SANCHO O LA ASCENSION Lic. Virginia de Fonseca Surge Sancho en el, mundo quijotesco cuando el hidalgo de la Mancha tanto le dice, tanto le persuade y tanto le promete que, movido por la esperanza de la recompensa, se hace escudero. Era vecino de don Quijote, labrador, hombre de bien, pobre y de muy poca sal en la mollera. Comienza el caballero alimentando la ambición de Sancho. No obstante, se trataba ya de la primera lección. Pues, ¿qué era Sancho Panza a partir de ese momento sino pupilo de la escuela de Caballería cuyo mestro era don Quijote? "Has de saber, amigo Sancho Panza, que fue costumbre muy usada de los caballeros andantes antiguos hacer gobernadores a sus escuderos, y yo tengo determinado que por mí no falte tan agradecida usanza; antes quiero aventajarme en ella; porque ellos algunas veces, y quizá las más, esperaban a que sus escuderos fueran viejos, y ya después de hartos de servir y de llevar malos días y peores noches, les daban algún valle o provincia de poco más o menos; pero si tú vives y yo vivo, bien podría ser que antes de seis días ganase yo tal reino, que tuviese otros a él aherentes, que viniesen de molde para coronarte por rey de uno de ellos. Y no lo tengas a mucho; que cosas y casos acontecen a los tales caballeros por modos nunca vistos ni pensados, que con facilidad te podría dar aún más de lo que prometo." (1) ¡Qué cerca estaba la prosperidad de Sancho! Movido por el afán de gozarla, fue recibiendo éstas y otras lecciones: ya por vía directa, cuando el amo hablaba con él; ya por la indirecta, cuando actuaba don Quijote o conversaba con otras personas. Supo entonces Sancho que en el mundo de la caballería todo está sujeto a mudanza: los encantadores pueden proteger o perseguir a un caballero, hacer de los castillos ventas, de los gigantes molinos, de los ejércitos cameros, de los secuestradores disciplinantes, del yelmo de Mambrino bacía de barbero, tanto como trocar el rostro de los vencidos. en amigos, todo para arrebatar la gloria del vencimiento. Comprobó que la caballería es una orden estrecha que está sujeta a peligros y aventuras; también pueden caer en desgracia; pero las heridas de las batallas honran, y don Quijote no hace sino sufrir lo que otros caballeros han pasado. Aprendió Sancho que si las desgracias son producto de encatamiento, no Aprendió Sancho que si las desgracias son producto de encantamiento, no puede el escudero auxiliar al amo en contra de otros caballeros, salvo que se trate de ataque canalla. Don quijote ha hecho su instrucción caballeresca por medio de las lecturas. Por ello, cada vez que el ejercicio de su profesión le plantea un problema, acude al testimonio de los libros: así el caballero no debe quejarse nunca de los padecimientos de su vida, pero como no dice nada en contrario en cuanto a los escuderos, Sancho podrá lamentarse cuando desee. No quitará el caballo a quien venciere su amo, pero sí los aparejos. El caballero andante jamás miente; está obligado a velar por la honra de las mujeres, a auxiliar a huérfanos, desvalidos y menesterosos. Debe saber de todo, ser valiente y enamorado. En la discusión con el canónigo de Toledo, Sancho oye cómo ataca aquél los libros de caballería y cómo los defiende su amo. Por la plática de don Quijote con Vivaldo aprende el escudero que la caballería nació en Bretaña, en la corte del rey Arturo, y que no hay caballero sin dama. Precisamente, para esalzarla más era gran honra que muchos caballeros la sirviesen, por ser ella quien es y sin esperar otro premio que se contentase con aceptarlos como sus caballeros. Sancho ha entendido bien, pues acota: como se debe amar a Nuestro Señor, sin esperanza de gloria o temor de pena. El escudero realiza su aprendizaje en dos etapas; comienza de tabula rasa. Como don Quijote nació para resucitar la Edad de Oro en la de Hierro, el criado nunca había oído nada de caballerías. El maestro expone su doctrina; el discípulo pregunta a cada paso qué es lícito o no dentro de aquellas órdenes. Tiene sus dudas y hasta sus 131 desfallecimientos. En más de una ocasión hasta quiere abandonar el honroso ejercicio. Don Quijote, buen maestro, estimula el interés del educando: reitera entonces su promesa de hacerlo gobernador; le hace ver que si el mal ha durado mucho, como no puede ser eterno, el bien ya está cerca. Y entremezclados con esta esperanza, van los otros aspectos de la doctrina. El discípulo, aunque de poca sal en la mollera al principio -así lo presenta Cervantes- comienza a dar pruebas de aprovechamiento. Cuando en la venta Maritornes pregunta qué es caballero aventurero, el buen hombre explica: "¿Tan nueva sois en el mundo que no lo sabéis vos? Pues sabed, hermana mía, que caballero aventurero es una cosa que en dos palabras se ve apaleado y emperador. Hoy está la más desdichada criatura del mundo y la más menesterosa, y mañana tendrá dos o tres coronas de reinos que dar a su escudero." (2) Esto último es lo que por ahora importa a Sancho. Poco a poco va creyendo todo lo que su amo dice, aunque a veces advierta: que no son gigantes, son molinos; no son ejércitos, son cameros; no son... ¡Basta! Sancho no sabe de achaques de caballería ni de sus mudanzas. Ya vendrá aventura venturosa en que don Quijote resulte emperador. La que tiene más probabilidades es la de la infanta Micomicona. Hasta aquí, Sancho sólo mira su interés personal Por ello quiere que don Quijote case con Micomicona, aunque se amancebe con Dulcinea; que no le dé por ser arzobispo. Su señor debe adoptar el camino por donde el criado llegue al gobierno prometido. ¡Ah, Sancho, Sancho, te falta aprender que don Quijote no traicionará nunca a Dulcinea, ni en la prosperidad ni en el infortunio, y que tú tampoco debes ofenderla! El episodio que cierra la primera etapa del aprendizaje de Sancho corresponde a la disputa con el barbero sobre la bacía y la albarda. Motejado de ladrón, Sancho se enfurece por semejante calificativo; da un mojicón a su adversario y le baña los dientes en sangre. Y añade: "Mentís; que yo no soy salteador de caminos; que en buena guerra ganó mi señor don Quijote estos despojos." (3) Se refería Sancho a la aventura del yelmo de Mambrino. "Don Quijote -prosigue Cervantes- ya estaba delante con mucho contento de ver cuán bien se defendía y ofendía su escudero, y túvole de allí en adelante por hombre de pro y propuso en su corazón de armarle caballero en la primera ocasión que se le ofreciese, por parecerle que sería en él bien empleada la orden de caballería." ( 4) Sancho ha pasado la prueba y ganado su primer curso. Por si hubiera duda al respecto, ratifica su progreso conforme avanza la historia. Protesta contra el barbero porque éste le ha dicho que es de la cofradía de don Quijote y debiera ir en la jaula encantado como el amo. Y le zahieren aún más estas palabras: "En mal punto os empreñasteis de sus promesas, y en mal hora se os entró en los cascos la ínsula que tanto deseáis". "Y o no estoy preñado de nadie -respondió Sancho- ni soy hombre que me dejara empreñar, del rey que fuese; y aunque pobre, soy cristiano viejo, y no debo nada a nadie; y si Ínsulas deseo, otros desean cosas peores; y cada uno es hijo de sus obras; y debajo de ser hombre puedo venir a ser papa, cuanto más gobernador de una ínsula, y más pudiendo ganar tantas mi señor, que le falte a quien darlas. Vuestra merced mire como habla, señor barbero; que no todo es hacer barbas, y algo va de Pedro a Pedro ... " (5) Este no es el mismo Sancho corto de ingenio que un día se iniciaba en el oficio escuderil por los campos de Montiel. Aunque siempre lo anima el interés por la ínsula, ya no es el mismo hombre vegetativo que sólo pensaba en el hartazgo y el dormir. Algo nuevo ha surgido en su ser: la dignidad de hombre. Por el hecho de poseerla merece ser papa o gobernador. Los disciplinantes iban implorando a Dios la lluvia para aquella zona. Don Quijote creyó que la imagen que llevaban en devota procesión era una señora forzada por follones y descomedidos malandrines. Como ocurría frecuentemente, el andante caballero choca con ellos y resulta apaleado, tanto, que lo dan por muerto. Las voces de duelo que este suceso arranca a Sancho son una síntesis de lo que ha aprendido del arte caballeresco: " ¡Oh flor de la caballería, que con sólo un garrotazo acabaste la carrera de tus bien 132 gastados años! ¡Ah, honra de tu linaje, honor y gloria de toda la Mancha, y aun de todo el mundo, el cual faltando tú en él, quedará lleno de malhechores, sin temor de ser castigados de sus malas fechorías! ¡Oh liberal sobre todos los Alejandros, pues por sólo ocho meses de servicio me tenías dada la mejor ínsula que el mar ciñe y rodea! ¡Oh humilde con los soberbios y arrogante con los humildes, acometedor de peligros, sufridor de afrentas, enamorado sin causa, imitador de los buenos, azote de los malos, enemigo de los ruines, en fin, caballero andante, que es todo lo que decir se puede! " (6) Hay expresiones grotescas como la de muerte por garrotazo; o contradictorias, tal la de humilde con los soberbios y arrogante con los humildes; sufridor de afrentas en lugar de vengador de las mismas; también hay algún anacronismo, pues hacia sólo diecisiete días que era escudero y no meses. Todos estos equívocos, que por sí producen comicidad, hay que atribuirlos a la condición rústica de Sancho. Pero no se puede negar que ya tiene conciencia de la caballería y su necesidad en el mundo. Para finalizar, el Sancho que ha aprobado el primer curso de caballería dice a su mujer: "Sólo te sabré decir, así de paso, que no hay cosa más gustosa en el mundo que ser un hombre honrado escudero de un caballero andante buscador de aventuras. Bien es verdad que las más que se hallan no salen tan a gusto como el hombre querría, porque de cientos que se encuentran, las noventa y nueve suelen salir aviesas y torcidas .... pero, con todo eso, es linda cosa esperar los sucesos atravesando montes, escudriñando selvas, pisando peñas, visitando castillos, alojando en ventas a toda discreción, sin pagar ofrecido al diablo el maravedí". (7) ¡Cuánto va del Sancho aquel a quien tanto le dijo, tanto le persuadió y tanto le prometió don Quijote, a este que se goza viviendo las aventuras aunque sufra estrecheces, molimientos y golpes! Ya es Sancho un converso a la fe caballeresca. La segunda fase del aprendizaje se inicia en la segunda parte de la novela. Sancho apetece ahora un nuevo bien: la fama. También se iguala a su señor, como si reafirmase que "debajo de ser hombre puede venir a ser papa o gobernador de una Ínsula". Si aún hay asomos de su actitud utilitaria -pide salario y quiere casar a su hija con un conde- se trata de fugas momentáneas a su antiguo modo de ser; porque cada vez se atenúa más su ambición, mientras crecen fidelidad y cariño a su amo; cree definitivamente en los encantamientos, acude al Romancero como don Quijote y termina por declarar abiertamente que quiere ser caballero. El bachiller Sansón Carrasco trae la noticia de que anda impresa la primera parte de la historia de las hazañas de don Quijote. Sancho se interesa por saber qué dice de él esa historia. Promete, en nombre suyo y de su amo, más aventuras, hasta para un centenar de partes. Anuncia a su mujer, Teresa Panza, que volverá a salir con don Quijote: "lo quiere mi necesidad junto con la esperanza". En su decisión se advierte que predomina, sobre el sentido práctico, el gusto por la caballería. La mujer declara que desde que su marido se hizo parte del nuevo oficio escuderil, habla de una manera que ella no le entiende. A esto comenta Sancho más que responde: "Basta que me entienda Dios, mujer, que El es el entendedor de todas las cosas, y quédese esto aquí." Luego sí habla directamente a Teresa: "Y advertid, hermana, que os conviene tener en cuenta estos tres días con el rucio, de manera que esté para armas tomar: dobladle los piensos, requerid la albarda y las demás jarcias; porque no vamos a bodas, sino a rodear el mundo y a tener dares y tomares con gigantes, con endriagos y con vestigios, y a oír silbos, si no tuviéramos que entender con yangüeses y con moros encantados." (8) No puede entender Teresa Panza. Es necesario convertir en vivencia el acontecer caballeresco para gustar sus estrecheces. Sancho ha aprendido que no se trata de vagar por vagar, sino que además hay una finalidad altísima, como es el querer trocar el mundo en un medio donde impere la justicia y la virtud. 133 La locura de don Quijote escamotea la realidad ennobleciéndola; Sancho, que no es poeta, la trasmuta a la inversa. Don Quijote eleva a la humilde Aldonza Lorenzo al estado de princesa; Sancho convierte a la princesa· en labradora. El capítulo décimo de la segunda parte es decisivo en las vidas de estos personajes: el encantamiento de Dulcinea inicia el descenso de don Quijote y acusa un alto grado de aprovechamiento del discípulo. Como antes consolaba don Quijote a Sancho en sus desfallecimientos, lo hace ahora el criado con el amo. Antes de partir Sancho en busca del alcázar de Dulcinea, exclama: "Y o iré y volveré presto; y ensanche vuestra merced, señor mío, ese corazoncillo, que lo debe tener agora no mayor que una avellana, y considere que se suele decir que un buen coazón quebranta la mala ventura ... " (9) Mientras don Quijote hacía penitencia en Sierra Morena (Parte 1), Sancho debía llevar una carta a Dulcinea con las quejas amorosas de su señ.or. Rumbo a su misión tropieza con el cura, quien le aconseja engañ.ar a don Quijote con una fingida respuesta, pues precisa más hallar un medio de arrancarlo de aquel sitio. Ahora que amo y criadCJ están el el Toboso, Sancho tiene que proseguir con la mentira. Sin embargo, ya ha declarado su falta. Al decir don Quijote que no conoce a Dulcinea, que se ha enamoradCJ de oídas, Sancho se apresura a afirmar que también fue de oídas la vista y la respuesta qm trajo. Pero el amo cree que se trata de una chanza. Tal situación no deja otro recurso qm el de fabricar una Dulcinea encantada bajo la figura de una tosca labradora, pues en aquel pueblo no hay señoras principales. Don Quijote está dominado por la angustia. Sancho le dice entonces: "Las tristezru no se hicieron para las bestias, sino para los hombres; pero si los hombres las sientes11 demasiado, se vuelven bestias; vuestra merced se reporte y vuelva en sí, y coja las rienda.E de Rocinante, y avive y despierte, y muestre aquella gallardía que conviene que tengan 10t caballeros andantes. ¿Qué diablos es esto? ¿Qué conocimiento es éste? ¿Estamos aquí e en Francia? Mas que se lleve Satanás a cuantas Dulcineas hay en el mundo, pues vale mái la salud de un solo caballero andante que todos los encantos y transformaciones de h tierra." (10) El escudero pretende que don Quijote reaccione favorablemente, apelando a su orgullo caballeresco; pero ha rozado con palabras descorteses a Dulcinea las cuales para el hidalgo son una blasfemia. Don Quijote sale entonces en defensa de su amada. Fuera de tal protesta, es Sancho quien preside las situaciones. En la aventura de 11 Carreta de la muerte, el criado dice a su señor que no se lance contra los cómicos primero, porque éstos son muchos y ellos sólo dos (aspecto lógico del problema) segundo, porque no son caballeros (razón de orden legal y la más valedera para doi: Quijote). La pesadumbre no impide al hidalgo reconocer que Sancho es ahora menos simple} más discreto. A lo que éste responde: "Sí, que algo se me ha de pegar de la discreción de vuestra merced; que las tierras que de suyo son estériles y secas, estercolándolas } cultivándolas vienen a dar buenos frutos; quiero decir que la conversación de vuestr1 merced ha sido el estiércol que sobre la estéril tierra de mi seco ingenio ha c~ído; 11 cultivación, el tiempo que le sirvo y comunico; y con esto espero dar frutos de mí qm sean de bendición, tales, que no desdigan ni deslicen de los senderos de buena crianza qm vuestra merced ha hecho en el agostado entendimiento mío." (11) Don Quijote aprendió caballería leyendo, Sancho, que es analfabeto, oyendo. Sui últimas palabras revelan el agradecimiento del discípulo que reconoce el mérito de st maestro. Acusan aprovechamiento. De modo sintético, expresan el cambio operado en st espíritu. Susbsisten las comparaciones rusticas, porque Sancho no puede evadir su esencii ontológica: su condición de labrador es el estrato cultural más profundo; por esta mism¡ causa, abunda en su boca el refrán, popular recurso expresivo. En su decir actual ha) profundidad y secuencia lógica. 134 Preso ya del atractivo caballeresco, no vale ningún artificio para que abjure de sus prácticas. Su compadre y vecino, Tomé Cecial, disfrazado de escudero, va cercando cada vez más estrechamente las razones de Sancho con el fin de sacarlo de aquel ejercicio. Por ello le sugiere: a. Volver al hogar; allí se pueden divertir con la caza y la pesca. b. Dedicarse a criar los hijos; quizá al rozar las fibras paternales logre lo que se ha propuesto. c. Tomar en cuenta que si un ciego (el loco de don Quijote) guía a otro ciego (el simple de Sancho) van al fracaso. d. Por último Tomé invita a Sancho a comer y a beber, buenas viandas y mejor vino, para que se convenza cuán miserable vida arrastra en su trabajo escuderil. Sancho no responde como esperaban Sansón Carrasco y Tomé Cecial. Dice que él sabe que don Quijote tiene más de mentecato y de loco que de caballero; pero es tan bueno que hasta un niño lo podría engañar. Por esa razón lo quiere y no lo dejará a pesar de sus muchos disparates. Ha nacido otro sentimiento en el escudero: la fidelidad al amo; mejor aún, cariñ.o por el amo. Ya no predomina aquel u~tarismo que sólo lo hacía pensar en sí. Alguna vez don Quijote le dice: Sancho amigo, Sancho bueno, Sancho discreto. Son frases que resumen admirablemente el progreso alcanzado por el discípulo. Acepta plenamente los encantamientos y no le sorprende tanto que el Caballero de los Espejos y su escudero tomen las figuras de Sansón Carrasco y Torné Cecial. Culmina esta segunda fase de la formación de Sancho con su declaración expresa ante el eclesiástico (religioso de casa de los duques) de querer convertirme en caballero andante, lo cual conduce a que se sienta igual a su amo: "Y yo soy de aquellos 'no con quien naces sino con quien paces'; y de los 'quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija'; yo me he arrimado a buen señor, y ha muchos meses que ando en su compañía, y he de ser otro como él, Dios queriendo; y viva él y viva yo: que ni a él le faltarán imperios que mandar, ni a mí ínsulas que gobernar." (12) Se ha insuflado su espíritu de todo lo fantástico caballeresco. Por ello la duquesa puede fácilmente convencerlo de que él sólo fue el instrumento para encantar a Dulcinea. Juntos, amo y criado, con los ojos vendados, "viajan" sobre Clavileño. Mientras don Quijote declara que tiene la sensación de no haber despegado del suelo -como fue en realidad- Sancho cree que ha pasado por diversas regiones siderales y que hasta se bajó, a hurtadillas de su amo, a entretenerse con las siete .cabrillas cuyos colores vio: verdes, encarnadas, azules, que diversos son los colores del cielo a los de la tierra. También -sigue diciendo Sancho- se levantó un poquito la venda y contempló la tierra desde lo alto, la cual parecía un grano de mostaza, y los hombres, avellanas. La ambición se irá atenuando hasta desparecer. Luego de lo ocurrido en la aventura anterior, juzga Sancho que es preferible gobernar un tantito de cielo que no un grano de mostaza. Sin embargo, aceptará el gobierno de la ínsula ya no por codicia, sino para probar a qué sabe ser gobernador. Esto es, se ha superpuesto la curiosidad a la ambición. Añade a su amo que si no sirve para el gobierno, lo dejará. Y si el tal gobierno lo ha de conducir al infierno, prefiere ir al cielo. He aquí, pues, la ambición mermada. En efecto, llega a la fingida ínsula, y durante los diez días de su administración, padece muchas burlas. Sancho, gobernador de Barataria, se muestra poseedor de un gran sentido común y de un talento antes no sospechado, hasta el punto de poder considerarlo como un pequeño Salomón, aunque con ribetes humorísticos. A lo último, se convence de que no valen la pena riquezas que se pagan con la pérdida del sueño y del descanso y con padecimiento de hambre. Presto toma la decisión de dejar el gobierno. Ha preferido el sosiego espiritual a los bienes materiales. Ya no queda nada de la ambición. "He ganado , -dice Sancho- el haber conocido que no soy bueno para gobernar, si no es un hato de ganado." (13) En su éxodo del gobierno encuentra a un antiguo vecino, el morisco llicote, disfrazado de mendigo. Viene a rescatar el tesoro que dejó enterrado. Ofrece 135 doscientos ducados a Sancho para que le ayude en tal empresa, pero éste rehúsa. Basta con que no lo denuncie, ha dicho el exgobemador, a quien ya no tienta la ambición. Luego de la caída en la sima, Sancho ha vuelto a reunirse con su amo, a cuyo servicio prefiere estar antes que en el del gobierno. La experiencia forma al hombre y lo hace mudar. Sancho ha aprendido el conocimiento de sí: sabe que no es apto para gobernar; ha encontrado al verdadero hombre que hay en él y ello lo conduce a la conciencia de su importancia. A pesar de sus limitaciones, tiene importancia. Si no, ¿cómo andaría en la estampa la historia de las hazañas caballeresco-escuderiles de esta pareja? Si no, ¿cómo se explicaría la aparición de una segunda parte apócrifa, cuyo anónimo autor explota la merecida fama del caballero y su criado? Ha terminado el aprendizaje de Sancho; se ha convertido en un excelente egresado de la escuela de caballería. En posesión de toda su madurez, se siente dueño de sí. En las relaciones con su amo, es el criado quien toma la iniciativa en bastantes oportunidades, decide por don Quijote otras, es quien lo presenta a otros personajes, y hasta alguna vez se atreve contra él. Importa a ambos personajes defender su verdadera identidad. Ante don Juan y don Jerónimo, en la venta, Sancho inicia el diálogo para que los reconozcan como a los verdaderos Sancho y don Quijote. De su amo dice que es valiente, discreto y enamorado, y de sí, simple y gracioso, no glotón ni borracho. No es ésta la única ocasión en que los héroes manchegos tienen que esforzarse para evitar que se les confunda con los impostores. A don Alvaro de Tarfe, Sancho le habla de sí y de su amo. Yo soy el verdadero Sancho -le dice- con tantas gracias como llovidas; pase un año tras mí y lo verá. De don Quijote manifiesta que es famoso, valiente, discreto, desfacedor de agravios, tutor de pupilos y huérfanos y cuya única señora es Dulcinea. Aunque adorna con más virtudes al amo, Sancho se sitúa en el primer plano. No le pide a don Alvaro que acompañe a ambos, sino que afirma, "tras mí", Se siente tanto o más importante que su señor. De paso, por el legítimo derecho del autor de subrayar los méritos de su obra frente al Quijote apócrifo de Avellaneda, se ha adelantado Cervantes en unos cuantos siglos a la técnica pirandelliana de independizar a los personajes de su creador, y lanzarlos por el mundo a pensar y a actuar por sí mismos, como ocurre en Seis personajes en busca de autor. Ante el alcalde declara don Quijote la identidad suya y la de su escudero. Don Alvaro se convence de la razón que asiste a Sancho y a don Quijote, y exclama: "¡Tan conformes en los nombres como diferentes en las acciones! " El escudero tiene la virtud de desencantar doncellas y hasta de resucitarlas: Dulcinea y Altisidora son buena muestra de ello. A don Quijote le corre prisa por conseguir que la princesa del Toboso vuelva a su estado primero, por lo que pretende azotar él mismo a su criado. Sancho no reacciona entonces como el servidor, o el discípulo, o el compañero de aventuras. Actúa como el hombre que es, el mismo a quien le repugna la burla de las mamonas porque dueñas le manoseaban el rostro. Con movimiento rápido a modo de zancadilla vuelca a don Quijote y le pone la rodilla sobre el pecho hasta dejarlo inmovilizado. El amo exclama entonces: "¿Cómo traidor? ¿Contra tu amo y señor natural te desmandas? ¿Con quién te da su pan te atreves? "Pero Sancho replica: "Ni quito rey, ni pongo rey, sino ayúdome a mí que soy mi señor. Vuestra merced me prometa que se estará quedo, y no tratará de azotarme agora, que yo le dejaré libre y desembarazado; donde no, Aquí morirás, traidor, enemigo de doña Sancha." (14) Don Quijote no comprende la situación. Sancho no es ingrato ni traidor: por eso dice que ni quita ni pone rey, pues sólo es su propio señor. Esto viene sintiéndolo y declarándolo desde el momento en que se dio cuenta que por ser hombre podía ser papa o 136 gobernador, y que por arrimarse a buen seftor podía ser otro como él. Sancho no ha sido armado caballero, pero es señor por un acto de su propia voluntad, por el conocimiento que tiene de sí que lo lleva a defender su integridad de hombre. En cuanto señor se parece tanto a don Quijote, que hasta acude al Romancero como él. Tiende, pues, a ser como el amo, nunca a humillarlo o a desconocer su autoridad. El amo y no el criado es quien se ha propasado. Don Quijote se acerca ya al final de su carrera: lo ha vencido el Caballero de la Blanca Luna. El escenario de Barcelona fue testigo del dolor del hidalgo y del desconcierto de Sancho. Este, "todo triste, todo apesarado, no sabía qué decirse ni qué hacerse; parecíale que todo aquel suceso y que toda aquella máquina era cosa de encantamiento. Veía a su señor rendido y obligado a no tomar armas en un año; imaginaba la luz de la gloria oscurecida; la esperanza de sus promesas deshechas, como se deshace el humo con el viento. Temía si quedaría o no contrahecho Rocinante o deslocado su amo; que no fuera poca ventura si deslocado quedaba." (15) La reacción inmediata del escudero ante el fracaso de don Quijote fue pensar primero en su propia suerte en contraposición con la del amo: el yo triste de Sancho y el yo del amo privado del ejercicio caballeresco. Esto oscurecería la fama del señor, esa misma que ya Sancho compartía; eso haría que la esperanza de Sancho resultase fallida. La Única salvación, que todo fuera cosa de encantamiento. Sancho bueno, cristiano viejo y discreto; Sancho converso a la nueva fe, cariñoso y leal con el amo, procede con él como cuando don Quijote lo confortaba durante su aprendizaje. Así Sancho consuela, guía y cuida a don Quijote en los días aciagos de su derrota. Debe alegrarse -le dice el escudero- porque al ser derribado cayó en tierra y no tiene ninguna costilla quebrada. Sancho es y será el más perdidoso, porque si bien no quiere más gobiernos, aún conserva el deseo de ser conde; y si el amo no vuelve al ejercicio de la caballería, ¿qué será de los anhelos suyos? El criado atenúa la pena del amo con aquello de que siempre hay males mayores que los nuestros. Entre tanto se cumple el plazo durante el cual don Quijote tiene que estar en reclusión, pueden hacer vida pastoril. Más reflexivos son ahora los juicios de Sancho. El escudero se ha vuelto filósofo y discreto. ¿Quién te enseña? , le pregunta admirado don Quijote, como si no supiese que es el resultado de su obra. Sancho dice: "Tan .de valientes corazones es tener sufrimiento en las desgracias como alegría en la prosperidad; y esto lo juzgo por mí mismo, que si cuando era gobernador estaba alegre, ahora que soy escudero de a pie, no estoy triste; porque he oído decir que esta que llaman por ahí Fortuna es una mujer borracha y antojadiza, y, sobre todo, ciega, y así, no ve lo que hace, ni sabe a quién derriba, ni a quién ensalza". (16) Quiere convencer a don Quijote que soportar la prueba dolorosa es muestra de valor. Antes don Quijote era el modelo para su criado; ahora la situación es a la inversa: Sancho también ha tenido su caída con el abandono de su gobierno, y manifiesta más entereza de ánimo que su señor. Por sabias y bien intencionadas que sean las intervenciones del escudero, nada se podrá remediar: don Quijote ha cumplido su destino; tiene conciencia plena de su fracaso: "Derribáronme, y aunque perdí la honra, no perdí, ni puedo perder, la virtud de cumplir mi palabra. Cuando era caballero andante, atrevido y valiente, con mis obras y con mis manos acreditaba mis hechos; y ahora cuando soy escudero pedestre, acreditaré mis palabras cumpliendo la que di de nú promesa." (17) Ya no es caballero don Quijote: él siente que no lo es. Y como ni amo ni criado podrían desenvolverse bien dentro del marco de la grosera realidad cotidiana, no les queda sino sustituir un idealismo por otro: hacerse pastores. Con esa determinación regresan a su aldea; pero no les es posible realizarla por causa de la enfermedad de don Quijote. Está a la vera de la muerte. Sancho lo llama a la vida; lo necesita para que en su oportunidad vuelvan al ejercicio caballeresco: lo incita con lo que más podría atraerle: "quizá tras de 137 alguna mata hallaremos la señora Dulcinea desencantada''. Y en un último rasgo de generosidad le pide que culpe a su escudero de la derrota diciendo que éste dejó mal puesta la cincha a Rocinante, por lo cual fue derribado. Le recuerda también cuán frecuente es en los libros de caballería que los vencidos de hoy sean los victoriosos de mañana. Cuatro puntos de apoyo ha encontrado Sancho para rescatar a don Quijote de la muerte: a. Hacer vida pastoril por el tiempo convenido; cambio de un idealismo por otro. b. Desencantar a Dulcinea, esto es, poner el amor al alcance del amo. c. Transferir la culpa, en este caso a Sancho, para atenuar el dolor y la humillación de don Quijote. d. Señalar la condición propia del hombre que hoy·puede caer y mañana triunfar. Sin embargo, don Quijote muere y la obra termina. Desde entonces, mucho se ha dicho de este personaje, de su valor como mito, de su condenatoria a los libros de caballería pero exaltadora al mismo tiempo de los ideales de este honroso ejercicio. Se ha dicho también que don Quijote encama la España de los siglos XVI y XVII, o los entusiasmos y fracasos de Cervantes. Pero, ;s Sancho? ¿Qué representa para la posteridad? Don Quijote -quizá con orgullo de maestro- puso en evidencia muchas veces el progreso de su criado. Tiene el mérito de haberse elevado desde la casi nada del hombre vegetativo hasta sentirse caballero y señor de sí mismo; desde el hombre que participa en una empresa sólo por la paga hasta el soñador que comulga con los ideales más nobles de la humanidad. Sancho nos enseña que no se aprende la bondad, sino que se es bueno por naturaleza. En cambio sí se aprenden las demás cosas: conforme se ensanchan las experiencias se enriquece el mundo interior y se descubren nuevas relaciones entre las cosas e insospechados valores. Sancho se ha cultivado en la escuela de don Quijote. ¿Tropiezos en su carrera? Varios. Como todo ser humano, ha tenido que conseguir las cosas a base de esfuerzo y constancia. Tuvo instantes de debilidad; pero la oportuna guía del mestro le permitió seguir adelante. Reprimendas, burlas de toda clase, manteos, palos, de todo hubo de sufrir antes de obtener la maestría en el arte caballeresco, cabe decir, en el arte de ser hombre. Mientras don Quijote se despersonaliza para convertirse en mito, Sancho toma conciencia de sí, de su importancia y dignidad. Puede por ello adelantarse al amo en los diálogos, querer que se imprima su historia, gustar de las aventuras y de los encantamientos. Don Quijote muere porque en él sobra la singularidad, lo que en él es personal. Tiene que perecer para llegar la condición universal que se le exige al mito. Por el contrario, el trofeo que conquista Sancho en su batalla de la vida, es el de convertirse en persona. Ya no es más el individuo que se conforma con la hartura y el sueño. Ahora tiene alma, se ha vuelto discreto, y por lo mismo, persigue intereses superiores. ¡Qué mal querían a Sancho los que sólo buscaban en él sus gracias, como los duques, el visorrey, don Antonio y tantos otros que no pudieron leer su hondura humana! Atribuyámoslo a ignorancia si no era malda~. Sancho no . podía morir. . . No ha muerto ni morirá. Queda en la obra como testimonio del elevarse sobre sí mismo, desde la esfera más baja hasta la plenitud de ser hombre. ¡Sancho amigo, Sancho hermano, te pareces a nosotros, seres que trabajamos y soñamos y que anónimamente construimos el universo! 138 NOTAS l. Quijote 1, cap. VII. 2. Quijote 1, cap. XVI. 3. Idem 1, XLIV. 4. Idem 1, cap. XLIV. 5. Quijote I, cap. XL VII. 6. Idem 1, cap. LIL 7. Idem I, cap. LIL 8. Quijote II, cap. V. 9. ldem 11, cap. X. 10. Quijote II, cap. XI. 11. Idem 11, cap. XII. 12. Quijote 11, cap. XXXII. 13. ldem 11, cap. LIV. 14. Quijote II, cap. LX. 15. Quijote II, cap. LXIV. 16. Idem II, cap. LXVI. 17. Idem 11, cap. LXVI. 139