Programa de Ciclos de Conferencias para formación del profesorado I Plan de Igualdad entre hombres y mujeres en Educación (Coeducación) LA MUJER EN AL-ANDALUS 1 INTRODUCCIÓN La mujer, independientemente de su clase social 2 o estatus jurídico, ha ocupado siempre en la Historia de al-Andalus una posición subordinada con respecto a la del hombre, ubicado en la cúspide de la pirámide política y social. Este desequilibrio es fiel reflejo del momento en el que el Islam surgió: la sociedad de la Península de Arabia del siglo VII. Se trataba de una sociedad patriarcal y patrilineal. El hombre era el proveedor, el protector y sobre el que recaía la obligación de mantener a la familia, mientras que la mujer estaba en un nivel intermedio entre los animales y el hombre, ya que se le consideraba una posesión, un objeto. En esta estructura familiar de corte patriarcal se diferenciaban los roles de género y se establecía una neta división sexual del trabajo. De esta manera, las mujeres, apartadas de los ámbitos públicos, quedaban relegadas al ámbito privado donde se encargaban fundamentalmente del mantenimiento de las actividades domésticas, del cuidado del marido y de los hijos. El modelo de mujer ideal que imperaba en esta sociedad era el de una mujer honrada y “privada,” relegada al ámbito del hogar ya que era la portadora del honor tribal y familiar. En este texto nos vamos a centrar en analizar a grandes rasgos el papel de la mujer musulmana en la sociedad andalusí partiendo de una premisa: no hay una mujer andalusí, sino muchas mujeres en situaciones diferentes dependiendo de variantes cronológicas, sociales y geográficas. Vamos a utilizar los diversos tipos de fuentes que existen para el estudio de la mujer medieval musulmana como guión para desarrollar las principales características de la mujer en la sociedad andalusí. Para ello nos vamos a basar en el análisis de las obras de una ingente cantidad de autores y autoras que pueden ser examinados a partir de la bibliografía aportada. Sin embargo, no podemos obviar dos factores: Sólo nos han llegado algunos datos a través de los autores que prestaban mayor atención en sus descripciones a las clases dirigentes. Los límites que imponen las fuentes escritas de época andalusí impiden un acercamiento más complejo a la vida de las mujeres y, en general, al conjunto de la sociedad andalusí. A pesar de estas limitaciones, desde la década de los 80 del siglo pasado los estudios de género se han ampliado para el estudio de la sociedad andalusí. Un renovado análisis de las fuentes, 1 Texto realizado por Paula Sánchez Gómez basándose en el listado bibliográfico adjunto, aportaciones personales, así como en los estudios llevados a cabo por diversos equipos de trabajo. 2 Como indica Manuel Marín, vamos a usar este concepto de clase social pero hay que tener en cuenta que aplicado a al-Andalus resulta anacrónico. 1 desde nuevas perspectivas de estudio, permite no sólo documentar referencias a las mujeres, sino al conjunto de la sociedad andalusí. A través de estas fuentes se podrán vislumbrar datos acerca de la religión, derechos, vida cotidiana, formas de expresión, de vestir, comportamientos, imagen través de la literatura, etc.; en definitiva, realidades hasta hace poco tiempo no tenidas en cuenta. En definitiva, en esta charla nos vamos a centrar en esos caracteres de la mujer andalusí para luego en la visita guiada poder proceder a analizar a partir de estas fuentes los posibles espacios ocupados por estas mujeres, ya fueran de la clase alta o popular, en la zona palatina y en la medina de la Alhambra. FUENTES DE ESTUDIO Los datos sobre la sociedad andalusí se encuentran dispersos en obras de temáticas y caracteres muy dispares. Las últimas propuestas de investigación realizas en línea de género tratan de reunir sistemáticamente estos datos, a la par que estructurarlos y analizarlos con una metodología adecuada y dentro del marco histórico, económico y social de al-Andalus. Para analizar el papel de la mujer andalusí, es fundamental atender a las principales fuentes históricas que nos permiten acercarnos a esta sociedad. Estableceremos cuatro grandes apartados: 1. FUENTES ESCRITAS 1.1. Documentales 1.1.a Documentos de archivo 1.1.b Epigrafía 1.1.c Iconografía 1.2. Literarias 1.2.a Textos jurídicos y religiosos 1.2.b Crónicas históricas y textos geográficos 1.2.c Diccionarios biográficos 1.2.d Composiciones y antologías poéticas 2. FUENTES ARQUEOLÓGICAS 2.1. Necrópolis 2.2. Viviendas 2.3. Ajuar 3. FUENTES ETNOGRÁFICAS 4. ESTUDIOS ARTÍSTICOS, ESTILÍSTICOS Y ARQUITECTÓNICOS 2 1. FUENTES ESCRITAS Estas fuentes, si bien son de vital importancia para el estudio de la sociedad andalusí, se centran en el mundo urbano (donde se desarrollan las principales actividades ligadas al poder) y han ignorado toda una serie de grupos sociales. Además cuentan con una serie de limitaciones a tener en cuenta: la documentación es fragmentaria para muchos de los aspectos de la vida social y económica de al-Andalus; las fuentes deber ser analizadas historiográficamente; muchos manuscritos se han perdido y otros no han sido editados con arreglo a criterios científicos modernos; es necesario atender a estas fuentes desde la multidisciplinaridad, etc. Sin embargo, a pesar de este carácter fragmentario e “interesado”, el estudio pormenorizado de estas fuentes permite obtener una serie de datos. En definitiva, sólo una minoría culta producía documentos escritos por lo que producen un sesgo que privilegia a los testimonios de las clases dirigentes y la ideología dominante. Además cualquier fuente escrita nace como justificación del que la produce, por lo que deben de tratarse con prudencia, y en muchas ocasiones con verdadero escepticismo. Se pueden distinguir dos grandes tipos de fuentes: 1.1. Documentales Se trata de aquéllas fuentes que tienen carácter de documento de archivo. Se pueden distinguir tres grandes tipos: 1.1.a. Documentos de archivo: En al-Andalus, a pesar de la escasez de estas fuentes, se conserva correspondencia diplomática desde época almohade (s. XIII) en adelante. Es importante además destacar los documentos referidos a mudéjares y moriscos a pesar de lo que entendemos por al-Andalus no tenía ya existencia histórica. A través de una serie de estudios centrados fundamentalmente en el área valenciana y murciana, autoras como Carmen Barceló y Ana Labarta comprueban la pervivencia de las tradiciones y esquemas culturales musulmanes en los grupos moriscos. En este sentido, la mujer morisca aparecerá como detentora y difusora de la lengua, tradición y cultura islámica. Es la encargada de mantener y transmitir la cultura de la comunidad; cultura que se manifiesta en el idioma, la religión, un conjunto de valores y creencias, y determinadas formas, costumbres y ritos que rodean los diversos momentos de la vida y de la muerte de un musulmán. En este sentido, noticias sobre los procesos inquisitoriales contra moriscos seguidos en el Tribunal del Santo Oficio de Valencia (1566-1609) permiten comprobar cómo a través de la transmisión oral de las prácticas musulmanas, y a pesar de estar reducidas a su mínima expresión y ocultadas a los ojos de la Inquisición, nos permiten acercarnos a la realidad de estas sociedades y, concretamente, a la vida cotidiana de las mujeres que se ocupaban del mantenimiento de las actividades domésticas en el ámbito de la casa, oficios de muger que hacen en su casa: cuidar de los niños, guisar, coser, limpiar la casa o lavar 3 la ropa, junto con otra serie de oficios como el de partera, hilandera o lavandera. Sin embargo, hay que tener en cuenta las limitaciones que presenta esta fuente ante la diferencia del contexto político, geográfico y cronológico y que además eran minorías sometidas a procesos inquisitoriales. 1.1.b. Epigrafía: Esta fuente de estudio es muy escasa pero, en distintos soportes materiales, se conservan datos de interés histórico referidos a mujeres andalusíes. Si bien siempre se trata de información relativa a mujeres relacionadas con el ámbito palatino y la familia real, podemos obtener por ejemplo información de carácter onomástico, origen social, entorno familiar, etc. Los principales elementos que nos transmiten esta información son: • Lápidas funerarias de mujeres • Inscripciones conmemorativas (financiación de la construcción de una fuente o de un alminar por parte de mujeres) • Objetos suntuarios pertenecientes a mujeres (cajas o joyeros ,etc.) Hay que destacar los trabajos de Antonia Martínez Nuñez al utilizar los textos epigráficos como base para extraer datos sobre el mundo femenino. Esta autora ha documentado 59 epígrafes (49 son inscripciones funerarias y 10 fundacionales o del objetos mobiliarios) que contienen datos y/o nombres relativos a mujeres andalusíes, siempre pertenecientes a la clase soberana o alta (al-jassa). En lo que respecta a la epigrafía conservada en los paramentos, como en el caso del conjunto palatino de la Alhambra, es ante todo un instrumento utilizado como medio de propaganda del poder, siempre referida al sultán y a la divinidad. 1.1.c. Iconografía: A pesar de la prohibición islámica de las representaciones figurativas, el desarrollo de la miniatura llegó también a al-Andalus. Podemos señalar una serie de ejemplos que nos permiten obtener información sobre cómo se vestían y adornaban, qué ámbitos ocupaban en las viviendas, qué actividades realizaban, etc. Las fuentes iconográficas nos muestran el gesto cotidiano, la representación simbólica de la familia, sus miembros, escenas cortesanas, esclavas con cabello suelto y vestidos lujosos en oposición a la mujer libre velada y austera, etc. Podemos Destacamos: • Manuscrito de la Historia de los amores de Bayad y Riyad (siglo XIII) • Cántigas de Alfonso X el Sabio (siglo XIII) • Libro de los Juegos (siglo XIII) • Pinturas murales de las casas del Partal (siglo XIV) En relación con los estudios sobre la mujer morisca señalados anteriormente, sobre su imagen se conserva un buen repertorio iconográfico de origen cristiano. 4 1.2. Literarias A diferencias de las anteriores, no tienen carácter de documento de archivo sino que están en relación con una producción histórica, poética, jurídica, científica, etc. A través del análisis de las fuentes literarias se pueden reflejar imágenes y costumbres de la mujer andalusí o de la visión que de ellas tenían los hombres. Hay que tener en cuenta tres premisas: La mujer que aparece en estas fuentes pertenece a ambientes cortesanos (nunca mujeres de clases sociales populares o del ámbito rural). Los datos de las mujeres de la corte son relativamente numerosos pero resultan parciales y sólo ayudan a recomponer de forma aproximada determinados aspectos de la vida de estas mujeres. Las mujeres que aparecen en estas obras lo hacen de manera marginal, ya que el verdadero protagonista de los asuntos públicos es el hombre. A pesar de estas limitaciones, se pueden obtener imágenes de la realidad social andalusí, datos sobre alianzas matrimoniales, vida de las mujeres en el interior del palacio, etc. Se pueden distinguir cuatro grandes tipos: 1.2.a. Textos jurídicos y religiosos. Podemos hablar de una serie de fuentes principales: - A partir de los Tratados de hisba 3 (tratados de regulación del mercado y de buenas costumbres) encontramos numerosas referencias a la normativa que perseguía el mantenimiento de las mujeres en el espacio público (por ejemplo exigen la clausura de las ventanas de las altas habitaciones y de las puertas que daban a los cementerios porque allí se podía ver a las mujeres con la cara descubierta o regulaban la actividad de lavar en el río, etc.) y encontramos numerosos datos relativos a la compra-venta de esclavas, destacando advertencias sobre los fraudes cometidos por los comerciantes para encubrir determinados defectos físicos a través de una serie de recetas, al igual que destacan la capacitación de las esclavas para el canto, baile y la cocina, sus principales orígenes u oficios (cocineras, nodrizas y parteras, cantoras, tocadoras de laúd, bailarinas flautistas, tocadoras de tambor, etc.). - Otras obras contenidas en este apartado son los Tratados de medicina o de alimentos. A través de las investigaciones realizadas por autoras como Expiración García Sánchez o Concepción Vázquez de Benito, se pueden obtener datos sobre alimentación, dietética, farmacología, cosmética, perfumes, cura de enfermedades, artes amatorias, relaciones sexuales, homosexuales y lésbicas, etc. Un dato a tener en cuenta en estas obras es que si bien no existía una distinción sexuada en la alimentación, las llamadas “comidas de mujeres” llevan un elevado aporte calórico con el fin de aumentar el peso femenino 3 En al-Andalus se conservan fundamentalmente dos: al-Saqati de Málaga, siglos XII-XIII, e Ibn ´Abdun de Sevilla, del siglo XII. Con la información contenida en estas obras hay que ser cuidadoso porque muchas veces pueden responder a copias de otros manuales teóricos y no ser representativos de la realidad social de al-Andalus. 5 teniendo en cuenta que el modelo de belleza de mujer islámica medieval se encuentra relacionado con la voluptuosidad de las formas físicas, ligadas a la fecundidad y al placer sexual. - Los tratados culinarios cortesanos nos ilustran testimonios sobre el acto social que supone la ingestión de alimentos: prácticas comunitarias, amplios recipientes, ausencia de cubiertos, separación de hombres y mujeres en el acto central de la comida, etc. - Junto a éstos, los recetarios de cocina, relatos de viajes o calendarios agrícolas, nos permiten acercarnos a los hábitos alimenticios, usos y costumbres culinarias en época andalusí 4 (Historia de la alimentación). Hay que tener en cuenta que se reflejan los hábitos de los sectores más acomodados de la sociedad, generalmente más refinados y complejos que los del común de la población. De su análisis puede extraerse una nómina de productos e ingredientes, procesos de elaboración, etc. A nivel muy general, podemos señalar que se trataba de un sistema culinario complejo y que la alimentación estaba basada en las harinas de trigo y de otros cereales con las que se elaboran distintas variedades de pan, tortas, pastas, gachas, sopas, etc. El cereal era adquirido en los zocos y tahonas y era amasado y preparado en las viviendas. En el caso del pan, una vez preparada la masa, normalmente se llevaba a cocer a hornos públicos aunque podía adquirirse ya elaborado siendo esto menos habitual. De ahí la importancia de la preparación y amasado del pan en las viviendas por las mujeres, así como la necesidad, como veremos, de salir al exterior para cocerlos si no disponía de uno privado en el hogar. - Igualmente no podemos olvidar los textos doctrinales (especialmente los de la escuela malikí y los pasajes referidos a mujeres denominados ummahat), tratados legales, formularios notariales (wata,iq) o los dictámenes jurídicos (fatawa), etc. - Pero, sin duda, la principal fuente de la ley islámica es el Corán (Palabra revelada de Dios) y el Hadit (gestos y palabras de su profeta Mahoma a través de la Tradición establecida o Sunna). El Corán y el Hadit son los dos puntos de referencia básicos a los que la comunidad islámica remite la imagen que tiene de sí misma. La interpretación de estos textos dio lugar al fiqh (derecho islámico) establecido por las diferentes escuelas jurídicas suníes, siendo la escuela jurídica malikí, las más difundida en la Península Ibérica. El estudio del fiqh o derecho islámico ha producido un enorme legado escrito que se ocupa de cada uno de los aspectos de la vida de los musulmanes. El estudio de estas fuentes permite apreciar la posición de la mujer dentro de las leyes islámicas y conocer cuestiones como las características de la estructura familiar y tribal, la normativa que regía los matrimonios o posesión de esclavas, el divorcio y custodia de los hijos, las herencias, etc. 4 Lo que se come y cómo se consume revela un código de usos, costumbres y tradiciones que nos identifican respecto a otras sociedades y nos sitúan además en una determinada clase social 6 Hay que tener en cuenta que la censura de determinadas actividades nos indican no sólo lo que estaba prohibido moralmente, sino que son reflejo de las costumbres existentes que se deseaban evitar o reprobar. El tratamiento que hace la ley islámica del hombre y la mujer podemos dividirlo en dos apartados, por un lado como seres humanos y por otro como personas: como seres humanos son iguales ante Dios pero como personas tiene naturalezas diferentes por lo que tiene derechos y deberes distintos. A través de estas fuentes vamos a analizar brevemente cómo esta desigualdad se va a manifestar en la historia de al-Andalus en todos los planos: Plano jurídico La mujer, como el esclavo y el menor de edad, el deficiente mental, el enfermo, el que está en quiebra o el loco, carece de plena capacidad jurídica y capacidad legal hasta que contrae matrimonio. Además, el testimonio femenino vale la mitad que el del hombre. Plano político Se establece una prohibición total del acceso de las mujeres a las funciones políticas: son rotundamente excluidas del poder político y de los cargos públicos. Plano sexual Podemos destacar la desigualdad en lo que respecta a las leyes que regulan el matrimonio, el repudio y la poligamia. El matrimonio en el Islam es el estado ideal del ser humano al ser considerado como el medio para garantizar las buenas costumbres y la conducta moral adecuada, tanto del hombre como de la mujer. De esta manera, el destino más común de las mujeres libres era el matrimonio que solían casarse a temprana edad. Como indica Manuela Marín, el matrimonio era un contrato que requería una serie de condiciones especiales para ser válido y por el que se establecían una serie de derechos y deberes por parte del hombre y la mujer 5 . Debía ser firmado por el tutor de la novia y debía hacerse constar de forma expresa el consentimiento de la misma, así como la firma de los testigos y la inclusión, entre las cláusulas del contrato de aquélla que establecía la suma de la dote 6 (suma de dinero o regalos entregados por el novio a la novia, que pasa a formar parte de la propiedad legal de la esposa) y las condiciones de pago. Para dar validez al enlace era necesaria la celebración del festejo nupcial (banquete, música, cante y baile). La novia era preparada cuidadosamente: iba al baño y una peinadora profesional se encargaba de su adorno corporal. La dote se dividía en dos partes: la primera se pagaba en el momento del matrimonio y la segunda se estipulaba en un plazo determinado o ante la eventualidad de divorcio o fallecimiento del marido. El contrato contenía otras cláusulas 5 Para más información, remitimos a los títulos expuestos en la bibliografía. Como indica Caridad Ruiz-Almodóvar, este derecho de la esposa a recibir la dote o a ser mantenida, mantiene en el subconsciente masculino el sentimiento de posesión debido al pago efectuado. 6 7 que establecían los límites a las ausencias del marido del domicilio conyugal (cláusula de ausencia), régimen de visitas de la esposa, estilo de vida de la esposa con derecho, por ejemplo, a disponer de servicio doméstico pagado por el marido, cláusula de monogamia (el contrayente se comprometía a no tomar ninguna mujer o concubina mientras estuviera casado), etc. Una vez casados, a grandes rasgos diremos que si el hombre tenía que mantenerla, la mujer a través del matrimonio contrae una serie de obligaciones (cuidado del hogar y de los que en ella viven) a cambio de recibir de éste la dote y la nafaqa (comida, alojamiento y ropa). El marido podía disponer del repudio sin tener que justificar su decisión aunque debía pagar a su esposa la segunda parte de la dote y hacerse cargo de la manutención de los hijos menores de edad (era una forma de limitar los divorcios). Las mujeres podían deshacer un matrimonio concediendo al marido una compensación económica, prescindiendo de la segunda parte de la dote o recurriendo a la legislación en caso de abandono, ausencia injustificada del hogar, malos tratos, enfermedad o locura, impotencia, etc. Al contrario del hombre, debían asegurarse de contar con testigos y documentos necesarios para probar estas causas. Mientras que al hombre se le permiten hasta cuatro esposas legales y un número indefinido de concubinas, la mujer está obligada a la más estricta monogamia (en el sistema patriarcal se requiere la certeza absoluta sobre la paternidad). Sin embargo, la aleya IV: 3 limita a cuatro el número de esposas pero expresa una condición: “ser equitativo con todas las esposas”. Con esta condición lo que realmente existe es una prohibición de la poligamia. La completa igualdad exigida (física, mental y espiritual) está fuera de la capacidad humana. Pero por si los musulmanes no comprendían su verdadero sentido, en la aleya IV: 128 se manifiesta de manera clara la imposibilidad de cumplir la condición necesaria en un matrimonio polígamo. De esta manera, fuera de las familias soberanas, y en algunos casos excepcionales, la poligamia no era una práctica generalizada en al-Andalus ya que suponía disponer de unos medios económicos muy elevados. Plano económico En lo que respecta a la herencia, la mujer percibe la mitad que el hombre en el mismo grado de parentesco ya que la herencia femenina significa entregar parte de la riqueza familiar a una familia ajena a pesar de los mecanismos endogámicos. Las mujeres de las clases sociales altas disponían y administraban grandes recursos económicos (hacían donaciones, fundaciones pías como cementerios, mezquitas, etc.) ya que tenía acceso a la propiedad de bienes muebles o inmuebles a través de herencias, 8 donaciones y dotes. Si estas mujeres trabajadoras estaban casadas, la legislación les permitía plena propiedad de salario cobrado, que no tenía que entregar a sus maridos. De esta manera, el Corán, a través de la dote y teniendo en cuenta que una de las obligaciones de las cláusulas del matrimonio es que la mujer sea mantenida por el hombre, justifica la desigualdad en el sistema de herencia. Plano social La muhsana es una mujer respetable sobre la que reside la honra de la familia, modelo de la normativa islámica Las fuentes insisten en que la mushana debe estar recluida en el hogar. Es a partir de estas concepciones donde se vuelve a marca la diferencia entre el hombre y la mujer en términos de superioridad e inferioridad. El género masculino tiene su proyección hacia lo público, con proyección social, mientras que el femenino debe restringirse y permanecer dentro de lo que se ha denominado privado, sin que se deba equipar con lo doméstico. Una mujer pública es una mala mujer, condenada por la sociedad, hombres y mujeres, pues ha abandonado su tarea, su obligación, el papel que por su género le corresponde desempeñar. Atendiendo a los valores defendidos por este sistema patriarcal, sólo las mujeres que se mantienen en sus casas, privadas, cumpliendo con el papel reproductor y con las obligaciones domésticas, son mujeres honradas. La mujer es presentada como el pastor del hogar responsable del cuidado de la casa, de su esposo y de los hijos. El hombre es pastor de la familia, lo que implica que se encargue de los gastos del hogar y de la manutención de la familia. Entres estas funciones destacamos las principales: Cuidado de la casa: La mujer más apreciada es la que mejor realizada las actividades domésticas. El derecho malikí establece una serie de normas: la mujer casada está obligada a la búsqueda y preparación de los alimentos, hacer el pan, barrer, cocinar, lavar la ropa del marido y de los hijos, cuidar de los enseres de la casa, abastecimiento de la casa en agua y fuego, colocar las alfombras, etc. También debían cuidar a enfermos y mayores. Una de las actividades más citadas en las fuentes es la de hilar, uno de los trabajos subsidiarios en la casa Si bien, la actividad de coser, hilar y tejer no es mencionada con frecuencia en el Hadiz. Averroes considera que es una labor en la que las mujeres son más eficientes que los hombres. Afirma que las mujeres están relegadas al servicio de los maridos y especializadas en la procreación, la crianza y la lactancia; de esta forma, sus aptitudes se ven anuladas y por ello su vida transcurre a menudo como la de las plantas. Doblan a los hombres en número y constituyen una pesada carga para ellos, que son quienes las alimentan; tan sólo cuando la necesidad lo exige, se ven obligadas a hilar y tejer para ganarse la vida.. Según las normas del derecho malikí, la mujer casada no está obligada a hilar, tejer o coser para extraños. Según 9 Averroes, tan sólo cuando la necesidad lo exige, la mujer se ve obligada a hilar y tejer para ganarse la vida. Si la mujer es de condición alta, quedaba eximida de todas estas obligaciones ya que el marido podía costear esclavas y/o sirvientas para el servicio doméstico. Cuidado de los hijos: Las obligaciones más importantes se producen durante el período de lactancia, que podía durar hasta un período máximo de dos años. El derecho malikí establece algunas normas entre las que podemos destacar dos: no tiene obligación de amamantar al hijo la mujer de condición alta, y la hadana (custodia y crianza de los hijos) dura hasta la pubertad para el hijo varón y hasta la consumación del matrimonio para la hija hembra. Dado el sistema tradicional de la sociedad musulmana, los primeros pasos en la formación de una persona y las etapas iniciales del aprendizaje de niños y niñas (lengua árabe y Corán), se realizaban bajo la mirada de las mujeres de la casa en el entorno familiar. Deber matrimonial: Según la doctrina malikí, el no cumplimiento puede llevar a la interrupción de la nafaqa. Por otra parte, en estas fuentes se percibe como las normas islámicas aprueban que determinadas mujeres transgredan las normas sociales y acudan a los espacios públicos. Si bien se va a producir esta salida de la mujer del ámbito de la casa, se va a ver regulada por una serie de normas, entre las que podemos destacar el hecho de que no pueda viajar sola, que tenga que salir al espacio público con otros grupos de mujeres o acompañadas por hombres de la familia, y, sobre todo, que tenga que portar el velo. El velo es una característica de la mujer libre. La función primordial del velo femenino en la sociedad musulmana es la de reservarle un espacio propio en los lugares públicos. Con el velo, en sus diversas formas, se crea en las zonas públicas de la ciudad, y por tanto comunes a hombres y mujeres, un nuevo espacio reservado para la mujer. Si la mujer lleva velo, puede transitar en principio por todos los lugares en que puede convivir con el hombre, aunque sea un desconocido. Igualmente, como indica Manuela Marín, debían ir cubiertas con una serie de prendas que disimularan los contornos de su cuerpo e impidieran ver la visión de todo lo que no fueran sus manos y parte de su rostro. De esta manera, en las vías principales, entre los accesos de la ciudad y el centro religioso-comercial y el palacio político-militar, las mujeres pueden desplazarse durante el día, generalmente acompañadas, para acceder a los lugares públicos o para pasar de un barrio residencial a otro (las calles o adarves de los barrios residenciales son una prolongación más de las casas, de ahí su carácter de privaticidad). Pero, aún con velo, la mujer difícilmente tendrá acceso a determinados espacios urbanos, como posteriormente veremos. Entre estas salidas podemos citar los siguientes modelos de mujeres: 10 o Mujeres de clase media/baja, criadas o viudas 7 que tienen que contribuir a la economía familiar y desarrollar una serie de trabajos remunerados que no requerían ningún tipo de cualificación cultural (algunos de ellos no eran objeto de reprobación por las normas): nodriza o ama de leche, plañidera, prostituta, tejedora o hilandera, aplicadora de ventosas, peinadora, adivinadora, comadrona o partera, etc. o Mujeres de la misma condición que tienen que hacerse cargo de las labores de mantenimiento de la casa (envía a menudo a chiquillos a por agua, compras, horno, etc). Si bien tenían pocas relaciones fuera de su casa, se les permitía igualmente salir a la calle en algunos casos como estos dos que presentamos a la manera de ejemplo: 1. Aprovisionamiento de productos para el hogar y mantenimiento de actividades domésticas: compras al zoco, lavar al río o a la fuente, ir a por agua o leña, etc. Las mujeres tienen acceso al zoco (suq) pero generalmente en grupo o acompañadas por niños, durante el día y especialmente a primeras horas de la tarde. Los vendedores y artesanos de los zocos suelen ser hombres. La artesanía femenina, bastante importante en algunos ramos, sobre todo el textil, se realiza en casa. Su comercialización queda a cargo de las propias mujeres, si es producto de uso femenino (vestidos, ajuares domésticos, transformaciones alimenticias, etc.) por visitas domiciliarias entre mujeres. Si ha de venderse en zoco publico, se encarga de ello a unos de los hombres o chuiquillos/as de la familia. Además, en sociedades musulmanas actuales, son muchos los jefes de familia que se encargan de las compras alimenticias para que la mujer no tenga que salir. 2. Horno público o tahona. o Este tercer punto hace referencia a la generalidad de mujeres, independientemente de su ámbito socioeconómico o condición jurídica. • Visita a familiares y otras mujeres. • Baño: Las prohibiciones y censuras expresadas en algunos tratados legales de al-Andalus sobre que la mujer no acuda al baño público, nos indican que la mujer es cliente de todas estas instituciones, acompañada por parientes y niños de corta edad de ambos sexos. Sólo las mujeres de clase social alta dispondrían de baños privados. Como saben, los baños son lugares estrictamente reservados para cada sexo, ya sea en horarios o edificios diferentes. No sólo tienen una función higiénica destinada a la salud física y mental y a la purificación 7 A la muerte del marido los trabajos femeninos se convierten en el sostén de la economía familiar: la madre de Almanzor mantuvo a su hijo con lo que hilaba. 11 religiosa, sino que también son espacios destinados a su belleza y cuidado personal. Destaca igualmente una relación social múltiple y de diversión. En el baño, las mujeres se reconocían como seres autónomos, capaces de crear redes de relación y espacios propios de convivencia y prácticas sociales. Las mujeres suelen ir al baño a primera hora de la tarde, al menos una vez por semana y para purificarse religiosamente tras encuentros sexuales, la menstruación o el parto. • Fiestas: ya fuera familiares (bodas, entierros, etc.), religiosas (Ruptura del ayuno, Fiesta del cordero, etc.) o profanas (equinoccio de primavera: San Juan o Ansara, etc.). • Visita a cementerios, rábidas, personajes religiosos o ceremonias colectivas: la investigadora Rachel Arié señala esta actividad como una de las pocas ocasiones de salida al exterior de las mujeres, independientemente de su estatus jurídico-social y a pesar de las prohibiciones de las autoridades. • Mezquita: Como veremos a continuación, se recomienda en algunos textos que la presencia de determinadas categorías de mujeres en la mezquita no es obligada. Como indica Gloria de la Plaza, en al-Andalus estos edificios tenían puertas destinadas exclusivamente a las mujeres, además, en el interior del edificio las casadas se colocaban en las últimas filas, detrás de los muchachos, que estaban a su vez detrás de los hombres. Las jóvenes vírgenes no tenía obligación de ir, y si lo hacían, debía colocarse en un lugar apartado, reservado para ellas (galerías o saqifas), y estar completamente cubiertas. Al acabar la oración, serían las primeras en salir del inmueble. Como vemos, una vez que la mujer entra en el espacio público, éste se privatiza y la normativa establece una serie de rígidas pautas cuyo objetivo es que en los lugares públicos los hombres y mujeres no permanezcan juntos sino que, o bien se creen espacios distintos y diferenciados, o que la separación sexuada de los espacios cambie en función de una variable temporal como es el caso de los baños. Finalmente, desde el punto de vista de la sociabilización y educación de estas mujeres, podemos decir que sólo se relacionaban con el cabeza de familia, marido o padre, con las otras mujeres que vivían bajo el mismo techo, con los familiares, vecinas y con los niños. Existen muy pocas posibilidades creativas y de relación con la cultura y la sociedad ya que la reclusión no es sólo material, sino también espiritual. La sabiduría, el arte y el pensamiento son espacios masculinos y a las mujeres cuyos padres eran analfabetos o incapaces de contratar maestros les era imposible el acceso a la educación. Plano religioso El Corán parece definir en el plano teórico a las mujeres como creyentes en pie de igualdad respecto a los hombres por lo que las normas jurídico-religiosas les exigen el 12 cumplimiento de los cinco pilares básicos del Islam (profesión de fe, oración, ayuno, limosna y peregrinación). Sin embargo, como analiza Gloria de la Plaza, si bien la mujer forma parte de la comunidad islámica (umma), se establecen una serie de obstáculos al libre ejercicio del culto por lo que igualmente quedan relegadas a un segundo plano en el ámbito religioso. Si bien no vamos a entrar en el análisis de estas cuestiones con detalle, pondremos como ejemplo cómo se eximía de acudir a la oración de los viernes en las mezquitas a una serie de mujeres: las menstruantes (mujeres impuras), las que acaban de dar a luz, las que están en estado de impureza legal 8 , las mujeres casadas jóvenes y las vírgenes. Incluso, como señalamos, algunos autores opinan la no obligatoriedad de las mujeres a asistir a la mezquita ya que podían orar en su propio hogar para que la presencia de mujeres no turbara la pureza y tranquilidad masculina. A esto se une que no debemos dejar pasar por alto que la mezquita es un además lugar de asamblea política y centro de enseñanza. Por otra parte, estas mismas normas excluyen a la mujer de determinadas actividades o prácticas religiosas: no pueden participar en la guerra santa como combatientes, no puede actuar como imam para dirigir la oración, no pueden llamar a la oración (adan), etc. Como vemos, en realidad se produce una contradicción entre una teoría religiosa igualitaria y una práctica cotidiana que aleja a las mujeres –portadoras del honor del linaje –de los espacios públicos. No podemos olvidar en este apartado la inclusión de las llamadas santas de al-Andalus. Se trata de mujeres místicas que participaron de cierta proyección pública de especial importancia equiparable a la de los hombres. 1.2.b. Crónicas históricas y textos geográficos. A través de estas fuentes se obtiene principalmente la imagen de una mujer situada en el entorno del poder. Sin embargo, las mujeres que asoman a estos textos no acceden en función de su propia actividad, sino que conocemos sus nombres a través de los hombres con los que se relacionaron. Como ya se comentó, el derecho islámico contempla la posibilidad de que un hombre disponga de hasta cuatro esposas legales y un número indefinido de concubinas. Sin embargo, en la práctica, esta posibilidad sólo se ofrece a personajes de alto nivel económico, fundamentalmente a los personajes de la corte. Las noticias conservadas nos hablan de la existencia en el marco de la familia gobernante de tres tipos de mujeres con marcadas diferencias desde el punto de vista social, económico y jurídico. 8 Tras el divorcio, las mujeres deben guardar un tiempo de abstinencia sexual o plazo legal de espera llamado idda. 13 1. Esclava o concubina: Se trata de mujeres obtenidas en los mercados orientales, a través de botines de guerra o regalos de otras cortes (yariya 9 ). A veces sabemos por los textos históricos su nombre y la procedencia étnica. La yariya mantiene un mayor nivel de contactos con el mundo masculino que el de las esposas legales. Son mujeres cultas y hermosas, adiestradas en artes y conocimientos muy diversos, educación que las situaba por encima de la esposa legítima. La yariya podía desbancar a la esposa que sólo tenía el privilegio de su estatuto como tal y madre de los hijos (ejemplo de Isabel o Zorayya quien desbancó a A`isa al Hurra, esposa del emir granadino Abu-l-Hasan). Es habitual en las escenas representadas por los textos imaginar la descripción de las esclavas que escancian vino a su señor mientras bailan, recitan versos, tocan instrumentos y cantan, se van de retiro a almunias reales (al-Hakam II o Abd al-Rhaman II). Estas esclavas gozaban según la doctrina malikí de una serie de derechos conyugales por los que podían acceder a un estatus superior de liberta (umm walad) si daban a luz un hijo, reconociendo el dueño la paternidad y siendo manumitida a la muerte del mismo; se impedía además su venta y separación del niño, se integraba en la estructura familiar y su hijo tenía derecho a participar de la herencia del padre y a convertirse en soberano. 2. Existían otras mujeres esclavas llamadas: criada doméstica o hadim. Estas mujeres realizaban todo tipo de trabajos domésticos establecidos bajo contratos que nos permiten analizar que el salario era anual y que tenían derecho a ser alimentadas, vestidas y alojadas. Un contrato del siglo XI permite identificar sus obligaciones en “el servicio en la casa, para amasar y cocinar, o para barrer, preparar las camas, traer agua, lavar la ropa, hilar, tejer y otras cosas de servicio fuera y dentro de la casa”; en definitiva, las mismas actividades de las esposas cuando su condición social no permitía disponer de esclavas o sirvientas. 3. Mujer libre (hurra): El papel social de las mujeres de la familia real se reduce a ser esposa y madre, sin olvidar su valor como prenda de paz o alianzas al ser utilizadas como elemento de recompensa o sello final de un tratado de paz y entronque de familias. En las clases altas la mujer se dedicaría a la administración del hogar, atención de los hijos y a la supervisión de las labores domésticas y de las criadas. Sus hijos permanecían con ellas sólo los primeros años de vida y hasta la pubertad, luego acompañaban al padre para instruirse y educarse en las obligaciones masculinas, la caza, la guerra, los negocios, etc. Las niñas en cambio estaban con su madre hasta que se casaban educándose en las tareas domésticas y femeninas. En definitiva, un gran harén (haram) suponía uno de los signos de poder de la época (si bien no se conocen apenas datos para la Granada nazarí, a la muerte de Abd al-Rahman III, época de mayor información y textos históricos, el número de mujeres que vivían en el alcázar era de 9 Otros tipos de esclavas son la mukataba, esclava que ha suscrito un tipo de contrato con su dueño, según el cual pagará su libertad a plazos. La mudabbara es una esclava cuyo dueño ha hecho promesa de manumitirla a su muerte. 14 6300 a 6750, según las crónicas. Uno de los biógrafos del tercer soberano de la taifa de Sevilla en el siglo XI, al-Mutamid, habla de más de 800 mujeres en la corte abbadí, compuesto por madres de hijos, mujeres viudas y solteras de la familia real, esclavas de goce y esclavas de servicio doméstico. En el sultanato nazarí de Granada son varios los autores que señalan a propietarias reales de huertas, almunias y palacios como Cuarto Real, Girones, Dar al-Horra, etc. Estas mujeres castas no sólo están más limitadas que las esclavas en su libertad de movimientos y apariciones públicas, sino que son mencionadas en los textos de forma mucho más esporádica. La vida en el interior del harén ha avivado la imaginación de muchos escritores occidentales y artistas plásticos que han acuñado una visión desajustada de una realidad de la que se sabe muy poco. Sobre las actividades cotidianas de las mujeres que vivían en la corte apenas contamos con pinceladas dispersas y siempre en escenas que ilustran sus actividades con el mundo masculino. Nada se nos dice acerca de ritmo cotidiano de los acontecimientos que afectan a la vida femenina. Había médicos especialmente ocupados en su cuidado y recibieron enseñanza a través de maestras especializadas (estudio de la gramática y del Corán y la lectura de los clásicos). Las hijas de familias nobles antes de ser dadas en matrimonio se dedicaban a algún trabajo doméstico (textil) o a la poesía o devoción. Lo que si es cierto es que numerosos estudios de especialistas a partir del análisis de estas fuentes demuestran cómo las mujeres vinculadas a las familias gobernantes (al-jassa) presentan una situación y desarrollan unas actividades muy diferentes a las de las mujeres de las clases populares (`amma). Un último aspecto a señalar es que, si bien las mujeres estuvieron totalmente impedidas par ejercitar el poder político, los textos históricos recogen noticias de cómo algunas tuvieron ocasión desde el gineceo de ejercer algún tipo de intervención en los asuntos públicos: en la Córdoba omeya, las mujeres del palacio poseían ciertas dosis de poder, pero lo ejercían sobre todo entre ellas mismas (al-Hakam I); en las Memorias del rey Abd Allah, último soberano de la dinastía zirí de Granada (siglo XI), se ofrece un relato detallado de las actividades de las mujeres de su familia, sobre todo en lo que respecta a las estrategias matrimoniales y sus consecuencia políticas (especial importancia de la madre de Abd Allah ibn Ziri). Igualmente, algunos autores llaman la atención sobre determinadas mujeres que adquirieron prestigio en el aparato social gracias a la influencia que ejercían en el medio familiar cuando ellas ocupaban el rango de esposa favorita, o de viudas principescas que ocuparon parcialmente el lugar del padre muerto o tuvieron cierto pseudo-protagonismo político: Fatima bint al-Ahmar, hija de Muhammad II de Granada; Maryam, concubina favorita de Yusuf I que consiguió derrocar a Muhammad V y proclamar sultán a su hijo Ismail, o Fátima, esposa legítima de Abul Hassam Alí y madre de Boabdil, que desempeñó un papel importante para obtener en la liberación de su hijo, después de la derrota de Lucena. 15 1.2.c. Diccionarios biográficos 10 (biografías dedicadas a personajes andalusíes calificados como sabios y que se ocupaban fundamentalmente de las ciencias religiosas, sin excluir ciencias profanas como la poesía, la medicina, etc.) y obras de obras científicas y técnicas. A través de estas fuentes, se ha podido documentar la existencia de 116 sabias (fundamentalmente recogidas en estos diccionarios relativos a al-Andalus) 11 . Todas estas figuras tienen en común que aparecen en estos textos por sus vínculos familiares y que tienen una cierta relevancia social como mujeres que pertenecieron a familias acomodadas y cultas del mundo urbano: hijas o esclavas de califas, miembros de alguna familia destacada, padres de prestigio intelectual, etc. El entorno cronológico de la aparición de estas letradas en los diccionarios se reparte entre los siglos VII al XIV, destacando el número de 6 en el siglo XIII y de 3 en el siglo XIV. Como hemos comentado, el entorno geográfico se desarrolla siempre en un medio urbano y repartido en varias zonas como son Córdoba, Sevilla, Málaga, Almería, Levante, Zaragoza y Guadalajara, el Magreb y Granada. En lo que respecta a este último ámbito, se subrayan las zonas de Loja, Elvira, Cástaras, Órgiva y Guadix. Si bien no es el objeto de este texto presentar todas las actividades desarrolladas por estas sabias mujeres, podemos decir que la actividad principal en la que destacan es la poesía, así como oficios relacionados con la cultura literaria, seguida de otros como el de katib o secretaria, copista y calígrafa. Se citan además dos ulemas, una astrónoma y una médica; otras se dedicaron al estudio de temas como la tradición profética o el derecho, y, en menor medida, la lengua árabe. Si bien algunas de ellas tuvieron maestros (una de ellas maestra), la gran mayoría estudia con familiares. Según las fuentes, de todas ellas sólo 6 recibieron iyaza o licencia para transmitir las enseñanzas (de una de ellas se especifica que lo hacía detrás de una cortina y de otras que enseñaron a mujeres, llegando una de ellas a ser maestra en el alcázar de los reyes de Túnez). Existen enormes diferencias que separan a las mujeres libres de las esclavas en lo que se refiere a las disciplinas cultivadas: las esclavas se dedican en una mayoría abrumadora a las artes profanas (poesía, funciones de katiba, copistas, cantoras, matemáticas, médica, gramática, etc.), mientras que las mujeres libres se reparten equitativamente entre los dos grupos, no sólo ciencias profanas, sino también religiosas (Corán, derecho, Hadit, etc.). Las fuentes no dan datos acerca de si recibían remuneración por su trabajo. La autora opina que estas actividades no se ejercían de forma profesional, ni tenían repercusión cara al exterior ya que la vida de estas mujeres se desarrolló en un entorno familiar y sus relaciones se circunscribían a los parientes y a otras mujeres. Siguiendo a esta autora, podemos concluir que 10 En algunos repertorios biográficos se incluyen además biografías de jueces; formularios notariales; modelos de documentos de compraventa, divorcio, manumisión de esclavos o conversión al Islam, etc. 11 Fundamentalmente la Tamilka de Ibn al-Abbar y el Dayl de al-Marrakusi, a su vez basados en fuentes diversas como obras sobre mujeres; obras biográficas de tipo general o crónicas generales. 16 no se puede pensar que la mujer jugara un papel importante en el desarrollo cultural de alAndalus ya que suponer que la mujer participaba activamente en la vida intelectual es ignorar la época y la sociedad en la que vivió (ninguna tuvo acceso a la madraza o escuela coránica, ni ninguna podía viajar para completar su formación con maestros dispersos por la geografía del mundo musulmán). En definitiva, si bien por tanto estas mujeres no son elementos representativos de la sociedad de al-Andalus (lo mismo que los hombres biografiados en estas obras no lo son del conjunto de la sociedad) estas fuentes permiten conocer algunos aspectos de la condición femenina en la España musulmana. 1.2.d. Composiciones y antologías poéticas 12 . Siguiendo a autoras como Celia de Moral y Teresa Garulo, el análisis de los textos poéticos se puede hacer desde dos puntos de vista: La mujer como tema en la obra de autores masculinos, como objeto literario. La obra de mujeres poetisas, como sujeto literario. 1. En la obra masculina, realizada por hombres, hay poesías dedicadas a mujeres (en las épocas almorávide y almohade hay una serie de elegías; en el diwan de los monarcas se mencionan mujeres; en la tesis doctoral del profesor y poeta argelino Abd Allah Hammadi –La poesía en el Reino Nazarí de Granada– hay un capítulo dedicado a los Trenos o Lamentaciones donde figuran algunos dedicados a mujeres: una de ellas será Fátima, la madre de Yusuf I, y otra Aixa, la esposa de Yusuf III). Desde el punto de vista de las obras masculinas, el estereotipo femenino que se proyecta destaca por una especial atención al aspecto físico: piel, ojos, cabello, dientes, caderas, talle, lunares, pecho, vestido, velo, adornos, joyas, alheñas; lo externo, la mujer como objeto de deseo. Además, estas poesías se van a caracterizar por el artificio, la oficialidad, la falta de naturalidad y visiones de las mujeres estereotipadas. Hay que tener en cuenta que en estos poemas resulta complicado dilucidar cuando un nombre responde a una denominación, real o poética, o se trata simplemente de una calificación lírica con la que se canta a una mujer a la que van dirigidos los versos. 2. Como ya hemos visto en el apartado anterior, existen en al-Andalus algunos ejemplos de mujeres sabias que formaron parte de determinados círculos familiares acomodados y cultos, así como esclavas educadas en estas artes. La poesía va a ser el arte más cultivado por las mujeres sabias ya que 44 13 de ellas fueron poetisas, considerándose de esta manera tanto a las que componían versos, como a las que los recitaban. Los siglos XI y XII son los que hay más poetisas por ser los de mayor producción literaria en al-Andalus. Un análisis en profundidad de la poesía de mujer (contenidos, temas y tratamiento) demuestra, en función de los estudios realizados por Celia del Moral, algunas diferencias de género: la poesía femenina se ajusta más a la realidad, presta menor atención a lo físico y menor 12 Un género a tener en cuenta son las Obras de adab: colecciones de anécdotas y relatos de bellas letras y buenas maneras. 13 Otras autoras indican el número de 38 (Teresa Garulo) o 39 (Manuela Marín). 17 convencionalismo, mayor sinceridad; no hay culto a la sensualidad y mayor naturalidad que los hombres para expresar sus sentimientos, sin adornos ni falsa retórica. El género mejor representado en esta poesía femenina es el panegírico y el poema de tema político donde se elogian a los reyes o se denuncian injusticias. Destacan igualmente los poemas erótico-amorosos, y el género satírico, siendo la base de la sátira la alusión sexual. Sólo se ha documentado un poema religioso, otro de tipo sapiencial y otro sobre la vejez y el temor a que pase la juventud sin haber disfrutado de la vida. Otros temas como la naturaleza, el vino, la guerra, los ascetas, etc. no inspiraron enormemente a las poetisas de al-Andalus. En lo que respecta al estilo literario, no hay demasiada diferencia entre la poesía masculina y la femenina; se trata de poesía clásica tradicional (casida). En general, usan los mismos metros clásicos y el mismo lenguaje culto (árabe clásico), semejantes imágenes poéticas, misma métrica, etc. 2. FUENTES ARQUEOLÓGICAS Si bien la figura de la mujer andalusí comienza a ser desvelada gracias a los estudios que se están llevando a cabo sobre las fuentes documentales escritas, apenas existen trabajos para esta época que hayan abordado el tema de la mujer desde el punto de vista arqueológico. Como indica Motos Guirao, la arqueología, fuente histórica sin textos escritos, nos ayuda a acercarnos al mundo femenino (Arqueología de género) a través de las que se han dado en llamar “pruebas involuntarias de la historia”; es decir, aquéllos restos arqueológicos que superando el paso del tiempo han llegado hasta nosotros, transmisión no intencionada, en principio no manipulada, y que nos ofrecen datos muy interesantes. A esta falta de intencionalidad en su transmisión se añade el ir referidos a una gran masa poblacional, justamente las que desde el punto de vista de las fuentes escritas han pasado desapercibidas en la mayoría de los casos. Además el método arqueológico puede confirmar las noticias proporcionadas por las fuentes escritas, ponerlas en duda o añadir datos inéditos importantes. El método arqueológico y la incorporación de nuevas fuentes de información derivadas de la práctica arqueológica, permiten acercaremos al estudio de la mujer andalusí a través de una serie de ámbitos de estudio fundamentales que pasamos a definir 14 : 2.1. Las necrópolis. El estudio de los cementerios o maqâbir musulmanes puede arrojar mucha luz a este respecto: Los estudios antropológicos, osteológicos y paleopatológicos de los restos óseos nos informan desde la perspectiva de género acerca de las características morfológicas y vida de estas mujeres: altura, estado de salud, esperanza media de vida, dieta 14 Otros espacios comentados en estas líneas como lugares de sociabilidad femenina (el baño, el mercado o los cementerios, etc.) se escapan de la generalidad de este texto. 18 alimenticia, características de la muerte (natural o violenta), categorías de edad, rasgos faciales, pautas de conducta o patrones culturales basados en matrimonios muy tempranos, cuantificación demográfica femenina, operaciones quirúrgicas, fertilidad, patologías o procesos degenerativos asociados a diferentes trabajos, etc. Los estudios sobre el ADN son de vital importancia para la determinación del parentesco de los individuos. Por ejemplo, el examen antropológico o paleontológico de los restos óseos nos proporciona una información muy valiosa en materia de la historia de la salud de la mujer andalusí: la esperanza de vida es muy diferente en función del sexo, con una esperanza de vida menor a la del hombre entre los 15 y los 20 años debido a que es la edad de la reproducción. En primíparas muy jóvenes el riesgo por muerte y embarazo es mayor, a los que se unen abortos, partos difíciles, complicaciones infecciosas tras el mismo u operaciones de cesárea. De estos estudios se infiere que la esperanza media de vida era muy pequeña y que existía una gran mortalidad infantil. La fecundidad de las mujeres, como objeto de reproducción para la perpetuidad del clan, la conservación del apellido y de la herencia para entroncar linajes, era muy apreciada. Era habitual que la mujer andalusí diera a luz repetidas veces y a tempranas edades, amamantando a los hijos casi hasta una nueva maternidad y cuidándolos mientras eran pequeños a la par que desempeñan otras actividades domésticas. Los análisis de las tipologías y características de las tumbas proporcionan datos sobre la estructuración de los enterramientos familiares y, en consecuencia, la organización social/familiar de los individuos, determinados ritos funerarios, enterramiento de mujeres y niños/as pequeños, etc. Hay que tener en cuenta que las costumbres funerarias reflejan principios organizativos de los sistemas sociales (Arqueología de la muerte). 2.2. Las viviendas de núcleos urbanos y rurales: como ya hemos visto en páginas anteriores, la casa andalusí es ante todo un espacio femenino donde se desarrollaba la mayor parte de la vida de las mujeres ya que debían estar recluidas para no perturbar a los hombre y para vigilar y guardar su honra. Por esos las viviendas andalusíes están construidas hacia el interior, sin apenas ventanas (el adarve era una continuación de las mismas). Sólo los hombres muy allegados podían entrar y estar en la casa sin la compañía del cabeza de familia. De esta manera, las viviendas se manifiestan como un objeto de estudio fundamental ya que en ellas se encuadra la actividad cotidiana femenina. A través del análisis arqueológico de estas viviendas podemos extraer una serie de datos de la sociedad y la mujer andalusí 15 : 15 En este sentido, hay que decir que se encuentran menos dificultades para el estudio en las sociedades rurales en las que se interrumpió la vida en un momento dado (ej. Los Guájares), conservándose así los datos, mientras que en viviendas urbanas es más 19 Tipología, tamaño y ornamentación: Podemos estudiar patrones culturales como las características de las unidades familiares y el tamaño y estructura del grupo doméstico (familias extensas o nucleares, evolución comunidad social clánico-tribal-gentilicio a aldeana-vecinal, sistema de poligamia, rangos económicos, particiones por herencias 16 , dotes y compraventas, evolución y reformas en las casas, etc.). La familia se convierte en una unidad de análisis óptima para el estudio de la sociedad. Espacios femeninos: Hemos visto el papel de la mujer de clase media y baja en la sociedad andalusí como proveedora de alimento y encargada de su preparación. La transformación de productos alimenticios en su mayoría tiene lugar en la vivienda y es territorio exclusivo de la mujer, como lo son también el cuidado de la casa y de los hijos. Vamos a definir una serie de elementos que formaron parte de los espacios más frecuentados por estas mujeres en función de sus actividades cotidianas, lo que no excluye que otros ámbitos de la vivienda aquí no mencionados no fueran utilizados por ellas. 1. El patio se constituye como el elemento central de las viviendas en torno al cual se articula el resto de estancias o habitaciones. Es un elemento esencial en torno al que gira la vida de los habitantes de la casa. No sólo ocupan una posición central en la casa y es la dependencia más amplia, sino que es la principal fuente de iluminación y aireación de la vivienda, a lo que se une la existencia de un punto de agua (alberca o estanque) y en ellos se concentra la mayor parte de la decoración. Es un escenario donde se desarrollan un amplio abanico de actividades de la vida cotidiana de estas sociedades: lugar de trabajo para las mujeres, punto de reunión entre hombres y mujeres, espacio para el desarrollo de actividades artesanales, etc. En los patios puede haber espacios verdes destinados a zonas de cultivo, huertas o jardines. 2. Una de las características de la vivienda urbana es la especialización funcional de sus espacios lo que ha quedado evidenciado por el hallazgo a nivel arqueológico de estructuras y lugares destinados al procesamiento de alimentos. En algunas viviendas urbanas la arqueología ha podido documentar lo que S. Macías y C. Torres señalan como el “espacio cocina”, un lugar independiente y autónomo destinado a realizar esta función dentro de la vivienda. En este espacio de la casa y en el patio, espacios íntimos y lejos de las miradas indiscretas del exterior, era donde las mujeres de clase media o baja, así como difícil en función de la superposición cronológica y estratigráfica debido a la ocupación continuada de las mismas (ej. viviendas de la medina de la Alhambra). 16 Como indica Carmen Trillo, en la familia musulmana el parentesco que se reconoce es patrilineal, los hijos de los varones estaban incluidos en ellas, pero no los vástagos de las mujeres que pasaban a formar parte de la parentela del padre. El objetivo era que los bienes de un clan no pasaran a otro por lo que las alianzas generalmente se realizaban en el interior del grupo tribal, de forma endogámica. De esta manera, la endogamia corregía este riesgo, pero no estaba obligada y los matrimonios exogámicos existían. 20 sirvientas de altas clases, o las mujeres de una familia extensa (madres, hijas, sobrinas, suegra, etc.) preparaban las conservas, confeccionaban las comidas, tejían o conversaban. Se han documentado arqueológicamente diversas cocinas (Siyasa, Mértola, Ceuta, una de las llamadas Casas del Capitán en la Alhambra, Bayyana, Los Guájares, Vascos, Yecla, Villa Vieja de Calasparra, etc.) ubicadas por norma general en uno de los ángulos del patio y en la parte baja de las viviendas. La cocina, independientemente del tamaño de la casa, ocupa un lugar importante con un tamaño considerable. En algunas casas de pequeño tamaño, la primacía de la cocina con respecto al salón principal, significa que se le otorga un valor mayor a actividades como la preparación de alimentos, frente a otras como dormir, comer o reunirse con la familia y recibir invitados, que tenían lugar en los salones. Las cocinas de mayores dimensiones pudieron tener, como indican Julio Navarro y Pedro Jiménez, una utilización más polivalente, utilizándose no sólo como lugar de cocción de alimentos, sino también para su preparación y almacenamiento e incluso como alojamiento para la servidumbre. Las cocinas se caracterizan por el hallazgo de una serie de elementos como son el hogar, la alacena y el poyo. El hogar puede tener una estructura muy variada y sirve como fogón. La alacena tiene el cometido del albergar las vasijas y los utensilios de la cocina. Los poyos se construyen junto al hogar: estructuras poco elevadas, destinadas a realizar funciones de mesa auxiliar en la elaboración de alimentos. En al-Andalus, buen parte de las actividades domésticas se hacía a nivel de suelo, siguiendo hábitos y costumbres orientales y por ello los elementos complementarios de la cocina están emplazados en el pavimento o sobre una plataforma poco elevada. Junto a las cocinas se documentas zonas de almacenamiento y tinajeros. Se documentan toda una serie de evidencias materiales derivadas de las cocciones como restos de combustible vegetal, leña, restos faunísticos 17 , etc. 3. Además de las tareas domésticas en la cocina y el patio, los salones de la casa era el lugar para la realización de otras actividades productivas vinculadas principalmente a las mujeres. La fabricación de tejidos era una de estas labores junto a pequeñas tareas agrícolas realizadas en el huerto, espacio irrigado en el que se cultivan verduras, hortalizas y árboles frutales, presente en algunos casos en las zonas traseras de la casas junto a corrales. Como vimos, a estos trabajos se añadían otros que obligaba a su salida al exterior de la vivienda: trabajos de aprovisionamiento (desde la compra de alimentos en el mercado al transporte de 17 La zooarqueología se encarga del estudio de estos vestigios del pasado. 21 agua, leña o carbón), de preparación de la cochura (en casa o en el horno comunitario), lavado de la ropa, elaboración de la cerámica (siglos VIII-X), etc. 4. Sobre los espacios de mujeres de clase alta en ámbitos palatinos, además de contar con espacios de reunión como el patio, vamos a hablar a continuación de sitios reservados exclusivamente para ellas. Como se comentó, las esclavas o yariya tenían mayor libertad de movimientos y podían acceder además determinados espacios públicos dentro del conjunto áulico. 2.3. Finalmente, las fuentes arqueológicas nos acercan a los ajuares, a los objetos de uso cotidiano. En relación con los anteriores puntos, los objetos documentados tanto en cementerios como en viviendas, aportan abundante información sobre la vida y la concepción de la muerte de estas sociedades, hombres y mujeres. Destacamos dos grandes ámbitos haciendo especial incidencia en los ajuares relacionados con mujeres: El ajuar funerario, una vez caracterizado antropológicamente el enterramiento, permite determinar si existe un ajuar propio de mundo femenino (tradicionalmente se asignaba el sexo a las sepulturas a partir del ajuar funerario sin partir de la realidad material del esqueleto y bajo la simple asociación entre armas-hombres y adornosmujeres). Hay que señalar que los ajuares funerarios islámicos son muy exiguos. La realidad es que en enterramientos femeninos 18 se documentan ajuares como collares, anillos, alfileres, pendientes, aretes, alfileres, amuletos, colgantes, cuentas de vidrio, pulseras, etc. que pueden ofrecer datos (más si la difunta fue enterrada con sus vestidos o con otros objetos), acerca de su posición socio-económica o identificación tribal. Estos ajuares suelen ser de cobre pero también los hay en metales nobles y con piedras semipreciosas. No podemos olvidar las ya mencionadas 49 lápidas funerarias identificadas como pertenecientes a mujeres. La reconstrucción de las actividades de la vida cotidiana en el ámbito doméstico se puede realizar igualmente a través de los ajuares domésticos documentados en las excavaciones arqueológicas. Distinguimos una serie de actividades principales: Herramientas para el mantenimiento del hogar: la realización de todas las actividades cotidianas en la vivienda precisó de un amplio conjunto de enseres y utensilios. El 80 % de los hallazgos documentados en una excavación arqueológica responden a objetos de cerámica destinados a la cocción y preparación de alimentos, servicio, presentación, consumo, transporte y almacenamiento de los mismos. A modo de ejemplo señalamos los siguientes: alcadafes o lebrillos nos prueban el lavado de la ropa; la gran tipología de utensilios de cocina (marmitas, cazuelas, cuscuseras, queseras, etc.) el cocinado 18 Algunos autores opinan que el empleo de joyas es también extensivo a hombres y niños, si bien su empleo se limita a un amuleto con carácter profiláctico. 22 de los alimentos junto a hornillos portátiles 19 (anafre o tannur); tinajas para el almacenamiento de los líquidos o granos; jarros/as o cántaros para el transporte de agua, etc. Igualmente existen objetos realizados en otros soportes materiales: piedras de molinos para el molido manual del cereal; confección de vestimentas mediante labores de tejido e hilado a través de los utensilios de telar como agujas, fusayolas, dedales, punzones, agujas, botones, husos, piezas de telar diversas 20 , ruecas, etc. Sabemos de otra serie de actividades que deberían realizar de las que no hay huellas arqueológicas como la limpieza del hogar o el cuidado de los hijos, enfermos o familiares ancianos. Utensilios para la higiene, belleza y cuidado personal: fragmentos de tejidos, joyas, pinzas o varillas de bronce, alfileres y agujas de bronce utilizados para prender los vestidos o el pelo, fundas metálicas de objetos de hueso y madera relacionados con la aplicación de pinturas o cosméticos (khol), cuentas de collar, anillos, pendientes (arete del Generalife), abalorios de metales preciosos, etc. Objetos suntuarios: joyeros, cajitas, estuche de juegos, etc. Elementos para el ocio: en las viviendas aparecen una serie de recipientes del ajuar doméstico en miniatura que han sido interpretados por algunos autores como juguetes utilizados por las niñas de la casa imitando a sus madres. Igualmente han sido documentados instrumentos musicales realizados en hueso y cerámica (flautas, silbatos, tabales, etc.) que evocan las veladas musicales recogidas en las crónicas del período. Vistos todos estos objetos, hay que señalar una serie de limitaciones: Los restos arqueológicos relacionados con las actividades de la vida cotidiana, difícilmente pueden ser asociados a actividades desarrolladas por mujeres. Para ello hay que realizar estudios etnográficos (proceder a la comparación con el desarrollo de estas actividades en sociedades actuales primitivas o atrasadas culturalmente), o apoyarnos en los datos que nos ofrecen las fuentes escritas en donde sí aparecen los hombres desarrollando tareas profesionales o labores ajenas a las domésticas. Estos datos arqueológicos deben unirse a los realizados en función de otras fuentes históricas y cotejados unos con otros cuando presenten problemas de interpretación. 19 El tannur es un horno portátil o fijo cuya función más identificativa es la de cocer el pan. El anafre es una pieza diseñada para contener rescoldos pudiendo servir para la elaboración de guisos que no necesitasen una exposición al fuego fuerte y prolongado. Otras funciones complementarias: mantener las temperaturas de algunos platos o calentarlos, hornillos portátiles para caldear habitaciones, etc. 20 Hay una serie de piezas realizadas en hueso tallado que presentan una interpretación funcional compleja ya que los autores les asignan funciones muy distintas: piezas de ajedrez; patas de muebles; mangos de distintos útiles o elementos utilizados en instrumentos para el hilado y tejido como ruecas, devanaderas, etc. El hecho de que algunas de estas piezas presenten una marca longitudinal que debió haberse producido por la fricción de otro objeto u elemento en un sitio concreto, permite suponer que algunas de estas piezas fueran utilizadas para la función textil. 23 Muchos de estos objetos forman parte de colecciones museológicas y han sido adquiridos bien por compras, donaciones o proceden de excavaciones antiguas que no siguieron el método estatigráfico, por lo tanto, si bien pueden ser denominados como “objetos de mujeres”, es difícil contextualizar su aparición y serán datados únicamente por mecanismos de comparación tipológica. Finalmente podemos indicar que en los yacimientos urbanos (como la Alhambra) tuvo lugar un proceso de reocupación por grupos domésticos, por lo que difícilmente no se conservan ajuares domésticos in situ. 3. FUENTES ETNOGRÁFICAS Como hemos comentado en el apartado anterior, los estudios basados en las funciones actuales de la mujer en el mundo musulmán (Antropología social) son una de las herramientas utilizadas para obtener datos de la sociedad andalusí. Estos datos, extrapolados a la Edad Media y a la sociedad de al-Andalus, y modificando algunos elementos actuales que son resultado de procesos sociales de modernidad, permiten acercarnos, con su correspondiente cautela, a una realidad social ya desaparecida. En este sentido destacan los trabajos de Mikel de Epalza, Caridad Ruiz-Almodóvar o el uso de esta fuente en las metodologías de trabajo desarrolladas por diversos equipos arqueológicos. A modo de ejemplo, podemos señalar como actualmente en algunas zonas y ámbitos de países del Magreb las mujeres siguen encargándose de las actividades domésticas, van a la tahona a cocer el pan, lavan en el río, no pueden acudir a lugares de relajación abiertos como cafés, etc. 4. ESTUDIOS ARTÍSTICOS, ESTILÍSTICOS Y ARQUITECTÓNICOS En íntima relación con los estudios arqueológicos, otro nivel de investigación tendente a examinar los espacios ocupados por mujeres en época andalusí, sin perder nunca de vista el papel que desempeñaba la mujer en la sociedad, se basa en el análisis de las opciones arquitectónicas y de las distintas manifestaciones estéticas empleadas fundamentalmente en las construcciones de carácter áulico (recordemos que la clase social alta era la que podía llegar a tener más de una esposa). En este sentido, podemos destacar los estudios de varios autores que resaltan la utilización de una serie de soluciones decorativas en determinados espacios domésticos. Se trata del empleo de estucos pintados, fundamentalmente en color rojo y donde destacan los motivos geométricos, que formaban parte de la decoración de los zócalos de algunas estancias de las viviendas. La aparición de este tipo de decoración parietal en las casas es un indicador de la posición socio-económica desahogada y se documenta por tanto en almunias, espacios palatinos o casas de personajes de alto rango social o económico. Estos estucos se han hallado por ejemplo en diversos yacimientos ceutíes como Huerta Rufino o Plaza de los Reyes, así 24 como en territorio magrebí y en Granada: Casa de Zafra, Alhambra (escalera que da acceso al mirador de la Torre de las Damas, retrete de la Sala de la Barca, excavaciones de Dar al-Arusa, Patio del Harén, planta baja de la Torre del Peinador, etc.) o Cuarto Real de Santo Domingo. En el caso del conjunto palatino de la Alhambra, estos estucos suelen aparecer en espacios con un carácter más íntimo o doméstico, sin que se puedan asociar a espacios únicamente femeninos. En este sentido, Elena Díez destaca para el llamado patio del Harén de la Alhambra una menor suntuosidad y oficialidad dada la ausencia de revestimientos cerámicos decorativos o la escasez de paneles epigráficos en yeso con lemas alusivos al sultán y a la divinidad, reservados a ambientes palatinos de carácter más oficial. Desde el punto de vista arquitectónico, en los ámbitos palatinos la zona oficial y privada queda netamente diferenciada; se denomina sector oficial al conjunto de espacios y edificios de carácter administrativo, político y de representación del poder vinculados con las funciones burocráticas o de gobierno. El sector privado es el conjunto de espacios y edificios cuya función principal, aunque no exclusiva, es de habitación y residencia, así como aquellos espacios reservados para la guardia o para las actividades de servicio donde realiza su trabajo la servidumbre del palacio. En esta zona se encuentran las viviendas del personal de servicio, funcionarios de palacio, dependencias de trabajo doméstico, etc., Si tenemos en cuenta los datos de las fuentes escritas acerca de la presencia de harenes en las cortes áulicas, así como el carácter reservado e íntimo de los espacios en los que las mujeres deberían estar confinadas (fundamentalmente las de más alto rango social), a pesar de la falta de datos y de que ambos tipos de funciones oficial/privada pueden encontrarse en una misma unidad constructiva, se puede hipotetizar sobre la ubicación de estas “reservas de mujeres” en las zonas de carácter privado bajo el empleo de distintas soluciones arquitectónicas, ya sean plantas altas, espacios reservados para ellas, etc. En el caso de Madinat al-Zhara, si bien no vamos a hacer un repaso por cada una de las viviendas conservadas en el sector privado, no podemos olvidar que debió existir un harén real (recordemos que las fuentes, aunque discrepaban en cuanto a número, hablaban de más de 6.000 mujeres que formaban el harén en época de Abd al-Rahman III). Como hipótesis planteamos que la duplicidad/multiplicidad de patios documentados en determinadas residencias califales del sector meridional y occidental del complejo palatino, como la llamada Casa de Ya`far (residencia del hayib o primer ministro) o la Dar al-Mulk (Casa Real), pudieran estar en relación con la existencia de espacios reservados al harén real. Esta duplicidad/multiplicidad de patios, junto a la singularidad de que se trata de viviendas anejas a unidades palatinas, se observa igualmente en el conjunto palatino de la Alhambra: patio del Harén, casa de los Amigos en el Generalife o casa adjunta al este del palacio de Abencerrajes. 25 Esta es la línea en la que estamos trabajando en estos años, ya que todas estas hipótesis necesitan un profundo nivel de análisis y estudio y una caracterización adecuada de los contextos espaciales para examinar las posibles reformas estructurales realizadas en estos edificios, unidades y relaciones constructivas, evolución del hábitat, etc. BIBLIOGRAFÍA MÁS DESTACADA AA.VV. La casa Hispano-musulmana. Aportaciones de la Arqueología. Granada, 1990. AA.VV. El zoco. Vida económica y artes tradicionales en al-Andalus y Marruecos. Catálogo de la Exposición. Barcelona; Madrid, 1995. AA.VV. Triangulo de al-Andalus. Catálogo de la Exposición. Granada, 2003. AA.VV. Baños árabes en Toledo. Toledo, 2006. AA.VV. Ibn Jaldún. El Mediterráneo en el siglo XIV. Auge y declive de los Imperios. Catálogo de la Exposición. Sevilla, 2006. AA.VV. Espacios y mujeres. Málaga, 2007. AA.VV. La vida cotidiana en Ceuta a través de los tiempos. Ceuta, 2007. ALMAGRO GORBEA, Antonio y ORIHUELA UZAL, Antonio (Eds.). La casa nazarí de Zafra. Granada, 1997. BERMÚDEZ LÓPEZ, Jesús. “Una introducción a la estructura urbana de la Alhambra”, AlAndalus. Las Artes islámicas en España. Madrid, 1992. – “Estructura urbana de la Alhambra”, Cuadernos de la Alhambra, nº 38. Granada, 2002. CALERO SECALL, Mª. Isabel (Coord.). Mujeres y sociedad islámica: una visión plural, Málaga, 2006. DÍEZ JORGE, Elena. “Reflexiones sobre la estética de los espacios femeninos en la Alhambra”, Arenal, vol. 5, nº 2, Granada, 1998. – El palacio islámico de la Alhambra: Propuestas para una lectura multicultural. Granada, 1998. – “El espacio doméstico: Lo femenino y lo masculino en la ciudad palatina de la Alhambra”. Cuadernos de la Alhambra, nº 38, 2002. FERNÁNDEZ SOTELO, Emilio A. y ROVIRA LLORENS, Salvador. Las arracadas de Ceuta. Ceuta, 1997. GÁMIZ GORDO, Antonio. Alhambra. Imágenes de ciudad y paisaje (hasta 1800). Granada, 2008. HITA RUIZ, José Manuel y VILLADA PAREDES, Fernando. Un aspecto de la sociedad ceutí en el siglo XIV: Los espacios domésticos. Ceuta, 2000. – Un decenio de arqueología en Ceuta, 1996-2006. Catálogo de la Exposición. Ceuta, 2007. 26 HITA RUIZ, José Manuel; SUÁREZ PADILLA, José y VILLADA PAREDES, Fernando (Coords.). Comer en Ceuta en el siglo XIV. La alimentación durante la época mariní. Catálogo de la Exposición. Ceuta, 2009. LEVI-PROVENÇAL, Évariste y GARCÍA GÓMEZ, Emilio (Traductores). Sevilla a comienzos del siglo XII. El tratado de Ibn `Abdun. Sevilla, 1992. – El siglo XI en 1.ª persona. Las “Memorias de `Abd Allah, último rey Zirí de Granada, destronado por los almorávides (1090). Madrid, 2005. LÓPEZ DE LA PLAZA, Gloria: Al-Andalus: mujeres, sociedad y religión. Málaga, 1992. MALPICA CUELLO, Antonio. La Alhambra de Granada, un estudio arqueológico. Granada, 2002. MARÍN, Manuela. Mujeres en al-Andalus. Madrid, 2000. – Vidas de mujeres andalusíes, Málaga, 2006. MORAL MOLINA, Celia, del (Ed.). Árabes, judías y cristianas. Mujeres en la Europa medieval. Granada, 1993. NAVARRO PALAZÓN, Julio (Ed.). Casas y Palacios de Al-Andalus. Siglos XII-XIII. Barcelona; Madrid, 1995. NAVARRO PALAZÓN, Julio y JIMÉNEZ CASTILLO, Pedro. Siyasa. Estudio arqueológico del despoblado andalusí (ss. XI-XIII). Murcia, 2007. ORIHUELA UZAL, Antonio. Casas y palacios nazaríes: siglos XIII-XIV. Granada; Barcelona 1996. ROLDÁN CASTRO, Fátima (Ed.). La mujer musulmana en la historia. Huelva, 2007. ROSELLÓ BORDOY, Guillermo. El ajuar de las casas andalusíes, Málaga 2002. RUBIERA MATA, Mª. Jesús. La arquitectura en la literatura árabe. Madrid, 1988. SEGURA GRAIÑO, Cristina (Ed.). La Historia de las mujeres en el nuevo paradigma de la historia. Madrid, 1997. TAHIRI, Ahmed. Las clases populares en al-Andalus, Málaga, 2003. TORRES BALBÁS, Leopoldo. “Plantas de casas árabes en la Alhambra”, Al-Andalus, II, 1934. TRILLO SAN JOSÉ, Carmen (Ed.). Mujeres, familia y linaje en la Edad Media. Granada, 2004. VALLEJO TRIANO, Antonio. Madinat al-Zhara. Guía oficial del conjunto arqueológico. Córdoba, 2004. VERNET, Juan (Traductor). El Corán. Barcelona, 2005. VIGUERA MOLINS, Mª. Jesús (Ed.). La mujer en al-Andalus. Reflejos históricos de su actividad y categorías sociales. Madrid, 1989. VENTURA, Joan. El surco del labrador. La mujer según el texto del Corán. Huelva, 2006. 27