De la literatura juvenil a la cuina Privacions Sra. Frank. (chillando.) ¡Otto! ¡Otto! ¡Levántate, rápido! (Los demás también se despiertan y apresuradamente saltan de la cama) Sr. Frank. ¿Qué pasa? ¿Ocurre algo? (El Sr. Van Dann se escabulle hacia las escaleras, pero se confunde y se va hacia el otro lado. Margot rápidamente coloca un taburete bajo la lámpara colgante de la habitación central). Sra. Frank. (Se abalanza contra el Sr. Van Dann). ¡Nos está robando la comida! Sr. Dussel. (Sale de su habitación y se acerca apresuradamente al Sr. Van Daan. Detrás va Ana, que se ha echado una falda sobre los hombros, como si fuera un chal). ¡Usted! ¡Usted! ¡Deme esto! Sra. Van Daan. (También se ha levantado. Los parlamentos siguientes se solapan). ¡Putti Putti! ¿Qué pasa? Sr. Dussel. (Quitándole el pan de las manos al Sr. Van Daan mientras éste retrocede. Margot enciende la luz). Ladrón, ladrón asqueroso, que no sirve para nada… Mira que robar la comida. Miserable, miserable. Sra. Frank. (Sujentando al Sr. Dussel). ¡Señor Dussel! ¡Por el amor de Dios! ¡Ayúdame, Peter! (Peter sale de su cuarto, tira de su padre con la intención de que se suelte del Sr. Dussel). Peter. ¡Suéltelo, suéltelo! (El Sr. Dusel y Peter dan un estirón que derriba al Sr. Van Daan, que se queda de rodillas). Sr. Dussel. Glotón, egoísta… Sra. Van Daan. (Bajando las escaleras). Putti… ¿qué ha pasado? (Toda la bondad de la Sra. Frank, toda su dulzura y su control parecen haberla abandonado. Ahora se siente ultrajada, indignada, furiosa…). Sra. Frank. ¡El pan! ¡Estaba robando el pan! Sr. Dussel. (Deja el pan en un extremo de la mesa) Era usted todo este tiempo. ¡Y nosotros que creíamos que eran las ratas! (Peter, humillado, se siente en las escaleras) Sr. Frank. Señor Van Daan, ¿¡cómo ha podido?! Sr. Van Daan. Tengo hambre. (El Sr. Dussel va a su habitación, se abriga con la chaqueta del traje y regresa a la habitación central. La Sra. Van Daan se sitúa junto al Sr. Van Daan con actitud protectora). Sra. Frank. (Con justa indignación). ¡Todos tenemos hambre! Yo veo a mis pobrecitas niñas, que se están quedando en los huesos; porque a Peter lo oigo quejarse en sueños, de tanta hambre como tiene el pobre. Y usted baja aquí por las noches para robar la comida, la comida que debería ser sólo para ellos, para los chicos. Sra. Van Daan. Él necesita alimentarse más que el resto de nosotros. Es de mucho comer, porque es que es muy corpulento. Sra. Frank. (Volviéndose a la Sra. Van Daan) Y usted… ¡Usted es peor que él! Es madre y sin embargo sacrifica a su hijo por este hombre, por este… este… Sr. Frank. (Se acerca a su esposa). ¡Edith! ¡Querida! (Margot cubre los hombros de su madre con el chal rosa). Sra. Frank. (Sin atender las súplicas de su esposo y encarándose con la Sra. Van Daan). No crea que no la he visto, siempre guardando lo mejor para él. La he venido observando día tras día y me he mordido la lengua siempre. Pero ya no aguanto más. Después de esto quiero que se vayan; quiero que se vayan de aquí. GOODRICH, Frances; HACKETT, Albert: El diario de Ana Frank, Alzira, Algar, 2009, Joven teatro de papel, 4, pp. 209-212.