EMI LE ZOLA HENRI MITTERAND JEAN FRANCO ERNESTO DE LA PEÑAJOSÉ DE LA COLINA EMMANUEL CARBALLO DANIELLE COUSSOT LUIS CORTÉS BARGALLÓ JAIR CORTÉS FEDERICO GAMBOA NEDDA G. DE AN HALT 2 1FJEXC0 BL O ITECA 3 4 7 11 ISSNO188-476X-NÚMER0 79·$32.00 «ACONACULTA NÚMERO SETENTA Y NUEVE ENERO-FEBRERO DE 2004 · $32.00 9 EDUARDO LIZALDE PALABRAS EN LA EXPOSICIÓN DE ZOLA PHILIPPE FAURE PALABRAS EN LA EXPOSICIÓN DE ZOLA HENRI MITTERAND UN TRIÁNGULO TRÁGICO EN ALGUNAS NOVELAS DE ZOLA JEAN FRANCO ÉMILE ZOLA: EL AFÁN DE LA VERDAD PLAZA DE LA CIUDADELA 4. CENTRO HISTÓRICO DE LA CIUDAD DE MÉXICO. ERNESTO DE LA PEÑA TELÉFONO 57 09 14 78 · 5709 11 01 FAX 57 09 11 73 ZOLA Y LA QUERELLA DEL NATURALISMO CORREO ELECTRÓNICO bibmex(Pcorreo.conacutta.gob.mn CERTIFICADO DE LICITUD DE TITULO NÚM. 6270 CERTIFICADO DE LICITUD DE CONTENIDO NÚM. 4380 CONSEJO NACIONAL PARA LA CULTURA Y LAS ARTES PRESIDENTA SARI BERMÚDEZ REVISTA BIBLIOTECA DE MÉXICO DIRECTOR FUNDADOR: JAIME GARCÍA TERRÉS t DIRECTOR: EDUARDO LIZALDE EDITOR: JOSÉ ANTONIO MONTERO EDITOR ASOCIADO: MARIO BOJÓRQUEZ SECRETARIO DE REDACCIÓN: JOSÉ DE LA COLINA CONSEJO DE REDACCIÓN: JUAN ALMELA, FERNANDO ÁLVAREZ DEL CASTILLO. MIGUEL CAPISTRAN. ADOLFO ECHEVERRÍA, JAIME MORENO VILLARREAL. VICTOR TOLEDO. RAFAEL VARGAS COORDINACIÓN ADMINISTRATIVA: MIGUEL GARCÍA RUIZ, JAVIER MEDINA MORENO DISEÑO: PAOLA ÁLVAREZ ASISTENCIA DE DISEÑO: PEDRO A. GARCÍA ASISTENCIA EDITORIAL: MARINA GRAF. CECILIA GOROSTIETA ASISTENCIA DE IMPRESIÓN: ZIAN ESCALONA COMERCIALIZACIÓN Y DISTRIBUCIÓN: RUYSDAEL NAVA COLOR, PRE-PRENSA Ε IMPRESIÓN: GRÁFICA. CREATIVIDAD Y DISEÑO, S.A. DE C ' PORTADA: ÉMILE ZOLA EN LOS ALREDEDORES DE MÉDAN 2A. FORROS: ZOLA HACIA 1880 NOTA DE LOS EDITORES: LA EXCELENTE RELACIÓN SOSTENIDA ENTRE LA EMBAJADA DE FRANCIA. LA CASA DE FRANCIA EN MÉXICO Y LA BIBLIOTECA DE MÉXICO JOSÉ VASCONCELOS HA PROPICIADO LA INSTALACIÓN DE UNA ESTUPENDA EXPOSICIÓN SOBRE OTRO DE LOS GRANDES ESCRITORES FRANCESES: EMILE ZOLA (1840-1902) -COMO ANTES OCURRIÓ EN EL CASO DE VÍCTOR HUGO-, PARA CONMEMORAR EL CENTENARIO DE SU FALLECIMIENTO Y RECORDAR A UN AUTOR MUY LEÍDO Y MENOS INVESTIGADO EN MÉXICO. CUYA OBRA NOVELÍSTICA EXPRESA NO SÓLO EL TESTIMONIO DE UNA ÉPOCA EN PÁGINAS DE EXCEPCIONAL INTENSIDAD Y BELLEZA. SINO TAMBIÉN LAS SOBERBIAS BATALLAS EN DEFENSA DE LA VERDAD. LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD INTELECTUAL. EN TEXTOS DE ENORME VALÍA ÉTICA Y ESTÉTICA. COMO RESULTADO DEL FECUNDO TRATO DE LAS MENCIONADAS INSTITUCIONES Y LA BIBLIOTECA. EL PRESENTE NUMERO DE LA REVISTA INCLUYE TEXTOS Ε IMÁGENES DE LOS LIBROS PRESENTES EN LA EXPOSICIÓN MEXICANA Y EN LA MUESTRA SOBRE ZOLA. MONTADA EN FRANCIA POR EL CENTENARIO DE SU MUERTE. CUYA AUTORIZACIÓN SE OBTUVO MERCED A LAS GESTIONES DE NATHALIE LELONG. RESPONSABLE DE LA MEDIATECA. Y DE JACQUELINE ANDRÉ. BIBLIOTECARIA ADJUNTA. AMBAS DEPENDENCIAS DE LA CASA DE FRANCIA EN MÉXICO, POR LO CUAL LES MANIFESTAMOS NUESTRO MÁS EXTENSO RECONOCIMIENTO. NO MENOR QUE EL DEBIDO A MIGUEL GARCÍA RUIZ. SUBDIRECTOR DE PROMOCIÓN CULTURAL Y COORDINACIÓN EDITORIAL DE LA BIBLIOTECA, ESPÍRITU DESINTERESADO, ATENTO Y AFÍN EN EL PROPOSITO DE MEJORAR LA EDICIÓN EN CADA NÚMERO DE BIBLIOTECA DE MÉXICO. 21 24 4 6 26 30 32 37 39 42 46 52 58 63 JOSÉ DE LA COLINA LA SINFONÍA DE LOS QUESOS EMMANUEL CARBALLO ÉMILE ZOLA. UNA VISIÓN PESIMISTA DE LA NATURALEZA HUMANA DANIELLE COUSSOT EL VIOLÍN DE INGRES DE ZOLA: LA FOTOGRAFÍ, TRADUCCIÓN DE JACQUELINE ANDRÉ Y MARTA GEGÚNDEZ THEODOR KRAMER A UNA M U C H A C H A INGLESA Y LA SIRVIENTA TRADUCCIÓN DE MARÍA LUISA DOMÍNGUEZ Y CHRISTINE HÜTTINGER LUIS CORTÉS BARGALLÓ T R A N C E Y ENFRIAMIENTO DESFILE P A R A EL A R M O N I O DE J A M E S ENSOR JAIR CORTES INTERPRETACIÓN DEL ECLIPSE EMILE ZOLA LA CAÍDA DEL ABATE MOURET FEDERICO GAMBOA UNA ENTREVISTA CON ÉMILE ZOLA NEDDA G. DE ANHALT JUSTO SIERRA Y EL CASO DREYFUS EMILE ZOLA ¡YO ACUSO...! TRADUCCIÓN DE NEDDA G. DE ANHALT ÉMILE ZOLA C A R T A A LA JUVENTUD TRADUCCIÓN DE MARTA DONÍS CORRESPONDENCIA TRADUCCIÓN DE MARTA DONÍS La Biblioteca de México José Vasconcelos se honra en hospedar la muestra Émile Zola 1840-1902: una expresión del siglo, con el generoso apoyo de la Embajada de Francia en México y de la Mediateca de la Casa de Francia. La vasta obra novelística de Zola alcanzó enorme difusión e influencia en la literatura de lengua española, y muy particularmente en México; todos sus libros fueron leídos y traducidos y marcaron poderosamente el estilo de los narradores y autores nacionales del final del siglo xix y principios del siglo xx. Gran personalidad política y literaria, el jefe de la llamada escuela naturalista fue además una figura moral de relevancia notable, que padeció destierros y animadversión severa por sostener con firmeza sus convicciones sociales y librar históricas batallas contra la intolerancia y la injusticia. La revista Biblioteca de México, en colaboración también con la Mediateca de la Casa de Francia, dedica el primer número bimestral del año 2004 a la obra y la vida de este ejemplar fundador y artista. E D U A R D O L I Z A L D E Director de la Biblioteca de México José Vasconcelos Siguiendo los pasos del gran éxito logrado en 2002 por la exposición de Victor Hugo, con la que conmemorábannos el bicentenario de su nacimiento, la Embajada de Francia en México se complace en asociarse nuevamente con la Biblioteca de México José Vasconcelos para celebrar el centenario de la muerte de Émile Zola (1840-1902). Hombre de las grandes causas de finales del siglo xix, escritor comprometido, autor del gran fresco novelístico Los RougonMacquart, al que pertenecen sus mejores obras maestras, y de donde provienen novelas como Germinal, La taberna o La bestia humana, Émile Zola marcó su época mucho más allá de las fronteras del Hexágono. Así lo demuestra el eco que su obra encontró en México. Al recorrer la exposición de carteles realizada por la Biblioteca Nacional de Francia, dedicada a la vida y obra de Zola, los visitantes de la biblioteca podrán redescubrir los grandes temas y los métodos de trabajo (encuestas y observaciones de los medios que pretendía describir) que, asociados a su inmenso talento de novelista, lo convirtieron en el mayor escritor naturalista del siglo xix. Una selección de libros en francés, provenientes del acervo de la Mediateca Casa de Francia, así como algunos ejemplares de antiguas ediciones en español del Fondo Reservado de la Biblioteca de México José Vasconcelos complementarán el recorrido de ios lectores y les ofrecerán un panorama exhaustivo de la riqueza de la obra del autor del célebre panfleto Yo acuso. Por tanto, es con gran orgullo que la Embajada de Francia continúa hoy con su política de cooperación a favor de la lectura con las instituciones mexicanas, y en particular con la Biblioteca de México, socio privilegiado de la difusión entre el público mexicano de los más reconocidos autores franceses. P H I L I P P E F Embajador de Francia en México A U R E UN TRIÁNGULO TRÁGICO EN ALGUNAS NOVELASp DE ZOLA u s a t t a c h a n t e a n i t é . » q u e l ' é t u d e d e l a í e n i i i i HENRI MITTERAND Teresa y Marta Gegúndez lúgubre de la calle Guénégaud o de La GERMÁN MONTALVO, Morgue y los paisajes impresionistas de NUESTRO DISEÑADOR Desde La confesión de Claude (publicada en 1865) hasta Madeleine Férat (1868), las novelas de juventud de Émile Zola no han dejado de contar la misma historia de un trío trágico: una mujer entre dos hombres. Es añejo como La Princesa de Cléves, como Fedra, o como todos los melodramas que hicieron llorar a Margot. Raquin MENTWEft# Traducción de Jacqueline André reunía la a t m ó s f e r a las riberas del Sena en Saint-Ouen; impresionistas también los alrededores de Véteuil y de Mantes, en Madeleine Férat. En las profesiones de sus personajes: estudiantes en La confesión de Claude; mercachifles y empleadillos en Teresa Raquin; d'une morte; preceptor en Le Vceu médico y rentista en De los dos hombres, uno es el aman- Madeleine Férat. Y, sobre todo, en sus te, esposo o protector, en cierto modo puntos de vista novelescos: los aconte- legítimo, aunque frágil, sentimental e cimientos de La confesión de Claude son inseguro, o incluso inhibido y disminuido: revividos por Claude en primera persona; Claude, quien acogió a Laurence, en La los de Le Vceu d'une morte, contados en confesión de Claude; Daniel, quien cuida tercera persona, son esencialmente de Jeanne, la hija de su benefactora ya percibidos por Daniel; pero, en Teresa Ca- Raquin, todo pasa por la sensibilidad y mine, el esposo enfermizo de Teresa, en por la conciencia de Teresa; y en Made- 1 muerta, en Le Vceu d'une morte; Teresa Raquin; Guillaume, el amante y leine Férat, el testigo de primer orden es después el esposo de Madeleine, en también Madeleine, confrontada en Madeleine Férat. El otro, amigo del pri- alternancia con los dos hombres de su mero, es un hombre de sensualidad con- breve y triste existencia. quistadora o simple y sencillamente do- Encontramos otra diferencia impor- tado de seducción, que toma el lugar de tante entre Madeleine Fératy las novelas su amigo en el corazón y en el cuerpo de anteriores. De las cuatro obras nove- la joven mujer; Jacques, un vecino casual, lescas, es la única que se remonta a una en La confesión de Claude; Georges, el prehistoria nacida de otro género, el erudito, en Le Vceu d'une morte, a quien teatro. Porque Madeleine Daniel, en su lecho de muerte, dará a su como origen y como primera forma un Férat tiene protegida en matrimonio; Laurent, el drama corto en tres actos, intitulado amigo, pintor fracasado pero macho Madeleine, vigoroso, a quien Camille Raquin lleva a 1865 y propuesto en vano a dos teatros casa y que se convierte en el amante de parisinos en 1866. Madeleine es una escrito durante el año de Teresa; finalmente, Jacques, compañero "manceba", que pasa de un estudiante de estudios de Guillaume, que fue el pri- a otro, como lo era la Laurence de La mer amante de Madeleine y cuyo regreso confesión de Claude; Francis, un médico destruye a la pareja. En todos los casos, que se casa con ella después de haberla esta situación triangular desemboca en tenido como amante, se parece a Claude; un drama: Laurence vuelve a su miserable y el amante cínico, en estas dos obras, y desenfreno; Daniel se exilia y muere para después en la novela ulterior, se llama dejar el campo libre a Georges y a Jeanne; Jacques. El primer amante de Madeleine, Laurent y Teresa asesinan a Camille y amigo de la infancia del marido, y a quien acaban en un suicidio común; Madeleine, se creía muerto, reaparece de pronto en ella también, se mata, mientras que la vida de la pareja, destruyendo su Guillaume se hunde en la locura. tranquilidad, conquistada a pesar de las Habiéndose agotado este esquema, sospechas y de la malevolencia del en- después de 1868 Zola se volverá hacia torno, y conduciendo al suicidio a la joven una inspiración completamente diferente. mujer, devuelta a los insoportables re- Un ciclo de la Familia sucederá al ciclo cuerdos de su decadencia. "Me topé en de la Mujer, del que Madeleine Férat es el gran camino con mi pasado vicioso, el último volumen. Por lo demás, el mode- que me hizo enloquecer, y encuentro aquí lo comprendía toda clase de variaciones. la virtud que me aniquila" (Madeleine, III, 3). de Ante el fracaso de este primer intento sucedía en la colina Sainte- dramático, Zola soñó desde 1867 con En sus escenarios: La confesión Claude Geneviéve; Le Vceu d'une morte trans- hacer una novela a partir de la obra de portaba al lector a los barrios elegantes; teatro. Pero la redacción de Teresa Raquin hizo que pospusiera la adaptación. * Prefacio de Madeleine Férat. Mémoire du Livre, Paris, 1999. * * Henri Mitterand, profesor emérito en la Universidad París III, profesor en la Columbia University (Nueva York), y presidente de la Sociedad Literaria de los Amigos de Émile Zola. La voluntad de una muerta (N. de la T.) 1 Retoma la idea durante los primeros meses de 1868. Y es en ese momento que inventa un dato esencial, que no aparece en el drama original, el motivo de la "impregnación": un motivo más precisamente "fisiológico", y al mismo tiempo más propicio para hacer entrar en 5 Desde el primer número de la revista Biblioteca de México, que salió de las prensas en enero de 1991, concebida y dirigida por su fundador el poeta Jaime García Terrés, nuestra publicación ha sido diseñada por Germán Montalvo, un maestro de su especialidad a quien debemos el decoro tipográfico y el celebrado perfil plástico que ha sido distintivo de la revista y aspiramos a conservar. Germán Montalvo deja a partir de este número el cargo de diseñador responsable que ha desempeñado durante más de una década, para atender otras obligaciones profesionales, aunque esperamos seguir contando con su ocasional colaboración en números especiales. Germán Montalvo ingresó desde muy joven en la escuela de iniciación artística del Instituto Nacional de Bellas Artes y poco después, cuando cumplía 20 años de edad (1976) hizo estudios en la Scuola del Libro de la Societá Umanitaria de la ciudad de Milán. Profesionalmente se desarrolló más tarde en los talleres de la Imprenta Madero donde colaboró con Vicente Rojo y Rafael López Castro y donde se imprimió durante varios años la revista Biblioteca de México. Despedimos por hoy a Germán Montalvo, y le deseamos nuevos logros artísticos en los proyectos y tareas que tiene a la vista. EMILIO Z O L A . 1840-1902 Con el auxilio invaluable de la información literaria, iconográfica e histórica que para montar la exposición dedicada al gran escritor francés nos brindaron la Embajada francesa y la Mediateca de la Casa de Francia hemos reunido buena parte del material que compone el presente número. De padre italiano y madre francesa, Emilio Zola obtiene la nacionalidad en Francia a los 21 años de edad, pero prácticamente desde la adolescencia (1854), a los 14 años de edad, redacta ya una primera novela {Un episodio en tiempos de las cruzadas), y a partir de sus veinte o veintiún años de edad, emprende formalmente la aventura literaria que ocupará su vida entera. Tras una copiosa labor de cuentista, de novelista y de crítico que se extiende desde esos años 60 al año 1867 (obras entre las que cuentan los volúmenes titulados Les Mystéres de Marseille y la exitosa Te- juego el resorte de la fatalidad trágica. Madeleine se limitaba a explotar una situación: el regreso intempestivo de un antiguo amante, que devuelve a la joven mujer a las ignominias de su pasado y que revela a su marido lo que fue antes de convertirse en su amante y luego en su mujer. Madeleine Férat añade a esta situación una tesis, que es al mismo tiempo un ingrediente trágico. Entre el drama y la n o v e l a , Z o l a recordó o releyó El amor y la mujer de Michelet, que había leído cuando tenía veinte años. Fue ahí donde encontró la idea de la "impregnación". Michelet la debía a su vez al Tratado de la herencia natural del d o c t o r P r o s p e r L u c a s , publicado entre 1847 y 1850 y que Zola había descubierto en 1864, sin echar mano de ella todavía. Para Lucas y para Michelet, una mujer pertenece por el resto de su vida al hombre que la poseyó por primera vez. Lleva de él, en su cuerpo y en su alma, una huella indeleble. Queda "impregnada", a tal punto, que da al hijo legítimamente concebido con su marido los rasgos de su primer amante. Lucie, la hija p e q u e ñ a de M a d e l e i n e y de Guillaume, se parece a Jacques, el primer amante. Más perturbador aún: la joven mujer, alcanzada nuevamente por sus recuerdos, empieza a su vez a parecerse a Jacques y recobra su antiguo comportamiento de concubina... Lanzada hacia su pasado por una fuerza irreparable, y como alucinada, volverá a caer en los brazos de Jacques, a pesar del horror que éste le inspira ahora. "Venus entera a su presa atada"... La tesis de una "impregnación" indeleble y hereditaria de la mujer por aquel que la hizo mujer es la forma moderna de las fatalidades antiguas, del juego cruel de los dioses con la criatura, la mitología que convenía a una época en que las reflexiones científicas habían sustituido a las creencias arcaicas. Esta teoría es fantasiosa respecto de la biología actual. Ya era fuertemente Zola niño. Daguerrotipo discutida en vida de Lucas, de Michelet y sirvienta hugonota, especie de Casandra de Zola, pero poco le importaba a éste maldición del Dios de los cristianos, así último. Le interesaba como le interesaba como por un capricho de la naturaleza, protestante, y sus últimas palabras ante todo el discurso médico de la época y se convierte en un "caso perfecto" de el cadáver de Madeleine: "Dios Padre no todo el discurso contemporáneo, empe- mártir fisiológica y pasional; así pues, perdonó". Si la obra tiene en cierto modo zando por el de Flaubert y el de los Gon- vence en patetismo a sus antecesoras atisbos de una reminiscencia antigua, court, acerca de Emma Bovary, Germinie L a c e r t e u x y también los tiene de una de las visiones Teresa Raquin. cristianas del pecado original, la que se la seducción y de la opacidad de lo femenino. Y sumaba su propia nota a los múltiples llamados de La f a t a l i d a d de la i m p r e g n a c i ó n cuestiona sobre la posibilidad de la gracia Zola en favor de una vía "fisiológica" de seminal, al llevar su efecto mucho más y la redención. Por un lado o por otro la novela, que se atrevería por fin a allá de la primera relación sexual, funcio- traduce un discurso puritano a la vez asociar en una misma audacia de la na según una lógica y una dinámica de temeroso y represivo, que atraviesa todo mirada las fatalidades del cuerpo y las d o b l e d i s p a r a d o r que c o n d u c e m á s el siglo y que se instalará por mucho de la sociedad. Mejor aún, ofrecía una infaliblemente tiempo en el corazón de la mayoría de doble ventaja, que Zola, en calidad de sesperación y al suicidio: convierte al hijo las novelas del autor de Los joven observador avisado de las curio- en recuerdo viviente, en espejo, de las Macquart. sidades intelectuales del momento y faltas pasadas de la madre, y lanza a ésta fermento, la desnudez, el culo, que lleva conocedor ya entendido de las técnicas última en la repetición - d e g r a d a d a - de a la d e s c o m p o s i c i ó n de nuestra so- de la ficción, había captado perfecta- la falta original. Basta con escuchar, en ciedad", escribe con crudeza Zola en el mente: Madeleine Férat, golpeada en su la n o v e l a , l o s a n a t e m a s y las a d - esbozo de Nana. Ese poder fascinante y carne y en su descendencia por una v e r t e n c i a s de G e n e v i e v e , la anciana maléfico le viene de la naturaleza. Pero a M a d e l e i n e a la de- 6 Rougon- La mujer es el instinto: "el tiene que pagar por las ruinas que provoca. El olvido, el perdón, la redención, la paz interior que nacería de una conyugalidad y de una maternidad felices le están prohibidos a Madeleine. Por el contrario, todo aquello que reprimió con la esperanza de cambiar de vida, de cambiar de piel, regresa simbolizado por el retrato de Jacques colgado en la habitación conyugal, y en la reaparición de otra figura especular, Louise, llamada Cardenillo, antigua prostituta, compañera de Madeleine, convertida en mendiga. La dignidad recobrada de Madeleine será violada dos veces, y aniquilada: por la irrupción de Cardenillo y por la de Jacques, que aparece fantásticamente de ninguna parte para devolver a Madeleine a su verdadera historia y a su verdadera naturaleza: la de una mujer definitivamente manchada y envilecida. No hay remisión del pecado. Peor a ú n : a r r a n c a d a la m á s c a r a , Madeleine vuelve por voluntad propia a ser la de antes, y adopta nuevamente las formas físicas y los modales de la "manceba" habitada por el deseo de su primer amante. Justo en el momento en que su pequeña hija muere, lejos de ella, corre a la cama de Jacques, en una escena más alucinante y más terrorífica aún que la del suicidio final. Así pues, la intriga de la novela está injerida entre el s e x o , en el primer capítulo, y la muerte, en el último -que lleva, casualmente, el número 13, el número de la mala s u e r t e - : Eros y Tánatos. Del deseo a la muerte, o a la locura. Deseo, delirio. Ante el cuerpo de Madeleine, fulminada por la convulsión del envenenamiento, Guillaume se hunde en la locura. "Dios Padre" no la perdonó, ni a él tampoco. Culpables ambos. Porque el hombre no puede conservar su cordura y sus fuerzas, su humanidad, más que de dos maneras: permaneciendo casto como Faujas en La conquista de Plassans o Eugenio Rougon en Su excelencia Eugenio Rougon-, o asociando a la mujer a una obra común para redimir su indignidad original; esto sólo se produce dos veces en Los Rougon-Macquart, con Octave Mouret y Pascal Rougon, pero se convertirá en una regla en Las tres ciudades y en Los cuatro evangelios. En Madeleine Férat, Guillaume, hijo natural alejado por su padre, estudiante tardón, marido incierto y atormentado, no supo resistir la atracción de Madeleine ni construir con ella una empresa común. Él también será castigado -por mediocre. Ésta es sólo una de las redes fantasmagóricas de la obra, que atrajo de inmediato la atención de los críticos, por la dureza de su tesis o por los aspectos melodramáticos de sus implicaciones. Existen otras que la crítica moderna nos ha enseñado a discernir. Muy curiosos resultan, por ejemplo, los detalles que se desprenden de la novela, a veces en voz de los protagonistas, sobre la infancia y la adolescencia de Madeleine y de MENTÜEftt Guillaume. Se deslizan como la sombra de Alexandrine Meley, la compañera de Zola desde 1865, en e s p e r a de convertirse en su mujer en 1870, otra, m á s c l a r a , del m i s m o Z o l a . C o m o Alexandrine, que perdió a su madre a la edad de nueve a ñ o s , Madeleine es huérfana, y fue educada en el internado. Los recuerdos que evoca Guillaume en el capítulo IX de la novela son aún más sorprendentes: visiblemente Zola le proporcionó ecos de su propia infancia en las cercanías de la calle Silvacanne, en Aix, con los bohemios instalados en los terrenos baldíos, y de sus primeros años de escuela, con compañeros patanes que lo maltrataban, sus sueños de exilio en paisajes imaginarios, y el apoyo protector de un compañero de elección. Pero sobre todo no hay que deducir que la obra tiene como modelo personajes reales y situaciones vividas, y debe leerse parcialmente como una autobiografía disfrazada. Nada, absolutamente nada de lo que conocemos de la h i s t o r i a auténtica de Z o l a , de Alexandrine y de Cézanne, nos autoriza a identificar a este trío con el trío GuillaumeMadeleine-Jacques. Estas analogías resultan de la comodidad de un novelista que no se preocupa por buscar muy lejos para dar a su personaje los rasgos de un intelectual soñador y amoroso. Aunque no dejan de tener significado, al menos para el lector interesado en la génesis íntima de las obras, más allá de las simples cualidades de intriga, de composición y de escritura que tuvo el placer de ir descubriendo. Zola sabe que no fue el primer hombre en la vida íntima de Alexandrine. En 1859, a los veinte años, esta última -como un gran número de jóvenes parisinas seducidas, y luego abandonadas- dio a luz a una pequeña, nacida de padre desconocido. La niña, entregada a la asistencia pública por su joven madre desamparada, había muerto a la edad de tres s e m a n a s . . . Nos abstendremos de insistir en analogías frágiles. Sugeriremos solamente que la historia de Madeleine y de Guillaume, antes de pasar por el molde del melodrama o de la novela negra, que acumula a placer las fatalidades y las desgracias en contra de la heroína, podría remontarse a la "rumiadura" subconsciente de una frustración, si no de una acusación. Falta saber si, en 1868, Alexandrine ya había confiado a Zola este episodio cruelmente doloroso de su pasado: lo ignoramos. Los Zola nunca concebirán hijos juntos: ¿es acaso porque temen encontrar en ellos la imagen del amante de 1858? Leído bajo esta luz en claroscuro, Madeleine Férat puede aparecer como el eco de una herida íntima. Con esto se 7 rése Raquin), Zola comienza intensamente a trabajar en otros muchos ambiciosos proyectos, como los relacionados con Histoire d'une famille, nada menos que el esquema previo a la serie de diez novelas planeadas para conformar su mayúscula colección que se inicia con La fortuna de los Roug Macquart, que se empezó a publicar en Le Siécle por entregas en el año de 1871. Con esa obra, por mi parte, comencé también en la adolescencia, a cursar las obras de novelistas mayores, favorecido por el gran número de traducciones castellanas de Zola que circularon en México desde su aparición en Francia y durante las primetas cuatro décadas del siglo xx. Pero así proseguí con la serie de esas novelas magistrales editadas en 1873: La conquista de Plassans (en la que un tiránico clérigo se apodera de una casa y una familia, como en la posterior La Regenta de Leopoldo Alas o Stepanchikovo de Dostoievsky), después con la imponente La caída del abate Mouret, casi contemporánea de El crimen' padre Amaro de Queiroz. De extensa novela en particular he incluido en páginas interiores alg fragmentos de belleza liter excepcional, en traducciones anónimas (o piratas) de libros impresos en México en los primeros años del siglo xx, aunque serían preferibles las versiones de nuestro culto y desaparecido amigo Aurelio Garzón del Camino, que consumó la hazaña de traducir tanto la obra entera Balzac como la de Zola. Muchas espléndidas colaboraciones hemos reunido aquí, como puede verse en el índice, de autores extranjeros y mexicanos, pero es interesante subrayar alguna referencia al artículo de nuestro amigo Ernesto de la Peña, que recuerda cómo Gustave Lanson, eminente crítico francés, aunque vela con sospecha las teóricas pretensiones científicas de Zola, decía sin embargo que "sus novelas son pesados y oídos poemas, pero poemas. Las descripciones son intensas, estallan, aplastan y se transforman en visiones alucinatorias..." Eso es lo que importa, el genio poético y literario del novelista, más que sus doctrinas estéticas, que tampoco son del todo despreciables. Léase el homenaje de la revista al gran autor y disfrútese de esa selección de las numerosas páginas que a la descripción del vastísimo jardín paradisíaco, el Paradou, dedica en la obra nuestro novelista. FranQois, Émilie y Émile Zola. Retrato familiar corrige el efecto de la pura y llana Sin embargo, los mitos nunca fun- figuraciones cuyo sentido rebasa por aplicación narrativa de una arriesgada cionan solos. En este regreso del padre mucho los conocimientos y los modos de tesis tomada de la mitología romántico- d e p r e d a d o r , b e l i c o s o y v i o l a d o r de pensamiento contemporáneos. biológica. Pero nos aventuraremos aún mujeres ingenuas, que busca correr al [Esto no limita en absoluto la adquisición más lejos en compañía del psicoanálisis hijo para e x o r c i z a r la p r e d i c c i ó n de p r o g r e s i v a de una m a e s t r í a t é c n i c a . parricidio, veremos también el primer Madeleine las dos formas del e s b o z o de la " b e s t i a h u m a n a " , del Teresa m i t o " c o m p l e j o " de E d i p o - d e s e o monstruo atávico que surge por detrás, crimen, el remordimiento, la inhibición y el prohibido y sentimiento de c u l p a - están del "mal hereditario" que llevará más suicidio se sucedían en un encadenamiento presentes en la novela. Guillaume busca tarde a Étienne, en Germinal, o a Jacques de implacable lógica, yendo de peripecia en su esposa Madeleine una tranquilidad Lantier, en La bestia humana, a repetir en peripecia y de suspenso en suspenso, maternal y protectora. Jacques, el antiguo el crimen primitivo, a matar a su vez, y sin la intervención de azares externos. Si amante de Madeleine, el mejor amigo de acoplando en un mismo movimiento la Guillaume y Madeleine van de lugar en infancia de Guillaume y su primer pro- libido y la muerte. Después de todo, fue lugar, de París a la Noiraude, de la Noiraude tector - u n padre sustituto-, ha desa- Guillaume quien le abrió a Madeleine el a París y de nuevo a la Noiraude, es por la parecido; y cuando aquel a quien se creía laboratorio donde estaba la vitrina que necesidad de lances imprevistos, de muerto reaparece, este regreso no es c o n t e n í a los v e n e n o s . E m p a p ó s u s regresos al pasado, y también, quizás, por sino el del padre excluido, que conforma manos en la sangre de Madeleine. Y su la publicación en folletín. Pero no por ello entonces un mal tercio entre los dos r i s a t r a d u c e , b a j o la f o r m a de la la composición deja de estar hábilmente esposos y destruye el idilio simbólico demencia, el placer que le c a u s a su dispuesta. La alineación de los trece del hijo con la madre. ¿No es acaso, por propia caída en el rencor, la violencia y la capítulos no logra disimular completamente poco que sea, la historia fantasmagórica pulsión de asesinato. A su manera, se un dispositivo en tres movimientos. El de Émile Zola, quien a su vez perdió a su saca los ojos, metafóricamente. freudiano. Según Jean Borie, autor de 2 Zola et les Mythes, padre, su protector natural, a los siete años, pero que con ello ganó al mismo tiempo un téte-á-téte exclusivo con su madre, comprometida ella misma en hacer subsistir la obra del desaparecido? Esta situación pudo haber secretado poco a poco un sentimiento edípico subconsciente de culpa y de celos mezclados, cuyo reflejo encontramos en la estructura de las cuatro novelas mencionadas, de La confesión de Claude a Madeleine Férat, que recurren siempre a la rivalidad de dos hombres por una mujer, y en las que el segundo vuelve del más allá para recuperar lo que le pertenece y arruinar la intimidad anhelada. concibió Madeleine que Férat. Nada de esto p o d í a s e r c a p t a d o por s u s c o n t e m poráneos, que se contentaron con calificarlo de complaciente hacia "lo horrible y la e x a g e r a c i ó n " . Pero los lectores modernos de esta novela no p o d r í a n m o s t r a r s e s o r p r e n d i d o s , ni considerarla únicamente como una obra de j u v e n t u d a j e n a a la inspiración posterior de Zola. Ni siquiera como una novela puramente "fisiológica", escrita por un buen discípulo del doctor Lucas y de Michelet. De un extremo a otro de su carrera - y Madeleine Férat es una etapa n o t a b l e en el c a m i n o - , en las profundidades del motivo pasional o social 2 Zola y los mitos. Le Seuil, 1971. vienen a instalarse arquetipos y con- 8 donde el adulterio, el primero cubre cinco capítulos, con el uso Por lo tanto, hay también cierta locura en la i m a g i n a c i ó n del h o m b r e Férat no tiene la tensión de Raquin, clásico del regreso en el segundo capítulo: d e s p u é s de una j u v e n t u d d i s i p a d a , M a d e l e i n e , e s p o s a de Guillaume de Viargue, puede aspirar a la quietud de una vida de pareja provinciana. Pero la segunda parte, también repartida en cinco capítulos, introduce de episodio en episodio el anuncio de una irremediable desgracia: la llegada i n e s p e r a d a de J a c q u e s a la Noiraude, la confesión de Madeleine a Guillaume, el primer exilio de la pareja a la casita apartada, el descubrimiento de los rasgos de Jacques en el rostro de Lucie, la parada fatal en Mantés, en el Hotel du Grand-Cerf donde Jacques -broma diabólica del deus ex machina- también hizo parada, la entrada de la mendiga, el asalto de los recuerdos, el regreso desesperado a la Noiraude, donde las tormentas internas COLLEGE D ΑΙΧ. SáMQSSWASS 9 3 8 A T ! 3 ? A S Y I S H A c e o r d é a 1'ÉIéTe Χ^Λ. Pour sa place de Premier en A t ¿ ¿ ¿ , ? L« Principal. nan sustituido los breves momentos de ocupa con Guillaume - l a habitación 7, de vidas fracasadas, situaciones paroxís- felicidad del inicio. nuevo un número cabalístico, según ticas, escenarios catastróficos, con- El finale será más rápido: ¡tres capítu- algunas n u m e r o l o g í a s - , M a d e l e i n e d u c t a s de e s t r é s , de p á n i c o y de los, en los que se acumulan los golpes reconoce los grabados que cuentan la autodestrucción. Son modelos heredados del destino - l a enfermedad, la recaída y historia de Príamo y Tisbe, que había visto de su primera formación, que fue ro- muerte de Lucie, la doble neurosis de ya en ese mismo lugar, en compañía de mántica, pero también de su iniciación G u i l l a u m e y de M a d e l e i n e , Jacques. Este motivo no es fortuito: Zola, positivista, que lo dejó sin ilusiones ahora separados-, las locuras, las decisiones en con respecto de las servidumbres del cuerpo funestas y los signos precursores del Alexandrine, durante el verano de 1868, y el peso de las costumbres. Dotan a la desastre final! La novela se termina en en el cuarto del herrero de Bennecourt, obra, más allá de sus figuras nacidas de un infierno de furia y autodestrucción. La su lugar de veraneo cerca de Mantes, los tópicos novelescos de la época, de agonía de Madeleine es más breve que había visto precisamente ahí grabados su violencia y del rigor de su encadenamiento narrativo. las noches que pasaba la de Emma Bovary, quien también se sobre Príamo y Tisbe. Del mismo modo, envenena; pero se mata teniendo como conservó una imagen exacta de los A esto se suman cualidades más telón de fondo un escenario alucinante, miserables cuartos de estudiantes y de singulares aún: las que emparentan a un que proviene más del romanticismo bohemios donde vivió en el Barrio Latino, sinnúmero de páginas de la novela, tanto negro, de la novela gótica o de Las unos ocho años antes, y a los que en en sus interiores como en sus exteriores, Diabólicas de Barbey d'Aurevilly, que de una u otra o c a s i ó n llevó a a m i g a s con el trabajo de los pintores de la nueva la cotidianidad realista.] o c a s i o n a l e s : la calle S o u f f l o t , por escuela, aquellos que Zola conoce bien, y ejemplo, donde instala que unas veces llama los "paisajistas", gran preocupación por la autenticidad momentáneamente a Madeleine. Sin otras veces los "actualistas" y otras veces histórica y social. El tiempo de Los Rou- mencionar los bosques de Verriéres - e n los "pintores naturalistas", antes de ser gon-Macquart, "historia natural y social el valle de la Biévre-, destino preferido definitivamente llamados los "impresio- de una familia durante el Segundo de sus salidas dominicales, antes y nistas". Tal retrato de Madeleine, en el Imperio", no ha llegado aún; y el na- después de la llegada de Alexandrine a momento de la partida de su amante, al turalismo de Zola sabe tomarse sus liber- su vida. Así pues, las e v o c a c i o n e s final del capítulo II, evoca a un Degas en tades. En todo caso es heteróclita, y familiares y las apariciones pesadillescas sus inicios. Tal otro se parece a un Renoir. mezcla los estereotipos del folletín a la se avienen, sin temor a la mezcla de Tal paisaje, en los alrededores de la antigua y las representaciones de lo vivi- géneros. Noiraude, es idéntico a la imagen de un De hecho, la obra está construida sin la n o v e l a podido Daubigny. La noche de la tragedia cae poco apariciones del triángulo amoroso de los permanecer como una recopilación de a poco sobre los personajes. Pero durante De Rieu- Zola ubicó la acción de varios "escenas de la vida bohemia", tal y como algunos momentos, al principio de su capítulos en una región que conoce bien el mismo Zola las había vivido durante historia, por haberla frecuentado con regularidad algunos meses, como poeta famélico, en despreocupación, tal y como los jóvenes pintores de la generación del autor la do, así como el drama y lo burlesco -con Madeleine Férat habría conocieron la luz de la desde 1866: la ciudad de Mantes y compañía -muy rara v e z - de jovencitas Vétheuil (sin h en la novela), en la ribera fáciles: a decir verdad, sólo conocemos plasmaban en sus lienzos, en las riberas derecha del Sena, entre Médan y Giverny, a una, muy vagamente, en su biografía, del Sena. Por esta razón, sería tiempo de donde su amigo Monet se establecerá lo que no significa que no haya tenido observar que, si bien Madeleine Férat es en 1878. Los capítulos IX y X conducen o t r a s . Pero su primera imaginación una novela dura, si no es que terrorífica, a los tres personajes principales al Hotel novelesca, antes de Los es también una novela a r t i s t a , que du Grand-Cerf, que existe entonces efecti- quart, lo lleva hacia otros rumbos: hacia anuncia briosamente la doble pincelada vamente en Mantes. En la habitación que personajes malditos, destinos criminales, que caracterizará las obras posteriores. 9 Rougon-Mac- GIL BLAS GERMINAL EMILE ZOLA JEAN FRANCO' EMILE ZOLA: EL AFÁN DE LA VERDAD Zola en 1872 El 29 de septiembre de 1902 fallecía en París, a la edad de sesenta y dos años, Émile Zola, en la cumbre de la gloria y la execración, respetado y vilipendiado, admirado y odiado. Autor de una obra inmensa, forma parte hoy de los diez escritores más traducidos en el mundo y ya son incontables las famosas adaptaciones cinematográficas de sus obras (La bestia humana, El puchero hierve, Nana, A la dicha de las damas, Germinal, entre otras) así como las versiones teatrales más diversas. El conjunto de sus obras novelescas Los Rougon-Macquart, compuestas entre 1867 y 1893, y que lo han vuelto famoso en el mundo entero, sólo representa una tercera parte de su producción total, marcada asimismo por artículos de prensa y de crítica, un sin fin de apuntes y observaciones tomadas de la realidad que constituían otros tantos esbozos o materiales para los textos novelescos. Escritor de múltiples facetas, nunca desertó de su responsabilidad social como creador, supeditado a su magisterio moral, vinculando estrechamente ética y estética. 1] El polemista acalorado En el siglo xix, la novela se consolida verdaderamente como género en los márgenes del periodismo, estando íntimamente ligadas ambas actividades (las primeras novelas de Zola, como las de Maupassant se publicarán por entregas en diarios). El joven Émile Zola hace sus primeras armas de crítico de arte y nunca abandonará esa actividad de observador y comentarista ilustrado. Pertenece a esa generación de artistas que sabe ver y sabe fijar en el lienzo o el papel la visión instantánea, en su misma fugitividad. Amigo de colegio de Cézanne en Aix-en-Provence, ha estado en la buena escuela de los pintores: es en el taller de Manet donde hace su aprendizaje, haciéndose capaz de captar el rasgo significante: ademán, mirada, pliegue del vestido, actitud u objeto notable. Sus análisis periodísticos se convertirán en modelos de sagacidad y profundidad. ' El profesor Jean Franco es agregado de Cooperación Universitaria e Investigación de la Embajada de Francia. Al mismo tiempo, el periodista ostenta sus convicciones con una firmeza que corre pareja con una valentía de la cual proporcionará más de un ejemplo. Así es como va a defender con virulencia a los impresionistas, blanco de la inquina de los partidarios del clasicismo quienes rechazan en los Salones las obras de Manet, Pissarro, Monet o Degas, a riesgo de producir escándalos y suscitar la provocación, con objeto de que triunfe la nueva pintura. Turiferario apasionado de la nueva estética, no duda en contender con los secuaces del arte oficial, suscitando debates y polémicas encarnizadas: él exige que la naturaleza aparezca en el arte tal como es, sin afectaciones ni remilgos. Aunque se alejará después de los impresionistas, seguirá siendo un adepto de la palabra verdadera y de la libertad en el arte, más allá de los dictámenes de los burócratas de la cultura. Desplegará luego la misma energía para defender su concepto de la novela, siempre algo provocador, exacerbando en ocasiones sus posturas. Superando el realismo (sin embargo traba amistad con Flaubert y Maupassant) y reuniendo a sus discípulos en su casa (las famosas "Veladas de Médan"), propugna el naturalismo con el más extremado vigor abandonándose con facilidad a la polémica. Sus libros de 1879, La novela experimental, y 1881, Los novelistas naturalistas, proclaman las nuevas convicciones: la literatura es determinada por la ciencia triunfante, por eso ha de ponerse bajo su égida. Respaldándose en las teorías de Claude Bernard sobre la medicina experimental, propone que el creador de ficciones experimente a su vez, haciendo que se muevan los personajes en una situación particular para mostrar que la sucesión de los hechos será así como lo pide el determinismo de los fenómenos que se estudian. Parafraseando a Claude Bernard, Zola declara: "Nosotros los novelistas somos los jueces de instrucción de los hombres y sus pasiones". En los periódicos sonarán mucho las contiendas entre críticos en que Zola participará con ardor, aunque se encuentre un tanto protegido por su nueva celebridad. Este reconocimiento oficial hará que vengan a buscarlo los amigos y partidarios del capitán Dreyfus, y Zola, La taverne du Bagne y la fiesta de Montmartre, por Félix Buhot obedeciendo a sus convicciones éticas, no se echará atrás. apuntes, hechos de o b s e r v a c i ó n , croquis, planos, Publica en el periódico L'Aurore, dirigido por Georges escorzos, como fase de preparación para la realización Clémenceau, su famosa carta abierta al presidente de la de una novela, al modo de un pintor que realiza bosquejos República (13 de enero de 1898) con el título provocador o de un director de cine que procede a prefilmaciones. de "Yo acuso", con objeto de denunciar la razón de estado Zola, etnógrafo contemporáneo, reconoce el terreno, y el antisemitismo, coronando de este modo una existencia interroga a banqueros, hace el trayecto París-Mantes en por entero dedicada a la defensa de sus ideas contra los una locomotora para impregnarse del medio, baja a las poderes constituidos, políticos, sociales o culturales. Este minas de Anzin, recorre los estantes del Bon Marché con valor le merecerá además un año de exilio y odios tenaces. el lápiz en mano, hace un viaje a Beauce para conocer Su muerte accidental por asfixia, en la noche del 28 al sus campesinos. Consciente de la importancia del entorno, 29 de septiembre de 1902, tal vez se debiera a la maldad: parte de lo cotidiano, de la realidad individual cualquiera la hipótesis criminal demuestra, si cabe, hasta qué punto que sea, para poner de realce el amor a la tierra, las el caso Dreyfus trastornó a la sociedad francesa y pone pulsiones del cuerpo, el afán del dinero, los mitos, de realce la valentía de Émile Zola en defensa de la verdad. prohibiciones y tabúes. El reportaje de ese bulímico de la 2] El antropólogo apasionado del siglo xix cinco veces mayor (publicación en los Cuadernos Muy pronto, Zola aparece como un hombre de ciencia extraviado en la literatura. A este respecto, pertenece verdaderamente a ese siglo xix f a s c i n a d o por la industrialización naciente y el desarrollo de las ciencias. Ya se ha notado que Claude Bernard le proporciona un zócalo experimental que se esmera en adaptar a la creación literaria. A Hipólito Taine le va a pedir prestadas dos ideas clave para la arquitectura global de su obra: el influjo de la herencia y el del medio, que supuestamente explican los fenómenos sociales. Los personajes de la saga de Los Rougon-Macquart serán predeterminados doblemente y las novelas lo ilustrarán. Por lo demás, el final del siglo se sitúa bajo los auspicios de la teoría de los tres estados de Auguste Comte: Zola en ocasiones se inspirará en ella, dejando traslucir su admiración positivista hacia la era de la técnica y del progreso. investigación en 1989) que la novela a la cual dará vida: mirada sobre los Grandes Almacenes ocupa un espacio "La literatura tomará cada vez más el aspecto de la ciencia", decía Flaubert anteriormente, y Zola se inscribirá en esa línea al sacralizar la observación de los hechos humanos, los cuales "no son cosas" sino realidades mudables que deben ser captadas en su fluidez y fijadas por un procedimiento reflexivo y "científico". Esta preocupación por el detalle verdadero, el documento revelador, va a llevar a Zola a acumular montañas de de El paraíso de las damas. Goloso de las cosas vistas u oídas, acumula los detalles típicos que remiten a las reglas y apremios del juego social que él escenifica de este modo. Practica la entrevista avanf la lettre interrogando a campesinos, mujeres galantes, obreros, empleados, venteros, pintores, soldados; entra en la intimidad de los medios, de la Goutte d'Or a la Plaza de Abastos, de la Bolsa a la Ópera, del Teatro de las Variedades a los barrios burgueses de Passy, sin ocultar nada de las grandezas y vilezas. Sus veinte años de observación, servidos por un buen sentido del análisis y síntesis y un espíritu de sistema muy desarrollado, harán de él el mejor sociólogo o antropólogo de la Francia del siglo χιχ o un excelente historiador de las mentalidades avant la lettre. Su tendencia a organizar en grandes series y en ciclos procede de sus convicciones científicas: Los Rougon-Macquart apuntan a ser la historia natural y social de una familia en todos sus componentes y, más allá, el reflejo del Segundo Imperio y de la Tercera República. 3] El novelista de Imaginación desbocada Afortunadamente, este espíritu sistemático de sociólogo o teórico mecanicista cede ante la índole apasionada y ardiente del creador que muy pronto va a rebasar sus propias teorías para dar rienda suelta a su imaginación. Hecho el trabajo preparatorio, el espíritu creador cobra sus derechos y aniquila al cientismo que se hace cascara vacía. "Zola -apunta Elie Faure- no tomó el libro más que como medio de acción. Zola no es un literato, Zola no es un artista: como Homero, como Lucrecio, es una fuerza elemental." Hay, en efecto, en Zola una potencia primitiva que estalla en cada página y da al traste con las hermosas teorías científicas. Lo que se pone de relieve son las pasiones locas o salvajes, los dramas humanos, las identidades secretas. Son numerosas las situaciones paroxísticas y revelan un sentido acusado del dramatismo: las novelas de Zola están marcadas por lo trágico y lo patético. Aunque el narrador finge cierta distancia o indiferencia, se sienten sordos estremecimientos que agitan las páginas: estamos muy lejos de la simple relación sociológica y es dable encontrar en Zola un temperamento romántico volcado a la exaltación, ya sea en lo admirable o en lo grotesco. La evocación de la vida en las minas, la caída de Gervaise y Coupeau, los extravíos de Nana que la llevan a la perdición, los crímenes sórdidos en Teresa Raquin y en La bestia humana, las relaciones de fuerza en el mundo industrial y comercial, la animalidad de los campesinos, todo ello es relatado con una fuerza brutal y primitiva que hace todo lo interesante del novelista Zola que escribe dramas líricos al estilo de Balzac. Es más: paradójicamente, el "fisiologista social" se deja llevar por el entusiasmo y los arrebatos. Mientras las novelas describen sin ninguna complacencia un universo del Segundo Imperio marcado por la dureza de las relaciones sociales - p o r lo demás, no hay ningún maniqueísmo en Zola quien pinta las infamias y taras de los de abajo tanto como la voracidad de los burgueses o la vileza de los empleados-, se halla al nivel del estilo una celebración del mundo moderno, una fascinación por la máquina y el hada Electricidad que se hacen mágicas. Incluso las realidades sórdidas o monstruosas quedan transfiguradas por un enfoque a menudo lírico: la mina devoradora se hace un monstruo alucinante y grandioso. Germinal, que deja de ser un reportaje objetivo sobre los caseríos de mineros, es arrebatado por el soplo de la epopeya, la masa de mineros es un personaje completo y el espacio de la mina un sistema de valores simbólicos. El procedimiento de la alegoría (la Plaza de Abastos, brontosaurio de hierro, la locomotora como animal mitológico, el Almacén como pulpo, la tierra encarnación de la fatalidad, el alambique grandioso e inquietante) aleja de la actitud científica del inicio y revela los mecanismos secretos de la vida humana transpuestos en el mito o la epopeya. El mundo de la técnica es magnificado y rechazado a la par, en una mezcla de repulsa y fascinación que define la postura de Zola frente a ese mundo que nace en las convulsiones y los dramas pero que muestra la grandeza del espíritu humano. Así pues, la postura científica de Zola es afortunadamente contrarrestada e incluso aniquilada por una imaginación que se nutre de visiones simbólicas y reminiscencias míticas. Los discípulos de Zola que aplicaban los preceptos del maestro no pasaron a la posteridad: sin duda estarían desprovistos del temperamento poético del huésped de Médan. EN VENTE CHEZ TOUSLESUBRA1RES ε. Zola Edition illustrée LivraisonlO C. MARPON&1 FLAMMARIOfl, EDT IEURS, 26.FILIEHACN IE Lorsqu'il se lance dans l'écriture des croquis releves sur les lieux Zola s'y référera d'ailleurs pour de«fain d'un román, Zola a déjá derriére luí de Taction, et une multitude de notes repondré aux critiques qui l'accusent reels dai plusieurs semaines de travail, documentales, notes de lecture, de noircir complaisamment ses lecteuri matérialisées par un dossier plus ou notes d'enquétes, articles de presse, tableaux. humaine moins gros selon les cas: des cent lettres de correspondents donnant En 1880, Zola théorise cette maniere le théori douze feuillets de La Fortune des des informations precises - tout cela de travailler reposant sur des «notes le román Rougon aux milfe deux cent classé et soigneusement conservé prises longuement», propre aux que Mall evocatoi;' cinquante de La Debacle, en passant dans des chemises, chacune portant «grands romanciers contemporains ι par les six cent vingt-huit du Bonheur un titre générique. et en dicte les regles dans Le Roman minutieu des dames ou les neuf cent Ce dossier préparatoire constitue les experimental, s'appuyant et tirant des Roug cinquante-trois de Germinal. On y fondements et le matériau du román, argument de ΓIntroduction a l'étude poemes ι retrouve toujours les mémes mais aussi une preuve de la véracité de la médecine experiméntale de elements : une ébauche, des plans, des descriptions de l'écrivain qui Claude Bernard. Mais sous l'apparent des fiches pour chaqué personnage, entend faire oeuvre de naturaliste. dogmatisme, I'objectif principal reste ERNESTO DE LA PEÑA ZOLA Y LA QUERELLA DEL NATURALISMO A principios del siglo xx Gustave Lanson, el más eminente crítico e historiador literario de Francia, escribió lo siguiente respecto a Émile Z o l a , tras haber descalificado razoinadamente sus pretensiones científicas: SU!s novelas son poemas, pesados y rudos poemas, pero poemas. Las descripciones son intensas, estallan, aplastan y se transforman en visiones alucinatorias: el ojo del señor Zola, o su pluma, deforma y agranda todos los objetos. Lo que nos ofrece es un sueño monstruoso de la vida, no es la realidad simplemente transcrita. Su desenfrenada fantasía anima todas las formas inertes... 1 Subraya, al mismo tiempo, que el rebelde escritor tiene suma habilidad para mover y manejar a las masas, no sin apuntar que su penetración psicológica es deficiente por lo que se refiere a los individuos. La escuela que encabezaba Zola se propone nada menos que ser una forma prácticamente infalible de estudiar al hombre en sociedad. En vez de un ismo más, pretende hacer de la novela una disciplina científica que, para constituirse, se basa en ciertos postulados que no admiten refutación, aunque sí matices. 2 Por esta pretensión, controvertible como pocas, la escuela naturalista nació bajo el signo del repudio y la animadversión: tan contradictoria y a regañadientes como el juicio que se ha citado fue la actitud que, en general, se observó cuando aparecieron las primeras publicaciones de Zola, el mayor novelista de esta tendencia. El "proceso" del naturalismo se redobló y cobró mayores fuerzas cuando las inevitables escisiones y defecciones lo debilitaron. Zola, por su parte, no se dejó amilanar. El periodista Louis Ulbach, que se firmaba Ferragus, habla de una literatura pútrida, que no merece ser considerada artística y acentúa la simpatía de los naturalistas por el sesgo sórdido de los seres humanos. Es, afirma Ferragus, una literatura "que ce brotar pus de la conciencia". Frente a este juicio, rotundo y pasional, debe reflexionarse: algo que provoca tales desmanes en los demás, en el hombre del pueblo, para quien escribía Ferragus, ha de tener un contenido más hondo que el simple prurito de escandalizar o suscitar rechazo. En efecto, entre los naturalistas la escritura reclamó los privilegios de un rigor que podía ocupar el lugar de lo inmutable, si por tal se consideran los resultados de la ciencia. Nacida en Balzac y fomentada magistralmente en Flaubert, invadió las letras la tarea de escribir y describir casos de relaciones humanas que podrían servir de modelo, no sólo por la eminencia que les daba el arte, sino por la verdad que les confería la observación. No será raro, pues, que algunas narraciones partan de los llamados faits divers, es decir, las notas periodísticas que se ocupan preferentemente de lo que ahora llena la nota roja de los diarios. La literatura se acercó a lo documental en Madame Bovary, pero reclamó categoría de testimonio en la descarnada Germinie Lacerteux, de los Goncourt, y en Thérése Raquin, del propio Zola. El escritor supone, con bastante ingenuidad, que su tarea ha trascendido los excesos del romanticismo para entrar triunfalmente en los terrenos de una ciencia de lo humano, ciencia cuya confiabilidad se debe, no a la intuición, sino a la observancia de las leyes que rigen los fenómenos biológicos y, de allí, las relaciones personales y sociales. Además, sostiene en sus primeras obras (Thérése Raquin, Madeleine Férat) la endeble teoría de la "impregnación", según la cual toda mujer retiene en sí la imagen del primer hombre con el que tuvo cualquier relación emocional, al grado de que sus futuros hijos, aunque sean de otro padre, tendrán parecido con el primer amador. Hippolyte Taine, oráculo de la escuela, había proclamado que "el vicio y la virtud son productos como el vitriolo y el azúcar". Zola, su seguidor, deseoso de objetividad científica, se apoya casi a ciegas en el Tratado filosófico y fisiológico de la herencia natural, del doctor Prosper Lucas: el gran edificio de los Rougon-Macquart se asentará sobre esta obra, aunque el manejo que Zola hace de sus haHistoire de la Httérature francaise, Paris, Librairie Hachette et Ge., 1903, llazgos es, para decir lo menos, sumamente imaginativo y pp. 1061 y ss. Tilda a sus personajes de indigence psycho/ogique, ibidem. Citado en la parte documental de la edición de los Rougon-Macquart * Otra tesis de Taine decía: Se puede considerar al hombre como un establecida por Colette Becker. Émile Zola, Les Rougon-Macquart. Histoire naturelle et soríale d'une famille sous le Second Empire. Paris, 1991, Robert animal de especie superior, que produce filosofías y poemas aproximadamente como los gusanos de seda hacen sus capullos y las abejas sus colmenas nt, vol. 1, pp. 1112a 1120. 4 3 5 1 2 5 Zola hacia 1890 Biblioteca de México libre, pese a su confianza en el acierto general ae las leyes de transmisión de aptitudes y deficiencias. Pero para observar mejor el gran arco que traza la escuela naturalista en las letras francesas es necesario hacer algunas precisiones: podría decirse que, al revés de lo habitual, la nueva tendencia tiene un acta de nacimiento, aunque sería mejor decir que de confirmación: la cena celebrada en el restaurante Trapp el lunes 16 de abril de 1877, con asistencia de Joris-Karl Huysmans, Henry Céard, Léon Hennique, Paul Alexis, Octave Mirbeau, Guy de Maupassant y, como líderes de partido, Raubert, Edmond de Goncourt y Zola. Ρ Λ. tJc* c C 6 El propósito de este último, enunciado en el subtítulo de la serie de los Rougon-Macquart, fue reseñar cómo fue la vida de una familia en tiempos del Segundo Imperio. Pero hace dos puntualizaciones, cruciales para sus fines. Se trata de una historia natural y social, esto es, el hombre contemplado en una perspectiva que une lo íntimo (concebido como resultado previsible de los factores hereditarios) y lo plural: es la célula humana (estoy seguro de que este símil le habría encantado) que, según las ;s que le han sido imbuidas, se desplaza en medio de ejido social, con la salvedad de que la célula no es l a estructura simple, sino una compleja trama de pulsiones e impulsos que encontrarán diferentes impedimentos, apoyos y reacciones en el cuerpo social. Con visión certera se da cuenta de la nueva tendencia de la sociedad: "Lo característico del movimiento moderno es el atropello de todas las ambiciones, el advenimiento de todas las clases. Mi novela habría sido imposible antes del 89..." Para llevar a cabo su propósito, Zola cuenta con lo que los Goncourt observaron en el joven recién llegado a las letras: "una nota de voluntad acre y energía rabiosa." 7 ι formulación de su hipótesis de trabajo es clara, tajante: Laf «Λ ***** principios (la realeza, el catolicismo) tendré leyes (la herencia, lo innato). No quiero, como Balzac, formular una decisión sobre el porvenir de los hombres, ser político, filósofo, moralista. Me satisfaré con ser sabio, decir lo que se encuentra al indagar las razones íntimas. Por lo demás, no habrá conclusión alguna. Una simple exposición de los hechos de una familia, que muestre el mecanismo interior que la Balzac dice que la idea de su Comedia le vino al comparar la hace actuar. Acepto, incluso, la excepción. 10 humanidad y la animalidad. [Un tipo único transformado por La imbricación histórica y topográfica de la serie de los Rougon-Macquart tiene ciertas coincidencias que hacen reflexionar en la justeza de los propósitos de Zola y las su zoología humana debería ser más complicada, pues tenía conclusiones que extrajo de ellos: si, en efecto, las cosas, que adoptar una forma triple: los hombres, las mujeres y las el medio, han de tener tan grande influencia en los seres cosas... Mi obra será menos social que científica... Su humanos, las ciudades, entes Indefinibles en que nace, trasfondo será otra cosa, de ámbito más limitado. No quiero actúa y muere, deben estar en una relación múltiple con pintar a la sociedad contemporánea, sino a una sola familia, ellos. Así, por ejemplo, el París del barón Haussmann, el donde se muestre el juego de la raza modificada por el medio. del Segundo Imperio, se ha ido formando poco antes de la Si acepto un marco histórico es únicamente para contar con aparición de la primera novela del ciclo (La fortune des un medio que reaccione: así, pues, el oficio, el lugar de Rougon), que data de 1871, el año en que, desplomado el residencia, son medios. Lo que más me interesa es ser ejército de Napoleón ill tras las derrotas de Metz y Sedán, puramente naturalista, puramente fisiólogo. En lugar de tener se yergue, con rostro fratricida y terrible, la Francia de Thiers. Pero esa ciudad capital ha sido edificada amorosa, El influjo de Lucas no se limita a lo literario: Darwin lo mendona varias veces controvertidamente, de 1853 a 1870, es decir, durante los en su obra The Variation of Animals and Plants under Domestication. A pesar de años de maduración de Zola, que van de los trece a los esto, su nombre ha quedado confinado a un sector de especialistas y, me atrevo treinta. El eco muy claro de estos trabajos urbanos se a dear, de historiadores del fenómeno de la herencia. Por ende, su importancia mayor estriba en las repercusiones que sus teorfas tuvieron en el gran escritor. escucha en La curée, segundo vitral de esta iglesia laica y Edmond et Jules de Goncourt Journal, II (1866-1886), p. 736. Paris, maldiciente, no sin haber recorrido previamente las páginas Robert Laffont 1989. de la primera novela, La conquéte de Plassans. Y lo mismo Journal, 14 de diciembre de 1868. ocurrirá en el resto de los Rougon-Macquart. los medios]:" así como hay leones, perros, lobos, hay artistas, administradores, abogados, etc. Pero Balzac observa que 9 5 6 7 8 Es tesis del gran naturalista Geoffroy Saint-Hilaire. (Naturalista debe entenderse aquí como estudioso de la naturaleza, no como miembro de la escuela de ese nombre.) En este caso los puntos suspensivos indican supresiones de texto. ' Differences entre Balzac et moi. Fotografía del álbum familiar. Zola tomando la siesta en Médan con su perro Pinpln I. el 20 de septiembre de 1895. La preparación técnica de Zola, antes de llegar a su monumental creación, es pertinente. Tras un período de periodismo (cuya finalidad principal, aparte de la carga política, es la subsistencia), el escritor publica en 1867 su primera obra importante, Thérése Raquin, que se podría tomar como su carta de presentación en la nueva concepción de lo literario. Teresa y su amante y su desesperada y sórdida historia, que culmina en una suerte de suicidio a cuatro manos, es como un manifiesto de la sordidez con que los nuevos escritores expondrán las relaciones humanas, desviadas en este caso por una pasión erótica que se inició bajo los auspicios del sexo. El análisis de la degradación que sufre el instinto amoroso en los dos amantes puede compararse con el progresivo hundimiento moral de Germinie Lacerteux en la novela homónima de los Goncourt, jefes de fila del naturalismo y, en cierta medida, maestros de nuestro autor. caso extremo de histeria que se manifiesta, entre otros fenómenos, en una obediencia ciega a las pasiones que I 11 induce su utérus déchamé. En su descendencia s alinearán genios y dementes al lado de santos y criminales. El tapiz novelístico no parece detenerse en ningún momento y Z o l a sabe entretejerlo con e s p e c i a l habilidad Precisamente esta formulación, este esquematismo fecundo, fueron y siguen siendo objeto de las censuras más válidas a los personajes que, en algunos casos, se acercan notablemente a clisés preconcebidos para llenar huecos en la tabulatura teórica de las novelas y dejan a un lado sus verdaderos, posibles, rasgos humanos. Sin embargo, Zola supo sacar el mejor partido posibl de sus planes de trabajo, pese a que delineó sus ir tenciones por anticipado con una precisión que se antoj a veces excesiva, como si el perfil conductual de los seres humanos obedeciera a esquemas trazados sobre el papel Pero este inmenso ciclo novelístico nace del empeño fundamental de Zola: estudiar in vitro las leyes de la herencia que había aprendido de sus lecturas febriles del doctor Lucas. La familia que da nombre a las novelas está presidida por una mujer del pueblo, Adelaide Fouque, llamada la tía Dide, de cuyas inclinaciones y proclividades vendrá al mundo una estirpe en cuyos miembros el autor irá combinando las diversas posibilidades que le ofrece la libre mezcla de posibilidades hereditarias y que le propone una bien nutrida gama de rasgos de carácter. La madre y fundadora de los Rougon-Macquart muere loca tras enviudar de Theodore Rougon (dos hijos) y tener un amante, Macquart, que también la fecunda. De estas dos uniones descenderán los héroes de Zola. Muy en consonancia con las teorías psicológicas a la moda, el novelista ve en esta mujer un Este reproche, que le hizo Lanson, parece haber dado en el blanco. En cambio, la critica de Ferdinand Brunetiére, 12 su más acerbo enemigo, que reprobaba que Zola (en especial, aunque los demás novelistas de esta tendencia no escaparon a sus pullas) no supiera extraer de la realidad, punto de partida de toda actividad artística, nada que revelara una emoción o un grado, aunque fuese mínimo, de participación emotiva en el destino de sus personajes, produce la impresión de no haber tenido la imparcialidad suficiente para penetraren la tesis que anima 11 (Útero desencadenado). La histeria estaba entonces a la orden del día El propio Freud estudió numerosos casos de este padecimiento, iluminado inicíalmente por las orientaciones de Charcot y más tarde por su propio genio. 12 Véase, sobre todo, en Le román naturoliste, el capitulo Les origines du román naturaliste. Fotografía del álbum familiar. Zola en Médan al artículo que Zola publicó en 1880, Le román experimental. Brunetiére ponía de ejemplo, como a regañadientes, las novelas de George Eliot, donde se percibe con claridad un propósito moral en calculado desacuerdo con los hábitos del siglo xix. Zola, por su parte, sostiene el credo de la verdad, aunque ofenda y escandalice. Sin negar que se apoya en Claude Bernard, el eximio médico positivista, afirma que el artista ha de ser, no sólo observador, sino experimentador que luche por demostrar el acierto de sus observaciones: líricamente y dándoles perfiles de dudosa verosimilitud, Zola penetra en sus más profundas motivaciones, cala en su lenguaje, suda en sus trabajos y maldice junto con ellos su ignorancia y sus fracasos. Si en Dickens encontramos, por otra parte, un patetismo que a veces nos hace sonreír y poner en entredicho la posibilidad de tantas situaciones extremas y observamos una especie de código ético dual, en que los buenos son muy buenos y los malos impecablemente malos, en Zola vamos a toparnos con observaciones de primera mano que llegan, en algunas ocasiones, a lo servil en su empeño de veracidad. Mostramos la mecánica de lo útil y de lo dañino, apartamos el determinismo de los fenómenos humanos y sociales para que un día se puedan dominar y dirigir estos fenómenos. En una palabra, trabajamos junto con todo el siglo en la magna obra que es la conquista de la naturaleza, potencia decuplicada del hombre." Pese al propósito general, al plan del naturalismo, Zola desborda las propias fronteras que se ha impuesto. Hay momentos, numerosos por cierto, en que su prosa queda sometida por la fantasía, el lirismo y el olvido, aunque sea transitorio, de los dictados de la realidad. Se eleva entonces a una exaltación de la pasión más honda del ser humano, el amor, y sabe dar con las palabras más precisas para delinear sus contornos, en especial cuando nace y germina en los jóvenes. No menor emoción lírica puede encontrarse en algunos momentos en que describe, con rigor, otras pasiones de signo diverso, negativo. Muchos de sus reclamos sociales, de su lucha por las reivindicaciones y por la equidad de los desposeídos, tienen acentos y elocuencia tan literariamente efectivos que su validez intrínseca penetra en el coto cerrado de las letras. 13 La polémica se acalló, como todo en la vida, después de que las diversas partes se solazaron atacando a los contrincantes. Hoy, cuando el mundo vuelve los ojos a otros horizontes y los linderos de la ciencia alcanzan, cada día con mayor tino, hasta los resortes genéticos del comportamiento, la obra de Zola, sobre todo sus postulados, podrían parecer agotados. Nada, sin embargo, puede objetarse a determinadas novelas magistrales, como L'assommoir, Nana, Germinal y La béte humaine. Zola vuelca su atención sobre los desposeídos, pero a diferencia de Hugo, que entona endechas sobre su suerte, elevándolos 15 Introduction ά Ια médecine experiméntale. " Le román experimental. Creador de la novela social de garra, muchos de sus escritos tienen hoy la misma frescura, la misma vigencia que cuando vieron la luz, hace más de cien años. En determinados momentos, frecuentes también, ciertos pasajes de sus novelas hacen digna compañía a su grito en busca de justicia, el ¡Yo acuso! JOSÉ DE LA COLINA La sinfonía de lo&quesos 1] "Mis Rougons y mis Macquarts son apetitos. En El vientre de París, los de la rama de los Macquart son apetito sanguíneo de las bellas legumbres y de los cuartos de carne cruda." Esto anota Zola para emprender un vasto ciclo novelístico sobre las clases sociales de Francia tras el golpe de estado de Luis Napoleón Bonaparte en 1851: Los RougonMacquart. El ciclo, subtitulado "Historia natural y social de una familia en el Segundo Imperio", tendrá mil doscientos personajes pululantes en veinte novelas, · la tercera de las cuales, El vientre de París, desplegará el tema de la burguesía francesa expandiéndose, ingiriendo y rumiando, digiriendo los alimentos terrestres como un colectivo animal autocomplacíente que, al amparo del Imperio, se dedica a redondearse la panza y a protegerse de los gérmenes de rebeldía de las clases por debajo de ella. Es la novela de la guerra de les Gras, los Gordos, contra les Maigres, los Ráeos. El vientre de París tiene una trama relativamente sencilla: Florent, soñador inofensivo, detenido por error durante los días siguientes al 21 de diciembre de 1851, se evade del penal de Cayena y tras haber pasado por duras peripecias llega a París, donde encuentra a su medio hermano Quenu, a quien, tras la muerte de la madre, ha cuidado y dado educación a costa de renunciar a sus propios estudios. Quenu y su esposa, la bella y gorda Lisa Macquart, son ahora dueños de una charcutería enfrente de Les Halles y consiguen para Florent el puesto de inspector de alimentos en un pabellón del mercado. Pero, incómodo entre los montones de alimentos y en el mundo de los Gordos, el Flaco Florent pronto retorna a las quimeras de una sociedad más justa y amorosa que había alzado en sus tiempos de miseria. Cada noche, 1 en el café Lebigre, anima una pequeña sociedad secreta (en la que muchos miembros, sin que él lo sepa, son chivatos de la policía) para realizar una ingenua insurrección contra el régimen imperial. Denunciado por su misma cuñada, que ve en él una amenaza para la familia, para los Gordos, es nuevamente detenido y enviado a los calabozos de Cayena, con lo cual el barrio recobrará su tranquilidad autocomplaciente de gran almacén nutridor de París. Zola parece haberse interesado, más que en narrar la trama (que es algo simple y lenta), en "pintar" el escenario: el gran mercado alimentario parisino de Les Halles, en el que desarrollará la desigual lucha de los Gordos contra los ñacos. La actualidad reavivaba en Zola la atracción ya desde hacía tiempo existente por el universo a la vez real y fantástico de ese centro nutricio (en sentido estricto) de la ciudad en que los grandes Gordos del Imperio habían aplastado a la Comuna, la rebelión de los Flacos. 2] El aplastamiento de la Comuna por el poder imperial había desatado ríos de sangre y hecho una carnicería en la población trabajadora. Zola, sintiendo que la Historia se había vuelto trágica, agobiante, quería interpretarla desde los puntos de vista social y moral. En El vientre de París, Les Halles, el cerrado paisaje del gran mercado metropolitano con sus elegantes pabellones de hierro y cristal diseñados por Baltard, se desplegará en un episodio "gastronómico" de la epopeya social en estilo "naturalista": esa guerra de les Gras y les Maigres. El novelista sentía fascinación y a la vez rechazo ante la orgía de la nutrición, ante la obscenidad de los apetitos desmedidos, el libertinaje de la 2 2 'En ios que Luis Napoleón reprimió duramente a veinte mil franceses, de los cuales diez mil fueron deportados a Argelia. Victor Baltard (1805-1874), arquitecto francés. Fue uno de los primeros en utilizar las estructuras de hierro y cristal, como en Les Halles y en la iglesia Saint-Agustín, de París. comilona, la exaltación de la naturaleza material espléndida y repugnante y la celebración del rito cotidiano de la preparación e ingestión de alimentos. Todo ello, a la vez que suscitaba la pesquisa "naturalista", tocaba la fibra poética del prosista, que bajo la ambición de la novela documental conservaba el amor a la prosa lírica de los románticos y la lealtad al detalle justo y "artista", aprendido en Madame Bovary y en Un corazón sencillo, de su maestro Flaubert. La novela asocia el espacio de Les Halles, el "vientre", a un personaje que lo simboliza, un eje en torno al cual giran los otros: la gorda y bella charcutiera Lisa, cuñada de Florent. El soñador rebelde (es decir soñador de la rebeldía y la liberación social), surge desde las primeras páginas, y su mera presencia como cuerpo extraño en el orden mercantil y social, representado por la bella y gorda charcutiera, es sentida como una amenaza. Apenas detectado, el socialista utópico deberá ser expulsado del "vientre". Y ése es el argumento esencial de la novela. Así planteado el germen de la intriga, sirve en realidad para cumplir una de las misiones de la novela zoliana: la descripción de una gran "tajada de vida". De este modo la ficción y el reportaje se funden, se confunden: la escritura combina el argumento casi policiaco y la exploración de un lugar, de un medio-ambiente, para que se reflejen mutuamente. En El vientre de París, diría Ortega y Gasset, cada personaje es "él y su circunstancia". En principio Zola, como"novelista científico", quiere transcribir a la prosa la materialidad de lo real. Bajo la aérea arquitectura de hierro y cristal de los pabellones de Baltard, las vituallas acumuladas integran una enorme masa variada, colorida, densa, tangible, comestible, paladeable. Es un mundo pletórico: el de los alimentos terrestres, el de la materia destinada a alimentar y sustentar y reproducir la vida. La acumulación de víveres se traducirá en acumulación metafórica de la prosa ; detallista, metaforizada a su vez. El flaco • Rorent sentirá náusea ante esa excesiva profusión, esa inmensa oferta a los apetitos, y tal repugnancia contrastará con la pasión de Zola, que, devora golosa- en la medida en que la fermentación de éstos, cada vez más fétida, es como una triunfal metáfora central que a través de la venenosa conversación de tres pécoras expresa la fermentación del odio de la comunidad Gorda hacia el Flaco: I mente tan abigarrada y densa materia y la convierte en prosa narrativa y sobre Alrededor de ellas, los quesos todo descriptiva, la distribuye generosa- a p e s t a b a n . A l f o n d o , s o b r e las d o s mente en grandes trozos como poemas estanterías de la tienda, se alineaban en prosa. e n o r m e s p e l l a s de m a n t e q u i l l a ; las ¿Poemas? No es justo reducir esta obra mantequillas de Bretaña, desbordaban de a un documentalismo a ras de las cosas, ni los cestos; las de Normandía, envueltas en a una serie de "arias de bravura" destinadas tela, sugerían esbozados vientres de yeso a ser fragmentos ilustres de prosa francesa que un escultor hubiera cubierto con trapos en los manuales de los liceos. Descrito, mojados; otras pellas, talladas por los largos "pintado", casi diríamos "retratado" desde cuchillos en acantilados a pico y res- todos los puntos de vista y a través de todos quebrajados, eran como desprendidas los sentidos, el mercado de Les Halles, cimas doradas por la palidez de una tarde como "una ciudad tumultuosa tras una de otoño. Sobre el mostrador de mármol cortina de flotante polvo dorado", ha rojo veteado de gris, cestos de huevos fascinado y desatado la vocación lírica de ponían una blancura de cal; y en cajas y Zola. El escritor amigo de los pintores, el sobre lechos de paja, quesos cilindricos defensor de la controvertida escuela posados en hilera, gournays alineados como pictórica impresionista, privilegia con su medallas, formaban estratos más sombríos, limbourg, los marolles, los pont-l'évéque, cuadrados, poniendo cada uno su nota aguda y particular en esta frase ruda hasta la náusea; los livarot, teñidos de rojo, terribles en la garganta como un vapor de azufre; luego, en fin, por encima de todos los otros, los Oliver, envueltos en hojas de nogal, como esas carroñas cubiertas de ramas por los campesinos y humeantes bajo el sol a la orilla de un campo. El cálido atardecer había ablandado los quesos; los mohos de las cortezas se derretían, se barnizaban con tonos ricos de cobre rojo y de verde parduzco, como heridas mal cicatrizadas; bajo las hojas de roble, un soplo levantaba la piel de los Oliver, que latía como un pecho con un aliento lento y grueso de hombre dormido; una oleada de vida había agujerado un livarot, engendrando en esa grieta un pueblo de gusanos. Y tras las balanzas, en su cajita, un geromé anisado esparcía tal infección que habían caído moscas en la cajita y sobre ei mármol rojo veteado de gris. escritura las anotaciones de luz, de color, manchados de tonos verdes. Pero sobre Y, cuando alcanza su apoteosis la de ambiente, de detalle. No se trata sólo de todo era en el mostrador donde los quesos murmuración infame de las tres mujeres, mostrar, de "documentar", sino además de se apilaban. Allí, al lado de los rollos de a las cuales les sentimos una calidad sugerir y sorprender, de maravillar, y en mantequilla en hojas de acelga, se alargaba mítica de brujas shakespearianas, Zola ocasiones la narración adquiere un aura de un cantal gigante, como hendido a hacha- da el acorde final de la symphonie des alucinación y el gran mercado se convierte zos; luego venían un Chester, color de oro, fromages: en un espacio fantástico. Ya desde el un gruyere, parecido a una rueda caída de comienzo, cuando los vendedores con sus cualquier carro bárbaro, holandas redondos El sol oblicuo entraba bajo el pabellón, los carretas desbordantes de mercancía nutricia como cabezas cortadas, embadurnados de quesos apestaban más fuerte. En ese dando tumbos por las calles confluyentes sangre seca, con esa dureza de cráneo momento dominaba el marolles: lanzaba llegan al mercado en el alba inaugural, Zola, hueco por la que se les nombra "calaveras". bocanadas poderosas en el espesor de narrador-descriptor, nos envuelve en una Un parmesano, en medio de esa pesadez las pellas de mantequilla. Luego, el viento atmósfera de misterio novelesco: "En medio de pasta cocida, añadía su punta de aroma. pareció cambiar de o r i e n t a c i ó n , y, del gran silencio y en el desierto de la Tres feries, en planchas redondas, tenían bruscamente, hacia las tres mujeres avenida, las carretas de los hortelanos iban melancolías de lunas apagadas; dos, muy llegaron ráfagas de limbourg, hacia París, con los traqueteos ritmados de secos, estaban en su plenitud, y el tercero, amargas, como sopladas desde gargantas de agonizantes. las ruedas, cuyos ecos golpeaban las hendido, se vaciaba de una crema blanca, fachadas de las casas dormidas en las dos expandida en charco, que roía las delgadas orillas tras las líneas confusas de los olmos." planchetas con las cuales, en vano, se había En Les Halles, el inmenso despliegue de la intentado contenerlo. Port-saluts parecidos mercancía en los pabellones produce "la a discos antiguos mostraban en exergo el visión vaga de una costa del mar, con las nombre impreso de los fabricantes. Un aguas muertas y pizarrosas de una romatour vestido de papel metálico parecía ensenada apenas estremecida por el oleaje una soñada barra de nougat, un queso lejano de la muchedumbre". Y en un locus azucarado y extraviado entre aquellas crucial de la novela, en la tienda de quesos fermentaciones agrias. Los roqueforts, en que se desarrolla la murmuración de un también ellos bajo campanas de cristal, trío de pécoras, esos susurros malignos se tenían mohines principescos, caras mezclan con los diversos olores de los marmóreas y grasas, veteadas de azul y quesos en una especie de delirio anestésico amarillo, como atacados por una enfer- y en un controlado delirio de la prosa. Este medad vergonzosa de gente rica que hubiera contrapunto es parecido a aquel, famoso, comido demasiadas trufas; mientras, en un que entreteje la realidad grosera y el plato al lado, quesos de cabra, gruesos "romance" en Madame Bovary, de Flaubert, como un puño de niño, duros y grisáceos, en el capítulo en que en el flirt verbal de recordaban los guijarros que los chivos Emma y su mediocre galán provinciano se conductores del tropel hacen rodar en los entrometen los pregones y regateos de los codos de ios senderos pedregosos. comicios agrícolas celebrados en la plaza. Entonces comenzaban los hedores: los mont-d'or, en amarillo claro, apestando con 3] A ese capítulo quinto y penúltimo de El vientre de París se le suele llamar *la sinfonía de los quesos". En un par de páginas el catálogo de nombres o marcas de quesos gira hacia el poema en prosa un olor dulzón; los íroyes, muy espesos, agrias y 3 4] Reportero y a la vez novelista, Zola se revela como un precursor de la modernidad literaria ( p i é n s e s e , por ejemplo, en las actuales fórmulas de la "novela sin ficción"). Con todo ese tramado de reportaje documental e imaginación novelesca, con sus inventarios y sus descripciones, que son verdaderas series de pinturas impresionistas transcritas a la escritura y luego "bordadas" sobre el tema de la confrontación de los infranutridos y los supranutridos: los Ráeos y los Gordos, el novelista había logrado una nueva forma de novela. En las abigarradas páginas de El vientre de París, los palacetes de la nutrición, Les Halles, le motivaron una e p o p e y a s e n s u a l , un delirio de los alimentos terrestres, una ensoñación de la materia (en el sentido bachelardiano), que hoy, muerta la teoría de la "novela científica", dejan traslucir una briosa vida poética. marchitos en los bordes, de aderezo muy fuerte, aportando una fetidez de cava húmeda; los camembert, de un olor de vianda ya manida; los neufchátel, los 3 La traducción de estos párrafos es mía. (J. de la C.) EMMANUEL CARBALLO ÉMI LE ZOLA, UNA VISIÓN PESIMISTA DE LA NATURALEZA HUMANA L'IMMEUBLE P A R I S I É N ? _ lM cuisine i U ' lons les jours t e n ihleiiienl •ol-Hoiiillt; IKX2 un microcosme lotiehe ; . Λ1 tans te projet d'enquéte, préalable la demarche romanesque de Zola, habitat o c c u p e une place privilégiée omme révéíateur des différents mondes · . Au « l o g i s des pauvres » e L 'Assornmoír r é p o n d r í m m e u b l e ourgeois de Pot-Boutfte. f h d t e l articutier des riches spéculateurs e la píame M o n c e a u {La Curée) ou i maison boorgeoise avec jardín a assy [Uno page d amour), ι mansarde p o u r rétudiant ésargenté o u I'ouvrier aux abois Le Ventre de Paris). laison bourgeoise d e quatre étages ouvellement bátte sur la rue d e hotseu!, l'immeubJe d e Pot-Bout/ie. erige avant tes grands travaux haussmann.ens. est lo pendant de ta maison o u v r i é r e d e . l 'Assornmoír. Le romancier revele c e qui se p a s s e derriere « t e s befles portes d'acajou tutsant », la « pot bouüie » de ta petite b o u r g e o i s i e , la cuisine d e t o u s fes fours ( e m b l e m e n t l o u c h e et m e n t e u s e s o u s s o n apparente b o n h o m i e · . Zola passe a u vitriol les tares et défauts d e la petite bourgeo.síe, á travers q u e l q u e s p e r s o n n a g e s , a r c h e t y p e s cte leur c l a s s e . c o m m e t'arcftitecte C a m p a r d o n ο υ le consesJMsf Ouveyrier. Ma¡s le fossé est d é s o r m a i s d a v a n t a g e horizontal que vertical : if se c r e u s e entre la belle facade sur rue d e ta b o n n e s o c i é t é d o n t les a p p a r t e m e n t s . u n i f o r m i s é s . s e ressembtent tous et celfe d e t'arriére c o u r , § puits étroit * oú s e etéversent t o u t e s tes rancceurs d e la domestic***. Les classes popufaires o n t e n effet d e s e r t é íes t b e a u x quartiers * de l'Oueet parisién ( O p e r a , plaine M o n c e a u } p o u r íes < f a u b o u r g s » {la G o u t t e - d ' O r ) o u la bantieue {plaine Saint-Dents), a v e c leurs c o n s t r u c t i o n s rnassives et d e mauvaise quatité. 24 Biblioteca de México socia Émile Zola (1840-1902) es uno de los novelistas más laboriosos de las letras universales. Cada una de sus obras se sustenta en la recopilación prolija de documentos (geográficos, arquitectónicos, h i s t ó r i c o s ) , datos proporcionados por autoridades en las materias que tratan sus historias y observaciones propias acerca de los personajes en proceso de creación y de los medios físico y social en que éstos se mueven. La materia prima de cada una de sus novelas, ordenada en precisos compartimentos, se distribuía generalmente en cinco carpetas voluminosas. Ellas son, según cuenta Alexandre Zévaes, las siguientes: la de esbozos (elección de un Rougon o un Macquart, personaje del que se desprende la anécdota a contar y la idea filosófica que, por medios experimentales, trata de exponer), la de personajes (en la que consigna edad, estado, antecedentes, costumbres, carácter y temperamento de sus seres de papel y se responde, respecto a ellos, varias preguntas capitales: ¿quiénes son?, ¿de dónde vienen?); la de notas de ambiente; la de notas extraídas de obras de consulta o que le eran comunicadas por amigos especialistas; y, por último, la que contenía los sucesivos planes de trabajo, del inicial al definitivo. Caricatura de André Gill La dicha de las damas, también traducida como Al placer de las damas, ilustra el método concienzudo de trabajo del autor de La taberna. En dos legajos que suman 627 páginas (la edición en lengua española alcanza apenas las 606), Zola esboza la arquitectura general de la obra, detalla el desarrollo de cada uno de los capítulos, estudia a los personajes y recoge datos de toda índole sobre los planos de construcción y el funcionamiento de los grandes almacenes parisienses. (La manera de ser y actuar de los empleados que en ellos trabajan no escapa a su curiosidad inquisitiva.) El paso siguiente, de la observación a la experimentación, permite a Zola dejar atrás el realismo y convertirse en naturalista. La dicha de las damas, fechada en 1883, forma parte de uno de los ciclos de mayor significación en la historia de la novela, Los Rougon-Macquart, especie de historia natural y social de una familia durante el Segundo Imperio. En ella Zola estudia, desde dentro y en forma morosa, la trasformación que ha sufrido el comercio. Los verdaderos personajes de esta novela no son seres sino formas de actividad económica. Al desarrollo de la industria corresponden, en el comercio, nuevas maneras de enseñar y vender las mercancías. El comerciante en pequeño, al igual que el artesano frente a la gran industria, es desplazado por el comerciante mayorista y acaparador. * Del libro en preparación Diario público, 1966-1968. Éste, dueño o gerente de capitales dilatados, ejerce poderosa hegemonía entre sus competidores de recursos insuficientes: los empuja no sólo a la quiebra sino también al decaimiento e, incluso, al suicidio deseado y planeado con deleite y sapiencia. Las vidas que comparecen en esta obra son, fatalmente, víctimas alegres o tristes de las leyes de la herencia, de su propio temperamento y del medio social y económico a que pertenecen. La libertad se reduce, para ellos, a elegir la hora de la comida, de su descanso o de sus sencillos placeres diarios. Las novelas de Zola son hoy día más nuevas de lo que fueron en el pasado inmediato. La imparcialidad a que éste aspiraba la confundimos, en ocasiones, con la objetividad que preconizan los conductistas. Su concepción de la novela como generosos actos de servicio aún no caduca. Los que practican el arte gratuito temen que será lastre del tamaño de varios siglos. Germinal, uno de los momentos más significativos de Los RougonMacquart, apareció por vez primera en folletón de noviembre de 1884 a febrero de 1885. En la advertencia preliminar, escrita quizá por el propio autor, se lee: "Esta vez Zola aborda aparecida en L'Éclipse. 1876 directamente la cuestión social, el problema del capital y el trabajo, que constituye la terrible amenaza de este fin de siglo." Es esta la primera novela en que, específicamente, se concede importancia de protagonistas a los obreros: a los obreros vistos como clase social. Zola contrapone sus intereses, su modo de vida miserable a los privilegios de que gozan los dueños de las minas, y que se acrecientan de generación en generación. Germinal es, asimismo, la primera obra narrativa que describe el proceso íntegro de una huelga. La "literatura populista", la "literatura proletaria" arranca de este libro. A raíz de su aparición, se propagan dos palabras que pronto adquirirán belicosidad de consigna: arte social. Se ha dicho y repetido, de 1885 en adelante, que Germinal más que una novela es una epopeya. Otros críticos, más cautos, la califican de novela épica. Unas y otras opiniones parecen hoy día justas y válidas. En Germinal se encuentran la "lentitud poderosa", la "larga línea" de desarrollo, la "serena acumulación de detalles", la reiteración obsesiva de palabras y frases que construyen la atmósfera sórdida en que se desarrolla la anécdota y procuran verosimilitud a los personajes. En las últimas líneas, Zola tropieza con el título del libro: "Allá abajo brotaban hombres, hombres que formaban un ejército negro, vengador, que germinaba lentamente en los surcos, produciendo frutos para las cosechas del siglo venidero, y cuya germinación iba muy pronto a hacer estallar la tierra." Allí también descubre una profecía no desmentida sino comprobada por la historia. DANIELLE COUSSOT* El violin de Ingres DE ZOLA: LA FOTOGRAFÍA TRADUCCIÓN DE JACQUELINE ANDRÉ Y MARTA GEGÚNDEZ Zola fotógrafo "Esta es la hora del día que dedico habitualmente a mi nuevo 'violin de Ingres', la fotografía... todo hombre debería tener un 'violin de Ingres' y confieso la extrema ver tan feliz resultado. Esperaré a tenerlo todo, para dedicarte el hermoso álbum con el que sueño. Di a los niños que les regalaré también algunas pruebas si se portan bien. 2 pasión que siento por el mío. En mi opinión no podréis decir que habéis visto Las cifras aquí mencionadas revelan algo a fondo si no le habéis tomado antes la bulimia de Zola, que quiere fotografiarlo una fotografía que revele un montón de todo. ¡Habría dejado no menos de 10 mil detalles que, de otro modo, no podrían siquiera ser discernidos." placas de las cuales quedan aproximadamente 3 mil! 1 Esta declaración de Émile Zola sor- Es en 1888 cuando Zola empieza a prenderá quizás a un buen número de interesarse en la fotografía, con ocasión lectores para quienes el nombre de Zola de unas vacaciones que pasa en Royan evoca dos realidades distintas: por una en compañía de su editor Charpentier, del parte una obra literaria considerable, el grabador Desmoulin y de los Laborde, pri- entre mos de su esposa Alexandrine, pero no otros títulos, y por otra parte una grave será sino hasta 1894, después de haber crisis política francesa: el caso Dreyfus: terminado el ciclo de Los Rougon-Mac- autor de Los Rougon-Macquart, ¡Yo acuso! Sin embargo, existe una quart, que empezará a practicar este arte. La fotografía se volverá entonces tercera realidad: Zola fotógrafo. Hubo que esperar la aparición en 1979 para él una verdadera pasión. del libro de Frangois Émile Zola y Massin, Con el espíritu metódico, el rigor, la Zola photographe, para que fueran dados búsqueda de la perfección y el apa- a conocer a un público más amplio el sionamiento que lo caracterizan, Zola se con- interés de Zola por la fotografía y su don vierte en un excelente técnico de la para esta técnica. Y aun cuando desde fotografía. Posee una decena de cámaras, hace tiempo los especialistas de Zola instala tres laboratorios de impresión y tenían conocimiento de su violin de In- revelado en sus diversas residencias y gres, no dejaron de privilegiar el estudio aunque es plausible que haya consultado a del novelista, del hombre de letras, del algunos de sus afamados amigos fotógrafos periodista. Francia parece haber mostra- profesionales como Carjat, Pierre Petit o do cierta indiferencia por la fotografía incluso Nadar, con quien mantiene una hasta aproximadamente los años 70. La relación epistolar, no por ello deja de recurrir gran fotógrafa alemana Giséle Freund al método empírico, testigo de su espíritu decía entonces que "para los universi- curioso, de su gusto por el descubrimiento, tarios, la fotografía no existía". de su temperamento de investigador. Prueba El último cuarto del siglo xx, con una mayor de ello son los cuadernos de pequeño sensibilidad hacia la imagen y la tecnología, formato en los que anota minuciosamente se interesará en el fotógrafo que fue también los detalles de cada cliché, el tiempo de Zola. Sin duda, su producción literaria rebasa exposición, la calidad del papel, de las iniciada placas, la importancia de la luz, las correc- tardíamente e interrumpida por su muerte ciones que debe hacer, y el número de prematura. Y si una estaba destinada a ser órdenes que se da a sí mismo a través de publicada, la otra parece no habertenido otro un uso abundante del imperativo: su producción fotográfica, destino que el de la colección particular y la realización de álbumes familiares, si damos Papel de gelatino-bromuro... Hay que crédito a las cartas del escritor escritas a detener el revelado en cuanto la figura Jeanne Rozerot durante su exilio, en las que empieza a definirse, y terminarlo durante comenta las fotos que ha tomado, y en las el enjuague... mientras tanto, permanecer que habla reiteradamente de su proyecto de siempre por debajo del tono (muy claro) realizar un hermoso álbum de fotos: sobre todo para las sanguinas. Cuando se les revela demasiado, se empastan y Acabo de hacer tu parte, una colección completa. No te la envío porque quiero pegarlas yo mismo y obsequiarte el álbum ya terminado. Por lo demás, sabes que no le había encargado todo al fotógrafo, me quedaban todavía siete cajas, siete docenas de placas impresas que acabo de enviarle al 'Danielle Coussot es ingeniera investigadora del Centro Nacional de Investigación Científica, coordinadora del Centro de Estudios sobre Zola y el Naturalismo del Instituto de Textos y Manuscritos Modernos y responsable del proyecto de la investigación "La iconografía zoliana, un reflejo de su tiempo". Fragmento de una entrevista concedida por Émile Zola a la revista inglesa The King en 1900. 1 se vuelven pesadas. Dejarlas muy claras [...]ubiqué el fondo frente al sarcófago, a seis o siete metros, y expuse entre 8 y 10 segundos... Quizás habría que alejar un poco más el fondo... Encontramos aquí el mismo tipo de soliloquio en primera persona que el de los dossiers preparatorios establecidos antes de cada novela. Y en este sentido el título que dará al álbum fotográfico realizado en 1897 es muy revelador: Denise y Jacques. Historia verdadera, por Émile Zola. Junio- 2 cf. Brigitte Émile-Zola, "Las fotografías del exilio. Un testimonio.", Cahiers naturalistes, n° 66,1992, p. 232. septiembre de 1897. No más ficción, la simple realidad cotidiana captada en instantánea y plasmada en una foto que puede contemplarse a placer, como se leen y releen las páginas de una novela. No se trata de evaluar en forma paralela la obra literaria de Zola y su obra fotográfica, aunque podemos encontrarles un punto común: el de ser ambas un testimonio documental de la segunda mitad del siglo xix. Nos sorprende la modernidad de la mirada de Zola, trátese de los retratos, de los paisajes, o incluso de las instantáneas de las escenas de calle, ya que probó todos los géneros. En los retratos, principalmente los de su familia y los de algunos de sus amigos, encontramos una preocupación por la verdad, de verismo incluso, en especial en los de Jeanne Rozerot, y parece querer multiplicar estos retratos ciertamente en un anhelo de perfeccionamiento, pero también de posesión. Las fotografías desempeñan un papel de relevo entre los momentos de presencia, demasiado efímeros, de los seres que ama y aquellos en los que está privado de ellos. Cristalizan la existencia de una verdadera familia, "historia verdadera" que Zola desea oficializar de esta manera. A menudo la mirada del fotógrafo Zola es la de un camarógrafo: un gran número de fotografías son tomadas en serie, parecen estar en movimiento, los personajes son "sorprendidos" al momento; así pues, con las de Denise y Jacques que acuden hacia él riendo, cabello al viento, desafia el gusto de la época por las poses convencionales y se acerca al arte cinematográfico (Figura 1); lo mismo sucede con la célebre fotografía del patio del Havre en la estación Saint-Lazare: el hombre que camina mientras lee parece c o n g e l a d o en su andar durante un instante, como en una "detención de la imagen", procedimiento que se logra con tecnología moderna. En todas sus fotografías sentimos la preocupación por atrapar el instante, la impresión del momento: y muchas de las fotografías de Zola evocan la pintura impresionista de la que fue el primer admirador y defensor, con una sorprendente presciencia de la crítica de arte del siglo xix. Sabemos cuánto se identificaba con los pintores impresionistas; amigo de la infancia de Cézanne, frecuentaba los talleres de Manet, Monet, Pisarro, Sisleyy de todo el grupo de la e s c u e l a de Batignolles. Sentimos en sus fotografías la mirada del pintor impresionista, en particular en los paisajes, en las escenas de calle, que recuerdan sobremanera los cuadros de Pisarro, Monet o Renoir, representando los bulevares de París (Figura 2); fotografías como la de Jeanne Rozerot vestida toda de blanco, con una sombrilla en la mano sobre el camino de Verneuil, no dejan de evocar algunos lienzos de Figura 1 a la 6 en orden descendente i¡r, el de las "amapolas" por ejemplo (Figura 3). Sin embargo, Zola comprende que puede trascender el arte pictórico gracias al formidable medio técnico que le ofrece la cámara fotográfica. Hace un uso intenso y audaz del visor panorámico, que le permite dramatizar y optimizar sus tomas. Sabe colocar maravillosamente su cámara para obtener el mejor ángulo: aprovecha las líneas verticales, horizontales y diagonales para crear efectos de profundidad, de picado y de intensidad. Las fotografías hombre, de lo vivido. De su viaje a Italia, de su exilio en Inglaterra, de sus paseos por las calles y parques de París, del París de la Bella Época, de su vida en Médan, Zola deja un recuerdo fotográfico extremadamente vivo: encontramos por doquier el detalle que da vida y profundidad a la imagen, como en las dos fotos tomadas en Londres, cerca de Crystal Palace, en las que vemos en una a un gendarme londinense cruzando una calle en pendiente y en la otra a una mujer precedida por un perro fox terrier. (Figura 5 y 6). tomadas desde el segundo piso de la Torre Eiffel, símbolo de la modernidad en la En cada una de estas fotografías, los Exposición Universal de 1900, son un personajes en movimiento dan toda la ejemplo de su dominio del enfoque. Las profundidad al cliché, a la vez que cierto tomas en picado de un pabellón o de una guiño irónico; la mirada de Zola firma su cervecería de la exposición a través de fotografía, no se le escapa nada. "No se las curvas de encaje de la Torre Eiffel son pasma ante el objeto como si estuviera ante sobrecogedoras (Figura 4). algo opaco, sin significado. Cuestión de temperamento, pero también cuestión de Del extenso reportaje que hace de esta época; su mirada da sentido a las cosas Exposición Universal se desprende una en el momento en que las descubre." 3 Impresión de movimiento, de vida; aquí, Al parecer, la mayor cualidad de Zola como en toda la obra fotográfica y nove- como fotógrafo proviene de su proce- lesca de Zola predomina la importancia del dimiento intuitivo, que da una notable au- 3 Henri Mitterand, Le regard et le signe, Paris, PUF, 1987, p.71. tenticidad a su obra fotográfica, verdaderc testigo de su tiempo. Estas imágenes, que datan de un siglo, siguen siendo inte resantes: nos restituyen un mundo que nos es familiar, pero que se ha perdido pare siempre. Actualmente asistimos a um renovación del interés por las fotografías de los siglos xix y xx; las múltiples exposiciones en las que casi siempre figura una fotografí< de Zola así lo demuestran. Para el centenaric de su muerte, a lo largo de 2002, s< sucedieron por todas partes del mundí coloquios, conferencias, publicaciones ; proyecciones de películas inspiradas en I; obra de Zola. Todas estas manifestacione: casi siempre estuvieron acompañadas di una exposición de sus fotografías. Se cotizai muy alto si damos crédito a la última subast del otoño de 2003, en la que una fotografn tomada por Zola alcanzó casi los 9 mil euros No podemos sino aprobar la elección di la imagen que ilustró el cartel de la expos ción de fotografías de Zola en el Musec galería de Serta en 1987. Representaba ¡ Zola sosteniendo su cámara Box, al tiemp que tomaba una fotografía: Zola reporterc fotógrafo de su siglo (Figura 7). THEODOR KRAMER* Ρ OE Μ A S A UNA MUCHACHA INGLESA Suave es el tapete, tranquilo soflama el fuego, ya cubre el chai tus pechos; tu brazo, tu cuello, tu cabello, aún me son importantes inhalas profundamente el humo y tarareas. Te miro, no me atrevo a preguntarte algo, roja brilla tu boca y tu ceja delgada; tu país me pegó en la cara, pégame en la cara, querida otra vez. Sólo hace una semana nos encontramos; pálidas ante la falda brillan tus rodillas; ¿Por qué, querida, te acostaste conmigo...? ¿Es más fácil entregarse a un refugiado? Hablabas con tanta franqueza, habría que decir mucho, pero todavía me ofreces una comida ligera; tu país me pegó en la cara, pégame en la cara, querida, otra vez. Dejas que lentamente se abanique el ventilador, suave cruje el pan tostado, en la olla zumba el té; ¿Tienes listos como tus siete sonrisas un beso para el placer y otro para el adiós? ¿Es tu tarareo preferido después de las orgías? La neblina afuera ondea cálida y pálida; tu país me pegó en la cara, pégame en la cara, querida, otra vez. • El 17 de julio de 2003, con el apoyo del CONACULTA, la Embajada de Austria en México y la Editorial Colibrí, en la Biblioteca de México se hizo la presentación de la Antología esencial de Theodor Kramer (Austria, 1897-1958), cuyos poemas se reúnen por primera vez en español en un volumen, traducidos por Marta Luisa Domínguez y Christine Hüttlnger, quien también escribe el prólogo en donde se reseña vida y obra de dicho autor. LA SIRVIENTA Trabaja sigilosamente en la casa y en el patio. Tiene alrededor de cuarenta años, las mejillas ásperas, las manos rojas; así resalta dentro de su vestido azul de fustán. Por mucho esfuerzo, el sueldo escaso. Roja centellea, en la noche, la lamparita en el establo. La casa paterna está en algún lugar; también en algún lugar tiene un hijo. Lo ve cada quince días, es un aprendiz pelirrubio, duro y tímido. Regresa a su casa con la bolsa vacía, sólo el viento amargo acompaña su llanto. A menudo toca al establo en la noche un joven, que ahora no tiene novia. Conoce -él apaga la lamparitacuando la penetra, apenas su cara. Mucho más pesada se levanta, cuando después cuaja la noche gris y fría. En la maleta de fierro se pudre un libro; de tanto tocarla, está la cruz ya gastada. Peinada. Cuando llegue el momento, amortajada... La granja: Dos velas permanecen encendidas toda la noche. Puede que la vaca roja muja, Puede que el perro marrón ladre. Trance Justo cuando atrapé mi espacio -como si nadase puso a bailar en mi mente con su cuerpo de agua dulce y neuronales cabellos voluptuosos. Sus uñas brillaban en la niebla rojiza como las estrellas que se deslizan, abren, cierran su abanico entre las nubes azules. Pintaba ya una ráfaga violeta, la sombra de una axila, la orilla de unos labios i perdidos de salvaje lejanía. ailaba para sí misma con la mirada en las aureolas del sonido. Y si algo quise decir se fue volando V como un resbaloso loop entre las aspas del volumen, ^^^^k sobre el carril de los compases, por la cintura del contratiempo. Bailaba en mi mente a sus anchas y en su cuerpo también" &aflába. Y no sabemos qué es el amor, cuáles sus reclamos h y lo vemos venir a ciegas, vaciándose en cada llama, en cada luz que enrojece la negrura como esa cauda de muchachas ebrias y rubias y bellas socavando todo el fulgor soñado por los huesos. ^ Todo ese fósforo que vuelve loco al amor y conspira y alumbra su sitio verdadero, V Jame» Enaor, La muerte y las máscaras Luis AGALLÓ NFRIAMIENTO locura preclara que reconoce y busca, palpa cada rasgo, huele, recuerda lo que no sabemos y a qué saben y a qué duelen los cuerpos encendidos. Ese dolor que pone a prueba las pruebas de la existencia de Dios, dolor de ámbar donde te llevo conmigo. Y no es que de pronto me sienta en desgracia porque es cosa de la gracia disolverse y tocar en lo más hondo la huella lacerante y su sentido: la vida es hermosa como llamarada. Regálame pues otro giro, bailarina de cristal ahumado. Brilla entre los cuerpos magníficos y jóvenes, igue con esa flor de luz creciente que difracta y devora las esquinas, sabemos qué es el amor, cuáles sus reclamos ^ L i d o la música se apaga poco a poco y el silencio ennegrecido nos deja en la salida. Allí la madrugada está más sola que nuestros nombres y la mente, la mano -perdidas por la falta de modelono podrían, no quieren dibujarse nada: unas espaldas sin trazo ni rostro quizá, mientras el hielo exhausto tras la barra se adelgaza en una danza inadvertida, y en secreto prodigiosa. DESFILE PARÍ dejamt Qué barullo, qué portazos se traían los vecinos en su noche de culebras, tiburones y estropajo. Con música de sabandijas y tandas de badajo restregaban por la calle tenebrosos cuentos chinos. Trasvestidos y hojaldrados, nunca reparan en gastos si se trata de sopear la hilacha y esconder la mano; y si acaso paran, empachados de comer cristiano, es que ya se empacan las cervezas y los antipastos. Escurrían sobre la tiniebla del amanecer flotando como ropa seca en los ebrios tendederos. De tiza y brea polvearon las banquetas, los sombreros, la corona redimida, la candela del placer. Como aún quedaba cuerda destaparon la botella para un traje pisoteado que gruñía el esqueleto; la botonadura de latón y su fulgor inquieto quisieron salirse por los puntos revivir la huella trasnochada entre bocazas, antifaces, dentaduras. Como corcho en la resaca remolina quien se aleja y en el linde amarillento sorbe de la espuma vieja los colores fermentados por las notas más oscuras. James Ensor, La entrada de Cristo en Bruselas (fragmento) EL ARMONIO Lnsor De regreso en la corriente sobre el atrio uniformado se confunden bajo el sol y su andrajosa muchedumbre yerguen las pancartas mudas en señal de mansedumbre como pulpos moribundos en las cajas del mercado. Pero cuidado, porque éstos no se conmueven con nada; retadores y posesos ponen morado a cualquiera, luego reculan, fingen demencia, ceguera, sordera bajo la "exquisita turbulencia" de una mascarada. Gente de lunes y martes y miércoles de ceniza revisando los tachones recetados de memoria, y gente de jueves y viernes y sábado de gloria rezagada en los mendrugos del desdén y la ojeriza. Mientras el Redentor en la orilla de la plaza parte los panes de luz antigua, diminuta, despreciada, y el óxido feraz de la migaja repinta cada mueca donde yo también me desfiguro, muy aparte, con mis puras particiones y mis dos escalofríos. Queda la fanfarria de la dura luz deshabitada, su grandeza disonante, la desnuda rebanada de los gestos incompletos, encalados y vacíos, a la luz de la pobreza y al tambor de las espaldas. Dibujo de José Antonio Montero JAIR CORTÉS* I N T E R P R E T A C I Ó N D E L ECLIPSE La luz demuestra que sí puede ignorarme, sus garras me esquivan, encienden cirios y apagan las tinieblas. Quiere la luz decirme tú no existes. Su velo pasa rápido. Reconozco en las sombras mi legado, sé de quién soy hijo, lo agradezco, pero en mi pecho una insistencia de agujas me pregunta: ¿Qué hay en los ojos del que odia? ¿Herrumbre? ¿Pureza negra? ¿Por qué la luna se aparta de su vista? ¿Qué hay en los ojos del que odia que todo puede ensuciar con la mirada? Mis manos inevitables manchan la semilla, áridas todo lo secan. Es cierto, el náufrago ambiciona el mar entero en sus pulmones. Quiere morir de agua y volver a morir como la ola. Ser de agua y lavar su pena y su pecado. ' Jair Cortés (Calpulalpan, T l a x c a l a , 1 9 7 7 ) . Autor de los libros A la luz de la sangre. Tormenta! y Contramor. Actualmente becario de la Fundación para las Letras M e x i c a n a s en el género de Poesía. Ε. Z O L A La caída Μ alíale Noirct TOMO Casa I BSdltorin] J.^z-ano Jesús, 10. BARCIvLON' J&K^ Fin?: Λ.ΚΨ**\*Τ> * * h * ~m<ito) K Λ I." d- Γ. !>;r 7*"' ~ I . O . 7\ ™. • Biblioteca de México ^ A p a r t a d » , I0S0 EMILE ZOLA La caída del abate Mouret (FRAGMENTO) En el parterre fue aquello una gran emoción; el viejo jardín albedrío hacía les daba escolta. Vasto campo brotando a su albedrio un siglo, era era un un rincón rincón del del paraíso paraíso donde donde el el viento viento sembraba sembraba las flores más raras. La dichosa paz del Paradou, durmiendo bajo el omnipotente sol, impedía la degeneración de las :ies. Había allí una temperatura igual y una tierra que especies. cada planta había largamente abonado para vivir en el icio de su fuerza. silencio .a vegetación era enorme, soberbia, poderosamente in¬ La inculta,i, con florescencias monstruosas, desconocidas de la la y la podadera de los jardines. Entregada a sí misma, azada libre de crecer sin trabas, en el fondo de aquella soledad, ¡uardada por abrigos naturales, la naturaleza se abandoresguardada naba más cada primavera, tomaba un vigor formidable, eándose en ofrecer en toda estación ramos extraños recreándose que ninguna mano debía coger. Parecía tener furioso empeño en transformar lo que el esfuerzo del hombre había creado; se rebelaba, lanzando a la desbandada flores en medio de las alamedas, atacando los peñascos con la ola desbordante de sus musgos, enroscándose al cuello de los mármoles que abatía con ayuda de la cuerda flexible de sus plantas trepadoras; rompiendo las losas de los estanques, de las escaleras, de las terrazas, hundiendo arbustos en los intersticios; encaramándose allí donde había la menor partícula de tierra vegetal, abonándosela a su gusto y plantando en elia, como bandera de rebelión, alguna simiente recogida del camino, una sencilla planta de la cual hacía una verdura gigantesca. giBdiiiesca. r Anteriormente, el parterre, cuidado por un amo que tenía lía la pasión de las flores, mostraba en macizos bien formados lados una maravillosa colección de plantas. Ahora se encontraban intraban las mismas plantas, pero perpetuadas, convertidas invertidas en familias tan innumerables y tan esparcidas y revueltas por los cuatro ángulos del jardín, que este no era más que un guirigay, una escuela matorralesca, un lugar sospechoso donde la naturaleza embriagada tenía hipos de verbena y clavel. Albina conducía a Sergio, aun cuando pareciese abandonada a él, débil, y sosteniéndose en su hombro. * Las páginas que siguen son sólo algunas de las muchas que ocupan en La caída del abate Mouret esa asombrosa descripción de Le Paradou (El Paraíso), el jardín extraordinario en que tenían lugar los amores pecaminosos de los personajes de la novela. E.L. Émile Zola en 1876 Primeramente le llevó a la gruta, allá en el fondo, entre un grupo de álamos y sauces por entre los que corrían hilillos de agua serpenteando entre las piedras desprendidas del pilón de una fuentecilla. La gruta casi desaparecía entre el follaje. Hilados de rosas y de escaramujos parecían impedir la entrada, formando una verja de flores rojas, amarillas, blancas, cuyos pendúculos se perdían entre ortigas colosales, de un verde bronce. Era una exuberancia prodigiosa; jazmines estrellados, con sus suaves flores; glicinios, con hojas de bordados; hiedras tupidas, recortadas como tela barnizada; ligeras madreselvas, acribilladas de sus estambres coralíneos; amorosas clemátides, extendiendo sus brazos, luciendo sus penachos blancos, y otras plantas trepadoras enlazando a éstas, ligándolas aún más, tejiéndolas en una trama odorífera. Las capuchinas de carnes verdosas y desnudas, abrían sus bocas de oro rojizo. Las campánulas, mostrando el Chevelure immense de ver­ dure, piquee d'une pluie de fleurs, dont les meches débordaient de toutes parts, s'échappaient en un échevellement fou, faisaient songer á quelque filie géante, pámée au loin sur les reins, renversant la tete dans un spasme de passion, dans un ruissellement de crins superbes, étalés comme une mare de parfums. corazón recortado de sus hojas, formaban con sus millares de campanillas un muestrario de exquisitos colores. Judías de olor, cuyas florecillas semejaban a posadas mariposas replegaban sus alas pardas, sus alas rosadas, prontas a dejarse llevar más lejos, al primer soplo de viento. Una cabellera inmensa de verdura todo lo adornaba de flores, cuyas trenzas desbordándose por todos lados, se extendían con expansión loca, haciendo pensar en alguna doncella gigante dormida lejos de allí, con los cabellos extendidos, formando con ellos un estanque de perfumes. -Jamás me he atrevido sola a entrar en esta negruradijo Albina al oído de Sergio. Éste la animó, conduciéndola por encima de las ortigas, y como un bloque cerrase la entrada de la gruta por su parte inferior, sostuvo a la joven unos momentos derecha, entre sus brazos, para que pudiera encaramarse a la abertura superior que estaba a algunos pies del suelo. Albina miró al interior y exclamó: -Hay una mujer de mármol por tierra dentro del arroyo. El agua le ha comido la cara. Entonces, Sergio, quiso mirar también y se elevó a fuerza de puños. Una bocanada fresca le hirió las mejillas. En medio de los juncos y las lentejas acuáticas, en el rayo de sol que se deslizaba por el agujero, la estatua estaba caída sobre la espalda, desnuda hasta la cintura; un ropaje le tapaba los muslos. Era aquello la submersion de cien años, el lento suicidio de un mármol, a quien las penas debieron dejar caer en aquel charco. El agua que corría sobre ella, había hecho de su rostro una piedra lisa, una blancura sin facciones, en tanto que sus dos pechos, como sacados fuera del agua, por un esfuerzo de la nuca, permanecían intactos, vivos aún, ichados por antigua voluptuosidad. -¡No está muerta!- dijo Sergio descendiendo. -Cualquier día vendremos a sacarla de ahí. Albina, que sentía vagos temores, arrastró lejos de allí a Sergio. Tornaron al sol, a las plantabandas y los cestones, caminando a través de un prado de flores, a su fantasía, sin camino trazado. Sus pies tenían por alfombra, encantadoras plantas; plantas enanas que antaño bordeaban las alamedas, y hoy extendíanse en sábanas sin fin. Por momentos desaparecían sus pies hasta el tobillo, en la seda mosqueada de las suenas rosadas, en el raso abigarrado de los claveles pequeños, en el terciopelo azul de los miosotis cuajados de ojillos melancólicos. Más allá, atravesaron resedas gigantescos, que les llegaban hasta las rodillas, como un baño de perfumes. Después cortaron por un campo de lirios silvestres para llegar a otros de violetas. Ya en él, cercados por todas partes, no teniendo más que de aquellas plantas en torno suyo, tuvieron que retirarse, caminando con precaución sobre aquella frescura embalsamada, en medio del aliento mismo de la primavera. Al terminarse el campo de violetas, el color verde de las lobelias, un poco rudo, se extendía, salpicado de malva claro; las estrellas matizadas de los soleginoides, las copas azules de la nemófilas, las cruces amarillas de las saponarias, las cruces rojas y blancas de las julianas mahón, dibujaban fragmentos de rica tapicería, por la cual avanzaban sin fatiga en el gozo de su primer paseo Sergio y Albina. Y las violetas se sucedían siempre, una mar de violetas deslizándose por todo, vertiéndoles en los pies preciosos olores, acompañándoles con el hálito de sus flores ocultas bajo las hojas. Émile Zola, La caída del abate Mouret, Barcelona, y el Libro de Oro, México, s.f. Casa Editorial Lezcano, FEDERICO GAMBOA' UNA ENTREVISTA CON EMILE ZOLA Β ™ A C AU BON MARCHGIL ! BLAS BRE • M I C H n n i r o r •fttyriiv.TrTM Lundi Λ S 4 de octubre [París] -Realizo uno de los mayores deseos de mi vida de hombre de letras: hoy visité a Emilio Zola. Estuve en su casa -rue de Bruxelles- a las dos de la tarde, y la conserje me informó de que el maestro había salido y no regresaría hasta las seis. Exigióme mi tarjeta, no obstante haberle asegurado que Zola no conoce mi nombre, y en mi tarjeta escribí, que "de paso por París, solicitaba la honra de que él me recibiera..." A las seis en punto volví, y un criado, de gran librea -calzón corto, casaca roja- me abrió una vidriera de colores, con imágenes pintadas como las de los templos, que se halla a la izquierda del portal: ahí principia la morada del gran novelista. En esa especie de vestíbulo espero a que me anuncien; y mientras soy recibido examino el local y la escalera que comienzo a subir. Todo es un museo de preciosidades artísticas, las alfombras, las lámparas, las colgaduras, las tapicerías... Destácanse dos o tres monstruos colosales en bronce chino. En el primer rellano descuellan una ara de madera tallada y un altorrelieve, de talla igualmente, que lo menos cuenta trescientos años... -Quand Monsieur voudra... -murmura respetuosamente el lacayo. Todo emocionado, concluyo de ascender la escalera sin poder ya determinar sus detalles, salvo una copia en mármol de la Venus de Milo, a la izquierda, de más de mediano porte, que mancha deliciosamente de blanco y de belleza el severo conjunto. Tropiezo, arriba, con el mismísimo Zola, que cruza el corredor, a paso veloz, con papeles en la mano, vistiendo saco coin du feu y zapatillas. -Permítame usted unos instantes y d i s p e n s e lo revuelto de la c a s a . . . Introduisez Monsieur au salon... Una puerta se lo traga, y el criado, que lleva una lámpara encendida, me abre el salón, en él me instala y me hace una reverencia profunda. El salón, en estos momentos, parece un bazar, todo se encuentra aglomerado, sin orden ni concierto. Junto a primorosa silla de manos Luis xiv, un enorme plumero recuesta sus plumas en los gobelinos que tapizan unas poltronas arcaicas... Aquello, arreglado, ha de ser maravilla de buen gusto; los elementos sobran. Por ejemplo, el plafón es otro gobelino, mayúsculo y encuadrado en peluche, representando asunto mitológico que no alcanzo a distinguir a mis anchas... Y en los muros, en los rincones, en los vanos de puertas y ventanas, por el piso, encima de los muebles, preciosidades, siempre preciosidades... Zola, sin duda, ocúpase en negocios, pues de la pieza de al lado, desprendiéndose de un confuso murmullo de voces, viéneme, íntegra y por ocasiones repetidas, esta frase sin sentido sonando así, aislada: * Diario, París, 4 de octubre de 1893. -Dans dix jours... De súbito, ábrese una puerta, y el autor de Les Rougon-Macquart me tiende su mano: -Monsieur desire ?... -Nada más que esto, señor, conocerlo a usted de cerca y en persona, después de haberlo seguido mucho tiempo de lejos, en sus libros... Inclínase, se sienta, apoya los brazos cruzados sobre sus rodillas, y, meciéndose suavemente, sin apartarme la vista, damos principio a nuestra charla. Hablóle de sus obras, y por halagado, de los festejos con que acaban de obsequiarlo en Londres. Aunque Zola se declara agradecido, conózcole que se siente merecedor y digno de festejos y de elogios. En toda su conversación, hé/as!, poquísimas ideas, lugares comunes, respuestas de escaso interés: o sólo revela su genio cuando escribe, o mi visita, que a mí me significa tanto, a él maldito lo que le importa... ...que L'ceuvre no es su autobiografía, aunque para pintar el personaje de Sandoz se copiara muchas cosas propias; que no escribe ni escribirá jamás sus memorias, porque tiene de sobra con el trabajo de sus novelas; que su propia correspondencia -si a su muerte fuese impresa- no ofrecería ningún atractivo... - L o s novelistas modernos correspondemos con el público por medio de nuestra obra: ni él puede exigirnos más ni nosotros debemos dárselo. Éste es el único pensamiento hablado que recojo de los labios del maestro. Díceme, luego, que mañana principiará Lourdes; que no ha prescindido de sus prácticas de trabajo: cuatro o cinco horas consecutivas, antes del almuerzo. Le pido un autógrafo para mi álbum, y de bonísimo grado se lleva éste a su gabinete, volviendo a poco con el volumen abierto entre sus manos, a fin de que no se emborrone lo escrito por él, su conocida y profunda teoría estética: -Une oeuvre d'art est un coin de la nature vu á travers un temperament. Y su firma, ÉMILE ZOLA, con su letra grande y anticuada, llena de notoriedad ilustre el armiño de la página y enriquece -¡pero a qué grado para mí, dada la admiración tan honda que he nutrido por el novelista insigne!- mi colección de autógrafos. Al despedirnos, el maestro hace gala de una cortesía excesiva, acompáñame hasta media escalera... No puedo olvidar lo que me repuso cuando en el curso de la plática le dije que no le ofrecía -¡mis libros mis pobres libros!porque ya sabía que ignoraba el idioma español: -Hace usted bien -repúsome-. Si supiera cuántos libros me llegan escritos en esa lengua, que yo ni abro siquiera... Sólo leo en castellano, y eso con dificultades granelísimas, los artículos de diario en que hablan de mí. Sin salir desilusionado precisamente, sí salgo con una impresión de desconsuelo. Nada puedo reprocharle a Zola en su recibimiento y trato, nada... Pero yo necesitaba otro Zola muy distinto, el que yo cariñosamente teníame engendrado en mi propio cerebro. 8 de octubre -Mejor de la bronquitis que me encamó desde anteayer, hoy, que se efectúan en Longchamps las carreras de caballos con el premio municipal de cien mil francos, yo me lanzo a Auteuil otra vez, a ver si encuentro en su casa a Edmundo de Goncourt. Lo encontré y me recibió. Decididamente le he sido simpático a su cocinera, pues entre sonrisas y palabras amables precédeme escaleras arriba y e s c a l e r a s abajo, en ese vestíbulo maravilloso que, al igual de la morada toda, está idéntico a la minuciosa descripción hecha por el viejo novelista en sus dos tomos de la Maison d'un artiste. Junto a su vieja mesa de trabajo -la mesa de "modelo" en que pintaban él y Julio, en la que luego escribieron ambos y en la que ahora sólo el anciano superviviente escríbeme aguarda Edmundo de Goncourt. Para saludarme se descubre y no me tiende la mano, a la europea; cúbrese de nuevo, manda encender la chimenea, aunque el frío no es cosa mayor, sentémonos y me pregunta qué busco: -Hablar con usted, conocerlo, y pedirle un autógrafo y un retrato con dedicatoria de su hermano Julio. - A h -murmura, la cara tristemente iluminada por mi manera brusca de recordarle al muerto. Y volviéndose a la cocinera, que de rodillas está encendiendo la leña, agrega: -Súbame usted un retrato de Monsieur Jules, de los buenos... Mientras nos quedamos a solas, infórmase de si soy novelista, de dónde pasan las escenas de mis libros, de cuál es mi edad... Dígole lo que a Zola, que no le ofrezco mis libros publicados, porque no entiende el idioma en que corren escritos. La familia Zola en Verneuil hacia 1899 - E s cierto - e x c l a m a - , nosotros vivimos encerrados en el francés... - Y hacen ustedes muy bien: ¿para qué preocuparse de las otras lenguas, si los que las hablamos ahorrárnosles esa molestia preocupándonos con la de ustedes? -No, no es eso; es que yo creo que a nosotros los artistas nos dañan los idiomas extranjeros, que no debemos ni intentar el aprenderlos... Las palabras del propio pierden entonces toda su personalidad, sus secretas armonías, sus ritmos ignorados, y se trasmutan en equivalencias por lo general prosaicas, muy prosaicas... Vuelve la criada con la fotografía de Julio, y en tanto que De Goncourt escribe en ella, yo recuerdo lo que Zola me contó acerca del mismo Goncourt y acerca de Daudet: que entrambos me recibirían; que él, Zola, se hallaba en frío con ellos, y ellos, entre sí, en Intimidad de tío y sobrino; que ahora comían los tres juntos sólo una vez al año; que no fuera yo a repetir a nadie las Informaciones que me suministraba. ¿Se expresará Goncourt de Zola en parecidos términos?... Goncourt ha concluido de escribir; contempla un instante el rostro de su hermano, y prorrumpe al alargármelo: -Helo aquí... No sé qué le dio de rizarse el cabello aquel día... ¡Era un buen mozo!... Y arroja la tarjeta con alguna violencia, cual si quisiera ahuyentar un mundo de recuerdos tristes. No puedo yo dominar mi curiosidad, y leo la dedicatoria manuscrita arriba de donde la tarjeta dice: Maison A. Braun & Cié. "A Federico Gamboa. Edmond de Goncourt". Continuamos la conversación, hasta que logro llevarla a Zola: -Zola -dice Goncourt- es un Ingrato y un afortunado. Ingrato, porque nos debe a Daudet y a mí muchas cosas, en cuenta algunos personajes cuya paternidad descubriráse el día en que lean seriamente nuestra obra; y afortunado, porque Daudet enfermo, yo viejo y achacoso y Maupassant muerto, nadie hay que le dispute el triunfo, y él impónese, vence con su libro anual y reglamentario, se declara jefe del naturalismo y se declara Inventor de lo del documento humano (frase mía exclusivamente). Luego, que para mí hay descenso en su labor; el Zola de L'assommoir no es el Zola del Docteur Pascal, |oh no¡ ni su sombra... Zola tiene muy pocas ¡deas; si lo traemos aquí, nos describirá admirablemente las bibliotecas, los cuadros, hasta el titulo de los libros, pero no podrá decir nada de nosotros, de usted y de mí... ¡Nunca pudo pintar seres! ...A poco, no recuerdo por qué, hablamos de condecoraciones; es decir, de la Legión de Honor. Lo hallo elevadísimo, hallo el Goncourt soñado, muy diverso del que acababa de desollar a Zola causándome malísima impresión: -Sí -me afirma-, hace mucho tiempo que tengo la cruz... El Imbécil del Emperador, que nunca hizo nada completamente bien, me la concedió a mí solo, me separó de mi hermano que la deseaba mucho más que yo... era un muchacho y ambicionábala pour [se] faire des femmes. Por supuesto que quien me condecoró fue la princesa Matilde; está ya fuera de duda, que, si alguien no lo solicita, no hay gobierno que de motu proprío condecore a nadie... Detesto las tales condecoraciones; no reconozco en gobierno ninguno el insolente derecho de declarar que yo estoy por encima de usted o por encima del de más allá, de marcarme como bueno, como excepcional, cual puede hacerlo con alguna producción del suelo... Prefiero el juicio del público, pues no obstante la tontería que lo distingue, es menos tonto y menos inmoral que el gobierno más Inteligente y más honesto de cualquiera latitud. ¿Quiere usted una prueba?... La voici: Nunca, jamás impúsose Francia al mundo con su literatura como en estos últimos tiempos, del 70 acá; nunca viéronse ediciones de cientos de miles de ejemplares distribuidos en el universo entero, proclamando, por nobilísimo modo, que Francia piensa, que Francia es grande, que Francia es poderosamente artista... ¿Y le parece a usted que a los autores de esas cosas se les dé la misma condecoración que a los generales de Sedan, a los maridos complacientes, y a los ronds-de-cuir de los ministerios? los jueves y domingos... Vaya usted en una de esas noches, después de comer... ¿Quiere usted que le enseñe la mía? - ¿ E s cierto -preguntóle cuando se calma- que una gran intimidad lo liga a usted con Daudet? -Voy a verme en el trance de echarlo a usted; me ha desatado la lengua y me ha dejado sin trabajar... ¿Qué quiere que le escriba?... -¡Es clertísimo! Los adoro a él, a su mujer, a sus hijos. La última de sus niñas, Edmée, es ahijada mía -me explica sonriendo con la sonrisa codiciosamente melancólica de los viejos que no tienen hijos y se ven obligados a idolatrar a los hijos de otros. - E n mi vida literaria -prosigue- sólo dos veces he querido con todo mi corazón: cuando muchacho, a Gavarni, y ahora, de viejo, a Daudet... Pónese a hacer el panegírico de éste, y aunque de tiempo en tiempo intercala inmodestias de a folio, como ya me ha subyugado, dejólas pasar sin censura interna, deslumhrado por los tesoros de talento que aún encierra esta cabeza inteligente, hermosa y blanca. -¿Qué escribe usted señor?... -La Faustin, para el teatro. - ¿ Y Daudet?... - E n medio de sus enfermedades, prepara, a la vez para el teatro que para el libro, su próxima obra: Le soutien de famille. -Por esa enfermedad precisamente, no me animo a visitarlo... -Pues mal hecho, porque pierde usted la oportunidad de conocer a un causeur extraordinario... -Sírvame usted de padrino... -Con todo gusto. Él regresa a Paris dentro de una semana y yo como en su casa todos Nos levantamos y me lleva por todos lados, hasta el "granero" famoso (dormitorio antiguo de Julio), donde los domingos por la tarde reúnense algunos de sus amigos. Un encanto este "granero" que es salón ricamente puesto, con cuadros de los pinceles mejores, acuarelas de Julio, grabados y litografías, avant la lettre, de Gavarni; kakemonos curiosos y raros, porcelanas, tapicerías, divanes, mecedoras... ¡Qué lindas horas han de pasarse ahí. A la derecha de la entrada, en un "bazar" de cristales, hállanse las obras de los hermanos Goncourt, empastadas riquísimamente. Tomo al azar un volumen que llama mi atención: es la Mannette Salomon, con las pastas de marroquí de Levante, y en cada una de éstas en un medallón de esmalte ostentado, pintada en miniatura, a Mannette de frente y de espalda, en el instante en que dentro del taller del pintor queda desnuda. Aquello está firmado: Claudius Popelín... Al través de los vidrios de las ventanas, Goncourt muéstrame, por último, su jardín, del que vive orgulloso y al que declara responsable de habitar Auteuil... Bajamos a su gabinete de trabajo; consulto mi reloj y resulta que, para mi han volado dos horas largas... Pídeme el maestro mi álbum y díceme con su dulce sonrisa aristocrática: Y la idea suya, que servirá de epígrafe a mi novela próxima, viene a enriquecer, de su puño y letra, mi album de autógrafos: Un romancier n'est, au fond, qu'un historien des gens qui η Ont pas d'histoire. Edmond de Goncourt Al salir, paréceme que todo ello no ha sido cierto, y para que la tarde resulte completa, no regreso a París por el camino de hierro sino por el ómnibus que llega hasta la Magdalena y en cuya "imperial" instalóme modestamente: necesito acabar de saturarme de arte... Voy tan hechizado, que apenas si en la avenida de los Campos Elíseos se posan mis ojos en el alud de carruajes con faroles encendidos que, creeríase, se despeñan del grandioso Arco de Triunfo para ir a desparramarse hacia abajo, por la Plaza de la Concordia. [...] También Intenta visitar a Alphonse Daudet. El 13 de diciembre llega a la ciudad de México, que encuentra "hermosísima, llena de edificios nuevos. En cambio, en diarios, conversaciones, etcétera, ni un átomo de arte; como en África, la política impera". Gracias al ministro de Relaciones Exteriores, Ignacio Mariscal, tiene oportunidad de entrevistarse con Porfirio Díaz. Justo Sierra γ el caso y : ERNEST —- Dreyfiís : — V A UCHA* ERNEST L'AURORE Littéraire. Artistique. VAUCHAM I Socials LETTRE AU PRESIDENT OE LA RÉPUBLIQUE Par É M I L E ZOLA LETTRE :,;<>. " ' , ^ r ^ ' E Í V ; : ' : " : . ¡ ; ^ Χ Λ ^ ί A M, FÉLIX FAÜRELETTREAUPREIDENTDELAREPUBLIQUEPAREMILEZOLAFÉLIXFAÜRELETTREAUPREIDENTDELAREPUBLIQUEPAREMILEZOLAF "Divertirse", esa palabra que al decir de Taine en Viaje por Italia, de 1865, sólo tiene sentido en París, lo tenía también para el México del siglo xix. Una leyenda dice que Porfirio Díaz hacía desviar la ruta del ferrocarril para que pasara a dos metros del "chalet estilo francés" construido especialmente para su amada Juana Cata. Y en los bailes, cuando doña Juana "extendía pequeños carnets con los lápices adjuntos" para que los invitados "pudiesen anotar de antemano las parejas con las que habrían de bailar", y en las cenas se servía "vino importado", ¿había dado comienzo ese indispensable caudillaje de "lo francés" en México? José Luis Martínez apunta que el afrancesamiento en México llegó a ser, según las irónicas observaciones de Vicente Riva Palacio en Los ceros, \¡n "galicismo demente". Así que, temporalmente olvidados quedaron zenzontles, guacamayas y chirimoyas para que en columnas enteras pulularan:—bouquet en vez de ramillete, timbre por sello, chic en lugar de gracia, gusto o garbo, y réverie por ensueño o delirio. 1 2 3 En este jardín lingüístico deliciosamente artificial, si revisamos someramente su historia de amor, comprobaremos que el erotismo del poder, transformado en el impulso de la subordinación, se puso de manifiesto cuando en 1838 Francia declaraba la guerra a México. Lo cual, dicho sea de paso, le dio a Santa Anna la oportunidad de recuperar su popularidad a cambio de la pérdida de una pierna, así como también a los generales Mejía y Urrea entrar en acuerdos con el ministro plenipotenciario francés Charles Baudin, para que después de la aparición del cometa Halley, en 1835, la tienda de vinos más popular de la Ciudad de los Palacios fuera la de Gautier et Reynaud. Hacia 1856, el peligro de que Estados Unidos se inmiscuyera en los asuntos de México hizo que Napoleón III pensara en los Habsburgo, y específicamente en el archiduque Fernando Maximiliano. En 1861, el conde Alphonse Dubois de Saligny y el contralmirante Jurien de la Graviére, estuvieron al mando de la brigada francesa que desembarcó en México el 8 de enero de 1862. Para el mes de marzo, la llegada del conde de Lorencez con refuerzos a Veracruz evidenciaba el interés de Napoleón III de intervenir en México. Y a pesar de que las proclamas francesas aseguraban a los mexicanos que las miras de Francia eran "nobles y generosas", el conflicto armado entre ambos países cobró intensidad el 19 de abril de 1862, cuando se dispararon los primeros tiros. El 5 de mayo, en un histórico combate, el ejército mexicano venció a las tropas de Napoleón III, y un Porfirio Díaz, de 31 años, se volvió noticia de primera plana. Lo cual no evitó que el 10 de abril de 1864, Maximiliano fuera declarado emperador de México. Las vicisitudes y tropiezos que después siguieron, con el dramático remate de las descargas de fusil en el Cerro de las Campanas, en Justo Sierra 1867, ciertamente marco un capitulo nada amoroso entre el destino y la libertad de ambas naciones. No voy a dedicar demasiado tiempo a este tema, sólo diré que el afrancesamiento de los mexicanos, como bien lo explicó Octavio Paz," fue un cosmopolitismo, y Paris era "más que la capital de una nación, el centro de una estética". En efecto, recordemos que Justo Sierra publicó en El Renacimiento un ensayo sobre Lamartine; José María Roa Barcena y José Rosas Moreno tradujeron a Victor Hugo, Flores a Musset y Altamirano un artículo de Eugene Cortet. Sin olvidar que, en 1870, la Sociedad de Librepensadores tuvo como presidente honorario a Victor Hugo. Pero en la época en que el affaire Dreyfus dio comienzo y estuvo en plena efervescencia en un país como Francia, tan espiritualmente amado por los mexicanos, ¿cómo fue visto el proceso, por ejemplo, en la Revista Azul? . No fue visto. Pero, ¿por qué una revista que se considera situada a mitad del camino cronológico del modernismo, y cuyo espacio cultivó una estética literaria o un credo estético que era el "francesismo", tendría que ocuparse 5 4 * Fragmento del capítulo "Dreyfus en México. Adiós París" perteneciente al libro ¿Porqué Dreyfus? El ensayo de un crimen, de Neda G. de Anhalt, publicado por CONACULTA en la colección Sello Bermejo. Enrique Krauze, Porfirio Díaz. Místico de la autoridad. Biografía del Poder, 1.1, FCE, México, 1987, p. 15. Ibid., pp. 69 70. Citado por José Luis Martínez, en La expresión nacional, Oasis, xico, 1984, pp. 57 58. 1 2 3 Octavio Paz, Los hijos del limo, Seix Barral, Barcelona, 1974, 130-131. La Revista Azul (18941896) era el suplemento dominical del periódico El Partido Liberal, del cual Manuel Gutiérrez Nájera era el jefe de redacción. En la Revista Azul ocuparon también puestos: Carlos Díaz Dufóo y Luis G. Urbina. Otras revistas de la época fueron: El Mundo Ilustrado (1894-1899), El Fígaro (1896-1897), Revista Moderna (1898-1903), fundada por Bernardo Couto Castillo y continuada por Jesús E. Valenzuela (de 1903 a 1911 se llamó Revista Moderna de México) El Renacimiento (1869; 2a. época, 1894), dirigida por Ignacio Manuel Altamirano. 5 del affaire Dreyfus? Porque, en efecto, se hizo de la vista gorda. ¿Les faltó imaginación política a sus fundadores? contra los Hirchs, los Rotschilds (sic) los Ephrusy, los Laffite, ¿Y por qué exigirle a escritores cuyas vidas transcurrieron los Vanderbild (sic), los grandes detentores del dinero de los en la ciudad de México -excepto algunas salidas al interior pobres, los inicuos secuestradores de la riqueza, a quienes del país como fue el caso de Manuel Gutiérrez Nájera- el es preciso castigar del horrible delito de haber atesorado tener que abordar este asunto? ¿Y por qué no, si durante pieza tras pieza algunos miles de millones, al lado de una el mismo mes de julio de 1894 -apenas días antes de población que vive en la más espantosa miseria. que irrumpiera el affaire Dreyfus- el Duque Job se aventura en la información histórica al dedicarle un ensayo al 6 asesinato de Sadi Carnot, y Petit Bleu habló del suicidio 10 En "Páginas nuevas", al difundirse un capítulo de la novela Juanita la Larga de Juan Valera, recupero un párrafo: de Toche, "un vaudevilista ingenioso, aplaudido por ese 7 todo París", o Azul Pálido hizo referencia a la renuncia de Debemos advertir que estos judíos o herejes, tan elegantes Casimir-Perrier, y no perdía ocasión para exaltar el 14 de en el vestir, gastaban ciertas espantosas carátulas, con julio, no como el día de Francia sino "como el día de todas enormes narices a veces como berenjenas, amoratadas y 8 llenas de verrugas, porque los judíos de los tiempos antiguos las naciones"? No es fácil contestar a estas preguntas, porque la revista, como admitieron sus fundadores, carecía de un eran más feos que los de ahora, si bien entonces tenían la mar de dinero cuando se vestían con tanto lujo. programa, y en ella tuvo cabida tanto el azar como la improvisación. No ha de causar extrañeza que en las Antes de decir que ésas son las palabras o las ideas páginas de estos "espíritus franceses deportados a tierra de un escritor español y no las de un mexicano, y que una americana", además de asomarse "el pabellón claro del revista no es responsable de lo que dicen otros, quizá no cielo veneciano" y "el reluciente azul de los mares sea inútil reparar, páginas más adelante, en la aportación Adriáticos", se divisaran también "por ese balcón abierto" de Díaz Dufóo; con una falta de rigor critico - y ése fue su las ideas de un incipiente antisemitismo. pecado- se deshace en elogios hacia la obra de Valera. La Revista Azul, sin lugar a dudas, encauzó el movimiento intelectual de México. Y para lograrlo fue menester el ejercicio de la crítica que requiere -según "Nada más garrido, nada más fragante, nada más fresco que esta deliciosa 11 humorada". ¿Fue a s o m b r o s o que Díaz Dufóo no t u v i e s e la palabras de Octavio Paz- inteligencia, carácter y rigor moral. perspicacia de rechazar un antisemitismo tan ramplón? ¿Los hubo? Como dijo el Duque Job, "al pie de la escalera": "¡Oh... no En s u s n ú m e r o s se r e c o g e n , entre o t r a s , las traducciones de los escritos de dos dreyfusistas: Zola y es perfecta la naturaleza humana!" Este tema merecería un largo ensayo. Estamos lejos France, así como también las de Musset, Banville, Bourget, de suponer que estos capítulos en la Revista Taine, E. y J . de G o n c o u r t , Mendés, Dumas hijo, comprendan todas y cada una de las manifestaciones Azul Maupassant, Hugo, Verlaine y las de los antidreyfusistas: antisemitas de la época. A medida que se reflexiona sobre Daudet, LemaTtre, Dérouléde y Coppée. Este último, Fragois este asunto, se hace evidente un estudio al respecto. Coppée, fue un activo colaborador de la revista. Es de utilidad consignar que entre la copiosa producción 12 Curiosamente, la Revista Moderna, que entre sus colaboradores franceses contaba con Maurice Barres, 13 de poemas, artículos, crónicas, ensayos, noticias del tendrá en la voz del peruano José Santos Chocano, con momento, páginas frivolas, se insertaba una sección fija su "Canto a Emilio Zola", una mención acerca de Dreyfus. firmada por Petit Bleu y Azul Pálido, y otra sección eventual, Ésta hace surgir a Zola "como un fénix de amor sobre los firmada por Monaguillo. Ambos eran seudónimos de Carlos odios". A l mismo tiempo que lo compara con Cristo: "No 14 Díaz Dufóo, nacido en Veracruz en 1861, pero radicado importa que te insulte la ignorancia/del populacho que a en España desde niño. Ya en México, desarrolló una tus pies vocea:/ tú eres la libre y justiciera Francia, / eres extensa labor periodística. la Humanidad, eres la Idea! / Los que te deben coronar Vale la pena detenerse un instante en alguna de sus de rosas / te coronan de espinas..." Y Chocano finaliza colaboraciones en la Revista Azul. Aparte de revivir La su canto reconociendo a Zola como "...-Francia hecha debacle, Roma y Lourdes, de Zola, fue en "De Sobre- hombre,/ hombre que salvas el honor de Francia/[ ...] Y m e s a " donde Monaguillo, al presentar un proyecto de ya no sueñes en mayor altura, /porque la única cumbre ley de "La gran agrupación de 'Regeneradores de la eres tú mismo". 9 Especie Humana', para una nueva repartición de la riqueza", pondera al "ilustre Proudhon", y se hace eco de Pero, entonces, ¿quién fue el intelectual mexicano que se ocupó del affaire Dreyfus? El Eco francés, al lanzar una clásica diatriba antisemita, protestando... 1 0 "Páginas nuevas", un capítulo de Juanita la Larga, "la última novela de D. Juan Valera", en Revista Azul, op. cit, t. IV, pp. 262-264. Carlos Díaz Dufóo, "Lecturas", op.clt., t.v. pp. 271-273. Cursivas del original " Revista Moderna, edición facsimilar, vols. I al VII, Dirección de Literatura, Coordinación de Difusión Cultural, UNAM, México, 1987 (de 1898 a 1903, y de 1903 a 1911 se llamó Revista Moderna de México en su segunda etapa). Ibid., vol. VI, pp. 91-93 y 126-129. Ibid., vols. I y II, pp. 135-136. 11 6 El Duque Job, "La muerte de Sadi Carnot", Revista Azul, edición facsimilar, Dirección de Literatura, Coordinación de Difusión Cultural, UNAM, México, 1988, t. I, pp. 129-131. Petit Bleu Ibid. p. 276. Azul Pálido. Ibid., p. 196. Monaguillo, en Revista Azul, op. cit., t. V, p. 156. Cursivas del original. 7 8 9 1 3 14 Creo, con todo, que no es difícil adivinar que sería un magistrado de la Suprema Corte, el representante de la Academia Mexicana de Jurisprudencia, y de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, el poeta por cuya iniciativa se promulgaría la ley que crea la Universidad Nacional de México, el que fue secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, así como ministro plenipotenciario de México en España, Justo Sierra (Campeche 1848Madrid 1912); el que fuera el hombre sensible, observador profundo, quien no sólo siguió paso a paso los pormenores del affaire y percibió con agudeza muchas de sus facetas, sino que se convirtió en su gran cronista. El "científico", con su prosa clara y rápida, vio mejor y más lejos que algunos modernistas. Sería otro colaborador de la Revista Azul y de la Revista Moderna, José Juan Tablada, quien rompería posteriormente con el modernismo, y que para Octavio Paz es "uno de los padres de la poesía contemporánea de la lengua española", quien celebrará abiertamente la aventura espiritual que significó la liberación del capitán Dreyfus. 16 Recordemos que cuando Alfred Dreyfus fue sentenciado, por traición, a cadena perpetua, Georges Clémenceau se lamentaba de que un crimen de esa índole no se castigara con la pena de muerte. En la Cámara de Francia, el diputado Jean Jaurés sostuvo también la necesidad "de fusilar al traidor". 16 Justo Sierra no llegó a tales extremos, aunque al comienzo sus opiniones no eran esencialmente distintas de las que se habían oído antes en Francia, pues pensó que "este enervante asunto Dreyfus, l'affaire, está condenado a apagarse dentro de poco tiempo". Estuvo consciente, sí, de que el affaire dejaría "muchos y muy largos rastros de pasión y odio", porque su pensamiento político no pudo ignorar ciertas realidades. Pero ni Justo Sierra ni nadie en aquel momento pudo imaginarse que de este proceso saldría una revolución nacida del combate de las ideas; y que antiguas jerarquías de cariño serían derribadas como fin de una época. Ni Clémenceau ni Jaurés, como tampoco el propio Sierra o Tablada, sospecharon que sus voces terminarían por resonar en defensa de Dreyfus. El affaire terminó por seducir la sensibilidad de ambos poetas mexicanos, pero también sus pensamientos. A Justo Sierra, primero le surgió la duda; después la desconfianza, y con ella el análisis; y de ese crescendo de sospechas y recelos que es un diminuendo, se instaló la-certeza de la inocencia del capitán Dreyfus. Justo Sierra nos dejó como valiosa herencia una elocuentísima crónica histórica, social y política acerca de este affaire. Es una pena no poder reproducir íntegros los cientos de páginas de su interminable muestrario de ideas, ya que revelan desconocidos aspectos de su personalidad. Hay momentos en que las reflexiones lo enfrentan con el fenómeno del parlamentarismo y la República; hay otros, en que analiza el porvenir de la prensa, y deplora la retórica de los intolerantes; todo ello 15 Octavio Paz, Las peras del olmo, Biblioteca Breve de Bolsillo, SeixBarral, Barcelona, 1974, p. 54. Esta actitud de Jaurés, como veremos en "Dreyfus en México", se encuentra, precisamente, en el extremo contrario. 16 Manuel Gutiérrez Nájera lo incita a recorrer caminos que se bifurcan para sostener un diálogo consigo mismo y con el affaire. Con el paso del tiempo, a medida que las máscaras fueron cayendo y quedó desnuda la realidad histórica de este proceso, Justo Sierra tuvo el valor de rectificar. En palabras de Octavio Paz, practicó "la moral del honor". Su acierto mayor fue no olvidar al ser humano concreto llámese Zola, Picquart o Lucie Dreyfus- para, en su lugar, exaltar la ideología política del Estado. Al consignar todos y cada uno de los detalles del affaire, el hombre de letras vio con lucidez que aquél era una cárcel-laboratorio de intrigas e injusticias. Veamos algunas de estas páginas de Justo Sierra, que aparecieron publicadas en la revista mexicana El Mundo Ilustrado: 17 A mi modo de ver, equivocado tal vez, pero no puedo tener otros ojos que los míos, hay en el fondo de esta batalla una c u e s t i ó n r e l i g i o s a ; la hay en el fondo de t o d a s las conmociones sociales. 18 A mi modo de ver, que espero no sea el equivocado, Justo Sierra apunta aquí una característica del siglo xrx, considerada la gran época de las teorías raciales pseudocientíAcas. Los franceses habían popularizado los descubrimientos de los filólogos alemanes que al investigar los orígenes del lenguaje distinguieron entre los pueblos arios o indoeuropeos, con sus raíces en el sánscrito, y los pueblos semitas, con sus raíces en 17 Justo Sierra, El Exterior. Revistas políticas y literarias, UNAM, México, 1948, Obras Completas del Maestro Justo Sierra, t. VII. Todas las citas provienen de este libro. lbíd., p. 31. la el grupo hebreo de las lenguas. El problema fue que en el proceso de estos descubrimientos se confundieron el idioma con la raza. Sin considerar que el concepto de "raza" no adquirió claridad antes de las primeras décadas del siglo xx. Es sobre este trasfondo de confusión y división al que hace referencia Justo Sierra. La "cuestión religiosa", entonces, se convierte en un amplio saco que albergaba hebreos, cristianos, filosemitas, judíos laicos, clero católico, asuncionistas, protestantes, francmasones, monárquicos, republicanos y anarquistas . noble, del burgués, del obrero, del vagabundo, de todos cuantos forman el populacho moral que hierve en el fondo de nuestra civilización, ávido de escándalo [...] esta prensa, cuyo más conspicuo representante es el furibundo demagogo "mistificador" H. Rochefort, el que llamaba a diario a Jules Ferry, acusado del delito de crear un imperio colonial a la patria francesa y un porvenir alfabético a la democracia francesa, ladrón, traidor, asesino, troppman y otros horrores de este jaez; esta prensa, enfermedad parasitaria de la literatura, hongo que tiende a producir en el organismo social la fermentación pútrida, es la que con el nombre ...unos empuñan la bocina épica de un Baudry d'Asson o de un de "cuarto poder" pretende señorearse por el terror de Francia y Drumont cualquiera y exclaman: se nos quiere entregar a los del mundo. Y he allí el más grave problema del siglo xx. 21 judíos, se quiere convertir a Francia en un nuevo Cristo y crucificarla en el Calvario del dinero; estos liberales, estos intelectuales, Justo Sierra hace a un lado el aspecto jurídico del asunto que son capaces de discutir sobre la luz increada en los momentos para basarse en las declaraciones ante la Corte de en que los turcos se apoderan de Constantinopla (palabras del Casación, publicadas por Le Figaro. Su primera conclusión general Mercier, que ignoraba, sin duda, cómo se había defendido es que el memorando, pieza aducida legalmente ante e Constantinopla), quieren disolver el ejército, último santuario del Consejo de Guerra y convertida en base de la condenación ideal de honor de nuestros ancestros gloriosos, para ponerlo de Dreyfus, no es "obra del condenado de la Isla del Diablo" todo a los pies de la francmasoneria judía de los alemanes y los franceses. Vade retro, en nombre de la patria y de Cristo (que, sin embargo, era judío). A pesar de que dos peritos afirmen lo contrario y entre ellos esté el famoso Bertillon, Justo Sierra sabe que e memorando no pudo ser de la autoría de Dreyfus, y sí de 19 Walsin-Esterhazy, por las peculiaridades de la letra, por la clase Sin rechazar la creencia fundamental del cristianismo para de papel igual al que en esos mismos días usaba Esterhazy el advenimiento del "Hijo del hombre", esta exegesis Entre los peritos favorables a Dreyfus estaban los humanitaria de Jesús -no exenta de fina ironía y sentido del directores de L' École de Chartes, que para Justo Sierra humor-finca la construcción de la sociedad judaica, no tanto eran de "intachable reputación". En suma, concluye este a favor de un neocristianismo, sino a favor de un jurisconsulto, "el valor probante del memorando es nulo" humanitarismo laico. En cierto modo, Justo Sierra buscó la Al repasar los orígenes del proceso, Justo Sierra indaga fórmula de una supremacía de lo espiritual y colocó a ésta ensaya y analiza las confesiones del reo después de su por encima de la voluntad humana, para hacer coincidir al degradación. Asimismo, cuando Dreyfus afirma su inocencia judaismo y al cristianismo en una doctrina explícita de la al capitán Lebrun Renaud, Justo Sierra, que se alimenta de libertad. No se trata de que el Nuevo Testamento reemplace diferentes discursos, menciona de modo específico la falsa al Antiguo, sino de señalar con la figura de Jesús la magnitud confesión del guardia judicial. No la toma en cuenta, ya que de la deuda que el cristianismo ha contraído con el judaismo. está contradicha por cuantos afirman que el capitán Lebrun Renaud "no habló nada de la tal confesión y aun la desmintió Una ocasión, en la Cámara Alta del Reino Unido, Disraeli, que confidencialmente". no era todavía lord Beaconsfield, pero que ya era el leader de Una manera de plantear dudas en el ánimo de sus lectores los conservadores ingleses, decía a lord Ellensborough, que es traer a colación las declaraciones del comandante Forzinetti, reprochaba a los torys su obediencia a un judío: "que el noble primer carcelero de Dreyfus, las cuales considera "impor- lord no se alarme por eso: hace dieciocho siglos que la tantísimas". humanidad cristiana está arrodillada a los pies de un judío". 20 Consciente de que la legitimidad de sus pronunciamientos constituye su opinión propia, al mencionar el expediente Con ciertos personajes del Estado Mayor francés y especialmente con la prensa, Justo Sierra se mostró implacable. No podía ser de otro modo, porque dicha prensa, aliada al poder militar y al civil, había falseado la verdad del pueblo. Así pues, este historiador, convertido en el gran analista del proceso Dreyfus, se transformó en precursor y en una profunda conciencia de su época. Un estilo recargado de adjetivaciones le sirve para atacar a las lacras del periodismo: secreto del Ministerio de Guerra, nuestro francotirador imprime civismo a sus conclusiones cuando afirma que las pruebas han sido sostenidas "con más calor que convicción" por los señores Cavaignac, Billot, Mercier, Gonse. El autor de Catecismo de la historia patria desconfía de la figura emblemática del oficialismo francés y al articular su discurso recupera una declaración del reconocido antidreyfusista Cuignet, como testigo clave para demoler al oficial de Estado Mayor Du Paty de Clam, a quien acusa de Debajo de estos portavoces (sic) de los hierofantes está la chusma de cierta prensa, la más frenética, la más procaz, la más desesperadamente despreciable, la más irredimiblemente abyecta que pueda imaginarse. Esta prensa que se bate sin una sola razón, sin una sola ¡dea, sin un solo sentimiento nacido una línea más arriba del bolsillo, por el miserable céntimo que cae de manos del 1 9 2 0 I D « . , p. ídem. "todas las intrigas, falsificaciones y fraudes que ha habido en este asunto", para insertar una defensa que transgrede los bordes mismos de la injusticia: En suma, las presunciones se contradicen, se neutralizan; no pueden, por ende, ser tomadas en consideración. Y eso (he aquí lo terrible) que no se ha oído al sentenciado, que no se han 32. 2 1 /oíd., p. 33. José Juan Tablada debatido con él los datos que le son contrarios, que la deliberación se verificará en ausencia suya, y que si esto, en rigor, no es ilegal en la substanciación del recurso de revisión, es indebido y cruel. 22 Justo Sierra hizo del proceso Dreyfus la metáfora central de toda una noción de injusticia. Si la mayoría de sus observaciones son personales, veamos cómo en otras ocasiones el sujeto es colectivo. Por ejemplo, cuando habla del prestigio de la justicia francesa empeñado en este asunto a la vista del mundo civilizado, a pesar de que considera que el caso es "dificilísimo"; quiere creer que los hombres sensatos de Francia han protestado inclinarse ante el fallo del tribunal, "sea cual fuere". Filósofo del liberalismo y convencido de que el tiempo obraría a favor de Dreyfus, Justo Sierra legitimaba Ingenuamente su deseo de que la revisión del proceso pasase a ser una realidad. De tomar tal deseo al pie de la letra, se tendría que concluir que el tiempo no era necesariamente el auxiliar de la razón, cuando lo que estaba en juego era un combate por el poder entre intereses enemigos. En el fondo, no fue sólo la soberanía de la verdad y la justicia de lo que se trataba; era la de la victoria del derecho de la fuerza en el despotismo más absoluto del Estado Mayor francés. Todo parece en Francia encaminarse al resultado que muchos, yo el último, habíamos anunciado; habrá revisión del proceso Dreyfus; un tribunal de guerra engañado lo condenó; otro tribunal de guerra debe absolverlo. Nos atrevemos a decir esto, porque fuera de Francia, fuera de las preocupaciones y las pasiones de Francia, la inmensa mayoría de cuantos han estudiado los elementos principales de este asunto ha llegado a esta conclusión: Dreyfus no es culpable del delito de alta traición. Y nadie fuera de Francia ha creído que el honor del ejército francés estuvie identificado con la no revisión del proceso, nadie. 23 Esta última frase muestra bien que Justo Sierra está convencido de que el país heredero de una revolución como la francesa tenía el verdadero derecho de implantar el imperio de la ley moral. 2 3 Ibid., p. 41. EMILE ZOLA ¡YO ACUSO...! CARTA DE ÉMILE ZOLA A FÉLIX FAURE Señor Presidente: novelescas, que se complace usando los medios de los folletines por entrega, los papeles robados, las cartas ¿Me permite usted, en gratitud por la amable acogida que anónimas, las citas en los lugares desiertos, las mujeres un día me brindó, asumir el cuidado de su justa gloria al misteriosas que producen, de noche, pruebas abrumadoras. decirle que su estrella, tan feliz hasta ahora, está Es él quien imagina dictar el memorando a Dreyfus; el que amenazada por la más vergonzosa y la más imborrable de soñó estudiarlo en una habitación recubierta por entero de las manchas? espejos; es él a quien el comandante Forzinetti nos representa Usted ha salido incólume de las más bajas calumnias; armado de una linterna sorda y pretende hacerse introducir ha conquistado los corazones de la gente. Aparece radiante cerca del acusado dormido para proyectar sobre su rostro un en la apoteosis de esta fiesta patriótica que la alianza brusco haz de luz y descubrir así su crimen, en la sorpresa del rusa ha significado para Francia, y se prepara para presidir despertar. Y no tengo que decirlo todo, que se busque y se en solemne triunfo nuestra Exposición Universal, que encontrará. Declaro simplemente que el comandante Du Paty coronará nuestro gran siglo de trabajo, verdad y libertad. de Clam, encargado de instruir el proceso Dreyfus, como oficial Mas qué mancha de lodo sobre su nombre -iba a decir judicial es, en el orden de las fechas y responsabilidades, el sobre su mandato-con este abominable proceso Dreyfus. primer culpable del repulsivo error judicial que se ha cometido. Un consejo de guerra acaba, por orden superior, de El memorando se hallaba después de algún tiempo en atreverse a sobreseer a un Esterhazy, lo cual es una afrenta poder del coronel Sandherr, director de la Oficina de suprema a toda justicia. Y esto ha terminado; Francia Informaciones, quien murió más tarde de parálisis general. ostenta sobre su mejilla esta mancha, y la historia escribirá Las "fugas" tuvieron lugar; desaparecían papeles como que este crimen social pudo c o m e t e r s e bajo su desaparecen en el presente, y el autor del memorando presidencia. era investigado, y un a priori se perfiló poco a poco, según Puesto que ellos se han atrevido, yo me atreveré el cual, tal autor no podía ser más que un oficial del Estado también. Diré la verdad, porque he prometido decirla, aun Mayor y un oficial de artillería: doble error manifiesto, que si la justicia regularmente organizada no la presentaba muestra con qué espíritu superficial se había estudiado plena y total. Mi deber es hablar; no quiero ser cómplice. ese memorando, pues un examen razonado demuestra Mis noches serían obsedidas por el espectro del inocente que no podía tratarse sino de un oficial de tropa. que expía, allá en el destierro, la más humillante de las torturas: un crimen que no ha cometido. En consecuencia, se buscaba en la casa misma, se examinaban los escritos; parecía un problema de familia, Y es a usted, señor presidente, a quien le gritaré esta es decir, sorprender a un traidor en las oficinas mismas verdad con toda la fuerza de mi rebeldía de hombre para expulsarlo. Y sin que se pretenda aquí recrear una honesto. Para su honor, estoy convencido de que la historia conocida en parte, entra en escena el comandante desconoce. ¿Y a quién denunciaría la turba dañina de Du Paty de Clam, desde que una primera sospecha recae verdaderos culpables, si no a usted, el primer magistrado sobre Dreyfus. A partir de ese momento él es quien ha del país? Por principio, la verdad sobre el proceso y sobre la condena de Dreyfus. inventado a Dreyfus; que se ha empeñado en confundir al traidor, conducirlo a confesiones completas. Hay otros personajes: el ministro de Guerra, general Mercíer, cuya Un hombre nefasto lo ha conducido todo, lo ha hecho todo; inteligencia sufre de mediocridad, el jefe del Estado Mayor, es el teniente coronel Du Paty de Clam, entonces simple general De Boisdeffre, que había cedido a su pasión comandante. Él es el caso Dreyfus en síntesis; no se le clerical, el subjefe del Estado Mayor, general Gonse, cuya conocerá sino cuando una investigación leal haya establecido conciencia pudo adaptarse a muchas cosas. Pero, en el con claridad sus actos y sus responsabilidades. Aparece como fondo no existe en principio más que el comandante Du el espíritu más confuso, el más enredoso, habitado de intrigas Paty de Clam, quien los dirige a todos, los hipnotiza, pues él también se ocupa de espiritismo, ocultismo y conversa con los espíritus. Imposible concebir las experiencias a * Traducción de Nedda G. de Anhalt publicada como Apéndice I, en su libro ¿Por qué Dreyfus? El ensayo de un crimen, reproducida con su autorización. las que ha sometido al desventurado Dreyfus; las trampas en las cuales ha querido hacerlo caer, las investigaciones descabelladas, las imaginaciones monstruosas: toda una demencia torturante. ¡Ah, ese primer proceso! Es una pesadilla para quien lo conoce en sus verdaderos detalles. El comandante Du Paty de Clam arresta a Dreyfus, lo incomunica. Corre a la casa de la señora Dreyfus, la aterroriza, diciéndole que, si habla, su marido está perdido. Durante esa época, el infeliz se destrozaba las carnes, aullando su inocencia. Y la instrucción se ha hecho como en una crónica del siglo xv, en medio del misterio, con una complicación de expedientes bárbaros, todo basado sobre un solo cargo infantil, ese memorando imbécil, que no era solamente una traición vulgar, que era también el más impúdico de los escamoteos, pues los famosos secretos descubiertos carecían todos de valor. Si insisto es porque el origen está aquí, de donde va a surgir más tarde el verdadero crimen, la espantosa denegación de justicia de la que Francia está enferma. Quisiera señalar cómo el error judicial ha podido ser posible, cómo ha nacido de las maquinaciones del comandante Du Paty de Clam, cómo el general Mercier, los generales De Boisdeffre y Gonse han podido dejarse sorprender, comprometer poco a poco su responsabilidad en este error, que han creído deber imponer, más tarde, como la verdad santa, una verdad que aún no se discute. Al principio, pues, no hay, de su parte, más que incuria y torpeza. A lo sumo, consienten en ceder a las pasiones religiosas del medio y a los prejuicios del espíritu de cuerpo. Han permitido que se formara esta infamia. Pero he aquí a Dreyfus ante el Consejo de Guerra. Se exige el aislamiento más absoluto. Un traidor habría abierto la frontera al enemigo para conducir al emperador alemán hasta Notre-Dame, si no se tomaban las medidas de silencio y de misterio más estrictas. La nación ha sido conmovida por el estupor, se murmuran hechos terribles, traiciones monstruosas que indignan a la Historia, y como es natural, la nación se inclina. No existe castigo bastante severo; ella aplaudirá la degradación pública, querrá que el culpable permanezca atado a su roca de infamia, devorado por los remordimientos. ¿Será verdad todo lo indecible, lo peligroso, capaz de arrojar a Europa en llamas que se ha debido enterrar cuidadosamente detrás de las puertas cerradas del proceso? ¡No! No ha habido allí más que las imaginaciones novelescas y demenciales del comandante Du Paty de Clam. Todo ello ha sido hecho sólo para ocultar el más absurdo de los folletines por entrega. Y para estar seguro de ello, basta estudiar atentamente el acta de acusación leída ante el Consejo de Guerra. ¡Ah la nada de esta acta de acusación! Que un hombre haya podido ser condenado según tal acta es un prodigio de iniquidad. Desafío a los seres decentes a que la lean sin que su corazón estalle de indignación y griten su rebeldía, pensando en la expiación desmesurada, allá, en la Isla del Diablo. Dreyfus sabe varios idiomas, crimen; no han encontrado en él algún documento comprometedor, crimen; es laborioso y tiene la preocupación de saberlo todo, crimen; visita a veces su país de origen, crimen; no se preocupa, crimen; se preocupa, crimen. ¿Y las ingenuidades de redacción, las aserciones formales en el vacío? Se ha hablado de catorce jefes acusadores. Hallamos que una sola acusación cuenta, la del memorando, y sabemos también que los expertos no Émile Zola en un dibujo aparecido en L'lllustration el 26 de febrero de 1898 durante la audiencia del proceso Zola estaban de acuerdo, que a uno de ellos, Grobbet, se le recusó militarmente porque no concluyó en el sentido deseado. Se habla asimismo de 23 oficiales que vinieron a abrumar a Dreyfus con sus testimonios. Ignoramos aún sus interrogatorios; pero es seguro que todos no lo han acusado; debe observarse, además, que todos ellos pertenecían a las Oficinas de Guerra. Es un proceso de familia; se está dentro de un círculo, es necesario no olvidarlo: el Estado Mayor ha querido el proceso, lo ha juzgado, y acaba de juzgarlo por segunda vez. Consecuentemente, no quedaba más que el memorando, sobre el cual los expertos no estuvieron de acuerdo. Trascendió en la Cámara del Consejo que los jueces estaban naturalmente dispuestos a sobreseer. Y, sin embargo, ¡cómo se comprende la obstinación desesperada con la cual, para justificar la condena, se afirma hoy la existencia de una pieza secreta, fulminante, la pieza que no se puede mostrar, la que legitima todo, ante la cual debemos inclinarnos, como ante el buen Dios invisible e inefable! ¡Niego esa pieza, la niego con toda mi fuerza! Una pieza ridicula, sí, quizá en la que se trata de mujerzuelas, y donde se habla de un tal D... que se vuelve un tanto exigente: algún marido que sin duda pretendió que no se le pagó demasiado a su mujer. Una pieza que interesara a la defensa nacional, pero que no se podría presentar sin que la guerra se declarase al otro día. ¡No, no! ¡Esto es una mentira! Y ello resulta tanto más odioso y cínico puesto que mienten con impunidad, sin que se les pueda convencer. Sublevan a Francia; se ocultan detrás de su legítima emoción; cierran las bocas, turban los corazones y pervierten los espíritus. No conozco mayor crimen cívico. Émile Zola. retrato grabado por Desboutin en 1879 He aquí, señor presidente, los hechos que explican cómo un error judicial ha podido cometerse; y las pruebas morales, la situación de fortuna de Dreyfus, la ausencia de motivos, su reiterado grito de inocencia, acaban por mostrarlo como una víctima de la extraordinaria imaginación del comandante Du Paty de Clam, el medio clerical en que se hallaba y la caza de "sucios judíos" que deshonra nuestra época. con esta evidencia cierta. La conmoción fue enorme, pues la Y llegamos al caso Esterhazy. Han pasado tres años. Muchas conciencias permanecen perturbadas profundamente, se inquietan, buscan y terminan por convencerse de la inocencia de Dreyfus. verdad. No se atreve sin duda ante el terror de la opinión No haré el recuento histórico de dudas, después de la convicción del señor Scheurer-Kestner. Sin embargo, mientras él hurgaba por su parte, sucedían hechos graves en el Estado Mayor. El coronel Sandherr había muerto y el teniente coronel Picquart le sucedió como jefe de la Oficina de Informaciones. Y con este motivo, en el ejercicio de sus funciones, este último tuvo un día, en sus manos una carta telegrama dirigida al comandante Esterhazy, por un agente de una potencia extranjera. Su deber estricto era iniciar una investigación. La certeza señala que él no ha actuado nunca fuera de la voluntad de sus superiores. Sometió pues sus sospechas a sus superiores jerárquicos, el general Gonse, luego el general De Boisdeffre, en fin al general Billot, que había sucedido al general Mercier como ministro de Guerra. El famoso prontuario Picquart, del que tanto se ha hablado, no ha sido más que el prontuario Billot; yo entiendo el compendio reunido por un subordinado para su ministro, el que debe existir todavía en el Ministerio de Guerra. Las investigaciones duraron de mayo a septiembre de 1896, y es necesario afirmar en voz alta que el general Gonse estaba convencido de la culpabilidad de Esterhazy; el general De Boisdeffre y el general Billot no ponían en duda que el memorando era de la mano de Esterhazy. La investigación del teniente coronel Picquart había concluido de lucha entre su conciencia y lo que él creía ser el interés condena de Esterhazy entrañaba de manera inevitable la revisión del proceso Dreyfus; y esto no lo deseaba el Estado Mayor por ninguna causa. Debió producirse entonces un minuto psicológico pleno de angustia. Observemos que el general Billot no estaba comprometido en nada; llegaba fresco y libre; podria decir la pública, y ciertamente también ante el miedo de exponer al Estado Mayor, al general De Boisdeffre, al general Gonse, sin contar a sus subordinados. En suma, no fue más que un minuto militar. Cuando pasó ese minuto, ya era demasiado tarde. Se había enredado, se había comprometido. Y desde entonces su responsabilidad ha aumentado; ha tomado a su cargo el crimen de los otros; es tan culpable como los otros; es más culpable que ellos, pues era el encargado de hacer justicia y no ha hecho nada. ¡Comprende usted! Hace un año que el general Billot y los generales De Boisdeffre y Gonse saben que Dreyfus es inocente ¡y han guardado para ellos este terrible secreto! ¡Y esta gente duerme, y tiene mujeres e hijos a los que aman! El teniente coronel Picquart había cumplido su deber de hombre honesto. Insistía ante sus superiores en nombre de la justicia. Aun les suplicaba, les expresaba cuan impolíticas eran sus dilaciones, frente a la tremenda tormenta que se acumulaba, que debía estallar, cuando la verdad se conociera. Fue más tarde el mismo lenguaje que Scheurer Kestner repitió al general Billot, conjurándolo por patriotismo a tomar el caso en su mano, no dejarlo empeorar hasta el punto de que se convirtiera en un desastre público. ¡No! El crimen estaba cometido; el Estado Mayor no podía ya reconocer su falta. Y al teniente coronel Picquart se le encomendó una misión; se le aleja más y más, hasta Túnez, donde un día se quiso Zola leyendo LAurore honrar su valor encargándole una tarea donde con seguridad hubiera sido masacrado, en los parajes en donde halló la muerte el marqués de Mores. No se hallaba en desgracia; el general Gonse mantenía con él una correspondencia amistosa. Sólo que el general no desconoce los secretos ni se muestra sorprendido. En Paris, la verdad marchaba de manera irresistible, y se sabe de qué modo estalla la esperada tormenta. El señor Mathieu Dreyfus denunció al comandante Esterhazy como el verdadero autor del memorando, en el instante en que el señor Scheurer Kestner iba a depositar en manos del funcionario correspondiente una demanda de revisión del proceso. Y en esta circunstancia aparece el comandante Esterhazy. Los testimonios lo muestran primero desesperado, al borde del suicidio o de la fuga. Luego, todo un golpe teatral, cuya audacia asombra a Paris por la violencia de su actitud. Le habían llegado apoyos, recibía una carta anónima advirtiéndole de los pasos de sus enemigos; una "dama misteriosa" se había arriesgado de noche para remitirle una pieza robada del Estado Mayor, que debía salvarlo. Yo no puedo impedir volver a encontrar aquí al teniente coronel Du Paty de Clam, al reconocer los expedientes de su fértil imaginación. Su obra, la culpabilidad de Dreyfus, estaba en peligro, y por supuesto quiso defenderla. La revisión del proceso era el derrumbe del folletín por entrega tan extravagante, tan trágico, cuyo desenlace abominable tiene lugar en la Isla del Diablo. Es lo que no se podía permitir. Desde ese instante, el duelo va a tener lugar entre el teniente coronel Picquart y el teniente coronel Du Paty de Clam, uno a cara descubierta, el otro enmascarado. Se les encontrará muy pronto a ambos ante la justicia civil. En el fondo es siempre el Estado Mayor que se defiende, que no quiere reconocer su delito, cuya abominación crece de hora en hora. Se ha preguntado con estupor quiénes eran los protectores del comandante Esterhazy. Primero, en la sombra, el teniente coronel Du Paty de Clam, quien lo ha maquinado y conducido todo. Su presencia se traiciona por los medios ridículos empleados. Después, el general De Boisdeffre, el general Gonse, el general Billot, mismos quienes están obligados a sobreseer al comandante, puesto que no pueden admitir la inocencia de Dreyfus sin que las dependencias del Ministerio de Guerra se hundan en el descrédito público. Y el hermoso resultado de esta situación prodigiosa será que el hombre honesto, ahí dentro, el teniente coronel Picquart, que sólo ha cumplido su deber, va a resultar la víctima, a quien se ultrajará y castigará. ¡Oh justicia, qué amarga desesperanza aprieta el corazón! Hasta se dice que él, el falsario, ha fraguado la carta telegrama para perder a Esterhazy. Pero, ¡gran Dios!, ¿para qué? ¿Con qué fin? ¿Cuál es el motivo? ¿Es que él también ha sido pagado por losjudíos? Lo curioso de la historia es que él era justamente antisemita. ¡Sí! Asistimos a este espectáculo infame, de hombres hundidos en deudas y en delitos cuya inocencia se proclama, mientras se ensucia el honor de los hombres de vida limpia. Cuando una sociedad se halla en este nivel, cae en la descomposición. He aquí pues, señor presidente, el caso Esterhazy: un culpable a quien se trataba de hacer pasar por inocente. Después de casi dos meses podemos seguir hora por hora la gran tarea. Yo abrevio, pues aquí no es más que el resumen de la historia cuyas páginas ardientes serán un día escritas en extenso. Y hemos visto ya al general De Pellieux, luego al comandante Ravary dirigir una investigación acelerada en la que los delincuentes salen transfigurados y la gente honesta enlodada. Después, se ha convocado al Consejo de Guerra. ¿Cómo se podría esperar que un Consejo de Guerra enmendara lo que otro Consejo de Guerra había hecho? No hablo por cierto de la elección siempre posible de verdaderamente fuerte y de un patriotismo sabio, que osara jueces. La idea superior de la disciplina, que está en la sangre refundirlo y renovarlo todo? ¡Cuánta gente, que yo conozco, de esos soldados, ¿no basta para anular su poder de frente a una guerra posible, tiembla de angustia al saber en equidad? Quien dice disciplina dice obediencia. Cuando el qué manos está la defensa nacional! ¡Y en qué nido de bajas ministro de Guerra, el gran jefe, ha establecido de manera intrigas, de chismes y de despiltarros se ha convertido este pública, ante las aclamaciones de la representación nacional, asilo sagrado, en que se decide la suerte de la patria! la autoridad de la "cosa juzgada", ¿se pretende que un ¡Espanta la luz terrible que arroja el proceso Dreyfus, ese Consejo lo desmienta formalmente? Jerárquicamente esto sacrificio humano de un desdichado, de un "sucio judío"! es imposible. El general Billot ha hechizado a los jueces ¡Ah, toda la demencia y estulticia, las imaginaciones locas mediante su declaración, y ellos han decidido cómo deben ir que se han agitado ahí, las prácticas de baja política, las al fuego, sin razonar. La costumbres de la inquisición opinión preconcebida que y de la tiranía, el gusto con ellos han aportado sobre su que algunos galardonados situación es ésta, en efecto: "Dreyfus ha sido condenado LE PILO ponen sus botas sobre la nación, ahogando en las por crimen de traición ante un gargantas su grito de verdad Consejo de Guerra; es y de justicia, con el pretexto culpable, y nosotros, Consejo mentiroso y sacrilego de la de Guerra, no podemos razón de Estado! declararlo inocente; o bien Y es un crimen apoyado sabemos que reconocer la aun por la prensa inmunda, culpabilidad de Esterhazy defendido por toda la canalla sería proclamar la inocencia de París, de modo que de Dreyfus". Nada podría tenemos ahí al lumpen que liberarlos de este círculo. triunfa insolentemente en la Han pronunciado una derrota del derecho y la sentencia inicua, que pesará simple probidad. Es un crimen para siempre sobre los haber acusado de perturbar consejos de guerra, que a Francia por parte desde ahora ensombrecerán aquellos que la quieren de sospecha todas sus generosa, a la cabeza de las de decisiones. El primer Consejo naciones libres y j u s t a s , de Guerra pudo ser torpe; el cuando se urde el impúdico segundo e s , por fuerza, complot de imponer el error criminal. Su excusa, la repito, frente al mundo entero. Es un es que el jefe supremo había crimen enajenar a la opinión, hablado, declarando la "cosa utilizarla para una tarea de juzgada" inatacable, santa y muerte, esta opinión a la que superior a los hombres, de se ha pervertido modo que los subordinados hacerla delirar. Es un crimen envenenar a los pequeños y no podían decir lo contrario. Se nos habla del honor del ejército, se pretende que lo hasta a los humildes, exasperar las pasiones de reacción e amemos, que lo respetemos. ¡Ah, sí, por cierto, el ejército intolerancia, amparándose detrás del odioso antisemitismo, que se levantaría a la primera amenaza, que defendería a la del cual la gran Francia liberal de los derechos del hombre tierra francesa, es todo el pueblo y sólo tenemos por él morirá, si no se la cura. Es un crimen explotar el patriotismo veneración y respeto! Mas no se trata de eso; queremos para obras de odio, y es un crimen, en fin, hacer del sable el justamente su dignidad, en nuestro anhelo de justicia. Se dios moderno, cuando toda la ciencia humana trabaja para trata del sable, del amo que quizá se nos dará mañana. Y el futuro de la verdad y la justicia. besarlo devotamente, ¡no por Dios! Esta verdad, esta justicia, que hemos querido con tanta Por otra parte, he demostrado: el caso Dreyfus era el pasión, ¡qué angustia verlas así tan despreciadas, como caso de las loas a las oficinas del Ministerio de Guerra. Un desconocidas y oscurecidas! Yo no dudo de la conmoción oficial del Estado Mayor denunciado por sus camaradas del que debe haber tenido lugar en el alma de Scheurer Kestner, Estado Mayor, condenado por la presión de los jefes del y creo muy bien que terminará por experimentar un Estado Mayor. Una vez más, el condenado no puede tornarse remordimiento, el de no haber actuado revolucionariamente inocente sin que todo el Estado Mayor sea culpable. Así, las el día de la interpelación del Senado, dejando el paquete oficinas del Ministerio, por todos los medios imaginables, para echarlo todo abajo. Ha sido el gran hombre moral, el mediante campañas de prensa, comunicaciones e hombre de su vida leal, quien creía que la verdad se bastaba influencias, han protegido a Esterhazy para hundir por a sí misma, sobre todo cuando ella se le aparecía segunda vez a Dreyfus. ¡Qué limpieza debería realizar el deslumbrante como la plena luz. ¿Para qué invertirlo todo si gobierno republicano contra ese jesuitismo, así como lo llama pronto el sol iba a brillar? Y se ha castigado con tal crueldad el mismo general Billot! ¿Dónde está el Ministerio su serena confianza. Lo mismo vale para el teniente coronel • Caricatura de Fertom del 27 de marzo de 1898 Picquart, quien por un sentimiento de alta dignidad no ha querido publicar las cartas del general Gonse. Estos escrúpulos lo honran tanto más puesto que, mientras permanecía respetuoso de la disciplina, sus superiores lo cubrían de lodo, instruyendo ellos mismos su proceso de la manera más imprevista y ultrajante. Hay dos víctimas, dos valientes, dos corazones simples que han dejado hacer a Dios, en tanto que el diablo actuaba. Y aun se ha comprobado, respecto al teniente coronel Picquart, esta actitud innoble: un tribunal francés, después de haber dejado al informante acusar a un testigo públicamente, declarar todas sus ^^...^ „., faltas, decretó la audiencia secreta, cuando ese testigo era introducido para explicarse y defenderse. Digo que esto es un crimen más y que ese crimen sublevará la conciencia universal. Decididamente, los tribunales militares poseen una idea singular de la justicia. LE PILORI IT LA REVANCHE, p a r CLERAC Tal es entonces la simple verdad, señor presidente, y ella es terrible. Quedará como una mancha para su presidencia. Sé muy bien que no tiene ningún poder en este caso, por ser el prisionero de la Constitución y de su entorno. Pero tiene al menos un deber de hombre, en el que pensará y que cumplirá. No se trata, por lo demás, que yo desespere del triunfo en modo alguno. Lo repito con la certeza más vehemente: la verdad está en marcha y nada la detendrá. Sólo hoy comienza el proceso, puesto que ahora las posiciones son claras: Por una parte, los culpables que no quieren que se haga la luz; por otra, los justicieros que darán su vida para que ella resplandezca. He dicho también y lo repito aquí: cuando se oculta la verdad bajo tierra, se condensa y adquiere una fuerza tal de explosión que el día que estalle hace saltar todo con ella. Se advierte, si no se prepara una defensa para más tarde, el más resonante de los desastres. Pero esta carta es larga, señor presidente, y es tiempo de concluir. Yo acuso al teniente coronel Du Paty de Clam de haber sido el artífice diabólico del error judicial, de manera inconsciente, quiero creerlo, y de haber defendido después su obra nefasta, durante tres años, mediante las maquinaciones más ridiculas y más dolosas. Yo acuso al general Mercier por haber sido su cómplice, tal vez por debilidad de espíritu, de una de las iniquidades más grandes del siglo. Yo acuso al general Billot de haber tenido en sus manos las pruebas terminantes de la inocencia de Dreyfus y de haberlas ocultado, de ser culpable de ese crimen de lesa Caricatura de Clérac del 17 de abril de 1898 A humanidad y de lesa justicia, con un fin político para salvar al Estado Mayor comprometido. Yo acuso al general De Boisdeffre y al general Gonse de ser cómplices del mismo crimen, uno, sin duda, por pasión clerical, el otro, quizá por ese espíritu de solidaridad que hace de las Oficinas de Guerra el arca santa, inatacable. Yo acuso al general De Pellieux y al comandante Ravary de haber realizado una investigación acelerada; entiendo por ello una investigación de la más monstruosa parcialidad, de la que tenemos memoria, y en el informe del segundo, un monumento imperecedero de ingenua audacia. «tótem» Yo acuso a los tres expertos calígrafos, los señores Belhomme, Varinard y Couard, de haber formulado informes mentirosos y fraudulentos, a menos que un examen médico los declare atacados de una enfermedad de la vista y del juicio. Yo acuso a las dependencias del Ministerio de Guerra de haber conducido en la prensa, sobre todo en L 'Eclair [El Relámpago] y en L'Echo [El Eco]de París una campaña abominable que pervirtió a la opinión para encubrir su falta. Yo acuso, en fin, al primer Consejo de Guerra de haber violado el derecho al condenar a un acusado mediante una prueba que quedó en secreto, y acuso al segundo Consejo de Guerra de haber amparado esta ilegalidad, cumpliendo órdenes, cometiendo así el crimen de sobreseer conscientemente a un culpable. Al formular estas acusaciones no ignoro que estoy expuesto a los artículos 30 y 31 de la ley de prensa del 29 de julio de 1881, que castiga los delitos de difamación. Y me arriesgo voluntariamente. En cuanto a las personas a quienes acuso, no las conozco, no las he visto nunca, no guardo contra ellas ni rencor ni odio. Ellos no son para mí más que instrumentos, espíritus de delincuencia social. El acto que aquí cumplo es un medio revolucionario para apresurar el estallido de la verdad y la justicia. Yo tengo una pasión, que se haga la luz, en nombre de la humanidad que ha sufrido tanto y tiene derecho a la felicidad. Mi protesta ardiente no es más que el grito de mi alma. ¡Que se tenga la audacia de llevarme ante los estrados judiciales y que la investigación tenga lugar a plena luz! Yo espero. Quiera aceptar usted, señor presidente, la seguridad de mi profundo respeto. ÉMILE ZOLA CARTA A LA JUVENTUD TRADUCCIÓN DE MARTA DONÍS — ¿ A d o n d e vais, jóvenes, adonde vais, estudiantes, que corréis en bandadas por las calles, manifestándoos en nombre de vuestras iras y vuestros entusiasmos, y sintiendo la necesidad imperiosa de lanzar públicamente el grito de vuestras conciencias indignadas? la libertad y de odio a la fuerza brutal, que aniquila el talento y comprime el alma. Bajo el Imperio lo he visto hacer su valerosa obra de oposición, incluso a veces injusta mas siempre excedido en emancipación humana libre. Silbaba a los autores agradables a las Tullerias, injuriaba a los profesores cuyas ¿Vais a protestar contra cualquier abuso de poder, han ofendido la necesidad de verdad y de equidad, que abrasa aún por dentro vuestras almas nuevas, ignorantes de las componendas políticas y las diarias cobardías de la vida? enseñanzas tenía por turbias, y se alzaba contra todo aquel ¿Vais a enderezar una iniquidad social, depositar la protesta de vuestra vibrante juventud en la balanza desigual, donde tan falsamente se pesa el destino de los prósperos y la suerte de los desheredados de este mundo? aparece como el triunfo seguro de la Nación perfecta. Y, para afirmar la tolerancia, la independencia de la razón humana, ¿vais a silbar a cualquier sectario de la inteligencia de juicio estrecho, que habria deseado hacer que vuestros espíritus liberados volviesen a los viejos errores proclamando la bancarrota de la ciencia? y alzarse en favor de los humildes, los abandonados, los ¿Vais a gritar, bajo la ventana de cualquier personaje huidizo e hipócrita, vuestra invencible fe en el porvenir, en el siglo venidero que lleváis adentro y que debe realizar la paz del mundo en nombre de la justicia y del amor? se exaltaba, se podía estar seguro de que detrás había una —¡No, no! Vamos a abuchear a un hombre, a un viejo, que después de una larga vida de trabajo y de lealtad, se ha imaginado que puede impunemente apoyar una causa generosa, desear que se haga a la luz y se repare un error, por el propio honor de la patria francesa. que se manifestara por las tinieblas y por la tiranía. En él ardía el fogón sagrado de la preciosa locura de los veinte años, cuando todas las esperanzas son realidades y el mañana Y si nos remontásemos más lejos, a la historia de las nobles pasiones que han sublevado a la juventud de las escuelas, siempre la veríamos indignada ante la injusticia, estremecerse perseguidos, y contra los feroces, contra los poderosos. Se ha manifestado por Polonia y Grecia, ha defendido a todos los que sufrían, a los que agonizaban bajo la brutalidad de una multitud o un déspota. Cuando se decía que el Barrio Latino hoguera de juvenil justicia, despreocupada de los miramientos y haciendo del entusiasmo una obra del corazón. ¡Y qué espontaneidad la de entonces, que río desbordado corriendo por las calles! Sé bien que hoy el pretexto es, de nuevo, la patria amenazada, la rendición de Francia al enemigo vencedor por una gavilla de traidores. Pero, pregunto, ¿dónde se encontrará la clara intuición de las cosas, la sensación instintiva de lo verdadero, lo justo, si no es en estas almas ¡Ah!, cuando yo mismo era joven vi el Barrio Latino estremecerse todo de nobles pasiones juveniles, de amor a nuevas, en estos jóvenes que nacen a la vida pública, de la que nada aún debería obscurecer la razón recta y generosa? Que los políticos, pervertidos por años de intrigas, o los periodistas, mudables por los compromisos propios del oficio, puedan aceptar las mentiras más desvergonzadas y taparse los ojos ante claridades cegadoras, eso se explica, se comprende. ¡Pero la juventud, la juventud ya está entonces muy Infectada para que no se reconozca pronto su pureza, su candor natural, entre errores inaceptables, y ella no vaya directamente a lo evidente, a la limpidez de la pulcra luz del pleno día! La historia no podría ser más simple: Se ha condenado a un oficial, y nadie piensa sospechar de la buena fe de los jueces. Ellos han dado su golpe según su conciencia, fundándose en pruebas que han creído ciertas. Después, un día sucede que un hombre, que varios hombres tienen dudas y acaban convenciéndose de que una de las pruebas, la más importante, la única al menos sobre la que los jueces se han basado públicamente, ha sido atribuida falsamente al condenado... que esto proviene, sin lugar a dudas, de la mano de otro. Y lo dicen, y este otro es denunciado por el hermano del prisionero, cuyo riguroso deber era hacerlo; y entonces se inicia forzosamente un nuevo proceso, que llevará a la revisión del primero, para ver si procede la condena. ¿No es todo ello perfectamente claro, justo y razonable? ¿Dónde podria haber ahí una maquinación, un negro complot para salvar a un traidor? En cuanto al traidor, esto no se niega, tan sólo deseamos que sea un culpable y no un inocente quien expíe el crimen. Siempre tendréis a un traidor, y no se trata sino de brindaros uno auténtico. ¿No debería bastar un poco de buen sentido? ¿A qué móvil obedecerían, pues, los hombres que exigen la revisión del proceso Dreyfus? Haced a un lado el imbécil antisemitismo, cuya feroz monomanía ve en este proceso un complot judío, de acuerdo con el cual el oro judío pugnaría por reemplazar un judío por un cristiano en la infame cárcel. Eso no se sostiene: las inverosimilitudes y las imposibilidades se tumban unas a otras; todo el oro de la tierra no compraría a ciertas conciencias. Y es muy importante conocer la realidad, esto es, la expansión natural, lenta e invencible de todo error judicial. La historia lo demuestra. Un error judicial es una fuerza en marcha: los hombres de conciencia son cautivados, se obsesionan, se consagran a la defensa de la justicia cada vez con mayor obstinación, arriesgan su fortuna y sus vidas hasta que aquélla se haga. No hay otra explicación posible para lo que ocurre actualmente, el resto no son sino abominables pasiones políticas y religiosas, no es sino un torrente desbordado de calumnias e injurias. Pero, ¿qué disculpa tendría la juventud, si las ideas de humanidad y justicia se obscurecieran un instante dentro de ella? En la sesión del 4 de diciembre se ha cubierto de vergüenza una de las Cámaras francesas, cuando votó por un orden del día "que debilite a los cabecillas de la odiosa campaña que perturba la conciencia pública". Hago hincapié en esto para el futuro que me leerá, espero; un voto semejante es indigno de nuestro generoso país, y permanecerá como una mancha imborrable. "Los cabecillas" son los hombres de conciencia y valentía que, estando ciertos de un error judicial, lo han denunciado, para que se hiciera una reparación, con la convicción patriótica de que una gran nación donde un inocente agonizara torturado, sería una nación vituperada. "La odiosa campaña" es el grito de verdad, el grito de justicia que lanzan estos hombres, la obstinación que dedican en desear que Francia permanezca, ante los pueblos que la contemplan, como la Francia humana, la Francia que ha hecho la libertad y que hará la justicia. Y, ya lo veis, la Cámara ha cometido con toda seguridad un crimen, puesto que ¡mirad cómo ha podrido hasta a la juventud de nuestras escuelas y que ésta, engañada, perdida y suelta por nuestras calles, manifestándose, lo que jamás se había visto, contra todo lo más noble, más valeroso y más divino en el alma humana! Después de la sesión del Senado, el día 7, hablaron del desplome de Scheurer-Kestner. ¡Sí, qué derrumbe de su corazón, de su alma! Me imagino su angustia, su tormento, cuando ha visto hundirse en tomo suyo todo lo que ha amado de nuestra República, todo lo que contribuyó a conquistar para ella en el generoso combate de su vida, ante todo la libertad, y luego las virtudes viriles de la lealtad, la franqueza y el valor cívico. Es uno de los últimos hombres de su vigorosa generación. Bajo el Imperio conoció qué era un pueblo sometido a la autoridad de un único hombre, y vivió devorado por la fiebre y la impaciencia, la boca brutalmente amordazada por la denegación de justicia. Ha visto nuestras derrotas, con el corazón sangrante, y ha conocido sus causas, originadas todas en la ofuscación y la imbecilidad despóticas. Después, ha sido de quienes han trabajado con la mayor honestidad y el mayor ardor para levantar al país de sus escombros, para entregarle su puesto en Europa. Viene de los tiempos heroicos de nuestra Francia republicana, y lo imagino creyendo haber realizado una obra bienhechora y sólida, el despotismo expulsado por siempre y la libertad conquistada; comprendo sobre todo aquella libertad humana que permite a cada conciencia afirmar su deber en medio de la tolerancia de otras opiniones. Sí, ¿cómo no? Quizá pudo conquistarse todo esto, pero todo está nuevamente por los suelos. Alrededor suyo, y en él, no hay más que ruinas. Haber necesitado la verdad de manera irrefrenable es un crimen; haber anhelado la justicia es un crimen. El horroroso despotismo ha regresado, la mordaza más despiadada sella otra vez las bocas. No es la bota de un César la que humilla la conciencia pública, es toda una Cámara quien censura a los iluminados por la pasión del justo. ¡Prohibido hablar! Los puños aniquilan los labios de quienes deben defender la verdad, amotinan a las masas para que ellas silencien a quienes se apartan. Jamás una opresión tan monstruosa se había organizado y utilizado contra la libre discusión. Reina un terror vergonzoso: los más valientes se vuelven cobardes, nadie se atreve ya a decir lo que piensa, no sea que lo denuncien como un vendido y como traidor. Los pocos periódicos que aún son honestos están boca abajo ante sus lectores, a quienes han terminado por confundir con historias tontas. Y creo que ningún pueblo ha pasado por un momento más turbio, más cenagoso y más aflictivo para su razón y su dignidad. Así, todo el pasado de lealtad y grandeza debe de haberse venido abajo en verdad para el señor Scheurer-Kestner. Si aún cree en la bondad y la equidad humanas, es porque tiene un sólido optimismo. Desde hace tres semanas, lo han llevado día tras día al fango, por haber comprometido el honor y el disfrute de su vejez en el deseo de ser justo. Para el hombre honesto no existe una angustia mayor que soportar el suplicio de su honestidad. Se asesina su fe en el mañana, se envenena su esperanza, y si muere, se dirá: "Ya no hay nada, nada en absoluto, todo lo bueno que he hecho se va conmigo, la virtud es tan sólo una palabra, ¡el mundo es negro y vacío!" Zola a los 22 años Y, para abofetear el patriotismo, han ido a elegir a este hombre, que es el último representante de Alsacia y Lorena en nuestras Asambleas; ¡él, un vendido, un traidor que ha insultado al ejército, cuando su nombre debería haber bastado para tranquilizar las inquietudes más suspicaces! No cabe duda que tuvo la ingenuidad de creer que su calidad de alsaciano, su renombre de patriota ardiente serían la garantía misma de su buena fe en su delicado papel de justiciero. Si se encargaba de este asunto, ¿no equivalía ello a decir que su pronta conclusión le parecería necesaria para el honor del ejército, para el honor de la patria? Dejad que tal asunto se arrastre unas semanas más todavía, intentad sofocar la verdad, denegad la justicia, ¡y veréis si no os habréis convertido para entonces en el hazmerreír de toda Europa, si no habréis puesto a Francia en la última fila de las naciones! ¡No, no!, las estúpidas pasiones políticas y religiosas no quieren escuchar nada, y la juventud de nuestras escuelas brinda al mundo el espectáculo de abuchear a ScheurerKestner, el traidor, el vendido, el que insulta al ejército y compromete a la patria. Sé muy bien que los jóvenes que se han manifestado no son toda la juventud, y que un centenar de alborotadores en la calle hacen más ruido que diez mil trabajadores circunspectos y embebidos en su causa; pero los cien alborotadores están de sobra ya, y ¡qué doloroso síntoma es que un movimiento así, por muy reducido que sea, pueda ocurrir en este momento en el Barrio Latino! ¿Existen, por consiguiente, jóvenes antisemitas? ¿Hay, por lo tanto, mentes nuevas, almas nuevas, que este imbécil veneno ya ha desequilibrado? ¡Qué tristeza, qué zozobra para el siglo veinte que está por comenzar! ¡Cien años después de la Declaración de los Derechos Humanos, cien años después del acta suprema de tolerancia y emancipación, regresamos a las guerras de religión, al más odioso y al más bobo de los fanatismos! Y, repito, eso se entiende de hombres que desempeñan cierto papel, que tienen una actitud que mantener y una ambición voraz que satisfacer. Pero, ¿de gente joven, de quienes nacen y pugnan por una expansión de todos los derechos y todas las libertades, con cuyo resplandor hemos soñado para el siglo venidero? Son los artífices esperados, y hete aquí que se declaran antisemitas, es decir que comenzarán el siglo masacrando a todos los judíos, ¡tan sólo por ser conciudadanos de otra raza y tener otra ley! ¡Bella entrada en el goce de la Nación de nuestros sueños, la Nación de la igualdad y la fraternidad! Si tal fuese de veras el caso de ía juventud, ¡tendríamos que sollozar, negar toda esperanza y toda felicidad humana! Juventud, juventud, te ruego: piensa en la gran tarea que te espera. Eres la obrera futura, echarás los cimientos del siglo que llega y resolverá, tenemos en ello una fe profunda, los problemas de la verdad y la equidad, formulados por el siglo que termina. Nosotros, los viejos, los mayores, te dejamos el formidable cúmulo de nuestras búsquedas, muchas contradicciones y obscuridades quizás, pero de seguro el esfuerzo más vehemente que nunca ningún siglo haya hecho hacia la luz, los documentos más honestos y más sólidos, los cimientos mismos del inmenso edificio de la ciencia, cuya construcción debes continuar por tu honor y para tu felicidad. Y únicamente te pedimos que seas mucho más generosa y más libre de espíritu, que nos excedas en el amor a la vida cotidiana y en tu esfuerzo dedicado por completo al trabajo, fecundidad ésta de los hombres y de la tierra que avivará con creces por fin la desbordante cosecha de regocijo bajo un sol deslumbrante. Y te cederemos fraternalmente nuestro lugar, dichosos de desaparecer y descansar de nuestra cuota de tarea cumplida, en el indulgente sueño de la muerte, si sabemos que vas a continuamos y realizarás nuestros sueños. ¡Juventud, juventud! Recuerda los sufrimientos que tus padres han soportado, las terribles batallas que han debido vencer para conquistar la libertad de que gozas ahora. Si te sientes independiente, si puedes ir y venir a voluntad, decir lo que piensas en la prensa, tener una opinión y expresarla públicamente, es porque tus padres han ofrendado su inteligencia y su sangre. No has nacido bajo la tiranía, ignoras lo que es despertar cada mañana con la bota de un amo sobre el pecho, no has combatido para escapar del sable dictatorial o de la pesa equívoca del mal juez. Da las gracias a tus padres, y no cometas el crimen de aclamar la mentira, de hacer campaña con la fuerza brutal, la intolerancia de los fanáticos y la voracidad de los ambiciosos: la dictadura está a la vuelta de la esquina. ¡Juventud, juventud! Permanece siempre del lado de la justicia. Si esta idea se obscureciera en ti, te encaminarías hacia todos los peligros; y no hablo de la justicia de nuestros códigos, que sólo garantiza los lazos sociales. Debemos respetarla ciertamente. Pero existe una noción más elevada de justicia, la cual establece en principio que todo juicio humano es falible, y admite la posible inocencia de un condenado sin creer insultar con ello a los jueces. ¿No tienes ahí, por consiguiente, una aventura que debe encender tu Inflamada pasión por los derechos? ¿Quién se levantará para exigir que se haga justicia, si no tú, tú, que no estás en nuestras luchas personales y de intereses, que aún no tienes obligaciones ni compromisos en ningún asunto turbio, y puedes hablar en voz alta, con toda la pureza y toda la buena fe? ¡Juventud, juventud!, sé humana, sé generosa. Si incluso nosotros nos equivocamos, quédate a nuestro lado cuando digamos que un inocente padece una pena atroz y que nuestro corazón indignado se desgarra de angustia por eso. Si por un solo momento admitieran el posible error ante un castigo tan desmesurado, el pecho se les oprimiría y lágrimas brotarían de sus ojos. Desde luego que los cómitres permanecen insensibles, pero ¡tú, tú, que aún lloras y debes tener compasión de todas las desdichas y ser adepta de toda piedad! ¿Cómo es que no tienes el sueño caballeresco, si en alguna parte hubiese un mártir sucumbiendo al odio, de defender su causa y liberarlo? ¿Quién más, si no tú, se embarcará en la aventura sublime, se arrojará a una causa peligrosa y soberbia, y se enfrentará a un pueblo en nombre del ideal de la justicia? ¿Y, en fin, no te da vergüenza de que sean los de más edad, los viejos, quienes se apasionen, quienes hagan hoy día tu trabajo de la generosa locura? —¿Adonde vais, muchachos, adonde vais, estudiantes, que agitáis las calles con manifestaciones, echando en medio de nuestras discordias la bravura y la esperanza de vuestros veinte años? —¡Vamos hacia la humanidad, hacia la verdad, hacia la justicia! ÉMILE ZOLA Correspondencia TRADUCCIÓN DE MARTA DONÍS A PAUL VERLAINE Médan, a 8 de agosto de 1888 Querido companero: 1 Estaba resuelto a enviar cincuenta francos para una suscripción en su favor; Pouget me había hablado de ella, aunque no sé si esté realmente abierta. ¿Me permitiría enviarle directamente esa suma? Es un simple apretón de manos amistoso de un novelista que gana dinero a un poeta que no lo gana. Cordialmente, 1 2 Esta carta es la única disponible de Zola a Verlaine. Obsérvese, sin embargo, que en junio de 1892 el novelista dedicó al poeta un ejemplar de La Debacle. Este último, por su parte, le agradeció, en agosto de 1894, que Zola apostillara su solicitud de pensión; el 16 de marzo de 1895, le envió los versos siguientes: "Bah, ce n'est ríen, Dieu voit mon zéle / Á souffrir en cet aujourd'hui. / Et ma jambe muée en aile, / Moi mort, m'essorera vers lui" ["iBah!, no es nada, / Dios ve el ardor / Con que padezco este ahora, / Y mi pierna, mudada en ala, / Cuando muerto me elevará hacia él", N.T.j. "Me apresuro a acusar recibo de los 50 francos que usted amablemente me ha hecho llegar-respondió Verlaine el 10 de agosto-. Créame que le estoy muy agradecido y confíe en los mejores sentimientos de su admirador." 2 A AUGUSTE RODIN Venecia, a 8 de diciembre de 1894 Mi querido Rodin: En medio de mis continuos traslados por Italia, los periódicos de Francia me llegan con dificultades, y no siempre tengo tiempo de leerlos. Por consiguiente, le hago llegar muy tarde la expresión de mi pesar por la reciente y amarga noticia sobre la estatua de Balzac. Usted sabe cuánto lo admiro y cuan feliz me he puesto de que le fuese encomendada a usted, como el gran escultor que es, la glorificación de nuestro novelista más grande, el padre de todos nosotros. Por ello quiero dirigirle un ruego ardiente antes de mi regreso. En nombre del genio, en nombre de las letras francesas, le suplico que no haga esperar más a Balzac. Es su dios y es también mi dios; consagre a esa obra sus días y, si fuese necesario también sus noches, a fin de que su efigie impere por fin en nuestra inmortal París. Piense en que eso depende de usted, que sólo usted retrasa el vencimiento del plazo. Por supuesto que sus derechos de artista meticuloso son absolutos, nunca lo he apremiado. Pero Balzac aguarda, y no es posible que su gloria sufra mucho tiempo más por la legítima inquietud que usted tiene respecto de la suya. Acoja mi súplica, es mi corazón quien le habla por su propio honor, pues le tengo tanto afecto 1 2 como admiración. Con gran afecto, Zola saludando a Balzac, caricatura de André Gill, 1878 1 En noviembre, Jean Aicard, que estaba dispuesto a conceder a Rodln todo el tiempo que éste deseara para terminar la estatua de Balzac, riñó con la mayor parte del comité de la Société des Gens de lettres. Bajo la instigación de Edmond Tarbe, el comité había encargado a su junta judicial que interviniese ante Rodin para que éste entregara el monumento en el plazo más corto posible y diera cuenta de sus progresos a la reunión prevista para el 26 de noviembre. En esa fecha, Aicard, sin esperar la lectura del informe, dimitió verbalmente y se retiró de la reunión; lo siguieron Gustave Toudouze, Hector Malot, Raoul de Saint-Arroman, Marcel Prévost, Henry de Braisne y Pierre Maél. El 29 de noviembre tuvo lugar una segunda reunión: Aicard, Toudouze, de Braisne y Saint-Arroman mantuvieron su dimisión, y Aurélien Scholl fue elegido presidente del comité (arch. S.G.L.). El 5 de diciembre. Le Fígaro publicó la siguiente nota: "Ha sido suficiente una breve conversación entre el nuevo presidente [...] y el señor Rodln para que los derechos y los intereses de ambas partes queden salvaguardados y las firmas intercambiadas." El 25 de noviembre, Edmond de Goncourt escribió en su Journal: "Toudouze llega, grave, la frente cargada de nubes, y nos anuncia que va a dimitir del comité de la Gens de lettres, por motivo del conflicto de la Sociéte con Rodin. A lo que parece, hay un intríngulis en este conflicto, y es una hostilidad contra Zola, a quien quizá han encontrado demasiado autoritario y cuya reelección quieren impedir [...]. Y esto es lo que pretextaron sus enemigos: cuando Rodin pidió un segundo anticipo de 5,000 francos a la presentación de [sju segunda maqueta [...], Zola supuestamente se lo concedió sin turnar la solicitud al comité, y no faltan quienes, en la Société, querrían incluso hacer creer que los 5,000 francos quedaron en manos de Zola." 2 No poseemos la respuesta del gran escultor, pero el museo Rodin conserva dos borradores que comienzan de este modo: a) "El elocuente llamamiento que me envía usted me conmueve, pues me demuestra que está absolutamente con nosotros en pro de la gloria de Balzac. Como usted sabe, todos mis esfuerzos se encaminan a ese fin"; b) "La carta que me envía usted me conmueve con su hermosa súplica, y me confirma que está de todo corazón con nosotros". Cuando el monumento fue expuesto ante el Salon de 1898, la Société des Gens de Lettres rechazó la efigie inesperada hecha por el escultor. Rodin reembolsó el anticipo de los 10,000 francos recibidos y conservó la estatua. E X P O S I C ProyectoBiblioteca P A R T I C I P A N T E S E N E L C O N C U R S O I Ó N México Josevasconcelos I N T E R N A C I O N A L O Ε A R Q U I T E C T U R A Sala de exposiciones 1 del 29 de enero al 15 de diciembre de 2006 Sala de exposiciones 2 y 3 del 29 de enero al 29 de marzo de 2004 CONACULTA QUINTA BIENAL DE RADIO Enrile Zola 1840-1902 una expresión del siglo:: exprimer le siede Muestra bibliográfica e Iconográfica Inauguración: miércoles 26 de noriembre 19:50 horas Biblioteca de Milico — Sala principal de eiposiclones 26 de mnlembre del 2003 al IS de febrero del 20OI Pisa de la Cindadela 4 Cauro Histórico Mélico. D. F. Metro Baldens Entrada libit 2004 Μ EX LConcurso de Programas^auiotóñicps] .Radiorreportaje RadiodramaHj ¡ 'IMffiTifr _ _ _ _ '3tvgTjEI¡T£D(¡jlTj^^ Radi^rre-^sta^p Programas infantiles! Radio indigenista 1 lEBaamiD COÑACULTÁ! ítAWO EDUCAOÓN-CENAITl ¡RacJIopH educación] www.radio6ducacion.edu.mx Una obra de arte es el acercamiento a la naturaleza vista a través de un temperamento Émile Zola «ACONACULTA > ω i— Biblioteca México SUSCRIPCIÓN $192.00 México O SEIS NÚMEROS U S $50.00 Resto del mundo Q F O R M A DE PAGO Ficha de depósito cuenta Banorte 675-01326-8 CONACULTA/Ingresos (enviar por fax el día que se realice el pago) Q Cheque a nombre del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes O DATOS P E R S O N A L E S Nombre completo Dirección Delegación o municipio Código postal Ciudad Teléfono oficina Teléfono particular m Correo electrónico mm País RFC ······• · * φ φ # φ · · • • · 'lllff: ' A partir del número Plaza de la ciudadela 4 · Centro Histórico · México 06040 D.l Tel.: 9172 4712 · Fax: 91724711 Correo electrónico: [email protected]