La oración compleja: los inclusores

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La oración compleja: los inclusores
Juan Antonio Moya Corral
Universidad de Granada
La oración compuesta
La tradición gramatical, como es sabido1, entiende por oración compuesta a “aquella unidad
del habla real que contiene más de una oración”2 y la clasifica en los conocidos dos grupos de
coordinación y subordinación3.
Esta concepción dicotómica de la oración compuesta es la que ha dominado —y, en gran
medida, sigue vigente— en las Gramáticas del español. El intento más serio de modificar este
enfoque es el de A. García Berrio4, quien parte para su análisis de dos criterios distintos:
a) Asimila coordinación y subordinación a exocentrismo y endocentrismo.
b) Incorpora en su clasificación los tres tipos de función de la glosemática:
interdependencia, determinación y constelación.
El profesor García Berrio, adopta de la lingüística norteamericana5 los conceptos de
endocentrismo y exocentrismo y los incorpora a su concepción de la oración compuesta.
Asimismo, siguiendo a Pei y Gaynor6, define una construcción endocéntrica como “una
construcción sintáctica que, como unidad (resultante), tiene la misma función o pertenece a la
misma clase lingüística, gramatical, sintáctica, etc..., que uno o más de sus elementos
constituyentes”. En consecuencia, “la construcción exocéntrica será una construcción sintáctica
que, como unidad, tiene función diferente o pertenece a una clase diferente de la de sus elementos
constituyentes” (García Berrio, 1970, 219).
Es probable, no obstante, que estos conceptos, tomados en el sentido que les asignan Pei
1
Cfr.: RAE (1931): Gramática de la lengua española, Madrid, Espasa Calpe. Ibidem (1976): Esbozo de una
nueva gramática de la lengua española, Madrid, Espasa-Calpe, S. A.
2
Esta es la opinión de la RAE (1976:500), que se corresponde mutatis mutandis con lo que postulaba en la
anterior edición de su Gramática (RAE: 1931:290): “Los elementos que entran en relación en la oración compuesta
son juicios que vienen expresados por oraciones”.
3
La tradición, asimismo, considera la existencia de la yuxtaposición, que se diferencia de los anteriores en
que la conexión entre las oraciones se realiza de manera asindética, pero en realidad no constituye un grupo aparte,
pues se trata, en definitiva, de una subespecie de coordinación: “La coordinación se verifica por medio de
conjunciones, y cuando éstas se omiten, decimos que las oraciones se hayan yuxtapuestas o unidas por yuxtaposición”
(RAE: 1931:290); o bien de coordinación o subordinación: “Las oraciones que se suceden en la elocución sin nexo
gramatical alguno pueden ser totalmente independientes entre sí, o pueden formar oraciones compuestas [...] El
significado del período yuxtapuesto equivale al de las oraciones coordinadas o subordinadas, de las cuales se distingue
únicamente por el asíndeton” (RAE: 1976, 500).
4
Cfr. A García Berrio (1970): “Bosquejo para una descripción de la frase compuesta en español”, Anales
de la Universidad de Murcia, XXVIII, curso 1969-70, págs. 209-231.
5
Sin embargo, como él mismo afirma “la concepción del proceso de integración de unidades en estructuras,
construcciones más complejas, de acuerdo con una doble mecánica de exocentrismo y endocentrismo, no es
patrimonio único de la Lingüística norteamericana, y, sin buscar antecedentes que sospechamos seguros, en Francia
Martinet y Tesnière, por ejemplo, han empleado los conceptos de endocentrismo y exocentrismo para explicar
mecanismos básicos del funcionamiento lingüístico” (Ibidem pág. 217).
6
Cfr. Pei y Gaynor (1954): A Dictionary of Linguistics, New York.
y Gaynor, no se acomoden bien a las concepciones de coordinación y subordinación7; sin
embargo, García Berrio asocia las construcciones endocéntricas con aquellas que giran en torno
a un solo “centro o cabeza”; las exocéntricas, en cambio, son las que giran en torno a dos o más
ejes; así, pues la subordinación es una construcción cuyos elementos se ordenan en torno a un
único núcleo; a la par que la coordinación es una construcción en la que los elementos se ordenan
en torno a varios núcleos, tantos como miembros tenga la construcción8. En definitiva
endocentrismo y exocentrismo equivalen a monocentrismo y policentrismo, términos estos que
se compadecen mejor con los de subordinación y coordinación.
En cualquier caso, estas observaciones del profesor García Berrio no implican un progreso
definitivo para el análisis de la oración compuesta, puesto que no modifican la esencia de la
clasificación tradicional. Sin embargo, suponen un interesante avance porque, al exigir una
definición rigurosa de los conceptos de coordinación y subordinación, dejan al descubierto ciertas
deficiencias que hasta ahora no se habían señalado. De este modo, por ejemplo, García Berrio cae
en la cuenta de que “la expresión adversativa está más próxima, por razones de indispensable
realidad lógico-formal, a la mecánica de la construcción endocéntrica, privativa de la hipótesis,
que al exocentrismo paratáctico” (pág. 223).
Pero, sin lugar a dudas, la aportación más importante es la que se desprende de la
incorporación del concepto de función hjelmsleviana al análisis de la oración compuesta. Según
la glosemática9, entre dos funtivos, o unidades funcionales, pueden existir tres tipos de relación:
a) interdependencia, que supone una exigencia bilateral: A exige y presupone la existencia
de B, y viceversa; es decir, entre A y B existe una dependencia mutua. Además, ambos
funtivos, A y B, pertenecen al mismo rango, son idénticos desde el punto de vista
funcional; los dos, en términos de la glosemática, son constantes. Un tercer rasgo de las
unidades que entran en relación de interdependencia es el que se refiere al hecho de que
los funtivos han de ser dos y sólo dos. Esta relación se puede representar del siguiente
modo: A↔ B o, mejor, N↔ N, dado que ambos funtivos tienen carácter de núcleo.
b) determinación, que implica exigencia unilateral: A exige a B, pero no a la inversa. En
este caso, los funtivos no pertenecen al mismo rango, esto es, no son idénticos desde el
punto de vista funcional; se trata de una constantes y una variable. La relación es similar
a la que se genera entre núcleo y adyacente. La variable —el adyacente— implica la
existencia de la constante —núcleo—, pero esta no presupone la existencia de aquella. La
relación de determinación se puede representar como sigue: N ← A, donde N es un núcleo
y A un adyacente.
c) constelación, que supone una dependencia menos estrecha, los funtivos no se exigen
mutua ni unilateralmente. Se trata de miembros que son compatibles entre sí, pero no se
exigen. Las unidades que contraen relación de constelación, tal como ocurre con las que
se vinculan en la interdependencia, pertenecen al mismo rango, son idénticas en cuanto a
7
G. Rojo (1978:Cláusulas y oraciones, Santiago de Compostela, anejo 14 de Verba) observa que “una
construcción en la que existan dos o más cláusulas coordinadas es claramente endocéntrica: [así, por ejemplo,] El
Gobierno ha devaluado la peseta y los periódicos han dado la noticia en primera página puede aparecer en los
mismos contextos que El Gobierno ha devaluado la peseta o los periódicos han dado la noticia en primera página”
(pág. 101). Véase también, A. López García (1994): Gramática del español, I. La oración compuesta, Madrid, Arco
Libros, S.L.
8
En palabras de su autor: “La coordinación supone un ideal policéntrico, con dos ejes de giro radicados en
el núcleo de cada frase, o “nexus” que interviene en la composición. La subordinación supone un eje de giro único
para las dos frases” (García Berrio, 1970, 219).
9
Información precisa al respecto está en L. Hjelmslev (1974): Prolegómenos a una teoría del lenguaje,
Madrid, Gredos, segunda edición [la primera edición es de 1943]; También E. Alarcos (1969): Gramática
estructural, Madrid, Gredos, reimpresión.
su valor funcional; ahora bien, se diferencian de estas en dos aspectos: en que los funtivos
de la constelación son, tal como los caracteriza la glosemática, variables; y en que los
miembros de la constelación pueden ser, teóricamente, infinitos. Podemos representarlo
así: M⊃— ⊂Mn, en donde M significa miembro y el subíndice la indeterminación del
número de miembros.
Una vez analizadas las distintas subclases de oraciones que la gramática tradicional
reconoce en el interior de la oración compuesta, el profesor García Berrio concluye que en la
subordinación tradicional deben diferenciarse por un lado las construcciones en las que existe
determinación entre las oraciones que la componen, y, por otro, aquellas en las que el vínculo que
une las oraciones es el de interdependencia. En consecuencia, García Berrio distingue, junto a la
coordinación —caracterizada por la relación de constelación—, dos tipos de subordinación: una
subordinación-determinación y otra subordinación-interdependencia.
Un paso más en esta línea se produce unos años más tarde con la obra de Guillermo Rojo,
Cláusulas y oraciones. Rojo prescinde de la subagrupación de las subordinadas e instaura en su
lugar las oraciones complejas y las bipolares. Las primeras se caracterizan por la relación
hjelmsleviana de determinación, y las segundas por la de interdependencia. Cabe decir que con
Rojo nace una nueva clasificación de la oración compuesta, merced, sobre todo, a la inclusión de
las oraciones bipolares, que define como “las constituidas inmediatamente por dos cláusulas que
mantienen entre sí una relación de interdependencia” (pág. 126). Asimismo, Rojo propone el
término de interordinación para caracterizar a las unidades entre las que existe relación de
interdependencia, pues de ese modo “se conserva el paralelismo con coordinación y subordinación
(y los tres son estrictamente sintácticos)” (Pág., 107).
Las oraciones bipolares se definen de acuerdo con los rasgos de la función de
interdependencia. Así, pues, las oraciones bipolares o interdependientes son unidades sintácticas
que constan de dos miembros que se exigen mutuamente y que son idénticos en cuanto a su valor
funcional.
El trabajo de Rojo ha suscitado la aparición de otros muchos10 en los que los gramáticos
han puesto de manifiesto sus opiniones al respecto. El enfoque de García Berrio y Rojo constituye
un punto de reflexión obligado para cuantos se ocupan de la oración compuesta11
J. A. de Molina12 se sitúa en la misma línea de pensamiento que Rojo y propone una nueva
terminología para referirse a los tres tipos de relaciones mencionados: oración compleja, período
oracional y grupo oracional. El primero coincide con las del mismo nombre de G. Rojo y con la
subordinación-determinación de García Berrio. En los otros dos tipos, como observa el autor, no
es posible hablar de ‘oración’, pues se trata en cualquiera de los caso de oraciones —en plural—
cuya unión da lugar a otra dos unidades gramaticales, períodos y grupos. El período —bipolares
y subordinación-interdependencia— lo define como “unidad sintáctica constituida por dos —y
solamente dos— oraciones en relación de interordinación” (pág. 521). El grupo oracional recoge
las comúnmente llamadas coordinadas.
10
Cfr. S. Gutiérrez Ordóñez, (1978): “A propósito de Cláusulas y oraciones”, en Archivum, 27-29, 197778, págs. 529-47. A. Narbona Jiménez (1979): “Recensión” a Cláusulas y oraciones de G. Rojo, en Studia
Philologica Almanticensia, 3, págs. 305-11. Idem (1983): “Sobre las oraciones bipolares”, en Alfinge, 1, págs. 12139. C. Hernández Alonso (1980): “Revisión de la llamada ‘oración compleja”, RSEL, 10, págs. 272-305. J. Martínez
Álvarez (1983): “Grupos oracionales y oraciones adversativas”, en Seria Philologica F. Lázaro Carreter, I, Madrid,
Cátedra, págs. 363-68.
11
Cfr. Á. López García (1994). C. Hernández Alonso (1995): Nueva sintaxis de la lengua española.
(Sintaxis onomasiológica: del contenido a la expresión), Salamanca, Ediciones Colegio de España.
12
Cfr. J. A. de Molina Redondo (1985): “En torno a la oración compuesta en español”, en Philologica
hispaniensia in honores Manuel Alvar, II, Madrid, Grados, págs. 513-27.
Más reciente es el trabajo de Ángel López García, Gramática del español, I. La oración
compuesta (1994), en donde inevitablemente se plantea la alternativa suscitada por García Berrio
y Rojo. Pero, antes de entrar en el asunto que nos interesa, es necesario hacer unas precisiones
sobre el enfoque teórico en que se sitúa este autor. López García se diferencia del resto de los
estudiosos de la gramática española en que parte de criterios discursivos, del punto de vista
conversacional, en donde la unidad primaria de análisis en la expresión que define, siguiendo a
los autores de la escuela de Praga13, como “una unidad mínima comunicativa caracterizada por
sus peculiaridades contextuales y situacionales” (1994, 12). En esa concepción teórica la oración
—“estructura gramatical en la que conviven simultáneamente relaciones de rección, concordancia,
orden y determinación contextual” (1994, 49)14— queda en un segundo plano. Sin embargo, dado
el carácter mixto de la expresión —parte unidad natural, parte unidad gramatical—, cabe la
posibilidad de comparar el esquema de “oración compuesta” que propone este autor con el de los
autores mencionados con anterioridad.
Si prescindimos de la expresión simple, que en este caso no nos interesa, diferencia López
García expresión compleja y expresión compuesta; sin embargo, los contenidos de estos dos
rótulos no coinciden con los homólogos de los autores mencionados más arriba. Las expresiones
complejas se restringen a las tradicionales subordinadas sustantivas —“las subordinadas
sustantivas, que llamamos EXPRESIONES COMPLEJAS” (1994, 29)—. Esta reducción del contenido
de las oraciones complejas es, quizá, lo más sorprendente del esquema que propone López García,
pues excluye de ese modo a las oraciones de relativo que, en su clasificación, constituyen un grupo
especial de expresiones compuestas15: las expresiones compuestas desequilibradas. El otro
subgrupo de las expresiones compuesta, las equilibradas, es el que tiene un espacial interés para
el análisis que nos interesa.
Las expresiones compuestas equilibradas, a su vez, engloban dos tipos de construcciones:
las ALIUS, que en el esquema dialógico suponen la relación HABLANTE~OYENTE, y se
corresponden, en definitiva, con las interordinadas; y las de tipo ALTER, que suponen una relación
PARTICIPANTE~PARTICIPANTE, y se corresponden con las coordinadas.
Y es que la oposición que establece López García entre expresiones complejas y
expresiones compuestas —con la salvedad señalada de la relativa— es equiparable, mutatis
mutandis, con la distinción de Rojo entre oraciones monoclausuales y policlausuales. Las
primeras se caracterizan porque en el nivel de análisis más alto se reducen a la estructura sujeto
+ predicado, rasgo este que las hace coincidir con las oraciones simples —también
monoclausuales—; las segundas, en cambio, engloban varias oraciones —en plural, como señala
el profesor de Molina— entre las cuales se genera un vínculo de constelación —la coordinación—
o de interdependencia —la interordinación—. Así, pues, el esquema de López García, a pesar de
13
Cfr. F. Daneš (1964): “A Three Level Approach to Syntax”, Travaux Linguistiques de Prague, 1, págs.
225-240.
14
Diferencia López García entre unidades naturales –el turno–, unidades gramaticales –la frase y la
oración– y mixtas –la expresión, que, como dice su autor, “representa un cruce entre el orden natural y el orden
gramatical” (1994, 62)–. Las unidades gramaticales, a su vez, se diferencian entre sí en que: “en la oración los
fenómenos de rección, concordancia y orden constituyen una figura perceptiva primaria que destaca sobre el fondo
primario de la determinación contextual [...] En la frase la determinación contextual constituye la figura primaria,
la cual destaca sobre el fondo primario en el que vienen a amalgamarse la rección, la concordancia y el orden”
(1994, 58).
15
No se olvide que este autor parte de un enfoque discursivo, pues es ahí donde radica la verdadera
diferencia entre los dos tipos de expresiones que tratamos: las complejas representan “una «absorción parcial» de
la enunciación del hablante por parte de su propio enunciado”, las de relativo, en cambio, representan “una
«absorción casi total» de la enunciación del segundo hablante en el enunciado del primero” (1994, 30).
tener como punto de partida unos fundamentos teóricos tan diferentes, no se aleja tanto del
propuesto por García Berrio y Rojo (véase más abajo el cuadro).
En definitiva, las interordinadas constituyen la unidad nueva que, al insertarse en la
clasificación de la oración compuesta, modifica todo el conjunto: En primer lugar, obliga a
reestructurar la tipología de oraciones reconocida tradicionalmente —coordinadas y
subordinadas—; en segundo lugar, exige una caracterización más perfecta de cada uno de los tipos
de unidades sintácticas —coordinadas, complejas e interordinadas— y, finalmente, crea las
condiciones para una mejor distribución de las distintas «clases de oraciones».
FUNCIONES
O RACIONES
Hjelmslev
García Berrio
Rojo
de Molina
López Gª.
Constelación
Coordinadas
Coordinadas
Grupos oracionales
Coordinadas
Determinación
Subordinación-determinación
Complejas
Complejas
Interdependencia
Subordinación-interdependencia
Bipolares
Períodos oracionales
Complejas
Relativas16
interordinadas
Poco es lo que se ha avanzado en esta línea de pensamiento, bien porque algunos
lingüistas han considerado que el criterio seguido por Rojo era de carácter semántico (Gutiérrez
Ordóñez, 1978; Hernández Alonso, 1980), más que sintáctico, o bien porque se ha conservado
una clasificación más cercana a la tradicional17. Sin embargo, los mayores obstáculos que, a
nuestro parecer, ha podido encontrar la clasificación tricotómica para alcanzara una más amplia
aceptación proceden de conceptos arraigados en la tradición gramatical y se centran,
esencialmente, en dos puntos:
a) Clasificación de las oraciones.
b) Caracterización de los elementos de relación.
Clasificación de las oraciones.
Llama la atención que la mayoría de los lingüistas que han aceptado una clasificación
tripartita de la oración compuesta, no haya prestado la debida atención a la clasificación de las
oraciones18 o, lo que es lo mismo, no haya determinado con precisión del tipo de oraciones que
16
Hemos situado las relativas en esta casilla para mantener la armonía de la tabla, pues, en la concepción
de López García, las construcciones de relativo penetran por arriba en el espacio de las complejas y, por abajo, en
el de las compuestas. Diferencia este autor tres grupos de relativas: i) complejas relativas, ii) complejas no relativas,
y iii) relativas compuestas, que, aproximadamente, equivalen a las conocidas bajo los nombres de interrogativas
indirectas, sustantivas y relativas propiamente dicha —adjetivas y circunstanciales o adverbiales propias—. Resulta
interesante esta clasificación, en primer lugar, porque separa con claridad las relativas de las no relativas—[que1]
/ [que2]—y, en segundo lugar, porque se traen al grupo de las relativas muchas construcciones que, por el hecho
de tratarlas bajo el epígrafe de interrogativas indirectas —que no parece ser una categoría sintáctica—, las
Gramáticas las estudian en apartados especiales.
17
Cfr. J. A. Martínez (1994a): Propuesta de gramática funcional, Madrid, Istmo. Idem (1994b): La
oración compuesta y compleja, Arco /Libros, S.L.
18
Evidentemente, Á, López García no puede incluirse en este grupo, pues, como se ha comentado, propone
una tipología cerrada.
deben incluirse en cada uno de los tres grupos reconocidos. Los investigadores han concedido una
importancia secundaria a este aspecto y se han limitado a repetir viejas clasificaciones de la
Gramática tradicional e, incluso, han olvidado algunas subclases de oraciones o han dejado
abierta la clasificación con un “etc.” que no permite deducir con claridad la opinión vertida al
respecto.
De hecho, la mayoría de los autores suele admitir que son oraciones interordinadas
aquellas a las que la tradición gramatical llama “adverbiales impropias” y algunas más que se cita
en cada caso, pero no se suele reflexionar —exceptuado, claro está, el caso de las adversativas19—
acerca de las características sintácticas de cada una de ellas y de las condiciones de su inclusión
en el referido grupo. La consecuencia es que, a pesar de que existe acuerdo a escala general, las
discrepancias son abundantes, como se puede apreciar en el cuadro siguiente:
Condicionales
Concesivas
Adversativas
Comparativas
Consecutivas
Causales
Finales
Gª. Berrio
+
+
Rojo
+
+
?
+
+
+
*
*
+
+
*
de Molina
+
+
+
+
+
–
*
López Gª
+
+
+
–
+
+
–
+
Como se puede apreciar, las coincidencias se reducen a las condicionales, las concesivas
y las consecutivas, en las que todos los autores muestran su acuerdo en que pertenecen a las
interordinadas. Por lo referente al resto de las oraciones, no hay unanimidad ni siquiera en las
adversativas, pues si García Berrio de forma sugerida las incluye en el grupo de las interordinadas
—afirma que “constituyen un tipo límite entre la coordinación y la subordinación, o, como hemos
establecido precedentemente del exocentrismo y el endocentrismo” (1970, 221)—, López García
las excluye decididamente —con lo cual se aproxima más a los que tienen una concepción
dicotómica de la oración compleja que a los que la conciben tripartita20—. Algo parecido ocurre
con las comparativas, pues, si bien Rojo no las menciona (1978, 104), dada su semejanza formal
con las consecutivas —de hecho López García no las diferencia21—, parece que se consideran
también interordinadas. Por último, las opiniones respecto de las causales y las finales resultan
llamativas por varias razones: las causales, a juzgar por lo que se refleja en el cuadro anterior,
parecen representar un estado de transición, o mixto, o neutro, entre los tres tipos de relación
funcional, pues, si bien García Berrio y Rojo las consideran interordinadas, de Molina estima que
deben agruparse con las complejas y López García con las coordinadas22. Las finales no se citan
19
Sobre las adversativas existe, incluso, un trabajo que se ocupa, precisamente, de su inclusión en el conjunto
de las bipolares. Véase: E. Rodríguez Sousa (1979): “ La adversatividad en español”, Verba,6, págs. 235-312.
20
Cfr. A. M. Echaide (1975): “La coordinación adversativa en español: aspecto sincrónico”, R.F.E., 57, 197475, págs. 1-33. J. Martínez Álvarez (1983).
21
López García lo expresa así: “En nuestra opinión: a) Las comparativas propias y las consecutivas
constituyen un mismo tipo de expresión compuesta, aunque articulado en dos subtipos diferentes” (1994, 211).
22
A este respecto resulta aleccionador el siguiente párrafo de López García, que recogemos íntegro a pesar
de su extensión: “Este misterioso comportamiento de las expresiones causales no ha sido advertido por los
estudiosos, aunque hay razones para pensar que las numerosas discusiones que han suscitado últimamente tienen
su origen en dichas propiedades cruzadas. No es que todas las causales sean interordinadas, ni todas coordinadas,
ni parte interordinada y parte coordinada: es que formal, funcional y semánticamente las causales de la enunciación
son expresiones alter que se comportan como expresiones alius (coordinadas que parecen interordinadas) y las
causales del enunciado son expresiones alius que se comportan como expresiones alter (interordinadas que parecen
coordinadas). La clase causal es empero del tipo alter” (1994, 370-71).
en las enumeraciones de los tres primeros autores; ha de considerarse, pues, que constituyen
construcciones específicas de la determinación, es decir, miembros de la oración compleja, a
pesar de la fuerte ligazón que, según algunos autores23, existe entre sus componentes. López
García, por el contrario, las sitúa en el grupo de las interordinadas.
Los elementos de relación
En más de una ocasión me he ocupado del problema de los elementos de relación24,
asunto de capital importancia para la sintaxis y que, con frecuencia, no se le concede la
importancia que merece.
Hemos comentado hasta qué punto el esquema de las funciones de la glosemática se ha
adaptado con relativa precisión al análisis de la oración compuesta. Como se ha visto, no son
pocos los autores que aceptan la concepción tricotómica de esa estructura gramatical, a pesar de
las evidentes discrepancias en las nómina de tipos de oraciones que se incluyen en cada una de
las tres categorías reconocidas. Sin embargo, consideramos que, si bien las funciones de la
glosemática son aplicables al análisis de la oración compleja, con mayor exactitud explican el
funcionamiento de los elementos de relación: preposiciones y conjunciones.
Un enfoque de este tipo no se ha hecho aún, debido, muy probablemente, al amplio
número de elementos heterogéneos que con frecuencia se inscriben bajo este rótulo y, en
particular bajo el epígrafe de conjunciones, partículas éstas casi ignotas o ignoradas por la
mayoría de los manuales25, en donde no suelen recibir ni siquiera una definición que las
caracterice globalmente. Tampoco suelen estar discriminadas respecto de otras unidades
diferentes (frases conjuntivas, ordenadores del discurso, complementos incidentales,
modificadores adverbiales, adverbios atípicos, enlaces extraoracionales, etc.). Pero, quizá, lo que
más ha podido influir en esta situación es que con mucha frecuencia aparecen confundidas con
otra partícula de valor funcional absolutamente diferente: el inclusor26 /que/.
Conviene, pues, diferenciar en primer lugar el inclusor /que/ de los verdaderos elementos
de relación: preposiciones y conjunciones. Los elementos de relación, como su nombre indica,
sirven para relacionar unidades dentro del sintagma; los inclusores, no.
23
Cfr. A. Narbona (1985): “Finales y finalidad”, en Philologica Hispaniensia in honorem Manuel Alvar,
Madrid, Gredos, págs. 529-40.
24
Véanse los trabajos ya citados: J. A. Moya Corral (1989 y 1996) y, además J. A. Moya Corral (1990):
“Consideraciones acerca de conjunción” en Actas del Congreso de la Sociedad Española de Lingüística, XX
aniversario, Madrid, Gredos, págs. 699-706; y J. A. Moya Corral (1998): “Descripción sintáctica de un texto:
categorías formales y funcionales”, en E. J. García Wiedemann, J. A. Moya Corral y M. I. Montoya Ramírez (ed.):
La lengua española en el aula. Actas de las III Jornadas sobre la enseñanza de la lengua española, Granada,
1997, págs. 443-460.
25
La RAE, frente a las atención que les presta a las preposiciones, a las conjunciones, por el contrario, no
les dedica capítulo alguno, y así tanto en su Gramática de la lengua española (1931, Madrid, Espasa-Calpe, S.A.),
como en el Esbozo (RAE, 1976). Una situación similar se observa en la mayoría de los manuales de gramática,
véase, por ejemplo, el más reciente, el de Á. López García (1998): Gramática del español, III. Las partes de la
oración, Madrid, Arco/Libros, S.L. En cualquier caso, la conjunción está demandando un estudio de conjunto en
donde se caractericen por su valor funcional, se discriminen de otros elementos afines y se clasifiquen sus posibles
variantes.
26
No nos parece muy acertado el término inclusor, pero en cualquier caso, es preferible a otros que suelen
utilizarse, tales como el de conjunción, que resulta absolutamente inadecuado dado que esta partícula nunca funciona
como conjunción; transpositor es más apropiado, sin embargo, el concepto de transposición suele desembocar en
formulaciones poco coherentes y, por ello, es preferible prescindir de él. Otro término es el de completivo, que es
igualmente válido, sin embargo, nos sugiere la noción de «dependencia sintáctica» que acompaña sólo
secundariamente a uno de los inclusores y nunca como tal inclusor. Finalmente está el término con el que lo designó
A. Bello, anunciativo, que es el más apropiado, pero, como se verá, tiene un espacio referencial más reducido que
el de inclusor.
Los inclusores son instrumentos lingüísticos cuya función es la de permitir que una unidad
predicativa pueda incluirse dentro de otra unidad predicativa. Esta variable funcional se
manifiesta mediante dos variantes diferentes: [que1], o [que] anunciativo, y [que2], o [que]
relativo27. El [que] anunciativo es un inclusor puro, no tiene otra función que la de habilitar a la
estructura predicativa28 que encabeza para funcionar en el interior de otra unidad predicativa
mayor. En cambio, el [que] relativo añade a su calidad de inclusor el rasgo de subordinante, pues
permite que la oración que encabeza incida sobre un elemento —antecedente— de la oración
compleja. Así, pues, tenemos una función, la de inclusor, que se manifiesta bajo dos formas
diferentes.
/QUE/ →[que1] (anunciativo)
→[que2] (relativo)
La relación que existe entre ambas formas es la de inclusión, en la que el que1 es el
término genérico y el que2 el específico.
que1 (anunciativo)
que2 (relativo)
Las preposiciones, por el contrario son auténticos relacionantes. Son los monemas
funcionales29 típicos. Sirven para marcar la dependencia de un elemento respecto de otro. Indican
dependencia funcional. Las preposiciones ponen en relación dos términos, de los cuales uno es
núcleo; el otro, adyacente. Relacionan, por tanto, dos unidades de distinto rango funcional. La
preposición, pues, es el signo de la determinación hjelmsleviana, conecta una constante con una
variable. El esquema que generan es el típico de la subordinación:
Núcleo ← preposición
El patio
← de
← Adyacente
← mi casa
Finalmente, las conjunciones son también auténticos relacionantes. El rasgo que las
caracteriza lo expuso con claridad A. Bello: “La conjunción sirve para ligar dos o más palabras
o frases análogas, que ocupan un mismo lugar en el pensamiento”30. Esta definición parece
27
Inclúyanse aquí todas las manifestaciones formales del relativo, ya sean sustantivas adjetivas o
adverbiales. A este respecto, es interesante el artículo de J. A. Martínez (1982): “Acerca de la transposición y el
aditamento sin preposición”, Archivum, 31-32, 1981-82, págs. 493-512, incluido también en J. A. Martínez (1994c):
Funciones, categorías y transposición, Madrid, Istmo, págs. 97-156.. Véase también la nota 44 de J. A. Moya
(1989).
28
Entiéndase, una estructura con verbo en forma no personal. Cuando el verbo de la proposición está en
forma personal, no necesita de un inclusor, pues los infinitivos, participios y gerundios pertenecen a un tipo de
categorías gramaticales (sustantivos, adjetivos o adverbios) que no requieren ningún instrumento lingüístico para
funcionar en una oración.
29
Cfr. A. Martinet (1978): Estudio de sintaxis funcional, Madrid, Gredos.
30
Cfr. Gramática de la lengua castellana, ed. crítica de R Trujillo (1981), Santa Cruz de Tenerife, párrafo
74. Es cierto que la definición tiene visos de semántica, pero no debe interpretarse de ese modo, a juzgar por el
referirse a las conjunciones llamadas de coordinación, pero, a nuestro parecer, caracteriza a todo
el conjunto de las conjunciones. El rasgo propuesto por A. Bello se adapta con absoluta
perfección al funcionamiento de estas partículas lingüísticas. Efectivamente, lo que caracteriza
a las conjunciones en su totalidad y, paralelamente, las opone a los recursos subordinantes —las
preposiciones en particular—, es el hecho de que unen elementos análogos. Y es que entre
elementos análogos sólo puede existir constelación e interdependencia. En la primera cada uno
de los funtivos de que consta la relación es una variable; en la segunda, los dos son constantes:
por el contrario, en la determinación no hay igualdad entre los miembros, pues se trata de una
“función entre una constante y una variable” (Alarcos, 1969, 32). La interdependencia y la
constelación, a diferencia de la determinación, constituyen reciprocidades, es decir, son
“funciones en que interviene una sola especie de funtivos: o sólo constantes, o sólo variables”
(Alarcos, 1969, 33).
Diferenciamos, así, tres tipos de partículas sintácticas que en modo alguno son
homogéneas: dos de ellas —preposiciones y conjunciones— son auténticos elementos de
relación, la tercera —inclusores—, en cambio, no relaciona, su función lingüística es muy
diferente: construir la oración compleja.
Las preposiciones y las conjunciones se diferencian entre sí en atención al rango funcional
de las unidades que conectan. Así, pues, las primeras relacionan unidades de distinto nivel
jerárquico:
(Núcleo ← preposición ← Adyacente)
su función es la subordinación —determinación— y su espacio sintáctico, la oración compleja31.
Las conjunciones, por su parte, relacionan miembros de idéntico rango funcional; sus
funciones son: bien las de constelación
(Miembro ⊃— conjunción —⊂ Miembro)
o bien las de interdependencia
(Miembro ←conjunción→ Miembro)
y, por tanto, sus espacios sintácticos son, respectivamente, los de la coordinación y los de
la interordinación.
Se distinguen, pues, tres unidades sintácticas diferentes: un inclusor y dos relacionantes
(preposiciones y conjunciones):
CATEGORÍAS
INCLUSOR
RELACIONANTES
UNIDADES
/que/
preposiciones
conjunciones
FUNCIONES
Habilita a una Or.
para incorporarse
Relacionan miembros
de distinta jerarquía
Relacionan miembros
de idéntica jerarquía
tratamiento que los referidos elementos reciben en el texto.
31
Como se deduce de lo expuesto, el campo de la preposición es la determinación que, como bien se sabe,
tiene lugar en cualquiera que sea el tipo de sintagma en que se hallen. Sin embargo, señalamos aquí el espacio de
la oración compleja para destacar el hecho de que son las preposiciones las que indican el carácter de dependientes
que tienen gran número de proposiciones, sobre todo, la que van introducidas por preposición + que.
en otra Or.
sintáctica.
sintáctica.
Los relacionantes se diferencian por el tipo de conexión que establecen (determinación,
constelación e interdependencia) y por el tipo de estructura sintáctica que generan (subordinación,
coordinación e interordinación). Los inclusores, pues, quedan al margen de este esquema dado
que su función no es la de conectar, sino la de habilitar a las estructuras predicativas para que se
puedan incluir en el interior de otras construcciones predicativas.
RELACIONANTES
CONJUNCIONES
PREPOSICIONES
COORDINANTES
(C.C.)
INTERORDINANTES
(C.I.)
FUNCIÓN
determinación
constelación
interdependencia
ORACIONES
complejas
coordinadas
interordinadas
Conviene, en primer lugar, caracterizar con mayor precisión los dos tipos de conjunciones
señalados. Ya se ha dicho que la función primaria da las conjunciones es la de conectar unidades
con el mismo rango sintáctico, es decir, establecen nexo entre miembros análogos. Y, como es
sabido, entre elementos análogos sólo existe relación de constelación e interdependencia.
Consecuentemente, hemos de diferenciar dos subclases de conjunciones: unas de coordinación
y otras de interordinación.
Las conjunciones de interordinación —C.I.— unen dos miembros y le asignan a cada uno
de ellos un valor específico en función de la adscripción de la conjunción a uno de los miembros,
de manera que uno resulta marcado directamente (miembro conjuntivo, M2) y el otro de modo
indirecto (miembro no conjuntivo, M1). Es decir, la posición de la conjunción — C.I.— , genera
dos huecos funcionales diferentes —uno para M1 y otro para M2— cuya especificidad reconoce
el oyente mediante el análisis de la distribución de los elementos en el sintagma. Así, pues, el M2
adquiere su peculiar valor porque en el interior de su unidad melódica está inscrita la conjunción
— C.I.— ; el M1 por lo contrario. Los miembros de la interordinación, consecuentemente, han de
ser dos y sólo dos, y las únicas estructuras sintagmáticas posibles son:
M1, conjunción M2
conjunción M2, M1
de donde se deduce que el valor de M1 es distinto del que le corresponde a M2 y viceversa. De
esta peculiaridad se infiere un rasgo de importancia para el análisis de las construcciones
interordinadas: «los miembros interordinados no son intercambiables», es decir, las
construcciones hipotéticas:
*M2, conjunción M1
*conjunción M1, M2
son imposibles, dado que el valor de cada miembro se logra en atención a su posición respecto
de la conjunción — C.I.— .
No son pocos los estudiosos que han defendido la reversibilidad de los miembros de
algunas de las construcciones que aquí estudiamos, sin duda, debido a que han hacho caso omiso
del contexto en el que cada construcción adquiere sentido. Así, por ejemplo, si al segmento que
en una construcción tiene el valor funcional de M1 se le asigna la posición de M2, adquiere
automáticamente el valor funcional de M2. En una construcción:
A, pero B
la conjunción pero, dada su posición junto a B, le adjudica a B un valor funcional
determinado, que aquí llamamos M2, y a la par le asigna a A otro valor, que designamos como
M1. De modo que la frase mencionada — A, pero B— equivale, desde el punto de vista funcional,
a la estructura:
M1, pero M2
Ahora bien, si invertimos el orden en que aparecen los segmentos A y B en la
construcción anterior, tendremos:
B, pero A
en donde se manifiesta una sustancia distinta, pero la función que realizan los dos participantes
que en ella intervienen —B y A— es la que determina la presencia de la conjunción pero, es
decir, ahora B desempeña la función de M1; mientras A, la de M2. No conviene, pues, confundir
sustancia con función o, desde otra perspectiva teórica, formas con funciones.
FORMAS
FUNCIÓN
A, pero B
B, pero A
M1, pero M2
Esta concepción de la reversibilidad se ha rebatido en otras ocasiones desde enfoques
semántico-pragmáticos32, pero no son necesarias muchas explicaciones para comprender que la
enunciación:
a) Erasmo es inteligente, pero Evaristo es tonto
exige, para su aparición, un espacio contextual en cuyo seno el significado de la frase es
muy distinto al correspondiente a:
b) Evaristo es tonto, pero Erasmo es inteligente 33
32
Cfr, J. A. Moya (1985, 230 y ss). También E. Rivas (1989): “Observaciones sobre las concesivas. Su
comparación con las condicionales y las adversativas”, Verba, 16, págs. 237-55.
33
Hemos elegido los ejemplos de J. L. Rivarola porque son los que usan los autores mencionados en la nota
anterior para formular sus críticas a la reversibilidad.
Sin duda, la enunciación de a) ha de surgir en un contexto en el que se acepte el supuesto
de que los dos individuos implicados —Erasmo y Evaristo— son inteligentes; es decir, a) se
emitirá en un contexto en el que, por ejemplo, alguien haya pronunciado o admitido previamente
una información como la siguiente:
a’) Erasmo y Evaristo son inteligentes
En cambio, la enunciación de b) exige un contexto distinto. Surgirá, por ejemplo, cuando
alguien haya pronunciado o admitido una información similar a la siguiente:
b’) Erasmo y Evaristo son tontos
Y es que ambas construcciones no sólo surgen en contextos diferentes, sino que
transmiten además contenidos diferentes. Una frase como la de a) puede significar algo parecido
a lo siguiente: ‘sé, al igual que tú, que Erasmo es inteligente, y también sé algo que, a mi
entender, tú no sabes: que Evaristo es tonto; además, creo que tú, en este contexto, vas a deducir,
erróneamente habida cuenta cuáles son tus conocimientos, que Evaristo también es inteligente,
así pues, para evitar que concluyas erróneamente te informo que a)’. En b) los conocimientos y
las informaciones son el reverso de los anteriores, todo significa lo contrario de lo expresado en
la frase de a). En definitiva, b) podría significar: ‘sé, al igual que tú, que Evaristo es tonto, y
también sé algo que, a mi entender, tú no sabes: que Erasmo es inteligente; además, creo que tú,
en este contexto, vas a deducir, erróneamente habida cuenta cuáles son tus conocimientos, que
Erasmo también es tonto, así pues, para evitar que concluyas erróneamente te informo que b)’.
Es decir, no es cierta la presunta proximidad de las frases que surgen al invertir el orden de los
miembros interordinados. Lo que realmente no cambia tras la inversión es el contenido
proposicional de cada miembro, de ahí la supuesta igualdad de las frases. Cambia, sin embargo,
la estructura de la información, es decir, la distribución de la información nueva y la dada34. Pero,
lo más importante, es que cambia la relación que existe entre los miembros, el valor que adopta
cada uno de ellos en la frase; en definitiva, cambian los segmentos sobre los que actúa la
conjunción, porque el funtivo al que la conjunción le asigna el valor de M1 en la frase de a), tiene
el valor de M2 en la de b), y a la inversa. En ambos casos, la acción de la conjunción — C.I.—
es la misma, esto es, se repite el mismo funcionamiento sintáctico y las funciones M1 y M2 son
lo que son por su posición respecto del nexo. Ello significa que es la conjunción la que genera y
da sentido a toda la construcción.
Las oraciones interordinadas, pues, son estructuras en las que una conjunción genera una
relación de interdependencia entre dos miembros y le asigna a cada uno de ellos un valor
específico dentro de las construcción.
Las conjunciones de coordinación —C.C.— unen miembros análogos entre los que existe
compatibilidad, pero no exigencia —ni unilateral ni bilateral—. Los miembros coordinados no
adquieren un valor especial por su posición respecto de la conjunción — C.C.—. Ello supone que,
desde el punto de vista sintáctico, la posición de los miembros es libre; es decir, los miembros
de las construcciones coordinadas son reversibles. Así, pues, los miembros de la construcción:
Pedro toca el piano y María canta
34
Naturalmente, en las concesivas y las condicionales, donde la distribución tema/rema no es obligatoria,
puede incluso no cambiar esta instancia.
son equivalentes y se relacionan del mismo modo que en la construcción:
María canta y Pedro toca el piano
El único impedimento que plantea la alternancia en el orden de las unidades coordinadas
nace de su compatibilidad nocional, es decir, de la vinculación lógica de los miembros, pero no
de su conexión sintáctica. En este sentido, los segmentos coordinados en:
Vino, vio y venció
Te he comprado un sombrero y no lo has usado ni una sola vez
no son irreversibles porque sus contenidos nocionales impiden que se puedan enunciar
en otro orden, dado que entre ellos existe una evidente relación temporal.
Finalmente, el hecho de que los miembros no adquieran valor alguno por su posición
respecto de la conjunción — C.C.— , permite que el número de unidades coordinadas sea
teóricamente infinito. Así, pues, a una construcción como la expuesta más arriba se le puede
agregar un número indefinido de elementos, siempre que exista compatibilidad semántica entre
sus contenidos nocionales
Pedro toca el piano, María canta, Miguel baila y Ana dirige
la actuación
La oración compleja
La oración compleja, como hemos apuntado más arriba, se caracteriza porque en su escala
más alta de análisis manifiesta una estructura similar a la simple, del tipo sujeto + predicado. Se
diferencia de esta última —ya se ha dicho también— en que en la oración compleja se inscriben
otras unidades predicativas que llamamos proposiciones. Así, pues, una proposición funciona en
el interior de una oración compleja del mismo modo que un sintagma en una oración simple.
Ahora bien, para que una estructura predicativa pueda funcionar en el interior de otra estructura
predicativa es necesario que vaya precedida de un recurso lingüístico que permita su inclusión.
Dichos recursos son los que hemos descrito más arriba bajo el nombre de inclusores.
El objeto de este apartado es el de analizar los diferentes tipos de oraciones y comprobar
hasta qué punto son proposiciones, es decir, miembros de la oración compleja. En definitiva, se
trata de determinar los límites de la oración compleja35.
Ya se ha dicho más arriba que los inclusores son dos: que1, anunciativo, y que2, relativo.
El primero no tiene otra función adicional, por tanto, cuando la proposición incorporada no
necesita de un marcador funcional para poner de manifiesto el papel que desempeña en el interior
de la oración compleja, el inclusor [que1] se basta por sí solo para la construcción de la referida
estructura sintáctica. Es el caso de las proposiciones en función de sujeto y de complemento
directo:
Es inaceptable que sigan los bombardeos sobre Yugoslavia
Algunos países quieren que acaben los bombardeos
En cambio, en muchas ocasiones la proposición ejerce una función que requiere de un
marcador funcional que haga patente el oficio que desempeña en la oración compleja. Es así como
35
En gran medida, ya nos ocupamos de este asunto en Moya, 1989, ver pág. 217 y ss. Por esa razón sólo
nos detendremos aquí lo estrictamente necesario.
surge la secuencia preposición + que, en donde cada uno de sus componentes cumple una función
diferente pero imprescindible en la construcción de la oración compleja: el inclusor habilita a la
proposición para incrustarse en el interior de la estructura compleja y la preposición indica la
dependencia de dicha proposición respecto del su núcleo. En esta situación se encuentran las
proposiciones en función de suplemento y muchas proposiciones circunstanciales con diferentes
matices semánticos ajenos a la condición sintáctica de la proposición:
Hablaron de que las guerras son odiosas,
Bombardearon para que todos supieran quién es el poderoso,
Bombardearon porque querían probar armas nuevas,
Bombardearon sin que sus soldados corrieran peligro...
A este tipo pertenecen, sin duda, las finales36 y las causales37. La especificidad de cada
uno de los dos componentes de la secuencia de preposición + que se comprueba en los siguientes
ejemplos:
Juan viene para que le den lecciones de ruso
Juan viene para recibir lecciones de ruso
Juan viene por/para las lecciones de ruso (apud López García,
1994, 196)
Lo hago porque te beneficia
Lo hago por beneficiarte
Lo hago por tu bien
En las construcciones con para hemos tomado los ejemplos de López García porque, a
pesar de que este autor analiza de distinta manera cada un de ellos —interordinación final en
expresión compuesta, subordinación final en expresión compleja y complemento circunstancial
de finalidad dentro de una expresión simple, respectivamente—, admite que existe un mismo tipo
de dependencia: “Pero una cosa es la similitud dependencial, y otra bien distinta la informativa”
(López García, 1994, 196). Pero es que el valor informativo —ya sea de carácter proposicional,
pragmático, remático o discursivo— es siempre una servidumbre de la estructura sintagmática.
La estructura sintagmática debe trasparentar todas esas informaciones; en otros términos, debe
contener indicios de los contenidos que ha de interpretar el oyente, pero eso no la priva de poseer
sus propios rasgos de pertinencia. La estructura sintáctica, si bien está obligada a translucir las
informaciones de todas las instancias informativas, es ajena a los rasgos de pertinencia de
cualquiera de dichas instancias. Por ejemplo, la construcción sintáctica de las dos frases siguientes
es la misma, en ambas se descubre un sujeto, un verbo y un objeto; ahora bien, el hecho de que
el objeto ocupe en un caso el primer lugar y, en otro, el segundo no es esencial en el análisis
sintáctico:
Pedro ha comprado un libro
Un libro ha comprado Pedro
Sin embargo, esa diferencia es muy pertinente para la estructura de la información, pues
36
Cfr. A. Narbona(1985): “Finales y finalidad”, en Philologica Hispaniensia in honoren M. Alvar, II,
Madrid, Gredos, págs. 529-41. También, C. Galán, Rodríguez (1992): Las oraciones finales en español. Estudio
sincrónico, Cáceres, Anuario de Estudios Filológicos.
37
Cfr. R. Lapesa (1978): “Sobre dos tipos de subordinación causal”, en Estudios ofrecidos a Emilio Alarcos
Llorach, III, Oviedo, págs. 173-205. También, F. Marcos Marín (1978): “A propósito de las oraciones causales.
Observaciones críticas”, Cuadernos de Filología, II, págs. 163-173.
en el primer ejemplo la información temática corresponde a Pedro y en el segundo a libro. La
“imposición” de la instancia remática “exige”, por ejemplo, que, en las adversativas, el miembro
conjuntivo —M2— ocupe obligatoriamente la segunda posición en el enunciado, dado que
siempre aporta información nueva —la estructura sintagmática no puede ser otra que M1, pero
M2—; ahora bien, esa “imposición” de la instancia remática no modifica para nada el
funcionamiento de los mecanismos sintácticos de la construcción interordinada que manifiesta,
pues en ella se descubren todos los rasgos que hemos mencionado más arriba para ese tipo de
construcciones —existencia de dos miembros de idéntico rango sintáctico unidos por una
conjunción que indica interdependencia y que, dada su posición, le asigna a cada miembro un
valor diferente—. Las construcciones con aunque, o con si, por su parte, manifiestan el mismo
funcionamiento sintáctico y, en cambio, la posición de los miembros no está condicionada por
ninguna determinación de la estructura remática. Algo similar habría que decir de las otras
instancias informativas, de los numerosos valores modales de las expresiones e, incluso, de los
condicionamientos discursivos. La estructura sintagmática, en definitiva, es esclava de las
diferentes instancias informativas, pero cuenta con sus propias pautas de funcionamiento. El
estudio de los numerosos recursos que se reflejan en el enunciado colabora al mejor conocimiento
del funcionamiento de la lengua-objeto y perfecciona la calidad de los instrumentos de análisis
de que dispone la gramática, pero, por más que esos recursos se manifiesten en la estructura
sintagmática, no son pertinentes para la sintaxis y, en cualquier caso, es conveniente
discriminarlos.
El relativo, [que2], desempeña, en un determinado plano, una función idéntica a la de la
otra variante —[que1] anunciativo— de la variable sintáctica /que/ inclusor. El relativo, desde el
punto de vista funcional, es también un inclusor puesto que permite la incorporación de una
oración en el interior de otra. Ahora bien, el relativo no es un inclusor puro, esto es, su oficio no
acaba ahí, como ocurre con su hermano el [que1] anunciativo. En el relativo se produce una
especie de amalgama38 funcional, pues bajo la misma forma se esconden dos valores funcionales
diferentes: el de inclusión y el de relativización. Y es que el relativo, además de incorporar una
oración, la hace depender de otro elemento, es decir, subordina la frase que interpola. Nótese que
las numerosas caras que manifiesta el relativo —que, cuyo...; donde, como...; quién, cuánto...—
no están motivadas por ninguna de estas dos funciones, sino por su condición de pronombre que
es el que le permite desempeñar una función sintáctica en el interior de la oración que incorpora.
Pero el asunto de la pronominalización de los relativos, que presenta otros problemas adicionales
tan interesantes como los que aquí se tratan, o más, no es objeto de este trabajo. Cabe decir, pues,
que en estos elementos se esconden tres funciones diferentes: inclusión, relativización y
pronominalización.
La interpretación de las construcciones de relativo no suele ofrecer dudas, todas las
Gramáticas ofrecen un análisis riguroso de su funcionamiento; sin embargo, hay dos
construcciones que, debido a que no manifiestan con nitidez alguno de los rasgos habituales en
estas construcciones y, sobre todo, a que se han tratado más en atención a su valor semántico que
a su condición funcional, se han excluido de su grupo natural. Nos referimos a las comparativas
y las consecutivas.
Las comparativas han sido objeto de numerosos y aclaradores trabajos39 en los que hay
38
Como es sabido, A. Martinet en numerosos trabajos, citaremos, por ejemplo: “Composición, derivación
y monemas” (A. Martinet, 1978, págs. 224-33), ha hablado de amalgama de significantes para explicar casos como
el de la -ó del pretérito indefinido cantó, en donde confluyen los morfos de ‘pasado’, ‘3ª persona’, ‘singular’, etc.
39
Entre ellos son de destacar, además del de E. Alarcos Llorach (1970): “Español /que/” en Estudios de
Gramática Funcional, Madrid, Gredos, págs. 192-206, el de O. Prytz (1979): “Construcciones comparativas en
español” R.Ro, XIV, págs. 260-78; el de J. A. Martínez (1987): “Construcciones y sintagmas comparativos en español
actual”, en In memoriam Inmaculada Corrales, vol. I, La Laguna, Universidad, págs. 319-36, incluido también en J,
acuerdo en interpretar que el segundo término de la comparación, es decir, el segmento que
introduce el que “comparativo” está subordinado a un cuantificador (más, menos, etc.). No existe,
sin embargo, coincidencia en lo que se refiere a la naturaleza del referido inclusor: para J. A.
Martínez “el que «comparativo» sería un relativo, un que2 que tendría como rasgo diferencial el
llevar como núcleo y antecedente determinados sintagmas como más, menos, etc., únicos que
realmente merecerían el nombre de «comparativos», pues el relativo se limitaría a copiar y
transparentar el morfema de «gradación» que aquellos tendrían en propiedad” (1994d, 132). En
cambio, S. Gutiérrez encuentra varias dificultades para asimilar la partícula que estudiamos tanto
a la categoría de relativo40, que2, cuanto a la de “completivo”41, que1. En consecuencia, se adhiere
a la opinión de Alarcos y afirma que de trata de “un /que3/ (aunque no coordinante), transpositor
adverbial de un segmento de discurso (oracional o no) que pasa a funcionar como término
adyacente de un adverbio o adjetivo de intensidad (más, menos peor, mejor...). No satura función
dentro del segmento subordinado” (1992, 28-29).
En definitiva, el que comparativo cumple plenamente tanto con la función de inclusión
cuanto con las de relativización, es decir, la de convertir el segmento que incorpora en término
adyacente de otra unidad. Una cuestión aparte es la función de pronominalización, que, o bien no
la cumple —como parece deducirse de lo que afirma Gutiérrez Ordóñez—, o bien se limita a la
reproducción de lo que Martínez llama “morfema de gradación”, pero, en cualquier caso, habría
que incluir a las comparativas en el grupo de las oraciones complejas, que es el asunto que nos
ocupa en este momento42.
Las consecutivas43, pese a sus aparentes semejanzas formales con las comparativas,
ofrecen algunos rasgos que las diferencian claramente. En primer lugar, no se elide ningún
elemento de la oración que incorpora el que —circunstancia que las aproxima más a las
construcciones de relativo canónicas— y, en segundo lugar, la presencia de la forma que modifica
la condición comparativa de su antecedente, tan(to), que, en ese contexto, recupera su valor
estándar de intensificación:
a) María es tan guapa como su hermana
b) María es tan guapa que impresiona
A. Martínez (1994d): Cuestiones marginadas de gramática española, Madrid, Istmo, págs. 115-172, por donde
citaremos; y el de S. Gutiérrez Ordóñez (1992): Las odiosas comparaciones, Logroño, Consejería de Cultura, Deportes
y Juventud.
40
Considera que no es un relativo porque: 1) los relativos “saturan un función sintáctica en el decurso
subordinado (precisamente la función que ocuparía su antecedente de estar allí). ¿Qué ocurre con el que comparativo?
Bien sencillo: no sabríamos qué función asignarle dentro de la secuencia que introduce [...] 2) Todo relativo es
transpositor de constituyentes verbales o de infinitivo con su periferia. Por el contrario, hay comparativas en las que
el segundo segmento no es verbal [...] 3) Ningún relativo permite la elisión de un segmento verbal. Por el contrario,
el que comparativo introduce con enorme frecuencia decursos en los que se ha eludido en verbo [...] 4) Nunca el que
comparativo puede ser sustituido por otro relativo, hecho que no es único, pero sí sorprendente. 5) Jamás admite el
que comparativo la compañía de un artículo. Por el contrario, el artículo suele ser aliado natural de los relativos”
(1992, 27-28).
41
Observa que “el completivo nominaliza segmentos oracionales que pueden ocupar cualquiera de los nichos
funcionales propios del sustantivo (sujeto, implemento, complemento, etc.). Por el contrario, el comparativo presupone
una cuantificación previa y nunca transpone a la categoría de los sustantivos” (1992, 26).
42
Intencionadamente hemos prescindido de referirnos a la otra estructura con sentido comparativo —de +
artículo + relativo—, pues su interpretación sintáctica no ofrece la menor duda, la forma de, en tanto que preposición,
ya marca la dependencia del segmento que la sigue respecto del cuantificador más, menos, etc. Para más precisiones
véase el trabajo de Martínez (1994d).
43
Cfr. A. I. Álvarez Menéndez (1989): Las construcciones consecutivas en español, Oviedo, Departamento
de Filología Hispánica.
En a), tan tiene un sentido meramente comparativo y no intensivo; hasta tal extremo es
así que, en ese ejemplo, María podría ser fea, dado que su belleza no está determinada por la
intensidad que pudiera asignarle el cuantificador tan, sino por su relación con la belleza de su
hermana. En cambio, en b), tan es plenamente un intensivo de la cualidad que expresa la belleza;
es este segundo ejemplo no se puede poner en duda la belleza de María —salvo, claro está, que
se interprete que actúa una segunda voz, esto es, en la ironía—. Esta circunstancia permite que
exista una fuerte ligazón semántica entre los dos elementos de la «co-relación» consecutiva —en
este caso, tan y que— e, incluso, que se haya considerado que entre ellos exista una relación de
“interdependencia o solidaridad” (Martínez, 1994d, 169; Álvarez Menéndez, 1989). Ciertamente,
esa fuerte relación impide en ocasiones que entre los dos miembros correlativos se pueda
intercalar otra unidad 44:
Restauró los muebles de manera que parecían nuevos
*Restauró de manera los muebles que parecían nuevos
*De manera restauró los muebles que parecían nuevos
e, igualmente, explica que, con mucha frecuencia el que atraiga hasta su mismo grupo
tonal a su antecedente:
María es muy guapa, tanto que impresiona
Pero conviene diferenciar entre el tipo de relación que se establece entre que y su
antecedente y la función que desempeña la proposición incorporada por que respecto de toda la
construcción comparativa.
Nos encontramos, pues, con una situación sintáctica muy parecida a la de las
comparativas: el que incorpora una oración —es un inclusor— e incide sobre un intensivo con
el cual está fuertemente ligado. Piénsese que es la presencia de que la que condiciona la
naturaleza interna de tan(to), y que es la oposición como/que, en los contextos tan(to) como y
tan(to) que la que determina la oposición comparativo/consecutivo. En definitiva, en este
contexto el que lleva incorporadas varias servidumbres semánticas —asignarle un sentido
determinado a tan(to) y otro a la secuencia tan(to) que— que enmascaran sus auténticos valores
de base.
En un tercer plano se haya el problema de la pronominalización. Efectivamente, el que
consecutivo, al igual que el comparativo, no perece desempeñar función alguna dentro de la
secuencia que introduce, sin duda porque no reproduce la entidad léxica de su antecedente. J. A.
Martínez analiza el funcionamiento del que consecutivo en términos muy parecidos: “En las
consecutivas, el segmento encabezado por el que es siempre una oración en la que, al contrario
que en las comparativas, nunca se elide el verbo, y en la cual el que no tiene una función
«sintáctica» reconocible; no obstante, la oración encabezada por que parece subordinarse —al
igual que en las comparativas— a cierta unidad de la oración principal” (1994d, 162).
Si, como acabamos de ver, causales, finales, comparativas y consecutivas constituyen
estructuras que se acomodan al funcionamiento sintáctico de la oración compleja, entendemos,
pues, que las interordinadas no son otras que las condicionales, las concesivas y las adversativas.
Final
44
Es lo que ocurre con las construcciones que A. Narbona Jiménez (1978: Las proposiciones consecutivas
en español medieval, Granada, Universidad) llama “consecutivas de manera”.
En definitiva, la oración compleja es una estructura predicativa —del tipo sujeto +
predicado— en cuyo interior se inscriben otras estructuras predicativas —proposiciones—. Las
proposiciones se insertan en la oración compleja gracias a un recurso lingüístico que llamamos
inclusor —/que/—. La función que desempeña la proposición en el interior de la oración compleja
no la determina propiamente el inclusor, sino otras circunstancias sintácticas, como son: la
rección, la presencia de una preposición o el carácter de relativo que se amalgama con el de
inclusor.
Las conjunciones, pues, no desempeñan un papel primario en la estructura de la oración
compleja, habida cuenta de que no pueden relacionar unidades de distinto rango sintáctico —
núcleo←adyacente—. Su función, por tanto, se ciñe al plano de la coordinación y la
interordinación en donde los miembros relacionados se sitúan al mismo nivel de jerarquía
sintáctica.
La tipología de las proposiciones depende del criterio que se siga para su clasificación45:
según el tipo de inclusor que usan para inscribirse en la oración compleja, según la función
sintáctica que desempeñan en ella, según el rango del constituyente que saturan, según que sean
o no pronominalizables, etc.
Para concluir, conviene señalas las diferencias entre las interordinadas y las coordinadas
y entre estas dos y la oración compleja:
a) las interordinadas están constituidas por dos miembros equifuncionales que se exigen
mutuamente —son solidarios— y que están unidos mediante una conjunción que le asigna
a cada uno de ellos un valor diferente. Dicho valor depende de la posición que adoptan
los miembros respecto de la conjunción. De modo que la posición de la conjunción en
estas construcciones es decisiva.
b) en las coordinadas, los miembros son también equifuncionales, pero no se exigen ni
unilateral ni mutuamente —son compatibles—, y están, asimismo, unidos por
conjunciones, pero no adquieren un valor especial por su posición respecto de la
conjunción. Los referidos rasgos de los miembros coordinados —equifuncionales,
compatibles y sin valor especial en su relación con el nexo— permite que teóricamente
puedan ser infinitos.
INTERORDINADAS
SEMEJANZAS
COORDINADAS
Miembros
Equifuncionales
Equifuncionales
Relacionantes
Conjunciones
Conjunciones
Miembros
Solidarios
Compatibles
DIFERENCIAS
45
En otro lugar (J. A. Moya: “La oración compleja: las proposiciones”, en Actas de las IV Jornadas sobre
la enseñanza de la lengua española, Granada, Universidad, en prensa) hemos tratado de este asunto.
Relacionantes
Conj. interor.
Conj. coord.
Valor de los Miembros
Diferente
Idéntico
Número de los Miembros
Dos
Varios
Como se puede apreciar, el esquema anterior no es adaptable a las oraciones complejas,
sus rasgos de pertinencia son muy diferentes. Las complejas no están constituidas por miembros,
su estructura básica es la oración. Sus componentes funcionales, las proposiciones, se subordinan
a algún elemento nuclear; las complejas, por tanto, no reflejan equifuncionalidad sino
heterofuncionalidad. Tampoco intervienen conjunciones es su constitución; sus recursos
constructores son los inclusores.
COORD.
e INTEROD.
OR. COMPLEJA
Miembros
Oración
Equifuncionalidad
Heterofuncionalidad
Conjunciones
Inclusores
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