EL TIMBRE CAMBIARIO La propuesta del economista Alberto Dahik conocida como Timbre Cambiario y que aparentemente el gobierno considera implementar, tiene un grave error de origen que la destruye, parte del supuesto implícito de que Rafael Correa introduciría los cambios imprescindibles, reales y completos en la conducción de la política económica que una medida como esa supone y exige previamente. La eventual adopción de lo que se denomina “timbre cambiario”, no es otra cosa que un artificio para encarecer el costo de los dólares que se usan para importar, es decir, mediante este mecanismo se le introduciría a la economía ecuatoriana en un tipo de cambio múltiple que permitiría devaluar (depreciar) el tipo de cambio de las importaciones. La adopción de un arbitrio como el sugerido, previamente volvería obligatorio adquirir los timbres cambiarios para poder importar, timbres cuyos precios de venta se establecerían mediante subasta a la que concurrirían los interesados en adquirirlos, supuesta pero muy difícilmente, en igualdad de condiciones. El sistema financiero nacional sería el encargado del mecanismo operativo y la utilidad o fondo cambiario generado por la subasta de los timbres se entregaría a los exportadores. En la práctica el timbre cambiario también es una forma de devaluar (depreciar) la moneda (dólar), pero por sobre todo, claramente es el modo por el que se introduce un nuevo impuesto a la comunidad que recibiría y sufriría el traslado de costos de importación más altos, al tiempo que se complica y entorpece el comercio, con el riesgo implícito adicional de que se produzca una proliferación de tipos de cambio. Panamá y El Salvador que junto a Ecuador son las tres economías dolarizadas en América Latina no han implementado medidas iguales o similares al timbre cambiario y sin embargo sus economías están creciendo, por cierto, sin las fuertes restricciones comerciales e impuestos que tiene Ecuador. Los beneficios que generaría el fondo cambiario serían entregados a los exportadores bajo el mecanismo previsto en la propuesta, constituyendo un subsidio particularmente para los más grandes y más poderosos, paralela y adicionalmente con la consolidación inequitativa de los grandes importadores en perjuicio evidente de los pequeños y mediados comerciantes, pero especialmente de toda la sociedad en su conjunto. Es decir, beneficio para unos pocos favorecidos pero en perjuicio de todos los demás. No se sabe -y habría que saberlo para evaluar los reales y potenciales efectos de la incorporación de un mecanismo como el timbre cambiario- si previamente se eliminaría los costosos impuestos, tasas, sobre tasas, salvaguardas y restricciones que al momento afectan al comercio exterior ecuatoriano y que gravitan tan negativamente sobre los precios de los bienes transables, particularmente de los importados. ¿Se mantendrá el impuesto del 5% a la salida de divisas? ¿Se mantendrán los subsidios que no benefician a los pobres? ¿Qué esfuerzos reales hará el gobierno para reducir el gasto público y el tamaño del estado que pasó del 21.2% del PIB en el año 2006 al 44.1 % del PIB en el 2014? ¿Qué políticas efectivas y eficaces se implementarán para fomentar la Inversiones nacionales y extranjeras? ¿Se mantendrá la perjudicial y demagógica inflexibilidad laboral que perjudica el nivel de empleo, el incentivo empresarial y mejores condiciones para los propios trabajadores? ¿Se implementarán los necesarios cambios que conduzcan a la vigencia de un estado de derecho real? ¿No será que simplemente el gobierno trasladaría a la sociedad una nueva factura de su inexperiencia, falta de oficio, vanidad e irresponsabilidad en el manejo de la economía? Las interrogaciones surgen sin esfuerzo porque tal parece que hace nueve años se cerraron los libros de economía y se abrieron los del populismo. No hay como comprender de otra forma que el estado de propaganda establecido sea usado permanentemente por Rafael Correa y su gobierno para construir las causas que los liberen de culpas, responsabilizando a la caída del precio del petróleo, a la apreciación del dólar y a la vigencia de la dolarización de sus penosas equivocaciones en la conducción de la economía ecuatoriana. La crisis económica que agobia a Ecuador no tiene origen externo. Los hechos que han ocurrido y las propias cifras oficiales, demuestran que ni la primera ni la segunda la produjeron, pero sí la hicieron evidente y como era de esperarse en un país económicamente indefenso, la agravaron y afectaron negativamente el sector externo. Tampoco la dolarización, vigente en Ecuador, pero vigente desde hace quince años, constituye causa del desbarajuste económico, como también afirma el gobierno que nada ha hecho para protegerla, pero cuya vigencia ha sido crucial para ofrecer estabilidad a la economía, proteger el poder adquisitivo y evitar el caos cambiario que hubiera ocurrido como consecuencia del colosal gasto público que a octubre de 2015 superó los 262 mil millones de dólares en el tiempo que Correa lleva gobernando. Ni con la introducción de mecanismos que a Correa le permitan devaluar y arruinar el atributo fundamental de la dolarización que constituye la estabilidad del poder adquisitivo, ni con la continuación de su irresponsable política de cubrir los déficits presupuestarios con más deuda pública y más impuestos, se logra otra cosa que no sea seguir empobreciendo al país y a sus ciudadanos. Ecuador tiene un muy serio problema fiscal, originado por un estado gigantesco, directamente creado por Rafael Correa y que demanda un gasto público tan elevado como insostenible, que requiere y exige cada vez más dólares, mientras caen las exportaciones, no llega la inversión extranjera en auxilio, las fuentes normales de financiamiento se cierran y no hay ahorros previos ni reservas internacionales que permitan la defensa de la economía nacional. Que la devaluación (depreciación) de la moneda disminuye importaciones y que aumenta exportaciones es realmente un sofisma, porque se asienta en el supuesto ceteris paribus, o sea en que todo lo demás permanece constante, supuesto que nunca se cumple, porque nada permanece constante. La devaluación (depreciación) de la moneda, en el corto plazo, mejora la competitividad de las exportaciones, pero no aumenta su productividad, lo que sí logra consistentemente es destruir activos, particularmente los financieros y el poder adquisitivo del dinero, es absolutamente inequitativa pero empobrece a toda la sociedad y hace más pobres a los pobres que tanto dicen defender los populistas del mundo. Para agravar las cosas, al problema fiscal, desde su inicio, se unen la ausencia de un Estado de Derecho real, la destrucción de la base de confianza que sustenta inversiones nacionales y extranjeras adecuadas y sostenibles, el permanente estado de confrontación con un muy importante sector de la sociedad y que junto a la incertidumbre económica, generadas por el propio Correa, conforman un cuadro de conjunto cuyas principales aristas se expresan en la crisis que vive Ecuador. Es que invariablemente y en todas partes del mundo el populismo destruye todo lo que toca y conduce a los pueblos a la miseria. Casi siempre la caída en exportaciones trae aparejada una reducción en las importaciones que ayuda al restablecimiento de los equilibrios económicos externos, con mayor razón cuando hay una fuerte recesión en marcha como ocurre en la economía ecuatoriana. Pero en lo fundamental, en lugar de pensar introducir elementos extraños en la economía, como los timbres cambiarios o fiscales, lo que se requiere son políticas económicas correctas, en la dirección correcta, con la profundidad correcta y en la oportunidad correcta, pero claro, para ello también se requieren los gobernantes correctos. Econ. Marco A. Flores T. Diciembre 14 de 2015