Cultural Temas Poesía de dos islas: Pedro Mir y Aimé Césaire Homenaje en la Casa de las Américas a dos grandes figuras del Caribe en el centenario de sus natalicios 25.09.2013 El próximo 26 de septiembre, en la Casa de las Américas a las 3 de la tarde, el Centro de Estudios del Caribe, en colaboración con la Cátedra Juan Bosch de la Universidad de La Habana, invitan a recordar la vida y obra de dos grandes figuras del Caribe en el centenario de sus natalicios. Por Camila Valdés Es 2013 el año en que coinciden los ecos centenarios de dos avenimientos en las aguas comunes del Caribe: en Base Point (Martinica) nace Aimé Césaire, en San Pedro de Macorís (República Dominicana) nace Pedro Julio Mir. Pero no es solo la coincidencia histórica ■la de los hechos aislados que se tropiezan como fugaces meteoritos por los caminos del universo■ la que une a estos dos hombres; entre ellos la luminosa invocación de la palabra poética, anclada la voz en un espacio insular y caribeño, ha urdido senderos de significados compartidos, que circulan por debajo de la acción real que ambos ejercieron como hombres de su tiempo histórico. Pedro Mir tiene alrededor de las Antillas hispanas una biografía de muchos contactos. Su padre, Pedro Celestino Mir Brugal, era cubano. En 1910, Pedro C., que a la sazón trabajaba como tornero en la Base Naval de Guantánamo, se trasladó a República Dominicana para trabajar, en medio del florecimiento de la industria azucarera, en el central Cristóbal Colón, en los alrededores de San Pedro de Macorís. Allí conocería a la puertorriqueña de la isla de Vieques, Vicenta Valentín Mendoza, y con ella tendría tres hijos, el mayor de ellos Pedro Mir.[1] En resumen, Mir es hijo sanguíneo y espiritual de los tres grandes territorios hispánicos de las Antillas: República Dominicana, Cuba y Puerto Rico. Su propia genealogía da fe de las rutas humanas andadas y desandadas en el espacio Caribe a todo lo largo de la primera mitad del siglo XX. En la historia de su nacimiento se perciben las huellas sudorosas de la caña, que configura un paisaje y una cultura. De ello es consciente en su propia creación poética en el célebre “Contracanto a Walt Whitman”: Yo, un hijo del Caribe, precisamente antillano. Producto primitivo de una ingenua criatura borinqueña y un obrero cubano, nacido justamente, y pobremente, en suelo quisqueyano.[2] Desde la lejanía de la isla, sobreviene la mirada aguzada sobre la tierra natal, la anagnórisis de un camino, que tiene un pasado recorrido y un futuro por pisar. Así como Pedro Mir se desplaza a Cuba en la que traba conexiones y de donde parte a otras tierras de América y Europa;[3] Aimé Césaire se mueve hacia otro epicentro de concentración de la futura intelectualidad de vanguardia en el Caribe: París. Será allí donde se conecte con coterráneos, caribeños francófonos y africanos; será allí ■a un océano de distancia■, donde comenzará a evocar el futuro retorno a su isla natal. Se publicará una primera versión de Cahier d’un retour au pays natal, en la revista parisina Volonté, en 1939. Luego del retorno real a Martinica, la inspiración comprometida de fundar Tropiques junto con Suzanne Césaire y René Menil, el encuentro con André Breton, y vendrá la publicación del Cahier… el descubrimiento de la poesía de Césaire para el surrealismo europeo. “Recogido de voces,/ lleno de pupilas/ que a través de las islas se dilatan”,[4] la geografía de las islas, insoladas y aisladas en “un inverosímil archipiélago de azúcar y de alcohol”[5] se evoca como configuración de una “región interior” ■citando las palabras de Édouard Glissant■ que tanto en Mir como en Césaire se recorre palmo a palmo en la memoria y se enuncia como espacio lleno de fulguraciones simbólicas. Dice Césaire: Islas anilladas, única carena hermosa Y te acaricio con mis manos de océano. Y no te cambio de rumbo con mis palabras alisias. Y no te lamo con mis lenguas de algas. Y te navego fuera del filibusterismo [6] Comparten igualmente el accionar político, la convicción de que la voz poética es y debe ser también una voz política, insertada en el tronco de la humanidad y a ella debiéndose en la expresión de sus fuerzas. En el caso de Pedro Mir su primera y principal lucha fue contra el gobierno de Rafael Leónidas Trujillo quien representaba la perpetuación, tras el rostro de una dictadura, de las relaciones coloniales de dependencia, en este caso con la metrópoli ubicada al norte y no allende los mares. El programa ideológico de su gobierno (si tal nombre se le puede dar) reconstituía los mitos construidos sobre la nación y el ser dominicano en los tiempos de la colonia, entre ellos el del ideal caucásico y el anti-haitianismo exacerbado. En este contexto, la poesía de Pedro Mir, al igual que la de sus coterráneos, los llamados “independientes del 40” (Manuel Del Cabral, Tomás Hernández Franco y Héctor Incháustegui) reactualiza el tema negro en el Caribe insular, y lo ubica, como lo harán Jacques Roumain, Nicolás Guillén, Luis Palés Matos, en franco desborde de los límites de la ínsula pues el movimiento poético se inclina hacia el mundo en un anhelo a tono con los momentos en que estos hombres vivieron: la lucha descolonizadora a escala mundial. Césaire también es timón de guía de esta recolocación de la poesía que en sus manos ■y con sus especificidades y las de su generación (Leopold Sedar Senghor y Leon Gontran Damas)■ le hará pronunciar en Cuaderno de un retorno al país natal: Mi boca será la boca de tus desgracias que no tienen boca, mi voz la libertad de estas otras voces que se desploman en el calabozo de la desesperación (…) guardaos de cruzar los brazos en la actitud estéril del espectador, pues la vida no es un espectáculo, un mar de dolores no es un proscenio, un hombre que grita no es un oso que danza.[7] En esta conmemoración de un centenario nos vemos girados hacia esas voces poéticas que se entrecruzan en sus caminos de vida, pues para ambas fue la poesía una piedra encantada, que puede convocar pueblos y geografías; una piedra imantada que atrae a otras voces, una piedra en la honda que lanzada con fuerza penetra con limpieza en la carne de su diana. Desde el “país del que nunca se vuelve”[8] nos llegan las voces de Pedro Mir, de Aimé Césaire, que siguen diciendo: Y ahora ya no es la palabra yo la palabra cumplida la palabra de toque para empezar el mundo. Y ahora ahora es la palabra nosotros. Y ahora, ahora es llegada la hora del Contracanto [9] ha llegado el tiempo de ceñirse la cintura como un valiente. Mas (al hacerlo) preservadme, mi corazón, de todo odio, No hagáis de mí este hombre de odio para quien sólo abrigo odio [10] Notas: 1. Cfr. Testimonio de Luis Emilio Mir, en Ernesto Pérez Shelton: Guantánamo en Pedro Mir, Ediciones El Mar y la Montaña, Guantánamo, 2009. 2. Pedro Mir: “Contracanto a Walt Withman”. 3. Ya había estado antes en Cuba, en 1944, para visitar a su hermano que estudiaba en la isla. Participó en la frustrada expedición de Cayo Confite en 1947, por ello se refugió donde su familia cubana en Guantánamo. Desde esa fecha permaneció en Cuba la mayor parte de sus 15 años de exilio. En los años cincuenta, tuvo que salir de Cuba, por problemas con el gobierno de Batista (en la Cadena Oriental de Radio en donde trabajaba le acusaron de escribir editoriales poco favorables al gobierno en el poder). Estuvo en Guatemala, EE.UU., México (aquí escribió Si alguien quiere saber cuál es mi patria). En 1962 regresó, tras la muerte Rafael Leónidas Trujillo, a República Dominicana. Allí fue recibido con grandes honores y muestras populares de júbilo. Pero, tras el golpe de estado cívico-militar al presidente electo democráticamente Juan Bosch, tras las cruentas jornadas de resistencia a la intervención militar, parte enfermo a la URSS con su esposa embarazada. Esta regresará a Cuba y aquí tendrá su hija, Geraldine; meses luego se les unirá Mir. No regresarán a República Dominicana hasta 1968. 4. Pedro Mir: “Contracanto a Walt Withman”, Poemas de una isla y de dos pueblos, Fondo Editorial Casa de las Américas, La Habana, 1974. 5. Pedro Mir: “Hay un país en el mundo”, en ob. cit. 6. Aimé Césaire, Cuaderno de un retorno al país natal, (trad. de Lydia Cabrera y Lourdes Arencibia), Colección Sur, La Habana, 2011. 7. Aimé Césaire, ob. cit. 8. “Carta de Pedro Mir a Gloria Ramos, Santo Domingo, 20 de mayo de 1993”, en Guantánamo en Pedro Mir, Ediciones El Mar y la Montaña, Guantánamo. 9. Pedro Mir “Contracanto a Whitman”, en ob.cit. 10. Aimé Césaire, ob.cit. 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