Política y Paideia ¿Dos términos siempre en conflicto? Miguel A. Peña Fernández (*) Una concepción original, íntimamente unida a la educación Toda comunidad humana tuvo desde sus comienzos, alguna forma de “gobierno”. Pero los griegos “inventaron” la política. Y al aislarla y convertirla en objeto de estudio, inventaron también la Teoría Política. Pero hicieron algo más que les daría un lugar definitivo y privilegiado en la historia. La hicieron descender del mundo de los dioses al mundo de los hombres. Y la transformaron en un asunto de todos. Una suerte de compromiso de la comunidad para con su presente y su futuro. Nuestra cultura tiene –sin duda- su punto de partida en Grecia donde encuentra sus fundamentos y sus grandes principios orientadores. (1) Resulta absolutamente claro para nosotros –gracias a los griegos (2)- que una cosa es el gobierno y otra la política (3). Los griegos “inventaron” la política (4). Y, al aislarla y convertirla en objeto de estudio, inventaron también la Teoría Política. Pero dieron un paso más, un gigantesco paso. La secularizaron. La trajeron del mundo de los dioses al mundo de los hombres y la transformaron en asunto de todos, en un asunto de la “polis” (5) (de donde deriva etimológicamente nuestra palabra “política”). El contraste resulta evidente, si se los compara con las grandes civilizaciones del Cercano Oriente. Por ejemplo, nada podía cambiarse en el Código de Hammurabi. Dice la cláusula inicial de su largo prólogo: “Anu y Enil, para prosperidad del pueblo, me llamaron Hammurabi, príncipe excelso y temeroso de dios, a fin de hacer justicia en la tierra, destruir al malo y al inicuo y que el fuerte no oprima al débil”. A Solón de Atenas, por el contrario, se le encargó la misión codificadora por acuerdo de las tendencias en litigio; no se arrogó ni asistencia divina, ni revelaciones, ni “sangre real”. (6) Con relación a la política, el gobierno implica un concepto diferente. Toda comunidad humana, desde los tiempos más primitivos, había contado con un principio de autoridad, un conjunto de normas a ser respetadas, ciertas reglas de jerarquías, etc. Pero lo realmente nuevo en Grecia fue esa elaboración de la vida comunitaria sobre el principio del equilibrio entre los “muchos” y los “pocos”. En otras palabras, la administración de la controversia en un marco de igualdad entre la ley, principio al que también llegaron lo helenos luego de un lento proceso de elaboración. Este proceso de elaboración no fue sencillo. Tempranamente advirtieron la contradicción y el potencial conflicto entre el ideal de una igualdad de todos ante la ley, y la desigualdad económica y social. Percibieron que, si esta última no era administrada adecuadamente – limando sus extremos más críticos y evitando desequilibrios alarmantes-, terminaría minando el principio de igualdad ante la ley, principio fundamental en la vida política concebida como el poder de todos, el poder del “demos”, o sea, la democracia. Estas tempranas elaboraciones terminaron Página 1 constituyéndose en cimientos fundamentales de nuestros modernos conceptos de igualdad y democracia. Stasis o la ruptura de la política Una línea muy tenue y muy frágil separaba la política de la “stasis”. No tenemos una traducción exacta en español para esta palabra (7). Stasis es un término griego que alude a una serie de situaciones de desequilibrio que van desde la crisis política a la subversión, el golpe de estado o la insurrección, pero que era algo más profundo. La stasis encierra varias acepciones en nuestro lenguaje moderno. Va desde el enfrentamiento de “partidos” a la guerra civil declarada. La stasis significa, por tanto, la ruptura de la política. De ahí que la stasis fuera tema fundamental de los autores políticos griegos. Solo en “Utopía” es posible la vida social sin conflictos. Como han señalado M. I. Finley, R. I. Winton y P. Gamsey, en una sociedad donde se desarrolla libremente el juego político, los enfrentamientos de “partidos” son básicos para su existencia y bienestar, y es tanto un error considerar peyorativamente los ejemplos de las poleis griegas, como lo sería denigrar la política de partidos contemporáneos de la misma forma. (8) La política como administración de la controversia Este sentido del equilibrio de la administración de la controversia, de la convivencia entre los “muchos” y los “pocos” (los dos bloques de opinión posibles, donde no existían partidos políticos –en el sentido moderno- sino “corrientes de opinión”) en un clima de altísima responsabilidad política, es particularmente visible en Tucídides. Para él, el Estado no es una estructura estática y en reposo. El Estado aparece como una especie de armonía de oposiciones naturales y necesarias, tanto en lo constitucional y político como en lo económico y espiritual. Y resulta oportuno señalar que, hablando en términos modernos, los griegos buscaron tenazmente darle una base social a su sistema político. La pobreza del suelo griego hizo siempre difícil este ideal y, a la larga, incidiría en la decadencia de la polis. De ahí, la amenaza constante de la stasis. Para que funcionase una sociedad así, para que no se escindiese, era necesario un amplio consenso, un sentido comunitario y una voluntad auténtica de vivir según ciertas normas tradicionales. Aceptar el dictamen de las autoridades legítimamente constituidas y hacer cambios solo tras debates abiertos, con los consensos consiguientes. Se trataba de asumir un compromiso, de aceptar ciertas reglas de juego básicas que dieran cohesión a la vida comunitaria. En otras palabras, anteponer reglas libremente consentidas –que aseguraran la supervivencia de la vida en común- a los intereses individuales o sectoriales. En tal sentido estaba orientada la educación, en una cultura donde el propio sistema político era concebido como un proceso de educación. Así, la participación activa en las asambleas, el desempeño de cargos públicos –que, salvo excepciones, eran atribuidos por sorteo para evitar “designaciones directas” y para que la mayor cantidad posible de ciudadanos pudiera llegar a ellos- eran vistos como instancias fundamentales en el proceso de formación y Página 2 realización personal del ciudadano. Aspectos que, si bien eran considerados fundamentales, no agotaban el concepto de los griegos sobre la política, pues esta –a diferencia de nuestros actuales sistemas heredados de la Revolución Francesa- comprendía todas las manifestaciones culturales, desde las competencial olímpicas hasta el arte, la música, la reverencia hacia los dioses de la ciudad, etc. Una cultura basada en la oralidad Otro aspecto relevante es el carácter oral de la cultura griega. Recordemos que Sócrates jamás escribió una línea, y su discurrir filosófico se desarrollaba en diálogos con sus conciudadanos. Resulta de interés para nuestros tiempos, en que los medios de comunicación nos alejan de la “galaxia Gutenberg”, de la primacía del texto impreso que ha marcado a la cultura moderna de manera tan profunda desde el Renacimiento. La palabra viva, alada, recupera lentamente la preeminencia de que gozara en la Antigüedad, señala Marrou, quien se pregunta: ¿Acaso no ha ocurrido ya en política? Un reportaje televisivo a un dirigente político tiene tanta importancia y proyección como antes u panfleto o un folleto partidista (9). La política griega era esencialmente oral. En primer lugar, porque los ciudadanos participaban directamente en el gobierno. No existía el escriba, como en las civilizaciones del Cercano Oriente. En segundo lugar, por la natural inclinación del griego a intercambiar ideas con sus semejantes. La imprenta aún tardaría muchos siglos en aparecer, los libros eran difíciles de copiar. Además, el texto escrito no tenía sentido en una comunidad cuyos integrantes estaban en permanente contacto entre sí. El griego prefería hablar y oír. Lo demuestra su original arquitectura, sus teatros abiertos, los edificios de las asambleas y, sobre todo, la más característica de todas las construcciones griegas, la stoa (de donde deriva el nombre de la escuela estoica), pórtico o deambulatorio de techumbre sostenida por columnas, ideada para brindar un espacio donde caminar y conversar. (10) Es por esto que Platón, a pesar de haber sido un empedernido escritor, manifestaba su desconfianza hacia los libros. A estos no se les puede hacer preguntas –decía- por lo que sus ideas están cerradas a ulteriores correcciones y afinamientos. La importancia de la comunicación oral subraya la significación política del ostracismo, instituido en Atenas por Clístenes, que requería el voto conforme de 6.000 ciudadanos y que implicaba el alejamiento por diez años de todo “ciudadano” considerado peligroso para la estabilidad política de la ciudad (por ejemplo, si llegaba a concentrar tal poder en sus manos, que pudiera, mediante un “golpe de Estado”, derrumbar la democracia). El ostracismo (cuyo nombre viene de ostrakon, pieza de cerámica donde se escribía el nombre del candidato a sufrir esta medida) no era considerado una afrenta ni una medida ignominiosa, por lo que difiere de nuestro concepto actual de exilio. Dada la preeminencia de la comunicación oral, este alejamiento impedía, al señalado por tal decisión, comunicar sus ideas a sus Página 3 “conciudadanos”, por lo que quedaba automáticamente relegado de la vida política de la ciudad. Ríos de tinta han corrido sobre el concepto griego de “democracia” que, aún hoy, despierta acaloradas polémicas. Eran numerosas las limitaciones para alcanzar la ciudadanía. Pero resultaría un anacronismo imperdonable valorar esta original creación (sobre el trasfondo de grandes civilizaciones teocráticas) desde una mirada con ojos del siglo XXI. Originalidad Los griegos fueron originales en casi todos los campos en que se aventuraron. No tenían antecedentes. No tenían de quién aprender. Solo contaban con su propia autoridad, apoyándose únicamente en sus facilidades mentales, en su espíritu inquisitivo y abierto, y en la más amplia libertad. Esto resulta particularmente evidente en la política. Enfrentada Atenas a uno de los períodos más difíciles en cuanto a agitaciones sociales, en el año 594 antes de nuestra era, fue elegido Solón (como fruto de un acuerdo, por supuesto). Se le encomendó lo que hoy llamaríamos la “reforma del Estado”. Fue escogido espontáneamente por los atenienses y, una vez terminada su obra, Solón se alejó de Atenas para que los atenienses actuaran por sí mismos y lejos de su presencia perturbadora. Por ciento que Solón consideraba que la justicia (aspecto esencial que los griegos vinculaban a la política) era de origen divino. Pero jamás se les ocurrió pensar que Solón actuaba bajo inspiración divina o por mandato de alguna divinidad. Su obra fue esencialmente “laica” (como diríamos hoy). Notable contraste con el Código de Hammurabi, quien se consideraba actuando en nombre de los dioses, en una obra que pretendía inmutable e impuesta “desde arriba” a sus súbditos. Sin ortodoxia ni herejías Herodoto nos habla de la “comunidad de templos”, pero no dice “creencias”, “credo” o “teología”. No puede haber ningún estudio de la teología griega, sencillamente porque esta no tenía lugar en la cultura griega. No había una iglesia central. El oráculo de Delfos, daba sugerencias, pero no “doctrina”. No había, por tanto, lugar para una ortodoxia y, consecuentemente, tampoco había motivo para la herejía (la condena a la pena de muerte a Sócrates constituye un caso excepcional, que merecería un estudio aparte). En consecuencia, el pensamiento político pudo desarrollarse libremente, sin ataduras ni sujeciones. Un significado espiritual La política, o politeia, se hallaba íntimamente vinculada a la educación, o paideia (11). Resulta ilustrativo señalar que, en griego moderno, la palabra politeuma, con la misma raíz que “polis” o “política”, equivale a educación o cultura, último efecto de esa antigua unidad de vida. Página 4 En su desarrollo intelectual, los griegos llegaron a una profundidad tal que la politeia se desarrollaba a partir de la fecunda relación entre areté (valor o virtud) –concepto fundamenta len la ética socrática –y epistemé, ciencia, no en el sentido moderno de conocimiento científico, sino de sabiduría vinculada al significado espiritual de los valores. Si bien hablaron también de una techné política, el término techné hacía referencia a toda profesión práctica, basada en determinados conocimientos especiales. La exquisita escultura de un Fidias o la habilidad del mejor timonel del Egeo eran, en última instancia, una techné. Para ello, Platón utiliza la palabra epistemé para destacar el hecho de que este “arte” político tiene como base una verdadera sabiduría cuya meta es la formación moral del hombre, enseñándole a vivir sin cometer injusticias o la menor cantidad posible de injusticias. Política y Paideia Todo pueblo que alcanza un cierto grado de desarrollo se halla naturalmente inclinado a practicar la educación, nos dice el helenista Werner Jaeger, en su monumental estudio dedicado precisamente a la Paideia. La educación es el principio mediante el cual la comunidad humana conserva y transmite su peculiaridad física y espiritual. Muy tempranamente, política y educación se encontrarían, estableciendo una relación muy estrecha, armoniosa algunas veces y conflictiva, otras. Desde el comienzo, la política se entreteje con la educación en una relación no siempre tranquila: los dos términos de la ecuación se atraen y repelen con igual intensidad. Es escriba, portador de la cultura antigua, era un funcionario clave en la administración real, modelo y producto hacia el cual estaba orientado el sistema educativo, transmisor del conjunto de valores encarnados en una élite intelectual que regía la administración política sobre una sociedad arcaica. (12) Surgida en el marco integral de la polis, de donde viene su raíz etimológica, debemos a los griegos la “invención” de la política. Pero su concepto de politeia implicaba mucho más que su traducción moderna. No se refería solamente a la constitución del Estado, abarcaba la vida entera de la polis, en la cual estaban implícitos los valores éticos, morales espirituales. La meta es hacer a los ciudadanos buenos y felices. De ahí, la idea platónica de una techné política que es, al mismo tiempo, construcción del Estado y cuidado del alma, aunando lo que nuestra concepción moderna ha separado – como dice Jaeger- en tanto nuestra política es política realista; nuestra ética individual, idealista… “Desescolarizar” la sociedad La paideia comprendía también mucho más que lo que hoy entendemos por educación. El maestro griego, encargado apenas de la transmisión de una determinada habilidad o techné, estaba subordinado a un concepto muy superior cuyo objetivo era la formación moral y espiritual del hombre indisolublemente ligado a la vida de la comunidad, y sin la cual no tenía Página 5 sentido. Esta distinción, al menos en su diferenciación en dos vertientes, ha sido rescatada, en nuestros días, por críticos sociales como Iván Illich, cuyo postulado de “descolarizar” (que, en el fondo, significa “desinstitucionalizar”) la sociedad puede llevar a un nihilismo frente a cuyas señales de alerta hay que estar atento, teniendo en cuanta la creciente informalidad de la sociedad que, de hecho, lleva el germen de dicha “descolarización”. (13) Politeia (política) y Paideia (educación) se entrecruzan en sus líneas de fuerza, en tanto esta última, al decir de Platón, está orientada desde la infancia para el bien, induciendo al hombre a desear ardientemente volverse un ciudadano perfecto que sepa tanto gobernar como ser gobernado con justicia. El estado como sistema educacional La República, de Platón, considerada durante siglos como una de las obras maestras de la Teoría Política, es vista actualmente, gracias a la obra de Stenzel, Jaeger y Nettelschid, en el mismo sentido que la vio Rousseau, como una obra dedicada a la educación. En vez de concebir la educación como una consecuencia de la existencia del gobierno, Platón concibe el gobierno como consecuencia de la educación. Y aún más, para Platón, el Estado es en sí un sistema educacional (14). De indudable inspiración platónica –aunque conscientemente la rechazara-, la propuesta utópica de Rousseau terminó por inspirar un ideal educacional con el cual la educación tornose un instrumento de la política y la propia actividad política fue concebida como una forma de educación. (15) La educación griega aspiró siempre a fomentar el espíritu cívico, el orgullo de pertenecer a una ciudad libre, la lealtad a la comunidad política. Al decir de Marrou, esta psicología impregnó toda la tradición clásica tan profundamente que su influencia no puede por menos de compararse con la de Roma en tanto que elemento decisivo para moldear el ideal del ciudadano de la moderna Europa democrática. (16) Decadencia de la “Polis” Hacia el siglo IV, la Polis entra en su proceso de decadencia. Podía salvarse evolucionando hacia una confederación, pero perdiendo su esencia. Es lo que vislumbra Isócrates. La paideia queda degradada al papel de la mera educación externa. Aspira a influir desde afuera sobre las situaciones, sin que pueda oponer un contrapeso real alas fuerzas que presionan hacia abajo. Y si quiere conseguir más –como señala Jaeger (17) – solo tiene dos caminos: o renunciar a formar al pueblo como un todo y retirarse a la estrechez de pequeños círculos cerrados, o intentar influir solamente sobre determinadas personalidades gobernantes. O, aún, tratándose de estados gobernados democráticamente, tratar de reformar ciertas instituciones del Estado para influir sobre este en el sentido que se considere provechoso. Página 6 Puerta hacia el futuro Dos milenios y medio después. Grecia sigue significando una permanente fuente de inspiración, no como un peso inmutable sino como motivo de diálogo permanente, vivo y fecundo. Y ello, porque si las respuestas quizás han variado algo en tono y acentuación con el trascurrir de los siglos, las preguntas siguen siendo las mismas que se planteó un pequeño pueblo en las orillas del mar Egeo y en la época en que “civilización” (Egipto, Mesopotamia) equivalía a la aceptación obediente y ciega de un universo inmutable. Los desafíos que tenemos hoy son otros, frente aun mundo que se replantea sus fundamentos muy aceleradamente. Para nosotros, en el Uruguay actual, herederos afortunados de una tradición muy sólida en educación tanto en su densidad filosófica como en su proyección social, la educación, en su sentido más amplio, es nuestra puerta hacia el futuro y la ruta más apropiada para interpretar, comprender y actuar sobre esta nueva realidad que el mundote hoy nos presenta como uno de los más serios desafíos de nuestra historia Paideia y Politeia siguen dialogando y, en ese diálogo, encontraremos muchas respuestas. El legado La política griega, la politeia, era un producto de la polis, de donde deriva su raíz etimológica. De ahí, que el gran corte en la historia del pensamiento político de occidente esté en la desaparición de la polis. Contamos con un denso legado griego en el campo de la Teoría Política, pero no hay un legado institucional. Como nos recuerda Sabine (18), con Alejandro Magno comienza el hombre como individuo. En adelante, desgajado del marco de la polís, tendría que aprender a regular tanto su propia vida como sus relaciones con otros individuos. No es posible abordar la historia de Grecia sin apasionamiento. Este pueblo, tan pobre, tan austero, tan cercano y tan lejano, sigue proyectando su paideia política sobre tiempos tan difíciles como los nuestros. Notas 1. (…) nuestra historia –en su más profunda unicidad-, en tanto que sale de los límites de un pueblo particular y nos inscribe como miembros en un amplio círculo de pueblos, “comienza” con la aparición de los griegos. Por esta tazón, he denominado a este grupo de pueblos heleno-céntrico. “Comienzo” no significa aquí tan solo comienzo temporal, sino también (…) origen o fuente espiritual, al cual en todo grado de desarrollo hay que volver para hallar una orientación. JAEGER, W., Paideia: los ideales de la cultura griega, Fondo de Cultura Económica, México, 1995, pp. 4-5 2. Dejemos, desde ya, aclarado, que el término “griego” fue dado por los romanos. Los griegos se han llamado a sí mismos, “helenos”, y a su patria, “La Hélade”. Página 7 3. Toda sociedad de alguna complejidad necesita un aparato que establezca leyes y las haga cumplir, que disponga los servicios comunitarios, militares y civiles, y que resuelva las polémicas. A toda sociedad le hace falta asimismo una autorización para las normativas y el aparato y una idea de justicia. Pero los griegos dieron un paso radical, un doble paso: situaron la fuente de la autoridad en la “polis”, en la comunidad misma, y solventaron los negocios políticos con discusiones públicas, finalmente con votaciones, mediante el recuento de los individuos. Tal es que la política y el teatro y la historiografía del siglo V ponen de manifiesto hasta qué punto domino la política la cultura griega. FINDLEY, M.I., WINTON, R.I. y GARNSEY, P., “Política y Teoría Política” en M.I. Findley (Ed) El legado de Grecia. Una nueva valoración, Ed. Crítica, Barcelona, 1983,pp. 33-34. 4. Hay que admitir que hubo también tempranas comunidades políticas, no griegas, entre los fenicios y los etruscos. Sin embargo, sigue siendo correcto decir que, en efecto, los griegos “inventaron” la política. En la tradición occidental, la historia de la política ha comenzado siempre con los griegos, hecho simbolizado por la misma palabra “política”, derivada de polis. Además, en ninguna sociedad del Cercano Oriente estuvo politizada la cultura como entre los griegos. FINDLEY, M.I., WINTON, R.I. y GARNSEY, P., “Política y Teoría Política”, ob. cit. p. 34 5. Polis, polis, traducida como “cuidad-Estado”, pues no tenemos un concepto similar en nuestro idioma. Por tal concepto, los griegos entendían algo más que la cuidad (que, a su vez, abarcaba las tierras circundantes dedicadas a la labranza y la cría de animales. Y, sobre todo, al puerto, fundamental en un pueblo volcado al mar). Aludía a una comunidad y a sus vínculos culturales y religiosos. 6. FINDLEY, M.I., WINTON, R.I. y GARNSEY, P., “Política y Teoría Política”, ob. cit. p. 34 7. La palabra griego que designaba el conflicto político era stasis, término difícil con una serie de acepciones que iban del cotidiano “enfrentamiento de partidos” (para utilizar una expresión tan moderna como fuera de lugar) a la guerra civil declarada, que señalaba la ruptura definitiva del consenso y el abandono de la política. FINDLEY, M.I., WINTON, R.I. y GARNSEY, P., “Política y Teoría Política”, ob. cit. p. 36 8. FINDLEY, M.I., WINTON, R.I. y GARNSEY, P., “Política y Teoría Política”, ob. cit. p. 36 9. FINDLEY, M.I., WINTON, R.I. y GARNSEY, P., “Política y Teoría Política”, ob. cit. p. 27 y ss. Página 8 10. idem 11. La estructura de toda sociedad descansa en las leyes y normas escritas o no escritas que unen y ligan a sus miembros. Así, toda educación es el producto de la conciencia viva de una norma que rige una comunidad humana, lo mismo si se trata de la familia, de una clase social o de una profesión, de de una asociación más amplia, como una estirpe o un estado. La educación participa en la vida y el crecimiento de la sociedad, así en su destino exterior como en su estructuración interna y en su desarrollo espiritual. JAEGER, W. ob. Cit. pp3-4 12. MARQUES MOREIRA, Marcillo, De Maquiavelo a San Tiago, Universidade de Brasilia, Brasilis, 1981. 13. ILLICH, I. , Deschooling Society, Londres, 1971. 14. BARKER, E. , Greek Political Theory; Plato and his Predecessors, Londres 1957. 15. MARQUES MOREIRA, Marcillo, ob. Cit. 16. MARROU, H.Y., “Educación y Retórica” en M. Findlay (Ed), The Legacy of Greece, a new appraisal, Oxford University Press, 1981. 17. JAEGER, W., Paideia, Fondo de Cultura Económica, México, 1995 18. SABINE, G. Historia de la Teoría Política, de Cultura Económica, México, 1984, pp. 100 y ss. (*) Profesor de Historia, egresado del Instituto de Profesores “Artigas” y Doctor en Derecho y Ciencias Sociales , egresado de la Facultad de Derecho de la Universidad de la República. Profesor de Filosofía del Derecho y de Historia del Pensamiento Político y Social en el IPA. Página 9