DEFENSA A ULTRANZA

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Inauguración de la Columna de Independencia, 1910. Foto: Aurelio Escobar Castellanos
ron “en una fuerte, pacífica y equilibrada nación que paga sus deudas
y progresa”.
¡Lo que hubiera sido la biografía
del oaxaqueño en manos del autor
de Los tres mosqueteros!, elementos para deleitarse con la idea
sobran; Díaz Mori encabezó dos golpes de estado, contribuyó a poner
punto final al gobierno de Antonio
López de Santa Anna, participó y
destacó en la Guerra de Reforma,
también defendió a la patria durante la intervención francesa de 1862.
Argumentos a su favor son la
prosperidad alcanzada por México
y su forma de reducir el ejercicio
de gobierno a un postulado: “poca
política y mucha administración”.
La inversión en infraestructura que
conectó a México al incrementar la
red ferroviaria de 460 kilómetros 19
mil kilómetros de vías. La llegada
de la banca al país, el impulso que
dio a la edificación de palacios: el de
Correos, Comunicaciones (hoy Museo Nacional) y el Teatro Nacional
(Bellas Artes).
Para conmemorar el centenario
del inicio de la lucha contra España,
el 16 de septiembre de 1910, Díaz
inauguró el Ángel de la Independencia. La obra se alzó sin problemas, inmune al nubarrón que estaba a poco más de un par de meses
de soltar una tromba que pondría
fin a los días del viejo régimen. El
gobierno porfirista había planificado y ejecutado mil 419 obras para
los festejos.
Empero, bajo su “mano de
hierro” tan alabada por Creelman,
aparece el nulo respeto a los derechos, la represión del descontento,
un villano de la historia nacional.
Aplastó la rebelión yaqui, más de 15
mil indios acabaron en plantaciones
del sur del país trabajando como
esclavos.
La Revolución comenzó con un
fraude electoral de Díaz a Madero.
Y es que en el porfiriato nunca faltaron las citas con las urnas.
DEFENSA A ULTRANZA
E
Francisco I. Madero llegando al Palacio Nacional, 1913.
Foto: Fototeca Nacional del INAH
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SIGLO NUE V O
n su carta de renuncia a la
presidencia del país, Porfirio
Díaz, de pocas palabras, orientado
hacia la acción a rajatabla, se mostró mesurado. Su deseo era que
una vez “calmadas las pasiones que
acompañan a toda Revolución, un
estudio más concienzudo y comprobado haga surgir en la conciencia
nacional un juicio correcto que me
permita morir llevando en el fondo
de mi alma una justa correspondencia de la estimación que en toda
mi vida he consagrado y consagraré a mis compatriotas”. Las pasiones, sin embargo, parecen no dar
tregua al político que un día le dijo
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