Libro de las Comarcas

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El monasterio de Veruela y el Campo de Borja
MANUEL RAMÓN PÉREZ GIMÉNEZ
Paso continuo de gentes y culturas, la comarca del Campo
de Borja se asienta en el valle de la Huecha, en cuyas tierras está situado el conjunto arquitectónico del monasterio de Veruela. Conocido como el “Escorial de Aragón”
este edificio albergó entre sus muros la primera presencia
cisterciense en el reino aragonés, que duró seiscientos
noventa años (1145-1835) y con posterioridad acogió la
estancia jesuítica durante casi un siglo (1877-1975). En la
actualidad el monasterio es propiedad de la Diputación
Provincial de Zaragoza y en él se encuentra el Museo del
Vino de la Denominación de Origen del Campo de Borja
y entre las celdas de los monjes se ha instalado de forma
permanente un espacio dedicado a Bécquer.
Aunque territorialmente está situado en la actual comarca
de Tarazona y el Moncayo, históricamente Veruela aparece totalmente vinculado a la comarca borjana. Baste decir
que durante la etapa bernarda el 95 % del territorio del Real Monasterio Cisterciense de Santa María de Veruela estaba en el valle de la Huecha, lo que equivale a decir
que de los 154 kilómetros cuadrados del territorio verolense más de 100 se encontraban en la actual comarca del Campo de Borja, sin contabilizar el espacio de la
Granja de Muzalcoraz, sita en el término municipal de Magallón.
Los monjes se instalaron en estas tierras con el objetivo de repoblar y colonizar un
espacio que, tras haber estado bajo dominio musulmán, pasó a tener una presencia
cristiana dominante con la reconquista, si bien se mantuvo una muy numerosa
comunidad de cultura y fe musulmanas. Además, en las dieciocho poblaciones que
componen hoy día la comarca, los monjes blancos verolenses poseyeron también en
nuestro suelo ciertos derechos (de aguas y pastos, fundamentalmente) y numerosas
posesiones inmuebles (huertos, campos, viñas, casas, etc.).
De la Historia
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LA FUNDACIÓN VEROLENSE
En torno al año 1141 el señor de Borja, Pedro de Atarés, que había declinado ser
rey de Aragón tras la muerte de Alfonso I “el Batallador” para apoyar la elección
de Ramiro II “el Monje”, había salido de caza por sus posesiones. Cuenta la tradición que en las estribaciones del Moncayo sufrió los rigores de una gran tormenta en la que vio peligrar su vida. En tan delicado momento, al implorar protección a Sta. María, le ofreció la fundación de un monasterio si le ayudaba a salir
con vida. La aparición de la Virgen mostró al devoto el camino para escapar de la
tormenta al tiempo que dejaba reflejada sobre una encina su imagen, que fue llevada por don Pedro a su palacio de Borja para ser después venerada por los monjes verolenses. A grandes rasgos esta es la leyenda que Fray Jorge de Oro utilizó
para instaurar la fiesta de la “Coronación de la Virgen de Veruela”, ceremonia que
todavía hoy sigue celebrándose el día 15 de noviembre, y a la que acudían –y acuden– habitantes de todo el valle de la Huecha, no sólo para agradecer la cosecha
y otras mercedes del año que finaliza, sino también para rogar que el año siguiente sea igual o mejor que el pasado.
Sin embargo la realidad histórica es la siguiente: Pedro de Atarés, noble aragonés
perteneciente a la familia real, dueño de grandes posesiones territoriales –pues controlaba las tenencias de Borja y Tarazona (cuya titular era su madre)– y hombre
profundamente religioso, donó a los monjes del Cister unas tierras que poseía en
los valles de Veruela y Maderuela, quizás motivado por las razones que esgrime la
leyenda. Se le supone, además, perteneciente a la orden militar de San Juan, o con
estrechas vinculaciones con ella, como su pariente Alfonso I “el Batallador”.
En 1143 las posesiones y territorios patrimoniales de don Pedro pasaron a depender del vecino reino de Navarra, lo que conllevó que Borja y las tierras controladas
por él en el valle de la Huecha se convirtieran en navarras durante el periodo de
1143 a 1150. Estando al servicio del monarca navarro recordó su promesa a la Virgen y, aunque participó en la fundación del monasterio cisterciense de Fitero, era
consciente de que estrictamente no había cumplido su compromiso en Veruela.
Fue por ello por lo que decidió materializar la idea de fundar un monasterio en el
lugar del Moncayo donde tuvo lugar la aparición. Ese es el momento en el que, con
la autorización del monarca navarro en torno al año 1145, se produce la donación
de los valles de Veruela y Maderuela a los monjes blancos. Fue éste un proyecto
que no sólo tenía miras religiosas, sino que también estaba trazado atendiendo a las
habilidades colonizadoras y repobladoras de los monjes cistercienses, habilidades
que don Pedro ya conocía por su estancia en Fitero y que hicieron que Atarés los
eligiera precisamente a ellos para la fundación de un monasterio en el Somontano
del Moncayo.
Con posterioridad los territorios patrimoniales de don Pedro volvieron a integrarse en Aragón –momento desde el cual la zona de Borja y el valle de la Huecha serán
definitivamente aragonesas– quedando por lo tanto al servicio de la reina de AraPágina siguiente: El monasterio de Veruela
124
Comarca del Campo de Borja
gón y de su marido, el conde de Barcelona. Éste, como rey consorte, será quien
otorgue validez a la donación de los valles de Veruela y Maderuela que realizó Atarés a los monjes blancos durante el periodo navarro, por lo que la aceptación aragonesa del hecho fundacional de Veruela hay que llevarlo al año 1154.
Tras la muerte de don Pedro, fueron sus hijos –y las continuas donaciones entregadas desde la Casa Real– los que verdaderamente ayudaron a la consolidación de
Veruela, acogiendo con posterioridad los restos de Atarés.
Aparición de Ntra. Sra. de Veruela al ínclito D. Pedro de Atarés, Príncipe de Aragón, en el año 1141 (A. Lamarche, editor, París, c. 1881)
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Comarca del Campo de Borja
LA FORMACIÓN PATRIMONIAL DEL SEÑORÍO VEROLENSE
Consideraremos que este periodo abarca desde el momento de la fundación del
monasterio en el siglo XII hasta 1453, momento en que Veruela terminó de configurar su patrimonio territorial.
Durante el transcurso del siglo XII la comunidad monástica de Santa María de
Veruela levantó el templo y recibió las donaciones de las tierras de Vera, Trahit,
Morca y Ceserón (estas tres últimas darían origen a la villa de Alcalá de Moncayo),
Litago, el castillo de Purujosa, Pozuelo y la Granja de Muzalcoraz, en Magallón.
También en estos inicios medievales Veruela poseyó Bulbuente –que formaba una
única entidad con el actual despoblado de Villamayor y que fue obtenido mediante permuta con la Casa Real a cambio de Purujosa– y Maleján. Estos, junto con
Vera y Alcalá de Moncayo, supusieron el control del valle alto y medio de la Huecha por la comunidad verolense.
La actuación de los monjes en la comarca fue intensa. En el siglo XIII otorgaron
la Carta Puebla de Bulbuente (1246) y la de Pozuelo (1245), a la par que adecuaron
la Granja de Muzalcoraz para transformarla en un rentable centro agrícola. Con sus
posesiones llegaron a controlar la producción de los tres componentes de la denominada triada mediterránea: aceite en Bulbuente y en los olivares de Borja; trigo en
Pozuelo y vino en Muzalcoraz y en la villa de Vera. En estos términos las relaciones entre el cenobio y los pueblos del valle tuvieron sus altibajos y hay que destacar que eran habituales los enfrentamientos, la mayoría de las veces debidos a la
lucha por el control del agua y de los pastos, como nos lo demuestra una concordia entre Veruela y Ambel en 1242, o la aceptación de los derechos de pastos que
tuvo lugar en Talamantes en 1246.
En el siglo XIV Veruela no sólo mantuvo sus numerosas propiedades, sino que
éstas aumentaron considerablemente en todo el valle debido a las donaciones que
recibió el monasterio motivadas por el fervor religioso de las gentes. Pero si por
algo destaca este siglo es por la muerte y la tragedia que emanó de dos acontecimientos de gran importancia en nuestro territorio, situaciones trágicas que hicieron
que la comarca del Campo de Borja experimentara una profunda reorganización
socioeconómica. Por una parte nos referimos a la peste negra, una epidemia que
modificó sustancialmente las circunstancias socioeconómicas del valle de la Huecha y provocó una intensa reestructuración de propiedades debido a la alta mortalidad. Testimonio del paso de la peste lo tenemos en la permanencia del culto a san
Roque o en las numerosas imágenes dedicadas a este santo que hay en nuestro
territorio. Por otro lado debemos hacer mención de los continuos conflictos que
asolaron la comarca con motivo de la Segunda Unión (1347-1348) primero, y la
guerra contra Castilla –más conocida como “Guerra de los Dos Pedros”– después
(1356-1375), cuyo efecto se manifestó en el abandono del complejo monacal por
parte de los monjes que acudieron a refugiarse en la entonces villa de Borja.
También esta etapa fue testigo del ascenso al poder político de una familia con
grandes posesiones en la comarca y muy relacionada con Veruela, donde instaló su
De la Historia
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panteón familiar: la familia de los Luna. El rey Pedro IV recibió el apoyo de Lope
de Luna en su enfrentamiento contra la Segunda Unión, sobre todo en la decisiva
batalla de Épila, donde también participaron gentes de la comarca –vecinos de Ainzón, Borja y Pedrola entre otros– que devino en el triunfo de las armas reales. Por
su decisiva ayuda, el monarca aragonés concedió a Lope el título de Conde de
Luna, el primer título nobiliario otorgado a alguien que no pertenecía a la familia
real, si bien esta situación cambió al poco, ya que su hija y heredera, María de Luna,
contrajo matrimonio con el infante Martín, futuro monarca. Cuando María llegó a
ser reina todos sus dominios, entre los que se encontraban la villa de Ainzón y la
villa de Borja, pasaron a ser posesiones reales y como tales se beneficiaron del apoyo real y obtuvieron, entre otros privilegios, nuevos derechos de aguas.
La relación de Veruela con la familia de los Luna fue tanto política como económica. En cuanto a asuntos políticos cabe destacar el apoyo que prestó la reina María al
proyecto fallido de constituir un priorato cisterciense en la capilla real del palacio de
Barcelona bajo control del abad de Veruela. En el ámbito económico hay que hacer
referencia a los intereses comunes que, tanto el monasterio como los Luna, tenían en
materia agrícola y ganadera, ya que las tierras del condado de Luna confrontaban con
las tierras verolenses y ello les hizo actuar muchas veces de manera conjunta.
El siglo XV, tránsito entre el medievo y la modernidad, puede ser considerado
como una etapa de grandes cambios en Veruela. En esta centuria el monasterio
vivió acontecimientos trascendentales relacionados con su área de influencia en el
Campo de Borja. Durante el periodo de 1430-1453 la comarca sufrió importantes
modificaciones jurisdiccionales motivadas por la enajenación de las tierras de la
familia de los Luna y, en concreto, las de Federico de Luna. Éste era hijo de Martín (infante de Aragón y primogénito bastardo de Martín I) y el único nieto directo de Martín I y María, por lo que fue
designado como sucesor en el Condado de Luna. El motivo de esta enajenación fue su pretensión de acceder
al poder real aragonés alegando ser el
único heredero de Martín y de María,
intento que hizo influenciado por el
condestable de Castilla Don Alvaro
de Luna. Por ello Alfonso V lo desterró y le privó de sus posesiones en
1430, una decisión fundamental para
la comarca, ya que permitió que Borja quedara en manos de Violante de
Hungría y que, poco después, le fuera otorgado el título de ciudad.
Residencia de los abades de Veruela
en su villa de Ainzón
128
Comarca del Campo de Borja
El resto de las posesiones de los
Luna pasaron a otras ramas de la
familia, salvo Ainzón, que quedó en
manos de Ruy Díaz de Mendoza, uno
de los consejeros del infante Juan de Aragón, que subiría al trono aragonés con el
nombre de Juan II. Este consejero, con el tiempo, vendió la villa de Ainzón a los
monjes de Veruela, en un proceso que duró cerca de tres años (1450-1453) y
durante el cual los vecinos de Ainzón, mediante una gran contribución económica, ayudaron a Veruela para que los integrase en su señorío, a cambio de tener una
cierta independencia, lo que posteriormente les acarrearía numerosos pleitos.
En la segunda mitad del siglo XV tuvo lugar otra controversia. En esta ocasión el
origen hay que buscarlo en la venta de una de las posesiones que el monasterio
tenía en la comarca, el lugar de Maleján, transacción por la que el abad de Veruela
fue acusado de malversación de fondos y juzgado por ello.
El dominio del monasterio de Veruela en el Campo de Borja
Se indica la ubicación de la Granja de Muzalcoraz, en término de Magallón, y se incluye el término de
Tabuenca, dependiente indirectamente de Veruela por su condición de pertenencia
a las monjas bernardas de Trasobares
De la Historia
129
DEL MÁXIMO ESPLENDOR AL FINAL DE LA PRESENCIA BERNARDA
La época moderna fue fundamental para Veruela, no sólo en el aspecto artístico que tantos estudios ha provocado, sino también porque el monasterio se
vio envuelto en todos los acontecimientos que jalonan la historia de Aragón:
banderías nobiliarias del siglo XV, rebelión de 1591, guerra de secesión catalana de 1640, la peste de 1652-3, la Guerra de Sucesión a comienzos del siglo
XVIII, los motines del pan de 1766, entre otros asuntos. A esto se sumaron,
además, los propios acontecimientos de la orden del Cister, en los que jugó un
papel fundamental la creación de la Congregación Cisterciense de la Corona de
Aragón.
La llegada de D. Hernando de Aragón a Veruela en 1534, con el cargo de abad que
le había proporcionado su primo el rey Carlos I, significó la revitalización artística
y arquitectónica no sólo del monasterio, sino también de muchos de los edificios
de la comarca, caso de la iglesia de Pozuelo de Aragón o la de Bulbuente, donde
también se reformó el palacio del abad. Su figura supuso también el fin de los problemas económicos del monasterio, pues don Hernando dedicó sus rentas personales a sanear la maltrecha economía verolense. Aunque su permanencia como
Figura yacente de la tumba del arzobispo de Zaragoza D. Hernando de Aragón, abad impulsor del esplendor
verolense en el siglo XVI. (Capilla de San Bernardo en La Seo de Zaragoza)
130
Comarca del Campo de Borja
abad de Veruela fue breve (cesó en 1539), su eficaz labor la continuó su fiel secretario y amigo Fray Lope Marco, quien llevó a cabo los proyectos arquitectónicos
auspiciados por su antecesor.
La gran conflictividad social que estalla en el siglo XVI en distintos lugares del Reino afectará también a la comarca. Ejemplo de ello son los enfrentamientos de
Veruela con su villa de Ainzón en 1561, cuando tuvo lugar la invasión del castillo
y palacio abacial por parte de los ainzoneros, obligando al monasterio a otorgar y
aprobar unas nuevas ordinaciones en 1570.
Pero sin lugar a dudas el mayor problema social en la comarca fue el originado
por el pleito de la Dehesa de Ambel, un conflicto que removió los cimientos del
poder de toda la comarca borjana. En Ambel, en torno al tercer cuarto del siglo
XVI, un clérigo de la localidad solicitó al rey Felipe I (II de Castilla) la concesión de una dehesa en dicho lugar. Esto supondría la tercera dehesa de la villa y
la privación de los mejores pastos de sus montes para el resto de los pueblos
vecinos. Ante semejante arbitrariedad las poblaciones de la comarca se rebelaron
e iniciaron una serie de pleitos contra la villa de Ambel y contra la encomienda
sanjuanista en la persona de su comendador. Le llovieron pleitos de Tabuenca,
Talamantes, Borja y Ainzón entre otros. En un primer momento el monasterio
de Veruela no participó en los litigios, aunque luego tomó parte en el proceso
acudiendo del lado de su posesión de Ainzón.
El pleito alcanzó a todas las instancias posibles y llegó un
momento en que el monarca intervino con el ánimo de desautorizar
la dehesa, pero la reclamación de
los vecinos de Ambel se lo impidió. El enfrentamiento fue de tal
magnitud que los pueblos incluso
llegaron a armar ejércitos. Así, los
ganaderos de los núcleos vecinos,
en virtud de la sentencia de la corte del Justicia de Aragón favorable
a sus intereses, decidieron llevar a
pastar sus ganados acompañados
por tropas de la comarca. A la
entrada del municipio de Ambel
les esperaban los vecinos del pueblo y las tropas de la encomienda,
dispuestos a impedírselo. La situación, al final, se resolvió de manera simbólica con el degüello de
varias cabezas del ganado que pretendía entrar en la dehesa. Durante las Cortes de 1592 los vecinos
Entrada del palacio de los sanjuanistas de Ambel, con
quienes Veruela mantuvo interminables pleitos
De la Historia
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Dibujo a plumilla de la granja de Muzalcoraz, según ilustración de 1870
de la comarca presentaron “greuges” al rey Felipe para deshacer el problema de
los pastos de Ambel, pleito que duró hasta l639, año de la sentencia definitiva
donde se anulaba la validez de la dehesa.
A finales del siglo XVI la comarca y Veruela se encuentran involucradas en la rebelión aragonesa de 1591, ya que por sus tierras pasaron las tropas castellanas de
Alonso de Vargas camino de Zaragoza, y en el monasterio se intentaron hacer las
Cortes del Reino que finalmente se celebraron en Tarazona en 1592.
Durante las primeras décadas del siglo XVII el monasterio vivió un grave
enfrentamiento con Magallón por las condiciones de arrendamiento que Veruela había impuesto para el usufructo de la granja de Muzalcoraz, y por los continuos problemas que tenían los magalloneros y la granja con los turnos o adores
de las aguas y de las acequias. En un principio el monasterio llegó a ceder ante
el empuje de los magalloneros, y aceptó las condiciones que le ofrecían, pero
una revisión de las cuentas de la granja hizo ver a la comunidad que de ella se
podían obtener mayores rendimientos, de tal forma que los monjes reiniciaron
las negociaciones con los vecinos de la villa hasta que finalmente el monasterio
impuso sus planteamientos.
En 1610 la comarca entera se enfrentó al grave problema derivado de la expulsión
de los moriscos. El acontecimiento afectó a Veruela de manera muy importante,
pues había un gran contingente de población morisca. En el caso del señorío verolense el núcleo habitado más afectado fue Bulbuente, ya que la población de este
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Comarca del Campo de Borja
lugar se redujo tan drásticamente que el monasterio tuvo que tomar medidas de
alcance, la primera de las cuales fue otorgar una nueva carta puebla para poder
repoblar la villa y reorganizarla.
En 1616 el monasterio tuvo un fundamental papel en la creación de la Congregación Cisterciense de la Corona de Aragón. Esta acción vino auspiciada desde la
monarquía, que pretendía lograr que los monasterios bernardos dejaran de obedecer al monasterio francés de Citeaux, ya que no estaba bien vista esta dependencia
mientras se respiraba un ambiente de enfrentamiento político entre Francia y la
corona hispánica de los Austrias. El rey encargó al abad de Veruela la creación de
esta nueva institución, causa que el abad logró llevar a cabo, aunque a la larga no
fue beneficiosa para Veruela ya que, en su intento por controlar a la nueva Congregación, el monasterio se encontró con la oposición de Poblet. Ante tal impedimento, Veruela decidió no abandonar la Congregación pero sí mantener el control
de sus monasterios femeninos, algo que motivó enfrentamientos entre el cenobio
y los demás monasterios de la Congregación, problemas que acabaron por ser
resueltos por el propio monarca que, para evitar males mayores, aconsejó a la nueva organización que hiciera una excepción con Veruela.
Esta Congregación realizó cambios en la forma de gobierno de sus monasterios y,
entre ellos, la reforma más novedosa fue la conversión de los abadiados de carácter perpetuo en cargos de carácter cuadrienal. De este modo se creó una línea de
gestión que estaba por encima de las personas que gobernaban, ya que un abad sólo
dirigía el monasterio cuatro años y no podía ser reelegido para el siguiente mandato sin antes haber tenido lugar un abadiado intermedio. Si antes el rey elegía al
abad, ahora se utilizaba otra modalidad, pues aunque el rey sancionara la elección
producida en el convento sería la propia comunidad la que decidiera quién les iba
a gobernar, procedimiento que creó enormes problemas y que incluso motivó la
aparición de rencillas y bandos entre los monjes. No obstante permitió abrir un
cargo propicio para el ascenso social de las familias aragonesas y, al analizar la procedencia de los abades, vemos que fundamentalmente fueron elegidas personas
pertenecientes al obispado de Tarazona, predominando los abades que eran originarios de la comarca de Borja.
La comunidad verolense y la comarca del Campo de Borja se enfrentaron a una
nueva dificultad en 1652-1653: la llegada de la peste. Esta plaga provocó una enorme mortalidad que se dejó notar con crudeza en los pueblos del señorío verolense, que redujeron drásticamente sus poblaciones. Los lugares más afectados fueron
Bulbuente, que volvió a verse privado de sus habitantes, y Ainzón. Tras esta trágica etapa, la gente de la comarca intentó volver a la normalidad, preocupada ahora
por los problemas que originaba el único intento de sobrevivir, para lo cual era
indispensable la posesión del agua y el control de los pastos de que disponían, productos que de nuevo produjeron continuos enfrentamientos. En esa lucha por la
supervivencia Bulbuente intentó engañar al monasterio mediante la modificación
de ciertas escrituras; tras descubrir la estratagema el monasterio, en su deseo de evitar que tales artimañas se repitieran, realizó la más completa auditoria de las propiedades y derechos de su historia.
De la Historia
133
Pero no todo eran problemas, también en el siglo XVII hubo grandes logros.
Entre ellos el monasterio terminó de construir el nuevo edificio, aceptó la construcción de nuevas ermitas –como ocurrió en Bulbuente–, y participó en la obra
de diversas acequias y azudes. Además, desde 1661, se celebró el día 15 de noviembre la ceremonia de la Coronación de la Virgen de Veruela en una hermosa fiesta
a la que acudían al monasterio gentes de los territorios de Borja y de Tarazona.
Durante la segunda mitad del siglo XVII la zona fue recuperándose de los graves
embates de la peste y, cuando el siglo terminó, había alcanzado los niveles poblacionales anteriores.
A comienzos del siglo XVIII Veruela y Pozuelo se enfrentaron en un pleito que
embarcó al monasterio y a su lugar en un costoso juicio sustanciado finalmente a
favor del cenobio.
Con la Guerra de Sucesión (1701-1714) la comarca se vio envuelta de manera fundamental en este conflicto y sufrió los rigores de la contienda. Este conflicto se tradujo en graves problemas económicos en los pueblos del señorío verolense e incluso los monjes, en los momentos más duros de los combates, se refugiaron en la
ciudad de Borja.
Durante el siglo XVIII la monarquía decidió que los monjes debían vivir en sus
conventos, abandonanando aquellas posesiones que estuviesen en despoblado. La
medida obligó a los monjes a dejar su granja de Muzalcoraz y a poner al frente de
ella un administrador de su confianza.
La guerra de la Independencia supuso el primer cierre de Veruela y su desamortización eclesiástica, que se tradujo por primera vez en una sensación de independencia de los pueblos que pertenecían a su señorío. Cuando la guerra acabó,
los monjes volvieron a ocupar sus puestos y reclamaron los derechos perdidos
durante el conflicto, encontrándose con la oposición de alguno de los pueblos.
Sin embargo, ante la certeza de que tal oposición les conducía a continuos pleitos y, por tanto, a una enorme sangría económica que los pequeños municipios
no podían soportar, pueblos como Ainzón, Bulbuente y Pozuelo aceptaron y
reconocieron los derechos señoriales. En contrapartida el monasterio renunció
a cobrar lo que se le adeudaba, debido a que en el tiempo de la guerra había dejado de percibir tributos y rentas, para así ayudar a la maltrecha economía de sus
pueblos.
Con la llegada de los cambios políticos del Trienio Liberal (1820-23) volvió a
clausurarse el monasterio y, de nuevo, las poblaciones se encontraron con la
posibilidad de controlar sus recursos. Tras el Trienio se volvió al estatus previo.
El monasterio movió pleitos para recuperar sus derechos y, al igual que ocurrió
tras la guerra, los municipios afectados no plantearon grandes inconvenientes.
Pero la presencia bernarda llegó a su fin y los monjes, en 1835, se vieron obligados a abandonar el monasterio. La comunidad se dispersó: hubo monjes que
optaron por permanecer en la comarca, pero la mayoría volvió a sus lugares de
origen.
134
Comarca del Campo de Borja
EL MONASTERIO TRAS LA DESAMORTIZACIÓN (1835-1874)
Con la exclaustración monástica Veruela quedó solo y abandonado. Únicamente
permaneció una comisión, formada por el abad y el prior, velando por el edificio y
sus tesoros. Mientras tanto, la Comisión de Arbitrios y Amortización de la provincia de Zaragoza delegó en las comisiones subalternas de los partidos de Borja y
Tarazona para verificar la exclaustración y la toma de posesión de los bienes verolenses.
Los antiguos derechos y privilegios de Veruela recayeron en el Estado, que se responsabilizó, a través de las comisiones antes mencionadas, de vender y arrendar los
bienes inmuebles de Veruela, o de cobrar aquellas rentas que antes percibían los
monjes. Muchos de los compradores de las tierras de Veruela en el Trienio Liberal
fueron los que reclamaron y recuperaron sus adquisiciones, como el caso de Antonio Ochoteco (comisionado subalterno de Borja en 1835), propietario de las dehesas de la Selvilla en Bulbuente, que al tiempo de decretarse el final de Veruela
arrendó a Pedro Navarro.
Desde el decreto de julio de 1835, hasta su exclaustración, los monjes vendieron
todo lo que pudieron, como lo demuestra la venta de la décima del Pozuelo; e
Residencia de los abades de Veruela en Bulbuente. Palacio renacentista y (a la izquierda) castillo medieval
De la Historia
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incluso hubo intentos por acceder a los graneros de sus diferentes posesiones. La
Comisión Subalterna de Borja, que dirigía el citado Ochoteco, estaba al tanto de
estas operaciones, pero, al no estar suprimido el monasterio, el comisionado no
podía evitar estas acciones. Así siguieron las cosas hasta octubre, en que Veruela
fue definitivamente suprimido.
Durante este periodo convulso la Comisión de Arbitrios y Amortización, dirigida
por el Intendente de Zaragoza, permanecía continuamente informada por los subalternos de Borja y Tarazona. Su objetivo era obtener el mayor dinero posible para
las necesidades militares del momento (I Guerra Carlista), pero respetando los
antiguos derechos del monasterio, al suponer una fuente de ingresos para la
Hacienda estatal.
Por otro lado, la desamortización no pretendía dejar sin auxilio espiritual a una
sociedad tradicionalmente católica, por ello el expediente de Hacienda relativo a
Veruela trató en muchos de sus documentos de la financiación a los párrocos de
los antiguos pueblos del señorío verolense, y se decidió que se les pagase con los
derechos que los propios monjes habían destinado a ese efecto, aunque evitando
que los exclaustrados ejercieran el ministerio pastoral en las parroquias porque
podían influenciar a la población y volver a ésta contra el sistema político.
Durante 1836 se solucionó el tema de los párrocos dependientes de Veruela, pero ese
año los comisionados de Borja (Prudencio Cuber) y de Tarazona (Mariano Roa) se
enfrentaron a otros problemas. Los expedientes confirman el proceso de venta de
ciertos inmuebles de Veruela y la conservación de algunos otros. La mayoría de los
bienes muebles se llevaron a Tarazona y se repartieron entre los municipios de la
zona, lo que demuestra Jesús Criado Mainar con sus estudios sobre el retablo del altar
mayor de Veruela. Así ocurre con parte de los tesoros artísticos de la iglesia parroquial de Bulbuente y con los muebles de Veruela, que se vendieron entre la gente del
valle. Durante 1837 la documentación nos aporta información sobre ciertos abusos
cometidos en el abandonado monasterio. Paralelamente a la política desamortizadora, surgió en España una corriente conservacionista de los tesoros artísticos del país, lo que dio como resultado el nacimiento de la Comisión Nacional de
Monumentos. En cada región se creó una comisión, mientras que la Comisión Central tenía su sede en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid.
Se llega así al año 1844, cuando se decidió subastar el edificio conventual, que se
vendía para ser destinado a piedra de cantería. El 29 de julio, por orden del Intendente de Zaragoza, salía a subasta pública en el Boletín Oficial de la Provincia de
Zaragoza el edificio del Real Monasterio de Santa María de Veruela; la venta debía
realizarse el día 28 de agosto de 1844.
A raíz de la publicación de la fecha de la subasta, el canónigo José María Purroy
aglutinó las acciones de los agentes de Borja y Tarazona, manteniendo correspondencia con la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Como consecuencia de esta preocupación se creó una comisión para salvar Veruela, buscando la
protección real para el edificio. Cuando llegó el día señalado Purroy y sus ayudan-
136
Comarca del Campo de Borja
tes formularon una reclamación, evitando de esta forma que se vendiera la parte 6
(que correspondía al edificio verolense).
Aunque el comprador, Gregorio Pérez Altemir, intentó apropiarse de algunas secciones de la parte 6 (de las que, según su opinión, se le había privado), el día 9 de
octubre llegó la Real Orden de 26 de septiembre, que evitaba que el monasterio
fuera subastado y se le entregaba a la Comisión Nacional de Monumentos, que
decidió formar una junta especial de conservación.
Abades cistercienses de Veruela originarios
de la comarca del Campo de Borja
Veruela fue testigo del discurrir cotidiano de las gentes de la comarca del
Campo de Borja y muchos de sus monjes fueron oriundos de la misma. Desde 1616 hasta 1835 hubo siete abades originarios de la comarca:
ABAD
F. Nicolás Mañas de Aybar
F. Jerónimo Amat
F. Bernardo López
F. Martín de Vera
LUGAR DE ORIGEN
Borja
Borja
Borja
Borja
F. Antonio Duarrez
F. Jerónimo Bauluz
F. Francisco Tabuenca
Alberite de San Juan
Borja
Ambel
FECHAS ABADIADOS
1646-1648
1648-1652
1652-1656
1676-1680,
1684-1688,
1696-1700,
1704-1708
1680-1684
1712-1713
1724-1728,
1732-1735,
1744-1748
LA JUNTA DE CONSERVACIÓN DEL MONASTERIO
La Junta creada en 1844 estaba formada por cinco personas, avaladas por el conde
de Clonard, como director de la Comisión Nacional de Monumentos. Fueron los
comisionados José María Purroy Castillón (Presidente de la Junta y canónigo de
Tarazona), Vicente Marco (canónigo de Borja), José San Gil y Heredia (ciudadano
y propietario de Borja, de donde había sido alcalde), Juan Manuel Pérez (canónigo
turiasonene) y, finalmente, Florencio Torres (abogado, también de Tarazona).
Hasta la llegada de los jesuitas la Junta tuvo que resolver diversos conflictos y se ocupó de solicitar ayudas económicas para afrontar la restauración y mantenimiento del
conjunto. Incluso tuvo que superar un error de la administración central que vendía
De la Historia
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el monasterio a la persona que al principio lo había comprado y que lo quería para
fábrica de ladrillos. La Comisión Nacional de Monumentos tuvo que apoyar a la Junta para subsanar tamaño error, y para ello se basó, en primer lugar, en las inversiones
realizadas por la Junta en el monasterio para su conservación y gracias a las cuales,
junto a los 12.000 reales cedidos en su momento por la Comisión Central, se habían
reparado 12.000 varas cuadradas de la techumbre y repuesto la cerrajería del convento, iglesia y claustro, de forma que pudo abrirse al culto. El segundo argumento esgrimido fue que el comprador estaba en quiebra y el propietario efectivo ya no era él,
sino un francés afincado en París que, a través de su apoderado, estaba en tratos para
vender las cinco partes del monasterio a la Junta, porque no había logrado llevar a
cabo su propósito de hacer un tejar en el palacio abacial. Finalmente el conflicto se
resolvió a favor de la Junta y en un documento del expediente, fechado el 2 de
noviembre de 1849, se reconocía el error y se confirmaba la cesión a la Junta.
Al año siguiente la Junta pidió la cesión de la arboleda, que se resolvió a su favor.
Poco después (21 de marzo de 1851) se solicitó dinero para una hospedería, con el
fin de obtener fondos con los que poder mantener el monumento.
En 1857 Purroy consiguió, tras grandes dificultades y con la cooperación de la Real
Academia de Bellas Artes de San Fernando, la suma de 65.008 reales con objeto de
acometer la restauración del monasterio. En 1868 la Junta de Veruela continuó las
gestiones para preservar el monumento, y tuvo que superar algunos inconvenientes (reparaciones por derrumbamientos y problemas por vandalismos) para lo que
contó con las dotaciones económicas que llegaban de Madrid.
Pronto se acabaron las labores de la Comisión, pues en 1877 el Gobierno, previa
consulta a la Comisión Nacional de Monumentos y el dictamen favorable de la Real
Academia de Bellas Artes de San Fernando, propuso la concesión del monasterio a
la Compañía de Jesús para instalar en él un noviciado.
DEL NOVICIADO JESUITA A LA ACTUALIDAD
El 16 de abril de 1877 los jesuitas tomaron posesión de Veruela. Para tal ocasión se celebró una magna ceremonia en el salón del artesonado, a la que inclu-
Veruela al tiempo de su ocupación por los jesuitas (1881)
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Comarca del Campo de Borja
so asistió el duque de
Villahermosa. El día 23
de abril salieron desde
Francia los primeros
jesuitas y llegaron a
Veruela el 6 de mayo.
Lo hicieron de forma
escalonada, hasta completar el número de
190 religiosos que fueron los que iniciaron el
primer curso en 187778. El noviciado funcionó hasta 1905,
fecha en que se trasladó a Gandía, mientras
Veruela se transformaba en Seminario Menor
o Apostólico.
Para preparar la estancia
jesuítica se fue acondicionando el edificio:
arreglo de las murallas,
traslado de la sillería del
coro al Museo de ZaraActividades en Veruela bajo la tutela de los jesuitas (1941)
goza, reparación de
cubiertas y bóvedas de la
iglesia, etc. Pero los jesuitas no sólo se dedicaron a recuperar el antiguo edificio,
sino que también se implicaron en la vida y en los problemas de su entorno, contribuyendo con la utilización de cepas americanas a la erradicación de la filoxera.
El 24 de febrero de 1919 se declaró Monumento Nacional lo más valioso del edificio (iglesia, claustro y sala capitular). Y en 1975, tras casi un siglo cumplido, la
Compañía de Jesús abandona Veruela.
El 4 de mayo de 1998, tras un periodo de cesión temporal que se inició en
1976, la Diputación Provincial de Zaragoza obtiene del Estado la cesión definitiva del monasterio. El monasterio de Veruela, ubicado en la actual comarca de Tarazona y el Moncayo, y tan vinculado histórica y sentimentalmente a
la comarca del Campo de Borja, ha de ser considerado hoy como un motor
de desarrollo cultural de ambos territorios, para así honrar las hermosas
palabras de Bécquer: La importancia histórica del monasterio, realzada por la imponente grandeza de su fábrica, el mérito y la variedad de sus detalles, le han granjeado
entre los inteligentes el sobrenombre de El Escorial de Aragón, sobrenombre que justifica en todos conceptos la magnífica obra debida a la munificencia y a la piedad de don
Pedro de Atarés.
De la Historia
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BIBLIOGRAFÍA
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ECCLESIAE XXI Religiosidad popular y Archivos de la Iglesia, santoral Hispano Mozárabe en las diócesis de España
(Actas del XVI Congreso de la Asociación de Archiveros de la Iglesia
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Comarca del Campo de Borja
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