Cristianos Bautizados Haciendo el Mal Caer En el nombre del

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Cristianos Bautizados Haciendo el Mal Caer
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, Amén.
No sé si son conscientes, pero tengo una relación muy extraña y particular, con esto texto
de Lucas, el texto de esta semana en el Propio 9 del ciclo C del Leccionario. Si usted lee la
“Parish Page (Hoja Parroquial)” de este mes, ya sabe que hoy es el aniversario litúrgico de mi
tiempo con esta congregación, que fue hace seis años (¡dos ciclos completos del leccionario!), en
el Propio Nueve, Año C, que por primera vez celebré la Eucaristía en esta parroquia.
Mientras trabajaba en el sermón de hoy, fui de nuevo a ese primer sermón que prediqué
hace seis años. ¡Volví temblando, porque no hay nada que le dé más miedo a un predicador que
leer un sermón viejo y preguntarse lo que pudo haber dicho, y si era bueno!
Hablé, hace seis años, sobre cómo podemos pensar que este texto se trata de llevar a cabo
en esta gran cosecha de ministerio y hacer cosas grandes y sorprendentes. Pero, en realidad, es
mucho más inquietante que eso. En Lucas, Jesús no está enviando a los setenta a lo mejor y más
brillante de la sociedad judía. Él no está buscando familias jóvenes atractivas, o por personas con
riqueza que puedan donar mucho dinero, o los que son valorados culturalmente. La cosecha a la
que Jesús envía a los setenta es una cosecha en Samaria, una región del país que es cuestionable
en sus costumbres sociales, étnicas, culturales y religiosas. Enviar a los setenta a Samaria no
estaba en la declaración de misión y visión del Mesías para el judaísmo del primer siglo.
También hablé hace seis años sobre cómo el contexto del viaje importaba. Oímos a Jesús
hablar de salir a cosechar y traer personas, pero él lo hace mientras se dirigía a Jerusalén,
mientras camina un camino que lo conducirá al fracaso (para los estándares del mundo), donde él
será rechazado por los que la sociedad escucha, donde él será condenado a morir junto a los que
la sociedad rechaza.
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Sí, al parecer, ¡yo era un poco agua fiestas hace seis años!
Mis disculpas por eso.
Sin embargo, no es del todo culpa mía. No podía elegir las lecturas por ese domingo o
por el día de hoy. Y, que en realidad yo no estoy en desacuerdo con lo que dije. Porque Jesús
envía su pueblo para hacer una cosecha de aquellos que son las sobras de la sociedad. Jesús está
haciendo esto en un viaje hacia su propia muerte. Y él no está muriendo por nosotros, en el
sentido de morir para que nosotros no tengamos que morir. Él le dice a sus seguidores tendrán
que cargar sus propias cruces, que tendrán que recorrer un camino de sacrificio y sufrimiento. Él
les dice a sus seguidores en este texto que aunque ellos sean ovejas a causa de su amor, van a ir
en medio de lobos peligrosos. La gente los va a rechazar y hacerles daño. Pero, les dice que no se
desanimen. “Si las personas te rechazan,” él dice, “me están rechazando. Y si las personas me
rechazan, están rechazando al que me ha enviado.”
El centro y la solución al mensaje difícil de este texto, creo, se encuentra uno de mantener
el foco en la misión de Jesús, la misión que los apóstoles continuaron, la misión que los setenta
en nuestra lectura de hoy continúan, la misión que usted y yo todavía están llamados a hoy.
Porque la misión no es hacer crecer una institución por amor a una institución. La misión está
clara. En el último capítulo, Jesús da el “poder y autoridad para expulsar toda clase de demonios
y para curar enfermedades, para anunciar el reino de Dios y a sanar a los enfermos.”
¿Sabías que, en realidad, esto es su trabajo como cristianos?
Los doce apóstoles regresan, encantados con su éxito, y mientras Jesús les empieza a
contar sobre su muerte inminente, discuten sobre cuál de ellos es el más grande. Tratan de
detener a alguien que expulsaba demonios porque no era parte de su grupo. Como hemos
escuchado la semana pasada, ofrecen hacer descender fuego del cielo en un pueblo samaritano
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que se niega a recibir a Jesús. Lo hicieron bueno, pero se olvidaron de su trabajo y entonces
preocupaban más por su propio grupo, su propia institución, que de continuar la misión de Jesús.
Así que Jesús envía a los setenta en nuestra lectura, presumiblemente con la misma
misión de los apóstoles tenían. También, oímos, echan fuera demonios. También sanan y
anuncian la buena noticia de que el Reino de Dios está cerca. De hecho, Jesús les dice que
incluso si son rechazados, ofrezcan una buena noticia, aun así, digan a la gente que el Reino de
Dios está cerca.
Los setenta también vuelven, emocionados con el éxito de su grupo, pero Jesús les
redirige a la propia misión. Les recuerda que lo que están haciendo, en realidad, es la misión de
Dios, que deben mantener sus ojos en esa misión.
¿Y lo que es está misión? Echando fuera demonios, curando las infirmas, hablando sobre
la buena noticia… ¿que es está misión? La misión es, en esencia, sobre la paz. Se trata de la paz
en el sentido de la palabra hebrea shalom, o, “la totalidad.” Los setenta son enviados para llevar
una mayor paz, una mayor integridad, echando fuera los poderes malignos de este mundo. Los
setenta son enviados para lograr una mayor paz, una mayor integridad, diciendo a todas las
personas—a los que lo acepten y los que lo rechacen—que Dios está llegando cerca de ellos.
Usted no tiene que dejar que los que lo rechazan le sigan haciendo daño. Jesús nos dice que
podemos sacudirnos su rechazo, podemos incluso quitarnos el polvo de los pies ... pero aun así
hábleles la palabra de la paz a ellos. Ese es su trabajo.
Esta es la misma paz que usted y yo nos deseamos a mitad de la liturgia, cuando nos
damos la mano o un abrazo. Esta paz que sentimos en ese momento está destinado a ser un
anticipo de la paz, que estamos llamados a traer a nuestro mundo. Esta es la paz que puede
derribar el mal.
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En la misa de hoy, vamos a hacer un bautismo. Eso significa que vamos a utilizar las
palabras de nuestra liturgia bautismal sobre el mal. Aunque a los cristianos modernos no les
gusta hablar de esto, creemos que el mal existe. Es porque en el bautismo decimos: “Renuncio a
Satanás y a todas las fuerzas espirituales del mal que se rebelan contra Dios. Renuncio a los
poderes malignos de este mundo que corrompen y destruyen a las criaturas de Dios. Renuncio a
todos los deseos pecaminosos que te apartan del amor de Dios. Los renuncio.”
Decimos esto porque sabemos que hay poderes del mal en el mundo, en la sociedad,
incluso a veces en la iglesia, que buscan hacer daño, corromper, y destruir. Es nuestro trabajo
para renunciar a esos. Es nuestro trabajo para resistirse a esos.
Pero no se asusten, porque el Espíritu que sustenta los apóstoles y los setenta en su
misión, el Espíritu que levantó a Jesús de entre los muertos cuando todo el mal aceptable de este
mundo lo mató, el Espíritu que permitió los discípulos a continuar el ministerio de llevar la paz y
la misericordia de Jesús en el mundo… el Espíritu que descenderá sobre Maximiliano… Este es
el Espíritu que descendió sobre tú en su bautismo.
Seamos claros, Iglesia Esta misión que Dios nos da, no se trata de mí aumentando los
miembros de la iglesia. Para nada se trata de algo mío como sacerdote, excepto en la medida en
que puedo animarte a tomar en serio la misión de Dios y nutrirte en el trabajo a través de los
sacramentos.
Esta misión se trata de ti. Debes estar dispuesto a ser vulnerable como el que no tiene
dónde recostar la cabeza. Debes depender de la hospitalidad de los demás. Debes saber que eres
una oveja en medio de lobos. No debes llevar una maleta en su vida, es decir, no debes pensar
que la meta de la vida es recoger la mayor cantidad de riqueza que pueda. En cambio, usted está
llamado a preguntarse a cada momento qué riqueza, qué dones, están a su disposición y ¿cómo se
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pueden utilizar para aumentar el reino de Dios. ¿Cómo puedes usar lo que tienes que traer más
paz al mundo?
Y por suerte, no hemos sido llamados para la fabricación de la cosecha. Sólo estamos
llamados a hacer espacio para lo que Dios está tratando de hacer, a renunciar a lo que hay que
renunciar, a decir lo que tenemos que decir para que la gente pueda tener una experiencia de
Dios.
Usted y yo podemos tener miedo de esta misión. Es mucho más fácil, después de todo,
ser un consumidor de la iglesia que ser iglesia. Pero donde tú y yo podríamos ver escasez, Jesús
ve abundancia. Jesús ve la abundancia porque Jesús sabe que si usted y yo tenemos fe, los caerán
los poderes malignos.
Usted, hijo de Dios, puede hacer caer el mal.
¿Está dispuesto a ser vulnerable y sacrificarse para que Dios pueda trabajar, de modo que
todo lo malo pueda ser destruido, de modo que todos aquellos que lo necesitan, puedan escuchar
las buenas nuevas de que Dios está cerca?
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