Régimen jurídico de la fiesta de los toros en la Comunidad de

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NÚMERO 35 ENERO DE 2015
ISSN: 2254-3805
DERECHO ADMINISTRATIVO
RÉGIMEN JURÍDICO DE LA FIESTA DE LOS TOROS
EN LA COMUNIDAD DE CASTILLA Y LEÓN
THE BULLFIGHTING LEGAL SYSTEM IN COMMUNITY
OF CASTILE AND LEON
Dr. Dionisio Fernández de Gatta Sánchez
Profesor Titular de Derecho Administrativo. Universidad de Salamanca
RESUMEN
La importancia de la tauromaquia y de la fiesta de los toros en Castilla y
León, y en toda España, es indiscutible, dado el número de ganaderías de
bravo existentes, su positiva incidencia medioambiental, los festejos que se
celebran, su trascendencia económica y su arraigo histórico desde hace
siglos. No obstante, su regulación jurídica a nivel nacional es muy tardía,
pues no se regula con textos legales la fiesta de los toros hasta 1991 y la
consideración de la tauromaquia como patrimonio cultural hasta 2013, en
el marco de la Constitución Española de 1978. De acuerdo con este sistema normativo y el Estatuto de Autonomía, la Comunidad de Castilla y
León ha aprobado un sistema normativo en materia taurina completo, que
regula los festejos taurinos en general, los festejos populares y tradicionales, y ha declarado la fiesta de los toros bien de interés cultural; conjunto
normativo que es el objeto de análisis en este trabajo.
Palabras clave: Fiesta nacional, toros, tauromaquia, derecho, leyes, Castilla y León, España.
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Dionisio Fernández de Gatta Sánchez
ABSTRACT
The importance of bullfighting in Castilla y León, Spain and throughout, is
indisputable, given the number of existing wild herds, their positive environmental impact, the celebrations are held, their economic importance
and their historical roots centuries. However, its legal regulation at the
national level is very late, because no legal texts regulating the bullfighting
until 1991 and consideration of bullfighting as cultural heritage until 2013,
under the Spanish Constitution of 1978. According this regulatory system
and the Statute of Autonomy, the Community of Castilla y León has approved a regulatory system in full taurine matter, which regulates the bullfighting in general festivities, popular and traditional festivities, and has
declared bullfighting well of cultural interest; set of rules that is analyzed
in this paper.
Keywords: Bullfighting, legal system, laws, Castilla y Leon, Spain.
SUMARIO
1.
IMPORTANCIA DEL TORO DE LIDIA Y DE LAS FIESTAS TAURINAS EN
ESPAÑA Y EN CASTILLA Y LEÓN.
2.
BREVE REFERENCIA A LAS NORMAS HISTÓRICAS REGULADORAS
DE LAS FIESTAS TAURINAS.
3.
LA INCIDENCIA DE LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA DE 1978 Y EL RÉGIMEN JURÍDICO NACIONAL VIGENTE.
3.1. Incidencia general de la Constitución Española de 1978 en el ámbito
taurino.
3.2. La distribución constitucional de competencias en relación con la
Fiesta de los Toros: Estado, Comunidades Autónomas y Administraciones Locales.
3.3. La regulación nacional de los festejos taurinos: del régimen de los
festejos taurinos populares de 1982 a la Ley taurina de 1991 y al Reglamento vigente de 1996.
4.
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LA LEY DE 12 DE NOVIEMBRE DE 2013 PARA LA REGULACIÓN DE LA
TAUROMAQUIA COMO PATRIMONIO CULTURAL.
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Régimen jurídico de la fiesta de los toros en la Comunidad de Castilla y León
5.
EL RÉGIMEN JURÍDICO DE LAS FIESTAS TAURINAS EN LA COMUNIDAD DE CASTILLA Y LEÓN.
5.1. Los espectáculos taurinos en el Estatuto de Autonomía: de su redacción original al nuevo Estatuto de 2007.
5.2. La regulación legal de los espectáculos taurinos: el Decreto-Ley sobre Medidas de Impulso de las Actividades de Servicio de 2009.
5.3. El Reglamento de Espectáculos Taurinos Populares de 1999.
5.4. El Reglamento General Taurino de 2008.
5.5. Otras normas en materia taurina.
6.
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA.
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1. IMPORTANCIA DEL TORO DE LIDIA Y DE LAS FIESTAS
TAURINAS EN ESPAÑA Y EN CASTILLA Y LEÓN
España, con alrededor de 207.950 ejemplares, es el primer país productor de
ganado vacuno de lidia, con más de 1.000 ganaderías 1; siendo la segunda
raza con mayor censo del país (después de la raza frisona), y una de las más
antiguas del mundo (al haberse conformado, cuando menos, desde el siglo
XVI; mucho antes de que en Inglaterra comenzara la producción de vacuno de
carne en el siglo XVIII). Por su parte, la Comunidad de Castilla y León cuenta
con 39.316 animales repartidos en 224 ganaderías de lidia, y es la segunda
Comunidad en ganado de lidia de España, después de Andalucía. Entre las
provincias, destaca Salamanca, al ser la que cuenta con mayor número tanto
en censo como en explotaciones de España, con 32.000 animales y 170 ganaderías; además, es la provincia de la Comunidad con mayor superficie dedicada a los toros de lidia, con 48.184 hectáreas de las 56.804 destinadas a
este fin en Castilla y León (y a nivel nacional, iría después de Sevilla). Ciertamente, como es sabido, Salamanca es desde la antigüedad una zona privilegiada para la cría de ganado bravo; sin duda por la existencia de esos ecosistemas tan peculiares que son las dehesas, principalmente en el Campo Charro2.
En cuanto a los festejos taurinos mayores (corridas de toros, novilladas, de
rejones y mixtas), a nivel nacional, en 2013 se han celebrado 1.858 (de los
que 428 son corridas de toros, el 23%), frente a los 3.651 de 2007, y suponiendo un descenso del 7% respecto a 2012; reflejándose claramente el preo-
1
UNIÓN DE CRIADORES DE TOROS DE LIDIA, Memoria 2013 (http://www.toroslidia.com/memoria-uctl2013/), y MINISTERIO DE EDUCACIÓN, CULTURA Y DEPORTE, Estadística de Asuntos Taurinos 20092013. Síntesis de resultados, Madrid, mayo de 2014 (http://www.mcu.es/culturabase/pdf/ Estadistica_de_Asuntos_Taurinos_2009-2013_Sintesis_de_Resultados.pdf).
2
CABO ALONSO, Á., «Origen de las dehesas salmantinas», Anuario CEBAS, vol. 3-1976, pp. 341-354;
FERNÁNDEZ DE GATTA SÁNCHEZ, D., «Ganaderías históricas de bravo en Salamanca y Ciudad Rodrigo», en Ciudad Rodrigo. Carnaval del Toro 2014, ed. Ayuntamiento de Ciudad Rodrigo, Ciudad Rodrigo
(Salamanca), 2014; LÓPEZ MARTÍNEZ, A. L., Ganaderías de lidia y ganaderos. Historia y economía de
los toros de lidia en España, ed. Fundación Real Maestranza de Caballería-Universidad de SevillaFundación de Estudios Taurinos, Sevilla, 2002, pp. 147-156, y SÁNCHEZ BELDA, A., «La ganadería de
las dehesas», en GÓMEZ GUTIÉRREZ, J. M. (Coord. Científico), y otros, El libro de las Dehesas Salmantinas, ed. Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio (Junta de Castilla y León), Salamanca, 1991, pp. 633-714.
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cupante descenso producido en estos años, y alerta de la negativa realidad
que afecta al mundo taurino3. Por otra parte, las Comunidades de Andalucía,
Castilla y León (en la que aumentó el número de corridas de toros hasta 61),
Castilla-La Mancha y Madrid concentran el 77% de los festejos taurinos celebrados en 2013. En cuanto a los festejos taurinos populares, Castilla y León
fue en 2013 la segunda Comunidad (después de la Comunidad Valenciana)
con mayor número, con un total de 1.798, aumentando ligeramente con respecto a 2012.
Asimismo, debe resaltarse que la Tauromaquia no es un acontecimiento cultural minoritario, pues es el segundo espectáculo de masas en España (después
del fútbol), al estimarse que en 2012 asistieron a los festejos mayores sobre
5,5 millones de espectadores, y a los festejos populares alrededor de 19,3
millones de espectadores, lo que nos da un total nada desdeñable de 24,8
millones de espectadores, y que es un sector económicamente muy relevante,
pues en el mismo año generó alrededor de 590 millones de euros de impacto
económico directo, indirecto e inducido (habiendo disminuido en comparación
con 2011), y aportó al Estado 25,3 millones de euros en 2012, en concepto de
IVA4. En cuanto a la Comunidad de Castilla y León, la aportación del sector
representa aproximadamente el 1,5% del PIB autonómico.
Además, la Tauromaquia es un hecho cultural imbricado en la identidad de la
Comunidad de Castilla y León desde tiempo inmemorial, como reflejan las
pinturas rupestres del Monte de Valonsadero, en Soria, o la llamada estela de
Clunia, de Peñalba de Castro, Burgos, las plazas de toros históricas existentes
por toda la Comunidad (destacando la plaza de Béjar, Salamanca, construida
entre 1711 y 1714) y otras manifestaciones culturales relacionadas con el
mundo taurino, así como su vinculación con el típico paisaje reconocible en la
Comunidad, como es el de las dehesas destinadas a la cría del ganado de
lidia. Además, la tradición, la cultura popular, la cultura artística, la literatura, el
lenguaje cotidiano, el arte culinario, la pervivencia de industrias artesanales
asociadas a la fiesta, así como el respeto y conservación de la naturaleza de
nuestro territorio, hacen de la Tauromaquia un hecho excepcional y único para
Castilla y León, que ha pervivido a lo largo de los siglos y que trasciende más
3
PÉREZ, L., «El negocio del toro se desangra en la ganadería», diario Expansión, 3 de enero de 2010;
LAMET, J.M., «Una fiesta milmillonaria», en «Adiós Monumental», Magazine de El Mundo, núm. 626,
domingo, 25 de septiembre de 2011, pp. 36-37, y DEL MORAL, Á. R., «La particular crisis del campo
bravo», El Correo de Andalucía, 11 de agosto de 2013 [http://elcorreoweb.es/2013/08/11/la-particularcrisis-del-campo-bravo/].
4
MEDINA, J., «Los valores económicos de la Tauromaquia», Ponencia en el II Fórum Mundial de Cultura
Taurina, Isla Terceira, Azores (Portugal), 24 a 26 de enero de 2014; cuya presentación puede verse en
http://www.toroslidia.com/wp-content/uploads/2014/01/Los-valores-econ%C3%B3micos-de-laTauromaquia-Juan-Medina-25-01-2013.pdf.
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allá del toro, convirtiéndolo en un hecho patrimonial de primer orden digno por
su singularidad y relevancia de ser conservado para generaciones futuras5.
No obstante lo anterior, y a pesar de que existen muchos estudios y obras
escritas, y de gran calidad, sobre la tauromaquia y el mundo de los toros6, en
general el mundo taurino siempre ha sido considerado como algo meramente
folklórico y ajeno a la consideración de ser analizado con cierta seriedad, y
más aún en relación con los estudios jurídicos relativos a la tauromaquia, a las
fiestas de toros y a las propias corridas de toros y los festejos populares, lo
que sin duda continúa sorprendiendo7 por la importancia que tienen en España
(y asimismo en Portugal, Francia y en algunos países iberoamericanos), si
bien ha de resaltarse que ningún otro festejo ha merecido en España tanta
atención de los Poderes Públicos, y su intervención directa.
Por otra parte, la fiesta de los toros no ha sido objeto de regulación jurídica
general hasta épocas relativamente recientes, al ser el Reglamento de 1917 el
primero en la materia, aunque sí se han aprobado normas a lo largo del tiempo, la mayoría de ellas de carácter prohibitivo o limitativo de algunas actividades taurinas. Pero, es más, «el mundo taurino… ha vivido tradicionalmente a
espaldas de la ley»8, ya que efectivamente, a nivel nacional, la norma empleada casi siempre ha sido un mero reglamento, teniendo que esperar hasta 1991
5
Ver la justificación del Acuerdo 32/2014, de 3 de abril, de la Junta de Castilla y León, por el que se declara la Tauromaquia en Castilla y León Bien de Interés Cultural de carácter inmaterial (BOCYL del 7).
6
Sobre la importancia de la fiesta de los toros en España, y su consideración cultural y significado, ver
ÁLVAREZ DE MIRANDA, Á., Ritos y juegos del toro, prólogo de J. CARO BAROJA, ed. Taurus, Madrid,
1962; CONDE DE LAS NAVAS (LÓPEZ-VALDEMORO, J.), El espectáculo más nacional, Establecimiento
Tipo-litográfico Sucesores de Rivadeneyra, Madrid, 1899; COSSÍO, J. M.ª de, Los Toros, 30 tomos, ed.
Espasa Calpe, Barcelona, 2007, y Los Toros. Tratado técnico e histórico, 2 tomos, 7.ª ed., ed. Espasa
Calpe, Madrid, 1999; LUJÁN, N., Historia del toreo (1.ª ed. de 1954), 3.ª ed. (que incluye el texto de POLO,
J. A., «El toreo contemporáneo, 1966-1993»), ed. Destino, Barcelona, 1993; MARQUÉS DE SAN JUÁN
DE PIEDRAS ALBAS (B. DE MELGAR Y ABREU), Fiestas de toros. Bosquejo histórico, prólogo de S.
MONTOTO e ilustraciones de A. VEREDAS, Oficina Tipográfica de A. Marzo, Madrid, 1927 (existe una
cuidada edición, con prólogo de J. M. ALBENDEA PABÓN, de Fundación de Estudios Taurinos-Fundación
Real Maestranza de Caballería de Sevilla-Universidad de Sevilla, Sevilla, 2010); ORTEGA Y GASSET, J.,
Sobre la caza, los toros y el toreo, ed. Espasa-Calpe, Madrid, 1962; RUBIO ZORI, J., Las raíces de nuestra fiesta, ed. del autor, Madrid, 2007, y SÁNCHEZ DE NEIRA, J., El Toreo. Gran Diccionario Tauromáquico (ediciones originales de 1879 y 1896), ed. Turner, Madrid, 1988.
7
FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, T.-R., Reglamentación de las corridas de toros. Estudio histórico y crítico,
ed. Espasa Calpe, Madrid, 1987, y «La ordenación legal de la Fiesta de los Toros», Revista de Administración Pública, núm. 115/1988, pp. 27-56; HURTADO GONZÁLEZ, L., «Cuestiones competenciales sobre la
fiesta de los toros: a propósito de su posible declaración como bien de interés cultural», Revista Andaluza
de Administración Pública, núm. 83/2012, pp. 13-47, y Toreros y Derecho. Una aproximación al régimen
jurídico de la profesión taurina, ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 2013; PLASENCIA FERNÁNDEZ, P., La
fiesta de los toros. Historia, régimen jurídico y textos legales, ed. Trotta, Madrid, 2000, y FERNÁNDEZ DE
GATTA SÁNCHEZ, D., El Régimen Jurídico de los Festejos Taurinos Populares y Tradicionales, ed.
Globalia-Ediciones Anthema, Salamanca, 2009, y «La encrucijada jurídica de la fiesta de los toros», Diario
La Ley, 21 de julio de 2011, pp. 7-13.
8
FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, T.-R., «La ordenación legal de la fiesta de los toros», Revista de Administración Pública, núm. 115/1988, pp. 27-56; la cita en p. 28.
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para que por primera vez la Fiesta Nacional se regulara en un texto con rango
legal, y hasta 2013 para reconocerse su naturaleza como patrimonio cultural
común; y no estableciéndose la ordenación de los festejos taurinos populares
hasta 1982, y en una mera Orden Ministerial. Sin embargo, sí se han publicado en tiempos pasados numerosas normas, y también se han adoptado diversas acciones públicas.
Y, ciertamente, esta poca atención al análisis de la normativa regional en materia taurina, y más concreto en relación con la Comunidad de Castilla y León,
es asimismo bien visible9, a pesar de que esta Comunidad, y alguna otra, ya
tienen un ordenamiento taurino prácticamente completo, y ello sin perjuicio de
algunos problemas competenciales.
2. BREVE REFERENCIA A LAS NORMAS HISTÓRICAS
REGULADORAS DE LAS FIESTAS TAURINAS
Las fiestas de los toros, como hemos señalado, tanto en relación con las corridas de toros como con los festejos populares, no han tenido una regulación
jurídica directa hasta finales del siglo XX; aunque sí ha habido normas dispersas en materia taurina a lo largo de la Historia, y muchas de ellas prohibitivas.
Sin perjuicio de algunas costumbres y normas aisladas en los Fueros castellanos y en algunas Ordenanzas municipales10, las primeras prohibiciones taurinas se incluyen en Las Partidas del rey Alfonso X El Sabio, del siglo XIII. A lo
largo de los siglos se corren toros por toda España a pesar de los intentos de
prohibición de varios Papas en el siglo XVI, aunque posteriormente otros las
aceptarán11. En el siglo XVII estas costumbres continuaron desarrollándose.
El siglo XVIII verá la consolidación del toreo a pie y de las corridas de toros
modernas, aunque debido a las ideas ilustradas la ofensiva prohibicionista
contra los toros continuará a partir de la adoptada por Felipe V en 1704. Después, mediante Real Pragmática-Sanción de 9 de noviembre de 178512, se
9
Por todos, ver las referencias a las normas autonómicas y a la escasa bibliografía en FERNÁNDEZ DE
GATTA SÁNCHEZ, D., El Régimen Jurídico de los Festejos Taurinos Populares y Tradicionales, ed.
Globalia-Ediciones Anthema, Salamanca, 2009.
10
ÁLVAREZ DE MIRANDA, Á., Ritos y juegos del toro, obra citada, pp. 21-99; FLORES ARROYUELO, F.
J., Correr los toros en España. Del monte a la plaza, ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 1999, y BADORREY
MARTÍN, B., «Primeras disposiciones jurídicas sobre las fiestas de toros», en VARIOS AUTORES-UNIÓN
TAURINA DE ABONADOS DE ESPAÑA, La Fiesta de los Toros ante el Derecho, ed. UTAE, Madrid, 2002,
pp. 19-43.
11
Sobre la posición de la Iglesia, ver BADORREY MARTÍN, B., «Principales prohibiciones canónicas y
civiles de las corridas de toros», Provincia, núm. 22/2009, pp. 107-146.
12
Gaceta de Madrid del 18 de noviembre de 1785.
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reafirma la prohibición taurina, repitiéndose en 1786, 1787 y 1789, aunque sin
mucho éxito, pues el rey Carlos III irá poco a poco tolerando que se corriesen
toros y novillos embolados. Aunque el rey Carlos IV, reiterando otras de 1757
y de 177213, prohibirá correr los toros de cuerda en una Real Provisión de 30
de agosto de 179014.
Situación que no cambiará en el siglo XIX15, al insistir el mismo rey Carlos IV en
las prohibiciones en 1804 y 180516; reproduciéndose en la Novísima Recopilación de las Leyes de España, de 1805. Sin embargo, tampoco tendrían mucho
éxito, ya que durante la Guerra de la Independencia17 se celebrarán fiestas
taurinas por toda España, y especialmente en Madrid, en honor a José Bonaparte, por los éxitos en las batallas o en honor de los vencedores, y después
en honor asimismo a Fernando VII, Rey que llegará a ser ganadero de bravo y
que creará la Escuela de Tauromaquia de Sevilla, mediante Real Orden de 28
de mayo de 183018, aunque se suprimirá en 1834.
Una vez finalizada la Guerra de la Independencia, las fiestas de toros se
reanudaron por toda España. En efecto, las nuevas ideas sobre la Administración que puso en marcha Javier de Burgos en los años treinta del siglo XIX,
junto a la consolidación de la fiesta de los toros, explican la nueva política
pública en relación a ésta, que será la de la tolerancia (quizás porque no había
otro remedio, dada la afición generalizada en toda España), con una intervención administrativa autorizándolas, y también poniendo trabas, dada la consideración oficial del espectáculo19.
13
FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, T.-R., Reglamentación de las Corridas de Toros, obra citada, p. 114, nota
163.
14
Gaceta de Madrid del 12 de octubre de 1790.
15
FERNÁNDEZ DE GATTA SÁNCHEZ, D., El Régimen Jurídico de los Festejos Taurinos Populares y
Tradicionales, obra citada, pp. 72-83, y «El régimen jurídico de la fiesta de los toros: de las prohibiciones
históricas a los reglamentos autonómicos del siglo XXI», El Consultor de los Ayuntamientos, núm. 24, 30 de
diciembre de 2009, pp. 3614-3634.
16
Gaceta de Madrid de 5 de marzo de 1805.
17
Sobre esta época, ver CIRIA Y NASARRE, H., Los toros de Bonaparte, Imprenta Ducazcal, Madrid,
1903; ASÍN CORMAN, E., Los toros josefinos: Corridas de toros en la Guerra de la Independencia bajo el
reinado de José I Bonaparte (1808-1814), ed. Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 2008; BOTO
ARNAU, G., Los Toros de la Libertad, Quorum Editores-Fundación José Tomás, Cádiz, 2012, y FERNÁNDEZ DE GATTA SÁNCHEZ, D., «Fiestas de toros,…y Derecho, en la España de la Guerra de la Independencia», en VARIOS AUTORES, Derecho, eficacia y garantías en la sociedad global. Liber Amicorum en
honor de María del Carmen Calvo Sánchez, tomo I, ed. Atelier, Barcelona, 2013, pp. 699-723.
18
Ver el texto en Decretos del Rey Nuestro Señor Fernando VII-1830, por D. J. M. de Nieva, Tomo XV,
Imprenta Real, Madrid, 1831.
19
FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, T. R., Reglamentación de las Corridas de Toros, obra citada, pp. 46-50.
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Por otra parte, desde 1847 en Málaga y 1848 en Cádiz20 se adoptarán los
primeros ensayos de «reglamentos» taurinos para determinadas corridas de
toros a celebrar en las plazas correspondientes, siendo seguidos en otras
muchas ciudades, tanto en este siglo como en el siguiente. No obstante, aún
hubo en el siglo XIX algún intento prohibicionista de las fiestas taurinas21.
El siglo XX supone la institucionalización jurídica de las corridas de toros 22,
aunque las fiestas taurinas tradicionales seguirán siendo toleradas por los
Poderes Públicos o prohibidas directamente, como lo fueron mediante la Real
Orden Circular de 13 de noviembre de 190023, reiterándose en 1904 y en
190824.
No obstante, años después, se institucionalizarán las corridas de toros, novillos y becerros al aprobarse el primer Reglamento taurino por Real Orden del
Ministerio de la Gobernación de 28 de febrero de 1917 25, que, con una extensión apreciable regula la organización del espectáculo, otros aspectos de la
fiesta y finaliza con unas disposiciones generales, muy heterogéneas; y sin
mención alguna a los festejos populares.
A continuación, se aprobarán dos Reglamentos de corridas de toros, novillos y
becerros por las Reales Órdenes de 20 de agosto de 1923, que prácticamente
no entró en vigor y que estaba mejor estructurado que el anterior, y de 9 de
20
ORGAMBIDES GÓMEZ, F. J., El reglamento taurino de Cádiz de 1848, ed. San Pablo-CEU, Madrid,
2007.
21
Así, ver la poco conocida Proposición de Ley, presentada por el ilustre administrativista D. Alejandro
Oliván y Borruel en el Senado, de 10 de junio de 1878, Diario de las Sesiones de Cortes-Senado, núm. 59,
pp. 1145-1146, y Apéndice Quinto al mismo, de esa fecha. Sobre ella, ver FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, T.R., Reglamentación de las corridas de toros, obra citada, pp. 66-69, y FERNÁNDEZ DE GATTA SÁNCHEZ, D., El Régimen Jurídico de los Festejos Taurinos Populares y Tradicionales, obra citada, pp. 80-81.
22
ARANA GARCÍA, E., «Régimen jurídico administrativo de los espectáculos taurinos», y CARA FUENTES, E. I., «Espectáculos taurinos: de la prohibición al fomento, del mantenimiento del orden público a la
defensa de los espectadores», en VARIOS AUTORES, Panorama jurídico de las Administraciones Públicas en el siglo XXI. Homenaje al Prof. Eduardo Roca Roca, ed. INAP-BOE, Madrid, 2002, pp. 91-108 y pp.
183-222, respectivamente; SÁNCHEZ PALACIOS, A., Salamanca. Apuntes de la Fiesta de los Toros,
Globalia-Ed. Anthema, Salamanca, 2009, y la interesante obra de SHUBERT, A., A las cinco de la tarde.
Una historia social del toreo, ed. Turner, Madrid, 2002 (ed. original inglesa de 1999).
23
Gaceta de Madrid del 15 de noviembre de 1900.
24
Gacetas de Madrid de 30 de julio de 1904 y de 6 de febrero de 1908, respectivamente. Vid. FERNÁNDEZ DE GATTA SÁNCHEZ, D., El Régimen Jurídico de los Festejos Taurinos Populares y Tradicionales,
obra citada, pp. 84-85.
25
Gaceta de Madrid de 3 de marzo de 1917. Sobre el mismo, ver BARRIOS, R., Reglamento y datos
interesantes de las corridas de toros, novillos y becerros, Imprenta La Prensa, Agencia de anuncios de
Rafael Barrios, Madrid. 1917; DEL AMO, B., Nuevo reglamento para las corridas de toros, novillos y becerros. Real Orden de 28 de febrero de 1917. Anotado y comentado, Imprenta R. Velasco, Madrid, 1917;
JIMÉNEZ GONZÁLEZ, J. (D. P. Pito), Manual del Aficionado a la Fiesta de los Toros y Reglamento de las
Corridas de Toros, Novillos y Becerros aprobado por R. O. de 28 de Febrero de 1917, Tip. Lit. Paulino V.
Traveset, Granada, 1918.
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febrero de 192426, que sigue la estructura de éste, aportando pocas novedades.
Seguidamente, un nuevo «Reglamento oficial para la celebración de espectáculos taurinos y de cuanto se relaciona con los mismos» se aprobará por
Real Orden de 12 de Julio de 193027, que es un texto aún más amplio (137
artículos y una disposición final-derogatoria), el primero de aplicación completa
en toda España y que además regula también por primera vez algunos festejos taurinos populares, como los celebrados en plazas no permanentes y en
«los lugares que de manera provisional se habiliten en los pueblos para celebrar en ellos espectáculos taurinos»28.
Poco después, el régimen republicano29, claramente contrario a las fiestas
taurinas, pero también, es posible, por el poco interés de los propios Ayuntamientos en el cumplimiento de las exigencias para la celebración de becerradas, capeas y otros espectáculos en plazas no permanentes, así como por su
celebración al margen de lo regulado, tratará de acabar con las capeas en los
pueblos mediante Orden Ministerial de 28 de agosto de 1931 30, que reafirma la
prohibición de 1908 (aclarada, y rectificada en parte, por Órdenes de 2 de
septiembre y de 23 de diciembre de 193131), y reiterada por la Orden Circular
de 22 de junio de 193232. Asimismo, el Reglamento de Policía y Espectáculos
Públicos, aprobado por Orden Ministerial de 3 de mayo de 1935 33, insiste en
dichas prohibiciones taurinas.
Finalizada la Guerra Civil34, la fiesta de los toros acusará los efectos de la
contienda por los estragos producidos en las ganaderías de bravo (siendo
posible señalar que en ninguna otra etapa histórica la fiesta de los toros estuvo tan cerca de desaparecer), aunque algunas corridas continuaron celebrán-
26
Gacetas de Madrid de 28 de agosto de 1923 y de 21 de febrero de 1924, respectivamente.
27
Gaceta de Madrid de 28 de julio de 1930. Vid. LLORET RECORTE, J., y BELLVESER DON GIL, A.,
Reglamento Taurino. Comentado y puesto al día, Imprenta Vicente Casaña, Valencia, 1930.
28
FERNÁNDEZ DE GATTA SÁNCHEZ, D., El Régimen Jurídico de los Festejos Taurinos Populares y
Tradicionales, obra citada, pp. 88-90.
29
En general, CLARAMUNT LÓPEZ, F., República y toros (España 1931-1939), ed. Egartorre, Madrid,
2006.
30
Gaceta de Madrid de 29 de agosto de 1931.
31
Gacetas de Madrid de 3 de septiembre y de 26 de diciembre, respectivamente.
32
Gaceta de Madrid de 23 de junio de 1932.
33
Gaceta de Madrid del 5 de mayo de 1935.
34
URRUTIA, J. de, Los toros en la Guerra Española, Editora Nacional, Madrid, 1974; GUTIÉRREZ ALARCÓN, D., Los toros en la Guerra y el Franquismo, ed. L. Caralt, Barcelona, 1978; PLASENCIA FERNÁNDEZ, P., La fiesta de los toros, obra citada, pp. 20-21, y BENASSAR, B., Historia de la Tauromaquia. Una
sociedad del espectáculo, ed. Real Maestranza de Caballería de Ronda y Ed. Pre-Textos, Valencia, 2000,
pp. 109-114.
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Régimen jurídico de la fiesta de los toros en la Comunidad de Castilla y León
dose con cambios justificados por la situación (en relación al peso de los toros,
p. ej.). Entre las disposiciones de la época debe destacarse la Orden Ministerial de 10 de febrero de 1953, sobre la Edad, el Peso y Defensas de los Toros
de Lidia35, que por cierto define de manera clara y adecuada la fiesta de los
toros, y su contenido cultural.
Pasados bastantes años, y debido a las reformas del texto de 1930 y a la evolución de la propia fiesta taurina, teniendo en cuenta que la Ley de 30 de julio
de 1959, de Orden Público (BOE del 31) culmina una nueva línea de actuación
administrativa en relación con las fiestas taurinas, al colocar a los espectáculos públicos, y obviamente a las corridas de toros y otros festejos taurinos, al
mismo nivel de intervención administrativa, y rigidez de actuaciones, que las
reuniones y manifestaciones públicas, mediante Orden Ministerial (Gobernación) de 15 de marzo de 196236 se aprueba «el Texto Refundido del nuevo
Reglamento de Espectáculos Taurinos», que, entre otras cuestiones, regula
completamente la organización de los espectáculos taurinos, incluyendo como
tales las corridas de toros, las corridas de novillos con y sin picadores, los
festivales, las becerradas y el toreo cómico; los cuales requieren autorización
del Director General de Seguridad en Madrid o del Gobernador Civil correspondiente en las demás Provincias37. Además, por primera vez se permiten y
regulan los encierros de toros tradicionales, es verdad que dando preferencia
a los de Pamplona38, pero también se permiten otros de carácter tradicional,
como los de Cuéllar (Segovia)39, Ciudad Rodrigo (Salamanca)40 o Medina del
35
Boletín Oficial del Estado (BOE) de 11 de febrero de 1953.
36
BBOOE de 20 y de 23 de marzo de 1962. Sobre el mismo, vid. CAMPOS CARRANZA, F., Nuevo Reglamento Taurino, Gráficas Versal, Madrid, 1962; GILPÉREZ GARCÍA, L., y FRAILE SANZ, M., Reglamentación taurina vigente comentada, Escuela Gráfica Salesiana, Sevilla, 1964, y ACEBAL, E. G., Reglamento
Taurino, 2.ª ed., Imprenta Góngora, Madrid, 1971.
37
FERNÁNDEZ DE GATTA SÁNCHEZ, D., El Régimen Jurídico de los Festejos Taurinos Populares y
Tradicionales, obra citada, pp. 93-98.
38
Sobre los Sanfermines, ver DEL CAMPO, L., El encierro de los toros, Imprenta Diocesana, Pamplona,
¿1943?, y, más enfocado hacia los toros, MORENO TORRES, R., Ganaderías históricas de los Sanfermines, ed. Evidencia Médica, Pamplona, 2009.
39
En general, ver MATA Y MARTÍN, C., Ritos populares del toro en Castilla y León, ed. Junta de Castilla y
León (Consejería de Agricultura y Ganadería), Salamanca, 1995. En relación con estos encierros y festejos, concretamente, vid. ASOCIACIÓN CULTURAL PEÑA LA PLAGA, Los encierros de Cuéllar (con
apéndice documental de J. MONTALVILLO GARCÍA), Madrid, 1999, y OLMOS HERGUEDAS, E., «Costumbres festivas en la Baja Edad Media castellana: el ejemplo de la Villa de Cuéllar», en AGUILERA
CASTRO, M.ª del C. (Coord.) y otros, Vida cotidiana en la España medieval (Actas del VI Curso de Cultura
Medieval, Aguilar de Campoo, 26 a 30 de septiembre de 1994), Aguilar de Campoo (Palencia), 1998, pp.
329-342.
40
AGUDO, A. J., «Festejos populares», en EXCMO. AYUNTAMIENTO DE CIUDAD RODRIGO, Ciudad
Rodrigo. Carnaval del Toro 2010, Salamanca, 2010, pp. 273-282, y FERNÁNDEZ DE GATTA SÁNCHEZ,
D., «El régimen jurídico de los espectáculos taurinos populares y tradicionales: el Carnaval del Toro de
Ciudad Rodrigo», Salamanca-Revista de Estudios, núm. 57/2009, pp. 367-390, y «El Reglamento de los
Festejos Taurinos Populares del Carnaval del Toro de Ciudad Rodrigo», en EXCMO. AYUNTAMIENTO DE
CIUDAD RODRIGO, Carnaval del Toro de Ciudad Rodrigo 2011, Salamanca, 2011, pp. 267-272.
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Campo (Valladolid)41, por citar tres de los más antiguos de España, y muchos
más que se celebran en innumerables pueblos y ciudades desde tiempos
lejanos.
Por tanto, podemos resaltar que, en la etapa anterior a la Constitución Española de 1978, el régimen jurídico de la fiesta nacional y el reconocimiento de
los festejos taurinos populares se ha establecido en normas reglamentarias,
muchas de ellas basadas en las potestades en materia de orden público, sin
atender a la prioridad de la ley, al principio de jerarquía normativa o a la reserva de ley en materia de imposición de penas o exacciones, según lo establecido en la Ley de Régimen Jurídico de la Administración del Estado de 1957 o
en el Título Preliminar del Código Civil, reformado en 1974.
3. LA INCIDENCIA DE LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA DE
1978 Y EL RÉGIMEN JURÍDICO NACIONAL VIGENTE
3.1. INCIDENCIA GENERAL DE LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA
DE 1978 EN EL ÁMBITO TAURINO
La Constitución Española traerá consigo cambios de gran trascendencia en el
régimen jurídico de los festejos taurinos42, derivados de su carácter democrático y de la cláusula del Estado de Derecho, aunque debe resaltarse críticamente que el Texto Constitucional no haga ninguna referencia directa a la fiesta
nacional, a pesar de su significación histórica y de su trascendencia real. No
obstante, sí hay preceptos constitucionales importantes aplicables al ámbito
taurino.
Así, en primer término deben mencionarse las referencias a los principios de
reserva de ley y de legalidad (arts. 9 y 97), que ya de por sí obligan a elaborar
un texto legal en la materia, y los relativos al ámbito sancionador (arts. 24 y
25), que iban en el mismo sentido. Por otra parte, la Constitución Española
(arts. 20, 35 y 38) reconoce, como derechos fundamentales, tanto los relativos
a la producción y creación artística y a la libre elección de profesión u oficio
como el derecho a la libertad de empresa en el marco de la economía de mercado (STC 83/1984, de 24 de julio, FJ núm. 3); aplicables con normalidad al
ámbito taurino. Además, y como principios rectores de la política social y económica, el Texto Constitucional obliga a los Poderes Públicos a promover y
tutelar el acceso a la cultura (art. 44), y a garantizar la conservación y promo41
SÁNCHEZ DEL RÍO, A., Encierros y toros corridos en Medina del Campo. Informe histórico, texto original, 2000.
42
FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, T.-R., Reglamentación de las corridas de toros y «La ordenación legal de la
fiesta de los toros», obras citadas.
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ver el enriquecimiento del patrimonio histórico, cultural y artístico de los pueblos de España y de los bienes que lo integran (art. 46); ámbitos en los que se
integran con normalidad las fiestas de toros, ya que forman parte inescindible
de la esencia de España y de los españoles como una de nuestras peculiaridades culturales, y de las más antiguas en el tiempo. Finalmente, debe tenerse en cuenta el nuevo modelo de Estado unitario pero fuertemente descentralizado territorialmente cuyo marco establece la Constitución Española, en lo
que se refiere a la necesaria distribución de competencias en materia taurina
entre las Administraciones Públicas.
3.2. LA DISTRIBUCIÓN CONSTITUCIONAL DE COMPETENCIAS
EN RELACIÓN CON LA FIESTA DE LOS TOROS: ESTADO,
COMUNIDADES AUTÓNOMAS Y ADMINISTRACIONES LOCALES
Las materias relativas a la Fiesta de los Toros, a la Tauromaquia o a los espectáculos taurinos, y tampoco la referida a los espectáculos públicos en general43, no aparecen en absoluto ni en el art. 149 CE, sobre las competencias
exclusivas del Estado, ni en el art. 148, sobre las competencias que pueden
asumir las Comunidades Autónomas 44, aunque ambos preceptos sí hacen
referencias a otras materias estrechamente relacionadas con esos ámbitos,
entre las que debemos destacar, por lo que se refiere a las competencias del
Estado, las relativas a la defensa del patrimonio cultural y artístico y a la seguridad pública, considerándose además por el Estado el servicio de la cultura
como deber y atribución esencial (art. 149 CE), y, por lo que se refiere a las
Comunidades Autónomas, las relativas a la ganadería, el fomento de la cultura
o la promoción y ordenación del turismo en su ámbito territorial (art. 148 CE).
43
Por todos, ver CÁMARA DEL PORTILLO, D., «La intervención de la Administración en la seguridad
ciudadana y espectáculos públicos», en LINDE PANIAGUA, E. (Coord.), y otros, Parte Especial del Derecho Administrativo. La intervención de la Administración en la sociedad, 2.ª ed., ed. Colex, Majadahonda
(Madrid), 2012, pp. 291-382.
44
CLEMENTE NARANJO, L., La Tauromaquia a través de los conflictos. Jurisprudencia taurina, ed.
Thomson Reuters-Aranzadi/Garrigues, Cizur Menor (Navarra), 2009; FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, T.-R.,
Reglamentación de las corridas de toros, ob. cit.; FERNÁNDEZ DE GATTA SÁNCHEZ, D., El Régimen
Jurídico de los Festejos Taurinos Populares y Tradicionales, ob. cit., y «La encrucijada jurídica de la fiesta
de los toros», Diario La Ley, 21 de julio de 2011, pp. 7-13; GUILLÉN GALINDO, M. A., «Ordenación jurídica y distribución de competencias en materia de espectáculos taurinos. Especial referencia a los festejos
taurinos tradicionales», en BLANQUER CRIADO, D. (Dir.) y otros, Congreso de Turismo, Universidad y
Empresa (Benicasim, marzo de 2000), Municipios turísticos, tributación y contratación empresarial, formación y gestión del capital humano, ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 2000; HURTADO GONZÁLEZ, L., «Cuestiones competenciales sobre la fiesta de los toros: a propósito de su posible declaración como bien de
interés cultural», Revista Andaluza de Administración Pública, núm. 83/2012, pp. 13-47, y LÓPEZ ÁLVAREZ, E., «Las Administraciones Públicas ante el espectáculo taurino. Distribución de competencias», en
VARIOS AUTORES-UNIÓN TAURINA DE ABONADOS DE ESPAÑA, La Fiesta de los Toros ante el
Derecho, ed. UTAE, Madrid, 2002, pp. 123-132.
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Al no mencionarse ni los espectáculos públicos ni los taurinos en el art. 149,
los Estatutos de Autonomía podían haber asumido las competencias correspondientes; cuestión que, ni siquiera en lo relativo a los espectáculos públicos
(pues los taurinos no los menciona ninguno), no fue asumida en su día de
forma homogénea por las diecisiete Comunidades, debido a la ficticia distinción de las Comunidades en cuanto al proceso de acceso a la autonomía 45.
Esta ambigüedad competencial, y aunque ya entonces hubiera suficientes
argumentos constitucionales para que el Estado hubiera ejercido una competencia normativa más clara en relación con la fiesta de toros, provocó un primer generoso, y excesivo, reconocimiento de las competencias autonómicas
en la materia en la Ley taurina de 1991; si bien, reafirmando las competencias
del Estado, tal ambigüedad fue eliminada mediante la Ley Orgánica 9/1992, de
23 de diciembre, de Transferencia de Competencias a las Comunidades Autónomas que accedieron a la autonomía por la vía del artículo 143 de la Constitución46, cuyo art. 2.d) transfiere a esas Comunidades las competencias exclusivas sobre espectáculos públicos, si bien tal competencia se entiende sin
perjuicio de la competencia nacional sobre seguridad pública (art. 8.1.º), y
teniendo en cuenta que el art. 8.2.º de la misma Ley establece una prescripción de suma importancia, al prever que «queda reservada al Estado la facultad de dictar normas que regulen los espectáculos taurinos», remitiendo a las
Comunidades Autónomas la función ejecutiva en la materia. Competencia del
Estado que reitera la Ley Orgánica 16/1995, de 27 de diciembre de 1995, de
Transferencia de Competencias a la Comunidad Autónoma Gallega 47, cuyo
art. 2 le transfiere las competencias en materia de espectáculos públicos, pero
su art. 5.2.º reserva al Estado la facultad de dictar normas que regulen los
espectáculos taurinos. Por otra parte, esta reserva competencial normativa del
Estado se había reflejado asimismo en los Reales Decretos de transferencia
de competencias, aprobados a partir de 1984.
En base a estas previsiones normativas, que no fueron puestas en duda por
ninguna Comunidad Autónoma, el modelo de distribución de competencias
señalado, incluyendo la reserva normativa del Estado, parecía asentado, por
lo que a nivel nacional se dictaron normas sustantivas en la materia, y se interpretaron y desarrollaron éstas, de aplicación en todo el territorio nacional,
como fueron, primero, la Ley taurina de 1991 y, después, los correspondientes
Reglamentos de desarrollo de 1992 y 1996; estos ya posteriores a las leyes
orgánicas de 1992 y 1995, mencionadas.
45
FERNÁNDEZ DE GATTA SÁNCHEZ, D., El Régimen Jurídico de los Festejos Taurinos Populares y
Tradicionales, obra citada, pp. 103-108.
46
BOE de 24 de diciembre de 1992.
47
BOE de 28 de diciembre de 1995.
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Pero, a pesar de la racionalidad de este modelo competencial en materia taurina, esa reserva a favor del Estado no ha sido atendida posteriormente, al ser
efectivamente la competencia sobre espectáculos la más utilizada para justificar la intervención normativa de las Comunidades Autónomas en materia taurina, si bien es discutible que esta competencia les otorgue poder suficiente
para regular completa y exhaustivamente la fiesta de los toros, y menos para
prohibirla, al incidir sobre ella otros títulos competenciales que han de tenerse
en cuenta (seguridad pública, protección de los consumidores, ganadería,
patrimonio histórico, etc., como hemos señalado), correspondiendo algunos al
Estado48.
Sin embargo, la intervención del Estado en materia taurina se producirá sobre
la base de sus competencias constitucionales en materia de seguridad pública
y sobre fomento de la cultura (art. 149.1.29.ª y 2), tal como precisa, poniendo
en relación la conexión existente entre la fiesta de los toros y el patrimonio
cultural español, y permitiendo intervenir al Estado, la STS de 20 de octubre
de 1998 (Ar. 8923); reiterándolo la STS de 21 de septiembre de 1999 (Ar.
7929).
De esta forma, se reafirma claramente la competencia global del Estado en
materia cultural, sobre la base de una cultura común, compatible con la diversidad cultural y las propias competencias regionales, así como la necesidad de
tratamientos generales cuando los intereses comunes de un sector determinado lo exijan; avalándose pues que esta dimensión cultural de la fiesta de los
toros, en cuanto portadora de valores y exigencias comunes para todo el país,
legitima la intervención normativa del Estado para garantizar el tratamiento
general de las mismas49.
De acuerdo con lo anterior, es claro que la sesgada prohibición de las corridas
de toros, y sólo de estas, de la Comunidad catalana por la Ley 28/2010, de 3
de agosto50, incide de forma negativa en la competencia nacional dirigida a
conservar el patrimonio cultural en que se integra sin duda la fiesta de los
toros, y que es común a todos los pueblos y ciudades de España, ya que im48
DOMÉNECH PASCUAL, G., Bienestar animal contra derechos fundamentales, ed. Atelier, Barcelona,
2004; «La prohibición de espectáculos taurinos: problemas constitucionales», Revista Jurídica de CastillaLa Mancha, núm. 40/2006, pp. 71-111, y «La prohibición de las corridas de toros desde una perspectiva
constitucional», Revista El Cronista, núm. 12/2010, monográfico ¿Es constitucional prohibir las corridas de
toros?, pp. 16-27, y DE ZAYAS, R., La Tauromaquia y el afán totalitario de su prohibición, ed. Almazura,
Córdoba, 2010.
49
PRADA BENGOA, J. I., «Hacia un nuevo marco institucional para el sector taurino», en VARIOS AUTORES-UNIÓN TAURINA DE ABONADOS DE ESPAÑA, La Fiesta de los Toros ante el Derecho, ob. cit., pp.
222-223.
50
Diario Oficial de la Generalidad de Cataluña de 6 de agosto de 2010. Sobre la rica historia taurina
catalana, vid. FELICES, R., Cataluña taurina. Una historia de la tauromaquia de la Edad Media a nuestros
días, ed. Bellaterra, Barcelona, 2010.
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pide de manera absoluta proceder a tal conservación51. Y asimismo la prohibición de ciertas suertes (como picar, banderillear o matar los toros) también
interfiere las competencias nacionales al alterar la esencia de la fiesta de toros, desfigurándola y haciéndola casi irreconocible.
Asimismo, se plantea la negativa situación derivada de la proliferación de reglamentos taurinos autonómicos de carácter general sobre los festejos taurinos mayores52 para la fiesta y sus protagonistas (ganaderos, profesionales del
toreo, espectadores y empresarios), al tener que ver los mismos festejos y
trabajar y tomar decisiones con regímenes jurídicos que pueden ser diferentes
(p. ej., la protección y garantía de las reses de lidia, los tiempos de los tercios,
el peso y la edad de los toros para la lidia y otras cuestiones); sin tenerse en
cuenta que el arte taurino es universal y que la esencia de la fiesta es y debe
ser la misma.
Además, debe tenerse en cuenta que la fiesta de los toros es algo más que un
mero espectáculo público, aunque ciertamente la fiesta de toros destaca
siempre como espectáculo (y cuyas normas son las únicas que se refieren en
su título al espectáculo; lo que no ocurre con el deporte, el cine o el teatro), al
ser sin duda el fenómeno cultural español por antonomasia, y que la propia
historia de España es difícil entenderla sin estas fiestas, por lo que siempre ha
tenido históricamente una regulación específica, y separada de la normativa
general sobre espectáculos públicos; debiendo propugnarse por ello la necesidad de mantener la unidad de la fiesta desde la perspectiva normativa, a
nivel nacional, sin duda respecto a las corridas de toros y similares (no sólo
incluyendo en ésta la esencia de la fiesta en relación al toreo, como las reglas
sobre los tercios, pues de otra forma nos podríamos encontrar con un festejo
distinto, y al resto de las cuestiones complementarias al mismo, como los toriles o los burladeros, sino también aspectos como el reconocimiento de las
reses, la protección de los derechos de los espectadores, las condiciones de
seguridad de las instalaciones y de los servicios sanitarios, los registros de
profesionales, etc.).
En el mismo sentido, es necesario resaltar que tales reglamentaciones autonómicas deben en todo momento respetar la libertad de todos los españoles a
elegir cualquier profesión u oficio, incluyendo naturalmente la de matador de
toros u otra del ámbito taurino, y la libertad de empresa en el marco de la economía de mercado, y entre ellas, todas las del sector taurino (arts. 35 y 38
CE), así como la libertad artística de los toreros y demás participantes en los
51
PRADA BENGOA, J. I., «Hacia un nuevo marco institucional para el sector taurino», ob. cit., pp. 213236.
52
FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, T. R., «Las tauromaquias como paradigma», Diario El Mundo de 9 de
marzo de 2009, y «La cultura está más allá de la ley», Diario El Mundo de 2 de agosto de 2010.
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festejos taurinos [art. 20.1.b) CE], sobre la base de asumir la consideración del
toreo como arte o reconocerse el carácter artístico de éste (tal como se reflejaba en la Orden Ministerial de 10 de febrero de 1953, sobre la Edad, el Peso
y las Defensas de los Toros de Lidia53, y actualmente en la concesión, por el
Gobierno de la Nación, de la Medalla de las Bellas Artes a varios matadores
de toros desde 1996, lo previsto en el Reglamento de Espectáculos Taurinos
de 1996, y lo prescrito, entre otras, por la Ley castellano y leonesa de Protección de los Animales de 1997 o la Ley cántabra también de Protección de los
Animales de 18 de marzo de 1992, que excluyen de la prohibición de usar
animales en espectáculos a las fiestas de toros, precisamente porque, como
señala la última, dichas fiestas, «como conjunto de actividades artísticas y
culturales, son exponentes de nuestro acervo histórico».
Es más, las consideraciones artísticas del toreo, y de la fiesta de los toros,
como límite a su prohibición son recogidas en la doctrina de las Sentencias del
Tribunal Superior de Justicia de Cataluña 854/2001, de 11 de julio (La Ley
3472/2002), confirmada por la STS de 28 de enero de 2003 (Ar. 2013), y
820/2003, de 16 de junio (La Ley 8/2004), dictadas en relación con el conflicto
planteado por las prohibiciones de la representación de la ópera Carmen de
Salvador Távora en la Monumental de Barcelona54.
Igualmente, aunque con base legal únicamente, y en este mismo sentido de
considerar a los toreros como artistas o creadores artísticos, jurídica y laboralmente, debe mencionarse la integración de las creaciones taurinas en el
ámbito de la propiedad intelectual y los derechos de autor55.
Justamente, una medida tan drástica, y contraria a la libertad, como la aprobada por la Comunidad catalana, choca frontalmente contra estos preceptos
constitucionales y el ámbito legal citado56.
53
BOE de 11 de febrero de 1953.
54
Sobre este paradigmático episodio, y su significado, ver MUÑOZ MACHADO, S., «Carmen contra la
Generalidad de Cataluña», en VARIOS AUTORES-UNIÓN TAURINA DE ABONADOS DE ESPAÑA, La
Fiesta de los Toros ante el Derecho, ob. cit., pp. 167-175; DOMÉNECH PASCUAL, G., «Libertad artística y
espectáculos taurino-operísticos», Revista Española de Derecho Administrativo, núm. 121/2004, pp. 91113, y FERNÁNDEZ DE GATTA SÁNCHEZ, D., «Prohibiciones taurinas y Administración Pública: las
sentencias del caso “Carmen de Távora” y el futuro de la fiesta de los toros», en GARCÍA DE ENTERRÍA,
E., y ALONSO GARCÍA, R. (Coords.), y otros, Administración y Justicia. Un análisis jurisprudencial. Liber
amicorum Tomás-Ramón Fernández, tomo I, ed. Thomson Reuters-Civitas, Cizur Menor (Navarra), 2012,
pp. 1059-1087.
55
LLORET CARMONA, I., «Los toros y el derecho de autor», Revista General de Legislación y Jurisprudencia, núm. 3/2003, pp. 369-397, y El toreo, el arte olvidado, ed. Diputación de Valencia, Valencia, 2011.
56
DOMÉNECH PASCUAL, G., «La prohibición de espectáculos taurinos: problemas constitucionales», ob.
cit., y «La prohibición de las corridas de toros desde una perspectiva constitucional», cit.; FERNÁNDEZ
RODRÍGUEZ, T. R., «La cultura está más allá de la ley», cit., y «Sobre la constitucionalidad de la prohibición de las corridas de toros en Cataluña», Doxa-Cuadernos de Filosofía del Derecho, núm. 33/2010, pp.
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Sin embargo, en relación con los festejos taurinos populares y tradicionales 57
necesariamente ha de admitirse una competencia más amplia de las Comunidades Autónomas, al ser aquellos peculiares en cada una de ellas (sin perjuicio de que el origen histórico de estos sea el mismo en toda España), tal como
establece la Exposición de Motivos de la Ley taurina de 1991, al señalar que
«el Estado carece evidentemente de vocación para la regulación de sus peculiaridades, ya que su carácter regional o local es indiscutible».
Finalmente, a nivel competencial, debe tenerse en cuenta también la intervención de Municipios y Provincias58, principalmente de los primeros.
3.3. LA REGULACIÓN NACIONAL DE LOS FESTEJOS TAURINOS:
DEL RÉGIMEN DE LOS FESTEJOS TAURINOS POPULARES
DE 1982 A LA LEY TAURINA DE 1991
Y AL REGLAMENTO VIGENTE DE 1996
Publicada la Constitución Española, a pesar de las dudas planteadas respecto
al cumplimiento del principio de reserva de ley, y sobre la base algo forzada
del Reglamento de 1962, se aprueba la Orden Ministerial de 10 de mayo de
1982, por la que se regulan los Espectáculos Taurinos Tradicionales59, en la
que se reglamentan finalmente estos espectáculos taurinos, en concreto los
encierros tradicionales de reses bravas, la suelta de reses para fomento y
recreo de la afición y el toreo de vaquillas en plazas públicas.
Seguidamente, con la finalidad de adecuar la estructura y el régimen jurídico
de los espectáculos taurinos a la Constitución Española, y a los nuevos tiempos, se aprobó la Ley 10/1991, de 4 de abril, sobre Potestades Administrativas
en materia de Espectáculos Taurinos60, que constituye el principal texto vigen725-738, y FERNÁNDEZ DE GATTA SÁNCHEZ, D., «La inconstitucionalidad de la prohibición catalana de
las corridas de toros», trabajo citado.
57
BLANQUER CRIADO, D., y GUILLÉN GALINDO, M. A., Las Fiestas Populares y el Derecho. Régimen
jurídico, responsabilidad patrimonial y pólizas de seguro, ed. Tirant lo Blanch, Valencia, 2001.
58
En relación con el papel de la Administración Local en los espectáculos taurinos, vid. VERA FERNÁNDEZ-SANZ, A., «Espectáculos Taurinos», en BALLESTEROS FERNÁNDEZ, A., y CASTRO ABELLA, F.
(Coords.), y otros, Derecho Local Especial, tomo I, ed. El Consultor, Madrid, 1997, pp. 479-524; PÉREZ
PIÑEIRO, J. M., «Los festejos taurinos populares y la responsabilidad municipal», El Consultor, núm. 6, 30
de marzo al 14 de abril de 1998, tomo I, p. 896 y ss., y PLASENCIA FERNÁNDEZ, P., «La reglamentación
de las fiestas de toros y la Administración Local», El Consultor, núm. 24, 30 de diciembre de 2000 al 14 de
enero de 2001, pp. 3961 a 3969.
59
BOE de 18 de mayo de 1982. Ver FERNÁNDEZ DE GATTA SÁNCHEZ, D., El Régimen Jurídico de los
Festejos Taurinos Populares y Tradicionales, obra citada, pp. 123-130.
60
BOE de 5 de abril de 1991. La legislación vigente puede verse en HURTADO GONZÁLEZ, L., Legislación Taurina. Estatal y Autonómica, 2.ª ed., ed. Tecnos, Madrid, 2012.Vid. también CONGRESO DE LOS
DIPUTADOS (Secretaría General), Espectáculos Taurinos, Madrid, 1990; PLASENCIA FERNÁNDEZ, P.,
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Régimen jurídico de la fiesta de los toros en la Comunidad de Castilla y León
te en materia taurina, y cuya Exposición de Motivos motiva su elaboración y
aprobación precisamente en esas razones, y, en relación con la intervención
del Estado, precisa las bases de sus competencias.
La nueva Ley tiene por objeto regular las potestades administrativas relacionadas con la preparación, organización y celebración de los espectáculos
taurinos, con la finalidad de garantizar los derechos e intereses del público
asistente y de cuantos intervienen en aquéllos. Los espectáculos taurinos se
clasifican en corridas de toros o de novillos, celebradas en plazas de toros
permanentes o habilitadas temporalmente para ello, y en festejos taurinos
realizados en tales plazas o en lugares de tránsito público; con lo que finalmente se reconocen y regulan los festejos taurinos tradicionales y populares
en un texto legislativo por primera vez en la Historia.
Por otra parte, la Ley taurina remitió muchas cuestiones al desarrollo reglamentario, llevado a cabo mediante Real Decreto 176/1992, de 28 de febrero,
por el que se aprueba el Reglamento de Espectáculos Taurinos 61, que constituye un texto completo y minucioso, siendo de aplicación general en toda España, y que no deroga la Orden Ministerial de 1982 sobre Espectáculos Taurinos Tradicionales, la cual debe pues entenderse vigente en lo que no se
oponga a él.
Posteriormente, la experiencia y aplicación práctica del anterior provocó su
modificación, que se lleva a cabo mediante Real Decreto 145/1996, de 2 de
febrero, por el que se modifica y da nueva redacción al Reglamento de Espectáculos Taurinos62, que constituye el texto vigente en la actualidad, siendo de
aplicación en todo el territorio nacional, y que ha sido modificado posteriormente. Teniendo en cuenta la justificación del proceso de redacción del nuevo
texto reglamentario, las novedades son escasas, aunque algunas de gran
importancia, como las medidas para prevenir la manipulación fraudulenta de
los espectáculos taurinos. En relación con los festejos populares, el ReglaLa fiesta de los toros. Historia, régimen jurídico y textos legales, obra citada; REQUERO IBAÑEZ, J. L.,
«Espectáculos Taurinos», Enciclopedia Jurídica La Ley, vol. 9, ed. La Ley (Grupo Wolters Kluwer), Las
Rozas (Madrid), 2008, y VARIOS AUTORES-UNIÓN TAURINA DE ABONADOS DE ESPAÑA, La Fiesta
de los Toros ante el Derecho, obra citada.
61
BOE de 5 de marzo de 1992. Sobre él mismo, vid. FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, T. R., y VERA FERNÁNDEZ-SANZ, Comentarios al Reglamento Taurino, ed. El Consultor de los Ayuntamientos, Madrid,
1994 (con Apéndice sobre el Reglamento de 1996), y LUCÍA HERNÁNDEZ, M., Comentarios al nuevo
Reglamento Taurino, ed. Peña Taurina Tercio de Quites, Zafra (Badajoz), 1992.
62
BOE del 2 de marzo de 1996. En relación con este texto, vid. FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, T. R., y VERA
FERNÁNDEZ-SANZ, Comentarios al Reglamento Taurino, ob. cit., y PLASENCIA FERNÁNDEZ, P.,
«Comentarios al Real Decreto 145/1996, de 2 de febrero, por el que se modifica y da nueva redacción al
Reglamento de Espectáculos Taurinos», Revista de Documentación de la Secretaría General Técnica del
Ministerio del Interior, núm. 11/1996, pp. 49-56, y «El desarrollo normativo del Reglamento de Espectáculos Taurinos», Revista de Documentación de la Secretaría General Técnica del Ministerio del Interior, núm.
19/1998, pp. 39-46.
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mento mantiene la vigencia de la Orden Ministerial de 10 de mayo de 1982
reguladora de los Espectáculos Taurinos Tradicionales, citada, en lo que no se
oponga a él, y así los festejos populares se incluyen normalmente en la clasificación de espectáculos taurinos; regulándose con cierto detalle el régimen de
su autorización y otros requisitos, y estableciendo disposiciones particulares
sobre las novilladas sin picadores, el rejoneo, los festivales taurinos, el toreo
cómico y los demás festejos taurinos populares, con los requisitos de estos
últimos.
4. LA LEY DE 12 DE NOVIEMBRE DE 2013 PARA
LA REGULACIÓN DE LA TAUROMAQUIA
COMO PATRIMONIO CULTURAL
Después de no pocos problemas, finalmente, se aprobó la Ley 18/2013, de 12
de noviembre, para la regulación de la Tauromaquia como Patrimonio Cultural63, que constituye un texto de especial trascendencia pues, junto con la Ley
taurina de 1991 y su Reglamento de 1996, constituye el fin del ciclo de la histórica política pública de tolerancia de la fiesta de los toros, sin prohibirla pero
sin regularla activamente, ya que a partir de ahora no se podrán realizar nuevos intentos prohibitivos y los Poderes Públicos deberán realizar acciones
positivas en dicho ámbito.
Con una calidad en la redacción apreciable, la Exposición de Motivos justifica
la trascendencia histórica, cultural, ambiental y económico-social de la tauromaquia, por lo que se declara que forma parte del patrimonio cultural común
de todos los españoles, y digna de protección en todo el territorio nacional
(arts. 1 y 2); para seguidamente, y por las razones anteriores, declarar la obligación de todos los Poderes Públicos de protegerla en todo el territorio español (art. 3), y prevé diversas medidas y acciones positivas en el ámbito de la
Administración General del Estado en relación con la tauromaquia, destacando entre todas ellas la elaboración, por el Ministerio de Educación, Cultura y
Deporte, del Plan Estratégico Nacional de Fomento y Protección de la Tauromaquia (PENTAURO)64, aprobado el 19 de Diciembre de 2013, y que constituye el conjunto de medidas públicas relativas al sector taurino más importante
de la Historia.
63
BOE de 13 de noviembre de 2013. Sobre esta importante Ley y su significado para el futuro, vid. FERNÁNDEZ DE GATTA SÁNCHEZ, D., «La Ley de 12 de noviembre de 2013 para la regulación de la tauromaquia como patrimonio cultural: una esperanza para el futuro», Diario La Ley, núm. 8239, 29 de enero de
2014, pp. 1-10.
64
Su texto puede verse en http://www.mecd.gob.es/prensa-mecd/dms/mecd/cultura-mecd/areascultura/tauromaquia/plan-nacional/Pentauro-aprobado--19-12-13-.pdf.
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5. EL RÉGIMEN JURÍDICO DE LAS FIESTAS TAURINAS
EN LA COMUNIDAD DE CASTILLA Y LEÓN
De acuerdo con lo establecido en la Constitución Española o, mejor dicho, a
consecuencia de no haberlo previsto, y según los textos de los Estatutos correspondientes, las Comunidades Autónomas han ido progresivamente asumiendo y regulando los festejos taurinos, tanto a nivel general como los tradicionales o populares específicamente.
Teniendo unos antecedentes históricos de gran entidad, y siendo una de las
tierras más taurinas por excelencia de España, y que cuenta con importantes
ganaderías65, la Comunidad de Castilla y León ha intervenido en materia taurina a lo largo del tiempo, en función de las competencias incluidas en el Estatuto de Autonomía, y sus redacciones66.
5.1. LOS ESPECTÁCULOS TAURINOS EN EL ESTATUTO
DE AUTONOMÍA: DE SU REDACCIÓN ORIGINAL
AL NUEVO ESTATUTO DE 2007
El Estatuto de Autonomía de la Comunidad de Castilla y León, en sus versiones de 1983, 1994 y 1999, incluye referencias a los espectáculos en general,
pero no en relación con los taurinos; si bien se prevén algunas competencias,
con potestades diversas, relacionadas con ellos (como las relativas a las fiestas y tradiciones populares de la región, la ganadería, el patrimonio histórico
de interés regional, la sanidad e higiene o la defensa del consumidor y usuario), con lo que la Comunidad, particularmente después de la reforma de 1994,
asumió que podía intervenir normativamente en materia de espectáculos taurinos.
El nuevo texto estatutario se ha aprobado mediante la Ley Orgánica 14/2007,
de 30 de noviembre, de Reforma del Estatuto de Autonomía de Castilla y
65
MATA Y MARTÍN, C., Ritos populares del toro en Castilla y León, ed. Consejería de Agricultura y Ganadería (JCyL), Salamanca, 1995; Ritos taurinos en Castilla y León, ed. Diario El Mundo, Burgos, 2008;
Escenarios mágicos del toro en Castilla y León, ed. Diario El Mundo, Madrid, 2010, y Encierros tradicionales en Castilla y León, ed. Diario El Mundo, Valladolid, 2011; RUBIO ZORI, J., Las raíces de nuestra fiesta,
obra citada, pp. 187-282, y SANTONJA, G. (ed.), y otros, El toro bravo de Salamanca, ed. Centro de
Investigación del Toro de Lidia (ITACYL-JCyL), Salamanca, 2008, y FERNÁNDEZ DE GATTA SÁNCHEZ,
D., El Régimen Jurídico de los Festejos Taurinos Populares y Tradicionales, obra citada, pp. 131-182.
66
FERNANDO PABLO, M., FERNÁNDEZ DE GATTA SÁNCHEZ, D., y otro, Legislación Básica de Castilla
y León, ed. Tecnos, Madrid, 1991, y «Apuntes sobre el proceso de formación de la Comunidad Autónoma
de Castilla y León: organización básica de la Comunidad», en VARIOS AUTORES, Relaciones sociolaborales (Aspectos jurídicos, económicos y sociales). Conmemoración de la Escuela Social de Salamanca, ed.
Universidad de Salamanca, 1993, pp. 419-433.
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León67, de carácter mucho más profundo que los anteriores, y plenamente
conforme con la Constitución Española. En relación con los espectáculos taurinos tampoco hay referencia alguna, pero, en materia competencial, entre las
exclusivas se incluye la relativa a espectáculos públicos y actividades recreativas, y se reiteran las relativas a fiestas y tradiciones populares, precisamente
como parte de la relativa a cultura, y a la ganadería, o ya como competencias
de desarrollo normativo y ejecución, la relativa a defensa del consumidor y
usuario68.
5.2. LA REGULACIÓN LEGAL DE LOS ESPECTÁCULOS
TAURINOS: EL DECRETO-LEY SOBRE MEDIDAS DE IMPULSO
DE LAS ACTIVIDADES DE SERVICIO DE 2009
En el marco del cumplimiento de la normativa europea y nacional sobre libertad de acceso a las actividades de servicio y su ejercicio, se aprobó la primera
norma con rango de ley que se refiere a las fiestas de toros. En efecto, el Decreto-Ley 3/2009, de 23 de diciembre, de Medidas de Impulso de las Actividades de Servicios en Castilla y León 69, cuya Exposición de Motivos justifica la
nueva regulación taurina señalando que
«En materia de espectáculos públicos y espectáculos taurinos, y en el ejercicio de las competencias exclusivas que ostenta la Comunidad de Castilla
y León en virtud del artículo 70-1.º-32.ª del Estatuto de Autonomía, se mantiene el régimen de autorización administrativa debido a la necesidad de
salvaguardar los intereses generales. Las limitaciones a la prestación de
servicios que puede suponer el régimen de autorizaciones y requisitos contemplados en la legislación relativa a los espectáculos públicos, incluidos
los taurinos, están amparadas en la necesidad de garantizar el orden público y la seguridad pública, la protección de los consumidores y destinatarios de los servicios, de los terceros no participantes en los espectáculos y
de los trabajadores, del medio ambiente y del entorno urbano, así como la
conservación del patrimonio cultural, sin que quepa sustituirlas por medidas menos restrictivas para el prestador que puedan garantizar tales extremos, pues no permiten un control a posteriori, momento en que los efectos dañosos para los bienes jurídicos protegidos ya se habrían producido.
67
BOE de 1 de diciembre de 2007. SÁEZ HIDALGO, I., REY MARTÍNEZ, F. (Dir.), y otros, Comentarios al
Estatuto de Autonomía de Castilla y León. Ley Orgánica 14/2007, de 30 de noviembre, ed. ThomsonReuters Civitas/Junta de Castilla y León, Cizur menor (Navarra), 2011.
68
FERNÁNDEZ DE GATTA SÁNCHEZ, D., El Régimen Jurídico de los Festejos Taurinos Populares y
Tradicionales, obra citada, pp. 163-166.
69
BOCYL de 26 de diciembre de 2009.
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No resulta esta regulación en modo alguno discriminatoria por razón de la
nacionalidad ni por razón de la ubicación del domicilio social del prestador».
El art. 11 del Decreto-Ley, relativo a los «Espectáculos taurinos», somete la
celebración de estos, la instalación de plazas de toros, las escuelas taurinas y,
en general, las actuaciones desarrolladas y los servicios prestados en la materia a autorización administrativa en los términos establecidos en su normativa
específica; a la cual se asigna la finalidad de salvaguardar el orden público, la
seguridad pública, la protección de los derechos, la seguridad y la salud de los
consumidores, de los destinatarios de los servicios y de los trabajadores, la
protección del medio ambiente y del entorno urbano, así como la conservación
de patrimonio histórico y artístico.
Asimismo, se prevé que, por razones de orden público, seguridad pública y
protección del medio ambiente, el régimen de autorizaciones administrativas y
requisitos establecidos será aplicable tanto a los prestadores establecidos en
territorio español como a los prestadores de servicios establecidos en cualquier Estado Miembro de la Unión Europea, sin discriminación alguna por
razón de la nacionalidad o lugar de ubicación del domicilio social; y, por razones imperiosas relativas a las mismas materias, se establece que, en el ámbito territorial de la Comunidad de Castilla y León, sólo serán eficaces las autorizaciones y requisitos previstos en la normativa reguladora en materia de espectáculos taurinos que se desarrollen o ubiquen íntegramente en el territorio
de la Comunidad, aunque son posibles excepciones a fijar reglamentariamente.
Finalmente, el Decreto-Ley prevé que, con el fin de cubrir los riesgos y posibles daños que pudieran derivarse de la celebración de los espectáculos taurinos o de las instalaciones en que éstos se desarrollan, serán exigibles los
seguros o garantías equivalentes establecidas en su normativa específica.
Por otra parte, el art. 5 de la Ley 5/2014, de 11 de septiembre, de Medidas
para la Reforma de la Administración (BOCYL del 19), prevé la reducción de
ciertas sanciones económicas por el pago voluntario de éstas en materia taurina, entre otros ámbitos.
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5.3. EL REGLAMENTO DE ESPECTÁCULOS
TAURINOS POPULARES DE 1999
En el ámbito taurino70, teniendo en cuenta las competencias previstas en el
Estatuto de Autonomía de 1994, y las transferencias del Estado en materia de
espectáculos, realizadas por Real Decreto 1685/1994, de 22 de julio (BOE de
9 de septiembre), que por cierto reserva al Estado la potestad de «dictar las
normas que regulen las corridas de toros y novilladas, en los términos que
establece la regulación vigente», podemos mencionar como primera norma de
la Comunidad la Orden de 28 de abril de 1997, por la que se regulan los requisitos necesarios para la autorización de espectáculos taurinos populares que
se celebren71.
Reformado el Estatuto de Autonomía en 1999, se consideró el momento oportuno para elaborar la normativa reguladora de los festejos taurinos populares72, adoptando el Decreto 14/1999, de 8 de febrero, por el que se aprueba el
Reglamento de Espectáculos Taurinos Populares de la Comunidad 73, que
deroga la Orden anterior, y cuya Exposición de Motivos, con buen criterio,
destaca «la larga e importante tradición que tienen los espectáculos populares
en nuestra tierra, siendo difícil encontrar un pueblo en fiestas que no cuente
en su programa de actos con varios festejos taurinos y, por qué no decirlo, de
la especial forma de ser y de sentir del pueblo castellano y leonés, que tiene
indisolublemente unido como valor cultural de ocio y asueto el espectáculo de
reses de lidia». El Reglamento ha sido modificado por Decreto 25/2014, de 19
de junio (BOCYL del 23), fruto de la Resolución de las Cortes de Castilla y
León de 12 de septiembre de 2012.
El Reglamento de 199974 tiene por objeto la regulación de los festejos taurinos
populares y tradicionales, entendiendo por tales «aquellos festejos en los que
se utilizan reses de lidia para el ocio y recreo de los ciudadanos» (art. 1), y
cuya promoción, organización y celebración está presidida por los principios
de exigencia de medios personales y materiales mínimos, en garantía de la
70
FERNÁNDEZ DE GATTA SÁNCHEZ, D., El Régimen Jurídico de los Festejos Taurinos Populares y
Tradicionales, obra citada, pp. 169-178.
71
Boletín Oficial de Castilla y León (BOCYL) de 9 de mayo de 1997.
72
Las normas de la Comunidad hasta 2008 se toman de la completa obra de la JUNTA DE CASTILLA Y
LEÓN, Normativa taurina de la Comunidad de Castilla y León, León, 2008.
73
BOCYL de 10 de febrero de 1999; corrección de errores en BOCYL de 8 de marzo de 1999. Posteriormente ha sido modificado mediante Decreto 234/1999, de 26 de agosto (BOCYL del 30), por Decreto
41/2005, de 26 de mayo (BOCYL de 1 de Junio), y finalmente por el Decreto 57/2008, de 21 de agosto,
que aprueba el Reglamento General Taurino (BOCYL del 27).
74
FERNÁNDEZ DE GATTA SÁNCHEZ, D., El Régimen Jurídico de los Festejos Taurinos Populares y
Tradicionales, obra citada, pp. 178-182.
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integridad física de los participantes, ausencia de maltrato a las reses de lidia,
dignificación del espectáculo taurino, promoción de las fiestas o de la cultura
popular en la Entidad local y sometimiento de éstos al régimen de previa autorización administrativa (art. 2), en el marco ahora de lo establecido en el art.
11 del Decreto-Ley 3/2009, citado.
Los espectáculos taurinos populares se clasifican única y exclusivamente
(pues no pueden autorizarse festejos que no puedan ser incluidos en las categorías correspondientes, ex art. 5.2.º) en los siguientes:
a) Encierros (arts. 5 y 6), que consisten en «guiar ordenadamente reses de
lidia desde un lugar predeterminado a otro»; distinguiéndose las siguientes
clases: encierros de campo, que suponen «la conducción de reses por los
caballistas y corredores, campo a través, desde un pago o predio determinado
hasta otro previsto»; encierros urbanos, que implican «la conducción de reses
por los corredores, a través de vías públicas determinadas previamente, desde
el lugar de la suelta hasta la plaza o recinto cerrado», y encierros mixtos, que
suponen «la conducción de reses acompañadas de cabestros por los participantes, campo a través y por vías públicas, desde un pago o predio determinado hasta la plaza o recinto cerrado».
b) Vaquillas, capeas o probadillas (arts. 5 y 7), que consisten «en correr o
torear libremente reses de lidia por los corredores, en una plaza o recinto cerrado».
c) Concurso de cortes (arts. 5 y 8), que supone «la ejecución por los corredores de saltos, quiebros y recortes a las reses de lidia a cuerpo limpio, en una
plaza o recinto cerrado, realizada de forma organizada y sujeta a valoración
técnica y estética».
Seguidamente, el Reglamento regula con detalle el régimen de los participantes en los propios espectáculos (arts. 9 a 18); prohibiéndose la participación
de menores de edad, personas con muestras de embriaguez, intoxicación por
drogas o enajenación mental, y de aquellas que por su condición física o psíquica puedan correr un excesivo peligro o que con su comportamiento puedan
provocar situaciones de riesgos, y asimismo se prohíbe a los participantes
voluntarios activos portar objetos o útiles que puedan dañar a los animales o
perjudicar el buen desarrollo del espectáculo.
A continuación, el Reglamento agrupa a los participantes en los espectáculos
en personal de control (presidente del festejo, delegado de la autoridad, director de lidia, director de campo, colaboradores voluntarios y personal de organización), participantes voluntarios activos (caballistas y corredores) y participantes voluntarios pasivos (espectadores e informadores) (art. 9).
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El Presidente de los espectáculos taurinos populares es el Alcalde de la localidad, siendo posible su delegación, y es la autoridad encargada de todo el
control del desarrollo del festejo, ostentando las funciones adecuadas para
ello. Seguidamente, el Delegado de la autoridad, que es un miembro de las
Fuerzas y Cuerpos de Seguridad nombrado por el Delegado Territorial de la
Junta de Castilla y León en la provincia, y tiene como funciones asistir al Presidente y realizar acciones para el buen desarrollo del festejo. Además, ha de
haber un Director de lidia para todos los espectáculos populares, si bien en los
encierros de campo es necesario un Director de campo, y en los encierros
mixtos deberán existir ambos. Por otra parte, se prevén los Colaboradores
voluntarios, que son aficionados cualificados que colaboran con el Delegado
de la autoridad en coordinación con el Director de lidia o el de campo; incluyéndose entre estos a los Caballistas, que participan en el encierro a caballo.
Finalmente, entre los participantes voluntarios pasivos se integran los Espectadores y los Informadores de los medios de comunicación.
Con especial detalle se regulan seguidamente las reses de lidia de estos espectáculos populares (arts. 19 a 23), con medidas de protección, reconocimiento veterinario, características, participación de varios espectáculos y sacrificio.
La regulación de estos espectáculos finaliza con el régimen del procedimiento
de autorización de éstos (arts. 24 a 27); a conceder, en su caso, por el Delegado Territorial de la Junta de Castilla y León de la provincia correspondiente,
para lo cual se regula el contenido de su solicitud correspondiente, y de la
documentación principal (aprobación municipal; memoria sobre el carácter
popular del festejo, con datos del recorrido y de la ganadería; certificación
técnico-arquitectónica sobre las instalaciones; servicios sanitarios y de enfermería; copia del contrato de compraventa de las reses, especificando el número y sus características; documentación sobre las reses y sobre los profesionales participantes; compromiso del sacrificio de las reses y designación del
Presidente) y otra complementaria, en función del espectáculo concreto. La
reforma de 2014 ha añadido el art. 25 bis, sobre la forma de presentación de
la solicitud, incluyendo los medios telemáticos y otros.
Además, el Reglamento establece el régimen jurídico de los espectáculos
taurinos tradicionales (arts. 28 a 31), que se definen como «aquellos festejos
populares con reses de lidia cuya celebración arraigada socialmente se venga
realizando en la localidad de forma continuada desde tiempos inmemoriales,
desarrollándose de acuerdo con la costumbre del lugar»; entendiendo por
«celebración desde tiempo inmemorial» aquellos festejos que tienen al menos
una antigüedad de doscientos años.
Esta especial característica, que entronca claramente con la rica historia de
los festejos taurinos en la Comunidad, es la que justifica un específico régimen
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jurídico, que implica no quedar sujetos necesariamente a la clasificación prevista para los espectáculos taurinos populares, siendo posible también reconocer determinadas especialidades al régimen general; si bien se les aplica el
de los espectáculos populares, y en particular el sometimiento a previa autorización y el régimen médico-sanitario. Además, se permite que en una misma
localidad se autorice un espectáculo tradicional a la vez que la celebración de
otros populares.
Debido a la importancia histórica de estos espectáculos taurinos tradicionales,
y a las peculiaridades de su régimen jurídico, el Reglamento regula el procedimiento de declaración como tales por la Administración de la Comunidad,
que incluye la petición por el Ayuntamiento (acompañada de informe especializado sobre los antecedentes históricos, copia de los documentos históricos,
desarrollo del festejo y medios médico-sanitarios, entre otras cuestiones),
informe-propuesta de la Delegación Territorial de la Junta; informe de la Consejería competente en materia de sanidad, para finalizar con la declaración, en
su caso, como tal «espectáculo taurino tradicional» de la actual Consejería de
Interior y Justicia, y publicándose la resolución en el Boletín Oficial de Castilla
y León. Los espectáculos así declarados se inscribirán de oficio en el Registro
de Espectáculos Taurinos Tradicionales (regulado por Orden de 15 de septiembre de 1999)75; inscripción que da derecho a utilizar la declaración con
finalidad de promoción y publicidad de éste, tanto por la localidad como por el
organizador del festejo. La reforma de 2014 modifica el art. 29 para permitir
excepcionalmente la celebración de espectáculos taurinos tradicionales en
fechas distintas a las de su declaración, con motivo de eventos extraordinarios, y su autorización.
El Reglamento continúa regulando las condiciones médico-sanitarias (arts. 32
a 36), y finalmente se establece el régimen sancionador aplicable (arts. 37 a
40)76.
5.4. EL REGLAMENTO GENERAL TAURINO DE 2008
De acuerdo con las competencias de la Comunidad en materia de espectáculos públicos, y en el marco normativo diseñado por la Ley sobre Potestades
Administrativas en Materia de Espectáculos Taurinos de 1991, se dictó el Decreto 57/2008, de 21 de agosto, por el que se aprueba el Reglamento General
75
BOCYL de 23 de septiembre de 1999.
76
Sobre el régimen sancionador vid. QUINTANA LÓPEZ, T., «Espectáculos taurinos y sanciones gubernativas», Revista Española de Derecho Administrativo, núm. 85, abril-junio, 1992, pp. 267-274; CLEMENTE
NARANJO, L., La Tauromaquia a través de sus conflictos, ob. cit., y FERNÁNDEZ DE GATTA SÁNCHEZ,
D., «Toros y Espectáculos Públicos, potestad sancionadora», en LOZANO CUTANDA, B. (Dir.), y otros,
Diccionario de Sanciones Administrativas, ed. Iustel, Madrid, 2010, pp. 1078-1096.
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Taurino77, que es un texto amplio y completo, que consta de 75 artículos, estructurados en objeto, disposiciones generales (sobre las clases de espectáculos, su autorización y los seguros necesarios; derechos y deberes del público,
abonos y venta de localidades, Presidencia y Delegado de la Autoridad, plazas
de toros, y su clasificación), disposiciones particulares sobre ciertos espectáculos (rejoneo, toreo cómico, espectáculos mixtos, festivales taurinos y el
novedoso bolsín taurino), medidas de garantía de integridad de los espectáculos (características de las reses de lidia, su peso y defensas, transporte, desembarque y pesaje, reconocimientos previos de éstas y post mortem, las garantías complementarias, relativas a las divisas, el sorteo, los caballos de picar
y sus petos y las puyas, los cabestros, banderillas, estoques y rejones), el
desarrollo de los espectáculos (regulado con bastante detalle), el Registro de
Presidentes y nombramiento de veterinarios, y finaliza con el régimen sancionador.
El objeto del Reglamento (art. 1) es la regulación de los espectáculos taurinos
que se desarrollen en la Comunidad de Castilla y León, con el fin de garantizar
tanto la integridad del espectáculo como el tratamiento adecuado a las reses,
así como salvaguardar los derechos de los profesionales y del público en general.
El nuevo texto se aplica a los espectáculos taurinos, entendiendo por tales
«aquellos actos de pública concurrencia en los que necesariamente intervienen reses de ganado bovino de lidia con el objeto de ser lidiadas por profesionales taurinos, aficionados o alumnos de escuelas taurinas, que se desarrollan
de acuerdo con lo previsto en el presente Reglamento en plazas de toros u
otros recintos autorizados»; quedando fuera de su ámbito los espectáculos
taurinos populares y tradicionales, así como las clases prácticas u otras actividades formativas específicas de las escuelas taurinas, e igualmente las pruebas funcionales, de selección y de entrenamiento realizadas sin público en
fincas ganaderas con reses de lidia, así como los certámenes o ferias en los
que se exhiban reses de lidia o se realicen faenas ganaderas (art. 2).
Los espectáculos taurinos se clasifican, según el art. 3, en:
— Corridas de toros, en las que, por profesionales inscritos en la Sección
I del Registro General de Profesionales Taurinos, se lidian toros de
edad entre cuatro y seis años en la forma y con los requisitos exigidos
en el propio Reglamento;
— Novilladas con picadores, en las que por profesionales inscritos en la
Sección II del Registro General de Profesionales Taurinos se lidian
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novillos utreros de edad entre tres y cuatro años en la misma forma
exigida para las corridas de toros;
— Novilladas sin picadores, en las que por profesionales inscritos en la
Sección III del Registro General de Profesionales Taurinos se lidian
novillos erales de edad entre dos y tres años, sin la suerte de varas;
— Rejoneo, en el que por profesionales inscritos en la Sección IV del
Registro General de Profesionales Taurinos se lidian toros y novillos
utreros o erales a caballo en la forma prevista en este Reglamento;
— Becerradas, en las que por profesionales del toreo, alumnos de escuelas taurinas o aficionados mayores de dieciocho años se lidian
machos de edad inferior a dos años bajo la responsabilidad en todo
caso de un profesional, que será el Director de Lidia y deberá estar
inscrito en una de las categorías siguientes del Registro de Profesionales Taurinos: Matador de Toros, Matador de Novillos con Picadores
o Matador de Novillos sin Picadores (en este último caso deberán
acreditar un número mínimo de 15 novilladas) y Banderillero de Toros.
Cuando intervengan aficionados, las reses deberán ser estoqueadas
por el Director de Lidia o, en otro caso, apuntilladas en las dependencias de la plaza. Excepcionalmente, cuando intervengan alumnos de
escuelas taurinas debidamente autorizadas por la legislación autonómica correspondiente, podrán ser estos alumnos quienes den muerte
a las reses;
— Espectáculos mixtos, que son espectáculos integrados por varios tipos de los anteriores, y celebrados en un solo recinto, que respetarán,
durante su desarrollo, la normativa específica que le sea aplicable de
acuerdo con lo dispuesto en este Reglamento. De igual forma, se incluirán en este apartado los que combinen una novillada sin picadores
o becerrada con un espectáculo taurino popular de los contemplados
en el artículo 5.1.b) del Decreto 14/1999, de 8 de febrero;
— Toreo cómico, en el que se lidian reses, de edad inferior a dos años,
de modo cómico sin darles muerte en los términos previstos en este
Reglamento;
— Festivales, en los que se lidian reses despuntadas, utilizando los intervinientes traje campero, y cuyo desarrollo se ajustará en lo demás
a las normas que rijan la lidia de reses de idéntica edad en otros espectáculos, y
— Bolsines Taurinos, que son espectáculos taurinos en los que, previa
inscripción, podrá participar cualquier persona que cumpla los requisitos establecidos en este Reglamento, consistentes en un concurso de
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carácter eliminatorio en el cual los concursantes lidiarán reses sin darles muerte, y el concursante que resulte vencedor obtendrá un premio
que se fijará de antemano en las bases del concurso.
La celebración de cualquiera de estos espectáculos taurinos requiere (arts. 4 a
9) la previa autorización del Delegado Territorial de la Junta de Castilla y León
de la provincia a la que pertenezca la localidad en la que se vayan a realizar,
siendo posible autorizar en una resolución los diversos espectáculos taurinos
que se anuncien simultáneamente para su celebración en fechas determinadas; las cuales deberán comunicarse a la Subdelegación del Gobierno y Ayuntamiento respectivos para adoptar las medidas oportunas, especialmente las
relativas a la seguridad pública.
La solicitud de autorización hará constar los datos del solicitante y los relativos
a los festejos correspondientes, y se acompañará de la certificación de arquitecto, arquitecto técnico o aparejador visado sobre la plaza de toros permanente o no y sus condiciones de seguridad; certificación sobre el equipo médico-quirúrgico de la plaza y su enfermería; certificación veterinaria sobre los
corrales, chiqueros, cuadras y desolladeros, y sus condiciones higiénicas y
sanitarias; certificación del Ayuntamiento de la localidad en la que conste la
autorización para la celebración del espectáculo en la plaza de titularidad municipal, y si son de titularidad privada, se certificará que la misma está amparada por la correspondiente licencia municipal; copia del contrato realizado
para la disposición en el lugar del espectáculo de UVI móvil asistencial; copia
de los contratos con los profesionales actuantes o empresas que los representen visados, con los datos sobre su Seguridad Social; certificaciones del Libro
Genealógico de la Raza Bovina de Lidia relativas a las reses a lidiar y a los
sobreros; copia del contrato de compraventa de las reses de lidia y de los
caballos; certificación de la contratación de los seguros exigidos, que se regulan con detalle en el art. 6, y finalmente el cartel anunciador del festejo en el
que se indicará el tipo de festejo a celebrar, el número, clase y procedencia de
las reses a lidiar, nombre de los lidiadores, número y clases de los billetes,
precios, lugar, día y horario de la venta al público de éstos así como, en su
caso, las condiciones del abono.
La autorización se otorgará mediante Resolución del Delegado Territorial
competente, previa verificación del cumplimiento de los requisitos establecidos; previéndose silencio positivo, y por tanto se entiende que se autoriza el
festejo, si no se notifica al interesado la resolución en el plazo de cinco días
hábiles.
Los arts. 10 a 13 regulan los derechos y deberes del público, incluyendo entre
los primeros el derecho de los espectadores a recibir el espectáculo en su
integridad y en los términos que resulten de su cartel anunciador; el derecho a
ocupar la correspondiente localidad; el derecho a la devolución del importe del
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billete en los casos de suspensión o aplazamiento del espectáculo o de modificación del cartel anunciado, que se regula con cierto detalle, si bien cuando
el espectáculo se suspendiese, una vez haya salido la primera res al ruedo,
por causas no imputables a la empresa, el público no tendrá derecho a devolución alguna; el derecho a que el espectáculo comience a la hora anunciada,
debiendo anunciarse la causa del retraso, en su caso, y si la demora fuese
superior a una hora se suspenderá o aplazará el espectáculo, teniendo derecho el espectador, en ambos casos, a la devolución del importe del billete; la
posibilidad del público, mediante la exteriorización tradicional de pañuelos u
objetos similares visibles, de instar la concesión de trofeos a los espadas al
finalizar su actuación, y el derecho a presenciar el desembarque y el reconocimiento de las reses a través de representantes, designados por las asociaciones de aficionados y abonados legalmente constituidas.
Por su parte, entre los deberes de los espectadores previstos se incluyen la
obligación de permanecer sentado durante la lidia en sus correspondientes
localidades (en los pasillos y escaleras únicamente podrán permanecer los
agentes de la autoridad o los empleados de la empresa, y se prevé que los
vendedores no podrán circular durante la lidia); la permanencia de personas
en el callejón durante la celebración del festejo se remite a su normativa específica (que mencionaremos más adelante); no acceder a las localidades ni
abandonarlas durante la lidia de cada res; la prohibición terminante del lanzamiento al ruedo de almohadillas o cualquier otra clase de objetos (previéndose
que los espectadores que incumplan esta prohibición durante la lidia serán
expulsados de las plazas sin perjuicio de la sanción a que, en su caso, hubiere
lugar); la obligación de no alterar el desarrollo del festejo (estableciéndose que
los espectadores que perturben el desarrollo del espectáculo o causen molestias a otros espectadores o a cualquier persona que intervenga, podrán ser
expulsados de la plaza por el Presidente o por los agentes de la autoridad
presentes en ella, debiendo en este caso informarse de esta circunstancia al
Delegado de la Autoridad, todo ello sin perjuicio de la sanción a que en su
caso fuesen acreedores), y la prohibición de que los espectadores, durante la
permanencia de una res en el ruedo, se lancen a éste (previéndose que el
espontáneo será retirado del ruedo por las cuadrillas y puesto a disposición de
los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad).
Además, se establece el régimen de los abonos a los espectáculos taurinos y
la venta de localidades para ellos.
Seguidamente, se regulan las figuras del Presidente y del Delegado de la
Autoridad (arts. 14 a 20). El Presidente es la autoridad que dirige el espectáculo y garantiza su normal desarrollo y ordenada secuencia, exigiendo el cumplimiento exacto de las disposiciones en la materia, y proponiendo, en su caso, a la Delegación Territorial de la Junta de Castilla y León en la provincia
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respectiva la incoación de los correspondientes expedientes sancionadores
por las infracciones que se cometan. Para el adecuado ejercicio de sus funciones, estará auxiliado por el Delegado de la Autoridad que al efecto se nombre para cada festejo y estará asistido por un asesor veterinario y otro asesor
en materia artístico-taurina. Igualmente, durante la celebración del espectáculo
taurino el Presidente contará, en caso de que fuera necesario para la ejecución de las decisiones que adopte en el marco de este Reglamento, con el
auxilio de los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad que hayan
sido adscritos a ese servicio por parte de los órganos competentes para garantizar la seguridad ciudadana.
La Presidencia de cada uno de los espectáculos taurinos, y su suplente, corresponderá a las personas nombradas para cada festejo por el Delegado
Territorial de la Junta de Castilla y León en la provincia correspondiente al
municipio en el que se celebre el espectáculo taurino; siendo posible que sea
el nombramiento de cualquier persona aficionada a la fiesta taurina sin ningún
interés económico, profesional o de parentesco con los miembros de la empresa organizadora, profesionales actuantes o representantes de las ganaderías que intervengan en el espectáculo; tendrán preferencia aquellos aficionados que estén en posesión de título acreditativo de haber superado el correspondiente Curso de Presidentes de Espectáculos Taurinos organizado por la
Dirección General competente, y deberá valorarse igualmente la profesionalidad, imparcialidad y experiencia en la materia. Además, se prevé la necesaria
formación, especialización y reciclaje de las personas que sean nombradas
para ejercer la Presidencia.
Entre las funciones del Presidente previstas (previéndose también su abstención y recusación) podemos destacar las siguientes: presenciar el desembarque, pesaje y el reconocimiento de las reses cuando llegan a la plaza para su
lidia, así como su sorteo y enchiqueramiento; ordenar el comienzo y terminación de la lidia, así como los cambios de tercio; conceder los trofeos que correspondan; dar los oportunos avisos a los diestros; suspender el espectáculo,
antes o durante la lidia; adoptar cuantas medidas sean necesarias para el
debido y pacífico desarrollo del espectáculo, incluida la prohibición de seguir
actuando en un espectáculo, la advertencia de expulsión y, en su caso, la
expulsión de los espectadores de la plaza que causen desórdenes de cualquier índole; ordenar la devolución a los corrales de las reses; conceder el
indulto a los toros o novillos; presenciar y ordenar la práctica de los reconocimientos «post mortem» de las reses; cumplimentar el acta final del espectáculo, con las incidencias que se hubieran producido; velar por el cumplimiento de
la normativa reguladora del espectáculo taurino, y cualesquiera otras funciones que le atribuya el Reglamento.
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Sin perjuicio, naturalmente, de que deba cumplirse el Reglamento y las restantes disposiciones aplicables, la Presidencia tendrá en cuenta los usos y costumbres tradicionales del lugar y dará solución razonable a todas las cuestiones que puedan plantearse antes y durante la lidia, así como durante las operaciones posteriores a la lidia, garantizando la seguridad del público y de los
profesionales y los demás derechos que les asisten, el dinamismo y agilidad
del espectáculo, así como el mayor equilibrio entre los intereses que convergen en la fiesta de los toros.
Las decisiones del Presidente serán inmediatamente ejecutivas salvo en los
casos en los que se requiera su notificación al interesado.
Durante la celebración de los espectáculos taurinos, el Presidente estará asistido por un veterinario y un asesor técnico en materia artístico-taurina. El veterinario encargado del asesoramiento será el de mayor antigüedad entre los de
servicio que hayan intervenido en el reconocimiento de las reses, y si fuesen
varios festejos irán turnándose. Por su parte, el asesor técnico en materia
artístico-taurina será designado por el Presidente, con comunicación a la Delegación Territorial correspondiente, y deberá ser elegido entre profesionales
taurinos retirados o, excepcionalmente, entre aficionados de notoria y reconocida competencia. Unos y otros se limitarán a exponer su opinión sobre el
punto concreto que les consulte el Presidente, quien podrá aceptar o no el
criterio expuesto.
Asimismo, debe destacarse la figura del Delegado de la Autoridad, que, con
independencia de las funciones que le puedan corresponder en materia de
orden público y de seguridad del espectáculo, es el auxiliar de la Presidencia
en las operaciones preliminares y finales, así como durante el transcurso del
espectáculo. El Delegado de la Autoridad y su suplente son nombrados por el
Delegado Territorial de la Junta de Castilla y León en la provincia correspondiente al municipio en el que se celebre el espectáculo taurino, indistintamente
entre funcionarios al servicio de las Administraciones Públicas, miembros del
Cuerpo Nacional de Policía, del Cuerpo de la Guardia Civil o de los Cuerpos
de la Policía Local que presten servicios en el territorio de la Comunidad; pero,
en el caso de tratarse de personal al servicio de un Ayuntamiento, incluidos los
miembros de los Cuerpos de la Policía Local, el nombramiento se realizará a
propuesta del Alcalde respectivo. A efectos del nombramiento, tendrán preferencia quienes estén en posesión de título acreditativo de haber superado el
correspondiente Curso de Delegados de la Autoridad de Espectáculos Taurinos, citado. El Delegado de la Autoridad podrá contar con personal auxiliar
que colabore en el desempeño de sus funciones, sin perjuicio de las que puedan desempeñar los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad.
Entre las funciones del Delegado de la Autoridad podemos mencionar las
siguientes: transmitir las órdenes impartidas por la Presidencia del espectáculo
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y exigir su puntual cumplimiento; verificar, informando expresamente a la Presidencia, que durante la celebración del espectáculo taurino el callejón de la
plazas de toros esté ocupado exclusivamente por el personal debidamente
autorizado de conformidad con su normativa propia; estar presente en el desembarque, pesaje, sorteo y reconocimientos previos y «post mortem» de las
reses a lidiar, así como de caballos y elementos materiales para la lidia; redactar y firmar las correspondientes actas, que gozarán de valor probatorio; haciendo constar en ellas todas las incidencias e irregularidades que pudieran
constituir infracciones según la normativa aplicable, y realizar las inspecciones
y controles que estime oportunos de las reses que hayan de lidiarse en los
corrales de la plaza, así como sobre los útiles a utilizar durante la lidia.
La regulación de las Plazas de Toros se realiza en los arts. 21 a 27 del Reglamento; comenzando por su clasificación, en
— plazas de toros permanentes, que son aquellos edificios o recintos
específica o preferentemente construidos para la celebración de espectáculos taurinos, siendo posible su utilización para usos distintos;
fijando el Reglamento sus características físicas y constructivas (en
relación con el ruedo, las barreras, el muro de sustentación, los corrales y chiqueros, el patio de caballos, etc.);
— plazas de toros no permanentes, que son los edificios o recintos que
no teniendo como fin principal la celebración de espectáculos taurinos
sean habilitados y autorizados singular o temporalmente para ellos;
regulándose la autorización correspondiente;
— plazas de toros portátiles, que son aquellas instalaciones cerradas, de
carácter eventual, construidas con estructuras desmontables y trasladables a partir de diversos materiales como madera, metálicos o sintéticos; debiendo reunir los requisitos dispuestos en su propia normativa; y
— plazas de toros de esparcimiento, que son aquellos edificios, recintos
o instalaciones fijas o portátiles que se encuentren agrupados con
otros establecimientos públicos o instalaciones dedicadas a una actividad económica distinta, en los cuales se podrán desarrollar, en presencia del público, la fase clasificatoria de los bolsines taurinos y, a
puerta cerrada, la suelta de reses para esparcimiento y recreo de los
asistentes, que en ningún caso tendrá la consideración jurídica de espectáculo taurino, y que deben reunir las condiciones mínimas establecidas y las correspondiente autorización.
Las plazas de toros, además, se clasifican, en razón del número y tipo de
espectáculos que se celebren y su aforo, en las siguientes categorías (la categoría asignada puede ser modificada por la Consejería competente):
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— Primera, que son aquellas plazas permanentes en las que se celebren
anualmente, como mínimo, 15 espectáculos taurinos, de los que, al
menos, 10 habrán de ser corridas de toros y cuyo aforo supere los
10.000 espectadores de acuerdo con el procedimiento que reglamentariamente se determine;
— Segunda, que serán aquellas plazas permanentes situadas en las capitales de provincia y aquellas en las que se celebren anualmente,
como mínimo, 6 corridas de toros y cuyo aforo supere los 10.000 espectadores, no incluidas en el apartado anterior, y
— Tercera, que incluye las restantes plazas de toros.
Dado que el Reglamento de 2008 es un texto de carácter general, sus arts. 28
a 34 regulan las peculiaridades de los espectáculos taurinos que no son corridas de toros o novilladas, con o sin picadores, ya que una buena parte del
texto se dedica a éstas. Se regulan pues las peculiaridades de rejoneo o toreo
a caballo (carteles, caballos necesarios, ayuda de peones, rejones y banderillas y muerte de la res, o en su caso avisos al caballero), del toreo cómico
(edad de los becerros, prohibición de dar muerte a las reses en el ruedo y de
infligirles cualquier maltrato, y de su celebración junto a los festejos en que
efectivamente se le dé muerte al animal), espectáculos mixtos (que contarán
con una única autorización, aunque con especificaciones para cada uno de los
festejos), los festivales taurinos (de carácter benéfico o no, y con peculiaridades en relación con el reconocimiento de las reses, y su condición, o los profesionales que pueden participar en ellos, y su orden) y los bolsines taurinos
(autorización, solicitud y documentación, bases para su desarrollo y premios,
reses, a las que no se les da muerte, seguros, participantes, permitiéndose la
participación de mayores de 14 años, con permiso expreso de padres o tutores para todos los menores de edad, jurados y su presidente, que lo será del
espectáculo).
Las importantes medidas de garantía de integridad de los espectáculos se
incluyen en el Título IV del Reglamento (arts. 35-59), comenzando por regular
las características de las reses de lidia, prescribiendo la obligatoriedad de
inscripción de reses y ganaderías en los correspondientes libros y registros, y
fijando la edad de las reses (para corridas de toros, entre 4 años cumplidos y
en todo caso menos de 6 años; en las novilladas con picadores entre 3 años
cumplidos y menos de 4, y en las demás novilladas, de 2 años cumplidos y
menos de 3; entendiendo que las reses de lidia cumplen los sucesivos años
de edad en el primer día del mes en el que tuvo lugar su nacimiento según el
certificado expedido por el responsable del Libro Genealógico de Reses de
Lidia de la respectiva asociación ganadera) y su peso (exigiendo en primer
lugar que las reses destinadas a corridas de toros o a novilladas con picadores
deberán, necesariamente, tener el trapío correspondiente, considerado éste
en razón a la categoría de la plaza, así como el peso y las características zoo-
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técnicas de la ganadería a que pertenezcan; y estableciendo a continuación el
peso de las reses, que en corridas de toros será de 460 kg en las plazas de
primera, de 435 en las de segunda y de 410 en las de tercera categoría, al
arrastre, o su equivalente de 258 en canal; en las novilladas con picadores el
peso máximo de las reses no podrá exceder de 500 kilogramos en las plazas
de primera y segunda categoría y de 258 kilogramos en canal en el resto de
plazas, y en las novilladas sin picadores el peso máximo de las reses no podrá
exceder de 410 kilogramos al arrastre o su equivalente de 258 kilogramos en
canal).
A continuación se regulan las defensas de las reses, exigiendo que éstas, en
corridas de toros y novilladas, «estarán íntegras», asignando la responsabilidad de asegurar al público la integridad de las reses de lidia a los ganaderos;
siendo posible que en otros festejos no tengan que estar así, anunciándolo
debidamente, o directamente puedan las astas ser mermadas y manipuladas
en los festejos de rejones y en novilladas sin picadores, anunciándolo debidamente.
Con cierto detalle, se regula el sistema de vigilancia y control de las reses de
lidia en su embarque, transporte y desembarque en las dependencias de las
plazas, y su pesaje; asignando la responsabilidad solidaria de la custodia y
permanencia de las reses desde su desembarque hasta el inicio del festejo al
ganadero y al empresario organizador del festejo.
Seguidamente, se regulan los reconocimientos del ganado de lidia (exigiéndose un sobrero si el festejo consta de seis reses, salvo en las plazas de primera
y segunda clase, en que se exigen dos sobreros, y si se lidian más de seis
reses se exigen tres sobreros), tanto los previos a la lidia como los realizados
«post mortem».
El primer reconocimiento se lleva a cabo en el momento de la llegada de las
reses a los corrales de las plazas o al recinto en que hayan de lidiarse o en
cualquier momento posterior, pero veinticuatro horas antes del inicio del festejo, por los veterinarios de servicio (que son tres para corridas de toros y novilladas con picadores y dos para los restantes festejos) y por el Presidente y el
Delegado de la Autoridad, siendo posible que asistan el empresario y el ganadero, o sus representantes, así como por los espadas o rejoneadores, sus
apoderados y un miembro de sus cuadrillas. Este primer reconocimiento «versará sobre las defensas, trapío y utilidad para la lidia de las reses a lidiar, teniendo en cuenta las características zootécnicas de la ganadería a que pertenezcan», debiendo emitir los veterinarios un informe motivado, por escrito y
por separado, respecto de los defectos que observen descritos con precisión,
la concurrencia o falta de las características y los requisitos y condiciones
reglamentariamente exigibles en razón de la clase del espectáculo y de la
categoría de la plaza; considerándose el mismo, respecto a enfermedades
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infecto-contagiosas o no y lesiones que afecten a la movilidad de la res y del
aparato visual, vinculante a efectos de la decisión que adopte el Presidente
respecto de la utilidad de la res para la lidia cuando exista unanimidad de los
veterinarios de servicio en la apreciación de dichas enfermedades o lesiones.
Estos informes se trasladan al Presidente, quien, en caso de deducir de aquéllos la necesidad o conveniencia de declarar no apta alguna res, dará audiencia al ganadero o a su representante y a los lidiadores presentes o sus representantes, para que manifiesten su opinión acerca de los defectos advertidos,
e igualmente se dará audiencia por separado al empresario sobre los mismos
extremos y sobre la aptitud para la lidia de las reses reconocidas. A la vista de
dichos informes y de las opiniones expresadas, el Presidente resolverá lo que
proceda sobre la aptitud para la lidia de las reses reconocidas, notificando en
el propio acto a los interesados la decisión adoptada, que será inmediatamente ejecutiva; extendiéndose al efecto la correspondiente acta. No obstante, en
las novilladas sin picadores, en las becerradas y en el toreo cómico el reconocimiento previo de las reses se limitará a la comprobación documental de su
edad, origen e identificación, así como de sus condiciones sanitarias y peso,
en su caso.
El mismo día del festejo se hará un nuevo reconocimiento, en la forma prevista, para comprobar que las reses no han sufrido merma alguna en su aptitud
para la lidia o sobre los extremos ya señalados respecto de las reses que, por
causa justificada, no hubieren sido objeto del primer reconocimiento; levantándose la correspondiente acta, que con el resto de la documentación se remitirá
a la Delegación Territorial correspondiente.
Cuando una res fuese rechazada en cualquiera de los reconocimientos, el
ganadero tendrá derecho a retirarla y presentar otra en su lugar, o en su caso
el empresario, siendo debidamente reconocidas.
Pero, de no completarse por el empresario el número de reses a lidiar y los
sobreros exigidos, el espectáculo será suspendido por el Presidente.
A continuación, se regula detalladamente los importantes reconocimientos
«post mortem» de las reses, una vez finalizada la lidia, con el fin de comprobar
los extremos conducentes a garantizar la integridad del espectáculo, determinados por el Presidente, de oficio, o a instancia de los veterinarios de servicio,
teniendo en cuenta lo acaecido en el ruedo durante la lidia. En primer lugar, se
lleva a cabo el reconocimiento de los cuernos de las reses lidiadas y/o devueltas en las dependencias de la plaza, tanto en relación con su aspecto externo,
procediéndose al envío urgente de estos a un laboratorio habilitado, en los
supuestos en que se dictaminase la sospecha de una posible manipulación
artificial de éstos, al objeto de que se realice un detenido análisis mediante la
práctica de las varias pruebas (que se precisan en el texto). Este reconocimiento en las dependencias de la plaza se practicará por los veterinarios de
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servicio en presencia del Presidente y del Delegado de la Autoridad, con asistencia del ganadero o su representante, quien podrá estar asistido por un veterinario de libre designación; siendo posible que asistan el empresario y los
espadas actuantes o sus representantes; levantándose además la correspondiente acta. Asimismo, se regula la forma de llevar a cabo el reconocimiento
de los cuernos de las reses en el correspondiente laboratorio habilitado.
Como garantías complementarias, se prevén las divisas identificativas de la
ganadería y el sorteo del orden de las reses a lidiar, después de haberse formado los lotes de lidia lo más equitativos posibles, por los espadas, apoderados, o por un miembro por cuadrilla, que será público, debiendo estar presentes la Presidencia del festejo y el Delegado de la Autoridad, levantando acta.
Realizado el sorteo y acordado el orden de lidia de las reses, se procederá
seguidamente a su apartado (que puede ser presenciado por el público, debidamente autorizado y con garantías de seguridad) y enchiqueramiento.
Asimismo, se regula el reconocimiento de los caballos de picar y de los cabestros, así como de algunos útiles de torear, como las banderillas, las puyas de
picar, los petos de los caballos, los estoques y los rejones, que serán debidamente precintados.
Por otra parte, se prevé también la inspección previa de la plaza (albero, barreras, burladeros y portones); procediéndose después al trazado en el piso
del ruedo de dos circunferencias concéntricas con una distancia desde el estribo de la barrera, la primera de siete y la segunda de diez metros.
El Título V se dedica al desarrollo de los espectáculos (arts. 60 a 72), que
comienzan con las actuaciones inmediatamente anteriores al inicio del espectáculo (apertura de las puertas de la plaza, asistencia de los lidiadores y previsión de su sustitución o asignación a los restantes de su reses para lidiarlas,
supuesto de accidentes de todos los lidiadores e intervención del sobresaliente y previsión de la figura del alguacilillo (o un caballista debidamente ataviado
al estilo tradicional), cuyas funciones esenciales serán el despeje de la plaza y
la entrega de trofeos a los toreros.
Seguidamente, se establece el régimen del inicio del espectáculo, previendo el
cumplimiento de la normativa específica de permanencia de personas en el
callejón y que el Presidente ordenará el desarrollo secuencial del espectáculo
mediante los clásicos pañuelos de colores que la empresa pondrá a su disposición (blanco, para ordenar el comienzo del espectáculo, la salida de los toros
los cambios de tercio, los avisos y la concesión de trofeos; verde, para indicar
la devolución de la res a los corrales; rojo, para ordenar que se pongan a la
res banderillas negras; azul, para indicar la concesión de la vuelta al ruedo de
la res, y naranja, para la concesión del indulto a la res).
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El espectáculo comenzará en el momento en el que el reloj de la plaza marque
la hora anunciada, ordenando entonces el Presidente su inicio, mediante la
exhibición del pañuelo blanco para que los clarines y timbales anuncien dicho
comienzo. Seguidamente, los alguacilillos realizarán, previa venia del Presidente, el despeje del ruedo para, a continuación, al frente de los espadas,
cuadrillas, areneros, mulilleros y mozos de caballo o monosabios, realizar el
paseíllo; entregarán la llave de toriles al torilero y se retirarán del ruedo cuando esté del todo despejado. Además, el Reglamento establece la composición
de las correspondientes cuadrillas de los espadas, siguiendo la tradición, y de
los rejoneadores en los siguientes festejos.
En relación con la dirección de la lidia, cada espada dirige la de las reses de
su lote, aunque, sin perjuicio de ello, el espada más antiguo tiene a su cargo la
dirección técnica de la lidia y podrá formular indicaciones a los demás lidiadores a fin de asegurar el cumplimiento del Reglamento y de la normativa aplicable, y en el caso de que las indicaciones no fueran observadas, él mismo podrá comunicarlo a la Presidencia y al Delegado de la Autoridad que, para preservar la pureza de la lidia, actuarán proponiendo la incoación del procedimiento sancionador de acuerdo con lo establecido en la ley nacional taurina,
citada.
Asimismo, se prevé la posibilidad de que el Presidente pueda ordenar la devolución de las reses que salgan al ruedo y su sustitución por un sobrero (que
puede ser rechazado cuando parezca que ha sido toreado), si resultasen inútiles para la lidia por padecer defectos ostensibles o adoptar conductas que
impidieren el normal desarrollo de ésta; e incluso, si se hubieran agotado los
sobreros exigidos y ya se hubiera corrido el turno, puede dar el espectáculo
por finalizado. No obstante, la mansedumbre de la res no será en ningún caso
motivo suficiente para acordar su devolución a los corrales.
Aparte del supuesto anterior, se prevén más casos de suspensión por el Presidente del correspondiente festejo (por mal tiempo, si hay fuerte viento u otras
circunstancias meteorológicas o de otro tipo, como muerte de alguno de los
intervinientes en la lidia, ausencia del Delegado de la Autoridad, etc.), tanto
antes del inicio del mismo como una vez iniciado, previa opinión de los espadas o rejoneadores.
Los espadas anunciados estoquearán por orden de antigüedad profesional
todas las reses que se lidien, y si durante la lidia resultara lesionado uno de
ellos será sustituido por sus compañeros, por riguroso orden de antigüedad, o
por el espada más antiguo, sin que le corra el turno, si el percance es posterior
al momento de matar la res.
A continuación, el Reglamento regula la ordenación de la lidia, los tradicionales tercios, iniciándose el primer tercio de la lidia con la salida de la res, que
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será toreada con el capote por el espada de turno; ordenando el Presidente, a
continuación, la salida al ruedo de los picadores (que pueden ser sustituidos
en determinados casos), regulándose con detalle la suerte de varas, alternándose los picadores en su actuación, para lo que aquel que vaya a intervenir se
sitúa en la parte más alejada de los chiqueros y el otro picador en la parte del
ruedo opuesta al primero. La suerte de picar debe realizarse obligando a la res
por derecho, sin rebasar el círculo más próximo a la barrera, y cuando la res
acuda al caballo, el picador efectuará la suerte por la derecha, quedando
prohibido barrenar, tapar la salida de la res, girar alrededor de ella, insistir o
mantener el castigo incorrectamente aplicado. Las reses recibirán, a criterio
del espada de turno, los puyazos apropiados en cada caso, de acuerdo con la
bravura y fuerza del animal, siendo posible, después del primer puyazo, que el
espada solicite el cambio de tercio a la Presidencia, que le será concedido por
ésta, aunque en las plazas de toros de primera categoría cada res tendrá que
recibir al menos dos puyazos; previéndose además que, después de cada
puyazo a partir del segundo, si lo hubiere, podrán los demás espadas, respetando el orden de lidia, realizar quites. Por otra parte, cuando debido a su
mansedumbre una res no pudiera ser picada adecuadamente, el Presidente
podrá disponer el cambio de tercio y la aplicación a la res de banderillas negras o de castigo, exhibiendo el pañuelo rojo.
Una vez ordenado por el Presidente el cambio de tercio, los picadores abandonarán el ruedo de la forma más rápida y por el recorrido más corto, y se
inicia el segundo tercio de la lidia, el de colocación de las banderillas (no menos de dos ni más de tres pares, salvo orden en contra del Presidente), actuando los banderilleros de dos en dos según orden de antigüedad, siendo
posible que asimismo los espadas, si lo desean, lo hagan.
El último tercio de la lidia, la faena de la muleta y estoqueado del toro o novillo,
es sin duda el más importante, y para el que los anteriores preparan a las
reses. El Reglamento, con buen criterio, nada dice de la manera y el arte en
que el espada debe realizar su faena de muleta, ya que de todas formas no
podría, al constituir ésta una parte esencial de la tauromaquia y del propio arte
taurino, dejada a la libertad artística del propio torero, no siendo por ello posible juridificar esa parte de la fiesta taurina.
En cuanto a la muerte de la res, se prohíbe a los lidiadores ahondar el estoque
que tenga colocado, apuntillarla antes de que caiga o herirla de cualquier otro
modo para acelerar su muerte; no siendo posible tampoco que el espada entre
nuevamente a matar en tanto no se libere a la res del estoque que pudiese
tener clavado. El espada podrá descabellar únicamente después de haber
clavado el estoque, y, en otro caso, deberá realizar nuevamente la suerte.
Transcurridos diez minutos desde el inicio de la faena de muleta, si la res no
ha muerto, el Presidente ordenará dar el primer aviso, tres minutos después el
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segundo y dos minutos más tarde el tercero y último, en cuyo momento el
espada y los demás lidiadores se retirarán a la barrera para que la res sea
devuelta a los corrales o, en caso de imposibilidad, apuntillada en el ruedo.
Naturalmente, el texto establece los premios o trofeos para los espadas o
rejoneadores, que consistirán, de menor a mayor relevancia, en el saludo
desde el tercio, la vuelta al ruedo, la concesión de una o dos orejas del toro
que haya lidiado y la salida a hombros por la puerta principal de la plaza; siendo posible, de un modo excepcional, que el Presidente conceda el corte del
rabo de la res; los cuales son concedidos de la siguiente forma: los saludos y
la vuelta al ruedo los realizará el espada atendiendo, a los deseos del público
que así lo manifieste con sus aplausos; la concesión de una oreja se realizará
por el Presidente a petición mayoritaria del público; la segunda oreja de una
misma res y, excepcionalmente, la concesión del rabo, será de la exclusiva
competencia del Presidente, que tendrá en cuenta la petición del público, las
condiciones de la res, la buena dirección de la lidia en todos sus tercios, la
faena realizada tanto con el capote como con la muleta y, fundamentalmente,
la estocada. La salida a hombros por la puerta grande o principal de la plaza
sólo se permitirá cuando el espada o rejoneador haya obtenido el trofeo de
dos orejas, como mínimo, durante la lidia de sus toros. En todo caso, los profesionales deberán abstenerse de realizar cualquier tipo de manifestación
externa dirigida a forzar la concesión de los trofeos señalados. Por otra parte,
el Presidente, a iniciativa propia o a petición mayoritaria del público, podrá
ordenar, mediante la exhibición del pañuelo azul, la vuelta al ruedo de la res
que destacara por su excepcional bravura durante la lidia, y el saludo o vuelta
al ruedo del ganadero o su representante lo decidirá éste, cuando el público lo
reclame mayoritariamente. En las plazas de toros permanentes, finalmente, el
Presidente podrá conceder el indulto de las reses, y devolución de la res a los
corrales, en las corridas de toros, novilladas con picadores y en festivales con
picadores, con la finalidad de preservar la raza y casta, cuando por sus características zootécnicas y excelente comportamiento en todas las fases de la
lidia sin excepción y, especialmente, en la suerte de varas, sean merecedoras
del indulto (junto con otras circunstancias, como solicitud mayoritaria por el
público, que lo solicite el diestro a quien haya correspondido su lidia y que
muestre su conformidad el ganadero o mayoral de la ganadería correspondiente).
Finalizado el espectáculo taurino se levantará acta que firmarán Presidente y
Delegado de la Autoridad, que se remitirá a la Delegación Territorial de la
Junta de Castilla y León de la provincia donde se haya celebrado, con todos
los datos y circunstancias reseñables.
El Título VI del Reglamento (arts. 73 y 74) se refiere al Registro de Presidentes de plazas de toros y al nombramiento de los Veterinarios, y finaliza con el
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Título VII (art. 75), que establece el régimen sancionador, remitiéndose casi
completamente a lo previsto en la Ley taurina nacional de 1991.
Finalmente, iniciado el procedimiento en 2012 (BOCYL de 2 y de 20 de octubre), por Acuerdo 32/2014, de 3 de abril, de la Junta de Castilla y León
(BOCYL del 7), se declara la Tauromaquia en Castilla y León Bien de Interés
Cultural de carácter inmaterial, con lo que se completa el círculo normativo, y
se complementa la Ley de 12 de noviembre de 2013, por la que se declara la
Tauromaquia como Patrimonio Cultural en España.
5.5. OTRAS NORMAS EN MATERIA TAURINA
Además de las normas analizadas, todas de carácter material, la Comunidad
ha regulado otras cuestiones complementarias y ha creado algunos órganos
específicos.
Así, en primer lugar se creó la Comisión Regional de Espectáculos Taurinos,
por Decreto 89/2002, de 18 de julio (BOCYL del 24), modificado por Decreto
17/2006, de 30 de marzo (BOCYL de 5 de abril), como órgano de estudio,
consulta y asesoramiento de las actividades relacionadas con estos espectáculos, y de participación para la ordenación, control y desarrollo de los mismos en la Comunidad, adscrita a la entonces Consejería de Presidencia y
Administración Territorial. Actualmente, esta Comisión ha sido sustituida en
2013 por la Mesa de la Tauromaquia.
Pocos meses después se regularon las Escuelas Taurinas, mediante Decreto
110/2002, de 19 de septiembre (BOCYL del 24), que se definen como aquellas
instituciones «que, reuniendo los requisitos y condiciones exigidos [por la Orden citada], tenga por finalidad específica el aprendizaje de los futuros profesionales taurinos, así como el perfeccionamiento técnico y artístico de éstos,
debiendo contar al menos con un número mínimo de ocho alumnos matriculados», y se establece la prohibición del uso de tal denominación sin autorización, la necesaria compatibilidad de las Escuelas con la enseñanza reglada,
los requisitos y condiciones de funcionamiento de éstas (titulares de éstas,
obligaciones de los titulares, directores y responsables docentes, personal,
alumnos e instalaciones), su régimen de autorización (solicitud, procedimiento
de autorización, contenido de ésta, vigencia y renovación), el correspondiente
Registro, las actividades de aprendizaje (plan de enseñanza, clases prácticas,
clases magistrales y participación de los alumnos en becerradas) y el control y
supervisión de aquéllas.
A continuación, se reguló el régimen de autorización y funcionamiento de las
plazas de toros portátiles por Decreto 115/2002, de 24 de octubre (BOCYL del
28), modificado por Decreto 33/2005, de 28 de Abril (BOCYL de 4 de mayo),
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que las define como «aquellas instalaciones cerradas, de carácter eventual,
construidas con estructuras desmontables y trasladables a partir de diversos
materiales como madera, metálicos o sintéticos, con la adecuada solidez para
albergar la celebración de espectáculos taurinos», establece dos categorías
en función de los festejos a celebrar en ellas, prevé su emplazamiento y las
condiciones de su evacuación, regula con detalle sus requisitos y condiciones
(localidades, estructura y condiciones de seguridad, servicios y aseos, instalaciones para reses y caballos, desolladero y las condiciones médico-sanitarias)
y el régimen de autorización de éstas (solicitud, procedimiento de autorización,
contenido y vigilancia, inspección técnica de las plazas y régimen de los seguros), se crea el Registro de Plazas de Toros Portátiles (desarrollado mediante
Orden FYM/218/2014, de 25 de marzo, por la que se crea el fichero de datos
de carácter personal denominado «Registro de Plazas de Toros Portátiles de
Castilla y León», BOCYL del 9 de abril) y el régimen de funcionamiento de
estas plazas (previendo las autorizaciones municipales y la de los espectáculos taurinos en ellas).
Asimismo, se ha regulado la permanencia de personas en los callejones de las
plazas de toros, mediante Orden PAT/762/2005, de 30 de mayo (BOCYL de
16 de junio), exigiendo la correspondiente autorización administrativa para
aquellas personas ajenas a los profesionales de la lidia (como el personal
auxiliar de la plaza, médicos y veterinarios, representantes de las ganaderías y
apoderados, y los profesionales de los medios de comunicación).
Por otra parte, la Orden IYJ/44/2011, de 18 de enero (BOCYL del 3 de febrero)
ha creado y regulado el Registro de Presidentes de Plazas de Toros de la
Comunidad de Castilla y León.
Finalmente, y resaltando su mayor trascendencia, debe señalarse que, mediante el Decreto 5/2013, de 24 de enero (BOCYL del 30), se ha creado y
regulado la Mesa de la Tauromaquia de Castilla y León, como órgano especializado de participación, asesoramiento y propuesta de la Administración de la
Comunidad de Castilla y León en materia de promoción y difusión de la Fiesta
de los Toros, especialmente en cuanto manifestación cultural y producto turístico, con la finalidad de preservar los valores de la tauromaquia y de procurar
su conocimiento y transmisión a las generaciones futuras, adscrita a la Consejería competente en materia de Cultura, y que se organiza en Pleno y Comisión Permanente. Además, se ha creado la Comisión de Coordinación en
materia taurina, como órgano dependiente de la Mesa de la Tauromaquia, que
tiene atribuida la función de coordinar las actuaciones de los Departamentos
de la Administración regional en materias relacionadas con la promoción y
difusión de la Fiesta de los Toros.
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