SANCHO O LA ASCENSION Lic. Virginia de Fonseca Surge Sancho

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SANCHO O LA ASCENSION
Lic. Virginia de Fonseca
Surge Sancho en el, mundo quijotesco cuando el hidalgo de la Mancha tanto le dice,
tanto le persuade y tanto le promete que, movido por la esperanza de la recompensa, se
hace escudero.
Era vecino de don Quijote, labrador, hombre de bien, pobre y de muy poca sal en la
mollera.
Comienza el caballero alimentando la ambición de Sancho. No obstante, se trataba
ya de la primera lección. Pues, ¿qué era Sancho Panza a partir de ese momento sino
pupilo de la escuela de Caballería cuyo mestro era don Quijote? "Has de saber, amigo
Sancho Panza, que fue costumbre muy usada de los caballeros andantes antiguos hacer
gobernadores a sus escuderos, y yo tengo determinado que por mí no falte tan agradecida
usanza; antes quiero aventajarme en ella; porque ellos algunas veces, y quizá las más,
esperaban a que sus escuderos fueran viejos, y ya después de hartos de servir y de llevar
malos días y peores noches, les daban algún valle o provincia de poco más o menos; pero
si tú vives y yo vivo, bien podría ser que antes de seis días ganase yo tal reino, que tuviese
otros a él aherentes, que viniesen de molde para coronarte por rey de uno de ellos. Y no
lo tengas a mucho; que cosas y casos acontecen a los tales caballeros por modos nunca
vistos ni pensados, que con facilidad te podría dar aún más de lo que prometo." (1)
¡Qué cerca estaba la prosperidad de Sancho! Movido por el afán de gozarla, fue
recibiendo éstas y otras lecciones: ya por vía directa, cuando el amo hablaba con él; ya
por la indirecta, cuando actuaba don Quijote o conversaba con otras personas.
Supo entonces Sancho que en el mundo de la caballería todo está sujeto a
mudanza: los encantadores pueden proteger o perseguir a un caballero, hacer de los
castillos ventas, de los gigantes molinos, de los ejércitos cameros, de los secuestradores
disciplinantes, del yelmo de Mambrino bacía de barbero, tanto como trocar el rostro de
los vencidos. en amigos, todo para arrebatar la gloria del vencimiento. Comprobó que la
caballería es una orden estrecha que está sujeta a peligros y aventuras; también pueden
caer en desgracia; pero las heridas de las batallas honran, y don Quijote no hace sino sufrir
lo que otros caballeros han pasado. Aprendió Sancho que si las desgracias son producto de
encatamiento, no Aprendió Sancho que si las desgracias son producto de encantamiento,
no puede el escudero auxiliar al amo en contra de otros caballeros, salvo que se trate de
ataque canalla.
Don quijote ha hecho su instrucción caballeresca por medio de las lecturas. Por ello,
cada vez que el ejercicio de su profesión le plantea un problema, acude al testimonio de
los libros: así el caballero no debe quejarse nunca de los padecimientos de su vida, pero
como no dice nada en contrario en cuanto a los escuderos, Sancho podrá lamentarse
cuando desee. No quitará el caballo a quien venciere su amo, pero sí los aparejos.
El caballero andante jamás miente; está obligado a velar por la honra de las mujeres,
a auxiliar a huérfanos, desvalidos y menesterosos. Debe saber de todo, ser valiente y
enamorado.
En la discusión con el canónigo de Toledo, Sancho oye cómo ataca aquél los libros
de caballería y cómo los defiende su amo. Por la plática de don Quijote con Vivaldo
aprende el escudero que la caballería nació en Bretaña, en la corte del rey Arturo, y que
no hay caballero sin dama. Precisamente, para esalzarla más era gran honra que muchos
caballeros la sirviesen, por ser ella quien es y sin esperar otro premio que se contentase
con aceptarlos como sus caballeros. Sancho ha entendido bien, pues acota: como se debe
amar a Nuestro Señor, sin esperanza de gloria o temor de pena.
El escudero realiza su aprendizaje en dos etapas; comienza de tabula rasa. Como
don Quijote nació para resucitar la Edad de Oro en la de Hierro, el criado nunca había
oído nada de caballerías. El maestro expone su doctrina; el discípulo pregunta a cada
paso qué es lícito o no dentro de aquellas órdenes. Tiene sus dudas y hasta sus
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desfallecimientos. En más de una ocasión hasta quiere abandonar el honroso ejercicio.
Don Quijote, buen maestro, estimula el interés del educando: reitera entonces su promesa
de hacerlo gobernador; le hace ver que si el mal ha durado mucho, como no puede ser
eterno, el bien ya está cerca. Y entremezclados con esta esperanza, van los otros aspectos
de la doctrina.
El discípulo, aunque de poca sal en la mollera al principio -así lo presenta
Cervantes- comienza a dar pruebas de aprovechamiento. Cuando en la venta Maritornes
pregunta qué es caballero aventurero, el buen hombre explica: "¿Tan nueva sois en el
mundo que no lo sabéis vos? Pues sabed, hermana mía, que caballero aventurero es una
cosa que en dos palabras se ve apaleado y emperador. Hoy está la más desdichada criatura
del mundo y la más menesterosa, y mañana tendrá dos o tres coronas de reinos que dar a
su escudero." (2) Esto último es lo que por ahora importa a Sancho.
Poco a poco va creyendo todo lo que su amo dice, aunque a veces advierta: que no
son gigantes, son molinos; no son ejércitos, son cameros; no son... ¡Basta! Sancho no
sabe de achaques de caballería ni de sus mudanzas. Ya vendrá aventura venturosa en que
don Quijote resulte emperador. La que tiene más probabilidades es la de la infanta
Micomicona. Hasta aquí, Sancho sólo mira su interés personal Por ello quiere que don
Quijote case con Micomicona, aunque se amancebe con Dulcinea; que no le dé por ser
arzobispo. Su señor debe adoptar el camino por donde el criado llegue al gobierno
prometido. ¡Ah, Sancho, Sancho, te falta aprender que don Quijote no traicionará nunca
a Dulcinea, ni en la prosperidad ni en el infortunio, y que tú tampoco debes ofenderla!
El episodio que cierra la primera etapa del aprendizaje de Sancho corresponde a la
disputa con el barbero sobre la bacía y la albarda. Motejado de ladrón, Sancho se enfurece
por semejante calificativo; da un mojicón a su adversario y le baña los dientes en sangre. Y
añade: "Mentís; que yo no soy salteador de caminos; que en buena guerra ganó mi señor
don Quijote estos despojos." (3) Se refería Sancho a la aventura del yelmo de Mambrino.
"Don Quijote -prosigue Cervantes- ya estaba delante con mucho contento de ver
cuán bien se defendía y ofendía su escudero, y túvole de allí en adelante por hombre de
pro y propuso en su corazón de armarle caballero en la primera ocasión que se le
ofreciese, por parecerle que sería en él bien empleada la orden de caballería." ( 4)
Sancho ha pasado la prueba y ganado su primer curso. Por si hubiera duda al
respecto, ratifica su progreso conforme avanza la historia. Protesta contra el barbero
porque éste le ha dicho que es de la cofradía de don Quijote y debiera ir en la jaula
encantado como el amo. Y le zahieren aún más estas palabras: "En mal punto os
empreñasteis de sus promesas, y en mal hora se os entró en los cascos la ínsula que tanto
deseáis". "Y o no estoy preñado de nadie -respondió Sancho- ni soy hombre que me
dejara empreñar, del rey que fuese; y aunque pobre, soy cristiano viejo, y no debo nada a
nadie; y si Ínsulas deseo, otros desean cosas peores; y cada uno es hijo de sus obras; y
debajo de ser hombre puedo venir a ser papa, cuanto más gobernador de una ínsula, y más
pudiendo ganar tantas mi señor, que le falte a quien darlas. Vuestra merced mire como
habla, señor barbero; que no todo es hacer barbas, y algo va de Pedro a Pedro ... " (5)
Este no es el mismo Sancho corto de ingenio que un día se iniciaba en el oficio
escuderil por los campos de Montiel. Aunque siempre lo anima el interés por la ínsula, ya
no es el mismo hombre vegetativo que sólo pensaba en el hartazgo y el dormir. Algo
nuevo ha surgido en su ser: la dignidad de hombre. Por el hecho de poseerla merece ser
papa o gobernador.
Los disciplinantes iban implorando a Dios la lluvia para aquella zona. Don Quijote
creyó que la imagen que llevaban en devota procesión era una señora forzada por follones
y descomedidos malandrines. Como ocurría frecuentemente, el andante caballero choca
con ellos y resulta apaleado, tanto, que lo dan por muerto. Las voces de duelo que este
suceso arranca a Sancho son una síntesis de lo que ha aprendido del arte caballeresco:
" ¡Oh flor de la caballería, que con sólo un garrotazo acabaste la carrera de tus bien
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gastados años! ¡Ah, honra de tu linaje, honor y gloria de toda la Mancha, y aun de todo
el mundo, el cual faltando tú en él, quedará lleno de malhechores, sin temor de ser
castigados de sus malas fechorías! ¡Oh liberal sobre todos los Alejandros, pues por sólo
ocho meses de servicio me tenías dada la mejor ínsula que el mar ciñe y rodea! ¡Oh
humilde con los soberbios y arrogante con los humildes, acometedor de peligros, sufridor
de afrentas, enamorado sin causa, imitador de los buenos, azote de los malos, enemigo de
los ruines, en fin, caballero andante, que es todo lo que decir se puede! " (6)
Hay expresiones grotescas como la de muerte por garrotazo; o contradictorias, tal la
de humilde con los soberbios y arrogante con los humildes; sufridor de afrentas en lugar
de vengador de las mismas; también hay algún anacronismo, pues hacia sólo diecisiete días
que era escudero y no meses. Todos estos equívocos, que por sí producen comicidad, hay
que atribuirlos a la condición rústica de Sancho. Pero no se puede negar que ya tiene
conciencia de la caballería y su necesidad en el mundo.
Para finalizar, el Sancho que ha aprobado el primer curso de caballería dice a su
mujer: "Sólo te sabré decir, así de paso, que no hay cosa más gustosa en el mundo que ser
un hombre honrado escudero de un caballero andante buscador de aventuras. Bien es
verdad que las más que se hallan no salen tan a gusto como el hombre querría, porque de
cientos que se encuentran, las noventa y nueve suelen salir aviesas y torcidas .... pero,
con todo eso, es linda cosa esperar los sucesos atravesando montes, escudriñando selvas,
pisando peñas, visitando castillos, alojando en ventas a toda discreción, sin pagar ofrecido
al diablo el maravedí". (7)
¡Cuánto va del Sancho aquel a quien tanto le dijo, tanto le persuadió y tanto le
prometió don Quijote, a este que se goza viviendo las aventuras aunque sufra estrecheces,
molimientos y golpes! Ya es Sancho un converso a la fe caballeresca.
La segunda fase del aprendizaje se inicia en la segunda parte de la novela. Sancho
apetece ahora un nuevo bien: la fama. También se iguala a su señor, como si reafirmase
que "debajo de ser hombre puede venir a ser papa o gobernador de una Ínsula". Si aún
hay asomos de su actitud utilitaria -pide salario y quiere casar a su hija con un conde- se
trata de fugas momentáneas a su antiguo modo de ser; porque cada vez se atenúa más su
ambición, mientras crecen fidelidad y cariño a su amo; cree definitivamente en los
encantamientos, acude al Romancero como don Quijote y termina por declarar
abiertamente que quiere ser caballero.
El bachiller Sansón Carrasco trae la noticia de que anda impresa la primera parte de
la historia de las hazañas de don Quijote. Sancho se interesa por saber qué dice de él esa
historia. Promete, en nombre suyo y de su amo, más aventuras, hasta para un centenar de
partes.
Anuncia a su mujer, Teresa Panza, que volverá a salir con don Quijote: "lo quiere
mi necesidad junto con la esperanza". En su decisión se advierte que predomina, sobre el
sentido práctico, el gusto por la caballería. La mujer declara que desde que su marido se
hizo parte del nuevo oficio escuderil, habla de una manera que ella no le entiende. A esto
comenta Sancho más que responde: "Basta que me entienda Dios, mujer, que El es el
entendedor de todas las cosas, y quédese esto aquí." Luego sí habla directamente a
Teresa: "Y advertid, hermana, que os conviene tener en cuenta estos tres días con el
rucio, de manera que esté para armas tomar: dobladle los piensos, requerid la albarda y las
demás jarcias; porque no vamos a bodas, sino a rodear el mundo y a tener dares y tomares
con gigantes, con endriagos y con vestigios, y a oír silbos, si no tuviéramos que entender
con yangüeses y con moros encantados." (8)
No puede entender Teresa Panza. Es necesario convertir en vivencia el acontecer
caballeresco para gustar sus estrecheces. Sancho ha aprendido que no se trata de vagar por
vagar, sino que además hay una finalidad altísima, como es el querer trocar el mundo en
un medio donde impere la justicia y la virtud.
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La locura de don Quijote escamotea la realidad ennobleciéndola; Sancho, que no es
poeta, la trasmuta a la inversa. Don Quijote eleva a la humilde Aldonza Lorenzo al estado
de princesa; Sancho convierte a la princesa· en labradora. El capítulo décimo de la segunda
parte es decisivo en las vidas de estos personajes: el encantamiento de Dulcinea inicia el
descenso de don Quijote y acusa un alto grado de aprovechamiento del discípulo.
Como antes consolaba don Quijote a Sancho en sus desfallecimientos, lo hace ahora
el criado con el amo. Antes de partir Sancho en busca del alcázar de Dulcinea, exclama:
"Y o iré y volveré presto; y ensanche vuestra merced, señor mío, ese corazoncillo, que lo
debe tener agora no mayor que una avellana, y considere que se suele decir que un buen
coazón quebranta la mala ventura ... " (9)
Mientras don Quijote hacía penitencia en Sierra Morena (Parte 1), Sancho debía
llevar una carta a Dulcinea con las quejas amorosas de su señ.or. Rumbo a su misión
tropieza con el cura, quien le aconseja engañ.ar a don Quijote con una fingida respuesta,
pues precisa más hallar un medio de arrancarlo de aquel sitio. Ahora que amo y criadCJ
están el el Toboso, Sancho tiene que proseguir con la mentira. Sin embargo, ya ha
declarado su falta. Al decir don Quijote que no conoce a Dulcinea, que se ha enamoradCJ
de oídas, Sancho se apresura a afirmar que también fue de oídas la vista y la respuesta qm
trajo. Pero el amo cree que se trata de una chanza. Tal situación no deja otro recurso qm
el de fabricar una Dulcinea encantada bajo la figura de una tosca labradora, pues en aquel
pueblo no hay señoras principales.
Don Quijote está dominado por la angustia. Sancho le dice entonces: "Las tristezru
no se hicieron para las bestias, sino para los hombres; pero si los hombres las sientes11
demasiado, se vuelven bestias; vuestra merced se reporte y vuelva en sí, y coja las rienda.E
de Rocinante, y avive y despierte, y muestre aquella gallardía que conviene que tengan 10t
caballeros andantes. ¿Qué diablos es esto? ¿Qué conocimiento es éste? ¿Estamos aquí e
en Francia? Mas que se lleve Satanás a cuantas Dulcineas hay en el mundo, pues vale mái
la salud de un solo caballero andante que todos los encantos y transformaciones de h
tierra." (10)
El escudero pretende que don Quijote reaccione favorablemente, apelando a su
orgullo caballeresco; pero ha rozado con palabras descorteses a Dulcinea las cuales para el
hidalgo son una blasfemia. Don Quijote sale entonces en defensa de su amada.
Fuera de tal protesta, es Sancho quien preside las situaciones. En la aventura de 11
Carreta de la muerte, el criado dice a su señor que no se lance contra los cómicos
primero, porque éstos son muchos y ellos sólo dos (aspecto lógico del problema)
segundo, porque no son caballeros (razón de orden legal y la más valedera para doi:
Quijote).
La pesadumbre no impide al hidalgo reconocer que Sancho es ahora menos simple}
más discreto. A lo que éste responde: "Sí, que algo se me ha de pegar de la discreción de
vuestra merced; que las tierras que de suyo son estériles y secas, estercolándolas }
cultivándolas vienen a dar buenos frutos; quiero decir que la conversación de vuestr1
merced ha sido el estiércol que sobre la estéril tierra de mi seco ingenio ha c~ído; 11
cultivación, el tiempo que le sirvo y comunico; y con esto espero dar frutos de mí qm
sean de bendición, tales, que no desdigan ni deslicen de los senderos de buena crianza qm
vuestra merced ha hecho en el agostado entendimiento mío." (11)
Don Quijote aprendió caballería leyendo, Sancho, que es analfabeto, oyendo. Sui
últimas palabras revelan el agradecimiento del discípulo que reconoce el mérito de st
maestro. Acusan aprovechamiento. De modo sintético, expresan el cambio operado en st
espíritu. Susbsisten las comparaciones rusticas, porque Sancho no puede evadir su esencii
ontológica: su condición de labrador es el estrato cultural más profundo; por esta mism¡
causa, abunda en su boca el refrán, popular recurso expresivo. En su decir actual ha)
profundidad y secuencia lógica.
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Preso ya del atractivo caballeresco, no vale ningún artificio para que abjure de sus
prácticas. Su compadre y vecino, Tomé Cecial, disfrazado de escudero, va cercando cada
vez más estrechamente las razones de Sancho con el fin de sacarlo de aquel ejercicio. Por
ello le sugiere:
a.
Volver al hogar; allí se pueden divertir con la caza y la pesca.
b.
Dedicarse a criar los hijos; quizá al rozar las fibras paternales logre lo que se ha
propuesto.
c.
Tomar en cuenta que si un ciego (el loco de don Quijote) guía a otro ciego (el
simple de Sancho) van al fracaso.
d.
Por último Tomé invita a Sancho a comer y a beber, buenas viandas y mejor vino,
para que se convenza cuán miserable vida arrastra en su trabajo escuderil.
Sancho no responde como esperaban Sansón Carrasco y Tomé Cecial. Dice que él
sabe que don Quijote tiene más de mentecato y de loco que de caballero; pero es tan
bueno que hasta un niño lo podría engañar. Por esa razón lo quiere y no lo dejará a pesar
de sus muchos disparates. Ha nacido otro sentimiento en el escudero: la fidelidad al amo;
mejor aún, cariñ.o por el amo. Ya no predomina aquel u~tarismo que sólo lo hacía
pensar en sí. Alguna vez don Quijote le dice: Sancho amigo, Sancho bueno, Sancho
discreto. Son frases que resumen admirablemente el progreso alcanzado por el discípulo.
Acepta plenamente los encantamientos y no le sorprende tanto que el Caballero de los
Espejos y su escudero tomen las figuras de Sansón Carrasco y Torné Cecial.
Culmina esta segunda fase de la formación de Sancho con su declaración expresa
ante el eclesiástico (religioso de casa de los duques) de querer convertirme en caballero
andante, lo cual conduce a que se sienta igual a su amo: "Y yo soy de aquellos 'no con
quien naces sino con quien paces'; y de los 'quien a buen árbol se arrima, buena sombra le
cobija'; yo me he arrimado a buen señor, y ha muchos meses que ando en su compañía, y
he de ser otro como él, Dios queriendo; y viva él y viva yo: que ni a él le faltarán imperios
que mandar, ni a mí ínsulas que gobernar." (12) Se ha insuflado su espíritu de todo lo
fantástico caballeresco. Por ello la duquesa puede fácilmente convencerlo de que él sólo
fue el instrumento para encantar a Dulcinea.
Juntos, amo y criado, con los ojos vendados, "viajan" sobre Clavileño. Mientras don
Quijote declara que tiene la sensación de no haber despegado del suelo -como fue en
realidad- Sancho cree que ha pasado por diversas regiones siderales y que hasta se bajó, a
hurtadillas de su amo, a entretenerse con las siete .cabrillas cuyos colores vio: verdes,
encarnadas, azules, que diversos son los colores del cielo a los de la tierra. También -sigue
diciendo Sancho- se levantó un poquito la venda y contempló la tierra desde lo alto, la
cual parecía un grano de mostaza, y los hombres, avellanas.
La ambición se irá atenuando hasta desparecer. Luego de lo ocurrido en la aventura
anterior, juzga Sancho que es preferible gobernar un tantito de cielo que no un grano de
mostaza. Sin embargo, aceptará el gobierno de la ínsula ya no por codicia, sino para
probar a qué sabe ser gobernador. Esto es, se ha superpuesto la curiosidad a la ambición.
Añade a su amo que si no sirve para el gobierno, lo dejará. Y si el tal gobierno lo ha de
conducir al infierno, prefiere ir al cielo. He aquí, pues, la ambición mermada.
En efecto, llega a la fingida ínsula, y durante los diez días de su administración,
padece muchas burlas. Sancho, gobernador de Barataria, se muestra poseedor de un gran
sentido común y de un talento antes no sospechado, hasta el punto de poder considerarlo
como un pequeño Salomón, aunque con ribetes humorísticos. A lo último, se convence
de que no valen la pena riquezas que se pagan con la pérdida del sueño y del descanso y
con padecimiento de hambre. Presto toma la decisión de dejar el gobierno. Ha preferido el
sosiego espiritual a los bienes materiales. Ya no queda nada de la ambición. "He ganado
, -dice Sancho- el haber conocido que no soy bueno para gobernar, si no es un hato de
ganado." (13) En su éxodo del gobierno encuentra a un antiguo vecino, el morisco
llicote, disfrazado de mendigo. Viene a rescatar el tesoro que dejó enterrado. Ofrece
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doscientos ducados a Sancho para que le ayude en tal empresa, pero éste rehúsa. Basta
con que no lo denuncie, ha dicho el exgobemador, a quien ya no tienta la ambición.
Luego de la caída en la sima, Sancho ha vuelto a reunirse con su amo, a cuyo
servicio prefiere estar antes que en el del gobierno.
La experiencia forma al hombre y lo hace mudar. Sancho ha aprendido el
conocimiento de sí: sabe que no es apto para gobernar; ha encontrado al verdadero
hombre que hay en él y ello lo conduce a la conciencia de su importancia. A pesar de sus
limitaciones, tiene importancia. Si no, ¿cómo andaría en la estampa la historia de las
hazañas caballeresco-escuderiles de esta pareja? Si no, ¿cómo se explicaría la aparición
de una segunda parte apócrifa, cuyo anónimo autor explota la merecida fama del
caballero y su criado?
Ha terminado el aprendizaje de Sancho; se ha convertido en un excelente egresado
de la escuela de caballería. En posesión de toda su madurez, se siente dueño de sí. En las
relaciones con su amo, es el criado quien toma la iniciativa en bastantes oportunidades,
decide por don Quijote otras, es quien lo presenta a otros personajes, y hasta alguna vez se
atreve contra él.
Importa a ambos personajes defender su verdadera identidad. Ante don Juan y don
Jerónimo, en la venta, Sancho inicia el diálogo para que los reconozcan como a los
verdaderos Sancho y don Quijote. De su amo dice que es valiente, discreto y enamorado,
y de sí, simple y gracioso, no glotón ni borracho.
No es ésta la única ocasión en que los héroes manchegos tienen que esforzarse para
evitar que se les confunda con los impostores. A don Alvaro de Tarfe, Sancho le habla de
sí y de su amo. Yo soy el verdadero Sancho -le dice- con tantas gracias como llovidas;
pase un año tras mí y lo verá. De don Quijote manifiesta que es famoso, valiente, discreto,
desfacedor de agravios, tutor de pupilos y huérfanos y cuya única señora es Dulcinea.
Aunque adorna con más virtudes al amo, Sancho se sitúa en el primer plano. No le
pide a don Alvaro que acompañe a ambos, sino que afirma, "tras mí", Se siente tanto o
más importante que su señor. De paso, por el legítimo derecho del autor de subrayar los
méritos de su obra frente al Quijote apócrifo de Avellaneda, se ha adelantado Cervantes
en unos cuantos siglos a la técnica pirandelliana de independizar a los personajes de su
creador, y lanzarlos por el mundo a pensar y a actuar por sí mismos, como ocurre en Seis
personajes en busca de autor. Ante el alcalde declara don Quijote la identidad suya y la de
su escudero. Don Alvaro se convence de la razón que asiste a Sancho y a don Quijote, y
exclama: "¡Tan conformes en los nombres como diferentes en las acciones! "
El escudero tiene la virtud de desencantar doncellas y hasta de resucitarlas:
Dulcinea y Altisidora son buena muestra de ello. A don Quijote le corre prisa por
conseguir que la princesa del Toboso vuelva a su estado primero, por lo que pretende
azotar él mismo a su criado. Sancho no reacciona entonces como el servidor, o el
discípulo, o el compañero de aventuras. Actúa como el hombre que es, el mismo a quien
le repugna la burla de las mamonas porque dueñas le manoseaban el rostro. Con
movimiento rápido a modo de zancadilla vuelca a don Quijote y le pone la rodilla sobre el
pecho hasta dejarlo inmovilizado. El amo exclama entonces: "¿Cómo traidor? ¿Contra
tu amo y señor natural te desmandas? ¿Con quién te da su pan te atreves? "Pero Sancho
replica: "Ni quito rey, ni pongo rey, sino ayúdome a mí que soy mi señor. Vuestra
merced me prometa que se estará quedo, y no tratará de azotarme agora, que yo le dejaré
libre y desembarazado; donde no,
Aquí morirás, traidor,
enemigo de doña Sancha." (14)
Don Quijote no comprende la situación. Sancho no es ingrato ni traidor: por eso
dice que ni quita ni pone rey, pues sólo es su propio señor. Esto viene sintiéndolo y
declarándolo desde el momento en que se dio cuenta que por ser hombre podía ser papa o
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gobernador, y que por arrimarse a buen seftor podía ser otro como él. Sancho no ha sido
armado caballero, pero es señor por un acto de su propia voluntad, por el conocimiento
que tiene de sí que lo lleva a defender su integridad de hombre. En cuanto señor se parece
tanto a don Quijote, que hasta acude al Romancero como él. Tiende, pues, a ser como el
amo, nunca a humillarlo o a desconocer su autoridad. El amo y no el criado es quien se ha
propasado.
Don Quijote se acerca ya al final de su carrera: lo ha vencido el Caballero de la
Blanca Luna. El escenario de Barcelona fue testigo del dolor del hidalgo y del
desconcierto de Sancho. Este, "todo triste, todo apesarado, no sabía qué decirse ni qué
hacerse; parecíale que todo aquel suceso y que toda aquella máquina era cosa de
encantamiento. Veía a su señor rendido y obligado a no tomar armas en un año;
imaginaba la luz de la gloria oscurecida; la esperanza de sus promesas deshechas, como se
deshace el humo con el viento. Temía si quedaría o no contrahecho Rocinante o
deslocado su amo; que no fuera poca ventura si deslocado quedaba." (15)
La reacción inmediata del escudero ante el fracaso de don Quijote fue pensar
primero en su propia suerte en contraposición con la del amo: el yo triste de Sancho y el
yo del amo privado del ejercicio caballeresco. Esto oscurecería la fama del señor, esa
misma que ya Sancho compartía; eso haría que la esperanza de Sancho resultase fallida.
La Única salvación, que todo fuera cosa de encantamiento.
Sancho bueno, cristiano viejo y discreto; Sancho converso a la nueva fe, cariñoso y
leal con el amo, procede con él como cuando don Quijote lo confortaba durante su
aprendizaje. Así Sancho consuela, guía y cuida a don Quijote en los días aciagos de su
derrota. Debe alegrarse -le dice el escudero- porque al ser derribado cayó en tierra y no
tiene ninguna costilla quebrada. Sancho es y será el más perdidoso, porque si bien no
quiere más gobiernos, aún conserva el deseo de ser conde; y si el amo no vuelve al
ejercicio de la caballería, ¿qué será de los anhelos suyos?
El criado atenúa la pena del amo con aquello de que siempre hay males mayores
que los nuestros. Entre tanto se cumple el plazo durante el cual don Quijote tiene que
estar en reclusión, pueden hacer vida pastoril.
Más reflexivos son ahora los juicios de Sancho. El escudero se ha vuelto filósofo y
discreto. ¿Quién te enseña? , le pregunta admirado don Quijote, como si no supiese que es
el resultado de su obra.
Sancho dice: "Tan .de valientes corazones es tener sufrimiento en las desgracias
como alegría en la prosperidad; y esto lo juzgo por mí mismo, que si cuando era
gobernador estaba alegre, ahora que soy escudero de a pie, no estoy triste; porque he oído
decir que esta que llaman por ahí Fortuna es una mujer borracha y antojadiza, y, sobre
todo, ciega, y así, no ve lo que hace, ni sabe a quién derriba, ni a quién ensalza". (16)
Quiere convencer a don Quijote que soportar la prueba dolorosa es muestra de
valor. Antes don Quijote era el modelo para su criado; ahora la situación es a la inversa:
Sancho también ha tenido su caída con el abandono de su gobierno, y manifiesta más
entereza de ánimo que su señor. Por sabias y bien intencionadas que sean las
intervenciones del escudero, nada se podrá remediar: don Quijote ha cumplido su destino;
tiene conciencia plena de su fracaso: "Derribáronme, y aunque perdí la honra, no perdí,
ni puedo perder, la virtud de cumplir mi palabra. Cuando era caballero andante, atrevido
y valiente, con mis obras y con mis manos acreditaba mis hechos; y ahora cuando soy
escudero pedestre, acreditaré mis palabras cumpliendo la que di de nú promesa." (17)
Ya no es caballero don Quijote: él siente que no lo es. Y como ni amo ni criado
podrían desenvolverse bien dentro del marco de la grosera realidad cotidiana, no les queda
sino sustituir un idealismo por otro: hacerse pastores. Con esa determinación regresan a su
aldea; pero no les es posible realizarla por causa de la enfermedad de don Quijote. Está a
la vera de la muerte. Sancho lo llama a la vida; lo necesita para que en su oportunidad
vuelvan al ejercicio caballeresco: lo incita con lo que más podría atraerle: "quizá tras de
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alguna mata hallaremos la señora Dulcinea desencantada''. Y en un último rasgo de
generosidad le pide que culpe a su escudero de la derrota diciendo que éste dejó mal
puesta la cincha a Rocinante, por lo cual fue derribado. Le recuerda también cuán
frecuente es en los libros de caballería que los vencidos de hoy sean los victoriosos de
mañana.
Cuatro puntos de apoyo ha encontrado Sancho para rescatar a don Quijote de la
muerte:
a.
Hacer vida pastoril por el tiempo convenido; cambio de un idealismo por otro.
b.
Desencantar a Dulcinea, esto es, poner el amor al alcance del amo.
c.
Transferir la culpa, en este caso a Sancho, para atenuar el dolor y la humillación de
don Quijote.
d.
Señalar la condición propia del hombre que hoy·puede caer y mañana triunfar.
Sin embargo, don Quijote muere y la obra termina. Desde entonces, mucho se ha
dicho de este personaje, de su valor como mito, de su condenatoria a los libros de
caballería pero exaltadora al mismo tiempo de los ideales de este honroso ejercicio. Se ha
dicho también que don Quijote encama la España de los siglos XVI y XVII, o los
entusiasmos y fracasos de Cervantes.
Pero, ;s Sancho? ¿Qué representa para la posteridad? Don Quijote -quizá con
orgullo de maestro- puso en evidencia muchas veces el progreso de su criado. Tiene el
mérito de haberse elevado desde la casi nada del hombre vegetativo hasta sentirse
caballero y señor de sí mismo; desde el hombre que participa en una empresa sólo por la
paga hasta el soñador que comulga con los ideales más nobles de la humanidad. Sancho
nos enseña que no se aprende la bondad, sino que se es bueno por naturaleza. En cambio
sí se aprenden las demás cosas: conforme se ensanchan las experiencias se enriquece el
mundo interior y se descubren nuevas relaciones entre las cosas e insospechados valores.
Sancho se ha cultivado en la escuela de don Quijote. ¿Tropiezos en su carrera?
Varios. Como todo ser humano, ha tenido que conseguir las cosas a base de esfuerzo y
constancia. Tuvo instantes de debilidad; pero la oportuna guía del mestro le permitió
seguir adelante. Reprimendas, burlas de toda clase, manteos, palos, de todo hubo de sufrir
antes de obtener la maestría en el arte caballeresco, cabe decir, en el arte de ser hombre.
Mientras don Quijote se despersonaliza para convertirse en mito, Sancho toma
conciencia de sí, de su importancia y dignidad. Puede por ello adelantarse al amo en los
diálogos, querer que se imprima su historia, gustar de las aventuras y de los
encantamientos. Don Quijote muere porque en él sobra la singularidad, lo que en él es
personal. Tiene que perecer para llegar la condición universal que se le exige al mito. Por
el contrario, el trofeo que conquista Sancho en su batalla de la vida, es el de convertirse
en persona. Ya no es más el individuo que se conforma con la hartura y el sueño. Ahora
tiene alma, se ha vuelto discreto, y por lo mismo, persigue intereses superiores.
¡Qué mal querían a Sancho los que sólo buscaban en él sus gracias, como los
duques, el visorrey, don Antonio y tantos otros que no pudieron leer su hondura
humana! Atribuyámoslo a ignorancia si no era malda~.
Sancho no . podía morir. . . No ha muerto ni morirá. Queda en la obra como
testimonio del elevarse sobre sí mismo, desde la esfera más baja hasta la plenitud de ser
hombre.
¡Sancho amigo, Sancho hermano, te pareces a nosotros, seres que trabajamos y
soñamos y que anónimamente construimos el universo!
138
NOTAS
l.
Quijote 1, cap. VII.
2.
Quijote 1, cap. XVI.
3.
Idem 1, XLIV.
4.
Idem 1, cap. XLIV.
5.
Quijote I, cap. XL VII.
6.
Idem 1, cap. LIL
7.
Idem I, cap. LIL
8.
Quijote II, cap. V.
9.
ldem 11, cap. X.
10.
Quijote II, cap. XI.
11.
Idem 11, cap. XII.
12.
Quijote 11, cap. XXXII.
13.
ldem 11, cap. LIV.
14.
Quijote II, cap. LX.
15.
Quijote II, cap. LXIV.
16.
Idem II, cap. LXVI.
17.
Idem 11, cap. LXVI.
139
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