El hombre misterioso - AMORC - Biblioteca Virtual

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Cagliostro, El Hombre Misterioso
Por Ralph M. Lewis
(El presente artículo se publicó en mayo de 1953 en el Rosicrucian
Digest después del viaje que el Fr. Ralph M. Lewis hiciera por Europa en
aquel tiempo)
El Museo Farmacéutico de Basilea, Suiza, nos ha revelado muchas
páginas del pasado por sus excepcionales exhibiciones y su ambiente
tradicional. Sin embargo, quedaba desconocida una página de su
historia. Precisamente habíamos terminado de inspeccionar con gran
interés la reconstrucción en tamaño natural de un laboratorio alquímico,
cuando al ir a retirarnos descubrimos a unos cuantos pasos de distancia
un rótulo con información estupenda. Allí, a nuestra izquierda, estaba
ese sencillo rótulo encima de la barandilla de una empinada escalera que
conducía al subterráneo.
En idioma alemán, que es el de Basilea, podía leerse esto:
“Cagliostro machte hier das gold” (Aquí hacia oro Cagliostro).
Tal cosa era una declaración positiva de lo que realizaba el
misterioso Cagliostro. No era la afirmación de un romántico o de alguien
que tratara de estimular su imaginación embelleciendo hechos para
halagar su fantasía. Era la declaración oficial de un instituto científico en
una de las ciudades más grandes de la progresista Suiza.
Con gran excitación escudriñamos a través de la reja procurando
ver hasta el final de la escalera entre las densas tinieblas de aquel
sótano. Apenas si podíamos distinguir la vieja cámara, parcialmente
subterránea, que había usado el famoso Cagliostro durante su
permanencia en Basilea. En este lugar, como lo había hecho en Francia,
produjo oro con su método de transmutación. Las autoridades del
instituto al parecer no disputaban el hecho que allí se proclamaba. Por
alguna circunstancia especial, una rama de la alquimia, la moderna
farmacia, había erigido su museo junto al mismo edificio en que había
laborado uno de sus primeros predecesores.
La fabricación de oro en Basilea, Suiza, fue uno de los eventos
conclusivos en la vida de ése hombre, aunque el hecho parezca una
novela fantástica. En realidad, su vida ha estado rodeada de fantasía.
Alejandro de Cagliostro nació en Palermo, Sicilia, en 1743. La
mayoría de sus primeros biógrafos afirmaron que su nombre era José
Bálsamo. Esas biografías, sin embargo, se basaron principalmente en el
elaborado relato de un biógrafo italiano influenciado por la inspiración
papal. Hay razones para creer que tal historia fue una fabricación de
mendaces versiones con intención de rebajar el carácter de este hombre.
A esa información errónea se añadieron las supuestas memorias de
Cagliostro. Consideradas ahora espurias por varias autoridades
literarias, esas memorias, a pesar de todo, han influenciado casi por dos
siglos algunas enciclopedias y referencias históricas. Enciclopedias
modernas, como la Británica y otras, aún perpetúan tales versiones.
Cagliostro viajó por Grecia, Egipto, Arabia, Persia, la isla de
Rodas, y por toda Europa. Declaró con frecuencia que en Egipto se le
había iniciado en las escuelas de misterios, confiriéndosele los ritos en la
Gran Pirámide de Cheops y en los grandes Templos del Nilo. Relataba
que mientras permaneció en Egipto le fue impartida la gran gnosis o
sabiduría de los antiguos egipcios.
Que era muy docto y que poseía conocimientos nada comunes, lo
reconocen aún sus falsos biógrafos. En la isla de Rodas estudió alquimia
y las ciencias ocultas de los griegos. También se le hizo miembro de la
Orden Maltesa. Por su amistad con el Gran Maestro de esa Orden fue
presentado más tarde a muchas familias prominentes de Roma. Volvió
nuevamente a Europa y visitó algunas de sus capitales. Su fama como
alquimista, rosacruz, filósofo y curandero, se esparció ampliamente. Los
biógrafos, refiriéndose a él como a José Bálsamo, lo han presentado
como un charlatán y un pícaro despreciable. Había tal diferencia entre
los dos caracteres, que casi resulta obvio que eran dos hombres
diferentes y no un hombre que tenía dos nombres.
En su temprana vida, según sus biógrafos, Cagliostro fue perverso
y extremadamente inmoral. No obstante, al relatar sus años posteriores
en Paris y en Estrasburgo, los biógrafos de Cagliostro, con raras
excepciones, aun cuando pretenden rebajarlo más, no pueden impedir
que se trasluzca una oculta corriente de admiración por sus poderes y
actos milagrosos. Es decir, a través de las difamaciones se percibe su
secreto asombro por los hechos de este hombre y la duda en los primeros
comentarios.
Mencionaremos a Waite, como ejemplo de esto, en su corto
bosquejo sobre la vida de Cagliostro, a quien señala como a José
Bálsamo, según lo hicieron también otros, que cita profusamente partes
de lo que escribió el biógrafo italiano. Luego, como si repentinamente
cayera en cuenta de la incongruencia resultante al exponer
indistintamente actos morales e inmorales atribuidos por igual al hombre
de su reseña, dice: “Sin embargo, la veracidad de este relato no está
exenta de sospecha”.
Demostraciones de Fenómenos
Cagliostro entró triunfante a la ciudad de Estrasburgo. Versiones
diferentes sobre esto concuerdan en que multitud de personas enfermas,
que habían tenido noticia de sus poderes curativos, ansiaban su entrada
triunfal y esperaban recibir sus tratamientos.
“El famoso curandero entró y los curó a todos; a algunos
simplemente con tocarlos, a otros aparentemente de palabra o por
gratificación monetaria y al resto por su panacea universal (medicina
especialmente preparada)”
En camino a su alojamiento en Estrasburgo, donde se habían
congregado los enfermos, “Cagliostro fue unánimemente aclamado a su
llegada, acompañándole luego la inmensa muchedumbre hasta las
puertas de la magnífica vivienda que se le había preparado.” Las
demostraciones que hacía el Adepto de los fenómenos ocultos
asombraban a la gente por doquiera que iba. Su capacidad llegaba a
manifestar objetos que ordinariamente no eran visibles a los
espectadores, así como a hacerse visible simultáneamente en dos
lugares, según se dice. Tales demostraciones de su poder no sólo tenían
lugar ante las masas crédulas e ignorantes. Muchas personas ilustradas
y versadas en ciencias también se hallaban presentes en esas ocasiones.
Como admite casi a la fuerza uno de sus biógrafos: “Los testimonios
contemporáneos aceptan que estas manifestaciones eran en lo general
genuinas y que apenas si cabría ligera duda respecto a sus dotes
mesmerianas”
Dicho de otra manera, el biógrafo intenta hacer creer al lector que
Cagliostro usaba el mesmerismo (hipnosis) con todos aquellos que se
presentaban ante él, engañándoles al hacerles pensar lo que ellos
relataban de sus poderes. A la inversa, no obstante, el biógrafo impugna
en otra parte como fraudulentos los poderes de Cagliostro. Ciertamente,
si poseía tales poderes de pensamiento sobre la mente de su audiencia
como para hacerles ver, o creer que veían, lo que después ellos relataban,
resulta entonces evidente que no estaba tan desprovisto de cierta extraña
eficiencia.
Nos dicen sus mismos críticos que “visitaba a los enfermos en los
hospitales, que deferentemente participaba en las actividades de los
doctores que estaban de turno, que emitía prudentemente sus opiniones no
condenando los antiguos métodos sino tratando de unir la nueva ciencia
con la que se basaba en la experiencia.”
¿Nos es dable preguntar cómo puede reconciliarse la cita anterior
con el carácter de Bálsamo? ¿Sería capaz un hombre reputado como
truhán, cruel, fraudulento y falto en realidad de conocimientos
terapéuticos, de los actos mencionados? Por una parte se dice que
participaba en el trabajo de reconocidos médicos en los hospitales. Aún
más, no condenaba los métodos científicos del día; trataba, más bien, de
integrar sus propias artes a las de los doctores. Es también de notarse
que no era repudiado por los médicos, pues le permitían participar en las
curaciones de los hospitales. Así, pues, no eran éstas las acciones de un
farsante, o de alguien a quien se tuviera como impostor. De hecho, los
críticos admiten esto después: “Se citaban curaciones nunca antes
realizadas y operaciones alquímicas que aún sobrepasaban las supuestas
posibilidades del arte de transmutación.”
Genio o Impostor
El Conde Cagliostro entró en Paris en 1771. “Asumió el papel de
mago práctico y asombró a la ciudad con evocaciones de fantasmas que
hacía aparecer a voluntad del solicitante, ya fuera en un espejo o en un
vaso de agua clara. Dichos fantasmas tanto representaban muertos como
vivos, y siendo al parecer imposible una confabulación o complot
ocasional, a más de que la teoría de coincidencias resulta aquí absurda,
hay razón para suponer que producía resultados que a veces a él mismo le
maravillaban.” Hubiera sido mejor que el biógrafo dijera que él era el
asombrado y no Cagliostro. Es evidente que tratando de insinuar, como
lo hacía, que había fraude en tales casos, el biógrafo no pudo encontrar
ninguno y así admitiera que eran fenómenos inexplicables y
sorprendentes. Recordemos que casi todos esos biógrafos han elegido
como su tema principal que Cagliostro era un charlatán, y que con
frecuencia ellos mismos han hallado difícil sostener tal teoría.
Luís XVI de Francia llegó a tomarle afición después de tener con él
algunas audiencias privadas. Tan sinceramente convencido estaba el rey
de que era un genio y un filósofo alquímico notable, que lanzó un decreto
diciendo que se consideraría reo de traición a todo aquel que injuriase a
Cagliostro. Esto implicaba el patrocinio de la Corona. Como resultado, la
aceptación que le otorgó la Corona fue para él un “ábrete sésamo” que le
franqueó la entrada a los altos círculos sociales de Francia. A pesar de
ello, uno de los biógrafos que refiere esto intercala relatos de libertinaje
presumiblemente cometidos por Cagliostro en el templo erigido en la
espléndida mansión de la calle St. Cloud, en París. Ese edificio aún
existe, y uno de los miembros de la Expedición Fotográfica de AMORC,
tomó una vista de dicho lugar que no hace mucho fue publicada en esta
revista.
La formación que Cagliostro llevó a cabo de una logia de la
Masonería Egipcia en Paris, los ritos Rosacruces que confirió, las
ceremonias místicas, sus curaciones fabulosas y sus demostraciones de
poderes ocultos, fueron preocupaciones de no escasa proporción para la
Iglesia Católica Romana. La gente mostraba adoración por él desde la
más encumbrada clase social hasta la más humilde. Su generosidad
hacia los pobres, sus patentes sacrificios personales y su caridad, tanto
como la estima moral en que se le tenía, eran motivos de rivalidad que
difícilmente podía soportar la Iglesia. Los relatos sobre la vida licenciosa
que más tarde le atribuyeron sus biógrafos, no concuerdan con la
manera en que fue reverenciado por todas las clases sociales.
Extraño como parezca, Cagliostro llegó a ser íntimo amigo del
Cardenal de Ruán. Quizá fue éste uno de sus más fatales errores. Se nos
dice que en corto tiempo su celebridad se elevó a la mayor altura por la
curación milagrosa del Príncipe de Soubise, hermano del Cardenal de
Ruán, que a la sazón sufría un ataque de fiebre escarlatina. Desde ese
momento, retrato del Adepto aparecía en todo París. Cagliostro se vio
complicado en el famoso asunto del “collar de diamantes” en el que era
figura central el Cardenal de Ruán. Se había hecho creer al Cardenal, por
medio de su amante, que María Antonieta estaba enamorada de él. El
Cardenal compró el collar a un precio fabuloso para regalárselo a la
Reina, pero no pudo efectuar el pago. Como ya el Cardenal había sido
expulsado por su conducta indebida, quizá tenía esperanzas de
congraciarse nuevamente con la Corona. En el juicio que se le siguió a
Cagliostro quedó exonerado de culpa por una defensa sin precedente. No
obstante, fue encarcelado en la Bastilla “por otras razones,” como dice un
biógrafo sin mayores explicaciones. Más tarde pudo escapar a Londres y
mientras permanecía allí escribió sobre la corrupción que prevalecía en
Francia y predijo la Revolución. Tanto la Inquisición como la Realeza le
atacaron por esto, y finalmente encontró asilo en Basilea, Suiza.
Bajo Pena de Muerte
Fue en Basilea donde él y algunos de sus iniciados que le habían
seguido hasta aquella ciudad continuaron sus investigaciones alquímicas
en este mismo laboratorio subterráneo que ahora contemplábamos. Los
seguidores de Cagliostro que permanecieron en Francia no lo
abandonaron a su partida. Prosiguieron sus Logias Masónicas Egipcias y
los Templos Rosacruces. Esto causó mayor agitación entre los prelados
de la Iglesia Romana, pues la gente trataba ansiosamente de conocer el
arte que había dado su poder a Cagliostro. Más aún, el Cardenal de
Ruán, que eventualmente fue absuelto, probablemente creyó que
Cagliostro lo había implicado en el asunto del collar de diamantes
exponiéndolo ante la opinión pública. Por lo menos, parece que el poder
eclesiástico del Cardenal cayó sobre el místico alquimista.
De nuevo volvió Cagliostro a Roma. Los anteriores iniciados de sus
Logias Rosacruces y Egipcias Masónicas le instaron a que fundara
dichos organismos en aquella ciudad. Había pena de muerte por edicto
papal para quien estableciera logias masónicas en Roma. Cagliostro
siempre había manifestado absoluto valor en estos asuntos. Desafiando
el edicto papal organizó la logia e inició a los ansiosos aspirantes que
buscaban la Luz Mayor. Fue arrestado el 27 de Septiembre de 1789 por
orden del Santo Oficio de la Iglesia de Roma. El biógrafo italiano que
tanto ha vituperado a Cagliostro trató de mitigar la impresión histórica
que dejaría la política dictatorial de la Iglesia en este asunto, declarando
que las autoridades papales procuraron a Cagliostro un abogado “cuyos
conocimientos y probidad eran unánimemente reconocidos.” Según las
versiones propaladas, se le indujo a que, apoyándose en el consejo, más
bien contra sus propios deseos, confesara odiosos crímenes, y también a
que no negara rotundamente los muchos cargos que recaían sobre él. Se
le aseguró que así tendría la lenidad de las autoridades papales y se le
permitiría salir de Italia inmediatamente. Sin embargo el resultado del
juicio fue que se pronunciara su pena de muerte.
Hubo indignación pública por el veredicto, y la sentencia fue más
tarde conmutada por prisión perpetua en la fortaleza de San León. Es
por demás extraño que aunque Cagliostro tenía comparativamente buena
salud al ser sentenciado y durante su encarcelamiento muriera dos años
más tarde cuando solo tenía cincuenta años de edad. La relación de su
muerte siempre estuvo rodeada de misterio. Corrió la voz de que había
tratado de estrangular a un sacerdote (a quién llamó para confesarse) y
que fue muerto al tratar de escaparse. Otros decían que él mismo se
había estrangulado.
Al ser arrestado se apoderó la Iglesia Romana de todos los
manuscritos que él había preparado sobre su investigación alquímica. Se
le incautaron sus libros de filosofía oculta y esotérica del Oriente que tan
cuidadosamente había recopilado. También sus archivos Rosacruces y
Masónicos quedaron confiscados por las autoridades eclesiásticas. Fue
en estos dos años de prisión y justamente antes de que hallara muerte
en la plenitud de su vida, cuando se dice que escribió sus memorias.
Estas supuestas memorias, a las que no sobrevivió para negar o
confirmar, refutaban todo lo enseñado, escrito o demostrado por él.
La esposa del Adepto fue también enjuiciada y “bajo el terror de la
Inquisición”, se le obligó a menoscabar la elocuencia y dotes de Cagliostro
tan reconocidas en toda Europa. A pesar de haberse intimidado a la
esposa de Cagliostro (quién mas tarde fue confinada a un convento)
insistió en que algunas de sus artes eran inexplicables y libres de todo lo
que pudiera tildarse de perfidia. Ella declaró que “debían asistirle
poderes de arte mágico”. Mas tarde, algunos batallones de
revolucionarios franceses trataron de rescatar a Cagliostro del castillo
donde estaba prisionero, mostrando el sentimiento de pública devoción
que había para él en Francia. Se les dijo que había muerto.
Mientras contemplábamos el desván al final de aquella
pronunciada escalera por dónde éste adepto y místico bajaba a sus
labores, reflexionamos en que todas las vituperables y denigrantes
versiones de las enciclopedias, de los bosquejos biográficos y de las
historietas fantásticas escritas sobre Cagliostro, se habían basado
principalmente en sus pretendidas memorias escritas cuando era
prisionero papal.
El biógrafo italiano que escribió acerca de él, y a quien se ha
copiado tan profusamente, obtuvo sus datos principales de dichas
memorias y de los informes que la Iglesia Romana aseveró que se
hallaban incluidos entre los papeles privados de Cagliostro que le habían
sido expropiados. La literatura contemporánea hace aparecer tan
descompuestos los frutos en la vida de este hombre, como las raíces que
estas fuentes de información le han atribuido.
Copyright
Este artículo fue publicado por el Consejo Supremo de la Orden
Rosacruz AMORC, en la revista El Rosacruz correspondiente al mes Mayo
de 1959, con copyright 1959 por la Suprema Gran Logia de AMORC –
Todos los derechos reservados.-
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