a través del Ejecutivo como del Poder Legislativo, debe utilizar la mínima
oportunidad para mejorar su posición– pero entonces a riesgo de que ese cambio
en las condiciones suspenda la posibilidad del arreglo que y en principio traía el
Ejecutivo listo, porque, al introducírsele nuevos elementos, evidentemente tiene
que consultarse con la contraparte.
¿Qué sucede si al Ejecutivo se le da esa autorización que pide conforme a sus no
concretas Bases de Contratación? ¿Qué tiene que regresar a negociar de nuevo con
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las compañías?; pero, ¿cómo va a negociar? No va a negociar con mayor fuerza
con la autorización previa del Congreso, porque ella va a imponerle más bien una
especie de rigidez al Ejecutivo y sobre la cual las compañías van a apoyarse para
sostener la posición que a ellos les interesa en el momento preciso. Es decir, creo
que el Ejecutivo irá más bien en condiciones de debilidad a negociar con las compañías petroleras, porque ¿qué sucede si las compañías petroleras no le aceptan estas Bases de Contratación al Ejecutivo? Va a quedar el Ejecutivo al descubierto, en
evidencia de que las Bases que llevó al Congreso no eran reales, porque las compañías no las aceptan. Va a haber prisa, presión para que aparezca el Ejecutivo como
buen negociador. Tengo la mayor confianza en que el Ejecutivo patrióticamente sabrá afrontar su responsabilidad; sobre los hombres del Ejecutivo y particularmente
sobre el Presidente de la república, yo tengo ese criterio. Pero, ¿por qué tenemos
que afrontar esa situación si está en nuestras manos y a estas alturas establecer los
correctivos para que se refuerce más bien la posición del Ejecutivo en el momento
en que tenga que negociar en su forma final los Contratos de Servicio?
El esquema presentado deteriora las condiciones ya establecidas
Finalmente quiero decir, a manera de conclusiones, que en mi concepto no se han
presentado Bases de Contratación sino un esquema general para continuar negociando con las compañías y el cual tendía que requerir en todo caso una posterior
intervención del Congreso. Luego, que no hay información suficiente en las Bases
que se han traído al Congreso para que este otorgue la autorización que se le solicita para contratar, y por último, que las modificaciones que se han introducido a las
Bases de Contratación, afectan la naturaleza del Contrato de Servicio y deterioran
las condiciones que se habían establecido en las Bases Mínimas y aún algunas que
se habían logrado obtener en el proceso de negociaciones.
Como observación general considero que debe disponerse del tiempo suficiente
para resolver toda esta materia, tiempo suficiente para el Congreso que está procediendo en la forma correcta al llamar a gente de todos los sectores a manifestar su
criterio, sobre unas Bases de Contratación cuyo texto apenas le ha sido revelado
al país el 5 de noviembre pasado. Debe disponerse de tiempo suficiente para que
el Ejecutivo Nacional y particularmente el Presidente de la república, aprecien las
observaciones que puedan formularse, a estas bases presentadas recientemente
y motu propio, o conjuntamente con el Poder Legislativo, proceda a establecer
los correctivos o a resolver esta situación en los términos que se consideren más
convenientes. No creo que debemos estar corriendo porque las ofertas de las compañías vencen el 31 de diciembre a las 12 de la noche, pues las compañías siempre
hacen sus ofertas poniéndole como término el día final del año por cuestiones de
presupuesto del ejercicio anual; pero, además, esta es una materia de tanto interés
para las compañías como podemos apreciarlo a través de la campaña publicitaria
que en este momento se dirige hacia el Congreso presionándolo en el sentido de
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que debe aprobar los términos de las Bases en la forma en que le han sido presentadas. Cualquier observación que demore la aprobación de esos términos se
denuncia como contraria al interés nacional. Tratan de mostrar así las compañías,
aparte de otra gente que por razones muy respetables y muy honorables también lo
cree, que si nosotros los venezolanos no aprobamos estas Bases de Contratación
en este período antes del 31 de diciembre o de que concluyan las sesiones, va a
tener lugar una catástrofe en el país.
Explotación directa por la CVP
Por otra parte, en relación con la actividad petrolera que se reclama en el Zulia, no
se requiere –y hoy leí unas declaraciones al respecto de un senador, creo que fue de
Montiel– que cualquier desarrollo petrolero tenga que hacerse en base a Contratos
de Servicio; precisamente, la función de la empresa estatal es el desarrollo directo.
Si se piensa que el Contrato de Servicio es una modalidad de la intervención directa
del Estado, y que la CVP tiene un programa de exploración y de explotación, revisémoslo, veamos qué podemos hacer para incrementarlo. En lo que se relaciona con
el sur del lago, puedo recordar que en el informe final del Comité de Negociaciones
–el informe final que me tocó elaborar a mí personalmente y que tiene fecha 10 de
marzo de este año, es decir, el día anterior a la toma de posesión del doctor Caldera– se recomendaba: que uno de los bloques fuera tomado directamente por la CVP
para su explotación y desarrollo; que de lograrse las ventajas que eran de esperarse
en otros aspectos, se procediera a suscribir contratos en dos bloques; y que en los
dos bloques cuyas ofertas no se habían recibido ni en número ni en calidad suficiente
como para proceder a la contratación, se aplazara su negociación. De manera que
nosotros sí creíamos, y yo particularmente creo, que la fórmula de los Contratos de
Servicio, bien trabajada, es una fórmula que el país debe poner en práctica. En ese
sentido discrepo de alguna gente que señala por allí que nosotros debemos desarrollar directamente, en estos momentos, toda nueva área. Creo que es conveniente, a
los grandes efectos que tenemos que buscar en función del vencimiento de las concesiones en el año 1983, que pongamos en práctica un nuevo sistema, pero una vez
que hayamos logrado las ventajas que, en definitiva, son las que van a permitirnos
calificar al nuevo sistema como superior al anterior sistema de las concesiones que
se trata de sustituir. Es todo lo que tengo que decir por los momentos.
Presidente de la subcomisión
Oída la exposición del doctor Sader Pérez, se abre el debate. Tiene la palabra el
senador Montiel.
Senador Montiel Ortega
Yo he oído con mucho cuidado la intervención del doctor Rubén Sader, porque no
solamente es él un hombre versado en la materia petrolera, sino que tenemos que
tomar en cuenta que él ha sido padre de la criatura en lo que respecta a la creación, a
la generación del proyecto de Contratos de Servicio, y el cotejo que él pueda hacer
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de los Contratos de Servicio presentados o las Bases Mínimas presentadas por el
gobierno actual, con relación a las que él venía elaborando, es muy valiosa. Ha
traído el doctor Sader una serie de puntos, algunos menores, otros fundamentales,
algunas condiciones externas que él ha planteado y hasta algunas sospechas; y
me he tomado el trabajo de hacer una especie de cuadro sinóptico aquí, porque ha
sido una exposición sustanciosa, en juicios y términos; y voy a comenzar a hacer
mis preguntas con objeto de puntualizar algunos de los juicios y jerarquizar en
importancia las objeciones que el doctor Sader trae a las Bases Mínimas que actualmente estudiamos en esta Subcomisión Bicameral. Como puntos menores casi
–perdonen mi neologismo de sensiblería– podría estar el problema de la propiedad
del petróleo, que sea nuestro y nosotros se lo demos a ellos, o que sea de ellos y
que nos den una parte a nosotros, viene siendo o viene resultando más o menos lo
mismo, aunque yo me inclinaría por lo que él plantea de que sea nuestro; por lo
menos es un precedente bueno, aunque no tiene a mi juicio mayor importancia.
La participación del capital social también es una cosa que se puede corregir de
un plumazo, sin que, tengo entendido, tenga mayor objeción por parte de las petroleras. Esto es algo que yo llamaría puntos menores, pero el doctor Sader nos ha
traído puntos fundamentales. Ya nosotros habíamos observado en estudios previos
algunas de estas cosas planteadas ahora en boca de un hombre de autoridad o de
la autoridad que tiene el doctor Sader. Estas cosas nos resultan muy importantes y
queremos que las puntualice. Yo las he agrupado en dos: lo que yo he tomado como riesgo de pérdida de las compañías y el problema de la participación adicional.
Dos: riesgos de pérdidas y el problema de la participación adicional.
Este riesgo de pérdida en donde desaparece la palabra los accionistas –tengo entendido que así fue, doctor Sader– podría significar un hueco por donde se le fuera
toda el agua al dique, porque en efecto nosotros tenemos, un sistema impositivo
que no toma muy bien en cuenta algunos factores que resultan ser tapadillo para
escapes o evasiones del Impuesto sobre la Renta en materia petrolera. El agotamiento, por cierto, es uno de ellos, pero también uno de ellos son las inversiones
que se realizan en algunas áreas y que no resultan ser áreas productivas y que
después se cargan a los costos consolidados de las compañías. Por cierto que una
de las cosas que pasó en alguna ocasión –y el doctor Sader debe recordarse de
ello– fue que el doctor Pérez Alfonzo les decía que devolviesen las áreas que
no tuvieran probadas porque ellos considerasen que no fuesen buenas. Sostenía
el doctor Pérez Alfonzo que las áreas en que ustedes no quieren invertir, bueno,
devuélvanselas a la nación, y se las devolvieron. El problema es que yo creía que
el doctor Pérez Alfonzo no creía que se las iban a devolver. Se las devolvieron y
todos los costos que había la compañía, o las compañías cargado en esas áreas, se
fueron a los costos consolidados y perdió el Impuesto sobre la Renta una cantidad
sustancial de millones de bolívares dentro de la más estricta legalidad. Por eso yo
considero fundamental que no se nos escape esto que acaba de puntualizar el doctor
Sader aquí: que el riesgo es de la contratista y que no puede ser de compañías ya
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establecidas sino de la contratista nueva. A mí me parece eso sumamente importante y me declaro perfectamente de acuerdo con ello.
En el caso de la participación adicional, él nos trae un punto que yo considero también de muchísima importancia. Empieza esta participación adicional –y también
nosotros lo habíamos observado– a partir de la producción de 200.000 barriles,
pero es que un área de 5.000 hectáreas que produzca 200.000 barriles tiene que
ser un área muy buena, y yo diría que muy pocas caerían en ese renglón, y que los
estudios que ellos habían hecho contenían una especie de curva –una ecuación de
segundo grado que él la leyó aquí– donde se iba incrementando en función parabólica, tal como es una ecuación de segundo grado, los impuestos adicionales a
medida que se iba subiendo la producción desde un mínimo que no recuerdo cuál,
pero en efecto era un mínimo que no estaba dentro del esquema de 200.000 barriles. De manera que considero que eso es muy importante y que es una cosa que
esta Comisión debe estudiar y que si es posible que el doctor Sader lo puntualice;
porque en efecto la otra condición de 20 céntimos de dólar por barril, establece
una especie de […] dentro del planteamiento que yo considero o que entendí él
estaba haciendo. Es decir, que no sea un límite de 200.000 barriles en adelante
el que nos lleve a nosotros a participar en impuesto o ganancias adicionales sin
participación adicional, sino que en efecto, sea la curva creciente de acuerdo con
una producción normal de la función parabólica que él acaba de señalar. Estas dos
cosas son fundamentales y yo creo que si es posible que el doctor Sader nos trajera
eso, aunque fuere por escrito, puntualizando el cotejo de las dos proposiciones,
sería muy bueno para esta Comisión porque sería iluminante.
Sin embargo, no se detiene aquí el doctor Sader –y perdóneme el calificativo este de sospecha– pero nos trae puntos como es el problema de la regalía. Dice el
doctor Sader que hay una palabra –por lo menos así lo entendí yo– que es que se
cargaran los impuestos a precio de la regalía que estuviere entonces en vigencia.
Yo puse entre comillas el “entonces”. Yo le pregunto al doctor Sader: ¿Es que usted cree que el gobierno actual quiere cambiar el régimen de regalías, especifico,
el régimen de precio de las regalías? Si es así, que nos lo diga, porque es un dato
muy importante. Él señalaba que las regalías tienen un precio diferente, por cierto
que tuvo un lapsus y dijo que se cotejaban nuestros petróleos con el petróleo de la
costa este. Yo estoy seguro que él lo sabe pero quería puntualizarlo nada más para
aclarar. En realidad se cotejan nuestros petróleos con un petróleo que no es igual al
nuestro, el nuestro es mejor por cierto y lo que se ha hablado por parte de muchos
venezolanos es la idea de que nos paguen mejor la regalía, pero ellos han tenido
la posición contraria, de que están pagando demasiado por las regalías y entonces
siempre han tratado de disminuirla. Si el Gobierno nacional tiene –deseo que me
aclare el doctor Sader de alguna sospecha que él tenga– la idea de cambiar el precio de regalías, eso es peor que dar concesiones petroleras. Eso disminuiría nuestros ingresos por concepto del impuesto de explotación en una cantidad sustancial
porque ahí los céntimos cuentan; y yo encarezco al doctor Sader que me explique
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si en realidad es que se intenta a través de este término entonces, se vislumbra la
posibilidad o él sospecha que van a cambiar ese sistema.
Hablaba el doctor Sader de algunas condiciones externas, decía que había compañías que tenían áreas no probadas y que debíamos tomar en cuenta esto. Esta es
una condición externa al problema de los Contratos de Servicio; es una condición
externa que en realidad debiera tomarse en cuenta aunque no es pertinente, específicamente pertinente al caso de la contratación. Pero yo me preguntaba, si en
realidad tuviéramos una Corporación Venezolana del Petróleo vigorosa, que no
estuviera produciendo 40.000 barrilitos de petróleo o menos, sino 400.000 como
es posible, tuviéramos necesidad incluso de estar discutiendo contrataciones con
compañías extranjeras? ¿No estaríamos acaso nosotros, doctor Sader, deseando
que las compañías concesionarias no exploraran y por tanto no explotaran los
territorios que actualmente tienen cedidos en concesiones, para que nuestra CVP
cuando llegue la reversión los tome? Esta es la gran pegunta: ¿Si tuviésemos una
CVP poderosa estuviéramos deseando lo contrario y no estuviéramos aquí hablando de Contratación de Servicio?
Por lo demás, la idea de que la Creole diga que estos Contratos de Servicio pudieran
ser tomados dentro del propio sistema de las concesiones instituido por la Ley de
Hidrocarburos de 1943, es una condición hasta cierto punto infamante, pero también
a mi juicio intrigante, porque, la Creole –yo creo que el doctor Sader sabe esto– no
quiere participar en la Contratación de Servicios y las ofertas que ha hecho, las ha
hecho a la zurda, en una forma sin mengua de que la zurda, que representa aquí el
diputado Larrazábal, lo ha hecho sin ninguna inquietud y sin ninguna intención. Este
es el procedimiento de ofrecer a la zurda como digo yo. Entonces ellos quieren intrigar para que estos Contratos de Servicios se parezcan a las concesiones y promuevan
una corriente lógica nacionalista en contra de ellos.
Finalmente, él se ha planteado una gran pregunta: ¿Qué, si no se aceptan las Bases
de Contratación que el Congreso Nacional apruebe? El Congreso Nacional está
discutiendo con opiniones tan valiosas como la de él, para hacer los ajustes que
considere conveniente a estas Bases Mínimas de contratación, y si estas Bases
Mínimas de contratación son ajustadas aquí y no son aceptadas por las compañías,
no va a pasar nada, van a estar unas compañías interesadas y otras no, en función
del problema del abastecimiento. Yo quisiera preguntarle al doctor Sader: si en
realidad él cree que hay algunas compañías que están más voraces que otras de
petróleo barato porque quieren llegar a ese óptimo de 77% de integración, que
se señala como lo mejor dentro del punto de vista económico para una compañía
internacional obtener la mejor de las ganancias. Hay compañías que tomarían en
todo caso cualquier esquema en base de Contratos de Servicio porque sus ganancias no están en Venezuela, están en otras partes del mundo. Hay compañías que
incluso estarían dispuestas a no ganar nada en Venezuela, porque sus ganancias están en la refinación y hasta en el procesamiento químico de derivados del petróleo
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en otras partes del mundo, particularmente en los Estados Unidos. De manera que
yo no soy en este sentido pesimista. Yo considero que el Congreso debe continuar
estudiando estas Bases sin la espada que se le quiere tender de ¿qué pasaría si no
aceptasen las bases que nosotros aquí en el Congreso aprobásemos? El Congreso
debe oír las opiniones del doctor Sader en esto sobre todo aquellas fundamentales
para cambiar lo que sea necesario y si las compañías no lo aceptan, bueno, por lo
menos hemos adelantado en hacer un esquema de Bases de Contratación que está
abierto para las compañías que estén interesadas.
Presidente de la subcomisión
Oída la exposición del senador Montiel. La Presidencia concede la palabra al doctor
Sader Pérez, para que responda a las preguntas formuladas por el senador Montiel.
Doctor Rubén Sader Pérez
Voy a intervenir tratando de desarrollar algunos de los puntos planteados por el
senador Montiel, que más bien en su mayor parte parecen reflexiones que preguntas que me están siendo formuladas, pero yo estoy deseoso de opinar sobre la
materia, porque, podría decirse que esta es la primera oportunidad que se me da
para manifestar mi criterio en torno a un asunto que he venido estudiando desde
hace varios años en ejercicio de una responsabilidad confiada por el Estado. Hasta
este momento mi opinión no ha sido solicitada por ninguna comisión, ni por ninguna oficina pública y creo que tengo la obligación de expresar mi criterio sobre
la materia donde quiera que se me solicite.
Hace una referencia el senador Montiel, en función a lo que él considera fundamental y de lo que le atribuye segunda importancia en mi planteamiento, lo que
ya es materia –podríamos decir– de criterio personal; pero que valdría la pena más
bien analizar cuando se disponga de un texto escrito y de elementos de información superiores a los que yo haya podido ofrecer en esta intervención. Algunas
de las expresiones serían útiles para algún intercambio de ideas, aunque quizás
no sea este el momento apropiado dada la urgencia que ustedes tienen de cumplir
otras tareas; pero, por ejemplo, en relación con esto de las áreas ociosas, sobre
la afirmación de que las compañías dejaron de pagar sustanciales cantidades por
razón de la devolución de las áreas al Estado cuando el doctor Pérez Alfonzo
pidió que se le devolvieran, tendría que decir que en esas áreas ociosas de las
compañías no existía ningún tipo de actividad que generara ingreso a los efectos
del impuesto superficial, amortiguado por la deducción que se hace, prevista en
la ley, en función de la deducción que se tenga en el resto del área. De manera
que allí no existía esa situación de ingresos que haya podido ser deteriorada; aún
después de que las compañías han hecho tal devolución nos encontramos con que,
para el 31 de diciembre de 1968 –y el doctor Pérez Alfonzo se retiró en 1963
del Ministerio– 82% de las áreas están inactivas de acuerdo con la clasificación del
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Ministerio de Minas e Hidrocarburos y el total de las áreas que la empresa retiene
en concesiones actualmente es de 2.500.000 hectáreas. No se han regresado entonces todas las áreas ociosas ni todas las áreas inactivas y el problema está planteado
y en términos bastante serios, porque yo diría que son precisamente estas áreas las
que pueden alimentar la pretensión de las compañías, en relación con la renovación
de las concesiones o con la solución que se le dé al año 1983. O sea, la aspiración de
tener tiempo suficiente para poder continuar desarrollando sus actividades en estas
áreas que todavía retienen en concesión.
Sobre las observaciones en relación con la participación adicional, no tengo, en
estos momentos, mayores elementos que suministrar, pues deberíamos entrar a
efectuar un análisis, caso por caso, que muestre cómo las participaciones adicionales que se tienen aquí establecidas no se prueban como reales, y que, además,
es posible elaborar algunas fórmulas capaces de satisfacer las aspiraciones de la
CVP y las cuales puedan ser aceptadas por las empresas. De todas maneras, creo
que la situación puede mejorar sosteniendo este punto con mayor firmeza por parte
del Estado venezolano; pero este aspecto puede desarrollarse por escrito y así me
acojo a la sugerencia que ha hecho el Senador.
En cuanto a lo de la regalía que se fija en función de los precios del petróleo en
West Texas y East Texas y la pregunta sobre cuál es mi opinión en relación con las
intenciones del gobierno, sí creo que el gobierno actual quiere cambiar el régimen
para calcular la regalía; yo, realmente, en este campo todavía no he incursionado,
en el de adivinar las intenciones de otra gente, particularmente y en el que tienen
representación diferentes sectores. Yo diría que esta pregunta sería lo correcto que
se le formulara al Ministro de Hacienda, porque es el Ministro de Hacienda el
que tiene a su cargo, precisamente, el sostenimiento y la discusión de este Convenio. El doctor Pedro Tinoco, ustedes saben que es una persona que ha manifestado
en forma –vamos a decir así, abundante– su opinión sobre la materia petrolera; en
el mismo diario El Nacional recuerdo que publicó una serie de artículos –más de
20 creo– en relación con la industria petrolera, y la necesidad de una nueva política
para activar la explotación petrolera. Sí creo que el doctor Pedro Tinoco debe tener
un criterio muy preciso al respecto y se le podría preguntar, porque, por lo demás,
él es un hombre –que he visto por la prensa, recientemente– con bastante claridad.
De manera que ya ustedes han abierto esta oportunidad para que opinen las diferentes personas y funcionarios sobre los puntos comprometidos en las Bases de
Contratación, valdría la pena que llamara al Ministro de Hacienda y le pregunten
esta cosa que se me pide a mi que responda por él y que no me atrevo ni creo que
tenga condiciones para hacerlo.
En cuanto a los 40.000 barrilitos que vende la CVP, yo –como dice Montiel– me
siento muy vinculado a la criatura, y sé que 40.000 barrilitos es una cifra de bastante importancia, aquí y en el mundo entero, para una empresa que comienza
sus operaciones con los recursos legales, los recursos económicos que le fueron
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suministrados y en medio de las circunstancias presentes en el medio venezolano,
es decir, presentes en la realidad nacional, donde sabemos las dificultades, los
obstáculos que oponen los intereses creados. Sin embargo, parece que aún con
esta medida de su crecimiento también se espera que la CVP –que es una empresa
nacional que se constituye con menguados recursos– de una vez comience, sin
vivir su experiencia, sin organizarse completamente todavía, a ofrecer los mismos
resultados que están ofreciendo la Creole, la Shell, empresas internacionales con
recursos prácticamente ilimitados y con más de 50 años de operaciones en el país.
La CVP ejerce una serie de actividades que no las tienen otras compañías en Venezuela, esto es, una empresa que explora, explota, transporta petróleo y en función
de la distribución de gas, por ejemplo, que es una materia que bastante preocupa al
senador Montiel, el aprovechamiento del gas que se arroja a la atmósfera, lo tiene
muy a su cargo; también los proyectos de nuevas refinerías, las negociaciones de
los Contratos de Servicio, su penetración en los manejos internacionales; 40.000
barriles diarios es una cifra que ya quisiera producir, pongamos por caso, la empresa estatal colombiana que está en operaciones desde el año 1950; podemos aún
compararla con la de otros países en América Latina y en el resto del mundo, pero
no para decir que nos vamos a quedar allí, sino como para afirmar que ya la CVP
está moviéndose en un rango que la lleva a colocarse entre las primeras empresas
que producen petróleo en Venezuela. De manera que, dentro del plan de la CVP
se estima que en materia de tres años alcanzará 200.000 barriles diarios, meta que
forma parte, por lo demás, de una política de conservación del petróleo en función
de la producción total del país y la cual se orienta en relación con las ganancias que
pueda percibir el fisco por unidad producida. No interesa tanto que la CVP salga
desaforadamente a incrementar su producción y a colocarla en los mercados externos con los sacrificios de precios que tenga que hacer, como desarrollar la CVP
en una forma conjunta integrada, viviendo su experiencia y sosteniendo los puntos
fundamentales de política que le han sido confiados por el Estado.
Se han estado tratando diversas maneras de desarrollarse en el exterior y, algunas
de las que el senador ha incluido en sus declaraciones de prensa, son bastante
trajinadas por la Corporación y sus funcionarios, en los tiempos actuales, y tengo
la seguridad de que más adelante continuará incrementándose esta preocupación.
En este momento no está planteado que si la CVP pudiera asumir esa gran producción no necesitaríamos de los Contratos de Servicio. Claro está, que ella sería
una hipótesis que tendríamos que someter a la realidad; para producir esa gran
cantidad de petróleo la CVP necesita disponer de áreas suficientemente exploradas que contengan reservas que permitan sustentar esta producción mayor. De allí
que yo mismo sostenga, en lo que forma parte de una recomendación del Comité
de Negociaciones, que la CVP tome a su cargo exclusivo una de las áreas en el
sur del lago, ya que hay una labor de exploración bastante adelantada que se ha
cumplido allí.
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La CVP ha tenido que atender la exploración y explotación de áreas que han venido renunciadas, algunas de ellas devueltas a la nación, y con vista a perseguir también otras finalidades como las de unificación –la recuperación del petróleo que ha
sido drenado por las compañías– y se tiene así una actividad dispersa en todo el
país; por tanto, la oportunidad de tener una buena producción en el lago no se debe
perder. Sobre todo, no es conveniente esperar a que se opere este vencimiento de
los plazos previstos en los Contratos de Servicio en virtud de los cuales, al final
de los tres años del período de exploración, es que se va a entregar a la CVP el resto de las áreas que se renuncien, porque esto nos situaría a nosotros prácticamente
dentro del período de los diez años anteriores al vencimiento de las concesiones.
Creo que es mucho más sano para el país y más conveniente, que ya para ese
momento tenga la CVP una producción que esté controlando, proveniente de esa
zona, como las puede tener también de otras áreas en el país, pero particularmente
de esa zona donde creo que también el Estado debe asumir algunos riesgos y no
llegar a la conclusión general de que cada vez que haya riesgo tenemos que llamar
las compañías para que ellas lo asuman. Yo creo que si tenemos una empresa que
se considera eficiente, con capacidad técnica y los venezolanos queremos manejar
el petróleo cada vez más con nuestras propias manos, también debemos asumir la
responsabilidad de efectuar exploraciones en áreas de riesgo.
El senador Montiel se refirió a las declaraciones de la Creole e hizo una afirmación
que a mí me toca, en cierta forma, aclarar, dijo: “La Creole no quiere participar en
los Contratos de Servicio”. Yo realmente no podría precisar si cuando la compañía
dice que sí o es que dice que no o es que dice que quizás, pero la compañía ha dicho
qué quiere. La compañía ha presentado una oferta de Contratos de Servicio, pero no
solamente ahora con esas Bases “duras”, “inflexibles”, etcétera sino que la Creole
ha presentado ofertas en años anteriores cuando no estaban establecidas las bases,
y aquí precisamente, tengo un cuadro que muestra las ofertas que fueron recibidas
por la CVP en los años 1961, 1962, 1963, 1964, cuando no existían Bases, ni existía un texto legal. Ya las empresas se adelantaban y aquí tenemos por ejemplo, una
proposición de la Creole, precisamente sobre el Golfo de Venezuela y el sur del
lago Maracaibo, formulada el 16 de abril de 1964. Esta era la oferta donde la Creole
incluía en su proposición que el término de duración del contrato tenía que ser de
59 años y con otras características que me hicieron decir en la carta al Presidente
que, si se hicieran públicas, hoy podrían darle nuevo aliento a los movimientos
insurreccionales. Es decir, que aún consciente de que lo que se estaba buscando con
los Contratos de Servicio era una mejora en relación con las concesiones, nos presentaron una oferta donde se nos compromete un área extraordinariamente grande,
más de 800.000 hectáreas, se nos ofrece un término de 59 años y el riesgo debe ser
compartido totalmente por la CVP, con otras condiciones que, podrían permitirnos
concluir, que la Creole en realidad ni quiso, ni quiere, porque lo que dice que quiere
lo presenta en términos que no podrían ser aceptables.
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En verdad no me estoy peguntando qué va a pasar si se modifica el texto de las
Bases y no se aprueba. Yo sé lo que podría pasar; en ese sentido no se trata de ser
adivino. Yo lo que estoy diciendo es que el procedimiento que está establecido
en la ley, no ha sido observado y que no está bien eso de que se traiga aquí al
Congreso una negociación para que el Congreso esté incorporándole elementos
fundamentales que ya deben ser clareados y definidos a nivel de la Administración
Pública. Fíjense ustedes que con esto yo no estoy haciéndole la barba al Congreso.
Estoy más bien reclamando una función que le corresponde al Ejecutivo, que debe
ejercerla; y que no debe transferirse al Poder Legislativo. El Poder Legislativo tiene
sus tareas específicas bien señaladas en la ley, y por lo demás los hombres de negocios –aquí hay varios triunfadores en esos campos de la actividad empresarial– bien
saben que una negociación es objeto de acuerdo y discusiones de las partes, y que
unilateralmente no se pueden establecer sus términos. Este ha sido el fondo de mi
planteamiento, la denuncia de que las Bases son traídas aquí un poco en abstracto.
Creo que, a las preguntas o consideraciones que me ha hecho el Senador, le he
contestado con unas consideraciones también y con la promesa de que voy a desarrollar algunos puntos por escrito.
Presidente de la Subcomisión
Continúa el debate. Tiene la palabra el diputado Jesús Bernardoni.
Diputado Bernardoni
Yo agradezco la información que nos ha ofrecido el doctor Sader Pérez, porque
la considero valiosa e importante. Especialmente él ha tocado un punto que ha
sido materia de reflexión y que yo creo que nosotros debemos definir con plena
conciencia que es lo que nosotros realmente vamos a aprobar. Yo creo que los
inconvenientes que hemos tenido para llevar a consideración de ambas Cámaras
el proyecto presentado por el Ejecutivo Nacional, es que me parece que existiera
la idea de que nosotros vamos a aprobar o a sancionar o darle el visto bueno a los
contratos. No tenemos una idea clara de lo que son las bases de una contratación.
Porque en el fondo sí hay una mezcla de principios y de cuestiones circunstanciales provenientes de una negociación multilateral, y muchas veces esta mezcla
de principios ya consagrados en la ley, en el artículo tercero en donde están las
Bases Mínimas, y aquellas condiciones que han sido producto de una negociación.
Yo creo que no es un defecto reflejado por el Ejecutivo Nacional sino que es un
defecto que está en el propio procedimiento señalado en la ley para los Contratos
de Servicio, porque la ley abre una etapa de negociación preliminar antes de la
consideración por parte del Congreso Nacional, para darle una sanción a unas
bases en donde hay circunstancias transitorias que han sido producto de la negociación y, por otra parte, hay principios consagrados en la ley y otros principios
que la doctrina en formación va disponiendo y que ya se aceptan como tales. En el
caso, pues, concreto de estas Bases hay algunos que sin estar en la ley ya podrían
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ser principios aplicables a modalidades o fórmulas de contratación que se adopten
para el futuro. Yo creo que ese es un punto importante, porque podrían existir
confusiones y tener nosotros la idea de que aquí vamos a aprobar los Contratos
y que tengamos que llegar hasta el mínimo detalle. Yo creo que debemos confiar
en la capacidad de negociación del Estado venezolano a través de ese instrumento,
que en este caso es la Corporación Venezolana del Petróleo, y nosotros señalar
qué consideramos que no pueden ser renunciados por el Estado Venezolano
en una contratación; establecernos ese límite, y sobre esa frontera, trabajar
nosotros aquí en el Congreso.
El doctor Sader Pérez se refirió a una serie de aspectos y yo ruego que me perdone si utilizo ese método del octavo tercero del budismo primitivo –se llama el
diálogo meditativo– pues voy a hacer una especie de reflexiones a sus preguntas
al mismo tiempo. Se refirió a una opinión del Ministro de Minas sobre la imposibilidad de lograr una mayor participación económica con el sistema tradicional de
las concesiones. Creo recoger la intención del Ministerio de Minas al hacer esta
afirmación, es la de proyectar que esta administración y este nuevo gobierno sigue
la línea de la política trazada a partir de 1959 de no otorgar más concesiones en el
país. Podría ser que se lograsen más ventajas económicas, más ventajas fiscales a
través de las concesiones, pero esto está superado y yo creo que los Contratos de
Servicio están ubicados dentro de una etapa en la evolución histórica de nuestros
negocios petroleros, porque el sistema de las concesiones, es el sistema –vamos a
denominarlo primitivo– en donde el Estado venezolano es un simple instrumento
de recaudación fiscal, así como si aquí existieran previsiones en la ley, como lo
señalaba el doctor Egaña, en el numeral tercero del artículo 80 en la Ley de Hidrocarburos en el año 1943 que traía la posibilidad de formar empresas mixtas; pero
la verdad que el contexto de la ley y que fue diseñada para el sistema de las concesiones, llegaba a la formación del estado recaudador, del instrumento positivo –así
sea una contradicción denominarlo así– en donde el principio fundamental era el
de la participación razonable del Estado venezolano en las ganancias que tuviera
la industria petrolera con los Contratos de Servicio. Como muy bien lo señalaba
el doctor Sader Pérez, se busca fundamentalmente, y esto lo he venido sosteniendo con la debida reiteración aquí en el seno de la Subcomisión, el desarrollo de
la Corporación Venezolana del Petróleo, y que, el principio de la participación
operativa, sea el principio fundamental que distinga el sistema de las concesiones
de esta nueva fórmula de contratación. Creo pues, que la intención del Ministro,
fue reflejar esa línea de continuidad en los principios de una política petrolera,
que se va a afincar en la vía de la explotación directa por parte de la Corporación
Venezolana del Petróleo o por las vías indirectas, que puede ser a través de este
sistema de la contratación directa o bien bajo las fórmulas de las empresas mixtas
o el de la participación mancomunada, todo de acuerdo con las circunstancias y las
características de cada área.
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El doctor Sader Pérez, se refirió al objeto del contrato, que había sido modificado,
porque en las Bases Mínimas se hablaba de que el objeto era la exploración y subsiguiente explotación del petróleo, y en las Bases reales se ha sustituido el término
petróleo por el de hidrocarburos. Yo creo que en el fondo se conserva la intención
de las Bases Mínimas, cuando al hablar, por ejemplo en el caso del gas, que dice
que la explotación del gas en cualquiera de las formas que allí están señaladas
en las mismas Bases de gas libre, la parte del gas asociado que no sea utilizado
para la misma explotación del yacimiento y aquellas fracciones de condensado
deben ser sometidas forzosamente a circulación. Siempre habla de la necesidad de
a posteriori de constituir convenios para poderse dedicar a la explotación del gas,
e incluso creo que las tasas reales traen una modificación que reafirman el carácter
de propietaria de la Corporación Venezolana del Petróleo, y es que en estas Bases
reales que se nos ha presentado ahora –yo utilizo el término reales para distinguirlas de las Bases Mínimas– se habla de que estos convenios pueden ser celebrados
con los contratistas o con terceros, o sea, que agregan estas Bases las palabras o
con terceros. Es decir, que hay la posibilidad de que la Corporación Venezolana
del Petróleo no se limite única y exclusivamente a negociar con la contratista, sino
que le añade la posibilidad de que esta negociación, estos convenios sobre el gas,
se hagan con terceros. Y por otra parte se refirma el que la contratista actúa en
nombre y representación de la CVP. Yo creo que el criterio del doctor Sader, y si
estoy equivocado les rogaría que me corrigieran, sobre la reafirmación de la propiedad de la CVP sobre el petróleo producido, porque he dicho que aquí se están
clarificando una serie de principios y, cuando él citaba el ejemplo de que la Corporación Venezolana del Petróleo contrataba un servicio y debía determinar la remuneración por el servicio a la contratista y determinar las cantidades de petróleo que
recibiría la contratista y la CVP, esta figura está encuadrada en otras modalidades
de contratación. Recuerdo que una vez, con toda razón, un nuevo representante de
la CVP en la información que casi a diario nosotros le solicitábamos, nos dijo y
con razón, de que esta había sido precisamente –aplicando esta modalidad– una
de las quejas permanentes, y en esto tiene razón, de las compañías estatales del
Medio Oriente, en todas las conferencias de la OPEP, porque esto está encuadrado
dentro de la figura de la participación mancomunada que es muy distinta a la idea
que nosotros tenemos de la empresa mixta, a pesar de que allá utilizan mucho el
término de empresa… compañías en su mayor parte. Este principio sería aplicable
en el caso de que hubiera existido la obligatoriedad de que fuesen compañías constituidas como compañías venezolanas. Ahora, de no serlo así, entonces ya no tiene
o pierde interés la aplicación de este principio de la deducción de las pérdidas para
los accionistas de estas operaciones para el resto de las actividades que estén en el
país, o sea, que estaba bien encuadrado para la figura inicial. Ahora, si se modifica,
o sea, que hay la alternativa de que se han constituido o extranjeras domiciliadas
en el país, ya pierde interés esta figura.
Lo mismo en cuanto al capital social. Esto está íntimamente relacionado con lo
que dije anteriormente. Incluso yo señalaba un error que ahora veo que no es un
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error, porque decía: “la adquisición de acciones al valor nominal”, entonces yo
entendía, porque no podía creer que se hubiera tenido este descuido o este lapsus
en la presentación de las Bases. Pero ahora yo entiendo si se hubiera conservado
la figura original, porque adquirir al valor nominal, por ejemplo, en el caso de las
empresas norteamericanas domiciliadas en Venezuela, donde nosotros sabemos
que lo que se autoriza es un capital con la junta promotora y que luego ese capital
autorizado va a las oscilaciones naturales del mercado de valores. Entonces lo que
existe es un valor de cotización de las acciones y mal podría incluirse un valor
nominal para adquirir en el caso por la propia estructura de estas compañías. Aquí
habría que preguntarse si era conveniente para la CVP participar en el capital
social de estas compañías, porque la CVP y, en el caso este, no tiene ningún impedimento en concurrir a las bolsas de valores, donde están cotizadas las acciones
de casi todos estos grupos de empresas petroleras; y adquirir allí el número de
acciones que estime conveniente. Eso lo puede hacer perfecta y legalmente la
Corporación Venezolana del Petróleo, porque aquí se ha variado, yo creo en virtud
de principios consagrados en la Constitución nacional, en el Código de Comercio
y que no podrían ser alterados por un contrato, así sea un contrato de interés público que podría ser atacado. Entonces ya siendo –no sé si me estoy explicando
claramente– empresas extranjeras domiciliadas en Venezuela, la participación en
el capital está abierta. La CVP puede adquirir cuantas acciones crea conveniente
de la compañía… por ejemplo, que están en el mercado de valores a la disposición
de quienes las quieran comprar al valor de cotización.
En cuanto a la participación adicional, yo tengo entendido –y si no el doctor Sader
Pérez me corrija–, él decía que se había presentado aquí, el caso concreto en el bloque B, una hipótesis, una producción de 200.000 barriles diarios para la aplicación
de una tabla física, pero yo tengo entendido que en el estudio del rendimiento del
capital que hizo la CVP para ese bloque, se llega con un margen de optimismo de
10% a 12% en el caso concreto ese. Cuando se sabe que el rendimiento mínimo
que ha sido admitido para toda empresa petrolera, tomando como bases los niveles de los Estados Unidos en donde los costos son más elevados, son de 15%. Sin
embargo, nosotros tomamos aquí la previsión de pedirle a la CVP que nos hiciera
unos ejercicios y unos corridos, para ver cuál era más beneficiosa en su aplicación,
si la tabla física o la tabla de participación por el rendimiento.
Lamento que el senador Leonardo Montiel, se haya ido, porque se habló aquí de
los convenios de referencia y si había la intención del Gobierno nacional de rebajar los precios del convenio existente. Yo creo que el Gobierno nacional va a tener
una gran responsabilidad cuando se reinicien, creo en el año 1971, estos convenios, porque va a estar en una posición negociadora más difícil que la que tuvo el
gobierno en su oportunidad para negociar los convenios de precios de referencia
actuales, y es por la tendencia o el distanciamiento que está produciendo entre los
precios de realización y estos precios de referencia. Este va a ser un argumento
que lo van a sostener hasta lo último las compañías petroleras interesadas y en esto
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tendrá el gobierno una gran responsabilidad y requeriría del concurso y del apoyo
de todos los sectores del país, porque, en caso de producirse una rebaja en estos precios de referencia, veríamos por primera vez una declinación sustancial de
la renta petrolera, de la cual depende tanto nuestro desarrollo. Pero yo creo que la
frase que traen las Bases no altera en nada el espíritu y el propósito de las Bases,
porque se refiere a los convenios de referencia para entonces, para el momento de
la celebración. Yo creo que mal podrían los Contratos decir “nos referimos a los
convenios de referencia celebrados en tal año”, porque en la Base yo creo que se
debe dejar cierta flexibilidad, sabiendo que el principio es que se aplique ese piso,
ese nivel de comparación de los convenios sobre los precios de referencia.
Estoy perfectamente de acuerdo con que se soliciten ciertas cualidades de las compañías petroleras que están interesadas, pero creo que eso no debe ser objeto de las
Bases, eso debe ser ya objeto de la negociación concreta del Ejecutivo Nacional.
Yo incluso tuve la molestia –es decir la molestia para la División de la Economía
Petrolera del Ministerio de Minas– de solicitarle una información sobre los mercados que podrían ofrecer las distintas compañías petroleras interesadas en la negociación de los Contratos de Servicio, porque aparentemente, por ejemplo cierta
compañía, que todavía no opera aquí en Venezuela ha hecho ofertas atractivas
que se han discutido, pero sería interesante indagar qué mercado para el petróleo
venezolano ofrece en ese caso muy concreto esa compañía petrolera que tiene un
proyecto de una refinería en Nueva Inglaterra. Sí sería conveniente o inconveniente para el país que esta compañía nueva para Venezuela fuese a entrar en cierta
competencia en Nueva Inglaterra con petróleo venezolano que suple la Creole en
esa zona. Si esto no iría a abrir una guerra de precios en esa zona, y que en virtud
de la competencia se fueran a bajar los precios de realización y nosotros, cuando
tengamos que revisar los convenios sobre los precios de referencia, nos encontremos con que nos hemos hecho el harakiri en este caso.
Es decir que me parece que esta materia, para concluir finalmente, no debe ser objeto
de su establecimiento demasiado casuístico en las Bases de Contratación, sino que
se debe dejar para la posterior negociación que va a tener el Ejecutivo Nacional a
través de la Corporación Venezolana del Petróleo. Por otra parte, para no fastidiar
más la paciencia en el caso del doctor Sader o de la Subcomisión, quisiera preguntar
al doctor Sader [interrupción] con el pozo Armadillo y el adicional 401 que resultaron en esta zona a profundidades que pasaron los 15.000 pies, 401 creo que pasó, y
registró temperaturas superiores a los 350 grados. Entonces, si este proyecto se hizo
con la intención de que la CVP explotara directamente la zona, ya que era la más
cercana al área de las concesiones del año 1957; y si al dejarlo así no ha restado la
fortaleza para la negociación de la CVP sobre el resto de la zona, sabiendo que ahí
se van a probar las posibilidades de la estructura [...] y del alto centro de […] con los
resultados de esos tres pozos que perforó la CVP.
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Presidente de la Comisión
Oída la exposición del diputado Bernardoni, se le concede la palabra al doctor
Sader Pérez.
Doctor Rubén Sader Pérez
Comienzo por manifestar mi satisfacción por la manera como el representante
Bernardoni se ha expresado en relación con esta materia, ya que pone en evidencia
que se ha dedicado a estudiarla y, en esta forma, está cumpliendo con su responsabilidad de representante. La opinión que él pueda sustentar en esta Comisión o
en el seno de las Cámaras es una opinión que se basa en las informaciones que él
ha podido obtener y en las conclusiones a las que ha podido llegar a través de esas
informaciones. Esto es satisfactorio, porque una de las cosas que se comprueban
en el ejercicio de las responsabilidades de gobierno, es el poco interés que muestran generalmente los dirigentes políticos o los funcionarios públicos que tienen
confiadas otras tareas, por problemas específicos de una importancia relevante
para el país, como es este del petróleo. Cuando se llega entonces a discutir con
alguien que ha tomado el trabajo de informarse y estudiar la materia, es posible
que al final se puedan establecer confrontaciones de criterios, pero dentro de un
ambiente de entendimiento, de mutua comprensión, y particularmente de deseo
de aclarar conceptos, de manera que la posición que en definitiva se adopte sea la
más conveniente al interés nacional. Voy a referirme a su intervención tratando de
hacerlo en la forma más breve posible, a pesar de que ha planteado un sinnúmero
de cosas que realmente merecen consideración detenida.
No quisiera seguir insistiendo sobre lo que podría ser la intención del ciudadano Ministro cuando hizo las citadas manifestaciones, porque es saludable reconocer que
pueda existir la intención de continuar una política que, por lo demás, se ha tratado
de formular y de defender en todo momento como una política nacional, que no es ni
puede ser una política dogmática, sino que tiene que ser una política que se discuta
entre los venezolanos con el criterio de aprovechar las circunstancias presentes para
lograr a cada momento una mejor participación para el Estado en la explotación de
su riqueza petrolera.
En cuanto a la aclaratoria que hace en relación con la naturaleza del Contrato debo
decir que a mí me parece que hay una vinculación en la diferencia del objeto, al
cambiar la explotación del petróleo por la explotación de los hidrocarburos, con
el trato que se le da al gas. No creo que se reafirme en las Bases de Contratación la
propiedad sobre el gas. En las Bases Mínimas se puso exclusivamente como objeto
la explotación del petróleo y se dejó aparte el gas porque se había reafirmado que el
gas era propiedad de la CVP; por lo demás, en los comentarios ilustrativos que se
hicieron de la aspiración de la CVP, se fue bien claro sobre el particular. En las Bases
de Contratación se distingue el gas asociado y el gas libre, y es en el gas asociado
donde se incluye la afirmación que le permite al diputado Bernardoni aseverar que
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ahora se puede discutir libremente con terceros, pues ella se refiere solamente al
gas o con terceros convenios especiales para la utilización del gas asociado. Pero
en el gas libre la Base 1.2 dice: “Los yacimientos de gas libre no podrán ser explotados por la contratista en virtud del contrato que se celebre, sino mediante la
celebración de convenios especiales entre la Contratista y la CVP”. Es decir, ella sí
puede explotarlo; pero no bajo el mismo convenio, sino bajo convenios especiales.
No queda a salvo el derecho de la CVP de disponer de este gas, ya sea a través de
un acuerdo con la misma contratista o con terceros. Esta cuestión podría precisarse
en la revisión que está haciendo el Congreso.
En relación con la propiedad del petróleo, me estoy refiriendo al mismo texto
oficial que ha sido presentado al Congreso, en cuya página 13, en relación con la
disposición del petróleo producido, dice lo siguiente: “La CVP le traspasa en propiedad y a precio de costo hasta 90% del petróleo producido”. Aquí es donde surge
el cuestionamiento; si en el momento en que se produce el petróleo y se traspasa a
la compañía contratista, esta se hace propietaria a precio de costo, ¿cuál va ser la
efectividad de la intervención de la CVP en la fijación de los precios de ese petróleo cuando salga al mercado externo? Si esta compañía adquiere el petróleo, y se
hace propietaria, si le da la gana de tirarlo al agua o botarlo más allá, ¿hasta dónde
podría la CVP intervenir? Esta salida de que las compañías dispongan del petróleo
a costo, nos movió a una serie de preocupaciones, porque en otros contratos que se
han suscrito en otras áreas la remuneración de las compañías se percibe –particularmente en la fórmula francesa– recibiendo una parte del petróleo al costo. Esto
se nos propuso a nosotros también, pero como la CVP debe cuidar no solamente
el precio del petróleo que vende, sino el precio del petróleo venezolano en los
mercados internacionales, tenía que ver este petróleo que a una compañía le estaba
saliendo al costo, aquí en el país, podía ella luego venderlo afuera a equis precio,
de acuerdo con el criterio que en ese momento pudiera tener, no el de rentabilidad
de 10% o el de rentabilidad a 1%, sino por una razón política al precio equis que
le conviniera. Dijimos que era mejor que en todo momento siguiéramos la huella a
ese petróleo. Aquí hay, pues, un cambio entre lo que se tenía en las Bases Mínimas
y lo que se asienta en las Bases de Contratación. No es sólo cuestión de intención,
porque está reconocido en forma expresa. De todas maneras, como dije, vale la
pena que se hagan reflexiones en torno a que si conviene que la compañía se haga
propietaria del petróleo y si es así cómo se asegura la efectividad de la intervención en los precios y en la participación en los mercados por parte de la CVP.
Hay otra manera de que la compañía pueda ser propietaria del petróleo, y es vendiéndoselo; pero entonces habría que ver si las compañías internacionales van a aceptar
convertirse en compradoras de petróleo. Es algo que vale la pena reflexionar, porque
no está envuelto aquí el problema que dice el diputado Bernardoni que le fue informado por representantes de la CVP. Si los representantes de la CVP le informaron eso,
yo todavía tendría mis dudas en cuanto a la información que ellos han dispuesto, y
les voy a decir por qué. La participación mancomunada en la producción es de otro
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carácter; es la participación que le corresponde a las compañías estatales cuando,
en virtud de los convenios de Contratos de Servicio, ellas resuelven disponer de
una parte de la producción de petróleo. Vamos a suponer que nosotros llegáramos
a un acuerdo con las compañías: “50% del petróleo nosotros lo vendemos y ustedes venden el otro 50%”, ¿Qué sucede? Sucede que si la empresa estatal no tiene
una organización internacional, va a tener dificultades para colocar su petróleo;
las compañías lo saben, y entonces establecen una cláusula en virtud de la cual
ellas pueden comprarlo, pero al precio que establecen que es un precio medio
entre el precio de realización y el precio de costo. ¿Qué sucede? Que si la compañía estatal no se desarrolla, la compañía estatal tiene que venderlo a ese precio
menor, y entonces la compañía extranjera está recibiendo 50% del petróleo por
su participación en el contrato, más adquiriendo a muy bajo precio este petróleo
que la compañía estatal no ha podido vender. En la actualidad algunas compañías estatales que se están haciendo de petróleo en dichas condiciones, debido a
las deficiencias en su gestión internacional, y por causa de necesidades internas,
entre ellas posiblemente por la falta de sinceridad de una política de defensa de
los precios, efectúan ventas por debajo de los precios que se están defendiendo
como justos, y la explicación, cuando se les reclama, es: “Tenemos esta dificultad,
precisamente por el petróleo que estamos recibiendo”. Como si fuera un mal, se
dice que se está recibiendo petróleo. Pueden hasta preguntarse: “¿Qué hacemos
con el petróleo; para evitar el problema no sería mejor que se lo entregáramos a la
compañía, definiendo de una vez que ella se encargue de venderlo?”.
La experiencia directa es el precio precisamente del desarrollo independiente.
Ese es el precio para poder llegar a los mercados internacionales y conseguir los
propios consumidores, los propios mercados. No se puede pretender que se va a
hallar petróleo dentro de un mundo tan organizado como este, y que se va a estar
produciendo petróleo sin tener facilidades de mercado a la disposición, ni convenios de abastecimiento a largo plazo ni convenios de integración con las empresas compradoras; participación en las refinerías. Todo esto es lo que envuelve el
mercado; porque, en la práctica, lo que sucede es que las compañías que producen
el petróleo aquí, se lo transfieren a otras filiales de ellas mismas. Es un petróleo
que no va al mercado abierto, pues menos de 20% del petróleo que se produce en
Venezuela es el que va al mercado abierto. De allí la dificultad nuestra de fijar una
política en relación con los precios, porque, ¿cuál es el precio real y verdadero?,
¿el precio de transferencia de las compañías o el precio de ese mercado abierto?
Hoy, por cierto, comienza a haber un mercado abierto, porque hace 10 años de
todo el petróleo que se vendía en el exterior apenas 10% se vendía en el mercado
abierto, lo que no permitía averiguar los precios. Entonces, repito, la producción
mancomunada es de otra naturaleza; es una responsabilidad que recibe la empresa
estatal de desarrollarse no muy independientemente, y que, si no la cumple, paga
por ella, pero no es un mal que deba de una vez condenarse.
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No creo que por el hecho de tener alguien parte en el capital de una empresa,
adquiere dicha empresa el carácter de empresa mixta. Si puedo comprar unas acciones del Banco de Venezuela no voy a decir que tengo una empresa mixta con el
Banco de Venezuela; tengo una participación en el capital social. Si Cruz Carneiro
compra unas acciones de la Creole en el mercado abierto –que habría que ver dónde están esas acciones– ¿tiene entonces una compañía mixta con la Creole? No,
como abogados sabemos que, en el pacto de sociedad, tiene que determinarse las
características de la compañía. En el caso presente diría que, si logramos una participación en el capital social, podemos de una vez establecer como condición algunas garantías, con el objeto de que nuestra participación minoritaria en el capital
nos asegure una representación en la Directiva, se determine inclusive, el mecanismo de control en la administración que tenga que establecerse y se precisen algunas
características de tipo administrativo para darle especial trato a determinado tipo de
gastos, lo que un accionista minoritario no puede hacer en ninguna empresa, ni aquí
en Venezuela, ni en el exterior.
Aquí se habla de que no pueden ser inferiores las Bases a los precios de referencia
y más adelante se volvió a mencionar el tema de los precios de referencia. Creo
que hay una confusión, porque hay dos precios de referencia; hay el precio de
referencia del petróleo de regalía que ya está establecido por un convenio, y hay el
precio de referencia que lograron aprobar con la reforma que se hizo con motivo
de los reparos, los que duran cinco años. He estado hablando de los convenios
vigentes para el precio de referencia del petróleo de regalía que nos garantiza una
ventaja en estos momentos, y en vista de las estimaciones que se tienen en relación
con el precio del petróleo en el futuro cercano, creemos que no se debe renunciar
a esa ventaja. En cambio, el precio de referencia a los efectos del Impuesto sobre
la Renta está sometido a los ajustes que tienen que haber en función de los precios
de realización en el mercado; porque seguramente sabe el diputado Bernardoni,
el precio de referencia no se estableció en forma arbitraria, sino calculando un
promedio entre los precios de realización a un porcentaje sustancial de las ventas
efectuados por las compañías.
Diputado Jesús Bernardoni López
­­­­­ valor por agotamiento se refiere al convenio de referencia para la regalía, y los
El
convenios a que se refiere la otra Base, los precios de referencia, los dos precios
de referencia.
Doctor Rubén Sader Pérez
Sí hay las dos referencias, pero precisamente me estoy refiriendo en este caso a la
del régimen impositivo de la ley, que es el del impuesto de explotación, porque es
el que se fija en esta forma; aquí la Base dice: “Los convenios vigentes entonces”,
y nosotros decíamos: los convenios vigentes hoy. Es una cuestión sobre la que vale
la pena reflexionar porque hay una diferencia.
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Me preguntan si creo que las modificaciones introducidas con relación a la participación operativa han producido un cambio que pueda afectar la negociación
posterior. Esto lo voy a ligar con otra expresión que utilizó el diputado Bernardoni
cuando dijo “las cualidades de las empresas no deben ser objeto de las Bases sino
de la negociación concreta”. Este es mi punto central, de que no tenemos en las
manos una negociación concreta y que lo que debemos analizar ya, a esta altura del
proceso de negociaciones, es la negociación concreta. Es por ello que he venido insistiendo en que se ha presentado un esquema para continuar negociando, en tanto
que en el mecanismo aprobado por la ley, los reglamentos y las normas preparadas
al efecto, se creyó conveniente que el proceso de negociaciones, una vez agotado
entre la empresa estatal y las compañías, cuando ya se estuvieran listas, concretamente, las negociaciones, se viniera al Congreso para decirle: “Estoy en capacidad
de contratar en estas condiciones; solicito la autorización”. Porque carecemos de
bases de negociación concretas nos encontramos con la necesidad de estar aclarando cuál es la intención, qué se logrará, si se reforzará la posición del Estado o se
debilitará, si se va a afectar la negociación posteriormente o no se va a afectar.
El diputado Bernardoni como abogado tiene dudas respecto a las disposiciones
constitucionales que podrían entrar en colisión con la exigencia nuestra de que se
constituyan compañías en el país. No creo que esta exigencia esté violando ninguna disposición constitucional. Aquí se está estableciendo una exigencia adicional
para que una compañía, que quiere participar en el negocio petrolero en Venezuela,
bajo las nuevas condiciones, cumpla esta nueva condición, de que se haga nacional, con el propósito de que podamos asegurar la finalidad de que las pérdidas que
se tengan no se vayan a compartir con la nación. De ser una compañía constituida
en el país, como el diputado lo dice, y habiéndose eliminado lo de los accionistas,
entonces esta compañía de todas maneras no podría deducir las pérdidas, pero
aquí nosotros hemos ido más allá; a que no se consoliden los ingresos. No solamente no deducir las pérdidas, sino no consolidar los ingresos. Se trata de que la
compañía se haga nacional y así nos dé una mayor libertad para imponer nuestras
condiciones soberanas en el momento en que lo consideremos necesario, para que
no tengamos los problemas que están teniendo otros países cuando, para decidir
sus dificultades con las empresas extranjeras, de pronto se encuentran con que esa
empresa está registrada en Canadá o en los Estados Unidos, y el gobierno norteamericano o el gobierno equis plantea entonces una cuestión de tipo político.
Las compañías tienen que someterse a la jurisdicción de las autoridades nacionales, pero al mismo tiempo deben cubrirse todos los extremos de manera que, este
tipo de argumentación, en el futuro, no pueda ser esgrimido en contra del país.
Naturalmente que como gente de negocios debemos ser realistas al enfrentarnos a
esta situación, y tenemos que saber que por el hecho de que la compañía no sea nacional no quiere decir que un gobierno extranjero se va a desentender de los intereses que puedan tener sus nacionales en otro país con el carácter de accionistas. Es
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decir, de todas maneras iríamos a confrontar ese problema, el cual ya sería de otra
naturaleza. Esta es una de las cosas que presentaba dificultades en las negociaciones que veníamos sosteniendo con las compañías. Inclusive, si algo discutimos fue
la situación de algunas empresas, muy pocas –sólo dos o tres fueron las que hicieron tales alegatos– porque ellas tienen sus mecanismos, ellas han estudiado toda
esta situación, y no presentaron como una objeción fundamental el que las compañías estuvieren en incapacidad de constituirse aquí. De manera que creo tiene que
existir dentro del sistema legal norteamericano la fórmula que les permita a ellas,
dentro de las nuevas circunstancias, hacer sus deducciones por conceptos de gastos
exploratorios en el exterior. Por lo demás la ley norteamericana en esta materia es
bastante flexible, porque en el fondo trata de alentar a los inversionistas norteamericanos a las aventuras en el exterior que puedan dotarlos de reservas petroleras para
respaldar o complementar las reservas que tengan en su país, a fin de seguir adelante
con la política de conservación de sus reservas petrolíferas en el propio territorio
norteamericano. Este problema, yo no veo que exista y sostengo que, en principio,
nuestra posición era aceptada por las compañías que estaban negociando.
Lo del valor nominal de las acciones está mencionado solamente en las Bases de
Contratación; en las Bases Mínimas no aparece. No es cierto que existe esa facilidad de adquirir las acciones de las compañías petroleras en el mercado abierto,
pero tampoco se anda buscando tener tantas acciones de la Creole en el bolsillo y
prepararse a recibir los dividendos que resuelvan repartir sus directivos con vista
a sus resultados anuales, o a la política que anualmente ellos resuelvan emprender. Nos interesa participar en el control de la administración de la empresa, y no
solamente con el carácter de accionista minoritario sino con acciones que tengan
las prerrogativas que se puedan acordar, y que son más fáciles de acordar en una
compañía que se vaya a constituir que en una compañía ya constituida, esto es, los
privilegios que puedan reconocerse a favor de determinado accionista.
Diputado Jesús Bernardoni López
Precisamente yo me refería a que todo eso era válido si la circunstancia era la de
obligar a la constitución de una compañía nacional. Ahora, ya que hay esta alternativa […] La mayoría seguirá con la empresa extranjera [no capta la voz el grabador], y creo que no habrá ninguna que se constituya como compañía nacional.
Doctor Rubén Sader Pérez
Nosotros tenemos el interés de que se constituyan, es un punto básico, es algo que va
dentro de lo que se puede llamar la venezolanización de la industria. Queremos que
sean compañías nacionales, porque hay una serie de ventajas aparte de esas que he
mencionado aquí; pero fundamentalmente es una nueva participación muy conveniente de preverla en el Contrato de Servicio Directo, el cual también ha sido soste-
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nido en otras partes del mundo y hoy forma parte de un acuerdo que se aprobó en
la OPEP. Ustedes pueden ver, inclusive, que dentro del mismo convenio que tiene
con la Aramco adquieren directores los árabes sauditas, de los que se sientan en
la mesa con los directivos de las compañías petroleras con los de la Standard Oil
de New Jersey, de la Standard de California, de la Texas, de la Mobil que forman
el grupo Aramco, y si ellos los árabes sauditas los tienen, ¿por qué no podemos
tenerlos nosotros?
Me refería a lo de las cualidades que sería cuando se hiciera la negociación. Creo
que para este momento ya debe estar lista la negociación. Sinceramente, creo que
el Ejecutivo debe tomarse su tiempo y terminar su negociación, y decidir con las
compañías estos extremos que faltan, porque a nosotros no nos pueden venir los
funcionarios de la CVP o del Ministerio de Minas a hacernos ejercicios de rentabilidad con elementos que ellos unilateralmente han precisado. Ellos tienen que
precisarlos con las compañías, y hay muchos elementos que faltan; esos son los
que nos pueden decir cuál es la rentabilidad que se puede esperar en un momento
dado, aparte de que todavía faltará, por supuesto, ver en la práctica cómo resulta
la operación, si se encuentra petróleo, a qué profundidad, en qué condiciones, en
qué cantidad, etcétera.
Lo de área de riesgo ¿qué si se le ha restado fortaleza? No, yo no voy a decir que
se le ha restado fortaleza, por el hecho de que se hayan perforado pozos secos. Para
que no se perdiera esa fortaleza, ¿entonces hubiéramos tenido que cruzarnos de
brazos? Eso es peor. Yo creo que una empresa petrolera que se respete tiene que
perforar pozos secos y estar preparada para eso. Veremos luego cuál es la relación
entre los pozos secos y los pozos productores, a fin de probar cuál es su eficiencia
operativa, pero que se encuentren pozos secos en un área es una de las expectativas
del negocio petrolero, y se encuentran más pozos secos que pozos productores, sino
no sería negocio el petróleo. Claro que esa área que tiene pozos secos después para
negociarla es más difícil, pero ¿cómo se sabía si había petróleo o no había petróleo? Cuando había que perforar solamente con los elementos de información que
disponían las grandes compañías petroleras, muchas áreas fueron renunciadas y no
se perforaron porque “ahí no había petróleo” y son, casualmente, los campos mejores productores que tiene el país en la Vía de Oro del lago de Maracaibo, campo
renunciado por la Creole y la Shell. De manera que allí no se perforó y había
petróleo, aquí se perforó y no había petróleo, ¿cuál era la conducta lógica? ¿Era
lógico no perforar o era lógico perforar? Pero, ¿qué sabían ellos si había petróleo o
no? En este caso de los pozos secos lo lógico hubiera sido no perforar, pero ¿quién
sabía que no había petróleo? Esas son las contingencias del negocio petrolero.
Claro que después que se perfore el área, si no se consigue petróleo, vale menos,
de allí que el bloque A sea un bloque que no haya atraído tantas ofertas. Ese fue un
riesgo que asumió el Estado, pero ¿cómo lo asumió? Había que ver la expectativa
de los técnicos, pero no solamente los técnicos de la CVP, sino que era una cosa
“de bola a bola”, en términos criollos, porque ahí dizque estaba el petróleo. Hoy en
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día posiblemente el difunto no tiene deudos. Nadie dijo que se perforara el Ceuta,
nadie dijo que se perforara el Armadillo, pero había gente que tenía champaña lista
para festejar el gran descubrimiento y resulta que allí no se encontró petróleo. Hubo en otros casos apuestas célebres de geólogos de compañías petroleras, quienes
sobre áreas en el lago habían apostado que se beberían todo el petróleo que saliera
de allí, y en las cuales se han hallado de los campos más prolíficos descubiertos
en el país; de manera que pasarían varias generaciones de esos geólogos y todavía
tendrían petróleo para seguir bebiendo.
Por lo tanto, no es aconsejable la inhibición para mejorar una posición de negociación. Más bien creo que el Estado, si tiene una empresa estatal, debe asumir las
contingencias del negocio petrolero, eso sí, asumirlas con un criterio razonable,
con un criterio de seriedad, basándose en informaciones técnicas y no en precipitaciones políticas que pueden ser las de tratar de hacer un gran descubrimiento con
motivo de un 2 de diciembre o de una fecha electoral, o un cumpleaños de la empresa, cosas así por el estilo. Sino hacer el gran descubrimiento como producto de
un trabajo que puede tomar años, y sin ningún temor de que se esté diciendo: “La
empresita de 40.000 barrilitos” porque después serán los 200.000 barrilitos, y no
que a nosotros nos llame a risa aquí 200.000 barrilitos porque tenemos 3.500.000
barriles diarios. Cualquier país del mundo quisiera tener esos 200.000 barriles,
pero son parte de un proceso que no se puede saltar.
Creo que, más o menos, me he referido a lo que ha dicho el Diputado.
Presidente de la Subcomisión
El diputado Antoni Paván tiene la palabra.
Diputado Simón Antoni Paván
Tenía muchas preguntas que hacerle al doctor Rubén Sader Pérez, a quien le he
escuchado con suma atención y realmente creo que ha sido muy provechosa la
presencia de él aquí, desgraciadamente el tiempo ya se nos ha agotado, y ojalá
que nos sirva de experiencia a nosotros en la Comisión para no citar a nuestras
personas invitadas en la tarde, por los problemas, precisamente, del quórum en la
Cámara, pero dentro de esta brevedad de tiempo que nos queda, no quisiera dejar
de hacer, aunque sea una pregunta al doctor Sader, que me parece que es el fondo
de todo lo que hemos discutido. El doctor Sader nos ha hablado del problema del
tiempo, el estar constreñido por el tiempo no es una verdad, el tiempo no constriñe
a la Cámara para aprobar los esquemas de contratación. Nos dice él, más aún, nos
alerta, diciendo que el Ejecutivo ha declinado en parte su capacidad de negociación, al punto de presentarnos a nosotros Bases que o se compadecen con bases
reales de contratación porque son adherencias unilaterales que ha realizado el Ejecutivo y que ha presentado a la consideración de la Cámara, dando por sentado de
que las exigencias mínimas de contratación son como limitaciones al mandato que
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la soberanía nacional, representada por el Congreso, le confiere al Ejecutivo. La
pregunta que surge es la siguiente: ¿nosotros que somos los mandantes, al plasmar
las normas mínimas de contratación debemos estar condicionando nuestro juicio
y nuestro criterio a las perspectivas de las exploraciones de negociación, o por el
contrario, plasmar estas Bases Mínimas en un concepto de deber ser, si bien no
rígidas, por lo menos a cierto nivel de restricción en la voluntad de contratación
del Ejecutivo para preservar para el Estado el ejercicio de su soberanía, o por el
contrario, condicionar la libertad que tiene el Congreso en el poder del Estado de
contratar y regirse, e ir atrás de las prospectivas de las exploraciones que las negociaciones de nuestro mandatario –el Ejecutivo Nacional– haya logrado con las
contratistas? Esa es la pregunta.
No voy a extenderme más porque desgraciadamente el tiempo que disponemos es
muy poco y estamos abusando demasiado de nuestro invitado.
Presidente de la Subcomisión
Tiene la palabra el doctor Sader Pérez.
Doctor Rubén Sader Pérez
Yo no me siento incómodo por la extensión del tiempo, por el contrario, es una
materia de mi agrado y creo que es de mucha importancia lo que ustedes tienen
entre manos, y lo que yo pueda colaborar es, inclusive, parte de mi deber como
servidor público que me sigo considerando. No podría en este momento precisar esta condición de mandantes y de mandatarios, –el Ejecutivo mandatario, el
Legislativo mandante– porque, realmente, nunca me he puesto a pensar sobre la
materia. No tengo criterio sobre la materia pero no me parece que nos estemos encontrando en el caso de un mandante y de un mandatario, sino dentro del análisis
de funciones que están atribuidas, de acuerdo con nuestro ordenamiento legal, al
Poder Ejecutivo que es el administrador.
Las Bases que dice el diputado Antonio ya fueron fijadas por el Congreso. Esa
discusión ya se dio aquí, duró bastante tiempo; aquí se trajeron volúmenes, inclusive un volumen más grueso que este, donde se preparó su proyecto de Bases y
normas de los Contratos de Servicio, y se pretendía que el Congreso aprobara esas
Bases y normas y se incluyera un solo artículo donde se autorizaba al Ejecutivo a
contratar para que trajera el texto completo de los contratos luego. De allí se pasó
a la decisión final que fue la de recoger en la ley algunas bases que se consideraron
como fundamentales, para no darle rigidez al Ejecutivo que era al que le tocaba
negociar, porque es un absurdo que congreso negocie con las compañías. Le daría
demasiada rigidez si se estipularan en el texto de la ley todas y cada una de las
condiciones que se fijarían para que el Ejecutivo contratara. Además, ¿qué iba a
pasar en la práctica? Que podíamos encontrarnos con que no fueran viables en
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un momento dado o que las circunstancias cambiaran y entonces ¿qué hacíamos
con la ley? No se podría sino ir al proceso de modificar la ley. Se establecieron en
definitiva unos cuatro o cinco principios que están contenidos en el artículo tercero
y no hubo pronunciamiento sobre las bases que formaban ese volumen, volumen
que ha sido uno de los tantos que se han preparado.
Hoy en día he visto una cierta insistencia en decir que si el primer informe lo preparó el Consejo de Energía. Ojalá hubiera sido así, pero se viene tramitando desde
mucho antes, y cuando se fue al Consejo de Energía se llegó con un volumen que
era producto de no sé cuántos volúmenes anteriores. Aquí tengo precisamente el
acta de la primera reunión celebrada el 8 de mayo de 1964: “Descripción de las
tareas del grupo mixto de trabajo entre el Ministerio de Minas e Hidrocarburos y
la Corporación Venezolana del Petróleo”, señalando una metodología con toda la
capacidad que al respecto tenía el doctor Pérez Guerrero, la que es de justicia reconocerle. Pero aún antes yo mismo, desde el año 1962, venía dirigiendo el Comité
de Negociaciones de la Corporación Venezolana del Petróleo. Entonces esas Bases
pasadas por el Consejo de Energía no fueron aprobadas; el Congreso no se manifestó sobre ellas, sino que le dijo al Ejecutivo como dice la ley: “A los organismos
antes mencionados les estará permitido para la realización de tal ejercicio, celebrar
convenios y promover empresas mixtas y formar parte de ellas, siempre que los
términos y condiciones que se estipulen en cada contrato sean más favorables para
la nación que los previstos para las concesiones en la presente Ley”, y después señala que el Congreso aprobará las Bases de Contratación “dentro de las condiciones
que fijen”, es decir, las Cámaras, después de que la empresa estatal negocie, y a ese
efecto la empresa estatal elaboró su texto legal que está vigente –fueron las Bases
Mínimas– y el procedimiento de negociación que está vigente todavía, y en él se
establece que para la celebración de los convenios se deberá consultar al Consejo
de Energía y se requerirá la aprobación del Presidente de la república, pero ya para
la celebración en definitiva de los convenios. Una vez que la empresa estatal haya
negociado y llegado a un momento en que haya definido en forma concreta todas
las características de las negociaciones, viene aquí al Congreso, a los efectos de
que “las Cámaras en sesión conjunta, debidamente informadas por el Ejecutivo
Nacional de todas las circunstancias pertinentes, aprobarán las Bases de Contratación que fijen”. Es decir, que ustedes primero van a estar informados de todas
las circunstancias pertinentes, o sea de los elementos que les permitan determinar
si hay ventajas en relación con las concesiones. Por eso decía que los cuadros con
cifras reales y no solamente con estimaciones, ni porcentajes sino con cifras absolutas y datos históricos, deben ser presentados al Congreso Nacional para que pueda
precisar, por lo menos, las ventajas económicas, por cuanto hay otras ventajas que
evidentemente han sido logradas. Además, el Congreso tiene que comprobar si
estas bases –de la ley– que no son negociables, están incluidas y acatadas por la
empresa estatal en la negociación a que en principio ha llegado a un acuerdo con
la compañía. No estoy diciendo que el Congreso no puede fijar condiciones pero
¿cuáles condiciones? Las que son de esperarse de un organismo legislativo que,
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frente a una negociación que sabe que ha sido conducida por un ente de la Administración con la suficiente capacidad legal para hacerlo, puede tomar en cuenta
algunas circunstancias presentes, alguna cuestión de política que sea recomendable, para disponer inclusive, donde dice 10, póngase 20, donde dice 50 póngase
100. Pero cuando lo haga, sabrá que esas bases de negociación que les mandaron
ya son otras y que, entonces, por lo menos, tienen que someterse a un nuevo proceso. De manera que, en este sentido, creo que el Ejecutivo está suficientemente
autorizado para conducir su negociación hasta el final, y luego venir aquí con sus
términos concretos. Allí es donde insisto ¿qué pasa que el Ejecutivo o el titular del
Ministerio de Minas se presenta con estas bases si tiene tiempo suficiente y si el
país está consciente de ello? Creo que no hay sector político, de la oposición misma, –porque no lo he oído expresarse en una forma distinta– que esté urgiendo al
gobierno de que termine de una vez estas Bases de Contratación. Hay un aval, un
crédito, un paréntesis de confianza que se le otorga a la Administración, sobre todo
a una Administración que recién se encarga de su responsabilidad. ¿Cuánto tiempo
no tomó la Administración anterior para llegar a definir estos conceptos? También
estaba haciendo uso de un criterio político. No vamos a decir que fue el hecho de
que se pensaba que era muy difícil llegar a esos acuerdos; no, había un poco del
juego de la espera, había un poco el ir desarrollando la CVP mientras tanto, había
un poco del hecho de ir viendo cómo se lograban otros extremos que pudieran
favorecer la posición del Estado a la hora de negociar. Esta misma situación puede
planteársele al gobierno actual, sin que haya ninguna prisa que lo urja a llegar con
una tarea inacabada al Congreso Nacional.
Presidente de la Subcomisión
Creo que la Subcomisión ha estado suficientemente informada sobre el criterio
del doctor Sader Pérez en relación con los Contratos de Servicio. La Presidencia
agradece al doctor Sader la información que ha suministrado, que por lo demás es
muy valiosa en el aspecto técnico y hasta el aspecto político, que promete que se
procesará debidamente en el seno de la Subcomisión para tomar de ella lo importante y lo fundamental en el momento de elaborar sus consideraciones. Muchas
gracias, doctor Sader. Se levanta la sesión.
Infiel al pasado5
La mayoría parlamentaria aprueba fórmula
contractual del Ejecutivo
Viene apareciendo en los medios publicitarios una mujer con aire felino y cejas enigmáticas, algo entrada en años aunque todavía interesante, que ofrece sus
misterios bajo el rubro de “infiel al pasado”. Apela en esa forma la motivación
5
Del artículo publicado en Vea y Lea (10/08/1970) y en El Nacional (14/08/1970).
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propagandística a la sensibilidad de gente dispuesta a aceptar “un carro” con tal
de que vaya envuelta en la transacción la posibilidad de una nueva aventura y,
quizá, de una traicioncilla. ¿Será ese el mismo sortilegio desplegado por quienes,
al identificar la fórmula actual de los Contratos de Servicio como consecuente con
la presentada por la anterior Administración, lo que en verdad asoman es la oportunidad de oponerle la espalda a un pasado demasiado exigente?
En lugar de descifrar tal interrogación, quizás debiera confesar la existencia de una
razón de tipo personal en mi oposición a las Bases de Contratación presentadas por
el Ejecutivo Nacional y aprobadas, con ligeras alteraciones, en las Cámaras Legislativas. Me correspondió, en efecto, la tarea de elaborar, con asistencia técnica
subalterna, las Bases Mínimas para los bloques en que se dividió el sur del lago de
Maracaibo. Sostuve antes, en confrontación con el entonces compañero de partido
doctor Juan Pablo Pérez Alfonzo, la conveniencia de definir las aspiraciones del
Estado dentro de la modalidad contractual llamada a sustituir, con ventajas, al sistema de concesiones. Me tocó desarrollar los conceptos y alcances de los fulanos
contratos en numerosas conferencias y hasta en las comisiones del Congreso, como se constata en diversas publicaciones que seguramente han servido de alguna
ayuda a los exégetas de más reciente data. Y fue mía, sin esguinces, la responsabilidad de dirigir las negociaciones con las compañías oferentes y cuyos resultados
se condensan en un informe oficial del 10 de marzo de 1969.
Horas después de que el Ministro de Minas presentó el Proyecto de Bases de
Contratación al Congreso Nacional, le escribí al Presidente de la república con la
esperanza de moverlo a la reflexión sobre las que calificaba como modificaciones
regresivas incorporadas al texto gubernamental. En esa ocasión los planteamientos
fueron lanzados al conocimiento público en busca de una ampliación del debate
cuya clausura se anunciaba con la revelación por el Ministro de la existencia de
un acuerdo parlamentario de mayorías que garantizaba su inmediata aprobación.
Vino, luego, mi comparecencia a la cita de la Subcomisión de las Cámaras, y las
intervenciones, por cierto, fueron reproducidas, íntegramente, por la revista Vea
y Lea (mayo, 1970) Amplié las denuncias en artículos de prensa y en charlas como las de la Universidad Central de Venezuela, Universidad de Carabobo y Universidad del Zulia, e intenté gestiones de esclarecimiento ante personas en cuya
honestidad de pensamiento había confiado toda la vida. Fruto, tal vez, de dichos
esfuerzos, puede ser la coincidencia de algunas de mis observaciones con uno que
otro de los añadidos llevados a la ley –el acuerdo parlamentario es como una ley
formal– que rechazo como contraria a los principios que tuve a honra interpretar
con el carácter de más alto ejecutivo de la empresa estatal.
La actual fórmula contractual invierte el papel de la CVP, la cual pasa de titular del
derecho para cuya explotación intentaba utilizar los servicios de una contratista,
a la condición de mera intermediaria de compañías que asumen su representación ante terceros, en sus operaciones en el país, y ante el fisco, en la discusión
de los convenios de referencia del petróleo extraído de los propios yacimientos de
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la CVP. Este petróleo, a diferencia de lo previsto en las Bases Mínimas, se hace
propiedad de las compañías apenas lo producen, quedando así reservado un papel
académico para la empresa estatal en las actividades de fijación de precios y de
mercadeo. No se menciona en las Bases del Congreso el monto de la participación en el capital social de la contratista y mucho menos en su cuerpo directivo
y organismos de administración y de control; ahora, al no establecerse la obligación de constituir una compañía nacional, como también se requería en las Bases
Mínimas, la contratista se regirá por sus estatutos foráneos que no prevén voto
calificado para el accionista minoritario ni los privilegios que se le deben reconocer al Estado accionista. La mayoría parlamentaria ha consentido, por último, en
autorizar, en lugar de negociaciones concretas, un simple esquema que habrá de
ser sometido, con toda humildad y con resultados inciertos, a la buena voluntad
de los consorcios internacionales.
¿Qué se hizo la preocupación por las áreas ociosas retenidas por las concesionarias que ahora aumentarán el número de hectáreas bajo su control?, ¿dónde está
el procedimiento de selección a imponerse en relación con las manipulaciones de
evasión de impuestos del petróleo que sale al exterior a través de mini compañías
o de contribuyentes deficitarios, y dónde el tratamiento ganado por las que han
incumplido decretos y resoluciones gubernamentales en abierta actitud de rebeldía?, ¿acaso se pretende desconocer que la pérdida de jerarquía de la empresa
estatal –sin aludir a la cuestionable eficiencia del Ministerio– no permite anticipar
los mejores resultados de ningún contrato de servicio y menos de aquellos cuyos
comités paritarios no tienen señalada preponderancia alguna para el titular de los
derechos en los contratos, y los cuales ya se comienzan a llamar “petroleros” y no
“de servicio” como para borrar la relación de dependencia que esta última denominación implica?
Habrá, felizmente, una segunda oportunidad para que el Congreso pueda volver
sobre la materia. Ello obedece, repito, a que se ha abierto una nueva etapa –la
prensa extranjera dice “ronda”– de negociaciones. Preparémonos, mientras tanto,
con espíritu patriótico, sin ánimo guerrerista y declinando cualquier obcecación
sectaria. Lamentable ociosidad sería, por el contrario, la de atrincherarse en complejos de culpa para descalificar objeciones que provienen de adversarios políticos, y otras, como las mías, que se apoyan en una experiencia de empresario
petrolero del sector público.
Salto atrás y manipulación publicitaria de la participación fiscal6
Los contratos, como parecen concebidos en el texto oficial de las Bases aprobadas
por el Congreso Nacional, arrojan resultados económicos aparentemente inferiores a las concesiones otorgadas por la dictadura en los años 1956 y 1957.
6 Del artículo publicado en El Nacional (04/09/1970).
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Antes de razonar dicha afirmación, conviene dejar establecida la seriedad con que
se elaboró el proyecto de Bases Mínimas dirigido a investigar la posibilidad de una
fórmula contractual que garantizara mayores ventajas económicas y un cambio en
la estructura y naturaleza de la explotación, a través de una auténtica intervención
operativa de la empresa estatal. Jamás se trató de jugar con las compañías petroleras
internacionales, haciéndolas partícipes de una farsa que ocultase una finalidad encubierta por condiciones de contratación que se harían siempre inalcanzables. Si al iniciar la tarea de redacción de las Bases hube de enfrentarme al doctor Juan Pablo Pérez
Alfonzo, quien había manifestado su desacuerdo con la oportunidad de la apertura
del proceso que podría precipitar la celebración de contratos, luego de la exposición
de fecha 23 de enero de 1968 –inserta en el libro Cartas petroleras– y de las conversaciones que sostuvimos posteriormente, pude estar seguro de su asentimiento. Y él
mismo, en escrito del 5 de marzo de 1968, recomendaba:
También se tiene que tener presente que la justicia y la buena fe, al igual que los deseos
manifiestos de colaborar con el contratista, deben resultar de las Bases Mínimas que se
presenten para las ofertas de contratos. Mientras más justas y razonables sean tales bases
se hará más posible alcanzar los mejores contratos para la nación. Sigue aquí sirviendo
de guía la conveniencia de llevar al mínimo los riesgos que sean posibles de evitar o
disminuir a los posibles contratantes para negocio tan riesgoso como lo es el petróleo.
Después de la responsabilidad que me correspondió asumir en la dirección de la
CVP, no voy, a estas alturas, a abandonar a su suerte el sincero esfuerzo entonces
intentado, ni a repudiar en bloque lo por mí cumplido y dicho sobre la materia, ni
tampoco a descalificar como antinacional la actuación ajena sin haber efectuado
antes un detallado examen de los términos y condiciones que se le antojan satisfactorios al equipo de gobierno vigente. Esto es lo que he venido haciendo al oponerme –con el menor éxito posible– a las modificaciones de carácter negativo sufridas
por las Bases Mínimas; a la interrupción de las negociaciones a nivel de la empresa
estatal y al deterioro de la jerarquía de esta; al cabildeo político que concluyó con la
cesión, a una mayoría circunstancial del Parlamento, de tareas encomendadas por
la Constitución y las leyes al Ejecutivo Nacional; y a la ilegal autorización conferida por el Congreso a unas futuras negociaciones que, al reabrirse ahora con todas
las compañías, se ignoran sus resultados y alcances, vale decir, lo que debiera haber
sido el contenido de las Bases de Contratación concretas sobre las cuales tocaba
a los legisladores pronunciarse en definitiva. Un solo argumento ha bastado, sin
embargo, para que el sector oficial responda complacido a estas y otras objeciones:
“85-15 es una fórmula patriótica de venezolanización progresiva. Antes al Estado
le correspondía una participación equivalente a 69% de los ingresos”.
Si la medida del hecho económico resume la finalidad que persigue una actividad
lucrativa como la confiada al Estado en relación con el aprovechamiento de las
riquezas naturales no renovables, la presentación de las cifras no debe ser objeto
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de manipulaciones como las ejecutadas para llegar a un supuesto 85% de la participación en las utilidades de los contratos. Han sumado así, para lograr dicho
propósito, a las utilidades estimadas para las 10.000 hectáreas cuya explotación se
confía a la compañía contratista, aquella que presuntamente el Estado obtendría si
explotara directamente las 40.000 hectáreas restantes que le han de ser regresadas
después de una exploración inicial. El exabrupto obedece a que los mismos informes técnicos oficiales revelan que esa es la única manera en la cual puede mostrar
ventajas económicas el régimen de contratos aprobado en relación con las últimas
concesiones de 1956 y 1957.
Las concesiones en el lago –las únicas válidas a los efectos comparativos– no dan
69% de participación en las utilidades, sino cifras que pueden superar en ocasiones, 88%. Tal 69% no es sino el promedio de lo obtenido de todas las concesiones,
incluso de las que están siendo trabajadas desde el descubrimiento del petróleo en
Venezuela. Tanto es así que en la página de la Exposición de Motivos llevada por
el Ministro de Minas al Congreso, se reconoce que, de explotarse las áreas del sur
del lago a través de una concesión, la participación del Estado sería de 83,15%.
Si se tratara de alegar en descargo la imposibilidad de traer hechos del pasado a
regir una convención del presente, el aumento experimentado en el Impuesto sobre la Renta y en los costos de producción, la escasez de materia prima y los altos
precios causados por las crisis de Suez en el año 1956, y las varias percepciones
estipuladas en los contratos de hoy, habría que someter a consideración, también,
las siguientes circunstancias: el valor estratégico de nuestro petróleo ha crecido,
entre otras razones, porque la situación del Medio Oriente se ha hecho irreversible
en varios aspectos: el valor presente de cerca de US$ 2.000 hasta US$ 7.000 por
hectárea, recibido entonces en el acto del otorgamiento, no admite comparación
con los US$ 400 por hectárea de explotación de los contratos, sumados a las cantidades adicionales que se percibirían en el supuesto de una alta producción comercial, esto es, una vez desaparecido el riesgo para el inversionista; los mayores
ingresos a derivarse de la aplicación de una regalía de 25% de la producción –como la de la Venezuelan Sun en un área vecina–, pagada conforme a los precios de
referencia estadounidenses, en lugar de la de 16,66% de los contratos, unida esta a
los beneficios de la comercialización de 10% del petróleo al costo, son incuestionables; y la fórmula de participación adicional fijada a partir de una cierta utilidad
neta de la contratista, puede resultar académica, además de que no alcanzaría para
cubrir la brecha abierta por la utilización de los términos y condiciones logrados
por la dictadura hace 14 años.
Por lo demás, entusiasmarse con los porcentajes es desconocer el negocio petrolero. Hay concesiones que dan 88% de participación al fisco y sólo abonan US$
0,61 por barril, en tanto que otras con 62% y 67% dejan US$ 1,01 y US$ 1,29,
respectivamente. ¿Y alguien habrá olvidado, por ventura, que el cien por ciento
de cero es cero?
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Lo que interesa, en verdad, es determinar en valores absolutos y de acuerdo con
la realidad petrolera actual, las mayores ventajas económicas que pueda aportar
un nuevo sistema de explotación, para asegurar, luego, el cambio de estructura
que nos haga menos vulnerables al poder foráneo. Rechazar semejante alternativa,
ahora que se dispone de un instrumento para la gestión directa, es como dar un
salto hacia atrás. ¡Y quién sabe si en el vacío!
Los Contratos de Servicio violan las Bases de Contratación
aprobadas por el Congreso Nacional
Deteriorada como había quedado la estructura prevista en las Bases Mínimas publicadas en marzo de 1968 con la aprobación de las Bases de Contratación por el
Congreso Nacional, cuyo texto se copia en la Gaceta Oficial Extraordinaria Nº
1.430 del 9 de septiembre de 1970, los Contratos de Servicio sufren, a la hora de
su redacción y firma por las partes, graves alteraciones que los colocan al margen
de la ley. Su objetivo más proclamado –el de la amplia participación operativa de
la empresa estatal– no resiste ningún examen crítico en esta etapa de iniciación del
programa exploratorio mínimo, como puede demostrarse en el caso de una contratista que ha podido seleccionar como presunta ganadora de la licitación privada
por ella abierta a una novísima compañía –Perforaciones Altamar– constituida
con accionistas más conocidos como militantes del “movimiento desarrollista”
que por su dedicación a la industria petrolera. Las mismas publicaciones especializadas que circulan con el respaldo financiero de las compañías, como la revista
Petróleo y Petroquímica Internacional –antes Petróleo Interamericano– en un
trabajo firmado por el ingeniero C.H. Keplinger, presidente de una firma de consultores petroleros de Oklahoma, expresan sin rubor su satisfacción:
Según se ha informado, las localizaciones de perforación las escogen los comités
coordinadores que dan a la CVP participación en las operaciones. Dichos comités, que
ciertos observadores consideraban inicialmente como posible obstáculo, vienen funcionando de forma tal que, en la práctica, la iniciativa queda en manos de la contratista
(Diciembre de 1971, Nº 12, p. 23).
La intervención en los niveles directivos de la contratista que ya las Bases del
Congreso desestimaron al aceptar que a las compañías extranjeras les bastase con
el solo requisito de domiciliar una filial, en lugar de exigir la constitución de empresas en Venezuela con estatutos elaborados previa discusión con el ente estatal
–tal cual lo preveían las Bases Mínimas–, fue llevada en los contratos hasta el
ridículo nivel que consagra la cláusula décima séptima, aparte 5, existente en los
convenios con la Occidental Petroleum:
Tan pronto como se determine producción comercial de acuerdo con la Cláusula Séptima de ese Contrato, y dentro de los 180 días siguientes a la selección por parte de “la
contratista” del primer lote, “la CVP” podrá ejercer el derecho de adquirir bajo los
Contratos de Servicio en los Bloques “A”, “D” y “E”, un total máximo y global del uno
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por ciento (1%), de las acciones del capital social de “la contratista” mediante el pago
del valor nominal correspondiente a las acciones a ser adquiridas.
El requisito legal de la mejora en los beneficios económicos que demostrase
las ventajas frente al sistema de concesiones y el cual se pretendía obtener en las
Bases de Contratación del Congreso, entre otras regulaciones, con las referentes
a la atribución del riesgo exclusivo a la contratista por las inversiones, gastos y
erogaciones requeridas para el cumplimiento de las obligaciones que asume por el
contrato, y con el riguroso acatamiento del régimen impositivo establecido en las
dichas Bases, fue objeto en su violación de un refinado procedimiento en el que se
contó con el auxilio de la Guía de Contabilidad, anexa a los contratos, cuyo texto
no fue llevado a la Gaceta Oficial en otro obvio desacato a la publicidad impuesta
por el artículo 3 de la Ley de Hidrocarburos. El solo trato dado a algunos aspectos
vinculados con el objetivo económico de los contratos es motivo suficiente para
intentar la acción de nulidad ante la Corte Suprema de Justicia.
Se reproduce, a continuación, el texto de uno de los tres libelos presentados ante
la Corte el 13 de junio de 1972, y en los cuales se demanda la nulidad de los contratos firmado por la CVP con las compañías Mobil Maracaibo, Shell Sur del Lago
y Occidental Petroleum.
Ciudadano
Presidente y demás Magistrados de la Corte Suprema de Justicia
Su Despacho.–
I
Yo, Rubén Sader Pérez, venezolano, mayor de edad, abogado en ejercicio, de este
domicilio, con cédula de identidad Nº 41.459, inscrito en el Instituto de Previsión
Social del Abogado con el número 6.472, actuando con el interés que tengo en
que se cumplan la Constitución Nacional y las leyes, ante ustedes ocurro respetuosamente para solicitar la declaración de nulidad del contrato celebrado entre la
Corporación Venezolana del Petróleo, empresa del Estado venezolano, creada
por Decreto Ejecutivo Nº 260 del 19 de abril de 1960, y la empresa Shell Sur del
Lago C.A., compañía anónima de este domicilio, inscrita por ante el Registrador
Mercantil de la Circunscripción Judicial del Distrito Federal, del estado Miranda
el 1 de Junio de 1971, bajo el Nº 62 del tomo 40-A, y el cual contrato correspondiente al Bloque B de la zona sur del lago de Maracaibo, fue publicado en la
Gaceta Oficial Nº 1.495 Extraordinario del 13 de diciembre de 1971, páginas 17
a la 29 inclusive.
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II
El contrato celebrado entre la Corporación Venezolana del Petróleo y la Shell
Sur del Lago C.A., viola las siguientes Bases de Contratación aprobadas para el
Bloque “B” por el Congreso de la República el 5 de Agosto de 1970 y publicadas
en la Gaceta Oficial del 9 de septiembre de 1970 Nº 1.430 extraordinario, páginas
7 a 11 inclusive.
Base 15. Obligaciones Financieras de la Contratista
Esta base asienta el principio del riesgo exclusivo para la empresa contratista la
cual no puede deducir directamente ni a través de sus accionistas las pérdidas que
resulten de las operaciones que constituyen el objeto del contrato. La violación
se aprecia con la simple comparación del texto de la Base de Contratación con la
Cláusula correspondiente del contrato, o sea con la décima sexta.
Bases de Contratación del Congreso Nacional.
15. Obligaciones Financieras de la Contratista
La empresa seleccionada en la concurrencia de ofertas, deberá constituir o domiciliar en el país una compañía anónima para celebrar y ejecutar este contrato,
la cual aportará por su exclusiva cuenta, el capital necesario para efectuar las inversiones, gastos de operación y cualesquiera otras erogaciones requeridas para
el cumplimiento de las obligaciones que asume por el contrato. Para respaldar
tal cumplimiento deberá prestar las garantías suficientes a juicio de la CVP. Es
condición expresa que tales inversiones, pagos y gastos quedarán sujetos al riesgo
exclusivo de la Contratista y que esta convendrá en que si resultaren pérdidas en
sus operaciones, ni ella ni sus accionistas podrán deducirlas en ningún momento
de otros ingresos gravables en el país.
Contrato de Servicio CVP-Shell Sur del Lago Cláusula Décimasexta. Obligaciones Financieras de la Contratista. “La Contratista” aportará por su exclusiva
cuenta el capital necesario para efectuar las inversiones, gastos de operaciones y
cualesquiera otras erogaciones requeridas para el cumplimiento de las obligaciones que asume por este Contrato.
Parágrafo Único
No deducibilidad de pérdidas
“La Contratista” conviene en que tales inversiones, gastos y erogaciones son por
su exclusiva cuenta y riesgo y que, en consecuencia, tanto “La Contratista” como sus
accionistas no deducirán las pérdidas de explotación que pudieren resultar en estas
operaciones de cualesquiera otros ingresos gravables provenientes de actividades
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distintas a las contempladas en este Contrato, que tanto “La Contratista”, como
sus accionistas hayan obtenido u obtuvieren en el país”.
En el texto en bastardilla de la cláusula decimasexta constan las alteraciones fundamentales hechas a la Base 15 cuando el alcance general de la frase “pérdidas
en sus operaciones” es reducido con la limitación a la no deducibilidad de “las
pérdidas de explotación”, por cuanto que pudiera alegarse que esta última denominación corresponde a las pérdidas tenidas en el período de “explotación” y no en
el período “exploratorio”, ambos definidos y diferenciados en la Cláusula Cuarta
–Duración del Contrato– y en las siguientes que se refieren a la Etapa Exploratoria y a la Etapa De Explotación. Esta última se inicia a partir del descubrimiento
del petróleo en cantidad comercial, esto es, cuando ya ha desaparecido el riesgo de
la pérdida de inversiones y gastos; en consecuencia, si la nueva redacción pretende
excluir a las pérdidas de exploración de la prohibición de deducibilidad, esta resultaría prácticamente inoperante al dejarse su aplicación para un período durante el
cual el riesgo prácticamente desaparece. Igualmente se viola el texto y el espíritu
de la Base 15 cuando en lugar de acatar el concepto absoluto implícito en la frase
“ni ella ni sus accionistas podrán deducirlas en ningún momento de otros ingresos
gravables en el país”, el contrato limita la prohibición a la no deducción de las
pérdidas de “otros ingresos gravables provenientes de actividades distintas a las
contempladas en este Contrato”. Este añadido parece expresar la procedencia de la
deducción de las pérdidas de los ingresos provenientes de actividades semejantes
o similares que “la contratista como sus accionistas hayan obtenido u obtuvieren
en el país”. O sea, que de los ingresos gravables de la contratista Shell Sur del
Lago o de los accionistas de la Compañía Shell Sur del Lago C.a., derivados de
operaciones petroleras realizadas en el país, podrían ser deducibles las pérdidas
originadas en el contrato de servicio suscrito con la CVP, lo que extendería el
riesgo a la nación venezolana, la cual vería disminuida proporcionalmente la renta
de hidrocarburos.
Base 16. Régimen Impositivo
El proyecto de Bases que el Ejecutivo introdujo ante el Congreso en noviembre de
1969 había añadido un elemento de inseguridad a las Bases Mínimas al señalar que
el cálculo del precio de referencia para el pago de la regalía se haría tomando como
base los convenios vigentes entonces. Las argumentaciones ante la Subcomisión
Bicameral del Congreso, posiblemente llevaron a la vuelta al criterio sentado anteriormente en las Bases Mínimas, pues las de Contratación del Congreso expresan
sin margen para torcidas interpretaciones cómo se debe calcular el dicho impuesto
de explotación; pero, en lugar de incorporar sin alteraciones este concepto, cuyo debate en las Cámaras había permitido establecer fuera de toda duda el pensamiento
del legislador, el contrato suscrito por la CVP acoge fórmulas diferentes que limitan
la posible obtención de ventajas por encima del sistema de concesiones.
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Opongamos ambos textos:
Bases de Contratación del Congreso Nacional
16. Régimen Impositivo
“La Contratista se obliga a pagar al fisco nacional, en nombre, por cuenta y orden
de la CVP, los impuestos, contribuciones y demás obligaciones fiscales establecidas en la Ley de Hidrocarburos, con las limitaciones contempladas al final de la
primera parte del artículo 46 de dicha ley, y los cargará como costos en la producción del petróleo. El impuesto de explotación se pagará de conformidad con lo que
establece el ordinal 1 del artículo 41 de la Ley de Hidrocarburos. En el caso de que
el Ejecutivo Nacional opte por recibirlo en efectivo, dicho impuesto será calculado
tomando como base los precios de referencia para regalía de los convenios vigentes para hidrocarburos similares siendo entendido que los precios de realización
obtenidos de acuerdo con los referidos convenios, privarán sobre tales valores. La
Contratista pagará en su nombre y por su cuenta los demás impuestos que le fueren
aplicables por las actividades que realice en el país inclusive el Impuesto sobre la
Renta. La Contratista deberá celebrar un convenio de valores de referencia con el
Ejecutivo Nacional, a los fines de determinar sus ingresos gravables. Tales convenios no podrán ser por valores inferiores a los que rijan para los concesionarios”.
Contrato de Servicio CVP-Shell Sur del Lago Cláusula Decimanovena Régimen
Impositivo
“La Contratista” pagará al fisco nacional, en nombre, por cuenta y orden de “la
CVP” el monto de los impuestos, contribuciones y demás obligaciones fiscales
establecidas en la Ley de Hidrocarburos, con las limitaciones contempladas al
final de la primera parte del artículo 46 de dicha ley, y los cargará como costos
en la producción del petróleo. El impuesto de explotación y los demás impuestos
contribuciones y obligaciones fiscales establecidos en la Ley de Hidrocarburos, se
pagarán de conformidad con lo que esta ley y sus reglamentos establecen, y con
sujeción a lo que se dispone en la Guía de Contabilidad anexa a este Contrato. En
el caso de que el Ejecutivo Nacional opte por recibir en efectivo el impuesto de
explotación, este será calculado conforme al convenio para el pago de regalía que
deberá suscribir “CVP” con el Ejecutivo Nacional, tomando como base los precios
de referencia para regalía de los convenios vigentes para hidrocarburos similares,
siendo entendido que los precios de realización obtenidos por encima de los precios de referencia determinados de acuerdo con los referidos convenios privarán
sobre dichos precios de referencia. Los precios de referencias para regalía serán
iguales a los que rijan para las concesionarias.
De acuerdo con el contrato ha sido sustituida la Base fijada por el legislador “los
precios vigentes para hidrocarburos similares” por la que se señale en un convenio
que “deberá suscribir la CVP con el Ejecutivo Nacional”. No es ninguna garantía
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de seguridad el que la fijación quede a cargo de la Administración Pública, pues
ya en ocasiones anteriores el mismo Ejecutivo ha deteriorado el precio estipulado en los convenios vigentes, como sucedió en la oportunidad de la firma de los
convenios sobre reparos fiscales en 1966 al aceptar que del incremento o baja del
precio estadounidense Venezuela percibiese solamente una tercera parte. El piso
establecido en la Base de Contratación 16 era el de los precios vigentes hoy, el cual
se hacía susceptible de aumento con las mejoras de los precios de realización; pero
el contrato se dirige en forma perfectamente opuesta cuando señala en lugar de un
piso, un techo: “Los precios vigentes para regalía serán iguales a los que rijan para
las concesionarias”. Para llegar a este exabrupto que contraría el precepto legal
que exige que “los términos y condiciones que se estipulen en cada contrato sean
más favorables para la nación que los previstos para las concesiones en la presente
Ley”, se ha invertido el criterio que en las Bases de Contratación se adopta para
los convenios sobre valores de referencia, los cuales –a los efectos del Impuesto
sobre la Renta– la contratista debería celebrar con el Ejecutivo Nacional; pero,
aún en este tipo de convenio distinto al existente para la fijación de los precios de
regalía, el legislador señala como piso otra vez, no como techo, “los valores que
rijan para las concesionarias”.
Base 17: Participación Financiera de la CVP
En la Base de Contratación 17.1 el Congreso Nacional repite dos veces el principio
de no deducibilidad de los Bonos –de contratación y de producción– en el texto redactado con la participación de expertos fiscales del Ministerio de Hacienda, según
se cita en la Gaceta del Congreso Nº 12, meses VII-VIII de 1970, página 372:
Estas bonificaciones en efectivo no serán deducibles de las utilidades netas a los efectos
de la participación adicional a que se refiere el parágrafo 17.3, ni podrán ser imputadas
al costo o deducidas como gastos o amortizadas a los fines del impuesto sobre la renta,
ni tampoco imputadas al costo del petróleo que retenga la CVP, conforme lo previsto
en el parágrafo 1.1.
La prohibición es absoluta y su redacción con oraciones impersonales revela, como en la Base de Contratación 16, que las inversiones, gastos y erogaciones son
por la exclusiva cuenta de la contratista, la cual no debe efectuar deducciones,
directamente o a través de sus accionistas, que puedan afectar al fisco nacional.
Sin embargo, la cláusula decimoséptima del contrato de servicio suscrito sustituye
el texto absoluto e impersonal de las Bases por otro que parece circunscribir el
principio de “No deducibilidad ni imputabilidad de los bonos” a la sola contratista, cuando establece: “La Contratista no deducirá las bonificaciones en dinero
previstas en este Parágrafo, de sus utilidades netas a los efectos de la participación adicional de la CVP a que se refiere el Parágrafo Tercero de esta cláusula, ni
podrá imputarlas al costo o deducirlas como gastos o amortizarlas a los fines del
impuesto sobre la renta, ni tampoco imputarlas al costo del petróleo que retenga
la CVP conforme lo previsto en el Parágrafo Primero de la Cláusula Segunda de
este Contrato”.
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Base 17.2 Agotamiento
Esta Base de Contratación establece y el contrato lo incorpora a su texto en la
Cláusula decima séptima, Parágrafo Segundo, que “La Contratista pagará a
la CVP por concepto de agotamiento una cantidad equivalente a un cinco por
ciento (5%) del impuesto de explotación pagado. El término agotamiento tiene en
la contabilidad de la industria extractiva una muy clara justificación: es un factor
de compensación que se acuerda al propietario de la mina por el empobrecimiento
que sufre a medida que disminuyen las reservas no renovables de sus yacimientos.
Este criterio universalmente aceptado y recogido a la letra en las Bases y en los
Contratos que señalan “la contratista pagará a la CVP por concepto de agotamiento, etcétera”, tacharía por absurda la pretensión de deducirle a la CVP como costo
de producción del monto de esta obligación; sin embargo, la Guía de Contabilidad
anexa al contrato y la cual, aunque forma parte integrante del contrato, no ha sido
hecha pública, en manifiesta violación de lo dispuesto en el artículo 3, numeral
7 de la Ley de Hidrocarburos, asienta en el aparte I, letra D: “El pago por agotamiento formará parte del costo de producción del petróleo; la contratista pagará
mensualmente el agotamiento de acuerdo a la producción total y luego recuperará
mediante facturación a la CVP la porción correspondiente al crudo retenido por
CVP”. O sea, que el agotamiento será deducido del ingreso gravable lo que hará
que el Fisco absorba la carga correspondiente, y la misma CVP tendrá que pagar a
la contratista la porción equivalente al petróleo que retenga, es decir, que no traspase a la contratista. La participación del pago por agotamiento en la constitución
del costo de producción ni siquiera está incluida en los conceptos que constituyen
el dicho costo, según la Cláusula Segunda, Parágrafo Primero del contrato, sino
en la Guía de Contabilidad anexa a él pero mantenida a resguardo del conocimiento de la colectividad.
Otras violaciones contenidas en la Guía de Contabilidad anexa al contrato
La Guía de Contabilidad incorpora términos y condiciones no previstos en las
Bases ni en el Contrato y cuya aplicación reduce las expectativas del Fisco y de
una posible participación adicional de la CVP; esto es, del beneficio que debe
determinarse luego del pago del Impuesto sobre la Renta por la contratista. Entre
ellos figuran en el Aparte II: el precio del petróleo que fija el monto del ingreso,
es el de “realización” y no necesariamente el aceptado por el Fisco para el cálculo
del Impuesto sobre la Renta; las pérdidas de explotación en que incurriese la contratista durante los tres primeros años y que no puedan deducirse dentro del plazo
establecido en la Ley de Impuesto sobre la Renta, gozarán para su deducción de
un lapso superior en 2 años al fijado en la ley.
En el Aparte III, bajo el subtítulo Situaciones Administrativas Especiales se consagra una autorización verdaderamente singular y la cual podría dar al traste con
las remotas posibilidades que pudiesen quedar para una participación adicional.
“En todo caso en que la contratista realice operaciones para terceros, los costos e
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ingresos de tales operaciones se aplicarán al costo de producción”. ¿Qué clase de
operaciones y por qué no se requiere la autorización de la CVP?, ¿sí son operaciones ajenas al contrato por qué sus resultados han de afectar a la CVP?, ¿dónde prevén las Bases del Congreso esta gestión para terceros, esta consolidación de costos
e ingresos llamados a gravitar sobre el resultado económico de los contratos?
El aparte III, letra J, también accede a descuentos adicionales que incidirán sobre
las posibles ganancias de la CVP, al aprobar ajustes que garanticen a la contratista
la recuperación de sus inversiones mediante un incremento de las tasas de depreciación y amortización aceptadas por el fisco.
El contrato y la Guía de Contabilidad anexa contienen muchas otras disposiciones
merecedoras de cuestionamiento, casi de rechazo absoluto, si nos situáramos en la
actitud de objetar aspectos desfavorables pero posibles de ser superados con una
mayor firmeza o habilidad en el curso de las negociaciones. Nos hemos limitado
simplemente a exponer las modificaciones al texto oficial de las Bases de Contratación que, en lugar de mejorarlas, desvirtúan su significado y alteran sus fines
principales, especialmente en relación con el objetivo de beneficio económico, el
cual, junto con el de una amplia participación operativa, debe satisfacer –cada uno
en su área específica– las exigencias del artículo 3 de la Ley de Hidrocarburos. Si
desechamos factores subjetivos y otros enfoques que invaden –podría alegarse– el
campo de discrecionalidad de la Administración Pública, queda abierta la vía de impugnar la legalidad del contrato ante la Corte Suprema de Justicia, llenos como están
los extremos demandados para el ejercicio de la acción de nulidad del acto administrativo violatorio del Acuerdo Legislativo aprobado por las Cámaras Legislativas en
sesión conjunta y de la Constitución Nacional que ordena la sujeción de las ramas y
órganos del Poder Público a las funciones y atribuciones definidas en las leyes.
III
El contrato de servicio suscrito entre la CVP y la Shell Sur del Lago C.A. es de
interés nacional y la aprobación del Congreso, estipulada en el artículo 126 de la
Constitución Nacional, se rige por las disposiciones contenidas en el artículo 3
de la Ley de Hidrocarburos. Si esta misma ley en su artículo 1 declara de utilidad
pública “todo lo relativo a la exploración del territorio nacional en busca de petróleo, asfalto, gas natural y demás hidrocarburos; a la explotación de yacimientos de
los mismos, cualquiera que sea su origen a colocación; a la manufactura o refinación, transporte por vías especiales y almacenamiento de sustancias explotadas, y
a las obras que su manejo requiera”, es la propia Constitución la que establece la
autorización del Congreso para el otorgamiento de nuevas concesiones de hidrocarburos. Para el caso de que “el derecho de explotar con carácter exclusivo y el
de explotar, manufacturar o refinar y transportar por vías especiales las sustancias
a que se refiere el artículo 1” de la Ley de Hidrocarburos, se quiere ejercer por
Contratos de Servicio: relación de un proceso
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medio de convenios celebrados por institutos autónomos y empresas de la propiedad exclusiva del Estado con otras personas, se precisa conforme al parágrafo
segundo, literal C: “Las Cámaras en sesión conjunta, debidamente informadas por
el Ejecutivo Nacional de todas las circunstancias pertinentes, aprobarán las Bases
de Contratación dentro de las condiciones que fijen”.
De la “autorización”, del Congreso requerida para el otorgamiento de nuevas concesiones se ha pasado a la mayor exigencia de una “aprobación” del Congreso de
“las Bases de Contratación”, previa a la celebración del convenio por el ente estatal.
En consecuencia, en este acto administrativo complejo la intervención del Poder
Legislativo se convierte en un requisito esencial para la validez del contrato, y toda
estipulación contractual que entrañe una usurpación de autoridad para arrogarse esta
función del Poder Legislativo, es ineficaz y está viciada de nulidad. Así acontece con
las violaciones a las Bases de Contratación determinadas en el Capítulo II de este
escrito, las cuales afectan el resultado económico del contrato, objetivo fundamental
este perseguido por el legislador cuando aprueba la celebración de Contratos de Servicio como una de las fórmulas sustitutivas del régimen de concesiones.
IV
Solicito de la Corte Suprema de Justicia, que en ejercicio de las atribuciones señaladas en el artículo 215 de la Constitución Nacional, ordinales 6 y 7, declare la
nulidad total del contrato suscrito entre las Corporación Venezolana del Petróleo y
la Shell Sur del Lago C.A., empresas arriba identificadas, y el cual fue publicado
en la Gaceta Oficial Nº 1.495 extraordinario del 13 de diciembre de 1971.
Denuncio, a tal efecto, la violación de los artículos 117, 118, 119 y 126 de la Constitución Nacional; y la violación del artículo 3º de la Ley de Hidrocarburos y de las
Bases de Contratación del Congreso Nacional N°. 15, 16, 17.1 y 17.2.
Anexo a este escrito un ejemplar de la Gaceta Oficial Nº 1.430 extraordinario del 9 de
septiembre de 1970, el cual contiene el texto de las Bases de Contratación aprobadas
por el Congreso Nacional para el Bloque B de la zona sur del lago de Maracaibo; y
un ejemplar de la Gaceta Oficial Nº 1495 del 13 de diciembre de 1971, el cual contiene el texto del contrato suscrito entre las empresas CVP y Shell Sur del Lago C.A.
para la explotación del dicho Bloque “B”.
En cuanto a la Guía de Contabilidad anexa al contrato y la cual forma parte integrante de él, respetuosamente solicito que se ordene a la Corporación Venezolana
del Petróleo su exhibición, por no haber sido publicada en la Gaceta Oficial como lo
establece la Ley de Hidrocarburos en su artículo 3, parágrafo segundo, numeral 7.
Es justicia.
Caracas, junio doce de mil novecientos setenta y dos.
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CAPÍTULO II
REVERSIÓN Y CAMBIO POLÍTICO
Cuando el 14 de noviembre de 1968 atendí las llamadas telefónicas del presidente
Leoni y de Rómulo Betancourt en solicitud de que suspendiera los planteamientos
públicos sobre la reversión de las concesiones de hidrocarburos debido a que la
cercanía de las elecciones aconsejaba eludir temas controversiales, apenas estaba
comenzando a recoger la reacción provocada por mi conferencia en Pro-Venezuela.
Había hablado el 11 de noviembre y el 12 volé a Anaco con el objeto de visitar las
instalaciones de la CVP y de atender la invitación de la Sociedad de Ingenieros de
Petróleo para que hiciera una exposición en El Tigre. Allí leí la versión periodística de El Nacional deformada por falta de información del reportero económico
que no asistió al acto reseñado y la The Daily Journal que titulaba la suya, en
jerga de jugadores de cartas, Sader Pérez tips his hand (muestra su mano o sus
cartas); allí también me dijeron de las llamadas de Leoni y Betancourt a mi oficina
en Caracas. Pero otras sorpresas me esperaban a mi regreso; entre ellas, que mis
planteamientos habían movido a un periodista que vive en el este a celebrar en su
casa una reunión de avenimiento entre miembros del sector gubernamental y elementos representativos de las compañías, a quienes se les dijo de mi sustitución en
la Dirección General de la CVP para los meses de enero o febrero de 1969, antes
de la toma de posesión del doctor Gonzalo Barrios. Clem Cohén, en su columna
Afterthoughts, especulaba con la idea de que yo estaba trabajando para un futuro
gobierno no revelado en el cuadro electoral y preguntaba: What is Dr. Sader Pérez
up to? (algo así como “¿de qué será capaz”? o “¿qué estará tramando?”).
Betancourt me pidió desistir de enfrentarme en televisión, el 20 de noviembre, ante
un panel de expertos de diferentes tendencias. Acepté sin dificultad y propuse una
discusión de la materia con participación del candidato y del doctor Pérez Alfonzo.
Providencialmente, el Director de la estación me salvó de la disculpa en cierne, al
adelantarme que la proximidad de la Navidad lo obligaba a cambiar de programación y cancelar, con mucha pena, la presentación prevista. No faltaron, finalmente,
los picantes comentarios de la prensa petrolera internacional, en uno de los cuales
se me atribuían frases contra el ministro Mayobre, a quien ni siquiera había nombrado en mi conferencia de casi tres horas. ¿Cuál era, después, de todo, la piedra de
escándalo lanzada tan inoportunamente?, ¿hasta dónde había llegado mi osadía?
Plan de acción ante la reversión
Valiéndome de la experiencia acumulada al frente de la empresa estatal había revelado mi criterio en relación con los factores involucrados en el vencimiento de
las concesiones, y expuesto los cinco puntos de un plan de acción:
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1) Preparar y analizar información sobre las reservas, tasa de producción óptima,
posibilidad y características de los mercados, etcétera, requerimientos de personal,
de capital y fuentes de financiamiento, con el señalamiento de metas a corto plazo,
para poner en marcha programas de formación de personal y de investigación tecnológica y científica. 2) Adopción de medidas tendientes a proteger la efectividad de
los derechos de reversión la participación unitaria de la nación en los beneficios, así
como la continuidad de las operaciones de la industria –nuevas inversiones– dentro de
límites económicos aconsejables. 3) Fortalecimiento de la empresa estatal con medidas
legislativas y administrativas que le permitan cumplir las metas programadas para los
próximos cinco años y las cuales deben ser objeto de revisión y ajustes. 4) Análisis
de las relaciones comerciales con los gobiernos de los países consumidores –Estados
Unidos, Inglaterra y Canadá, en primer término– y de la actuación de la OPEP y demás
mecanismos internacionales. 5) Revisión del gasto público y de las metas del Plan de la
Nación, en función de la participación que conviene asignar al ingreso petrolero en el
PTB y particularmente en el ingreso fiscal.
En la conclusión, sin esguinces ni circunloquios, propuse: “Frente a la demanda
de inmediata renegociación de las concesiones, planteo el análisis de la alternativa de su reversión a la nación venezolana para que sean explotadas por la
empresa petrolera nacional”.
Tenía sobre el atril una voluminosa información para contestar preguntas y observaciones que esperaba de los asistentes. Sin embargo, como Orlando Araujo anotó
en un artículo de la revista Cambio:
En el recinto se hallaban presentes muchas personas que han defendido públicamente posiciones diametralmente opuestas al nacionalismo sostenido por Sader Pérez quien, desde
la tribuna, las emplazó a refutarlo en discusión abierta; pero no fue recogido el guante
sin que hasta ahora podamos explicarnos el silencio y menos cuando, al día siguiente, y sin
cabeza visible, la prensa apareció con informaciones insinuantes de un cierto malestar que,
en aquellos emplazados, produjo la exhibición de trapitos de las compañías.
Silencio de las compañías y vaguedad de los políticos
La reacción recogida con extrañeza por Orlando Araujo responde a una conducta
trazada desde los grandes centros foráneos a los directores de sus empresas locales. Ellos tienen prohibida toda actitud de contención pública con las autoridades
nacionales, lo que no quiere decir que condenen a la inactividad a los mecanismos
de presión y a los medios de comunicación que disponen. Pero ¿no era más sorprendente la vaguedad y el silencio de partidos políticos, en trance de disputarse
el poder, sobre una materia de tanta trascendencia? Una ligera revisión de sus programas muestra, en efecto, un exceso de cautela tal que, cualquiera sospecharía,
envuelve algo más que una simple voluntad de no comprometerse, de no amarrarse las manos para las soluciones que se podrían sustentar a la hora de la verdad. A
tal extremo llegó la imprecisión de los candidatos que el llamado “Monje de Los
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Chorros”, doctor Pérez Alfonzo, salió de su enclaustramiento para hacer preocupantes advertencias:
Invalida toda perspectiva de progreso y de seguridad no conocer con precisión la política
que habrán de seguir con el petróleo los candidatos presidenciales, bajo cuya responsabilidad se desenvolverá la Administración Pública… lo peor es que los candidatos
criollos no solamente evitan partir de los hechos reales, sino que llegan al extremo de
pretender no partir siquiera de suposiciones que en alguna forma definirían su política:
semejante libertad de acción futura es simple y llanamente la arbitrariedad.
Entre los candidatos hay uno, sin embargo, que se larga ante una selecta concurrencia que asiste a un foro, también en Pro-Venezuela, con una reflexión que
encierra, para el sector de empresarios extranjeros, todo un mundo de aspiraciones
y repite, casi textualmente, una tesis divulgada bajo la influencia de los public
relations departments:
Sabemos que estando llamadas a extinguirse de 1983 a 1984 las concesiones que fueron
reajustadas conforme a la Ley de 1943, se va haciendo apremiante la hora de fijar una
definición de la nueva política petrolera en relación a las actuales concesiones. Tenemos
la impresión de que antes del fin del próximo quinquenio, antes de 1973 habrá que
hacer definiciones bastante precisas para poder lograr que los inversionistas que vayan
a participar en esto tengan caminos claros.
El que habla es Rafael Caldera y entre los numerosos párrafos del programa de su
partido, que los adversarios entregan con abandono total al talento exhibicionista
del doctor Ramón Díaz para que este haga las delicias de los televidentes a la hora
infausta en que copan el tiempo las peroratas y cuñas publicitarias a granel, se
encuentra uno no menos prometedor que el verbo del líder:
IV B. 1.4.3. Se acelerará la realización de convenios bien bajo la forma de contrato de
servicio u otra modalidad que convenga a los intereses nacionales, contribuyan al fin
perseguido y produzcan además la experiencia necesaria para llevar en forma lógica y
oportuna a la fórmula o fórmulas que permitan asegurar la estabilidad de la industria
con posterioridad al año 1983.
Esto es lo que piden las compañías
Cuando Pérez Alfonzo hace célebre su expresión de aparente contenido nihilista
“Ni hablar del 83”, la razona con el argumento de que “tiempo que pasa es tiempo
que nos garantiza llegar a acuerdos más justos y económicamente mejor equilibrados”, porque piensa en el crecimiento acelerado de la demanda y en el más lento
descubrimiento de reservas en el mundo entero. Pero el lenguaje de las compañías
es tan preciso como el empleado por el directivo de la Creole, Guillermo Rodríguez Eraso, en el foro auspiciado por la Sociedad de Ingenieros de Petróleo el año
pasado, recién comenzando el gobierno de Caldera: “creo que estamos perdiendo
terreno si en este momento no tenemos ya una solución para 1984”. Menciona
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Rodríguez entre los arreglos posibles a “la simple y pura renegociación de la concesión por un período de 40 años, o de 30, o de lo que el Estado juzgue conveniente” y concreta su intervención con un descubrimiento de las esperanzas puestas
por las compañías en los Contratos de Servicio, pues si “ya hubiera cuatro o cinco
contratos –llamémoslos contratos pero podrían ser convenios, formas de asociación que funcionen– me atrevo a decir que el problema de la forma de explotación
a partir de 1984 estaría, por lo menos, parcialmente respondido”.
Ya tienen los contratos o convenios
Antes de que termine este año, dijo el Presidente, se tendrán listos los cinco contratos o convenios urgidos por el directivo de la Creole. Van a ser suscritos conforme
a las Bases aprobadas por la mayoría parlamentaria proporcionada por Acción Democrática y Copei y las cuales bases combatí con los recursos a mi alcance. Pérez
Alfonzo repudió los contratos en términos tan absolutos y generales, que facilitó
una contradictoria explicación a través de la terminología escapista del doctor Gonzalo Barrios. Prácticamente dijo el presidente de AD que estaba de acuerdo con Pérez Alfonzo y que por ello ¡aprobarían los contratos! La teoría del ilustre militante,
creador de la política petrolera del partido en el concepto realista de Barrios no era
para ser aplicada en este mundo. Pero lo mío no era teoría, sino práctica y de la más
intensa. Los años que pasé trabajando en la CVP y que me permitieron contribuir a
la elaboración de las Bases Mínimas, además de apreciar, por contacto directo, las
observaciones de empresas petroleras estatales de otras partes del mundo, revestían
de alguna autoridad a las críticas que hice públicas para condenar, por contrario al
esquema y a los propósitos que dieron lugar a la reforma de la Ley de Hidrocarburos, el texto aprobado a rajatabla.
Ni siquiera Rómulo Betancourt se dio por enterado de las objeciones hechas, ni
los directivos se detuvieron ante las denuncias de la alteración regresiva efectuada
en los últimos meses. La empresa estatal pasaba a desempeñar el papel de intermediaria de las compañías, las cuales ni necesitarían de su presencia para discutir
con el Estado los precios de referencia del petróleo extraído de las áreas del sur del
lago. Este se hacía propiedad de las contratistas, apenas producido, y su mercadeo
en el exterior era problema de la competencia de ellas. Los resultados económicos
estimados con las cifras entonces suministradas, probaban su inferioridad ante las
concesiones de la dictadura perezjimenista en 1956 y 1957.
Ya sólo falta esperar el texto definitivo de los contratos y la fulana experiencia una
vez que comiencen las operaciones, para confirmar el desperdicio de la oportunidad brindada por la reforma legal hacia fórmulas de cooperación entre el Estado
y otras empresas oficiales o privadas. Afortunadamente queda a Venezuela, como
alternativa de progreso, la de la explotación directa para generar los recursos financieros de un programa de desarrollo que favorezca la incorporación a la activi-
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dad económica de los millones de marginados cuyas necesidades sociales, por mal
atendidas que sean, constituyen una carga extraordinaria para un presupuesto que
se diluye en gastos de operación de la maquinaria gubernamental.
Primero tiene que hacerse efectiva la revisión
Conforme a una disposición de rango constitucional los derechos otorgados regresan a la nación al vencimiento de las concesiones, de manera que esta pueda
continuar el aprovechamiento de la riqueza confiada a la explotación de las compañías. Para ello requeriría asegurarse de que, durante el tiempo pendiente para la
expiración de los títulos, sus derechos no vayan a verse disminuidos por falta de
mantenimiento de los equipos, venta o desmantelamiento de los mismos, por prácticas de agotamiento acelerado de los yacimientos, y hasta por la puesta en marcha
de mecanismos de transferencia a presuntos cesionarios que ayudan a privar al
fisco de los ingresos fiscales de esperarse en condiciones normales de acatamiento
de la Ley de Hidrocarburos.
Mientras aumenta la discrepancia entre quienes invocan la fuerza y suficiencia del
ordenamiento legal vigente para hacer respetar la interpretación antedicha y la actitud de las empresas que generalmente alegan impresión de los preceptos, se vienen
utilizando una serie de modalidades como la disposición de bienes, equipos y derechos –la cesión de campos marginales que privan a la nación de su participación
razonable en los beneficios de la industria– ante la impavidez de funcionarios de
gobierno y dirigentes políticos llamados a producir soluciones eficaces, no meros
saludos a la bandera o constancias de su falta de solidaridad con el procedimiento
que se adelanta. El mismo Pérez Alfonzo que gusta recordar de la gestión cumplida
en relación con el Terminal Shell en Puerto Miranda, el de la Mene Grande en Paraguaná y con el Centro Médico de la Shell en Cabimas, no puede desconocer la inoperancia de protestas como las suyas frente a un proceso que continuó su deterioro
en los dos períodos pasados, con el respaldo, inclusive, de organismos del Estado. La
Corte Suprema de Justicia, por ejemplo, decide el 2 de diciembre de 1963, conforme
a una sentencia cuyo ponente fue el doctor Alejandro Osorio y suscrita por Miguel
Ángel Landáez, Jonás Barrios, José Sarmiento Núñez y J.M. Padilla Hernández, que
la reversión:
Es una expectativa de derecho a favor de la nación que sólo se materializa al fin del
término de la concesión que alcanza sólo a las obras permanentes que en ese momento
existiesen en las áreas concedidas y que no afecta, sin embargo, el derecho que tienen
los concesionarios, durante la vigencia de la misma, de hacer en dichas áreas todas las
construcciones, modificaciones y demoliciones que puedan ser más convenientes a los
intereses de la explotación petrolera.
Ya en octubre de 1963 el Ministerio de Justicia, a cargo del doctor Ezequiel Monsalve Casado, se había negado, según dictamen del doctor José Alberto Zambrano V., a poner en vigencia medidas solicitadas por el Ministerio de Minas
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...como la abstención de los Registradores de protocolizar documentos contentivos de actos
de enajenación o gravamen si no consta la autorización del Ejecutivo Nacional, la orden a
los Registradores de remitir copias certificadas de los documentos que les sean presentados
por los cuales los concesionarios obtienen inmuebles o informaciones periódicas sobre las
operaciones realizadas por los concesionarios partiendo de la fecha en que se reciban las
instrucciones hacia atrás.
Frente a esta negativa opuesta con pretextos legalistas se preparó un proyecto de Reforma de la Ley de Registro, el cual, para la fecha, todavía duerme el sueño de los justos.
Cosa similar ha acontecido con el intento de reforma de la Ley de Expropiación por
Causa de Utilidad Pública, en el cual se intentaba reafirmar la obligación de las concesionarias de “conservar hasta su entrega los bienes que deben revertir al patrimonio de la
nación”. Aquí el Ministerio de Justicia, bajo el doctor Ramón Escovar Salom, en dictamen suscrito el 2 de noviembre de 1965 por el doctor Ricardo Sillery López de Ceballos
a su paso por la Consultoría del Ministerio, es contundente: “Los concesionarios no tienen la obligación de conservación que pretende el Ministerio de Minas e Hidrocarburos
se encuentra implícita en las normas legales que rigen la materia”. La modificación de la
Ley de Expropiación afectando los derechos de las concesionarias sobre los bienes que
“eventualmente” pueden revertir a favor de la nación equivaldría –según Sillery– a “una
amputación de cualidades esenciales a un derecho garantizado por la Constitución como es el de la propiedad”.
Un dictamen de reciente fecha es el del doctor José Guillermo Andueza, procurador general de la república, quien, en escrito del 13 de mayo pasado, al referirse
al gasoducto de la Creole hasta Aruba, desconoce las restricciones que la Ley de
Hidrocarburos ha sufrido en su aplicación en virtud del texto constitucional que
prohíbe el otorgamiento de concesiones sin la autorización del Congreso. El Procurador, en aparente aceptación del derecho inherente del concesionario, afirma
en relación con un sistema de transporte de 315 km de extensión: “No se trata de
una concesión por cuanto la Creole es concesionaria de explotación de numerosos
yacimientos petroleros, por lo cual tiene derecho a transportar el gas que produzca
hasta los lugares de venta” y con el puro cumplimiento de trámites de carácter
reglamentario (presentación de planos, memorias, etcétera)
Medidas y ventajas de la reversión
Entre los años 1983 y 1985 vencen un poco más de 70% de las concesiones otorgadas y renovadas a raíz de la aprobación de la Ley de Hidrocarburos en 1943.
En 1996 y 1997, vencerán las cedidas bajo la dictadura perezjimenista; pero las
primeras, que son las determinantes, producen actualmente cerca de 3.000.000 de
barriles diarios, en tanto que sólo cerca de 3.000.000 de barriles diarios, en tanto
que sólo cerca de 700.000 barriles diarios se extraen de las restantes. Tanto la pro-
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ducción como las reservas recuperables de Venezuela provienen de apenas 20% de
las áreas en concesión, lo que da la medida del interés de las compañías por conservar el control de dichas áreas bajo forma de contrato o convenio renegociación por
40, 30, 20 años o por lo que diga el Estado, como se restea Rodríguez Eraso.
Las reservas del país son tan abundantes que a nadie debe asustar la propaganda
en torno a su duración mientras se dispone aún de inmensas áreas vírgenes con una
potencialidad nada despreciable. Tampoco es para desesperarse el oír ulular cifras
sobre las grandes inversiones demandadas por la exploración y explotación del petróleo: el mismo petróleo las provee con margen suficiente para originar las fabulosas ganancias que han financiado aventuras exploratorias hasta en el casquete ártico.
Si sumamos lo retirado por las compañías de Venezuela entre los años 1947-1969,
inclusive, el resultado nos da Bs. 58.124.000.000 cuando lo invertido en dicho período y en los 30 años anteriores a 1947 –30 años cuyos beneficios netos y retiros
por amortización y otros conceptos no tenemos a la mano mientras escribimos estas
líneas– alcanza a la cifra de Bs. 22.631.000.000 monto de la inversión acumulada
bruta. Abundan, no obstante, quienes todavía esgrimen, con inquietud, la cifra que
restaría por recuperar a las compañías al vencimiento de concesiones manejadas
durante largos períodos con la libertad permitida por un país de tan lento progreso
institucional y educativo, y de una historia de moralidad administrativa bastante conocida, aunque no han faltado en todas las épocas ejemplos de dignidad. Tales son,
entre otros, los casos, cuando Gómez, de Gumersindo Torres y del Inspector General
de Minas y Director de la Sala Técnica de Minas ingeniero Luis F. Calvani, padre del
actual canciller Calvani, con motivo de revelaciones que hizo a la opinión pública
después de la muerte del tirano, se vio obligado a aclarar:
Una vez más advierto que esta compañía no va directamente contra los señores que
representan a esas empresas en nuestro país, sino contra los poderosos intereses a cuyo
servicio están y a los cuales ya hizo una guerra sin cuartel el presidente Teodoro Roosevelt, porque allá, en la propia tierra de los interesados, cometieron estos un sinnúmero
de actos reprobables en su empeño de adueñarse del monopolio de la industria.
Si Venezuela explotara directamente su petróleo, aparte del gran desarrollo industrial que generaría el proceso de sustitución de importaciones con el subsecuente
beneplácito de empresarios, comerciantes, profesionales, técnicos, obreros y en
general de todos los sectores de la economía nacional, aprovecharía la ventaja de
un substancial ahorro en la producción de un recurso no renovable, pues requeriría de menor cantidad de barriles para darle al fisco los ingresos de la renta de
hidrocarburos. Un ejemplo que he preparado con la asistencia técnica disponible
en estas circunstancias, muestra: la explotación directa entre los años 1971 y 1983,
asumiendo un crecimiento interanual de 2,4%, significaría que, con una producción de 6.418 millones de barriles menor que la de las compañías, le entraría al
fisco la misma suma anual, estimada para 1983 en Bs. 7.816 millones. Igualmente
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habría una disminución de 7.435 millones de barriles en el volumen de reservas
por descubrir, diferencia esta que reduciría en gran parte el monto de las inversiones llamadas de riesgo.
La capacidad nacional de manejar la industria
Para atender las labores de exploración, producción, transporte y refinación que
se realizan en nuestro territorio no existen dificultades insuperables, siempre y
cuando se acometa de inmediato un programa de formación y entrenamiento de
personal. La eficiencia en el aspecto administrativo está a nuestro alcance como
lo ha demostrado el progreso de la CVP; se tiene un buen equipo en el Ministerio
de Minas; además, conviene advertir que los cuadros de profesionales técnicos
y obreros que trabajan para las compañías continuarían responsabilizados de las
tareas que ejecutarían para beneficio exclusivo del nuevo, del único accionista: la
nación venezolana.
Para la disposición del crudo y de los productos en los centros de consumo, a los
cuales –como se ha visto– no les es dable prescindir del petróleo venezolano, entre
otras soluciones se tiene la de venderle a las mismas compañías cuyas inversiones
y experiencia en el sector externo del mercado son de apreciar en una justa proporción. Al fin y al cabo, con ellas conviviremos dentro de un clima de cooperación
operativo determinado por el hecho de que conservarían el ejercicio de los títulos
cuyo vencimiento no tenga lugar sino más allá del año 1983.
El camino político es indispensable
Aquí topamos con las inocultables deficiencias del sistema político. Si he señalado
sólo unos pocos esfuerzos infructuosos, ha sido por las exigencias del espacio. Son
ilustrativas, igualmente, varias interrogantes que ameritan un pronunciamiento en
relación con el fondo del problema de la reversión. Si es cierto que el ministro
Tinoco aprobó a las concesionarias la depreciación acelerada de sus inversiones,
¿por qué no se ha rendido cuenta ante la opinión pública de una resolución llamada
a disminuir los ingresos de los años próximos?, ¿cuáles son las condiciones en que
se ha autorizado una nueva ampliación de la Refinería de la Creole en Amuay?,
¿por qué se ha reducido la meta de una tercera parte más del mercado nacional
para la CVP en el presente quinquenio, y se ha detenido esta en 32% a que se llegó
desde hace más de un año, cuando en el Congreso pasado una mayoría parlamentaria integrada con representantes copeyanos se pronunció por acordar –de una
vez– la totalidad del dicho mercado a la empresa estatal?
Evidentemente las estructuras políticas atraviesan un mal momento. Lo digo sin
temor de las consabidas acusaciones que estas denuncias desatan. Al mismo doctor Pérez Alfonzo cuando sugirió la posibilidad de una reforma constitucional si
fuere necesaria para que la revisión se operase a cabalidad, el ingeniero Humberto
Peñaloza le atravesó la siguiente reflexión en el foro del CIV: “Me quedé pendien90
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te, amigos míos, si él planteaba esas reformas constitucionales de acuerdo con el
fondo y la forma establecida en la Constitución, o si alguna vez él había visualizado la posibilidad de un golpe de Estado, que es la manera más rápida de cambiar
una Constitución”.
No creo que se tenga que apelar a extremos tales a la hora de pretender que las
compañías den cumplimiento a lo pautado en la Constitución, las leyes y en sus
propios títulos. Pero sí estoy convencido de que habrá que hacer saltar el actual
esquema político, las reglas de juego vigentes, para lograr un entendimiento a
nivel nacional que permita hacer efectiva la reversión. No me invade el desaliento
que sobrecoge a Domingo Alberto Rangel cuando se refiere a los actuales partidos.
Ellos, después de todo, aglutinan a personas interesadas en el porvenir, deseosas
de justicia social, preocupadas por el bienestar colectivo. Los cuadros del viejo
acciondemocratismo, hoy fraccionados y dispersos; la beligerancia copeyana efervescente en sus jóvenes militantes; los urredistas, los camaradas y, en fin, todas
las organizaciones, tienen reservas intactas para la lucha que se avecina. Nuevos
aliados ejercitan sus músculos y refrenan los ímpetus de liberación. ¿Cómo descartar a los independientes, a los marginados, a los militares nacionalistas y al
clero católico emancipado que hoy se alinean en otros frentes latinoamericanos
al lado de las mayorías nacionales?
¿Nos estamos acercando?
Puede que nos estemos acercando al momento que el doctor Luis F. Calvani anticipaba en noviembre de 1943 –hace 27 años– cuando se refería a la experiencia
mexicana: “Feliz la nación hermana que pudo liberarse de tan agobiante carga.
Aquí tendremos que sobrellevarla por algún tiempo más, pero no tan largo como
las apariencias hacen pensar”.
Nota: El anterior trabajo, publicado en la revista Momento del 25 de noviembre
1970, fue incorporado a la Memoria del II Congreso Venezolano de Petróleo, celebrado del 28 de noviembre al 5 de diciembre de 1970. En dicho Congreso se discutió el tema de la reversión y tuve oportunidad de respaldar la ponencia presentada
por los doctores Álvaro Silva Calderón y Juan José Navarrete Senior con la única
salvedad de mi rechazo a la recomendación final, que decía:
En este sentido, quizás desde un punto de vista realista y con fundamento en precedentes, entre otros, la transacción en el problema de los reparos y el establecimiento de
los precios de referencia, podría estudiarse el modo de acordar a Gobierno e Industria
en la búsqueda de una solución pragmática que sin vulnerar los conceptos permita un
arreglo honorable a los puntos en discusión para que en forma definitiva y clara, a partir
de un momento dado, se empiece a hacer jurídicamente efectivo el reconocimiento del
derecho de reversión tal como lo conceptuamos a través de este trabajo.
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El resumen de mi dicha intervención en el II Congreso es el siguiente:
Los estudios jurídicos presentados por los doctores Álvaro Silva Calderón y Juan José
Navarrete Senior y por los doctores Luis Guillermo Arcay y Arístides Rengel Romberg,
presentan criterios contrapuestos, pues en tanto que los primeros alegan que la reversión
al patrimonio nacional de los bienes y derechos de las compañías concesionarias debe
ser total –tierras, equipos permanentes, accesorios y todos los bienes adquiridos con
destino a la explotación–, los segundos argumentan que se atenta contra el derecho de
propiedad cuando se interpreta con tanta amplitud la obligación de reversión, la cual
sólo podría aplicase a las tierras adquiridas después de la vigencia de la Constitución de
1947 a las obras que existan en ellas cuando la concesión termina, y sobre cuyas obras
no es imputable a las compañías su mantenimiento.
En líneas generales comparto el criterio de los doctores Silva y Navarrete, pero
rechazo la conclusión contenida en el párrafo último de su trabajo, en el que proponen un “arreglo honorable” en la “búsqueda de una solución en el problema de
los reparos y el establecimiento de los precios de referencia”. Creo que esta conclusión es contradictoria con el resto del texto en el que se alega, sin lugar a dudas,
la extensión de un derecho indiscutible a favor del Estado. Por otra parte, no son
satisfactorios los precedentes que invocan, y contra ellos me he pronunciado en
diversas ocasiones, por considerar que los derechos del fisco fueron lesionados
en los mencionados acuerdos, cuyo texto total no ha estado a disposición de la
opinión pública: aquí mismo acabamos de enterarnos de la rebaja de la regalía que
entonces se convino y la cual, en estos momentos de alza de los precios del curdo
y del fuel-oil en los Estados Unidos, está dejando sentir su efecto negativo.
El trabajo de los doctores Arcay y Rengel, fundamentado en una aplicación absoluta
del concepto de irretroactividad de la ley, llega a pronunciarse contra las actuaciones del Congreso Nacional y los proyectos legislativos, por cuanto que ellos serían
inconstitucionales y violarían el equilibrio económico del sistema de concesiones.
Pero esta equivocada interpretación ni siquiera ha sido respaldada, en la práctica, por
las compañías concesionarias, las cuales han aceptado, a través de las sucesivas reformas legislativas, la intervención “desiquilibradora” de la Ley de Impuesto sobre
la Renta, para no hacer mención sino del ejemplo más notorio.
La verdad es que la explotación del petróleo a través de cualquier sistema legal
–concesiones o explotación directa– debe enfocarse por el Estado con el criterio
dominante de su mejor aprovechamiento económico. El concepto de reversión,
dentro de este orden de ideas, debe garantizarnos a los venezolanos la continuidad en la explotación de los hidrocarburos hoy confiada a empresas cuyos títulos
comienzan a vencer a partir de 1983. Toda discusión, en consecuencia, debe girar
sobre las medidas tendientes a cuidar que la reversión se haga efectiva, para así
estar en capacidad de asumir, sin interrupción de las operaciones la explotación directa por el Estado, como alternativa que podría permitir el óptimo beneficio. Con
este propósito he presentado un Plan de Acción y algunas reflexiones contenidas
en un trabajo inserto en una revista semanal y el cual he hecho distribuir entre los
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asistentes al II Congreso, con la autorización previa de su directiva. Limitado mi
tiempo por el Reglamento de Debates, vigente, pido que el dicho trabajo se inserte
en la Memoria del II Congreso, de manera que los conceptos en él contenidos se
den por reproducidos en esta intervención.
Concluyo dándole las gracias al Director de Debates, doctor José Giacopini Zárraga,
quien acaba de manifestar su aprobación a mi pedimento, el cual he formulado con el
carácter de invitado especial al II Congreso según designación honrosa de la directiva
de la Sociedad Venezolana de Ingenieros de Petróleo.
En mayo de 1971 el Congreso Nacional discutió y aprobó con algunas modificaciones el proyecto de Ley y sobre Bienes Afectos a la Reversión, elaborado con la
participación determinante del doctor Silva Calderón. Este instrumento legal constituye un paso firme hacia la meta de la explotación directa por el Estado de sus
recursos de hidrocarburos. El estudio de algunos de sus artículos ha mostrado, sin
embargo, la necesidad de someter a un análisis exhaustivo la razón fundamental
de disposiciones que parecen entrabar la efectividad del derecho de la nación, tales
como la que parece aceptar una separación entre los bienes de las concesionarias
cuya reversión sería total y los bienes de terceros que no tendrían que revertir, casi
como convalidando las transferencias de operaciones y equipos que las compañías
han venido haciendo a contratistas para burlar principios y disposiciones de la
Constitución Nacional. Igualmente se le dio cabida en la ley a un concepto de prorrateo del derecho de reversión, el cual significa en la práctica que los oleoductos,
refinerías y terminales de embarque podrían continuar siendo operados por las
concesionarias aún después de 1983.
Reversión y cambio político
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CAPÍTULO III
¿CUÁNTO VALE EL GAS VENEZOLANO?
Si se quiera escoger un ejemplo que mostrase los alcances de la dependencia implantada bajo el sistema de concesiones de hidrocarburos tendríamos a la mano el
trato que se le brinda al gas natural. Junto con la magnitud del despilfarro –más de
25.000 millones de bolívares arrojados al aire– que podría apreciarse mejor al revelar su equivalencia de hoy con la energía que consume diariamente un país con
más de 80 millones de habitantes como Brasil, convendría analizar hasta sus raíces
profundas el comportamiento de los funcionarios de gobierno llamados a ejercer
la representación de los intereses del Estado frente a los beneficiarios del desperdicio. Veamos, por vía de demostración, lo acontecido con la fijación del precio de
dieciséis centavos de dólar (US$ 0,162) por mil pies cúbicos para la transferencia
del gas proveniente del lago de Maracaibo a la filial de la Creole en Aruba, o sea a
la Lago & Transport Company.
El acuerdo suscrito entre los representantes de la nación y de la concesionaria
Creole Petroleum Corporation el 5 de enero de 1968 estipula el dicho precio, como el valor mercantil que percibiría la Creole de la Lago –ambas subsidiarias de
la Standard Oil de New Jersey– y el cual, al incorporarse a los otros ingresos de la
concesionaria en el país, determina, previa deducción de los costos de operación,
la cantidad líquida sujeta a la aplicación del Impuesto sobre la Renta. Las razones
que llevaron a la fijación del precio de transferencia aparecen en un documento
puesto a circular bajo la responsabilidad de los antiguos Ministros de Minas y de
Hacienda, Mayobre y Losada, y del ex director de Cordiplan, doctor Héctor Hurtado, a quien los nombrados reconocen “conocimiento de los hechos y participación
de los mismos” en esta oportunidad en que impugnan los alegatos del ex subgerente de Relaciones Públicas de la Creole y distinguido diplomático doctor Francisco
Álvarez Chapín ante la Corte Suprema de Justicia en solicitud de la nulidad del
convenio Nación-Creole.
La argumentación gira, con terquedad de ritornelo, en torno a la circunstancia de
que el gas carece de valor por el despilfarro que ha estado y está haciendo de él
la concesionaria. Así se lee, a cada paso: “Conviene recalcar tanto lo ya dicho en
el sentido de que el gas que se destina para la planta de desulfuración ha estado
perdiéndose y quemándose en el lago…”; “de un gas que se arroja a la atmósfera
y por lo tanto está totalmente perdido…”; “si de todas maneras el gas es extraído y
no tiene uso suficiente… no queda otro remedio que reinyectarlo y, en último caso,
arrojarlo a la atmósfera o quemarlo”, “en cuanto a los precios alternativos (o costo
de oportunidad como se dice en teoría económica) de ese gas, no habría ninguno,
fuera de la reinyección, y en realidad gran parte se estaba quemando por lo que,
repetimos, su rendimiento económico era cero o negativo”.
¿Cuánto vale el gas venezolano?
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De aceptar semejante criterio, la falta de cumplimiento de la concesionaria de su
obligación legal de darle aprovechamiento a los hidrocarburos que extraigan de
sus áreas de explotación la favorecería más bien, contra todos los preceptos del
derecho común –nadie puede beneficiarse de su propia falta–, a la hora de convenir un precio de transferencia con una filial suya que escapa al control de la nación
por estar domiciliada en territorio extranjero. De los firmantes venezolanos, al
menos el Ministro de Minas estaba enterado, mientras suscribía el acuerdo con la
Creole, de que se trataba del mismo gas que las compañías se negaban a devolver
al Estado para su programa de desarrollo petroquímico con el pretexto, alegado
por cerca de 10 años, de que lo tenían comprometido para proyectos próximos a
ser iniciados en la zona del lago de Maracaibo. Tampoco debía ignorar las cotizaciones que algunas concesionarias suministraron a regañadientes, entre ellas la
que pedía, con aire de sacrificada, US$ 0,207 por millar de pies cúbicos en Puerto
Miranda, sobre el mismo lago.
En los archivos del MMH y de la Corporación Venezolana del Petróleo (CVP),
conjuntamente con la evidencia del rechazo y enfrentamiento de las compañías a
los planes del Estado, estaban a la disposición de los funcionarios las varias proposiciones de otros consorcios extranjeros para la instalación de plantas de licuefacción con miras al abastecimiento de los mercados norteamericano y europeo.
Si no fueron aceptadas porque las ofertas parecían formuladas para un material de
desecho, lo cierto era que el Estado carecía de gas por la contumaz y expresa negativa de las compañías concesionarias. Entre las ofertas bastaría con recordar la
que trajo a nuestras playas, en 1958, a Mr. Henry Holland, de conocida trayectoria
en el Departamento de Estado; la de la Constock Liquid Methane; la del grupo
norteamericano TAGA, con cuyos apoderados doctores Pedro Tinoco hijo y Gustavo Planchart Manrique sostuve tantas reuniones; la de la Philadelphia Gas Works
que hoy está en tramitación a raíz del convenio de financiamiento del estudio de
reservas en Guárico y en el oriente del país, que suscribí el 5 de abril de 1968, y el
cual dejaba en libertad a la CVP para acudir a la concurrencia de ofertas prevista
para los Contratos de Servicios. No obstante los varios antecedentes citados, el
Ministro de Minas de entonces no tiene empacho en afirmar ahora, en trance de
negarle costo de oportunidad al gas para la fecha de su convenio con la Creole (5
de enero de 1968): “la posibilidad que ha aparecido posteriormente de exportarlo
como gas licuado es todavía materia de estudios por el MMH y la CVP…”.
Otra idea fija en la argumentación del escrito en referencia consiste en el intento
de asimilar la conducta de la concesionaria extranjera a la de CVP, como si ambas
persiguieran la misma finalidad. Pretenden así justificar un hipotético precio de
US$ 0,08 en el campo de producción, trayendo a colación y confundiendo los
términos de los convenios de la CVP con las concesionarias, mientras olvidan que
en el texto de los que suscribí no se atribuía valor específico al gas que se devolvía
al Estado concedente sino exclusivamente a los costos de recolección, compresión
y transporte. En lugar, pues, de confirmar la posición al respecto de la política
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petrolera nacional, él o los redactores acogen la de las compañías al manifestar:
“en casi todos ellos los precios incluyen los costos de recolección, compresión y
transporte, y en otros se excluye este último renglón”. Cuando el presidente de
la Shell me hizo un argumento semejante le contesté reclamándole el reintegro
correspondiente a lo cobrado en exceso de los costos de recolección, compresión
y transporte, esto es, por el valor intrínseco del gas, y Mr. de Liefde me respondió
–con ingenuidad o sentido del humor– en carta del 6 de septiembre de 1968 cuya
copia remití de inmediato al titular de Minas:
Debo ante todo declarar, no sin cierto rubor de mi parte, que al asentar en mi citada
carta del 30 de agosto, que el precio convenido para el suministro de gas a la CVP,
particularmente en La Fría, implicaba el reconocimiento de un valor básico para el gas,
incurrí en un error.
El expediente, por supuesto, lo pasé a la Dirección de Asuntos Legales de la CVP
para la tramitación de la reclamación judicial, si fuere necesaria.
Audacia es el juego de intentar comparar los precios de la CVP en el mercado
nacional, dirigidos a favorecer el desarrollo de industrias en las regiones más
apartadas de las fuentes de suministro, con el de compañías foráneas que retiran
cada año por concepto de utilidad y de depreciación y agotamiento más de 50%
de su activo fijo neto. Precisamente los precios bajos de la empresa estatal –casi de
subsidio– explican el que los grandes consorcios le hayan abandonado al Estado
la distribución por tubería, reservándose el muy lucrativo renglón de las bombonas. Valdría la pena preguntarse, de todas maneras, ¿por qué Cadafe reconoce a
la CVP US$ 0,253 por millar de pies cúbicos –9 centavos más de lo que pagaría la
filial de la Creole– por un gas transportado de Casigua a La Fría por una línea de
apenas 120 km de extensión y 8 pulgadas de diámetro, exonerado del impuesto de
explotación (regalía) y sin valor intrínseco alguno según el convenio con la Shell?
¿Por qué el precio promedio en agosto fue en Caracas de US$ 0,195 para los consumidores directos y de US$ 0,253 para la distribuidora Vatcorp? El mismo precio
de US$ 0,179 como promedio en Puerto Ordaz, en cuya determinación influye la
anormalmente baja tarifa (US$ 0,13 MPC) de la Orinoco Mining Company –fijada
luego de discusiones y altercados en los que obtuve apenas mínimos progresos– es
todavía superior al señalado para la Lago en Aruba.
Si en realidad se quiere hacer uso del criterio de técnicos nacionales para la fijación de un pecio razonable, debería haberse consultado su opinión en la oportunidad correspondiente. Algunos de ellos que merecen la mayor confianza por su
competencia y honestidad personal han efectuado cálculos que arrojan un resultado de US$ 0,32 en lugar de los UD$ 0,16 del convenio de 1968, partiendo de las
cifras de inversión de la Creole, de un valor US$ 0,08 en el campo de producción y
de un consumo en Aruba de 85 millones de pies cúbicos diarios que, de reducirse,
aumentaría el precio unitario. Si es correcta tal estimación, sujeta como queda a
las discusiones y verificaciones que se juzguen convenientes, tendríamos dos conclusiones a la vista: 1) en los 15 años del suministro previsto la Creole dejaría de
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percibir la suma de Bs. 292.505.400; 2) al aceptar la venta por la mitad del costo
real del dicho volumen –28.050.00 MPC/año– la nación venezolana estaría no
sólo dejando de percibir ingresos por concepto del Impuesto sobre la Renta, sino
aportando del resto de sus ingresos de la renta de hidrocarburos Bs. 150.000.000
aproximadamente, para la operación de transferencia Creole-Lago.
Se dirá que el beneficio radica en las mayores facilidades de venta del petróleo
residual en las condiciones que reclama la salud de los norteamericanos, pero esta
no es la materia del presente trabajo. Habría que sumar, en tal caso, los restantes
sacrificios fiscales de la nación para obtener un balance económico de todas las
estipulaciones del convenio. Sería fácil, para abrir un debate, echar mano de una
estimación cualquiera como la realizada por los economistas del Ministerio de Minas, cuya valoración de las pérdidas fiscales que se derivarían de los convenios de
desulfuración alcanza a Bs. 695 millones en los primeros seis años de operación de
las plantas, sin incluir las ocasionadas por la transferencia del gas. También andan
por allí las estimaciones de los doctores Pérez Alfonzo y Álvarez Chapín que se
mueven siempre en el orden de los centenares de millones de bolívares.
No ignoro, por último, que la construcción del ramal Azuay-Aruba ha sido suspendida y que puede, inclusive, no llegar a ejecutarse. Pero lo que deseo plantear en esta
ocasión es el interés que debemos poner en la discusión del precio del gas en juego
en los proyectos sometidos a la consideración del Estado. Ya se mencionan precios
de venta en los Estados Unidos superiores a los US$ 0,60 por millar de pies cúbicos,
lo que confirma la razonabilidad del cálculo de los técnicos que estiman un precio
no menor de US$ 0,32 para Aruba.
Ha coincidido la circulación del polémico papel publicado por los ex ministros
y el doctor Héctor Hurtado con la aparición de una noticia en The Oil and Gas
Journal, de agosto 10, en la que se recoge el rumor sobre los estudios de factibilidad que realiza la Pacific Lighting Corp de los Ángeles para llevar gas a Estados
Unidos de Alaska, y aún del Ecuador a través de una línea de cerca de 7.000 km
que atravesaría Colombia, América Central y México. Esto es, que mientras aquí
se insiste en la falta de costo de oportunidad de nuestro gas, los empresarios y
técnicos yanquis rastrean desde el Polo Norte hasta el Ecuador en busca de la
materia prima insustituible para alimentar el progreso de su actividad industrial.
En consecuencia, a la hora de discutir las ofertas pendientes ante los despachos
oficiales, no queda otro camino que rectificar posiciones asumidas, en el mejor de
los casos, por equivocación, apresuramiento o exceso de confianza –como podría
ser la excusa particular del ex ministro de Hacienda descansado en la competencia
de su colega de Minas– y tender la mirada, si posible, más hacia el sur del Ecuador,
donde el auge nacionalista de resurgimiento de los pueblos se mueve en función
de una política de defensa de los recursos naturales.
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CAPÍTULO IV
HACIA UN PROGRAMA DE INVESTIGACIÓN
SOBRE PETRÓLEO Y PETROQUÍMICA
La elaboración de un programa nacional de investigación en el área de petróleo y
petroquímica debe ser precedida de un estudio de las actividades emprendidas en
el país por los sectores público y privado, así como de las efectuadas en el exterior
en relación con la explotación de nuestra materia prima básica. De esta manera se
evitaría caer, dentro de un clima de patrióticas aspiraciones, en conclusiones poco
ajustadas al rigor científico que demanda la naturaleza y magnitud del problema
cuya solución se acomete entre nosotros con un gran retraso que, a simple vista, se
explica por la condición extranjera de los operadores de la industria y el deficiente
progreso de nuestra educación.
Ya en países altamente industrializados se han señalado las dificultades para alcanzar niveles satisfactorios conforme al patrón de avance tecnológico impuesto por
los grandes consorcios estadounidenses. Y si en ellos posiblemente influyen soterrados deseos de dominación, de recuperación de prestigio, en la destinación de
fondos públicos para la conquista del derecho de participar en una carrera perdida
–al decir del Hudson Institute, por ejemplo–, las metas de una nación pequeña como Venezuela, por modestas que sean dentro del propósito de lograr el cese de su
dependencia económica, no dejan de suscitar los grandes obstáculos erigidos para
la defensa de un orden establecido por los intereses creados. No es menor la escasez de personal especializado en los varios campos atendidos por la complejidad
de las industrias petrolera y petroquímica, la deficiencia de capacidad creativa, de
invención del futuro, que requiere la investigación científica. Parecería, entonces,
que la prioridad de un programa nacional estaría determinada, entre nosotros, por
las apremiantes necesidades de formación y entrenamiento de personal.
Los pasos encaminados al reclutamiento de personal convendría dirigirlos, inicialmente, hacia los profesionales y técnicos que hoy se hallan participando en
unidades o proyectos en marcha; hacia los universitarios de los últimos años con
vocación y condiciones de aptitud; y hacia los graduados universitarios cuya vinculación directa a problemas que han despertado su curiosidad en los campos de
operación de la industria es altamente aprovechable. No hay que olvidar, empero,
que en la esfera de influencia del sistema capitalista, ha sido el incentivo económico el que ha promovido la investigación industrial, organizada con la colaboración
de equipos de especialistas y de cuadros administrativos que proveen los servicios
correspondientes.
Casi podría afirmar, en efecto, sin ánimo peyorativo, que en el llamado mundo
occidental el capital privado, a través de los consorcios internacionales, ha venido
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encauzando grandes inversiones hacia la utilización de la ciencia en la solución
de problemas técnicos, con un sentido práctico que, ciertamente, ha colocado en
un segundo plano a la investigación fundamental y básica, cuya mayor carga ha
sido tomada por las universidades, con todo y las limitaciones imputables a la
débil voluntad de los dirigentes gubernamentales. Los objetivos no comerciales,
sin embargo, han tenido que ver, preferentemente, con los requerimientos de un
potencial bélico en aumento, relegando a un segundo lugar la consecución de fines
humanitarios relacionados con el consumidor de bajos ingresos, con su salud y la
satisfacción de sus necesidades elementales. Esta ha sido, precisamente, la razón
por la cual la presión de los ciudadanos ha jugado un papel determinante en la
implantación de regulaciones tendientes a controlar la contaminación atmosférica,
y del interés manifestado en altos círculos oficiales de otras naciones por el progreso en los experimentos de fabricación de alimentos derivados de las proteínas
extraídas del petróleo. Justo es reconocer, también, cómo los esfuerzos del sector
privado han hecho posible la alta eficiencia técnica de las industrias petrolera y
petroquímica; el avance del conocimiento obtenido sobre la migración y acumulación de los hidrocarburos, de los métodos para descubrirlo y extraerlo aún en
los casos de más baja gravedad, para aumentar la rata de su recuperación y procesamiento dirigido a la manufactura del mayor número de productos demandados
por la civilización industrial, su almacenamiento y transporte por las más diversas
vías de comunicación, etcétera. Tal gestión privada ha estado protegida por la
legislación sobre patentes que concede el derecho de propiedad, de monopolio,
impidiendo así el uso indiscriminado, gratuito, de los conocimientos alcanzados
en la investigación. Muchas veces estos conocimientos han sido mantenidos en secreto, con un retardo en su aplicación causado por exclusivas razones económicas
de una empresa privada.
No es fácil, pues, definir el campo de acción del Estado, sin apreciar antes las realizaciones de la empresa privada en Venezuela y en el exterior, y sin haber evaluado
las iniciativas del sector público en el área latinoamericana, en los Estados Unidos
de América y en países europeos, particularmente, en los situados en el área socialista. Somos el tercer país exportador del mundo y este hecho sobresaliente debe
delimitar, en alguna medida, la orientación de un programa que necesariamente
será diferente a los de países importadores con requerimientos condicionados por
sus respectivas etapas de crecimiento industrial. La presencia de dos relevantes
circunstancias contribuyen a darle una mayor complejidad al tema de la investigación: una, que son compañías internacionales las que extraen el petróleo conforme
a sus derechos de concesionarias, mientras la única empresa estatal tiene una casi
insignificante participación relativa en su explotación; y otra, la proximidad de la
decisión a tomarse con motivo del comienzo del vencimiento de los dichos derechos de concesionarias, lo que coloca al Estado frente a la posibilidad de tomar
bajo su exclusiva responsabilidad, en el plazo de 12 a 15 años, las tareas de exploración, explotación y transporte hasta puertos de aguas profundas, de no menos de
80% de petróleo proveniente de las reservas probadas.
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Si naciones con recursos financieros, técnicos y humanos superiores a los nuestros
apelan a esquemas multinacionales, y la letra y el espíritu de acuerdos y convenios
suscritos en el marco de organismos internacionales proclaman la conveniencia de
fórmulas de integración que, entre otros beneficios, permitan reducir el paralelismo
dispendioso, resulta lógico analizar la incidencia de tales factores en la aprobación
de un Programa Nacional de Investigación. Las fuentes de capital de este no tienen
exclusivamente que ser las de un sector público sobrecargado de requerimientos,
sino también las de la economía privada que toma buena parte de los beneficios. ¿Es
posible, por ejemplo, obtener el traslado a Venezuela de laboratorios o centros de
investigación que hoy operan en regiones más cercanas a las casas matrices de los
consorcios? ¿Es oportuno y factible el envío de personal nativo a entrenarse, mientras tanto, a tales centros financiados en gran parte con las utilidades dejadas por el
petróleo venezolano?
Una política nacionalista de investigación que se apoye en realidades, obliga, además, a sacar provecho de las ventajas acarreadas por la importancia mundial que
en los años presentes y en los venideros asegura el extraordinario volumen de
reservas existentes en el subsuelo venezolano. Tales ventajas se malograrían si se
incurriese en la adopción de bruscas soluciones como las que llevarían a la creación inmediata de un centro de investigaciones y a la selección de áreas prioritarias
sin antes haber estudiado exhaustivamente factores como los enunciados. Designar, así, a una comisión de profesionales posiblemente ajenos a la investigación,
para que cumpla el encargo de crear un instituto en un plazo de dos años, puede
conducir al enfrentamiento con riesgos susceptibles de ser evitados. Entre ellos,
el peligro de la deformación burocrática, con el agravante que, en esta materia, la
nación no puede darse el lujo de una equivocación que le resultaría costosa, puesto
que a ella está subordinada la expectativa real, tangible, de obtener, a mediano
plazo, una vía hacia el dominio de sus industrias básicas.
El documento presentado al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas (Conicit) bajo la denominación “Programa Nacional de Investigaciones en el área de
Petróleo y Petroquímica” es un valioso aporte del grupo de distinguidos profesionales integrado por Marcel Roche, Paulino Andreu, Humberto Calderón Bertí, Jorge González Salas, Juan Jones Parra, George Kapo, Aníbal R. Martínez,
Marcías Martínez Quintero, José Martorano Battisti, Ulises Ramírez y Jorge Viva
Tirado. La gran tarea tomada a su cargo por el Conicit ha sido, en esta forma,
apenas iniciada; demanda mayores recursos de información y aconseja, desde ya,
poner en práctica, con el carácter de previas, medidas como las que me atrevo a
sugerir de seguida: a) elaboración de un concienzudo estudio, que incluya juicios
de valorización, sobre las actividades de investigación que actualmente tienen que
ver con la explotación del petróleo en Venezuela y llevadas a cabo por los sectores
público y privado, tanto en el país como en el exterior. Este estudio incluiría una
revisión de las metas alcanzadas por la política estatal, a niveles latinoamericanos
y mundial; b) puesta en marcha de un plan que haga posible la formación de in-
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vestigadores en centros apropiados –públicos y privados– del exterior, así como
la incorporación de expertos extranjeros a los equipos ya constituidos y a la labor
docente cumplida en institutos como el Instituto Venezolano de Investigaciones
Científicas (IVIC) y otros universitarios; c) respaldo a la labor de las unidades de
investigación cuyos proyectos estén comprendidos dentro de las áreas mencionadas en el Primer Documento del Conicit y también la de aquellas que merezcan la
aprobación del Consejo Directivo de este, mediante la utilización de los recursos
y normas vigentes; d) organización de un simposio o foro sobre la política de
investigación en las ramas de petróleo y petroquímica, al cual puedan concurrir
personas debidamente calificadas y con experiencia en las dichas industrias y en
las actividades de investigación científica y tecnológica de cualquier clase, con el
objeto de que el resultado de las deliberaciones –en las cuales sería útil la intervención de invitados especiales del exterior– pueda ser evaluado en la oportunidad
en que se delimite la correspondiente política de investigación, y se definan sus
áreas prioritarias dentro de los objetivos generales que cuenten con el consenso
apropiado. Entre ellos estará, por supuesto, la creación de un centro nacional de
investigaciones sobre petróleo y petroquímica.
Las disposiciones enunciadas podrán ser adoptadas por el Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Tecnológicas (Conicit), institución cuya importancia
adquiriría un mayor relieve ante la opinión pública al acometer, con amplitud y objetividad, la solución de un problema que atrae la atención preocupa a los sectores
vinculados a la economía de Venezuela, a su desarrollo independiente.
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CAPÍTULO V
VÍA CRUCIS DE LAS PETROLERAS
LATINOAMERICANAS
La pragmática de Betancourt
Si el debate petrolero en América Latina tiene renovada vigencia, en Venezuela no
ha perdido nunca su actualidad. A diferencia de otros países, nosotros –por nuestra
condición de exportadores– tendemos a examinar con ánimo crítico el comportamiento ajeno. De allí que al solicitarme Semana una colaboración que cubriese el
área latinoamericana, me fuera fácil disponer de un material presentado ante una
audiencia universitaria, para someterlo a una revisión que lo hiciera más o menos
apto para sus lectores. Coincidencialmente, en él incido sobre temas recientemente
abordados en la revista Visión por Rómulo Betancourt, lo que me ha colocado
frente al deber periodístico de comentar, al final de mi exposición, uno que otro
aserto del ex presidente.
Para comienzos de 1970, en el hemisferio occidental –excluyendo Estados Unidos
y Canadá– la producción es de 5.090.000 barriles diarios. No obstante que dicha
cifra es casi dos veces superior a la del consumo (2.537.000), se importa una
cantidad superior a la de 1.000.000 de barriles diarios mientras se exporta hacia
otras regiones la cantidad de 3.506.000 barriles diarios; de esta última cantidad,
3.329.000 proveniente de Venezuela. Esta producción que se tiene en América Latina, y la cual no se dirige a satisfacer la totalidad de sus necesidades domésticas,
opera bajo el control de compañías petroleras internacionales.
La situación de las empresas estatales latinoamericanas ha ido progresando al correr de los años, pero este progreso ha sido bastante lento. Una suma de sus cifras
de producción alcanza aproximadamente a 1.100.000 barriles diarios, aunque la
experiencia se inició hace más de 50 años.
Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) fue creada en 1922, en la Argentina; la
empresa uruguaya Ancap en 1931; la peruana Empresa Petrolera Fiscal (EPF) en
1934. Luego vinieron la empresa boliviana Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) en 1936; la mexicana Petróleos Mexicanos (Pemex) en 1938 a
raíz de la nacionalización; la chilena ENAP en 1950; la colombiana Ecopetrol
(Empresa Colombiana de Petróleos) en 1951 con motivo de la reversión de la
concesión de Mares; Petróleos Brasileros (Petrobras) del Brasil en 1954; y la Corporación Venezolana del Petróleos (CVP) el 19 de abril de 1960. También, para
esta fecha, ya ha sido decretada la ecuatoriana CEPE.
Vía crucis de las petroleras latinoamericanas
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El análisis del cuadro de desarrollo petrolero estatal en América Latina muestra,
bajo el signo de la dominante presencia de los consorcios de mayor integración en
el mundo capitalista, los altos y bajos de una política –quizás de una aspiración–
que tiene sus avances y retrocesos en función de la situación internacional y de la
correlación de fuerzas existentes en cada uno de nuestros convulsionados países.
La YPF Argentina
La empresa Argentina Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), por ejemplo, ha
vivido etapas de reales posibilidades, por cuanto ha contado –aparte del apoyo mayoritario de la población– con respaldo de voluntad gubernamental para llevarla
adelante; sin embargo, debido a la accidentada evolución institucional argentina,
ha sido víctima de las características burocráticas de gobiernos que, mediante una
activa labor de conciliación con los sectores oligárquicos, han entorpecido el sano
desarrollo de una empresa requerida de un gran aporte de recursos nacionales para
poder sobrevivir e imponerse en medio de las circunstancias hostiles que le crea la
presencia, en el propio territorio, de los grandes consorcios.
Eran de esperarse resultados mejores de la experiencia argentina, por cuanto que al
frente del Estado fueron hombres que habían hecho planteamientos nacionalistas
muy concretos en la oportunidad en que ejercían la oposición; allí se tuvo la coyuntura del gobierno de Frondizi, quien creyó que podía resolver las dificultades
políticas internas con entendimientos pre electorales con las compañías norteamericanas, y terminó suscribiendo los célebres Contratos de Servicio anulados con
su derrocamiento. Luego el gobierno de Illía, de breve vigencia, trató de darle un
nuevo aliento a YPF; pero, también dentro de estas dificultades de la acción de
un gobierno mediatizado por conflictos internos y obstáculos aparentemente insuperables, concluyó favoreciendo, a través de una precipitada fórmula de nulidad
de los contratos, la indebida recuperación de las inversiones que muchas compañías habían hecho sin éxito en la fase exploratoria. La situación actual es bastante
conocida. El nuevo retroceso institucional ha abierto las puertas, en la forma más
amplia, a las compañías internacionales que han recibido nuevas concesiones y, por
supuesto, otra vez Yacimientos Petrolíferos Fiscales atraviesa momentos difíciles.
Argentina produce 340.000 barriles diarios que obtiene de la producción de YPF,
de la que otras empresas realizan para la compañía estatal por vía de administración, y de la propia de las compañías internacionales privadas, cuya participación
se ha consolidado en los últimos años.
La EPF peruana
De la empresa peruana podríamos afirmar que la historia es, durante mucho tiempo, casi más triste, aunque los hechos recientes todavía no nos permiten calificarla
en forma definitiva. A la Empresa Petrolera Fiscal (EPF) siempre la citábamos
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como un ejemplo de lo que tenía que cuidarse la CVP para no caer en un vicio de
enanismo; es decir, una empresa que es pequeña, y sigue pequeña al pasar de los
años, lo que en la indetenible dinámica de la industria petrolera, es sumamente
frustrante. Se crea el desprestigio acerca de la eficiencia del Estado como empresario, se pierde la fe de los sectores populares, y, lo más importante, se escapan
las posibilidades reales de progreso. EPF tuvo así, durante largos años, una producción de apenas 6.000 barriles diarios. Recientemente, se provocó un cambio
total con la salida del presidente Belaúnde quien valiéndose de la mayoría que en
el Congreso pudo obtener con los votos que su propio partido y el partido aprista
le suministraron, logró la aprobación de un convenio suscrito entre gallos y medianoche con la Internacional Petroleum Co. Dicho convenio sobre la devolución
de Brea y Pariña iba acompañado de adicionales compromisos, los cuales, al ser
descubiertos, provocaron el movimiento nacional que por esta y otras razones conexas, motivaron el golpe de Estado y la expropiación de los activos de la Internacional Petroleum Co., subsidiaria de la Standard Oil de New Jersey,
En el Perú ha habido una integración de los recursos humanos de EPF con los de
la Internacional Petroleum Co. para formar la empresa Petroperu, donde conviven
unos y otros funcionarios –permítaseme decir que cordialmente– en todos los niveles. Esta integración ha logrado bastantes progresos, y la experiencia demuestra
cómo, un personal que sirve a las compañías extranjeras y un personal que sirve
a la empresa estatal, pueden unir sus esfuerzos dentro de una misma empresa y
bajo una misma bandera. Mientras tanto, ha continuado la gestión de otras compañías internacionales, las cuales, después de la nacionalización o expropiación de las
instalaciones de la Internacional Petroleum Co., han obtenido concesiones y
contratos, manteniendo una actividad intensa en algunas áreas, particularmente en
la plataforma continental, por cuanto que la posición del gobierno peruano en esta
materia es bastante cautelosa.
Pemex
Petróleos Mexicanos (Pemex) revela el triunfo del empeño de superación nacional
frente a la reacción desatada en escala internacional por los grandes consorcios
víctimas de la expropiación decretada en 1938. Nadie podría, a estas alturas, desconocer el éxito del programa de nacionalización del organismo estatal a cuyo
cargo ha estado el suministro de la energía demandada por el proceso de industrialización mexicano. Entre las dificultades vencidas, está la de sobreponerse al estado de agotamiento de los campos y a la ruina de las instalaciones, como secuela de
tres décadas de irracional explotación por parte de las compañías extranjeras.
Conviene señalar, sí, que el bajo precio de sus productos ha constituido una carga
financiera –un subsidio a la industrialización, si se quiere– en tanto que el abultado crecimiento del personal –70.000 trabajadores, aproximadamente– ha sido
un alivio para el desempleo mexicano que Pemex ha pagado con su sacrificio en
la rentabilidad normal de sus operaciones. Si México comienza ahora a importar
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petróleo es por la comprobada pobreza de sus reservas y porque debe satisfacer
el aumento del consumo situado en 450.000 barriles diarios. Para la oportunidad
de la nacionalización las compañías expropiadas producían 110.000 barriles diarios, mientras hoy Pemex alcanza la cifra 4.300.000 barriles diarios, aparte del
grandioso aprovechamiento del gas natural y del extraordinario impulso dado a la
industria petroquímica.
ANAP-Ancap
En Chile es el sector público el responsable del hallazgo de hidrocarburos y las
operaciones de extracción y refinación confiadas a ENAP han probado la eficiencia
chilena en la industria, no obstante las dificultades geográficas que ha habido que
vencer. Pero mayores que estos obstáculos han sido los opuestos por los agentes
de la Standard de New Jersey y de la Shell en su propósito de explotar los campos
reservados para la gestión estatal.
Chile no ha logrado su autoabastecimiento y las dos terceras partes de su demanda
es abastecida por compañías internacionales mediante licitaciones. También estas
compañías participan en la distribución interna de productos, como lo hacen en
Uruguay, donde la empresa Ancap, que no produce petróleo sino que lo refina a la
vez que fabrica cemento y un ron bastante acreditado, utiliza la vía de las licitaciones para adquirir petróleo inseguro pero más barato a corto plazo, desechando las
fuentes de suministro disponibles en el continente.
La boliviana YPFB
A Bolivia la han llevado casi al holocausto los intereses extranjeros que en su competencia por el control de las zonas con potencialidad petrolífera no se detienen ni
ante el expediente de la guerra fratricida. De la contienda de El Chaco salió, sin
embargo, a raíz de la expropiación de la Standard, la creación de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) en un intento por librarse del factor de perturbación institucional aposentado en el propio territorio. La conducta vacilante y
contradictoria de los mismos gobiernos surgidos de aspiraciones populares ha impedido el cumplimiento de la misión asignada al ente estatal, víctima sempiterna
de la injerencia sectaria en la selección de sus cuadros directivos y de la ignorancia
–por decir lo menos– de funcionarios oficiales sometidos a directrices de organismos internacionales movidos, detrás de bastidores, por las grandes compañías. No
ha ayudado a YPFB la vocinglería marxistoide de políticos, cuya retórica revolucionaria, ha ocultado el esfuerzo de los técnicos bolivianos, mientras sirve de fácil
pretexto para las frecuentes aventuras intervencionistas de la Agencia Central de
Inteligencia (CIA).
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La brasileña Petrobras
La brasileña Petróleos Brasileiros (Petrobras) ha pasado también por varias etapas; y, aún durante el retroceso del sistema democrático en el país sureño, ha
protegido su existencia la circunstancia de haberse afirmado, como un punto de
reivindicación nacionalista, la creencia de que siendo el petróleo de los brasileños,
–O petróleo e nosso– tiene que ser trabajado directamente por los brasileños. Los
directivos de Petrobras han venido proviniendo, además, de las filas de las Fuerzas
Armadas, lo que la ha dotado de gente con influencia política que, consustanciándose con sus fines y programas, con su destino y metas, ha acudido en oportuna
defensa frente a las amenazas surgidas en el seno mismo del gobierno.
No es de extrañar que la situación para una empresa estatal en Brasil sea bastante
difícil. Los intereses norteamericanos son predominantes en dicho país y la ayuda
norteamericana allí se da a manos llenas, por razones estratégicas. Los extranjeros
han dispuesto, a sus anchas, de medios de comunicación para vocear sus consignas
y planteamientos, y para desacreditar –lo que es fácil– a la empresa estatal. Y digo
que es fácil porque esta misma circunstancia de las dificultades de la estabilidad de
nuestros países, en nada favorece el mejoramiento de la Administración Pública,
ni ayudan tampoco los cambios de directivos y de personal técnico que se suceden
con ardor de razzias.
Semejante cuestionamiento tuvo repercusión en sectores de las Fuerzas Armadas y
recientemente se exteriorizó un conflicto o controversia que no trascendió al exterior –la prensa asociada no trasmite estas noticias– pero que tuvo lugar en relación
con la explotación de la plataforma continental. Se arguyó esta vez que, de perforar
bajo las aguas, la inversión era mucho más riesgosa que en tierra, lo que justificaba
la inversión de capital extranjero; hubo de seguida el intento de establecer algo así
como una especie de reserva de la zona para fines bélicos, de manera de someter a
la jurisdicción de otros despachos, como el Ministerio de Marina, la prospección
de tales áreas. Ante la reacción que provocó semejante pretensión, la situación fue
arreglada satisfactoriamente y la explotación continuó a cargo de Petrobras.
Por cierto que la gestión exploratoria de Petrobras se lleva a cabo con bastante
intensidad y con algunos éxitos, aunque no tanto como sus directivos quisieran,
pues están afectados por un cuadro de dependencia en el cual ellos juegan un
papel que, por lo demás, opone serios tropiezos. Yo no diría, tampoco, que lo que
se está haciendo dentro de Petrobras es lo mejor, porque también allí existen las
deficiencias de una empresa que está creciendo dentro de un ambiente en el que no
se tolera la libertad de opinión.
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La Ecopetrol
A propósito de la Empresa Colombiana de Petróleos conviene meditar sobre los
incidentes de la reversión de concesiones que se operó en 1951. Ella dio lugar
a un proceso político agitado en el que intervinieron intereses de toda índole y
hasta se creía que las concesiones no iban efectivamente a revertir. El gobierno
confrontó dificultades con respecto a su estabilidad, pero el punto de la reversión
fue ganado, aunque con las contraprestaciones que siempre tienen lugar en estos
casos y las cuales, generalmente, no llegan en su totalidad al conocimiento de la
opinión pública.
Si nos ponemos a analizar el comportamiento que adoptaron las compañías para
burlar el objetivo de la reversión, o –para calificarlo en una forma más suave– para
que les fuera menos dura la reversión, encontraríamos que se crearon una serie de
mecanismos en la medida que progresaba la polémica de los políticos, de manera
que, mientras se discutía en el Congreso, muchas instalaciones y actividades pasaron a manos de empresas integradas con nativos del país. Esto es algo interesante
de observar: como, ante la inminencia de una reversión, las compañías extranjeras
llaman a nativos de su confianza y les ofrecen una participación con el objeto de
arraigarse en los instantes que consideran más peligrosos para ellas. Salta aquí una
de las características que podríamos señalar, precisamente en Venezuela, acerca de
la actitud de las compañías privadas, nada favorables a la colaboración del capital
privado nacional en la actividad petrolera. Es algo que forma parte de la estrategia de
las empresas internacionales. Como un ejemplo sencillo está el de la fabricación
de equipos y maquinarias que necesita la industria para funcionar, para ser operada;
en Venezuela no ha sido posible lograr este mínimo desarrollo industrial porque las
compañías ni los gobiernos lo han alentado. En otros países de América Latina sí
ha sido posible, como en Brasil y Argentina, pero es que tal estrategia es diferente
donde el petróleo alcanza para la exportación, y el volumen de producción es de importancia mundial, hechos que llevan a las compañías a tomar medidas que resten
viabilidad a proyecto dirigidos hacia la autosuficiencia operativa.
Ejemplo para Venezuela
El proceso colombiano es conveniente de analizar particularmente por los venezolanos, porque es de esperar que comiencen a establecerse mecanismos de traspaso de concesiones al sector privado, en cuyo caso habría interés en precisar por
parte de la nación venezolana dos cuestiones: una es la de averiguar si el traspaso
es real, que las compañías que se constituyan con venezolanos no sean interpuestas personas de las compañías concesionarias, las cuales, al fin y al cabo, seguirían
obteniendo el petróleo a través de las supuestas compañías nacionales, para que
estas últimas, a cambio de una pequeña participación en los beneficios, contri-
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buyan a defender los intereses de la gran empresa cuando tenga que decidirse un
problema de reversión sobre el área que ha sido cedida.
La otra cuestión es la del cálculo por el gobierno de cuánto va a percibir por ingresos fiscales con motivo del traspaso de la concesión; o sea, cuánto va a percibir
por unidad producida, pues las compañías no deben continuar pretendiendo que
tienen libertad para ceder sus concesiones. El Estado no está jugando con esto de
la entrega, por vía de concesiones, de la explotación de un área. El ha cerrado un
negocio al escoger una determinada compañía, porque de su eficiencia operativa,
de su capacidad financiera y de comercialización, depende el ingreso que espera
percibir por cada barril que se produzca; y si esta compañía cede a una empresa
que en lugar de pagar una participación de un dólar por barril va a dejar apenas 30
centavos, o no va a dejar nada porque tiene pérdidas en razón de otras operaciones, semejante deterioro no es como para aceptarlo, con los brazos cruzados, un
gobierno que se respete.
La Corporación Venezolana del Petróleo
La CVP es la última empresa que se constituye en América Latina y, extrañamente, en el país que disponía de las mejores condiciones por la existencia de un mayor potencial petrolífero, de un personal más entrenado y de abundantes recursos
financieros. Sin embargo, su creación tiene lugar a los 50 años de haberse iniciado
la actividad comercial de las compañías extranjeras y en medio de la hostilidad
fomentada por los intereses creados en ciertos sectores minoritarios aunque influyentes. Se enfrenta, además, a una real escasez de personal profesional y técnico,
a tal punto que, para esta fecha, son extranjeros aproximadamente la mitad de los
profesionales de ingeniería o profesiones afines que sirven en la industria. Tan alta
proporción, por cierto, no es nada favorable al interés nacional en momentos cercanos a la reversión de la casi totalidad de las concesiones. Sobre todo, si se tiene
en cuenta que actividades vinculadas con las operaciones de producción y todas
las del mercadeo internacional se están realizando fuera del país, sin participación
efectiva de personal nativo.
Los resultados ofrecidos por la CVP son satisfactorios en gran parte. La empresa
se ha movido con eficiencia relativa, y ha aprovechado el ejemplo de las compañías petroleras internacionales, porque también hay que reconocer que la eficiencia de la empresa estatal se debe, en cierta proporción, a la política de contratar
personal proveniente de las compañías internacionales que operan en el país, así
como al estudio y adaptación de las normas de administración y organización internas de dichas compañías. Su crecimiento en el mercado interno ha sido demorado en razón de vacilaciones y dudas que las compañías han aprovechado para
ganar tiempo, percibiendo mientras tanto los ingresos que su abastecimiento del
consumo doméstico les garantiza. Y si en verdad el comienzo en el trajín de las
rutas internacionales le ha significado sufrir algunas pérdidas y contratiempos,
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al parecer por falta de experiencia, al menos se ha estado entrenando personal y
adquiriendo relaciones, lo cual es positivo.
Al referirnos a una tarea básica, la exploración, obligatorio es recordar que la
reacción de las compañías ante la política de no otorgamiento de concesiones fue
la de reducir sus programas exploratorios. Lamentablemente, mientras las reservas
nacionales se agotan, la exploración de la empresa estatal no está cubriendo el
creciente déficit entre el volumen que se lleva a la superficie y las reservas que van
quedando en los yacimientos. No han sido suficientes los aportes que el Fisco le ha
venido dando para la búsqueda de nuevas reservas, y el financiamiento privado de este tipo de actividades no se obtiene a pesar de los programas que forman
parte de toda la parafernalia de la Alianza para el Progreso, y de los organismos
interamericanos que responden al criterio estadounidense de favorecimiento de la
inversión privada en materia petrolera. Los recursos financieros se demandan de
un sector público nacional lleno de problemas, con un adeudamiento acelerado
y con una situación fiscal que se agrava, pues el gasto público aumenta con una
orientación escasamente reproductiva y la inflación burocrática no tiene receso. A
la empresa estatal se la ha inducido a proveer para sus inversiones a riesgo, en una
fase inicial de su vida, con fondos provenientes del superávit de sus operaciones
ordinarias y mediante la modalidad de los Contratos de Servicio.
Como lo han demostrado las negociaciones, los contratos no aseguran, necesariamente, ventajas con relación al sistema de concesiones. Todo depende de las
cláusulas y de los conceptos que contengan. Y en mi opinión, ya expresada en
diversos documentos públicos, la naturaleza del contrato ha sido deformada en las
Bases aprobadas en el Congreso por una coalición AD-Copei-Perezjimenista, y se
ha deteriorado lo que podría ser la aspiración a conquistar, a través de dicha modalidad, los objetivos de una mayor participación financiera, de una participación
operativa real, los correctivos llamados a quebrantar la estructura de dependencia
del sistema de concesiones y las posibles vías de entendimiento con empresas que
representasen directamente a naciones consumidoras.
Problemas comunes
Con la salvedad de alguna característica individual, resaltan los factores coincidentes que entraban el éxito de las empresas estatales. Existe, así, una notoria
escasez de personal técnico en todos y cada uno de los respectivos países; faltan
recursos financieros para atender la demanda de cuantiosas inversiones; es muy
débil la capacidad industrial y la capacidad de investigación tecnológica y científica requerida para conducir más independientemente la actividad petrolera en toda
su complejidad. Este cuadro, que se reproduce de país a país, figura dentro de este
otro mayor de la situación económica de América Latina, la cual funciona bajo el
esquema de deterioro de las relaciones de intercambio que favorece a los Estados
Unidos de América.
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El retardado progreso de América Latina en la industria petrolera ha obedecido,
entre otras razones, a la dominación de que ha sido objeto por parte de los poderosos consorcios extranjeros, inclusive a lo que podría llamarse una política estadounidense de conservación de las reservas ubicadas en su propio territorio, concepto
que se hace extensivo a todo el continente. Mientras se demora la búsqueda de
reservas en América Latina, en el Medio Oriente se produce con aceleramiento; en
parte, por la magnitud de los descubrimientos; pero, también, en atención a factores
de orden geopolítico que impulsan a un agotamiento apresurado de sus campos.
Los países importadores al no lograr su autoabastecimiento, como en algunos casos
un esfuerzo nacional lo permitiría, quedan obligados a mantener su posición de
compradores del petróleo que les venden las mismas compañías internacionales.
Las nuevas perspectivas
¿Cómo se puede lograr un acercamiento entre las empresas estatales de América Latina, las cuales representan directamente a la propia colectividad, y cuya
potencialidad podría dar origen a que abastecieran todos sus países con recursos
provenientes de la misma zona, mientras se logran las metas de autoabastecimiento que puedan estar buscando algunas de estas empresas? En principio, es
distinto el enfoque de un país importador de petróleo que el de un país exportador: el país importador está interesado en comprar a menores precios; y asimismo hay países importadores que no producen petróleo y no pueden tener como
meta inmediata una política de autoabastecimiento. Por otro lado, la posición
de gran exportador se ve con bastante suspicacia y se llega a sospechar que una
empresa estatal puede servir de instrumento a las compañías internacionales.
Así sucedió con motivo de la participación de la CVP en la organización de
Arpel (Asistencia Recíproca Petrolera Estatal Latinoamericana). La explicación
de nuestras dificultades y el intercambio de experiencias fueron permitiéndonos
ganar un poco de confianza a tal extremo que esta situación puede considerarse
superada. Sin embargo, la organización Arpel es un foro o un sitio en el que
se intercambian ideas, se crean amistades, se conoce mejor la gente y hasta se
pueden hacer negocios mediante acuerdos bilaterales; pero hay una debilidad
implícita inherente a la misma condición interna de las empresas estatales sometidas a las alternativas del desarrollo institucional de sus respectivos países. Los
altos funcionarios de las empresas estables no tienen estabilidad y muchas veces
son ajenos al interés mismo del negocio petrolero, pues su actividad principal
está en otra parte y no en la empresa estatal; en ella buscan prestigio, relaciones
con presidentes de compañías, de bancos, de organismos internacionales etcétera y de pronto ciertos individuos, así tengan otras tareas que puedan asumir en la
sociedad, buscan a través de influencias llegar a conquistar una posición en un
organismo directivo de la empresa estatal. Cuando se asiste a una reunión internacional y se encuentra gente muy competente y experimentada, se lamenta, frecuentemente, en la próxima reunión, que esa gente ya no figure en su delegación
por haber sido destituida para que ocupe su lugar un señor Fulano de Tal que lo
primero que hace es llegar hablando mal de la empresa que representa. Existe,
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sin duda, un abismo infranqueable entre el personal técnico y profesional de la
empresa, y su cuadro directivo.
Ciertamente, el ambiente actual no es el más propicio para producir un cambio
de estructura en la negociación internacional de petróleo; para reorientar las directrices hacia acuerdos que puedan resultar beneficiosos para todos los países de
América Latina, tomando en cuenta que, si bien es cierto que el petróleo venezolano, por ejemplo, puede tener un mayor precio en indeterminadas circunstancias,
proviene de la región más cercana, su transporte es más económico y estable,
y su gran variedad favorece las posibilidades de intercambio comercial dentro
de las oportunidades creadas por los mecanismos de integración latinoamericana.
Fórmulas de asociación, Contratos de Servicio equitativos y reales, entre otras modalidades, podrían ser instrumentos útiles en este acercamiento, porque Venezuela
estaría en capacidad de proporcionar una fuente de suministro estable; también,
una experiencia como la que tienen varios de estos países que no están entrando
por primera vez en la actividad petrolera. Con la ventaja del idioma común, con la
gran capacidad instalada para la formación de los profesionales universitarios y las
otras escuelas o unidades de educación, de entrenamiento que podrían establecerse. Venezuela facilitaría la ejecución de una política de integración petrolera latinoamericana. Y sin el costo social de la intromisión en la suerte política interna de
cada país, ni afán de acaparamiento de sus otros renglones económicos rentables.
Naturalmente que para lograr un entendimiento se necesita conocer las realidades nacionales y analizar los fenómenos políticos y económicos que afectan al
hemisferio. El desarrollo que se pretende va a tropezar con los intereses creados
y no va a ser por vía de puro razonamiento como se pueda llegar a los objetivos
ambicionados. Asistimos a un proceso mundial de lucha en cuya formación juega
un papel muy importante el control de las materias primas, y se está cada vez más
consciente de que el cuadro político de retroceso que hoy vive América Latina no
es ajeno a la situación de dominación económica que estamos sufriendo en las actuales circunstancias. Conviene por lo tanto tomar conciencia de que la base social
del respaldo con que se pueda contar en caso de necesidad, debe estar suficientemente identificada con los fines ulteriores.
Antes de concluir este recorrido de la trayectoria y vía crucis de los entes estatales,
podría señalar como factor obstruccionista más persistente y eficaz, el predominio en el propio territorio de las compañías extranjeras –las estadounidenses y
del grupo Shell, casi siempre– constituidas en motor de la inseguridad, desequilibrio y debilidad de los proyectos de expansión capaces de asegurar la eficiencia
operativa del sector público. Si las tales compañías contaron en el pasado con el
respaldo de dictadores a la vieja usanza feudal para obtener y mantener ominosas
concesiones, posteriormente, para imponer fórmulas de explotación más elaboradas, han echado mano de gobernantes comprometidos en programas de desarrollo
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económico favorecedores de las minorías privilegiadas, de la desigualdad social y
del atraso de la región latinoamericana.
Betancourt y su nuevo trato
Las apreciaciones anteriores pertenecen a un enfoque presentado en 1970. Al revisarlas para su publicación, encuentro que el panorama latinoamericano ha variado poco; continúa en vigencia la formulación de una política integracionista
latinoamericana fundamentada en los extraordinarios recursos que Venezuela está
en capacidad de proveer, y se hace más imperativa, como factor clave, la vía de la
explotación directa por el Estado, debiéndose para ello proceder a la nacionalización de la industria.
Semejante solución no cuenta con el respaldo de importantes sectores y de personalidades como el senador Arturo Uslar Pietri y el ex presidente Rómulo Betancourt. Aunque este último se vuelve contra el primero en su reciente artículo en la
revista Visión, ambos coinciden en aprobar el discurso pronunciado en el Congreso Nacional por el Ministro de Minas, J.A. Mayobre, el 31 de mayo de 1967, como
Betancourt lo asienta en Venezuela, política y petróleo y Uslar en su contestación
parlamentaria a Mayobre.
Sobre esa sorprendente oración de Mayobre, la cual me permití criticarle en una
correspondencia que le dirigí como Director General de la CVP –insertada, por
cierto, en Cartas petroleras– hubo reacciones como las de un experto venezolano
situado en los altos niveles de una gran compañía concesionaria, quien en un largo
memorándum que me entregó personalmente y el cual apareció después en manos
del presidente Leoni, comenzaba afirmando:
La exposición hecha por el Ministro de Minas e Hidrocarburos ante la Cámara del
Senado el día 31 de mayo de 1967 revela claramente su deseo de negociar con las
empresas petroleras privadas sin importarle el costo que esto significaría para el país.
Todos sus argumentos están dirigidos a debilitar la posición que el Gobierno nacional
había mantenido ante las empresas en defensa de su petróleo y para obtener una participación razonable en el negocio. Las conquistas logradas por el país a través de estos
largos años de intensa lucha ahora peligran por la nueva política que se pretende llevar
a cabo. El Ministro habla como un vocero de las empresas: que nuestro petróleo es
el más caro, pues los impuestos venezolanos son los más altos; que nuestros obreros
son los que ganan más; que nuestros pozos son de poca productividad; que nuestras
reservas son pocas; que el alto contenido de azufre en el residual, etcétera, etcétera. No
exageramos cuando afirmamos que esta exposición bien hubiera podido ser hecha por
un funcionario de la Creole o de la Shell con muy pocos cambios.
Era ingenuidad del experto su insistencia en demostrar la futilidad y falacia de las
argumentaciones de las compañías, cuando ellas cobran con melopeas de estilo,
altos dividendos en los niveles gubernamentales, y acostumbran evadir la contribución que de ellas es de esperarse en tiempos de crisis. Así, cuando la emergencia fiscal afrontada por Betancourt en 1961 mediante una reforma impositiva que
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elevó la tasa sobre los sueldos de los venezolanos y rebajó en 10% los ya modestos
devengados por los funcionarios públicos, no se les tocó ni un pelo a las ganancias de
las compañías petroleras. Se estaba en plena caída de los precios arbitrada por ellas
en su amenazante respuesta al aumento decretado por Sanabria en diciembre de 1958
y la demanda mundial había aumentado, lo que no impidió a Betancourt afirmar en la
XVII Asamblea de Fedecámaras:
La participación que estamos obteniendo en el producido de esa industria nos parece en
estos momentos satisfactoria, y no estamos pensando en que, mediante nuevas reformas
fiscales, se aumenten los tributos y se ponga el petróleo de Venezuela en dificultad para
competir con otros petróleos en los mercados de consumo.
Con todo y la alusión a una competencia inexistente en la realidad, debido a los
mecanismos de transferencia que operan en las corporaciones integradas y a la
venta del petróleo venezolano entre empresas filiales, es el ministro Pérez Alfonzo,
quien al referirse al beneficio neto de las compañías en 1961, asienta complacido
que “se sale de la línea de peligroso desestímulo a que había quedado constreñida
la industria en 1960, colocándose en niveles aceptables para inversiones extranjera
de la índole”. También Pérez Alfonzo juzga con exagerada buena fe la conducta de
las compañías en el mismo texto de la introducción a la Memoria de 1961 cuando
escribe: “No tiene, pues, base alguna el imaginar que la situación de dificultades
atravesada por la industria venezolana sea un fenómeno localizado y obra exclusiva de la reacción frente a las medidas adoptadas en defensa del interés nacional”.
Lo que se calificaba de “dificultades” para la industria correspondía en la práctica con el plan anunciado al ministro Julio Diez por el presidente de la Creole,
Mr. H.W. Haight ante el alza hasta 45% del impuesto complementario sobre
la renta, decretada el 19 de diciembre de 1958; o sea, con la entrada en vigor
de “las medidas que gradualmente tengamos que tomar en resguardo de los
intereses de la Compañía para contrarrestar los efectos de un aumento impositivo”. Mr. Haight añadió, al tomar el avión de partida, que Venezuela recibiría
como ingreso una cantidad inferior a la que venía percibiendo cuando el impuesto era menor en 19%.
Efectos del deterioro de los precios y de otras medidas
La pérdida en la participación fiscal de la nación durante los cinco años 1959-1963
fue de 2.279.000.000,00 calculada en base a la participación alcanzada en 1958,
cuando se había hecho sentir la influencia de la reforma fiscal de ese año y no obstante que el precio ya era 15 centavos de dólar por barril menor al de 1957.
A los cálculos anteriores habría que añadir la repercusión en el volumen de empleo
y en la remuneración promedio anual de la industria. De 43.331 empleados y obreros que tenía la industria como promedio en 1959 la nómina se redujo a 33.742 en
1963; esto es, fueron retirados 9.589 trabajadores, lo que implica una disminución
de más de 22% en sólo 5 años. La réplica de la mecanización impuesta por nuevos
procesos derivados de avances tecnológicos se acostumbra acompañar con cifras
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reveladoras del aumento en la remuneración anual promedio, la cual va de Bs.
24.156 en 1959 a Bs. 29.906 en 1963; pero al mismo tiempo la productividad –número de barriles producidos por hombres empleados– creció de 23.352 barriles en
1959 a 35.134 barriles en 1963. O sea, que mientras el salario promedio creció en
23%, la productividad por trabajador se elevó en 50%.
PARTICIPACIÓN FISCAL UTILIDAD NETA Y RENDIMIENTO
1959-1963
Año
Participación fiscal
(millones de bolívares)
Utilidad neta
(millones de bolívares)
Compañías
Rendimiento %
Utilidad-activo
fijo promedio
1959
2.791
1.353
13,33
1960
2.639
1.283
12,74
1961
2.823
1.477
15,62
1962
3.225
1.694
19,03
1963
3.331
1.679
20,08
Variación
porcentual
en el período
19,3
25,8
Aumento
rendimiento 6,7
Al mencionar los datos anteriores es forzoso referirse a la irritante diferencia entre
el salario promedio de los venezolanos y el de los extranjeros que sí era de 20.099
anuales para los venezolanos y de Bs. 54.715 para los extranjeros en 1959, en los
años 1959-1963 se ensanchó el margen para llegar a Bs. 27.012 para los venezolanos y a Bs. 71.549 para los extranjeros. Aquí no iba a detenerse el impacto; pues,
como inmediata consecuencia del decreto de modificación de la tasa cambiaria del
dólar dictada por Betancourt en enero de 1964 –ya había sido electo presidente
el doctor Leoni–, la diferencia llegó en 1964 a Bs. 105.094 por cada extranjero
empleado en la industria contra Bs. 28.902 que devengó cada venezolano como
salario anual.
Si desechamos las diferencias atribuidas a la disminución de los precios del petróleo en el exterior, reconociendo para ello el efecto de una intensa competencia
en los mercados, el simple análisis de las cifras oficiales muestra que, mientras el
ingreso de la nación por concepto de la Participación Fiscal creció en los cinco
años 19,3% al pasar de Bs. 2.791 millones en 1959 a la de Bs. 3.331 millones, la
utilidad neta de las compañías subió de Bs. 1.335 millones en 1959 a Bs. 1.679 o
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sea 25,8% en 1963, un aumento que elevó el rendimiento de su activo fijo neto del
13.33% a 20.08% en 1963.
Para lograr el estímulo del aumento de más de 6,7 puntos en el rendimiento del
activo fijo neto de las compañías, la nación, además de la pérdida por la baja
de precios impuesta en los mercados –¿obra de la competencia o acierto de Mr.
Haight?– que alcanzó como vimos a Bs. 2.279 millones, aportó 418 millones de
barriles más de sus reservas no renovables.
Las compañías pagaron sobre 70 millones de bolívares menos en sueldos y salarios
en 1963 que lo cancelado por ellas en 1959 y aumentaron las cifras del desempleo,
graves en la emergencia que llevó al gobierno a elevar los impuestos de los venezolanos y a reducir salarios de humildes funcionarios como maestros de escuelas y
técnicos de Minas e Hidrocarburos encargados de la inspección de las compañías
concesionarias. Este despacho, que en 1959 contaba apenas con 53 profesionales
universitarios –entre ingenieros y geólogos– pierde 31 de ellos en el período que
abarca hasta 1963, como producto de una mezquina política salarial, con eliminación de promociones y ascensos, que sólo podía mantener las raleadas filas con ingresos de recién graduados, aptos para aceptar pasantías mientras adquirían cierta
experiencia que luego les facilitara la obtención de sueldos más honorables fuera
del Ministerio. El salario anual promedio de un empleado de la oficina Técnica de
Hidrocarburos en 1963 era apenas de Bs. 16.073 mientras los empleados venezolanos de la industria –graduados o no– ganaban Bs. 37.417 en 1963 y Bs. 75.086
el empleado extranjero, el mismo al que la reforma cambiaria lo llevaría en 1964 a
Bs. 109.542. El presupuesto total de la Oficina Técnica de Hidrocarburos se redujo
de Bs. 11.393.984 en 1959 a Bs. 7.140.065 en 1963.
Divergencias y coincidencias
La respuesta de las compañías mostraba su insensibilidad al estímulo brindado por
el abstencionismo impositivo de Betancourt; sin embargo, en diciembre de 1967,
con los datos completos del comportamiento de las compañías en la serie de años
que arranca de 1959, aún reitera:
Aumentarles los impuestos en esa hora concreta hubiera sido una invitación a que
cerraran los grifos en Venezuela y los abrieran en el Medio Oriente. A pesar de todas
esas sólidas argumentaciones, en las Cámaras Legislativas, y aún con apoyo de las
fracciones parlamentarias de gobierno de Acción Democrática y de Copei, se incluyó
a las compañías petroleras entre las que debían pagar el Impuesto sobre Dividendos.
No se trataba de un mandato imperativo sino de una opción que el Congreso le daba
al Ejecutivo. Resolvió entonces el gobierno no aplicar el impuesto sobre dividendos
porque de él no podía eximirse a las compañías petroleras y estábamos convencidos
de ser inapropiada la oportunidad para aumentar los gravámenes. El tiempo nos dio
la razón en esa actitud tan firme como responsable. Crecieron en años posteriores las
utilidades de las compañías petroleras y resultó así justo y posible que bajo el gobierno
de Leoni se les alzara el Impuesto sobre la Renta, se llegara a un arreglo con ellas
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sobre el pago de los reparos y se negociara el sistema de precios de referencia para fijar
cotización cierta a nuestros petróleos (Venezuela, política y petróleo, pp. 957-958).
Pérez Alfonzo había, a todas estas, cogido un camino diferente. Luego de su declaración en la Embajada en Washington, en la tarde del 7 de diciembre de 1962
“nos quedarán los huesos… y no somos perros” se refugia en su quinta Camurana
no pisa más el despacho en la Torre Norte del Centro Simón Bolívar. Mientras
vanamente se le invita para el retorno, transcurre el año 1963 con las interinarias de Hernández Grisanti y Julio César Arreaza, hasta que en enero de 1964 se
produce la designación del doctor Pérez Guerrero. Pero todavía en julio de 1966
Pérez Alfonzo, quien confía en la acción de su Comisión Coordinadora de Precios
que elaboraba el expediente para los reparos fiscales, exonera a las compañías de
culpabilidad:
El deterioro de los precios del petróleo venezolano no es, como se imaginan algunas
mentes simplistas, el resultado de las intemperantes amenazas formuladas por un
incauto ex director petrolero, con ocasión de la elevación de impuestos decretada en
diciembre de 1958 (Revista Vértice, julio-agosto, 1966).
Y añade con suavidad:
…también es cierto que dentro de esta realidad juegan algunas maniobras –o por lo
menos negligencia– en algunas de las operaciones realizadas por ciertas empresas
petroleras, en las que el precio de realización que declaran no se corresponde con los
otros precios de la mayor parte de las operaciones de la venta del petróleo venezolano.
Luego le tocaría denunciar públicamente que los reparos habían sido cancelados
con pagos irrisorios; que los convenios sobre precios de referencia suscritos por
los Ministros de Minas y de Hacienda, Pérez Guerrero y Morales Crespo, con el
respaldo de la reforma legislativa que retiró el impuesto selectivo para llegar a un
alza insignificante, eran “una nueva imposición de la injusticia del capitalismo
internacional en su insaciable explotación de los recursos de las naciones débiles
y atrasadas”. Apreciaciones tan opuestas al criterio de Betancourt, como distante
del comedido comportamiento del presidente está Pérez Alfonzo cuando califica
el convenio que anticipa –otra vez con autorización parlamentaria– precios de
referencia para los años 1972-1976:
...contrato, convenio o memorándum firmado por los Ministros de Hacienda y de Minas
(Mayobre y Losada) y el presidente de la Creole el 5 de enero de 1968, prototipo de las
transacciones con que las corporaciones internacionales aprovechan la indefensión de
nuestros pueblos (Petróleo y dependencia, 1971).
Distinta es también la opinión del ex ministro cuando en este su último libro afirma
que los Contratos de Servicio “son contrarios a la seguridad de la nación”.
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Firmeza contra la nacionalización
Cualesquiera que sean las discrepancias alegables con respecto a varias de las
recientes aseveraciones de Rómulo Betancourt, no puede discutírsele la consistencia de sus negativas a una nacionalización de la industria. Siempre insistía en sus
intervenciones oficiales en la conveniencia de mantener a las compañías operando
en el país: “Por ello no se propugna la nacionalización de la industria del petróleo
y resulta una consecuencia que a todos se hace evidente que no se debe nacionalizar la industria de la refinación o de la petroquímica” (Plan Cuatrienal de Gobierno). Por si subsistieran dudas sobre el alcance de medidas como la creación de la
CVP él se encargaba, a cada paso, de disiparlas: “No pretendemos convertirla en
un competidor de las compañías petroleras para desarticular sus mercados”, “esta
empresa nacional no viene a competir con las empresas privadas. La misma modestia del capital de trabajo que le hemos asignado, indica como son de limitados
sus fines y objetivos; pero la CVP debe ser y será el vehículo de que se valga el
estado para otorgar, ya no concesiones, sino Contratos de Servicio y otras fórmulas de arreglo” (29 de mayo de 1961); “no hemos otorgado concesiones, porque
las muy ricas que quedan, bien ubicadas, en el centro y en las riberas del lago
de Maracaibo, estamos seguros de que van a ser explotadas mediante Contratos de
Servicio” (29 de junio de 1963).
Notorias modificaciones a sus aseveraciones desde la presidencia son las que hace Betancourt en febrero de 1972, después de la vigencia de leyes impulsadas
por la oposición en el Congreso, cuando alude a la existencia de alternativas que
permitan al Estado “asumir el control total del negocio, en todas sus fases; o –lo
que parece más realista– producir el petróleo con sus propios recursos técnicos y
materiales, y suscribir contratos de transporte y mercalización (?) en condiciones
ventajosas para los países productores, con empresas internacionales”. Antes también condenaba el monopolio estatal del mercado doméstico:
No es cierto que haya declarado el Ministro de Minas e Hidrocarburos que se va a decretar
el monopolio de la distribución de gasolina a favor de la CVP. Nosotros somos gente responsable, nacionalistas integrales, pero no demagogos. Una cuota-parte de la distribución
la hará la CVP. La otra la harán las empresas particulares (7 de febrero de 1964).
Pero ahora, en vísperas de su regreso, escribe en Visión: “La meta, alcanzable
dentro de un tiempo previsiblemente corto, es que el mercado interno de productos
hidrocarburados sea monopolio estatal”.
El pragmatismo como doctrina
Las aparentes contradicciones de Betancourt y el vigor antiestatista de sus juicios sobre los sucesos de otras naciones, corresponden a una actitud doctrinaria
convicta y confesa: “Nosotros, en Venezuela, somos pragmáticos antes que dogmáticos y no creemos que la nacionalización sea una panacea” (17 de febrero de
1964). Si en su discurso-programa de 1958 se compromete a realizar una sentida
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consigna: “Y no nos limitaremos a obtener que las compañías petroleras aporten
al Estado mayores ingresos, sino que también será creada la Flota Petrolera Nacional…”, a los 13 años del comienzo de su gobierno, prefiere suscribir “contratos
de transporte y mercalización” con empresas internacionales y recomienda no
distraer fondos “en el financiamiento de muy costosas líneas navieras de transporte; y dejar el marketing del combustible, llave maestra en ese y en los demás
aspectos de comercio internacional, en quienes tienen una red mundial de distribución” (12 de febrero de 1972).
En 1943 para negar el voto a la Ley de Hidrocarburos –la acusada de “Ley convenio” elaborada por las compañías con asesores del Departamento de Estado; Herbert Hoover, hijo, entre estos– comparte el criterio de que es “una ley transitoria y
que habría de ser modificada en un futuro cercano”; que “las nuevas concesiones
que se otorgaren de acuerdo con la ley quedarían viciadas en cuanto son contrarias
al interés público”, porque significan la “sanatoria de todo vicio anterior y terminación completa de toda acción o reclamo que pudiera originarse”. Pero la dicha
transitoriedad ha durado hasta esta fecha y posiblemente acompañe hasta su vencimiento a las concesiones que, a raíz de la promulgación de la ley, dio el gobierno
del general Medina Angarita.
La misma suerte corrió el juramento de nulidad de las otorgadas por la dictadura perezjimenista en los años 1956-1957. Desde el mero comienzo del período
iniciado en 1959, el gobierno constitucional proclamó que la tesis de la nulidad
continuaba teniendo “su base jurídica, pero su aplicación práctica, económica, no
aparece claramente favorable al interés colectivo” (Petróleo, jugo de la tierra, p.
35). Así razonaba Pérez Alfonzo, quien al asentar que “la forma y procedimiento
seguidos para acordarlas parecen haberse ajustado a la ley y reglamentos”, coincidía con el dictamen de la comisión de expertos que rindió su informe el 20 de
mayo de 1958. Lamentablemente, bajo esta cubierta protectora, escaparon a la
justicia los que se habían enriquecido ilícitamente con la tramitación de las concesiones “legales” cuyo vencimiento ocurrirá por los años 1996 y 1997.
Nadie niega el progreso
¿Quién se atrevería a negar al ex presidente el aliento transformador implícito
en la creación de la CVP, de la Comisión Coordinadora y la participación en el
lanzamiento de la OPEP? Ni siquiera Uslar Pietri, traído a colación en “una gratuita mención” –según AUP–; pues este elogia, en declaraciones a Bohemia del
22 de febrero de 1971; “el gran papel desempeñado por la OPEP y desea –como
Betancourt casi llega a decirlo en su reportaje intercontinental– que en 1983 la
industria sea lo más nacional posible, y si fuera posible totalmente nacional, mejor aún”. Nadie niega el progreso. Lo que se trata es de evaluar la distancia entre
el dicho y el hecho; entre los proyectos y las obras ejecutadas ¿Guarda relación el
crecimiento de la CVP con la responsabilidad de manejar las áreas en concesión?
¿Ha favorecido la OPEP un aumento en las ganancias de las compañías, mientras
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continúan siendo manipuladas las tasas de producción para enfrentar unos países
contra otros, y las empresas estatales venden con descuentos superiores a los permitidos a las compañías? ¿Para qué sirve la Comisión Coordinadora si el pragmatismo oficial aprueba transacciones tan desventajosas como aquellas inmune
sanatoria de la ley de 1943?
Convenios de transacciones
Valga como ejemplo el de uno de los “Convenios de Transacciones” suscrito a
comienzos de 1967. Si su alcance cubriese sólo los reparos fiscales por descuentos
exagerados en las ventas, lógico sería prorratear el ingreso derivado de ellos entre
los años correspondientes para así aumentar la participación unitaria; pero su objeto se extendió a convalidar todo el pasado comportamiento de las compañías:
Cláusula Segunda: Examinados los libros, registros y documentos pertinentes, en lo que
respecta a los ejercicios anteriores a 1966, la República, en virtud de esta transacción y en
consideración al pago estipulado en la cláusula anterior, (unos miserables diez millones
de dólares: observación Rubén Sader Pérez) , declara que nada más tiene que reclamar
por razones de estimaciones de oficio por precios de exportación de crudo y productos
y por concepto de ingresos, costos, deducciones, desgravámenes, rebajas de impuestos,
multas, liquidaciones complementarias y cualesquiera otros que pudieran dar lugar en
dichos ejercicios a reparos por aplicación de la Ley de Impuesto sobre la Renta.
Menos mal que algún humorista de las compañías aceptó salvar la honra de los
representantes del Estado estampando al final de la cláusula:
...dichas compañías declaran que nada más tienen que reclamar por razón de solicitud de
reintegros en relación con los ejercicios a que se refiere esta cláusula, por concepto
de Impuesto Sobre la Renta, con excepción del reintegro a que se refiere el anexo D.
Los tiempos han cambiado
Los parlamentarios que en 1961 aceptaron la argumentación gubernamental para no
pechar las ganancias de las petroleras, pero que establecieron un impuesto a los dividendos que Betancourt no aplicó –“a pesar del apoyo las fracciones parlamentarias
de gobierno de Acción Democrática y de Copei”, recuerda Betancourt desde Berna–
le rechazan al presidente Caldera la exclusión de las concesionarias en la reforma
fiscal apadrinada por el doctor Pedro Tinoco, hijo, desde el Ministerio de Hacienda.
Cuando aprueban el alza hasta 60% de la renta neta, le dan carácter de mandato de
obligatorio cumplimiento para el Jefe del Estado. Muchos de los parlamentarios,
extendiendo un aval de ciega confianza a los proyectos del Ejecutivo dieron su voto
al retiro del selectivo, a los convenios de precios de referencia, de sacrificios fiscales
para la desulfuración y a las negociaciones de la Petroquímica. Pero hoy están de
regreso del sometimiento a razones pragmáticas que siempre giraban en torno a
la estabilidad del régimen democrático, y con el apoyo, por cierto, de las fracciones parlamentarias de gobierno de Copei y de Acción Democrática, el Congreso
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modifica el criterio oficial sobre la reversión y la utilización del gas, y se prepara
para nacionalizar el mercado interno de los derivados de hidrocarburos.
Ahora sí que se van a disminuir realmente los exorbitantes beneficios de las
compañías en Venezuela, porque antes pudieron trasladar el alza de impuesto a
los consumidores extranjeros. En efecto, con todo y el aumento de los impuestos y costos de operaciones, y habiendo producido 52 millones de barriles menos
en 1971 que en 1970, el pasado año las ganancias de las compañías aumentaron en
600 millones de bolívares; su utilidad neta por barril subió de Bs. 1,27 a Bs. 1,77
y el rendimiento del activo fijo neto, a precios de realización, pasó de 23,46% a
31,57%. Si se hace el cálculo con los precios de exportación fijados por el Ejecutivo, el rendimiento llega hasta 47,80% dice la Memoria del Ministerio de Minas
e Hidrocarburos.
Parece poco factible, en consecuencia, sorprender a fieles e incrédulos con el lanzamiento a la distancia de columnas de humo de paja que anuncian las primeras
candelas de la estación electoral en puerta. Al fin y al cabo Venezuela ha entrado
en una actitud de madurez, de afirmación del sentimiento mayoritario de la colectividad en cuya implantación dieron lo suyo, en capítulos ya entregados a la historia,
políticos como el ex presidente Rómulo Betancourt.
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CAPÍTULO VI
LA VÍA VENEZOLANA HACIA LA EXPLOTACIÓN
DIRECTA DE LOS HIDROCARBUROS
La preocupación central de este foro es el gran tema de la nacionalización de la
industria petrolera en Venezuela. Yo me voy a referir a él, haciendo uso de esa experiencia de empresario del sector público, que me reconoció el doctor Rodríguez
Eraso, y de la cual no puedo desprenderme. Voy también a utilizar argumentos
con cierto carácter técnico, así como otros argumentos que están involucrados
en la discusión de un problema que no se puede considerar desde un solo ángulo,
porque en él está comprometida, posiblemente, la suerte de nuestro país en los
años venideros.
El concepto de la nacionalización no lo voy a analizar desde un punto de vista
político, como una fórmula para lograr la mejor distribución de la riqueza; lo voy
a discutir, simplemente, como un medio para llegar a un fin, a un objetivo que
comparto –estoy seguro– con un gran número de venezolanos, y es el de que los
yacimientos de hidrocarburos sean explotados directamente por el Estado.
¿Qué significa nacionalización?
Cuando hablamos de nacionalización a veces la imaginación tiende a caer en la
tentación de recoger algunos alegatos que se plantean en el sentido de señalar
la posible participación de empresarios privados venezolanos en nuevas fórmulas
de explotación de los hidrocarburos. La nacionalización es, más bien, una medida
administrativa que permite que la comunidad se haga cargo de la explotación de
un renglón industrial o de una materia prima en beneficio de toda la nación. Nacionalizar significa así que vaya la explotación a la nación y no a los particulares.
Cuando aquí se abre este debate interpretativo sobre el alcance de la denominación
es por la simple circunstancia de que las empresas por nacionalizar en Venezuela
son empresas extranjeras. Ese debate no es similar al que se ha dado en otros
países situados dentro del área capitalista y en los cuales, bajo diferentes sistemas
políticos, se ha procedido a la nacionalización de todo un sector industrial, o de
algunas industrias en particular, en cuyos casos, aún las mentes conservadoras han
estado de acuerdo con que la nacionalización se lleve a cabo. Razones supremas
de interés nacional han aconsejado estas medidas sobre las cuales vale la pena
referirse a su aspecto positivo, a sus ventajas, por cuanto que, habiéndome confesado como un partidario de la nacionalización, creo que el camino más apropiado
es este, el de destacar su justificación.
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¿Por qué se nacionaliza?
En un país se va a la nacionalización cuando interesa afectar a una industria básica
para el desarrollo del país, de manera de asegurar un crecimiento equilibrado de la
economía, un crecimiento que no esté dominado por el criterio egoísta de los beneficiarios de las grandes empresas que tienden a constituirse y a agruparse en monopolios. Cuando esta situación de monopolización toma fuerza dentro de los países
del sistema capitalista, se ha ocurrido a la aplicación de soluciones de nacionalización, particularmente en los ramos de los servicios públicos, y como dije, aún
con el respaldo de sectores conservadores. La medida administrativa busca, generalmente, estabilidad en los precios o estabilidad en los ingresos fiscales, aspecto
este que a nosotros interesa tanto, por cuanto que sabemos de la gran participación
de la renta de hidrocarburos en nuestro presupuesto. Busca, también, la eficiencia
operativa evitando la competencia indiscriminada y dispendiosa originada en una
multiplicidad de empresas, cada una con prácticas de administración diferentes,
con estilos distintos, para obtener en su lugar el fortalecimiento de una industria
conforme a programas de integración y de planificación. Nosotros tenemos en este
último aspecto, experiencia de grandes fracasos en el campo de la actividad petrolera de las compañías concesionarias. Algunos de los fracasos son explicables;
pero la pregonada eficiencia a la que sólo se llega a través de las empresas petroleras privadas, es bastante cuestionable y sujeta a un análisis que los venezolanos
debemos hacer con todo cuidado. ¿Cuántos de estos fracasos han sido financiados
por el tesoro nacional? ¿Cuántas de estas compañías todavía actúan con una gran
ineficiencia en el país, a pesar de tener 30 o 40 años operando en Venezuela?
¿Cuántas de estas compañías muestran bajos índices de rentabilidad no obstante
los altos volúmenes de producción que manejan? Es, entonces, también una razón
de búsqueda de mayor eficiencia la que lleva al Estado a pensar que debe hacerse
cargo de la explotación de la industria vital para nuestra subsistencia.
En cuanto a la ventaja económica casi es innecesario abundar en ella, después de
haber oído aquí citar cifras en relación con los dividendos que no tendrían que irse
al exterior, o con el monto de las partidas que por vía de depreciación, amortización
y agotamiento cogen el mismo camino. La retención de estas cantidades de dinero
no solamente significaría una ganancia para el país en términos monetarios, sino
algo más: la posibilidad de ahorro de un recurso natural no renovable. Si el petróleo
se agota tenemos que procurar que dure el mayor tiempo posible, pues no solamente vamos a ganar más el día que el Estado controle su explotación, sino que vamos a
gastar menos petróleo para darle al fisco por lo menos los ingresos que le producen
las compañías extranjeras.
Dependencia económica y política
Estas ventajas, a las cuales se les podrían añadir algunas otras, están acompañadas
de especiales circunstancias que en nuestro país respaldan la tesis de la explotación
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directa por el Estado. La circunstancia especial más a la vista de ustedes en la
situación de dependencia política y económica a que está sometido el país, precisamente por la subsistencia en esta época del sistema de concesiones que pone en
manos de las compañías extranjeras el control de la producción y, en esa misma
medida, el de los ingresos fiscales que pueden aumentar o disminuir conforme a
los planes que dichas compañías se tracen. Esta situación de dependencia que bien
conocemos, pero que, con frecuencia, muchos venezolanos parecen olvidar, se
nos ha hecho presente en algunas oportunidades en que se ha tratado de mejorar
la participación fiscal, y acerca de la cual se ha dicho aquí que se va moviendo favorablemente de año en año, como si fuera en cumplimiento de un proceso
trivial, tranquilo, manso, cuando ha sido, en verdad, producto de una contienda
dura y difícil y también del deseo sostenido, de la lucha incesante de las grandes
mayorías para que Venezuela obtenga superiores beneficios de la explotación de
su riqueza básica.
La dependencia de la industria petrolera no es solamente en el aspecto económico
que nos preocupa sino también en el aspecto político, en lo que concierne a nuestra
suerte como nación libre e independiente. Las compañías responden a los intereses de sus accionistas extranjeros, mayoritariamente norteamericanos; pero no es
ningún secreto y lo vemos con frecuencia en los cables de prensa, que ellas están
alineadas conforme a las directrices que imparten el Departamento de Estado y el
Foreign Office. Tal situación, que no es producto de una imaginación sectaria, sino
de hechos que están al alcance de todos los venezolanos, es digna de tomarse en
cuenta para que, cuando se analice la conveniencia de la nacionalización como un
negocio, se aprecie también que en ese negocio está en juego nuestra independencia, nuestra soberanía.
Disminución de reservas
Otra circunstancia especial que justifica la tesis de la explotación por el Estado
de los recursos de hidrocarburos es, precisamente, la que ha venido utilizando la
industria para hacer que el Estado cambie su posición, vale decir la disminución de
las reservas presentada como un hecho alarmante que debemos resolver en términos inmediatos. Como la industria está en manos extranjeras, las reservas de que
dispone el país están calculadas por las compañías en función de la expiración de
las concesiones; entonces, si hacemos el cálculo de la duración teórica de estas reservas, encontramos una coincidencia de la fecha de expiración de las concesiones
con el momento del agotamiento de nuestro petróleo. Así para el año 1960 que fue
el año en que se decretó la creación de la CVP la duración teórica de las reservas
del país era de 16,6 años y para fines de 1970, la duración era de apenas 10,4 años.
¿Qué es lo que ha sucedido para que en virtud del aumento de los volúmenes de
producción unido a la escasez de la actividad exploratoria, la duración teórica sea
hoy de apenas 10,4 años? Ha sucedido, simple y llanamente, que el sistema de
concesiones que está en vigencia en la forma como ha venido siendo aplicado, y en
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la forma como ha venido siendo interpretado por las autoridades gubernamentales,
ha permitido que la actividad exploratoria disminuya conforme a la voluntad de las
compañías petroleras. No es el gobierno, en efecto, el que tiene a su cargo la exploración ni la explotación de las áreas dadas en concesión, sino las mismas compañías
que, por cierto, se muestran muy celosas de sus prerrogativas en relación con el
manejo de las áreas que tienen otorgadas. Ellas tendrían que responder explicando
cuáles sino motivos políticos son los que las han llevado a disminuir su actividad
exploratoria, de tal suerte que acercándonos al vencimiento de las concesiones se
ha ido estrechando este margen de confianza que puede tener el país en el volumen
de sus reservas. Resulta que si analizamos las áreas que las compañías tienen otorgadas, encontramos que apenas 20%, para esta fecha, está sujeto a explotación; que
solamente el 23,8% es el área probada; que el descenso de la actividad exploratoria
es marcado desde el año de 1960, fecha en la que se anunció públicamente la irritación de las compañías por la creación de la empresa estatal1.
Pero en 1960 faltaban 23 años para el vencimiento de las concesiones, período
suficiente para que las compañías cumplieran una actividad exploratoria como era
de esperarse conforme el espíritu de la ley y al texto de sus respectivos títulos. Hoy
las compañías se encuentran frente a la circunstancia de que apenas restan 12 años
para la devolución de las dichas concesiones, y dentro del área en su poder existe
un volumen extraordinario de reservas que no ha sido traído a la superficie por
ellas en el tiempo que les falta. Para darles una idea de esta situación voy a citar
el área probada de algunas compañías en el año de 1960, y el área probada de esas
mismas compañías en el año de 1970, 10 años después.
Áreas ociosas
La Creole en 1960 tenía un área probada de 160.400 hectáreas y en el año 1970 el
área probada era de 173.600 ha, apenas 13.000 ha más la Shell tenía 94.500 hectáreas de área probada en 1960 y en el año 1970 llegó a 101.600 ha. La Mene Grande,
en la que participan la Creole y la Shell pasa de 101.800 ha en 1960 a 136.200 ha
en 1970. La Mobil de 35.800 ha en 1960, pasa a 38.700 ha en 1970. Es decir, que la
actividad exploratoria ha sido prácticamente insignificante, lo que demuestra también, al lado de la ineficiencia de las compañías, la ineficiencia de los gobiernos venezolanos para hacer que las concesionarias extranjeras cumplan los programas que
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En el Primer Congreso Venezolano de Petróleo, instalado el 24 de marzo de 1962, los profesionales
Leo M. Wright, José M. Pantín, W.A. Moler, A. Spoor y B.C. Pantín, en representación de la Sinclair
Venezuelan Oil Company, Creole Petroleum Corporation, Compañía Shell de Venezuela, Mene
Grande Oil Company, afirman en la página 95 de la ponencia sobre exploración: “La Corporación
Venezolana del Petróleo se fundó en el año 1960 como una compañía petrolera nacional bajo el
control del Gobierno. A esta compañía le fueron asignadas en el lago, zonas adyacentes a áreas
de reservas probadas. En diciembre del mismo año la Corporación abría licitación para una
plataforma de perforación en el lago. Como reacción a esta competencia nacional y a la política
del Gobierno opuesta a la adjudicación de concesiones, en el año 1960 la industria del petróleo
redujo sus operaciones en Venezuela”.
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deben llevarse a cabo conforme a lo previsto en la Ley de Hidrocarburos. No se les
ha entregado, en efecto, un área en concesión para que la exploten morosamente, a
la medida de sus líneas políticas, a la medida de su interés en un momento dado, el
cual puede ser el de confrontar a los gobiernos del país de manera de llevarlos a tomar medidas que puedan ser más favorables a sus puntos de vista. La disminución
de la explotación demuestra, por lo demás, que dejar el descubrimiento de nuevas
reservas capaces de impensar el agotamiento de los campos en manos de las compañías petroleras extranjeras es peligroso para la nación venezolana.
Las cifras en disminución de las reservas nos tienen que llevar a pensar que solamente un criterio nacional, expresado a través de la voluntad del Estado, es el
que puede resultar más satisfactorio para los intereses de los venezolanos. Sin
embargo, existen otros criterios que necesariamente tienen que reproducirse ante
la opinión pública con el objeto de presentar, por una parte, cierta objetividad en la
argumentación, y por otra parte, de enterar a la opinión pública de manera que ella
pueda formarse su propio criterio. Recuerdo, por ejemplo, que recientemente un
profesional técnico venezolano, que forma parte de la Junta Directiva de la Creole,
analizó las cifras de las reservas señalando que para el año de 1965 la duración teórica de ellas era de 13,6 años y parta el año de 1969 esta duración se reducía a 11,3
años. Su conclusión consistía en que “esto parece indicar que el factor tiempo, que
es el determinante en esta cuestión, trabaja contra Venezuela”, y por ello sugería
este profesional venezolano, “tomando en cuenta el lento proceso de la elaboración
del nuevo modus operandi” de los Contratos de Servicio, es necesario acelerar los
mecanismos para permitir que el petróleo continúe siendo un factor dinámico en la
economía venezolana. Es decir, que este técnico venezolano, directivo de la Creole y cuyo nombre es ingeniero Federico Baptista, en lugar de cuestionar la razón
por la cual la Creole mantiene tantas áreas ociosas bajo su control y ha disminuido
su programa exploratorio, se empeña más bien en que les sean entregadas nuevas
áreas a las compañías extranjeras y anuncia, inclusive, que para el desarrollo del
golfo de Venezuela ya es posible la organización de empresas mixtas.
No está solo el doctor Federico Baptista –Freddy entre sus amigos–, porque recientemente otro profesional venezolano, directivo de la Shell, al analizar las cifras desde 1965 hasta esta fecha, estas cifras lo llevan a recomendar estímulos para
que las concesionarias puedan cumplir la función de descubrir el petróleo que el
Estado venezolano necesita. En este caso se trata del doctor José Giacopini Zárraga. Él responde a una pregunta que le formula en un foro que publica el periódico
La Verdad, el doctor Alfredo Baldó Casanova y la cual es extraída de un libro que
recientemente publiqué, llamado Temas para un cambio de régimen político. El
doctor Baldó no hace cita del libro ni del origen, pero entrecomilla el texto para
averiguar si es cierta la tesis de que el Estado al hacerse cargo de la industria tendría necesidad de menor producción por cuanto que ahorraríamos lo que necesariamente deberíamos producir para pagar dividendos a los accionistas extranjeros.
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El doctor Giacopini, naturalmente, reconoce que es cierto el postulado, pero añade
que lo que tiene que preocuparnos es el descubrimiento de nuevas reservas porque,
para el año de 1980, apenas llegaremos a una producción de 2.000.000, de barriles
diarios de petróleo. Casualmente, en la misma fecha de la cual arranca el doctor Baptista para su comparación –1965– había dictado una conferencia el doctor
Giacopini Zárraga, conjuntamente con el presidente de la Shell, presentando un
panorama muy distinto. Para 1980 él estimaba que en las áreas de las viejas concesiones –no incluía las otorgadas por el dictador Marcos Pérez Jiménez– Venezuela tendría en reservas 20.000.000.000 de barriles de petróleo, y que podríamos
producir para esa fecha 4.300.000 barriles diarios con una duración teórica de las
reservas para esa fecha, de 15 años. Pero entonces Giacopini argumentaba que era
necesario darle estímulos fiscales a las concesionarias, por cuanto que la recuperación secundaria demandaba inversiones adicionales y el régimen impositivo de
1965 era insoportable. Hoy el régimen impositivo ha cambiado, la situación internacional ha cambiado también, pero ha cambiado la estimación técnica del doctor
Giacopini. O se ha modificado esta para empeorar las conclusiones apoyadas en
sus cálculos de entonces. O, simplemente, lo ha hecho quedar mal su memoria
en las declaraciones del domingo pasado.
Baja en la perforación de la CVP
Aunque la disminución de las reservas podamos achacársela principalmente a las
compañías internacionales, nos debe preocupar para estimular la búsqueda de correctivos que lleven al país a etapas superiores a las hasta ahora alcanzadas en
el control de la industria. Dentro de estos correctivos está la creación y funcionamiento de la Corporación Venezolana del Petróleo. No quiero abundar mucho
en el tema de la CVP, un tema de mi especial predilección, porque, como dijo el
doctor Monsalve, bastante que hablé de la CVP y los Contratos de Servicio en
pasadas conferencias. Por allí andan recogidas algunas charlas que muestran mi
posición al respecto, por lo demás, esa labor de divulgación de sus actividades la
sigue cumpliendo la CVP y la opinión venezolana tiene elementos de juicio a su
alcance como para pronunciarse en relación con lo positivo, lo ventajoso, lo favorable de la existencia de la CVP. Pero sí debe preocuparnos qué es lo que hace la
CVP y qué es lo que debe hacer la CVP. No el defender la CVP a troche y moche
por el hecho de que sea una empresa estatal, sino cuestionar su gestión, cuestionar
su política, analizar sus programas, evaluar su actuación total. Así encuentro que
la exploración en la CVP también ha disminuido: que la perforación de pozos ha
descendido notablemente en la CVP. En el año 1968, por ejemplo, se perforaron
37 pozos; en el año de 1969 se perforan 17 pozos, menos de la mitad, y en el año
de 1970 se perforan 19 pozos. Pero no se perfora en el año 1970 ni un solo pozo
exploratorio. Esta situación, necesariamente tiene que preocuparnos, sobre todo
cuando vemos que, existiendo recursos y disponibilidades para que la CVP desarrolle una labor exploratoria de mayor envergadura, estos recursos no se ponen a
su disposición.
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Me estoy refiriendo al Plan de Inversiones presentado al Congreso Nacional por el
señor Ministro de Hacienda y en el cual no aparece ningún aporte para actividad
exploratoria de la CVP en las áreas del golfo de Venezuela o en el sur del lago
de Maracaibo, que son áreas prioritarias, por cuanto que de ellas se ha hecho un
estudio más a fondo, un estudio más reciente con base en las interpretaciones de
los levantamientos sismográficos. Es allí donde existe una mejor expectativa de
petróleo y es allí donde está concentrado el interés de las compañías internacionales. En su lugar, hay otros programas exploratorios cuya importancia no voy a
desconocer; pero que se relacionan con la faja bituminosa, con áreas en Guárico
y áreas en Barinas. No ofrecen ellas la expectativa de aquéllas donde actualmente
tenemos dificultades con los consorcios y también problemas con otros países, por
la potencialidad petrolífera que existe particularmente en la zona del golfo.
La mala vía contractual
Es cierto que a la CVP se le confió la posibilidad de desarrollar un nuevo acuerdo,
una nueva vía de colaboración con las compañías, para ver si era posible lograr su
participación en fórmulas que las transformaran a ellas en Contratistas de Servicio
de la empresa estatal. Pero tanto se habló en un comienzo de los contratos de servicio, tanto se dijo al principio de la no peligrosidad de la CVP, de la no intención
de la CVP de competir con las grandes compañías –quizás eso se dijo por razones
políticas que no conozco– tanto se dijo, que las compañías creyeron que el estado
estaba buscando, en lugar de una nueva estructura de relaciones, apenas un mote,
un nombre, una denominación distinta con el objeto de disfrazar la entrega de
nuevas áreas que satisfacieran sus aspiraciones de “estímulo” para continuar explorando y explotando el país.
En tales condiciones recibimos varias ofertas: a mí me tocó recibirlas. Y no hago
aquí ninguna revelación de secretos, ni rompo ningún juramento de confidencialidad, cuando destaco informaciones que están en las Memorias oficiales y en otros
documentos públicos, pero que, generalmente, pasan desapercibidas. Por ello vale
la pena volver sobre algunos de estos casos, porque nos pueden ilustrar en relación a lo que ha venido presionando el criterio de algunos de sus directivos. Por
ejemplo, en el año 1964 la Creole presentó una proposición para explotar áreas
con la CVP en el golfo de Venezuela y en el sur del lago, cuya extensión era de
880.000 hectáreas y por un período de 59 años; es decir, que si la concesión no se
puede otorgar por más de 40 años, lo que proponían no como concesión sino como
una compañía mixta podría prolongarse hasta por 59 años. La Shell presentó una
proposición para que se le permitiera explotar en una fórmula de asociación con
la CVP los 5.000.000 de hectáreas de la llamada Faja Bituminosa, 5.000.000 de
hectáreas, o sea más del doble de lo que todas las compañías tienen en concesiones
para el año 1970: 2.328.741 hectáreas. En esta proposición, como no se trataba de
petróleo, propiamente, sino de una materia “muy pesada”, “muy costosa de traer
a la superficie”, que estaba en plan experimental, entre las condiciones estipu-
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ladas por dicha compañía aparecía la de que no pagaría “regalías”, impuesto de
explotación.
Dentro de semejante ambiente se prepararon las Bases Mínimas que fueron objeto
de un gran debate y produjeron la movilización de poderosos sectores de la opinión nacional con la denuncia de que eran inflexibles y tenían que modificarse para
llevarlas a términos reales. Bien, no se modificaron las Bases en ese período; pero,
con motivo del nuevo Congreso, ese que está reunido actualmente, sí se pudieron
llevar a términos realistas. Las modificaciones, en mi concepto, transformaron y
deterioraron el esquema inicial de los Contratos de Servicio. Prefiero, sin embargo,
no abundar sobre esta materia porque ya he hablado bastante de ella en otras ocasiones y no es el tema en discusión esta tarde; simplemente, ella me lleva a referirme al hecho de que los Contratos de Servicio tenían que ver con la búsqueda de
nuevas reservas y con la posibilidad de encontrar una fórmula de colaboración que
permitiera la colaboración de las compañías extranjeras siempre que se ajustaran a
los requerimientos de la empresa estatal. No voy, pues, a analizar otros elementos,
sino apenas uno que tiene que ver con las reservas: los contratos se servicio que
están por suscribirse con las empresas Móvil, Shell y Occidental, aparentemente
no han tomado en cuenta un principio básico que era el que condenaba las áreas
ociosas en poder de las compañías. Se decía, entonces, que para optar a un contrato
de servicio la concesionaria tendría que justificar su necesidad de nuevas áreas o
comprometerse a ejecutar en las áreas en concesión un programa exploratorio, en
términos ajustados al interés nacional. Más, como mencioné anteriormente, las futuras contratistas tienen como concesionarias una gran extensión de áreas ociosas.
La Mobil apenas tiene un área probada de 26%. La Creole no está calificada en este
momento para los contratos. La Shell tiene 33% y la Occidental es una compañía
que habría que juzgarla por su actuación en otros países.
¿Para qué contratos a estas alturas?
Pero lo que se plantea es esta situación: si el mercado internacional no presenta
problemas como ha sido expuesto aquí, en esta misma tribuna; si las cifras de la
CVP muestran que es fácil en estos momentos llegar a los mercados extranjeros,
que existe una demanda creciente de petróleo en el mundo y, por otro lado, las
reservas de la CVP señalan un nivel crítico, ¿por qué tiene la CVP que contratar
estas áreas con las compañías que ya he nombrado? ¿Cuál es la razón verdadera
para que se suscriban ahora Contratos de Servicio? Frente a este cuestionamiento
seguramente va a surgir por allí el criterio de alguno de esos caballeros que siempre sostienen la ética comercial como principio normativo de su conducta, como si
ignoraran que la ética comercial lleva a las compañías a hacer sólo lo que convenga a sus intereses en la forma más estricta y rigurosa. Si una compañía petrolera va
a suscribir un convenio y en ese instante recibe un cable o una noticia telefónica
que le sugiere suspender la suscripción de ese acuerdo, lo cancela sin pudor, sin
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vacilaciones, sin crisis de conciencia de ninguna naturaleza. Así también tiene que
hacer el Estado venezolano.
Otra de las circunstancias especiales que recomiendan la toma por el Estado de la
explotación de los yacimientos de hidrocarburos, está constituida por la proximidad de la fecha de reversión de la mayoría de las concesiones en poder de las empresas extranjeras, aunque no voy a analizar la reversión exhaustivamente, porque
este tampoco es el tema de esta tarde y además tenemos programado un segundo
ciclo de conferencias que tratará exclusivamente sobre esta materia. Es un hecho
cierto que la reversión está muy vinculada con la nacionalización y en esa área de
vinculación es que quiero asomarme al problema.
Ellas rechazan la reversión
Aquí se ha dicho: ¿para qué nacionalizar si ya viene la reversión por allí? También
se ha dicho algo más serio, esto es: ¿para qué se va a cambiar el sistema de concesiones si es un sistema que da tantas ventajas para el país y es tan adaptable a las
nuevas condiciones que es preferible al riesgo de que el Estado acometa el difícil
y aleatorio negocio del petróleo? Tal interrogante evidencia que las compañías
tienen el propósito, el deseo, la aspiración de mantener bajo su control las áreas
otorgadas aún después del vencimiento de sus respectivos títulos.
No dicen otra cosa cuando afirman por boca de sus abogados y de otros portavoces
calificados su posición en relación con la interpretación jurídica de la reversión.
Esa interpretación les permite actuar con plena conservación que podrían permitirle al Estado, en la fecha oportuna, asumir en condiciones normales la explotación
de los yacimientos que pasarían a su poder. Por ello han venido actuando, como es
público y notorio, en forma desenfadada en la venta de equipos y materiales petroleros; en el desmantelamiento de campos; en la cesión de “campos marginales”;
en el traspaso de concesiones con el propósito de disminuir el pago de impuestos
y de reducir el personal, es decir, de despedir trabajadores venezolanos. Toda esta conducta la han venido continuando a pesar de las esporádicas objeciones que
presentan los poseedores de un criterio antagónico sobre la reversión. Pero ellas se
apoyan, y es bueno que se tenga muy presente, hasta en sentencias de la Corte Suprema de Justicia. De una Corte Suprema de Justicia que dictó tres sentencias en el
año de 1963 y cuya integración para esta fecha es prácticamente igual a la de 1963,
por lo menos, en su composición sectorial. En el mismo período las decisiones administrativas sobre el aseguramiento de la efectividad del principio de la reversión
han dejado mucho que desear, y algunos funcionarios que en años pasados tuvieron
participación en tales decisiones administrativas, hoy tienen, evidentemente, más
poder dentro de los círculos gubernamentales.
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Nacionalizar posiblemente antes de 1983
La situación que he venido describiendo, de continuar en los años inmediatos, probablemente nos sorprenderá cuando ya todo sea irremediable, con el trágico descubrimiento de que la explotación de los yacimientos no va a tener posibilidades
de proveer para el Estado los ingresos que demanda la atención de las más elementales necesidades. Por tanto, de prolongarse este cuadro de deterioro, yo diría que,
si bien es verdad que para el año de 1983 revertirá por mandato de la ley el mayor
volumen de concesiones, si bien esto es posible desde un punto de vista teórico,
en la práctica posiblemente sea recomendable, para asegurar la efectividad de esta
reversión, que el país se vea obligado a tomar una medida de nacionalización de la
industria petrolera con anterioridad al vencimiento de las concesiones en 1983.
Es prudente, en consecuencia, que vayamos estudiando los diferentes elementos
que están involucrados en una decisión de tan grave responsabilidad. Indiscutiblemente que tendríamos que tomar en cuenta factores como los de la compensación;
el de las nuevas inversiones; la preparación del personal que tendríamos que emplear; la disponibilidad de la tecnología de la cual habríamos de valernos; y todo
ese cuadro de necesidades técnicas que ha sido descrito por algunos expositores y
que yo, particularmente, tuve la oportunidad de examinar en conferencias anteriores. No voy a abundar sobre este aspecto. Simplemente, mencionaré que no tengo
–por mi experiencia será– dudas con relación a la eficiencia venezolana para manejar la industria petrolera. No tengo dudas porque me ha tocado desempeñar una
responsabilidad empresarial en condiciones problemáticas y he podido ver como
el petróleo es un negocio en el cual la destreza y la habilidad se van acumulando,
y los profesionales que se inician trabajando en circunstancias bastante difíciles
perfeccionan su aprendizaje en una forma más rápida, como lo han venido demostrando en las diferentes tareas que atiende la CVP. Allí no hemos tenido casos de
excesos burocráticos y la eficiencia de la empresa podemos medirla por la cifra
de rentabilidad sobre cuya procedencia yo admitiría cualquier tipo de discusión.
La CVP es rentable
La CVP emprende diferentes tareas y no solamente aquellas que son rentables, porque es una empresa que tiene a su cargo fines de interés nacional. Entre ellas, la misma actividad exploratoria en algunas áreas que no van a estar sujetas a explotación
inmediata; la discusión y elaboración de fórmulas como esta de los Contratos de
Servicio y nuevas fórmulas de desarrollo; las posibilidades de aprovechamiento del
gas natural que se arroja a la atmósfera; las instalaciones de gas que la empresa ha
venido construyendo en todo el país y en esta misma capital, así como otras obras
fundamentales para la economía nacional, muestran que la rentabilidad de las inversiones en la CVP no puede medirse exclusivamente a través de los beneficios
que produzca un determinado renglón que en este preciso momento sea productivo.
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La empresa acomete un conjunto de actividades y solamente parte de esas actividades tienen de inmediato un carácter productivo; pero, en lo fundamental, son
convenientes a mediano y a largo plazo para todo el país, y entrarán a producir
mejores y mayores dividendos que los que están dando las compañías privadas
extranjeras. Si analizamos cualquiera de las actuaciones de dichas compañías, nos
encontraríamos con que, en los primeros años, ellas ni siquiera han llegado a nuestras cifras de rentabilidad. Otras tienen 20 y 30 años y andan por allí mismo, lo
que demuestra que no es el hecho de que una empresa sea privada para que sea
eficiente, de manera que la imputación de ineficiencia vaya a recaer solamente y
siempre sobre el sector público.
La factibilidad política
Hay otros factores que debemos analizar que son factores de factibilidad política.
Tenemos que darnos cuenta de que somos un país con sus limitaciones y que para
programar nuestra lucha no podemos hacer cálculos alegres, cálculos emocionales, porque es muy peligroso desvincularnos de la realidad. Veamos así lo que ha
pasado en algunas naciones distintas a la nuestra para que lo aprobemos como una
experiencia. Podríamos analizar aquí, por vía de ejemplo, algún país que tiene
un presidente demasiado grande para la medida promedio de sus habitantes; un
presidente cuyo tamaño heroico deforma la realidad, deforma el juicio de los ciudadanos; un presidente que asume posiciones nacionalistas mientras en su país se
lleva a cabo un proceso de cocacolonización acelerado. Si no apreciamos la deformación que produce en la mente del ciudadano corriente, del huomo qualunque,
esta imagen desproporcionada que se tiene arriba de él, podríamos encontrarnos
con graves tropiezos. Por supuesto, ustedes saben que cuando hablo de ese Jefe de
Estado me estoy refiriendo al general Charles De Gaulle, y al comportamiento de
los franceses con la Argelia que está viviendo un proceso de nacionalización de su
industria petrolera. Si los franceses estos que vienen de un imperio ya liquidado,
–del mismo que el señor De Gaulle vivía o dormía soñando con él– y en plan de
grandeza quieren someter a Argelia a su voluntad, esto significa que nada han
aprovechado de la experiencia de Indochina, ni de la experiencia misma de Argelia, donde la conducta del ejército francés demostró cómo no se debe combatir a
una guerrilla; vale decir, que las tácticas de exterminio, las tácticas de genocidio
practicadas por la nación más civilizada de Europa aceleraron el nacimiento del
gran Estado argelino. A De Gaulle le tocó reconocer la liberación que los argelinos conquistaron con las armas en la mano, pero sus sucesores que no calzan sus
botas –por lo menos del mismo tamaño que las que usaba De Gaulle– quieren
someter a Argelia a una condición de humillación y están tratando de moverse en
el frente exterior como se movieron las compañías internacionales frente a Irán.
Se movieron, es verdad, frente a Irán en 1952, pero ahora, hace apenas semanas,
no se movieron en la misma forma. Y Francia no va a lograr de Argelia lo que las
compañías en cierta medida lograron en 1952, porque de todas maneras hubo un
progreso en la posición alcanzada por el Estado iraniano. Al considerar, entonces,
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la factibilidad política de la nacionalización, interviene un nuevo factor que es la
solidaridad de los países productores de petróleo, digna de tomar en cuenta, particularmente a través de lo que podamos hacer con las empresas estatales.
Debemos situarnos en el panorama internacional para evaluar los efectivos con que
realmente contamos, porque hay gobiernos que tienen y practican en un momento
dado el socialismo; pero lo practican de fronteras hacia dentro, porque en tratándose de salir al exterior, abandonan la línea socialista y se convierten en dominadores;
llevan a cabo una política imperialista, someten a sus vecinos o tratan de someterlos, y entonces surge así una contradicción entre lo que se sustenta como ideología
adentro –como norma de gobierno interna– con lo que se ejecuta afuera. En este
caso me estoy refiriendo a la situación de los laboristas ingleses. Cuando asumieron
el poder, llevaron a cabo un vasto programa de nacionalización de industrias; pero,
mientras tanto su comportamiento en el exterior, fue un comportamiento igual al de
un gobierno imperialista de la mejor ley. Nosotros, situándonos en la esfera internacional, tenemos que apreciar estos factores para elaborar lo que podría llamarse una
vía venezolana hacia la explotación directa de los hidrocarburos por el Estado.
La vía venezolana
Esta vía venezolana debe tener, fundamentalmente, el carácter de empresa nacional. Aquí es donde creo que conviene destacar lo positivo de la nacionalización,
destacar los aspectos favorables y beneficiosos de la nacionalización para diversos
sectores de la colectividad venezolana. No será solamente favorable y beneficiosa
para el sector de los trabajadores o de los profesionales; también los industriales
podrán establecer fábricas para servir al petróleo, lo que no les han permitido las
compañías extranjeras; y el empresario nacional tendrá oportunidad de acometer
tareas en las diferentes fases que provee el petróleo, pero no en las labores de exploración y explotación, las cuales siempre deben estar en manos del Estado. Esta
posibilidad de vincular el mayor número de sectores a la fórmula de la explotación
directa por el Estado de los hidrocarburos creo yo que es, fundamentalmente, la
vía venezolana hacia el control de la industria.
Ya en ese camino conviene revisar las metas y recursos de la CVP e igualmente,
hacer lo mismo con el Instituto Venezolano de Petroquímica, cuyo triste papel
parece que no tiene remedio. Además, no puede dejarse al solo cargo del Gobierno
la conquista de este objetivo. Llevar a la práctica esta operación no puede ser tarea
exclusiva del Gobierno, ni podemos nosotros reducirnos nada más que a manifestar desacuerdo en relación con la conducta gubernamental; sino que es necesario
asumir tareas, ejecutar labores que están a nuestro alcance, e ir trabajando para
resolver muchas de las incógnitas que están planteadas con motivo de la toma por
el Estado venezolano de la responsabilidad de explotar sus riquezas petroleras.
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Dentro de un esquema constitucional o revolucionario
Creo, sinceramente, que es posible un esfuerzo que llegue a hacer consciente al
mayor número de sectores del país de que la fórmula de la explotación directa
por el Estado es la más favorable. Y creo, también, que deben agotarse todos los
recursos de manera de ver si dentro del esquema constitucional se puede llegar a
una solución favorable con motivo del vencimiento de unas concesiones en el año
1983, y de otras en años posteriores hasta el año de 1996. En el caso de hacerse
efectiva la reversión en los términos amplios que el espíritu de legislador consagra, tendríamos una empresa nacionalizada para el año de 1983, una empresa
estatal desarrollada, y tendríamos a las empresas cuyos títulos no hayan vencido y
estén pendientes de su expiración, pero sometidas a los lineamientos ya muy precisos del Estado en materia de reversión. Esta oportunidad no es desechable, y así
como se han hecho anuncios por voceros profesionales calificados de las empresas
en el exterior de una transformación de la estructura mundial de la industria, los
venezolanos tenemos que explicar todas las vías hacia esos posibles cambios de
estructuras e insistir en lograr el mayor consenso nacional para ver si dentro de un
esquema constitucional puede lograrse la aspiración de nacionalizar la industria.
Pero el tiempo nos dirá si, de resultar fracasada esta vía, a la nación no le quedará
otra que la de lograr la gran aspiración de la recuperación de la industria petrolera
bajo un esquema de lucha revolucionaria.
Bolívar nacionalizó el petróleo,
pero la industria está en manos ajenas
Termino recordando que es cierto que el petróleo es nacional en la medida en que
el Libertador Simón Bolívar, en el año de 1829, decretó que los bitúmenes o jugos
de la tierra eran propiedad de la nación. Pero la industria petrolera comienza apenas sus actividades en el año de 1859; y en Venezuela la fecha de arranque de la
industria es la de 1914 con la perforación del Zumaque I. Si el petróleo fue nacionalizado en 1829, la industria todavía está en manos ajenas. Bolívar hizo su tarea,
pero la tarea es nuestra, es a nosotros a quienes corresponde realizarla.
Intervención en el Ateneo de Caracas, 8 de mayo de 1971.
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CAPÍTULO VII
TRANSFERENCIA TECNOLÓGICA EN UN MODELO
DE PUERTORRIQUEÑIZACIÓN: VENEZUELA
Todavía existen venezolanos que se sienten ofendidos cuando en círculos internacionales salen a la luz cifras demostrativas de nuestro subdesarrollo; las mismas
que revelan el grado de dependencia externa alcanzado durante los últimos años,
la desigualdad creciente entre una minoría de privilegiados y las muchedumbres
de desempleados y hambrientos tan embarazosamente a la vista de los visitantes
extranjeros. Uno de estos venezolanos casi protestó airado porque en el Seminario
sobre Inversiones Extranjeras y Transferencia de Tecnología en América Latina
organizado por el Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales (Ildis) y
la Escuela Latinoamericana de Ciencia Política y Administración Pública (Flacso),
en Chile, a fines de año, me permití recordar que 40% de la población caraqueña
vive en ranchos. No había razón, según su parecer, en divulgar nuestras lacras,
porque en otros países latinoamericanos el contraste era mayor, más infranqueable
el abismo entre ricos y pobres.
Qué alivio –pensé– sentirían muchos compatriotas al constatar la posible existencia de naciones más infelices que la nuestra, si tan cuestionable superioridad no
nos fuera reconocida simultáneamente con aquellas características que nos harían
figurar, en los certámenes para coronar a los más tontos, entre los finalistas de
primera categoría. Porque no otra condición puede adquirirse con el despilfarro de
recursos a que estamos habituados, como si los mandaderos del Diablo –los yacimientos petrolíferos– no se fueran a agotar nunca, o como si el hambre pudiera
contenerse siempre a punta de la droga publicitaria con que se enerva la voluntad
de lucha de los más. Sin embargo, antes de continuar el tono jaculatorio, examinemos lo que está sucediendo con esto de la transferencia tecnológica.
¿Qué es la transferencia tecnológica?
Se llama así a la incorporación de los resultados de la investigación científica y
tecnológica al sistema productivo, y cuyo uso implica el pago comprendido en la
adquisición de maquinarias y equipos, licencias, marcas comerciales y asistencia
técnica. Las dificultades que crea a los países subdesarrollados se traduce en un
creciente drenaje de divisas y en frecuentes sobrefacturaciones amparadas en la
ignorancia o la indefensión de los compradores. Obedece, según se acostumbra
aludir, a la incapacidad del Estado, por falta de una infraestructura científica adecuada, para determinar la compra de tecnología en función de un orden de prioridades ajustado por los requerimientos de su desarrollo. Afirmación que implica la
ausencia de una política científica por parte del Estado, cuya falta de estímulo a
la investigación propiamente dicha, se complementa con la ignorancia que facilita
Transferencia tecnológica en un modelo de puertorriqueñización: Venezuela
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el pago de sobreprecios, la compra de procesos y equipos obsoletos, la aceptación
de prácticas restrictivas a la importación de nuevos productos por medio de la
concesión de patentes industriales que no se explotan y el sometimiento a prohibiciones para la exportación impuestas a las empresas nacionales.
Tanta importancia ha tomado el estudio de esta materia a nivel continental que, como explica Asi Wolfenson en su trabajo Incidencia económica de la transferencia
de tecnología en el Perú, los antecedentes para la aprobación de una acción conjunta se encuentran en todas y cada una de las reuniones latinoamericanas sobre
la integración regional efectuadas durante los últimos años. Prefiero, en lugar de
reproducir los textos de los acuerdos aprobados, referirme al hecho más esclarecedor como es la cita de que las medidas adoptadas por Colombia “han dado por
resultado una reducción de 50% de los costos explícitos (regalías) pagadas por la
tecnología extranjera”. Wolfenson hace el cálculo de lo que el Perú podría ahorrarse en divisas si logra reducir en 15% los precios de las importaciones de productos intermedios y bienes de capital. De aplicar esta metodología en Venezuela, la
magnitud de la cifra de ahorro podría cubrirnos de vergüenza, al comienzo, para
impulsarnos, luego, al rescate de lo que nos está siendo esquilmado por el débil
poder de negociación del Estado y del sector empresarial privado.
Ahorro del empresario privado
El empresario privado desconoce el potencial de negociación a su fácil alcance.
Tampoco dispone de recursos informativos para seleccionar la tecnología disponible en el mercado internacional. En Venezuela se reproduce con mayor intensidad
lo que el profesor Miguel S. Wionczek refiere del caso mexicano: “Las empresas
nacionales adoptan sus decisiones por regla general, al azar, mediante contactos
con los representantes de los grandes exportadores de maquinaria y equipo, o de
los agentes de las empresas consultoras extranjeras radicadas en México1. El anárquico procedimiento, en práctica también entre nosotros, se refleja en los mayores
costos transferidos al consumidor bajo el esquema de proteccionismo industrial
aprobado por los dirigentes del Estado venezolano, sin el esfuerzo de investigación que en países como Colombia permitió descubrir que en el sector farmacéutico, por ejemplo, los productos se importaban a un nivel promedio de precios de
16,5% más alto que los precios internacionales.
Ventajas para el sector estatal
Wionczek, quien también asistió a la reunión en Chile, se complace en señalar el
contraste que, frente a la impotencia del empresario privado, ofrecen las grandes
empresas estatales. Vale la pena transcribir su opinión para destacar, una vez más,
la situación de inferioridad del caso venezolano:
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“Los problemas de la transferencia de tecnología en un marco de industrialización acelerado: el
caso de México”. En Comercio exterior Vol. XXI, septiembre, 1971.
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Las grandes empresas estatales en México han logrado diversificar en forma impresionante sus fuentes de tecnología y disminuir considerablemente su dependencia respecto
de una cadena de proveedores de tecnología y equipo estrechamente ligados entre sí,
compuesta por los consultores iniciales, los proveedores del equipo y procesos, y los
vendedores de asistencia técnica posterior al establecimiento de una planta. Como ya
se ha dicho, el uso óptimo de los recursos tecnológicos propios se ha visto negativamente afectado por el creciente uso del financiamiento externo, particularmente en
la forma de créditos atados por las empresas estatales en la década pasada. En estas
condiciones, el poder de negociación en asuntos tecnológicos tuvo que pasar a manos
de los proveedores del financiamiento, perfectamente conscientes de las ganancias
adicionales provenientes de la incorporación de toda clase de servicios de asistencia
técnica, operativa, de comercialización y administrativa, en la venta de bienes de
capital, bajo la forma de unidades industriales completas (plantas-paquetes).
El comportamiento del sector estatal venezolano, por lo contrario, acusa características que, con frecuencia, justifican el trato que se reserva para un vasallo
de segunda categoría. Porque si el engaño del sobreprecio de patentes y regalías
viniera involucrado en la aprobación de un proyecto industrial novedoso y complejo, ¿qué otra excusa mejor podríamos aducir que la falta de preparación técnica
de los funcionarios del Estado? Distinta y más irritante es la del pago elevado de
algo que no tiene precio por estar libre en el mercado, o cuyo precio en el país es
tan bajo como para convertir en motivo de escarnio el hecho de salir a contratarlo
en el exterior. Voy a citar, por vía de ejemplo, un caso de cuyos pormenores he sido
informado a satisfacción; el de la edición de la Guía telefónica.
La ITT y la guía de la Cantv
Le estamos pagando asistencia técnica –transferencia tecnológica– a la ITT yanqui
como consecuencia de una negociación por la cual la ITT World Directries Inc.
–compañía no domiciliada en Venezuela– adquirió las acciones de Guía Publicidad
C.A. La transacción se hizo en Estados Unidos por una cifra de varios millones
de bolívares que tomaron los accionistas –sus nombres pueden leerse en el Registro Mercantil del Distrito Federal, expediente 8013– por la cesión de una empresa
cuyo capital era y es de Bs. 100.000,00 pero que tuvo la prudencia de negociar
previamente la renovación por cinco años del contrato con la empresa estatal Cantv
(Compañía Anónima Nacional de Teléfonos de Venezuela).
Para el consumidor anunciante, el resultado ha sido el de un substancial aumento en
las tarifas; para el empleado vendedor de publicidad, una disminución de salario al
sufrir la imposición de menores porcentajes en la comisión hasta entonces reconocida; y para el Fisco, aparentemente, una reducción del ingreso por Impuesto sobre la
Renta, porque los costos han crecido tanto en la administración a cargo de cubanos
y puertorriqueños traídos por la ITT, que ya se están aduciendo pérdidas para respaldar otro aumento de 20% en las nuevas tarifas que tenían aceptadas en la Cantv
para entrar en vigor este año. Semejante pretensión se alega mientras la facturación
en ventas creció de un año a otro en más de 50% con la ayuda suplementaria de una
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edición de cinco Guías en lugar de la que anteriormente contenía los directorios
de todo el país. La duración hasta 1975 del contrato con la Cantv hace tener sucesivos ascensos en las tarifas aprobadas a los inversionistas extranjeros. Pero,
dejando a un lado la oscuridad de la negociación –no todo se explica como torpeza– ¿es motivo de llanto o de risa la obligación, a estas alturas de la pregonada
industrialización venezolana, el pagar asesoría técnica estadounidense para editar
un libreto de teléfonos?
En la industria petrolera
Como en el caso anterior, lo que se paga por transferencia tecnológica es, en ocasiones, innecesario, y frecuentemente caro; esto es, por encima de los precios vigentes en el mercado. Procede, pues, iniciar con urgencia los estudios sectoriales
ante la proliferación de cláusulas restrictivas del uso y aplicación de la sobrevalorada tecnología, como aquellas que regulan, limitan e impiden el comercio
internacional de productos cuyo alto volumen de ingresos, de ser percibido totalmente por el Estado, podría garantizar un desarrollo económico independiente. En
la industria petrolera venezolana, explotada aún por concesionarios extranjeros
–capital estadounidense en su mayor parte– conviene, sin demoras, cuantificar y
analizar los costos explícitos de la tecnología acusada en las deducciones al Fisco,
debido a que las relaciones entre empresas matrices y filiales favorecen traspasos
de beneficios disimulados como costos de operación. Esta práctica de evasión de
impuestos es perseguida por los funcionarios de países como los mismos Estados
Unidos, cuyas leyes prohíben, además, las restricciones monopolísticas envueltas
en la venta de patentes, licencias y marcas, muchas de ellas todavía presentes en
los convenios suscritos por nuestros empresarios públicos y privados. El desconocimiento de estos hechos o razones de una estrategia de alto coturno, avalan,
no obstante, declaraciones de políticos de izquierda así como de voceros de las
compañías extranjeras, quienes coinciden en afirmar que la tecnología no ofrecería
dificultades a la hora de la nacionalización de la industria petrolera porque ella se
compra a discreción. Tal como lo expresó Guillermo Rodríguez Eramo, vicepresidente de la Creole Petroleum Corporation, cuando dijo en el foro que sobre la
nacionalización de la industria petrolera organicé en mayo pasado, por encargo del
Ateneo de Caracas: “Tecnología, no veo problema. Es una cosa que hoy en día se
compra con dinero. Uno no trae el mejor técnico, ve revistas, de modo que no es
problema de quinto piso, ni mucho menos”.
La otra experiencia
Es otra la experiencia de quienes han participado en negociaciones para la adquisición de tecnología como las referentes a la simple compra de catalizadores
para ser usados en procesos de refinación. O la de los socios nacionales de las
empresas mixtas frente a las desmedidas aspiraciones del socio extranjero por el
valor contable que atribuye a su aporte de know-how. Llegan hasta la regulación
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de futuras expansiones de una industria como pretendió la Comonwealth Oil Refining (Corco), presidida por el puertorriqueño Teodoro Moscoso, ex embajador
de los Estados Unidos de América en Venezuela, en el convenio cuya anulación
logré aún después de haber sido hecho aprobar por el Ministro de Minas e Hidrocarburos, J. A. Mayobre, en el Gabinete Ejecutivo. A la Commonwealth se le
reconocía una opción de un año para que toda nueva planta petroquímica que se
instalara en Venezuela o en el exterior, por el Instituto Venezolano de Petroquímica
(IVP), le fuera ofrecida en asociación. Se le prometía asimismo, la exoneración de
impuestos nacionales, estadales y municipales por un plazo no menor de 10 años,
estimado como suficiente para la recuperación de las inversiones. Posteriormente,
en otro convenio suscrito conjuntamente con el sector estatal colombiano por el IVP,
para la construcción de plantas de amoníaco y urea, fue descubierto en sobreprecio
en las instalaciones por más de 20 millones de dólares, el cual no ha habido forma
de recuperar. La conducta oficial es tan sorprendente como lo asienta un reportaje de
la revista Elite del 15 de mayo de 1970, apoyado en auditorías de Price Waterhouse
y Parra, Ramos & Parra:
La empresa española que ejecutó la mayor parte de las obras en Colombia y que acaba
de recibir nuevos contratos de Nitroven para obras complementarias en El Tablazo,
practica internacionalmente el sistema de soborno y la comisión, apareciendo envueltos
en tales procedimientos altos funcionarios como el hermano del Alcalde Mayor de
Bogotá y el Ministro de Obras Públicas de Chile.
Y en la fotocopia de un Telex 268 del 25 de abril de 1969 se lee como se instruye el
agente Sergio Rojas para sus gestiones conjuntas con Mathiesen c/Moneda 1160,
Santiago de Chile: “Conviene hablar con el Ministro Obras Públicas (presidente
de LAN) los cuales tienen el mayor peso”… “No se pueden elevar las comisiones
ni aumentar las coimas por ningún motivo”.
Son muestras apenas de una mentalidad desarrollista en función de Gobierno, responsable –a sabiendas– de la aceleración de la dependencia extranjera encubierta
bajo una consigna de industrialización del país. Gracias a ella y al proceso de
“puertorriqueñización” de Venezuela, hoy se dispone de las modernas ataduras de
la transferencia tecnológica cuyo precio se reconoce hasta en la más insignificante
mercancía o actividad extranjera. Una superficial división de la información estadística al alcance público, da una medida aproximada aunque impresionante de
lo que el venezolano paga por concepto de royalties cada vez que fuma, se viste,
fríe sus comidas en aceites y grasas vegetales, pone a rodar los cauchos de un vehículo, envuelve sus paquetes con papeles y cartones, bebe de esas colas con las
cuales “la vida sabe mejor”, toma leche pasteurizada, o come queso, salchichas y
hasta cualquiera de esos alimentos típicos –parte del folclore turístico– que ya los
norteamericanos nos venden enlatados, made in Venezuela.
Lo que sucede en industrias con procesos más complicados desborda cualquier margen de complaciente credibilidad. Tomo como muestra –con mis reservas por el cálculo arbitrario de ciertas relaciones y la falta de consistencia de algunos indicadores–
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la afirmación sobre empresas químicas contenida en el informe presentado por los
técnicos de la Oficina de Coordinación y Planificación de la Presidencia (Cordiplan),
Hermann Soriano, Getulio Tirado, Vigsensio González, Heric Brucker y Luis Alsolar
en el foro La Integración Latinoamericana de agosto, 1971:
Se debe destacar el hecho de que 6 de esas 16 empresas remitieron en regalías más de
35% de su capital, llegando hasta la alarmante cifra de 240%; es decir, una empresa
remitió en un año casi dos veces y media su capital por concepto de regalías, lo cual
significa que sólo por este concepto recuperó su capital en menos de cinco meses.
No se salvan las Fuerzas Armadas
La venta de maquinaria y equipos obsoletos, fuera de producción y por abultados
precios, ha incidido en la adquisición de material para las Fuerzas Armadas, bajo la
protección de un secretismo de alta seguridad que, de paso, ha enriquecido a comerciantes amigos de dictadores o de presidentes democráticos de turno. El derroche
de fondos se extiende al sostenimiento de misiones militares cuya permanencia antes se fortalecía con naciones vinculadas a la defensa hemisférica, y posteriormente
con enseñanzas desviadas hacia las tácticas de represión interna desplegadas con
motivo de la lucha antiguerrillera y las cuales, en definitiva, tienden a consolidar
el esquema de dependencia económica que favorece a los grandes proveedores de
armamentos.
También aquí la transferencia tecnológica opera con alevosía, pero es prácticamente imposible precisar el costo de las patentes y licencias transferidas por las
autoridades militares a los fabricantes civiles en países altamente industrializados. Ni siquiera la competencia entre los vendedores, en principio alimentada con
la creciente oferta europea de los últimos años, permite la selección de mejores
oportunidades, porque las empresas multinacionales, fijadoras de precios y condiciones monopolísticas, proliferan ya en la industria armamentista. Y si se piensa
que el tráfico de comisiones está instalado como un cáncer en los cuadros de la
Administración Pública, no se puede ahorrar la sonrisa conmiserativa ante los viajes de inspección de algún funcionario contralor, impotente para desenmarañar la
complicada madeja de los costos de equipos militares.
Pero no es sólo la verificación de los costos lo que importa, sino la procedencia de
la participación en una carrera armamentista que pone a los países latinoamericanos a comprar equipos ultramodernos –Mirages, etcétera– a precios prohibitivos,
por haberse extinguido casi las provisiones de desechos de la Segunda Guerra
Mundial. O a destinar grandes inversiones en los planes quinquenales como el de
Brasil que –también sobre la utilización de costosas licencias para operaciones
de ensamblaje– prevé la fabricación de aviones a reacción, contratorpederos, tanques y hasta el montaje de experimentos nucleares.
Lo que tiene que ver este aspecto con la transferencia tecnológica objeto de estudio es la evidencia de la aceptación de manuales “técnicos” que recomiendan
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una política de modernización militar fundada en el mantenimiento del equilibrio estratégico de armamentos, puesto en práctica por las grandes potencias. La
educación e instrucciones suministradas por asesores extranjeros contienen, así,
sutiles insinuaciones para que los vecinos, cuyas divergencias sobre linderos y
áreas de mercado se estimulan oportunamente, comiencen a invertir sus recursos
en costosos y trágicos juguetes, en lugar de financiar proyectos favorecedores de
un desarrollo económico y político independiente, vale decir, soberano.
Como es de indiscutible la conveniencia de renovar las dotaciones de las Fuerzas
Armadas, la actualización de los conocimientos suministrados a los profesionales
de las armas y la elaboración de una estrategia dirigida a enfrentar necesidades
reales, también es prudente mantener alta la guardia frente a posibles desviaciones manipuladas no pocas veces en América Latina por los proveedores de equipos militares. Ellas explican la recurrencia de hechos como los incluidos en la documentada investigación sobre El armamentismo de los países dependientes: el
caso latinoamericano, y los cuales conducen a los sociólogos Joxe y Cadena de la
Escuela Práctica de Altos Estudios (Sorbonne), a conclusiones como esta: “Para
que las Fuerzas Armadas puedan mantenerse legítimamente como organizaciones
dedicadas prácticamente a la represión interna, es necesario que las posibilidades
de conflicto externo no desaparezcan por completo” (Estudios Internacionales,
Universidad de Chile, Nº 14).
¿Una salida posible?
Si se comienza con la investigación del comportamiento de cada sector de la economía, la opinión pública tendrá oportunidad de enfrentarse con una realidad que
desconoce. Los resultados que se llevarán luego a reuniones internacionales de
expertos, contribuirían por su parte, en alguna medida, a la apertura de expedientes
probatorios de las modalidades aplicadas para lucrar con la ignorancia y debilidad
de regiones no desarrolladas. Pero todo esfuerzo estaría perdido sin un análisis revelador de la estructura que favorece el acaparamiento del ingreso nacional desde
los cuadros de decisión del Estado.
Inútil es así, para muchos estudiosos, dedicar tiempo a la elaboración de recomendaciones que atribuirían mayores facultades a organismos del Estado, cuando este es operado por beneficiarios directos y representantes de una especie de
oligarquía muy consciente de normas y prácticas indispensables para mantener el
statu quo. Si se observa que el poder del inversionista extranjero crece al mismo
tiempo que disminuye la acción reformadora del Estado, y que los mecanismos
burocráticos de este canalizan la apropiación de los recursos aceleradores del
proceso de concentración del capital, ¿no es equivocado el camino que conduce a
actitudes de expectativa, primero, y de frustración y desesperanza, después?; ¿será preciso, entonces, para lograr la fijación de márgenes adecuados de tecnología
e inversión extranjeras que no comprometan la autodeterminación, la autonomía
para la toma de decisiones políticas, imponer antes un esquema de lucha opuesto
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a la pasividad arbitrada por el régimen de minorías que insiste en llamarse democrático y representativo?
Preguntas como estas ya comienzan a proliferar en círculos académicos compartidos por expertos, profesionales e intelectuales, según se aprecia en ambientes como
el que disfrutamos los participantes del reciente seminario en Santiago de Chile.
Elite, 17 de enero de 1972
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CAPÍTULO VIII
NACIONALIZACIÓN DE LA INDUSTRIA PETROLERA
EN VENEZUELA
Inversión extranjera en petróleo
La inversión bruta extranjera en la industria petrolera venezolana asciende a 5.195
millones de dólares, suma equivalente a 96% del total de la inversión petrolera,
porque la inversión estatal que comenzó en el año de 1960 apenas alcanza hoy a
la suma de 212 millones de dólares. La inversión petrolera en Venezuela es, pues,
casi totalmente una inversión extranjera cuya nacionalidad de origen es fácil de
determinar en cada caso, por cuanto que 99,5% de esta inversión es de origen estadounidense e inglés-holandés. Forman la estadounidense, o sea 82,10%, filiales de
la Standard Oil de New Jersey en su mayor parte; y la inglesa-holandesa, la filial
de la Royal Dutch Shell (cuadro 1).
La inversión acumulada neta extranjera para esta fecha es de 1.445 millones de
dólares, mientras que las compañías han retirado desde 1938, por el solo concepto
de utilidades netas, una cantidad equivalente a 12.000 millones de dólares. En esta
cifra no incorporamos los beneficios que obtuvieron las compañías en los 20 años
anteriores a 1938 porque de esos datos no se dispone. La rentabilidad del Activo
Fijo Neto se mueve entre 30 y 40% en los últimos años (cuadros 2 y 3).
Participación del petróleo en la economía venezolana
La participación de petróleo en la economía nacional es determinante: el 92% del
valor de las exportaciones venezolanas lo aporta el petróleo, 64% de los ingresos
fiscales ordinarios provienen de la renta de hidrocarburos; mientras la industria
petrolera sólo absorbe menos de 1% de la fuera de trabajo del país (cuadro 4).
La importancia de la renta de hidrocarburos puede medirse fácilmente por su participación en los ingresos fiscales por cuanto que, siendo tan grande, cualquier disminución de la tasa de producción o de los precios del petróleo, quebranta directamente
el financiamiento de los gastos de operación y de los planes de inversión del Estado.
Este dato importante demuestra que, con todo y los progresos obtenidos en el trato
con las compañías, la tasa de producción está todavía a su arbitrio y las compañías la
mueven conforme a sus necesidades políticas o económicas del momento.
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Las concesiones de hidrocarburos
Las compañías que operan en el país lo hacen mediante el sistema de concesiones y tienen otorgadas áreas que para esta fecha alcanzan aproximadamente a
2.300.000 hectáreas. En estas áreas que tienen las compañías es donde se produce
98,4% de la producción total del país, pues la producción estatal es prácticamente
insignificante al lado de la producción de las compañías extranjeras. Esta proviene
de 23% del total de las áreas que las compañías tienen otorgadas en concesiones,
y es allí en ese 23%, donde se encuentran las reservas probadas recuperables del
país que para la fecha ascienden a 14.000 millones de barriles.
De estas áreas, donde se produce 98,4% de la producción nacional y donde se
encuentra la casi totalidad de las reservas, el Estado venezolano va a recibir en
los años 1983 y siguientes, una superficie aproximada de 2.092.000 hectáreas,
quedando solamente en poder de las compañías un saldo de 224.000 ha que deberá
ser devuelto en los años 1996-1997 por ser correspondientes a concesiones otorgadas por el dictador Pérez Jiménez en los años 1956 y 1957. La duración teórica
de estas reservas que existen en poder de las compañías y que, como ustedes ya
han oído, constituyen la casi totalidad de las reservas de que dispone Venezuela,
es de apenas 10,4 años; esto quiere decir, que si en Venezuela no se descubriera
más petróleo y se mantiene la actual rata de producción, el petróleo recuperable se
agotaría antes del vencimiento de las concesiones en 1983.
La importancia del debate sobre el vencimiento de las concesiones y la posibilidad
de que la nación posteriormente vaya a hacerse cargo de la explotación de las áreas
que revierten, se puede medir entonces por la circunstancia de que solamente el
23,8% de las áreas que las compañías tienen en su poder, es área probada; el resto
de ellas es lo que nosotros hemos dado en llamar áreas ociosas, o sea áreas en las
cuales no se ha desarrollado una actividad exploratoria de importancia y donde el
país no sabe qué cantidad de reservas petrolíferas pueda existir allí. Lo que sí se
sabe es la tenacidad de la lucha que sostienen las empresas para conservarlas bajo
su poder mucho más allá de los años en que vencen las concesiones que se han
otorgado para su explotación.
Reversión de las concesiones
Las compañías se han opuesto de diferentes formas; pero, fundamentalmente, han
cuestionado el derecho de reversión del Estado, un derecho que existía en la Ley
de Hidrocarburos para el momento que fueron otorgadas las concesiones y el cual
establece que, extinguidas, vuelven al poder del Estado sin que este tenga que
pagar indemnización alguna a las empresas. Las compañías han alegado que el
texto de la ley sólo se refiere a las tierras y a las obras permanentes que están allí
instaladas y que el texto de la ley solamente menciona las concesiones de explotación. No interpretan la expresión “concesiones de explotación” como genérica,
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porque en la Ley de Hidrocarburos se prevé el otorgamiento de concesiones de
exploración, de explotación, de refinación y de transporte.
Este criterio de las compañías, de ser aceptado, por supuesto que excluiría obras
fundamentales para el mantenimiento de la producción petrolera venezolana que,
como ustedes saben, es una producción para la exportación, porque de 3.700.000
barriles diarios que se producen, apenas 200.000 b.e.p./d se consumen en el país.
Quedarían excluidas entonces obras vitales como los oleoductos, los medios de
transporte hasta los terminales, los terminales mismos y las refinerías. En fin, que
si solamente se aplicara el concepto de reversión al área donde las compañías están desarrollando actividades de explotación, el Estado no estaría en capacidad de
continuar operando la industria cuando esta regresara a su poder, situación que,
de presentarse realmente, acarrearía consecuencias catastróficas para Venezuela,
dada la importancia que tiene la renta de hidrocarburos en el Presupuesto y su
participación en la economía nacional.
Frente a este criterio ha sido opuesto en diversas oportunidades el criterio de los
voceros de la tesis estatista según la cual las compañías están obligadas a entregar
la estructura total con la cual opera la industria, incluyendo instalaciones, mejoras,
accesorios, bienes incorporales como servidumbres, etcétera. Este último ha sido
un enfrentamiento teórico, pues en la práctica las compañías han venido actuando
con plena libertad en la aplicación de la tesis de que el derecho del Estado no es un
derecho preciso, definido, concreto, sino apenas una expectativa de derecho que solamente se perfecciona con el hecho del vencimiento de las concesiones, y que por
lo tanto ellas, en el período que falta para ese vencimiento, pueden desmantelar los
bienes, venderlos y hacer todo tipo de operaciones de disposición, porque no tienen
ni siquiera la obligación de mantener esos bienes para que el Estado pueda recibirlos en condiciones que le permitan operar la industria en condiciones normales.
Comportamiento de las compañías extranjeras
Las compañías han venido usando todo tipo de tácticas: reexportan equipos
y materiales a otras regiones del mundo donde tienen actividades; transfieren
operaciones de perforación y transporte a contratistas y subcontratistas que no
tienen carácter de concesionarias; venden los bienes muebles e inmuebles a
precios irrisorios; hacen donaciones a entidades públicas o privadas; desmantelan campos, instalaciones, y lo grave de toda esta situación es que, inclusive
en la Corte Suprema de Justicia, el punto de vista de las compañías petroleras
ha encontrado asidero. Así, cuando el Ministerio de Minas e Hidrocarburos
impuso multas a las compañías por haber efectuado desmantelamientos sin la
debida autorización, las compañías solicitaron la nulidad de las resoluciones
administrativas ante la Corte y las sentencias de la Corte fueron favorables a
las empresas. Del texto mismo de esa sentencia puedo extraer ante ustedes este
punto; dice la sentencia dictada en 1963:
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La reversión es una expectativa de derecho a favor de la nación que sólo se materializa
al fin del término de la concesión que alcanza sólo a las obras permanentes que en este
momento existiesen en las áreas concedidas y que no afecta sin embargo el derecho que
tienen los concesionarios durante la vigencia de la misma de hacer en dichas áreas todas
las construcciones, modificaciones y demoliciones que puedan ser más conveniente a
los intereses de la explotación petrolera.
Frente, a esta sentencia el Ejecutivo no se limitó a presentar públicamente las razones de su discrepancia sino que estimuló varios esfuerzos, algunos a nivel legislativo. Se propusieron –sin ningún éxito– modificaciones a la Ley de Expropiación
por causa de Utilidad Pública; también a la Ley de Registro Público, para evitar
que las compañías pudieran hacer ventas de bienes sin una previa autorización
por parte del Estado. Para evitar el deterioro de los yacimientos, la explotación
acelerada de ellos, el Ministerio de Minas e Hidrocarburos en varias oportunidades hizo girar circulares a las compañías; pero, frente a esta actividad oficial,
las compañías mantuvieron su conducta, y su comportamiento siguió en forma
igual de desacato al principio de la reversión y a las instrucciones que el Ejecutivo Nacional les impartía. Ellas buscaban hacer inefectivas, inalcanzables para
el país la reversión de las concesiones, y por ello también desarrollaron otro tipo
de campaña que haría todavía más difícil para la nación continuar la explotación
petrolera en condiciones normales; por ejemplo: las compañías disminuyeron las
actividades de exploración a partir de la creación del ente estatal la Corporación
Venezolana del Petróleo.
Cuando se hizo el enunciado público de la política de no otorgamiento de más
concesiones a las compañías, ellas manifestaron su irritación e inclusive en documentos emanados de calificados representantes suyos no tuvieron empacho en
afirmar que su actividad exploratoria en Venezuela terminaría por cuanto que ya
carecían de alicientes para conseguir nuevas áreas donde invertir, para aumentar
las reservas. El Estado sostenía que dentro de las áreas que las compañías tenían
en su poder muy bien podrían cumplir a cabalidad una amplia labor exploratoria.
Corría el año 1960 y faltaban 23 años para el término de las concesiones, pero desde entonces las compañías con un tiempo suficiente como para recuperar cualquier
inversión, se abstuvieron de hacerlo porque al parecer les interesaba el descenso
de las reservas del país.
Simultáneamente a la reducción de actividades exploratorias se ponen en marcha
otras medidas, como las de reducción de personal, despido de trabajadores. En
Venezuela, desde 1960 hasta la fecha la industria petrolera extranjera ha echado a
la calle más de 20.000 trabajadores; esto es, una reducción de más de 50% del personal que no puede atribuirse totalmente a la mecanización, a la modernización de
los procesos de la industria, y que ha contribuido a aumentar la tasa de desempleo
que en Venezuela es bastante alta por otras circunstancias que ya analizaremos
más adelante. Es una manera de presionar a la Administración para que se produzca un cambio de política, lo que han intentado por otras vías como la de halagar a
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algunos empresarios venezolanos de manera que ellos pudieran hacerse cargo de
lo que llaman “campos marginales”; es decir, campos cuyo margen de beneficio
no lucía muy tentador para las grandes compañías por cuanto que, como todos los
ingresos tenían necesariamente que consolidarlos, cuando se llegaba el momento
de pagar el Impuesto sobre la Renta, entonces la participación fiscal de la nación
en cada barril producido era más alta. Al traspasarle tales campos a pequeños
concesionarios, o a personas jurídicas que no tuvieran ingresos petroleros altos o
que, inclusive en casos como los que se sucedieron en la práctica, que no obtenían
ninguna clase de ganancias, entonces el Estado dejaba de percibir, con la producción de estos barriles de petróleo, más de 50% de la participación fiscal esperada,
pues ella está formada por lo que el Impuesto sobre la Renta produce, y lo que se
obtiene por la regalía y otros impuestos.
Esta táctica de transferencia de campos comenzaron a utilizarla no sin cierto reclamo de los sectores partidarios de la empresa estatal, particularmente por la triste
experiencia de la participación de los nacionales que se había concretado, cuando
la dictadura del general Juan Vicente Gómez, en servirles de intermediarios a las
compañías extranjeras. De manera que el Dictador otorgaba concesiones a sus
amigos, y a los amigos de sus favoritos y familiares, y en el término de horas esas
concesiones pasaban a las compañías petroleras internacionales, para aquel entonces filiales de la Shell o de la Standard. Posteriormente la labor del empresario
nacional quedó reducida a la de servir en ciertas áreas comerciales que son las
que las compañías manipulan con mayor facilidad, por cuanto que, en cualquier
momento, ellas restringen la demanda y por supuesto los comerciantes en Venezuela –yo me imagino que aquí también– son muy escandalosos y entonces crean
un ambiente de protesta que inmediatamente gana las páginas de la prensa y el
Gobierno que siempre anda en dificultades en relación con su estabilidad, bajo
el temor, a veces se ve obligado a ceder.
Ni siquiera en el área de servicios a la industria las compañías han utilizado al
empresario nacional, algo que ha ocurrido en Argentina y en Brasil, para citar dos
países vecinos, donde el desarrollo de la actividad industrial que sirve al petróleo
y de las típicas empresas de servicio, aunque sólo sea mediante la radicación de
las mismas empresas extranjeras, ha permitido que, siquiera parcialmente, el empresario nacional tenga alguna participación. En Venezuela no ha sido así, y las
empresas contratistas que se ocupan de la perforación o de actividades de otra
naturaleza en la fase de la producción, del transporte, en fin de las actividades
necesarias para que la industria funcione, están en manos de compañías extranjeras, estadounidenses casi siempre, que son, posiblemente a través de esa compleja
madeja de interrelación de las compañías, filiales de las grandes empresas explotadoras del petróleo. Esta es, también, una manera de dificultar la posibilidad de que
en un futuro el Estado pueda llegar a operar la industria: impidiendo que exista capacidad nacional para servirla, para dotarla de equipos, materiales y de todos esos
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recursos imprescindibles que hoy están separados de los bienes del concesionario,
sujetos más directamente al derecho de reversión del Estado.
Ley sobre Bienes Afectos a la Reversión
A la campaña seguida por las compañías se enfrentó, como ya mencioné, la actitud
que tomaron funcionarios del Estado venezolano, quienes, evidentemente, actuaron con exceso de cautela –digamos así para no utilizar otras más crudas expresiones– y en muchos casos alentaron más bien a las compañías en su comportamiento.
Casi podría decir que hubo oportunidades en que estas actitudes oficiales alertaron
además a las compañías, las que aceleraron el proceso de desacato, creando mayores obstáculos y dificultades para la intervención del estado en defensa de sus
derechos. Es en estas condiciones, precisamente, que se aprueba la Ley de Bienes
Afectos a la Reversión.
La ley se aprobó apenas en julio de este año y detalladamente define cuáles
son los bienes afectos a la reversión para ponerle fin a la contienda jurídica.
Es bastante amplia en sus alcances, extendiéndose a los bienes corporales e
incorporales, y restringiendo el uso de los bienes de terceros por parte de las
compañías para evitar el traspaso de operaciones, pero ya ese traspaso había
sido hecho casi en su totalidad antes de la aprobación de la ley. Los bienes
en manos de terceros, por otra parte, y de acuerdo con la nueva ley, tampoco
pueden revertir al Estado, porque no son bienes de concesionarios. La ley creó
un fondo de garantía para responderle al Estado del cumplimiento de la obligación de reversión por las empresas. Incluyó prohibiciones de enajenar, gravar,
desmantelar y varias otras limitaciones para los concesionarios, entre ellas,
requisitos de autorizaciones previas para los fines de legalizar operaciones en
las Oficinas de Registro Público. Se le estableció a los concesionarios la obligación de explorar las áreas inactivas en un período de tres años.
Estas disposiciones de la ley han enfrentado la protesta de las compañías y del sector privado que gira en torno de las compañías, pero el proyecto fue presentado al
Congreso en una situación especial en la que más que el prurito de aparecer como
punteros en todas las reformas en materia de legislación petrolera, más que la iniciativa de los venezolanos, fue el mismo clima nacionalista en ascenso el que tuvo
decisiva influencia en la modificación de las relaciones con las compañías petroleras, clima en ascenso no solamente en los países productores del Medio Oriente,
sino también y muy particularmente, en América Latina a través de las medidas que
se tomaron en otros países como, por ejemplo en el Perú y Bolivia, para mencionar los más cercanos. Indiscutiblemente que tales medidas influyeron por cuanto
que, aparte de la débil sustentación o respaldo político con que el Gobierno puede
contar como consecuencia de un proceso electoral, hay otros factores que necesariamente tienen que tomarse en cuenta y uno de ellos, tengo que mencionarlo, es la
progresiva influencia de las Fuerzas Armadas que han empezado a jugar un papel
en algunas partes de América Latina bastante distinto al que hasta ahora veníamos
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conociendo en América Latina y en otras áreas del mundo. Aunque el problema de
las Fuerzas Armadas no es el que tenemos que discutir aquí, se trata de un problema
que, en la realidad, hasta las mismas sociedades industrializadas están estudiando,
por cuanto que ya los problemas de la defensa nacional no están circunscritos a los
armamentos convencionales ni a los soldados que se van para la guerra en medio
de un desfile de flores y de marchas, con himnos triunfales y de cosas por el estilo;
ya toda la nación es la que participa del esfuerzo de guerra y todo lo que tiene que
ver con el petróleo es una materia preocupante para los profesionales de la defensa
nacional.
La Ley sobre Bienes Afectos a la Reversión llenó un gran vacío, pero, al mismo
tiempo, quizás la precipitación con que fue elaborada, quizás los arreglos logrados
a través de conversaciones en el Congreso, permitieron que se mantuvieran dentro
de ella y también que se incorporaran, algunas disposiciones que realmente no parecen muy favorables a la efectiva reversión de las concesiones. En principio, hay
una serie de enunciados de conceptos muy generales que ni siquiera se definen y
su interpretación y aplicación se deja en forma irrestricta en manos del Ejecutivo
Nacional. No me refiero a la capacidad de reglamentar la ley, sino a la capacidad
de aplicarla que queda según el texto expreso a juicio del Ejecutivo Nacional,
“conforme al criterio del Ejecutivo Nacional”, “el interés del país en función del
criterio del Ministerio de Minas e Hidrocarburos” expresiones por el estilo que
han puesto en la elaboración aún pendiente del Reglamento de la Ley todo el interés de la industria petrolera extranjera.
A la aprobación de la ley presentada por la oposición se sumaron los partidos de
gobierno en Venezuela. Debo mencionar que hablé en plural, porque el partido
de gobierno, el partido democrático-cristiano Copei se identificó –como lo hace
frecuentemente– con el partido con que forma la mayoría parlamentaria, que es el
partido Acción Democrática. Las compañías por su parte han dicho, no en Venezuela solamente, sino con más libertad en los Estados Unidos y a través de comentaristas muy autorizados, que la importancia de la ley estriba en su reglamentación
y que si hay gente sensata en el Gobierno venezolano ellas no tienen por qué preocuparse. Sucede que en la ley no se establece en una forma precisa la posibilidad
de que el Estado tome a su cargo la explotación directa de los hidrocarburos. Esta
falta de definición, unida a otra serie de circunstancias, me llevan a discrepar de
un planteamiento que, sobre el particular, acaba de hacer en esta sesión el doctor
José Antonio Mayobre.
Demanda de nulidad de la ley
Las compañías al oponerse a la ley y al moverse a través de los poderosos medios
de relaciones públicas con que cuentan y a su control de los medios de comunicación de masas, además del ambiente de hostilidad que pretenden crear, quieren
aparecer como defensoras de la empresa privada, de la libertad de empresa, de
manera de aglutinar el mayor número de sectores posible detrás de ellas. Pero
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mientras tanto las compañías no han descuidado el aspecto jurídico, y han introducido demandas de nulidad con una cohorte de abogados que es una nube inmensa
que anda detrás de los jueces, de los pocos jueces que tiene la Corte Suprema de
Justicia, algunos de ellos, por cierto, eran ya jueces de la Corte en el momento en
que se dictó aquella infortunada sentencia cuya conclusión les leí.
Posiblemente en esta materia no se produzca una decisión inmediata. Las compañías están alegando la retroactividad de la ley como violación de un principio
constitucional, y señalan que a ellas no se les puede aplicar una disposición sobre
las concesiones que no estuviera vigente para el momento en que le fueron otorgadas las concesiones. Esta es una interpretación anacrónica, del principio de la
no retroactividad de la ley que, por lo demás, en la práctica no ha arrojado los
resultados que podían esperar las empresas en su planteamiento. Ellas mismas
han tenido que aceptar, en efecto, sucesivas reformas legales que han afectado sus
ganancias en la explotación petrolera; por ejemplo, la legislación del Impuesto
sobre la Renta es posterior al otorgamiento de las concesiones y ha sido objeto de
diferentes alteraciones, pues es el instrumento que Venezuela ha venido manejando para mejorar su participación en la industria. Claro, al principio hubo el mismo
tipo de observación legalista, pero posteriormente ha sido reconocida por las compañías esta capacidad del Estado para establecer aumentos en la tasa impositiva,
y eso es lo que cuenta en el negocio. Ellas no andan detrás de los contratos o de
las concesiones por sí mismas, ni sostienen el principio de la irretroactividad de la
ley porque les preocupa que se atente contra un postulado jurídico constitucional,
sino simplemente porque afecta los resultados del negocio. Indiscutiblemente, no
es nada tranquilizador el que esté en marcha este proceso, y sobre todo después de
anuncios de no intervención por parte del Ejecutivo Nacional, como este: “la decisión está en manos de Poder Judicial y el Gobierno espera que el Poder Judicial
resuelva lo que tenga a bien”.
Mientras tanto, las compañías disminuyen la producción de petróleo; en los últimos dos meses la baja en la producción de Venezuela ha sido de 400.000 barriles
diarios, lo que se ha tratado de justificar con una disminución del consumo de
tipo estacional, pero en el Medio Oriente y en otras áreas del mundo estas mismas
compañías han elevado la producción, hecho que demuestra que aquí hay algo que
necesariamente tiene que investigarse –bueno, los que sean perfeccionistas– para
determinar si esta disminución de la producción obedece a una retaliación de las
compañías extranjeras o a razones puramente técnicas. También ha aumentado el
despido de trabajadores. En estos seis últimos meses han sido retirados más de
3.000 trabajadores.
Esta situación de rechazo a la reversión que tiene el país planteada está magnificada por una gran campaña de opinión pública que llega en un momento en el
cual Venezuela se encuentra adelantada en su proceso electoral, porque ya andan
por allí en juego las candidaturas presidenciales para el período que comienza en
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1974. Ya a estas alturas partidos políticos y candidatos de partidos andan hablando un lenguaje de compostura, y el tema este de la dificultad que tiene el capital
privado para desarrollarse y particularmente la inversión extranjera, es motivo de
comentarios y de pronunciamientos que se tratan, de comprometer por anticipado.
No es de ignorar en efecto, el peso que tiene en los procesos electorales la ayuda
financiera de los grandes consorcios, de las grandes empresas nacionales e internacionales. No se incurre en ningún tipo de calumnia, creo yo, cuando se menciona
este hecho, porque por lo demás me parece que es uno de esos males comúnmente
aceptados dentro del sistema democrático representativo y el cual en ciertos países
se trata de remediar con diversos paliativos y conviene, pues, señalar esta situación coincidente: la oportunidad de las elecciones y la fecha vecina en la que Venezuela tiene que definir cuál es su comportamiento en relación con la efectividad
de las reversiones. Quiero, sin embargo, traer el problema al aspecto que es más
importante para mí y conforme con mi experiencia en la empresa petrolera estatal
venezolana; esto es, la disminución de las reservas.
Está bien que los venezolanos nos cuidemos de que las instalaciones reviertan,
de que todas las áreas que ocupa la industria regresen al país, pero nos interesa
más que nos regrese el volumen de petróleo suficiente para mantener el ingreso
fiscal adecuado para la subsistencia del país, por lo menos mientras se desarrollan
recursos propios.
Experiencia de la explotación por el Estado
En Venezuela se organizó la empresa petrolera del Estado, que tuve la satisfacción de dirigir durante 6 años, y allí se pudo dar al país una demostración –no me
importa que esto suene en alguna forma como un autoelogio porque sería mucha
tontería la de creer que esta puede ser la obra de un solo hombre– de la capacidad
del Estado para manejar con eficiencia una empresa pública, para tomar a su cargo
una actividad económica internacional. No voy a hablar de la comparación con el
sector privado pues tendríamos que entrar a opinar sobre su eficiencia real y ustedes saben que esta eficiencia se prueba a base de la subsistencia en las crisis, en las
quiebras y en los desastres que producen los malos negocios y naturalmente, no es
en relación con este hecho que nosotros vamos a demostrar la eficiencia de la empresa estatal, sino comparándola con la empresa petrolera internacional. Es cierto
–¿para qué negarlo? – que en Venezuela en la mayoría de los casos el Estado ha
resultado mal administrador por una serie de razones que valdría la pena analizar.
Posiblemente hasta haya habido oportunidades en que no les ha interesado a los
dirigentes del Estado el que determinadas empresas funcionen bien. Posiblemente,
también, las empresas públicas han sido y son víctimas propiciatorias de los fraccionamientos de partidos, del autoritarismo dentro de los partidos, de las prácticas
de acomodar a la clientela política y de todas estas cosas que son frecuentes en
América Latina, y muy comunes en la mayoría de los países del área capitalista.
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La empresa estatal al adquirir eficiencia no pudo ser combatida con los argumentos convencionales porque inmediatamente sus índices comenzaron a mostrar la
capacidad nacional para operar la industria; mejoró el nivel de costos y la participación que la empresa le producía al Estado, porque la empresa estatal está
sometida al régimen de impuestos que pagan las compañías petroleras; es decir, no
está exenta de impuestos. En el petróleo, como es fácil de entender, el Estado venezolano no puede permitirse juegos, ni experimentos como posiblemente alguna
otra empresa lo permita, pues la mala marcha de esta quizás no sea tan importante
ni afecte tanto a la economía nacional como podría hacerlo en la materia petrolera. Pero la actividad de la empresa estatal también se inició de una forma muy
pusilánime, y debo decir que en algunos aspectos me ha dado la impresión de que
ha habido temor de su desarrollo violento; casos, por ejemplo, en que su progreso
en un determinado campo fue confiado al éxito de acuerdos con las compañías
extranjeras, cuando ya se sabía qué tipo de acuerdos podrían esperarse por este
camino de la buena voluntad de los consorcios. En el área del mercado interno, se
dijo: las compañías petroleras y la CVP se pondrán de acuerdo para que las compañías rehagan transferencias de sus estaciones, de ciertos volúmenes de venta hasta
que complete 33% de la demanda interna. Se pondrán de acuerdo, pero, ¿cómo
nos ponemos de acuerdo?, ¿qué precio se le fija a los derechos de las compañías?
Esto, por supuesto, abrió un largo debate; un largo y fastidioso debate en el que,
de paso, se buscaba entretener a los directivos de la empresa estatal con una pelea
que indiscutiblemente no era la fundamental para la CVP. Lo fundamental era
descubrir reservas, desarrollar instalaciones de producción, abrir sus puertas hacia
el exterior, buscar la experiencia, de una vez, en aquellos campos adonde tenía que
irse sin pérdida de tiempo. No en la pelea por el mercado interno que estaba allí,
cautivo, y que forzosamente tenía que venir a sus manos en cualquier momento.
Por otra parte, la presencia de la empresa estatal en el mercado interno era importante porque era la cara de la empresa frente al país. La industria petrolera tiene
eso, que está desarrollada en el interior y la gente no aprecia a primera vista su
progreso; sobre todo, en un país dado a las construcciones faraónicas hechas por la
democracia y por la dictadura, donde la gente se acostumbra a que le muestren las
ejecutorias del Estado con toda pompa y en todo momento, y particularmente en
las vecindades de las fechas electorales, en el tiempo estelar de las preinversiones,
de las obras innecesarias, de los monumentos al mal gusto. Pero en el caso del
mercado interno, llegar con las compañías a acuerdos significaba aceptar pagarles
sus reclamos de compensación del lucro cesante; ellas decían: “tenemos contratos con las estaciones de servicio por ejemplo, por 10 años más; en esos 10 años
íbamos a ganar tanto, la CVP nos paga las instalaciones y paga también lo que
proyectábamos ganar en los 10 años restantes”. Todo esto dentro de una estructura
que ustedes ya conocen cuál es: concesionarios de estaciones de servicio que han
sido por años siervos de las compañías, no por su propia voluntad, aunque algunos
de ellos con bastante vocación para esto, pero todos explotados por las compañías
con un contrato de adhesión que no podían discutir pues debían vender esa imagen
del empleado Shell, del empleado Creole, de todos esos lemas que ustedes cono154
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cen bien por aquí. Se cayó entonces en el largo debate que innecesariamente se dio
por la meta de 33% del mercado interno de gasolinas, porque podía haber medidas
oficiales que llevaran a que se cortara esa situación.
Por supuesto que el Estado tenía muchos problemas –yo no lo voy a desconocer– y
ellos salían a relucir cada vez que se planteaba algo por la CVP con carácter de urgencia: hay que reconocerle prioridad al problema este, o al otro, no poner en peligro la estabilidad del Gobierno. Tantas excusas dificultaban el crecimiento de la
empresa estatal, pero era obvia la falta de recursos financieros para ir directamente
a la exploración y buscar reservas propias. Fue entonces cuando el Gobierno dijo:
“¿vamos a buscar una fórmula de colaboración?, ¿para qué invertir dinero en una
operación de riesgo? Que lo pongan las compañías”. Así comenzó el proceso de
los Contratos de Servicio que a mi me tocó dirigir durante varios años. Fue en
él donde adquirí la experiencia de las joint ventures a los que me referí ayer con
motivo de la intervención del doctor Engel.
Contratos de Servicio
Generalmente, por parte de la industria, los contratos son fórmulas disfrazadas
para obtener concesiones, y se originan en la experiencia que los inversionistas
extranjeros han tenido del trato con funcionarios del Estado oportunistas, o vendidos; o con sujetos que estaban nada más que interesados en presentarla una fachada distinta al electorado, en decirle: “ya no hay concesiones; ahora lo que hay es
un contrato donde nosotros vamos a tener a las compañías bajo nuestro dominio;
ellas van a ser nuestros sirvientes”. Pero, en definidas cuentas, los principios básicos de la concesión permanecían en el contrato.
Cuando se abrió el proceso, cuando se apreció la posibilidad de los Contratos
de Servicio, claro que vino el júbilo de nuevo a las compañías, y dijeron: “no
más concesiones, está bien, está ok, las concesiones pertenecen a otro período
histórico, vamos a ir a los Contratos de Servicio”. Vinieron entonces las primeras
proposiciones. Yo, por cierto, puedo revelar ciertos aspectos de las proposiciones
cometiendo algún tipo de pecado de esos que no sé si me llevarán algún día al infierno, o a otro tipo de experiencia punitiva, pero los tengo como una muestra de la
audacia, de la desfachatez de las empresas. Los contratos propuestos, señores, no
eran ni siquiera parecidos a las concesiones, sino peores que las concesiones. Una
compañía planteaba que el extraer un petróleo determinado era muy caro, que casi
no era petróleo, sino una materia sumamente dura, que para traerla a la superficie
había que exonerar a la compañía del pago de la regalía. La Creole (Standard Oil
de New Jersey) pidió 880.000 hectáreas en el lago de Maracaibo pero con un contrato por 59 años. Ante la observación de que las concesiones tienen el límite de
40 años, contestaban: “¡ah, no!, pero eso es para las concesiones que hay el límite,
para los contratos, no ¡59 años!”.
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En tales condiciones se elaboraron las bases de Contratos de Servicio, bases que
dieron lugar a un gran pugilato, porque elaboramos unas bases tendientes a buscar una nueva fórmula de colaboración con las empresas. No les voy a decir que
no estudiamos otras experiencias, las que luego desechamos como infelices; por
ejemplo, la experiencia que vivió la Argentina con los contratos que suscribió Fondizi. No queríamos, en efecto, firmar ningún paquete de contratos y queríamos, sí,
que la empresa estatal a los niveles técnicos adecuados, estipulara los diversos aspectos que debían estar comprendidos dentro del contrato. Una de las condiciones
básicas que pusimos en las Bases fue la de que las empresas con áreas ociosas tenían que justificar la necesidad de nuevas áreas, o comprometerse en un programa
de desarrollo discutido y aprobado con la empresa estatal. También incluimos otra
serie de disposiciones que no creo necesario mencionar aquí, pero que, si alguno
de ustedes tiene interés, estoy dispuesto a explicar con el mayor detalle posible.
Los Contratos de Servicio no eran sólo para facilitarle a las compañías una posibilidad de colaborar con el Estado, de seguir en el negocio en Venezuela, sino una
manera de buscar nuevas vías hacia el financiamiento de la explotación porque el
Estado venezolano no nos daba suficientes recursos, no obstante disponer de un
Presupuesto tan grande. Se argumentaba con una lógica intocable, como si se tratara de un tabú, de algo que nadie podía cuestionarlo, que las compañías tenían el
control absoluto de los mercados. ¿De qué vale tener petróleo si luego no se puede
vender?, ¿nos lo vamos a comer? Ese era el planteamiento que se nos hacía.
Nosotros teníamos que abrir brechas, brechas distintas de esas de los gaps tecnológicos cuya reiteración es de ese tipo de razonamiento que produce desconfianza;
digo abrir brechas, nuevos derroteros, nuevas vías, nuevos caminos. Irnos hacia
las empresas estatales y directamente hacia los países consumidores, como en el
caso de Alemania no recordado por el profesor doctor Engel. Nosotros iniciamos negociaciones sobre exploración de áreas con empresas alemanas, que nos
permitieron conocer la modalidad del financiamiento estatal acerca del cual otro
participante alemán en el Seminario se mostró enterado en una conversación que
sostuvimos esta mañana. Porque es manifiesto el interés de los Estados dentro de
los países capitalistas en controlar la importación de los hidrocarburos sin que necesariamente tenga que ser a través de un desarrollo de tipo estatal puro, sino por
medio de empresas nacionales de capital privado pero bajo el auspicio del Estado.
Ese es el sentido de la aprobación de una serie de medidas proteccionistas en Italia,
en Francia, en Alemania y hasta en la España del general Francisco Franco.
Fuimos a estos países para invitarlos a hacer proposiciones de contratos y en América Latina vinimos directamente a los países del sur conscientes de las dificultades que existían. ¿Cuáles? Falta de divisas y de otros recursos, y enfrentamiento al
petróleo barato que las compañías importaban de fuentes más lejanas. Las compañías que estaban actuando en Venezuela concurrían a una licitación y competían la
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Shell de Venezuela con la Shell de por allá, y entonces ganaba la Shell de por allá
y Venezuela perdía el mercado de Brasil, y así por el estilo. Tropezábamos también
con la inestabilidad de los gobiernos latinoamericanos. En este sentido, nadie puede tirar la primera piedra porque la inestabilidad es un mal endémico y no sabemos
si pasajero. De todas maneras, parecía imposible convencer a estos países de que
el petróleo barato pero inseguro en cuanto al suministro y en cuanto al precio que
tenían que pagar, debían compararlo con el petróleo seguro proveniente de fuentes
de abastecimientos disponibles y cercanas, para así atender una necesidad permanente del desarrollo, como el suministro de energía.
Aunque existían en algunos casos, o en la mayoría de los casos, metas políticas
nacionales donde se reservaba al Estado algún tipo de actividades, por ejemplo, la
importación de hidrocarburos, lo cierto es que el marco político y económico en el
cual se movían estas empresas estatales latinoamericanas impedía que ellas pudieran intentar aventuras conjuntas, joint ventures, con otras empresas estatales, con la
empresa estatal venezolana. El joint venture a los sectores dirigentes les sonaba bien
con la Shell o con otras empresas privadas, pero con la empresa estatal era de difícil
aceptación. Cada vez que se hacia una visita a un sitio de esos, inmediatamente
podíamos contar por seguro con que al regreso empezaríamos a recibir artículos y
notas periodísticas de rechazo; por ejemplo, voy a mencionar en Brasil los del profesor Gudín, del señor Roberto Campos. Siempre insistían en “¿por qué arriesgar el
dinero, por qué irse a la locura de estar invirtiendo, distrayendo fondos del desarrollo
para irse a buscar petróleo a otro sitio?” Pero, mientras tanto, el petróleo, por supuesto, había que comprárselo a las compañías extranjeras importadoras.
Fui asimismo a países socialistas, a Polonia, Yugoslavia, Rumanía y los invitamos
a participar cuando era casi una herejía decirles a ellos que fueran a meter sus
taladros en el lago de Maracaibo. Esto muestra el interés, la sinceridad con que
estábamos actuando en esta nueva vía que se intentaba abrir. Este proceso tuvo,
finalmente, un cambio posterior y regresivo con el ascenso del nuevo gobierno
venezolano, pues se alteraron las Bases de la contratación para llegar a acuerdos
con las grandes compañías y firmar cinco contratos sobre áreas en el sur del lago
de Maracaibo. Los contratos se firmaron exactamente con tres compañías, dos de
ellas con abundancia de áreas ociosas en el país, y otra, la Occidental, con una
abundante reputación en cuanto a su comportamiento en otras áreas del mundo.
Esto es, que en el momento en que en Venezuela se acelera toda una campaña contra la reversión por parte de las compañías, a dos de ellas, la Shell y la Mobil, esta
de la Standard Oil New York, se le entregan áreas en el sur del lago de Maracaibo
por 23 años, con ciertas ventajas para el Estado incorporadas en los contratos al
lado de evidentes deficiencias, es cierto, pero en momentos nada oportunos para
reforzar la posición de las empresas, esto es, cuando el país tiene que decidir algo
fundamental: qué va a hacer con la industria petrolera y si va realmente a recibirla,
si va a operarla el Estado directamente.
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Tampoco era oportuno suscribir contratos con la justificación de la imposibilidad
de conseguir mercados, cuando a pesar de los pronósticos de las compañías, la
demanda mundial creció, la CVP pudo efectuar sus ventas en el exterior y además
se produjeron algunos incidentes que pusieron en peligro el acceso a otras fuentes
de suministros, lo que valorizaba la ventaja geográfica de Venezuela. En este caso
se vio, pues, que era fácil el acceso a los mercados, que el problema no consistía
en buscar mercados, sino que el problema consistía en tener petróleo y consiste en
tener petróleo.
Ya fueron mencionadas las cifras correspondientes a las reservas mundiales. Pero
no crecen con la misma velocidad las reservas que la demanda; además, no hay
que olvidar que estamos en un clima, y voy a mencionar la palabra que no le gustó
al observador boliviano, aunque quizás con este sentido le agrade más, en un clima
de insurgencia de los pueblos que reclaman mayores condiciones de progreso, y el
progreso lo lleva fundamentalmente el petróleo, la energía que origina el petróleo.
No es cierto lo que se dijo por allí de la abundancia del petróleo, de que donde
quiera que se meta la mecha, la broca, se consigue petróleo. Yo hablaba ayer con
un distinguido profesor (Wionzeck) y me decía: “pero si en zonas de Venezuela
hay tanto petróleo, quiere decir que en las áreas vecinas también hay mucho petróleo”. Esto sería muy satisfactorio para nosotros, pero en el negocio petrolero se
trabaja en función de tantos aciertos contra un número mayor de desaciertos. No
solamente lo que dijo Mayobre de que se había perdido más en el petróleo que lo
que se había ganado, que posiblemente es cierto, como más gente ha perdido en
la lotería que los que han ganado el primer premio. No sé si alguno de ustedes se
ha ganado un primer premio en alguna oportunidad, pero en este caso del petróleo
casi es así la situación, de un hallazgo afortunado, y el hallazgo afortunado que
enriquece de pronto a alguien es el que mantiene la clientela de accionistas suministrando fondos para este tipo de inversiones de riesgo. Pero este es un argumento
ya clásico que se utiliza en los países subdesarrollados: el petróleo existe en abundancia; el petróleo va a ser sustituido por otra fuente de energía; el cobre existe
en tantas partes del espacio; en fin, el mundo está harto, completamente harto de
estas materias primas, y es mejor salir de ellas pronto, antes de que no valgan nada
y entonces allí es de donde viene la recomendación de vender barato. Por supuesto
que los países nuestros que subsisten mediante estos recursos no renovables que
se agotan, no pueden dejarse llevar por esta campaña de presión y tienen que establecer políticas racionales de explotación de sus recursos para que duren más, para
obtener la mayor participación posible en la explotación de estos recursos.
Tal consideración ha llevado a ponerse de acuerdo a los que potencialmente no
podrían ponerse de acuerdo nunca, a los competidores, porque más dificultades
veo yo en que se pongan de acuerdo los vendedores entre sí, a que se pongan de
acuerdo un vendedor con un consumidor, como era un planteamiento que se nos
hacía frecuentemente en América Latina. ¿Cómo nos vamos a poner de acuerdo,
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ustedes que quieren vender caro y nosotros que queremos comprar barato? No
obstante la proliferación de razonamientos por el estilo, se adelantó el proceso de
solidaridad que se concretó en la fundación de la OPEP.
Dentro de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) se sostienen fórmulas de progreso que demuestran, en algunos casos, la diferente evolución política que se está cumpliendo en cada uno de estos países. Surgen tesis
variadas como las que recomiendan: vamos a nacionalizar y para nacionalizar
es mejor no participar antes en las operaciones de las concesionarias; mientras
otras dicen: vamos a participar para que después podamos nacionalizar en mejores condiciones. Hay gente que no está interesada en que se haga ningún tipo de
nacionalizaciones porque el proceso de nacionalización desarrolla un dinamismo
que repercute indiscutiblemente en la organización social de cada país. En el caso
venezolano la situación es distinta y por eso hemos buscado esta vía de acercamiento con los países de América Latina a través de las operaciones conjuntas y
hemos tratado de desarrollar la empresa estatal en medio de dificultades; pero,
precisamente frente a esta oposición de las empresas, frene a esta disminución
de las reservas, frente a esta falta de actividad exploratoria por parte del Estado,
es que yo digo que no creo que está tomada la decisión, como dijo el doctor
Mayobre, de la explotación directa de los hidrocarburos por el Estado. Yo creo
que Venezuela no va a tener capacidad de implantar la explotación directa si el
actual curso de los acontecimientos sigue en la forma que va, si las compañías
mantienen su actividad de descenso exploratorio e indiscutiblemente que ya, a
estas alturas, es razonable pensar que las compañías no van a invertir ahora para
descubrir un petróleo que posiblemente se tenga que producir de aquí a 10, 15, 20
años, cuando ellas no van a estar en capacidad de traerlo a la superficie. Es urgente, entonces, buscar fórmulas, medidas que logren que estas áreas que tienen las
compañías, las más importantes desde el punto de vista operativo, sean objeto de
un programa exploratorio. Allí, en esas áreas que ellas quieren retener consigo y
que son las más trabajadas, las que se conoce más acerca de ellas, debe explorarse antes que otras donde de entrar el Estado venezolano ahora a desarrollar una
actividad que en el pasado no ha sido precedida de abundantes investigaciones,
va a encontrarse con el problema de descubrir el petróleo, que no es así tan fácil
como cualquiera podría creer y luego acondicionar instalaciones de producción,
etcétera. Es decir, que se requieren varios años para llegar a determinados niveles
de producción y lograr reponer el volumen de reservas que se ha dejado de descubrir por el receso de las compañías petroleras. En consecuencia, creo que en las
actuales circunstancias, con todo y el paso de progreso que se ha dado con la Ley
sobre Bienes Afectos a Reversión, no estamos abocándonos a un proceso de explotación directa de los hidrocarburos por el Estado y opino que la única manera
de hacer efectiva la reversión es la de nacionalizar la industria antes de 1983.
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Nacionalización de la industria
Este planteamiento lo he hecho en Venezuela en varias ocasiones; inclusive en la
oportunidad en que era director general de la Corporación Venezolana del Petróleo.
Me pronuncié en aquel entonces por la explotación directa de las concesiones y
ahora lo ratifico frente a quienes preguntan: “¿para qué nacionalizar si ya viene la
reversión?” Veo, con angustia, esta tendencia de los acontecimientos que posiblemente nos lleva a tener que negociar con las compañías las áreas que ellas tienen,
y por eso digo: es necesario nacionalizar antes. No es que sea solamente ilógico
otorgar deformados Contratos de Servicio a las compañías que hoy se oponen a la
reversión, sino que se les ha dicho, y se han hecho manifestaciones oficiales por
parte del Presidente de la república, el Ministro de Minas e Hidrocarburos y otros
personeros, que los contratos firmados abren la vía hacia nuevos entendimientos
que asegurarán la continuidad de la colaboración entre el capital extranjero y el
capital nacional. Para detener la tendencia entreguista de nuevas áreas hay que
recomendar la nacionalización y no la espera de una fecha más o menos lejana, en
condiciones en que aumenta el deterioro de las reservas totales del país. Esta tesis
la decía yo en Venezuela, pero posiblemente no se me hacía mucho caso; ahora,
cuando la diga otra vez a mi regreso de Chile, a lo mejor se me presta más atención. Van a comentar: “eso fue lo que aprendió allá”. Pero, en verdad, si yo pusiera
en práctica todo lo que he aprendido aquí, no sé como harían las compañías para
devolver toas las ganancias excesivas, porque allá en Venezuela en los últimos
años la utilidad neta de las compañías se ha movido entre 30% y 40%. La situación
ha sido peor en años anteriores y mucho más grave en otras áreas del mundo, como
en el Medio Oriente, donde las compañías petroleras ganan más 60%.
¿Cómo se justifica la medida de nacionalización de la industria antes del vencimiento de las concesiones? Porque es la manera de recuperar el control absoluto
de la industria, la que nos permite ir sin mayores dilaciones directamente a las
áreas donde están las reservas y nos da el manejo de la tasa de producción, que es,
precisamente, la que mueve los ingresos fiscales. Con la nacionalización vamos
a tener mayores ingresos porque el beneficio que se llevan los concesionarios, el
beneficio de 30 a 40% que les queda después de pagar todos los impuestos, limpio
como decimos allá de “polvo y paja” –yo no sé si aquí es una mala palabra, pero
a veces me encuentro con que hay expresiones que no se pueden usar en varios
países– para nosotros significa la posibilidad de no seguir explotando a la misma
tasa de producción que las compañías, poder ahorrar, es decir, darle al Estado
lo que necesite, programar el desarrollo de nuestra economía con bases estables
y no depender del sector petrolero en esta forma accidentada que de pronto nos
hace amanecer con los grifos más abiertos para aumentar la producción en tantos
miles de barriles diarios porque según las compañías se puso bravo un jeque por
allá en el Medio Oriente y dijo que ese día no le pasaba petróleo por el oleoducto,
y cosas así por el estilo. Estoy, naturalmente, exagerando; pero la situación en el
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Medio Oriente es muchas veces unpredictable para las compañías; por lo menos
así comentan sus voceros.
La nacionalización permitiría quebrantar esta relación de dependencia operativa;
nada menos que la capacidad para decidir el futuro del país, que está directamente
vinculado a la explotación extranjera del petróleo porque alrededor de esta gira
la actividad extranjera en otras industrias y la actividad de los señores que en
Venezuela por razones de ingresos de orden patrimonial están dentro del círculo
de intereses comunes con las compañías petroleras. Esta es una situación que se
ha agravado en los últimos tiempos. Durante los últimos períodos de gobierno ha
crecido la participación en la política interna de los inversionistas extranjeros y de
los empresarios a ellos vinculados. Hasta posiciones claves de la Administración
ya están en manos de estos sectores. No solamente su poder económico se ha fortalecido sino su poder político. Ya no contribuyen solamente, ni son benefactores de
partidos en exclusivo, sino que tienen sus representantes directos en los Cuerpos
Legislativos, en el Gabinete, y en otros cuadros de alto nivel. Podemos citar casos
concretos para que suenen como anecdóticos en medio de estas disertaciones un
poco pesada; pues las posiciones fundamentales de la economía no están en manos
de demócrata-cristianos, siendo el presidente Caldera indiscutiblemente un hombre de importancia internacional en la democracia cristiana. ¿Por qué el Ministro
de Hacienda no es del partido demócrata-cristianos, sino que es un ex abogado de
Nelson Rockefeller y ha sido su escritorio el que siempre ha servido a los intereses norteamericanos? No es un chisme ni una afirmación ligera, pues él ejercía
su profesión libremente, rindiendo una labor que entendía como muy decente, e
inclusive a mí me tocó discutir con él, yo como representante del Estado y él como
representante de esta clase de intereses. Ni siquiera estoy condenando como completamente sancionable el que dicho Ministro le haya servido a un “campeón” de
la economía privada en el mundo entero como es el señor Rockefeller, quien además puede ser presidente de Estados Unidos; sino yo lo que estoy señalando como
objetable es que a este mismo señor se le confíe la defensa de los derechos fiscales
del Estado venezolano frente a las empresas de Rockefeller y demás compañías.
Hay otros casos: por ejemplo, el Ministro de Fomento pertenece a uno de los
grupos más poderosos del país; él como otros, es persona decente, patriota, pero
representa en el Gobierno el criterio del empresario al que está ligado. Yo no sé
cómo se sentirá el doctor Mayobre –tampoco se lo estoy preguntando, no está obligado a darme una respuesta– pero el presidente del Banco Central era hace poco el
presidente de la Federación de Cámaras de Comercio y Producción (Fedecámaras)
que es un organismo empresarial dominado por la influencia de las compañías petroleras; donde las compañías petroleras tienen sus representantes más agresivos.
A este señor, además de ese carácter representativo, no se le conoce por su pericia
para el cargo, pero aquí sí Mayobre está en capacidad de decir algo y vamos a
ponerlo en dificultades. ¿Qué conocimiento tiene el presidente del Banco Central
de la teoría monetaria, de los problemas financieros del país para haber alcanzado
Nacionalización de la industria petrolera en Venezuela
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esta posición? Amigo mío hace muchos años y un buen compañero, simpático,
todas esas cosas pero, ¿cuál es su dependencia de Fedecámaras? Fedecámaras es
el organismo empresarial que ha llegado al punto máximo de reaccionarismo que
se ha podido concebir en Venezuela. Cómo será, que ha sorprendido a las mismas
compañías petroleras. Estoy hablando en serio. Estoy hablando con el apoyo de un
estudio sociológico que se hizo, para el cual se entrevistó a dirigentes de las compañías privadas, a dirigentes petroleros, y entonces uno de estos relató el cuento
de Fedecámaras, así:
Nosotros antes no nos atrevíamos a exponer nuestro caso directamente, pero encontramos esta vía de Fedecámaras y empezamos, tímidamente al comienzo, a presentar algunos borradores e ideas, y comprobamos que esas ideas eran acogidas, pero no solamente
acogidas, sino que luego nos pedían que les lleváramos los documentos totalmente
preparados y entonces repetían los documentos y ponían la firma completa sin corregirle nada. La dificultad consistía en que ellos querían que le cargáramos más la mano al
Gobierno y no siempre era prudente complacer a los directivos de Fedecámaras.
De esta Fedecámaras, en su mejor época, el Ministro de Hacienda era su principal
asesor y fue él quien elaboró un informe donde decía que el gobierno venezolano
tenía una política insensata al tratar de obtener mejores ingresos de las compañías
petroleras cuando las pobrecitas habían perdido su nivel competitivo porque les
estábamos exigiendo demasiado. Este Ministro en sus documentos firmados a favor de las concesionarias, en sus artículos de prensa recogidos en libros, planteaba
abiertamente su respaldo a las compañías; y a este señor lo nombran Ministro de
Hacienda, y ponen en sus manos, dentro de esta concentración de poder que venimos comentando, gran capacidad de decisión sobre lo que Venezuela puede hacer
en relación con el vencimiento de las concesiones.
El enfoque que venimos presentando nos tiene que llevar en un momento dado a
detenernos y decir: bien, hay una serie de razones a favor de la nacionalización,
pero hay que traducirlas en cifras; es necesario que cuantifiquemos los recursos que
necesitamos, que establezcamos nuestras metas, que indaguemos si tenemos recursos financieros, recursos humanos, recursos técnicos, para poder hacernos cargo de
la industria; pero, sobre todo, para poner en marcha estos programas, para ir obteniendo metas a corto, mediano y largo plazo se requiere adelantar un vasto programa de investigación. Esta preocupación mueve a la angustia a diferentes sectores,
o más bien a gentes que se preguntan con preocupación por qué no existe en Venezuela un solo organismo que esté estudiando el año 1983 y por qué en los despachos
oficiales no existen núcleos, círculos de estudio, de trabajo que estén analizando la
problemática involucrada por la explotación directa de los hidrocarburos.
Hay tantas cosas que hay que analizar, como por ejemplo, ¿qué personal necesitamos? Ni siquiera las cifras oficiales sobre el personal empleado de las compañías
petroleras merecen fe; lo digo porque me consta a través de los contactos con los
gremios de profesionales que trabajan en las compañías petroleras. Sus cifras se
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presentan generalmente para demostrar que el programa de “venezolanización”
está en marcha; es decir, que no se les permite a tantos profesionales extranjeros
trabajar, sino a cuantos; entonces las muestran como cifras de progreso, pero no
indagan qué están haciendo los ingenieros venezolanos en las compañías extranjeras. Algunos están haciendo tonterías, mientras extranjeros que no aparecen en las
nóminas como profesionales están haciendo tareas que les corresponden a graduados universitarios. Hay, así, una idea equivocada en relación con las necesidades
de recursos humanos requeridas para manejar la industria; porque si se presenta la
cifra de los extranjeros y se dice que son 1.200, se concluye que 1.200 se pueden
reemplazar fácilmente; además, entre los 1.200 hay algunos que están casados con
venezolanas y hay otros a quienes les gusta el clima y hasta quienes tienen una
querida, y no se van de Venezuela ni que los echen. Pero es preciso averiguar si
todos esos venezolanos que trabajan para las compañías estarían dispuestos a trabajar para el Estado. A lo mejor les gusta más irse a trabajar en Sumatra o en otro país,
bajo la dirección gringa, que quedarse en Venezuela trabajando para el sector público. Mucho menos se sabe de nuestras necesidades en el nivel de la dirección de la
empresa. Todos los déficits hay que cuantificarlos y enervarles las cifras a las universidades, a institutos tecnológicos para la formación de todos los batallones de gente
que Venezuela necesita entrenar para poder arribar a la meta que anda buscando.
Los problemas técnicos y financieros no son los menores, pero sabemos que los
recursos financieros los produce, los genera la misma industria, y allí creo que no
tendremos dificultades insolubles; tampoco en los mercados, porque además de
los datos que dieron antes, puedo decir que ya se tiene conocimiento de que los
rusos se van a convertir en importadores de petróleo. Esto es, que en Rusia, con
toda y su tremenda producción actual, ya se prevé la búsqueda de petróleo afuera.
Lo digo, como en algunos casos anteriores, porque he tenido la versión directa. No
a través de la propaganda capitalista sino que he hablado por ejemplo en Polonia,
con sus funcionarios de alta jerarquía. Y explican los tipos de petróleo que requieren porque, según ellos, los suministros que les están negando los rusos, estos
mismos les aconsejan buscarlos en cualquier otra parte porque no están en condiciones de seguir llevándolos a las refinerías polacas. (Hay una interrupción del
profesor Miguel Wionzcek quien dice que se debe a que los rusos prefieren vender
más caro al Occidente). Esa es una razón y una razón válida, porque a lo mejor
esa mayor ganancia que obtienen en otras partes de Occidente la van a dedicar al
financiamiento de programas para buscar más petróleo porque el problema vital
es el del aumento de sus reservas. Ellos –como alguien informó– también están
deseando que se desarrollen inversiones en su territorio; pero claro, los rusos no
tienen que confrontar el problema de la dependencia que tenemos nosotros con la
inversión extranjera. Si los japoneses resuelven meter sus reales en Rusia, bueno,
¡allá los japoneses! Pero yo no creo que los rusos vayan a temer por ello que se vaya a afectar su situación interna por la influencia que puedan derivar los japoneses
de la inversión que estén haciendo en territorio ruso.
Nacionalización de la industria petrolera en Venezuela
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La perspectiva de la reversión de concesiones abre la necesidad de iniciar programas de investigación con tesis alternativas, no necesariamente con una sola; yo,
por ejemplo, con un grupo de profesionales voy a estudiar la explotación directa,
la nacionalización; pero deben integrarse varios grupos de investigación sobre la
misma hipótesis y sobre diferentes hipótesis porque el país tiene que disponer de
alternativas pues nos estamos acercando a un momento sumamente difícil, sumamente grave, el que casi podríamos ver en términos de catástrofe si continúa la
disminución de las reservas del país y no contamos con capacidad para afrontar
esta coyuntura que se le presenta a Venezuela de lograr la recuperación de su industria básica y con ella la recuperación de su soberanía, de su poder de decisión
con relación al presente y al futuro.
El marco político
Cuando planteo estas soluciones y razonamientos pretendo llegar a todos los sectores tratando de no utilizar un lenguaje político, partidista; pretendo llevarle a la gente de los partidos en cualquier parte donde se encuentre, termocéfalos o como sea, y
a los sectores económicos, también empresariales, las posibilidades aprovechables
que existen aún dentro del actual sistema. Pienso que los empresarios nacionales
pueden participar en algunas fases del negocio, de la industrialización, pero no
en la producción, no en la exploración de petróleo; sin embargo, en las empresas
de servicio, ¿por qué no? Digo las empresas de servicio como las de fabricación de
equipos, materiales, etcétera, donde el capital privado nacional puede tener participación como también en las tareas de distribución de productos, siempre y cuando
el Estado se reserve algunos controles, la fijación de tarifas, etcétera.
Es conveniente mostrar cómo la nacionalización tiene una cantidad de aspectos
ventajosos para diferentes sectores y que no es solamente una consigna de tipo
político que huele a pólvora, sino algo que puede lograrse con un consenso bastante mayoritario. El proceso social que indiscutiblemente se va a cumplir con el
desplazamiento de esa inversión extranjera es cuestión a la que quizás podamos
ver cómo la hemos de abordar en su oportunidad, pero yo no creo que se tenga
que plantear que es necesario hacer la revolución primero para tomar la industria
en nuestras manos. En lugar de que cada quien agarre su trinchera para tomar la
decisión después que se resuelva el triunfo en una acción de guerra, con todo y
sus implicaciones geopolíticas, creo en la factibilidad de un esfuerzo nacional que
nos lleve a acelerar el paso en la vía del progreso escogida, la de tener la mayor
participación en los beneficios de la industria creando una conciencia nacional en
los diferentes sectores y movilizando recursos con amplia libertad de criterio, vale
decir, sin someternos a las reglas de juego que impone el sistema político actual.
¿Cuáles son estas reglas de juego? Bueno, en principio, la de respetar el régimen
sacramental estructurado por los partidos. Es preciso dirigirse a la gente de los
partidos cualesquiera que sean sus autoridades y cualquiera que sea el rigor de su
disciplina interna. Asimismo, ¿por qué no se le puede hablar a los militares de este
164
Hacia la nacionalización petrolera
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problema?; ¿vamos a dejar a los militares para que oigan la versión que pueden
hacerles llegar los sectores con mayor capacidad de control sobre los medios de
comunicación de masas?, ¿o hay que irse clandestinamente a esconderse con el
militar para decirle: “¡mire, si nosotros explotamos el petróleo, en vez de ganar
tanto vamos a ganar cuanto!” ¿Para que llegue detrás la policía a mandarnos a todos presos y él pierda su carrera en el ejército, solamente por estar discutiendo un
problema económico que le interesa a todo el país? Entonces a lo mejor nos toca
venir a reforzar el grupo de exiliados que está en Chile.
Pero la regla de juego del marginamiento del militar de los grandes problemas
nacionales también hay que quebrantarla, así como agitar los factores de controversia que existen dentro de diferentes organizaciones que eran cerradas pero que
ahora, moviéndose con fines de justicia social, están rompiendo todas sus vetustas
normas, todo sentido de restricción que impida el debate. Estoy refiriéndome, concretamente, a las órdenes religiosas, particularmente al catolicismo que en oportunidades anteriores era un catolicismo cerrado, absolutista, vinculado a los sectores
de poder, pero que hoy nombrarle un cura a Wall Street es como nombrarle el
diablo. Así ha habido manifestaciones periodísticas del vocero de Wall Street donde denuncian hasta al Papa, al Santo Padre, que no tiene una posición muy clara
–bueno, tampoco me voy a meter con la Iglesia–, pero aparentemente él desconfía
mucho de las investigaciones de los sociólogos, aparece siendo cuestionado en
esta prosa de los editorialistas de la ciudadela del capitalismo.
También hay que rechazar el electoralismo. ¿Cómo es posible que un país viva
entretenido con las elecciones, pensando en quién va a ser el candidato que va a
sustituir al presidente? Acaban de elegir a un Presidente y ya piensan en quién lo
va a sustituir. Y a cualquier persona que hable de un problema nacional la acusan
de que quiere ser candidato; y el que no habla es porque también quiere ser candidato y “se está cuidando”. No se puede andar ni no andar dentro de este clima de
locura, mientras, por supuesto, se pierde de vista el problema fundamental como
es este de la posibilidad de explotar directamente el recurso básico para el desarrollo independiente de la economía.
Diría, para terminar, que tendríamos que completar la lucha en el frente interno
con las acciones que en el campo internacional se puedan librar. Pienso mucho,
por ejemplo, en la posibilidad de fórmulas de integración en América Latina. Ya
hay mecanismos estatales que tienen tiempo de establecidos, que obedecieron a
este brote que hubo a comienzos de siglo en estos países, donde el socialismo
fue planteado por gentes que hoy tienen la apariencia de patriarcas y se ven a lo
lejos, tan remotos, pero que en su momento señalaron caminos para la intervención del Estado. Luego el producto de esa aspiración se concretó en empresas las
cuales, casi inevitablemente, han sido víctimas de la evolución política sufrida
bajo la dependencia, para terminar desatendiendo la función transformadora que
alentó su creación. Creo que en este fracaso ha contribuido mucho el régimen de
Nacionalización de la industria petrolera en Venezuela
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convivencia con las empresas extranjeras. Sinceramente, a estas alturas no creo
en las empresas mixtas para explotar los recursos básicos; ni veo como factible
que se desarrolle una empresa estatal al lado de las grandes empresas monopolistas internacionales. Como si se pretendiera desarrollar, digamos a la Corporación
Venezolana del Petróleo, con iguales derechos frente a la ley y las mismas facilidades administrativas que las otorgadas en mi pequeño país a la Creole Petroleum
Corporation que es la Standard Oil de New Jersey. Sin embargo, hemos presenciado cómo el Gobierno dice que hay que darle el mismo trato para que no haya
desigualdad, y una serie de cosas que a la larga, o en breve plazo, acaban con las
posibilidades de crecimiento de la empresa estatal. Porque luego viene el fomento
de un ambiente de vicios, de corruptelas, de vagabundería, de holgazanería, y también que a la gente que se pone vieja pero no abandona sus cargos, se le acaba la
capacidad de pelea, se le disminuye su curiosidad con los años.
Los obstáculos de la integración
Ahora que me refiero a características de la obsolescencia y que puedan ser prematuras, digo que ciertas formas de integración me preocupan; particularmente cuando oigo discutir en algunos cenáculos los progresos de la integración, y presencio
reuniones que se hacen, por ejemplo, con motivo de la Alalc, y otras por el estilo. Me
preocupan, porque quizás se me ha pegado, en el tiempo que pasé por la empresa del
Estado, la mentalidad de empresario, de tipo que quiere desnudar las cosas rápido,
–digo las cosas porque no estoy hablando de desnudar a más nadie– desnudar las
cosas rápido, ver qué es lo que tienen por dentro, en síntesis, ver lo que realmente
son. Es, entonces, cuando utilizo este lenguaje en busca de realizaciones, de lograr
objetivos, es decir, este lenguaje que estoy acostumbrado a emplear –aparentemente
por la vía más larga, como ustedes se han dado cuenta hoy– pero a mí me preocupa
que se pase el tiempo en discusiones y discusiones, que se dé cabida a ese ambiente
de suspicacias, de viveza, de la viveza criolla que en el fondo lo que obtiene es que
se difieran las decisiones. Lo que es una tarea de empresarios, programar todo el
proceso que lleva hasta la ejecución de la obra, parece que se ha puesto en manos,
en algunos casos –digo en algunos casos porque sería injusto decirlo en otra forma– de burócratas, de gente con mentalidad burocrática, de gente que se acomoda a
un patrón de mentalidad, digamos que le impide a veces protestar contra la realidad
dentro de la cual ella misma se está moviendo, o protestar las directrices que vienen de más arriba, porque, también en ese sentido hay que reconocerlo, se tiene en
América Latina una situación de dominación, de dependencia, donde las grandes
empresas multinacionales se han adueñado de los recursos naturales del país y de la
manufactura. Todo proyecto importante está en manos o a punto de caer en manos
de las grandes compañías extranjeras y esa es la razón por la cual encontramos toda
una serie de tropiezos para que los países se pongan de acuerdo.
¿Por qué no empezamos a desenmascarar todo esto para llegar a algunas soluciones finales?; ¿o es, simplemente, que tales funcionarios son representantes de
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Hacia la nacionalización petrolera
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las clases dirigentes, beneficiarios del statu quo actual y que no quieren que la
situación en América Latina cambie?, ¿será necesario entonces, para llegar a estudios más avanzados de la integración latinoamericana que se haga una completa
subversión social? Evidentemente que por el camino que toman las cosas es fácil
observar como los malos ejemplos no solamente revelan aldeanismo sino algo
más que eso; por ejemplo, los proyectos paralelos que cuestan tanto, que son una
sangría para los países, se llevan a cabo en condiciones antieconómicas por el
prurito nacionalista que se dice tiene cada país, y si un país tiene una industria
petroquímica, 20 países tienen que tener 20 industrias petroquímicas, aunque las
condiciones no sean dadas, aunque tengan que importar los insumos, y en fin,
hasta en la investigación, que es la fase más elevada de la ciencia, donde reconocemos que no tenemos suficiente gente de nivel dado nuestro deficiente progreso
científico, decretan institutos de investigación, en varias partes, de investigación
básica y aplicada, mientras países altamente industrializados aúnan sus esfuerzos
y tratan de llegar a limitar sus objetivos en materia de investigación, de desarrollar
una investigación con vistas a un plan, a algo que le interese, a algo que señale un
orden de prioridades con vista al interés nacional.
Antes, las necesidades primarias
Creo, pues, que tenemos necesidad de revisar nuestro comportamiento, todo lo
que se ha estado haciendo, para que trabajemos el país real y no trabajemos un
país que existe solamente en nuestras mentes; y empecemos a hablar de inversión extranjera, por ejemplo, y no veamos lo que está pasando en la casa nuestra,
adentro, y entonces comenzamos a hablar de las dificultades que existen para que
nosotros podamos alcanzar ciertos altos grados de progreso tecnológico. Es indiscutible que el mundo ha avanzado tanto que lo que antes creíamos correcto en
inversiones extranjeras, hoy puede no ser correcto, porque está obsoleto; pero, al
mismo tiempo, tenemos que darnos cuenta de que sí es cierto que estamos obsoletos en una serie de cosas, de que el mundo no se ha desarrollado igual en todas las
áreas del globo, de que en América Latina hay regiones donde estamos viviendo
prácticamente en el medioevo, donde hay una situación que nos llama, por razones
de humanidad, a enfrentarnos también al enemigo nacional, porque no se trata de
alcanzar la meta tecnológica de la Unión Soviética, ni de Estados Unidos, que ese
no es el papel que ahora nos corresponde a nosotros, sino de llevarle comida y
vivienda y vestido al hambriento y al necesitado. Estos son los problemas que tenemos planteados con urgencia en nuestros países y que tenemos que encararlos al
lado de las grandes preocupaciones que nos tiene que originar, indiscutiblemente,
el acelerado progreso que la humanidad cumple en otros frentes.
Intervención en el Ildis: Seminario Política de Inversiones
Extranjeras y Transferencia de Tecnología en América Latina.
Santiago de Chile, 24 al 30 de octubre de 1971
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CUADRO 1
ORIGEN DE LA INVERSIÓN BRUTA EN LA INDUSTRIA PETROLERA
1955-1970
(Millones de bolívares y porcentajes)
Procedencia
1955
1958
1959
1960
1961
Estados Unidos
6.907
10.625
10.595
12.300
12.111
Inglaterra
1.290
1.796
1.788
2.095
2.634
Holanda
3.036
4.386
4.420
3.862
3.918
–
–
–
–
130
de las inversiones
Venezuela
España
40
44
37
70
75
Canadá
56
133
25
18
19
11.329
16.984
16.875
18.345
18.887
1962
1963
1964
1965
1966
Estados Unidos
12.028
12.425
12.619
12.838
13.120
Inglaterra
2.587
2.498
2.583
2.610
2.485
Holanda
3.847
3.721
3.843
3.880
3.692
168
176
216
256
323
España
76
79
82
87
99
Canadá
19
21
19
16
17
19.362
19.687
19.736
TOTAL
Procedencia
de las inversiones
Venezuela
TOTAL
Procedencia
de las inversiones
18.725
18.920
1967
1968
1969
1970
Estados Unidos
13.316
14.541
15.533
16.211
Inglaterra
2.328
2.293
2.449
2.556
Holanda
3.530
3.401
3.633
3.791
Venezuela
423
594
779
936
España
112
110
118
123
Canadá
TOTAL
15
19.724
18
20.957
19
22.531
20
23.637
Continúa en la siguiente página
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ORIGEN DE LA INVERSIÓN BRUTA EN LA INDUSTRIA PETROLERA
1955-1970
(Millones de bolívares y porcentajes)
DISTRIBUCIÓN PORCENTUAL
Procedencia
de las invesiones
1955
1958
1959
1960
1961
Estados Unidos
61,0
62,6
62,8
67,0
64,2
Inglaterra
11,4
10,6
10,6
11,4
13,9
Holanda
26,7
25,8
26,2
21,1
20,7
Venezuela
–
–
–
–
0,7
España
04
0,3
0,2
0,4
0,4
Canadá
0,5
0,7
0,2
0,1
0,1
TOTAL
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
Procedencia
de las inversiones
1962
1963
1964
1965
1966
Estados Unidos
64,2
65,7
65,2
65,2
66,5
Inglaterra
13,8
13,2
13,4
13,3
12,6
Holanda
20,6
19,7
19,8
19,7
18,7
Venezuela
0,9
0,9
1,1
1,3
1,6
España
0,4
0,4
0,4
0,4
0,5
Canadá
0,1
0,1
0,1
0,1
0,1
TOTAL
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
Procedencia
de las inversiones
1967
1968
1969
1970
Estados Unidos
67,5
69,4
68,9
68,6
Inglaterra
11,8
10,9
10,9
10,8
Holanda
17,9
16,2
16,1
16,0
Venezuela
2,1
2,8
3,5
4,0
España
0,6
0,5
0,5
0,5
Canadá
0,1
0,1
0,1
0,1
TOTAL
100,0
100,0
100,0
100,0
Fuente: Rodríguez, P. (1971). Inversiones Petroleras en Venezuela.
CVP en cifras.
Años 1969-1970: Estimados sobre participación año 1968 y cifras. MMH.
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CUADRO 2
RENDIMIENTO DEL CAPITAL FIJO NETO DE LA INDUSTRIA
1956-1971
(Millones de bolívares y porcentajes)
Activo
fijo
neto
promedio
Rendimiento
del capital
fijo neto a precios de
Año
Utilidad
neta a
realización
1956
2.115
–
1.610
6.336
33,38
–
1957
2.774
–
2.082
8.013
34,62
–
1958
1.616
–
2.378
9.327
17,33
–
1959
1.335
–
1.045
10.013
13,33
–
1960
1.283
–
1.357
10.074
12,74
–
1961
1.477
–
1.484
9.519
15,52
–
1962
1.694
–
1.641
8.965
18,90
–
1963
1.679
–
1.832
8.375
20,05
–
1964
2.457
–
1.877
7.932
30,98
–
1965
2.638
2.717
2.254
7.665
34,41
35,44
1966
2.504
2.683
1.968
7.298
34,31
36,76
1967
2.514
2.766
1.877
6.810
36,92
40,62
1968
2.653
2.936
1.910
6.714
39,51
43,73
1969
2.264
2.875
1.787
7.107
31,86
40,45
1970
1.739
2.219
1.523
7.411
23,46
29,94
19712
2.329
3.526
1.863
7.377
31,57
47,80
Precios de
Dividendos
referencia1
Realización Referencia
1) Calculado según la conjetura de que las ventas de exportación se hubieran realizado a los valores
de exportación establecidos por el Ejecutivo Nacional.
2) Memoria del Ministerio de Minas e Hidrocarburos, 1971.
Nota: La disparidad tan notable entre algunas cifras de 1963-1970 y las de años anteriores se debe
principalmente a los efectos de la nueva tasa de cambio (Bs. 4,40=$ 1,00 vigente desde el 18-011964.
170
Hacia la nacionalización petrolera
Hacia la nacionalizacion del petroleo10.indd 170
1/3/13 14:30:59
CUADRO 3
DISTRIBUCIÓN DE LOS INGRESOS POR BARRIL PRODUCIDO
1956-1971
(Bolívares por barril)
Año
Producción
anual1
MMB
Costos y
gastos de
operación
Depreciación
y amortización
Impuestos
cargados
a ganacias
y pérdidas2
1956
899
1,87
0,85
2,37
2,35
7,44
1957
1.014
1,85
0,85
2,76
2,74
8,20
1958
951
2,06
1,03
3,09
1,70
7,88
1959
1.017
2,25
0,92
2,68
1,31
7,16
1960
1.047
1,91
1,14
2,51
1,23
6,79
1961
1.074
1,79
1,03
2,63
1,37
6,82
1962
1.176
1,55
0,92
2,72
1,44
6,63
1963
1.194
1,57
0,83
2,73
1,40
6,53
1964
1.252
1,93
0,79
3,95
1,96
8,63
1965
1.279
1,80
0,76
3,90
2,06
8,52
1966
1.242
1,85
0,80
3,86
2,02
8,53
1967
1.306
1,71
0,75
4,12
1,92
8,50
1968
1.332
1,61
0,70
4,12
1,99
8,42
1969
1.326
1,70
0,76
4,14
1,71
8,31
1970
1.370
1,75
0,78
4,52
1,27
8,32
1971*
1.318
1,93
0,81
5,87
1,77
10,38
Utilidad
Total
neta
ingresos
1 ) Indica producción de hidrocarburos líquidos.
2) Comprenden: regalías, provisión para Impuesto sobre la Renta, impuestos estatales, municipales y
otros impuestos nacionales menores cargados a Ganancias y Pérdidas. Las cifras de este cuadro difieren de los impuestos recaudados por el Fisco Nacional debido a diferencias temporales entre el año en
que el impuesto es causado, el año de recaudación y a los impuestos cargados a cuentas de capital.
Fuente: Memoria del Ministerio de Minas e Hidrocarburos, 1971.
Nacionalización de la industria petrolera en Venezuela
Hacia la nacionalizacion del petroleo10.indd 171
171
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CUADRO 4
PARTICIPACIÓN DEL PETRÓLEO EN LA ECONOMÍA VENEZOLANA
1950-1971
1950
1955
1959
1964
2.400
3.300
4.802
5.300
10.600
16.100
23.668
32.475
22,6
20,5
20,3
16,3
900
1.714
3.156
4.767
1.900
2.970
5.441
7.133
47,3
57,7
58,0
66,8
Petróleos y productos. MMBs.
3.300
5.500
6.654
10.134
Total exportaciones. MMBs.
3.500
5.900
7.159
10.813
94,3
93,2
92,9
93,7
600
900
1.611
1.398
Total, MM$
700
1.300
2.167
1.850
Contribución (%)
85,7
69,2
74,3
75,6
5) Total inversiones
extranjeras:
9.200
13.300
20.600
23.436
Inversiones extranjeras
en petróleo
8.000
11.300
17.500
19.146
87,0
85,0
85,0
81,7
1) Contribución al PNB
Sector petrolero. MMBs.
PNB 1/. MMBs.
Participación (%)
2) Petróleo e Ingresos Fiscales:
Ingresos del petróleo. MMBs.
Total ingresos
ordinarios, MMBs.
Contribución (%)
3) Valor de las exportaciones:
Contribución (%)
4) Ingresos de divisas al país:
Sector petróleo, MM$
Contribución (%)
Continúa en la siguiente página
172
Hacia la nacionalización petrolera
Hacia la nacionalizacion del petroleo10.indd 172
1/3/13 14:31:00
1969
1970
1971
1) Contribución al PNB
Sector petrolero. MMBs.
7.491
8.354
43.379
47.218
17,3
17,7
Ingresos del petróleo. MMBs.
5.481
5.733
7.740
Total ingresos
ordinarios, MMBs.
8.664
9.448
11.637
63,3
60,4
66,5
Petróleos y productos. MMBs.
10.145
10.549
12.690
Total exportaciones. MMBs.
11.101
11.700
13.758
91,4
90,1
92,2
Sector petróleo, MM$
1.596
1.686
2.165
Total, MM$
2.383
2.460
3.421
67,0
68,5
63,2
5) Total inversiones extranjeras:
26.625
31.734
Inversiones extranjeras
en petróleo
21.300
23.163
80,0
72,9
PNB 1/. MMBs.
Participación (%)
9.894
2) Petróleo e Ingresos Fiscales:
Contribución (%)
3) Valor de las exportaciones:
Contribución (%)
4) Ingresos de divisas al país:
Contribución (%)
Contribución (%)
1/ A precio de Mercado.
Fuente: Memorias e informes. Banco Central de Venezuela. Varios años.
Nacionalización de la industria petrolera en Venezuela
Hacia la nacionalizacion del petroleo10.indd 173
173
1/3/13 14:31:01
CUADRO 5
VENCIMENTO DE LAS CONCESIONES PARA EL 31/12/1971
AÑOS Y HECTÁREAS
Compañías
1975
1977
1983
1984
Mene Grande Oil Co.
-
-
-
498.704.8369
Creole Petroleum Corp
-
-
-
501.967.7665
CIa. Shell de Venezuela
-
-
162.318,3125
34.873.1812
Mobil Oil Co. Venezuela
-
-
-
94.420,8987
Texas Petroleum Co.
-
-
-
63.428,5180
Chevron Oil Co. Venezuela
-
-
-
-
Coro Petrlrum Company
-
-
800,0000
51.608,7100
S.A. Petrolera Las Mercedes
-
-
-
63.025,9100
Talon Petroleum, C.A.
-
-
-
41.056,1200
Phillips Petroleum Company
-
-
-
7.241,9060
Sinclair Venezuelan Oil Co.
-
-
-
-
Mito Juan Conces. Hidrog.
500,0000
1.686,7100
7.060,6100
10.042,3100
Caracas Petroleum, S.A.
-
-
-
18.747,8800
Venezuelan Atlantic Ref. Co.
-
-
-
14.116,5700
Venezuelan Sun Oil Co.
-
-
-
-
Cía. Española de petróleos
-
-
-
10.545,7650
Charter Venezuelan Pet. Co.*
-
-
-
Int. Petroleum Venezuela Ltd.
-
-
Amoco Venezuela Oil Co.**
-
-
-
-
King Mill Oil Company
-
-
-
-
Texaco Maracaibo Inc.
-
-
-
-
Ven. Am. Ind. Oil. Prod. Ass.
-
-
-
-
Continental Oil Co. Venezuela
-
-
-
-
500,0000
1.686,7100
176.312,1702
1.409.780,3723
742.540,3221
Totales
6.133,2450
Estados
Anzoátegui
500,0000
1.686,7100
-
Barinas
-
-
-
944,8600
Delta Amacuro
-
-
-
35.415,2300
Falcón
-
-
800,0000
2.050,0000
Guárico
-
-
-
146.643,2900
Monagas
-
-
20.693,7650
233.842,6230
Trujillo
-
-
-
7.972,2970
Trujillo-Zulia
-
-
-
2.589,1900
Zulia-Trujillo- Mérida
-
-
-
-
Zulia
-
-
154.818,4052
237.782,5602
500,0000
1.686,7100
176.312,1702
1.409.780,3723
0,02
0,07
7,87
Totales
Porcentajes
174
62,90
Continúa en la siguiente página
Hacia la nacionalización petrolera
Hacia la nacionalizacion del petroleo10.indd 174
1/3/13 14:31:02
Compañías
Mene Grande Oil Co.
1985
1986
1988
1989
8.790,0500
2.051.6900
12.699.1900
22.518,9500
Creole Petroleum Corp
-
3.012,1100
57.622,3100
-
CIa. Shell de Venezuela
61.907,0512
5.788,6209
2.104,7600
13.373,0000
Mobil Oil Co. Venezuela
36.493,5300
2.789,8400
10.349,4500
-
Texas Petroleum Co.
48.329,1925
2.292,7000
1.029,0000
-
-
-
87.020,0400
-
18.456.4330
-
-
-
-
-
-
-
4.859,5500
-
11.790,9400
2.460,0000
Phillips Petroleum Company
3.389,5700
-
-
7.376,0000
Sinclair Venezuelan Oil Co.
33.637,0700
-
5.444,8600
-
Mito Juan Conces. Hidrog.
13.459,7700
-
1.026,0000
-
Caracas Petroleum, S.A.
8.963,9390
-
2.171,1600
-
Venezuelan Atlantic Ref. Co.
-
-
2.460,0000
-
Venezuelan Sun Oil Co.
-
-
-
-
Cía. Española de petróleos
-
-
-
-
Charter Venezuelan Pet. Co.*
-
-
-
-
Int. Petroleum Venezuela Ltd.
-
-
-
-
Amoco Venezuela Oil Co.**
-
-
-
-
King Mill Oil Company
-
-
-
-
Texaco Maracaibo Inc.
-
-
-
-
Ven. Am. Ind. Oil. Prod. Ass.
-
-
-
-
Chevron Oil Co. Venezuela
Coro Petrlrum Company
S.A. Petrolera Las Mercedes
Talon Petroleum, C.A.
Continental Oil Co. Venezuela
-
-
-
-
238.286,1557
15.934,9609
193.717,7100
45.727,9500
Anzoátegui
78.978,5430
2.051,6900
-
7.376,0000
Barinas
2.276,1400
2.789,8400
15.974,3100
-
-
-
-
-
Falcón
2.074,7500
-
-
-
Guárico
12.784,8000
-
31.176,2900
2.460,0000
Monagas
Totales:
Estados
Delta Amacuro
80.264,8715
5.304,8100
-
-
Trujillo
-
-
-
11.400,0000
Trujillo-Zulia
-
-
-
2.050,0000
Zulia-Trujillo- Mérida
-
-
-
10.485,0000
Zulia
61.907,0512
5.788,6209
146.747,1100
11.956,9500
Totales
238.286,1557
15.934,9609
193.717,7100
45.727,9500
10,65
0,71
8,64
2,04
Porcentajes
Continúa en la siguiente página
Nacionalización de la industria petrolera en Venezuela
Hacia la nacionalizacion del petroleo10.indd 175
175
1/3/13 14:31:03
Compañías
Mene Grande Oil Co.
1990
1991
1996
22.518.9500
-
-48.983.5600
Creole Petroleum Corp
-
-
10.296,9300
CIa. Shell de Venezuela
-
-
15.315,1200
Mobil Oil Co. Venezuela
-
-
-
7.088,5000
2.160,4600
-
Chevron Oil Co. Venezuela
-
-
-
Coro Petrlrum Company
-
-
-
S.A. Petrolera Las Mercedes
-
-
-
Talon Petroleum, C.A.
-
-
-
Phillips Petroleum Company
-
-
-
Sinclair Venezuelan Oil Co.
-
-
-
Mito Juan Conces. Hidrog.
-
-
-
Caracas Petroleum, S.A.
-
-
-
Venezuelan Atlantic Ref. Co.
-
-
-
Venezuelan Sun Oil Co.
-
-
10.000,0000
Cía. Española de petróleos
-
-
-
Charter Venezuelan Pet. Co.*
-
-
7.000,0000
Int. Petroleum Venezuela Ltd.
-
-
-
Amoco Venezuela Oil Co.**
-
-
-
King Mill Oil Company
-
-
-
Texaco Maracaibo Inc.
-
-
3.146,8100
Ven. Am. Ind. Oil. Prod. Ass.
-
-
841,4200
Continental Oil Co. Venezuela
-
-
797,0000
7.088,5000
2.160,4600
96.380,8400
Anzoátegui
-
-
-
Barinas
-
-
-
Delta Amacuro
-
-
-
Falcón
7.088,5000
2.160,4600
-
Guárico
-
-
-
Monagas
-
-
-
Trujillo
-
-
-
Trujillo-Zulia
-
-
-
Zulia-Trujillo- Mérida
-
-
-
Zulia
-
-
96.380,8400
7.088,5000
2.160,4600
96.380,8400
0,32
0,10
4,30
Texas Petroleum Co.
Totales
Estados
Totales
Porcentajes
Continúa en la siguiente página
176
Hacia la nacionalización petrolera
Hacia la nacionalizacion del petroleo10.indd 176
1/3/13 14:31:04
Compañías
1997
2000
Total
-
-
593.748.2769
Creole Petroleum Corp
7.363,0000
-
580.262,1165
CIa. Shell de Venezuela
-
-
295.680,0485
Mobil Oil Co. Venezuela
-
-
144.053,7187
Texas Petroleum Co.
-
-
124.328,3705
Chevron Oil Co. Venezuela
-
-
87.020,0400
Coro Petrlrum Company
-
-
70.865,1430
S.A. Petrolera Las Mercedes
-
-
63.025,9100
Talon Petroleum, C.A.
-
-
60.166,6100
Phillips Petroleum Company
21.440,0000
-
39.447,4760
Sinclair Venezuelan Oil Co.
-
-
39.081,9300
Mito Juan Conces. Hidrog.
-
-
33.775,4000
Caracas Petroleum, S.A.
-
-
29.882,9790
Venezuelan Atlantic Ref. Co.
4.574,0000
-
21.150,5700
Venezuelan Sun Oil Co.
10.000,0000
-
20.000,0000
Cía. Española de petróleos
-
-
10.545,7650
Charter Venezuelan Pet. Co.*
-
-
7.000,0000
Int. Petroleum Venezuela Ltd.
-
-
6.133,2450
Amoco Venezuela Oil Co.**
5.499,9900
-
5.499,9900
King Mill Oil Company
-
4.970,0000
4.970,0000
Texaco Maracaibo Inc.
-
-
3.146,8100
-
841,4200
Mene Grande Oil Co.
Ven. Am. Ind. Oil. Prod. Ass.
Continental Oil Co. Venezuela
Totales
-
-
797,0000
48.876,9900
4.970,0000
2.241.422,8191
Estados
Anzoátegui
-
-
833.133,2651
Barinas
2.760,0000
-
24.565,1500
Delta Amacuro
1.814,0000
-
37.229,2300
Falcón
-
-
14.173,7100
Guárico
-
-
193.064,3800
Monagas
22.862,9900
-
362.969,0595
Trujollo
-
-
19.372,2970
Trujillo-Zulia
-
-
4.639,1900
Zulia-Trujillo- Mérida
-
-
10.485,0000
Zulia
21.440,0000
4.970,0000
741.791,5375
Totales
48.876,9900
4.970,0000
2.241.422,8191
2,18
0,22
100,00
Porcentajes
* Anteriormente Signal Oil and Gas of Venezuela.
** Anteriormente Pan American Venezuela Oil Company.
Fuente: Memoria del Ministerio de Minas e Hidrocarburos. 1971.
Nacionalización de la industria petrolera en Venezuela
Hacia la nacionalizacion del petroleo10.indd 177
177
1/3/13 14:31:04
178
Hacia la nacionalización petrolera
Hacia la nacionalizacion del petroleo10.indd 178
1/3/13 14:31:05
CAPÍTULO IX
LA NACIONALIZACIÓN COMO OBJETIVO
DE INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA
La industria petrolera aporta aproximadamente 70% de los ingresos fiscales y opera bajo el sistema de concesiones otorgadas a compañías extranjeras cuyos intereses se encuentran distribuidos en diversas áreas del mundo. La tasa de producción
y los programas de exploración para la búsqueda de reservas están determinados,
así, por factores extraños al exclusivo bienestar del país, incluidos entre ellos los
de orden geopolítico dictados por la nacionalidad de los consorcios. Semejante
situación impone sobre Venezuela el esquema de dependencia de su economía y
las subsecuentes implicaciones en el orden de su evolución político-social. Por
otra parte, es tan exorbitante el monto de las utilidades netas de las compañías
unido al de la participación fiscal, que su aprovechamiento por el Estado durante
los últimos diez años le hubiera permitido disponer de recursos financieros –Bs.
74.069.000.000,00, según cifras oficiales– capaces de respaldar la ejecución de un
programa de desarrollo nacional. Frente a la identificación del problema a través
de la realidad expuesta, surge, obligada, esta pregunta: ¿Puede el Estado venezolano subsistir a las empresas concesionarias para asumir la explotación directa de
sus recursos petrolíferos mediante una nacionalización de la industria? Se plantea
en esta forma la necesidad de realizar una investigación que, con el auxilio de
los procedimientos científicos apropiados, suministre respuestas apoyadas en una
información objetiva y reducida a términos concretos, de manera que pueda adoptarse la decisión gubernamental que parezca procedente.
El análisis de la hipótesis propuesta –la explotación directa por el Estado– tiene
como finalidad comprobar, luego de la verificación de hechos y datos correspondientes a las diferentes fases y aspectos de la industria, que la medida administrativa de nacionalización es una consecuencia lógica en la búsqueda del objetivo de
quebrantamiento de la dependencia extranjera y de la maximización de los beneficios que arroja la explotación de los yacimientos petrolíferos. Definir en estos términos la finalidad de la investigación implica reconocer la compatibilidad entre la
aceptación de la evidencia que se pueda obtener, su valoración exacta, los motivos
de transformación de la actual estructura que se persiguen como derivación de la
experiencia vivida en los cuadros del sector público, y como aplicación, también,
de creencias ideológicas afirmadas sobre el papel a jugar por el Estado. Si existe
el riesgo de afectar el principio de la objetividad, el cual ni siquiera en las ciencias
naturales sobrevive con la pureza frecuentemente alegada, es preferible admitir
antes la presencia de factores capaces de influir sobre la valoración de hechos y
conceptos, en lugar de profesar una irracional resistencia contra los prejuicios,
costumbres y demás elementos de parcialización susceptibles de condicionar la
La nacionalización como objetivo de investigación científica
Hacia la nacionalizacion del petroleo10.indd 179
179
1/3/13 14:31:05
seriedad y honestidad demandadas por la pretensión científica de la investigación
que se acomete. El remedio recomendado consistiría en exponer al juicio de la
colectividad el estudio en sus diferentes etapas y conclusiones con la seguridad
de que no escasearía la opinión de expertos e interesados, pendientes como han de
estar de la solución de un problema que tiene que ver con la suerte de la nación en
los años inmediatos.
No es de ignorar la existencia de consideraciones que se oponen a la aprobación del
proyecto requerido de suficiente respaldo para resolver aspectos prácticos como la
elaboración del presupuesto; el aseguramiento de las subvenciones; la selección
y preparación del personal, etcétera. Algunas provienen de sectores beneficiarios
del orden imperante, nada partidarios de su desplazamiento ni dispuestos a prestar
colaboración elemental como la del aporte de datos u otro material informativo.
Los intereses creados, en su rechazo, posiblemente lleguen hasta el extremo de
manejar factores de presión que impidan la ayuda de organismos oficiales, actitud frecuentemente asumida aunque poco difícil de combatir, dada la naturaleza
extranjera del sistema de explotación que se intenta abolir y el comportamiento
pragmático de todo equipo de gobierno necesitado de efectivos electorales para
subsistir, dentro de un régimen democrático-representativo, lo que le impide enfrentarse abiertamente a iniciativas de contenido nacionalista. Ocasiones habrá,
sin embargo, en que la oposición al proyecto de investigación encontrará asidero
en la idiosincrasia de políticos impacientes o reacios a cualquier tratamiento del
problema capaz de poner en duda la bondad, la razonabilidad de la simple oportunidad de la nacionalización, pues toman a esta –sin beneficio de inventario– como
una panacea salvadora, en todo tiempo y circunstancia, de los males que entraban
el derrocamiento del sistema. Habría que añadir, también, las objeciones de ciertas personalidades ajenas al ambiente del trabajo en equipo, o cuestionadoras de
la eficacia del nativo para la investigación científica, para las cuales tampoco se
justifica emprender una tarea y derrochar tiempo y recursos con vista a la toma de
decisiones que ya han sido adoptadas por varios países sin previo estudio.
El ex ministro de Minas e Hidrocarburos, J.P. Pérez Alfonzo, por ejemplo, quien
en recientes oportunidades ha declarado sobre la contingencia de una nacionalización, expresó en conferencia de prensa celebrada el sábado 12 de junio de 1971:
Toda industria o servicio que se encuentre en funcionamiento puede ser nacionalizada
automáticamente. Se trata de un simple cambio de dueño. El Estado puede pagar
los mismos sueldos de las empresas. Hay, si se quiere, un excedente de técnicos a
escala mundial, los cuales pueden servir para suplir a aquellos que presionados por
las compañías se vayan del país. Mercados existen, y el hambre de energía es suficientemente grande como para que el petróleo venezolano pueda ser colocado en condiciones
ventajosas. Además, no es necesario que nos mantengamos en una alta producción de
3.700.000 barriles diarios, lo que resulta más bien perjudicial para los intereses nacionales y para el propio precio del petróleo. Está comprobado que cuando un país procede
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soberanamente a nacionalizar una industria o servicio, en la mayoría de los casos, no
se ha precedido de estudios técnicos sobre lo que vendrá. México, el Canal de Suez,
Bolivia y Perú, son ejemplos que pueden servir de puntos de referencia.
La planificación de la investigación debe enfrentarse a oposiciones como las citadas, pues si el problema se encuentra definido, así como la hipótesis de trabajo,
conviene destacar su utilidad con el mayor detalle y precisión posibles, ya que es
notoria la falta de material y condiciones que faciliten el recogimiento, análisis e
interpretación de los datos y el examen de los resultados. La misma preparación
del esquema que, sin perder flexibilidad, pueda limitar los riesgos de desviación,
ha de apoyarse en una revisión del diagnóstico de una realidad que se ha venido
manejando con cifras y valores emitidos por las compañías extranjeras, y acogidos
sin reserva en las estadísticas oficiales y hasta en el lenguaje de los políticos de las
más diversas tendencias. Es imprescindible, por tanto, precisar las áreas de estudio
para seleccionar luego los métodos para la obtención de información en cada caso
–entrevistas, cuestionarios, observaciones, lectura de informes, etcétera– y llegar
más adelante a la tabulación y codificación de datos y respuestas, a la realización
del análisis anterior a la adopción de conclusiones, y a la redacción del informe
final. Quizá en esta forma se logre reducir la resistencia arriba manifestada; vale
decir, iniciando el proyecto con un recuento de las áreas y aspectos que se consideren necesarios de investigar.
Aspectos legales
Diversas cuestiones de carácter jurídico demandan un análisis previo a las originadas por el hecho nuevo de la nacionalización, como solución administrativa
propuesta para llegar a la explotación directa por el Estado de la totalidad de la
industria. Entre ellas, los conceptos que históricamente han venido definiendo intereses y derechos del Estado frente a los de las concesionarias cuyos puntos de
vista, a menudo opuestos, han provocado decisiones administrativas y fallos judiciales contradictorios.
Casi siempre el debate jurídico gira en torno al alcance y aplicación del derecho
del Estado a readquirir lo concedido y a hacerse propietario, sin pago de indemnización alguna, de las obras e instalaciones necesarias para la explotación petrolera.
Pero como esta transferencia se opera al final de la concesión, hay una situación
intermedia durante la cual la falta de precisas disposiciones legales da asidero
a acciones de las concesionarias tendientes a aminorar la obligación de restitución en referencia. Este objetivo de regular la disposición y cuidado de los bienes
en el período anterior al término de las concesiones fue recientemente cubierto, en
gran parte, por la Ley sobre Bienes Afectos a la Reversión; sin embargo, el legislador se encontró ante situaciones de hecho surgidas de la dinámica actitud de los
titulares de las concesiones frente al inmovilismo o inhibición de los funcionarios
y organismos del Estado. ¿Cuáles han sido las medidas adoptadas por las empresas, en qué oportunidad se tomaron, tienen validez jurídica aún en el supuesto de
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que la nueva ley parezca convalidarlas a través de exclusiones o de un lenguaje
cuya ambigüedad puede amparar futuros alegatos de las afectadas? Si tal fuere
el caso, y ello resultare del estudio de la ley y del comportamiento de las compañías anterior a su vigencia, así como de las medidas puestas en práctica –entre
otras la impugnación de la legalidad de varias leyes y resoluciones ante la Corte
Suprema de Justicia, ventas o donaciones de inmuebles, instalaciones y equipos,
etcétera.– habría urgencia de preparar las reformas de los instrumentos jurídicos
en uso o la aprobación de nuevas leyes que protejan, con la reversión, su objetivo
práctico, esto es, la continuidad de la explotación por el Estado en condiciones de
eficiencia técnica y económica.
Vale la pena mencionar, a este respecto, ciertas observaciones: el artículo 3 de la
Ley sobre Bienes Afectos a la Reversión prevé la utilización de bienes pertenecientes a terceros, los cuales no aparecen incluidos entre los que según el artículo
2 “pasan al patrimonio nacional”; según el artículo 4, sin embargo, “al extinguirse
por cualquier causa la concesión, la nación tendrá derecho de seguir utilizándolos
en los términos que establezcan el Ejecutivo Nacional”. Como es sabido, actividades básicas como las perforaciones de pozos –exploratorios o de desarrollo– venían siendo realizados por las concesionarias valiéndose de sus propios equipos;
pero, con excepciones muy contadas, ellas son ejecutadas ahora por contratistas
cuyos equipos quedarían a salvo de la reversión y sujetos a un muy indeterminado
derecho del Estado para su utilización. Asimismo, el artículo 10 señala un sui géneris prorrateo del derecho de propiedad sobre instalaciones afectas al servicio de
más de una concesión, las cuales “el concesionario podrá continuar utilizándolas
para el servicio de las concesiones en vigor”, disposición esta que comprende a
los oleoductos, refinerías, terminales de embarque, etcétera. Observamos además,
que para formar el Fondo de Garantía, el artículo 6 de la ley señala un aporte de
hasta 10% de las cuotas anuales de depreciación, calificación esta que, de no ser
extendida su interpretación a los conceptos de amortización y agotamiento usados
por la industria en sus declaraciones fiscales, reduciría apreciablemente el monto
estimado del Fondo. Ya para esta fecha, cuando se esperaba un primer depósito de
300 millones de bolívares, aproximadamente, hemos visto que las concesionarias,
con la aparente tolerancia oficial, han consignado apenas la suma de 160 millones
de bolívares. Otras disposiciones de la ley, así como el texto de las Resoluciones
Parciales que ha venido dictando el Ejecutivo Nacional en reglamentación de dicho instrumento, entrarían también en la esfera de estudio del investigador de la
hipótesis de la explotación directa que podría materializarse como consecuencia
de una reversión efectiva y total de las concesiones otorgadas, o de un proceso de
nacionalización anterior a dicha reversión.
La nacionalización, a diferencia de la reversión prevista en la Constitución nacional, en la Ley de Hidrocarburos, y en los más recientes estatutos legales, es
una institución de naturaleza excepcional que afecta una serie de valores jurídicos
acordados para situaciones normales, en las que ordinariamente prevalecen dere-
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chos “obsoletos”, “exclusivos” y “eternos” sobre los bienes de propiedad particular. El orden capitalista rechaza lo que considera una intromisión arbitraria del Estado, por más que se la justifique aduciendo fines de servicio público o de interés
nacional. No se trata de una figura como la expropiación, ni como la confiscación,
sino que debe desarrollarse conceptualmente sobre la apreciación de la realidad
nacional correspondiente y previniendo el uso y manipulación de los recursos jurídicos que provee el cuadro institucional del país.
En este caso, luego de evitar la tentación de caer en la aclaratoria de problemas
ideológico-políticos, conviene definir las áreas de estudio, limitadas a su vez por
el alcance de la medida: ¿afectará a todas las actividades petroleras o sólo a una
parte de ellas?, ¿se hará gradualmente? Porque los temas que seguramente atraerán la atención de los investigadores son los que tienen que ver con la procedencia
y monto de las indemnizaciones, con la oportunidad de ellas –¿total y previa?,
¿parcial y mediante pago diferido?– y con la capacidad del Estado para acordar
la nacionalización dentro de un sistema que la acepte como una nueva etapa en la
evolución de sus instituciones y no como una transformación susceptible de ser
impuesta nada más que a través de la implantación de un orden revolucionario.
Igualmente preocupa a ciertos tratadistas la preparación de un marco internacional
porque, aparte de la naturaleza extranjera de los derechos afectados, para fijar la
indemnización por un Parlamento cuya actuación no está sometida a control judicial, no se debe invocar, como único argumento bastante en Derecho, la apreciación soberana del Estado. El método a seguir para determinar la compensación adquiere entonces una primordial importancia, sobre todo cuando se entra a juzgar la
legalidad y fundamentos con que las compañías han procedido a la revalorización
de sus activos. Para la adopción del criterio final habrá que adelantar la revisión de
los adoptados para nacionalizar actividades o instalaciones petroleras en países
latinoamericanos y en los afiliados a la Organización de Países Exportadores de
Petróleo (OPEP).
Recursos humanos
El objetivo de la investigación en este campo consiste en precisar las necesidades
de recursos humanos que permitan al Estado venezolano asumir directamente la
explotación directa de los hidrocarburos. Esta explotación está casi totalmente a
cargo de compañías extranjeras concesionarias y la empresa estatal CVP tiene una
pequeña participación en la producción, aunque cumple actividades muy diversificadas en varias regiones del territorio nacional.
Los recursos humanos empleados por la industria petrolera se encuentran al servicio
directo de las compañías o le sirven a estas a través de empresas de obras y servicios,
creadas en gran número de casos mediante transferencias para reducir costos de
operación y burlar la aplicación del derecho de reversión conferido al Estado. Otras
manipulaciones obedecen a una estrategia mayor como la responsable de ubicar
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fuera del país el control y atención del mercadeo internacional del petróleo, de cuyos
cuadros de organización, por regla general, están excluidos los venezolanos.
Las estadísticas son, por cierto, muy deficientes y nada confiables, pues ellas se
reducen a una simple tabulación de los contados datos que entregan las compañías
extranjeras. No se conoce, por ejemplo, ni siquiera el número ni la calificación de
quienes integran los cuadros que desde el exterior se ocupan de la exportación del
petróleo y de los productos refinados en Venezuela. El mismo análisis de la reducción de personal en la industria ha descansado en la aceptación del argumento de
la mecanización, aunque las cifras muestran una disminución de más de 20.000
trabajadores a partir de los 43.331 empleados en 1959. Resalta, asimismo, una
actitud de enervante complacencia por la disminución de los extranjeros que aparecen en la nómina de las compañías, como si esta relación revelara la capacidad
nacional para hacerse cargo de las operaciones. Los porcentajes esgrimidos en las
costosas campañas publicitarias de las compañías son acogidos por funcionarios y
políticos quienes trasmiten a la colectividad una sensación ilegítima de confianza.
La opinión del ex ministro Pérez Alfonzo no deja dudas sobre el particular:
Ya tenemos que más de 95% del personal de las compañías concesionarias que operan en Venezuela es criollo. Y el otro 5% son técnicos extranjeros muy valiosos pero
que no son dueños de las empresas y bien pueden avenirse a continuar trabajando
para el gobierno.
Es cierto que el personal extranjero ha venido disminuyendo hasta llegar en 1971
a 1.019 extranjeros sobre un total de 12.046 empleados que acusa la industria, o
sea 8,4%. Pero si en su disminución ha influido la política de “venezolanización”
seguida por organismos gremiales, también ha contribuido a su aparente reducción la práctica de su transferencia a las casas matrices desde donde desempeñan
las mismas labores que antes realizaban en territorio venezolano. No se conoce,
tampoco, cuánto de ese volumen ha sido trasladado a las empresas contratistas de
obras y servicios.
El argumento aducido sobre el empleo de personal extranjero es la falta de personal
nativo con capacidad para substituir a aquél. No obstante la disminución en términos absolutos del número de empleados extranjeros, su porcentaje de participación
en niveles directivos y técnicos es aún muy alta. La magnitud del problema crece
cuando se observa que, en el nivel propiamente directivo, la capacidad de decisión
en manos de venezolanos es sumamente pequeña. Por lo demás las medidas de
mayor alcance son aprobadas por los ejecutivos extranjeros, para cuyo reemplazo
debe tomarse en cuenta, además de los requisitos académicos, la experiencia previa como instrumento indispensable en el manejo de una actividad tan competida
en el orden internacional. Una medida de nacionalización, por otra parte, despierta
reacciones contradictorias en un personal ordinariamente reacio a la intervención
del Estado, debido a la distorsionada imagen creada por la inestabilidad institucional del país y por la prédica de los defensores del sistema capitalista. Esto quiere
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decir que, a la incierta posibilidad de colaboración de los técnicos extranjeros,
debe añadirse la falta de seguridad en el respaldo de todo el personal nativo que
presta servicios en las compañías interesadas en ofrecer posiciones en los otros
países donde operan, para desarticular el éxito de la iniciativa estatal.
La investigación de aspectos como los citados debe enriquecerse con la incorporación de variables vinculadas con el progreso y modernización de la industria, con el
cambio en el patrón de producción a raíz de una previsible alteración en la estructura del mercado de la empresa nacionalizada y con una mayor responsabilidad sobre
factores determinados por la dependencia tecnológica, como la formación de investigadores científicos, etcétera. Mientras tanto, un programa de investigación de los
recursos humanos señala tres grandes áreas: 1) oferta y demanda de los recursos
humanos en la explotación de los hidrocarburos, con cuantificación de los déficits y
superávits a nivel de oficios; 2) actitudes de los trabajadores y organizaciones sindicales y profesionales, preferentemente hacia una política de nacionalización; 3)
síntesis evaluativa de las anteriores áreas bajo la perspectiva de explotación directa
por el Estado, previa la explotación de factores socio políticos condicionantes de la
medida a ser tomada.
Adquisición de bienes y servicios extranjeros
La industria es operada bajo un esquema de explotación que refuerza el grado de
dependencia impuesto por los consorcios estadounidenses y británicos; esto es,
que para sus necesidades ordinarias la industria acude a la importación de bienes y a la contratación de servicios con empresas no nacionales. Con todo y los
estímulos incorporados a la legislación venezolana, los gastos en divisas acusan
el mantenimiento de una política que le resta posibilidades de autogestión al Estado en las circunstancias actuales. Una investigación completa sobre este aspecto mostraría las verdaderas causas de este atraso en relación con lo obtenido en
países latinoamericanos como México, Argentina y Brasil, a la vez que revelaría
la potencial capacidad venezolana para producir tales bienes y servicios, o para
participar al menos en su producción a través de las fórmulas de asociación que
en otras partes han superado la etapa de subordinación que entre nosotros se padece. Las cifras oficiales indican que en los últimos 20 años se han importado
materiales por un valor mercantil de Bs. 8.619.006.000,00 y en las memorias gubernamentales se registran las exoneraciones de derechos que han alentado tales
importaciones. Estas suman en el dicho período Bs. 662.538.000,00 contra Bs.
304.768.000,00 a que alcanzan los derechos pagados por las compañías extranjeras, diferencia que demanda un exhaustivo análisis, pues este saldo negativo ha
mantenido su consistencia en los últimos años. En los 5 años finales de la dictadura 1953-1957 inclusive, el total de lo percibido fue de Bs. 17.233.000,00 mayor
que lo dejado de cobrar; en tanto que en los 5 años que van de 1959 a 1963, el
sacrificio fiscal fue de Bs. 100.292.000,00 o sea que a las compañías que pagaron
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Bs. 56.426.000,00 por derechos de importación se les exoneró, mientras tanto, la
suma de Bs. 156.722.000,00.
Además de máquinas y equipos, cuya complejidad se alega como pretexto para su
no fabricación en el país, se traen del exterior, mediante licencias, productos químicos y preparaciones nada imposibles de ser provistas por empresas nacionales:
acondicionadores de las propiedades de los lodos de perforación; emulsificantes y
antiemulsificantes de petróleo crudo; productos utilizados en operaciones de fracturación, acidificación y estimulación de pozos petroleros, etcétera.
Determinar el grado y características adicionales de esta dependencia en la infraestructura de bienes y servicios necesarios para que la industria mantenga sus
operaciones, así como la capacidad nacional requerida para soportar una medida
de autogestión estatal, serían las metas básicas del programa que atendería esta
área de investigación.
Transferencia tecnológica
Determinar las condiciones impuestas para la adquisición de la llamada transferencia tecnológica es un paso previo en la formulación de una política que facilita el manejo independiente de la industria. En especial si se trata de producir
con fines de exportación, pues entonces el problema no radica en reducir costos
mediante la búsqueda de alternativas de compras más favorables ni en evitar las
sobrefacturaciones que amparan traslados de beneficios entre empresas filiales y
sus matrices en el exterior, sino en resolver los nudos, la proliferación de cláusulas
restrictivas del comercio internacional de productos logrados con el empleo de
maquinarias, equipos, licencias, marcas y asistencia técnica extranjeras. La investigación, sin embargo, debe ser iniciada con la cuantificación y análisis de los
costos explícitos de la tecnología cuyo mayor e injusto valor se escapa por vía de
deducciones fiscales.
Una conclusión obligada del diagnóstico emanado del conocimiento de la realidad, al mostrar la magnitud del déficit y de los obstáculos erigidos por intereses
multinacionales, será la de abandonar la actitud de confianza que se escuda tras la
afirmación, repetida por voceros de las compañías y por políticos ingenuos o repetidores de consignas, de que la tecnología extranjera se compra libre y fácilmente
en los mercados. Está claro, también, que un razonamiento de lógica elemental o
podría llevarnos a pretender elaborar una tecnología propia en todas y cada una de
las fases y procesos de la industria, y que será preciso salvar varias etapas hasta
conquistar un grado de autonomía acorde con las características del mercado y la
magnitud de nuestros volúmenes de exportación; pero solamente una investigación conducida con rigor científico podrá suministrar las bases para la estrategia
que proporcione el aprovechamiento de las ventajas y experiencias alcanzadas en
diferentes países, para así estar en capacidad de suplir los bienes y servicios que
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requiere la industria petrolera, a través de empresas nacionales o domiciliadas en
nuestro territorio, mediante acuerdos nada difíciles de promover.
La sola lectura de un informe de progreso sobre la situación mexicana, presentado por Bruno Mascanzoni ante el Instituto de Ingenieros Químicos en agosto de
1971, revela el largo trecho por cubrir a la vez que los óptimos resultados de una
experiencia nacionalista digna de reconocimiento. A manera de estimulo para la
acción por emprenderse, y a sabiendas de las ya aludidas características singulares
del caso venezolano, conviene reproducir algunos párrafos de dicho informe, comenzado con el que contiene una especie de declaración de principios que sitúa el
esfuerzo mexicano dentro de un marco operativo realista:
No se pretende de ninguna manera, desvincularse totalmente de la tecnología externa,
ya que esto resultaría para cualquier país, aún de los más desarrollados, si no imposible,
sí por lo menos incosteable. Por lo tanto el aprovechamiento eficiente de la experiencia
externa, es altamente recomendable. En tecnología no cabe destacar lo desarrollado en
otros países a menos que resulte incosteable o que pueda sustituirse ventajosamente por
algo propio.
Todas las tuberías de perforación y ademe y producción utilizadas por Petróleos Mexicanos, así como las barrenas (con excepción de las diamantes), y diversos accesorios
de tubería, cabezales de pozos, repuestos para bombas de lodos, etcétera se fabrican en
México. Asimismo son de fabricación nacional la casi totalidad de los ingredientes y
aditivos usados en los lodos de perforación. Algunas técnicas especiales para desviar
pozos, para pescar herramientas y para otras operaciones, han sido desarrolladas por
técnicos de Petróleos Mexicanos.
La erección y el montaje de todas las plantas para los procesos de refinación y petroquímica, se efectúa con tecnología y mano de obra mexicana, la cual ha sido desarrollada a
un grado equivalente al de cualquier país avanzado. La ingeniería de proyecto necesaria
para las obras mayores de la industria petrolera, es uno de los logros tecnológicos más
recientes en México. Fundamentalmente se ha desarrollado en el IMP, en el propio Petróleos Mexicanos y en diversas empresas privadas que colaboran con dicha institución
en el cumplimiento de sus necesidades de proyecto. Al presente pueden efectuarse en
México los proyectos de ingeniería que se requieren para las plantas más complejas
y de mayor avance tecnológico, tanto en lo referente a plantas de refinación como
de petroquímica. Entre ellas cabe mencionar las plantas criogénicas de recuperación de
licuables, con temperaturas de operación hasta de 120ºC bajo cero; plantas para obtención de etileno, de gran capacidad, con rangos de temperatura entre 900ºC y 160ºC bajo
cero; plantas de reformación y desintegración catalítica; de síntesis de amoníaco y de
polimerización y alquilación.
La tecnología de los procesos que en general consisten de operaciones unitarias, tales
como: manejo de líquidos y gases mediante sistemas de comprensión, bombeo y almacenamiento; separación por fraccionamiento de compuestos y fracciones, como son las
plantas de destilación primaria de petróleo crudo y de destilación a alto vacío; unidades
de recuperación de vapores para separación de componentes ligeros y unidades que
operan a temperaturas criogénicas, tanto para separación como para almacenamiento de
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compuestos, puede efectuarse en su totalidad en México y ya no se requiere tecnología
extranjera para ninguno de ellos. Los procesos de desintegración o de destrucción de
moléculas son en su mayoría licenciados del extranjero. Sin embargo actualmente se
trabaja en el IMP en procesos de reducción de viscosidad, de obtención de ceras polietilenos y de materias básicas para la elaboración de detergentes que, estando dentro de
este renglón, podrán ser utilizados con tecnología nacional en un futuro próximo.
Actualmente todos los catalizadores que demanda la industria petrolera en México son
adquiridos de importación. El IMP ha venido preparando desde hace varios años a un
grupo de científicos que se han dedicado a la investigación de catalizadores. Los primeros frutos ya se han obtenido y un catalizador IMP será utilizado en los procesos de
hidrodesulfuración ya mencionados para la Refinería de Tula. Se estima que el primer
paso ya se ha dado y que con el conocimiento tecnológico que se tiene la fabricación
de soportes de catalizador; de las técnicas de impregnación y del estudio, evaluación
y caracterización de los mismos, se podrá en un futuro próximo substituir gran parte
de los catalizadores importados. Otro de los renglones de tecnología importada, que ha
sido sensiblemente cubiertos por desarrollos en México es el de productos químicos,
agentes y aditivos que se utilizan en la industria petrolera en sus diferentes fases de
operación. La aplicación de productos químicos IMP como desemulsionantes, desparafinantes, inhibidores de corrosión, depresores de congelación, reductores de tensión
superficial, biocidas, aceites de extensión y otros, ha resultado altamente benéfica con
ventajas tanto en calidad de servicio como en costo.
Directamente relacionada con la tecnología necesaria para el procesamiento industrial
del petróleo, está la de diseño y fabricación de los equipos, materiales y componentes
que constituyen cada una de las plantas o sus servicios auxiliares. También en este
aspecto se ha progresado notablemente en los últimos años; en forma general podría
expresarse que la fabricación de esos elementos se hace en proporción mayoritaria
en México y que la tecnología de procedencia extranjera para su diseño es cada vez
menor. Al respecto, Petróleos Mexicanos y el IMP han colaborado íntimamente con los
fabricantes que les proporcionan dichos equipos y componentes y han fomentado en
muchos casos su fabricación en México, tanto en forma directa como por conducto de
las autoridades respectivas.
Con evidente satisfacción concluye el expositor Mascanzoni:
La situación actual de la tecnología petrolera en México es el resultado del trabajo
acumulado en muchos años con el esfuerzo de sus técnicos, y el futuro de la misma presenta un apasionante desafío, especialmente para las nuevas generaciones de ingenieros
e investigadores, seguramente cada vez mejor preparados, que habrían de impulsarla
para beneficio de México.
Valuación de los activos de la industria
La nacionalización de la industria extranjera implica el reconocimiento del valor
de los activos cuya compensación correría a cargo del Estado. Como es sabido
dicho valor puede variar conforme al criterio económico, técnico o contable que se
aplique para su avalúo. En todo caso, es imprescindible efectuar un análisis crítico
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de la información financiera disponible, la cual acusa diferencias según provenga de las siguientes fuentes: a) información financiera publicada por la industria;
b) información de carácter interno de la industria; c) información suministrada al
Ministerio de Hacienda con fines impositivos; d) información suministrada al Ministerio de Minas e Hidrocarburos para el control administrativo; e) información
suministrada al Banco Central de Venezuela; f) cualquier otra información financiera proveniente de otros organismos públicos o privados.
Habrá que definir antes la fórmula compensatoria tomando en cuenta diversos elementos involucrados en el comportamiento histórico de la industria –el capital recuperado, los beneficios obtenidos, el valor total exportado y el retornado, las revaluaciones
de activos por modificaciones cambiarias y otros motivos, etcétera– y el trato que a
este problema se le ha dado en varios países. ¿Qué sugiere una simple lectura de los
cuadros oficiales reveladora de una inversión neta para fines de 1971 de Bs. 7.292
millones, mientras que lo retirado por las compañías por concepto de utilidad neta, a
partir de 1943, a Bs. 45.696 millones? ¿Cuál es el efecto de las revalorizaciones de
activos que las compañías han venido haciendo no obstante que el Fisco no las toma
en cuenta para el cálculo de Impuesto sobre la Renta? La sola Creole verbigracia, ha
dado un mayor valor a sus activos por un total de más de 2.500 millones de bolívares.
Y así como estas, habrá que aclarar muchas otras cuestiones antes de fijar el monto y
procedencia de la indemnización.
Cambios en los patrones técnico-operacionales
Si posiblemente en un comienzo el patrón de producción no sufriría alteraciones
significativas, es de prever que la empresa nacionalizada acomode su capacidad
técnico-operativa a los cambios determinados por las necesidades de sus mercados
y por el avance tecnológico. Este tipo de investigación es el que las compañías
extranjeras llevan a cabo en sus propios países, impidiendo, de paso, la formación
de personal nativo especializado al cual se pueda recurrir en situaciones de emergencia. Por otra parte, la gestión directa del Estado, iniciada recientemente, ha
puesto escaso énfasis en el “pensar creativo”, dominada más bien por el criterio de
obtener utilidades a corto plazo que sean comparables a las obtenidas por empresas que se mueven en escalas de producción muy superiores.
Los problemas técnicos estarían así, bajo la alternativa en estudio, influenciados
por la necesidad de fijar niveles óptimos de producción, de manera que, sin perjuicio de una adecuada utilización de los bienes existentes, Venezuela pueda explotar
racionalmente un recurso natural no renovable. La estructura de refinación más
conveniente para nuestros crudos, por ejemplo, tendría que definirse apartando
criterios prevalecientes en la empresa extranjera para servir a sus mercados con
un sentido de complementación con las actividades realizadas en el exterior, lo
que nos llevaría a incorporar procesos o a transformar y construir nuevas plantas.
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Asimismo habría que modificar el criterio aplicado en la evaluación de reservas,
en las tasas de rendimiento económico, en el aprovechamiento del gas natural, en
la industrialización de los hidrocarburos en general, tareas urgidas de un esfuerzo
de investigación científica acorde con la magnitud internacional de la producción
petrolera venezolana.
La comercialización internacional
La distribución en los mercados del crudo y productos de la industria petrolera
venezolana ha estado a cargo de las compañías extranjeras concesionarias, cuyas
vinculaciones con los grandes consorcios internacionales han definido la estructura y composición de nuestras exportaciones. El control de refinerías e instalaciones para el expendio a los consumidores ha guardado relación, por lo tanto, con
las tácticas de los dichos consorcios para desplazar a sus competidores. En los últimos años, sin embargo, la intervención del Estado en los países consumidores ha
provocado modificaciones en el patrón de distribución que venían rigiendo, y ha
favorecido el ingreso de compañías independientes y también, aunque en pequeña
proporción, de empresas estatales de los países productores.
La empresa estatal ha podido apreciar, así, las dificultades que aún dentro de este
cuadro de modificaciones aludido, conlleva la colocación de volúmenes relativamente insignificantes mediante el uso de prácticas competitivas impuestas por los
vendedores tradicionales. ¿Cuáles serían, entonces, los medios apropiados para que
el Estado pudiera asumir la responsabilidad de disponer del total de una producción
que en los próximos años podría llegar a los 4.000.000 de barriles diarios?
Varias alternativas tendrían que ser objeto de investigación para dar una respuesta
a la gran incógnita que frecuentemente se opone a la hipótesis de nacionalización.
En ellas habría que considerar las variables introducidas por la acción conjunta
de los países productores para abastecer la demanda mundial sin sacrificios en su
política de precios, lo que conduciría, lógicamente, a un abandono del esquema
que se apoya en la “libre competencia”, y a la aprobación de acuerdos de complementación y de integración hasta los mercados, los cuales es posible que sean
precedidos de tratos directos con los gobiernos de los países consumidores. Y la
pérdida relativa de influencia de las compañías privadas internacionales, al irse
acentuando dentro de un proceso en el cual entran en práctica fórmulas de negociación del más variado tipo, implicaría la aprobación de estudios de mercados, el
análisis económico de proyectos, la revisión de los mecanismos internacionales de
comercio, el cálculo de la influencia de la empresa nacionalizada en la estructura
del transporte marítimo del petróleo, del gas natural y de los derivados, así como
en la industrialización de los hidrocarburos.
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Las inversiones y su financiamiento
Para fijar el monto de las inversiones que correrían a cargo del Estado, no bastaría
con el examen de las cifras que sobre la situación financiera de la industria trae la
Memoria del Ministerio de Minas e Hidrocarburos, pues ellas reflejan el comportamiento de compañías concesionarias guiadas por el motivo lucrativo –el conocido profit motive de la empresa privada– que las alienta a aminorar a todo trance
el peso de un régimen impositivo, el cual busca, por su parte, una creciente participación fiscal en los beneficios. También sería de escasa utilidad estimar tales
beneficios sumando las partidas de utilidad neta que arrojan los estados financieros
publicados, cuando el cuadro actual obedece a un esquema de funcionamiento
entre empresas filiales y matrices interesadas en guardar la apariencia exterior
de una aguda competencia, para tranquilidad de accionistas y funcionarios de los
países sede que se confiesan partidarios de la abolición de prácticas monopolistas,
restrictivas de la libertad de comercio. Una medida de nacionalización, además,
llevaría a una concentración de esfuerzos que no sólo afectaría el monto de recursos financieros necesarios para el mantenimiento de las operaciones, sino que
establecería el nuevo orden de prioridades fijado por la eliminación de intereses
individuales de la multitud de compañías extranjeras. Procederes todos que se
apoyarían en la plataforma de desarrollo conservacionista erigida por el Estado en
defensa de un recurso natural no renovable cuya exclusiva explotación le estaría
confiada.
Del razonamiento que frecuentemente se hace sobre el autofinanciamiento de la
industria petrolera, hay que ir a los estudios técnicos que precisen el monto de
las inversiones totales requeridas para atender las distintas fases de la explotación
–búsqueda de reservas, desarrollo de campos, actividades industriales, de distribución, etcétera– así como a la determinación de las posibilidades y características
del financiamiento de tales inversiones, ya sea a través de fuentes externas o de los
recursos que provee la estructura interna de la industria.
Nueva estructura organizativa
Dentro del sistema en vigencia la explotación petrolera se realiza a través de la
intervención de un poco más de 20 compañías concesionarias y de un número
mayor de contratistas y subcontratistas, lo que incide en el aumento de los costos
y en la eficiencia de las operaciones. Los salarios que devengan los cuadros directivos son tan desproporcionadamente altos en relación con los que se pagan en el
país, que la suma de ellos da una medida del exagerado costo de administración
de la empresa extranjera, el cual es compartido por el Estado por vía de las deducciones fiscales autorizadas por la Ley de Impuesto sobre la Renta. Como muestra
reveladora de tal situación puede examinarse la nómina de pago de los directores
de la Creole Petroleum Corporation para 1971, cuyas remuneraciones fueron: de
Guillermo Rodríguez Eraso, Bs. 492.491,20; de F. G. Baptista Bs. 468.200,85;
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de Carlos Lander, Bs. 389.246; de W. S. Glendering, Bs. 384.155,20; de N.F. García, Bs. 295.864,80; de E. Sugar, Bs. 205.664,20; de A. E. Bruggemeryer, Bs.
161.475,60; de R. N. Dolph, quien comenzó a ejercer la presidencia el 13 de mayo,
Bs. 404.219; de Leo Lowry, quien solo actuó hasta el 13 de mayo como Presidente, Bs. 1.058.446,4, suma que incluye 329.190,14 como pago final por una no
especificada indemnización laboral, o sea, un total de Bs. 5.016.600 (equivalente
a US$ 1.138.900) deducidos como costos por una compañía en el año de 1971, a
cuyo monto habría que añadir lo percibido por los directores de aproximadamente
100 compañías entre concesionarias y contratistas, para disponer de una estimación global acerca de erogaciones que absorbe el fisco cerca de un 60%.
Con el ahorro de los crecidos gastos ocasionados por los cuadros directivos de
las concesionarias, la alternativa de la explotación por el Estado ofrece como mayor ventaja la posibilidad de planificar todas las operaciones con un criterio del
máximo aprovechamiento de los recursos humanos, técnicos y financieros para
alcanzar objetivos definidos por el interés público, exclusivamente. Habría, pues,
la conveniencia de emprender el estudio de un plan de organización de la empresa
o conjunto de empresas creadas alrededor de las funciones básicas de la industria o
por conveniencias geográficas, entre otras, para que las actividades fundamentales
se coordinen a nivel nacional, aprovechando al máximo las unidades que hoy operan en el país y las cuales tendrían que ser integradas en la nueva estructura.
Evaluación sociopolítica
El impacto social de la nacionalización dará origen a conflictos cuya posible transcendencia, de ser sometida al empleo de métodos de investigación apropiados,
podría dar al Estado los medios para dominar las situaciones críticas susceptibles
de ser estimuladas por la gestión de poderosos intereses arraigados en el medio.
Habría que indagar, en un comienzo, los factores que determinan una posición de
rechazo o de escepticismo por parte de grupos sociales que serían lo más directos
beneficiarios de una medida de nacionalización. No es suficiente, en efecto, explicar el resultado de pasadas encuestas con argumentos ajenos a una experimentación con la realidad, porque, sin violentar preceptos comprometidos con la ética
profesional, correspondería a los analistas precisar la influencia de elementos adversarios a la intervención estatal en un sistema definido por el predominio de un
ordenamiento protector del capitalismo foráneo. Igualmente encuadraría dentro de
un plan orgánico el tratamiento de los antagonismos descubiertos, para reducirlos
luego con el mínimo de sacrificio posible.
Un examen de los datos aportados por el Cuadro 1 de José A. Silva Michelena Antagonismo actitudinal en las respuestas sobre la nacionalización inmediata de las
empresas petroleras1 acusa la relación del estatus de clase con la posición asumida
1
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Se recomienda la lectura de Silva Michelena José y Bonilla, Frank. (1967) “Exploraciones en análisis y
síntesis”. En Cambio político en Venezuela, Vol. I Caracas: Editorial Imprenta Universitaria.
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sobre esta materia, con la heterogeneidad que debe de esperarse en una sociedad
tan poco estratificada como la venezolana. Y aunque muchas de las respuestas
podrían imputarse puramente al uso de los medios de comunicación de masas,
en su gran mayoría revelan la existencia de variadas influencias, algunas ligadas
a nuestra propia evolución política condicionada por el ejercicio absolutista del
gobierno y por la inestabilidad administrativa que disminuye la eficiencia de los
funcionarios del sector público. El mencionado cuadro se reproduce a continuación con la salvedad de que no fue elaborado dentro de un estudio específico de la
nacionalización de la industria petrolera y de que, en su fecha –1963–, recién había
comenzado sus operaciones la empresa estatal CVP. Resalta, pues, la conveniencia
de su actualización, procediendo antes a la estructuración de nuevas entrevistas en
esta oportunidad en que se tienen presentes nacionalizaciones acaecidas en otros
países productores, y las incidencias provocadas por las compañías concesionarias
en rechazo de las recientes disposiciones legales sobre la obligación de revertir
áreas e instalaciones en la ya más cercana fecha de 1983.
Según Silva Michelena los datos que se presentan en el cuadro son muy reveladores:
Allí se puede notar que el estatus de clases está directamente relacionado con la posición
que los individuos tienen sobre la nacionalización de las industrias, incluyendo la petrolera. Así, los ejecutivos petroleros, los ejecutivos industriales y los altos funcionarios
del Gobierno estarían mayoritariamente en contra de una política de la nacionalización;
mientras que los campesinos, habitantes de ranchos y obreros industriales estarían
mayoritariamente enn contra de una política de nacionalización. En las capas medias,
en cambio, se encuentra una característica de heterogeneidad ya que hay sectores como
los líderes estudiantiles, maestros, empleados de Gobierno, y hasta cierto punto los
líderes sindicales que favorecerían una política de nacionalización, mientras que otros
sectores como los técnicos del Gobierno, profesores universitarios se opondrían a esas
medidas.
Una mirada superficial al cuadro revela que el antagonismo interno sería más alto entre
los empleados y obreros petroleros, los líderes estudiantiles, los líderes sindicales y los
ejecutivos industriales de las regiones oriental y occidental. En el resto de las capas
sociales había una proporción significativa de individuos que estarían a favor (K+) o en
contra (K–) de la nacionalización inmediata de la industria petrolera.
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67,1
20,0
57,4
52,3
40,9
Profesores universitarios
Maestros
Líderes estudiantiles
Líderes obreros
71,4
74,7
35,5
65,1
42,9
42,9
Región oriental
Región occidental
Obreros petroleros
Habitantes de ranchos
Conuqueros
Campesinos asentados
7,3
6,0
6,2
49,3
16,5
14,3
19,5
55,9
46,2
26,2
74,2
21,4
79,8
84,9
54,5
31,6
0,17
0,14
0,10
0,72
0,22
0,20
0,33
0,73
0,88
0,22
0,27
0,32
0,21
0,14
0,67
0,67
0,42
0,05
Intensidad
(pd/PD)
0,50
0,49
0,71
0,85
0,91
0,86
0,79
0,97
0,99
0,84
0,94
0,89
0,97
0,97
0,91
0,79
0,87
0,96
Extensión
(pd/PD)
0,09 +
0,07 +
0,07 +
0,61 –
0,20 +
0,17 +
0,26 +
0,71 –
0,87 +
0,18 +
0,25 –
0,28 +
0,20 –
0,14 –
0,61 –
0,53 +
0,37 –
0,05 –
Antagonismo
actitudinal
(K) *
*K=(pd/PD) (pd+PD) en donde pd es el porcentaje menor y PD el porcentaje mayor de los que están a favor o en contra. El signo después de las cifras que aparecen
en la columna de Antagonismo actitudinal (K) indica que la mayoría está a favor (+) o en contra (–).
59,2
Región central
Obreros industriales
17,1
12,1
Altos funcionarios
del Gobierno
Oficinistas del Gobierno
36,4
Región occidental
Técnico del Gobierno
47,4
Región oriental
61,0
91,1
5,0
25,8
En
contra
Porcentaje de
respuestas
a favor
Región central
Ejecutivos industriales
Ejecutivos petroleros
Capas
sociales
CUADRO 1
Antagonismo actitudinal en las respuestas a la frase:
“El Estado debe nacionalizar en forma inmediata las empresas petroleras”
La estrategia por definir
Cuando se enuncian aspectos como los anteriores para el diseño de un plan de
investigación científica de la hipótesis de nacionalización, se busca llamar la atención sobre la seriedad del problema cuya solución tiene que ser de orden político
–por cuanto que sólo puede ejecutarla el Estado– pero que debe adelantarse dentro
de una estrategia definida que asegure, con el incremento de los niveles de eficiencia operativos, las ventajas sociales implicadas en el quebrantamiento de la dependencia de poder foráneo. La misma condición de país subdesarrollado limita la
potencialidad de los instrumentos requeridos para culminar el estudio, pues la falta
de una política de investigación nacional y la escasez de medios instrumentales,
financieros, materiales, humanos, son consecuencia de una mentalidad acogida al
complejo de subordinación o de impotencia frente a la desmesurada influencia del
imperialismo en nuestro medio, cuando no de una técnica deliberada para continuar el aprovechamiento de los beneficios que a sus aliados domésticos rinde el
estatus actual. Se explica así la impugnación de nuestra capacidad para suplantar
la dominación extranjera por los que aducen prejuicios como la natural desidia del
nativo, su falta de formalidad, su ausencia del sentido de cooperación imprescindible para el trabajo de equipo, formulada en coincidencia con quienes consideran
inútil una engorrosa tarea que se han saltado, según dicen, otros países que citan
como ejemplos. No se detienen tales críticos a meditar sobre el costo social que
ha cobrado la imprevisión, ni parecen darse cuenta de que algunas soluciones, dadas dentro de un proceso revolucionario, no son asimilables a las que procedería
implantar dentro de un esquema institucional regido por un ordenamiento jurídico
comprometido en alto grado con el sistema cuya transformación se persigue.
Una mayor comprensión de nuestra situación interna, una serena apreciación de
nuestras posibilidades y limitaciones, recomienda, en consecuencia, la formación
de equipos de investigación integrados con representantes de las disciplinas científicas empleadas en la industria, y con el respaldo de medios gubernamentales
para obtener la información adecuada y la asesoría de expertos nacionales y extranjeros, de manera de emprender esfuerzos no rentables a corto plazo aunque
llamados a suministrar capacidad para dominar los factores que entraban la viabilidad de la solución que ofrecería el máximo de beneficios para la colectividad
en su conjunto. Se llegaría así, en una primera etapa, a la determinación de los
problemas planteados por la hipótesis de la explotación directa por el Estado. Esta
se efectuaría, en lo posible, en términos cuantificables, y partiendo de un diagnóstico de la realidad hecho por expertos. Antes de la redacción del informe final,
y en fuera de objetividad, habría que abrir las puertas al debate promoviendo el
contraste de criterios con elementos representativos del sector público y hasta de
las compañías extranjeras involucradas. Semejante juego de opiniones significaría un aporte de innegable valor para la elaboración del plan de acción que ha de
ponerse en marcha a la hora de decidir la nacionalización en el nivel y momento
político adecuado.
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Este libro, en edición de 3.000 ejemplares,
se terminó de imprimir
en los talleres de Gráficas Acea C.A.
en Caracas, Venezuela
durante el mes de marzo de 2013
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Rubén Sader Pérez
Rubén Sader Pérez fue miembro del Directorio Ejecutivo de la
Corporación Venezolana del Petróleo (CVP) desde su fundación en
1960, y Director General de la misma empresa desde 1963 hasta
1969. Durante esos años dio una ardua, solitaria e infructuosa
batalla: intentó hacer de la CVP el camino hacia la auténtica
nacionalización de la industria petrolera venezolana. En sus textos,
proscritos por todos los poderes constituidos del país, argumenta,
razona y clama por una administración estatal del petróleo para
beneficio de todos los venezolanos.
RIF:G-20000110-0
La presente obra es testimonio del mencionado proceso de
nacionalización petrolera, y ofrece el análisis de los hechos y
controversias que marcaron tal etapa, al tiempo que devela la lucha
por la justa participación del Estado en los resultados de su principal
industria. “Es cierto que el petróleo es nacional en la medida en que
el Libertador Simón Bolívar, en el año 1829, decretó que los
bitúmenes o jugos de la tierra eran propiedad de la nación (…) pero
la Industria todavía está en manos ajenas. Bolívar hizo su tarea, pero
la nuestra es a nosotros a quien corresponde realizarla”, asentó
Sader Pérez.
Hacia la nacionalización petrolera
Hacia la
nacionalización
petrolera
Rubén Sader Pérez
Hacia la
nacionalización
petrolera
DIRECTORIO
Nelson J. Merentes D.
Presidente
Jorge Giordani
Armando León Rojas
José S. Khan
José Félix Rivas Alvarado
ADMINISTRACIÓN
Nelson J. Merentes D.
Presidente
Eudomar Tovar
Primer Vicepresidente Gerente
COMITÉ PERMANENTE
DE PUBLICACIONES
José Félix Rivas Alvarado
Presidente
Armando León Rojas
Carlos Mendoza Pottellá
Jaime Luis Socas
Iván Giner
Txomin las Heras
Colección
Venezuela
y
su
Petróleo
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