La guerra de las corrientes: Tesla frente a Edison

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Tesla hubiera superado
el récord de patentes de Edison
de haber contado con
suficiente respaldo financiero
La guerra
de las corrientes:
Tesla frente a Edison
r De izquierda a derecha,
Thomas Alva Edison y Nikolai Tesla.
Te x t o
r
Pablo Francescutti
La batalla entre dos genios como Edison y Tesla por implantar sus descubrimientos se
saldó con la victoria del segundo en lo que a la transmisión de la electricidad se refiere.
Sin embargo, el científico croata es mucho menos conocido por el gran público que el
inventor norteamericano. Con más de 800 patentes, Tesla ideó un gran número de teorías
e hipótesis sobre el electromagnetismo que, aún hoy día, siguen siendo revisadas por los
especialistas. Desde el sónar, hasta el microondas, pasando por los letreros de neón, el
mando a distancia o las bases teóricas de las actuales estaciones sísmicas, numerosos
avances sin los cuales no se concibe la vida moderna, deben su aparición a este inventor
que comenzó su andadura como empleado de Edison. r
A
finales del siglo XIX, el conocimiento
sobre la electricidad había alcanzado cotas elevadas. Ya se conocía la
existencia del electrón y la naturaleza del
magnetismo, y la invención de la dinamo
había supuesto un paso decisivo hacia la
domesticación de esa novedosa forma de energía. Sin embargo, persistían serias lagunas
que impedían aprovechar al máximo ese
saber. Una de las mayores restricciones afec-
taba a la transmisión eléctrica, limitada a la
corriente continua (DC en sus siglas en
inglés). En este sistema los electrones fluyen de forma constante en una dirección
uniforme dentro de los límites de una polaene-mar|08 rentrelíneasl 55
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rEdison (en la foto) protagononizó con Tesla un duelo tecnólogico memorable. A la derecha, tubos fluorescentes creados por Tesla 40 años antes de que su uso se generalizara.
ridad, pero presenta un gran inconveniente: no sirve para trasportar electricidad a
grandes distancias. La resistencia interpuesta a la señal continua por el cobre de
los cables ocasionaba cuantiosas pérdidas
de energía, obligando a las compañías proveedoras a reforzar las señales varias veces
antes de que alcanzasen los hogares. El costoso procedimiento interponía un obstáculo infranqueable a la electrificación de la
sociedad a gran escala.
En Estados Unidos la fabricación de los
equipos relacionados con la corriente continua (generadores, trasmisores y de mantenimiento) era monopolio de Thomas Alva
Edison. Hoy cuesta hacerse una idea de la
celebridad de este inventor, ungido héroe de
la ciencia por la opinión pública de la época. Una fama de sobra merecida, pues entre
sus 1.092 patentes (el mayor número registrado por un individuo en la historia) figuran las de la bombilla de incandescencia, la
pila alcalina, el micrófono, el mimeógrafo,
el fonógrafo, el kinetoscopio y el generador
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eléctrico, por citar algunos ejemplos. Unas
invenciones que tuvieron un impacto formidable: la bombilla, que además de posibilitar el trabajo nocturno, casi arruina a la
industria petrolera, ya que la electricidad
obtenida a base de quemar carbón comenzó a sustituir al petróleo como principal
medio de iluminación. Afortunadamente
para ese sector, otro oportuno invento, el
motor de combustión, la sacó del apuro;
pero esa es otra historia.
Edison soñaba con electrificar la ciudad de Nueva York. Planeaba instalar postes con cables metálicos que llevasen energía a cada hogar, y para paliar las pérdidas
intrínsecas a la corriente continua, preveía
poner un generador en cada vecindario.
No se trataba de una solución muy práctica, y Edison bien lo sabía; por eso buscaba
desesperadamente la manera de solventar
el problema que trababa la expansión del
tendido eléctrico. Y la solución llegó, solo
que no se le ocurrió a él sino a otro genio,
y eso no lo pudo soportar.
r
El sabio croata. El otro inventor se lla-
maba Nikolai Tesla y trabajaba a la sazón
en calidad de técnico a las órdenes del
Mago de Menlo Park, como apodaba la prensa a Edison. Nacido en Croacia en 1856,
era, a diferencia de su patrón autodidacta,
un políglota con una sólida formación en
matemáticas, física y mecánica, recibida en
el reputado Instituto Politécnico de Gratz
(Austria).
Edison le prometió al inmigrante croata un jugoso aumento de sueldo si mejoraba la tecnología de la corriente continua.
El empleado cumplió su parte, no así su
empleador. Indignado, el técnico le acusó de
haberle robado sus ideas y patentado varios
de sus hallazgos con su nombre (práctica
habitual en Edison, al parecer). A renglón
seguido, montó su propio laboratorio y se
puso a desarrollar sus propias líneas de
investigación. Partiendo de la experiencia
adquirida en la General Electric de Edison,
diseñó un original sistema de transmisión:
la corriente alterna (AC). En ella el voltaje
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r Tesla, fotografiado en 1899 en su laboratoro de Colorado Springs, sentado junto a un transformador en funcionamiento.
y la corriente fluyen alternativamente entre
dos polos —positivo y negativo— a una frecuencia de 60 veces por segundo, siguiendo una pauta senoidal.
Completaban el dispositivo un generador
específico de corriente alterna y un transformador. Mediante este último el voltaje de
una señal alterna se podía aumentar y trasmitir a grandes distancias a través de finos
cables de cobre. Otro transformador colocado
en los postes del tendido eléctrico se encargaba de reducir a 220 voltios la tensión para
los hogares. Ya no sería necesario construir
centrales eléctricas en cada barriada.
Un sistema de transmisión eléctrica de
poco serviría si no hubiesen dispositivos
adaptados a él, de manera que Tesla procedió a idear los correspondientes motores
para los aparatos domésticos. Ese paso hoy
nos parece obvio, pero en aquel entonces
los científicos no lo creían factible; de ahí que
muchos viesen en la corriente alterna un
callejón sin salida. Si la corriente revierte de
dirección 60 veces por segundo, razonaban,
el motor se moverá atrás y adelante sin llegar a ninguna parte. Pero no contaban con
las ingeniosas soluciones de Tesla.
Una vez superados los diversos impedimentos, el inventor croata patentó la corriente alterna y negoció un provechoso contrato con un empresario de Pittsburg, George
Westinghouse, en virtud del cual recibiría 2,5
dólares por cada caballo de potencia comercializado a través de la tecnología AC. Enseguida los ingresos por derechos comenzaron a fluir y el inventor pudo montarse un
laboratorio mejor equipado y encarar nuevos experimentos.
La invención de Tesla superaba en todos
los aspectos a la corriente continua, a la
que amenazaba con desbancar. Edison tenía
plena conciencia del reto al que se enfrentaba, pero no estaba dispuesto a rendirse:
había invertido mucho dinero en su sistema. De inmediato estalló una guerra comercial a gran escala. Se hallaba en juego el
futuro industrial de Estados Unidos y se disputaba si la tecnología que garantizaría su
suministro eléctrico sería la corriente continua de General Electric o la alterna de
Westinghouse.
r
La guerra de las corrientes. De entra-
da, Edison intentó demostrar que la alterna entrañaba mucho más peligro que la
continua y que el alto voltaje resultaba
demasiado arriesgado para su uso urbano.
George Westinghouse recuerda que su
adversario contrató a “un profesor llamado Harold Brown para que electrocutase
perros y caballos viejos sobre un escenario,
y mostrase a las audiencias los peligros de
la corriente alterna”. Por si eso fuera poco,
sus secuaces empapelaron Nueva York con
carteles en los que se leía “¡Cuidado!” en
grandes letras y donde se advertía del riesgo de ser Westinghoused, como denominaban a la electrocución.
La campaña de descrédito llegó al extremo de mostrar cómo la electricidad de alto
voltaje podía matar seres humanos. Sibilinamente, Edison convenció a las autoridades
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Del sónar al ‘rayo de la muerte’
La vida y obra de Tesla son prodigiosas, tanto por las inven-
Venus alentó las lucubraciones sobre la existencia de inteli-
ciones realizadas como por las que no se materializaron.
gencias extraterrestres (hoy sabemos que simplemente había
Además de adelantarse en cuatro décadas al uso de tubos
captado las señales radioastronómicas de estrellas remotas).
fluorescentes, diseñó la primera central hidroeléctrica
El rayo de la muerte que dijo haber perfeccionado poco
(emplazada en las cataratas del Niágara), patentó el velocí-
antes de su fallecimiento ha tenido intrigados a los expertos
metro de coches, el radar, el microscopio electrónico, el horno
durante medio siglo. La desaparición de sus papeles tras su
microondas, el encendido de los automóviles y el primer
fallecimiento ahondó el enigma, dando pie al rumor de que,
modelo de mando a distancia. En su laboratorio de Manhattan
a través de un familiar, habían caído en manos del gobierno
el científico construyó un oscilador con el que determinó con
comunista de Yugoslavia. La renovada obsesión por las armas
precisión las frecuencias de resonancia terrestre 60 años
de rayos (como el escudo antimisiles perseguido por el Pentá-
antes de que los geólogos alcanzasen datos similares. Poste-
gono) disparó las especulaciones acerca de cuánto se aproxi-
riormente envió ondas de energía al interior del planeta
mó Tesla a esa meta. Hay quien piensa que no pasó del esta-
logrando que retornasen a la superficie, sentando de tal
dio conjetural, y hay quien sospecha que pudo haber
manera las bases teóricas de las actuales estaciones sísmicas.
solventado teóricamente los obstáculos que bloquean el
En la Primera Guerra Mundial, propuso utilizar ondas de
desarrollo de ese armamento.
energía para detectar a los submarinos alemanes, pero Edi-
Posiblemente las sorpresas no acaben ahí. El interés por la
son (¡otra vez!) logró desacreditar su sugerencia y el sónar
figura de Tesla ha llevado a los especialistas a desempolvar
debió esperar hasta la siguiente guerra para ser inventado.
sus teorías e hipótesis sobre los más variados fenómenos rela-
Tesla tenía una faceta fantasiosa. Su sensacional anuncio
de haber recibido señales de radio procedentes de Marte y
cionados con el electromagnetismo, dando motivo a pensar
que el legado del sabio croata dista de haberse agotado.
r Vista de la feria mundial de Chicago de 1892, que fue iluminada con la corriente alterna de Tesla.
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e
r l
del Estado de Nueva York de la conveniencia
de modernizar la pena de muerte, trocando
la tradicional horca por un invento suyo, la
silla eléctrica, con el argumento de su mayor
humanidad. Las autoridades atendieron su
propuesta y el 6 de agosto de 1890 un convicto por asesinato fue electrocutado en la prisión de Auburn, ofreciendo “un espantoso
espectáculo, mucho peor que el ahorcamiento”, según expresó un testigo. En la ejecución se utilizó un generador Westinghouse, recomendado por Edison con el artero
propósito de enfatizar la peligrosidad de la
corriente alterna. A favor del Mago de Menlo Park cabe decir que su proceder era el habitual entre los llamados robber barons, magnates de la industria que amasaron
impresionantes imperios en el siglo XIX,
rozando con frecuencia la ilegalidad.
Tesla pasó al contraataque; el terreno
elegido para el duelo fue la feria mundial de
Chicago de 1892. La primera victoria se la
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la quiebra. Tesla pudo haberse desentendido
de los apuros de su socio explotando la patente con otras empresas, pero como tenía la
ambición de proveer energía barata al mundo, se conformó con rescindir el contrato y
ceder sus derechos por una cantidad infinitamente menor a la que hubiera obtenido por
las patentes internacionales de la corriente
alterna.
r Tesla, en su laboratorio de Nueva York.
apuntó cuando la Westinghouse Corporation le arrebató a la General Electric la concesión para iluminar la que sería la primera feria electrificada. En ese éxito influyó
decisivamente lo ajustado de su presupuesto, gracias a los ahorros que suponía la
menor cantidad de cables de cobre requeridos por la corriente alterna.
El día de la inauguración, el entonces presidente de Estados Unidos, Grover Cleveland,
pulsó un botón y 100.000 lámparas incandescentes iluminaron el recinto ferial. Pronto trascendió que el genio activo detrás de la
Ciudad de la Luz era Tesla, con el inestimable
apoyo de los generadores de Westinghouse. En
el Gran Salón de la Electricidad el inventor
exhibió con orgullo su sistema polifásico de
transmisión y generación de corriente alterna, rodeado de tubos fluorescentes con los
nombres de científicos famosos: los primeros
letreros de neón presentados al público. Y
remató la faena un número espectacular:
para demostrar la inocuidad de la corriente
alterna cogió una bombilla en cada mano y
se hizo pasar electricidad a través de su propio cuerpo para iluminar ambas lámparas, sin
sufrir por ello el mínimo daño.
Los 27 millones de visitantes salieron
de la feria con una idea clara: la corriente
alterna era la energía del futuro. En los
años inmediatos, la demanda por artefactos adaptados a la corriente alterna trepó
hasta representar el 80 % del total de las
ventas de aparatos eléctricos en Estados
Unidos. Pese a la publicidad adversa, las ventajas de la corriente alterna se hicieron
evidentes a todos.
Paradójicamente, la floreciente situación
puso a la Westinghouse al borde de morir de
éxito. Empujados por las ventas, los derechos adeudados a Tesla superaron el millón
de dólares y la compañía entró en crisis
financiera. De hecho, haber seguido cumpliendo con lo pactado, la hubiera llevado a
r Un final sin pena ni gloria. En su larga vida Tesla registró más de 800 patentes,
y habría superado el récord de Edison de
haber contado con suficiente respaldo financiero. Desprovisto de capital, se tuvo que
resignar a confinar sus numerosos proyectos a los cuadernos de notas que llenaba sin
cesar, hasta que en 1943 le sorprendió la
muerte a la edad de 86 años. Aunque la campaña de desprestigio desatada por su archirrival no pudo impedir la implantación de
la corriente alterna, sí consiguió prácticamente borrar su nombre de la historia de la
tecnología, una injusticia que los historiadores han comenzando a subsanar.
¿Qué moraleja nos deja este final sin
pena ni gloria? ¿Qué lecciones sacar del
contraste entre el brillante visionario y el
genio práctico con instinto comercial? A
bote pronto, destacamos las siguientes: la
primera es que la originalidad no basta; la
sociedad contemporánea solo recompensa
a quien sabe plasmar ideas originales en
productos útiles. En segundo lugar, parece evidente que el entorno socioeconómico donde transcurrió esta historia permitía que personalidades carismáticas y
armadas con una hábil política de patentes asociaran su imagen a invenciones y descubrimientos de sus colaboradores. Y la
tercera, y quizás la más decisiva: en una época en la que prima la investigación industrial, inventores solitarios como Nikolai
Tesla llevan las de perder.
l
Pablo Francescutti es periodista y profesor de la Universidad Rey Juan Carlos.
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