El revolucionario Trotski también amaba a los perros La novela

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El revolucionario Trotski también amaba a los perros
La novela sobre León Trotsky de Leonardo Padura (La Habana, 1955), que trata de los
años de la “derrota” de Trotski, y que tiene como punto máximo su terrorífico asesinato
en Coyoacán, México; parece que está teniendo un gran impacto. Su edición francesa
acaba de ser presentada en París a sala llena.
¿Las razones de tal acogida? Por un lado, sin duda la fuerza literaria del relato, tal y
como directamente lo han testificado mis amigos amantes de la lite
ratura. Por otra
parte, quizás, el hecho de que la “utopía”, tal y como denomina Padura al socialismo, no
está muerto, y que la reconstrucci ón del verdadero papel de Trotski, es esencial para
retomar con dignidad las banderas de la transformación revolucionaria de la sociedad.
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El hombre que amaba a los perros , De: Leonardo Padura, TusQuets Editores,
noviembre 2009, México D.F.
:
De los perros, el amor y la revolución
Por Allen Cordero
Revista Pluma no. 16, abril de 2011.
San José.- La novela sobre León Trotsky de Leonardo Padura (La Habana, 1955), que
trata de los años de la “derrota” de Trotski, y que tiene como punto máximo su
terrorífico asesinato en Coyoacán, México; parece que está teniendo un gran impacto.
Su edición francesa acaba de ser presentada en París a sala llena. En mi caso, se la he
pasado a algunos de mis amigos, quienes se la han devorado, uno de ellos la leyó
prácticamente de un tirón en tan solo tres días con sus noches, y me han comentado, sin
ser ellos de ideología trotskista ni mucho menos militantes, que es lo mejor que han
leído por muchos años. Uno de mis amigos me dijo que es la historia del siglo XX, el
otro no pudo parar de leer pues aunque ya sabía cuál iba a ser su desenlace, la
construcción de la trama propia de la novela negra, lo sedujo hasta el punto de lo que he
dicho; no podía soltar el libro. Hasta el conservador diario La Nación de Costa Rica ha
tenido que ver con El hombre que amaba los perros, dedicándole una página en su
edición del 11 de enero del 2011.
¿Las razones de tal acogida? Por un lado, sin duda la fuerza literaria del relato, tal y
como directamente lo han testificado mis amigos amantes de la literatura. Por otra
parte, quizás, el hecho de que la “utopía”, tal y como denomina Padura al socialismo, no
está muerto, y que la reconstrucci ón del verdadero papel de Trotski, es esencial para
retomar con dignidad las banderas de la transformación revolucionaria de la sociedad.
El amor y los perros
Se ha dicho que Trotski fue pr ácticamente una máquina de la revoluci ón y de la teor ía.
Jean-Jacques Marie, en su reciente biograf ía sobre Trotski 1, expone la dificultad y hasta
la torpeza, que caracterizaron al revolucionario sin fronteras, para expresar
sentimientos, rasgos psicol ógicos que se le forma ron desde sus a ños de infancia y
adolescencia. En terminolog ía posmoderna, lo que se hoy se llamar ía “inteligencia
emocional” no fue el fuerte de Trotski. De acuerdo con esto la inteligencia de Trostski
1
Trotski revolucionario sin fronteras, Buenos aires 2009
era puramente intelectual, es decir, muy eficiente
y profunda en t érminos de
clasificación de ideas, tanto expresadas por medio de textos o de discursos orales. Pero
caracterizar de esta manera la inteligencia de Trotski puede resultar bastante unilateral,
pues su brillantez emocional se manifest ó fundamentalmente en la adecuada captaci ón
de los sentimientos de las masas. Esto no es poco, pues en t érminos de acción política,
el calibrar adecuadamente ese sentimiento, es uno de los criterios centrales para esbozar
líneas de acci ón acordes con las oportunid ades políticas que ofrece el contexto. Y en
buena parte estas fueron las revoluciones de 1905 y de 1917, donde se produjeron
estados de ánimo de las masas, sabiamente aprovechados por Trotski y el Partido
Bolchevique para concretar los máximos triunfos revolucionarios de la historia.
Pero volviendo al tema de los sentimientos individuales, no los sociales, al parecer
Trotski sufri ó de serias limitaciones para desplegarlos, lo que le afect
ó tanto en sus
relaciones familiares principalmente con sus hijos, i ncluyendo a su entra ñable Liova,
como en la vida militante, donde el bistur í siempre lo dirigi ó “eficientemente”, sin
detenerse en mayores consideraciones sentimentales. ¡No obstante, qué importantes que
son los sentimientos incluso en asuntos de la “alta política y más aún!
Todo este amplio paréntesis para decir que según Padura, Trotski sí tenía sentimientos y
estos se expresaron ampliamente hacia los perros. Es
Maya, la perra quien lo est á
acompañando en su primer fr ío destierro en Alma At á. Y es Azteca, el perro de “raza
indefinida” rescatado en una calle de Coyoac án, quien lo despide tras su asesinato.
Azteca ha sido un regalo de la pareja Trotski para su nieto, Sieva V ólkov de tan solo 11
años, último y precario sobreviviente de la carnicer ía estalin ista y quien concentraba
casi todo el amor del abuelo.
Quizás la derrota y el paso de los a ños fue suavizando relativamente el duro carácter del
revolucionario ruso.
La novela de Padura relata estos tremendos años de derrota y destierro de Trotski. Como
se sabe, el otro gran bi ógrafo de Trotski, Isaac Deutscher, t ítuló el segundo tomo de su
trilogía, El Profeta Desarmado , y el tercer tomo, El Profeta Desterrado En El hombre
que amaba los perros, se novelan estos dos tomos, aunque hay que subrayar que la
trilogía de Deutscher ya tiene en gran medida la forma de alta literatura.
El sentimiento indiv idual probablemente casi desaparece al fragor de la lucha social;
más bien es el sentimiento social el que se magnifica pues individuo e historia se
unifican; máxime cuando se es Trotski, y que es quien lleva las riendas de la historia.
Pero, cuando de derrota profunda se trata, y esta se expresa en exilio que a su vez a
menudo significa largos meses de aislamiento, invierno lacerante, peligro de atentados,
muertes de sus allegados; el refugio y la consolaci ón individual adquieren gran relieve
pues es donde, como dice el saber popular, se conocen los verdaderos amigos;
¿se
conocen los perros? Adem ás, los perros pueden ser transmisores de sentimiento, no
solamente porque se humaniza a los perros, como le dijo André Breton, a Trotski en una
de sus deliciosas veladas en Coyoac
án cuando escrib ían el segundo manifiesto
surrealista, sino, porque a trav és de los perros nos relacionamos con otras personas de
una manera s entimental, ya sea porque alabemos su forma de correr o nos
entristezcamos por su salud y tales eventos los compartamos con otras personas que nos
comprenden y entienden nuestro sentimiento y a la vez nos retroalimenten con material
perruno, que a veces trasciende a la propia marcha de nuestras vidas.
El asesino también amaba a los perros
La paradoja del relato, es que el asesino de Trotski, Ram ón Mercader, también amaba a
los perros. Pero ese amor no fue libre, siempre fue recor tado y mediado. En el seno de
su vida familiar en Barcelona, en raz ón de la crisis familiar que llev ó al divorcio de sus
padres, debi ó separarse sus dos
únicos amigos confiables, Santiago y Cuba , dos
labradores regalados por el abuelo materno. Después vino la guerra civil, donde Ramón
de la mano de su enferma madre se hizo devoto militante estalinista, quien adem ás, en
media guerra civil le mat ó al Churro de un infame tiro, como manera de irle templando
los sentimientos a su hijo y en cierta manera irle preparando para el asesinato. Este será
el contexto donde se le propone entregar su vida a los planes de la GPU de asesinar a
Trotski. Adquiere entonces la personalidad de Jacques Mornard
, un supuesto
burguesillo belga sin perro.
Luego del asesinato, le tocarán 20 años de vida de perros en las tres c árceles mexicanas
donde cumplió con su condena Despu és de lo cual viajar á viaja a Mosc ú, donde vivirá
semi-escondido entre los agentes en desgracia de la KGB, as í como de los exiliados
comunistas espa ñoles, quienes lo saben como uno de los suyos, pero no le tienen
confianza. Finalmente pasar á sus últimos calamitosos d ías en Cuba, viviendo
prácticamente clandestina y bajo otra identidad. Se pasea como una sombra en una
playa solitaria acompañado por dos hermosos borzois.
En Cuba se podr ía decir que Mercader recuper ó el sentimiento por los perros, pero
como sentimiento recortado pues su vida sumergida no le permite congraciarse
libremente con nadie para hablar y soltar toda la mierda que siente que lleva por dentro,
la conciencia cada vez m ás l úcida de que simplemente fue objeto de un fr ío crimen
burocrático, que desemboc ó en el asesinato de la personificaci ón pura de la utop ía, el
intachable León Trotski, el verdadero revolucionario.
Pero podredumbre que le carcome, pugna por desbordarse y de alguna manera empieza
a salírsele a pesar de los riesgos que eso conlleva, pues el clima pol ítico-cultural de los
años 80 en Cuba tambi én era estalinista y para peores en decadencia. La mala
conciencia que le lacera l a mano que empu ñó el piolet, el grito profundo y denunciante
de Trotski no le dejan en paz. Pero en fin su confesi ón se va vertiendo ante un escritor
isleño venido a menos por el autoritarismo castro-estalinista y que tambi
én sabe de
perros, debido a s u trabajo-castigo en una revista de veterinaria. En tal sentido el
sentimiento comunicativo de que son intermediarios los borzois empieza a descargarse.
Perro es perro podría pensarse pues los perros no se paran a pensar que tan h
éroe o
criminal es su du eño; simplemente se manifiestan fieles. Lo que no es perro, son los
sentimientos de sus due ños, sentimientos de los cuales a veces los inocentes perros no
son más que intermediarios que permiten relacionar unas personas con otras.
La grandeza sentimental
Trotski vivió ciertamente como un perro en desgracia durante sus últimos años. Claro,
esto en relaci ón con sus gloriosos a ños de dirigente revolucionario. Pues por m ás
terrible que hubiera sido su vida en el destierro, siempre encontr
ó sus satisfacciones
emocionales que le hicieron contrapeso. Pero la historia ha ido encargando de hacer
justicia, pues mientras Trotski todav ía es portador de la “utopía”, en cambi ó Stalin
después de su muerte se le empezaron a ajustar sus cuentas; hasta sus monumentos en
Rusia fueron demolidos. Ni siquiera los estalinistas de hoy en d
ía les agrada
reconocerse como tales. Es cierto que perviven muchos estalinistas, pero inconscientes;
el estalinismo es la negación del socialismo.
En el caso de Trotski es muy distinto, pues
por el mundo hay centenas de grupos
seguidores de Trotski, quienes no s ólo no esconden al maestro originario sino que se
vanaglorian de tenerlo por tal y no descansan en mostrar en sus signos externos su clara
adhesión. Hoy en día, por ejemplo, miles de jóvenes revolucionarios en varios países del
mundo levantan emocionados la efigie de Trotski durante un desfile de primero de
mayo.
La utop ía sigue causando grandes y hermosas emociones, como lo es justamente esta
novela de Padura, quien sin ser trotski
sta, hace justicia a la historia del gran
representante de la revolución.
Allen Cordero Ulate
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