Movilizaciones campesinas, tragedias mineras y desafueros de

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Movilizaciones campesinas, tragedias mineras
y desafueros de campaña
Pedro Santana Rodríguez
Presidente Corporación Viva la Ciudadanía
Colombia enfrenta una coyuntura contradictoria nada fácil de interpretar. Por
una parte avanzan los diálogos en La Habana entre la insurgencia de las
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, y el gobierno del
presidente, Juan Manuel Santos Calderón, en que se han llegado a acuerdos
alrededor de tres de los seis puntos de la agenda, éstos tres puntos son el
núcleo más duro de la negociación que, a su vez, dieron origen al conflicto
armado hace ya más de 60 años y un segundo rasgo característico pero a la
vez atípico es el desgano en una campaña presidencial que finalmente se
mantiene en una languidez que impresiona a propios y extraños. Nunca antes
se había llegado tan lejos en una negociación con las FARC como ahora. Sin
embargo, y a pesar de que lo que resta de la negociación contiene puntos
difíciles como el de las víctimas, la dejación de armas y las condiciones para el
reingreso de la insurgencia armada a la vida civil, el Presidente Candidato en
vez de avanzar en las encuestas retrocede o se estanca frente al resto de los
aspirantes presidenciales.
Al tiempo que se avanza en las negociaciones en La Habana el panorama
social y la movilización ciudadana cobra al Presidente Candidato sus
equivocadas políticas en varios frentes claves para los anhelos ciudadanos. Es
verdad que algunos de esos problemas vienen de tiempo atrás, por ejemplo,
dos temas que son muy sensibles a la opinión pública y que cobran al Gobierno
son la política frente al agro y específicamente sobre la economía campesina y
un segundo tema es el de la minería.
Sobre el problema agrario hay que decir de manera puntual que es un viejo
problema agudizado desde el año de 1973 en que el gobierno de Misael
Pastrana Borrero suscribió el famoso Pacto de Chicoral que dio todas las
ventajas a los terratenientes y eliminó de las políticas públicas un proceso de
redistribución de la propiedad agropecuaria que hoy en día y como producto de
dichas políticas, pero además por la acción de los actores armados ilegales y
por la presencia del narcotráfico ha dado como resultado una tasa de
concentración de la propiedad agropecuaria de las más elevadas del mundo,
de acuerdo con el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, y
medida según el coeficiente de Gini en que 0 sería la distribución más
equitativa y 1, la realidad en que un sólo propietario fuera el dueño de toda la
tierra, se ha llegado a una tasa de concentración del 0.87%.
A lo anterior habría que agregar que la economía campesina no recibe
subsidios estatales; los que existen hoy han sido producto de las luchas
emprendidas por los cafeteros, los paperos, los cacaoteros, y en general, por
los campesinos pequeños y medianos, que se lanzaron a las carreteras y
pararon primero las zonas de la economía cafetera y luego las zonas de
cultivos en que es predominante la economía campesina. Estas movilizaciones
se iniciaron en marzo del año pasado y culminaron con la realización de un
paro agrario que se inició en la región del Catatumbo y que luego involucró a
campesinos de más de 16 departamentos del país y que culminó con la
suscripción de unos acuerdos que incluye para la economía cafetera subsidios
cercanos a 1.2 billones de pesos anuales, compra de cosecha para los
cultivadores de papa y cacao y diversas medidas como renegociación de
créditos, rebajas en los aranceles de fungicidas, fertilizantes y suspensión de
las políticas en contra de las semillas nativas. Los campesinos señalan con
razón que la problemática para ellos se ha agudizado a raíz de la entrada en
vigencia de los tratados de libre comercio que exigen sean renegociados. Esta
reivindicación es un hueso muy duro de roer pues está en el centro del modelo
neoliberal que sigue conduciendo las políticas públicas en el país y que Santos
no cuestiona pues ha sido uno de sus mayores impulsores.
Los acuerdos suscritos el año pasado alegan ahora los campesinos,
nuevamente en paro, no han sido cumplidos en buena parte por el gobierno.
Nada de raro tiene que ésta sea la realidad puesto que este gobierno no se ha
caracterizado por su eficacia en la aplicación y ejecución de las políticas
públicas. Con un agravante y es que específicamente en materia de política
agropecuaria durante los últimos gobiernos pero principalmente en el gobierno
de Álvaro Uribe Vélez, la institucionalidad del sector agropecuario fue
drásticamente golpeada y organismos como el INCODER fueron prácticamente
tomados por sectores afines a los grupos paramilitares que son los principales
responsables del despojo de más de 7 millones de hectáreas de pequeños y
medianos propietarios del campo. Por ello poner en marcha una política justa
como la adoptada por este gobierno en materia de restitución de tierras ha
resultado tarea quijotesca pues al tiempo que se avanza en su diseño y
ejecución hay que ir construyendo la institucionalidad para llevarla adelante
como también hay que ocuparse de la formación de un catastro moderno
inexistente en el país en donde cerca del 50% de toda la propiedad
agropecuaria se mantiene en la informalidad. Contrariando el sentido común el
presidente Santos después de negociado el paro agrario nombró al frente de la
cartera de agricultura a un reconocido empresario palmicultor, Rubén Darío
Lizarralde, que quiso desde su llegada seguir favoreciendo a la gran economía
terrateniente con un proyecto de adjudicación de tierras baldías que favoreciera
la titulación a los grandes capitalistas.
Un error garrafal del gobierno lo cometió semanas después de firmado los
acuerdos cuando convocó y realizó una Cumbre Agraria Nacional que tendría
el propósito de construir un gran acuerdo sobre el sector agropecuario del país.
Sin razón alguna excluyó en la práctica a los principales actores del paro
agrario y en cambio llamó a los gremios seriamente afectados en su legitimidad
para que lo suscribieran, allí comenzó el nuevo calvario para el gobierno. Pese
a las advertencias de los expertos y de los propios movimientos campesinos
siguió adelante dando aire a unos gremios rebasados por la realidad y sin
representatividad real de los campesinos pequeños y medianos que fueron los
grandes actores sociales de la protesta. A lo cual se suma la baja capacidad
ejecutora que este gobierno ha mostrado en una buena parte de las políticas
públicas. Hasta ahora el gobierno ha mantenido frente al paro agrario una
doble política por una parte ha abierto mesas de negociación y al mismo tiempo
ha mantenido la represión para evitar los bloqueos de las carreteras. El
desenlace aún no se ve claro. Lo que si es cierto es que el manejo que dé a la
protesta influirá en el resultado de esta primera vuelta presidencial que se
realizará el 25 de mayo.
Un segundo factor que se pone sobre la mesa tiene que ver con la errática
política minera. El país fue entregado a las multinacionales mineras en el
gobierno de Uribe sin que la institucionalidad fijara unas reglas claras para la
operación de esta actividad. En buena medida el gobierno está fuertemente
limitado por ocho años de concesiones a la llamada locomotora minera. De las
14 mil unidades de extracción, solo el 37% tiene título minero. Es decir que
más del 60% del conjunto de la actividad minera se realiza de manera ilegal o
en todo caso no tiene control por parte de las autoridades estatales. Lo
paradójico de la situación es que los grandes medios de comunicación
prácticamente responsabilizan a los mineros informales de su tragedia. En la
zona de Santander de Quilichao en donde ocurre la tragedia más reciente los
afrocolombianos que allí viven no tienen otra alternativa para sobrevivir.
Estamos hablando de una tragedia en la cual es probable que hayan muerto 25
personas de las cuales tres ya fueron halladas sin vida.
Aquí juega nuevamente el pasado con el presente. Este es el resultado de
políticas públicas insuficientes diseñadas y ejecutadas principalmente por
gobiernos anteriores. Sin embargo, lo que se critica al actual es que durante
sus largos tres años de gobierno no haya enfrentado el fondo de la
problemática. No presentó un nuevo Código Minero cuando la Corte
Constitucional tumbó el tramitado entre la anterior y la actual administración.
No ha creado una verdadera institucionalidad para regular y controlar una
actividad altamente sensible para centenares de municipios y millones de
personas afectadas en sus fuentes de agua y en sus recursos naturales. Ante
la protesta de los alcaldes que promueven mecanismos de consulta para tratar
de parar el daño ambiental de las industrias extractivas emite un decreto que
prácticamente las ilegaliza y ante el fallo de la Corte un Procurador autoritario
como lo es el actual, Alejandro Ordóñez Maldonado, inicia proceso
disciplinarios en contra de los alcaldes que han promovido este mecanismo
ciudadano a pesar de la decisión de la Corte Constitucional que en reciente
fallo señala que es obligación del Estado coordinar este tipo de licencias y de
usos del suelo con las autoridades municipales y departamentales.
Estos grandes asuntos deberían ocupar a los candidatos presidenciales en la
actual campaña electoral. Pero, es más llamativo para los medios cubrir el
exabrupto del candidato a la vice presidencia Germán Vargas Lleras que
termina calificando de gamín a un activista uribista que lo interroga en un
evento de campaña en el departamento de Arauca. Y luego esos mismos
medios se preguntan porque la negociación del conflicto y la paz no aparece
como la primera prioridad de las y los colombianos, pues muy simple, los
grandes medios de comunicación no tienen en su agenda los grandes
problemas que agobian a los ciudadanos y éstos carecen de elementos de
juicio y de contexto que les permitan deliberar con conocimiento de causa
sobre estos grandes problemas.
Edición N° 00397 – Semana del 2 al 8 de Mayo – 2014
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