ARETC revista de filosofía Vol. XI, Nus 1-2, 1999 pp. 57-70 La areté del filósofo o la estructura del Parménides platónico Raúl Gutiérrez Pontificia Universidad Católica del Perú La controversia en torno a la unidad del Parménides de Platón y al sentido de su primera parte continúa. El autor presenta una posible solución señalando la coincidencia de su estructura con el símil de la línea. Ello lo lleva a ubicar al joven Sócrates en el segmento correspondiente a la óuivoux y al viejo Parménides en el segmento de la VÓT]olc;. Como el que '"tiene inteligencia" de la verdad basado en su aprehensión del Uno-Bien, Parménides resulta siendo el representante de la areté del tilósofo. "The Philosopher's Arete or the Structure of Plato's Parmenides". The controversy conceming the unity of Plato's Parmenides and the meaning of its tirst part is still ongoing. The A. proposes a solution, pointing out its structural coincidence with the Republic's simile of the line. This leads him to confine young Socrates in the segment that corresponds to óuivoux and old Parmenides in the vór¡olc; segment. As the one who "possesses insight" of truth based on his apprehension of the One-Good. Parmenides is the actual representative of the philosopher's arete. Raúl Gutiérrez l. El estado de la cuestión Tema del presente artículo es la posición del joven Sócrates en la primera parte de uno de los diálogos más controvertidos de la obra platónica, el Parménides. Demás está entrar aquí en una discusión sobre el Sócrates histórico, que si bien sólo algunos siguen considerando pertinente en torno a los llamados "diálogos socráticos", en este caso no cabe duda alguna de que estamos ante una creación platónica. Se trata pues de una ficción. Y la cuestión que este joven pone sobre la mesa es la distinción entre las Ideas en sí y las cosas que participan en ellas, distinción con la cual responde a la aparente paradoja expuesta por Zenón en el sentido de que si se acepta la existencia de múltiples cosas, éstas deben ser tanto semejantes como desemejantes ( 129d). Nada menos que Parménides, el filósofo de E lea, es quien se encarga de examinar la distinción introducida por el joven Sócrates y ver si es consecuente con ella. Y, a decir verdad, lo hace de tal manera que no queda más que pensar que también en su caso se trata de una ficción platónica, pues difícilmente nos podemos imaginar al Parménides histórico afirmando que "si alguien, por considerar las dificultades ahora planteadas y otras semejantes, no admitiese que hay Ideas de las cosas (au f.LTJ eáoet dor¡ ónwv dvat) y se negase a distinguir una determinada Idea de cada cosa una, no tendrá adónde dirigir el pensamiento" ( 135b 5-8) 1• Semejante afirmación es claramente incompatible con el Parménides del Poema. Pero, si además tenemos en cuenta que esta afirmación de Parménides se encuentra al tinal de su crítica a la posición del joven Sócrates, un punto más queda fuera de toda duda: que sea lo que fuere lo que uno piense sobre el valor de esta crítica y esto hay que afirmarlo en contraste con ciertas interpretaciones contemporáneas de Platón , ella misma da por supuesta la existencia de las Ideas. Lo que e'\lá en cuestión no es, pues, la exis1 Por lo general seguirnos la traducción de Ma1ía Isabel Santa Cruz en: Platón. Diálogos V. Madrid: Gredos, 1988. 58 La areté del filósofo o la estructura del Parménides platónico tencia de las Ideas presentada como la hipótesis más sólida en el Fedón (1 OOa 4; 1O1d 5-6), sino el modo o un modo de entender las Ideas que, según parece, estaba en boga en ciertos círculos de la Academia 2 • Ahora bien, gran difusión en nuestro tiempo ha tenido aquella interpretación de la primera parte del Parménides que supone que la crítica del maestro Parménides tiene como objeto una teoría perfectamente articulada en el Fedón y la República, y que concluye, por lo demás, que Platón en ningún lugar responde a los argumentos del Eléata. De aquí resultan dos líneas de interpretación según que se considere válidos o no a estos argumentos. En el primer caso, quienes aceptan su validez y creen que realmente refutan la hipótesis de las Ideas, piensan que Platón no disponía de posibles respuestas y que por ello no encontramos réplica alguna en la obra platónica3 • Esto lleva a artificios tales como ubicar al Timeo, el diálogo en que vuelven a aparecer algunos aspectos de la teoría criticada, como cronológicamente anterior al Parménides4 • Quienes no aceptan la validez de la crítica y creen que no afecta a la teoría de las Ideas, piensan que Platón no responde a ella simplemente porque deja esa respuesta como tarea para el lector5 • ¿No será ése más bien el esfuerzo y el ejercicio en "esa práctica aparentemente inútil y a la que la gente llama vana charlatanería" ( 135d 4-5), esfuerzo y ejercicio al que Parménides invita a Sócrates a someterse mientras que aún es joven? Y puesto que esa invitación se encuentra en el tránsito de la primera a la segunda parte del diálogo, ello permitiría, además, resolver el problema de la unidad del diálogo. Así piensan comentaristas más recientes, y si bien comparten 2 q: Aristóteles, Met. A 9, 991a 14s., sobre Eudoxo. Téngase además en cuenta que es probable, si bien no seguro, que el De /deis de Aristóteles, en el cual se encuentran argumentos muy similares, haya sido escrito poco antes que el Purménides (360 a. C.); al respecto véase el capítulo de Flashar sobre Aristóteles en: Flashar, H. (Ed.), Grundriss der Geschichte der Philo.wphie, t. 3, Ba~ilea: Schwabe & Co., 1983, p. 285. 3 Cf Owen, G.E.L., "The Place of the Timaeus in Plato's Dialogues", en: Allen, R.E. (Ed.), Srudies in Phao's Meraphysics. Londres: Routledge & Kegan Paul, 1965, reimpr. 1967, p. 320; original en: C/ussical Quarterly, N.S. 111 (1953), pp. 79-95 . .j q: ibid. 5 Ct: Cherniss, H., "The Rdation of the Timueus to Plato's Later Dialogues", en: Allen. R.E .. Studies in Plato 's Meta¡>llysics, o. c., p. 364; Allen, R.E., Pluto ·_, Purmenides. Tnmslation und Analysis. 1\linneapolis: University of Minnesota Press, 1983, p. 180. 59 Raúl Gutiérrez la idea de que la crítica apunta a una versión inmadura de la hipótesis de las Ideas que, como tal, requiere de mayor elaboración, algunos creen que esa inmadurez es propia también de la versión expuesta en el Fedón y la República y que, en consecuencia, el Parménides representa una "ruptura con el período intermedio"\ mientras que otros, que a diferencia de los primeros tienen en cuenta la unidad de forma y contenido en los diálogos, asocian esa inmadurez a la juventud e inexperiencia de Sócrates como representante en el Parménides de posiciones presentes en la Academia misma, pero que contrastan con la concepción que de las Ideas tiene el Sócrates maduro de los diálogos mencionados 7 • Sin duda, a favor de esta última interpretación hablan las consideraciones formales de Thomas A. Szlezákx respecto del lugar que tanto en el Fedón como en la República ocupan los pasajes en que se expone la hipótesis de las Ideas. Ellos representan ejemplos del modo en que el filósofo acude en ayuda de su discurso (~otí8eta •4> A.óy4>) y que, puesto que sólo son introducidos con este propósito, excluyen un tratamiento exhaustivo de los elementos con los cuales acude en ayuda de ese discurso. El discurso al cual en el Fedón acude en ayuda el Sócrates maduro se ocupa de la inmortalidad del alma y el de la República tiene como tema la justicia. En ambos casos cambia Sócrates provisionalmente de tema y recurre a teorías más amplias que nos acercan más al conocimiento de los primeros principios. En ambos casos recurre, entre otros, a la hipótesis de las Ideas, pero sólo con el fin de esclarecer los temas centrales de esos diálogos. En esta línea también podemos aprovechar de una observación hecha reciente- fi q: Sayre, K., Plaro's Late Omolo¡:y. A Riddle Re.mh·ed, Princeton: Princeton University Press, 1983, p. J8ss.; ibid, Parmenides' Le.uon. Translarirm and E.1plimrion of Plaro's Parmenides. Notre Dame: University of Notre Dame Press. 1996. p. 9Jss. 7 Cj: Miller. M., Plaro's Parmenides. The Cmn·ersion tif rhe Soul, Pennsylvania: The Pennsylvania State University Press. 1991 (reirnp.); Graeser. A .. "Wie über Ideen sprechen?: Parmenides", en: Kobusch. T. 1 Mojsisch, B. (Eds.), Piaron. Seine Dialo¡:e in der Sicl11neuer Forsclum¡:, Darmstadt: Wissenschaftliche Buchgesellschaft, 1996. pp. 146-165; a diferencia de l\1iller. Graeser no necesariamente piensa que la segunda parte presente una exposición más completa de las Ideas. X Szlezák, T.A., Piaron und die Schrifilickeir der Philo.wphie, Berlín/Nueva York: Walt.:r de Gruyter, 1985, pp. 306-326; ibid., Piaron lesen, Stuttgm1: Fronunan-Holzboog, 1993, p. 78ss. (hay una reciente traducción ca~tdlana en Alianza Editorial). 60 La areté del filósofo o la estructura del Parménides platónico mente por Charles Kahn 9 en el sentido de que el Fedro es el último diálogo escrito por Platón para un amplio público. La audiencia de los diálogos anteriores, comenzando por el Laques hasta el Cármides, del Protágoras hasta el Menón y el Banquete, incluye no sólo a filósofos profesionales y principiantes, sino también al público en general. Con excepción de Las Leyes, la última obra de Platón, el Fedro es quizá el último diálogo en el que aparece un personaje que no es filósofo, Fedro mismo. Ahora bien, es verdad que en el Fedón y la República, ambos anteriores al Fedro, tenemos a jóvenes y hasta prometedores filósofos, pero en el Parménides, los interlocutores son todos ellos "cabales filósofos" (¡.tá.l..a qnAóoo<f>ol, 126b 8), entre los cuales, sin embargo, destaca Sócrates (y Aristóteles) por su juventud y, como veremos, inexperiencia. Es más, en el tránsito a la segunda parte, después de describir Parménides el método a seguir para examinar los temas a tratar allí, Platón hace decir a Zenón que "no es conveniente hablar sobre tales cuestiones ante una multitud" (136d 7-8); y, enseguida, Parménides accede al pedido de Sócrates de tratar esas cuestiones puesto que, como dice: "no somos más que nosotros" (137a 7). La temática misma del diálogo exige, pues un distanciamiento del ámbito propio de la multitud. Y ello lo demuestra claramente la estructura del diálogo. A su análisis nos dedicaremos en lo que sigue. Pero antes de hacerlo quiero indicar que tanto Miller como Graeser, entre otros, coinciden en que los argumentos de Parménides ponen en evidencia la tendencia del joven Sócrates a entender las Ideas como cosas. Por nuestra parte, en esta misma línea, creemos que la estructura de nuestro diálogo explica en cierta manera la intención de Platón al examinar en su primera parte este tipo de conciencia que trata construcciones abstractas como cosas o entes físicos. 11. El significado de la puesta en escena Que Platón tiene en mente la República al escribir el Parménides, y que quiere que sus lectores así lo hagan es evidente, entre otras cosas, por la participación de Glaucón y Adimanto. Más aún, 9 Kahn, Ch., PlaTo und rhe Socraric Diulo!{Ue. The Philo.wphicul Use o{ Form, Cambridge: C.U.P., 1996, p. 380ss. <1 Literury 61 Raúl Gutiérre::. nosotros creemos que la estructura misma del Parménides coincide plenamente con la alegoría de la caverna y el símil de la línea, que más allá de las diferencias, constituyen las expresiones fundamentales de la filosofía platónica. Para mostrarlo, sin embargo, es necesario considerar los tres niveles narrativos de la puesta en escena, no, como se suele hacer, por separado o como una mera introducción a la primera parte, sino en conjunto con las dos partes del diálogo, como momentos constitutivos de su estructura. Puesto que, como veremos, nuestro modo de proceder tiene sentido, nos resistimos a pensar que la única intención de Platón al hacer del diálogo una narración de una narración de una narración era llamar la atención sobre el carácter ficticio del encuentro entre Sócrates, Parménides y Zenón 111 • Me pregunto si acaso para los contemporáneos de Platón esto no era evidente. Recordemos, pues, la puesta en escena. Acompañado de otros filósofos compatriotas suyos, Céfalo de Clazómenas llega a Atenas buscando a Antifonte para que les narre el diálogo entre Sócrates, Zenón y Parménides, diálogo que éste, a su vez, ha escuchado de boca de Pitodoro, el único que estuvo presente cuando tuvo lugar aquella conversación. Pitodoro, entonces, nos ubica en el presente de la narración, el del diálogo mismo, que, como se sabe, está dividido en dos partes, una en que se critica un modo de entender las Ideas, la segunda en que se desarrollan las ocho hipótesis sobre la unidad. Si los tres niveles narrativos nos conducen hasta la primera parte del diálogo, la segunda constituye un cuarto nivel. De este modo tenemos ya, si bien sólo numéricamente, los cuatro niveles del segmento de línea. La consideración de las funciones de los diversos personajes, de grados de dificultad y una cuestión meramente geográlica nos va a ayudar a precisar más las relaciones entre estos niveles. Renunciamos aquí a una caracterización exhaustiva de Glaucón y Adimanto en base a la República. Bástenos con señalar que, en todo caso, en el Parménides acceden de inmediato al pedido de Céfalo a ser conducidos, desde el ágora donde se encuentran, hasta la casa de 10 Recientemente repite esta opinión tan arraigada, pero no por eso cic11a, en los estudios sobre nuestro diálogo, Sayre, K .. Pannenides · Les.wn. o. c., p. 312, n. l. 62 La areté del filósofo o la estructura del Parménides platónico Antifonte, en Mélite, barrio ateniense ubicado al oeste de la Acrópolis, para así escuchar el relato del diálogo que éste conoce de memoria. "No es difícil" (ou xaA.rrcóv), responde Adimanto (126e 5), lo cual se explica puesto que su tarea se limita a la conducción física de los filósofos extranjeros 11 • La incipiencia de su formación filosófica se pone de manifiesto con el silencio que guardan durante la narración del diálogo. Y no puede ser de otra manera ya que en algunos pasajes de la República se les ve asumir claramente la posición del vulgo -o'i rcoA.A.o( (358a; 368a-b)-, mientras que en el Parménides, al abandonar el ágora, dejan tras de sí el ámbito que a éste le es propio. No obstante, es desde esa perspectiva que hay que entender la afirmación de Adimanto en el sentido de que quien, como Parménides (65 años, Parm. 127b 2), sigue dedicándose a la filosofía más allá de su juventud, no puede dejar de parecer "extraño" (áA.A.óKO"t:oc;), por no decir "perverso" (rcaiJ.rcÓvrpoc;) e "inútil" (ii xpw-roc;) para la polis (487bss.). Con el arribo a la casa de Antifonte dejamos entonces el primer nivel, el primer segmento de la primera parte de la línea. A diferencia de Glaucón y Adimanto, Antifonte titubea en un primer momento ante el pedido de Céfalo, pues requería de un "gran esfuerzo" (reo A. epyov, 127a 6), pero al final termina narrando el diálogo. El empeño de Antifonte por aprender el diálogo de memoria indica un cierto contacto con la filosofía, pero, al mismo tiempo, indica la incapacidad de dar razón de los temas memorizados. No obstante, todo ello le permite señalar su papel de mediador con el mundo inteligible, con la segunda parte de la línea, aunque él mismo permanece en el mundo sensible, específicamente, en el segundo segmento de la primera parte de la línea. Esto es enfatizado por Adimanto cuando señala que ''acaba de marcharse de aquí" -del primer segmento-- "a su casa, y ~·il·e cerca" ( 126e 9-1 0). Más aún, para entonces se dice que dedica "mayor tiempo a los caballos" (126e 8), y al llegar a su casa lo encuentran "entregándole un freno al herrero" ( 126e - 127a 2). ¿No son éstos ejemplos de los seres vivos y los artefactos que Platón en el u 11 teada~ Nótese a partir de aquí el grado ascendente de dificultad de las diversa~ tareas planconforme va avanzando el diálogo. 63 Raúl Gutiérrez símil de la línea ubica explícitamente en el segmento en cuestión (510a)? Pitodoro, en cambio, no sólo se sabe el diálogo de memoria, sino que, como retiere el mismo Platón (Ale. 1 119a; Parm. 126c), fue instruido por Zenón. En todo caso, el diálogo por él narrado tiene lugar en su casa, "extramuros" (eK-rot; n:íxou¡;) dice Platón (127b e 1), con lo cual alude claramente al tránsito a la segunda parte de la línea, esto es, al mundo inteligible. Es importante señalar aquí que, al igual que los segmentos intermedios de la línea, Antifonte y Pitodoro sirven entonces como mediación entre las dos partes de la línea: así como los primeros resultan siendo iguales si se toman en cuenta las proporciones mencionadas por Platón, éstos comparten una misma y admirable capacidad mnemónica. Pero, como veremos, también la posición del mismo Sócrates sirve de nexo entre ambas partes de la línea. 111. La posición dianoética del joven Sócrates: la cosificación de las Ideas Como ya dijimos, la llegada a la casa de Pitodoro nos ubica en el presente de la narración. Con la caracterización de los personajes, Platón se encarga una vez más de establecer dos niveles. Así contrasta claramente al anciano Parménides, "de cabello enteramente canoso, pero de aspecto bello y noble (KaA.ov Kaya8óv)" y a Zenón que "rondaba los cuarenta, tenía buen porte y agradable figura" (127b 1-5), con Sócrates que "por ese entonces era muy joven" ( 127c 5 ). El contraste se aprecia incluso en la diferencia de actitudes. Resumiendo sólo quiero señalar que mientras que Sócrates incurre en ciertas ironías y faltas de tacto, los eléatas ni siquiera se enfadan por ello sino que sonríen "como si estuvieran encantados por Sócrates" ( 130a 3-7). El comentario de Parménides pone los puntos sobre las íes: "Sócrates -dijo- ¡tú si que eres admirable por el ardor que pones en la argumentación!" (130a8-bl). Inmediatamente después inicia el filósofo de Elea el examen de la ardorosa posición socrática. Y lo hace planteando la cuestión de la extensión de las Ideas. Las dudas de Sócrates comienzan cuando Parménides se retiere no a propiedades que. como tales, no tienen una existencia física, sino a casos como hombre, fuego o agua que hacen más difícil de aceptar que su verdadero ser sea independiente de esa existencia. Tanto más se resiste a la posibilidad de 64 La areté del filósofo o la estructura del Parménides platónico asumir Ideas de cosas insignificantes o deleznables, como el pelo, el barro y la basura ( 130c ). Si bien algunos piensan que se trata de una mera ironía, no estará demás recordar el pasaje de la República 597a ss. en que el Sócrates maduro menciona la idea de cama; que en el Filebo 15a afirma la existencia de la idea de hombre y en el Timeo 51 css. vuelve al asunto de las Ideas del fuego, etc. (cf Carta VI/ 342d). Así pues, tanto antes como después del Parménides hay referencias a Ideas no sólo de propiedades, sino también de sustancias, lo cual no debe llamar la atención, pues las Ideas no sólo explican cómo son los entes sensibles, sino --<:omo lo pone en evidencia la tercera hipótesis del Parménides- su ser mismo independientemente de toda valoración. Así se explica la reacción de Parménides, que, por lo demás, muestra claramente la posición de Sócrates en el conjunto del diálogo: "Claro que aún eres joven, Sócrates, y todavía no te ha atrapado la filosofía, tal como lo hará más adelante, según creo yo, cuando ya no desprecies ninguna de estas cosas. Ahora, en razón de tu juventud, aún prestas demasiada atención a las opiniones de los hombres" ( 130e 1-4 ). Más tarde, Parménides señala que la defensa de la hipótesis de las Ideas requiere de alguien con "mucha experiencia" y "naturalmente dotado" ( 133b 7-8), poniendo así énfasis en la juventud e inexperiencia de Sócrates, sin duda, como representante de una forma limitada de entender las Ideas. ¿No sería esa experiencia con la que cuenta el Sócrates del Fedón que, al final de su vida, hace un recuento de su desarrollo intelectual, y que ante la proximidad de la muerte guarda una reflexiva calma que es motivo de admiración entre sus acompañantes? ¿No es ésa la experiencia y el don que le permite al Sócrates maduro de la República recurrir a imágenes e interpretarlas de un modo que le es desconocido al joven Sócrates del Parménides? Que de todos modos el joven Sócrates está "naturalmente dotado" se puede apreciar en su acertada selección de imágenes y en sus propuestas para dar respuesta a las objeciones de Parménides. Este recurso a imágenes nos trae a la memoria el modo de proceder del matemático tal y como lo caracteriza Platón ubicándolo en el primer segmento de la parte de la línea correspondiente al mundo inteligible (51 Ob; texto citado infra.). Su inexperiencia, en cambio, se vuelve a mostrar en la medida en que aún no sabe considerar a la imagen como 65 Raúl Gutiérrez imagen y, por lo tanto, confunde al original con la imagen. Sobre esta confusión advierte claramente el Sócrates de la República (476c). El joven Sócrates, en ese sentido, deja que las imágenes se conviertan en una trampa que lo lleva a considerar a las Ideas del mismo modo que a las cosas sensibles, o que, en la medida en que aún presta demasiada atención a las opiniones, entiende a los objetos sensibles y sus propiedades de igual manera, como cosas -tal cual sucede en toda la primera parte de nuestra diálogo. Así ocurre, por ejemplo, en la primera objeción de Parménides referida a la participación: "Y entonces, cada una de las cosas que participa, ¿participa de la Idea toda entera o bien de una parte?" ( 131 a 4-5). La primera alternativa tiene como consecuencia la separación de la Idea de sí misma, esto es, la pérdida de su integridad y su carácter único; en el segundo caso, la idea sería divisible y perdería así su simplicidad. En ambos casos tendríamos como resultado una multiplicidad indeterminada. En todo caso, Sócrates menciona el día, que, como unidad temporal, es el mismo para todos. No obstante, si bien con un débil "quizás" ( 131 e 1), que es índice de la inseguridad de Sócrates, éste acepta el cambio que Parménides hace de la imagen del día por la de un velo que cubre a múltiples hombres, es decir, por una imagen espacial, aceptando de esta manera características de las cosas sensibles, espacialidad y divisibilidad, para las Ideas. La misma aceptación de la alternativa todo o parte, indica que Sócrates no tiene clara la distinción entre la unidad de la Idea y la unidad de la cosa, distinción que será desarrollada en las dos primeras hipótesis de la segunda parte de nuestro diálogo. El Sócrates maduro, en cambio, dice de las Ideas que son simples (aoúv8rrca, Fedó11 78c-d) y únicas por naturaleza (¡.J.Ía <f>úotc;, Rep. 597d). La siguiente objeción que introduce el argumento conocido desde Aristóteles como el argumento del tercer hombre y que tiene como consecuencia un regressus ad infillitum, es formulada por Parménides como una trampa basada precisamente en el error que Sócrates acaba de cometer al considerar del mismo modo a la Idea y la cosa: "Cuando muchas cosas te parecen grandes, te parece tal vez, al mirarlas a todas, que hay un cierto carácter (f.L (a 'tÍ e; iOéa:) que es uno y el mismo en todas; y es eso lo que te lleva a considerar que lo grande es uno. -Dices verdad, afirmó. -¡,Y qué ocurre con lo grande en sí y todas las cosas grandes? Si con tu alma las miras a todas del mismo 66 La areté del tilósofo o la estructura del Pannénides platónico modo, ¿no aparecerá, a su vez, un nuevo grande, en virtud del cual todos ellos necesariamente aparecen grandes? -Tal parece" (132a), responde Sócrates, titubeando una vez más. Nosotros sabemos, sin embargo, que, en sentido estrictamente platónico, el alma no puede mirar wocxÚ'tW<:;, del mismo modo, a las Ideas y a las cosas sensibles; mientras que éstas son cxio6T}'tCX, perceptibles por lo sentidos, o ópcx'tá, visibles, las Ideas sólo son accesibles a la VÓT}ot<:;, al pensamiento puro 12 • Por lo demás, las Ideas no aparecen. Si se tiene en cuenta el cuidado puesto en la formulación de esta aparente objeción, difícilmente se podrá compartir la opinión de Vlastos de que Platón comienza aquí a dudar sobre la validez de su teoría y se siente "puzzled and anxious" 1\ Por lo demás, si tomamos en serio la formulación del argumento, resultaría que la idea de lo grande sería grande, es decir que, al igual que las cosas grandes, ocuparía un espacio. Aun cuando la segunda formulación del argumento del tercer hombre o de la objeción del regressus ad infinitum entiende a la Idea como paradigma, presupone con todo la consideración de la Idea y de las cosas que en ella participan como realidades de un mismo orden ontológico, pues sólo así se puede aceptar una relación de semejanza simétrica. La objeción de Parménides, no obstante, se basa en una comprensión literal de lo que el joven Sócrates propone como metáfora; Sócrates no dice que las Ideas sean paradigmas, sino sólo wom:p napaoefyJ.Lcx'ta ( 132d 1) 14 • Asimismo, en la última objeción referente a la cognoscibilidad o no de las Ideas, el joven Sócrates entiende al señorío en sí y la servidumbre en sí en términos de posesión y dominio, es decir, del mismo modo que al señor y al siervo concretos (133css.); asimismo, al sugerir que los géneros en sí son conocidos por la Idea de conocimiento, se concibe a esta idea como un agente que conoce y como una instancia perfecta, por lo tanto, particular, del Muy peninente en este punto el comentario de Miller, M., o.c., p. 53. 13 Vlastos. G .. "The Third Man Argument in the Purmenides", en: Allen, Srudies in P/uw's Mewph.nics, o.c., p. 255; original en: Philo.wphicul Review, 63, n• 3 (Julio 1954), pp. 319-349. 14 Perrnítaseme referirme a la segunda pane de nuestro diálogo. Sin duda, la tercera hipótesis allí examinada hace posible la comprensión de la Idea no tanto como "modelo", sino como la "estructura" misma de los entes espacio-temporales. ll 67 Raúl Gutiérrez conoctmtento, lo cual es enfatizado una vez que se acepta que la posee un dios (134bss.). IV. La causa del error: la carencia de una aprehensión noética del principio universal No podemos ahora examinar en detalle todos los argumentos de la primera parte de nuestro diálogo. No obstante, podemos decir que en ellos se repite el mismo error, el de la cosificación de las Ideas. Si tenemos en cuenta el lugar que ocupa el joven Sócrates en la estructura del diálogo en su conjunto y aceptamos que esa estructura coincide con la de la línea del símil, podremos reconocer la causa de este error. Objeto de crítica no es propiamente el recurso a imágenes --el Sócrates maduro de los diálogos del período intermedio recurre constantemente a ellas-, sino su incapacidad para tratarlas como tales y distinguirlas del original. Cito ahora un pasaje de la República al cual ya he aludido: "Fíjate bien, ¿qué otra cosa es ensoñar, sino el que uno, sea dormido o en vela, no tome lo que es semejante como tal semejanza de su semejante, sino como aquello mismo a que se asemeja?" (476c 4-7). Y en la Carta VI/ se refiere Platón a la debilidad del lenguaje (A.óyo~) en la medida en que tiende a sustituir lo que algo es ('tí eon v) por el cómo es (1totóv n) (342e7-343a 1; 343b7-c3 ). Consecuentemente podemos decir que antes y después del Parménides muestra Platón ser consciente de aquello que ahora llamamos cositicación. Y que ése es el error del joven Sócrates lo hace ver claramente Parménides en un pasaje en el que le expresa su admiración por su intención de "que el examen no se pierda en las cosas visibles ni que se retiera a ellas, sino a aquellas que pueden aprehenderse exclusivamente por la razón y considerarse que son Ideas" ( 135e 1-4 ). Ahora bien, ésta es una primera descripción de aquella "práctica aparentemente inútil" en la que Parménides recomienda a Sócrates ejercitarse, con lo cual es claro que Sócrates no ha cumplido con su propósito. Pero, a su vez, quién no reconoce en el pasaje citado una referencia a la descripción del modo de proceder del dialéctico, es decir de quien se halla en el último segmento de la línea y "con la sola ayuda de las ideas y sin valerse de-las imágenes" (510b), o "sin recurrir en absoluto a nada sensible, antes bien, usando solamente de las ideas tomadas 68 La areté del filósofo o la estructura del Parménides platónico en sí mismas, pasando de una a otra y terminando en las ideas" (511 b-e), asciende hasta lo no hipotético, hasta la ápxiJ -rou nav-róc;. Así se señala claramente el tránsito de la primera a la segunda parte de nuestro diálogo caracterizándolo como un tránsito de la otávma a la vór¡mc;. Pero, además, es importante señalar que el joven Sócrates confiesa no alcanzar a comprender del todo el procedimiento en el que Parménides le sugiere ejercitarse "para discernir bien la verdad" (136c) y que el Eléata, a insistencia de Sócrates, ha de aplicar en la segunda parte del diálogo. Zenón mismo le reprocha a Sócrates no percibir cuánto esfuerzo (óoov epyov) requiere su puesta en práctica, y añade que sin este recorrido de todos los caminos de la dialéctica sería imposible "dar con la verdad y adquirir inteligencia de ella" (ev-ruxóv-ra -re;> áA.r¡6ei vouv oxeiv, 136e 1-3; ej. Rep. 534b3-c5). Evidentemente que Zenón se está refiriendo aquí a Parménides, quien, en este sentido, no es otro que el "perfecto" (-riA.eoc;) del Fedro (249c 6-8) y el "amigo del dios" (6eo<tnA.ic;) del Banquete (212a 6). Es, pues, Parménides el representante por excelencia de la areté del filósofo. Es la aprehensión inmediata de esa ápxtí la que le permite a Parménides hacer la distinción entre un "hombre plenamente dotado ... capaz de comprender que hay un género de cada cosa y un ser en sí y por sí", y otro hombre, según Parménides, "más admirable" (6aUf.LCW'tO'tÉpoc;) en la medida en que, "habiendo descubierto y examinado suficientemente y con cuidado todas estas cosas, fuera capaz de instruir a otro" ( 135a7-b2). Este último es, sin duda, el mismo Parménides, que en la segunda parte de nuestro diálogo instruye al joven Sócrates, pero también el Sócrates maduro tanto del Fedón y la República, como del Fedro, donde se dice que, como el buen retórico o dialéctico, además de dotes naturales, posee "ciencia y ejercicio" (emattíf.LTJ Kal f.leA.ÚTJ, 269d 5). El primero, en cambio, si tenemos en cuenta la distinción planteada por él desde un inicio para resolver la aporía de Zenón, es el joven Sócrates, quien, al decir de Parménides, "demasiado pronto ... se empeña en definir lo bello, lo justo, lo bueno y cada una de las Ideas" (135c8-dl). "Demasiado pronto", pues el joven Sócrates no ha llegado aún a aprehender el principio universal en vista al cual se puede reconocer el orden racional propio del mundo de las Ideas, el necesario parentesco o comunión existente en69 Raúl G11tiérrez tre todas ellas 1S. Es, pues, la aprehensión de ese principio la que permite distinguir entre el Sócrates maduro y Parménides, por una parte, y el joven Sócrates, por otra, pues es ese principio el que, como causa de la ciencia y la verdad (ahía bnO'ttli!Tlc; K<Xi. aA.T]8etac;, Rep. 508e 3-4 ), capacita para la instrucción o, dicho de otra manera, para escribir en el alma del aprendiz (Fedro 278a). Con todo, Parménides reconoce que esta instrucción con la cual ha de acudir en ayuda de Sócrates, representa una difícil tarea (136d 1), ya que, como dice negativamente Zenón, no se trata de algo de "poca monta" 1ó, sino de distinguir nada menos que la unidad de aquello mayor en dignidad y poder ( 1tpeopeí~ Kai. <'>uvá.I!El Ú1tepéxov'toc;, Rep. 509b 9- 10) que, teniendo en cuenta la coincidencia de la estructura del Parménides con el símil de la línea, debe ser identificado con el Uno-Bien de las doctrinas no-escritasl 7 • 15 C.f. Rep. 500c 4-5 donde se habla de un orden K(HÓ: Áóyov, lo cual explica que ya en la Rep¡íb/ica se refiera Platón a una comunión de las Ideas entre sí (<f 476a 6-7), tema que, como se sabe, sin constituir una novedad, no será explícitamente tratado hasta el Sofi.<tu. No puede ser a otra cosa que se refiere ya el Menún 81 c8-d 1 cuando se habla de que la naturaleza ( <j>úol~) está toda emparentada consigo misma. ló Parm. 136d 5: llTJ yó:p oú <j>auÁov. Como bien ha mostrado Szlezák, T.. Platrm le.<en, o. c., p. 71 ss., lo que no es <j>auÁov es tlflU~npa, esto es, teorías o contenidos filosóticos de mayor valor que le sirven al filósofo para acudir en ayuda de su lo!{os y que, como tales. nos aproximan a una aprehensión del principio universal que es la fuente del valor y dignidad de todas las cosas. 17 C.f. Aristóteles, Mer. N 4, 109lb 14s.: "El Uno mismo es el Bien mismo; consideraban que su ser era sobre todo el Uno mismo"; República 478b JOs.: "¿Pero lo que no es, no es 'algo uno·. sino, si hablamos correctamente, ·nada'"; cj: 476a 2s., 479a.). Que lo uno funciona como principio de determinación de la multiplicidad indeterminada y otorga así el ser a las Ideas y. a través de ellas, a los entes espacio-temporales, se puede leer en la tercera hipótesis del Purménide.<. 70