Suplente renal

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Diálisis
Suplente renal
Cada vez más eficaz, la terapia sustitutiva de la función
de los riñones mejora la calidad de vida de los pacientes y garantiza su sobrevivencia.
Sin embargo, impone ciertas restricciones que pueden resultar
estresantes para muchos / María Cristina Sanhueza
Aquejados de insuficiencia renal crónica (IRC),
más de 1.200.000 pacientes en el mundo sólo
pueden sobrevivir si se conectan a una máquina de diálisis varias horas a la semana. Muchos
esperan por un trasplante de riñón, que a veces
demora años y a menudo no se logra jamás.
Hace cuatro o cinco décadas, personas con esta
enfermedad morían de síndrome urémico, intoxicados por los desechos que sus riñones no
podían eliminar por la orina: entraban en un
estado comatoso de conciencia y sufrían un paro
cardíaco causado por la acumulación de potasio
en la sangre.
Fue apenas en la década de los cincuenta
que en Estados Unidos se inició el tratamiento
dialítico, concebido para filtrar y eliminar artificialmente las toxinas acumuladas en el cuerpo,
tarea vital de los riñones. En Venezuela empezó
a realizarse alrededor de 1960. Además de su
función depurativa, la diálisis permite mantener el nivel adecuado de sustancias químicas en
sangre y controlar la presión arterial.
Situados en la región lumbar del cuerpo, los
riñones depuran la sangre de los desechos y
minerales tóxicos y del exceso de agua, que son
expulsados por la orina. Además, desempeñan
otras importantes funciones: secretan eritropoyetina –hormona clave en la producción de
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glóbulos rojos– y mantienen el equilibrio ácidobase del organismo y de sustancias como el
sodio, el calcio, el potasio y el fósforo.
Como tratamiento de soporte –no de curación–, la diálisis se aplica cuando fallan las medidas preventivas o terapéuticas y el paciente
avanza hacia una dolencia crónica. El internista
y nefrólogo Jorge Domínguez advierte que se
trata de un procedimiento que no purifica la
sangre con la excelencia de un riñón sano, por
lo que resulta imperativo respetar el calendario
de sesiones y seguir las indicaciones del equipo multidisciplinario que atiende al paciente,
liderado por un nefrólogo y compuesto por un
especialista en nutrición, un psicólogo y un
trabajador social.
Técnicas purificadoras
Domínguez precisa que la diálisis puede ser de
aplicación temporal –hasta que se regeneren los
riñones– en casos de insuficiencia renal aguda
(IRA) producida por medicamentos, diarrea profusa, infecciones severas o deshidratación; pero
si se trata de una insuficiencia renal crónica debe
ser aplicada como terapia paralela hasta lograr
el trasplante de un nuevo riñón (de un donante
vivo o fallecido). Existen dos modalidades principales de diálisis:
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La diálisis se aplica cuando fallan las medidas preventivas
o terapéuticas y el paciente avanza hacia una dolencia crónica
1. Hemodiálisis. Una máquina fuera del cuerpo –que contiene un filtro llamado dializador o
riñón artificial- extrae las sustancias tóxicas y
el exceso de líquidos de la sangre. Se realizan
sesiones tres veces por semana (durante tres
o cuatro horas continuas). Impulsada por una
bomba, la sangre sale del paciente a través de tubos plásticos, pasa al dializador, donde se limpia,
y luego regresa al organismo purificada. Para la
extracción y el retorno de la sangre se crea una
vía de acceso vascular, determinada según el
caso e instalada con cirugía menor.
Fístula arteriovenosa. Es la forma ideal -más
durable y con menos complicaciones-, precisa
Domínguez. Esta variante es la única que uti-
liza los vasos del propio paciente mediante la
conexión directa de una vena con una arteria.
Esta vía “exige algunos meses para desarrollarse y madurar”, aclara el especialista.
Prótesis vascular. Consiste en un tubo sintético
que se conecta por su parte inferior a una arteria y por el otro extremo a una vena.
Catéter bilumen (doble luz). Se inserta en las
venas del cuello. Esta vía suele ser utilizada
de modo temporal en casos agudos. Sin embargo, también puede ser permanente cuando
el paciente tiene que estar muchos años en
diálisis y sus vasos sanguíneos no reúnen las
condiciones adecuadas para hacerse una fístula arteriovenosa.
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sangre. Además, el paciente presenta náuseas,
vómitos, edemas, pérdida de funciones hormonales y cansancio fácil producido por anemia.
En los pacientes en diálisis se registran ciertas afecciones comunes como enfermedad ósea
(adelgazamiento y malformación de huesos),
prurito o picazón (causado por los desechos
que el tratamiento no logra eliminar totalmente
o por niveles altos de hormona paratiroidea),
anemia, apnea y síndrome de piernas inquietas
durante la noche (provocado por daños en los
nervios). La nefrología cuenta hoy con fármacos
de última generación y terapias que logran, en
gran medida, aliviar o suprimir esas dolencias.
2. Diálisis peritoneal. Utiliza la membrana
interna del abdomen (peritoneo) como un filtro
a través del cual se realiza la diálisis. Un catéter
flexible colocado por cirugía en el abdomen del
paciente permite introducir una solución especial que ayuda a eliminar las sustancias tóxicas.
Existen dos tipos de diálisis peritoneal:
Ambulatoria continua. Se llena la cavidad abdominal con la sustancia especial contenida en
una bolsa. Se deja por un tiempo determinado
en el abdomen y luego se drena por gravedad
fuera del cuerpo.
Automatizada. Se utiliza una máquina que
introduce y extrae el líquido de la cavidad
abdominal. En casa, el paciente se la puede
aplicar durante la noche, mientras duerme.
Este tipo de diálisis exige condiciones especiales en el hogar, además de la capacitación
de un familiar encargado.
Síntomas reveladores
Aunque lo ideal es la referencia temprana, Domínguez observa que, por lo general, la consulta
suele ser tardía: el enfermo se presenta cuando
se le hinchan los pies, orina con sangre o con
demasiada espuma, o se encuentra muy débil;
síntomas que, además, no son específicos de la
dolencia. Los exámenes reveladores de la falla
renal son los de orina y los de urea y creatinina en
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Patologías asociadas
Si bien existen condiciones hereditarias que generan daño renal –glomerulonefritis o riñones
poliquísticos–, así como infecciones repetidas y
litiasis múltiple (formación de cálculos), entre
las principales patologías que conducen al enfermo a la sala de diálisis se cuentan:
Diabetes mellitus. “La nefropatía diabética es la
causa más común en Venezuela y en todo el
mundo por la cual una persona va a diálisis”,
enfatiza Domínguez. Después de algunos años
de evolución, produce disminución de la filtración de la sangre por el riñón, incapacitándolo
para cumplir sus funciones. Si la enfermedad
se trata a tiempo es posible detener esos daños.
Hipertensión arterial. Es causa y al mismo tiempo consecuencia de la IRC. La hipertensión
arterial no controlada reduce el riego a los
riñones y destruye los glomérulos, vasos sanguíneos renales encargados de la filtración. El
especialista advierte que una presión arterial
promedio de 140-90 debe ser tratada como
medida preventiva de enfermedad renal.
Menú energético
Según Merling Maldonado Mena, nutricionista
clínica, muchos pacientes llegan al tratamiento
desnutridos, sin apetito, con pérdida muscular y
descompensados por la excreción de proteínas
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El consumo de cigarrillos puede producir lesiones en las arterias renales
y dificultar el buen funcionamiento de los riñones
por la orina y el deficiente filtrado. Maldonado
Mena advierte que el proceso de diálisis demanda mucha energía, por lo que se debe promover
en la dieta de los pacientes el consumo diario
de 35 calorías por kilo de peso, así como el de
proteínas de alto valor biológico –restringidas
antes de su ingreso al tratamiento– “como son
la clara de huevo, las carnes blancas y el yogur”.
La nutricionista señala que “las restricciones
en el menú del paciente dependerán del resultado de los controles periódicos y rigurosos de
laboratorio. Si los niveles de fósforo y potasio se
encuentran por encima de lo normal, algunos
vegetales como papas y tomates –que contienen esos minerales– deben someterse a doble
cocción (con cambio de agua), y es necesario
eliminar ciertas frutas como plátano, cambur,
ciruelas y frutos secos”.
La restricción alcanza también al consumo de
líquidos –que va a depender de la cantidad de
orina diaria– y al de sodio: no debe superar dos
o tres gramos de sal por día. La dificultad de
eliminar el sodio genera retención de líquidos y
formación de edemas, aumentando la carga de
trabajo cardíaco. En la dieta se deben reducir las
grasas saturadas y evitar totalmente el alcohol,
así como las comidas enlatadas y congeladas. La
especialista apunta que en el mercado existen
suplementos de alta densidad calórica y control
adecuado de minerales que aportan poco líquido, recomendables para los pacientes dializados.
Impacto psicológico
Ansiedad, depresión y estrés marcan la hora inicial de quienes se ven enfrentados a la necesidad
de sentarse durante tantas horas semanales en
una sala, junto a 14 o 15 personas en situación
similar, y conectarse a una máquina como único
camino para mantenerse con vida.
A la percepción de las limitaciones físicas y la
incertidumbre sobre el futuro de los pacientes
dializados se unen la imposibilidad de diseñar
proyectos, de seguir trabajando y de mantener
su papel en la familia. Esta realidad, según la
Atención pública
En Venezuela, antes de 1980 los cupos gratuitos
disponibles para aplicar diálisis eran muy limitados y,
en muchos casos, “a los pacientes no les quedaba otra
posibilidad que recluirse en sus casas a esperar
la muerte”, comenta el nefrólogo Jorge Domínguez.
Para mediados de los años ochenta desapareció
el problema y hoy, de las 12 mil personas que reciben
diálisis, 80% son tratados en las 120 unidades
de diálisis extrahospitalarias que existen en todo
el país, dependientes del Ministerio del Poder Popular
para la Salud y del Instituto Venezolano de los Seguros
Sociales. El 20% restante se atiende en clínicas
privadas o en hospitales, y en su mayoría
corresponde a cuadros agudos transitorios.
psicólogo clínico Gabriela Reyes, representa un
riesgo elevado de vaivenes emocionales, trastornos psicológicos y relaciones familiares tensas.
“La depresión y la ansiedad pueden interferir en
la adhesión al tratamiento y la evolución favorable del cuadro clínico”, agrega la especialista.
Quienes necesitan diálisis se ven a sí mismos
como seres vulnerables, dependientes de la
tecnología médica, haciendo frente a cambios
en sus relaciones sociales y en su situación laboral y económica. Sin embargo, transcurrido
un tiempo –puede ser un año– la mayoría de los
pacientes responden a la necesidad de adaptarse, se habitúan a las técnicas y aprenden
a enfrentarse a situaciones estresantes. Para
lograrlo, afirma Reyes, el apoyo familiar y la
asistencia psicológica o psiquiátrica resultan
de vital importancia.
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F u e n t e s c o n s u lta d a s
ºJorge Domínguez, internista y nefrólogo. Clínica El Ávila. Fundador
del Departamento de Nefrología del Hospital Pérez Carreño.
º Merling Maldonado Mena, nutricionista clínica. Centro Nefrológico
Madre Emilia y Centro Médico de Caracas.
º Gabriela Reyes, psicólogo clínico. Hospital Universitario de Caracas.
ºwww.kidney.niddk.nih.gov / www.fisterra.com.
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