1.- oración inicial 2.- introducción. 3.

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TEMA
Dar de beber al sediento
CITA BIBLICA SUGERIDA
1.- ORACIÓN INICIAL
2.- INTRODUCCIÓN.
Todos necesitamos del agua para vivir, y qué satisfacción nos da el poder saciar la sed que tenemos.
Pero también en nuestro peregrinar a la Patria Celestial tenemos sed de alegría, sed de alguien que
nos escuche. Tomar agua es uno de los “básicos” del ser humano, es decir aquello que no puede
faltar en la vida como el comer, tener un techo y descansar.
En este tema aprenderemos lo hermoso que es ayudar a cubrir una de esas necesidades básicas del
ser humano. Algo tan sencillo como el ofrecer un poco de agua a quien lo requiera. Además que
Jesús dijo que no se quedaría sin recompensa a quien diera de beber aunque fuera un vaso de agua a
sus elegidos.
3.- DESARROLLO DEL TEMA.
A. VER.
Mario, Luis y Damián viajaban entre los vagones del tren llamada “La Bestia”. Habían partido junto
con muchos otros desde Centro América rumbo a los Estados Unidos. El sol y el calor son intensos.
El hambre y la sed se agudizan.
Luis cree ver visiones pues junto a las vías del tren hay varias mujeres que ofrecen botellas de agua
y bolsas con comida. Son “las patronas” explicó Damián…
¿Cuántas veces hemos ofrecido un vaso de agua? No hay que irse tan lejos y ponerse al lado de las
vías del tren para poder practicar esta obra de misericordia.
Antes, obtener agua era algo costoso y aún lo sigue siendo en algunos poblados pues había que
sacarla del pozo o ir a llenar el cántaro a la fuente para así poder cubrir las necesidades del hogar y
de toda la familia.
Hoy en día es más fácil en muchos lugares, pero no en otros. Podemos dar a beber al sediento
cuando comemos en familia adelantándonos a servir el agua a los demás; ofreciendo un poco de
agua a nuestro hermano que regresa después de hacer deporte, o simplemente dando una botella de
agua a un pobre que está junto a los semáforos…
Todos necesitamos del agua para vivir, y qué satisfacción nos da el poder saciar la sed que tenemos.
Pero también en nuestro peregrinar a la Patria Celestial tenemos sed de alegría, sed de alguien que
nos escuche. Cuánto ayuda encontrar en nuestro camino a “las patronas y los patrones” que nos dan
de beber
B. JUZGAR.
El tema del agua en la Biblia cristiana culmina en Mt 25, 31-46, donde la exigencia de “dar de
beber al que tiene sed” se convierte en sentido y clave de la vida humana. El motivo de dar de
beber al sediento aparece con cierta frecuencia en la Biblia, aunque casi siempre de un modo
indirecto, como algo que se supone (junto a la exigencia de dar de comer al hambriento). Por eso, a
Job le acusan diciendo: no diste agua al sediento… (Job 22, 7). En ese contexto, el libro de los
Proverbios habla incluso de dar de beber al enemigo: “Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer
pan; y si tiene sed, dale de beber agua; pues así amontonas carbones encendidos sobre su cabeza
y Yahvé te recompensará” ( Prov 25, 21; cf. Rom 12, 20). Pero sólo el Nuevo Testamento ha
desarrollado esta exigencia, situándola en el centro de su mensaje, tanto en línea de iglesia como de
apertura universal. En línea de iglesia el tema parece claro. Jesús envía a sus discípulos sin nada,
diciéndoles que confíen, pues han de recibirles, dándoles aquello que necesitan. En ese contexto
añade: “Cualquiera que os dé un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, en verdad os
digo que jamás perderá su recompensa” (Mc 9, 41; Mt 10, 42). Jesús está seguro de que sus
enviados recibirán pan y agua suficiente para vivir. Pues bien, ampliando ese motivo, Mt 25, 31-46
supone que todos los pobres-sedientos son presencia de Cristo. Las primeras necesidades del
hombre son la comida y bebida (sólo después viene el vestido y la casa, la salud, el descanso y
libertad). Ciertamente, hay otras carencias dolorosas (de cariño, cultura, palabra...; cf. Mt 4, 4). Pero
la más honda, la más dura, es la falta de comida y bebida. Allí donde este mundo lleno de riquezas
condena al hambre y sed (pan tasado y agua contaminada) a millones de personas (o las pone en
situación de inseguridad permanente) no sólo se vuelve injusto, sino contrario a la voluntad de Dios.
Pues bien, en este contexto Jesús viene a presentarse como Mesías de los hambrientos y sedientos.
Es Mesías porque comparte el hambre y sed de los hombres. Es Mesías porque inicia un
movimiento de liberación que empieza dando de comer y de beber a los hambrientos y sedientos. El
hambre y sed son la primera de las necesidades y deberían ser fáciles de remediar, pues la tierra
puede ofrecer alimento y agua suficiente para todos. Más todavía, el capitalismo moderno sabe
producir, de manera que hay (puede haber) comida y agua sufriente para remediar el hambre y sed
universal. Pero el capitalismo no sabe compartir: no quiere que todos los hombres se sienten a la
mesa de la palabra (diálogo gratuito) y de la "bendición" del pan y del agua, para comer y beber y
para ofrecerse dignidad unos a otros, cultivando el misterio de la vida, en amistad y de confianza.
Por eso, mientras haya división en el mundo, mientras unos acaparen y posean a costa de los
otros seguirá habiendo hambre y sed, no habrá justicia, ni se cumplirá la voluntad de Dios en la
tierra.
Hambre y sed tienen múltiples raíces (la relativa escasez de recursos, la falta de desarrollo de
determinados colectivos nacionales o sociales...), pero en sentido más profundo, ellas tiene dos
causas principales:
1. El egoísmo de muchos individuos y grupos, que no quieren compartir los bienes de ese mundo
que ellos acaparen y producen (hacen producir a otros) para sí mismos.
2. La injusticia del sistema capitalista, que pone un tipo de desarrollo económico por encima de la
vida humana. Ciertamente, el hambre-sed es un problema físico (proviene de la carencia de bienes),
pero está vinculado al egoísmo de alguno y a la violencia del sistema. Para superar el hambre es
necesario un sistema distinto (no capitalista) y para ello tiene que cambiar la manera de entender y
vivir los valores de la vida.
Esta palabra de Jesús (¡tuve sed y me disteis de beber!) es principio de interpretación del evangelio.
Es una palabra que no se puede espiritualizar: aquí se trata de la sed material, de la necesidad de
aquellos que carecen de agua para beber y vivir en libertad. Sólo allí donde todos los hombres y
mujeres de la tierra pueden comer y beber con dignidad e higiene puede hablarse de un comienzo de
Reino. Ciertamente, el agua tiene otros sentidos, como hemos podido señalar en todo lo anterior.
Pero el agua primera, agua de Dios (bendita o sagrada) es aquella que debemos dar a los pobres y
compartirla con ellos. Sólo allí donde eso queda claro se puede pasar a los siguientes momentos de
Mt 25, 31-46: vestir al desnudo, acoger al extranjero, ayudar al enfermo, visitar al encarcelado…
Allí donde se comparte el agua se inicia un camino de trasformación humana, en línea de Reino. Lo
más espiritual (el agua de Dios) se identifica ahora con lo más material (el agua para los pobres). El
Reino de Dios no es sólo agua material; pero mientras todos los hombres y mujeres de la tierra no
tengan acceso en igualdad y justicia al don del agua no se puede hablar de justicia de Dios ni de
evangelio.
Sólo en este contexto podemos recordar la bienaventuranza de Mateo. Lc 6, 21 decían
“bienaventurados los que tenéis hambre (o sed…) porque seréis saciados” (Lc 6, 21). En un
mundo de injusticia, donde muchos pasan hambre, sólo los hambrientos (y sedientos)
pueden ser bienaventurados. Pero, al mismo tiempo, hay que añadir, como ha hecho Mt 5,
6: “bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia…”. Tener hambre y sed de
justicia significa, según todo lo anterior, dar de comer al hambriento, dar de beber al
sediento… Esta palabra nos sigue situando, según esto, ante el agua de Dios, que es el agua
de los pobres.
El agua de Dios es aquella que se pone, limpia, abundante, gozosa, al servicio de los
pobres, de todos los sedientos de la tierra. Esa es la obra de Dios: dar de beber al sediento.
Sólo en esa línea puede mantenerse y recibe su sentido la esperanza del río agua limpia y
sanadora que brota del trono del Cordero (Ap 22, 1-17).
C. ACTUAR.
Tener acceso al agua es un derecho de todos los seres vivientes que habitamos en este planeta.
Ninguno debe ser excluido de este bien. ¿Cómo podemos los cristianos aminorar la sed de los
pobres? Te proponemos alguna de estas acciones:
1.- Cuidar el agua que utilizamos para beber o para el aseo. No dejar la llave abierta y utilizar solo
la necesaria para el aseo y la higiene personal y de casa.
2.- Comprar pequeñas botellitas de agua purificada y ofrecerlas a quienes estén trabajando en la vía
pública como los agentes de vialidad, algún policía, ancianitos que acarrean sus carritos con cartón
o plástico, etc.
3.- Detectar a los ancianitos y enfermos del barrio y ofrecerles un vaso de agua.
4.- ORACION FINAL
(Comentario de Santa Teresa de Calcuta a las palabras de Cristo crucificado que ella misma escuchó en el
fondo de su alma el 10 de septiembre de 1946 y que le indujeron a adoptar el estilo de vida y la misión que
mantuvo hasta su muerte)
Mira que estoy a la puerta y llamo... Es verdad.
Estoy a la puerta de tu corazón, de día y de noche.
Aun cuando no estés escuchando, aun cuando
dudes de que pudiera ser Yo, ahí estoy; esperando
la más pequeña señal que me permita entrar.
Quiero que sepas que cada vez que me invitas, Yo
vengo siempre, sin falta. Vengo en silencio e
invisible, pero con un poder y un amor infinitos,
trayendo los muchos dones de mi Espíritu. Vengo
con mi misericordia, con mi deseo de perdonarte y
de sanarte, con un amor hacia ti que va más allá de
tu comprensión.
Te conozco como la palma de mi mano, sé todo
acerca de ti, hasta los cabellos de tu cabeza he
contado. No hay nada en tu vida que no tenga
importancia para mí. Sé lo que hay en tu corazón,
conozco tu soledad y todas tus heridas, los
rechazos, las humillaciones, Yo lo sobrellevé
antes que tú. Y todo lo sobrellevé por ti, para que
pudieras compartir mi fuerza y mi victoria.
Conozco, sobre todo, tu necesidad de amor.
Venid a Mí todos los que tenéis sed... Yo te
saciaré y te llenaré. ¿Tienes sed de amor? Te amo
más de lo que puedes imaginarte... hasta el punto
de morir en la cruz por ti.
Tengo sed de ti. Sí, esa es la única manera en que
apenas puedo empezar a describir mi amor: Tengo
sed de ti. Tengo sed de amarte y de que tú me
ames. Ven a Mí y llenaré tu corazón y sanaré tus
heridas. Te haré una nueva criatura y te daré la
paz aun en tus pruebas. Tengo sed de ti. Nunca
debes dudar de mi misericordia, de mi deseo de
perdonarte, de mi anhelo por bendecirte y vivir mi
vida en ti, y de que te acepto sin importar lo que
hayas hecho. Tengo sed de ti. Si te sientes de poco
valor a los ojos del mundo, no importa. No hay
nadie que me interese más en todo el mundo que
tú. Tengo sed de ti. Ábrete a mí, ven a mí, ten sed
de mí, dame tu vida.
Confía en mí. Pídeme todos los días que entre y
que me encargue de tu vida y lo haré. Te prometo
ante mi Padre en el cielo que haré milagros en tu
vida. Lo único que te pido es que te confíes
completamente a mí. Yo haré todo lo demás.
Todo lo que has buscado fuera de mí sólo te ha
dejado más vacío; así que no te ates a las cosas de
este mundo, pero, sobre todo, no te alejes de mí
cuando caigas. Ven a mí sin tardanza porque
cuando me das tus pecados, me das la alegría de
ser tu Salvador. No hay nada que Yo no pueda
perdonar y sanar, así que ven ahora y descarga tu
alma. No importa cuánto hayas andado sin rumbo,
no importa cuántas veces me hayas olvidado, no
importa cuántas cruces lleves en esta vida; hay
algo que quiero que siempre recuerdes, y que
nunca cambiará: tengo sed de ti, tal y como eres.
No tienes que cambiar para creer en mi Amor; tu
confianza en ese Amor te hará cambiar.
Tú te olvidas de mí y, sin embargo, Yo te busco a
cada momento del día y estoy a las puertas de tu
corazón, llamando. ¿Encuentras esto difícil de
creer? Entonces mira mi Cruz, mira mi corazón
que fue traspasado por ti. ¿No has comprendido
mi Cruz? Escucha de nuevo las palabras que dije
en ella, pues te dicen claramente por qué Yo
soporté todo esto por ti: Tengo sed. Sí, tengo sed
de ti. Como el resto del salmo que Yo estaba
rezando dice de mí... 'esperé compasión
inútilmente, esperé alguien que me consolara y no
lo hallé'. Toda tu vida he estado deseando tu amor.
Nunca he cesado de buscarlo y de anhelar que me
correspondas; tú has probado muchas cosas en tu
afán por ser feliz. ¿Por qué no intentas abrir tu
corazón, ahora mismo, más que antes?
Cuando finalmente abras las puertas de tu corazón
y te acerques lo suficiente, entonces me oirás decir
una y otra vez, no en meras palabras humanas,
sino en espíritu: No importa qué es lo que hayas
hecho, te amo por ti mismo. Ven a mí, con tu
miseria y tus pecados, con tus problemas y
necesidades, y con todo tu deseo de ser amado.
Estoy a la puerta de tu corazón y llamo. Ábreme,
porque tengo sed de ti..
PARROQUIA “EL SEÑOR DE LA MISERICORDIA”
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