DOCTOR SAFFRAY 61 riendo aumentar las dificultades de los mISIOneros e impedir a los indios que la comprendiesen, consiguió inducir a los indígenas a que inventaran un gran número de idiomas, ayudándoles en la tarea con. el ingenio que se le conoce." Queden los lingiiista¡,; advertidos; la historia de la torre de Babel no es aplicable al lluevo eontinente. VI LA ISLA :MARGARITA.-LOS :\101\'08 ,\LTLLAIJORE8.-EL DE PAL!\n~rL\ y LA COL PAL.MIS'j'A.-DESENGA· ÑO ACEROA 1m LOS COCOTEROS.--LAS ISLAS FI,OTANTES.--LA TIERRA DE LAS MAHIPOSAS.--EL MARFIL YEGETAL.-EL CEDRO.--DIVERSOS MODOS DE CAZAR EL CAIMAN.--LLFlGADA A l\'ARFJ.-SU 81TFAOION, COMERCIO y HABITANTER. 1'1:'\0 Acabamos de costear una isla encantadora, verdadera perla que 110 se puede menos de admirar entre todas las riquezas de esta naturaleza espléndida: diríase que es un jardíll creado bajo la inspiración de un }Joeta. Numero::ms casas ele bambú, tan limpias como bien construídas, están diseminadas en la orilla del río y el! el interior; cada vivienda tiene su verjel, poblado de limoneros, de naranjos y de pequeños cedros, cuyas flores odoríferas perfuman el aire en toda estación; al lado se extienden un pequeño campo de cañas de azúcar, otro de maíz y un plantío de bananos, y varias palmeras ostentan acá y allá sus cmpinadas coronas. Al rededor de las casetas abundan las flores, formando vistosas guirnaldas; dc trecho en trecho, varios 62 VIAJE A NUEVA GRANADA bosqueeiHos de árboles seculares, respetados por ei hacha, constituyen sobre el río un gracioso arco de verdura, bajo el cual descansan en sus piraguas los pescadores, cuyo monótono canto rontrasta ron el rumor de laR aguas. La isla está principalmente habitada por mestizos. LilE! lllujere¡.; so distinguen por su belleza, y sobre todo }Jor una gracia que realza sus encantos. Es preciso verlas por la mañana, cuando bajan por grupos a la orilla del río para llenar de agua sus cántaros de arcilla; su falda de indiana, algo corta, y adornada de un volante, permite ver un pie diminuto que envidiarían llUcstras bellas; el busto, bien formado y flexible, sólo está cubierto por una camiseta escotada, guarnecida también de un volante; las mangas, que apenas llegan al codo, dejan ver los brazos desnudos, perfeetamente modelados. Algunas llevan su negro y abundante cabello dispuesto en trenzas que caen sobre los hombros; otras le recogen con un gran peine de concha; largos pendientes y un collar de oro constituyen todo su adorno. Llegada la ta rde se oyen por todas partes voces argentinas y los acordes de la guitarra; acaso no haya en el mundo un rincón de tierra donde el hombre haya sabido mejor armonizarse con la naturaleza para vivir según sus deseos, y disfrutar de todos los dones de aquélla. Pero ya abandonamos la isla feliz, para seguir avanzando por el gran río; llega la tarde, el sol desaparecerá bien pronto en el horizonte; por la parte de poniente, varias nubes sonrosadas, rojaR y purpurinas, se destacan sobre un fondo anaranjado, que se degrada al pasar por el amarillo, mien- DOCTOR SAFFRAY tras que el cenit presenta todavía un precioso color azul. Poco a poco se debilitan las tintas, el rosa se cambia en lila, el rojo en violado )T las nubes de púrpura adquieren un color gris azul franjeado de oro. Algunos minutos más, y la sombra habrá invadido esa parte del cielo, pero en la opuesta del horizonte aparece como una nueva aurora; el disco de la luna sube con lentitud, grande, plateado, difundiendo débil su claridad; un largo cono luminoso se extiende sobre la superficie del río y ensánchase con la marcha rápida del astro, que bien pronto es reflejado por las aguas, simulando éstas entonces un inmenso espejo de plata. La verdura reviste un tinte azulado, las luces luchan con opacas sombras, y pequeñas nubes blancas, ligeras como el brazo del cisne, deslízanse sobre el fondo de un cielo tachonado de estrellas. i Qué hermosas son estas noches! i Cuán diferente es aquí el reposo de la naturaleza si se compara con el que observamos en Europa! En vez de las tinieblas, del frío y del silencio que recuerda la muerte, contémplase aquí un cielo radiante de claridades; la brisa es tibia, por doquiera se aspiran perfumados efluvios y los cantos meliodiosos y los rumores del bosque nos anuncian siempre la vida. La cigarra lanza su grito agudo; el cucarachero (Regu,lus) modula gamas cromáticas; la nutria deja oír a intervelos su grito de llamadn; en el bosque resuena el siniestro rugido <lel tigre; el perezoso repite de minuto a minuto su queja, semejanto al llanto de un niño; el cocodrilo que reposa en la playa choca ruidosamente sus mandíbulas, y en la espesura se oyen las roneas voees <lE'los monos au- VIAJE A NUEVA GRANADA. Hadores, que a cierta distancia simulan el lejano fragor del trueno. Estos cuadrumanos, que pertenecen a la familia de los Aluates, son unos singulares animales. La naturaleza quiso hacerlos músicos y les conformó la glotis a manera de tambor huesoso, muy desarrollado, lo cual les permite producir una voz de bajo cavernosa. Su talla es la de unos tres pies, están cubiertos de pelo de color pardo rojizo, la cola es prensil y su cnra de azul negruzco, adornada de una especie de larga barba. El ángulo facial mide unos treinta grados. Son por lo general muy sociables, y forman numerosas tribus, pero distan mucho de tener ese alegre carácter que distingue a las especies más pequeñas. les un hecho reconocido que cuanto más semejanza ofrece el mono con el hombre, mayor es su gravedad. Los aulladores del Magdalena pertenecen a la especie llamada Simia Bel-zebuth. El jefe de la tribu emite a veces un gruñido particular, que repiten en coro los demás, hecho en el que reconocen algunos cierta semejanza con los responsorios de las letanías, o con ese murmullo monótono que se oye en algunas casas cuando se reza el rosario. Sucede también a mcnudo que todos los monos de la tribu, particularmente en los momentos de expan· sión, lanzan a la vez un gruñido prolongado. He tenido ocasión de ver en la isla Margarita dos cosas muy elogiadas por los viajeros: el vino de palmera y la col palmista. Para obtener el vino sc corta una palmera real y se practica en el tronco, por debajo del nacimiento de las frondas y de los espatos florales, una canal de treinta y cinco o cuarenta centímetros de DOCTOR SAFFRAY 65 largo, por diez a catorce de ancho. Como la subida de la savia continúa la excavación, se llena lentamente de un sabor ligeramente vinoso, líquido que se recoge durante quince o diez y ocho días. La savia, al principio muy dulce, va siendo cada vez más alcohólica, y luégo comienza la fermentación acética. Un árbol vigoroso puede producir unas veinte botellas de este licor, y hasta un poco más, si se tiene cuidado de quemar las hojas y los peciolos, para impedir que absorban en provecho suyo una parte de la savia ascendente. El corazón de palmera, compuesto de hojas no desarrolladas, blancas y tiernas, constituye una legumbre insípida y poco nutritiva, que exige la intervención de los condimentos. El uso de la col palmista y del vino de palmera es incompatible con las más sencillas nociones de la cultura y de la civilización; pero afortunadamente, los naturales del Magdalena no consideran una cosa y otra sino como golosinas, y no se permiten tomarlas sino en circunstancias excepcionales. En efecto, sería bárbaro sacrificar por tan mínimos productos un árbol que cuenta al menos treinta años, el más hermoso oruamente de los verjeles, y que puede dar fruto durante már,;de medio siglo. Obligado a reducir a lar,;dimensiones y a los colores de la realidad mis ideas respecto a esta palmera, no puedo menos de proceder del mismo modo con el cocotero, acerca del cual se ha incurrido en no poca exageración en las descripciones. ¡, Quién no se admirará al leer que el cocotero satisface todas las necesidades del hombre, proporcionándole abundantes materias para hacer su vivienda, un alimento sabroso, una bebida deliciosa, aceite para 66 VIAJE A NUEVA GRANADA la luz, ropas ya tejidas, vajilla, aparatos de caza y pesca, remedios, y, por último, todo cuanto puede desear un sabio para vivir según las leyes de la simple naturaleza ~ Bernardino de S¡¡int Pi erre no ha contribuído poco a popularizar estas poéticas descripciones, demasiado seductoras para que se deje de reproducirlas siempre en los libros de los niños, y aun en los que se pretende vulgari7.ar la CIenCIa. El cocotero comienz:n a dar fruto a los veinte años; continúa creciendo hasta In ed¡1l1de un siglo, y entonces alcanza a la altura de ochenta a cicn pies. Cuando es joven, el tronco está rodeado, así como la base de las hojas, ele una especie de borra áspera y gruesa, que en rigor podría emplearse para calafatear, y hasta para tejer cuerdas; pero en cuanto a confeccionar ropns, compnde7.co a los pobres salvajes que est(:n condenados a llevar semejantes cilicios. Sin duda piensan ellos del mismo modo, puesto que prefieren cubrirse con una capa de grasa o de pintura. Los frutos verdes del C0cotero contienen, cuando son bastante tiernos para poderse cortar con el machete, un agua ácida, fresca y muy agradable, pero que, según dicen, ocasiona fiebres intermitentes si no se tiene cuidado de añadir un poco de coñac. Cuando llegan a su completa madurez, sólo se encuentra una escasa cantidad de agua. Aunque se tenga la mejor voluntad del mundo, no se puede considerar como un alimento la almendra coriácea que reviste las paredes de la nuez, y el estómago más robusto no resistiría más que una ppqueña cantidad. Esta almendra puede proc1ucir, en efecto, algún aceite, mas parn ello ('8 indispPllsahlr DOCTOR SAFFRAY 67 apelar a procedimientos industriales que no se hallan e11 modo alguno al alcance de los hombres primitivos. Si se corta con la extremidad de un espato el cocotero en el momento en que debe abrirse para que snlgan las flores, vierte durante algunos días VillOde palmera; pero entonces abortan las flores, y se cnrece del beneficio de los frutos, sin contar que es un penoso ejercicio de ctlcaña. subir a recoger este líquido de lujo. El indígena puede excusarse de tal trabajo si espera a que se desprendan los frutos, pero ha de evitar que le toquen semejantes proyeetiles en su caída, pues no confirmarían lo que se diee en la fábula de la bellota y la calabaza. UllH de las virtudes menos contestables de esta pahllcrn tall elogiada es la propiedad febrífuga de sus raíces. Por lo demás, la datilera es muy superior, y da productos en mayor número y más útiles, aunque también hay un poco de exageración en el proverbio persa, que diee: "I.Jos productos de la palmera son tan numerosos como los días del año." Por lenta que sea la navegación en el Magdalena, aún sc quisiera ir más despacio, a fin de disfrutar mejor de las bellezas del paisaje, cuyo aspecto cambia de continuo. A cada hora se experimentan lluevas scnsaciones; a cada vuelta del río se recibe una sorpresa. Unas veces se costea por una alta orilla, cortada a pico, cubierta de una cortina impenetrable de bosques, que aparecen como suspendidos sobre el río; y otras se toca en algún fondo de arena, donde la embarcación permanece algún tiempo inmóvil. Aquí es pl'eeiso luchar contra una corriente rápida; más allá deben evitarse los troncos que interceptan el paso. Hay ocasiones en que después de 68 VIAJE A NUEVA GRANADA una noche de tempestad se ven flotar sobre el agua, cubierta de limo, pedazos arrancados de las orillas, grandes árboles, y raíces llenas de yerba. Nada más pintoresco e imprevisto que aquellas islas flotantes de follajes variados, de ramas cubiertas de plantas parásitas, y donde aún se ostentan las flores. Las garzas blancas, las espátulas y las garzotas se posan allí lanzando alegres gritos; y cuando se pasa cerca de ellas, parece que os saludan agitando un momento las alas: todo este conjunto parece realmente una decoración fantástica. Más lejos nos rodea una nube de mariposas de color pardo, con manchas verdes tornasoladas de azul, ocupando un espacio que se pierde de vista; son cidimones, que pululan de continuo en aquella orilla, la cual se ha designado por esta circunstancia con el nombre de Tierra de mariposas. Se pueden recoger al paso las suficientes para enriquecer todas las colecciones del mundo. Nuestra piragua, conducida por dos negros, lleva cargamento de granos del Phitelephas macrocarpa, que las gentes del país llaman tagua. La planta ofrece el aspecto de un joven cocotero; el fruto, del grandor de un melón, se desprende cuando está maduro; los pécaris y los monos, que son muy aficionados a él, se comen la pulpa, dejando en el suelo las numerosas semillas, del tamaño de pequeñas manzanas, protegidas por una cubierta de color pardo gris, esponjosa y frágil. La almendra consiste en una sustancia albuminoide, córnea, traslúcida, de color blanco amarillento, y fácil de cortar con el cuchillo cuando está fresca, pero que adquiere al secarse una dureza suficiente para que se pueda trabajar a torno como el marfil, al que se DOCTOR SAFFRAY 69 asemeja por su aspecto. Esta semilla es la conocida en el comercio con el nombre de marfil vegetal. Con él se fabrican cajas, puños de bastón y otros pequeños artículos; los indios de Pasto hacen preciosas figuritas. El marfil vegetal es muy abundante en las orillas del Magdalena y del Atrato; pero es tal la apatía de los habitantes, que dejan perder la mayor parte de este producto natural de los bosques. Después de haber saltado en tierra, no lejos de la desembocadura del río Ocaña, tuve oportunidad de ver en plena floración un arbusto célebre en todo el país por las propiedades medicinales de sus cotiledones: es el cedrón (Simaba cedron), de la familia de las simarubeas. Sabiendo que esta especie no estaba figurada en ninguna parte de un modo satisfactorio, hice un dibujo tan exacto como era posible, y estudié luégo las propiedades del vegetal. El cedrón tiene el aspecto de la palmera: su tronco, lllUY recto, presenta en la cima grandes hojas pinnadas; las flores forman panículos, y están provistas de cinco pétalos muy angostos, de color blanco mate interiormente y pardo por fuera, con una ligera pelusa. El fruto es un drupo del tamaño de un huevo de oca, solitario por efecto del abortamiento de uno o varios earpelos, cuyo lugar queda indicado por una depresión; el endocarpo es duro y leñoso; en el centro de una cubierta insípida hay dos cotiledones unidos, que llaman vulgarmente nueces de cedrón. y en ellos residen las virtudes de la planta. En 1828, varios indios llevaron la planta por primera vez a Cartagena, anunciando que el uso del polvo de sus almendras curaba infaliblemente a las personas o animales mordidos por las serpientes 70 VIAJE A NUEVA GRANADA más venenosas. Y a fin de probar su aserto, aquellos indios, efectivamente, curaron a varios animales mordidos por los reptiles más temibles del país. No contentos con esta prueba, la repitieron en sí mismos, y gracias al poderoso contraveneno, no experimentaron ninguna consecuencia desagradable. Estas pruebas parecieron tan concluyentes, que se compraron por un doblón cada una (unas ochenta y tres pesetas) cuantas semillas se pudieron adqUIrIr. Para emplear este remedio se raspan cinco o seis semillas en una cucharada de aguardiente, y se da esta bebida al enfermo; después se empapa un paño en el mismo líquido, aplicándole sobre la herida, y rara vez es necesario apelar a una nueva dosis. He tenido varias veces ocasión de reconocer las virtudes de la planta, después de haberme asegurado de la presencia de los colmillos venenosos en las serpientes que habían producido la herida, y sabiendo por experiencia que varias de ellas ocasionaban la muerte de la víctima en algunas heras. Todas las personas a quienes yo administré a tiempo la medicina se salvaron, y la convalecencia fue relativamente corta. He querido asegurarme también de las ,propiedades tónicas y febrífugas por las que merece tántos elogios dicho vegetal en el paí; y pude reconocer que producen los mejores resultados para combatir las enfermedades escrofulosas y de la clorosis; pero es sobre todo notable para el tratamiento de las fiebres intermitentes nerviosas, en el que obtuve resultados asombrosos. En este país de tierras cálidas y húmedas, el cedrón es mucho más DOCTOR SAFFRAY 71 eficaz que la quinina: cura radicalmente y no ocasiona ninguna perturbación en el organismo. Después de haber hecho toda clase de pruebas en las más diversas condiciones, no vacilo en creer que el cedrón está llamado a ocupar un lugar preferente en nuestras farmacopeas, como tónico y febrífugo; mas para ésto es preciso que varias personas competentes practiquen repetidos experimentos en diversas latitudes y climas. Más tarde, el cultivo de esta preciosa planta llegará a ser una fuente de fácil riqueza para los habitantes de las orillas del Magdalena. Convendría que una asociación científica enviara a varios de sus individuos a aquellos parajes para estudiar el cedrón, dando el programa de los experimentos que deben hacerse. Por otra parte, los bosques de quinina se van agotando y todo el mundo está de acuerdo en la insuficiencia de aquélla para combatir las fiebres de los países cálidos, reconociendo asímismo las funestas consecuencias que produce el empleo de grandes dosis. 1m cedrón puede sustituír a la quinina con gran ventaja: en vez de destruír el árbol para obtener lo que se desea, se cosecharían los frutos en cada estación, pudiéndose así adquirir a bajo precio. Aquí hay una conquista que hacer para el alivio de la humanidad, y es de esperar que nuestro país tome la feliz iniciativa. Una de las cosas más notables en el Magdalena es la abundancia de caimanes; podría hacerse explotación fructuosa con su piel, el marfil de sus dientes, y hasta el cuerpo mismo, convertido en una especie de guano. Cuando el sol está en el cenit y abrasa la atmósfera: cuando los habitantes del bosque huscan si- 72 VIAJE A NUEVA GRANADA lencicsos la espesura para encontrar la sombra más fresca; cuando no se oye canto alguno ni el más leve rumor, sólo el monstruoso caimán, tendido sobre la ardiente arena de la playa, y abriendo su boca enorme, se entretiene en tragar miles de moscones, y produce por el choque de sus mandíbulas formidables, un ruido seco y estridente. Es la hora en que el negro, avanzando con ese perezoso paso que le es característico, baja hacia el río para sumergirse en las tibias ondas, que no pueden refrescar sus miembros. Apenas le divisa el caimán, pone en movimiento, lenta y pesadamente, su disforme masa, y arrastrándose sobre la arena, introdúcese en su elemento favorito con la esperanza de apoderarse de una presa. Si el negro no está armado, evita la persecución del monstruo, porque estos dos seres tan perezosos, mementos antes, adquieren de pronto una asombrosa agilidad, el uno por hallarse en el momento más conforme a su naturaleza, el otro obedeciendo al instinto de propia conservación. Pero si el negro lleva su afilado cuchillo, espera a su adversario, que avanza sobre él en línea recta; el hombre se sumerge, da una vuelta rápidamente y aparece de nuevo en la superficie, en el punto mismo de donde partió el reptil. Estos no son más que los preludios de la lucha: repitiendo la misma maniobra varias veces, el negro acaba por atontar al monstruo, le fatiga, observa sus movimientos, y prepárase al ataque. ¿Pero qué herida podrá inferir en aquel cuerpo escamoso, sobre el cual se aplastan o resbalan las balas de una carabina f El hombre sabe que hay un punto débil en la coraza de su enemigo, y que descargando el golpe debajo de la espaldilla, puede causar una herida DOCTOR SAFFRAY 73 mortal. Por esto hace cuanto es posible para. aturdir a su enemigo, ejecutando rápidos movimientos y evoluciones imprevistas; después permanece casi inmóvil, cual si estuviera cansado de la lucha y deja que el animal recobre ánimo. Cuando más ardiente es su persecución, y en el momento en que el monstruo, cerca ya, abre sus enormes mandíbulas, sumérgese de nuevo y vuelve a subir de pronto, cuando el anfibio, llevado de su ímpetu, pasa por encima de la cabeza del negro. Entonces le descarga un golpe con segura mano; el agua se enrojece al rededor del hombre y del animal; y hé aquí el momento en que la lucha ofrece un carácter más encarnizado y terrible, pues el caimán herido, furioso por el dolor, se lanza contra su antagonista, acósale de cerca, le sigue en sus rápidos giros, se sumerge, vuelve a salir a la superficie, y conociendo que llega su última hora, quiere por lo menos vengarse. Sin embargo, las fuerzas del saurio se agotan; poco a poco adquiere su cuerpo cierta rigidez; el hombre aprovecha uno de estos instantes para descargarle una nueva cuchillada, y bien pronto arrastra la corriente el cadáver inmundo, mientras que el negro, tranquilo e indiferente, cual si no hubiese hecho nada, se vuelve a sentar a la sombra de sus bananos. Cuando un caimán está cebado, según dicen en el país, es decir, cuando tiene la costumbre de asechar en las inmediaciones de una cabaña, el propietario de ésta procura desembarazarse de su enemigo por un medio que exige tanta sangre fría como valor. Coge un pedazo de madera dura de unos treinta centímetros de largo por ocho o nueve de grueso; le aguza en ambas extremidades, y deja al 74 VIAJE A NUEVA GRANADA rededor de la parte afilada un reborde de algunos centímetros. Apenas divisa al monstruo, restrea suavemente en dirección a él, coge el madero puntiagudo con la mano derecha, apóyase sobre las rodillas y la mano izquierda, y alarga su brazo derecho al reptil cual si le ofreciese una presa. El caimán abre la boca, vuelve a cerrarla con fuerza, y al sentir sus mandíbulas clavadas, lánzase presuroso en el río. Pero el hombre no le suelta por eso, déjase llevar por el reptil; una vez en el agua, este último no osa remontar a la superficie, y tarda poco en morir asfixiado. Empléase otro método muy curioso para cazar el caimán: varios negros se emboscan, provistos de fuertes cuerdas con nudo corredizo; cuando encuentran a uno de estos animales durmiendo, uno de los cazadores se acerca y le rasca suavemente la garganta; el animal, sin abrir los ojos, mueve la cabeza y quiere continuar su sueiio; pero el negro aprovecha el instante para pasarle un nudo corredizo; sus compañeros tiran eon todas sus fuerzas, y cuando el caimán está ya lejos del agua le matan a lanzadas. Después de navegar en el espacio de unas cien leguas, me fue preciso despedirme del Magdalena. He pasado dos días en la pequeña ciudad de Nare, a orillas del río, mientras me preparaban una embarcación para remontar el río de aquel nombre, que baja de las mesetas del Estado de Antioquia. Apenas habrá en Nare dos mil habitantes, entre negros y mestizos: aquél es el depósito comercial más importante del Estado de Antioquia, del cual nos ocuparemos luégo con minuciosidad. En cuanto a su propio tráfico, se reduce a la venta de esterillas, de hamacas y un poco de cacao. El clima de DOCTOR SAFFRAY 75 Nare se considera con razón como malsano; casi todos los naturales son víctimas de las fiebres in· terminentes. Sólo el afán del lucro retiene allí a varios comerciantes, que se hacen pagar bien caros sus servicios, y ejercen el monopolio en el tráfico. Nare deja un mal recuerdo en los viajeros: el calor es sofocante; los mosquitos lo infestan todo; el alimento es muy malo; los agentes tres veces ladrones, y sobre todo esto, las fiebres. Hé aquí qué espera en aquella población al viajero; y esto explica por qué se apresuran todos a comprar, por un precio enorme, una piragua y las provisiones indispensables para continuar el camino. VII DE NARE A MEDELLIN NAVEGAOION POR EL RIO NARE.-LA BODEGA DE SAN cmSTOBAL.-CAMINOS DE LAS CORDILLERAS.-MEDIOS DE TRANSPORTE.-LOS TAMBOS.-ARQUEOLOGIA DE NUEVA GRANADA.-LA NATURALEZA EN LOS ANDES.-MARINILLA.-RI:&AS DE GALLOS.-DE RIO· NEGRO A MEDELLIN.-VISTA DE LA CIMA DE LA MONTAÑA DE SANTA ELENA. Ocho hombres y una piragua conducen por el río Nare mi gran piragua descubierta. A lo grandioso ha sucedido lo pintoresco; ya no hay vastos horizontes, ni paisajes que se pierdan de vista, ni playas cubiertas de caimanes, ni jóvenes islas pobladas de aves. Un río poco ancho, encajonado entre montañas que forman gradería, sigue su curso tortuoso, y a cada recodo cambia de aspecto: no hay pueblos ni viviendas en las orillas; la naturaleza parece haberse recogido en sí misma.