Discurso sobre erección de una estatua al General Benjamín Herrera

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JENARO q.UERRERO
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DISCURSO
SOBRE ER!:::C~ClON DE ¡ ,1f\J A F.STATUA
.AJ. OENERAl
S~ñnr Prpsidenl~.
RENJAi"lIN
HOllnrahies
HF.RRERA
R~IHe8f'nlante<
Este proyecto wntiene dos P,Hh:s fundamenta,
1€5, que son: hon(lres propiamentes
dichos y erec'
etón de una estatua al señor General BeniMnin
Herrera.
No existe discrepancia
por lo que respecta ¡;
los honores, pues tanto el inf ••rme de ia minorfé,
como el de la ma:roria. están acordes en ese par,
ticular. La diferencia sólo t:striba en lo tocante ,:
la estatua, y aun !n este punto estamos acordes
al menos en
que pudIera llamarse la premi~'l,
En efecto, )a minería dice: -Seria inoficioso
ha,
cer en este infl)rme un estudIO biográfico del Gl'-neral Herrera. Su obra suficientemente
cono', Id~,
será juzgada por la pO!'oteridad con criteno . vre,
no. Analizarla
en este instante quizá ~ería ex ;em'
p(lráneo •.
y el informe de 1<1 m<tY0TÍ¡t, dice: -la prudencia aconseja l'Íl;'rta treRua para fallar un a!"lnt,)
que incumbe,
acaso, a otras generaciones
\'
otros tiempos>; ell este género de apoteosIs, -sr
:0
-4habla en nombre de la posteridad y siempre se
aspira a interpretar los anhelos del porvenir-.
De suerte que ambos informes coinciden en 13
premisa de que es la posteridad la que debe juzgar la vida del señor General Herrera; y la minorfa va más lejos aún. diciendo algo que la mayoda se abstuvo de consignar, como aquello de
que analizar esta vida ah(Jra, cquizá serfa extemporáneo.
Sólo en la conclusión, existe pues, discrepancia, pnrque la minoda concluye sacando la estatua de la premisa, y la mayorfa ha crefdo que
de tal premisa no se deriva la estatua, sino todo
lo contrario, es decir, la abstención de erigirla,
por ahora.
Una estatua es el resultado del análisis sereno
del hombre a que se dedica; es efecto del juicio favorable en la revaluación de sus merecimientos y virtudes. Esto implica que míentr;¡s no
se verifique ese análisis y esta revaluación de
presti~io, no es razonable erigir el monumento,
máxime si tal análisis y tal revaluación incumben
a la posteridad, como dicen ambos grupos de
informantes. Por consiguiente, 111 conclusión de la
mayorfa es más conforme con la iógíca, porque
si la revaluación y el análisis no se han hecho tndavfa, es claro que no se puede llegar a su resultado. Y si el juicio, base de la estatua, toca a
la posteridad, también es claro que nosotros no
podemos formulario, por no ser posteridad Pero
la minoría pretende que se erija dicha estatua,
sin el juicio y el análisis que clla misma recomienda. Vale tánto como disponer la ejecución de una
obra, sin haberse cumplido previamente la condición de que depende.
-5No seria cuerdo juzgar al señor General Herrera a la luz de los brillantes panegíricos que le
prodigaron y aún le prodigan sus fervorosos secuaces, ni a la luz de la milgnd apoteosis ::¡ueel
entusiasmo v el cariño de sus numerosOs ('opartidarios le Ofrendaron el dla Illcnwrahk
en que
sus ref;to5 héljilrnn al seno de la muda eternidéld.
Estas grandi('sas manlfestacj(lnt'~ de homenéje, no
dan orier.tación ni mucho menos g:mll1tla de imparcialidad para una consagraciÓn solclllne y definitiva. El excesivo perfume suele también embriagar con mengua de la justicia.
Pero tampoco selÍ;! justf\ estudi::n la vida de este eminente colombiano al través de las [opiniones cc·ntrarial5 que sus adversarios le opusieron,
porque la luz de tales opiniones también suele
cegar como pasión, y, por lo mismo, afecta igualmente el sentido de la justid:1,
Fuera desatinado examinar la vida del señC¡fGeneral Herrera con élTreglo a los conceptos publicados en lo:; números 74 y 76 de La Unid'1d, periódico del ,ioctor Laureano GÓrnez.
Igualmente fueril injusto estudiar al mismo 8rñor Genrral Herrtra en su actitud el 3 de marzo
de 1906, cuando convocado con otros ciudadadanoi> a Palacio por el Presidente de la República, se le pidió dictamen acerca de si debía
devolverse al pals la libertad cte la prensa '.' si
debla convocarse el Congreso en vel dt' la A.,amblea nacional, circunstancia en que el señor General Herrera conceptuó en sentido desfavorable a la libertad de la prensa y en contra del Poder legislativo.
Es de advertir que a esa junta, reunida por el
señor General Reyes, asistieron dos liberales y
-6tres conservadores. Estos fueron los señores Hernélndo Holguín y Caro, Alfredo Vásquez Cobo y
JUiln Antonio ZUleta, quienes en oposición a sus
colegas liberales, conceptuaron en sentido favorable a la libertad de la prensa y a la reunión
del Congreso,
Ciertamr.nte no seria justo analizar al señor General Herrerii ni aun a lél luz de las opiniones de
sus propios enpartidarios inconformes, como el
General Julio Plaza, según telegrama, fechado en
Guavaquil el 19 de marzo de 1923, inserto en La
RepÚblica, de Bogotá, número 624, de 22 del citado mes de narzo.
El General Fabricio Bueno, teniente del propio
General Herrera en la campana de Panamá, en
carta publicada en el libro La guerra en e/Istmo,
por Donaldo Velasen, página 242, formula contra el señor General Herrera tremendas ¡nculpaciones, de las cuales es preciso prescindir cuando se estudia la vida de este distinguido compatriota.
No son estos, en verdad, los juicios a través
de los cuales se debe examinar la existencia del
señor General Herrera. Esta existencia debe tomarse en su conjunto, porque si bien es cierto
que tiene Ids sombras y opacidades inherentes
a la condición humana, también lo es que en aquel
menudo organismo, habitó una alma poderosa y
pillpitó perennemente un corazón por la patria y
el culto de la amistad.
L'l veneración que a Sll memoria profesa la de,·
mocracia colombiana, citá plenamente justificada,
porqul~ fue hijo de ~us propios esfuerzos, y por
lo mismo, estuvo capacitado como pocos, para interpretar las tristezas y 105 dolores del pueblo.
-7Según el pensamiento
de Quintana,
d de Horado. la grandeza es tanto
n:, Cllanto dt.' más baJIl COlilienza.
tomado quiIliá:i merito-
Tales son I<·s tltulos esclarecidus del señor geHerrera ;¡ la 3dmiración
01.' sus contel 1polánt:os. Sifl t'li,oargo,
esperel1lo-c a que la posteridad lo:; revlIiúe y los consagre
en estatua, si
asl resultare dt' su veredicto justiciero.
Con todo, parece que una hada ·:ruel e implacable, a manera de esplritu maléfico, se empeñase afanosamente en mermar la gloria
y el prestigio de este insignc
caudillu de la democracia
nacional, persiguiéndolo
más allá de los tétricos
dominios de le muerte y hasta el reinado
cie la
misma eternidad. Porque,
voluntaria,
o ¡nvoluntariamente, es ;0 cieno que sus mismos tenientes,
aquellos a quienes el má::. distin~uiera;
aqu,~lIos
en quienes puso todos sus afectos y todas sus
complacencias
de amigo y copartldariu,
son hoy
los más elllpefiados
en anular su política)
su
obra y tn ddr.iudar
sus anhelos \' esperanzi.l~.
El Dir·,:ctono ilberal acaba de lanzar UlJa cIrcular de fr Jllca t,ostilidad
al clero, por la cual der.'ga lo qu,' y;. había ótablecidu
el Gencral Herrt:ra sobre cs!.! ímportllntí-'ll1la
\:ueslión. Esto val~ como destruir el penSéTlUento político del seBor General H~rrera, porque él tlabla consagrad,) el aCdi.¡¡nilnto y respc¡,) al clero, y jamás pudo imag,nar"e
que alHlra, poco dt:Spllé~ dt su
muerte, 11úmedil todavía la ;H~n¡J dt su sepulcro,
seria desautorizado
pUl' sus propios
favuritos, por
sus propios $ucesores, herederos
de su cetro y
su poder.
Las palabras en que el señor General Herrera encarece el respeto al Clero, tienen todo el fue~1) de
nu:lI
1
-8-
s.
su aliento, porque ni siquiera fueron escritas, sino habladas. Esas palabras pronunciadas en
discurso de 24 de diciembre de 1921, debieran
guardarse con respetuosa veneración por parte del
liberalismo colombiano, si es que aún le inspira
algún cariño la memoria de su ilustre conductur.
En esas palabras el señor General Herrera dispone: crodear al clero de las consideraciones :v
rC:ipetos que merece, de manera que todos los
colombianos tengan para sus inviolables fueros
espirituales toda la amplitud y acatamiento que
constituyen ese estilo tolerante y civilizado de los
pueblos que van a la vanguardia del mundo •. Pero ahora resulta que son los mismos partidarios
y sucesores del Jefe, los que están anulando el
pensamiento y la obra del señor General Herrera,
y por lo tanto, arramblando su prestigio. Porque
no se trata de una cuestión baJad!, acerca de la
cual pueda la Dirección del liberalismo apartarse
de la pauta que le trazara su ilustre predecesor.
Sc trata de una cuestión capital, cuestión que es,
aCétso, la única que mantiene alejados a lus dos
partidos históricos de Colombia, mirándose con
reciproco recelo y recfprocos temores. De sUt¡ k
que proclarnar lo contrário de lo que antes habla
preconizado el señor General Herrera en materia
de tánto valor y trascendencia, en materia que puede reputarse como estrella de orientaciones definitivas en la marcha siempre inconforme del partido liberal, equivale a sindicar de craso error po¡¡tieo al egregio caudillo, a cuyas manus se tiaran el triunfo y el prestigio de la causa. Entre
todos los agravios inferidus él la memoria esclarecida del señor General Herrera, ninguno como
éste habrá hecho estremecer de pesadumbre y do-
-9lar sus despojos en el seno misterioso de la tumLa hostilidad
del adversario se recibe clIn el
descuento de las pasiones politicas; pero el golpe del amigo y del hermano hiere el alma 'j la
cÚlIturha par;¡ siempre.
El General lierrera apreció este magno problema del clero cun seguro criterio de estadista, porque a los conductores
de hombres sólo incLlmbe
interpretar
el estado de ánimo y los anhelo" de
los pueblos que conducen. Miope es el hombrt' público que se empei'la en contrariar el sentimiento
colectivu, y quien emprende esta aventura, prepara
su derrota y SI.: fracaso.
Los caudillo~: de multitudes
no son amos, sino
órganos de las grandes aspiraciones
nacionales.
El desconocimiento
de los factores polltic(ls
y
sociales, conduce n~cesariamente a inevitable claudicación.
A pesar de que estas verdades han sido consagradas
por la sabiduría
de los tiempos y los
hombres y a pesar de que el señor General Herrera I;:s tl,IIlÓ :ndudablemente
en considarac!6n,
cu<¡ndo prtscribió
el respeto al clero, los actuaI~s COllductore~ del liberalismo
colombiano
acaban de ordenar a su partido abrir campaña .contra el proceder clerical,
altamente
prrturhador
y
nocivo pára la salud dI: la patria •. Además, deben los liberales, conforme a las instrucciones
del
Directorio,
.retirar
a sus hijos de lus institutos
eclesiásticos.,
V fundar planteles -ue donde quede desterrada la influencia clerical sectaria ....•
Estu mandan hoy los conductores
liberales
a
pesar de que el General Herrera habla dispue:>to
-rodear al clero de las í.:onsideracionei
y respebé!.
tos que merece-.
-10En el estudio de este proy~cto de ley, relativo
al General Benjamín Herrera, he tropezado con
una coinchkncia que lisonjea el patriotismo. Y
como ella me ha ocasionado íntimo regocijo en
mi condición de colombiano, voy a presentHla a
mis honorables colegas, a fin de que t:I:;¡oi(:1l
ellos participen de este placer que lleva a un mismo tiempo sus efusiones a la mente y al corazón
tlel patriota.
Comencé ¡.wr leer el famoso escrito del doctor
Núñez, titulado el Gran General Mosquera, y all!
encontré esta frase, escrita por su autor en octubre de 1883: eA la manera de las montañas, los
grandes hombres requieren ser vistos dr. lejos
para que sus asperezas no se noten con claridad
excesiva •.
Después, encontré el mismo pensamiento en un
famoso discurso de José Chamberlain, pronunciado el 3 de junio de 1885, en los términos siguientes: eYo algunas veces pienso que los grande~ hombres son como lal; grandes montañas, y
que no apreciamos su magnitud mientr,:]:; e:;tamos
cerca de ell.s».
En el mensaje del Presidente Carlos Holgujfj a
las Cámara~ legislativas de 1892, hay un pasaje
que coinCIde perfectamente con otro análogo de
Bismarck, publicado quizá después de 1898.
El Presidente Holguln dice: -Hasta los hombres
que practican muchas virtude~ y que en lo privado serlan Incapaces de decir a sabiendas una
falsedad, al escribir para el público cou reiación
al Gobierno o a las instituciones, se considerar¡
dispensados de todo miramiento social, de todo
respeto a la verdad y a la justicia. Las aseveraciones más absurdas se estampan con un aplomo
-11que maravilla,
y, al parecer, sin que sus autores
se consideren
deshonrados
a sus propios ojo,,>.
y Bismarck se expre5a así: -Todos CUiln!rJS ';e
hayan mezclado '~n cuestiones rolítica~ en nuestra época, habrá" hecho la observación
slguie:lte: .Hay hOl1lbrE'S de partido
cuya educación v
honradez l-n la "ida privada nadie ha puesto jamás en duda, qlle, tan luégo como intervienen en
estas luchas, se consideran
exento,; de obsen él(
las reglas del honor y del decIJro, cuya autoridad reconocen de ordinario,
v de una exa~elación rid/cllla
del principio
sa(us pública suprema
(ex, deducen la justificación
de mhmia:o. y groserias en palabras
y ooras que él ellos mismos
les repugnarían
fuéra de las querellas polftlcas y
reli2íosas,
Esta emancipación
de toda i.1tlencia y
de toda honradez va unida, sin que se sepa hlell
cómo, a la creencia de que, en interés del ¡: artiJu, que !ie sUitituye
al de la piltrfa 'i" d=be
referir todo a e tro modo de ObUH que ,1 ob:;t:rvadu en la vida privada, y de que en las luchas
<.le los partjdo~
!ie han de interpretar
las imposiciones del honot d~ lllUY distillto modu v 'lIA:;
libremente de \.¡ que se harf3 hasta en la I~Ul'rr(l
con enerni~os
extranjeros>.
La c' '¡ncidencía mI
puede ser más patente.
Pero en este orden de coincidellclas,
lo q:lé más
ha llarnddo la atencióll es la qUt' resuit,i de la
conocida frase -la anarquía urg¡1I1IZadil-, ( l/Y'I Ilaternidad se atribuye generalMente a Me Hulourt,
Ministro de lo,; Estados U nido:, de N(,rt" ,AliIér iea, ante el Gobierno
de Colombia, por hd:wrla
éste consígnado
en su nota de 1de dicklllore de
IM71, sin que se haya parado mientes en que e~a
frase corrc5ponde
a nUt'stro gr,l/) Lit1etlad(,r Sí-
i2 Alón Bolivar y en que algunos otros la lanzaron
élntes ql1e Mr. Hulburt, como resulta de lo siguiente: En escrito del señor Marco Fidel Suárez, titul;.¡do Tomad la Altura, inserto en El Nuevo Tiempo, número 2,817, de 29 de septiembre de
HHO, dice el mi~mo señor Suárez, refiriéndose al
hIstoriador Restrepo, que en 1829 ya el libertador hablaba de .la anarquía regularizada».
Laurent, en su Historia de la humanidad, edición español" de 1879, tomo 3.°, página 694, habla tambiéll de .la anarquía organizada., aludienl10 a las opsventuras de Polonia, en un pasaje
que dice: .Nosotros creíamos, con todos los historjadore~, y lo que vale más, Con los hechos,
que la causa que impedía íl los polacos ser una
poderosa nación, erC\ su detestable libertad, su
«ilnarqufa organizada •.
En 1856, el doctor Manuel María Madiedo, tn
memorial dirigido al gobierno de la ConfederaCión, sobre amnistla para los desterrados por la
r¡>belión del 17 de abril de 1854, se expresó así:
«El orden público actual no es más que ulla
anarquía legitima •.
En la vida de Thiers, por Paul de Re;nusat, se
habla también de -la anarquía organizada-, con
referencia a la Convención de Burdeos.
El 3 d~ enero de 1880, deda José Cowen, defendiendo los intereses del Asia Menor, que esta
tierra estaba condenada a sufrir un sistema de
gobierno que era poco menos que .una anarquía
organizada •.
De suerte que, seRún la cita del sei'lor Suárez,
es al Libertador a quien l'orresponde la paternidad de dicha frase, y en segundo término, corresdonde a Madiedo y a Laurent, con lo cual que-
-
13 --
da completamente desvanecida la leyenda que la
atribuye a Mr. Hulburt (.).
En el mismo estudio del doctor Núñel, sobre
el gran General Mosquera, se encuentra un nato
muy importante, que sugiere patrióticas m('(litaciones ahora que S~ pide erigir una estatui\ al
General Benjamln Herrera a los seis meses de su
muerte. AIII consta qUt: aí General Santander, padre y organizador le la Administración
pública
nacional, se le erigió estatua en el parque de su
nombre a los cuarenta años de8pués de haber faIlecido; que d Libertador, a pesar de -su triple
aureola de estadistd, de guerrero ) de sai-,io legisladtH>, no fue co)nsagrado en bronce sino dieciséis años después de su descendimiento a la
tumba, yeso por el cariño y la generosidad de
un amigo, y que e~ General Musqut~ra sólo alcanzó esta distinciÓn un lustro de~pués de muertu, no obstante que SlIS hazañas compiten gloriusarm:nte con los hechos ¡ná,; famos,'s 1.leIr1
epopeya libertadorb.
A pesar de que don Miguel Antunio Caro tUL'
consagrado desde sus tempranos años, ¡J(jl COllsenso nacional de los intclectu<lies ,1<: este pab,
como el primero entre sus hijt)s erlJinel1les; a pesar de haberse dis tlllguido como adalId J': Cr i:;l(,
y de su Iglesia en épocas memllrc\bles; :\ pesar
de haber sido la primera virtud y la pri:nu(j ilustración de Colombia, y de habel dilai¡illo más
(*) Cuando
se principió la iectura de lu, l':lSaJe. ¡elutivua <la anarquía organizada,
el HOI101able \{epre1entantc
Vlctor l'
Paillie. llamó ia atend¿,u a que dichos pas.j •.•s hablan .ido ""
citado. en un diecoflo anterior; lo 4ue IllJ pudo c/,mplobar;;l
pesar de habénele ofrecido el texto Impreso de e.e discurso,
- 14allá de los mares la gloria y el prestigio de su
patria, el bronce no vino para su memoria esclarecida sino ocho años después de su fallecimiento, ocho años después de esa desgracia, que ha
dejado a los amigos y admiradores del grande
hombre sumidos en pesar que no termina.
A virtud del proyecto que estamos considerando, vale la pena meditar en estas enseñanzas de
la historia.
SESION MATINAL DEL
8
El acta que se acaba de leer, da cuenta de manera muy discreta de los incidentes ocurridos
¡-¡yer en C$ta Cámara en torno a la estatua que se
pide para ti señor General Benjarnln Herrera,
omitiendo ciertlJs deslices que suelen escaparse
en el calor de la lucha, deslices que por razón
de tolerancia, que honra a los miembros de la
Corporación, se ha convenido tácitamente en relegar a un olvido generoso.
Me acojo a la presente oportunidad para presentar al Secrdario de la Cámara y al ohcial que
confecciona las actas, señor Alberto Ouzmán, mis
felicitaciones muy cordiales y efusivas por el tino y la pericia con que desempeñan la ardua fundón de sus labores, relacionada csprdalmentc
con las actas.
Deploro no ver en e:;te recinto a los honorables Representantes Pedro Juan Navarro y Manotas Sánchez, a quienes deseo rderirme con motivo de lo que alloche dijeron, acerca de mi exposición en el debate de ayer. Esta circunstancia
15
me obli~a a restringir
r.li pensamiento y a no cl¡¡r
mis palabra~ la extensión que proyedah<l,
por
('onsiderilciolH's
a la ausencia a que allles he aludllip. Pero hallándose ~quf el honorahle
Repre~entantc HernJndo Uribe Cual la, a quien también
<kseo referirme por los juicios que lanzó I~n la
"Jl~ma sesión, con ITlfJtivr¡ de mi discurso, ,\provc.~lto la oportunidad
de su pre~encia para rectii"-M al~lIncls oe SlIS COilC'·ptos. Quiso el Repre"entanle Uribl' Cuall'i colllcarmc
en p¡;;;ició1 de,;l1rada, haciéqdome
,:parccer en conlradiccj.'Jn en
lo¡ tocante
a 118 creJenciaies
de Cundinaltlarca.
l'l>ntradicción
que él deduce del hecho de 1aber
\ o sostenido la legalidad
de esas credenciales en
i;¡ pasada Le~:islatura
v de hilherlas
combatido
en las actuille.; se~\íJl1es, Me tuca, pues, demostr:u que t;tI cllnlradi<:clÓII
('S ilusona,
p\.rquc en
realidad no existe, S'ln dos estados lurirlicps
de
1.111<1 misma y sol;¡ cuestión,
.
Esto se comprenderá
mejor por mediu de un
ejemplo, Si t€ngo de buena fe lil pose~ión Je una
hm:a, y ésta I'S materia dc cOlltroversia jUC'Íclal.
[)Iledo, Ile~.}d() el caso, pedir amparo de Jose.,1 )11; v si 1'1 wtnridad
respectiva
dt:cll'ta dicho
'''lIp.lrll,
y clJlnisiona
a determinaJo
funcionario,
111'1 de que lo ;la~a efectivo, ~ste fUth:lonarir,
EstarA
; hli~adl) a reconocer y dispensar su pn,lección ¡;
"O;C .stado
iilridico
de la finca en refercncia
Y SI
'¡e.,;pués se fa'la la litis COlltra mf, y ~e comi,lona
;11 propi l
funcionano
parA que ampare éll vencedor,
ese funeionaTl;) debe dar dicho ilmf1iH", contemfll:lIldo únicamente l'I nueVi/ estado jurídico
de la
mencionada
tinca, SI11 que esto implique contradicción por parte del referido funciunario
ni por
parte de la alltoridad que lo decretó.
;¡
1
1
- 16Lo propio acontece en el caso de las credenciales de Cundinamarci!l. La respectiva Comisión
estudió las que entonces se presentaron por este
Departamento, fijándose únicamente en la forma,
como 10 prescribe la Constitución de la República.
Encontró la Comisión que esas credenciales eran
correctas, en razón de haberse expedido por las
autoridades competentes. La Comisión recono~'ió,
pues, ese estado jurldico de la cuestión. Entre
tanto, la Iitis contra dichas credenciales avanzaba
en el Consejo de Estado, y luégo vino el fallo
adverso, que creÓ un nuevo estado jurldico de la
cuestión, cancelando las expresadas credenciales,
fallo que es preciso acatar y reconocer, como expresión de la justicia, sin que ello implique la
menor inconsecuencia, como tampoco la hubo en
el caso del amparo de posesión a que antes me
he referido.
La pretendida contradicción que ha querido ver
en esto mi distinguido amigo, doctor Uribe Cualla,
lo ha llevado a esgrimir contra mlla célebre frase
de Bossuet contra el protestantismo, que dice: .Tú
varias; luego no eres la verdad-. Desgraciadamente no ha sido feliz en esta cita, por traerla
sin haberla previamente digerido. Las ideas no
valen por el prestigio del autor que las emite, sino
por su conformidad con la razón, Aristóteles está
reputado cnmo uno de los genios más esclarecidos
del gran reino de la mente y, sin embargo, lanzó
el enorme despropósito de que la esclavitud es
derecho natural.
Repito que estas frases deben aducirse después
de haberlas digerido, porque de otra suerte se corre
el peligro de que cunduzcan a deplorables errores.
La obra de Maquiavelo, titulada El Prlncipe, fue
-
17-
e'l sus orf~enes patrocinada
y favoreciña
por l~l
Iglesia Católica, pues do!; Pontffices erninentfsimos,
Clemente VII y Sido V, la acogiemn y apoyaron
cnn señalado favor. Y después, la misma Igll'si'l
Católica la repudiÓ, colocánc1ola en el índice dt:
las lecturas prohibidas.
Luego, según la lógica
del honorable Repn~sentante Uribe CuaBa, la Iglesia
Cotólrca, que tuvo esta variación,
no es depositaria de la verdad religiosll.
Insisto en deplorar la ausencia de los honora·
hles Representantes
Manotas
Sánchez y Peclrt,
.luan Navarro, por lo cual habré de limitarme er
lo que a ellos respecta, él muy breves conside··
raciones, umitiendo
parte considerahle
de lo qut'
tenía principalmente
que decir con relación al segundo.
Mi noble amigo. ·~I honorable Representante Ma ..
notas Sánchez, aludió ayer a cierto pacto entre lé,
m¡¡yoría conservadora
de esta Cámara, mayoría é
que me honro en pertenecer, y la mavorla de lé
actual DirecciÓn del liberalismo colombiano.
Por haber dicho qJe los actuales conductore~
del partido
liberal han ,mulado
el pens¡¡miento
político
del señor General Herrera, en su circular (llntr¡¡ ('1 clero, ya que el finado jefe del liber¡¡lismo
había prescrito el acatamiento y respeto a los ministros
de la Iglesia C¡¡tólica, me
sindica dicho amigo de profesar dos morales y do!.
criterios,
diciendo
que en este partirular
estoy
de acuerdo
con e' señor Gener¡¡1 Herrera, pere
qu~ disif.'nto en lo tocante a la no cooperación
adoptada por éste como dogma
del partido libera 1.
Fuéra de ser muy lógico y humano estar de
acuerdo con el adversario
en aquello en que él
-
18-
coincide con nuestro modo de pensar, no es fácil gaber cuándo estuvo el General Herrera en lo
cierto, por lo que respecta a la c"operación (1 no
cooperación del liberalismo en el gobierno. Porque un rif;¡ fue cooperacionista, como lo comprueba su presencia en el antiguo Ministerio de
Agricultura y Comercio, baJo la Administración
del doctor ]l'sé Vicente Concha, y IIlégo fue adverso a toda cooperación, como todos lo sabemos. Espero que ese total cambio de frente, no
ilutúrice al Represent;¡nte Manota::; para imputar
al señor General Herrera dos criterios y dos morales.
Por mi parte, soy amigo convencido de la cooperación del \Iberalismo en el gobierno, porque
el pals TlO ec;, ciertamente, de nosotros I()~ conservadores, sino de todos los colombianos, y,
por lo mismo, todos tenemos el patriótico deber
de fomentar su desarrollo y su marcha progresiva.
Extraña el Representante Navarro mi oposición
a la estatua al señor General Herrera, lo cual le
ha dado pretexto para hacerme inculpaciones que
rabian con el sentido común y la Constitución
de la República, según la cual todo miembro de
las Cámaras legislativas, por insignificante que
sea, tiene la plenitud del derecho para expresar
su pensamiento con libertad irrestricta. Esa libertad y ese derecho, sólo tienen por Ifmite el
decoro de cada Representante. Sin embar~o, para
dar lecciones de decoro a los demás, se ha menester mucha autoridad moral.
Hoy no se puede upinar libremente en sentido
desfavorable al señor General Herrera, porque esto implica, según el Representante Navarro, ins-
- 19tintos de hiena y vileza de sentimientos. Pere en
septiembre de 1894, cuando aún se hitllaba talvez insepulto el cadáver del doctor Núñez. el
eminente tribuno liberal, doctor Luis A. Robles,
pudo fulminar en la Cámara de Representantes
contra los restos de su adversario, sangren\Ísimas ultrajes, sin respetar la vida privada ni aun
el mismo santuario del hogar.
Las glosas a la vida del General Benjamín Herrera, acusan proclividad; las tremendas inculpaciolles contra Núñez, revelaban altivez republIcana y elevado sentimiento de justicia.
Prefiero la ética de Voltaire a las f1amantí&imas teorlas de ciertos moralistas liberales de e o
lombia, puesto que el primero, según lo manifesté en la sesión anterior, enseña que debemos
consideraciones a los vivos, y que a los muertos
sólo debemos la verdad.
En defensa del doctor Núñez, se levantó la palabra autorizada del doctor Carlos MarlÍnez Silva; pero éste combatió a su adversario con j!entileza y cultura; sin vulgarachadas ni contumdia;
sin lanzar al rostro del contendor el limo de las
pasiones, cual lo ha hecho el Representante Navarro, cuya innoble actitud contrasta penosamente con la gallardía del doctor Martlnez Silva, haciendo recordar a Núñez de Arce cuando dice:
c¡ Cómo pensar, generación menguada, que en pocos lustros descendieras tánto l~
Dijo también el Representante Navarro que en
los tiempos famosos de la elocuencia colomlJiana; cuando parllan el sol en recia lucha parlamentaria Rojas Garrido, Camacho Roldán, Carlo::; Holguín y tAntos otros oradores de estirpe
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consular, se decretaban estatuas a eminentes compatriotas del partido con:;ervador.
Tal afirmación me obligó a interrogar la historia y a echar una rápida mirada por todo el
vasto escenario de la República. La primera guardó silencio profundo, y mis ojos por ninguna
parte vieron uno solo de los esclarecidos monumentos de quP.hablara el Represente Navarro. Esto me capacita para decir con absoluta certidumbre, que dicho Representante ha calumniado a la
historia con su vacua e insubstancial palabrería.
Con todo, me regocija el que mi discurso de
ayer alrededor de la consabida estatua, originara uos frases muy fe1ice~: la del Representante
Vásquez Cobo, según la cual quedé matriculado
en la cátedra de Voltaire, y la del Representante
Uribe Cualla, quien me sindicó de haber trardo
el concurso abogadil de Santa Teresa de Jesús
para defender las credenciales de Cundinamarca.
Pero no olvidemos que es mucho lo que se
puede aprender de Santa Teresa de Jesús, desde el punto de vista de las virtudes divinas, y
que es mucho lo que Voltaire puede enseñamos
también, desde el punto de vista de las miserias
humanas.
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