Revivir el viaje de egresados

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SÁBADO
| Sábado 20 de julio de 2013
Invierno 2013
Revivir el viaje de egresados
Muchos definen la experiencia como un ritual o un regreso a la adolescencia; si se evitan los reproches familiares,
dicen los especialistas, es una buena oportunidad para afianzar vínculos entre amigos y generar un aire en la pareja
¿Y nosotras
qué hacemos
mientras
tanto?
Viene de tapa
“Hay un revival de los cuarentones.
Pero son escapadas, miniweeks durante los fines de semana. Y año tras
año se van agrandando porque cada
uno suma a alguien nuevo. Cuando
arranca la temporada nosotros ya
sabemos que tal grupo se va determinado fin de semana, que otro grupo se va el tercero de tal mes... Ya se
ha vuelto un hábito”, asegura Lucas
Favre, de All Travel.
La modalidad de viaje que eligen
estos grupos, la mayoría de Capital
y el Gran Buenos Aires, suele repetirse: chárter desde Palermo, bus
ida y vuelta, y tres días de esquí para
aprovechar a pleno. Más días suele
volverse complicado porque, claro,
la familia queda en casa...
“Los que hacen escapadas de este
estilo, en general, son estudiantes
o profesionales–explica Rodolfo
Anselmo, jefe de marketing de Asatej–. Es una modalidad que ha crecido bastante en estos últimos cinco
años: cada vez son más los que vienen en grupo a consultar por propuestas así. Se trata de unas minivacaciones con amigos para cambiar
el típico viaje que en verano realizan
con sus parejas o con sus familias a
las playas de Brasil o Centroamérica.” Según esta agencia de turismo,
además, los centros más elegidos
son Las Leñas, Cerro Catedral o Chapelco. De más está decir que el día
del amigo resulta una excusa ideal
para estos programas. Los centros
de esquí de Mendoza, por nombrar
algunos, ya ofrecen varias propuestas para el festejo. Los Puquios y Penitentes tienen desde esquí nocturno, con pases libres y degustación de
vino caliente, hasta música en vivo,
gastronomía y fuegos artificiales.
Una fija del descanso invernal
Marcela López Ghitta, gerenta de
marketing de Cerro Bayo, cuenta que
cuando más se ve a los “hombres solos” es en dos momentos: al comienzo de la temporada y especialmente el fin de semana del 17 de agosto.
“Ya es una fija de las vacaciones de
invierno irse a esquiar con amigos,
aunque te vayas también con tu familia en julio. Pero ese fin de semana
de agosto tiene sus atractivos extras
para el esquiador: hay mejor nieve,
no tenés a los chicos que están de vacaciones y encima las mujeres tampoco les dicen nada porque no las
dejan en banda con los hijos”. Según
Ghitta, el promedio de edad de los
grupos se ubica arriba de los 28, con
algunos que pueden rondar los 50.
¿El plan? Tranquilo. Esquiar todo el
día en el Bayo y, a la noche, cenar en
Villa La Angostura entre amigos.
En general se quedan unos cuatro
días, los fines de semana. ¿Si el fenómeno se acrecienta año tras año? Sí.
“Se acrecienta como tendencia porque las mujeres también lo hacen
cada vez más”, afirma Marcela.
Muchos, últimamente, se inclinan
también por Cerro Castor. De ahí que
ésa haya sido la elección de Ignacio
Dantas y sus amigos, que por primera vez “bajan” hasta el fin del mundo.
Para ellos, que han esquiado en las
mejores pistas como las de Colorado, en Estados Unidos, y en todos
los centros del país, la experiencia
es más que positiva. “Cerro Castor
está al mismo nivel que los mejores
centros del mundo”, asegura Santiago, uno de los dos snowboarders que
tiene el grupo.
Otro caso es el de Guido Tonelli,
que tiene 32 años y dejó en Buenos
Aires a su mujer, embarazada de
ocho meses, para cumplir con el ritual anual de la montaña. Francisco
Melendo, de 34 años, también inminente padre, lo acompaña. Son cuñados, y juntos, con otros cinco amigos que trabajan en una petrolera,
se escaparon de Buenos Aires para
disfrutar de una semana en la nieve.
Solos. Sin familia, como vienen haciendo sin interrupción desde hace
cinco años. “Es nuestro ritual anual.
En marzo empezamos a cerrar el lugar y las fechas. Para nosotros venir
a esquiar una semana es como volver a la adolescencia, como recrear
el viaje de egresados”, explica Guido, mientras recupera las energías
gastadas a la mañana en las pistas
negras del Castor con un suculento
almuerzo. Su nivel es casi profesional, por eso en la montaña suele cortarse solo a pesar de los reproches
del resto del grupo, con el que coincide siempre al mediodía.
Sin reproches
En Buenos Aires, claro, quedaron
las “viudas de la nieve”, pero ellos,
habrá que creerles, aseguran que
no hay reproches. “Es más: mi mujer fue la que nos consiguió el paquete para que pudiéramos venir
a esquiar. Siempre nos escapamos
en agosto y generalmente vamos a
Bariloche, pero con el embarazo hu-
opinión
Silvina Laurin
PARA LA NACION
P
Guido Tonelli (segundo, izq.) dejó en Buenos Aires a su mujer, embarazada de ocho meses, para cumplir con el ritual de la montaña
Federico Pedernera (primero, izq.) viajó a Chapelco con dos amigos y sumó por primera vez a su hijo
“Es nuestro
ritual anual”
guido tonelli
32 años
En estos días, Guido está
expectante por la inminente llegada de su bebe. Aún
así, dejó a su mujer, embarazada de ocho meses, en
Buenos Aires, para ir junto
con su cuñado (también futuro papá) y otros cinco
amigos al Cerro Castor. Casi siempre se escapan en
agosto, pero este año, la fecha de parto los obligó a
acelerar los tiempos. Aunque a muchos les sonará
raro, la propia mujer de
Guido les consiguió el paquete para ir a esquiar.
“Ella sabe que
lo necesito ”
santiago garcía
moritan
28 años
Diez años después del mítico viaje de egresados, Santiago repitió este año la experiencia con sus cuatro
amigos del colegio secundario. Al ser el único comprometido del grupo, la
pregunta es inevitable:
¿qué opina ella? Santiago
asegura que su novia lo entiende como una necesidad y no pone objeción alguna. “Lo hago desde hace
años, no tiene por qué enojarse, hacemos una vida
tranquila”, dice.
bo que adelantar la salida y vinimos
acá porque era el centro que nos aseguraba nieve en estas fechas. Es chico, boutique, y lo bueno es que no
hay que hacer cola en las aerosillas”,
cuenta Guido.
Recuperar una mística
No se trata de una decisión machista (aunque admite más de un
cuestionamiento por parte de la
platea femenina), sino más bien de
la necesidad de recuperar una mística, una cofradía que sólo el código
masculino entiende. “Lo que se ve
con frecuencia en grupos de amigos varones, que comparten o han
compartido experiencias deportivas como fútbol, rugby o esquí, es
que se proponen, año a año, embarcarse en esta experiencia con la intención de revivir un fugaz retorno
a una imaginaria y nunca olvidada
adolescencia –plantea la psicoanalista Adriana Guraieb–. Es un tiempo para fortalecer amistades que en
el frenesí de la vida diaria quedan
olvidadas o postergadas, recuperar
algo de la juventud y sobre todo manejarse con los horarios propios: todo eso da como resultado vivencias
de libertad, ya que estar en pareja
básicamente es negociar con el otro
infinidad de situaciones, todos los
días del año. No tener que hacerlo
se convierte en una de las ventajas
de estas minivacaciones.”
Ellas, mientras tanto, se reservan
días para planes diferentes, priorizando siempre los destinos de playa. “Cuando viajan mujeres solas, la
idea del viaje, en el 99% de los casos,
es relax. Mientras los hombres no
se fijan tanto en la calidad del hotel,
ellas buscan que todo esté más organizado y propuestas que tengan
paquetes armados. Las motiva conocer culturas diferentes o hacer
compras”, dice Rodolfo Anselmo.
“Ojo, aunque quisiera traerla
–interviene Francisco–, mi mujer
odia el frío. Ni loca viene para acá.
Pero no nos vinimos a una playa en
Brasil. Ahí sí habría que dar más ex-
plicaciones...”, dice y los otros siete
coinciden.
De los cuatro amigos del colegio,
mientras tanto, tres están solteros
y sólo uno está en pareja. “Pero ha
pasado alguna vez que una chica sugirió sumarse y enseguida cortamos
toda posibilidad. Nunca les dimos
una mínima chance”, asegura Federico Fernández.
“Esta modalidad de viajes suele
tener mala prensa, porque circula
en el imaginario social que estar en
pareja significa tener ganas siempre
de hacer todo lo que se pueda juntos,
pero la experiencia nos muestra que
no siempre es así”, desliza la licenciada Guraieb. De hecho, Santiago
García Moritán, el único comprometido del grupo, asegura que su
novia comprende que para él ésta
es una escapada necesaria y no puso mayores objeciones. “Sabe que lo
necesito, lo hago desde hace años.
No tiene por qué enojarse, hacemos
una vida tranquila”, sostiene.
Sumar a los hijos
También están aquellos que, de
un tiempo a esta parte, suman a los
hijos. Como Federico Pedernera, un
médico de 38 años que viaja con sus
amigos a Chapelco “desde que estábamos en la facultad”. Este año, fue
con Luis, de Tandil, y Martín, de Mar
del Plata, a quienes conoce desde el
CBC. “Cada uno salió de su ciudad
y nos encontramos en San Martín
de los Andes. Armamos el viaje de
acuerdo con nuestras actividades y
con las de los chicos, que por ahora no se resisten a acompañarnos
–cuenta–.Este año es un poco diferente porque trajimos a mi hijo mayor, de casi 4 años, para que tenga su
primera experiencia con esquíes.” ¿Y
por qué un viaje sin mujeres? “Bueno, la nieve es una situación, como
decimos los médicos, preexistente,
con lo cual no hubo mucho que negociar: lo hacíamos antes y por qué
no hacerlo después –dice Federico,
entre risas–. Pero por suerte, y en
serio, tenemos la banca inmensa
Fotos de F. santana y chapelco
de nuestras esposas, que nos apoyan.” La suya, específicamente, se
quedó cuidando al hijo más chico,
pero hace sólo semanas viajó con
sus amigas a la playa y dejó a Federico con los dos varones. “Tratamos
de ser ecuánimes y nos respetamos
nuestros espacios”, resume él.
Es justamente ahí, en la idea del
terreno propio, donde parece estar
el encanto: aire, reencuentro, código de hombres y una suerte de viaje
al pasado para asegurarse de que
hay vínculos que perduran. Sin embargo, hay cosas que conviene tener
en cuenta.“Diez o veinte años más
tarde, es otra la generación que revive la experiencia del viaje de amigos.
Y ya avanzado su ingreso en la vida
adulta, con el acceso a la madurez
personal, laboral y familiar, puede
aparecer en ellos el conocimiento
de sus límites, de aquello a lo que se
podrá acceder y también lo que puede ser ya difícil de alcanzar –advierte el psicólogo y psiquiatra Adrián
Cesar Besuschio, de APA–. Surge
la fantasía de detener el tiempo en
un viaje ilusorio al pasado, pero la
realidad se impondrá tarde o temprano, mostrándoles que son otros
los ahora protagonistas de la aventura adolescente, y que sus familias,
ocupaciones y desafíos diarios, los
esperan a la vuelta.”
Pero si bien algo de esto puede hacerse presente, lo cierto es que todos
tienen en claro que hoy el respiro no
es más que eso, un paréntesis en la
rutina. El esfuerzo deportivo, además, deja poco lugar a otras actividades, sobre todo las nocturnas,
que suelen ser las que traen más
conflictos en la pareja. “Hace 13 años
el cuerpo te daba para deporte y noche –reconoce Fernando–. Pero hoy
preferimos disfrutar del esquí. Antes veníamos con la idea de no parar
en todo el día; ahora simplemente
queremos desconectarnos de la realidad y del trabajo.ӧ
Con la colaboración de Fernando
Massa
lanear vacaciones en la
nieve para una familia tipo no es fácil, ni desde lo
operativo ni desde lo económico.
Está claro que exige una energía
extra comprar pases, abrigar
niños, cargar bastones, esquíes,
guantes y mochilas, cumpliendo
a rajatabla horarios que resultan
más parecidos a la escuela militar que a la idea de vacaciones
relajadas.
Ademas, las mujeres, por lo general, sufrimos de una diferencia
térmica de alrededor de 10 grados
con respecto a los hombres. O sea:
siempre tenemos frío.
Y, entonces, en medio de todo
eso, surge la idea: “¿Y si me voy
solo?”. Mejor dicho: “¿Y si te vas
solo?”. Y allá salen ellos corriendo
como estudiantes secundarios a
reunirse con otros que, como
ellos, sienten que son liberados
de todo durante su miniweek.
Y sí, claro, se divierten cual adolescentes, esquían sin horarios ni
reclamos familiares, hasta viven
un poco la noche, mientras los
analgésicos hacen efecto, en el
boliche con más onda del lugar.
¿Y nosotras qué hacemos mientras tanto? Los bancamos con la
organización familiar que sigue
su curso: niños, colegio, trabajo.
Es un esfuerzo extra, pero tiene
su compensación: de golpe y por
un tiempo nos convertimos en
heroínas más que generosas. Y
además, por lo menos a mí, me
gusta que mi marido se divierta
cuando hace estas escapadas.
Alrededor del cuarto día regresan a sus hogares agotados pero
felices, con suerte, con todo el
cuerpo en su lugar, preparados
para ponerse al día con las obligaciones familiares que los esperan más que ansiosas. En el medio, yo sueño con minivacaciones
a mi medida: calor, servicio todo
incluido y cero horario estricto. Y
me pregunto si será verdad eso de
que las mujeres somos de Venus y
los hombres son de Marte.ß
La autora es publicista y mujer de
un snowboarder
El outfit y la
Go Pro, dos
infaltables de
temporada
Los hombres solos no descuidan
su look y se preocupan por que su
outfit esté acorde con las últimas
tendencias. “Ellos se animan a los
colores fuertes, casi neón. Hoy se
preocupan por tener ropa técnica, que no deje pasar el frío, pero
que siga la moda. En la montaña
se usa la camisa leñadora y el casco se personaliza con todo tipo de
cosas, al igual que las tablas”, explica Florencia Begué, a cargo de
Popper, una de las tiendas de ropa
de esquí y outdoors más tradicionales de la ciudad.
Otro detalle que hace furor este
año en la montaña, y del que los
hombres son los principales animadores, es la tendencia a filmar
las bajadas con la cámara Go Pro,
que filma en HD y puede ponerse en el casco, las tablas o donde
se desee. Cuesta entre 200 y 600
dólares, y hay al menos una por
grupo. “Nosotros hicimos una
vaquita entre todos y la compramos para poder filmarnos y tener
un recuerdo de nuestras vacaciones”, dice Darío Pascual, que vino
a la montaña con dos amigos que
conoció en otros viajes por Sudamérica.
La Go Pro está firme en su casco, porque él es el encargado de
registrar las imágenes. “Es que
soy el que mejor esquío”, asegura
sin ponerse colorado, ignorando
el reproche de sus compinches
Alejandro Estévez y Juan Pitra.
“Dejálo que piense eso. Total, la
cámara, me la llevo yo. Se la gané
jugando anoche al poker”, sentencia Juan, feliz por el resultado
de la partida.ß
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