Es posible que todos deseemos cruzar el horizonte, entrar en el

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TÍTULO: Querido Nadie
AUTOR: Berlie Dohertie
COLECCIÓN: Alerta Roja
EDITORIAL: SM
Es posible que todos deseemos cruzar el horizonte, entrar en el espacio quizá, llegar a un
territorio desconocido y, allí, encontrarnos a nosotros mismos. Este libro es una especie de viaje,
pero todavía no sé dónde va a terminar.
Todo empezó en enero. Era una tarde oscura y caía agua nieve. Curioso, no hace mucho tiempo.
Entonces, yo era sólo un crío. Hoy, 2 de octubre, empiezo a escribir y es como abrir una puerta
al pasado. Esa puerta me lleva a una habitación de mi propia casa, en una calle cercana al centro
de la ciudad. Desde la ventana se ven las luces de miles de casas que salpican las colinas y valles
de los alrededores de Sheffield. Es mi dormitorio, lleno de trastos. Mi ten miniatura empaquetado
en cajas debajo de la cama, mis posters y fotografías en las paredes, como tristes banderines de
mi niñez. Al abrir las puertas de mi armario sólo aparecen unas cuantas camisetas, un jersey
demasiado estrecho y mis viejos chandals. Ya parece la habitación de otro.
Había terminado de llenar mi mochila, para irme el día siguiente a Newcastle. La había bajado y
la había dejado en el vestíbulo. Me sentía inquieto; era muy pronto para irme a la cama, pero no
me quedaba ningún quehacer con que llenar el vacío entre aquel día y el siguiente, entre mi vida
pasada y mi futuro. En cierto modo me daba miedo dejar atrás todo aquello, saber que nada
volvería a ser lo mismo. Me resultaba odiosa la idea de decir adiós. Habría sido mucho más fácil
irme entonces mismo, simplemente atravesar la puerta de mi habitación y encontrarme en un
cuarto de estudiante, con mis posters en las paredes y mi guitarra al lado de la cama.
Hacia las ocho, mi padre subió las escaleras con un paquete para mí. Se paró en la puerta y miró
la habitación, con sus cajones abiertos y vacíos.
-¿Todo preparado ya, Chris? -dijo.
Lo más odioso era tener que despedirme de papá-Parece que vas a tener que abrirlo todo otra vez. Has recibido un regalo de despedida.
Me rozó el hombro al poner el paquete encima de la cama. Yo sabía que también iba a ser difícil
para él. Le oí bajar las escaleras apoyándose un poco en la barandilla, por la pequeña cojera que
tenía, y haciendo crujir con la mano los barrotes de madera cada vez que bajaba un peldaño.
Cuando miré el paquete reconocí enseguida la letra. Era de Helen. Recordé la última vez que nos
vimos; la expresión de su rostro entonces, mi sufrimiento. Abrí el paquete y lo vacié encima de la
cama. Sólo había un montón de cartas. Las cogí una por una, sin entender qué significaba
aquello. Todas empezaban igual: Querido Nadie. Me senté y una creciente sensación de angustia
se apoderó de mí. Ella y yo fuimos una vez las personas más importantes de nuestro mundo. ¿Y
yo me había convertido en esto para ella? ¿Nadie? Empecé a leerlas por orden, intentando
encontrar sentido a lo que decían. Me hicieron retroceder a enero. Como ya he dicho, fue
entonces cuando realmente empezó este viaje.
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