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Centenario del nacimiento de dos mitos del cine
Katharine Hepburn
En mayo de 1907 vinieron al
mundo dos personas que
acabaron convirtiéndose en
auténticos iconos del séptimo
arte, dos intérpretes
radicalmente distintos, de ideas
políticas enfrentadas, pero
admirados al fin y al cabo.
Hepburn fue una personalidad
rebelde toda su vida. Wayne,
por su parte, conservador hasta
la médula bajo su sombrero de
cowboy, fue para muchos el
ideal americano, un modelo que
no sentó nunca nada bien a los
grupos liberales de su país.
Óscar Giménez
Un espíritu
liberal
Durante toda su vida, Kate Hepburn fue un
modelo de mujer independiente y nunca
quiso entrar en el llamado “juego de Hollywood”. Muchos de sus papeles reflejaban en
cierto modo su carácter, como Susan, de La
fiera de mi niña, Tracy, de Historias de Filadelfia, Tess, de La mujer del año o
Amanda, de La costilla de Adán (1949).
No concedía entrevistas, casi siempre llevaba pantalones y evitaba maquillarse y posar para los fotógrafos. Ella decidía en todo
momento su propio destino, en contra de
todos los ejecutivos de los estudios que
querían decidir por ella. “Soy altiva, caprichosa e idealista”, decía de sí misma. Pero su
innegable talento y su personalidad permitieron que siempre saliera adelante. Al fin y
al cabo, tal como dijo, “si obedeces todas las
reglas, te pierdes todo lo que es divertido”.
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n y John Wayne
Hepburn y Wayne protagonizaron juntos una sola
película, El rifle y la Biblia (1975).
Ultraconservador
americano
John Wayne no sólo fue famoso como actor
sino también por sus ideas políticas, que no
le granjearon precisamente las simpatías
de los sectores liberales del país. Durante la
segunda guerra mundial —a la que no fue,
pese a su declarado patriotismo—, ayudó a
fundar la Alianza de Cine para la Preservación de los Ideales Americanos, una organización política de derechas de la que acabó
siendo presidente. Afirmaba que él tenía
muy clara la “supremacía del hombre blanco”, al menos “hasta que los negros tengan
la suficiente educación como para desempeñar un papel importante en la sociedad
americana”.
Con el fin de expresar esos “ideales americanos” a su manera, dirigió y protagonizó
en 1960 El Álamo, una superproducción
que fracasó en la taquilla. También codirigió con Ray Kellogg un panfleto propagandista a favor de la guerra de Vietnam, Boinas verdes (1968). Y entre otras perlas, tachó de “antiamericanas” películas como
Solo ante el peligro (1952), de Fred Zinnemann, o Grupo salvaje (1969), de Sam
Peckinpah.
El Partido Republicano le propuso a finales de los años sesenta presentarse como
candidato en la carrera hacia la presidencia
de Estados Unidos. Rechazó la idea diciendo que su país no se tomaría en serio a un
actor. Naturalmente, eso fue antes de que
Ronald Reagan llegara a la Casa Blanca. La
verdad es que John Wayne fue mucho más
famoso, hasta tal punto que una encuesta
de 1970 lo situó como el segundo hombre
más célebre de la historia de Estados Unidos, sólo por detrás de Abraham Lincoln.
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ATHARINE HEPBURN nació el 12 de mayo de 1907, hija de un
urólogo y de una sufragista. Desde niña fue estimulada a ser
individualista y a pensar por sí misma. Decidió ser actriz en la
adolescencia, pese a las reticencias de su padre, y pronto comenzó a cosechar algún que otro éxito en los escenarios de Broadway.
Gracias a su interpretación de la princesa amazona Antíope en A
Warrior Husband, fue llamada a Hollywood, donde la llegada
del cine sonoro forzó la búsqueda de nuevos talentos procedentes del teatro.
Pero sus primeros años fueron duros. En su primer rodaje (Doble sacrificio, 1932), sus enfrentamientos con el protagonista
John Barrymore hicieron historia. “¡Gracias a Dios que no tengo
que volver a actuar con usted!”, le espetó Hepburn al actor cuando acabó la película. “Oh, querida, no me había dado cuenta de
que lo hubieras hecho”, fue la respuesta.
K
“La muerte será un alivio. ¡No
habrá más entrevistas!” Son
palabras de la que ha sido, a
juicio de muchos, la mejor actriz
cinematográfica de la historia,
Katharine Hepburn, fallecida el
29 de junio de 2003 a la edad de
96 años.
Veneno para la taquilla
La fiera de mi niña (1938) se considera hoy un clásico de la comedia, pero en su día fue un fracaso tal que el director Howard
Hawks fue despedido del siguiente proyecto que tenía con la
RKO. Fue la gota de colmaba el vaso de los fiascos económicos en
la escasa filmografía de la actriz, quien fue obligada a renovar su
contrato a la baja, y le colgaron la etiqueta de “veneno para la taquilla”. Buena parte de la prensa coincidió en afirmar que la arrogante Katharine Hepburn había tenido “justo lo que merecía”.
Además, en aquellos años intentó hacerse con el papel más codiciado por todas las actrices de la época: encarnar a la Escarlata
O’Hara de Lo que el viento se llevó. La entrevista con el productor David O. Selznick fue corta. El magnate cinematográfico simplemente le dijo: “¡No me imagino a Clark Gable persiguiéndote
durante diez años!”.
Sin embargo, lo que muchos no sabían es que aquella crisis fue
crucial en la carrera de la actriz. Volvió a la costa este para dedicarse al teatro. De aquella época se recuerda su romance con el
magnate Howard Hughes, así como el éxito teatral de Historias
de Filadelfia. Y lo que hizo Kate no fue otra cosa que comprar los
derechos cinematográficos de esta obra para volver a Hollywood
con ellos bajo el brazo, donde eligió ella misma quiénes serían el
director —George Cukor— y sus compañeros de reparto —Cary
Grant y James Stewart—, quien ganó gracias a esta película su
único Oscar.
Tracy, el amor de su vida
De su biografía, uno de los aspectos más comentados fue su duradera relación amorosa con Spencer Tracy, con quien hizo pareja en nueve películas, desde La mujer del año (1942) hasta Adivina quién viene esta noche. Tracy murió 17 días después de
que concluyera el rodaje de este film, y Katharine aseguró que
nunca lo vio por los dolorosos recuerdos que le traía. Debido a sus
convicciones religiosas, Spencer Tracy nunca se divorció de su
mujer, pese a estar separado desde hacía años.
En su memoria, cuando comenzó el rodaje de En el estanque
dorado, entregó el gorro de pescador de Spencer Tracy a Henry
Fonda, quien lo llevó puesto a lo largo de toda la película.
Progresista, rebelde e independiente, con más de 90 años no
dejaba de bañarse día tras día en las playas de su Connecticut natal, cualquiera que fuera la temperatura.
“No tengo miedo a morir —dijo hacia el final de sus días—;
morir tiene sus virtudes, se acabaron las responsabilidades.
Cualquiera con un cerebro y a mi edad sabe que se tiene que acabar y, aunque muchos se preocupan, yo no me asusto tan fácilmente.”
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Kate Hepburn ostenta el récord de hacer sido la actriz que
ha acaparado mayor número
de Oscares. El primero, con
Gloria de un día (1933) al poco
de llegar a Hollywood. Décadas después obtuvo dos premios en años consecutivos
gracias a Adivina quién viene
esta noche (1967) y El león en
invierno (1968). El último lo ganó en la vejez por En el estanque dorado (1981). Además,
fue nominada a mejor actriz en
otras ocho ocasiones por películas memorables como Historias de Filadelfia (1940), La
mujer del año (1942), La Reina
de África (1951) y De repente,
el último verano (1959).
Diez obras emblemáticas
• Gloria de un día
(Morning Glory, 1933)
• La fiera de mi niña
(Bringing Up Baby, 1938)
• Historias de Filadelfia
(The Philadelphia Story, 1940)
• La mujer del año
(Woman of the Year, 1942)
• La costilla de Adán
(Adam’s Rib, 1949)
• La Reina de África
(The African Queen, 1951)
• De repente, el último verano
(Suddenly, Last Summer, 1959)
• Adivina quién viene esta noche
(Guess Who’s Coming
to Dinner, 1967)
• El león en invierno
(Lion in Winter, 1968)
• En el estanque dorado
(On Golden Pond, 1981)
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OHN WAYNE era su nombre artístico —lo escogió en 1930 el di-
J
rector Raoul Walsh—, pero en realidad se llamaba Marion Morrison. Y su apodo Duke —o Duque— era en realidad el nombre
de su perro. Nació en Winterset (Iowa) el 26 de mayo de 1907. Su
padre era un farmacéutico que, debido a una enfermedad respiratoria, tuvo que trasladarse con su familia al sur de California en
busca de un mejor clima. El joven Marion se crió en un rancho del
desierto de Mojave e iba a la escuela con su hermano montado a
caballo. Creció hasta alcanzar 1,94 m de estatura y aspiraba a ser
un buen jugador de fútbol americano cuando un verano logró un
trabajo en un estudio de cine como chico de los recados.
Se cuenta que uno de sus quehaceres en una producción de
1928 dirigida por John Ford era cuidar un grupo de ocas. Las
aves, con él detrás, se metieron sin querer en una toma que Ford
estaba rodando, lo que desencadenó la cólera del irascible director. Sin embargo, al ver la cara desencajada que se le había quedado al joven Marion, Pappy estalló en carcajadas. Fue el inicio
de una larga relación personal y profesional. Por cierto, al cabo
del tiempo, John Wayne se compró un yate al que llamó La Oca
Salvaje, en recuerdo de aquel encuentro.
Una cláusula en los contratos
de Wayne especificaba que
nunca podía morir asesinado en
sus películas. Fue el
protagonista en 142 filmes,
aunque casi siempre con
papeles similares. “En todas
mis películas quiero representar
a un hombre real. Los hombres
tienen que ser duros, buenos y
Salto a la fama
valientes, nunca mezquinos.
Que nunca busquen pelea, pero
que nunca la rehúyan si es
necesario”, decía.
John Wayne trabajó a las órdenes de grandes cineastas, como Henry Hathaway en El fabuloso mundo del circo (1964)
o Valor de ley (1969), o Howard
Hawks, quien lo dirigió en Río
Rojo (1948), Río Bravo (1959) y
Río Lobo (1970), además de en
la africana Hatari! (1962).
Cuando ganó el Oscar en el
ocaso de su carrera por Valor
de ley, dijo: “Si hubiera sabido
que con un parche en el ojo ganaba este premio, me lo hubiera puesto hace cuarenta años”,
en referencia al barrigudo y
tuerto Rooster Cogburn, personaje que le proporcionó
aquel galardón.
Diez obras emblemáticas
• La diligencia
(Stagecoach, 1939)
• Fort Apache (1948)
• Arenas sangrientas
(Sands of Iwo Jima, 1950)
• El hombre tranquilo
(The Quiet Man, 1952)
• Centauros del desierto
(The Searchers, 1956)
• Río Bravo
(Rio Bravo, 1959)
• El Álamo
(The Alamo, 1960)
• El hombre que mató
a Liberty Valance
(The Man Who Shot Liberty
Valance, 1962)
• Hatari! (1962)
• Valor de ley
(True Grit, 1969)
Por esa época comenzó su andadura en el cine, en ocasiones con
la ayuda de Ford, pero siempre en westerns de bajo presupuesto para compañías de segunda y tercera fila como Republic o Monogram. Hasta 1939 no tuvo un papel relevante en el cine con mayúsculas. Fue precisamente Ford quien se decidió a utilizarle como protagonista de La diligencia, un rodaje en el que Wayne
tuvo que sufrir constantemente humillaciones por parte de su
presunto “amigo”, pues Ford lo abroncaba en todas las tomas, insultándolo delante del resto del equipo. El actor tuvo la suficiente inteligencia y sangre fría para no partirle la cara, pues sabía
que era su gran oportunidad en Hollywood.
Y así fue. Se convirtió en el cowboy por excelencia del cine
americano. A las órdenes de Pappy trabajó en un buen número
de importantes títulos de la historia del cine, entre ellos Fort
Apache (1948), El hombre tranquilo (1952) o Centauros del
desierto (1956).
Ford fue quien creó y modeló a su antojo a aquella estrella de
cine que conocemos como John Wayne. Una vez, el montador
Robert Parrish preguntó al director por qué Wayne estaba mejor como actor en La diligencia que en otras películas de otros
directores. Ford le contestó: “Coge papel y lápiz y cuenta el número de veces que habla en La diligencia y en Hombres intrépidos”. Parrish contó, en total, 14 veces, a lo que Ford respondió: “Así es como consigues que sean buenos actores. ¡No los dejes hablar!”.
El final del cowboy
Fumador de hasta cinco cajetillas diarias de tabaco, a los 57 años
le extirparon el pulmón izquierdo a causa de un tumor, aunque
en su momento sólo se divulgó que tenía “congestión respiratoria”. Posteriormente pasó más veces por el quirófano, en ocasiones por motivos puramente estéticos: los estudios le obligaron a
quitarse la papada y a usar peluquín. Sin embargo, las enfermedades siguieron haciendo mella en su salud. En 1978 fue intervenido del corazón para reemplazar una válvula cardíaca y un año
después le extirparon el estómago a causa del cáncer. Cinco meses después, el 11 de junio de 1979, uno de los grandes mitos del
cine fallecía en Los Ángeles, un hombre que no confiaba “en los
que no beben” y que pensaba que “el western era el género cinematográfico más cercano al arte”.J
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