Pre-Capít Carmelit Pre-Capítulo XXVII 2016-2017

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Pre-Capítulo XXVII
2016-2017
Carmelitas de la Caridad - Vedruna
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1.
LÁZARO
“En la escena de la unción en Betania, Lázaro aparece
compartiendo la mesa con Jesús. Su único cometido en la
historia parece ser el de testimoniar que ha sido devuelto a la
vida por él. Lázaro es la persona transformada por el efecto de
la Pascua anticipada en el signo de la Vida que es Jesús. Él es
signo universal de los pobres y necesitados, primeros en
alcanzar los efectos pascuales. No tiene más mérito que el de
ser alguien amado por Jesús. Es un personaje sin palabra
propia: son sus hermanas las que le prestan su palabra, las que
se quejan por él ante Jesús y las que le lloran. Son las mujeres
las que se hacen cargo de este símbolo de humanidad frágil y
necesitada, pobre, ante Jesús. Lázaro es símbolo de lo humano
pobre en cuanto necesitado y frágil, dependiente y sin voz. Él
no merece nada. Todo le es dado. En la casa pascual, donde se
celebra a Jesús, Vida y Resurrección, tienen un puesto de
honor los que, como Lázaro, sin hacer nada testimonian el
amor de Jesús, la preocupación de los demás (sus hermanas) y
los efectos anticipados de una nueva forma de Vida donada
por Jesús. forma parte del banquete como representación de
lo humano necesitado y pobre. No aparece como pater familia.
Es una forma nueva, pascual, de ser humano y relacional. Nada
sabemos de sus relaciones familiares y sociales, exceptuando
los lazos de hermandad con las dos mujeres. Una nueva forma,
pascual, de ser comunidad y rendir homenaje a Jesús. Es el
primer agraciado” Mercedes Navarro
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2.
EL SÍNDROME DE EMAÚS
“Podemos estar aquejados del “síndrome de Emaús”, un
sentimiento extendido y difuso, inconfesado tal vez pero real,
de que Dios y la fe en Él no tienen ya ningún poder sobre este
mundo; de que no lo tiene tampoco sobre nuestras
Congregaciones religiosas; de que tampoco lo tiene ya en cada
uno de nosotros. He ahí la forma más peligrosa y real, aunque
no pronunciada, de ateísmo por nuestra parte. Los dos
caminantes hacia Emaús reflejan mucho nuestra situación
actual. María Magdalena, llorosa por la aparente muerte
definitiva del Señor y añorante de tiempos pasados, también.
Son pesos, unos nacidos de dentro y otros venidos de afuera,
que no nos dejan vivir en pie, que nos mantienen encorvados
como a la mujer del Evangelio o muertos y maniatados como a
Lázaro en la tumba. Y sin embargo, la primera reacción de
Cleofás y su compañero al reconocer al resucitado es volver a
la comunidad. "Si el Señor sigue vivo entre nosotros, tiene
futuro vivir juntos en torno a él", parecen decirse. Y lo primero
que el Resucitado hace con María Magdalena es "desviarla de
su triste búsqueda", ponerla en pie hacia el testimonio. A la VC
actual y a cada uno de nosotros nos pide levantarnos de
nuestras postraciones, ponernos en pie, liberar al yo de sus
pesos muertos, aceptar en medio de nosotros al Viviente que
nos llama, convoca y envía”
José Antonio García SJ.
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3.
LA ATRACCIÓN DEL ABISMO
“Si nos ponemos al borde de un precipicio nos entra tal vértigo
que no nos caemos, sino que nos tiramos. Esta experiencia la
podemos tener alguna vez en la vida. No deseamos una cosa,
pero vamos directos hacia ella sin poner los medios para
evitarla. En esos momentos sólo alcanzamos a quedar
paralizados, agarrados a algún amuleto o descansando en una
supuesta confianza en Dios que justifique nuestra inactividad
para apartarnos del abismo.
Hoy podemos ver algo de esto en nuestra Iglesia noroccidental
y en la vida religiosa: colegios e instituciones religiosas con
pocos consagrados, cierre de casas y agrupación
de
comunidades y provincias, aumento de ancianos, falta de
vocaciones, parroquias vacías, pérdida de relevancia social,
casos de corrupción dentro de la Iglesia, acusaciones justas e
injustas muy divulgadas en los medios, rechazo de la Iglesia
por sectores de la sociedad, etc.
Todo esto desanima y paraliza, pero esa parálisis no nos aleja
del abismo, sino que acrecienta nuestro peligro. ¿Cuál es el
camino a seguir? ¿Apuntalar las paredes agrietadas? ¿Disimular
la disminución en número rellenando su vacío de cualquier
modo? ¿Imponer nuestra relevancia social con afirmaciones
fuera de lugar o usando belicosamente las redes sociales?
Que no nos preocupe tanto el edificio exterior cuanto la fuente
que mana dentro, el alma que lo habita. (…) Quien teme, teme
por el edificio, porque éste es material y puede ser destruido
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por mano humana o por el deterioro del tiempo. Eso sucede a
los edificios, a las instituciones, a las comunidades o a nuestro
cuerpo. Pero el alma es la vida del espíritu que nadie puede
destruir. De nosotros depende ir tras una vida según Dios o
tras una vida aprisionada por las vanidades del mundo y los
temores y afanes de grandeza de los que viven sin Dios. Nos
dice Jesús: No atesoréis para vosotros tesoros en la tierra,
donde la polilla y la carcoma los roen y donde los ladrones
abren boquetes y los roban. Haceos tesoros en el cielo, donde
no hay polilla ni carcoma que los roen, ni ladrones que abren
boquetes y roban. Porque donde está tu tesoro, allí estará tu
corazón (Mt 6, 19-21). Sólo así tendremos vida en nosotros
aunque el edificio exterior sea destruido y enterrado, si bien
sólo por tres días, ya que la oscuridad no puede retener a la
luz por más que se empeñe, ni la muerte imponerse a la vida.
Nos tiramos al abismo cuando nos paralizamos por el miedo,
el desánimo o la desesperanza, sin ponernos a trabajar. Nos
ponemos en camino cuando, olvidados de nosotros mismos y
de la consistencia o futuro de nuestro edificio exterior,
anunciamos con la sola fuerza del Espíritu la Buena Nueva del
Evangelio. Nos alejamos del abismo cuando testimoniamos
nuestra fe en Cristo con una vida creyente y alegre, generosa y
amable, misericordiosa y compasiva. Cuantos más pobres
seamos, más patente quedará el poder de Dios en nosotros, al
que no anteponemos ningún otro templo de fabricación
humana.
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Esa vida del Espíritu es la que merece la pena, pues nadie nos
la puede quitar y sí la podemos dar. Anunciémosla de todas las
formas posibles, siendo testigos de ella en el trabajo, en la
familia, en cómo vivimos los acontecimientos de la vida, de
palabra, por escrito, directa o virtualmente. Nunca sabemos
cuándo Dios puede tocar los corazones. Quien así vive pierde
el vértigo del precipicio, pues deja de mirarse a sí mismo,
viviendo en el Templo de Dios que no tiene paredes que se
puedan agrietar o las puedan tirar.
¿Qué más da ser muchos o pocos, más o menos influyentes,
más o menos jóvenes o atractivos? Lo importante es que
tengamos vida en nosotros, que dejemos manar la fuente de la
vida. Vivir en lo esencial que nadie puede destruir y que da tal
libertad de espíritu que nos permite no preocuparnos tanto de
nuestros derechos, prebendas o fama cuanto de que el
Evangelio sea anunciado y los pobres sean atendidos, pues lo
que es bueno para los pobres siempre será bueno para los
seguidores de Jesús” Isidoro Anguita. Abad cisterciense Sta. M. de la Huerta
4.
CONTEMPLATIVOS EN LA PRECARIEDAD
“Hace unos días viajando en el teleférico sobre la ciudad de la
Paz descubrí en grandes letras sobre un tejado allá abajo, entre
la multitud infinita de casas de la Paz, unas palabras anónimas:
Caminar sin la necesidad de llegar. La VC está amenazada de
prisa y aceleración, de falta de gusto y sosiego por vivir, de
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falta de una actitud sana de agradecimiento por lo
insignificante y cotidiano. ¿Es posible otro ritmo? Hoy se habla
mucho de calidad de vida, de estar presentes, de estar en lo
que estamos. Hay en nosotros una urgente necesidad de vivir
con otro ritmo interior y con atención a lo que hacemos, a lo
que traemos entre manos. Una urgente necesidad de redimir y
conjugar el tiempo, los espacios y las relaciones, de sentir el
paso que damos, de respirar sin ansiedad, de disfrutar sin
prisa, de escuchar sin acosar. Cuidar cada cosa que hacemos, y
estar presentes a quien está con nosotros. Poder decir “Aquí
estoy”, presente, en espíritu y verdad. Estamos en la vida para
aprender a amar gratuitamente, desinteresadamente. Aprender
a amar sin dejar rastro de nosotros, sin volvernos atrás para
mirar. Hacer lo que no trae cuenta, ni será agradecido (Julián
Marías). Pero, sobre todo, en la clave de una vida
contemplativa, estamos aquí para dejarnos amar, para
rendirnos a un amor, sin poner excusas a Dios con nuestra
incapacidad. (…) La cima de la oración es la adoración, en la
cual dejamos de orar, para dejarnos hacer, dejarle a Dios ser lo
que Él quiere, no poner excusas a su deseo irreprimible de
depositar en nosotros su torrente de amor. La vocación de
todo bautizado es dejarse amar. Y esa es la voz que centra lo
íntimo y más sagrado de la oración de Jesús: Tú eres mi hijo
amado, mi predilecto”. Miguel Márquez OCD
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5.
REANIMA LO QUE ESTÁ A PUNTO DE
MORIR Ap 3,2
“Lentitud, medicina contra la inhumana dictadura de la prisa,
que también rige en la Vida Religiosa. Vivir más lento para vivir
más. Moverse quizás menos para llegar más lejos. Leer, no
hojear. Conversar, no hablar. Celebrar la vida, no elucubrando
acontecimientos que requieren cronogramas, sino volcados en
las salas de la cotidianidad. (…) Erigir alrededor de la propia
vida “un grado de libre disposición del tiempo, posibilidades
para el paso a grados de atención cada vez más elevados,
soledad, silencio”. Estas palabras de Simone Weil, doctora en
soledad, se articulan dentro de una de sus ideas más felices:
para que las relaciones entre la colectividad y la persona fluyan
de modo sano es necesario que se vertebren de tal modo que
el desamparo no empuje al individuo hacia el redil del grupo,
ahogándole en las aguas de lo colectivo. Me parece que esta
manera de construir y de habitar una soledad protectora está
en verdad amenazada de muerte (…)
Desde que soy religioso llevo escuchando el martilleo de la voz
del miedo. Casi siempre surge de una misma fuente: las
estadísticas numéricas. Si miramos cuántos fuimos, cuántos
somos y cuántos seremos, y si a esa mirada cuantificadora le
añadimos la valoración cualitativa (aquellos de antes sí que
eran buenos frailes) el diagnóstico es claro: la muerte
institucional que nos espera en el futuro ha sido atraída hasta
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el presente por el imán de nuestro miedo y, sin apenas
estertores que lo anuncien, ya hemos muerto.
Sobre esta desconfianza esencial se levantan las faltas de
confianza cotidianas. Son numerosas: en el valor de lo que
hacemos, en el mantenimiento futuro de aquello por lo que
nos esforzamos, en la significatividad de nuestra presencia en
el mundo, en la relación con aquellos que nos encontramos en
la vida, en los hermanos con los que vivimos, en Dios.
Si alguien puede reanimar aquello que en nosotros está a
punto de morir es Jesús, el amante resucitado. En la antífona
pascual, cantamos: Surrexit sicut dixit!, ¡Ha resucitado, como
había anunciado! Se trata de un eco de Lc 24,6: las palabras
que las mujeres escuchan en el sepulcro vacío. En un
manuscrito medieval encontramos una variante maravillosa
cuyo origen, que desconocemos, puede ser un error del
copista, que ha transcrito: Surrexit sicut dilexit!: ¡Ha resucitado,
como había amado! En el texto leemos como había amado
(dilexit) y no como había anunciado (dixit). Dilexit en lugar de
dixit: apenas una sílaba cambia el mensaje, pues sitúa la
resurrección no en la comprensión de un anuncio sino en la
lógica del amor: Jesús, resucitado por el Padre, está recibiendo
un amor semejante a aquel amor con el cual él se relacionó
con el mundo.
Lo que la Vida Religiosa de nuestro tiempo tiene en común
con la iglesia de Sardes - esa parte de nuestro corazón que
está a punto de morir - sólo puede ser reanimado por el amor.
No serán las planificaciones estratégicas las que nos salven. Ni
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los años oficiales dedicados a la Vida Consagrada. Ni nuestras
obras. Ni un inesperado resurgir vocacional. Será un masaje
cardíaco realizado por unas manos llenas de amor. Las mismas
manos que nos salen al encuentro en el último verso de este
poema:
Álzate, corazón, consumido de penas,
levántate, que sopla un viento de esperanza
por el mundo, llevándose con él tus inquietudes
y la costra de angustia que apaga tus latidos.
Álzate, viejo amigo, que el dios de los humildes
ha vuelto de su viaje al país de las sombras
y alumbra con su ojo la prisión en que yaces,
limando los barrotes de tu melancolía. L.A. de Cuenca
Víctor Herrero, OFM Cap.
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6.
EL PODER DE LA VISIÓN DEL MUNDO Y LA
CONVERSIÓN DE LA MENTE
Textos entresacados de la conferencia “Cruzando el umbral: Tejiendo
la solidaridad global para la vida del mundo”. Hna. Carol Zinn, SSJ.
Asamblea General de la UISG 2016.
Características principales de la visión del mundo. Si una
imagen vale más que mil palabras, vamos a echar un vistazo a
dos imágenes importantes de nuestro mundo de hoy. La
primera es aquella que sigue enseñándose en las escuelas de
todo el mundo y sigue siendo la imagen proyectada de la
Tierra. Y la segunda, la imagen del planeta desde el espacio,
realizada en 1969, que sigue utilizándose más o menos como
decoración…Hay características muy distintas y decisivas de
cada una de estas imágenes de la Tierra y las encuentro
bastante convincentes ya que tratamos de discernir a qué nos
lleva, como seres humanos y sobre todo como religiosas
internacionales, cruzar el umbral para que realmente
comencemos a vivir, actuar, orar y ser uno.
 Características de la visión del mundo "occidental/norte":
percepción, relación y rol humano:
1. Todo se ve, se entiende y se experimenta como algo
separado de todo lo demás. (Agua, tierra, especies, religiones,
culturas, razas, economía, política, etc., todos son vistos no
sólo como algo distinto y diferente, sino como entidades
independientes).
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2. En una visión del mundo separado, la comprensión de la
relación es la de una escalera. (Hay algunas especies, razas,
culturas, economías, religiones, etc., que son simplemente
vistas como mayores/mejores que otras).
3. En una relación en escalera, visión separada del mundo, el
rol de los seres humanos se entiende como una práctica de la
ilusión del control. (Todo desde la errónea-lectura del Génesis
[dominio] a la actual lectura errónea del cambio climático
global [ciencias políticas] refleja esta noción de los seres
humanos que piensan que está "bajo control”).
Si bien somos rápidas para ver cómo esta visión del mundo se
desarrolla en los demás (es decir, políticos, abogados, líderes,
iglesias, educadores, etc.), es importante recordar que esta
visión del mundo está también viva y bien viva dentro entre
nosotras... El Papa Francisco nos ha llamado en este tiempo
inmediato a recordar nuestra vocación y ver las veces en las
que nos encontramos a nosotras mismas como oportunidades
de gracia, conversión y alegría para cruzar fronteras artificiales
que hemos creado en nuestras mentes y corazones. En verdad
el único límite es el Corazón de Dios y nuestra vocación es dar
testimonio de ese Corazón y guiar a otros más allá de las
fronteras que intentan poner límites a ese Corazón.
La imagen de la Tierra desde el espacio la tenemos sólo desde
1969. En realidad no hace mucho tiempo. Y ciertamente no lo
suficiente como para transformar nuestra visión del mundo.
 Características de la Tierra vista
percepción, relación y rol humano:
desde
el
espacio:
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1. Todo lo que se ve, se entiende y se experimenta conectado a
todo lo demás (sólo hay un cuerpo acuoso, una masa de tierra,
una comunidad de vida basada en la unidad fundada en la
celebración de la diversidad, un deseo de compartir la plenitud
de la vida y la alabanza de un ser "más allá de uno mismo").
2. En una visión del mundo conectada, la relación se entiende
como un círculo. Cualquier cosa que pase a un miembro del
círculo pasa a todos los miembros del círculo. La alegría, la
esperanza, el dolor y la angustia de uno es la alegría, la
esperanza, el dolor y la angustia de todos. Hasta que todos
son libres, nadie es libre).
3. En una visión del mundo relacional, conectada, el rol de los
seres humanos es entender cómo participar en las emergentes,
continuas e irreversibles transformaciones. (Cada elección que
hacemos, sin importar el contenido, refuerza o debilita nuestra
capacidad de elegir por el todo, por el bien común, por la vida
del mundo.
Conversión de la mente: Entonces, ¿Qué tipo de conversión de
la mente necesitamos al considerar el poder de nuestra forma
de ver el mundo, y cuán desafiante es aprender, literalmente, a
ver de una forma nueva, una forma que haga referencia a toda
la vida, que reconozca la Fuente de toda la vida, respete la
diversidad inherente a la comunidad de vida y concilie las
actuales formas de pensar y ser, planificar y actuar, que de
forma insistente y repetidamente fracasan para fomentar la
salud y el bienestar de la Tierra, nuestro hogar común?
Si bien se han intentado aproximaciones científicas,
sociológicas, ecológicas, económicas, culturales y corporativas,
estas han resultado negativas en términos de conversión real
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del pensamiento y de la mente. Lo que parece necesario hoy
es un enfoque espiritual que llegue, toque, sane y transforme
nuestra mente. Laudato Si' ofrece esta aproximación a una
espiritualidad de la Tierra.
7.
LA RECIPROCIDAD DE LAS RELACIONES Y
LA CONVERSIÓN DEL CORAZÓN
Textos entresacados de la conferencia “Cruzando el umbral: Tejiendo
la solidaridad global para la vida del mundo”. Hna. Carol Zinn, SSJ.
Asamblea General de la UISG 2016.
En esta parte voy a empezar con una historia, las invito a mirar
la realidad de la Tierra, las características del mensaje del
Evangelio tan necesarias hoy en día y, posteriormente, sugerir
un camino a seguir que comprenda la conversión del corazón
adoptado primero por nosotras, como un modo de vivir
nuestra respuesta radical al mensaje del Evangelio de
Jesucristo, para la vida del mundo.
Conversión del corazón: Espiritualidad de la totalidad
Historia. Una madre envió a su hija de ocho años, a la tienda
de la esquina a comprar algunas cosas, y empezó a
preocuparse cuando la niña tardaba más de lo necesario en
regresar. Después de varias horas de angustia y muchos
esfuerzos para tratar de encontrar a su hija, la madre volvió a
la cocina y vio a su hija de pie allí. Inicialmente, la madre tuvo
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la tentación de reñir a la niña por haber estado fuera tanto
tiempo sin decir a dónde iba. Pero la niña empezó a hablar
primero. Dijo que era consciente de que había estado fuera
mucho tiempo y que sentía que su madre se hubiera
preocupado. Después del interrogatorio, la madre descubrió
que la niña no se perdió, ni se alejó del camino a la tienda, ni
fue a ninguna otra tienda. Cuando la madre le preguntó por
qué se entretuvo tanto tiempo, la niña explicó que cuando se
dirigía a la tienda, se dio cuenta de que su amiga estaba
sentada en el camino con su muñeca rota y lloraba con mucha
tristeza. La madre notó la compasión y la simpatía de su hija y
le preguntó si la había ayudado a arreglar la muñeca o a pedir
que otra persona la arreglara. Para su sorpresa, la hija explicó
que ella no hizo ninguna de esas cosas. Cuando le preguntó
qué hizo para tardar tanto si no había ayudado a la niña, su
hija se limitó a decir que ella hizo lo único realmente útil en
esta situación que era sentarse junto a su triste amiga y
ayudarla a llorar.
A mí me parece que esta conmovedora historia recoge la
esencia de nuestra vocación: estar suficientemente presentes
en la realidad que nos rodea para que nuestros corazones se
conmuevan tan profundamente como para provocar una
respuesta apropiada. Es tan fácil para nosotras, religiosas,
evitar la realidad en la que nos encontramos como especies y
como comunidad de vida. Es fácil porque la realidad muchas
veces se encuentra justo en frente de nosotras y todavía no la
vemos como lo que es y por lo tanto somos incapaces de
responder totalmente. En cambio, podemos tener la tentación
de responder a lo que creemos que es la realidad o
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respondemos fuera de nuestra propia realidad más que en la
realidad actual.
La realidad de la Tierra. Una constatación y unas preguntas.
Es difícil imaginar que hoy haya alguien en la Tierra que no
haya visto las imágenes y/o estadísticas de la pobreza. La
pobreza es una situación creada como consecuencia de un
comportamiento. No hay falta o escasez en el mundo natural.
Funciona en una economía de la abundancia. En otras
palabras, hay suficiente para todos, el único lugar donde este
principio no funciona es cuando se aplica a interacciones
relacionadas con el hombre.
Pero, ¿Cómo abordar el problema?¿Por qué se tarda tanto
tiempo para que la realidad de la Tierra llegue a nuestros
corazones? Y quizás, todavía más sorprendente, ¿por qué se
tarda tanto tiempo para que nuestros corazones se muevan a
la acción?
Características del mensaje del Evangelio. Quizás nuestros
corazones se hayan empezado a romper por el dolor de
nuestro mundo y estemos dispuestos a dejar que las palabras
del mensaje del Evangelio se filtren en él y preparen el camino
para la conversión. Nuestras hermanas y hermanos judíos
rezan para que la Palabra de Dios esté en sus corazones. La
tierra no parece un lugar común para la Palabra de Dios,
normalmente oramos para que la Palabra de Dios esté en
nuestros corazones. La sabiduría de la Torá enseña que la
Palabra de Dios realmente sólo puede estar dentro de nuestros
corazones cuando nuestros corazones se rompen por el dolor
y el sufrimiento del mundo. Una vez rotos se abren, entonces
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la Palabra de Dios que está asentada en nuestro corazón
puede caer en el interior de nuestros corazones; y entonces se
inicia el proceso de conversión. Simplemente puede ser que
después de todas las décadas en las que las religiosas han
estado en la vanguardia respondiendo a las necesidades de los
que sufren, haya llegado el momento de que seamos
realmente corazón roto para ver cuando miramos nuestro
mundo local y global, y permitir que el dolor y la destrucción
de los ecosistemas, los sistemas sociales, sistemas políticos, la
familia y los sistemas tribales, los sistemas económicos y los
sistemas institucionales, incluyendo el nuestro, finalmente
resuenen en nuestra conciencia de tal manera que nos muevan
a la acción que nos une a pensar, actuar y orar y ser uno.
Será un reto de proporciones enormes. Es un hecho bien
conocido que las religiosas se encuentran entre el grupo de
mayor nivel de educación de entre las mujeres del planeta hoy
en día. También se entiende que la vida religiosa se ha
convertido en un estilo de vida del primer mundo,
independientemente de donde viven los religiosos. Esto es por
la sencilla razón de que la educación es un elemento
constitutivo importante y necesario de nuestra vida. Y esto es
un elemento bueno y útil. Ciertamente no queremos una
menor educación. Sin embargo, el nivel de educación presente
entre nosotras, en el conjunto de subespecies de la comunidad
humana, inclina la balanza de nuestra mente y corazón hacia la
tentación de permanecer cómodamente en nuestra zona de
confort. También crea un riesgo profesional en el que el
fenómeno de los privilegios se deslice –se deslice en nuestra
mente y corazón. Y presenta el eterno desafío de tratar de
servir en los bordes y las periferias de nuestro mundo mientras
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que nosotros mismos vivimos en el centro. Es muy difícil, si no
imposible, dirigirse a los márgenes cuando nuestra casa está
situada lejos del margen ya sea en el modo de pensar como
físicamente. La seguridad inherente, el acceso a los recursos y
la educación son regalos, es verdad, y frecuentemente usamos
esos dones al servicio de los demás. Al mismo tiempo, crean el
espacio para un adormecimiento de la conciencia y su
consecuente ceguera del corazón que puede convertirse
fácilmente en una lente a través de la cual pensamos,
actuamos y oramos y somos uno.
La reciprocidad de las relaciones gira eligiendo el amor sobre
el miedo, cada vez y en cada una de las circunstancias; la
misericordia sobre el juicio, en cada encuentro y en cada
experiencia única; y la inclusión sobre la exclusión, en cada
oportunidad y en cada lugar. Es muy claro cómo Jesús vivió su
vida a partir de este modelo de reciprocidad.
Y vemos que las prácticas de la humildad, hospitalidad y
perspectiva holística sostenían la capacidad de Jesús de elegir
el amor, la misericordia y la inclusión. Con humildad,
hospitalidad y perspectiva holística como prácticas cotidianas,
esas se convierten en parte de la propia naturaleza para ser
solidarios con todo lo que vive y recibirlo todo como cercano,
hermana y hermano. La humildad señala con crudeza las
tentaciones de arrogancia, justicia e insensibilidad del corazón.
La hospitalidad se opone firmemente el instinto de pensar o
sentir actitudes que suenan como "no en mi patio trasero (del
barrio, país, congregación, comunidad local)" o "nosotros no
podemos hacer eso (acoger a una familia de refugiados, rezar
verdaderamente con otra tradición religiosa, entablar
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relaciones significativas con aquellos que son menos que
nosotras, crear asociaciones entre nosotras que ponen a
prueba los límites de propiedad y control)”. Y la perspectiva
holística analiza sistemáticamente una forma de ser en el
mundo y en relación que cuestiona cuáles son sus necesidades
primarias, a quién está dirigido su programa y cuál es la
presencia de los sin rostro y sin voz.
Cuanto más honestos, acogedores y holísticos podamos ser
unos a otros, más allanaremos el camino para la conversión del
corazón que necesita el mundo y que podría ocurrir a través
de nuestro testimonio de conversión. El coste será grande,
pero el coste que no atestigua tal humildad, hospitalidad y
perspectiva global será mucho mayor. Tal vez parte de nuestra
vocación en este momento es dar testimonio de la capacidad
de conversión que permanece en barbecho en el corazón
humano.
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