mozart

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La gaceta
18 de enero de 2010
MOZART
y sus cómplices
Fue una época brillante
para la música. A
medio camino entre
la Ilustración y la
Revolución francesa,
la burguesía tuvo en
las obras de Mozart
una oportunidad de
recuperar el Paraíso
como Apolo y Jacinto (1767), Bastián y Bastiana y La falsa ingenua (1768).
Da Ponte, el amor burgués y la ópera
VERÓNICA LÓPEZ GARCÍA
M
José II, el emperador
Como en otras cortes europeas ocurría, en
Austria el emperador no sólo dominaba y decidía el gobierno y la estrategia militar, sino
además la vida artística. José II de Habsburgo, hermano de María Antonieta, reina de
Francia, extendió el pensamiento enciclopedista con una actitud modernizadora, con la
que intervino la escena vienesa de las últimas
décadas del siglo XVIII.
El singspiel, género teatral alemán, tuvo
en José II un gran impulsor que apoyó su
desarrollo, con la intención de hacerlo verdaderamente popular. Para este emperador, el
singspiel, cuyas formas musicales son menos
complejas que la ópera, resultaba la opción
que permitiría la consolidación de un auténtico teatro nacional. No obstante, no se opuso
al ritmo que la ópera italiana seguía marcando
en toda Europa.
Entre 1780 y 1790, el compositor de la corte
austriaca era el mítico Antonio Salieri. Mozart,
en cambio, a pesar de sus esfuerzos por obtener el reconocimiento, no había conseguido el
nombramiento oficial de ninguna de las cortes
europeas en las que con tanto interés se presentaba. Sin embargo, su indiscutible talento y
su virtuosismo le valieron la simpatía de José
II, lo que le permitió concentrarse en la composición de obras que empataban perfecto sus
intereses con los del emperador, la aristocracia
y la burguesía intelectual: la ópera.
Mozart conocía y gozaba de las formas musicales italianas dominantes. En 1770 el compositor visitó Italia y obtuvo un éxito notable, especialmente en sus presentaciones en Florencia,
Nápoles y Roma. En ese mismo año presenta
en Milán su extraordinaria ópera Mitríades, rey
del Ponto. Para entonces ya contaba con obras
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Requiem para
Mozart.
Foto: Archivo
música
ozart, el niño genio y compositor prolífico, nació en enero de
1756, en Salzburgo, Austria. Hoy
recordamos el talento del virtuoso intérprete a 254 años de su nacimiento. Su
importante figura no se entiende sino a partir
de la Ilustración, el clasicismo musical y las simientes de la Revolución francesa.
En el siglo XVIII la Europa empobrecida y
prerrevolucionaria hacía flotar ideas que redefinían al hombre desde lo social. La necesidad de entenderlo a partir de su autonomía
alteró claramente las formas de organización,
pero también modificó un aspecto central: el
concepto de felicidad. Ese espíritu consiguió
tocar la inagotable imaginación de Mozart.
Creador de obras cortesanas y religiosas, a Mozart se le adjudican más de 600 composiciones,
como motetes, conciertos, serenatas, misas,
réquiems, cánones, sinfonías y obras vocales,
entre las que destaca, por supuesto, la ópera.
Acostumbrado a los viajes y las diferencias culturales, Mozart se demostró abierto y sensible
al cambio. A esta actitud sumó la belleza creativa de su imaginación musical y el talento del
poeta y libretista italiano Lorenzo Da Ponte,
con quien formaría una de las mancuernas más
importantes en la historia de la ópera.
Proveniente de una familia judía, Da Ponte
se convierte al catolicismo e influido por su padre, opta por el sacerdocio. Sin bien en aquellos
momentos la vida religiosa no implicaba los
compromisos morales que hoy conocemos, Da
Ponte llevó al extremo sus licencias sexuales.
Son famosas sus historias al lado de Casanova,
a quien le uniera una gran amistad. Da Ponte
se establece en Venecia en 1774, para convertirse en profesor de humanidades del seminario
de esa ciudad. Su interés en las doctrinas de
Rousseau, así como el sinnúmero de escándalos amorosos, lo llevan a ser expulsado del seminario y también de Venecia. Se refugia en el
territorio vienés de Goritzia y vive como maestro particular en diversas casas aristócratas. Finalmente, en 1782, se establece en Viena. Ahí
comienza a trabajar con Salieri, el compositor
de la corte, y aunque juntos producen óperas
como Axur, Re d’Ormuz, la maravilla vendría
después. En 1783 el barón von Plankenstern
presenta al joven Wolfgang Amadeus con el libretista italiano, encuentro que daría origen a
tres obras maestras de la ópera.
La sensibilidad de Lorenzo Da Ponte le permitía recuperar aspectos de la personalidad
de los compositores con quienes colaboraba
e incorporarlos en sus libretos, mientras que
Mozart buscaba influir a los libretistas para
satisfacer su gusto dramático. Ambos temperamentos creativos llevaron a la trilogía MozartDa Ponte: Las bodas de Fígaro (1786), Don Giovanni (1787) y Cossi fan tutte (1790).
Las convenciones morales del amor cortesano fueron alteradas por la nueva visión
de la burguesía y también por las ideas de la
Ilustración. La trama de esas tres óperas no
se concentran exclusivamente en las formas
en las que se daban los enredos conyugales y
amorosos en ese momento, sino también presenta una postura crítica frente a un orden social establecido a partir de las diferencias que
marcaba el estatus, y las ventajas que siempre obtenía una pequeña clase social. Mozart,
el indiscutible genio musical de inagotable
imaginación, también merece el crédito de
un hombre que no sólo se abría al cambio del
nuevo orden social, sino que también participaba en la ruptura. [
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