contenido - La Revista Agraria

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7
Formalización de las
tierras comunales:
una deuda que sigue en
pie.
8
Propiedad de las tierras:
los límites en el tapete.
10
Minam: los desafíos de
un ministerio estratégico
para el nuevo gobierno.
12
Mermas:
alimentos que se pierden.
Publicación del Centro Peruano de Estudios Sociales
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SETIEMBRE de 2011
editorial
Límites a la propiedad de la tierra:
un debate necesario
H
ay signos de que el gobierno del presidente Ollanta Humala modificará la
política sobre límites de propiedad de las tierras agrícolas. El ministro de
Agricultura, Miguel Caillaux, ha declarado que podrían aplicarse impuestos
a la propiedad de la tierra si esta excede en tamaño ciertos límites aún no
precisados, y que la irrigación de Olmos también tendrá lotes que permitirán el
desarrollo de una agricultura mediana.
Como se sabe, ha habido un rápido crecimiento del número y extensión de
latifundios a lo largo de la costa peruana, casi todos dedicados a la agroexportación
y, algunos, a la producción de agrocombustibles. Si bien la apertura del mercado
de tierras desde hace dos décadas ha contribuido a ello, también lo han hecho
—y en gran medida— las grandes obras de irrigación, cuyas tierras han sido
transferidas en grandes lotes y han multiplicado el número de latifundios.
Durante el gobierno de Alan García hubo algunos proyectos de ley que fueron
presentados en el Congreso para establecer límites a la propiedad; el más
debatido fue el elaborado por la bancada aprista, que fijaba el límite en ¡40 mil
hectáreas!, y que, si hubiese prosperado, hubiera en realidad consolidado el
latifundio, lo opuesto a lo que supuestamente debía hacer. En efecto, ni siquiera
la hacienda más grande en la costa, antes de la reforma agraria, alcanzaba esa
área. La propuesta aprista no resultó sino el intento de esa bancada de apoyar al
grupo Oviedo en su rivalidad con el grupo Gloria por el control de la agroindustria
azucarera. Pero fue suficiente para que determinados sectores empresariales
levantaran voces de alarma en el sentido de que poner límites a la propiedad
ahuyentaría a las inversiones del agro.
El argumento que más se ha utilizado en el Perú para justificar la necesidad
de establecer los límites a la propiedad de la tierra es que, más allá de ciertas
dimensiones —variable según el tamaño de los valles—, se corre el riesgo de
que un latifundio pueda abusar de su posición de dominio y comportarse como
un monopolio. Aunque este argumento es válido —a pesar de haber sido poco
desarrollado—, es insuficiente, pues solo se refiere a la dimensión económica
del problema: el latifundio también tiene efectos sociales y políticos no deseables,
pues su influencia se extiende más allá de los linderos empresariales, para
abarcar territorios más amplios. Compiten, con ventaja, con otros actores menores
en el acceso a otros recursos naturales, como el agua; ejercen presiones sobre
las instancias estatales descentralizadas al nivel de distritos, de provincias y
aun de departamentos; tienen un gran peso sobre los mercados laborales locales,
y aumentan las desigualdades socieconómicas rurales.
El país ha tenido ya la experiencia: los hacendados, antes de la reforma
agraria, no solo eran empresarios agrícolas, sino los señores del lugar, y ejercían
amplia influencia sobre la sociedad y las instituciones políticas, judiciales y aun
religiosas locales, en lo que se llamó el poder gamonal, que constituía una
barrera a la democratización social y a la condición de ciudadanía plena de la
población rural. El riesgo es que con la presencia creciente de nuevos latifundios
se vaya construyendo un gamonalismo del siglo XXI.
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