NEREIDA 67

Anuncio
NEREIDA
67
Un pueblo de marinos como el de los Helenos, ocupando un te
rritorio cuyos costas admirablemente recortadas, ofrecen múltiples
abrigos a los atrevidos navegantes, no podían dejar de rendir culto a
las divinidades del mar, celestes guardianas de su imaginación,
esperanza y Norte sentimental de su romántico corazón.
En la época más antigua de la historia que conocemos, los pue
blos griegos no eran los audaces corredores del mar que llegaron a ser
posteriormente. Los fenicios fueron en este punto los iniciadores y es
indudable que contribuyeron al desarrollo de los concepciones heléni
cas en lo que respecta a la mitología del mar.
NEPTUNO, el dios soberano del mor, es la figura excelsa cu
yo poder se extiende allende las profundidades de los océanos, gober
nando desde su trono de granito y gemas su basto imperio líquido o
él encomendado cuando en lejanos tiempos recibiera su emblema re
3kV>
gio, "El Tridente".
Dentro de lo mitología marina, Neptuno está en el lugar pre
cedencia I de las deidades. Sin embargo existen a su alrededor, mu
chas divinidades cuyo popel secunda al de los olímpicos comprendidos
en la órbita de Zeus. El principal de estos personajes es Ne\reo de Id)
generación anterior o lo de Zeus y que de su matrimonio con la Oceó-
nida Doris procreó las NEREIDAS cuya importancia alcanzó mayor
nivel que el de su padre "El viejo Marino".
BiSBi
Dotados de sin igual belleza y de sentimientos altamente sen-
cibles, los Helenos concibieron la imagen de las Nereidas. Símbolo^de
ello fueron Tetis, Golotea y Anfitrite que por sus cualidades llegó a
convertirse en Esposa de Neptuno.
La leyenda dice: "Cuando el océano pinta de colores el cielo
y^el destellante sol moribundo refleja de soslayo su impecable carme
sí, surgen las Nereidas, escoltadas por los peces más hermosos y por
sirenas que portan trompetas de oro entonando la canción celestial
e su mensaje.^ Allí, sobre verdes alfombras afelpadas que descanson sobre tentáculos de pulpos gigantes, luce la belleza en todo su
esplendor... Colma la tormenta y surge la serenidad. Entre coplas
marciales ellas desaparecen..."
f
Ahora, cuando los siglos han descubierto ante el hombre un
basto ^panorama de conocimientos, volvemos nuestros cansados ojos
con añoranza escondida hacia las concepciones mitológicas de anta
ño. Hagamos partícipes por un momento de ese gran imperio y pro-
clan^mos la gracia de una mujer encarnada en la leyenda. ELIZA-
BETH, Nereida y Princesa nuestra, sabéis lo que tu nombre represen
to y el respeto que nosotros, subditos del mar, te debemos. Aquí nos
teneis rodeando tu trono, inclinaremos la frente para reverenciar tu
belleza y elevaremos los brazos para depositar en Ti, como una ofren
da, el reconocimiento de vuestra soberanía.
ZEUS TE PROTEJA
Lo hermosura y simpatía de la mujer ecuatoriana solo comparable
la majestuosa altivez del mundo de la espuma y de las olas.
Descargar