ES MAR CANTÁBRICO PRINCIPADO DE ASTURIAS A-8 Avilés Grado Gijón Oviedo A-8 A-66 Grado N-634 AS-322 Oviedo Las Caldas CUEVA DE LA LLUERA DISEÑO DE LA COLECCIÓN: Kalatos s.l. FOTOGRAFÍAS: José A. Fdez. de Córdoba y Marc Groenen IMPRESIÓN: Gráficas La Morgal D.L. AS-580-2010 La cueva se abre en un pequeño escarpe calizo de la margen derecha del río Nalón, aguas abajo, en su curso medio. Aunque el yacimiento se conoce como Cueva de La Lluera, sería más correcto hablar de Cuevas de la Lluera ya que se trata de dos cavidades distintas y que se caracterizan por tener un escaso desarrollo longitudinal: La Lluera I presenta una planta en forma de U invertida y cuyas galerías laterales presentan unas dimensiones de 15 y 13 m respectivamente. La Lluera II se corresponde con una pequeña cavidad (localizad unos 70 m de la anterior aguas arriba) de unos 4 m de desarrollo longitudinal y no forma parte de la visita turística. La cercanía de ambas cavidades al curso del Nalón hace que hayan sufrido episodios frecuentes de inundación. Así, con posterioridad a la ocupación paleolítica, La Lluera I fue colmatada en su totalidad por distintos depósitos fluviales que quedaron sellados por un suelo de costra calcítica (aún visible en determinadas zonas del techo de la cavidad). Esta colmatación, que ocultó la totalidad de los grabados favoreciendo su preservación, fue paulatinamente eliminada por una surgencia procedente del fondo de la cueva que, hoy en día, se encuentra canalizada. Formando parte de la misma cuenca fluvial, pero en su curso bajo, puede visitarse uno de los mejores santuarios del arte paleolítico cantábrico: la Cueva de La Peña de Candamo (San Román, Candamo). Vista general de la entrada [J.F.C.] Aunque las cuevas eran conocidas desde antiguo, el reconocimiento de sus grabados parietales tiene lugar en 1979, formando parte de una intensa actividad de prospección centrada en el curso medio del río Nalón que propició el descubrimiento de numerosas estaciones con arte paleolítico. Tras el descubrimiento son realizadas distintas campaña arqueológicas centradas en el estudio del arte y en la excavación de la galería oriental de la cueva. Los trabajos permiten la identificación de varios niveles arqueológicos con restos materiales líticos y óseos de clara filiación Solutrense (21.000-17.000 BP-before present, antes del presente), contemporánea a una parte de las representaciones gráficas, junto con restos de una ocupación del Magdaleniense Superior final. Pared izquierda. Haces de líneas grabadas y figuras de cierva y caballo [M.G.] Gran Hornacina. Uros [M.G.] Una de las particularidades del arte de La Lluera I es que las representaciones son todas grabados que se disponen en el espacio correspondiente al vestíbulo de la cueva y alcanzando hasta el umbral de penumbra (zona hasta donde llega la luz solar), lo que permite definir su arte como un verdadero Santuario Exterior. Los grabados paleolíticos se localizan, exclusivamente, en las paredes laterales de la galería occidental de la cueva organizándose en varios paneles de difícil lectura iconográfica junto a otros de excelente grado compositivo. Pared izquierda. Las representaciones dan comienzo con la figura de un caballo localizado en la zona próxima a la entrada actual (Porche) y a cuya figura se asocian varios signos lineales. A escasa distancia, pero en un ángulo distinto de la misma pared, aparece un panel con multitud de trazos que se entrecruzan y en donde se reconocen figuras de uro, caballo, cierva y macho cabrío: es el Panel de Entrada. Junto a éstas destaca la presencia de varias líneas cérvico-dorsales a modo de contornos inacabados de cierva. A continuación de este panel, la pared se curva formando una hornacina cóncava que acoge el conjunto más singular y mejor organizado de la cueva: la Gran Hornacina. En su parte central destaca la presencia de seis uros de distintos tamaños (de más pequeño a más grande de techo a base) y colocados en oblicuo siguiendo líneas de fuga que coinciden con una fisura en la propia pared. Este recurso, tan poco frecuente en el arte paleolítico, contribuye a dotar al conjunto de una sensación de perspectiva. Tanto su disposición como el distinto modelado del surco del grabado que muestran cada una de las representaciones, especialmente las que se encuentran en primer término, favorecen el hecho de encontrarnos ante una posible escena de marcha de manada. En el espacio que queda libre entre los bóvidos pueden verse las figuras de varias ciervas que transmiten sensación de movimiento y un caballo. La continuación de la pared de la hornacina ofrece un espacio en el que se reconocen, en la zona central, dos figuras de bisonte y, en un pequeño friso superior, trazos no figurativos, una cierva y un pequeño bisonte. Pared derecha. Las representaciones se articulan en tres bandas o frisos horizontales: el superior presenta una confusa malla de grabados en los que puede identificarse alguna cierva; el friso medio se estructura en tres zonas que coinciden con relieves topográficos de la pared y, aunque muestra idéntica confusión de líneas grabadas, pueden distinguirse varias ciervas que disminuyen de tamaño desde la boca de la cueva hasta el interior. Especial importancia posee el grabado de una gran cierva que muestra, en su pecho, un surco profundo con moldeado en su labio interno. También destacan dos pequeñas ciervas localizadas en el umbral de penumbra que se caracteriza por presentar un grabado más fino y menos profundo que el resto de las representaciones de la pared. Por último, en el friso inferior y dentro de una pequeña oquedad u hornacina, encontramos diversos signos junto con una posible representación de mamut. Por lo que respecta a la La Lluera II, las escasas representaciones se reducen a signos triangulares de distintos tamaños (interpretados como posibles vulvas) y dispuestos alrededor de la representación de una pequeña cierva. Cierva de la Gran Hornacina [M.G.] Porche Panel de entrada Gran hornacina Frisos pared derecha