7. COOPERATIVAS Y SINDICATOS EN LA AGRICULTURA PORTUGUESA Tal como se ha indicado a lo largo de este trabajo, el proceso de especialización funcional que comenzó a producirse en el seno del asociacionismo agrario portugués en los años veinte fue truncado al implantarse, con el Estado Novo, un sistema corporativo de representación de intereses, en el que tanto sindicatos como cooperativas se integraban de forma obligatoria en los organismos paraestatales creados al efecto. Ambas formas asociativas no tuvieron, por tanto, la posibilidad de crear sus propias estructuras de representación, ni generar sus propias élites dirigentes, desarrollándose, por el contrario, una élite vinculada a los organismos corporativos y muy dependiente de las esferas políticas del Estado Novo salazarista. La disolución de los organismos corporativos y la instauración de un sistema pluralista de representación dieron la oportunidad, a partir de la revolución del 25 de abril, de que los distintos grupos de interés se articularan de forma autónoma. Mientras que en el sector industrial esta oportunidad fue debidamente aprovechada por nuevas élites empresariales interesa das en liberarse del corsé burocrático que habían representado los organismos corporativos, en el caso de la agricultura se produjo, por el contrario, una continuidad de sus élites dirigentes, de modo que la mayor parte de los antiguos dirigentes de los organismos corporativos -gremios de lavoura, organismos de coordinación económica, cooperativas anexas...- fueron los promotores de las nuevas estructuras de representación, reproduciendo algunos de los modelos heredados. Así, el modelo sindical de representación promovido por estas élites tenía claras connotaciones corporativas al pretender arrogarse la representatividad exclusiva de la agricultura portuguesa, obstaculizando la posibilidad de que el cooperativismo creara sus propias estructuras político-representativas. Esto fue lo que ocurrió con el modelo impuesto por los dirigentes de la CAP (Confederación de los Agricultores de Portugal), en cuyo seno fueron admitidos no sólo los distintos sindicatos agrarios que se constituyeron por todo el territorio, 408 sino también las cooperativas y cualquier otra forma asociativa surgida en la agricultura ( MoY^vo, 1988). En ese modelo, el cooperativismo veía subordinados sus intereses específicos a los más generales definidos por las élites del sindicalismo agrario, unas élites que, como se ha señalado, representaban la continuidad política e ideológica con un régimen corporativo ya disuelto formalmente, pero con importantes reductos de poder e influencia. A este estado de cosas ayudó sobremanera el contexto de conflictividad social y política que se generó en la sociedad portuguesa en los meses posteriores al 25 de abril. Tal contexto polarizó extraordinariamente a los distintos grupos sociales, creándose auténticos bloques ideológicos cohesionados por el interés compartido en cada bloque de defender determinadas posiciones de hegemonía heredadas del Estado Novo y amenazadas por el avance del proceso revolucionario en su primera fase, o bien de defender las conquistas adquiridas durante este mismo proceso para evitar su pérdida en las etapas de involución que se sucedieron ( Oc.ivEi^ B^sTA, 1993). En el caso de la agricultura, la polarización a la que estamos aludiendo se materializó, de un lado, en el bloque articulado en torno al sindicato ya citado CAP, auténtica «trinchera» de los grandes agricultores portugueses y, en general, de todos los grupos con intereses más o menos heredados del régimen corporativo. Y de otro, en el bloque que tenía al sindicato de pequeños agricultores CNA (Confederación Nacional de la Agricultura) como eje vertebrador de una gran variedad de grupos de interés, caracterizados todos ellos por haber obtenido determinadas conquistas durante el proceso revolucionario -pequeños arrendatarios y aparceros (rendeiros), usufructuarios de las tierras de «baldíos», pequeñas cooperativas que habían conseguido heredar en algunos concelhos el patrimonio de los antiguos gremios, etc.-. Mención aparte hay que hacer de los grupos de asalariados agrícolas favorecidos por las actuaciones de reforma agraria llevadas a cabo en el Alentejo, grupos que, como se ha indicado en otro lugar, se articularon de forma separada de los pequeños agricultores. Lo importante a destacar del mencionado proceso de po409 larización para los objetivos de este trabajo es que abortó los primeros intentos por crear en la agricultura portuguesa unas estructuras de representación basadas en el pluralismo y en la especialización funcional de cada tipo de asociacionismo. A cambio generó una dinámica intensamente politizada bajo la égida del sindicalismo, de cuya hegemonía tardaría el cooperativismo algunos años en comenzar a liberarse. Esta situación explica que todavía algunas cooperativas se encuentren vin ^ uladas a su federación correspondiente y también estén afiliadas a CAP, por ejemplo, o que algunos dirigentes del movimiento cooperativo lo sean también de dicho sindicato, dándose también el caso, bastante frecuente por cierto, de federaciones sectoriales de CONFAGRI que utilizan el canal de influencia de la CAP para transmitir sus reivindicaciones, antes que el ofrecido por la confederación a la que pertenecen. En el caso extremo de este todavía escaso nivel de especialización funcional se encontrarían las cooperativas afiliadas a la CNA, que ni siquiera han iniciado el proceso de constitución de estructuras autónomas de representación. 8. CONCLUSIONES Del trabajo expuesto en estas páginas puede deducirse que el cooperativismo agrário portugués es todavía un movimiento en proceso de articulación, que pugna por consolidar unas estructuras de representación autónomas e independientes de otras estructuras políticas o sindicales. En este proceso ha tenido un efecto importante la adhesión de Portugal a la Comunidad Europea, ya que ha obligado a crear asociaciones representativas para posibilitar la participación autónoma del cooperativismo en las distintas instituciones. Resultado de ello ha sido la constitución de CONFAGRI, como representante exclusivo del cooperativismo agrario portugués, articulando los intereses de los distintos sectores y ramas de actividad. El modelo del que se ha dotado la confederación da primacía a las federaciones sectoriales de ámbito nacional (Fenacam, Fenalac, Fenadegas, Fenagro, Fenafrutas, Fepomel, Fenazeites), que gozan de personalidad jurídica 410