LA CHUSMA EN LA PUERTA Efraín Villanueva Arcos “¿Y si la Iglesia y el Estado son la chusma que grita en la puerta?”. W.B. Yeats. Los tiempos cambian. Para los griegos antiguos (que no los modernos) el oficio más importante del ser humano, lo que representaba la nobleza y la cúspide en el perfeccionamiento de la persona, era la política, la suma de las virtudes. Hoy, existe un rechazo a esa actividad y a las instituciones públicas, y quienes se dedican al ejercicio del poder en órganos representativos, son vilipendiados y acusados de los grandes males de nuestro tiempo. No es otro el reflejo de cualquier encuesta que pregunte sobre quiénes son los personajes que merecen mayor confianza del público: los políticos (diputados, senadores, gobernadores, presidentes municipales) aparecen siempre en último lugar. En la última Encuesta Nacional de Cultura Política (ENCUP 2008) el 60 por ciento de los consultados dijo tener poco o ningún interés en la política, tres de cada cuatro opinó “que lo que los diputados y senadores toman más en cuenta al elaborar las leyes son sus propios intereses o los de sus partidos”, y las instituciones que registraron los menores porcentajes de confianza fueron los sindicatos, la policía y los partidos políticos. Todo esto, evidentemente, se suma para que las participaciones políticas en las elecciones sean cada vez más escasas, generando un sentimiento de falta de legitimidad en los procesos y en las instancias de representación popular. Hoy cunde el desencanto en todas latitudes. En unos casos, por la crisis del Estado de Bienestar que ya no puede cumplir con su oferta de derechos universales, y en otros casos simplemente por la falta de empleos, por la recesión internacional y por la inexistencia de un estado de bienestar. Como respuesta a esta situación de desencantos, se han producido movimientos espontáneos de protesta en varias naciones: en España, en Egipto, en Grecia, por mencionar algunos. En México también se han presentado movilizaciones que no han sido propiciadas por organizaciones políticas profesionales, como los partidos o los sindicatos, cuyo eje motivador ha sido, al menos en los últimos tiempos, el escabroso tema de la inseguridad social. El último de ellos es el protagonizado por el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, que ha logrado abrir no solo un esquema de diálogo con el Gobierno Federal, desde el Presidente de la República hasta altos funcionarios como los Secretarios de Gobernación y Educación y la Procuradora General de la República, sino también ha logrado sumar a sus filas a importantes y destacados académicos y líderes sociales quienes están conformando las mesas de trabajo y discusión que han seguido a los compromisos derivados del diálogo en el Castillo de Chapultepec. En su versión de los hechos, Emilio Álvarez Icaza, uno de los voceros de dicho movimiento, ha señalado al menos dos divergencias importantes entre la postura del líder del mismo, Javier Sicilia, y la que han mantenido los funcionarios federales: una es sobre el concepto de seguridad nacional, donde el poeta sostiene que debe estar centrado en las personas en tanto el Secretario Blake afirma que la seguridad debe estar centrada en las instituciones; la otra es sobre las responsabilidades de la “guerra”, pues mientras para Blake el dolor solo proviene de la delincuencia y sus acciones, para Sicilia “el dolor es también producto de la incapacidad, corrupción, en ocasiones de la complicidad y debilidad del Estado”. Pero si son peras o son manzanas, lo relevante del caso es que la movilización de la “sociedad civil” ha logrado sentar a las autoridades del Estado, al gobierno federal y hasta a los representantes del Poder Legislativo, con los líderes del movimiento por la paz y revisar la agenda pública con los pendientes por alcanzar. O sea, es la “sociedad” organizada de manera independiente de los órganos profesionales de la política, la que exige al Estado respuesta y plazos para sus demandas. No es un logro menor. El otro asunto importante es que ha sido un poeta, no un político profesional, quien ha logrado aglutinar en su entorno a pensadores, académicos, empresarios y otros líderes sociales para sumarse a esta movilización por la paz que pone ahora al Estado y sus instituciones, como lo sugirió otro poeta, William Butler Yeats, en calidad de la chusma que grita en la puerta y a la que se tiene que educar y controlar. Por ello, parafraseando a otro ilustre pensador –que no poeta- del siglo XIX, habría que lanzar una nueva y definitiva consigna: “Poetas de todos los países, uníos”. Correo-e: [email protected]