VIAJE CULTURAL FRANCIA-BÉLGICA ABRIL 2009 Serían las ocho de la mañana del sábado 18 de abril, cuando arrancaba el autobús. Dirección: Francia y Bélgica. Primera etapa: Futuroscope. Muy bien atendidos por una guía muy amable, fuimos visitando las diferentes instalaciones de este parque temático dedicado, principalmente, al mundo audiovisual. No os voy a contar nada de las gafas especiales para ver las proyecciones en 3D, que parecía que tocabas a los protagonistas de la historia, y lo bien que se oía, el doblaje, en español, por los auriculares de los aparatitos esos que casi todos llevaban colgando del cuello… Después de disfrutar de varias proyecciones, llegamos al momento de la magia. Todavía nos estamos preguntando cómo, cuándo y de qué manera hacía aquel mago lo que hacía. Todo un desafío a las leyes de la física y de la realidad tal y como las conocemos. ¡Cómo caían las monedas en el cubo cuando las sacaba de las orejas, las manos, los bolsillos de aquel niño que apareció en escena! ¿Cómo pudo aparecer, al final, el propio mago, en la punta opuesta al escenario de donde ninguno le vimos marcharse? ¿Cómo podía “retorcerle el cuello” a la chica sin que ella dejara de sonreír? ¡Misterios insondables de la ciencia…! ¡Alguno todavía se está recuperando de los bandazos que “arreaba” el simulador cuando bajábamos por la montaña rusa!¡Los gritos “de entusiasmo” que pegaba por allí todo el mundo se debían de oír hasta en Sebastopol…! Y para acabar de “rematar la faena”, una “Danse avec les robots”. Casi todos “fliparon a tope” con las vueltas y saltos que daban en aquellos aparatos… Era lunes, día 20, cuando dimos un “paseo” matinal en autobús por la zona de La Défense, que, como todos sabéis, es un moderno distrito de negocios situado al oeste de París, como prolongación del “axe historique” (eje histórico) que comienza en el Louvre y prosigue por la avenida de los Campos Elíseos, el Arco de Triunfo, y hasta el puente de Neuilly y el Grande Arche de la Fraternité, más conocido como “Grande Arche”, que es un arco muy “de aquella manera”, porque resulta que es un arco cuadrado. ¡Ah! Fue construido por el arquitecto danés Otto von Spreckelsen. Luego, nos llevó el autobús hasta la base de la colina de Montmartre. Después de subir las escaleras (al lado del funicular) para la visita a la Basilique y de un breve paseo por la Place du Tertre, que está al lado, y que es donde hay un montón de cuadros y de pintores que nos preguntaban si queríamos retratos, bueno, pues después de todo eso, visita a las tiendas de la zona “en busca de la camiseta perdida”. Y la gran pregunta es: ¿cómo se puede uno comprar, en París, en un viaje cultural de lengua francesa, unas camisetas que pongan el archiconocido “I (corazoncito) Paris”, en lugar de las más apropiadas con la famosa “J’” (léase “jota apóstrofo”) y demás? Sin comentarios… Todo esto de las “camisetas” en Montmartre no fue nada más que un “anticipo” de lo que sería, unos días después, la “obligada” salida “de tiendas” a las Galerías Lafayette”, como no podía ser de otra manera... Después de comer, empezó “el gran paseo”. Alegremente, nos dirigimos hacia el Arco de Triunfo. Y allá que llegamos y nos metimos por el pasadizo subterráneo (porque ahora ya no dejan cruzar por arriba, que hay muchos coches) y nos hicimos fotos, muchas fotos, más fotos, ¡hala, cuántas fotos…! Sobre todo, en cuanto vimos eso de “CIUDAD RODRIGO” escrito en las columnas del Arco. ¡Qué emoción más emocionante del mundo mundial…! Y seguimos caminando. Y llegamos a Trocadero, sí, sí, con nombre tan “español”, con la Torre Eiffel por allí cerca y todo eso… Y con los “africanos de Burgos” machacándonos con llaveros de la Torre Eiffel, que hubo quien se compró veintiocho mil llaveros (¡hala, toma llaveros…!) De vuelta, a alguien se le ocurrió aquello de “¿Estará el presidente Sarkozy en casa?” “¿Y si vamos a verlo?” Pasamos al lado de los “bouquinistes” de los muelles del Sena, ya sabéis, esos señores que venden libros antiguos, láminas, cuadros, “souvenirs”… y que lo tienen todo muy bien guardadito en unos “cajones” que se cierran con unas tapas muy... especiales, para que no se mojen las cosas cuando llueve y que no se las lleven los ladrones… Vimos los “bateaux-mouche”, barcos que te llevan de paseo por el Sena. Pasamos por delante del Grand Palais y del Petit Palais… Y llegamos a la “casa” del Presidente de Francia. Por cierto, que tuvimos que asegurarnos bien de que era aquélla, porque no hay nada que lo indique, por razones de seguridad nacional, como puede comprenderse. Vimos salir a gente muy trajeada que se montaba en coches “guays a tope”… ¡Lástima, Sarkozy y Carla no salieron a vernos…! ¡Otra vez será! (¿Tal vez año que viene…?) ¡Los de Cádiz celebraban en el restaurante algún cumpleaños, porque se preparó un “potorro” de cuidado cuando apagaron las luces para “soplar las velitas…”! ¡Como el que se preparó al despedirnos de ellos en la calle, sobre todo cuando nuestro conductor pegó un par de bocinazos “de adiós”…! “ Oye, que “p’aquí” dicen que si podemos ir a ver la Torre Eiffel con las luces…” Bueno, como era ya un poco tarde y como nos caía un poco… “desviado”, pues decidimos “ver la Torre Eiffel con las luces…” desde el bus. No pasamos por los Campos Elíseos, pero desde el Periférico también se veía fenomenal. Por si alguien no lo sabe, el Periférico es la M-30 de París, o sea, la carretera que rodea toda la ciudad, que ya es decir… Por cierto, si queréis pasar por “parisinos” de toda la vida, no preguntéis por el “périphérique”, que eso es muy largo y no está de moda; hay que hablar del “périph”, que es lo mismo, pero se dice antes. ¡Cómo nos gustaban los “paseos” por el Periférico todas las noches después de cenar, siempre de camino a nuestro querido hotel “Balladins”, allá por Antony, al sur, al lado casi del aeropuerto de Orly…! El martes 21, nuestro autobús tenía que “descansar”; cosas de las leyes. Así que, ese día, tuvimos que coger el bus urbano desde el hotel hasta la entrada del cercanías, que allí se llama RER (Réseau Express Régional). ¿Quién no se acuerda de la que se preparó con la dichosa arañita que se nos coló por allí…? Y con el cercanías y el metro (que todo iba bajo tierra), pues nos fuimos hasta la Catedral de Notre Dame (¿qué os voy a contar que ya no sepáis de la Catedral de Notre Dame?) y pisamos el Kilómetro Cero, desde donde se cuentan todas las distancias en territorio francés, porque dicen que quien pisa allí, vuelve a París alguna otra vez. Y todos queremos volver… Por de pronto, nos fuimos al Musée d’Orsay, donde los pintores impresionistas. Cronológicamente, cubre la historia del arte entre los maestros antiguos (Museo del Louvre) y el arte moderno y contemporáneo (Centro Georges Pompidou, que ya visitaremos en otra ocasión). Y después, a comer. Al acabar, nos dirigimos hacia Les Invalides. Fue el rey Luis XIV de Francia quien ordenó su construcción el 24 de febrero de 1670, con la intención de ofrecer cobijo a los inválidos de guerra que quedaban sin hogar. En 1840, los restos de Napoleón Bonaparte fueron trasladados de la Isla de Santa Elena a París, por iniciativa del rey Luis Felipe de Orleans, y depositados en Les Invalides. Allí estuvimos visitando su tumba. ¡Por cierto, que también tuvimos que esperar por las “foteras” de los cañones del patio…! Y llegó uno de los momentos estelares del viaje cultural: la subida a la Torre Eiffel. Como ya la habéis estudiado mucho en clase, no vamos a comentar nada que no sepáis. La verdad es que no hubo que hacer mucha cola para subir hasta el primer piso, porque los ascensores fueron muy eficaces. Pero, una vez allí, que si veo esto, que si doy otra vuelta, que a ver qué se ve desde allí, que si vuelvo a hacer más fotos, pues resulta que había que hacer más cola para volver a coger los ascensores que subían al segundo piso. Que si en el segundo piso hago lo mismo que en el anterior, pero “corregido y aumentado”; lo de la subida al tercer piso, para qué hablar… Encima, para colmo de males, “casi” se nos había “olvidado” que había que ir a cenar… ¡Campeonato de carreras por el metro después! Lo más bonito fue llegar al restaurante “Les Balcons”, al lado de la Place de Clichy, y contar las “batallitas”… El miércoles, nos fuimos a la ciudad de Brujas, en Bélgica. ¿Os imagináis que la época de la Edad Media fuera hoy? Pues eso pasa en Brujas. Como si se hubiera detenido el tiempo. Por allí estuvimos dando paseos, fuimos a comer (las patatas fritas de esa variedad especial que nos contaron están riquísimas), compramos chocolates de todas clases y colores, nos hicimos fotos con las gorras que nos había regalado Caja Duero… Al día siguiente, visita al Louvre. ¿Cómo ir a París y no pasar por el Louvre? Aquello es otra historia. Muy grande. Inmenso. Mucha gente. Muchísima. La “Victoria de Samotracia”. Seguimos hacia adelante. La “Gioconda”, de Leonardo da Vinci. Gente. Mucha gente. Difícil acercarse. El cuadro está protegido por una especie de urna de cristal. Más fotos. Que si estamos todos. Que no, que falta una. Ah, no, si está aquí, al lado, con los del Fray… Seguimos adelante. Sección de pintura española. Muy buena. Pero nos hace recordar El Prado. Y ahí, salimos ganando por goleada. “La coronación de Napoleón”, de Jacques-Louis David y La Libertad guiando al pueblo, de Delacroix. Impresionantes. En una palabra. Nos sentamos. Estamos muy cansados. ─¡Pero todavía podemos ver la sección de antigüedades orientales. Aunque sólo sea un poco...! ¡Jo, “porfa…! ─Bueeenoo, pero sin tardar mucho, que nos esperan en el restaurante… ─Espera, que se han quedado dos dentro todavía. ─Venga, llamadles por el móvil. ─Que ya vamos, que estamos saliendo… Después de comer en el “Rivoli.fr”, por la tarde, con calma, recorrimos “la rive gauche”, la orilla izquierda del Sena, centrándonos en el Barrio Latino (como ya sabéis, el nombre le viene del uso “internacional” de la lengua latina entre los estudiantes universitarios allá “en los viejos tiempos” de la Sorbona). Visitamos después el Panthéon. Su construcción empezó en 1764 con Soufflot y duró 26 años (fue acabada por Jean Baptiste Rondelet). Es uno de los primeros monumentos neoclásicos de Francia. La Revolución Francesa hizo que sirviera de templo para albergar los cuerpos de los hombres ilustres de la patria (en el frontispicio está grabado «Aux grands hommes, la patrie reconnaissante» («A los grandes hombres, la patria agradecida»). Cuando, tras la caída de Napoleón, se restaura el Antiguo Régimen, recupera su primitivo uso como iglesia, que persiste durante la época del Segundo Imperio. Con el advenimiento de la Tercera República Francesa, se le devuelve su uso laico con motivo del funeral de Victor Hugo. Y, por fin, nos relajamos a tomar el sol en el Jardín del Luxemburgo (en francés, Jardin du Luxembourg). Apodado familiarmente Luco, es el jardín del Senado francés, cuya sede se encuentra en el Palacio de Luxemburgo. El palacio y los jardines fueron construidos por el arquitecto Salomon de Brosse para María de Médici de 1615 a 1627. Hay una zona de juegos para los niños, un teatro de guiñol y un tiovivo. En ocasiones, también se puede montar en poni. Además, puedes ver actuaciones musicales gratuitas y comer en un restaurante que hay allí cerca. Los niños suelen alquilar barcos en miniatura para jugar en el estanque. Casi para el final de nuestra estancia en París, otro de los “platos fuertes”: el “Moulin Rouge”. En español, significa Molino Rojo y es un cabaret tradicional, símbolo emblemático de la noche parisina, construido en el año 1889 por Josep Oller, que también era propietario del París Olympia. Situado en el barrio rojo de Pigalle, en el Boulevard de Clichy, al pie de Montmartre, es famoso por su gran imitación de un molino rojo en la azotea del edificio. El “Moulin Rouge” fue el tema central de inspiración de muchas de las pinturas post-impresionistas del pintor Toulouse-Lautrec. Hay varias películas que tienen el mismo título, incluyendo “Moulin Rouge!”, realizada en 2001, en la que actúan Nicole Kidman, y Kylie Minogue. Ambas películas fueron nominadas ese año al Oscar a la mejor película musical. No es nada usual que dejen entrar a un grupo a visitar aquello así como así, que lo nuestro fue cosa “especial”; todos se portaron con nosotros fenomenal, especialmente nuestra guía, la señorita Moya, que nos explicó todos los entresijos de la gran sala de fiestas. Tuvimos el privilegio de pisar el escenario donde se hacen los espectáculos todas las noches (eso sí, el “Moulin Rouge” nunca cierra), privilegio que puede ser único en nuestras vidas… Señorita Moya, muchísimas gracias por la atención que mostró hacia nuestro grupo. Y muchas gracias también a la dirección y al personal, que tan amablemente nos atendieron… Por la tarde, salida hacia Versalles. No fue muy difícil dejar París, a pesar de la circulación, porque nuestro conductor, Roberto, conocía muy bien su oficio; más o menos, una hora después, llegamos. Formalidades del grupo a la entrada, paso por las taquillas para que nos dejaran pasar (gratis, que para eso somos estudiantes de instituto) y para que nos vigilaran en los controles de seguridad. Y empezó nuestra visita. Primero, el Palacio. Luego, los jardines. Indescriptible lo bonito que es todo aquello, la simetría de las zonas verdes, el lago con sus “barquitas” y… las pocas ganas que teníamos ya de andar, porque estábamos “fundidos a tope”. Lo de llegar hasta el “poblado de la reina”, para otra ocasión. Así que, nos dedicamos a llenar las memorias de las cámaras con más fotos y regresamos a París. Como no podía ser de otra manera, hubo que ir “de tiendas”. Y aterrizamos en las emblemáticas Galerías Lafayette, que son como el Corte Inglés, pero en París… Sin comentarios… Y así llegó el sábado 25. Y el final de nuestro viaje cultural. Y del buen tiempo que tuvimos casi todos los días. Y nuestra despedida del Periférico. Y de la Torre Eiffel (iluminada y sin iluminar). Y del “Moulin Rouge”. Y del restaurante “Les Balcons” y de su uruguaya dueña. Y del hotel “Balladins”. Y de la localidad de Antony. Y de la catedral de Notre Dame. Y del museo del Louvre. Y del restaurante “Rivoli.fr”. Y de Brujas. Y de Futuroscope… ¿Hasta el año que viene…? José Díez