La necesidad de nuevas formas de ministros ordenados El altar vacío En mi experiencia como misionero en Tanzania durante 19 años, pude experimentar las grandes dificultades que teníamos los sacerdotes para atender a las muchas comunidades cristianas que estaban a nuestro cargo. A pesar de la gran ayuda de los catequistas, muchas comunidades cristianas no podían celebrar la eucaristía por falta de ministros y pasaban muchos meses, sobre todo en tiempos de lluvia, si poder atender a numerosas comunidades. Me han llegado dos libros muy interesantes del obispo emérito Fritz Lobinger, que han hecho resucitar en mí lo que ya en el año 2000 pude experimentar en Sur África participando en el curso del Lumko Institute: la necesidad de formar a ministros ordenados desde las comunidades cristianas. La editorial Herder, junto con Proconcil, publica dos libros donde Fritz Lobinger desarrolla una propuesta muy interesante. Luis Jiménez 10 JUNIO - JULIO 2011 Mons. Fritz Lobinger Una realidad muy común El autor, Fritz Lobinger, es obispo católico de origen alemán, incardinado más de 50 años en África del Sur. Los títulos de los libros son “Equipos de ministros ordenados” y “El altar vacío”. Este último es un novedoso libro ilustrado que acompaña al primero es útil para el trabajo en comunidades, parroquias y grupos eclesiales. El formato de dibujos acompañados de texto puede acompañar la reflexión. Ante la falta de vocaciones y la gran cantidad de comunidades –muchas veces rurales- que están viviendo con dificultades la celebración de la Eucaristía, el obispo Fritz Lobinger propone la creación de un nuevo ministerio presbiteral que emerja de las propias comunidades. Para Lobinger, las comunidades cristianas actuales están instaladas en una cierta pasividad fruto, en parte, de la concepción del cura como “proveedor de servicios”. En este sentido, las comunidades no viven como propio el problema de la falta de vocaciones y olvidan que todos hemos sido enviados a la evangelización y que esta incluye como centro la vida eucarística. La propuesta del obispo Lobinger parte de la experiencia de que los laicos y laicas son capaces de desarrollar ministerios. Una propuesta de futuro Con la creación de un nuevo ministerio presbiteral, emerge la figura del laico ordenado como presbítero, siempre en equipo, en el marco de una comunidad cristiana madura. Estos equipos de presbíteros trabajarían en colaboración con los actuales sacerdotes. Si en los primeros comienzos de la Iglesia se percibía la efusión de los dones y carismas del Espíritu, que cristalizaban en diversos ministerios ordenados en las comunidades, retomemos esa experiencia -sugiere Lobinger- de un ministerio presbiteral que emerge de las propias comunidades, adaptándola a nuestros contextos eclesiales y sociales. El centro de esta propuesta es el servicio a la Eucaristía y la maduración de las propias comunidades. La vocación no es considerada como algo intimista y ajena a la vida de las comunidades. Uno de los requisitos para poder desarrollar esta alternativa es que se trabaje en comunidades sólidas, con una trayectoria probada y donde existan líderes de reconocido compromiso desinteresado con una actitud de servicio y capaces de trabajar en equipo. Ordenar equipos daría más garantías -para el autorque ordenar individuos aislados. El primer paso, en una trayectoria a seguir, no es solicitar la ordenación de presbíteros locales, sino ayudar a las comunidades a ser activas y a reconocer los propios carismas. rado distinta a la de los nuevos ministros ordenados. Éstos tendrían una vida similar al resto de la comunidad, no harían la promesa celibataria y prestarían sus servicios gratuitos a tiempo parcial. Por su parte, el sacerdote asumiría el papel de formador en vez del de proveedor de todos los servicios, que ahora, con frecuencia, muchos de ellos desempeñan, en la mayoría de ocasiones muy a su pesar. Este reparto de tareas mejoraría las posibilidades de formación continua y diferenciada de unos y de otros; y también la profundización de los sacerdotes célibes en una espiritualidad de los consejos evangélicos. “Habría que mantener una actitud dialogal y de colaboración, tomando notas de las dificultades que van surgiendo y fortaleciendo aspectos claves de la vida comunitaria y diocesana, así como del diálogo con Roma. Sin olvidar que nos urge la vida eucarística de las comunidades y la fidelidad a la llamada evangélica de cada cristiano/a a la misión”. ¿Qué pasa con los sacerdotes actuales? El autor insiste en la necesidad de que los sacerdotes actuales, célibes y formados largamente en seminarios, encuentren el sentido de su vocación al presbite- Los ministerios en la iglesia africana Como decía al principio, mi experiencia en Tanzania me hizo pensar muchas veces sobre este mismo tema y siempre consideré que el ministerio que asume la responsabilidad de animar, formar, y JUNIO - JULIO 2011 11 ciar el puesto de la mujer en la iglesia africana, aunque los caminos no siempre son iguales en todos los países. Los misioneros tenemos muy claro que éste es un trabajo ineludible y ponemos todos nuestros esfuerzos en animar a que la mujer no sea considerada como pieza de segundo orden sometida a los trabajos más fuertes, como labrar la tierra, cuidar a los niños, transportar el agua, cocinar etc. A través de la Iglesia y de la actividad misionera, la mujer africana está recuperando en muchos lugares del continente, la dignidad y el puesto irrenunciable que ocupa en la comunidad cristiana. Así, en muchas comunidades de base y en puestos dirigentes, la mujer en estos momentos ocupa un lugar relevante. Creo que tanto la presencia de nuevos ministros ordenados, como el papel de la mujer asociado a estos ministerios es un desafío que tiene nuestra Iglesia en África y nuestra Iglesia universal. catequizar a una comunidad, debía surgir desde el seno de dicha comunidad. Esto se lleva a cabo en la elección de los catequistas, que son laicos responsables, verdaderos animadores, líderes natos, que la comunidad considera que son aptos para prestar este servicio. En realidad luego esto se lleva a cabo relativamente porque los catequistas se consideran misioneros y a veces piden, sobre todo los jóvenes, cambiar de comunidad para desarrollar dicha labor fuera del ambiente de su tribu o su familia-clan. Como quiera que sea, en los servicios que se prestan en la iglesia africana aún el sacerdote es considerado imprescindible y los pasos que se dan hacia la propuesta de Lobinguer son tímidos. 12 Existen los ministerios como el de la Palabra que después de una larga preparación son elegidos por el obispo para ejercer el servicio del anuncio. Así mismo, el ministerio de los enfermos asociado a la comunión, visitando las casas y animando a los enfermos y a las familias. La gran comunidad parroquial está animada por el consejo de laicos (Baraza la walei) que ejerce el ministerio (servicio) de coordinar, proponer, y ejecutar en todos los ámbitos de la pastoral parroquial: el grupo de jóvenes, el de las madres, el de los profesionales, el de la liturgia, el de los niños, el de los ayudantes al altar, etc. Es de especial mención la labor que se está haciendo por desarrollar y poten- JUNIO - JULIO 2011 Superar miedos y cambiar de mentalidad Desde las iglesias del Sur nos está llegando hace tiempo un mensaje que es válido para todos. El futuro de la Iglesia nos lo estamos jugando en el papel que les demos a los laicos y a las mujeres dentro de la organización y la vida de la comunidad cristiana. Quedan viejos temores por superar. Pienso que haría falta una apuesta firme y un proceso claro en nuestra Iglesia por desarrollar la idea del obispo Lobinger, no tanto como respuesta a la falta de vocaciones sacerdotales, sino como la verdadera expresión de una iglesia que ejerce sus ministerios y carismas y donde, como dice Pablo; “Ya no hay distinción entre judío o griego, hombre o mujer, porque todos somos uno en Cristo Jesús”. Esperemos que nuestra Iglesia pierda sus miedos y reservas ante un futuro que lleva inexorablemente a un cambio de mentalidad y perspectiva teológica y eclesial que parte de los mismos orígenes de la comunidad cristiana y podamos transformar nuestros esquemas y actitudes frente a lo ya establecido. Hay algo que sabemos pero nos cuesta poner en práctica: la Iglesia no es un fin en sí misma, su fin es el Reino y la Iglesia es el medio para implantar ese Reino y reinado del amor, la paz, la justicia y la fraternidad en el mundo. Buscar la forma para que todas las comunidades cristianas tengan acceso a la celebración de la Eucaristía es un paso importante en ese camino.