autor : Marcela Zanin Cortar el paño del propio traje Zona de

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autor : Marcela Zanin
Cortar el paño del propio traje
Zona de derrumbe, de Margo Glantz, Rosario, Beatriz Viterbo Editora, septiembre de 2001; 127 páginas.
Los textos de esta escritora mexicana*-un vasto conjunto de ensayos críticos y de ficciones- se refieren a historias ligadas a la experiencia personal, a memorias, a biografías; y, la
mayoría de ellos, exhiben la frágil inconsistencia de las narraciones sobre el pasado. Tan sólo bastaría realizar un breve recorrido por algunos de sus libros para observar la
recurrencia de esos rasgos ("Las genealogías"; "Síndrome de naufragios"; "La lengua en la mano"; "Esguince de cintura"; "Sor Juana Inés de la Cruz, ¿hagiografía o biografía?";
"Apariciones"), pero, sobre todo, la insistencia en torno a las relaciones de la memoria y el olvido en el constante ejercicio de la repetición.
Para Margo Glantz todo acto de escritura es un acto de destrucción, y todo escritor se destruye a sí mismo al "cortar paño sobre su propio traje, o al desgarrarlo en el acto mismo de
la autobiografía". Como ella misma afirma al hablar de Augusto Monterroso, escribir quiere decir en el fondo, y por razones etimológicas, cortar, rasgar, desgarrar.
De este modo "Zona de derrumbe" propone una serie de relatos que ponen en cuestión la posibilidad de la historia autobiográfica. Una 'zona de derrumbe' en la cual la escritura está
concebida más como acto de destrucción que como acto de construcción; porque si por una parte la narradora de los cuentos manifiesta escribir sus memorias (y hace jugar la
determinación básica del género: aquella de que el lector lee la vida del autor), por otra, los datos más nimios de la realidad están desgarrados por el trabajo de la fabulación. Los
relatos tienen como tema la escritura autobiográfica: reflexionan sobre el género y simulan mostrar algunos incidentes de la vida diaria de una mujer, pero siempre desde la crítica
de los lugares comunes. Como los perros descritos en "Animal de dos semblantes", domésticos y feroces a un tiempo, o como la narradora de "Jarabe de pico", tan atenta a las
reglas de la buena educación inglesa y, a la vez, tan mal educada, hay en "Zona de derrumbe" una distancia que vuelve ambiguo el imperativo de hacer el relato de una vida.
Ya las líneas iniciales, las palabras preliminares de Glantz ("Colecciono aquí varios cuentos. Su escritura responde a una histeria dosificada, escrita a cuenta gotas, demorada a lo
largo de los años. Reunidos, quizá puedan leerse de manera diferente") exhiben el juego de los relatos entre los restos vividos a los que se les da una diferente circulación, es decir,
a los que se les da la vuelta por la repetición en clave de farsa. Porque si de géneros se trata, no se encuentra aquí lo "memorable", justamente, de las memorias, sino, por el
contrario, el relato de lo poco digno de ser escrito; y además, contado por un sujeto muy poco excepcional. De hecho en estas "memorias" el nombre tan singular de la autora,
Margo Glantz, se cambia por el casi anónimo Nora García, acaso compartido por miles de otras Noras Garcías. En "Zona de derrumbe" la memoria se convierte en una farsa, "cae"
en la farsa.
No puede ser de otro modo, el personaje que escribe, una escritora latinoamericana, parte de determinadas marcas defectivas: una deformación del pie izquierdo y el hecho de tener
como herencia el exilio de un aventurero. Razones por las cuales su tragedia no alcanza a degenerarse en parodia sutil. Muy por el contrario, a partir del destino poco singular
heredado de su madre (el de seguir a un aventurero) debe insistir en la necedad de la farsa. "Cuando empiezo a escribir mi vida, me entran algunas dudas, aunque mi infancia fue
también humilde. Esas dudas se fortalecen después de leer las memorias de Nabokov. La verdad es que cuando yo, Nora García, leo cosas tan profundas como las que él escribe,
me siento disminuida, inútil, y, lo peor, mis obsesiones se convierten -como la naturaleza americana para Buffon- en algo inferior ¿Cómo puede equipararse a alguien, cuya tragedia
ha sido sólo un exilio de colonia a colonia proletaria durante su infancia, con un exiliado de la nobleza de un país que produjo a Gogol, Dostoiewski, Chéjov, y claro, a Nabokov
afterwards."
El avatar de la memoria como farsa, entonces, corroe la zona de "verdad" de la vida que se cuenta. Los relatos pueden leerse como la caída del discurso autobiográfico en las
palabras del farsante, como lo que se construye para engañar como discurso autobiográfico ("5- Es hora de confesar que esta historia es autobiográfica, y por lo tanto
profundamente sincera.") De este modo, Nora García, siempre en primera persona, relata una serie de episodios nimios. Cuenta lo que no es digno de escribirse: un cuento de gatos
y perros, la historia de una mujer obsesionada por zapatos de diseñador, un frustrado "english love", y algunas "casi" estampas de costumbres. Y en ese contar despliega el recurso
esencial del actor de farsa, hace aparecer un cuerpo: senos, boca, dientes, pies se imponen al relato. A partir de ellos se le hace una finta al género mayor (de las Memorias), con un
movimiento de esguince se lo parte, se lo hurta, se lo tuerce. La escritura asiste al derrumbe de lo memorable para instalarse en la farsa o en la ópera (bufa) que, a diferencia del
teatro, detiene la historia y los sentimientos, los inmoviliza, donde lo que parece trágico se vuelve irrisorio. En el cuento "Jarabe de pico" la narradora cuenta un problema que la
afecta: la salivación constante de su boca, que le impide "hablar bien" -sin babear- y comer correctamente. Con la agilidad de una tira cómica, este incidente menor en la vida de
Nora García sirve para reflexionar sobre lo arbitrario de las líneas que definen cualquier identidad. Los lugares "típicos" de otras culturas, las costumbres, se muestran en este
cuento como ambiguos y móviles, como los alimentos, susceptibles de ser desmenuzados y convertidos en otra cosa.
Memoria, lengua y origen son quebrados de lo alto a lo bajo con un disciplinado ejercicio de demolición en un derrotero que va de la cabeza a los pies, o mejor, de la boca a los
zapatos. Una trayectoria que muestra lo ingobernable de boca, ("Bueno, lo importante no es eso, lo importante es que si salivo tanto no puedo hablar bien, me empiezan a aparecer
esas espumitas blancas en las comisuras de los labios que tan mal se ven ..."), una lengua que se desverbaliza -que se sale de las reglas- y la conversión de lo más bajo en lo más
alto por el "maravilloso efecto de un par de zapatos".
Precisamente, en "Zapatos: andante con variaciones" -el cuento medular del conjunto- a la vez que un objeto menor se hace el asunto del relato ocurre la transformación de la
literatura mística en relato maravilloso; lo que en otros textos Glantz trabaja desde el erotismo (se puede pensar en su novela "Apariciones"), o desde la interrogación del género
hagiográfico, en este cuento se vuelve farsa banal. Razón por la cual, el camino no es ya el de los santos -un camino ascendente orientado hacia la interlocución divina- sino el de
Cenicienta: la transformación maravillosa de una criada en una princesa a través de un zapato. No obstante el contraste se mantiene, lo contrapuesto del afán místico y el afán por
un par exclusivo de zapatos. Perdura para subrayar la zona, siempre corrosiva, de la escritura: "Una mujer pasa repetidas veces frente a una vitrina, mejor, por una calle donde hay
zapatos; su obsesión es doble, está fijada en los zapatos y en una novela que tiene relación con un camino por andar (...) La idea es trazar un paralelo entre la mujer que tiene que
andar simplemente un camino amoroso o el camino un mezzo del camin di nostra vita, digamos, y, paralelamente, a manera de alegoría, los frailes seráficos, Santa Teresa o San
Juan, que andan descalzos o con sus pobres o primitivas sandalias. Por ello continúo escribiendo el texto donde una mujer camina con zapatos de diseñador el camino de su vida, su
vocación martírica contrasta con ese afán y de ello resulta su nostalgia de Santa Teresa de Jesús y de los frailes seráficos de México; lo remata todo con San Juan, el más importante
de los místicos. Debe subrayarse que quizá esa obsesión cambie totalmente el plan de la novela".
Como Nora García "sabe que no podrá escribir si no está bien calzada", la escritura merodea alrededor de ellos: "Recorre de nuevo las tiendas, ningún zapato le gusta de la misma
manera, pero le siguen pareciendo caros, está acostumbrada a gastar en cosas pequeñas, baratas, le parece que es lo único que se merece, pero, eso sí, también sabe que la novela
que quiere escribir no podrá escribirse cabalmente si no se compra el calzado ideal de Ferragamo, su ábrete sésamo, su zapatilla de cristal, su hada madrina." Entonces, el relato
puede empezar solemnemente (y subversivamente) por el pie; el cuento puede empezar cuando la escritora tenga los zapatos puestos y la boca ocupada -ya sea por el turrón de
yema, por el oporto o el cigarrillo; "...por fin, con solemnidad, ¡ya era hora!, sentada como franciscano seráfico a la máquina de escribir o frente a la computadora, fumándose un
cigarrillo, oyendo a Bach, comiendo turrón de yema y bebiendo oporto, comienza el acto heroico de su vida; escribir la historia de la mujer que caminó por la vida con zapatos de
diseñador."
Como si se dijera que sólo con las cosas más al ras de la tierra puede escribirse, contarse este magnífico cuento. El relato se despliega a partir de la disfunción de un objeto tan bajo
como un par de zapatos, que ahora es objeto de culto y se usa no para andar sino para escribir. Con ese plus del objeto (con el suplemento), a un tiempo se destruye la autobiografía
y se escribe la novela. Desde las ruinas de los objetos mayores se delinea una zona personalmente derrumbada e intransitable en la que los restos circulan por el camino de la
aventura, del cuento. En este caso el vocablo "andante", aún si se refiere al movimiento moderado en música, también puede considerarse el matiz que se refiere al que, sentado,
transita la aventura. Tal como se lee en "Las genealogías" (Alfaguara México, 1996) donde Margo Glantz perfila una zona intermedia en la que se conectan retazos (desgarrados) de
una memoria secular a partir de "lo que tiene que ver con la manducación y el calzado". Viaje-crónica (el libro fue parcialmente por entregas en el periódico Unomásuno)
aventurado a los orígenes: ciencia ficción, folletín, y no restitución de lo "original", donde "panes y dientes cabalgan al unísono y acompañan siempre a los demás oficios". Pero,
sobre todo, al oficio de una escritora que sabe de los avatares inasibles de cualquier identidad y que aun así intenta, una y otra vez, aventurarse en ellos. "Y todo es mío y no lo es y
parezco judía y no lo parezco y por eso escribo -éstas- mis genealogías."
Tal el doble semblante desplegado en los relatos de "Zona de derrumbe". Feroces y domésticos, a un tiempo, cortan del paño del propio traje para novelar la vida.
*Margo Glantz nació en la ciudad de México. Es escritora, periodista y profesora emérita de la Universidad Nacional Autónoma de México. En 1966 fundó la revista Punto de
Partida. De 1983 a 1986 fue Directora de Literatura en el Instituto Nacional de Bellas Artes. En 1991recibió el Premio Universal Nacional y en 1995 fue nombrada miembro de la
Academia de la Lengua. Con cargo de ministro representó a México como agregada cultural en Londres de 1986 a 1988.
(Actualización agosto - septiembre - octubre - noviembre 2001/ BazarAmericano)
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