El Mercurio – Economía y Negocios – Columna de Opinión, 4 de julio de 2006 Crimen y Castigo El delincuente hace una evaluación costo-beneficio de la decisión de delinquir, en la cual las políticas públicas tienen bastante influencia. "Crimen y Castigo" es -por supuesto- la apasionante novela de Fedor Dostoievsky. Es tambien el título de una obra clásica de Gary Becker, Premio Nobel de Economía, dedicada al análisis económico de la delincuencia. El punto central de Becker es muy intuitivo: los delincuentes hacen un análisis bastante racional de su actividad, y consideran la probabilidad de ser pillados y el castigo que enfrentan. Muy apropiada hoy para Chile. En las últimas semanas hemos visto en los medios de comunicación una avalancha de hechos delictivos. No es raro entonces que la percepción de inseguridad de las personas haya aumentado considerablemente. El último informe de "Delincuencia y opinión pública" elaborado por la Fundación Paz Ciudadana muestra un alarmante aumento en la percepción de inseguridad de los chilenos: el 61% considera que la delincuencia ha aumentado en el último año; el 65% cree que la violencia de los delitos ha aumentado, y el 51% cree que la delincuencia aumentará en el futuro. Este informe también revela que quienes más temor sienten respecto de la delincuencia son los más pobres. Algunas autoridades y ex autoridades culpan, erróneamente, de este aumento en la percepción de inseguridad a los medios de comunicación que nos informan de los delitos. Esta táctica es milenaria. Ya se usaba en la Edad Media (aunque entonces con violencia) para castigar a los portadores de malas noticias. Pero los porfiados hechos dicen que el aumento en esta percepción no es infundado. El índice elaborado por Paz Ciudadana y Adimark revela un aumento considerable de la delincuencia en los últimos años. En 2001, el 30% de los hogares había sido víctima de un robo o un intento de robo, cifra que aumentó a 37% en 2004. Estos índices delictivos son demasiado altos, y se ven claramente reflejados en la percepción de la gente. Y no sólo ha aumentado la cantidad de delitos, sino también la violencia de éstos. La tasa de denuncias de delitos de mayor connotación social (robos con fuerza, hurto, lesiones, homicidio, violación y violencia intrafamiliar) se ha duplicado en los últimos 8 años. Dichos números son consistentes con la evolución de las encuestas de victimización. Los chilenos no estamos exagerando: la delincuencia es un problema importante que necesita medidas urgentes por parte de la autoridad. La última encuesta nacional de opinión pública realizada por el CEP muestra que la mayor preocupación de los chilenos es la delincuencia. Sin embargo, el gobierno no parece estar igualmente preocupado del asunto. Tan sólo tres de las 36 medidas apuntan al tema de la delincuencia, y no está nada de claro que la principal medida -la creación de un Ministerio de Seguridad Ciudadana- resuelva el problema. Más aún, en el discurso presidencial del 21 de mayo se le dio una escasa importancia al tema de la delincuencia; se mencionó al pasar, pero a la hora de fijar las 4 prioridades centrales, la delincuencia no estaba entre ellas. Esto El Mercurio – Economía y Negocios – Columna de Opinión, 4 de julio de 2006 contrasta con la preocupación ciudadana. Medidas concretas Faltan medidas concretas, que permitan a los tribunales no sólo procesar a los delincuentes, sino también castigarlos con penas severas y disuasivas, especialmente a los reincidentes. En la gran mayoría de los casos, los delitos no son un crimen pasional, sino un ilícito racional. El delincuente realiza una evaluación costo-beneficio de la decisión de delinquir, y en la cual las políticas públicas tienen bastante capacidad de influir. En 1968, Gary Becker publicó el influyente artículo referido, en el que estudiaba la decisión de delinquir de una persona. Al igual que en cualquier actividad económica, esa decisión puede ser analizada comparando sus beneficios y costos. El costo de delinquir depende fundamentalmente de dos factores: la probabilidad de ser sorprendido y el castigo esperado. Claramente, mientras mayor sea la probabilidad de ser condenado, menos incentivos hay para delinquir. Esta probabilidad la podemos dividir en dos aspectos. El primero corresponde a la probabilidad de ser capturado. Con esto tienen relación todas las medidas que lleven a una mayor vigilancia y eficacia de las distintas instituciones encargadas de nuestra protección; por ejemplo, Carabineros. El segundo aspecto corresponde a la probabilidad de ser condenado una vez capturado; si esta probabilidad es baja, entonces una mayor dotación de policías tendrá poco efecto en el nivel de delincuencia. Aquí, justamente, está el reclamo que la sociedad hace al Poder Judicial, que muchas veces parece cuidar más los derechos de los delincuentes que los de las víctimas. El otro factor que afecta la decisión corresponde a la pena: mientras mayores sean las penas, mayor es el costo si se es condenado y, por tanto, hay menos incentivo para delinquir. En este tema, la responsabilidad es del Poder Legislativo. La prevención Sin embargo, aunque las medidas relacionadas con el castigo de los delitos son cruciales, también debemos considerar su prevención. En esto son importantes las políticas que promuevan el empleo de los jóvenes y formas sanas de uso del tiempo, como el deporte. Políticas que flexibilicen el mercado laboral de manera que los jóvenes tengan mayores oportunidades de obtener un empleo, y medidas de fomento del deporte a nivel masivo ayudarían en este empeño. Además, es necesaria la existencia de programas de reinserción laboral para quienes han estado encarcelados. Estas medidas ayudan a mejorar las perspectivas laborales y hacen menos atractivo cometer un delito. La evidencia internacional muestra la importancia de estos planes en la prevención de crímenes. Países como Inglaterra, Holanda, Nueva Zelandia y Francia han introducido numerosas y variadas medidas de prevención. Éstas se concentran principalmente en una focalización del gasto en aquellas políticas que resultan más efectivas, como, por ejemplo, la focalización de los programas de prevención en niños; políticas de empleo para jóvenes y una mayor eficacia en el sistema de sentencias del Poder Judicial. También se ha verificado la eficacia de políticas que aumentan el castigo de los delitos. Un caso conocido es la ley de tolerancia cero en la ciudad de Nueva York, luego de cuya implementación la criminalidad llegó a su nivel más bajo en los últimos 25 años. El Mercurio – Economía y Negocios – Columna de Opinión, 4 de julio de 2006 Una política exitosa contra el crimen debe considerar tanto la prevención como el castigo. Debe existir un sistema de seguridad que capture a los delincuentes, un Poder Legislativo que imponga penas severas, especialmente para los reincidentes, y una justicia que haga que los delincuentes cumplan efectivamente sus penas. Esto debe ser complementado con políticas de prevención dirigidas a aquellos sectores más vulnerables. Sin embargo, para que efectivamente logremos derrotar la delincuencia, se requiere la voluntad política para poner este tema entre las principales prioridades del país.