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Las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera y, sin
embargo, sucedieron así. Daniel, el Mochuelo, desde el fondo de sus once años,
lamentaba el curso de los acontecimientos, aunque lo acatara como una
realidad inevitable y fatal. Después de todo, que su padre aspirara hacer de él
algo más que un quesero era un hecho que honraba a su padre. Pero por lo que
a él afectaba…
Su padre entendía que esto era progresar; Daniel, el Mochuelo, no lo
sabía exactamente. El que él estudiase el Bachillerato en la ciudad podía ser, a
la larga, efectivamente, un progreso. Ramón, el hijo del boticario, estudiaba ya
para abogado en la ciudad, y cuando les visitaba, durante las vacaciones,
venía empingorotado como un pavo real y les miraba a todos por encima del
hombro; incluso al salir de misa los domingos y fiestas de guardar, se
permitía corregir las palabras que don José, el cura, que era un santo,
pronunciara desde el púlpito. Si esto era progresar, el marcharse a la ciudad a
iniciar el Bachillerato, constituía, sin duda, la base de este progreso.
DELIBES, Miguel (2001), El camino, Barcelona, Destino, pp. 7-8
En un país lejano… Bueno, no, en realidad no es un país. Será mejor
decir: en un pueblo… Pero no, no ¡Tampoco es un pueblo! ¡Ya está! En un
bosque lejano… ¡Ay! Es que no sé si está lejos o cerca, ¿y será de verdad un
bosque? Bueno. En un sitio que no sé dónde está y que no sé lo que es, pero que
se parece mucho a un bosque, viven los batautos.
ARMIJO, Consuelo(1989), Los batautos hacen batautadas, Madrid, EspasaCalpe, p.9
Los batautos son unos seres verdes con orejas verdes al principio de la
cabeza y pies al final del cuerpo, que hacen batautadas. Sí, todos los días
hacen un montón de ellas y si vosotros leéis este libro, conoceréis montones de
batautadas. Os voy a presentar a los batautos principales: Don Ron es el rey, y
tiene tantos años, que se ha olvidado dónde tiene la cabeza y dónde los pies.
Peluso es muy listo (por lo menos eso se cree él), fue el que inventó la cometa,
como pronto vais a ver. […] Y ahora… ¡Atención! Las historias de batautos van
a empezar.
ARMIJO, Consuelo(1989), Los batautos hacen batautadas, Madrid, EspasaCalpe, p. 10
Vio una casa espléndida, llena de personas graves y respetuosas, y en el
centro de la cual se abría una gran sala, donde le introdujeron. Se encontró
allí ante una asamblea numerosa compuesta de personajes que parecían
honorables, y debían ser convidados de importancia. También encontró allí
flores de todas especies, perfumes de todas clases, confituras secas de todas
calidades, golosinas, pastas de almendras, frutas maravillosas y una
cantidad prodigiosa de bandejas cargadas con corderos asados y manjares
suntuosos, y más bandejas cargadas con bebidas extraídas del zumo de las
uvas. Encontró asimismo instrumentos armónicos que sostenían en sus
rodillas unas esclavas muy hermosas, sentadas ordenadamente en el sitio
asignado a cada una.
ANÓNIMO (2008), Las mil y una noches, Madrid, Alianza-Editorial
En efecto, los cuarenta ladrones regresaron al mediodía a su cueva, según su
diaria costumbre, y vieron que diez mulas cargadas con grandes cofres
estaban atadas a los árboles; a una señal de su jefe lanzaron sus caballos al
galope hacia la entrada de la caverna, y, echando pie en tierra, comenzaron a
buscar en las inmediaciones de la roca al hombre al que pudiesen pertenecer
las diez mulas; mas como sus pesquisas no diesen resultado, el jefe se decidió
a entrar en la cueva, y, levantando su sable ante la puerta invisible, pronunció
la fórmula mágica, y al momento la roca se dividió en dos mitades, que
giraron en sentido inverso.
ANÓNIMO (2008), Las mil y una noches, Madrid, Alianza-Editorial
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