El Buda histórico y el Buda eterno Juan Masiá, 05-Julio-2011 Este es el título de la ponencia del Dr. Kotaró Suzuki, Director de la Sección Internacional de la Asociación Budista Kosei-kai, que el próximo 2 de agosto (martes, a las 9,30, Palacio de la Magdalena) presentará en el curso de teología de la UIMP, que coordina Juan Masiá, SJ. Entrevistamos sobre el tema de su ponencia al Dr.Suzuki. Extraído de: http://www.atrio.org/2011/07/el-buda-historico-y-el-buda-eterno/ Sr. Suzuki, ¿Qué es el Dharma? El Dharma es la expresión de la verdad que iluminó al Buda Shakamuni. Vida inmensa, sin forma, más allá de espacio y tiempo, vivificador incesante de todo. La fe percibe su presencia en todo. Observo una hierbecita entre las grietas del pavimento: ¿De dónde le vendrá la fuerza para abrirse paso entre el asfalto? El maestro Saigyo (1118-1190) versificó: “Palpo aquí una presencia latente / No sé quién es. / Pero brotan lágrimas de agradecimiento”. Esta experiencia se expresa orando. ¿Y qué es orar? Orar es elevar el corazón al Buda para escuchar la voz del Dharma. ¿Se refiere al Buda histórico, Shakamuni? Siddharta es el nombre propio y Gautama el apellido de Shakamuni, el sabio o muni del clan de los shaka, llamado el Buda, es decir, iluminado por el Dharma, Verdad de Vida ilimitada, que trasciende y llena todo. Se abrieron sus ojos ante el sufrimiento y buscó la liberación de la ceguera original. Lo expresó predicando las “cuatro verdades sublimes” y los “doce eslabones de la cadena causal”. En resumen: la insustancialidad -nada existe con individualidad independiente-, y la fugacidad -nada inmutable-. En la interconexión (enki) -todo relacionado con todo-, lo eterno, que hace cambiar todo, es una realidad última elusiva, sugerida en la noción de Dharma. ¿Cómo descubrió esto Shakamuni? Shakamuni, noble de familia rica, sale de palacio y tropieza con el sufrimiento: un anciano, un enfermo, un difunto y un asceta. Deja casa y familia para entrar por un camino ascético. Mendigando y ayunando, medita la fugacidad de la vida. Pero también en la ascesis hay autoengaño. Descubre la vía media: ni demasiada austeridad, ni comodidad, sino salir de la ignorancia. Bajo el tilo, medita toda la noche hasta que se abren sus ojos a la verdad. Atormentado por Mara, personificación tentadora, supera la prueba, alcanza la paz y se convierte en Buda. Pero no es el final del camino. Ha de ayudar a otras personas; es el tercer cambio en su vida: transmitir el Dharma. Sr. Suzuki, ¿dónde se encuentra a Buda? El misterio llamado Buda, Dios o lo Sagrado está en nuestro interior. Montes y ríos, valles y arroyos, todo es cuerpo de Buda, manifestación de su vida. ¿Lo llamaremos Buda, Dios, o Allah? El nombre no importa. ¿Cuál es la experiencia fundamental de Shakamuni? A Shakamuni le preocupaba librarse del sufrimiento original: vivir, envejecer, enfermar y morir. Liberado de la oscuridad radical (mumyo), descubre la relación de todo con todo y la necesidad de desatarse del deseo desorientado. ¿Cómo predicó Shakamuni este descubrimiento? Usó “recursos” para transmitirlo. Hasta nuestra manera de hablar de Buda empobrece su realidad. Por eso el Buda usa parábolas y “recursos salvíficos” (en japonés, hôben; en sanscrito, upaya) o maneras de exponer la doctrina, hablando a cada persona según pueda entender. Cualquier expresión de lo sagrado irá acompañada de negación. Hay que vaciarse del apego a sí mismo y a las imágenes con que nos referimos al Dharma. Consciente de la relatividad de todo, Shakamuni siente la necesidad de vaciarse y liberarse de convertir en absoluto lo que no lo es, comenzando por uno mismo. Pero esta Nada o Vacío budista no debe entenderse como nihilismo, ni como un ascetismo mortificador. Tampoco es una negación de la Realidad última. Shakamuni no negó el Brahman, aunque guardaba silencio ante las preguntas metafísicas. No todas las corrientes budistas lo explican del mismo modo, ¿verdad? En este punto contrasta la escuela Mahayana y la corriente tradicional Theravada. El budismo Mahayana insiste en la misericordia del Buda eterno y el camino de la compasión del bodisatva, que vive para los demás. El budismo Theravada acentúa la figura del arahat que, mediante el desapego, se libera del sufrimiento y de la cadena del renacer. Pero, incluso en éste, hubo algo semejante a la figura del bodisatva, que no se contenta con su propia salvación, sino vive para la salvación de los demás. Es famosa la frase del maestro al principiante: “Si te encuentras al Buda, mátalo, porque no es el Buda, sino la imagen que te has construido sobre él a partir de tu propio yo”. De la experiencia de gratuidad –ser salvado– surge el deseo de que se salven los demás, base de la vocación de reconciliar y pacificar, propia del bodisatva. En japonés, misericordia es jihi; cuyos caracteres corresponden, en sánscrito, a maitri (no agresividad, ternura) y karuna (benevolencia, compasión): abrazo universal integrador. Hay quienes desde Europa critican esta mentalidad como si fuese relativismo. Pero comprender y asumir así la pluralidad no es relativismo. En el mandala hay pluralidad, pero unificada; vinculadas pluralidad y unidad sobre el fondo del Vacío y la Nada, clave de la integración. En Occidente se malentiende el budismo interpretándolo como nihilismo o relativismo. Lo principal en el pensamiento de la Nada y el Vacío es vaciarse de sí, perderse para encontrarse. Desde Oriente puede parecer el cristianismo demasiado antropomórfico y, desde Occidente, el budismo puede dar la impresión de ser demasiado impersonal: dos extremos que deben complementarse Su fe, ¿se dirige al Buda histórico Shakamuni o al Buda eterno? Mi fe budista me hace hallar en todas las cosas al Buda eterno, una de cuyas manifestaciones históricas es el Buda Shakamuni. La escuela de Yogacara (s.IV-V, a.D) habla de la sima de la conciencia (araya), de donde brota el mal original. Pero hay un nivel más profundo, la bondad original: es el bushô o naturaleza búdica en nuestro interior, que nos capacita para la iluminación. Percatarse es ser iluminado y creer, lo que llaman los sutras “encender la luz del Dharma” En contexto cristiano me preguntarán por la relación entre Buda y Jesús. Shakamuni no es un dios, sino quien despertó a la iluminación. Nuestra estatua de Buda, a la vez que representa al Shakamuni histórico, remite al Buda eterno. Solo es una imagen, no hay que idolatrarla. Shakamuni se extinguió y entró en el nirvana definitivo. Por su imagen elevamos el corazón al Buda eterno invisible, fuente de toda vida, presente en nuestro interior. Está en nosotros, porque estamos en él. Se comprende así el desarrollo en la historia budista de la doctrina de “los tres cuerpos del Buda”. A saber: Nirmana-kaya, el cuerpo con que se manifiesta en este mundo. Sambhoga-kaya, el cuerpo glorificado de Shakamuni entrado en el Nirvana definitivo. Dharma-kaya, el cuerpo del Buda eterno. Notemos la relación del Vacío y la Nada con el Dharma. Reitero que no es nihilismo. Más que vacío, es vaciarse: liberarse de toda limitación, del apego a la individualidad y a lo efímero. Lo importante es la vivencia bajo esa expresión. Dialogando con teólogos católicos, los budistas podemos simpatizar mucho, pero cuesta admitir la unicidad de Jesús. Pensamos que puede haber otras manifestaciones del Dharma. En la tradición budista se habla de siete Budas y se dice que es rara la aparición de un Buda en este mundo. Shakamuni no es un dios encarnado. La iluminación le abrió a la verdad, que expresó en su lenguaje como el Dharma. A esa realidad última ¿la llamaremos Buda, Dios, Allah o… incógnita? El nombre es lo de menos. Lo que cuenta es la fe, pero sin que ninguna religión la monopolice.