Burguesía y espíritu burgués Resumen realizado por Guadalupe Moriones como material de circulación interna de la cátedra Historia de las Artes Visuales I. Facultad de Bellas Artes. Septiembre de 2004. “…La burguesía triunfaba en muchas partes y con ella triunfaba el espíritu burgués. Mas el espíritu burgués no triunfaba solamente con ella sino que sobrepasaba sus límites sociales…”1. La formación del espíritu burgués está asociado en sus inicios (Alta Edad Media) a lo que se define como espíritu disidente, que no es todavía un sistema coherente de opiniones sino un elemento común a distintas reacciones que se dan en Europa en la misma época pero que son independientes entre sí (de diferentes orígenes y no están relacionados necesariamente con la burguesía, exceden a esta clase social). El punto común entre ellas es su separación con respecto al espíritu cristiano-feudal que predomina en ese momento. La causa de su aparición es la ampliación del horizonte geográfico para la Europa cristiana que permite la interacción cultural y el establecimiento de rutas comerciales. El espíritu burgués se define cuando la burguesía adquiere conciencia de que era una fuerza constructiva y comienza a dar forma a sus propias tendencias.2 La burguesía tiene conciencia de sí misma, del cambio histórico que provocaban sus ideas. El surgimiento de la burguesía3 está vinculado a la activación económica y a la transformación de ideas que suponen las nuevas formas de vida de esta clase social. Su interés por mejorar las condiciones en las que estaban, implicaba una nueva actitud frente al mundo y modos de vida que alteraban los establecidos, significaba abandonar un sistema de ideas que les era habitual. Aparece entonces, “… un nuevo tipo de hombre […] que consagraba su vida a la conquista de la riqueza. Este propósito lo situaba en una curiosa relación con las cosas y con los hombres; debía superar el temor de lo desconocido, las supersticiones y creencias que lo ataban a las situaciones establecidas, las opiniones y costumbres que se oponían de diversas maneras al desarrollo de la actividad económica…”4 Los ideales burgueses no fueron manifestados claramente ni abiertamente, “…por el mero hecho de que, como toda reacción, no podía omitir ni borrar del todo el torrente de tradiciones en el que se había formado…”5. En esta sociedad la clase no privilegiada estaba formada por los labradores, eran ellos los que, a partir de su capacidad de acción, podían ascender socialmente por medio de la búsqueda de nuevas actividades – comprar, vender, fabricar, etc.- que les permitieran trabajar para sí mismos y emanciparse de la clase poderosa que los oprimía. El trabajo productivo no era considerado un oficio noble -como lo eran para las clases privilegiadas el orar y el combatir- y tenía una connotación de adhesión a las cosas terrenales. Lo que justifica, dignifica el trabajo y contribuye a una difusión de la idea del tiempo como esquema de la existencia humana, fue su aceptación en las órdenes monacales que organizan su vida en torno al trabajo intelectual y manual. La creencia en su capacidad de acción tiene que ver con la importancia que comienza a tener el ser humano, la “presencia del hombre”. El espíritu disidente no concibe al hombre como “…héroe consagrado a la gloria ni como el santo sustraído al mundo, sino como un ser de carne y hueso con un destino terrenal que […] se juzga de valioso aunque no se le asigne trascendencia…”6 El hombre como alguien que construye su destino y tiene la posibilidad de conquistar su bienestar. La burguesía actúa sobre el mundo, sobre la realidad concreta, por eso su curiosidad por la naturaleza y por su uso para generar riqueza. La ganancia de dinero permite el ascenso social, el ocio y el goce terrenal e intelectual: la alegría de vivir, el goce de la poesía, el amor, del saber. Todo ello más el trabajo era valorado por el nuevo hombre y rechazado por la concepción cristiano-feudal de la vida. La búsqueda de otras formas de convivencia, de una nueva vida social y política es también expresión del espíritu disidente. Surge la “… inclinación a despersonalizar el poder y a asentar las relaciones políticas sobre un conjunto de normas objetivas, comunes al grupo y capaces de perdurar…”7 Este es un rasgo propio del estado moderno. Bibliografía: Romero, José Luis, Burguesía y espíritu burgués, s/d, Buenos Aires, 1961. Romero, José Luis, Burguesía y espíritu burgués, s/d, Buenos Aires, 1961, p. 24. La burguesía es la que representa fuertemente al espíritu disidente, pero cuando se habla del proceso de aburguesamiento que se da en Europa, no se hace referencia al predominio de la burguesía como clase sino a la difusión de este espíritu a través de grupos no necesariamente burgueses. 3 El paso de la edad media a la moderna implica un cambio profundo en Occidente, cambio que está vinculado con la aparición de la burguesía y la formación del espíritu burgués. El nacimiento de la burguesía en los siglos XII y XIII tiene que ver con la transformación de ideas y con la activación económica como consecuencia del florecimiento de ciudades, de las manufacturas, del comercio interno y externo, del acrecentamiento de la riqueza. 4 Romero, José Luis, Burguesía y espíritu burgués, p. 13. 5 Ídem; p. 23. 6 Ídem; p. 16. 7 Ídem; p. 21. 1 2