EL CONJUNTO HESPÉRICO Atlas penetra mar adentro. Sigue al M a r de Berbería la Mar Pequeña, desde el cabo Güer al cabo Bojador, entre las Canarias y el continente; mar en su zona meridional ya francamente atlántico sahariano, hasta rebasar el cabo Blanco, la bahía del Galgo y la bahía de Argüín. Desde este paralelo el gran desierto comienza a ser menos desierto, y la vegetación y demás características fisiográficas anuncian la proximidad hacia el aún lejano Sur, de grandes cauces fluviales, con aguas de corriente permanente, tales como el Senegal y el Níger, y, muy al interior, la legendaria ciudad de Tombuctú y la amplia extensión de aguas someras del lago Tchad. El cual, cuando el interior de África no era conocido de los europeos, sino por referencias, hacía pensar al explorador de la Hesperia africana, Domingo Badía, en la existencia de un gran lago o mar interior, tal como el Caspio o el Aral asiáticos. El Atlántico es el gran favorecedor de tan larga zona ribereña. A su influjo debe Portugal, nación esencialmente atlántica, su clima bonancible, su vegetación abundante, su agricultura próspera y la belleza de sus paisajes. El influjo atlántico, traspasando los límites fronterizos lusoespañoles, ocasiona las lluvias que benefician a toda la Península, humedeciendo las penillanuras y mesetas centrales y alcanzando a las reglones orientales de España. El gran valle hético del Andalus, como el del Sebú, en Marruecos, y el del Sus, son territorios productivos por estar ampliamente abiertos hacia el Atlántico. Más al S., en la ancha banda del gran desierto africano, el Sahara occidental presenta más atenuadas las características desérticas que en el interior; disminuyendo la vegetación y aumentando la rudeza del clima en el interior en relación con lo alejado de la costa. El Atlántico hespérico es engendrador, en su seno, de vida animal opulenta y maravillosa; fecundo en peces, en crustáceos y en moluscos. La pesca es abundante a lo largo del mar Cantábrico, de Vasconia, de Santander y de Asturias. La quebrada y en extremo sinuosa costa del NW. peninsular, con sus irregulares valles litorales sumergidos y ocupa- dos por el mar hasta muy tierra adentro, constituyen las bellas rías gallegas, que son centros pesqueros de la mayor importancia. En el litoral portugués la tradición marinera continúa pujante, como se advierte en las flotas pesqueras de Aveiro, Nazaré, Peniche, etc., y especialmente en los grandes centros de industrias piscícolas de Setúbal y su bahía. El Atlántico meridional de la Península, en el Algarbe, Huelva y Cádiz, hasta el Estrecho, sigue produciendo gran cosecha marina, l 5